sábado, 22 de agosto de 2020

 

SIERRA DE GUADARRAMA

ECOSISTEMAS

 

El ganado se desconfina

Desde hace siglos con la llegada de la primavera, por San Isidro, como dicen los serranos, el ganado ha aprovechado los pastos de altura de la Sierra de Guadarrama. Entonces, dada la importancia que suponía para la economía el comercio de la lana, eran las ovejas merinas en trashumancia y trasterminancia las que pasaban la temporada estival disfrutando de los frescos pastos de estas cumbres. En el valle alto del Lozoya, el monasterio de Santa María de El Paular llegó a poseer una extensa cabaña de unas 86.000 ovejas.

Desde la segunda mitad del pasado siglo es fundamentalmente el ganado bovino: vacas negras, rojas y blancas, o lo que es lo mismo avileñas (la raza autóctona de esta zona), limusinas y charolesas, quienes aprovechan ahora estas praderas “transformándolas” en la apreciada Carne de Guadarrama.

Pero no hay que ver únicamente la ganadería como una actividad económica de producción de carne que además contribuye a la fijación de la población local, la ganadería en extensivo y con unas cargas compatibles con la conservación de otras especies, tanto animales como vegetales, beneficia al medio de diferentes formas:

·         Ayuda a la prevención de incendios forestales al reducir el volumen de la carga de combustible disponible.

·         Es un elemento importante en la dispersión de semillas y abonado natural del suelo.

·         Mantiene la diversidad del paisaje y de los ecosistemas

Al finalizar octubre, popularmente en los Santos, ante la llegada de las primeras nevadas, el ganado comenzará a descender de nuevo por las laderas, para permanecer durante los meses más fríos en las zonas de invernada (zonas bajas de las dehesas boyales principalmente) y prados de fondo de valle. Allí podrán aprovechar la hierba verde de otoño hasta que lleguen las heladas y las nieves invernales, será entonces cuando los ganaderos les realicen aportes constituidos principalmente por heno, segado en los prados durante los meses de junio y julio, y paja de cereal.



Vacas negras (avileñas, raza autóctona), rojas (limusinas) y blancas (charolesas).

Las vacas ya disfrutan de los frescos prados de esta primavera madrugadora y generosa y quizá, viendo a sus terneros corretear de aquí para allá entre las amarillas flores de los piornos y cambroños, tal vez, se pregunten: ¿Por qué estará la Sierra tan tranquila?

“Ya no suben al Collado

los pastores de merinas,

su chozo quedó olvidado

sus corrales en ruinas.

Se marcharon de estas villas,

trashumando sus recuerdos

entre flores amarillas”

- Cesar Calvo, 2020.

 

https://www.parquenacionalsierraguadarrama.es/es/parque/blogs/blog-centro/item/559-ganado-desconfinado


De cabras y plantas: ¿Son compatibles?

La cabra montés es una especie única, exclusiva de la península ibérica que estuvo al borde de la extinción a finales del siglo XIX y primeros del XX. De hecho llegaron a desaparecer dos de sus cuatro subespecies, quedando relegadas sus poblaciones del Sistema Central a unos cuantos grupos en la Sierra de Gredos. Hoy día, y afortunadamente, sus poblaciones están ampliamente distribuidas y la cabra montés se ha convertido en el herbívoro por excelencia y emblema del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, gracias a un plan de reintroducción que culminó con la liberación de 67 ejemplares en el Hueco de San Blas (La Pedriza) en los años 90 y que a fecha de 2017 han alcanzado la cifra de 5400 ejemplares.

La cabra montés, como herbívoro principal en zonas montañosas y rocosas de la Península, juega un papel fundamental en los ecosistemas y así lo ha desempeñado durante milenios. Son los llamados ingenieros del ecosistema porque hacen que se mantengan procesos esenciales (p. ej., ciclos de nutrientes, dispersión de semillas), favorecen la biodiversidad (generan parches de diferente vegetación que albergan especies distintas de flora y fauna) y movilizan la energía de los niveles tróficos inferiores (plantas, musgos, hongos) a niveles tróficos superiores (depredadores, carroñeros, descomponedores). En definitiva, un sistema sin herbívoros es un sistema empobrecido, disfuncional e incompleto ya que plantas, herbívoros y depredadores llevan coexistiendo millones de años, y estas interacciones son el motor de la biodiversidad que hoy conocemos y disfrutamos. Entonces, ¿por qué debemos preocuparnos por las cabras y las plantas si han convivido desde siempre? La razón esencial es precisamente la alteración de ese equilibrio, ya sea por exceso o por defecto de estos herbívoros. Tan malo es tener pocos herbívoros como tener un claro exceso de los mismos. Si hay muy pocos, los paisajes se homogenizan, se pierde diversidad de hábitats herbáceos con su flora y fauna asociados (mariposas, reptiles, orquídeas) y las funciones que éstos desempeñan en el sistema, como polinizadores de plantas, dispersores de semillas, descomponedores de materia orgánica, fertilizadores, etc. Además, se reduce la diversidad de estructuras (vegetación de forma y tamaño distintos), se incrementa y se homogeniza el combustible forestal y, por tanto, aumenta el riesgo y propagación de incendios.


