El territorio indígena bajo el régimen virreinal
“... los indios naturales [de Panuco]... despueblan sus pueblos y casas
y se [van] a los montes y [...] ninguno [tiene] participación con su mujer, por
no hacer generación que a sus ojos hagan esclavos y se los lleven fuera de su
naturaleza...”
(Fray Juan de Zumárraga, 1529)
Antes de abordar el tema de las tierras y
de las comunidades indígenas en la Huasteca durante el período virreinal, es
necesario aportar algunas acotaciones previas sobre los eventos que precedieron
a la instauración del régimen español propiamente dicho, los cuales
desestabilizaron el orden social preexistente, la situación demográfica, las
actividades económicas, así como las relaciones de fuerzas en la región.1 Ahora bien, como la región estaba
compuesta de una población multiétnica, los huastecos o teenek, en cuanto tales, aparecen infrecuentemente en
los escasos documentos que mencionan a indios. Por ello, este capítulo se refiere ante todo a los cambios que
afectaron la organización comunal y territorial indígena en general debido a
las políticas virreinales que influyeron por lo tanto en el devenir de las
poblaciones huastecas. En resumidas cuentas, y para los fines de esta exposición, se podría
entender la colonización española en la Huasteca como la transformación de los
huaxtecas prehispánicos en “indios”, imagen que es producto de la sociedad
virreinal.
LAS ETAPAS DE LAS TRANSFORMACIONES
LA
CONQUISTA
2El primer contacto directo entre huaxtecas y españoles tuvo lugar en 1519
cuando los hombres de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, efectuaron una
misión de reconocimiento a lo largo del Pánuco.2 Pero los indios no hicieron muestra
de gran hospitalidad y después de vencer a los españoles en Chila se los
comieron, los desollaron y exhibieron sus pieles en sus templos.3 Un año después, los españoles
establecieron su primera colonia en la Huasteca. Los indígenas no aceptaron
fácilmente esta intrusión y destruyeron la implantación, masacrando a sus
habitantes; los españoles sobrevivientes tuvieron que darse a la retirada. En
1521, Garay recibió una cédula real que lo autorizaba a poblar la región,4 pero sus múltiples expediciones
terminaron igualmente en fracasos ante la resistencia indígena.5 En octubre de 1522, Hernán Cortés
vino al rescate de Garay y sus tropas, pero para aquel conquistador avezado se
trataba ante todo de no ceder a otro la gloria y el lucro de una nueva
conquista.6 Con 120 soldados españoles y
40 000 aliados indígenas de México-Tenochtitlán, que había conquistado el
año anterior, Cortés tuvo que enfrentarse a una población particularmente cruel
y belicosa, cuyos guerreros le dieron una verdadera batalla campal.7 Hacia el fin del mismo año y tras 25
días de combates sangrientos, Cortés logró doblegar la resistencia huaxteca.8 Los españoles recorrieron entonces
los templos de los vencidos, en los que descubrieron los cueros cabelludos de
sus compañeros caídos. A comienzos de 1523, Cortés fundó la Villa de
Santisteban del Puerto, alias Pánuco, donde estableció a 120 españoles a fin de
administrar a la población recientemente sometida.9 Antes de partir hacia nuevas
conquistas y a pesar de no tener la autorización, Cortés distribuyó las
localidades indígenas de la Huasteca en encomiendas entre los españoles de
Santisteban del Puerto.10 Se trata, a inicios de la era
virreinal, de concesiones, en principio temporarias, otorgadas por la Corona a
españoles (encomenderos), por las que podían recaudar un tributo sobre un grupo
determinado de indígenas a su servicio, sobre la base, por lo general, de una
organización social preexistente. A cambio de la
obligación de esos indígenas de trabajar para el encomendero y de pagarle
tributo, éste tenía a su cargo su evangelización y la protección de su territorio. Sin embargo, los huaxtecas no estaban
dispuestos aún a aceptar ese yugo y, aprovechando luchas internas entre los
hombres de Cortés y los de Garay,11 se alzaron en varias oportunidades,
en particular en 1523 y entre 1525 y 1526.12 La Villa de Santisteban fue sitiada
por los huaxtecas hasta que Gonzalo de Sandoval, capitán de Cortés, llegó al
rescate de sus residentes.13 Las sucesivas represalias españolas
fueron particularmente crueles. La rebelión recibió
su golpe de gracia con la captura de 400 jefes huastecos y su ejecución en Chachapala,
donde los metieron en un recinto, los encadenaron y los quemaron vivos ante sus
hijos y herederos. Después, Sandoval nombró a éstos como cabezas de la población vencida.14 A continuación, los diversos flagelos
que se abatieron sobre este pueblo (esclavitud, deportaciones, epidemias...)
sin duda impidieron a esa nobleza indígena sometida y disminuida llevar a cabo
cualquier intento de sedición.
