domingo, 19 de diciembre de 2021

 

FILOSOFÍA PURA

PARMÉMIDES DE ELEA

Parménides. (c. 515-c. 440 a.n.e) Poeta y filósofo griego, considerado por muchos eruditos como el miembro más importante de la escuela eleática. Principal representante de la Filosofía Eliática.


Parménides nació hacia el año 540 a.n.e, en Elea o Velia, una colonia griega situada en la costa de Campania, al sur de Paestum, en [Italia].

Proveniente de una familia acaudalada y nobiliaria, fue discípulo de Jenófanes, participando activamente en los asuntos políticos de su ciudad.

Los ciudadanos estaban de acuerdo con la legislación propuesta por Parménides, a quien le atribuían la prosperidad y abundancia de la ciudad. También admiraban su vida ejemplar. De hecho, existía un dicho griego, “la vida parmenidiana”, que ejemplificaba su estilo de vida entre los griegos.

Al parecer, también fue discípulo del pitagórico Aminias, lo cual puede ser cierto debido a que Elea no dista mucho de Crotona. Aminias sería quien le convirtió hacia la especulación filosófica.

Se dice que fue pitagórico y que abandonó dicha escuela para fundar la suya propia (Escuela de Elea), con claros elementos antipitagóricos.

Se cree que visitó Atenas cuando tenía 65 años de edad y que, en tal ocasión, Sócrates, entonces un hombre joven, le oyó hablar.

De sus escritos sólo se han conservado 160 versos, pertenecientes a 19 fragmentos de un poema didáctico, Sobre la naturaleza. En este tratado, considerado el primero sobre "el ser", abogaba por la existencia del “Ser absoluto”, cuya no existencia declaraba inconcebible, pero cuya naturaleza admitía ser también inconcebible, ya que el “Ser absoluto” está disociado de toda limitación bajo la cual piensa el ser humano.

Mantenía que los fenómenos de la naturaleza son sólo aparentes y debidos, en esencia, al error humano; parecen existir, pero no tienen entidad real.

Sostenía también que la realidad, “Ser verdadero”, no es conocida por los sentidos, sino que sólo se puede encontrar en la razón. Esta creencia le convirtió en un precursor del idealismo de Platón.

La teoría de Parménides de que el ser no puede originarse del no ser, y que el ser ni surge ni desaparece, fue aplicada a la materia por sus sucesores Empédocles y Demócrito, que a su vez la convirtieron en el fundamento de su explicación materialista del Universo.

La importancia filosófica de Parménides es enorme. El descubrimiento del ser como objetivo fundamental del pensamiento marca un hito en la historia, inaugura una nueva manera de filosofar. Según Ferrater Mora, la filosofía de Parménides representa “una de las pocas posiciones metafísicas radicales que se han dado en la historia del pensamiento filosófico de Occidente”.

Por otra parte, la obra de Parménides divide la filosofía de la naturaleza presocrática en dos períodos bien definidos: el de los sistemas monistas anteriores a él, y el de los sistemas pluralistas posteriores a él.

Se suele presentar la filosofía de Parménides en oposición a la de Heráclito: para éste, todo fluye, todo está en movimiento permanente, de modo que, parafraseando su conocido fragmento, nadie puede bañarse dos veces en el mismo río; para Parménides, por el contrario, todo está en reposo, el ser es inmóvil e inmutable. Ambos, sin embargo, coinciden, en que la razón, y no los sentidos, es la fuente del conocimiento verdadero.

 

·         Parménides. Disponible en: http://www.webdianoia.com/presocrat/parmenides.htm

·         Biografía de Parménides. Disponible en: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/p/parmenides.htm

https://www.ecured.cu/Parm%C3%A9nides

 

JENÓFANES DE COLOFÓN

Jenófanes de Colofón. Filósofo, poeta, crítico social y religioso, es considerado como el primer teólogo de la historia de la cultura, el primero en tratar el problema de Dios. Criticó el antropormofismo de los dioses homéricos así como su inmoralidad y postuló la existencia de un Dios único. Fundó una escuela de filosofía en Elea, a la que pertenecen Parménides y Zenón.

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/j/jenofanes.htm

Nace el 570 a.n.e. en Colofón. Asia Menor.

Se conoce la fecha del nacimiento de Jenófanes principalmente a partir de un escrito suyo recogido por Diógenes Laercio En dicho fragmento, el longevo Jenófanes recuerda el momento en que huyó de su ciudad natal al ser invadida por los medos en el 546-545 a.c. Con estos datos se puede fijar como una fecha muy probable de su nacimiento el año 570. Por lo que se deduce de los testimonios que se tienen, su muerte habría sido en Sicilia aproximadamente el año 475 a.c. Jenófanes fue contemporáneo de Pitágoras (nacido entre el 580 y 570 a.c.), Anaxímenes de Mileto (n. 585), Anaximandro de Mileto(n. 611), Heráclito (n. 540) y Parménides (n. 515-510). Su ciudad natal, Colofón, era una colonia jónica del Asia Menor ubicada aproximadamente a unos 30 km al Norte de Éfeso y a 70 de Mileto.

Su ubicación oriental, abundante riqueza y prestigio hacen probable que, debido a la actividad comercial, haya acogido a viajeros provenientes de otras culturas orientales, como la persa, la egipcia o la hebrea, con las cuales haya tenido algún tipo de intercambio cultural.

