Regadíos y obras hidráulicas en la época
romana en España
El regadío ha tenido un proceso histórico de desarrollo que se extiende
a lo largo de muchísimos siglos. La regulación y el aprovechamiento del agua
conllevan a que esté sujeta a una normativa jurídica.
El destino de los
trasvases siempre ha sido el regadío, el abastecimiento y posteriormente aunque
ya en época romana, otros usos de tipo minero, industrial o comercial.
La magnitud de las
obras ejecutadas ha estado condicionada por la disponibilidad de medios
técnicos y económicos, mientras que su proyecto y concepción ha ido en muchos
casos con décadas e incluso siglos de adelanto respecto a su materialización.
Este periodo
inicial de las obras hidráulicas en el Prehistoria y en la Edad Antigua,
corresponde a una época muy sombría y con muchas peculiaridades. Podemos
encontrar pequeñas conducciones de derivación en el yacimiento de los Millares
en Almería o las galerías de Gatas en la misma provincia correspondientes a la
cultura del Argar en la Edad de Bronce.
El desarrollo de
la agricultura durante la colonización de los fenicios y cartagineses hace
pensar en un desarrollo hidráulico parejo, pero no hay evidencias del mismo.
El objetico
prioritario de los romanos fue el almacenamiento del agua para asegurar la
disponibilidad de caudales artificiales de agua.
La colonización
romana impulsa tres tipos de acciones:
- La construcción de importantes obras
hidráulicas destinadas al abastecimiento y en menor medida al riego.
- La ejecución de redes de distribución.
- La implantación de procedimientos de reparto
de agua que requerían unos elementos hidráulicos adecuados.
Hagamos un repaso
por las distintas zonas del país y conocer sus obras hidráulicas:
Valle del Ebro
Las prospecciones
arqueológicas permiten asegurar que el regadío en la época romana tuvo una
intensidad considerable y estaba basado en la explotación y en la esclavitud
siendo sus principales centros, en Calahorra, Tudela y Zaragoza.
- En la zona de Tudela nos encontramos
con:
- Los datos arqueológicos de esta zona nos
señalan la existencia de riegos que se remontan a la época de la
colonización romana. En el sudoeste encontramos la acequia de San
Salvador, que es una construcción hidráulica romana, que tiene por objeto
la fertilización de los campos de Agreda y Cervera.
- Se encuentra en la zona norte el dique romano de Cinco Villas, del siglo II d. C., hecho de sillares, presentando una longitud de veintiún metros por tres de altura y con aliviaderos de 1,1 metros. Estos aliviaderos comunican con los canales de riego. Destaca el dique de Sádaba.
- En la zona de la provincia de Zaragoza nos
encontramos con:
- En el río Jalón en la margen izquierda
del río Ebro se encuentran fuentes como la de Pinseque y la de
Garrapinillos. Encontramos en el río Huerva el dique de Muel.
- En la margen derecha del río Aguas Vivas que
es un afluente del río Ebro nos encontramos la presa de Almonacid de Cuba
sobre el río Aguas Vivas. De ahí se deriva un canal que se supone para
riego, debido a que no había ningún núcleo urbano de importancia.
Dicho canal, sobre
el que se asienta hoy la acequia Madre de Belchite, derivaba las aguas para su
empleo en una zona regable inmediata a esta población. Discurre paralela al río
Aguas Vivas hasta la cercanía de este municipio, momento en que se desvía hacia
el norte pasando a irrigar la vega de un arroyo afluente de dicho río por su
margen izquierda.
- En la zona de la provincia de Teruel nos
encontramos con:
- El canal de Cella, discurría aproximadamente
por Albarracín en la cuenca del río Júcar y Cella pertenece a la cuenca
del río Ebro. Se trata de un trasvase entre diferentes cuencas. Su
finalidad es el riego, puesto que entonces no existía ningún núcleo urbano
cercano.
El punto de
derivación en el río Turía o Guadaliviar se encontraba a unos tres kilómetros
debajo de Albarracín, desde él transcurría paralelamente a su cauce hasta
llegar a Gea en Albarracín, donde se desviaba hacia el norte, atravesando la
divisoria entre los ríos Júcar y Ebro. Contaba con túneles excavados en roca
caliza. Su longitud total es de unos catorce kilómetros aproximadamente.
