sábado, 1 de agosto de 2020

LA POLÍTICA MONETARIA EN CASTILLA:

PEDRO I EL CRUEL Y LOS TRASTÁMARA

 

Introducción general:

La crisis bajo medieval, siglos XIV y XV Los siglos XIV y XV, dejando aparte la terrible mortandad por la peste negra, fueron testigos de grandes cambios que afectaron a las estructuras económicas y sociales, tanto como a la religiosidad y a la concepción del mundo y que darán lugar a una remodelación del sistema feudal, que marca el paso a la Edad Moderna, Por todo ello, estos siglos bajomedievales se contemplan como un período de crisis en el sentido de evolución y cambio, aunque no necesariamente negativos.

La génesis de esta crisis es uno de los temas que más ha llamado la atención de los historiadores en los últimos decenios. No es posible comprender la política monetaria de la época sin analizar o recordar los factores que la produjeron y los campos históricos a los que afectó.

Así, los desajustes económicos y sociales debieron ser tan importantes como el propio colapso demográfico provocado por la peste. El hundimiento de los mercados urbanos, los desequilibrios monetarios, la caída de los precios agrarios, junto con la incesante presión señorial, pueden explicar de forma más matizada los fundamentos de la crisis.

La Baja Edad Media fue también una época de enorme conflictividad social. No se puede afirmar que hubiera un incremento de los conflictos sociales, pues éstos siempre se dieron, incluso en los momentos de crecimiento y expansión. Desde este punto de vista social, como desde otros, resulta difícil marcar una diferencia clara entre Edad Media y Edad Moderna. De hecho muchos aspectos de las Comunidades castellanas o de las Guerras campesinas alemanas tras de la Reforma protestante se pueden ver preludiadas en el siglo XIV

Los grandes cambios del siglo XIV afectaron también a los estamentos nobiliarios. Se produjeron frecuentes cambios de dinastías regias (Valois, Trastámara, Lancáster), en un proceso asimilable al de la desaparición de antiguos grupos nobiliarios. Estos linajes de «nobleza vieja» serán sustituidos por otra «nobleza nueva», proceso analizado para Castilla en los trabajos de S. de Moxó. En la nueva organización del Estado los grupos nobiliarios se convertirán en grandes señores territoriales, con estados bien organizados y gestionados, con un sistema de vinculación de sus patrimonios a través de la institución del mayorazgo.

Fue también una época de crisis intelectual y religiosa, que conllevó una profunda revisión de valores. Sin romper en absoluto con el carácter religioso del pensamiento, los siglos XIV y XV ven consolidarse un verdadero pensamiento laico, asociado al crecimiento de las universidades.

El fuerte carácter simbólico de la sociedad medieval estimuló a los monarcas y técnicos que les apoyaban a recurrir a ciertas prácticas que pueden calificarse como propagandísticas. De ellas hay que destacar la moneda como elemento principal.

Durante toda la Edad Media hubo grandes dificultades en el terreno de la numismática debido a varios factores: la propia época, el número de acuñaciones, reales o concesionarias, con infinidad de tipos y variantes, repetición de casi todos los nombres de monarcas sin expresión de ordinal, diversos nombres aplicados a una misma moneda, unos oficiales y otros vulgares, valoraciones que se modificaron con frecuencia en tiempo y lugar, infinidad de archivos vírgenes desde el punto de vista numismático, gran número de marcas, bien de ceca o con otros posibles significados, etc.

Todo ello, en términos de conocimiento, se traduce en dificultades, dudas y diferentes interpretaciones para un mismo tema, lo que no deja de ser un aliciente para la investigación.