Grupo de machos de cabra montés en el Parque Nacional. La población ha pasado de 67 ejemplares reintroducidos en 1990-1992 a 5400 en el año 2017. El uso que la cabra montés hace del medio implica no sólo el consumo de vegetación sino también el pisoteo, encamado, descortezado y frotamiento de los cuernos contra la vegetación, incluyendo musgos y líquenes que tapizan la cobertura rocosa. Autor: Ramón Perea

Por el contrario, si hay demasiadas cabras, éstas ejercen una presión insostenible sobre la vegetación, degradándola y comprometiendo su regeneración y los organismos asociados a ellas (polinizadores, dispersores, micorrizas, etc.). Además, en los casos más acentuados, la cobertura vegetal se ve mermada (incluidos los líquenes y musgos de las rocas) y se agudizan los procesos erosivos, perdiéndose el suelo que sirve de sostén al resto del sistema, y que ha tardado siglos en formarse.

Como las cabras no consumen por igual todas las especies de plantas, las especies más apetecidas se ven notablemente más afectadas. En el caso del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, hemos podido observar cómo determinadas especies (acebos, tejos, serbales, guillomos, arces, robles, mostajos, etc.) dejan de crecer con su forma y porte natural, quedando achaparrados y acantonados en aquellas zonas donde no alcanza el diente, la pisada o el cuerno de las cabras. La continua y excesiva presión por parte de las cabras provoca que cada nuevo brote, con hojas y flores sea consumido, sin llegar por tanto a producir frutos y semillas que permitan la regeneración y perpetuación de estas plantas. Se pone, por tanto, en peligro la conservación de numerosas especies, algunas de ellas protegidas, al igual que los hábitats de los que forman parte. De hecho, la Directiva Hábitats de la Unión Europea establece la necesidad de conservar estas especies y hábitats de interés comunitario, algunos de ellos muy bien representados en el Parque Nacional y que forman parte del origen de su declaración como espacio protegido (p. ej., la vegetación de rocas, las turberas y pastos subalpinos, los enebrales, los piornales, los rebollares, los abedulares, etc.)


Ejemplar de acebo (izquierda) y arándano (derecha), especies amenazadas en la Comunidad de Madrid, fuertemente recomidos por las cabras monteses. Una presión excesiva provoca que los árboles y arbustos no puedan prosperar ni regenerarse, abocándolos a su paulatina extinción. Autor: Ramón Perea

Por todo ello, se necesitan indicadores fiables, objetivos y cuantificables que permitan evaluar el estado de la vegetación en relación a las poblaciones de herbívoros y permitan comparar en el espacio y en el tiempo la presión herbívora y su efecto sobre la flora y vegetación. Para ello se han buscado indicadores fáciles de obtener y sensibles a la presión herbívora, como por ejemplo: índices de afección por la cabra (consumo, pisoteo o frotamiento/descortezado), abundancia y estructura del regenerado (si hay individuos jóvenes que puedan convertirse en un futuro próximo en reproductores), daños sobre las especies amenazadas o raras, forma y crecimiento adecuado de las plantas, cambios en los niveles de diversidad, etc. También, se han propuesto una serie de especies indicadoras, que permiten hacer un seguimiento más fino y directo del uso del medio por parte de la cabra en las diferentes zonas del Parque Nacional con el fin de detectar las zonas más sensibles o afectadas y poder, así, actuar para asegurar su conservación o restauración.  

Durante estos últimos años se han establecido 180 parcelas con el fin de conocer el estado de conservación de la vegetación leñosa y su evolución temporal. En el año 2019, aproximadamente un tercio del total de especies leñosas presentaron valores insostenibles de herbivoría en alguna de las parcelas, normalmente en determinados sectores del Parque Nacional, especialmente aquellos con mayor cobertura de roca y abundancia de especies protegidas. La Pedriza, Loma Pandasco, el Hueco de San Blas, Cuerda Larga, las cumbres de Peñalara y Cabezas de Hierro son algunas de las zonas de mayor presión por cabra montés y donde la vegetación leñosa, y especialmente la amenazada y su regeneración, se encuentra más afectada. No cabe duda que sólo a través de un seguimiento sistemático y periódico de estos indicadores podremos evaluar el efecto de la cabras monteses sobre la flora y el paisaje vegetal así como la eficacia de las posibles y diferentes actuaciones con el fin de ajustar las poblaciones tan necesarias de cabras a unos valores sostenibles que permitan conservar los procesos ecológicos, la biodiversidad en su conjunto y el paisaje geológico que la sustenta.