Valle del Duero
Los poblados
celtíberos se instalan en el llano, dedicándose al cultivo en las zonas
cercanas a los ríos, por lo que muy posible que empleasen técnicas de regadío
que no exigiera una infraestructura demasiado complicada. Existen noticias
indirectas que hace suponer la existencia de la posible práctica del regadío.
Las zonas con
mayor fluidez corresponden a la de los ríos Duero y Pisuerga, mientras que en
la zona sur del río Duero se propicia el desarrollo ganadero por la abundancia
de los montes y los suelos silíceos. La superioridad de la red hidrográfica del
norte favorecía la instalación mayoritaria de la población en sus alrededores,
facilitando la explotación agrícola mediante el uso de cisternas.
Con el inicio de
la llamada paz romana, la cuenca del Duero se vio inmersa en un periodo de estabilidad
y desarrollo económico que perduraría hasta el siglo II d.C., con la dinastía
Antonina, cuya crisis se mantuvo hasta el siglo III d. C., prevaleciendo una
política que favorecía las formas de explotación agrarias según las normas
capitalistas.
No se efectuaron
obras hidráulicas de importancia en la cuenca del río Duero, aunque es obvio
que los romanos pusieron sus conocimientos técnicos en práctica a través del
abastecimiento de aguas y de la producción agrícola, todo ello para garantizar
el control de la zona.
Entre los siglos
II y V d. C., se extienden las villas rústicas que se convierten en la nueva
base de la producción económica, que originó la consolidación del latifundio
como la propiedad típica del Bajo Imperio Romano. Estas villae disfrutaban
de un sistema de abastecimiento de aguas que funciona parecido al de las
ciudades.
La única obra
pública asociada a una ciudad romana en la zona de la Submeseta norte es el
acueducto de Segovia. Aunque en esta cuenca del Duero no quedan obras hidráulicas
de envergadura, es obvio que los romanos pusieron sus conocimientos técnicos en
práctica a través del abastecimiento de agua y de la producción agrícola.
La cuenca del río
Tajo
Hay indicios de
usos hidráulicos en Madrid correspondientes a la época neolítica. En la
civilización romana apenas introdujo modificaciones en las técnicas de cultivo
o en los instrumentos agrícolas, lo que hace suponer que para la desviación de
agua utilizaban un sistema bastante rudimentario de canales y presas.
Se extendieron
las villae por el valle del río Tajo a lo largo del siglo III
d. C. y se localizan canales y presas para el riego de huertas necesarias para
completar el sistema de economía cerrada autoabastecida. Son los antecedentes
más claros de un sistema de alquerías y grandes propiedades que permanecerán a
lo largo de muchos siglos.
La cuenca del río
Mijares
Los regadíos del
río Mijares se extendían por los términos municipales de Villareal y Burriana.
La derivación del agua se producía en el río Mijares, aguas arriba de la
confluencia con la rambla de la Viuda. Desde ahí, partía perpendicularmente a
su cauce una conducción que atravesaba el río Seco y continuaba después algunos
kilómetros paralelamente a la costa. El agua se utilizaba tanto en la vega del
río Mijares como en la del río Seco, en toda la zona costera.
Otras cuencas
Igualmente se
iniciaron en la dominación romana las redes de riego de la huerta de Murcia. Se
trataba de derivaciones dentro de la propia Vega del río Segura, que no
constituían trasvases, pero que merecen reseñarse por su importancia. Igual
sucede con el regadío tradicional romano.
LAS REDES DE
ABASTECIMIENTO ROMANAS EN HISPANIA
La ciudad de
Toledo
La conducción de
abastecimiento a Toledo tenía su origen en la presa de Alcantarilla en el río
Guajaraz, afluente del río Tajo por su margen izquierda aguas abajo de Toledo.
Las aportaciones de este río se complementaban con las del arroyo de San
Martín, afluente del anterior por su margen izquierda. Para ello se construyó
un azud de derivación en el arroyo y un canal de trasvase de cinco kilómetros
que terminaba en la presa de Alcantarilla, enlazando ambos cauces.
La
traída de aguas a Toledo con acueducto.
A su vez, desde la
presa de Alcantarilla partía de un canal de cuarenta kilómetros de longitud
aproximadamente, que conducía el agua hasta Toledo, atravesando el río Tajo.