Conocidos son los viajes de Jenófanes a través del Mediterráneo. Visitó Sicilia, Zancle (Mesina), Catania, Siracusa, Lípar y Malta; además, se conoce que estuvo presente en la fundación de Elea, en el sur de Italia, hacia el 540 a.C. Plutarco cuenta que alguna vez estuvo en Egipto. Los viajes realizados por Jenófanes le dan una visión más amplia de la realidad, le proporcionan nuevos horizontes culturales y hacen posible diversidad de influencias.

La Magna Grecia. Colofón, Samos y Éfeso patrias de Xenófanes, Pitágoras y Heráclito.

   Xenófanes de Colofón en la Magna Grecia

(Fuente: Historia de la Humanidad, tomo 8. F.J.Fernández y otros.  Arlanza Ediciones, 2.000)

https://www.sofiaoriginals.com/xenofanes-de-colofon/

Muerte

Muere el 475 a.n.e. en Sicilia.

Estudios

Teología

El espíritu griego ha dejado hondas huellas en el pensamiento occidental. Sus grandes aportes filosóficos y literarios han pasado a formar parte de toda cultura.

Precursor del pensamiento de Parménides, es considerado como el fundador de la teología filosófica y de la teoría del conocimiento; así como la reflexión fundamentación y límites. En la primera criticó el antropomorfismo de los dioses homéricos así como su inmoralidad y su uso como modelo educativo postulando la existencia de un Dios único y, en la segunda, consideró una concepción objetiva de la verdad como algo independiente del sujeto. Asimismo, investigó acerca de cuestiones relativas a la naturaleza y a la cosmología.

El fue entre los Siglo VI y Siglo V a.c., un personaje singular, no sólo por sus ideas, sino también por su actitud frente a la vida. La historia lo presenta como un hombre con una inteligencia aguda y crítica, muchas veces desafiante respecto al orden de las cosas, inconforme con la manera de vivir de su tiempo. Para Werne, destacado especialista de la filosofía griega, Jenófanes fue un revolucionario intelectual. Este filósofo se dio a conocer utilizando diversos canales que le permitieron expresarse públicamente y ganarse el reconocimiento de sus coetáneos. Tuvo gran influencia en los filósofos de Elea y se confirmó que sus pensamientos sobre la unidad esencial fueron claves para el nacimiento de la metafísica. El eco de sus reflexiones acerca del Uno llegaría, pasando por los eleatas, hasta Aristóteles, el gran sistematizador de la filosofía griega. La concepción de la divinidad de Jenófanes implicó un gran avance y adelanto con respecto a la historia de la teología natural o filosofía teológica, entendida como el estudio de Dios desde la luz de la razón, sin el concurso de la Revelación. Más allá del monoteísmo explícito, el estudio filosófico acerca del Dios Uno encontró en él un notable precursor de quien se detendrá a reflexionar en torno a lo divino.

Su visión de la religión, más exactamente su aproximación a Dios, que es lo que lo hace tan singular para su época. El paso dado por Jenófanes desde la perspectiva cosmocéntrica común a los griegos hacia una reflexión filosófica acerca de Dios, especie de teología natural, constituye un cambio notable para su tiempo. Este aspecto teológico es fundamental en su pensamiento, e incluso sus reflexiones sobre el mundo natural o físico están subordinadas a su concepción de lo divino, lo que lo lleva a impugnar la visión tradicional que consideraba como dioses a los cuerpos celestes y a los fenómenos naturales. Su oposición a una religiosidad antropomorfizante alcanza un tono altamente polémico, aunque no se trataba de la negación de la religión en general. Es interesante tener en cuenta el vínculo entre Jenófanes y Parménides respecto al tema del Uno, entendido como el principio fundamental o substrato que permite la existencia de las cosas. Un precursor de Parménides, ZenónMeliso y otros eleatas, al ser el primero en proponer la unidad del ser. Es poco probable que Jenófanes haya fundado la escuela eleática debido, sobre todo, a que él siguió un camino distinto al de estos pensadores. Mientras Parménides —considerado por la mayoría de especialistas como el verdadero fundador de la escuela— y sus discípulos se concentran en el examen más puramente ontológico del Uno, el interés de Jenófanes está en la comprensión de lo divino como unidad, acentuando el aspecto teológico. Es el propio Aristóteles quien sostiene con claridad esta distinción entre Jenófanes y los eleatas:

En cuanto a Jenófanes, que sentó antes que éstos la doctrina del Uno (pues se dice que Parménides fue su discípulo), no aclaró nada, ni parece haber vislumbrado ninguna de estas dos naturalezas, sino que, habiendo dirigido la mirada a todo el cielo, afirma que el Uno es Dios.

Gnoseología

En cuanto al conocimiento de lo divino, Jenófanes responde: “En tanto que no ha habido ni habrá hombre alguno que conozca con certeza la verdad acerca de los dioses y de todas las cosas de que hablo —pues si alguno por azar la dijese del modo más cumplido él, con todo, no lo sabría— hay en cambio opinión sobre todas las cosas”.