Castilla con Pedro I El Cruel

Durante el siglo XIV se produjeron importantes cambios en las emisiones monetarias de los reinos hispanos. La dobla tuvo una importancia decisiva en la circulación del oro, especialmente en Castilla y en Granada, mientras que Aragón se incorporará al área del florín (moneda de oro de Florencia, con la flor de lis de la ciudad, acreditada en todo el Mediterráneo hasta la introducción del ducado veneciano. Se inició en 1252 con un peso de 3,52 gramos, que fue imitado en toda Europa, especialmente en Aragón). En Granada seguirá dominando la «dobla», de tipo almohade.

En Castilla el siglo XIV se inaugura reinando Fernando IV (hijo de Sancho IV y Marfa de Molina), le sucede Alfonso XI. Casa en primeras nupcias con Constanza, prometida de Juan el Tuerto, a la que repudia más tarde para casarse con María de Portugal, de la que tuvo a Pedro 1. Se enamora de Leonor de Guzmán, abandonando a su esposa, para irse públicamente a vivir con Leonor, de la que tuvo siete hijos. Su agitada vida personal será decisiva para el futuro de Castilla y para la aparición de los Trastámara.

Durante el reinado de Pedro 1 (1350-1369), se produjo una fuerte personalización del poder político, concentrado en torno al monarca, paralelamente a una intensificación del choque entre nobleza y monarquía.

El monarca castellano llevó a cabo una política centralizadora e independiente de otras fuerzas políticas. Para ello eligió a personas de poca relevancia, pero expertas en cuestiones relacionadas con las tareas de gobierno, como los juristas o los judíos, así como en nobles que acataban la superioridad regia.

Pedro I tuvo numerosos enfrentamientos con la alta nobleza porque ésta no aceptaba su política personal. Pero fue consciente de que no podía prescindir totalmente de este grupo social, que padecía una fuerte crisis agraria que hizo disminuir sus rentas a lo largo del siglo. Esto dio lugar a un desesperado esfuerzo de los grandes linajes por orientar la organización del Reino y consolidar su postura económica y política. Este fenómeno fue común a Occidente y, al coincidir con el fortalecimiento monárquico, ocasionó un violento choque entre ambos poderes, especialmente virulento en Castilla al no existir unas clases medias urbanas con la suficiente entidad para amortiguar el enfrentamiento. Pedro 1, culminando la política de su padre Alfonso Xl, triunfó donde habían fracasado otros soberanos que buscaban el poder personal. Logró inicialmente imponerse a las aspiraciones nobiliarias de dar al Reino una estructura más contractual y de encerrar al monarca en un círculo estrecho de deberes y derechos en relación con aquellos linajes que unían riquezas y poder. Así, durante los siglos XIV y XV, se produjo en Occidente, no sólo ni especialmente en Castilla, una tendencia a buscar un fortalecimiento de los poderes del soberano como encarnación del Estado, que estuvo representada por Pedro I (Castillo Cáceres, 1989).

Lo más importante de las acuñaciones de Pedro 1 fue, sin duda, la abundante y variada tipología de sus piezas, así como su simbología, en donde queda reflejada la autoridad del rey con sus ricas vestiduras y una corona con detalles hasta el momento desconocidos. Destacan por su singular belleza las doblas denominadas de la «cabeza» y especialmente «la dobla de diez doblas».

En Castilla la dobla fue la moneda básica del oro desde Fernando I1I, El origen de la dobla se encuentra en la moneda almohade que contaba con una unidad aúrea (el dinar) de 2,32 gramos de peso y un múltiplo, la dobla, de 4,60 gramos, Al reconquistar Fernando JII el Santo una serie de territorios en los que circulaba habitualmente esta moneda decidió imitarla y la acuñó en Castilla. El éxito de esta pieza fue tan grande que acabó por arrinconar al «maravedí», que se convirtió en mera moneda de cuenta. Pero la abundancia de doblas no aparece hasta el reinado de Pedro I, por lo que puede suponerse que el número de acuñaciones de los reinados anteriores fue bastante reducido.