Esta conducción suponía también un trasvase entre la cuenca del río Guajaraz y
la del río Tajo, puesto que el núcleo de Toledo se ubicaba en la margen derecha
del río Tajo.
La ciudad de
Mérida
La traída de agua
a la ciudad de Mérida se hacía mediante tres conducciones diferentes, dos de
ellas con origen en sendos embalses: Porserpina y Cornalvo:
- El embalse de Proserpina recogía las
aportaciones del arroyo de la Albufera, sobre el que se ubica, así como
las de su afluente, el arroyo Adelfas, mediante un pequeño canal de 3,5 km
de longitud.
- La conducción que partía del embalse de Cornalvo,
situado sobre el río Albarregas, incorporaba en su recorrido las aguas
captadas en el vecino valle del Borbollón. Ambas presas llevaban
asociados, por tanto, dos pequeños trasvases.
- Aparece un nuevo acueducto, el de San Lázaro
cuya finalidad es el abastecimiento de los barrios extramuros de la
ciudad.
Acueducto de los
Milagros en Mérida.
La ciudad de Cádiz
Cádiz se abastecía
del manantial de Tempul, en la cuenca del Guadalete, a orillas del actual
embalse de Guadalcacín, uno de los que suministra agua al área gaditana. El
agua era conducida hasta la población a través de una tubería de 75 km que
constituía un trasvase entre dos cuencas integradas dentro del ámbito del río
Guadalquivir, la del río Guadalete y la costa noroeste de Cádiz. Se trata de un
trasvase de aguas de origen subterráneo a través de la conducción más larga de
origen romano en la península Ibérica.
La ciudad de
Granada
El abastecimiento
de la ciudad de Granada se realiza con el agua que procede de la fuente de
Deifontes, en la cuenca del río Cubillas, en el que desembocan las aguas del
manantial mencionado. La ciudad se encuentra asentada en la cuenca del río
Darro, afluente del Genil, al que también da sus aguas el río Cubillas, aguas
abajo de Granada. En consecuencia, se trata de un trasvase que tiene una
longitud aproximada de diez kilómetros.
La ciudad de
Itálica
La ciudad Itálica,
cerca de la ciudad de Sevilla, recibía el agua mediante una conducción que
suponía un trasvase en el ámbito del río Guadalquivir. El trazado inicial partía
de manantiales próximos a las fuentes del río Guadiamar y concluía en la
ciudad, a orillas del río Guadalquivir, donde se bifurcaba en dos ramales.
Esta primera
conducción, que era del siglo I d.C., tuvo que ser reforzada con otra que
añadía agua de las Fuentes de Tejada. Tenía ésta una longitud de 37 kilómetros
salvando numerosos accidentes topográficos, como demuestran los 17 km de obra
subterránea o los cuatro km sobre arcadas. Destaca el cruce de los ríos Agrio,
del arroyo de los Frailes y del Guadiamar.
El acueducto
adicional, el de Baelo, alcanzaba la ciudad por el este y aportaba un volumen
de 6.000 m3 al día. Este volumen hace suponer que no se
destinaba en exclusiva al consumo humano, sino también a las industrias de
salazón de pescado.
Restos del
acueducto de Cádiz.
La ciudad de
Córdoba
Se abastecía a
través de Valdepuentes, que conducía aguas captadas en fuentes de la sierra que
vertían naturalmente al arroyo Bejarano, que fluye hacia el río Guadiato,
afluente del Guadalquivir por su margen derecha. Se trata, por tanto, de una
transferencia entre la cuenca del río Guadiato y la asociada directamente al
cauce principal del río Guadalquivir, río que atraviesa la ciudad.
La captación de
aguas se efectuaba mediante un pequeño azud. La conducción se completó con una
segunda captación en la vertiente sur de la Sierra, que vierte directamente en
el río Guadalquivir. La longitud aproximada era de quince kilómetros,
bifurcándose en dos ramales al acercarse a Córdoba.
EL ACUEDUCTO DE SEGOVIA
Su fecha de
construcción no se sabe con seguridad, ya que no quedan inscripciones claras ni
documentación para certificar el origen de su construcción con seguridad. Se le
ha atribuido a la época del emperador Trajano, a Claudio, a Nerva o a
Domiciano. Lo que parece seguro es que su construcción es de finales del siglo
I d. C. o inicios del siglo II d. C.