LA TRATA
DE ESCLAVOS
3Según las estimaciones establecidas a partir de la lista de tributarios del
emperador azteca Moctezuma II (cuyo reino duró entre 1502 y 1520) y otras,
basadas en una lista posterior de 1533, y tomando en cuenta la caída
demográfica del 90 % inmediatamente después de la conquista, la población
de la Huasteca se elevaba a un millón de habitantes al final del período
prehispánico.15 A la región se la describía por lo
demás como la más poblada bajo el sol.16 La población indígena de la Huasteca
declinó notablemente durante la primera década del Virreinato, luego de los
combates y las epidemias causadas por las enfermedades europeas transmitidas
por los conquistadores, pero, ante todo, tras la deportación masiva de esclavos
indígenas a las Antillas. En efecto, vista la
ausencia de yacimientos mineros en la Huasteca, la única fuente de enriquecimiento
rápido y fácil para los españoles era la explotación directa de la población
indígena, es decir los beneficios derivados de su venta como esclavos. Por lo
demás, la economía minera del Caribe se veía fuertemente afectada en esos años
por la extinción de los indios arawak,
duramente explotados, lo que suscitó una gran demanda de mano de obra. La
cercanía de la Huasteca al puerto de Pánuco facilitaba ese comercio de
exportación humana. La trata de esclavos indígenas se hizo a cambio de ganado
importado del Caribe para satisfacer la demanda de mano de obra por un lado, y
para iniciar la actividad ganadera en la Huasteca, por el otro.
4El tráfico de esclavos había empezado al tiempo mismo de la conquista y aun
antes, por señores huaxtecas que lo practicaban como una forma de intercambio
con otros jefes, huaxtecas y extranjeros.17 Sin embargo, el tráfico fue
organizado legalmente y a gran escala por Nuño Beltrán de Guzmán, primer
gobernador de la Huasteca (decretada “provincia de Pánuco” desde 1525). Este
siniestro personaje justificó la esclavitud como una manera de salvar a los
indios de la antropofagia a la que los exponían sus propios señores o los
chichimecas, a quienes ésos los vendían.18 Además, agregaba en su apología, para
convertirlos en buenos cristianos el exilio les sería provechoso, al alejarlos
de su medio pagano y nefasto. Se trataba también de
poner a trabajar a los indios desocupados que no habían sido deportados,
utilizados desde entonces en la naciente actividad ganadera. Además, el tráfico podía fácilmente ser
defendido, pues las minas caribeñas producían ingentes ingresos para la Corona.19 Al entrar en funciones en 1527, Nuño
de Guzmán decretó medidas según las cuales se prohibía enviar esclavos a México
pues las diferencias climáticas entre las tierras cálidas de la Huasteca y el
frío del Altiplano eran perjudiciales para los indios. Por lo demás, la venta de esclavos sólo podía llevarse a cabo
contra ganado, y no a cambio de otras mercancías. Además, a diferencia del precio corriente
de 80 a 100 indios por un caballo, una vaca o una oveja,20 el precio del ganado “bajó” y se fijó
en 15 esclavos por animal, con el fin de preservar ese precioso recurso
humano. Esas medidas, lejos de reflejar una
preocupación humanitaria, aun según los valores de la época, aseguraban más
bien un mejor control del negocio, privaban de ganado y de mano de obra barata
a los rivales del gobernador y aseguraban ganancias rápidas y fáciles a los que
estaban cercanos al poder y al tráfico marítimo entre la Huasteca y las
Antillas. A raíz de las luchas intestinas con las autoridades de México y en
especial con Cortés, Nuño de Guzmán había prohibido la exportación de ganado y
de plantas fuera de su provincia, dado que caballos y puercos eran
absolutamente indispensables para sus adversarios en sus expediciones de
conquista y pacificación.21
5La trata de esclavos, practicada sin vergüenza por Nuño de Guzmán, ocasionó
a pesar de todo algunas críticas, en particular aquélla, especialmente
vehemente, de Juan de Zumárraga, primer arzobispo de México. En 1529, denunció
la deportación de 10 000 indios de la Huasteca de los 25 000
pacificados, es decir, catequizados y bautizados.22 Según el religioso, la perspectiva