Pedro I acuñó doblas de 40, 35, 20 Y 15 maravedís, una dobla de diez doblas, reales y medios reales de plata, así como piezas de vellón, emitiendo tanto los tradicionales dineros como nuevas monedas, caso de la blanca. Aunque muchas de éstas fueron acuñadas por Alfonso X y sus sucesores, manteniendo los símbolos propios del reino de Castilla, otras presentan una tipología nueva, desconocida hasta entonces en las piezas castellanas.

Existen tres de tipos de doblas de oro: 1) DOBLAS CON CASSTILLO/LEON, a veces acompañadas de siglas en el campo; 2) DOBLAS CON BUSTO EN ANVERSO Y CUARTELADO EN REVERSO; 3) DOBLAS representadas por un solo ejemplar con el rey de pie, revestido de armadura en anverso y cuartelado en reverso.

Respecto a los epígrafes de estas piezas, tenemos en primer lugar «la dobla de diez doblas», que lleva en el anverso la leyenda: DOMINUS MICHI AUDITOR ET EGO DISCIPIAM INIMICOS MEOS E; reverso: PETRUS DEI GRACIA REX CASTELLE E LEGlONlS E MCCCLXXXXLIIL Las doblas de 40 y 35 maravedís tienen en el anverso: PETRUS DEI GRACIA REX CASTELLE E LEGlONIS; y en el reverso la misma leyenda. Estas piezas pertenecen la mayoría a la ceca de Sevilla, en donde se labró abundante oro.

Lo más destacable en las monedas de plata fue la introducción del «real», con la inicial coronada como emblema de la realeza, que se acuñó imitando los tipos europeos y representaba la versión castellana del croat catalán y del gros francés.

Esta moneda, con su inicial coronada y la leyenda circular en dos orlas, muestra la influencia europea en la numismática del reino de Castilla.

En un principio el real de plata se acuñó en numerosos estrados europeos, para pasar en el siglo XIV a Castilla y constituir la base del sistema español hasta el siglo XIX.

Gracias a la acuñación de las doblas de Pedro 1 se produjo la incorporación de Castilla al arte monetario del gótico, al tiempo que la manifestación de nuevos signos de la soberanía real ya que, con estas monedas, aparece por primera vez en la numismática castellana el manto asociado a la figura del monarca (Castillo Cáceres, 1989).

Las monedas de Pedro 1 fueron muy bien acogidas por sus sucesores, que generalizaron los tipos por él impuestos. Piezas como la blanca, el real, el medio real etc., perduraron y se consagraron durante siglos.

Los Trastámara: Enrique II y sus sucesores

Los Trastámara reinaron en Castilla desde 1369 hasta 1474 -sin incluir, por supuesto, el reinado de los Reyes Católicos, aunque Isabel fuera también de la Casa de los Trastámara-, y en Aragón desde 1412 hasta 1516.

La necesidad de legitimar la dinastía ante pretendientes con más derecho y ante el descontento de algunos súbditos, llevó a Enrique II a realizar una política de alianzas matrimoniales con las monarquías de Aragón, Navarra y Portugal, política que pudo llevarse a cabo por la superioridad económica, dem0gráfica y militar de Castilla. El sistema de alianzas continuó con sus sucesores.

Enrique II (1369-1379), conocedor de las dificultades que le ocasionaría su origen ilegitimo, llevó a cabo una campaña de desprestigio en contra de su hermano Pedro 1, rey de Castilla, después de matarlo en Montiel, originando un desconcierto político, social y económico. La nobleza que siempre apoyó a D. Enrique, en contra de D. Pedro, se vio muy bien recompensada y el triunfo nobiliario fue evidente a través de la concesión de las «mercedes» que el rey les concedió, en detrimento de la burguesía mercantil, que apoyaba a D. Pedro. Este último había intentado poner coto a las ambiciones nobiliarias y reorganizar la Hacienda Real mediante la realización de un índice fiscal en donde aparecieran los privilegios de los municipios, mencionando sobre todo los impuestos que pagaban y el beneficiario de los mismos.

