SIERRA DE GUADARRAMA
ECOSISTEMAS
El ganado se desconfina
Desde hace siglos con la
llegada de la primavera, por San Isidro, como dicen
los serranos, el ganado ha aprovechado los pastos de altura de la Sierra de
Guadarrama. Entonces, dada la importancia que suponía para la economía el
comercio de la lana, eran las ovejas merinas en trashumancia y trasterminancia
las que pasaban la temporada estival disfrutando de los frescos pastos de estas
cumbres. En el valle alto del Lozoya, el monasterio de Santa María de El Paular
llegó a poseer una extensa cabaña de unas 86.000 ovejas.
Desde la segunda mitad del
pasado siglo es fundamentalmente el ganado bovino: vacas negras, rojas y
blancas, o lo que es lo mismo avileñas (la raza autóctona de esta zona),
limusinas y charolesas, quienes aprovechan ahora estas praderas
“transformándolas” en la apreciada Carne de Guadarrama.
Pero no hay que ver
únicamente la ganadería como una actividad económica de producción de carne que
además contribuye a la fijación de la población local, la ganadería en
extensivo y con unas cargas compatibles con la conservación de otras especies,
tanto animales como vegetales, beneficia al medio de diferentes formas:
·
Ayuda a la prevención de incendios forestales al reducir el
volumen de la carga de combustible disponible.
·
Es un elemento importante en la dispersión de semillas y abonado
natural del suelo.
·
Mantiene la diversidad del paisaje y de los ecosistemas
Al finalizar octubre,
popularmente en los
Santos, ante la llegada de las primeras nevadas, el ganado
comenzará a descender de nuevo por las laderas, para permanecer durante los
meses más fríos en las zonas de invernada (zonas bajas de las dehesas boyales
principalmente) y prados de fondo de valle. Allí podrán aprovechar la hierba
verde de otoño hasta que lleguen las heladas y las nieves invernales, será
entonces cuando los ganaderos les realicen aportes constituidos principalmente
por heno, segado en los prados durante los meses de junio y julio, y paja de
cereal.
Vacas negras (avileñas, raza autóctona),
rojas (limusinas) y blancas (charolesas).
Las vacas ya disfrutan de los frescos prados de esta primavera
madrugadora y generosa y quizá, viendo a sus terneros corretear de aquí para
allá entre las amarillas flores de los piornos y cambroños, tal vez, se
pregunten: ¿Por qué estará la Sierra tan tranquila?
“Ya no suben al
Collado
los pastores de
merinas,
su chozo quedó
olvidado
sus corrales en
ruinas.
Se marcharon de estas
villas,
trashumando sus
recuerdos
entre flores
amarillas”
- Cesar Calvo, 2020.
De cabras y plantas: ¿Son
compatibles?
La cabra montés es una
especie única, exclusiva de la península ibérica que estuvo al borde de la
extinción a finales del siglo XIX y primeros del XX. De hecho llegaron a
desaparecer dos de sus cuatro subespecies, quedando relegadas sus poblaciones
del Sistema Central a unos cuantos grupos en la Sierra de Gredos. Hoy día, y
afortunadamente, sus poblaciones están ampliamente distribuidas y la cabra
montés se ha convertido en el herbívoro por excelencia y emblema del Parque
Nacional de la Sierra de Guadarrama, gracias a un plan de reintroducción que
culminó con la liberación de 67 ejemplares en el Hueco de San Blas (La Pedriza)
en los años 90 y que a fecha de 2017 han alcanzado la cifra de 5400 ejemplares.
La cabra montés, como
herbívoro principal en zonas montañosas y rocosas de la Península, juega un
papel fundamental en los ecosistemas y así lo ha desempeñado durante milenios.
