IMMANUEL KANT
LA RAZÓN ES EL
HOMBRE
Immanuel Kant sostenía que podemos
conocer la apariencia de las cosas, pero no su esencia porque el entendimiento
es limitado.
Hay un acuerdo generalizado en
considerar a Immanuel Kant como el padre de la filosofía moderna. Y aquí se
acaba el consenso porque la complejidad de su pensamiento permite diversas
interpretaciones, entre otros motivos, porque el profesor de Königsberg
introdujo importantes matizaciones sobre el sentido de su obra al final de su
vida.
Intentar explicar a Kant incurre en el
riesgo de distorsionar o simplificar su legado, por lo que sólo cabe remitir a
la lectura de su “Crítica de la razón pura”, publicada en 1781 y revisada seis
años después. En ella se interroga sobre la naturaleza del conocimiento, sus
límites y la posibilidad de una ciencia universal.
Kant, Immanuel: Kritik
der reinen Vernunft. Riga: J. F. Hartknoch 1781,
856 Seiten, Erstdruck.
Kant intentaba superar el callejón sin salida al
que llevaba el empirismo de Locke y Hume, que, al afirmar la experiencia
sensible y particular como única fuente de conocimiento, hacía imposible la
existencia de leyes de carácter objetivo y universal. También se daba cuenta de
las limitaciones del racionalismo cartesiano, que sacaba sus conclusiones de
una razón innata al margen de la observación empírica.
Por tanto, el gran reto que se plantea Kant es dar
una estructura inteligible a los hechos “singulares y amorfos” que existen
fuera del sujeto. Ello sólo será posible si nuestro entendimiento es capaz de
formular juicios sintéticos a priori, que, a partir de la observación, tengan
validez universal.
Kant construye todo su edificio conceptual sobre la
base de estos juicios sintéticos a priori, que son necesarios y
objetivos. Son objetivos porque son formulados a partir de la experiencia y son
necesarios porque son de validez universal. Pero, a diferencia de Aristóteles o
Leibniz, quien confiere esa universalidad al conocimiento es el sujeto y no el
mundo externo.
Esto es esencial porque la estructura inteligible
de la realidad reside en las formas y las categorías del conocimiento que son
inherentes al sujeto, que es quien proporciona el sentido a una naturaleza
externa, amorfa y caótica. Por ello, el pensamiento de Kant es una filosofía
del sujeto y el conocimiento es “trascendental” en la medida que va más allá de
la percepción.
Kant
con sus amigos Christian Jakob Kraus, Johann Georg Hamann, Theodor Gottlieb von
Hippel y Karl Gottfried Hagen
Kant señala que el espacio y el tiempo son “formas a priori”
de la sensibilidad, lo que significa que todo lo que captan nuestros sentidos
está contextualizado en un marco temporal y espacial. Ello equivale a decir que
ni el tiempo ni el espacio tienen una existencia objetiva, simplemente son
condiciones necesarias para la percepción.
Tras dar este paso, Kant afirma que existen
categorías en nuestro entendimiento, que no son empíricas ni intuitivas, sino
que forman parte de la estructura interna del sujeto. Estas categorías son doce
y están encuadradas en cuatro grupos: la unidad, la cantidad, la relación y la
modalidad. Un ejemplo para entender esta noción: la distinción entre causa y
efecto, algo en lo que se aparta de Hume.
Si todos los seres humanos comparten las mismas
formas y categorías, podemos concluir que hay un entendimiento general o
universal, algo que Kant era reacio a aceptar. Aquí está la base del idealismo
y de la filosofía de Hegel, que, aunque siempre rechazó el sistema kantiano,
estaba muy influido por él.
Kant afirmará, sin embargo, que no podemos conocer
el “noumenon” o esencia de las cosas, ya que nuestro entendimiento sólo nos
proporciona luz para establecer relaciones lógicas sobre el “phenomenon” o
apariencia externa de lo real.
Kant University en
Kaliningrad.La escultura de Kant fue creada en Berlin por el escultor Christian
Daniel Rauch en 1857
Por tanto, nuestra razón, entendida como la capacidad
de formular juicios de validez universal y establecer sus relaciones, no puede
concluir la existencia de Dios ni la inmortalidad del alma, que Kant no
cuestiona pero que le parecen indemostrables. Dice literalmente que son
paralogismos.