Si esto se hubiera llevado a la práctica, cosa que no pudo hacerse al ser asesinado, habrían desaparecido los privilegios de un buen número de nobles que pretendían mandar y se beneficiaban económicamente sin razones jurídicas que los justificasen. El triunfo de D. Pedro hubiera supuesto, en el terreno económico, la supremacía de una economía industrial y mercantil sobre la agrícola y ganadera, y en el campo social el debilitamiento y posible final del feudalismo en Castilla (Martín-Peñato, M.' J., 1991).

Los Reyes Católicos pretendieron, un siglo más tarde, algo similar, pero con la diferencia de que la nobleza mantuvo su poder económico aunque perdió el monopolio político.

Enrique II fabricó moneda dirigida fundamentalmente a pagar a sus auxiliares franceses. Acuñó doblas de 35 maravedís con figura a caballo blandiendo espada con campo cuartelado de castillos y leones y la repetj¡;ión del nombre y títulos del rey en anverso y reverso; el real semejante al de Pedro l, con las iniciales «EN» ligadas y coronadas, y las mismas piezas en vellón con los mismos títulos; la blanca llevó el busto coronado de frente y castillos y leones en orla de cuatro lóbulos, y cornados con un solo castillo en el reverso.

Le sucede su hijo Juan 1 (1379-1390), que afianzó y fortaleció el poder monárquico. Las Cortes fueron convocadas con mucha frecuencia y se dictaron ordenamientos fundamentales. Pero al final de su reinado aparecieron síntomas de grave crisis. A consecuencia de la desastrosa guerra de Portugal y del alza de precios subsiguiente, este Rey se vio obligado a acuñar en 1386 una moneda de baja ley, «el blanco» o «Agnus Dei», que se labró en parte también para poder sufragar los gastos de la guerra contra el duque de Lancáster, pretendiente a la corona de Castilla, Estas monedas, denominadas del «Agnus Dei» por la presencia del cordero en el reverso, llevaban en el anverso una «y» coronada, inicial del nombre del rey y la leyenda AGNUS DEI QUI TOLIS PEC; y en el reverso CATA MUNDI MISESRERE NOBlS y el cordero de san Juan Bautista, Emitió también reales en Sevilla, de los tipos habituales con «y» coronada; cornadas con cabeza real coronada y castillo; novenes con castillo y león dentro de cuadrados.

La muerte de este rey, en plena juventud, presagiaba unos años difíciles.

En medio de grandes turbaciones políticas y económicas comenzó el reinado de Enrique III (1390-1406), que fue uno de los más anárquicos de la historia castellana, especialmente durante su minoría de edad. Las ciudades se enzarzaron en abundantes guerras civiles y el malestar popular descargó sobre los barrios judíos.

La alta nobleza quiso tomar el poder militarmente, pero la pequeña nobleza, a través de las Cortes, proclamó a Enrique mayor de edad con catorce años. Se enfrentó a aquélla, con el apoyo de ésta, y eliminó el predominio obtenido por las Cortes en los años anteriores.

La inflación producida por sus antecesores obliga a Enrique III a emitir un numerario fiduciario de más alto valor nominal, alcanzando en este período su apogeo la moneda denominada «blanca». Inicialmente esta pieza fue una moneda de plata de 4,55 gramos acuñada por Pedro I, que llevaba un castillo y un león dentro de seis lóbulos, Enrique III la imitó en 1390, pero acuñada en vellón, su valor era de medio maravedí; en los reinados posteriores fue perdiendo a la vez ley y peso. Es llamada así por el color blanco de la plata, en su aleación con el vellón; esta pieza perdurará hasta el reinado de Felipe II (1556-1598).

Emitió también doblas de 20 maravedís, de 2,1 gramos, llevando la cabeza coronada del rey y castillo; reales con los tipos habituales y divisores con E N en letra gótica alemana, y cornadas con busto de perfil coronado y castillo.

