Las circunstancias históricas en las que se desarrolló la guerra, respondían a problemas no resueltos en la sociedad española:
·
una economía atrasada, incapaz de
satisfacer las necesidades del pueblo;
·
una oligarquía terrateniente sólo
preocupada por sus beneficios e incapaz de los cambios más elementales;
·
una estructura social con
abismales diferencias entre pobres y ricos, con una pequeña oligarquía
poderosa, unas clases bajas en continuo crecimiento, una clase media
insuficiente para servir de elemento equilibrador;
·
y una polarización de la sociedad
en dos bandos, la derecha y la izquierda entre las que existía una fuerte
tensión.
|
Introducción.
El hecho de que la
guerra civil española fuese precisamente eso, una guerra, y no una crisis interna
provocada por un pronunciamiento militar con pocas probabilidades de éxito, se
debió a la actitud de las principales potencias europeas, que con su apoyo
sistemático unas (Alemania e Italia por un lado, la URSS por el otro) y con su
pasividad otras (Gran Bretaña y Francia), favorecieron y alimentaron un
conflicto que por sí mismo habría tenido muy pocas posibilidades de acabar en
un larga y sangrienta guerra, preludio de la Segunda Guerra
Mundial.
Es indudable que las ideas que encarnaban ambos bandos, republicano y
franquista, estaban absolutamente encontrados, y difícilmente podrían converger
en un acuerdo. De hecho, el clima reinante en España pocas fechas antes del
alzamiento del 17 de julio era tenso y anunciaba un conflicto inmediato. Pero
¿qué tipo de conflicto se habría dado en España si determinadas potencias
europeas no hubiesen visto algo que les incitara a apoyar decididamente a uno
de los bandos, concretamente el franquista? ¿Con qué medios técnicos contaba
Franco para sostener una guerra contra la República española, dueña del oro del Banco de
España, dueña de la débil industria española, y dueña del ejército español,
salvo significados mandos? Franco contaba con el apoyo de un importante grupo de
altos mandos militares propensos a la rebelión (algo propio de la España de los últimos 100
años), con el ejército de África, y con poco más. El material técnico-militar
del que disponía era escaso comparado con el del ejército republicano. Y aunque
las dificultades internas que desde el principio tuvo la República fueron sin
duda muy importantes (regionalismo catalán, ambiente revolucionario), la
rebelión habría sido muy posiblemente aplastada, como lo fue en su día la
protagonizada por Sanjurjo en 1932 en Sevilla y Madrid. Sanjurjo era el
principal dirigente de la sublevación, pero murió en un accidente de aviación
el tercer día de la rebelión.
De hecho el
pronunciamiento militar fue un fracaso. Un pronunciamiento, un golpe militar
basado en la sorpresa (aunque muchos mandos militares rebeldes eran sospechosos
y habían sido "exiliados" en África) exigía controlar los puntos
neurálgicos del país, así como los órganos de mando, administración y comunicaciones.
Y esto no se logró. Fracasada la sorpresa, Franco se vio obligado a buscar
apoyo exterior para su causa, tanto técnico como económico, y lo encontró en
las potencias totalitarias de Europa: Alemania e Italia, que sin duda
advirtieron en España intereses económicos, estratégicos, y políticos, amén de
los ideológicos.
Por su parte el
principal bastión militar de la
República española fue la URSS , y posteriormente el apoyo de las Brigadas
internacionales.
En principio, las
potencias europeas llegaron a un acuerdo para que el conflicto español
estuviese exento de la intervención de ningún país. Para esto se formó el
Comité de Londres, que apadrinó la política de No-intervención, a la que se
adhirieron numerosos países (incluyendo paradójicamente los que apoyaron más
firmemente a uno u otro bando). Pero la No-intervención, y la Sociedad de
Naciones, garante teórica de la paz mundial, demostraron su más absoluta ineficacia,
permitiendo que la contienda española tuviese una clara participación
extranjera, siendo el prólogo de la Segunda Guerra Mundial.
LAS
DEMOCRACIAS OCCIDENTALES: LA
NO-INTERVENCIÓN .
1) Coyuntura internacional previa al conflicto.
Habría que remontarse
a la época de Felipe II para encontrar un importante peso específico español en
el concierto internacional. Ciertamente, tras los Austrias mayores, el apogeo
del imperio español había ido en progresiva decadencia, pasando el dominio y la
presencia en la política internacional de nuestro país a un plano absolutamente
secundario, casi marginal.
Una de las
características que posee España es su privilegiada posición geográfica en el
plano europeo, puente entre dos importantes mares, y lugar de contacto entre
dos continentes, uno de los cuales - el europeo- se había expandido sobre el
otro -el africano- durante el siglo XIX y buena parte del XX.
De hecho, las
potencias europeas tenían intereses estratégicos en el Mediterráneo occidental."
A fines del XX, Inglaterra, Francia y España, desarrollaron intereses
imperialistas en el turbulento imperio de Marruecos. En 1904 un acuerdo
anglo-francés reconocía la primacía de los intereses políticos y militares franceses
en Marruecos" (1)
En 1912 Francia y España se repartieron dicho país. En 1914, con el
advenimiento de la
Primera Guerra Mundial, España toma una actitud neutral,
aunque en el país, según palabras de Azaña "el ambiente parecía de guerra
civil, menos los tiros"[2] debido a la división de opiniones en favor de uno u
otro bando. Pero evidente debilidad del país, el aislamiento internacional,
provocado también por una buena dosis de orgullo español por el trato recibido
por las potencias europeas en los últimos 100 años (recordemos el fracaso
español en el Congreso del Viena, la pasividad franco-inglesa en la guerra
hispano-norteamericana de 1898), hicieron que España observase el conflicto
bélico al margen de la intervención activa.
El final de esta guerra culminó con la firma del Tratado de Versalles
y la escasa benevolencia con que las potencias vencedoras trataron a las
derrotadas.
Ello generaría una
serie de rencores y remordimientos, raíz y causa del ascenso del totalitarismo
hitleriano, y posteriormente de la Segunda Guerra Mundial.
Volviendo al
escenario del Mediterráneo occidental, hay que señalar que en el primer tercio
del siglo XX "durante décadas de acciones militares esporádicas, los intereses
financieros privados de Inglaterra, Francia, Alemania y España invirtieron en
el desarrollo de las minas de hierro del Riff"[3]
Está pues, muy clara
la incidencia que tenía esta zona en la política exterior de las potencias
europeas, y de alguna manera, los conflictos que pudieran interferir en estos
intereses debían preocupar, seguramente a los principales interesados.
"Así que tanto los intereses estratégicos en el Mediterráneo occidental
como los complejos intereses militares, económicos e imperialistas,
involucraron a todas las grandes potencias europeas tan pronto como el status
quo se vio amenazado"[4].
Pero de lo que no
cabe la menor duda era que España, en esta época, era un país débil, tanto económica
como política y militarmente, y por eso, a nivel internacional, su importancia
era más bien escasa. Bien es cierto que no existían motivos claros de
enfrentamiento con las potencias europeas, pero un hipotético conflicto con
alguna de ellas la situaría inmediatamente en clara desventaja. Claro que ya
entonces se había constituido la
Sociedad de Naciones, organismo internacional que garantizaría
por vía pacífica la solución a cualquier altercado. "La República española había
tomado en serio a la Sociedad
de Naciones. Inscribió en la constitución de 1931 una declaración terminante,
adhiriéndose a los principios del Covenant, para ajustar a ellos su
política exterior. El sistema de seguridad colectiva y las obligaciones
derivadas del pacto parecían llamados a resolver para España un problema
capital: el de encontrarse garantizada contra una agresión no provocada sin
necesidad de montar una organización militar y naval que hubiese impuesto al
país una carga insoportable. Era la solución deseable para una nación
desarmada, débil económicamente, pero en vías de progreso y reconstitución
interior"[5]
El problema estaba en
que la diplomacia española no había más allá, confiando en la Sociedad de Naciones, y
de alguna manera, en Gran Bretaña y Francia, la estabilidad internacional.
"Obsesionada por
sus problemas internos, la
República no había desplegado una política exterior demasiado
activa. La colaboración con Francia e Inglaterra y el apoyo al sistema de la Sociedad de Naciones no
habían llevado a los gobiernos de Madrid a apuntalar la posición propia con
acuerdos militares con otros países."[6]
Así pues, según
palabras del profesor Pierre Villar: "antes de julio de 1936 España apenas
preocupaba a las diplomacias europeas".
Pero la Sociedad de Naciones ya
había mostrado signos de ineficacia en el conflicto de Etiopía, protagonizado
por Italia, anunciando de antemano, su ulterior pasividad en la Guerra Civil.
Así, "la guerra
civil estalló sobre un orden internacional en cierta tensión. Estaba centrado
en torno a la desgarrada Sociedad de Naciones, que acababa de salir con el
prestigio muy quebrantado del conflicto de Etiopía, en el que se había revelado
impotente. El esquema de las relaciones internacionales en Europa se veía
convulsionado por la índole y el ritmo de las pretensiones revisionistas
alemanas que aspiraban a trastrocar las consecuencias de la paz impuesta en
Versalles al término de la
Gran Guerra. "[7]
"Como tal el
conflicto de España estuvo inexorablemente unido a los debates de las potencias
revisionistas del Eje y a la política timorata y miope, aunque comprensible de
los países democráticos, empeñados en preservar intereses vitales nacionales
(rutas de comunicación, imperios). Estos implicaban una defensa no muy enérgica
del status quo europeo frente a demandas alemanas o italianas que no parecían
del todo irrazonables."[8]
Sin embargo, "la Europa de la primavera de
1936 no era un continente que pareciese que fuese a enfrentarse en lo más inmediato
con crisis internacionales relacionadas con España. Es más, la escena general
de los comienzos del verano era relativamente tranquila.