del exilio y la esclavitud provocó entre los indios el abandono de sus pueblos,
la huida hacia otros parajes, y una baja notable de la natalidad.23 Esa situación condujo al
despoblamiento de la región, al punto que su gobernador, que había acumulado
desde 1529 la función de presidente de la Real Audiencia, el tribunal superior
de la Nueva España, tuvo que partir en busca de esclavos en otras regiones para
continuar su negocio.24 La falta de mano de obra indígena en
la Huasteca, y por lo tanto de tributarios, fue tal que sirvió posteriormente
de justificación para reclamar al rey nuevas concesiones de encomiendas, es
decir, nuevas atribuciones de indios que trabajarían sin paga para reemplazar a
los que habían desaparecido a consecuencia de los diversos males mencionados.25 No obstante, si los detractores de
Nuño de Guzmán lo acusaban de los peores abusos contra las poblaciones
indígenas, los dignatarios huastecos,26 interrogados durante una
investigación a ese respecto, no presentaron ninguna queja por abusos contra
ese personaje.27 Sin embargo, en la medida en que esos
indios fueran realmente consultados, es muy probable que hayan optado por una
actitud de prudencia ante las posibles represalias de sus encomenderos. Pero,
independientemente de los conflictos internos en el seno de la elite española
de la Nueva España que influyeron sin duda en esas deposiciones, las escrituras
administrativas virreinales no dejan lugar a duda sobre la cuestión. En Pánuco,
los registros de movimientos marítimos, de envío de esclavos y recepción de
ganado atestiguan el tráfico humano, por lo menos entre 1527 y 1529: 5 000
indios deportados oficialmente, a los que hay que agregar los que se enviaron
“ilegalmente” a las Antillas o a México.28 No poseemos más detalles sobre el
funcionamiento de ese tráfico, sobre el papel de los encomenderos o la
existencia de comerciantes especializados, pero conocemos sus resultados. En
1533, Zumárraga estimaba en 15 000 los esclavos enviados de la Huasteca
desde la conquista.29 Antes de mandarlos a las islas, los
esclavos provistos como tributo por los indios30 eran marcados al hierro con la letra
R de “rescate”, en tanto que a los otros, capturados en combates y razzias, se
los marcaba con la letra G, de “guerra”.
LA
DESERTIFICACIÓN DE LA HUASTECA
6Los indios de la Huasteca fueron explotados también como portadores o tamemes para
transportar mercancías hacia el Altiplano central.31 Esos trabajos forzados fuera de la región, agregados a la deportación
masiva como esclavos de hombres huastecos, además de los efectos de las
epidemias que golpearon a la población indígena, contribuyeron a una baja
notable del número de indios tributarios en la provincia de Pánuco.32 Su número bajó de 11 700 en 1532 a 5 140 en 1570,1 220
en 1610,600 en 1643 y hasta 338 en 1688.33 En otras palabras, en el espacio de un siglo y medio, no quedaba sino
un 3 % del número de tributarios a principios del período virreinal. La
disminución de la sociedad indígena en la provincia de Pánuco fue tal que el
virrey Antonio de Mendoza prohibió, ya en 1536, el servicio de tamemes,
ocupación que ocasionaba un gran número de víctimas adicionales.34 En 1543, un documento enviado de México pide que el encargado de la
Huasteca explique las razones por las que los indios estaban abandonando sus
localidades.35 Hacia 1580, el arzobispo de México expresaba, en una carta que
escribió al rey, su consternación por el despoblamiento de la Huasteca.36 En efecto, si la población de la provincia de Pánuco era aún, en
1533, de 20 371 indios,37 a inicios del siglo xvii quedaban
sólo 2 051, es decir, un poco más de una décima parte.38 El crecimiento demográfico sólo retomó en el siglo xviii: en 1743 había oficialmente
1 423 tributarios, en tanto que en 1802 eran 3 566 en toda la
Huasteca, es decir, un aumento del 250 % en medio siglo39 7Se entiende que ese crecimiento era sólo relativo y-anticipando
sobre el estancamiento económico del que padece la región hasta nuestros días-
no es arriesgado afirmar que el impacto de este despoblamiento, concomitante
con los excesos de inicios del período virreinal, ha marcado desde entonces el
devenir de la Huasteca y de sus habitantes.