Sin embargo, el estudio detallado de los términos griegos utilizados en este fragmento nos dan importantes luces para entender mejor aquello que parece ser una actitud de total escepticismo. Las palabras safeV" (claro o manifiesto) y ei*dwV" (sabedor o entendido) resaltan el sentido de conocimiento perfecto o acabado de algo. Es decir, Jenófanes trata de expresar que el ser humano no tiene la capacidad de alcanzar una total perfección de conocimiento, pero no niega toda capacidad de conocer.

Jenófanes descubre que su pensamiento es insuficiente e incapaz para comprender totalmente las cosas. Es tal vez la sensibilidad del poeta y la sagacidad del filósofo que ve que el objeto de su reflexión no puede ser agotado, que lo trasciende y lo deja atónito por su grandiosidad, pero que al mismo tiempo no está dispuesto a dejarlo ir sin haber hecho el esfuerzo por comprender algo más y para ello es necesario investigar. Así lo expresa él mismo: “Ciertamente los dioses no revelaron todas las cosas desde el principio a los hombres, sino que, mediante la investigación, llegan éstos con el tiempo a descubrir mejor. Para Jenófanes, sin embargo, existe un camino por el que el hombre puede conocer mejor todas las cosas que los dioses no le han revelado desde un principio: es el camino de la investigación. Es un camino largo pero efectivo, que no parece estar reservado a los sabios sino que puede ser recorrido por cualquier ser humano, quien “mediante la investigación” llega, con el tiempo, “a descubrir mejor”. Se ha comentado incluso de que en él existen ciertos “elementos de lo que puede ser llamado psicología de la religión”.

Una serie de fragmentos acerca del conocimiento han sido interpretados por los doxógrafos y la crítica moderna de diferente manera. Soción de Alejandría (A 1 y 20) y Sexto Empírico, conservador del texto B 34, inician la tendencia a interpretar a Jenófanes como escéptico: (…) Jenófanes es de esta tendencia, al afirmar que todas las cosas son inaprensibles, cuando escribe: No hay ni habrá un hombre que haya conocido lo claro (τό σαφές, tó saphés) o haya visto cuantas cosas digo acerca de dioses y de todo. Pues aunque llegara a expresar lo mejor posible algo acabadamente, él mismo no lo sabría, lo conjetural (δόκος, dókos), en cambio, se extiende sobre todo.

El fragmento B 35 sugiere que el grado de conocimiento al que puede aspirar el hombre es el de la conjetura, a un asemejarse a la verdad. Y el fragmento B 38 afirma la relatividad de todo saber proveniente de los sentidos, puesto que si dios no hubiese hecho la miel, pensaríamos que los higos son lo más dulce. Sexto Empírico advirtió que Jenófanes no cancela la posibilidad de todo conocimiento, sólo el conocimiento indubitable. Karl Deichgräber sugirió que las citas donde Jenófanes expresa las deficiencias de conocimiento humano, extienden un contraste, común en la poesía, entre la ignorancia humana y la omnisciencia de la Musa, tal como es enunciado por Homero:

Decidme ahora, Musas, dueñas de olímpicas moradas, pues vosotras sois diosas, estáis presentes y sabéis todo, mientras que nosotros solo oímos la fama y nada sabemos”.

La idea deviene temática en Simónides de Ceos, y es seguida por Píndaro, Peán 6, 51. En Jenófanes alcanza su expresión más nítida, pero la distancia que media entre el saber divino y el humano no es salvada por revelación alguna, como en la comunicación entre aedo y musa, sino que el saber humano es forjado por el hombre mismo, a través del tiempo:

“Pues los dioses no revelaron desde un comienzo todas las cosas a los mortales, sino que estos, buscando con el tiempo descubren lo mejor.”

Kirk, Raven y Schofield siguen a Deichgräber en este punto. Se ha entendido también que esta separación entre el saber divino y el humano llega en Jenófanes a su grado más profundo.

Crítica al antropomorfismo

Para esta crítica es fundamental el famoso fragmento de Jenófanes: “Homero y Hesíodo han atribuido a los dioses todas las cosas que son oprobio y vergüenza para los mortales: robar, cometer adulterio y engañarse mutuamente”. Esta crítica a la concepción de los dioses según Homero y Hesíodo alcanza la raíz misma de la cultura griega, puesto que la educación que ha recibido este pueblo, no sólo en sus contenidos sino también en lo que respecta a la moral y la religión, ha sido registrada y plasmada por Homero para que las generaciones posteriores aprendan de él. Jenófanes representa una actitud más madura respecto a la concepción de la divinidad aún primitiva de sus predecesores. Su ironía es contundente para evidenciar que la imaginación de los hombres es la que ha otorgado atributos a los dioses que resultan incompatibles con su naturaleza, como el hecho de que hayan nacido o que tengan “vestidos, voz y figura humana”. Pues no existe motivo suficiente que justifique atribuir a los dioses formas y actitudes humanas, salvo para hacerlos más comprensibles y asequibles al entendimiento. El ingenio de Jenófanes muestra que, siguiendo la lógica de Homero y Hesíodo respecto a la naturaleza de los dioses, si los animales tuvieran la capacidad de expresarse a través de la pintura mostrarían a sus dioses semejantes a ellos, como leones, caballos o bueyes. Y así también, cada pueblo afirmará que sus dioses son semejantes a los hombres que conforman su raza. Jenófanes critica también a Pitágoras por su doctrina de la transmigración de las almas, y sobre todo por postular la respiración cósmica. Con esta cualidad Pitágoras otorgaría a la divinidad un aspecto antropomórfico que Jenófanes rechazaba. Por la misma razón critica a Epiménides, pues Dios no debe ni nacer ni morir ni cambiar.