La remilitarización
de Renania, en marzo, había supuesto, cierto es, una convulsión muy importante,
pero ni Londres ni París consideraron que esta nueva infracción de Tratado de
Versalles debía dar ocasión para el empleo de la fuerza"[9]
Lo que se estaba
poniendo de manifiesto era que si había alguna potencia interesada en alterar
la balanza europea, incluso internacional, tras la firma del Tratado de
Versalles, esas eran las potencias fascistas alemana e italiana.
"Un segundo
momento de excitación se produjo tras la victoria electoral en Francia del
Frente Popular, que permitió al socialista León Blum asumir la responsabilidad
gubernamental. Podría haberse pensado en un endurecimiento francés con respecto
a las potencias fascistas, pero no fue así: Francia e Inglaterra accedieron al
levantamiento de sanciones contra Italia (impuestas por la Sociedad de Naciones a
raíz de la invasión de Etiopía)."[10]
Pero la potencia
europea que suponía un peligro práctico y real para las relaciones
intraeuropeas era, sin duda, la
Alemania nazi. No parecía que Italia fuese capaz de
"representar por sí misma una amenaza al sistema de relaciones emanado de
Versalles"[11]
No hay que olvidar
que la revolución rusa de 1917 había implantado en aquel país, ahora llamado la URSS , un sistema económico
que socavaba todos los cimientos del capitalismo predominante en toda Europa,
y que por tanto, a los ojos del mundo, Stalin representaba un peligro
revolucionario claro.
"Indudablemente,
la postura británica estaba influida por el temor a la Unión Soviética.
Para ciertos círculos conservadores, una Alemania potente constituía el
presupuesto esencial de la salvación de Europa frente a Stalin, y para muchos
ingleses el dictador georgiano era más peligroso que el propio Hitler."[12]
2) El comité de Londres y la No-intervención .
Estallada la
rebelión, Giral, presidente del gobierno, lo primero que hizo fue enviar un
telegrama el 20 de julio a su colega francés, León Blum, indicándole que en
España se había producido un pronunciamiento militar y que la República española
precisaba urgentemente suministros y material de guerra para sofocarla.
En Francia el partido
en el poder era el Frente Popular, agrupación política de izquierdas, de corte
prácticamente similar al Frente Popular que gobernaba en España, y su
presidente era el socialista León Blum.
Así, la República española lo
que hacía era recurrir al país más cercano físicamente e ideológicamente, pues
Portugal estaba regido por la dictadura de Salazar y difícilmente podría
socorrer a la República.
De hecho, sus dirigentes se manifestaron en principio a favor
de los insurgentes españoles.
Francia, por otra
parte, era una potencia en Europa capaz de socorrer de forma inmediata las
peticiones españolas.
"La reacción
inicial de León Blum fue completamente positiva. Sin embargo, en un viaje a
Londres el 22 de julio se dio cuenta de que el gobierno inglés simpatizaba con
el levantamiento."[13]
Por otra parte a Blum
no le faltaban impedimentos para realizar su, en principio deseado apoyo a la
causa republicana. Para comenzar, su propio gobierno se encontraba dividido. No
todos los ministros simpatizaban con la República.
Además "Blum
estaba sometido a una creciente presión no sólo de Inglaterra, sino de los
gobiernos polaco y belga. Sobretodo 4 meses después de que Hitler hubiese
ocupado Renania sin encontrar oposición, Blum no se podía permitir el lujo de
enfrentarse a un aislamiento de Francia frente a una Alemania rearmada. Ni
tampoco podía permitir que surgiera un aliado de Italia y Alemania en la
frontera meridional. Por tanto propuso la fórmula de la No-Intervención , a la cual esperaba que se
adhirieran todas las potencias y a que acabaría rápidamente con la guerra por
falta de armamentos. El 8 de agosto cerró la frontera francesa al tráfico
militar, sin esperar a conocer las verdaderas intenciones de las potencias que
respaldaban a los insurgentes."[14]
Con esta política se
pretendía, en un primer momento, aislar el conflicto consiguiendo la
neutralidad de todas las potencias, y posteriormente dar un segundo paso
prohibiendo el envío de material de guerra a la península.
Francia entonces
prohibió la exportación de armas a España, y más tarde el tránsito de ellas por
el territorio.
"De todas las
naciones europeas, Francia era la más profundamente afectada, y se halló profundamente
dividida por el estallido de la guerra civil. Todos los sindicatos, tanto
socialistas como comunistas, pidieron el inmediato envío de armas al gobierno
Giral. La clase media liberal favorecía instintivamente la causa de la República. Pero al
mismo tiempo los monárquicos y clericales se inclinaban por la causa de los
insurgentes."[15]
Pero, aunque estos
últimos eran una gran minoría, "con la política de París firmemente
vinculada a la del Reino Unido, Blum no estaba en condiciones de asumir audaces
iniciativas en el terreno internacional sin contar con un mínimo de apoyo
británico"[16]
Así, en cuestión de
días, Francia decidió dar marcha atrás a su primera intención de apoyar la
causa republicana. "En un comunicado oficial, el gobierno francés declaró
que había decidido suspender las exportaciones de armas con destino a
España."[17]
El gobierno francés
propuso entonces la formación de un comité que se encargase de aplicar la
política de no intervención. "El 4 de agosto, los británicos aceptaron,
pero a condición de que lo mismo hiciesen alemanes, italianos y portugueses.
Berlín, por su parte, indicó que sólo se adhería si también lo hacía la Unión Soviética ,
al cual reconoció el principio de no intervención el 6 de agosto, a la vez que
Italia. En el consejo de ministros francés, reunido en la noche del 8 al 9, se
echó marcha atrás sobre los envíos a España, prohibiendo incluso la exportación
de aviones civiles.
Una semana más tarde
la sugerencia francesa se convirtió en propuesta formal franco-británica.
A comienzos de
septiembre se habían adherido a la misma Albania, Austria, Bélgica, Bulgaria,
Checoslovaquia, Dinamarca, Luxemburgo, Noruega, Grecia, Holanda, Hungría,
Irlanda, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Noruega, Polonia, Portugal, Rumania,
Suecia, Turquía y Yugoslavia, además de las cinco grandes potencias.
El 9 de septiembre se
celebró la primera reunión, en Londres, del denominado Comité de
No-Intervención."[18]
Los EEUU tampoco
tenían la intención de intervenir en la guerra de España. Deseaban mantenerse
al margen, a pesar de las simpatías democráticas que sus más altos mandatarios
(el presidente Roosevelt, por ejemplo) tenían por la República. "El 7
de agosto el departamento de Estado envió una circular a todos los cónsules
recomendándoles la más estricta imparcialidad"[19]
Pero prevalecieron
los intereses privados. El gobierno norteamericano no se opuso a que la Texaco suministrara
gasolina y combustibles al bando franquista, pues no se consideraban como
materiales de guerra.
"El trabajo del
Comité se desarrollaría en pleno y en subcomités. El más importante fue el del
presidente, compuesto por representantes de Francia y Portugal, como países más
próximos a España y de los principales productores de armas: Reino Unido,
Alemania, Italia, Bélgica, Suecia, Checoslovaquia y la Unión Soviética. "[20]
Tres meses antes, en
la reunión mantenida por la asamblea, los delegados españoles habían expuesto
los términos de la cuestión, pero sin demandar un acuerdo concreto sobre ella.
La reunión extraordinaria del Consejo, pedida por el gobierno español, conforme
al artículo II del Pacto, en vista de que la situación exigente en España era
una grave amenaza para la paz internacional, no pudo ser denegada. La víspera
de la reunión del Consejo, un comunicado de París y Londres dio a conocer que
el 4 de diciembre los dos gobiernos se habían dirigido a los de Alemania,
Italia, Portugal, y la URSS ,
pidiéndoles su cooperación para impedir todo acto de intervención extranjera en
el conflicto, y de que dirigiesen a sus representantes en el Comité de
Londres."[21]
Dada la evidente
presencia de fuerzas extranjeras en el territorio español, el gobierno
republicano siguió insistiendo ante la Sociedad de Naciones, pero lo más que pudo
conseguir fue que éste redactara una nota reconociendo la intervención de
elementos extranjeros en España, y amenazando con el desbloqueo de la No-Intervención si
esas fuerzas no se retiraban en "breve tiempo".
Pero la falta de
unanimidad entre los componentes de la sociedad de Naciones, la debilidad
diplomática española en el ámbito internacional, así como su debilidad política
y militar, y la imagen de "terror revolucionario" que existía en el
mundo debido a la situación interna de la España republicana, fueron factores que
contribuyeron a que la
República española fuese vista con recelo en el ámbito
internacional, contribuyendo a que los organismo internacionales no se pusiesen
de acuerdo sobre el caso español, delegando en el Comité de Londres la
situación del conflicto.
Pero la política de
no intervención "no tardo en convertirse en una mera farsa, que lastró
considerablemente los esfuerzos republicanos por conseguir armas y
dinero."[22] El comité de Londres sólo pudo lograr uno de sus grandes objetivos:
aislar la guerra, reduciéndola a los límites españoles. En todo caso lo demás
resultó un auténtico fracaso, pues Alemania e Italia no cesaron de suministrar
a Franco todo el material y la ayuda que precisara durante todo el conflicto.
Por otra parte, también la URSS
realizó importantes envíos de material bélico a la República muchos de
ellos realizados por mar.
"Es fácil
criticar la labor del comité de No-Intervención. Sin embargo, constituía una
nueva aventura en el terreno de la diplomacia internacional, y lidiaba con una
situación en la que un grupo importante de sus miembros perseguía objetivos que
no coincidían con los que debía salvaguardar. Sólo Gran Bretaña defendió la
no-intervención activamente"[23]
"La no
intervención tenía débiles fundamentos jurídicos: no resultaba de un tratado o
de un acuerdo multilateral, sino de la aceptación, en mayor o menor medida, de
las tres ideas centrales de la sugerencia franco-británica, y del acomodo a
ellas del las legislaciones nacionales. El Foreing Office no tardó en advertir
que carecía de fuerza legal internacional y no tenía ningún carácter
obligatorio para los participantes. De aquí que cualesquiera de éstos pudiera
retirarse del acuerdo sin violar principio alguno de Derecho
Internacional."[24]
El primer plan de
actuación que diseñó el comité de Londres fue el de desplegar un cuerpo de
observadores parciales que se encargarían de verificar que la no-intervención
se llevará a efecto.