8En efecto, durante el
primer siglo de la colonización, la Huasteca no se despobló sólo de sus
habitantes nativos sino también de los españoles que se habían instalado en
ella a inicios de la conquista. Independientemente de los aliados de Cortés, que habían
abandonado el lugar al llegar Nuño de Guzmán, enemigo declarado del famoso
conquistador,40 otros colonos fueron abandonando
progresivamente la región debido a la ausencia de atractivos económicos. A
comienzos del siglo xvii, al
lado de la población indígena, había en toda la provincia de Pánuco cerca de
450 habitantes, incluyendo españoles, negros, mulatos, zambos y mestizos.41 La Huasteca, desprovista de minas, no
presentaba intereses lucrativos particulares; la disminución de la población
indígena y la falta de una red de caminos, que inhibían el desarrollo de
actividades económicas importantes, la alejaron de las rutas comerciales de la
Nueva España. Además, Pánuco, asentamiento español, se veía constantemente
amenazado por ataques chichimecas, si no de piratas, pero también... por los
mosquitos, que volvían la vida de sus habitantes particularmente azarosa.42 El clima de guerra contribuyó a la
disminución del tráfico fluvial que aprovisionaba a la villa de Pánuco, lo que
encarecía excesivamente los productos que venían de México, así como los que se
podían exportar de la región. La actividad que ese puerto hubiera podido
generar canalizando productos comercializables por vías marítimas y
estableciendo un tráfico intenso entre esa región y el centro del país se
desarrolló más bien hacia el sur por Veracruz. Sólo a finales del siglo xviii el
comercio empezó a florecer lentamente en la Huasteca gracias al puerto de
Tampico.43
PRIMERA
REORGANIZACIÓN DE LA SOCIEDAD INDÍGENA: LA ENCOMIENDA
9Después de la
destitución de Nuño de Guzmán de su cargo de gobernador de Pánuco en 1533, la
Huasteca fue anexada a la Nueva España y gobernada por un cabildo establecido
en Santisteban del Puerto (Pánuco). En 1535, la provincia fue promovida al
rango de Alcaldía Mayor de Pánuco y Tampico, gobernada por un alcalde mayor,
encargado de controlar la administración de las encomiendas así como las
poblaciones indígenas no sometidas a ese régimen, directamente dependientes de
la Corona. Esta reestructuración concentraba los diferentes poderes en un solo
lugar alrededor de una sola autoridad. En efecto, la creación del corregimiento,
decretada ya en 1529, tenía como objetivo limitar los poderes de los
encomenderos sobre los indios de las encomiendas privadas. Pasada la primera etapa de la conquista, la Corona intentaba
tomar de esos españoles el control de los nuevos territorios y organizar su
administración virreinal, ante todo en lo que concernía al cobro del
tributo. El corregimiento permitía a la Corona un mayor control de las exacciones
cometidas por los encomenderos en algunos lugares.44 Esos años marcaron entonces el inicio
de la primera reorganización de la sociedad indígena y del período virreinal
propiamente dicho, tras el caos inicial de la conquista. La población indígena
de la Huasteca, repartida en encomiendas en diversas ocasiones (1525, 1527,
1534) a merced de los encargados del momento,45 se convirtió en un objeto de interés
para los administradores del Virreinato. Algunos
funcionarios se trasladaron a la región para recoger información económica y
demográfica sobre las poblaciones recientemente conquistadas. Entre 1532 y 1533, Gómez Nieto efectuó una
visita en la provincia de Pánuco y contó 44 encomiendas.46 Según su informe, los indios,
inclusive sus jefes, se habían convertido virtualmente en esclavos de los
españoles que, en ausencia de reglamentos sobre tributos, hacían lo que
querían. Cada localidad tenía un área que los
indios estaban obligados a cultivar para mantener económicamente a su
encomendero. Debían asimismo proveerle servicios personales, construir sus
casas, alimentar sus animales, todo sin remuneración alguna.