La concepción antropomórfica que critica Jenófanes no es sólo una postura primitiva de los grandes poetas griegos que buscaban una explicación a su experiencia del universo, sino que se reedita en tiempos modernos, por ejemplo con Ludwig Feuerbach, en el Siglo XIX, al considerar desde una perspectiva intramundana y materialista que Dios es una proyección psicológica del hombre, quien transfiere a la divinidad lo que él mismo anhela. El meollo del asunto, salvando las distancias culturales, está en lo mismo: considerar que realmente no existe un dios fuera de la mente humana que lo concibe a su imagen y semejanza, enfatizando o atenuando sus virtudes y defectos.

Monoteísmo

“(Existe) un solo dios, el mayor entre los dioses y los hombres, no semejante a los mortales ni en su cuerpo ni en su pensamiento”.

La posible presencia de monoteísmo en Jenófanes se sostiene a través de este fragmento y parece engarzarse adecuadamente con la globalidad de su pensamiento teológico, considerando que el concepto de Dios del que habla Jenófanes no puede ser el mismo que critica en la concepción tradicional de Homero y Hesíodo, ni el que ataca en los pitagóricos o en Epiménides. La literalidad del lenguaje utilizado por Jenófanes, el uso del plural al hacer referencia a “dioses” no necesariamente tiene que significar que existe en este filósofo un resabio del panteón homérico y hesiódico, sino que puede contener algún otro mensaje que no es explícito y que requiere la interpretación adecuada del conjunto de fragmentos que nos han llegado para poder verlo con claridad. Por ello es factible postular que la mención a los dioses griegos en Jenófanes no es necesariamente un signo de politeísmo, como podemos constatar en el uso de expresiones semejantes en otros pueblos antiguos como el hebreo.

El mismo fragmento citado contiene una frase cuya interpretación puede ser ambigua. Dice que este Dios es “el mayor entre los dioses y los hombres”. Si la tomamos literalmente, Jenófanes se mantendría en una visión politeísta. Sin embargo, no necesariamente se debe hacer una interpretación literal de esta parte del fragmento. El fundamento para sostener una postura no literalista está sobre todo en la contradicción que representaría el hecho de que Jenófanes afirme en la primera parte que es “un solo Dios”, para decir lo contrario en las palabras siguientes. El ser único no es un atributo que pueda ser compartido con otra divinidad ni con ser viviente alguno. Además, hay que tener en cuenta que la afirmación de un principio único como substrato de lo existente es común a otros pensadores, como Pitágoras o Parménides. Otro elemento que no puede apartase es el estilo poético que utiliza el autor para transmitir sus ideas. No estamos frente a un tratado de alta precisión lingüística ni filosófica, por lo que hay espacio para ciertas licencias en la expresión.

Sobre este punto Kirk y Raven, especialistas en la filosofía presocrática, sostienen que la expresión comparativa en la que se menciona a los dioses tiene un carácter polar, un recurso comúnmente utilizado para enfatizar una parte de la expresión. Un uso semejante del plural griego se puede encontrar en el fragmento de Heráclito: “Este orden (kosmos), el mismo para todos, no fue hecho por ninguno de los dioses ni de los hombres sino que siempre era, es y será un fuego siempre vivo que se enciende según medidas y se apaga según medidas”.

Es probable que haya aceptado una especie de henoteísmo, es decir, la primacía de un solo Dios sin negar la existencia de ciertas divinidades inferiores, o haber concebido que los hombres tienen modos distintos para denominar a la única divinidad posible. Sea como fuera, queda abierta la posibilidad de que se trate de una referencia polar que busca destacar la majestad de un Dios Uno.

Teniendo en cuenta el contexto histórico en el que está situado este pensador, se puede encontrar diversos movimientos o inquietudes dirigidos hacia la unicidad del elemento primordial. Anaximandro, Heráclito, Pitágoras, Parménides y Meliso pueden contarse entre quienes tienen, como Jenófanes, esta intuición fundamental. No todos profundizaron, como él, sus intuiciones comunes reflejan una preocupación difundida en la cultura que se encausa racionalmente en el pensador de Colofón.

La naturaleza de Dios

En contraste con el pensamiento común de la época, el Dios Uno de Jenófanes no tiene figura como la humana y su razón —novhma— no es como la de los hombres. Apoyándose en una referencia de Aristóteles en la Retórica, muchos sostienen que Jenófanes postuló la eternidad de Dios: “Jenófanes decía que de igual manera cometen impiedad los que dicen que los dioses han nacido, que los que dicen que los dioses mueren; porque de ambas maneras se deduce que en algún momento no existen los dioses”. El Dios Uno de Jenófanes, sin embargo, aunque no lo afirme expresamente, parece tener corporeidad. Esto se deduce de los fragmentos 23 al 26. La materialidad de lo divino es muy común entre los griegos hasta los primeros años del Siglo V a.c. Pero el cuerpo de este Dios Uno es diferente al de los hombres y no necesita moverse para producir algún efecto; es una causa inmóvil que mueve con la sola inclinación de su voluntad. Sin embargo, Jenófanes no parece haberse preocupado en el tema de la corporeidad de Dios.