https://www.parquenacionalsierraguadarrama.es/es/parque/blogs/item/524-cabras-plantas


Prados de siega: un ecosistema cultural

Definición y origen

Las prácticas agropecuarias han moldeado durante siglos el fondo del valle del Alto Lozoya y fruto de esa interacción secular resulta el paisaje actual. Uno de los elementos más característicos y singulares que constituyen este mosaico son los prados de siega. Este tipo de prados ocupan las zonas más ricas y húmedas del fondo del valle. De hecho, se reservan del pastoreo directo durante la primavera, para que, a principios del verano, con un pastizal exuberante, se siega y deja secar en el mismo prado. Una vez que la hierba ha perdido la humedad necesaria se recoge y se reserva, antiguamente en almiares acúmulos en torno a un poste que servía de estructura, y actualmente en alpacas.

En épocas pasadas, cuando la economía de subsistencia dominaba en valle, esta despensa de heno resultaba esencial para alimentar al ganado durante todo el año. Durante el invierno, cuando el frío detiene toda actividad vegetal y los prados no producen pasto, el heno acopiado durante el verano permitía alimentar al ganado en este crítico periodo.

Elementos culturales

Estos prados están acompañados de otros tres elementos que hacen de estos espacios un elemento cultural, patrimonial e identitario del valle de primer orden: los muros de piedra seca, los setos vivos y los fresnos cabeceros. Los prados de siega permanecen verdes prácticamente todo el año y forman un mosaico reticulado por la trama de muros de piedra seca y setos vivos que constituyen el linde entre una propiedad y otra. Unos prados tendrán un aspecto adehesado por la presencia de fresnos y robles dispersos y otros carecen de ellos, mostrando un aspecto más abierto y despejado.

Los muros de piedra seca cumplían tres funciones principales, en primer lugar, de acúmulo de las piedra presentes en el prado, que hay que retirar para poder laborearlo adecuadamente y evitar daños a las herramientas y/o maquinaria; en segundo lugar acumulando estas piedras en los lindes de la propiedad sirve para su delimitación y en tercer lugar, la construcción del propio muro constituye una berrera física junto con los setos vivos para evitar que el ganado deambule libremente por estos espacios.


Muro de piedra seca con seto vivo u orla espinosa. Autor: Iñaki Mola.

Distribución

Los prados de siega alcanzan su máximo desarrollo en el norte peninsular, donde las precipitaciones son más abundantes y se distribuyen de forma regular a lo largo de todo el año sin periodos de sequía estival. Resulta un paisaje clásico de Galicia, la Cordillera Cantábrica y Pirineos. Estas formaciones alcanzan su límite de distribución meridional precisamente en los sistemas montañosos Central e Ibérico.

Los prados de siega en estas montañas se refugian en zonas de fondo de valle donde las condiciones más propicias permiten su desarrollo. No solo los prados de siega alcanzan aquí su límite de distribución, multitud de especies norteñas, llegan hasta la zona centro peninsular al abrigo de estas montañas como el alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio), lagarto verdinegro (Lacerta schreiberi), ciervo volante (Lucanus cervus), hormiguera oscura (Phengaris nausithous), azucena silvestre (Lilium martagon) entre otras.


Hormiguera oscura (Phengaris nausithous). Autor: Pablo Pereira.

Biodiversidad

Los prados de siega se encuentran en zona periférica de protección del Parque Nacional, ya que no prosperan a altitudes mayores de 1.300m. Aunque quedan fuera de los límites del Parque Nacional, gracias a la reciente ampliación de la Reserva de la Biosfera de la Cuenca alta del río Manzanares, incluyendo las cuencas de los ríos Lozoya y Guadarrama, ahora forman parte de este emblemático espacio perteneciente a la red mundial de la Unesco. Cabe destacar la gran cantidad de especies que albergan los prados de siega, en los que se han descrito más de 300 especies de flora, lo que constituye más del 10% de la flora presente en la comunidad de Madrid y casi un 20% de la presente en todo el valle de El Paular.

Por este motivo resulta el espacio con mayor riqueza por unidad de superficie dentro de la Sierra de Guadarrama. Muchas de las especies de flora que albergan gozan de alguna figura de protección, ya sean del propio prado o de los setos vivos que los acompañan: cerezo de racimo (Prunus padus), chupetes (Pedicularis schizocalyx), jacinto silvestre (Hyacinthoides non-scripta), mundillo (Viburnum opulus), etc.


Chupetes (Pedicularis schizocalyx), especie endémica de la península ibérica, exclusiva de prados de siega y catalogada como vulnerable dentro de las especies protegidas de la Comunidad de Madrid.