A Enrique III le sucede Juan II de Castilla (1404-1454); su dilatado reinado ocupa prácticamente toda la primera mitad del siglo XV, siendo una etapa de relativa calma tras la profunda crisis económica, política y social que durante el siglo XIV había afectado profundamente a Castilla y a toda Europa Occidental,

Siendo muy joven casó con María, hija de Fernando 1 de Aragón, naciendo de este matrimonio el príncipe Enrique (futuro Enrique IV). De su posterior enlace con Isabel de Portugal (1447) nacieron los príncipes Alfonso e Isabel (la Católica),

A partir de 1420, Castilla fue escenario de una dura pugna política y social entre la monarquía y la nobleza, A los infantes de Aragón (hijos de Fernando de Antequera), les instaló en puestos clave y les dotó de numerosos bienes.

La monarquía estuvo en manos de Álvaro de Ll\l1a, personaje que, desde su posici6n oscura, lleg6 a convertirse en el favorito del monarca castellano. El grupo social en el que se apoyó el valido fue el de los sectores urbanos, la pequeña nobleza y el bajo clero, Este sector era el que acudía a las Cortes y el que votaba numerosos subsidios que la monarquía necesitaba; esta especie de clase media exigía una política econ6mica proteccionista. También caracterizaba a este sector social su orgullo de «cristianos viejos» y su aversión a los conversos.

A pesar de que en un principio el reinado de este monarca disfrutó de una relativa calma, el estilo autoritario de Álvaro de Luna provocó el descontento de la aristocracia castellana, que buscó la alianza de los infantes de Aragón para intentar poner fin a la dictadura del Condestable. Finalmente el monarca moría, dejando a su sucesor una profunda crisis económica y social.

Las acuñaciones de Juan II presentan unas series completas para los tres metales: Doblas de diversos valores para el oro, doblas de veinte doblas, de diez y de la banda; esta última llamada "dobla de la banda», lleva un escudo con una banda entre dos cabezas de león de la orden de los "Caballeros de la Banda» (orden creada por Alfonso XI y disuelta por Fernando e Isabel), y la siguiente inscripción: anverso, IOHANES DEI GRACIA LEGIONI y en el reverso, IOHANES DEI GRACIA REX CASTEL; reales de plata y cuartillos con castillo y león en Burgos, Sevilla, Toledo y Cuenca y cornados y blancas en vellón, Las blancas de Juan II adoptan dos tipos: uno bien conocido de castillo y león con leyenda igual en las dos caras: IOHANES : DEI GRACIA: REX y del que se conocen ejemplares de las cecas de Burgos, La Coruña, Sevilla y Toledo, Y otro de castillo por un lado y por el otro un elemento tan característico de este reinado como es el escudo de la banda, que presenta leyenda distinta en anverso y reverso y del que tan sólo se conocen ejemplares de la ceca de Sevilla (Balaguer, 1981).