"El 24 de
octubre se acordó que los representantes consultasen con sus respectivos
gobiernos sobre la posibilidad de designar a un grupo de observadores
imparciales, estacionados en los principales puntos de entrada de España por
tierra y por mar, con el fin de que informasen, cuando el comité se lo pidiera,
acerca de casos específicos que supusieran vulneraciones de la no-intervención.
El 2 de noviembre las
sugerencias fueron examinadas por el Subcomité del presidente, que dio luz
verde a un plan mucho más detallado, aprobado un mes más tarde en la undécima
sesión plenaria del Comité. Se comunicó a los dos bandos en lucha, pero no se
esperaba que fuese aceptado. Tras lo que ha pasado a la historia como primer
plan de control, aleteaba, simplemente, el deseo de salvar al Comité. Se
trataba, por lo demás, de un plan costoso que el Foreing Office no tenía ningún
interés en financiar. Las dos respuestas españolas fueron suficientemente
negativas y el plan fue abandonado." [25]
"Durante 1937,
el agente más dinámico de la política de no-intervención fue, sin duda
Inglaterra, que continuó presionando a Francia para que no abandonara dicha
línea de conducta, aprovechándose del temor francés a quedarse sólo frente a
Hitler."[26]
"La creciente
evidencia de la masiva injerencia de las potencias del Eje y de la URSS demuestra que la
no-intervención sería letra muerta si no se ejercían también restricciones
sobre la llegada de efectivos a España, eufemísticamente caracterizados como
"Voluntarios".
La idea se remontaba
a agosto, pero no fue retomada formalmente hasta diciembre por los gobiernos
británico y francés, que chocaron con la oposición de otros los tres países.
Estos, en efecto, no estaban interesados en adoptar medidas con respecto a los
voluntarios hasta que no se estableciera un control sobre los suministros
bélicos extranjeros.
Tras muchas
dificultades, las distintas potencias se pusieron de acuerdo el 15 de febrero
para restringir la marcha a España de sus súbditos. El control entró en vigor
en la noche del 20 al 21 y abarcaba el reclutamiento, tránsito o salida del
territorio de los países signatarios de cualesquiera personas de origen no
español con el fin de participar en la guerra. Se dictaron las disposiciones
correspondientes que enrarecieron el reclutamiento de las Brigadas Internacionales,
pero que no afectaron al envió de las tropas regulares alemanas, italianas o de
"asesores soviéticos".
El 6 de marzo se creó
un consejo internacional de observación que debía administrar un segundo plan
de control. Estaba compuesto por el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, la URSS , Grecia, Noruega,
Polonia y Checoslovaquia. El control adoptaría tres modalidades: marítima, de
vigilancia por patrullas navales y observación terrestre.
La primera se basó en
un cuerpo de observadores de países neutrales (Estonia, Noruega, Letonia,
Holanda, Dinamarca, Turquía, Yugoslavia, Finlandia, Irlanda, y Suecia. En la
tercera participarían agentes de Suecia, Noruega, Finlandia, Holanda y Letonia.
El control marítimo
entró en vigor el 19 de abril de 1937, aunque todavía no se había reclutado la
totalidad de observadores necesarios.
Las dificultades de
financiación acrecentaron aún más las deficiencias del proyecto, entre las que
destacaban su tardía implantación y la asignación de responsabilidades a países
como Alemania e Italia que no tenían, antes al contrario, intención alguna de
que el plan funcionara. Los británicos, por su parte, no deseaban ofender a las
potencias del Eje, y bajo la dirección de Neville Chamberlain, que asumió la
responsabilidad gubernamental desde el 28 de mayo de 1937, habían intensificado
el acercamiento a Italia con la esperanza de separarla de Alemania.
El gobierno
republicano se opuso resueltamente al control y pronto tuvieron lugar incidentes
que afectaron a barcos italianos y alemanes.
Entre el 24 y el 31
de mayo de 1937 se desbarató el segundo plan de control en un contexto de
subida de tensión derivada de la creciente intervención en España del Tercer
Reich, Italia y la URSS. Los
dos primeros países llegaron a retirarse temporalmente de la patrulla naval,
pero después lo hicieron de forma definitiva el 23 de junio. Portugal anula las
facilidades concedidas y lo mismo hizo Francia a mitad de Julio.
Tampoco parece que el
plan de vigilancia terrestre parece que ofreciera mejores resultados. Con ello,
la no-intervención experimentaba uno de sus más rotundos fracasos sin que
pudieran impedirlo los sucesivos esfuerzos británicos y franceses." [27]
Sin embargo, en el
verano de 1937, se produjeron una serie de incidentes con submarinos italianos,
que atacaron buques que aprovisionaban a la República , en especial
barcos británicos. A tal efecto se convocó una conferencia en Nyon (Suiza) del
10-14 de septiembre. En dicha conferencia se acordó que todos los submarinos
que atacasen buques mercantes no españoles sería atacado. Alemania e Italia no
había asistido a la conferencia, pero, curiosamente, después de ella no se
produjeron más ataques a mercantes.
"Se ha afirmado
que Nyon fue la única ocasión en que las potencias democráticas occidentales
dieron signos de firmeza, y quizás sea cierto. Pero Nyon ha de situarse en el
contexto de la enloquecida política de apaciguamiento de Chamberlain y en particular,
de sus intentos por llegar a algún tipo de acomodo con Mussolini." [28]
"La ineficacia
del Comité de Londres se prolongó durante la segunda mitad de la guerra civil.
Los meses finales de 1937 y la mayor parte del año siguiente transcurrieron
discutiendo o tratando de poner en práctica distintas versiones de la vieja
noción de retirada de combatientes extranjeros. El enfrentamiento entre las
potencias del Eje y la
Unión Soviética por un lado, divergencias coyunturales entre
Londres y París por otro, fueron factores que incidieron sobre tal
inoperacia." [29]
"Mientras la
ofensiva franquista alcanzaba incontenible, Negrín, en rápida visita a París,
del 12-14 de marzo de 1938, conseguía de León Blum (que formaba un segundo
gobierno efímero) la reapertura de la frontera franco-española. Pronto grandes
cantidades de material de guerra, que
veían obstaculizado su tránsito se vaciaron en la España republicana." [30]
Sin embargo Hitler
comenzaba ya a mostrar sus verdaderas cartas. El 12 de marzo de 1938 se
producía el Anschluss, o anexión de Austria por parte del Tercer Reich. "El golpe del Anschluss se había
preparado sobre las base de actitud favorable de Italia y la creencia por parte
alemana de que las potencias democráticas no reaccionarían. Estas, en,
particular Reino Unido, habían emitido demasiadas señales apaciguadoras en los
meses precedentes como para que Berlín pensase lo contrario.
Sin embargo, en una
dramática sesión del Comité permanente de la Defensa Nacional
del 15, los dirigentes de París rechazaron la posibilidad de intervenir
directamente en España. El temor a una guerra contra Alemania e Italia, la
escasa preparación militar francesa y la inseguridad que generaba el quedarse
cortados del Reino Unido, desaconsejaron toda escalada de cara a la situación
española." [31]
Pero el 13 de junio
de 1938 la frontera franco-catalana dejó de ser permeable. En esta época la
atención internacional ya no estaba en España, sino en la agresiva política
exterior alemana.
Negrín nunca perdió
la esperanza de que, ante la evidente escalada alemana en Europa, tarde o
temprano las potencias europeas terminarían oponiéndole a Hitler una oposición
firme. Pero los acontecimientos se sucedieron a un ritmo vertiginoso. El 29 de
septiembre tuvo lugar la conferencia de Munich, que acabó con la anexión del
territorio de los sudetes.
"Para la URSS losa resultados de
Munich fueron importantísimos. En el plano general implicaban, desde luego, que
una vez más, y en esta ocasión con respecto a un aliado de la Unión Sovié tica y de
Francia, las potencias democráticas se habían echado a atrás. Implicaban
también un golpe casi mortal a la política de seguridad colectiva e
intensificaban el aislamiento del Kremlin ante una posible agresión alemana.
Hay, desde luego,
razones lógicas que explican una gran disminución del interés de Stalin por la
causa republicana después de Munich. La guerra española ya no sería el
detonante que indujese a una postura más firme al Reino Unido o Francia.
Tampoco servía para que la atención del Eje se concentrase lejos de las
fronteras soviéticas. Y no, en último término, había mostrado que el apoyo
fascista a Franco no había debilitado el rearme alemán." [32]
Todos los autores coinciden en que la solución de
Munich fue el tiro de gracia que acabó con las esperanzas de la República. Poco
después, el 27 de febrero de 1939 Gran Bretaña y Francia reconocen oficialmente
el gobierno de Franco. El 15 de marzo de 1939 Hitler ocupa Checoslovaquia. El 1
de abril de 1939, día en que finaliza la guerra civil española, el gobierno de
los EEUU también reconoce a Franco, y unos pocos meses después, el 1 de
septiembre, tras la invasión de Polonia por parte de Alemania, se produce la
declaración de guerra de Gran Bretaña y Francia. Comienza la Segunda Guerra
Mundial.
3 Causas y consecuencias de la No-Intervención.
Como ya hemos visto,
Francia y Gran Bretaña apadrinaron la denominada política de no-intervención,
encarnada en el Comité de Londres. El principal objetivo original de esta
política era aislar el conflicto español y tratar de ahogarlo impidiendo la
llegada de material bélico a la península. Quizás no se contaba desde el
principio con la firme y decidida ayuda que Alemania e Italia prestarían a
Franco, a pesar de suscribir también la política de no-intervención.