Se trataba simplemente de cierta clase de cuerpo, dado que una concepción de un ser totalmente incorpóreo al parecer era prácticamente imposible en su época. Es un cuerpo cuya realidad, potencialidades y limitaciones son cualitativa y cuantitativamente diferentes a las de cualquier otro ser. Además, aparentemente Jenófanes concibe cierta clase de espíritu, y daría preeminencia a la espiritualidad del Dios Uno frente a su materialidad. Respecto a la forma del Uno, la esfericidad parece ser más un error de interpretación que una postura de Jenófanes. Este mal entendido sería consecuencia de la confusión del comentador Teofrasto al atribuir a Jenófanes doctrinas de Parménides. No se habría entendido adecuadamente una afirmación de Jenófanes que describe a Dios como completamente igual o semejante en todas sus partes, conceptualización que estaría referida a la acción de Dios, y que ha sido interpretada como la descripción de una forma espacial esférica. Los fragmentos no brindan información suficiente para esta dudosa interpretación. La esfericidad en Dios, tradicional en esa época, era expresión de ilimitación y, por lo tanto, es probable que, si Jenófanes hubiera dotado de esa forma a la divinidad, haya querido referirse a la cualidad de eterno e ilimitado y no a una forma física o espacial determinada. Con referencia al movimiento espacial de Dios, la reflexión de Simplicio resulta ser muy sugerente. Para este autor, la alusión de Jenófanes a la ausencia de movimiento no quiere significar el hecho de no desplazarse físicamente de un lado a otro, porque ello implicaría aceptar una dualidad entre Dios y el espacio en el cual se mueve. Ni tampoco afirma positivamente que la naturaleza de Dios sea la misma que la del espacio.

Más bien se trata de recalcar que Dios permanece, haciendo una abstracción del movimiento y de la quietud. El filósofo de Colofón considera el movimiento como contrario a la dignidad de Dios. Es muy probable que, como sugiere Jaeger, el motivo que lo lleva a esta consideración sea su actitud religiosa y reverente frente al misterio de lo divino. Jenófanes utiliza una categoría o concepto que será de mucha importancia para la filosofía posterior; se trata de lo apropiado. A Dios no le es apropiado moverse, es decir, no es parte de su naturaleza el hacerlo y, por lo tanto, no lo hace. El pensamiento del Dios Uno es omnipotente; Dios tiene la cualidad de mover todo sin moverse, “con el solo pensamiento (impulso) de su mente”. El pensamiento y los sentidos no son sólo facultades en Dios, sino su esencia misma, corresponden al Uno: “todo él ve, todo él piensa y todo él oye”. Las cualidades divinas que son destacadas por Jenófanes, especialmente su particular racionalidad y poder, hace que este Dios Uno se delinee de manera semejante a lo que posteriormente entenderemos como un ser personal, abriendo así al hombre la posibilidad de plantear una relación diferente a la que habitualmente mantenía con la pluralidad de dioses de la cosmogonía de Homero y Hesíodo. Si a esto se agrega la novedosa concepción que tiene este filósofo acerca de la virtud humana.

Resulta que “el Dios de Jenófanes está indiscutiblemente imaginado como un ser consciente, personal”, distinguiéndose así de lo Divino de Anaximandro. El Uno de Jenófanes no ha sido engendrado y es ilimitado; con el poder de su mente mueve las cosas sin moverse él mismo.

Cosmología

Aristóteles dice en su Metafísica que

Jenófanes, (…) con sus ojos puestos en todo el cielo, dijo que lo uno es dios.

En la medida en que holon ouranos puede ser traducido como “el universo", Jenófanes es continuador del pensamiento de la fisiología jónica. Pero si para Tales el observar determina que la naturaleza subyacente a la pluralidad de lo que aparece es el agua, y para Anaxímenes el aire explica el comportamiento antitético de lo que se manifiesta, para Jenófanes no hay un elemento visible que pueda ser pensado como “naturaleza primordial” o arkhé que gobierne sobre el todo. Aecio y Sexto Empírico nos transmiten un fragmento en el cual Jenófanes dice que la tierra es principio y fin de todas las cosas. Pero Aristóteles había dicho que ningún pensador había atribuido a la tierra el carácter de elemento primordial. Así prevenidos, los críticos niegan la atribución de la tierra como physis en Jenófanes.

Porfirio, citado por Filópono, nos dice que Jenófanes consideró como principios lo seco y lo húmedo. Estos también son presentados como tierra y agua, y el agua, a su vez, tiene como fuente el mar, que resulta ser el origen de un conjunto amplio de fenómenos celestes y geográficos: el viento, las nubes, la lluvia, y la corriente de los ríos. A su vez, las nubes son el origen de los astros, incluido el sol, que es una nube en ignición, e incluso del arco iris, y los fuegos de San Telmo. Respecto del sol, para Jenófanes es a la vez un fenómeno originado por la reunión de partículas ígneas procedentes de las nubes, y causante de la generación de las nubes a partir de la evaporación del mar. El sol no es uno, cada día vemos un nuevo sol. Su movimiento es, por lo demás, rectilíneo y no circular. Lo seco y lo húmedo, o la tierra y el mar, como opuestos, están relacionados.