Enrique IV: La crisis monárquica y la reforma monetaria

Enrique IV (1454-1474), hermanastro de Isabel la Católica e hijo de Juan II de Castilla y León, tuvo un reinado desafortunado. Engañado y traicionado por sus consejeros, no pudo o no supo realizar una política coherente en el interior, que se caracterizó por una formación de ligas y alianzas favorables a la nobleza, que se hizo pagar mediante nombramientos y concesiones de carácter económico, aprovechándose de la debilidad del poder monárquico, Esta debilidad de su reinado provocó una política monetaria desafortunada: otorgó derechos de acuñación y rebajó la moneda, lo que trajo como consecuencia la abundancia de concesiones para acuñar piezas de mala calidad. Según algunos autores, el aumento de cecas alcanzó la cifra de ciento cincuenta, lo cual nos parece exagerado, pero en todo caso signific6 una anarquía, tanto en el terreno político como en el económico. Esta cifra ha llegado hasta nosotros por medio de un documento anónimo, atribuido a Alfonso Flórez (sacado de la obra de Antonio R, de Catalina, de 1980) en el que se dice entre otras cosas: «el rey, no teniendo afici6n al reino como hombre sin hijo á quien le dexase, teniéndole ya todo enagenado, no habiendo en él renta, nin lugar, nin fortaleza que en su mano fuese de que poder facer mercedes, comenzo á dar cartas firmadas de su nombre de Casas de Monedas. Y como el reino estaba en costumbre de no tener más de cinco casas reales donde la moneda juntamente se labrase, él dio licencia en el término de tres años como el reino ovo ciento é cincuenta casas por sus cartas é mandamientos. Y con estas ovo muy muchas más de falso, que públicamente sin ningún temor labraban cuan falsamente podían y querían; y ésto no solamente en las fortalezas roqueras, más en las ciudades y villas en las casas de quien querían: tanto que como plateros y otros oficios se pudiera hacer a las puertas y en las casas donde labraban con facultad del Rey, la moneda que en este más hacían, en el segundo la deshacían y tornaban á ley más baxa, é con esto ovo tan grandes negociaciones en las Casas de las Monedas que non había en el Reino otro trato» (Catalina, 1980).

Una de estas ciento cincuenta casas de moneda fue la de Madrid, según una Cédula Real del 2 de diciembre de 1467, en donde se nombró como tesorero mayor a Fernando de Pareja, para que eligiera a los obreros y oficiales y que éstos tuvieran el mismo número y salario que los de la Ceca de Segovia, así como el mismo tipo de juramento, según lo ejecutaba Juan de Morillo, Tesorero Mayor de Segovia. En este taller de Madrid se labraron «Enriques», medios Enriques, cuartos y medios cuartos de vellón y la moneda de oro que sería de 23 quilates.

Este rey, en 1454, estableció de nuevo la Casa de la Moneda de Segovia. En 1471 aparecen en este taller los primeros «castellanos» de oro; moneda de ley de 23 3/4 quilates y peso de 4,60 gramos, cuyo anverso presenta un castillo. Por extensión se dio este nombre a la moneda de oro castellana, labrada después por los Reyes Católicos conforme al Ordenamiento de 1475. Este tipo de monedas se acuñó en las seis fábricas reales, que componen una espléndida serie.

En Segovia se labraron también piezas de oro denominadas «enriques de la silla alta» por representar al Monarca sentado en un trono de alto respaldo, con un pequeño león a los pies. Los epígrafes suelen ser ENRICVS QVARTVS DEI GRATIA REXI ENRICVS REX CASTELLAE ET LEGIONIS, aunque hay muchas variantes; se conocen monedas de Burgos, Segovia y Sevilla. Las «doblas de la silla baja», llamadas así porque el asiento del rey carece de respaldo alto, se labraban en Sevilla, con las mismas leyendas que las de los primeros enriques.

Enrique IV continuó la labra de reales de plata, con el busto del Rey en el anverso y castillos y leones en el reverso; la corona era doble, la de León y Castilla, y llevaba las iniciales de su nombre EN. Acuñó medios reales como moneda inferior. En el vellón, las piezas más características fueron las blancas, con el busto real en un lado y castillo en el otro; medias y cuartos de blanca (Balaguer, 1985).

La abundancia de testimonios escritos, encontrados en el Archivo Municipal de Toledo, referentes a la política monetaria de este monarca castellano, nos da pie para realizar una serie de comentarios centrados en el análisis de estos documentos.

El número 1 es una Carta fechada el 25 de julio de 1468, en la que Enrique IV se dirige a las autoridades de Toledo pidiendo que la moneda del «Enrique» tenga un valor de 340 maravedís; la dobla 240 maravedís; el florín 180 maravedís y el real 20 maravedís; y la persona que no lo cumpliera se le confiscasen sus bienes. Con este documento pretendemos probar la preocupación del monarca por el valor de las monedas, en continuo proceso de devaluación.