El filósofo prusiano, nacido en el seno de la
familia de un guarnicionero y educado en los estrictos principios del pietismo,
aplicará esta filosofía del sujeto a su concepto de la ética, expresado en su
“Crítica de la razón práctica”. Kant sostiene que la moral es individual y está
regida por el imperativo categórico, que enuncia de esta manera: “Obra de tal
suerte que tu acción pueda servir de norma universal”.
Esta concepción implica que la moral implica la
libertad de elegir porque cada ser humano es autónomo a la hora de fijar sus
pautas de comportamiento y tomar sus propias decisiones. No es posible imponer
a nadie lo que debe hacer en el terreno de la conducta, una afirmación que le
creó problemas con la autoridad. Kant fue también el primero que propuso un
gobierno supranacional que garantizara la paz entre las diferentes naciones,
una idea que hace más de dos siglos resultaba excéntrica.
Su inquietud y sus vastos conocimientos quedan
reflejados en un libro titulado “Teoría de los cielos”, escrito en su juventud,
en el que explicaba que los cuerpos celestes nacen de nebulosas en expansión y
contracción, una teoría similar a la de Laplace.
Kant, fascinado por la Revolución Francesa, fue el
gran pensador de la Ilustración al reivindicar la absoluta autonomía de la razón
y el derecho de los individuos a actuar según el dictado de su conciencia. Ese
fue su mayor legado.
FRANCIS BACON
El
arte como reflejo de los sentimientos más crudos
Francis Bacon. Fotografía de
John Deakin, 1962. En bremser.tumblr.com
Francis Bacon es, sin duda, una figura a contracorriente.
Tanto en su vida como su obra: sin ir más lejos, sus cuadros hicieron que
Margaret Tatcher le definiese como “ese horrible artista que pinta
asquerosos trozos de carne”. Una visión tan simplista como incorrecta: la
obra de Bacon es deslumbrante, profunda, cambiante y magnífica, con una técnica
inspirada en maestros como Velázquez y una capacidad de evocación que desafía a
las décadas y las escuelas. Durante sus primeros años como artista, la sociedad
rechazó sus pinturas; los surrealistas, por su parte, no le quisieron
considerar uno de ellos. Su homosexualidad provocó el alejamiento de su familia
desde su adolescencia, definiendo además su personalidad y su vida a través de
una serie de relaciones tortuosas, que fueron reflejadas en lienzos inolvidables.
Marcado por la figura de un Papa, por el grito de una madre en la
película “El Acorazado Potemkin” o en un cuadro de Nicolás
Poussin, Bacon vivió una vida a medio camino entre un talento indiscutible y un
poderoso afán por amar y sobrevivir.
De Irlanda a Berlín: una adolescencia marcada por
el rechazo
Francis Bacon nace en Dublín en 1909. Su padre
procede de una familia de linaje aristocrático, si bien su madre desciende de
padres acomodados. Durante su infancia, el futuro pintor cambia de residencia
varias veces, entre otros motivos por el estallido de la I Guerra Mundial,
momento en el que se mudan a Londres. Su adolescencia está marcada por dos
circunstancias: el asma que le acompañará toda su vida y su homosexualidad. En
1926, su padre le expulsa de casa tras encontrarle probándose la ropa de su
madre; Bacon se traslada a Londres, donde vive unos meses gracias al escaso
dinero que le envía su madre. Durante esta época sobrevive realizando trabajos
ocasionales, a los que añade el dinero obtenido de encuentros sexuales con
hombres mayores y de pequeños hurtos. En 1927, su padre le propone acompañar a
un amigo de la familia a Berlín. La capital alemana supone un descubrimiento
social, cultural y sexual para el joven Francis, que empieza a interesarse por
el cine, la pintura y la arquitectura. Es posible que fuera en Berlín donde ve
por primera vez El Acorazado Potemkin (1925) de Sergei
Eisenstein, una película que le influenciará durante toda su vida. De hecho, la
expresión de la madre que ve cómo cae el cochecito de su niño aparecerá de
forma recurrente en su obra, pasando a formar parte de pinturas inmortales como
las inspiradas en el Retrato del Papa Inocencio X de
Velázquez.