Jenófanes llama a esta relación “mezcla”. El mar disuelve la tierra hasta convertirla en barro (al final del ciclo todos los hombres mueren), y luego acontece un proceso inverso de solidificación. Jenófanes dedujo este tránsito a partir del hallazgo de fósiles de peces y algas en el área de Siracusa, Paros y Malta, los cuales dejaron su huella cuando el mar cubría la tierra. La solidificación del agua le fue sugerida a partir del goteo en cavernas donde había estalactitas, formadas, supuestamente, por agua. El tránsito descrito funda una teoría cíclica, en la que se sucederían múltiples ordenaciones del mundo. A pesar de que este cuadro cosmológico puede ser trazado con suficiente nitidez, los estudiosos no están de acuerdo en atribuirle el mismo origen. Kirk, Raven y Schofield, en contra de Jaeger, dicen que esta concepción física es enteramente razonable, y que por ello a Jenófanes no puede calificársele exclusivamente como teólogo. Pero Eggers Lan piensa que algunas estas cuestiones cosmológicas no son atribuibles más que a los doxógrafos. Esta dividía el cosmos en tres partes, la Tierra en el centro, estaba a igual distancia del Cielo y del Tártaro.

Jenófanes concibe, en cambio, la profundidad de la Tierra como indefinida y no ya limitada por el Tártaro, y el aire como extendiéndose hacia arriba de manera indefinida, sin que limite ya con la bóveda celeste. La diferencia entre esta concepción y las cosmologías milesias reside en que Jenófanes, al explicar el todo de lo que se muestra, no reduce lo múltiple a una sola naturaleza visible como el agua de Tales. Incluso el tránsito entre los opuestos seco-húmedo no es explicado a partir del comportamiento de una naturaleza primordial como el aire de Anaximandro. Este aire, siendo invisible, se manifestaba en el comportamiento antitético de lo que es visible. En cambio, el principio jenofánico, permanece fuera del alcance del pensamiento del que los hombres se valen para conocerse a si mismos, incluso no se manifiesta sino a partir de la conmoción del todo. Pero este principio, concebido como Dios, es asunto de la Teología.

Enlaces externos

·         A.A.V.V. Colofón 27. Editorial Avon.

·         Dore, Gustavo. La Biblia. Nuevo Testamento.

·         Lewis,C.S. La Última Batalla. Editorial Planeta, España. 20'06.

https://www.ecured.cu/Jen%C3%B3fanes_de_Colof%C3%B3n

 

ZENÓN DE ELEA

Zenón de Elea. Matemático y filósofo de la Escuela Eleática , conocido por sus paradojas filosóficas. Nacido en Elea (actual Italia) perteneciente a la escuela eleática. Fue discípulo directo de Parménides de Elea y se le recuerda por el amplio arsenal conceptual con que defendió las tesis de su maestro. No estableció ni conformó ninguna doctrina positiva de su propia mano, en tanto que todo lo que defiende lo toma de Parménides, sino que se limitó a atacar todo planteamiento que no parta de las tesis eleáticas.



Zenón de Elea sostenía que el universo entero es una única unidad. Es decir, Zenón trató de probar que el ser tiene que ser algo homogéneo, único y en consecuencia, no puede existir el espacio formado por elementos discontinuos. Inventó la demostración llamada ad/absurdum (del Absurdo), que tomaba por hipótesis las afirmaciones del adversario y que por medio de hábiles deducciones conduce al adversario a aceptar la tesis contradictoria.

Zenón escribió el libro en prosa Sobre la naturaleza, orientado a defender la tesis de Parménides. De él se conservan, como auténticos, cinco fragmentos, gracias al comentario de Simplicio a la Física de Aristóteles. El escrito se dividía en varias partes, a las que Platón denomina logoi o argumentos. Cada una de las partes contenía un cierto número de hipótesis o premisas de los adversarios, que reducía al absurdo para demostrar la tesis propia. Murió al querer liberar a su patria del tirano Nearco, que ejercía un poder absoluto y opresor. Zenón de Elea no elaboró una doctrina propia, sino que se limitó a defender la de su maestro Parménides con razonamientos que, según dijo Aristóteles en su Física, "producen dolor de cabeza a quienes intentan resolverlos". De hecho, Zenón fue el inventor indiscutible del razonamiento paradójico. No demostraba directamente la tesis del maestro pero, de forma más sutil, confutaba las confutaciones; es decir, demostraba que la opinión de sus detractores desembocaba en conclusiones todavía menos aceptables que las suyas. De acuerdo con el principio sentado por su maestro Parménides de que sólo existe el ser, y que éste es uno e inmóvil, Zenón dedicó sus esfuerzos a demostrar la inconsistencia de las nociones de movimiento y pluralidad. Hoy conocemos sus argumentos a través de Platón y sobre todo, de Aristóteles. Los más célebres de ellos son sus paradojas a propósito del movimiento; así, la paradoja de Aquiles y la tortuga considera que el primero nunca podrá alcanzar a la segunda en una carrera, pues entre ambos siempre media un espacio, y como el espacio es infinitamente divisible, Aquiles no podría alcanzar el punto final en un tiempo finito. De modo parecido, la paradoja de la flecha trata de demostrar que un objeto en movimiento se halla realmente en reposo, y la paradoja del estadio, que entre dos objetos que se desplazan a la misma velocidad, uno recorrerá el doble de distancia que el otro. La intención de Zenón fue desacreditar las sensaciones, lo que pretendió hacer a través de una brillante serie de argumentos o paradojas, sobre el espacio y el tiempo que han perdurado hasta hoy como mosaicos intelectuales complejos. Una paradoja clásica afirma que un corredor no puede llegar a la meta porque, para lograrlo, debe recorrer una distancia; pero no puede recorrer esa distancia sin primero recorrer la mitad de ella, y así ad infinitum.