Son los llamados ingenieros
del ecosistema porque hacen que se mantengan
procesos esenciales (p. ej., ciclos de nutrientes, dispersión de semillas),
favorecen la biodiversidad (generan parches de diferente vegetación que
albergan especies distintas de flora y fauna) y movilizan la energía de los niveles
tróficos inferiores (plantas, musgos, hongos) a niveles tróficos superiores
(depredadores, carroñeros, descomponedores). En definitiva, un sistema sin
herbívoros es un sistema empobrecido, disfuncional e incompleto ya que plantas,
herbívoros y depredadores llevan coexistiendo millones de años, y estas
interacciones son el motor de la biodiversidad que hoy conocemos y disfrutamos.
Entonces, ¿por
qué debemos preocuparnos por las cabras y las plantas si han convivido desde
siempre? La razón esencial es precisamente la
alteración de ese equilibrio, ya sea por exceso o por defecto de estos
herbívoros. Tan malo es tener pocos herbívoros como tener un claro exceso de
los mismos. Si hay muy pocos, los paisajes se homogenizan, se pierde diversidad
de hábitats herbáceos con su flora y fauna asociados (mariposas, reptiles,
orquídeas) y las funciones que éstos desempeñan en el sistema, como
polinizadores de plantas, dispersores de semillas, descomponedores de materia
orgánica, fertilizadores, etc. Además, se reduce la diversidad de estructuras
(vegetación de forma y tamaño distintos), se incrementa y se homogeniza el
combustible forestal y, por tanto, aumenta el riesgo y propagación de
incendios.
Grupo de machos de cabra montés en el Parque
Nacional. La población ha pasado de 67 ejemplares reintroducidos en 1990-1992 a
5400 en el año 2017. El uso que la cabra montés hace del medio implica no sólo
el consumo de vegetación sino también el pisoteo, encamado, descortezado y
frotamiento de los cuernos contra la vegetación, incluyendo musgos y líquenes
que tapizan la cobertura rocosa. Autor: Ramón Perea
Por
el contrario, si hay demasiadas cabras, éstas ejercen una presión insostenible
sobre la vegetación, degradándola y comprometiendo su regeneración y los
organismos asociados a ellas (polinizadores, dispersores, micorrizas, etc.).
Además, en los casos más acentuados, la cobertura vegetal se ve mermada
(incluidos los líquenes y musgos de las rocas) y se agudizan los procesos
erosivos, perdiéndose el suelo que sirve de sostén al resto del sistema, y que
ha tardado siglos en formarse.
Como las cabras no consumen
por igual todas las especies de plantas, las especies más apetecidas se ven
notablemente más afectadas. En el caso del Parque Nacional de la Sierra de
Guadarrama, hemos podido observar cómo determinadas especies (acebos, tejos,
serbales, guillomos, arces, robles, mostajos, etc.) dejan de crecer con su
forma y porte natural, quedando achaparrados y acantonados en aquellas zonas
donde no alcanza el diente, la pisada o el cuerno de las cabras. La continua y
excesiva presión por parte de las cabras provoca que cada nuevo brote, con
hojas y flores sea consumido, sin llegar por tanto a producir frutos y semillas
que permitan la regeneración y perpetuación de estas plantas. Se pone, por
tanto, en peligro la conservación de numerosas especies, algunas de ellas
protegidas, al igual que los hábitats de los que forman parte. De hecho,
la Directiva
Hábitats de la Unión Europea establece la necesidad de
conservar estas especies y hábitats de interés comunitario, algunos de ellos
muy bien representados en el Parque Nacional y que forman parte del origen de
su declaración como espacio protegido (p. ej., la vegetación de rocas, las
turberas y pastos subalpinos, los enebrales, los piornales, los rebollares, los
abedulares, etc.)