Masacre de los
inocentes. Nicolás Poussin, S. XVIII.
En descubrirelarte.es
Berlín acoge al pintor en ciernes durante dos
meses, transcurridos los cuales viaja a París. Su carácter, fuertemente tímido,
no le impide relacionarse con personas que serían fundamentales en su vida,
capaces de reconocer su talento. Una de ellas, Yvonne Bocquentin, le permite
quedarse en su casa de Chantilly, una estancia que se quedará grabada a fuego
en la memoria del joven Bacon. Es entonces cuando descubre el cuadro de Nicolás
Poussin La masacre de los inocentes: al igual que le sucedió con la
película de Eisenstein, la expresión de dolor de la madre que está a punto de
perder a su hijo le genera un intenso impacto. “Probablemente sea el
grito humano mejor pintado jamás”, comentaría años más tarde. Poussin no
será el único artista que le impresione; en la capital francesa descubrirá
también a Pablo Picasso, Francis Picabia, Giorgio de Chirico y Chaim Soutine.
Todos ellos irán conformando la estructura de sus propias obras, siempre a
medio camino entre el expresionismo, la abstracción y el arte figurativo.
La vida en Londres: supervivencia y pintura
Composición, Figura.1.933. En hoyesarte.es
En 1928, Francis Bacon se traslada a
Londres y comienza una carrera como decorador y diseñador de muebles. Su
talento para ambas disciplinas es innegable, pero aun así su trabajo solo es
requerido por conocidos y allegados. Durante esta época, el artista pinta y
diseña alfombras; en 1930 organiza su primera exposición en Queensberry Mews,
en la cual muestra sus cuadros y sus alfombras junto con obras de otros
artistas. Es entonces cuando conoce a uno de sus primeros mecenas y amantes,
Eric Hall, un hombre casado con quien mantendrá una aventura secreta durante
más de 15 años. A pesar del apoyo de artistas y protectores, son años difíciles
para el joven artista; en 1933 se marcha a vivir con su antigua niñera, Jessie
Lightfoot, con quien compartirá distintos alojamientos a lo largo de dos
décadas. Durante esos años, Francis y Jessie sobreviven gracias a las escasas
ventas de sus obras y sus muebles, y a ocasionales estafas, hurtos y robos.
Crucifixión. 1933. En jaquealarte.com
Ese mismo año, Bacon pinta su primera obra
totalmente original. Hablamos de Crucifxión, una obra en blanco y negro que
revela claras influencias del arte de Pablo Picasso, pero también deja ver por
primera vez la personalidad única del artista. El cuadro lo compra Sir Michael
Sadler; este prometedor inicio, sin embargo, se ve truncado por la dificultad
para seguir vendiendo cuadros. En 1936 presenta una obra para la Exposición
Internacional Surrealista de Londres, que es rechazada por no ser lo
“suficientemente surreal”. El joven artista cae en una época autodestructiva
(que durará aproximadamente hasta 1943) y se dedica a pintar y repintar encima
de sus propios cuadros, causando su total destrucción.
Primeros éxitos. El despegue de una carrera
fulgurante
Tres estudios para figuras en la base de una
Crucifixión. 1944. En museodelprado.es
La II Guerra Mundial estalla en Europa. Francis
sigue sufriendo de asma y es declarado no apto para el servicio. En 1943 se
traslada a un apartamento que perteneció en su día al pintor John Everett
Millais, junto con Jessie Lightfoot. Ese año empieza a pintar Tres
estudios para figuras en la base de una Crucifixión, el cuadro que
supondría su descubrimiento como pintor por parte del público especializado. En
1944, el lienzo fue expuesto en la Galería Lefevre y fue adquirido por Eric
Hall, quien después lo llevaría a la Tate Gallery. Son años fructíferos para el
artista, cuyo talento ha estallado y adquiere nuevas formas e intensidades. Su
ambición extrema queda patente en su obra Pintura (1946), un
impresionante lienzo lleno de sugerencias, conceptos y profundidad. La obra es
adquirida por la marchante y coleccionista Erica Brausen, y más adelante pasa a
pertenecer al MoMA de Nueva York.