10Por lo demás, los caciques indígenas se quejaron ante ese funcionario por
los conflictos de tierras entre diferentes localidades, las transferencias de
tributarios y la sujeción de ciertas localidades indígenas a una cabecera
distinta de aquélla de la cual dependían originalmente. Aunque las fuentes no
dan indicaciones más amplias sobre ello, se puede inferir, en base a los datos
conocidos sobre otras regiones de México, que por lo menos una parte de los
caciques huastecos provenían de la nobleza indígena prehispánica.47 Así, los problemas que mencionaron
ante Gómez Nieto, debidos a la caída demográfica y la reorganización espacial
que provocó el repartimiento de indios en encomiendas, indicarían que los
caciques o los señores naturales continuaban colectando un tributo sobre sus
sujetos, o a recibir de ellos un servicio personal, independientemente del
tributo que éstos debían pagar a los españoles. En efecto, si esos jefes habían
conservado cierto poder en sus sociedades, la repartición de indios en
encomiendas que no correspondían exactamente a la organización de las
localidades prehispánicas presentaría para ellos un auténtico problema. La transferencia de tributarios, el número decreciente de
indígenas y la reorganización administrativa de las localidades, eran todos
factores que reducían sus privilegios, lo que explicaría sus quejas ante el
funcionario español. Además, la disminución de la población y el abandono de los pueblos, así
como de las cabeceras regionales, en las que no había ya sujetos tributarios,
significaban para los caciques presiones mayores ante las exigencias de pago de
un tributo impuesto a las localidades y no a los individuos, que recaía sobre
una población cada vez más restringida.48 El peso de las obligaciones
tributarias era tal que los indios ya no podían pagar a sus propios caciques;
situación que hizo perder a éstos sus privilegios y que contribuyó al
desmantelamiento progresivo de las estructuras sociales indígenas originales.
11A partir de 1542 los encomenderos perdieron su poder directo sobre los
indios que les estaban atribuidos, pues ya no podían exigir de éstos el pago de
un tributo. Su monto sería decidido por el poder virreinal y pagado a través de
las cajas de comunidad, administradas por las autoridades indígenas.49 De esa manera, a mediados del
siglo xvi, otros dos
funcionarios de la Corona redactaron informes sobre la situación de la
provincia de Pánuco. En 1550, Gaspar Xuárez de Ávila, y en 1553 Diego Ramírez,
encargados de regular el pago de tributo de acuerdo a las posibilidades de pago
de los indios de la Huasteca, daban cuenta del estado desastroso de la
población de esa región.50 Según esos testimonios, la Huasteca
se había despoblado a consecuencia de la trata de esclavos, pero también porque
los indios huían de tributos excesivos, abusos y trato brutal a manos de los
encomenderos, con la complicidad de los corregidores. Ya en 1532 Gómez Nieto
mencionaba que la población de pueblos huastecos en su integridad había
abandonado sus localidades para establecerse más al norte, entre los pueblos
nómadas no pacificados, a fin de evitar el contacto con los españoles.51 Esos movimientos migratorios se
adivinan en el mapa de la Huasteca dibujado por Abraham Ortelius a fines del
siglo xvi, en el que se
observa un número importante de localidades con topónimos huastecos –con el
prefijo inicial tan = lugar– al norte del Pánuco,
frente a un relativo vacío al sur y a lo largo de la costa
12Algunas encomiendas
otorgadas originalmente a españoles pasaron luego a manos de la Corona tras la
muerte del encomendero o de sus herederos. Sin embargo, muchas desaparecieron porque
los indios que las constituían ya no estaban allí para pagar el tributo.52 A partir de 1542, la Corona dejó de
otorgar nuevas encomiendas pero algunas, otorgadas anteriormente, subsistieron
aún por unas generaciones. En efecto, a lo largo del siglo xvi, las encomiendas de la Huasteca aún
eran mayoritariamente privadas, a diferencia de las de la región central de la
Nueva España, que desde la tercera década de ese mismo siglo habían pasado a
depender directamente de la administración virreinal.53 Por otro lado, la yuxtaposición entre
la Huasteca y la región central permite recalcar asimismo el vacío demográfico
de la primera. Mientras que el
número total de tributarios de la provincia de Pánuco en la segunda mitad del
siglo xvi era de unos
5 000 indios, había varias encomiendas en el valle de México que contaban
con más de 1 000 tributarios cada una.54
13En 1550, un padrón contaba 129 encomiendas en la Huasteca, 97 de ellas
privadas y 32 de la Corona.55 Pero la caída demográfica de la
población indígena continuaba y en 1560 sólo quedaban 23 encomiendas privadas
en esa provincia.56 En contrapartida, en las encomiendas
progresivamente dependientes de la Corona se regularizó el tributo sobre los
indios y los abusos en su contra disminuyeron. El aumento en el número de encomiendas de 44 a 97 en 17 años,
desde el censo de Gómez Nieto de 1533, se debía al fraccionamiento de las
encomiendas existentes. Esto revela, además, la parcelación de la organización social indígena
preexistente y una reorganización del espacio57 En otras palabras, esa parcelación
marca el fin de los señoríos prehispánicos y el inicio de una organización
virreinal propiamente dicha.