Pero, una vez visto
que las potencias fascistas y la
URSS estaban interviniendo claramente en la guerra de España,
¿por qué las potencias democráticas no tomaron cartas en el asunto y trataron
de frenar la internacionalización de la guerra civil española? ¿Cuáles fueron
los motivos por los que dejaron pasar el tiempo sin tomar determinaciones
claras al respecto?
Gran Bretaña era la
potencia democrática más fuerte en Europa. Cierto es que su gobierno era de
corte conservador, pero "realmente, antes de la guerra, la política
británica no tenía motivos para mirar, no ya con hostilidad, pero ni siquiera
con antipatía a la
República Española. Encendida la guerra, con el cortejo de
horrores y desmanes que asolaron a todo el país, los que ocurrieron en el
territorio republicano repercutieron, como era natural, muy desfavorablemente
para el régimen en la opinión británica. Con todas las salvedades necesarias,
parece que también cierto que la opinión pública británica en general no llegó a
interesarse por el aspecto político de la cuestión española tan vivamente como
la de otros países." [33]
Sin embargo,
destacados miembros del gobierno británico eran hostiles a la República. Cierto
es que la oposición laborista y liberal al gobierno británico era favorable al
final a la política de no-intervención y propugnaba claramente la salida de los
combatientes extranjeros de España, pero el peso específico que la oposición
británica podía tener en las decisiones políticas del gobierno de Londres era
relativamente pequeño.
"La reacción de
los ingleses ante la guerra civil fue menos emocional que la de los franceses,
pero dado que Inglaterra era más fuerte que Francia militarmente y estaba más
interesada en la economía española, su actitud pesaba más en la balanza internacional.
Los laboristas eran partidarios de los republicanos, aunque se sentían
inquietos por el "izquierdismo infantil" de los socialistas de Largo
Caballero y de los anarquistas.
Pero el primer
ministro, Stanley Baldwin, y la mayoría de los oficiales navales y funcionarios
consulares de quienes recibieron los primeros informes eran instintivamente
favorables a los insurgentes.
Los círculos
financieros de Londres tenían grandes inversiones en ambas zonas. Las minas de
Río Tinto y del Riff fueron ocupadas rápidamente por los insurgentes, quienes
también dominaban la zona de Andalucía desde donde se exportan los vinos más
importantes desde el punto de vista comercial. Pero las minas, los altos hornos
vascos, así como las instalaciones eléctricas de Cataluña que eran propiedad de
los ingleses, estaban en la zona del Frente Popular. Los ingleses de todas las
ideologías estaban horrorizados ante los informes de las atrocidades cometidas,
aunque daban más créditos a las historias sobre el terror "blanco" o
"rojo" según sus opiniones políticas. El gobierno de Baldwin, en
contraste con el de León Blum, contaba con el apoyo de las clases adineradas y
por eso estaba en libertad de tomar decisiones sin la amenaza de disturbios en
el país. Durante las primeras semanas, la política oficial fue la de no
comprometerse, junto con un disimulado deseo de una victoria rápida y no demasiado
cruel de los generales." [34]
Si unimos al
"temor revolucionario" el hecho de que Stalin apoyara claramente la
causa republicana, es perfectamente comprensible que la "percepción del
estallido de la revolución en Europa como factor que pudiera hacer el juego de
Moscú, explica en buena medida la actitud británica hacia una república
"roja" desbordada." [35]
Por otra parte,
" las informaciones que llegaba al Foreign Office estaban muy sesgadas por
preconcepciones antibolcheviques. Incluso Churchill, poco amigo de los
dictadores, mantuvo una postura contraria a la República.
Loa asesinatos del
verano del 36 en la zona republicana despertaron numerosas simpatías hacia el
gobierno de Madrid, con independencia del apoyo popular, laborista y comunista, que pronto recibió. Sin embargo,
las insinuantes conversaciones de miembros de la élite conservadora partidaria
de Franco en los elegantes clubes londinenses con políticos y funcionarios
tuvieron mucho más peso que las manifestaciones masivas en favor de la
república." [36]
Otro hecho que
también tuvo su incidencia fue la política de intimidación del Eje, que hizo
creer que cualquier medida encaminada a ayudar a la república podría
desencadenar una guerra, principal peligro a evitar por parte de franceses y
británicos. "El reino Unido quería, esencialmente, ganar tiempo y obstruir
las tendencias expansionistas de Alemania. Entre los países sensibles a las
mismas figuraban España, pero sobre todo y ante todo Checoslovaquia.
La alta diplomacia
británica nunca tuvo entre sus objetivos el apoyo a la República , y los resultados
de la horadada no-intervención dependieron básicamente de las acciones de la Unión Sovié tica, el
Tercer Reich, la Italia
fascista y Francia, aunque este último siempre a regañadientes." [37]
"En el fondo, el
interés del gobierno de la
República no coincidía exactamente con los puntos de vista
británicos en esa cuestión. Para la República era cuestión de vida o muerte que la
intervención cesara antes de que sobreviniera una decisión militar de la
campaña. Solamente así podría llegarse a una conclusión de la guerra menos
desastrosa. Al gobierno británico lo que en definitiva le importaba era que los
extranjeros no se quedasen en España por tiempo indefinido. Después no
faltarían medios de establecer una buena inteligencia con el nuevo régimen
español. Naturalmente, el conflicto de España era para los británicos, una
parte y no la principal, del problema europeo que aspiraban a desenlazar, si
era posible, dentro de la paz. Trámite utilísimo para el desenlace pacífico
parecía ser el debilitamiento del Eje, atrayéndose a Italia. Para ese fin se
transigió con las pretensiones de Roma. El "Gentlement Agreement"
condujo a eso: las tropas italianas se retirarían de España cuando se acabase
la guerra, o sea, cuando hubiera desaparecido la República. " [38]
El gobierno francés
era, en principio, el más proclive -por lo menos en teoría- a ayudar a la República. La
afinidad ideológica de ambos regímenes debía contribuir a ello. Sin embargo
León Blum, que en principio aceptó socorrer con un primer envío de material
bélico a la República ,
pronto se vio presionado dentro y fuera de su país.
Desde dentro se
encontró con un gobierno dividido por la causa republicana, no por hostilidad a
la República ,
sino porque se anteponían los intereses nacionales franceses a la amistad con
el gobierno de Madrid. Vistas las reticencias británicas a intervenir en
España, y dada la necesidad que tenía el gobierno francés de no distanciarse
del británico en política exterior para salvaguardar su propia seguridad ante
el avance y el auge de las potencias fascistas es perfectamente lógico que
Francia cambiara su inicial postura de apoyo a la causa republicana por una
política que no llevase a un enfrentamiento directo con la Alemania nazi por la
cuestión española.
Prácticamente desde
el final de la Primera
Guerra Mundial, la política exterior de Francia y Gran
Bretaña había ido ligadas, como potencias vencedoras de la Gran Guerra. Pero esa
política se vinculó mucho más desde el asunto de la remilitarización de Renania
por parte de Alemania. Para Francia era fundamental no perder, en ningún caso,
el apoyo de Gran Bretaña. Para Francia era fundamental no perder, en ningún
caso, el apoyo de Gran Bretaña, y esto pesaba que sus simpatías ideológicas por
la República.
"Por lo demás, desde Berlín el embajador André François-Poincet hizo saber
que, en la opinión de los dirigentes alemanes, el gobierno francés asumiría una
responsabilidad muy grande si secundaba en España las maniobras de Moscú." [39]
"La relativa
inhibición francesa se explica por numerosos factores: estaba, en primer lugar,
la transposición casi mimética de las pugnas ideológicas y políticas internas a
la percepción de las realidades españolas. Estaba, en segundo lugar, la oposición
derechista al experimento del Frente Popular, cuyo homólogo en Madrid apelaba
al francés. Había, en tercer lugar, la imagen de una España sumergida en un
complot comunista y el "terror rojo". Existía, en cuarto lugar, el
temor a las consecuencias de la inmediata revolución económica y social en la
zona republicana. Y, finalmente, hay que destacar la opinión generalizada en la
derecha francesa de que el poder gubernamental español era ilegítimo." [40]
Las consecuencias que
la política de no-intervención tuvo sobre la guerra civil fueron muy distintas.
Para la República
española tuvo, desde luego, consecuencias funestas. Impidió, por de pronto, a
un gobierno legítimamente reconocido internacionalmente, acceder a un mercado
de armamento para satisfacer las imperiosas necesidades de su mal equipado
ejército. Sólo un país, la URSS ,
estuvo dispuesto a ayudarla, lo que creó una dependencia militar de Moscú.
Por otro lado, el
cierre de la frontera obligó a que los suministros tuviesen que venir,
principalmente, por vía marítima, lo que les hacía mucho más vulnerables a los
ataques del enemigo.
Por otra parte, para
el bando franquista, la política de no-intervención supuso un auténtico balón
de oxígeno, puesto que significaba que su enemigo republicano tendría serias
dificultades para conseguir el armamento necesario para combatir, mientras que
el sabotaje de las potencias fascistas al Comité de Londres significaba el
tener garantizados los abastecimientos de material y ayuda que necesitase
durante el conflicto.
"No fue sólo que
en la práctica la política de no-intervención impidió a la República comprar armas
mientras que las potencias del Eje abastecían a Franco sin interrupción ni
obstáculo de ninguna clase. Fue que la práctica de la política de no-intervención
negaba implícitamente la legitimidad de a autodefensa de la República y con ello
contribuyó a su descrédito ante los ojos de la población española." [41]
"En su retroceso
ante las embestidas del Eje, las democracias sacrificaron a la República Española.
Harían, después, lo mismo con Checoslovaquia." [42]
CITAS
[1] AZAÑA, Manuel. Causas de la guerra de España.
Barcelona 1986, pág 151
[2]. AZAÑA, op. cit.,
pp 145-157.
[3] JACKSON, G, Op. cit., pp 230-231.
[4] JACKSON, G. Op. cit., pág 231.
[5] AZAÑA, M, Op.
cit., pág 55.