Pintura. 1946. En historia-arte.com
En pleno éxito y con dinero en el
bolsillo, Francis Bacon se traslada a Montecarlo, donde disfruta de la vida
nocturna y entabla sucesivas relaciones. En 1949 regresa a Londres para
organizar una exposición en solitario; las prisas para crear obra hacen que
desarrolle un nuevo estilo artístico, trabajando solo con blancos, negros y
grises y creando lienzos más simples, plenos de detalles inquietantes y
simbólicos. En esa época, el pintor comienza a trabajar sobre el reverso de los
lienzos, en lugar de pintar en la cara imprimada. El resultado le satisface: se
acerca a su carácter crudo, a sus imágenes destructivas y diseccionadoras.
Bacon continuará pintando por la cara sin imprimar durante toda su vida, hasta
su fallecimiento. En la exposición, una pintura destaca por encima del resto de
las composiciones monocromáticas: Cabeza VI. Se trata de una
versión de la cabeza del Retrato del Papa Inocencio X, pintado
por Velázquez en 1650. En la obra, Bacon combina la cara del papa con el gesto
del grito de la mujer que aparece en El Acorazado Potemkin, así
como con la influencia de la obra de Poussin. Al año siguiente pintará otra
versión de este cuadro, Estudio según Velázquez; y de nuevo, retomará
el tema en su Estudio del Retrato del Papa Inocencio X de
1953.
Estudio según Velázquez. 1950. En
arsmagazine.com
África, la Bienal y el estudio de Reece Mews
Estudio de figura en un paisaje. 1952. En
atlasofplaces.com.
A principios de la década de los 50, Francis Bacon
viaja a África a visitar a su madre y a sus hermanas. Empieza a interesarse por
la vida salvaje y las impresionantes imágenes del continente, al tiempo que
trabaja también en obras cuyo tema principal es el desnudo. Son años duros para
el pintor: rompe definitivamente con Eric Hall y Jessie, su compañera y amiga,
fallece en 1951. Al año siguiente comienza una relación destructiva con el
luchador y piloto Peter Lacy; cuando este se muda a Tanger, Bacon le acompaña.
Durante los años siguientes, el pintor vivirá a caballo entre Marruecos y
Londres. A su agitada vida personal le acompaña un éxito que no deja de crecer,
y se ve refrendado con su participación en el Pabellón Británico de la Bienal
de Venecia, cuya obra acompaña a la de Lucian Freud y Ben Nicholson. Durante
estos años expone en solitario en Nueva York y París, al tiempo que su arte se
transforma: la pincelada se hace gruesa y empastada, y los colores, más
intensos y puros. En 1958, Bacon firma un contrato con Marlborough Fine Art
tras conseguir que la galería cubra una deuda que el pintor tenía pendiente.
Será un punto de inflexión en su vida y su obra.
Tres estudios para una Crucifixión. 1962. En
icon-icon.com
En 1961 tiene lugar un acontecimiento crucial para
Bacon. Ese año, el pintor se hace con unas antiguas caballerizas en Reece Mews
y convierte el primer piso en un estudio que se convertirá en el lugar más
importante de su vida. Un espacio que se llenará progresivamente de pinturas,
objetos, fotografías pegadas en las paredes, papeles y cientos de añadidos, que
el pintor reflejará repetidas veces en sus lienzos. En 1962 pinta su primer
tríptico a gran escala, Tres estudios para una Crucifixión, que
formará parte de una gran retrospectiva que le dedicará la Tate Gallery ese
mismo año. De nuevo, la existencia del artista se ve alterada por una nueva
pareja: George Dyer, un hombre con tendencias depresivas y con un turbio pasado
a sus espaldas. A través de las fotografías de John Deakins, que también
retrató al propio Bacon, el pintor empieza a retratar a su amante de forma
compulsiva. Son años de plenitud artística: las obras se suceden y reflejan
todo tipo de estados de ánimo, desde los más lúdicos y los más
amenazantes.