https://www.cultura10.org/huasteca/
LA
ENCOMIENDA DE METATEPEC: GÉNESIS DEL PUEBLO DE TANTOYUCA
14La encomienda, como
institución reguladora del trabajo de grupos de indios tributarios, fue la
primera organización social indígena virreinal. Fundada sobre una estructura
prehispánica, retuvo en un principio la célula de base de la sociedad indígena.
La encomienda más grande de la Huasteca estaba en Metatepeque, cabecera indígena
a la que estaba sujeta, entre otros, Tantoyuca, a su vez centro del que
dependían cinco localidades. En 1532, Metatepeque contaba con 1541 indios tributarios y 550 casas.58 En 1553, Diego Ramírez denunció los
excesivos abusos de que eran víctimas los indios de esa encomienda
privada. Estaban obligados a tejer, para tributo,
telas de medidas muy superiores a la norma establecida, y sufrían maltratos
particularmente graves. Ramírez culpó al encomendero y lo privó de su concesión por un período de
10 años, pero el veredicto fue revocado por el tribunal de México, y la
encomienda, restituida a su concesionario.59
15Los encomenderos no sólo impusieron labores y tributos excesivos para los
pocos indígenas que quedaban en la región, sino que no cumplieron con su
obligación de evangelizar a los indios. Esta
negligencia, sin embargo, fue salvada por los agustinos y franciscanos que, poco
antes de la mitad del siglo xvi,
empezaron su misión evangelizadora en la Huasteca. Según Meade, el más notable entre los
misioneros activos en la región fue el franciscano Andrés de Olmos, considerado
como el evangelizador de la Huasteca.60 Sin embargo, según otra fuente, fue
el fray agustino Juan Estacio, prior de la villa de Pánuco desde 1539, el
“Evangélico Ministro i Apóstol de la Guaxteca, donde por espacio de cinco años
la redujo toda al conocimiento de Dios i a la ley del Evangelio...”.61 En 1548, el agustino Juan de Guevara
publicó la primera doctrina cristiana en huasteco, cuyo manuscrito se ha
perdido.62 La orden de los Agustinos también
empezó la construcción de la iglesia de Huejuda en 1543 y la de Tantoyuca en
1557. Así, cuando los misioneros agustinos
establecieron su santuario en Tantoyuca, suscitaron con ello una
reconfiguración espacial y simbólica del territorio. En efecto, la pequeña localidad huasteca se
convirtió no sólo en la cabecera religiosa de la región, sino también en el
centro de la encomienda, conocida hasta entonces bajo el nombre de Metatepeque.63 En 1562 Tantoyuca accedió al estatus
de priorato, dependiente de la provincia agustina de México, y era ya centro de
una vasta parroquia cuyas localidades indígenas se extendían hasta las
cercanías de Tampico al norte.