El acueducto
captaba el agua en el arroyo de La Acebeda, que se transforma después en el río
Frío, situado a dieciocho kilómetros de la Segovia romana. Se traslada el agua
a través de un canal de 0,3 m de ancho y 0,3 metros de profundidad,
discurriendo a cielo abierto hasta el pinar de Balsaín, donde se entierra hasta
llegar a su primer filtro de arena.
Desde ese punto,
el cauce se eleva sobre un muro, del que casi no quedan rastro hoy en día, y
desemboca en un segundo depósito de decantación. Éste está protegido por una
saeta rectangular de 7,7 metros por 4,8 metros de panta con una bóveda de cañón
ligeramente apuntada. El estanque interior mide 4,3 metros por 2,2 metros de
planta y 2,6 metros de profundidad. Su construcción está formada por seis
hileras de sillares.
De este segundo
depósito sale la conducción elevada que es conocida en todo el mundo. Está
compuesta de 166 arcos de medio punto, 68 sencillos y 44 dobles superpuestos y
su longitud total es de 638 metros.
El trazado de esta
sección no es recto, tiene varias partes que varían su dirección.
- La primera es de 65 metros y consta de
seis arcos de hasta siete metros de altura.
- La segunda mide 159 metros con 25 arcos de
hasta ocho metros.
- La última es la parte más conocida y está
compuesta por 43 arcos dobles y dos sencillos, el primero y el último. Las
luces de los superiores son ligeramente más amplios, de unos 5,1 metros.
Esta arquería termina en la muralla.
Desde ahí hasta el
depósito general existían nueve arcos sencillos, de los cuales solo quedan
cuatro. El acueducto mide en la parte más elevada veintinueve metros. Es en
este punto donde se encuentra el espacio destinado a la inscripción, que mide
dieciséis metros de largo por dos de alto. En su lado occidental se ha
inscripto lo siguiente:
“Imp nervae
trainus caes age germ p m tr II patriae ivssv p mvmmivs mvmmiannvs et p fabius
Taurus IIvIrI mvnic fl segoviesium aquam restitverunt”.
En esta parte del
acueducto se aprecia el sistema constructivo de los pilares. En su base, la
planta mide tres metros por 2,5 metros pasando a ser de 2,5 metros por 1,8 en
su zona final. Los escalones sucesivos miden 3,6 metros de altura, menos el
último que es de 5,1 metros. En cada uno de ellos, el pilar disminuye en 0,3
metros y es rematado por una cornisa.
El trazado de esta sección elevada no es recto y tiene
varias partes que varían su dirección. Los pilares de planta rectangular no son
uniformes en sus medidas, variando de dos a tres metros por tres a cuatro.
Igualmente, las luces de los arcos son variables de cuatro a seis metros.
La construcción es
de sillares de granito, la conocida piedra berroqueña, labrados toscamente y
colocados en seco, esto es, a hueso, en un número aproximado de 25.000
sillares. El ático es de mampostería y en su interior se encuentra el canal,
rodeado de hormigón romano e impermeabilizado con opus signinum.
Hace unos pocos
años se han realizado importantes acciones de restauración y conservación de
este monumento Patrimonio de la Humanidad.
Segovia y sus
arrabales se surten de agua mediante el acueducto romano, y donde se organiza
una complicada infraestructura que consta de tres partes:
- Tiene un canal de quince kilómetros que
desemboca en la llamada casa del agua.
- Una gran arcada de piedra cerrada y cubierta
donde el agua se serenaba.
- El acueducto recoge el agua mediante un canal
cubierto y que la deposita en las arquetas.
Los fueros y las
ordenanzas de Segovia siguen preocupadas en preservar la integridad de aguas,
presas y canales para evitar el deterioro de la actividad molinera.
La escasez de agua
obliga a Segovia a establecer un rígido reparto de agua mediante ordenanzas en
el siglo XV, que provoca fuertes enfrentamientos debido a los abusos que se
daban en el reparto del agua.
ANDELOS
El yacimiento de
Andelos está situado en el término de Mendigorría en Navarra, en las cercanías
del río Arga. Situación que le ubica en un cruce de caminos de una vía
secundaria que procediendo de la Rioja llega a Jaca.