En memoria de George Dyer. 1971. En francis-bacon.com
En 1968 Bacon viaja a Nueva York por primera vez en
su vida para inaugurar una exposición organizada por la Galería Marlborough. A
su vuelta, la relación con Dyer se hace cada vez más complicada: el artista
huye de él y se marcha a vivir fuera de Londres. Despechado, acusa
falsamente a su ex amante de posesión de cannabis; el artista es llevado a
juicio, donde es declarado inocente. Bacon centra entonces todos sus esfuerzos
en la exposición retrospectiva sobre su obra, que organizará a principios de
los años 70 el Grand Palais de París: un auténtico honor para un artista vivo.
Dos noches antes de la inauguración, Dyer aparece muerto por sobredosis de
alcohol y barbitúricos. Si bien Bacon parece no sentirse afectado por su
fallecimiento, algunas de sus obras posteriores (como En memoria de
George Dyer, 1971) revelarán el auténtico alcance de su duelo. En los años
70, el artista pasa largos períodos en París; al mismo tiempo, el MoMA de Nueva
York le dedica una muestra de sus últimas obras. En esa década Bacon conoce a
John Edwards, con quien entablará una relación de amistad que le aportará
estabilidad y sosiego.
Las últimas décadas. Fama mundial, pasión y muerte
Tres estudios para un retrato de John
Edwards. 1984. En invertirenarte.es
“Seguiré hasta que caiga”,
dijo Francis Bacon en una ocasión, cuando contaba con 82 años. Una afirmación
que cumplió hasta su fallecimiento. Durante los años 80 y 90, el artista
continúa pintando y empleando nuevas técnicas, como la pintura en spray. Las
exposiciones se suceden en distintos continentes y su reconocimiento alcanza el
máximo nivel, al tiempo que ciertas figuras del conservadurismo reniegan de su
arte, como fue el caso de Margaret Tatcher. Su obra se expone en Moscú en 1988,
siendo la primera retrospectiva de un artista occidental celebrada en la Unión
Soviética.
studio para retrato. Marzo. 1991. En
nationalgalleries.org
La pintura de Bacon alcanza en esos años una
cualidad nueva: la calma, largamente esquivada por el artista y que parece acompañarle
en sus últimos años. Sin embargo, nunca renunció a la pasión: en 1987 inicia
una relación con su último amante, un joven intelectual español llamado José
Capelo. En 1992 Bacon viaja a España, contraviniendo los deseos de su médico, y
fallece en Madrid de un ataque al corazón. Sus cenizas son devueltas a
Inglaterra; anteriormente, el artista había designado a John Edwards como único
heredero de todos sus bienes. Su última obra queda inacabada y es
encontrada por su hermana en el estudio de Reece Mews: un retrato que parece
combinar los rasgos del propio artista y los de George Dyer, su pasión más
profunda y destructiva.
En 1985, la Tage Gallery de Londes
organizó una exposición retrospectiva sobre Francis Bacon. Este magnífico
documental, con guion de Richard Francis basado en sus conversaciones con el
artista y narrado por el actor John Hurt, realiza un recorrido por las obras
más importantes de la muestra.
La muestra celebrada en la Hugh Lane
Gallery de Dublín (Irlanda) sirvió para conmemorar el centenario del nacimiento
del pintor, que nació en la capital irlandesa. La muestra reunió para la
ocasión distintas pinturas, dibujos, fotografías y lienzos cortados, con el
objetivo de ofrecer una nueva y sorprendente visión de la obra de Francis Bacon.
El Museo Guggenheim de Bilbao abrió sus
puertas y sus espectaculares salas a la obra de Francis Bacon en 2016, con una
gran exposición formada por ochenta obras originales. De dichas obras, cerca de
la mitad nunca habían sido mostradas en nuestro país. La exposición se centró
en las influencias de artistas como Pablo Picasso o Diego de Velázquez en la
pintura de Bacon, que actuaron como hilo conductor para descubrir el alma de su
pintura.
Con la intención de rebatir la creencia general de
que “Bacon no dibujaba”, el Círculo de Bellas Artes de Madrid organizó esta
exposición de más de 50 obras a lápiz, pastel y collage. Las obras, fechadas
entre 1977 y 1992, pertenecían a la Francis Bacon Foundation. En su día fueron
regaladas por el propio artista a su íntimo amigo (y pareja durante años)
Cristiano Lovatelli Ravarino.