[6] TUÑON DE LARA,
ARÓSTEGUI, VIÑAS, CARDONA Y BRICALL, La Guerra Civil Española 50 años
después. Barcelona, 1985, pág 125.
[7] TUÑON DE LARA Y
ÁNGEL VIÑAS. Historia de España (Madrid Historia 16) vól 12 pág 20.
[8] TUÑON y otros. Op. cit., pág 125.
[9] TUÑON y otros. Op. cit., pág 126.
[10] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 127.
[11] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 127.
[12] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 128.
[13] JACKSON, G. Op. cit., pág 229.
[14] JACKSON, G. Op. cit., pág 230.
[15] JACKSON, G. Op. cit., pág 231.
[16] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 129.
[17] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 136.
[18] Historia de
España, Op. cit., pág 21.
[19] JACKSON, G. Op. cit., pág 233.
[20] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 139.
[21] AZAÑA, M. Op.
cit., pág 59-60.
[22] SIGLO XX. HISTORIA UNIVERSAL.
(Madrid, Historia 16). Vol 14. DE LA TORRE, R; GIL PECHARROMÁN, J; SÁNCHEZ
JIMÉNEZ, J; ARÓSTEGUI, J; VIÑAS, A, MARTÍNEZ CARRERAS, J.U. Pág 102.
[23] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 156.
[24] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 139.
[25] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 166.
[26] SIGLO XX
HISTORIA UNIVERSAL. Op. cit., pág 108.
[27] TUÑÓN y otros.
Op. cit., págs 174-75.
[28] SIGLO XX
HISTORIA UNIVERSAL. Op. cit., pág 110.
[29] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 179.
[30] SIGLO XX
HISTORIA UNIVERSAL.Op. cit., pág 112.
[31] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 180-181.
[32] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 189-190.
[33] AZAÑA, M. Op.
cit., pag 40-41.
[34] JACKSON, G. Op. cit., pág 232-33.
[35] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 128.
[36] TUÑÓN y otros.
Op. cit., Pág 139-40.
[37] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 165.
[38] AZAÑA, M. Op.
cit., pág 44.
[39] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 129.
[40] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 130.
[41] AZAÑA, M. Op.
cit., pág 19. Prólogo de Gabriel Jackson. La República Española y la Guerra Civil,
Barcelona, CRÍTICA, 1999.
[42] TUÑÓN y otros.
Op. cit., pág 193.
Bibliografía
AZAÑA, M. Causas de la guerra de
España. Barcelona 1986.
GARCÍA NIETO, Mª Carmen. Guerra
civil española, 1936-39. Temas clave, vol 98, Barcelona 1985.
HISTORIA DE ESPAÑA (Madrid, Historia 16). Vol 12 escrito por TUÑÓN DE
LARA y Angel Viñas.
JACKSON, G. La república
española y la guerra civil (1931-1939). Barcelona, 1976.
SIGLO XX DE HISTORIA UNIVERSAL (Madrid, Historia 16) vol 14, escrito
por Rosario de la Torre ,
Julio Gil Pecharromán, José Sánchez Jiménez, Julio Aróstegui, Angel Viñas, y José
Urbano Martínez Carreras.
TUÑÓN DE LARA, ARÓSTEGUI, VIÑAS, CARDONA Y BRICALL. La guerra civil española 50 años después.
Barcelona 1985.
VILAR, P. La guerra civil
española. Barcelona, 1988.
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El caso estadounidense.
El
país norteamericano adolecía de una legislación sobre la pauta a seguir en
estos casos, como el que, en julio de 1936, se presentaba al mundo entero.
Las
opiniones (sobre la intervención o no en el conflicto hispano) dividas desde el
principio de la conflagración, se vieron exaltadas considerablemente tras el
anuncio de la posible venta de aviones al gobierno de Madrid, la cual
finalmente se realizó.
Esta
tensa situación hizo que la
Casa Blanca se decantase a favor del denominado embargo moral, semejante a la
política seguida por el gobierno de Londres.
Esta
decisión fue tomada debido a que la "subversión bolchevique", como ha
sido denominada por LITTLE la idea existente sobre la ayuda rusa al gobierno
español, podría hacer peligrar los intereses norteamericanos en la Península.
Existían
algunos productos que no fueron englobados en la lista del embargo y que se
utilizaron para traficar, vendiéndolos (hay que hacer referencia al comercio de
la Texas Oil
Company,Texaco) a los sublevados.
La postura de México.
Puede
considerarse como singular el comportamiento del gobierno mejicano, con su
presidente Lázaro Cárdenas a la cabeza.
Desde
el principio se mostró partidario de proporcionar ayuda a los republicanos,
como lo demuestra el embajador de español en Méjico, Félix Gordón Ordás, en el
que comunicaba a Madrid la excelente predisposición del gobierno iberoamericano
a proporcionar suministros a las autoridades de Madrid.
Aunque
en principio se pensó en la posibilidad de adquirir aviones, finalmente se
decidió, debido a su mayor disponibilidad por fusiles y municiones.
Esta entrega se hizo dentro de un clima de
"entusiasmo" tal que ni siquiera se estableció un precio para el
material (25.000 fusiles de 7,5mm y veinte millones de cartuchos).
México
anunció públicamente la obligación que existía de ayudar a la República :
"...vender pertrechos y prestar ayuda moral -e incluso material- a un
gobierno amigo, legítimamente constituido, está perfectamente ajustado a las
normas de ética que presiden la vida de relación internacional, obrar de otro
modo equivaldría a conceder implícita beligerancia a una insurrección
militar."
El caso ruso.
A)
Introducción.
Tras
la anterior y breve relación de las posturas de diversos países en relación con
la posibilidad de suministrar ayuda a la República , quiero referirme más detenidamente a
la actuación soviética en el suelo español.
El
estallido de la insurrección cogió tan desprevenido a la Unión Soviético
como lo había hecho con las restantes potencias europeas.
Debido
a la pronta intervención en el conflicto de las potencias fascistas, las
autoridades soviéticas no parecían dispuestas a entrometerse en un conflicto
que no podría ocasionarles más que problemas. Las razones que les invitaba a
tomar esta decisión eran varias:
-
Preferían que fuesen las potencias democráticas las que, con su intervención,
fuesen blanco de una futura agresión por parte de la Alemania nazi.
-
El conflicto interno que se estaba produciendo en la cúpula del poder soviético
y que, poco tiempo después, daría lugar a las cruentas purgas de 1937.
-
También existían problemas diplomáticos, no en el sentido de que hubiesen malas
relaciones entre ambos países, sino que no existían relaciones entre ambos.
Esta situación se resolvió en agosto de 1936.
-
Miedo que les producía a los soviéticos las dificultades que tendría el
gobierno de Madrid para pagar los suministros. Este problema será resuelto de
la forma que será descrita con posterioridad.
-
Un triunfo republicano haría aumentar las antipatías hacia los bolcheviques.
-
Los esfuerzos realizados por Litvinov, ministros de asuntos exteriores, para
crear un frente antifascista se quedarían en nada.
Sin
embargo, a pesar de este deseo de neutralidad, existía en el Kremlim una cierta
preocupación, captada hábilmente por los representantes occidentales destinados
en Moscú, sobre los acontecimientos españoles, que les obligaba a escoger entre
ayudar al PCE o mantenerse al margen ( lo que era sinónimo de condenarles).
Supondría
el poder acallar las acusaciones, que se hacían en círculos troskistas, de que
Stalin había traicionado a la revolución.
Podría
existir la posibilidad de que mantenerse al margen de la contienda española
produjese una pérdida de credibilidad de las izquierdas.
La
creciente ayuda de Italia y Alemania a los rebeldes implicaba una respuesta
"inmediata".
Las
razones a favor de la intervención pesaron más que las que proponían la
neutralidad, por lo que puede decirse, sin temor a equivocarse, que la Unión Soviética
ayudó a la República ,
no por mero altruismo, sino a causa de unos intereses bien definidos.
Este
cambio de actitud queda claramente expresado en el telegrama que Stalin envió a
Díaz, secretario general del PCE, el 15 de octubre de 1936:
"Los
trabajadores de la Unión
soviética sólo cumplen con su deber cuando prestan ayuda a las masas
revolucionarias españolas. Son conscientes de que la liberación de España de la
persecución de los reaccionarios fascistas no es asunto privado de los
españoles, sino causa universal de toda la humanidad avanzada y progresista.
Saludos fraternales."
B)
Ayuda
material.
Tras
unos meses de inestabilidad política y de continuos avances nacionales, se
constituye en septiembre de 1936 un gobierno presidido por Largo Caballero, en
el que, por primera vez en España había varios comunistas entre sus miembros.
Las
inmediatas medidas que se tomaron estaban encaminadas a la reorganización del
ejército, aunque dando por supuesto que serían insuficientes para poder
equipararse al ejército del general Franco, sobre todo en equipamiento bélico.
Apelaron
al único país que podía concederle la ayuda necesaria, la URSS.
Contar
con la mayor parte de las reservas de oro constituyó una importante ventaja
para la República.
Pudo enviar como medida de seguridad importantes cantidades
de oro a Francia. Posteriormente enviaría otros cargamentos a Rusia, que
serían utilizados para pagar los suministros soviéticos, tema del que haré más
amplia mención en otro apartado.
Estas
importaciones se hicieron sin tener en cuenta el recién creado comité de
no-intervención, que prohibía la venta de armas a cualquiera de los dos
contendientes. Las entregas de material provocaron el desagrado de potencias
como Italia y Alemania, que acusaron a la Unión Soviética de
violar las normas establecidas por el comité. Esta claro que, con esta
acusación lo único que se intentaba era desacreditar a la nación eslava, pues
existen pruebas fehacientes de que la ayuda de las potencias totalitarias
habían comenzado con anterioridad a la rusa.