Ruinas romanas de Andelos
Es un lugar muy
romanizado ya en el siglo I a.C. y consigue su mayor esplendor en los siglos I
y II d. C. Como ciudad tiene una estructura similar a las ciudades romanas
clásicas. Se encuentra amurallada con torres de vigilancia y trazada sobre dos
ejes perpendiculares, el kardo y el decumano. Se
completa su urbanización con gran cantidad de insulaes y domus particulares,
lo que viene a demostrar el gran desarrollo alcanzado por Andelos.
Lo más
característico de Andelos es su sistema de abastecimiento de agua mediante una
presa de 102 metros de longitud, siete metros de altura máxima y nueve
contrafuertes que contenía un depósito de agua de 85x37 metros con una
capacidad de unos 7.500 metros cúbicos, que suministraba agua al castellum
aquae de la ciudad a través de un acueducto de más de 700 metros de
longitud y del que apenas queda el inicio y los cimientos de sus 52 arcos. Este
sistema hidráulico estuvo en uso hasta el siglo IV.
Destaca la presa
de Iturrandiz, en el barranco de San Pedro, que es un afluente del río Arga por
su margen derecha, de la que partía una conducción que abastecía la ciudad
romana de Andelos, y que tenía una longitud de tres kilómetros.
EL ACUEDUCTO DE LAS FERRERAS EN TARRACO
Este acueducto se
construyó para abastecer de agua a la ciudad de Tarraco. Desde el río Gáva,
situado a 92 metros de altitud sobre el nivel del mar, se realizaron una serie
de canales construidos en trincheras o subterráneos según el terreno.
Descendía por el
valle del río Francolí con unos 25 kilómetros de canales y acababan
descendiendo hasta Tarraco a la que suministraban agua. Una vez en la ciudad se
dividía en dos ramales, uno para la zona vieja de la ciudad y otro para la
nueva.
Destaca de esta
obra hidráulica el paso por el barranco de las Ferreras. Se realiza un conjunto
de arquerías para el soporte de la conducción de agua que medía unos 215 metros
de largo por 26 metros de máxima altura. Su fábrica es de opus quadrata,
sillares rectangulares ligeramente almohadillados y colocados en seco sin
argamasa.
Es una obra de
características técnicas notables. Se componía de dos órdenes de arquerías, la
superior de 25 arcos y la inferior con once. La distancia entre los ejes de los
pilares es de ocho metros dando una luz de arcos entre los 5, 9 y 6,4 metros.
Ambas arquerías están culminadas por unas cornisas de la misma anchura que las
hiladas de los sillares.
En la arquería
inferior, los pilares de apoyo de los arcos, tienen unas hileras de sillares
escalonados que hacen de estas pirámides truncadas, coronadas por cornisas
perimetrales de sección rectangular, del ancho del sillar.
Los arcos se
forman mediante veintiuna dovelas y produce bóvedas de 1,85 metros, siendo para
dar más fortaleza estructural, las dovelas de arranque comunes para los dos
arcos consecutivos. En ocasiones, las segundas dovelas se juntan, siendo así,
que el tímpano es escaso, de cuatro o cinco filas de sillares.
La construcción de
los arcos superiores alineados con los inferiores, es similar a los del primer
orden, diferenciándose en que los pilares son prismas rectangulares, no troncos
de pirámide.
Sobre esta última
arquería se sitúa la conducción, es specus entre dos paredes
de mampostería enlucida, del que nos quedan sectores con su pavimento original
de opus signimun.
LAS MÉDULAS LEONESAS
Situada al sur de
la ciudad leonesa de Ponferrada, era una explotación que requería grandes
cantidades de agua que se usaba como elemento erosivo.
Las Médulas es un
yacimiento aurífero de tipo secundario, que significa que el oro no se
encuentra en filones o en las rocas. Se trata de un aluvión de la época del
Mioceno, formado por conglomerados a base de cantos rodados y arenas o
arcillas.
La cantidad de oro
extraído por los romanos ha sido uno de los aspectos más discutidos. Las
últimas investigaciones nos dicen que se removieron unos cien millones de
metros cúbicos de aluvión, lo que significaría que el oro obtenido no alcanzó
cifras muy elevadas. El momento de mayor apogeo de la explotación se habría
producido en la época del emperador Trajano, a finales del siglo I e inicios
del siglo II d. C.