Ejemplar de acebo (izquierda) y arándano
(derecha), especies amenazadas en la Comunidad de Madrid, fuertemente recomidos
por las cabras monteses. Una presión excesiva provoca que los árboles y
arbustos no puedan prosperar ni regenerarse, abocándolos a su paulatina
extinción. Autor: Ramón Perea
Por
todo ello, se necesitan indicadores fiables,
objetivos y cuantificables que permitan evaluar el estado de la vegetación en
relación a las poblaciones de herbívoros y permitan comparar en el espacio y en
el tiempo la presión herbívora y su efecto sobre la flora y vegetación. Para
ello se han buscado indicadores fáciles de obtener y sensibles a la presión
herbívora, como por ejemplo: índices de afección por la cabra (consumo, pisoteo
o frotamiento/descortezado), abundancia y estructura del regenerado (si hay
individuos jóvenes que puedan convertirse en un futuro próximo en
reproductores), daños sobre las especies amenazadas o raras, forma y
crecimiento adecuado de las plantas, cambios en los niveles de diversidad, etc.
También, se han propuesto una serie de especies indicadoras, que permiten
hacer un seguimiento más fino y directo del uso del medio por parte de la cabra
en las diferentes zonas del Parque Nacional con el fin de detectar las zonas
más sensibles o afectadas y poder, así, actuar para asegurar su conservación o
restauración.
Durante estos últimos años se
han establecido 180
parcelas con el fin de conocer el estado de conservación
de la vegetación leñosa y su evolución temporal. En el año 2019,
aproximadamente un tercio del total de especies leñosas presentaron valores
insostenibles de herbivoría en alguna de las parcelas, normalmente en
determinados sectores del Parque Nacional, especialmente aquellos con mayor cobertura
de roca y abundancia de especies protegidas. La Pedriza, Loma Pandasco, el
Hueco de San Blas, Cuerda Larga, las cumbres de Peñalara y Cabezas de Hierro
son algunas de las zonas de mayor presión por cabra montés y donde la
vegetación leñosa, y especialmente la amenazada y su regeneración, se encuentra
más afectada. No cabe duda que sólo a través de un seguimiento sistemático y
periódico de estos indicadores podremos evaluar el efecto de la cabras monteses
sobre la flora y el paisaje vegetal así como la eficacia de las posibles y
diferentes actuaciones con el fin de ajustar las poblaciones tan necesarias de
cabras a unos valores sostenibles que permitan conservar los procesos
ecológicos, la biodiversidad en su conjunto y el paisaje geológico que la sustenta.
https://www.parquenacionalsierraguadarrama.es/es/parque/blogs/item/524-cabras-plantas
Prados de siega: un
ecosistema cultural
Definición y origen
Las prácticas agropecuarias
han moldeado durante siglos el fondo del valle del Alto Lozoya y fruto de esa
interacción secular resulta el paisaje actual. Uno de los elementos más
característicos y singulares que constituyen este mosaico son los prados de siega. Este tipo de prados
ocupan las zonas más ricas y húmedas del fondo del valle. De hecho, se reservan
del pastoreo directo durante la primavera, para que, a principios del verano,
con un pastizal exuberante, se siega y deja secar en el mismo prado. Una vez
que la hierba ha perdido la humedad necesaria se recoge y se reserva,
antiguamente en almiares acúmulos en torno a un poste que servía de estructura,
y actualmente en alpacas.
En épocas pasadas, cuando la
economía de subsistencia dominaba en valle, esta despensa de heno resultaba
esencial para alimentar al ganado durante todo el año. Durante el invierno,
cuando el frío detiene toda actividad vegetal y los prados no producen pasto,
el heno acopiado durante el verano permitía alimentar al ganado en este crítico
periodo.
Elementos culturales
Estos prados están
acompañados de otros tres elementos que hacen de estos espacios un elemento
cultural, patrimonial e identitario del valle de primer orden: los muros de
piedra seca, los setos vivos y los fresnos cabeceros. Los prados de siega
permanecen verdes prácticamente todo el año y forman un mosaico reticulado por
la trama de muros de piedra seca y setos vivos que constituyen el linde entre
una propiedad y otra. Unos prados tendrán un aspecto adehesado por la presencia
de fresnos y robles dispersos y otros carecen de ellos, mostrando un aspecto
más abierto y despejado.