La Tate Gallery homenajeó en la
exposición “All too human” a dos de los más grandes artistas figurativos del
siglo XX, ambos obsesionados con la representación de la figura humana y sus
diversos grados de degradación. Además de las obras más representativas de
Francis Bacon y Lucian Freud, en el museo se pudieron ver obras raramente
expuestas de otros artistas que vivieron y pintaron en su misma época.
La última exposición organizada por el
Centro Pompidou de París antes del cierre causado por la pandemia del COVID
reunió una magnífica selección de obras de Francis Bacon, realizadas entre 1971
(año en el que tuvo lugar la gran retrospectiva que dedicó al pintor el Grand
Palais) y 1992, cuando pintó sus últimos trabajos. La muestra, con más de 60
piezas, se inspiró en la influencia de la literatura en la obra de Bacon.
Libros
Francis Bacon, Anatomía de un enigma. Michael
Peppiatt. Editorial Gedisa, 1999
Muchos fueron los periodistas, críticos y escritores
que conversaron y entablaron amistad con Francis Bacon, y posteriormente
reflejaron sus palabras sobre el papel. Es el caso del libro escrito por
Peppiat, quien conoció al pintor en 1963, cuando empezaba a disfrutar del éxito
y la aclamación por parte de la crítica. La amista entre ambos duró treinta
años, hasta la muerte de Bacon. Años después, el escritor y crítico de arte
construyó este libro imprescindible, a la vez galería y radiografía de la obra
del artista.
Francis Bacon: de Picasso a Velázquez.
Manuela B. Mena y Sarah Whitfield. Editorial Turner, 2017
Creado para registrar la gran exposición organizada
por el Museo Guggenheim Bilbao, este magnífico catálogo refleja las cincuenta
grandes obras que la institución bilbaína seleccionó para el evento. Las obras
van acompañadas de treinta imágenes de lienzos creados por otros maestros,
clásicos y modernos, que en su día ejercieron una poderosa influencia en el
artista. Lejos de ser una mera recopilación de cuadros, el catálogo también
profundiza en la huella indeleble que culturas como la española o la francesa
dejaron marcada en el alma del artista británico.
Entrevista con Francis Bacon. David
Sylvester. Ed. DeBolsillo, 1003
A lo largo de doce años (entre 1962 y 1974),
Francis Bacon y el crítico de arte David Sylvester conversaron en numerosas
ocasiones. Las conversaciones, plasmadas a través de distintas entrevistas,
proporcionaron a Sylvester un material invaluable con el cual redactó este
libro. Una obra esencial para cualquier amante del arte y de la pintura, pero
también para todo aquel interesado en conocer los entresijos del alma humana.
La fascinación que la figura y la obra de Bacon causaron en el crítico y
escritor convierte al libro en un auténtico placer para los lectores.
BEEPLE
El artista que vendió una obra que
no existe
Beeple y su imaginario
creativo. En infopeople.com
En marzo de 2021, una obra de arte fue vendida en
una subasta online por un precio cercano a los 70 millones de dólares. A pesar
de la astronómica cifra, la noticia en sí no es ninguna novedad: sin ir más
lejos, en 2019 Jeff Koons vendió su famoso Rabbit por 91,1
millones de dólares. Lo increíble en este caso es que la obra de la que
hablamos, Everydays: The first 5.000 days, no existe. O, para ser
más exactos, no existe en el mundo “real”: es un archivo NFT (non-fungible
token) y ha sido concebida en, y para existir en, el mundo virtual.
Más concretamente, online.
El creador de esta obra se llama Mike Winkelmann y
es conocido mundialmente como Beeple. En 2021, Winkelmann pasó a formar parte
del Olimpo de los (hasta el momento) tres artistas vivos más cotizados,
compartiendo podio con David Hockney y el ya mencionado Jeff Koons. Beeple
generó una obra al día durante trece años, y con todas ellas creó un gran
collage virtual que hizo saltar el mercado del arte de forma totalmente
inesperada. Ante esta situación, las opiniones de los expertos en arte se
dividen: por un lado están quienes ven en su obra el inicio de una nueva era
para la creación, y por otro, se alzan las voces que auguran el estallido de
una nueva burbuja. Una burbuja, como no podía ser de otra manera, inflada de
forma artificial. Frente a ellos, Winkelmann (AKA Beeple) continúa
creando obras que se caracterizan por su imaginario, tan familiar como
inquietante, y su acerada crítica social.