Porque existe un número infinito de bisecciones en una distancia espacial, uno no puede recorrer una distancia en tiempo finito, a menos que acorte la distancia o aumente la velocidad. Este argumento, como muchos otros de Zenón, se proponía demostrar la imposibilidad lógica del movimiento. Dado que los sentidos nos llevan a creer en la existencia del movimiento, los sentidos son ilusorios y por lo tanto no existe ningún obstáculo para aceptar las inverosímiles teorías de Parménides de otra forma.


Zenón es reconocido no sólo por sus paradojas, sino por establecer los debates filosóficos que favorecen la discusión razonada. Por todo ello, Aristóteles le consideró el creador del razonamiento dialéctico.

PENSAMIENTO

Algo más, conocemos de su pensamiento, del que tenemos referencias por Platón y Aristóteles, especialmente en lo que respecta a su actividad dialéctica, orientada hacia el combate del pluralismo (en general, según unos; del pitagórico, según otros estudiosos, dada la oposición que la escuela de Elea había manifestado hacia los pitagóricos). Tal actividad se caracteriza por haber elaborado numerosos argumentos (aporías o paradojas) contra la pluralidad y el movimiento, en consonancia con la defensa de las teorías eleáticas de la unidad e inmovilidad del ser, de los que conservamos algunos, basados en la reducción al absurdo; se parte de las tesis que se quiere criticar y se conduce la argumentación a una, o una serie de contradicciones que ponen de manifiesto, en consecuencia, la invalidez de las tesis.

PRINCIPALES ARGUMENTOS….

1.- Contra la pluralidad como estructura de lo real.
2.- Contra la validez del espacio.
3.- Contra la realidad del movimiento.
4.- Contra la realidad del transcurrir el tiempo.

1. Los únicos que subsisten son los citados por Simplicio, que recogen, al parecer textualmente, los argumentos de Zenón. El primero de ellos se formula así: "Si existe una pluralidad, las cosas serán también grandes y pequeñas; tan grandes como para poder ser infinitas en tamaño y tan pequeñas como para no tener tamaño alguno Si el ser no tuviera tamaño, ni siquiera sería. Pues si se le añade a cualquier otro ser, no lo hace más grande, ya que, al no tener tamaño alguno, no puede, con su adición, aumentar su tamaño. Y así lo añadido no puede ser nada. De la misma manera, es evidente que ni lo añadido ni lo quitado son nada si, en la sustracción, el ser al que se le detrae no adviene en nada más pequeño y, si al añadírselo, no aumenta. Pero si es, es necesario que cada cosa tengo un cierto tamaño y espesor y que una parte diste de la otra. Y el mismo razonamiento vale respecto a lo excedente. También esto tendrá un cierto tamaño y una parte de ello excederá. Y es lo mismo decir esto una vez que irlo afirmándolo indefinidamente; pues ninguna parte suya semejante será la última ni una parte dejará de tener relación con la otra. De manera que, si existe una pluralidad, es necesario que las cosas sean pequeñas y grandes; tan pequeñas que no puedan tener tamaño y tan grandes que sean infinitas." 2. En el segundo, argumenta Zenón del siguiente modo: "Si existe una pluralidad, es necesario que las cosas sean tantas (en número) cuantas son y no más ni menos. Y si son tantas cuantas son, deben ser ilimitadas. Si existe una pluralidad, las cosas existentes son infinitas; pues siempre hay otra cosa entre ellas, y otras, a su vez, entre estas otras. Y así, los seres existentes son infinitos."

Presentamos a continuación los argumentos de Zenón contra el movimiento, tal como los recoge Aristóteles en la "Física" (libro VI, 9): los dos primeros se basan en el supuesto de que el espacio y el tiempo son infinitamente divisibles; los dos últimos se basan en el supuesto de que el espacio y el tiempo se componen de mínimos indivisibles.


1. "Hay cuatro razonamientos de Zenón sobre el movimiento, llenos de dificultades para quien quiera resolverlos. La imposibilidad del movimiento se deduce de que el móvil que se desplaza debe llegar primero a la mitad del trayecto antes de llegar a su término; ya nos hemos referido anteriormente a él.