El declive de la
zona comienza en el año 150 d. C. y se termina su explotación a finales del
siglo III, coincidiendo con las luchas internas por el poder en Roma. Los
últimos estudios relacionan la explotación del oro de las Médulas con la
creación por parte de Augusto de un sistema monetario basado en el oro.
La llegada de los
romanos significó la introducción de sistemas de explotación más avanzados que
la técnica empleada por los satures que consistía en el cribado de las arenas
de los ríos.
El método de ruina
montiun o arrugia, descrito por Plinio es un sistema de
explotación extensivo que fue el empleado de forma mayoritaria en Las Médulas.
El agua se canaliza desde el nacimiento de los ríos y arroyos transportándola a
depósitos situados en la parte alta de la montaña hasta llenarlos.
La llegada de los
romanos significó la introducción de sistemas de explotación más avanzados que
la técnica empleada por los satures que consistía en el cribado de las arenas
de los ríos.
El método de ruina
montiun o arrugia, descrito por Plinio es un sistema de
explotación extensivo que fue el empleado de forma mayoritaria en Las Médulas.
El agua se canaliza desde el nacimiento de los ríos y arroyos transportándola a
depósitos situados en la parte alta de la montaña hasta llenarlos.
Se trazó una
extensa red de canales con más de cien kilómetros y algunos alcanzaban la
capacidad de 0,6 m3/s. El caudal se tomaba fundamentalmente del río
Cabrera y de sus afluentes en la cuenca del río Sil.
También se trajo
agua desde la cuenca del río Duero, desde la cabecera del Ería, afluente del
río Lerma por su margen derecha. El sistema de Las Médulas requiere la
construcción de túneles como el de Montefurado, con una longitud de cien metros
por veinte de alto y catorce de ancho.
En el momento
oportuno se soltaba el agua y a su paso por las galerías abiertas en las
montañas se conseguía una fuerte erosión y el derrumbamiento de las masas
aluviales. La fuerza hidráulica continuaba actuando, tras el derrumbe,
arrastrando la masa hacia los canales de lavado, denominado agogae.
Los estériles más
gruesos se eliminaban antes de penetrar en los canales, esto explicaría los
enormes montones de cantos rodados denominados murias que se dan en todo el
entorno, y los estériles más finos se encauzaban por los canales de evacuación
hacia los conos de deyección de estériles o colas de lavado.
Los agogae,
según Plinio, estaban hechos con gradas y cubiertas de tojo. Decía: “El
arbusto es semejante al romero, áspero y capaz de retener el oro. Cierran los
laterales con tablas y depositan estos matojos en sus escaleras. Se hallan así
masas que pesan más de diez libras. Después el tojo se quema, lavándose su
ceniza sobre su césped de hierba abundante para que allí se retenga el oro”.
El paso previo
para que la montaña se viniera abajo era la excavación de galerías interiores
que requerían técnicos cualificados. Se han estudiado dos galerías interiores
que se encontraban en proceso de excavación en el momento de abandonar la explotación.
Tras analizarlas
se ve que las dimensiones que presentaban antes de ser sometidas a la erosión
continuada del agua variaba entre 1 metro y 1,90 metros de altura y entre un
metro y 1,50 de anchura. La forma ovalada de los túneles pretendía conseguir la
estabilidad durante la excavación, a la vez que resistencia, para que se
produjeran amplías secciones antes de llegar al desplome de los aluviones.
Resulta
sorprendente que los romanos ya aplicaran un principio físico que no se
enunciaría hasta el siglo XVIII, al trazar las galerías con sucesivos
ensanchamientos y estrechamientos conseguían disminuir la velocidad del avance
del agua con un inmediato aumento de la presión. El resultado final es la
creación de un auténtico laberinto en las entrañas de la montaña.
Se excavaba
primero un túnel principal a partir del cual se iban abriendo otras galerías
secundarias que desembocaban en el primero. El ruina montium se
alternó en otros sectores con sistemas basados simplemente en la fuerza erosiva
y de arrastre del agua arrojada desde depósitos situados en lo alto de los
frentes de explotación.
En diferentes
puntos situados al norte y al oeste del pueblo de Las Médulas se aplicaron
sistemas de explotación selectivos, exclusivamente sobre los niveles más ricos
del aluvión.
La explotación de
Las Médulas tal como se realizó no hubiera sido posible sin agua en abundancia.