Everydays:
The first 5.000 days. En elpais.com
Everydays: una obra al día
Hasta su arrolladora entrada en el olimpo del arte
contemporáneo, Mike Winkelmann era un diseñador gráfico que disfrutaba de una
apacible vida en Appleton, Wisconsin (EEUU). Un padre de familia con un coche
poco pretencioso y una existencia similar a la de millones de personas. La
diferencia, en este caso, parte de una decisión personal: crear una obra al día
a lo largo de trece años, y formar con todas ellas un enorme fresco a medio
camino entre la iconografía popular, la ciencia-ficción, la política y el orden
mundial (Everydays: The first 5.000 days). Si su decisión fue, cuando
menos, curiosa, más aún lo fue el soporte escogido posteriormente por
Winkelmann para comercializar sus obras. Se trata de los famosos NFTs o non-fungible
tokens, archivos no fungibles que existen directamente en la nube,
pero sin soporte físico alguno. Como artista, Winkelmann eligió un seudónimo
que revela su lado más geek: Beeple, el nombre de unos peluches
interactivos que aparecieron en las tiendas en los años 80 y que hoy se venden
como objetos de coleccionismo.
Everydays:
The first 5.000 days. Astronaut. En
trustnodes.com
Preguntado sobre el origen del proyecto Everydays,
el propio Winkelmann confesó que no fue idea suya: “descubrí que otro
artista, Tom Judd, había hecho algo parecido hace unos años. Me pareció una
gran idea, y pensé que sería una forma fantástica de mejorar mi técnica para
dibujar. Desde entonces he empleado este proceso como herramienta para
aprender sobre fotografía 3D y animación”, señaló en una
entrevista.
Everydays:
The first 5.000 days. Kim Yong-Un Rebrand. En
scmp.com
Sin embargo, decir que Winkelmann era un diseñador
gráfico más antes de su fulgurante éxito no se ajusta a la realidad. Antes de
la famosa subasta ya había realizado audiovisuales en 4D para personajes tan
célebres y mediáticos como Justin Bieber, Kate Perry o Nicki Minaj, además de
colaborar para multinacionales como Apple. Su renombre alcanzó incluso a la
SuperBowl: el muro de fuego que atravesó Shakira durante su actuación en 2020
era obra de Beeple. Su talento también le ha conseguido encargos de firmas como
Louis Vuitton: aparentemente, el director creativo de la firma de alta costura
vio su trabajo en Instagram y contactó con él para emplear algunas de sus
imágenes en colección de primavera-verano de la firma para 2019. Las imágenes,
por supuesto, formaban parte del proyecto Everydays; todo el mundo
podía (y puede) verlas y descubrirlas día a día en su página web y su cuenta de
Instagram.
De archivos JPG a NFTs: una decisión millonaria
Everydays: The first 5.000 days. Emoji. En conceptualfinearts.com
La enorme fama de Beeple, sin embargo, no se
entiende sin tres siglas cruciales: NFT. A finales de 2020, el artista oyó
hablar sobre los non-fungible tokens y empezó a valorar la
idea de convertir sus obras en este tipo de archivos, en lugar de trabajar con
los clásicos JPGs. ¿El motivo? Los NFT se pueden autentificar, y por lo tanto,
vender como obras únicas. El comprador posee un archivo “firmado” por el
artista, que posteriormente puede volver a vender. En diciembre de 2020,
Winkelmann puso a la venta veintiún NFTs (o nifties, como ya se les
conoce) realizados a partir de sus obras en internet, a un dólar por obra. En
pocos minutos, los archivos habían sido adquiridos en su totalidad y empezaron
a ser vendidos y comprados repetidas veces, hasta alcanzar el medio millón de
dólares. Para el artista, el proceso solo tuvo ventajas: además de impulsar su
nombre como creador, cada venta de uno de sus NFT le reporta un porcentaje. Un
sistema innovador con sus pros y sus contras: si por un lado permite que los
artistas obtengan ganancias constantes de sus obras, los compradores corren el
riesgo de que sus adquisiciones pierdan todo su valor de un día para otro. E incluso, de que
desaparezcan.