Los muros de piedra seca
cumplían tres funciones principales, en primer lugar, de acúmulo de las piedra
presentes en el prado, que hay que retirar para poder laborearlo adecuadamente
y evitar daños a las herramientas y/o maquinaria; en segundo lugar acumulando
estas piedras en los lindes de la propiedad sirve para su delimitación y en tercer
lugar, la construcción del propio muro constituye una berrera física junto con
los setos vivos para evitar que el ganado deambule libremente por estos
espacios.
Muro de piedra seca con seto vivo u orla
espinosa. Autor: Iñaki Mola.
Distribución
Los prados de siega alcanzan
su máximo desarrollo en el norte peninsular, donde las precipitaciones son más
abundantes y se distribuyen de forma regular a lo largo de todo el año sin
periodos de sequía estival. Resulta un paisaje clásico de Galicia, la Cordillera
Cantábrica y Pirineos. Estas formaciones alcanzan su límite de distribución
meridional precisamente en los sistemas montañosos Central e Ibérico.
Los prados de siega en estas
montañas se refugian en zonas de fondo de valle donde las condiciones más
propicias permiten su desarrollo. No solo los prados de siega alcanzan aquí su
límite de distribución, multitud de especies norteñas, llegan hasta la zona
centro peninsular al abrigo de estas montañas como el alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio),
lagarto verdinegro (Lacerta
schreiberi), ciervo volante (Lucanus
cervus), hormiguera oscura (Phengaris
nausithous), azucena silvestre (Lilium
martagon) entre otras.
Hormiguera oscura (Phengaris
nausithous). Autor: Pablo Pereira.
Biodiversidad
Los prados de siega se encuentran
en zona periférica de protección del Parque Nacional, ya que no prosperan a
altitudes mayores de 1.300m. Aunque quedan fuera de los límites del Parque
Nacional, gracias a la reciente ampliación de la Reserva de la Biosfera de la
Cuenca alta del río Manzanares, incluyendo las cuencas de los ríos Lozoya y
Guadarrama, ahora forman parte de este emblemático espacio perteneciente a la
red mundial de la Unesco. Cabe destacar la gran cantidad de especies que
albergan los prados de siega, en los que se han descrito más de 300 especies de
flora, lo que constituye más del 10% de la flora presente en la comunidad de
Madrid y casi un 20% de la presente en todo el valle de El Paular.
Por este motivo resulta el
espacio con mayor riqueza por unidad de superficie dentro de la Sierra de
Guadarrama. Muchas de las especies de flora que albergan gozan de alguna figura
de protección, ya sean del propio prado o de los setos vivos que los acompañan:
cerezo de racimo (Prunus
padus), chupetes (Pedicularis
schizocalyx), jacinto silvestre (Hyacinthoides
non-scripta), mundillo (Viburnum
opulus), etc.
Chupetes (Pedicularis schizocalyx),
especie endémica de la península ibérica, exclusiva de prados de siega y
catalogada como vulnerable dentro de las especies protegidas de la Comunidad de
Madrid.
Conservación
Desgraciadamente, la
transformación que está sufriendo el mundo rural con pérdida de prácticas
tradicionales, abandono y cambio de uso ponen en riesgo la existencia de estos
singulares espacios. Hay que tener en cuenta que el prado de siega es un
fragmento del territorio que los pobladores ganaron al bosque, y su abandono
dispara una rápida dinámica que supone la desaparición del prado en favor de
nuevas formaciones forestales.
Si se produce un cambio de
uso ganadero y se pastorean directamente, sin reservar la primavera para su
libre crecimiento hasta la siega, la comunidad vegetal cambia y el prado de
siega que pasa a prado de diente, pierde una enorme cantidad de especies
propias de estos espacios.
Prado de
siega con el heno recién recogido en alpacas. Al fondo en Macizo de Peñalara.
Autor: Iñaki Mola.
