domingo, 2 de agosto de 2020

Por el Madrid de los Austrias mayores

 

Cuando Carlos se posesiona de Castilla, América no es sino un trazo en el mapa. El continente no tiene sino una cara: la del Atlántico. Del lado del mar que descubrió Balboa, nadie sabe lo que hay. Del Caribe mismo sólo se conoce la mitad. Falta por ver toda la costa que va desde Florida hasta Yucatán. Durante los cuarenta años que reinará Carlos, el continente quedará todo explorado y visto: serán cuarenta años que transformen al mundo. Carlos empujará las naves de Magallanes, que medirán la cintura de la esfera; se fundarán virreinatos y gobernaciones; se fundarán todas las capitales de América, excepto Santo Domingo y La Habana.

Texto: Juan Pedro Esteve García


Real Alcázar de Madrid en 1677. En este lugar, en la centuria anterior, se concentraba tanto poder como en la actualidad lo hay en la Casa Blanca de Washington o en el Kremlin de Moscú.

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Este encendido elogio de Arciniegas al Emperador se refiere, evidentemente, a los países de la América hispana, pues aparte de esas capitales, otras naciones fundaron las ciudades que hoy forman los Estados Unidos y el Canadá, aparte de los pequeños enclaves de las Guayanas, pero en lo esencial, describe perfectamente la descomunal expansión del poder de la monarquía hispana en unas pocas décadas. De un conjunto de reinos envueltos en querellas feudales a un imperio comparable al de los Césares. Todavía se mantenían algunas herencias de los anteriores reyes, como el caso de que la capital de tan vasto poder todavía no fuera estable, sino itinerante, aunque Madrid ya había alcanzado un rango muy alto entre las diversas ciudades de Castilla, y no será de extrañar que el siguiente rey, Felipe II, sea el que fije Madrid como sede áulica del gran poder transatlántico.

En los años de Carlos I se reunieron cortes en Madrid en tres ocasiones: en 1528, en 1534 y en 1551. La ciudad sirve de cárcel al rey francés Francisco I, que es capturado en 1525 durante las luchas entre españoles y franceses por el dominio del norte de Italia. Permaneció como un preso de lujo en el Alcázar y otros edificios, tratado a cuerpo de rey (nunca mejor dicho) por Carlos, que exhibía a su compañero de profesión como testimonio del poderío que había alcanzado el reino. Fue devuelto a Francia en 1526.

El Madrid imperial tiene de unos 15.000 a 20.000 habitantes y se vuelve a expandir, ahora hacia el norte (hacia la actual Plaza de Santa Bárbara), y hacia el este, por el camino de Alcalá de Henares, cuyos tramos más cercanos a la villa se irán convirtiendo en las primeras manzanas de casas de la Calle de Alcalá. Eran los tiempos en que vivió Francisco de Vargas, consejero de los Reyes Católicos que continuó su labor de asesor con el nuevo rey. Cuando el poder tenía dudas de cómo acometer una decisión política de altos vuelos, se decía: "averígüelo Vargas", pues tal era la confianza que se tenía en don Francisco. Intervino en la secesión de San Sebastián de los Reyes a partir de Alcobendas, y fue iniciador de la "capilla del Obispo" de la plaza de la Paja, llamada así por haberla concluido su hijo Gutierre de Vargas. La familia Vargas vivía en lo que ahora es Museo de los Orígenes, y una de sus fincas a las afueras de Madrid, la Casa de Campo, fue vendida por los descendientes de Francisco de Vargas a Felipe II.

Como principales obras emprendidas en Madrid durante el reinado de Carlos I y de su hijo Felipe II caben destacarse el nuevo Puente de Segovia, ­construido aguas abajo de otro medieval­, como salida de las carreteras hacia Castilla la Vieja y Extremadura, y que es un diseño de Juan de Herrera, el monasterio de las Descalzas Reales, ­cuyas monjas siguen labrando el huerto medio milenio más tarde, con los carteles de los centros comerciales de la plaza del Callao asomando por encima de los tejados­, la iglesia de San Ginés, en la calle del Arenal (se cree que este templo tuvo una ubicación diferente en tiempos de los arrabales ) y amplios trabajos de reedificación del Alcázar. Asimismo, hay que citar el primer teatro con edificio estable, el de la calle de la Cruz, en el año 1574.