2. Llamado de Aquiles, y es este: en una carrera, el más lento nunca será alcanzado por el más rápido; ya que el que persigue al otro siempre debe comenzar por alcanzar el punto del que ha partido el primero, de modo que el más lento siempre tendrá alguna ventaja. Es el mismo razonamiento que el de la dicotomía: La única diferencia es que si bien la magnitud sucesivamente añadida sigue siendo dividida, ya no lo es por dos. Como conclusión del razonamiento se deduce que el más lento no será alcanzado por el más rápido, por la misma razón que en la dicotomía: en ambos casos, en efecto, se concluye que no se puede llegar al límite, tanto si la magnitud se divide de una manera como de la otra; pero aquí se añade que, incluso este héroe de la velocidad, persiguiendo al más lento, no podrá alcanzarle. En consecuencia, la solución será también la misma. En cuanto a pensar que el que va delante no será alcanzado, es falso; ya que no obstante, es alcanzado, si se considera que la distancia recorrida es una línea finita. Tales son los dos razonamientos.
3. Pretende que la flecha lanzada permanece en reposo. Es la consecuencia de la suposición de que el tiempo está compuesto de instantes; si se rechaza tal hipótesis ya no hay silogismo.
4. Se refiere a filas (masas) iguales moviéndose en sentido contrario en el estadio a lo largo de otras filas (masas) iguales, unas a partir del fondo del estadio, las otras desde el medio, con la misma velocidad; la pretendida consecuencia es que la mitad del tiempo es igual al doble del mismo. El paralogismo consiste en que se piense que un cuerpo, con igual velocidad, se mueve en el mismo tiempo, tanto a lo largo de un cuerpo en movimiento como lo largo del que está en reposo. Ahora bien, esto es falso. Sean A,A... las filas iguales que permanecen inmóviles; B, B ... las que parten del medio de las A,A... y les son iguales en número y magnitud; C, C ... las que parten del fondo, iguales a estas en número y magnitud y con la misma velocidad que las B, B .... Consecuencias: el primer B se encuentra en el extremo al mismo tiempo que el primer C, ya que se mueven paralelamente. Por otra parte, los C han recorrido todo el intervalo a lo largo de todos los B, y los B, la mitad del intervalo a lo largo de los A; en consecuencia, el tiempo es la mitad: en efecto, para grupos cogidos de dos en dos el tiempo de paso ante cada uno de los A es el mismo. Pero, al mismo tiempo, los B han pasado por delante de todos los C; ya que el primer B y el primer C están, al mismo tiempo, en extremos opuestos, siendo el tiempo para cada uno de los B, dice, el mismo que para los C porque ambos desfilan en el mismo tiempo a lo largo de los A. Tal es el razonamiento; pero cae en la falsedad que hemos dicho anteriormente." (Aristóteles, "Física", libro VI, 9).

ANALISIS DE LOS ARGUMENTOS

1. El primer argumento, conocido como el argumento del estadio o de la dicotomía supone que, si el espacio es infinitamente divisible, para llegar al final de una línea (para recorrer un estadio) habremos de llegar primero a su mitad; pero para llegar a la mitad hemos de llegar a la mitad de la mitad, y así sucesivamente, de modo que resulta imposible, llevada la división al infinito, alcanzar el final de la línea (o del estadio). El segundo argumento,el de Aquiles y la tortuga, hace lo mismo, pero implicando a dos objetos móviles, en lugar de uno, y recurrriendo a una división "proporcional" del espacio. (Cuando Aquiles haya alcanzado el punto que acaba de abandonar la tortuga, ésta habrá avanzado una nueva distancia, y así hasta el infinito). 2. 1 Los argumentos tercero (la flecha y el blanco) y cuarto (filas en movimiento) parten de la consideración del espacio y el tiempo como compuestos por unidades indivisibles (la tesis contraria a la utilizada anteriormente). En el tercero recurre Zenón a un sólo objeto en movimiento (la flecha); en este argumento se supone que:

"un objeto está en reposo cuando ocupa un espacio igual a sus propias dimensiones. Es así que una flecha en vuelo ocupa, en un momento dado, un espacio igual a sus propias dimensiones; luego una flecha en vuelo está en reposo" (Kirk y Raven, Los filósofos presocráticos, Gredos, Madrid, 1970). En el cuarto, una multiplicidad de "indivisibles" ordenados en tres filas, de las que dos se desplazan en la misma dirección, pero en sentido contrario, y a la misma velocidad. Pero también en estos casos los argumentos conducen al absurdo, por lo que bajo ninguna consideración es posible el movimiento.

2. 2 Representación gráfica plausible del cuarto argumento de Zenón:

La fila A permanece estática. Mientras la fila B avanza hacia la derecha, la fila C avanza hacia la izquierda, ambas a la misma velocidad. Cuando la primera B se sitúa bajo la primera A (por la izquierda) la primera C hace lo mismo. Al situarse la primera B bajo la segunda A, la primera C se sitúa bajo la tercera B, y no bajo la segunda, es decir, según Zenón, avanza pues dos unidades, en lugar de una, de lo que hay que deducir que avanza a una velocidad doble que la fila B, lo que va contra lo que habíamos supuesto (que avanzaban a la misma velocidad). Si afirmamos, pues, que el espacio y el tiempo se componen de mínimos indivisibles caeríamos en el absurdo, ya que en la misma unidad de tiempo, y a la misma velocidad, B recorrería un espacio indivisible y C el doble, o lo que es equivalente: B necesita el doble de unidades de tiempo para recorrer las mismas unidades de espacio que C.

Es necesario dejar constancia que los sofismas de Zenón constituyen la huella más vieja que se conserva del pensamiento infinitesimal desarrollado muchos siglos después. El cálculo diferencial nace con Leibniz el año 1666. Por lo tanto, podría decirse y considerarse a este eleata como un procursor del Cálculo Infinitesimal, pero en ningún caso se puede decir que el dominaba este pensamiento.

Información consultada de las páginas Web.

·         www.biografiasyvidas.com

·         www.cunday.info/2009/02/zenon-de-elea.html

https://www.ecured.cu/Zen%C3%B3n_de_Elea









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