La
noticia de la llegada de suministros provenientes del país comunista fue
conocida rápidamente por el mando nacional, quien, a fines del año 36 anunció
que se reservaba el derecho de hundir los convoyes provenientes de Rusia con
ayuda para el gobierno de Madrid.
Hacia
mediados de octubre las adquisiciones a la URSS aumentaron considerablemente, como lo deja
patente la carta del encargado de negocios alemán, Sr Voelckers, al director
interino del departamento político, Von Weizsëker, fechada el 16 de octubre, en
la que le anunciaba la llegada al puerto de Cartagena de un cargamento de
cincuenta tanques de cuatro plazas con sus correspondiente tripulaciones y
personal técnico.
Este
aumento hizo pensar a los representantes alemanes (y no sólo a los alemanes)
que Rusia manejaba la política española y pretendía hacer del territorio
peninsular una "provincia" más englobándola dentro de su esfera de
influencia.
A
estos datos hay que añadir los proporcionados por el embajador de Francia en
España, Monsierur Herbette; derivados de un telegrama que envió a Monsierur
Delbos, ministro de asuntos exteriores, en el que notifica la llegada masiva, a
partir de la segunda mitad de septiembre de cargamentos soviéticos:
"El
cargamento de los barcos enviados desde el 15 de septiembre al 12 de octubre
contenía, según Lessuyer, 6000 toneladas de material de guerra, alrededor de 44
toneladas de carburantes, 8000 toneladas de trigo y 2747 toneladas de otros
artículos alimenticios".
Por
último quisiera hacer un recuento, a modo de ejemplo, de varios cargamentos
rusos llegados a los puertos de la costa valenciana y levantina, unos de los
pocos que se mantuvieron en poder del gobierno republicano hasta el final de la
contienda.
De
un telegrama enviado por el cónsul alemán en Barcelona, se han obtenido datos
sobre la llegada a un puerto de Cartagena de veinte aviones rusos, entre cazas,
que son denominados "de combate" y bombarderos, con sus tripulaciones,
amén de técnicos y montadores. Asimismo se sabe de la existencia de un tanque.
Como anécdota hay que señalar la mala disposición del personal ruso a aceptar
la colaboración del gobierno español, razón por la cual vinieron con sus
propios vehículos y su personal especializado.
Los
documentos alemanes constituyen una fuente de información sobre los suministros
que se hicieron por parte de las autoridades soviéticas para las fuerzas
gubernamentales. Keller, embajador alemán en Ankara, nos facilita una
interesante relación:
Hace
mención del "Karl Lepin" con veinte camiones blindados, cuatro
cañones, quinientas toneladas de munición, mil toneladas de víveres. El
"Transbal" transportba de camino a Cartagena y Barcelona cuarenta
camiones, doce coches blindados y diez cañones. Menciona también al "Shalter",
"Kubán"al "Vaarlam Avasanov" entre otros.
Hubo,
por supuesto, más transportes de víveres y material bélico desde los puertos
rusos hasta los españoles.
El problema de los pagos. (El
envío de oro a Moscú).
Durante
estos envíos se produjo el transporte de buena parte de las reservas del oro
que poseía el estado español a Rusia, para prevenir que cayesen en manos de los nacionales. Fueron en total quinientas
diez toneladas de oro aleado. Estos fondos fueron utilizados para pagar los
suministros rusos.
A partir de 1937 comenzaron los pagos de la República a Rusia por
los abastecimientos bélicos.
El
contrato con la Unión
Soviética estipulaba que los pagos debían realizarse al
contado y con divisas; sin este requisito se interrumpirían las entregas. Esta
medida era obviamente desfavorable a la República , pero en la situación en que se
encontraba no tenía otra oportunidad mejor.
La
amortización de las entregas que se realizó con el oro enviado a Moscú, cubría
el espacio de tiempo correspondido desde el comienzo de la ayuda rusa hasta
1937.
El
primer pago ascendió a 35,84 millones de dólares y se abonaron al Gosbank, y se
referían a los suministros entregados en el último trimestre de 1936.
Hay
que anotar, asimismo, según el archivo de Negrín, ministro de economía, un
segundo pago de 22,6 millones de dólares, que parecen estar asociados con las
entregas soviética efectuadas hasta la segunda mitad de 1937.
Todos
estos pagos, así como los posteriores, hasta agosto de 1937, se fueron
realizando conforme a las órdenes de venta de oro efectuadas por Negrín.
Las
dos primeras órdenes dieron como consecuencia los tres primeros pagos de 35,84,
22,6 y 15,32 millones de dólares respectivamente.
Las
tres siguientes corresponden a 31,8 millones de dólares y están fechadas el 20,
21 y 26 de mayo.
Por
último hay que hablar de las órdenes de 15 de agosto y de 15 de septiembre en
las que se destinaron al pago más de 24 millones de dólares.
Todos
los abonos de los restantes envíos se realizaron gracias a unos créditos, que
después de grandes esfuerzos, se consiguieron de las autoridades moscovitas,
aunque existen autores, como Jesús Salas
Larrazábal, que niegan la existencia de estos créditos, que se
consiguieron, según Ángel Viñas,
para evitar desprenderse de la totalidad de las reservas auríferas depositadas
en la capital moscovita.
Durante
el período anteriormente citado (último trimestre de 1936 hasta agosto de 1937)
la ayuda rusa puede ser definida como importante, o quizás, mejor, como
considerable, pues en algunos productos, como fusiles y ametralladoras, recibió
un 60% y un 70% del global que se recibiría en toda la contienda.
El
descenso del apoyo soviético ha sido visto por los historiadores como
consecuencia de tres actitudes por parte del Kremlim:
- Rusia se dio cuenta de la imposibilidad de
desprenderse de más equipo bélico sin correr el riesgo de que se resintiese su
aparato defensivo.
- Existe la posibilidad de que Stalin hubiese
considerado que su ayuda se hizo para tapar el vacío dejado por Francia e
Inglaterra, y detuvo sus envíos en el momento en que ambas potencias estuvieron
en condiciones de ayudar a la
República.
- Existía la generalizada creencia, dentro del
entorno internacional, de que Franco, gracias a las ayudas de los países
fascistas, iba a ganar pronto la guerra; por lo que parecería una idea
inteligente el no malgastar material en una causa que estaba abocada al fracaso
casi desde el comienzo de conflicto.
Sin
embargo, como he dicho anteriormente, la ayuda rusa no desapareció, sino que
disminuyó.
Balance de la aportación
económica de la Unión Soviética.
Además
de superar a los suministros enviados por los diversos países en ayuda a la República , es de
destacar que también superaron a los de los países fascistas, sobre todo en el
campo de la aviación.
El
número de aparatos italianos es inferior al ruso, así como los de procedencia
alemana, sólo si se suman las cantidades de las potencias fascistas el número
sobrepasa al de aparatos soviéticos. Sin embargo, si hacemos un recuento de los
totales, añadiendo las aportaciones de otros países, el resultado es favorable
al gobierno republicano: 1324 frente a 1253.
A
pesar de esta diferencia, la mayor experiencia del bando nacional y su mejor
equipo hicieron que la victoria se decantase a su favor.
Ayuda humana.
Dentro
de este personal hay que destacar los denominados asesores militares.
Este
colectivo estaba formado por militares de alta graduación, principalmente
generales.
Su
actuación ha sido exagerada en muchas ocasiones, ya que hay autores que
consideran a los consejeros soviéticos como los principales organizadores de
las más importantes ofensivas republicanas (como Brunete, en la que Gunther
Dhams afirma que había más extranjeros que españoles), o en la batalla de
Guadalajara, en la que se concede el mérito al general Pavlov.
Contrariamente
a esto, esta demostrado que varias ofensivas gubernamentales fueron canceladas
debido a las reticencias de los asesores rusos.
La
idea, ampliamente extendida, de que hubo una mala convivencia entre soviéticos
y españoles es falsa, aunque hubo alguno de ellos que se hizo antipático, como
Kulic, debido a su intransigencia y su incapacidad.
Esta
buena convivencia era inexistente a la hora de relacionarse con un colectivo
integrante de las milicias populares, los anarquistas. Existía un odio feroz
entre ambos grupos. Los rusos nunca intentaron esconder estos sentimientos, e
iniciaron contra ellos una campaña destinada a desprestigiarlos. Llegaron
incluso a negarse a facilitarles material, a pesar de que podían poner en
peligro alguna operación.
Los
anarquistas, por el contrario, más que odio sentían desprecio (no comprendían
como teniendo un carácter tan ordenancista pudieran integrar el "Ejército
del Pueblo") y se dedicaban a gastarles bromas pesadas, como conducirles
hasta las líneas enemigas en el frente. Se ha llegado a decir, y existen casos
no aclarados y dudosos, de asesores rusos asesinados por los anarquistas y
jefes o dirigentes de este grupo muertos por orden de aquéllos.
Los
generales soviéticos pueden encuadrarse en dos grupos: los inteligentes, que se
aprestaron a colaborar sin reticencias con las autoridades españolas, y
aquellos que, guiándose por una soberbia y tozudez inútiles, que les hacía
creerse unos grandes generales capaces de resolver todo sin ayuda, desdeñaban
el ofrecimiento de los mandos republicanos.
El
resultado es obvio: las acciones realizadas por el primer grupo fueron mucho
más brillantes y alcanzaron el éxito en un porcentaje mucho mayor que las del
segundo, que cuando se enfrentaba al enemigo no cosechaba más que rotundos y
humillantes fracasos.
El
idioma era el mayor obstáculo que les impedía relacionarse con sus colegas. Muy
pocos consiguieron aprender correctamente el español y muy escaso era el número
de ellos que dominaba otras lenguas más comunes, como el francés o el inglés.
Era necesario el concurso de los intérpretes, conocidos como "preiboches".
Solían ser mujeres y su número era elevado.
Muchos
de los asesores trataron de pasar desapercibidos. Para ello vestían de paisano
o con uniformes españoles. Era muy corriente verlos con boina tanto es así que:
"Siempre
que se ven fotografías de jefes republicanos hablando con alguien de aspecto
militar y que lleve boina debe sospecharse que se trata de un militar
soviético, mientras no se demuestre lo contrario.".