Por su parte, el número 2, conservado también en el Archivo Municipal de Toledo, insiste en la misma línea cuando dice: «Bien sabedes e a todos es notorio los grandes males e dampnos e destruysiones que en mis Regnos generalmente a todos mis subditos e naturales deBas se han seguido e syguen por cabsa de la grande corrupçion de la moneda que en ellos se ha labrado e labra».

En otra Real Cédula, el documento número 3, se dirige a los tesoreros, ensayadores, monederos, oficiales, etc., de Toledo, así como de las restantes Casas de Moneda de sus Reinos, para ordenarles que no fundan ni deshagan ninguna moneda de plata, oro y vellón para hacer nuevas monedas, porque quien lo hiciera puede incurrir en pena de muerte y perder todos sus bienes que serían repartidos, una parte para el que lo denunciara y la otra para el juez o alcalde que tenga que juzgarles.

El documento número 4 es una nueva Carta dada en Segovia el 24 de septiembre de 1470, en la que se dirige tanto a las personas que integran la ceca de Toledo como a las del resto de sus Reinos: tesoreros, ensayadores, guardas, etc., prohibiéndoles que se labre ninguna clase de moneda, bien sea de oro, de plata o de vellón en ningún lugar, ni tampoco se creen nuevos talleres sin su permiso. y encarga a parte de sus súbditos para que si descubren alguna irregularidad de este tipo lo denuncien para que estas personas sean condenadas, o bien a pena de muerte, o se les aprenda y se les forme un juicio, secuestrándoles sus bienes.

El monarca promulgó también varios Ordenamientos; el más antiguo que ha llegado hasta nosotros es el de Aranda de 1461 (Figuerola, 1932), en donde alega que la circulación monetaria del reino ha sufrido gran quebranto por tres causas:

l.-Porque el país se ha quedado sin moneda de blancas, debido a que son sacadas del mismo por tierra y por mar, con objeto de fundirlas.

2.-Porque la moneda de oro y de plata cada día se cotizaba a un precio más elevado, lo que provocaba la inflación y el encarecimiento de todos los productos.

3.-Porque fuera de las cecas reales se habían batido grandes cantidades de «doblas de la banda», de baja ley, que circulaban ampliamente por el reino y que el pueblo no distinguía de las auténticas, por lo que continuamente eran defraudados, en especial las clases menos pudientes.

A propósito del abuso del aumento de talleres y del desorden existente en la acuñación de moneda, en otro documento fechado e17 de diciembre de 1470 (documento número 5), el rey se dirige al pueblo de la ciudad de Toledo, quejándose de esta situación y encargando a dos personas leales al monarca para que visiten los otros Reinos y traten de poner remedio a la anarquía económica existente.

La misma idea aparece en el documento número 6, donde dice: «mandé y hordené que cada vn enrrique fino de justo peso de los que yo mandé labrar en las mis seys casas de moneda, valiese dende en adelante cuatroçientos maravedis, e cada vna dobla de la vanda valiese trescientos maravedis ... ».

Las numerosas contiendas que sufrió Castilla durante este reinado se reflejan tanto en las emisiones monetarias, realizadas con la intención de salvar la difícil situación económica, como en el alza de los precios de las monedas de oro y plata; sirva como ejemplo que en 1462 «el enrrique» se cotizaba en 240 maravedís, la dobla en 150 y el real en 16. Pues bien, tres años después ya habían subido a 300, 200 Y 20, respectivamente. Para salvar esta situación se promulgó el Ordenamiento de Segovia, el 10 de abril de 1471, con la intención de remediar la anarquía económica existente a causa de la apertura de numerosos talleres monetarios abiertos por concesión real, en donde se reducía el número de cecas a seis: Burgos, Toledo, Sevilla, Segovia, Cuenca y La Coruña, poniendo en una de las áreas la leyenda XPS-VINCIT-XPS-REGNAT-XPSIMPERAT, que antes no había figurado en ninguna otra moneda castellana. Este Ordenamiento de Segovia nos informa de las acuñaciones del final del reinado, en el que se dan las instrucciones sobre la tercera emisión de oro (Enrique y divisores), la segunda emisión de plata (reales y medios reales) y la cuarta y última de vellón (blancas). .