Acciones desde la CM
Por este motivo desde la
Dirección General de Biodiversidad y Recursos Naturales de la Comunidad de
Madrid se ha puesto en marcha un estudio para valorar la distribución, dinámica
y conservación de estos espacios. Una primera fase dedicada al diagnóstico
ecológico, se desarrolló durante la pasada anualidad 2019. El 10 de marzo se
realizó una jornada en el Albergue de los Batanes en la que se presentaron los
resultados y se puso de manifiesto que están perdiendo superficie en el alto
Lozoya y cada vez a mayor velocidad (periodo de estudio considerado:
1956-2019). Este proceso también se observa en otros puntos del norte
peninsular (Picos de Europa, Pirineos y dos enclaves del norte de Portugal con
reducciones del 68%, 30%, 3% y 53% respectivamente).
Aprovechando que se convocó a
diferentes colectivos en la jornada de presentación (investigadores
universitarios y del IMIDRA, gestores, técnicos y educadores del PN, agentes
forestales y responsables de ayuntamientos) se realizó una breve dinámica
participativa para valorar el grado de conocimiento sobre este ecosistema
cultural, su problemática, servicios ambientales que prestan, revalorización y
agentes relacionados o a vincular entorno a estos ecosistemas culturales. Se
obtuvieron interesantes conclusiones que se incluirán en el diagnóstico
socioeconómico que se desarrollará durante este año, centrado en el sector
ganadero y buscando sinergias con otros sectores, como el turístico, actual
motor económico de la zona.
En base a toda esta
información, estaremos en disposición de poder diseñar medidas de conservación
adaptadas a las necesidades de estos valiosos y singulares ecosistemas
culturales que atesora el Valle de el Paular.
Inventario
de la flora de interés
La flora vascular del Parque
Nacional y su Zona Periférica de Proyección comprende aproximadamente 1680
taxones de rango específico o subespecífico. Debido a su condición de macizo
montañoso de notable altitud y a su carácter continental en relación a otros
macizos del Sistema Central que le circundan, La Sierra de Guadarrama
constituye un área singular y de elevada diversidad florística en la Península
Ibérica. Se trata además de un área representativa de la flora y la vegetación
de los ecosistemas de la alta montaña mediterránea. Dentro del territorio, cabe
destacar por su singularidad y sus elevados índices de diversidad el Macizo de
Peñalara y el Valle del Paular.
Teniendo en cuenta criterios
biogeográficos, de endemicidad, distribución restringida, o de inclusión en
catálogos de protección (Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, Catálogo
Regional de Especies Amenazadas de la Comunidad de Madrid, Flora Protegida de
Castilla y León, Lista Roja de la Flora Vascular Española) se ha establecido la
flora vascular rara, endémica y amenazada del Parque Nacional y la Zona Periférica de Protección. Este conjunto de taxones está formado por unas 446
especies. De todas ellas, aproximadamente la quinta parte se han considerado de
alto valor por los siguientes motivos: se encuentran muy localizadas, están
declaradas en peligro de extinción por el Catálogo Regional de Especies
Amenazadas de la Comunidad de Madrid, están presentes en la Lista Roja de la
Flora Vascular Española, o son endemismos del Sistema Central.
En este proyecto se está
realizando una cartografía de todas estas especies determinando su presencia o
ausencia en cuadrículas UTM 1 x1 Km en toda la extensión del Parque Nacional y
su Zona Periférica. Con los resultados obtenidos se definirán áreas especialmente
sensibles desde el punto de vista florístico sobre las que se aplicarán
determinadas medidas de gestión.
A partir de esta información
sobre la flora rara, endémica o amenazada, se está trabajando en planes específicos de seguimiento.
Gentiana
luta
Autor: Jose Luis Izquierdo
Doronicum
carpetanum
Autor:
Jose Luis Izquierdo
Thymus
praecox
Autor: Jose Luis Izquierdo
Saxifraga
pentadactylis subsp. wilkommiana
Autor: Jose Luis Izquierdo
Viburnum
opulus
Autor: Jose Luis Izquierdo
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