Otra
forma de pasar inadvertidos era hacer creer que procedían de otro país distinto
al suyo, eligiendo preferentemente los iberoamericanos. Utilizaban como
seudónimos diminutivos españoles, tanto es así que muchos de ellos fueron
conocidos como "mejicanos".
Tuvieron
un gran apoyo por parte del Partido Comunista Español (PCE), que les trataba
con deferencia y humildad, rayando en ocasiones el servilismo, sobre todo
cuando se encontraban ante alguien que había atacado el Palacio de Invierno de
los zares o había intervenido en alguna acción importante en la guerra civil
rusa. Esta actitud se reflejó en acciones que realizaron los comunistas
españoles en contra de su voluntad, como por ejemplo en el caso Nin.
Nin,
que fue secretario de Troski, y posteriormente jefe del POUM (Partido Obrero de
Unificación Marxista), partido considerado troskista, fue detenido y conducido
a paradero desconocido (fusilado). En un principio el partido comunista, en
especial José Díaz en calidad de secretario general, se interesó por su
paradero. Sin embargo, cuando la noticia llegó a oídos de los ministros
comunistas, y asimismo a la jerarquía del partido, no intentaron hacer llegar
la verdad, no a la opinión pública, que ya tenía una somera idea de lo estaba
sucediendo, sino a sus compañeros de gabinete (a esto me refiero cuando decía
que hubo momentos en los que el PCE ayudó a los consejeros rusos en contra de
su propia voluntad).
Para
concluir he de decir que la aportación rusa en el plano estratégico fue escasa.
Su excesivo conservadurismo y sus reticencias a emplear grandes masas de
reservas no constituyó una buena política. Uno de sus mayores equívocos fue el
de no utilizar en su máximo rendimiento a las grandes masas de tanques, pues
consideraban que la orografía española constituía un obstáculo para ello. El
ataque alemán contra la
Unión Soviética en 1941 les demostraría su equivocación.
A
pesar de todo lo que hicieron a favor del comunismo y de las izquierdas, los
enviados de Stalin a España perderían pronto su confianza. La mayor parte de ellos,
incluidos miembros del cuerpo diplomático perecieron en las purgas estalinistas.
Méjico y su aportación.
El
gobierno mejicano siempre estuvo dispuesto a colaborar con la República en su lucha
contra los rebeldes.
Así,
a la petición formulada desde Madrid para la compra de material bélico,
respondió afirmativamente, aduciendo que sería injusto no hacerlo.
No
se integró, evidentemente, en Comité de No-Intervención, basándose en que dicho
comité no constituía más que una ayuda indirecta a los rebeldes; asimismo se
apoyó en el tercer artículo de la "Convención sobre derechos y deberes de
los estados en caso de luchas civiles", suscrito en la VI conferencia iberoamericana (La Habana , febrero de 1928).
Dicho
artículo estipulaba lo siguiente:
"Prohibir
el tráfico de armas y material de guerra, salvo cuando fueran destinadas al
gobierno, mientras no esté reconocida la beligerancia de los rebeldes, caso en
el cual se aplicarán las reglas de la neutralidad".
Méjico,
tomando como base el anterior artículo, no reconoció la beligerancia del
ejército del general Franco, y resolvió ayudar en todo lo posible al gobierno
presidido por Manuel Azaña.
Para
refrendar esta política de ayuda y amistad se pidió al gobierno de Madrid que
derogase el decreto que prohibía la importación de garbanzo. También consiguió
del gobierno español que se retirase de diversos productos mejicanos, como el
café, los recargos sobre derechos de importación, que se había fijado en el
10%.
Aparte
de suministrar armas ligeras con sus respectivas municiónes, el país
iberoamericano se convirtió en una especie de intermediario entre países acogidos
al comité de No-Intervención y que deseaban comerciar con la España republicana, como
Estados Unidos y Francia.
A
este respecto hay que hacer mención de la carta enviada por el presidente
Cárdenas al embajador en su país, Félix Gordón Ordás, en la cual se afirmaba el
deseo de su nación de servir de intermediario, pero sólo en el caso de que el
país vendedor supiese el destino final de sus productos.
Se
refería concretamente a 18 aviones americanos, que por lo que parece
desprenderse del documento son aquellos que dieron lugar a que Estados Unidos
adoptase una posición de embargo moral para combatir la subversión bolchevique.
Otros
de los aspectos en que colaboró Méjico con el gobierno republicano fue con su
apoyo moral, a base de defender la causa gubernamental española en las esferas
mundiales (baste recordar las diversas intervenciones del secretario de estado
mejicano para la Sociedad
de Naciones en el citado organismo).
Por
último quiero hacer mención de la ayuda humanitaria mejicana acogiendo a
exiliados españoles.
Esta
iniciativa, como dice Lázaro Cárdenas, no partió de él ni de su gobierno, sino
de: "un grupo de damas mejicanas que entienden como hacer patria y que
consideran que el esfuerzo que Méjico debería hacer para aliviar la situación
de millares de huérfanos no debería detenerse entre las dificultades que se
presentasen.".
Los
primeros niños, en número de 500 llegaron a Veracruz el 7 de junio de 1937, a bordo del vapor
"Mexique".
El
general Cárdenas, en su discurso de bienvenida, les ofreció su afecto y les
instó a ser felices en su nuevo país para que cuando fuesen mayores regresasen
a la patria que les vio nacer pero llevándose el hermoso recuerdo del México
que les vio crecer.
El
gobierno mejicano dio importantes facilidades a aquellas empresas o
instituciones que trabajasen a favor de una mayor comodidad de estos huérfanos.
Se
crearon escuelas, sufragadas totalmente por el estado iberoamericano, como la Escuela Industrial
"España-Méjico", destinadas a la formación cultural y profesional de
los refugiados.
Las Brigadas Internacionales.
Inicios.
Hasta
hace pocos años ha existido una polémica sobre si el movimiento brigadista nació
de forma espontánea, o si, por el contrario, fueron creadas a instancia de un
país o de un organismo internacional (concretamente la URSS y la Internacional Comunista ,
conocida por Komitern).
Como
defensor de la primera postura nos encontramos a André Marty, jefe supremo de
los brigadistas, que en el discurso de despedida del contingente internacional
(noviembre de 1938) declaró:
"...
la corriente de voluntarios surgió espontáneamente, como fruto de la admiración
de la lucha del pueblo español y de odio al fascismo".
Sin
embargo, estudios más recientes y detallados, como los de Hugh Thomas,
demuestran la paternidad del Komitern en la idea de crear un colectivo de
personas de todos los países que quisieran ayudar a la República en su lucha
contra los nacionales. Esta idea constituyó el embrión de las futuras Brigadas
Internacionales.
El
hecho concreto tuvo lugar con el denominado acuerdo de Praga (21 de junio de
1936).
El
primer paso antes del acuerdo consistió en una reunión que se celebró en Moscú,
a la que asistieron representantes del Komitern y del Profitern (rama sindical
de la
Internacional Comunista ), en la que se tomó la decisión de
ayudar a la República
de una manera encubierta, como quiere indicar la frase "Poddalshe ot
artilleriskovo ognial" (mantenerse fuera del alcance de los cañones).
Tras
esta primera sesión se aceptó la propuesta de volverse a reunir, pero en una
ciudad diferente; en esta próxima reunión se adjudicaría la misión de organizar
todo el proyecto al Profitern. La ciudad escogida para ello fue Praga, y tuvo
lugar el 26 de julio.
Una
de sus disposiciones estipulaba que se crearía un fondo de ayuda para la República española,
compuesto por mil millones de francos franceses.
Se
eligió un comité organizador, compuesto por los secretarios de los partidos
comunistas de Italia, Francia y España, a los que se unieron Dolores Ibarruri,
más conocida como la "Pasionaria", destacada dirigente comunista, y
Largo Caballero, quien iba a ser elegido presidente del gobierno republicano
español poco tiempo después (es significativa la frialdad que mostrará
posteriormente con los jefes y representantes de las Brigadas Internacionales).
Este
proceso continuó con una intensa campaña para conseguir ayudas de la comunidad
internacional. Como consecuencia de ella el 20 de agosto de 1936 se pudo poner
a disposición del gobierno de Madrid 35 millones de francos franceses.
También
comenzó a trabajar en el empeño el movimiento antifascista internacional, que
envió a varios de sus dirigentes a suelo español.
En la Península , el recientemente
nombrado embajador soviético en España, Moses Rosemberg, afirmó, dada la
situación en que se encontraba el país, que sería más conveniente la formación
de un ejército propiamente dicho, bien organizado, que la de un pequeño
contingente de tropas (había salido a relucir la cifra de 5000 hombres),
adiestrado por el Komitern. A principios de septiembre dio una respuesta
afirmativa a la propuesta.
Se
eligió a Maurice Thorez, secretario del Partido Comunista francés, como
representante de la
Internacional comunista en las conversaciones con las
autoridades españolas, que por supuesto debían estar informadas de todos los
detalles en todo momento.
La
idea tropezó en un principio con la oposición de Largo Caballero, pues el
político español anhelaba que las tropas extranjeras fueran englobadas en las
milicias populares, bajo el mando directo de militares españoles. Tras una
larga pugna se acordó que las futuras Brigadas Internacionales podrían organizarse
con autonomía propia y con mandos extranjeros, que, sin embargo deberían estar
en contacto con el Estado Mayor del ejército gubernamental.
Fue
elegido como jefe absoluto de las Brigadas Internacionales André Marty,
secretario del Komitern y miembro comunista en el parlamento francés.
Igualmente se designó como base en España de los voluntarios la ciudad de
Albacete, ya que estaba "fuera del alcance de los cañones.".
En
el tema de la aviación Moscú no tuvo, en un primer momento, reparo alguno en
aceptar como jefe de las fuerzas aéreas a André Malraux, el célebre escritor
francés, que ya estaba operando en España, pero posteriormente se adjudicará
este cometido a pilotos de nacionalidad rusa.