Finalmente, es necesario mencionar el corto reinado del infante D. Alfonso (1465-1468), que fue proclamado rey en Ávila por la nobleza descontenta del gobierno de Enrique IV. Su producción monetaria fue equivalente a la de su hermano Enrique.

Al morir este infante en 1468, los nobles castellanos enfrentados a Enrique IV eligieron reina a Doña Isabel, hermana de ambos, que contrajo matrimonio en 1469 con Fernando, heredero de Aragón. En 1474 el monarca castellano moría, sucediéndole la Reina Católica.

Con la llegada de los Reyes Católicos al poder finaliza en Castilla uno de los períodos de la Historia más conflictivos en todos los campos, político, social y económico, y se da por terminada la dinastía de los Trastámara.

Conclusiones

Los siglos XIV y XV fueron testigos de grandes cambios que afectaron a las estructuras económicas y sociales, tanto como a la religiosidad y a la concepción del mundo y que darán lugar a una remodelación del sistema feudal, que marca el paso a la Edad Moderna.

En Castilla, durante el reinado de Pedro 1 se produjo una fuerte personalización y fortalecimiento del poder político, concentrado en tomo al monarca, paralelamente a una intensificación del choque entre nobleza y monarquía. Desde el punto de vista social este rey intentó debilitar el sistema feudal en Castilla.

Durante su reinado hubo importantes cambios en el sistema y los tipos monetarios, utilizando tanto modelos tradicionales como otros nuevos, especialmente en la acuñación de las doblas, con las que incorporó en Castilla el arte monetario del gótico.

La subida al poder de los Trastámara truncó su política reformista, cambiando el panorama de Castilla con esta dinastía. La situación económica, política y social por la que atravesó este reino se vio reflejada en la moneda. Mientras los Trastámara gobernaron hubo un denominador común: la anarquía económica. Todos los problemas repercutieron en la acuñación de moneda con abundantes falsificaciones. Las cecas proliferaron de una manera alarmante y la devaluación de la moneda fue corriente.

Se puede deducir de todo ello que estos monarcas llevaron a cabo una política económica equivocada, rebajando la moneda, otorgando derechos de acuñación, etc. El malestar político y social de Castilla fue el reflejo fiel de lo que ocurrió en el campo numismático.

Los Reyes Católicos heredaron así una situación monetaria muy deficiente. Con su reinado se inaugurará una etapa de autoritarismo político de la monarquía, que se reflejará en su gran preocupación por los temas monetarios; ellos fueron los autores de la promulgación de la conocida Ordenanza de Medina del Campo, que se ocupó del derecho penal, administrativo y económico de la elaboración del numerario. Su reforma monetaria será encuadrada dentro de una política de restauración económica, que con los Trastámara fue bastante deficitaria.

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https://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/02/files_anales_0034_02.pdf

https://es.wikipedia.org/wiki/Casa_de_Trast%C3%A1mara


Genealogía de los reyes de la casa de Trastámara: en amarillo los reyes de Castilla, en rojo los de la Corona de Aragón, en azul los de Navarra. Al casarse con Catalina de Lancáster (nieta y heredera de Pedro I), Enrique III recuperó la legitimidad dinástica perdida por la usurpación de Enrique II.

https://es.wikipedia.org/wiki/Casa_de_Trast%C3%A1mara


Escudo De los Trástamara



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