Los romanos construyeron una infraestructura hidráulica de gran envergadura
basada en una red de canales, que captaban el agua en el nacimiento de los ríos
y arroyos existentes en las vertientes septentrionales y meridionales de los
Montes Aquilianos. Se llegó incluso a trasvasar agua de la cuenca del Duero a
la del Sil.
En total hay 325
kilómetros de canalización, excavada en su mayor parte sobre la roca, por la
que se conducía el agua hasta los depósitos de distribución y explotación.
Al norte de la
ciudad de Ponferrada se encuentra otro sistema parecido al de Las Médulas como
son los canales de Castropodame. Es un sistema hidráulico que data del siglo I
d. C. Su finalidad era la explotación de yacimientos de oro en Castropodame.
Los canales
enlazaban cuencas diferentes de arroyos que eran afluentes del río Baeza, a su
vez afluente del río Sil por su margen izquierda. La longitud total de los canales
que conducían agua hasta la explotación era de unos 45 kilómetros.
LAS OBRAS HIDRÁULICAS DE LA CIUDAD DE BILBILIS
Bilbilis fue una
ciudad romana de tipo medio y que llegó a tener unos 4.000 habitantes. Las
recientes excavaciones nos han permitido conocer como era su sistema de agua,
que resulta muy interesante. Me centraré en dos aspectos, sus termas y las
cisternas.
Las termas
bilbilitanas
Actualmente se
encuentran protegidas de las inclemencias del tiempo por una cubierta de
estructura metálica y techo de plástico transparente, estando situadas en la
parte media alta de la ciudad. Asentadas en una ladera y rodeadas por varias
cisternas que las abastecían de agua, junto con los canales de desagüe, las
vulgares cloacas, con las que estaban dotadas, conservan la totalidad de sus
estancias principales.
Este conjunto
pertenece a la época imperial temprana, tuvo al menos tres fases de
utilización. Las dos primeras corresponderían al siglo I d. C. al quedar pronto
insuficiente la edificación original. Esto originó que las estancias se
ampliasen en espacio y que se debiera modificar el recorrido y parte de las
instalaciones de calefacción y agua caliente.
Estaban decoradas
con conjuntos pictóricos de gran calidad, realizados como sabemos por un equipo
de pintores itálicos que recorrieron varios lugares del Valle del Ebro, Bilbilis, Arcóbriga,
etc. para luego pasar a la Meseta. Éstos dejaron huella de su paso en conjuntos
excelentes, destacando el de Bilbilis tanto por la variedad de sus
composiciones como por los materiales empleados.
La ciudad del Bilbilis.
Las salas de estas
termas disponen:
- Abastecimiento de agua y calefacción.
- Lugares para dejar la ropa y las pertenencias
personales,
- Dispone de piscinas de agua caliente y fría,
una schola labrum junto al caldarium.
- Letrinas.
- Otras dependencias, nos muestran las
comodidades con que los provinciales supieron dotar de inmediato a sus
localidades, así como la capacidad económica para llevar a cabo el
esfuerzo.
Termas de
Bilbilis.
El abastecimiento
de agua: las cisternas
Parece descartada
la existencia de un acueducto, siendo las únicas soluciones posibles el
aprovechamiento del agua de lluvia, el acarreo de agua con animales desde el
río Jalón y, sobre todo, la explotación de las corrientes o acuíferos
subterráneos mediante pozos y su posterior almacenamiento.
La solución
empleada fue la utilizada en tantas otras ciudades romanas, como eran las
cisternas y se conocen sesenta y dos que presentan diversos tipos, siendo
posible la construcción de alguna de ellas después de costosas obras de
adaptación del terreno, presentando sólidos muros de opus caementicium,
revestidos exteriormente de muros de sillarejo.
Bilbilis resolvió
el problema del abastecimiento y distribución del agua mediante la ejecución de
una tupida y compleja red de cisternas comunicadas entre sí mediante tuberías
de plomo o cerámica, estableciéndose en algunos casos mediante vasos
comunicantes.
Se aprecia la
existencia de una regularidad en la distancia entre ellas y la selección de las
curvas de nivel donde construirlas, para así de este modo beneficiarse de la
gravedad.