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Puente de Segovia, una de las principales obras públicas realizadas en el Madrid de aquellos años, según versión coloreada del plano de Texeira., el emplazamiento del puente medieval al que sustituyó, delatado por el camino que aparece en la orilla oriental, ya sin utilidad. El nuevo de Juan de Herrera permitía el paso de un carril para los carros de entrada y otro para los de salida, y tras la guerra civil de 1936  ­1939 fue ensanchado a sus dimensiones actuales.

Principales territorios que llegaron a gobernarse desde Madrid entre 1580 y 1640, años en que la monarquía española absorbió a la de Portugal. En color verde, dominios originales de las coronas de Castilla y Aragón aportados por Felipe II. En color azul, dominios de la corona lusitana.

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Carlos I cedió el poder a su hijo Felipe II, con el que comparte la fase de esplendor del reinado de los Habsburgo en España. Los posteriores reyes de la dinastía austriaca se limitarían a dilapidar y a dejar perder los logros de estos dos precursores.

Felipe II dejó como principal huella de su mandato el traslado de la capitalidad de España a Madrid, en el año 1561. La Corte fue trasladada desde Toledo, donde llevaba un tiempo, y de ahí ya no se movió salvo en una tentativa posterior de Felipe III, de corta duración. En muchos pueblos de nuestra provincia vecina se movilizaron en la primavera y verano de ese año de 1561 carros para el traslado de los aristócratas y funcionarios, como cuando en las guerras actuales se movilizan barcos o autobuses civiles para llevar tropas. Consecuencia directa de todo esto fue la implantación en Madrid de la regalía de aposento, por la cual muchos propietarios de casas tuvieron que ceder parte de los edificios para alojar a este funcionariado.

Mesonero Romanos enumera como posibles causas de que Madrid sea la capital de España:

 ­Ser una ciudad ajena a tradiciones, simpatías o antipatías históricas que iban arrastrando ya otras poblaciones.

­Posición geográfica céntrica, equidistante de la mayor parte de reinos. Bajo Felipe II hubo unos años en que todos ellos estuvieron bajo su poder, incluyendo Navarra, que se incorporó definitivamente a España, e incluyendo Portugal, que dejó de ser reino independiente en 1580 tras la extraña desaparición del rey don Sebastián, y permaneció en manos españolas hasta 1640.

­Relativa cercanía al reino de Aragón, del que se temía que pudiera iniciar procesos para desvincularse de Castilla y volver a su carácter de estado independiente.

­Proyectos que había para mejorar el abastecimiento de agua potable a Madrid con un canal desde el Jarama. (a esa apreciación hecha por Mesonero podríamos añadir otros planes estudiados bajo el reinado de Felipe para canales de navegación y dragados del río Tajo que permitieran llegar a Madrid a barcos de pequeño calado)

Otro historiador más moderno, José del Corral, en El Madrid de los Austrias, propone la tesis de que Madrid fue elegida como capital por descarte de otras ciudades:

­Toledo, a pesar de su centralidad, había sido un foco de comuneros en la pasada guerra, y podían quedar en ella núcleos de desafectos a la Corona.

­Segovia se hallaba en las mismas circunstancias, y además en ella había moriscos.

­Valladolid era un foco de heterodoxia religiosa, pues ya se estaba perfilando el que iba a ser el siguiente enemigo de la monarquía tras siglos de enfrentamientos con el Islam: la reforma protestante, que aquí no consiguió echar raíces, pero que en Alemania iba a ser enseguida un enorme contrapoder cultural, social y militar a la Corona.

Aparte de las opiniones de estos autores, a las que no les falta razón, podemos aventurarnos a emitir otras dos, a simple vista contradictorias pero más bien complementarias. Madrid fue elegida por Felipe II:

­porque en Madrid no había obispo y Toledo era la Sede Primada, con lo cual el traslado era muy útil a cualquier rey que quisiera tener un lugar donde ordenar y mandar a gusto sin compartir ciudad con otro de los grandes poderes de la época.

 ­porque Madrid se hallaba más cerca que Toledo de El Escorial. En 1557 la monarquía de Felipe II ya era la "monarquía católica", defensora de los intereses de la iglesia de Roma frente a las nuevas iglesias protestantes que habían aparecido en el centro y norte de Europa. Una de las batallas de esas guerras de religión, la de San Quintín, tuvo lugar el 10 de agosto de ese año, día de San Lorenzo, con resultado favorable a las armas españolas, y el 23 de abril de 1563 el rey inició las obras de un gran palacio­monasterio para conmemorar su victoria: el gran monumento pétreo de San Lorenzo de El Escorial, cuya construcción finalizó en 1584 (aunque el Panteón de Reyes no se terminó hasta 1654). Henry Kamen sugiere la posibilidad de que El Escorial fuese un gran monumento­búnker de homenaje al Concilio de Trento, que fijó el canon de la ortodoxia romana, frente a la hipótesis tradicionalmente aceptada de que se buscaba un lugar de enterramiento para los Habsburgos españoles. El hecho de que precisamente el Panteón fuera la última parte del complejo en iniciarse y en acabarse refuerza la opinión de Kamen.