The Complete MF Collection y Everydays: The first 5.000 days
El impulso final para el ascenso de
Beeple tuvo lugar cuando The Complete MF Collection, un conjunto de NFTs que puso a la venta en una
subasta online, se vendió por 777.777 dólares. El motivo: una increíble oferta
que llegó a la subasta cuando solo quedaba un segundo para que finalizara. Esto
llevó a Noah Davies, especialista en arte contemporáneo de la prestigiosa casa
de subastas Christie’s, a proponerle al artista la oferta que ha cambiado su vida
(y el devenir del arte actual). Davies encargó a Winkelmann una obra para
venderla a través de la casa, pero el resultado no le pareció adecuado para el
público objetivo de Christies. Entonces, el propio Beeple propuso realizar un
mosaico digital con todas sus obras, algo que ya habían hecho otros creadores
con anterioridad (es el caso de Jiří Georg Dokoupil y su Goldfinger). El artista tituló el archivo Everydays: The first 5.000 days; cuando se puso a la venta su precio fue subiendo
como la espuma. En poco tiempo, los activistas de la criptomoneda Metakovan y
Twobaduor, alias de los empresarios Vignesh Sundaresan y Anand Venkateswaran,
se hicieron con la obra por más de 69 millones de euros. El vídeo de Winkelmann en su casa, viendo cómo su obra se vendía por una
cantidad impensable hasta la fecha para una serie de arte digital, es ya
historia en las redes.
Everydays:
The first 5.000 days. Meat Head. En
beeple.tumblr.com
¿Una nueva burbuja o un nuevo paradigma?
Everydays:
The first 5.000 days. Infected Culture. En Pinterest.
Sobre la calidad del arte de Beeple, el propio
artista tiene sus dudas. En una entrevista concedida a businessinsider.com tras
la venta de la obra, aseguró: “todavía soy [un artista] malo, malísimo,
como se puede comprobar en la pieza de Christies”. Sin duda, no le falta
talento; sus imágenes son inquietantes, perturbadoras y críticas, y conforman
un imaginario propio con un estilo plenamente reconocible. Pero si hablamos de
innovación, se quedan evidentemente cortas. Son obras figurativas de obvia
inspiración surrealista y pop, que beben de fuentes como la distopía, el
imaginario post-apocalíptico e incluso el steam punk. En este caso,
lo novedoso no está tanto en la obra en sí como en el soporte en el que se
genera, y en la forma en la que se comercializa y difunde. La polémica, desde
luego, está servida.
En la actualidad, los críticos y expertos en arte
contemporáneo se dividen entre los que vislumbran una nueva forma de hacer,
vender y poseer arte, y una inquietante burbuja que puede estallar en cualquier
momento. A día de hoy, ya hay numerosos casos de compradores de NFTs que han
visto desaparecer sus adquisiciones de un día para otro. Por otra parte, está
el problema de la enorme huella de carbono que generan los procesos de blockchain,
las cadenas de bloques donde se registran. Y lo más importante: ¿qué pasa
cuando el arte se crea solo para la especulación? ¿Y cuándo deja de ser un
medio de comunicación, método de provocación y herramienta para el progreso
social y cultural?
Libros
Everydays. The first five years. Beeple.
Este volumen recoge la obra de Mike Winkelmann como
Beeple, durante los primeros cinco años en los que comenzó a crear una imagen
diaria. El subtítulo del libro no deja lugar a dudas acerca del concepto que el
propio artista tiene de su talento: "Esta es una colección del
trabajo menos mierdoso (shitty) realizado durante ese periodo". En sus
páginas encontramos dibujos realizados a mano y obra gráfica y digital, en un
proceso en el que se aprecia claramente la evolución de Beeple. Tanto en lo que
respecta a su habilidad como dibujante y artista digital, como en estilo e
imaginario. Un libro sin texto, arrollador y sugerente, perfecto para descubrir
al creador que se esconde detrás del ruido de la fama mediática.
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