Su ubicación en el
yacimiento no parece arbitraria ya que su mayor densidad en unos sectores de la
ciudad frente a otros, coincide con las zonas de mayor población, y por lo
tanto con mayores necesidades, pudiéndose apreciar cómo cada una de ellas se
encargaría del suministro de agua a un número concreto y determinado de
viviendas.
Hasta época bien
reciente, alguna de estas cisternas todavía almacenaban agua, como en el caso
del denominado “aljibe de los moros” o “la fuente del
pastor”, también conocida como “la fuente del maestro” por ser un
punto tradicional de merienda durante las excursiones escolares.
Su construcción en
la zona de conexión de las laderas de los cerros de Bámbola y San Paterno la
convertían en una pieza importante en la red de abastecimiento de la ciudad.
El elevado número
de cisternas construidas generó una amplia variedad tipológica. Podemos
encontrar desde las más simples de planta rectangular con cubierta plana o
abovedada, hasta las más complejas con compartimentaciones internas de muros o
simples columnas, asemejándose a grandes salas subterráneas, presentando otras
varios pisos y alturas para facilitar de esta manera la decantación del agua y
la deposición de los lodos, etc.
El resultado final
es una serie de edificaciones de gran consistencia y solidez que han perdurado
muchas de ellas en pie, al ser empleadas como meras casetas de aperos de los
agricultores que explotaban los bancales o bien refugios para los pastores.
La cisterna mejor
conservada de todas ellas es la que posteriormente se convirtió en ermita de
San Paterno, patrono de Huérmeda, perfectamente visible desde la ciudad.
La ausencia de
cisternas por encima de los 660 m de altitud parece indicar la cota
que alcanzó el urbanismo de la ciudad, reservándose el resto, como en el caso
de la planicie de entre 700 y 711 metros de altitud y que se encuentra situada
en la cima del cerro de Bámbola, a recintos artesanales o viviendas marginales
y estructuras vinculadas al recinto amurallado, asegurándose el agua mediante
depósitos de agua procedentes de lluvia.
En cambio, todo el
vértice de la ladera de San Paterno, desde los 610 m hasta los
650 m aparece salpicado de cisternas. Actualmente, se conocen dieciocho,
estando entre ellas las de mayor volumen de almacén de cuantas conocemos, lo
que indica la densa trama urbana de esta zona de la ciudad que se extendía
hasta el denominado Barranco de los Sillares que discurre hasta el río Jalón.
El resto de las
cisternas se distribuían en torno a la zona central de la ciudad, adaptándose a
las distintas curvas de nivel de la ladera occidental de Bámbola y la oriental
de San Paterno, estableciéndose un complejo entramado que aseguraba la
distribución del agua a viviendas, fuentes y ninfeos.
Se aprecia un plan
preconcebido, de ahí la regularidad de la distancia entre ellas y la selección
de las curvas de nivel donde construirlas, para así de este modo beneficiarse
de la gravedad.
Con las
informaciones disponibles por el momento podemos determinar cómo fueron las
reformas urbanas de Augusto cuando se comienza la construcción de una buena
parte de este sistema hidráulico, fundamentalmente las ubicadas en la parte
central y media de la ciudad.
Las siguientes
obras estarán vinculadas al desarrollo urbano de Bilbilis y a la expansión de
la zona urbana durante el siglo I d. C. e inicios del II d.
C., especialmente durante la época Flavia en el que la ciudad presenta un
segundo desarrollo urbano.
Los datos
aportados de la ciudad de Bilbilis se corresponden al trabajo realizado por
Manuel Martín-Bueno y J. Carlos Sáenz Preciado.
http://www.elcastillodeateca.com/blog/blbilis-una-ciudad-romana-en-la-comarca-de-calatayud
BILBILIS
(Calatayud – Zaragoza)
Desde allí (Tarraco) te llevará un
carro y, a mata caballo,
quizás tras cinco jornadas, divisarás
la encumbrada Bilbilis y tu querido Jalón.
¿Qué te encargo, me preguntas?. Que a los
amigos,
pocos, pero viejos, y a quien dejé de ver
hace treinta y cuatro inviernos,
los saludes tan pronto como llegues,
y le recuerdes una y otra vez a mi amigo
Flavio
que me compre a buen precio un recreo
risueño y nada trabajoso
que haga indolente a tu progenitor.
(Marcial Ep. X, 104).
https://www.rutasconhistoria.es/loc/bilbilis