Es decir, a nivel internacional, a Felipe II le interesaría una corte próxima a un gran monumento que reforzara su papel de "defensor de la fe", pero a nivel nacional, no querría tener obispos demasiado cerca que interfirieran con su poder absoluto. Otros defensores de la fe católica que despuntaban por entonces eran los miembros de la Compañía de Jesús, fundada en 1540 y que estableció su primer templo en la ciudad de Madrid en 1567.

El arquitecto de El Escorial fue Juan de Herrera (1530­1597), el mismo que diseñó el nuevo Puente de Segovia, y que estuvo implicado en numerosos proyectos de índole cartográfica y de navegación. La estética que impuso con El Escorial se llama desde entonces "herreriana", y en Madrid ha sido enormemente imitada, incluso en fechas tan recientes como mediados del siglo XX. Ya tenemos a Madrid como centro neurálgico del mundo del siglo XVI y del XVII, como Londres y París lo serían en el XIX y Nueva York en el XX. En el Madrid de finales del reinado de Felipe II coexisten el Consejo de la Inquisición, el de Castilla, el de Indias, el de Aragón, el de Italia, el de Flandes y el de Portugal. Desde el Alcázar y desde todos esos Consejos se expiden órdenes hacia todos los puntos.

 

file:///C:/Users/Familia/Downloads/La_Gatera_de_la_Villa_17.pdf

 

El Puente de Segovia

Fotografias: José Manuel García Valles


PUENTE SEGOVIA AYER Y HOY

https://elfarodeferia.wordpress.com/2014/07/26/surtidor/

A LA PUENTE SEGOVIANA,


que esta sobre el río Manzares en Madrid

Señora doña puente Segoviana,
Cuyos ojos están llorando arena,
Si es por el río, muy enhorabuena,

Aunque estáis para viuda muy galana.
De estrangurria murió. No hay castellana
Lavandera que no llore de pena,
Y fulano Sotillo se condena

De olmos negros a loba luterana.
Bien es verdad que dicen los doctores
Que no es muerto, sino que del estío

Le causan paroxismos los calores;
Que a los primeros del diciembre frío,
De sus mulas harán estos señores
Que los orines den salud al río.

Luis de Góngora y Argote: Sonetos

 

La célebre “Vista panorámica de Madrid” de Anton van den Wyngaerde, dibujada hacia el año 1561, muestra la primera “puente segoviana” documentada, como antecedente del actual. Construido en plena baja Edad Media, posiblemente en el siglo XIV, era un puente de arquitectura gótico­mudéjar, de trece ojos en disposición de arcos de medio punto adovelados de piedra, y con fachadas de aparejo “toledano”, es decir, de mampostería entre verdugadas de ladrillo. El extremo occidental del puente estaba dotado de dos pretiles oblicuos de acceso y salida al mismo. Con motivo de las excavaciones arqueológicas efectuadas entre 2007 y 2010, con motivo de las obras de soterramiento de la M­30, inesperadamente aparecieron unos metros al norte del puente actual varios de los pilares de este puente, desaparecido hace más de 440 años.

La “Nueva Puente Segoviana”, el remodeladísimo Puente de Segovia actual, inició su existencia a instancias de una Provisión Real emitida por Felipe II en el año 1574, quien encargó a su Maestro Mayor de Obras, Gaspar de Vega, las trazas de los planos y las condiciones de ejecución.

Fallecido el arquitecto Gaspar de Vega en el año 1577, del puente apenas se habían realizado los cimientos, encomendando el rey la continuación de los trabajos a su arquitecto estrella, Juan de Herrera, que en esos momentos se hallaba dirigiendo las obras de construcción del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Herrera rediseña los planos de de Vega, conservadores en su estética de tradición mudéjar, creando uno de los considerados primeros puentes “modernos”: se diseña una rasante horizontal; las claves de los arcos resaltan en relación a la cornisa; las fachadas y los tajamares se articulan mediante pilastras que se unifican en la cornisa… No obstante, las luces de los arcos lucen amplitudes diferentes porque el arquitecto Herrera se tuvo que ceñir a las cimentaciones ya establecidas por Vega. El puente se dio por finalizado en el año 1584.