Conservación

Desgraciadamente, la transformación que está sufriendo el mundo rural con pérdida de prácticas tradicionales, abandono y cambio de uso ponen en riesgo la existencia de estos singulares espacios. Hay que tener en cuenta que el prado de siega es un fragmento del territorio que los pobladores ganaron al bosque, y su abandono dispara una rápida dinámica que supone la desaparición del prado en favor de nuevas formaciones forestales.

Si se produce un cambio de uso ganadero y se pastorean directamente, sin reservar la primavera para su libre crecimiento hasta la siega, la comunidad vegetal cambia y el prado de siega que pasa a prado de diente, pierde una enorme cantidad de especies propias de estos espacios.


Prado de siega con el heno recién recogido en alpacas. Al fondo en Macizo de Peñalara. Autor: Iñaki Mola.

Acciones desde la CM

Por este motivo desde la Dirección General de Biodiversidad y Recursos Naturales de la Comunidad de Madrid se ha puesto en marcha un estudio para valorar la distribución, dinámica y conservación de estos espacios. Una primera fase dedicada al diagnóstico ecológico, se desarrolló durante la pasada anualidad 2019. El 10 de marzo se realizó una jornada en el Albergue de los Batanes en la que se presentaron los resultados y se puso de manifiesto que están perdiendo superficie en el alto Lozoya y cada vez a mayor velocidad (periodo de estudio considerado: 1956-2019). Este proceso también se observa en otros puntos del norte peninsular (Picos de Europa, Pirineos y dos enclaves del norte de Portugal con reducciones del 68%, 30%, 3% y 53% respectivamente).

Aprovechando que se convocó a diferentes colectivos en la jornada de presentación (investigadores universitarios y del IMIDRA, gestores, técnicos y educadores del PN, agentes forestales y responsables de ayuntamientos) se realizó una breve dinámica participativa para valorar el grado de conocimiento sobre este ecosistema cultural, su problemática, servicios ambientales que prestan, revalorización y agentes relacionados o a vincular entorno a estos ecosistemas culturales. Se obtuvieron interesantes conclusiones que se incluirán en el diagnóstico socioeconómico que se desarrollará durante este año, centrado en el sector ganadero y buscando sinergias con otros sectores, como el turístico, actual motor económico de la zona.

En base a toda esta información, estaremos en disposición de poder diseñar medidas de conservación adaptadas a las necesidades de estos valiosos y singulares ecosistemas culturales que atesora el Valle de el Paular.

https://www.parquenacionalsierraguadarrama.es/es/parque/blogs/item/547-prados-de-siega-un-ecosistema-cultural


Inventario de la flora de interés

La flora vascular del Parque Nacional y su Zona Periférica de Proyección comprende aproximadamente 1680 taxones de rango específico o subespecífico. Debido a su condición de macizo montañoso de notable altitud y a su carácter continental en relación a otros macizos del Sistema Central que le circundan, La Sierra de Guadarrama constituye un área singular y de elevada diversidad florística en la Península Ibérica. Se trata además de un área representativa de la flora y la vegetación de los ecosistemas de la alta montaña mediterránea. Dentro del territorio, cabe destacar por su singularidad y sus elevados índices de diversidad el Macizo de Peñalara y el Valle del Paular.

Teniendo en cuenta criterios biogeográficos, de endemicidad, distribución restringida, o de inclusión en catálogos de protección (Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, Catálogo Regional de Especies Amenazadas de la Comunidad de Madrid, Flora Protegida de Castilla y León, Lista Roja de la Flora Vascular Española) se ha establecido la flora vascular rara, endémica y amenazada del Parque Nacional y la Zona Periférica de Protección. Este conjunto de taxones está formado por unas 446 especies. De todas ellas, aproximadamente la quinta parte se han considerado de alto valor por los siguientes motivos: se encuentran muy localizadas, están declaradas en peligro de extinción por el Catálogo Regional de Especies Amenazadas de la Comunidad de Madrid, están presentes en la Lista Roja de la Flora Vascular Española, o son endemismos del Sistema Central.

En este proyecto se está realizando una cartografía de todas estas especies determinando su presencia o ausencia en cuadrículas UTM 1 x1 Km en toda la extensión del Parque Nacional y su Zona Periférica. Con los resultados obtenidos se definirán áreas especialmente sensibles desde el punto de vista florístico sobre las que se aplicarán determinadas medidas de gestión.

A partir de esta información sobre la flora rara, endémica o amenazada, se está trabajando en planes específicos de seguimiento.


Gentiana luta

Autor: Jose Luis Izquierdo


Doronicum carpetanum

Autor: Jose Luis Izquierdo


Thymus praecox

Autor: Jose Luis Izquierdo


Saxifraga pentadactylis subsp. wilkommiana












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