En la Península existió desde
un principio un gran rechazo por parte de los anarquistas hacia los voluntarios
internacionales (quizás debido a que la
URSS tenía gran parte de culpa de su creación, o por su
conocida y abierta rivalidad que existía entre comunistas y anarquistas, que
comenzó desde tiempos de Bakunin y Marx, a raíz de la I Internacional
Socialista)
En
las zonas cercanas a la frontera francesa, una de las principales vías de
acceso de los brigadistas, que estaban en manos anarquistas, se llegó incluso a
detener a parte de aquellos acusándoles de espionaje. En otra ocasión,
concretamente durante la ofensiva de Belchite, dispararon contra ellos,
alegando después que les había confundido con el enemigo.
Francia, base de coordinación
y recluta.
La
organización central de las Brigadas se estableció en París. Se crearon
diversos centros para diversificar el trabajo y hacer que no estuviera
concentrado en un mismo lugar.
Por
ese motivo nació el comité de París, y el llamado comité de Coordinación, que
fue miras de sospechas y críticas. Parece ser que su misión consistía en confundir
al comité de No-Intervención, falsificando documentación destinada a los
voluntarios. Poseía como es lógico, unos archivos en donde se guardaban los
documentos verdaderos de cada miliciano.
El
principal centro de reclutamiento estaba ubicado en la Maison des Sindycats (Casa
de los Sindicatos), que funcionaba como Foyer du Comite de Defense du Peuple
Espagnol (Hogar del comité Nacional de Defensa del pueblo español).
A
la hora del reclutamiento, los voluntarios solían acudir con sus familiares,
llevando incluso a sus hijos. Los que habían conseguido algo de material
también lo llevaban consigo.
El tráfico de voluntarios.
La
enorme campaña propagandística antes mencionada dio lugar a que hubiese una
gran afluencia de hombres dispuestos a luchar en España.
En
un primer momento el paso a la
Península se hizo abiertamente, dentro de la legalidad, para
que, debido a las normas del Comité de No-Intervención, se pasase a hacerlo de
una forma encubierta y clandestina.
Entre
los voluntarios, la mayoría de los cuales eran de nacionalidad francesa,
abundaban los fuera de la ley, los exiliados y los perseguidos por la justicia
de sus países. Dentro de este grupo hay que hacer especial mención de los
procedentes de las dictaduras totalitarias. Estos hombres pasaron por verdaderas
odiseas para, primero salir de su país, y luego llegar a Francia.
Una
vez hecha la recluta se dividía a los brigadistas en pequeños grupos y eran
enviados a España siguiendo una de las dos vías de acceso que había elegido para
ello: por mar, partiendo de Marsella, o por tierra, pasando por Perpignan y
Portbou. En esta última vía se puede añadir como paso el lugar llamado El
Pertús.
Al
comienzo de la guerra este paso estaba dominado por los anarquistas, y debido a
las tensiones con el movimiento brigadista se eligió al anteriormente citado de
Portbou. Cuando los comunistas se hicieron dueños de la zona fue utilizada de
la misma manera como vía de acceso.
Tras
atravesar la frontera, se reunían los grupos dispersos en el Castillo de
Figueras, para ser trasladados posteriormente a Albacete, lugar elegido como
base general en suelo republicano.
Albacete base general.
A
partir del 15 de octubre se empezaron a organizar, bajo la supervisión de Luigi
Gallo (comisario general de las Brigadas Internacionales) las primeras
compañías. Para esta misión se creó un comité compuesto por el militar alemán
Khele, y varios políticos entre otros.
Una
vez creado este comité fueron a presentarse al gobierno, pero debido a las
reticencias de Largo Caballero sobre la creación de este contingente militar,
la reunión se celebró dentro de un gélido ambiente. La sesión terminó con la
notificación del jefe de gobierno español de que en adelante cualquier asunto
referente a las Brigadas Internacionales debería ser tratado con el delegado de
gobierno en Levante, Diego Martínez del Barrio.
Dada
la gran afluencia de voluntarios, el comité organizador se vio desbordado por
la situación y obligado a transformarse en comité militar.
Este
nuevo organismo estaba compuesto por las mismas personas que el anterior, amén
de la incorporación de André Marty. La primera tarea del comité fue la de
organizar el Estado Mayor, nombrando como comandante del mismo a Vidal, hombre
de su confianza, que se ocupó directamente de la disciplina y de la instrucción
militar, aspectos que se echaban de menos en los voluntarios.
Estos,
antes de la creación de cuarteles propiamente dichos, fueron alojados en la
plaza de toros, que estaba a las afueras de la ciudad, para pasar finalmente al
edificio de la
Guardia Republicana (nombre que se le había dado a la Guardia Civil ).
La
artillería tuvo su sede central en Almansa. Utilizaban la iglesia parroquial
como almacén de cañones, y a la de los franciscanos, que había sido abandonada
tras la proclamación de la república en 1931, como garaje.
El
cuartel estaba ubicado en la capilla de las agustinas. Como comandante de la
plaza fue nombrado el francés Etienne.
En 1938, debido al peligro que existía de un posible
corte de comunicaciones que existía de un posible corte de comunicaciones con
la zona catalana, la base de artillería fue trasladada a Barcelona.
La
caballería, aunque su importancia había disminuido tras la 1ª Guerra Mundial
(1914-1918) continuaba teniendo unidades en la mayoría de los ejércitos, y fue
concentrada primero en el edificio de la Guardia Republicana
para pasar después a la localidad de La Roda. Sus primeras unidades (animales) eran
desechos de otros grupos, posteriormente recibirían caballos en mejores
condiciones.
El
entrenamiento nunca fue bien visto por los voluntarios, que argumentaban contra
ello que estaban allí para luchar y no para marcar el paso. Algunos ni siquiera
tenían conocimientos militares, y los que los tenían procedían de diferentes
ejércitos. Se luchó mucho para convencer a los más recalcitrantes de la
necesidad de la instrucción. Los ejercicios eran supervisados por Luigi Gallo,
André Marty, y el comandante Vidal, encargado de clarificar y distribuir a cada
recluta en las diferentes armas.
Los
jefes, tras haber sido desechada la idea de que fueran elegidos por los propios
soldados, se nombraron sopesando su cualificación y preparación. Como ayudante
de cada jefe de Brigada se nombró a un comisario, de entre los que destacaba
Luigi Gallo, uno por cada jefe.
Tenía
la obligación de mantener la moral de sus hombres, recordar los objetivos de la
guerra, y ayudar a resolver los problemas cotidianos que pudieran surgir.
Cuando
ya había comenzado las acciones de los brigadistas, se estipuló que para ingresar
en el colectivo internacional era necesario que cada candidato hiciese un
juramento, en francés (que había sido elegido, dada la poca aptitud de los
soldados para aprender español, idioma oficial de las Brigadas Internacionales),
cuya primera estrofa decía:
"Soy
un voluntario de las Brigadas Internacionales porque admiro profundamente el
valor y el heroísmo del pueblo español en su lucha contra el fascismo
internacional".
Respecto
a la paga, no está muy claro cual era la cuantía del sueldo que recibían,
aunque parece que era similar a la del gobierno gubernamental.
Al
principio existía en este aspecto igualdad entre soldados y oficiales, pero a
partir de la batalla de Torrelodones se abandonó esta medida, recibiendo los
oficiales otras compensaciones (uniformes), lo que dio lugar a revueltas que
fueron acalladas con amenazas.
Continuando
con el tema monetario, hay que decir que aparte de la ayuda proveniente de los
diversos países, el movimiento brigadista aceptó el dinero ofrecido por el
gobierno republicano, una amplia donación, y que contó, como venía sucediendo
cuando se tocaban asuntos referentes al contingente extranjero, con la
oposición del presidente largo Caballero. Aparte de lo que hicieron llegar al
movimiento, como organismo, se hizo llegar una cantidad, un sueldo supletorio,
a cada voluntario, aunque nunca era recibida entera.
Conclusión.
Las
Brigadas Internacionales surgieron debido a dos motivos:
- El interés de la URSS.
- El deseo de los voluntarios de luchar contra el
fascismo.
Su
gesto, al que algunos historiadores han calificado de ejemplar, no obtuvo el
premio que deseaban, arrancar de España esa lacra que comenzaba a extenderse
por Europa. No consiguieron más que ayudara contener algo que si no desde el
principio, si al poco tiempo, todo el mundo sabía pero que muy pocos querían
admitir: la victoria del general Franco.
La
ofensiva de Madrid y la batalla de Gudalajara, de la que algunos autores dicen
que se trata de una batalla casi exclusivamente entre italianos, sirvieron para
que quedasen esperanzas, Teruel fue el canto del cisne.
Para
muchos de ellos España fue un excelente campo de entrenamiento para una guerra,
mucho más dura y cruel, que iba a estallar poco tiempo después.
Para
otros un lugar donde vinieron a luchar y a morir.
“Cuando
pasen los años y las heridas de la guerra se hayan restañado, hablad a vuestros
hijos de las Brigadas Internacionales. Decidles cómo estos hombres lo
abandonaron todo y vinieron aquí y nos dijeron: estamos aquí porque la causa de
España es la nuestra. Millares de ellos se quedarán en tierra española. Podéis
iros con orgullo pues sois historia, sois leyenda. Sois el ejemplo heroico de
la solidaridad y universalidad de la democracia. No os olvidaremos, y cuando el
olivo de la paz eche de nuevo sus hojas, !volved!” (La Pasionaria en la despedida
a las Brigadas Internacionales. Barcelona noviembre 1938).
Brigadistas ingleses
Brigadistas alemanes
Negrín
Fotografía de Luis Escobar tomada en Albacete que se encontró
en el álbum personal del brigadista suizo Marcel Borloz.
Miembros
escoceses de las Brigadas Internacionales, durante la Guerra Civil Española,
1937