El puente, que cruza el río Manzanares, se encuentra al final de la actual calle de Segovia y desemboca en la glorieta de su nombre, en el inicio del actual Paseo de Extremadura. Se compone de nueve ojos con arcos de medio punto almohadillados, separados por tajamares en “proa de barco” en su fachada norte, y de planta semicircular en su fachada sur, que están culminados por coronamientos cónicos de sillería. A un nivel superior aparece la sencilla cornisa compuesta por una hilera de sillares que sustenta pretil coronado con las típicas bolas de piedra escurialenses.

Además de los elementos descritos, el puente disponía también, en su extremo oriental, de dos rampas de acceso al norte y al sur de la ribera del río, y de un “antepuente”, que era una calzada elevada con la misma construcción en sillería de granito, que discurría por la parte final de la calle Segovia, pocos metros más al oeste del actual viaducto. Posiblemente queden restos de la cimentación de este antepuente bajo la actual calzada asfaltada de la calle.

A lo largo del siglo XVII y debido a las crecidas primaverales del modesto río Manzanares, el puente sufrió diversos daños a pesar de su solidez, interviniendo en sus reparaciones y trabajos de mantenimiento maestros de obras destacados como José del Olmo o Juan de Pineda. Ya en el primer tercio del siglo XVIII intervendría en trabajos de reparación el gran arquitecto Pedro de Ribera.

En los años 80 del siglo XIX el antepuente sería parcialmente demolido y enterrado con motivo de las obras de urbanización de la barriada que se construía entre la Ronda de Segovia y el Paseo de la Virgen del Puerto.

Durante la Segunda República, y por el Gabinete de Accesos y Extrarradios, se planifica el ensanche del puente, que en origen medía 8,65 metros de anchura, para facilitar el tránsito de vehículos a motor y la salida desde el centro de Madrid hacia la carretera de Extremadura. El proyecto, efectuado en 1934 por el ingeniero Vicente Olmos, preveía el ensanche del puente hasta los 31 metros, y para ello se fraccionó en dos partes en toda su longitud, desmontando su fachada sur y desplazándola los metros necesarios, permaneciendo tan sólo la fachada norte en su emplazamiento originario. Apenas iniciados los trabajos se produjo el estallido de la guerra civil (1936­1939); en el transcurso de la misma el mando militar republicano decidió dinamitar el puente para impedir el acceso a la capital de las tropas nacionales. El puente quedó casi completamente destruido a excepción de los arcos más extremos. Finalizada la guerra, la Jefatura de Obras Públicas volvió a encargar al mismo ingeniero Sr. Olmos la reconstrucción del puente. Los trabajos de reconstrucción y ensanche finalizaron en 1943. Nuevamente, y por el mismo ingeniero, entre los años 1955 y 1960, con motivo de la canalización del Manzanares en ese sector, se restituyeron los alzados originales del puente al recuperar pilares parcialmente enterrados por los sedimentos del río, construyéndose, además, las embocaduras en ambos extremos que hoy podemos contemplar, así como grandes vanos adintelados para la circulación de vehículos en previsión de la vía de circunvalación que se preveía construir en las riberas del río, la futura M­30. La última remodelación del puente, efectuada entre 2007 y 2010, con el soterramiento de la mencionada autovía urbana, ha tratado de recuperar la estética original del mismo, con la desaparición de los mencionados vanos adintelados y del tráfico de superficie.

DUÉLETE DE ESA PUENTE, MANZANARES…

 

Duélete de esa puente, Manzanares;
Mira que dice por ahí la gente
Que no eres río para media puente,
Y que ella es puente para muchos mares.

Hoy, arrogante, te ha brotado a pares
Húmedas crestas tu soberbia frente,
Y ayer me dijo humilde tu corriente
Que eran en marzo los caniculares.

Por el alma de aquel que ha pretendido
Con cuatro onzas de agua de chicoria
Purgar la villa y darte lo purgado,

Me dí ¿cómo has menguado y has crecido?
¿Cómo ayer te vi en pena, y hoy en gloria?
—Bebióme un asno ayer, y hoy me ha meado.

Luis de Góngora y Argote (1561-1627): Sonetos

 


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