16En el plano administrativo, en 1571, seis localidades dependían de
Tantoyuca, incluso una a seis leguas de distancia, es decir, una treintena de
kilómetros.64 En 1598 había en Tantoyuca 308
habitantes indígenas, noventa de los cuales estaban sometidos al tributo.65 Algunos años después, esa encomienda
fue adjudicada a la Corona. En 1600, el alcalde
mayor de la provincia, establecido hasta entonces en Panuco, se instaló en
Tantoyuca. Esta localidad estaba más cerca de México y, en ausencia de corrientes de
agua inmediatas, menos afligida por los mosquitos que la villa de Pánuco, y su
clima se consideraba un poco más clemente.66 A las autoridades religiosas y
civiles que se encontraban desde entonces en el mismo lugar, hay que agregar
las autoridades indígenas de la nueva república de indios constituida en
Tantoyuca a finales del siglo xvi.
SEGUNDA REORGANIZACIÓN: LAS
REPÚBLICAS DE INDIOS
17Para facilitar la
evangelización de los indios y sobre todo para asegurar que pagasen el tributo,
los españoles procedieron a reagrupar a las comunidades indígenas en unos pocos
pueblos mayores. Este procedimiento, conocido bajo el nombre de Congregaciones
de Indios, se llevó a cabo en la Huasteca entre los años de 1560 y 1600 y
permitió accesoriamente a los españoles apropiarse de las tierras indígenas
vaciadas de sus habitantes. Se trataba, en efecto, de una modificación de los
límites territoriales de los pueblos indígenas y de su pérdida de control de una
parte de sus tierras. Así, luego de los reagrupamientos de poblaciones, de las 44 cabeceras
indígenas y los 22 pueblos que dependían de ellas en 1532 en la provincia de
Pánuco, según el informe de Gómez Nieto, en 1610 quedaban sólo 16 localidades
indígenas.67 Los pueblos indígenas así creados se
organizan desde entonces según una configuración española, por barrios,
alrededor de una iglesia, y toman frecuentemente nombres españoles. Así, el nombre de Tantoyuca es precedido desde entonces en los
documentos por el de Santiago, santo patrón de la localidad, a quien le está
dedicada la iglesia. Este proceso de concentración de la población indígena en
una sola localidad suscitó un nuevo tipo de gestión administrativa para los
indígenas, llamado Gobierno Indígena o República de Indios. En un principio, esos pueblos teóricamente
tenían una dotación legal de 100 hectáreas, a la que se agregaban otras tierras
explotadas en común para el pago del tributo y de los gastos públicos (propio);
tierras de que gozaban en usufructo los miembros, para su propia subsistencia
(repartimiento); y tierras vacantes para el pastoreo o como reserva de tierras
para la comunidad (ejido). El origen de esa
modalidad de propiedad de tierras era probablemente prehispánico pero se adaptó
a categorías análogas de la legislación española.68
LA
REPÚBLICA DE INDIOS DE TANTOYUCA
“... Hicieron contradicciones dichos
naturales a quienes se les pidieron los papeles de merced, escritura de venta u
otros recaudos por donde constara la propiedad que pretendían a dicho sitio a
lo que no supieran dar más razón que ésa es suya y les pertenecía...”
18(En torno a un conflicto que estalló en
1591 entre un terrateniente, poseedor de una merced, e indios huastecos que
manifestaron su oposición a ese decreto; Registro Público de la Propiedad,
Tantoyuca, escritura n° 33, 1875)
19En cuanto a Tantoyuca, la población de cuatro pueblos indígenas, situados
en un radio de una legua y media de esa cabecera, fueron congregados allí a
finales del siglo xvi en
el marco de ese proceso.69 Tantoyuca se convirtió en la sede del
cacique al que estaban sometidos los indios del lugar así como de las
localidades vecinas de San Juan Otontepec y de Tantima. La organización de esas
localidades se calcó sobre las de las instituciones municipales españolas
(Ayuntamiento) y en el marco de la política de segregación de indios y
españoles- el cabildo debía estar constituido exclusivamente por indígenas.70 Al gobernador indígena lo secundaban
en sus funciones otras autoridades, en principio electas cada año por los
indios (alcalde, regidor, mayordomo, alguacil, mesonero). El poder virreinal
ratificaba posteriormente el estatus de esas autoridades, a condición de que
impidiesen la ebriedad y la práctica de sacrificios e idolatría en el seno de
su comunidad.71 Paralelamente, había también una
jerarquía de cargos religiosos, confirmada por el poder eclesiástico. Sin
embargo, en contraste con otros lugares en los que se ha observado una
ascensión jerárquica en la que las autoridades alternaban entre funciones
civiles y religiosas, en la Huasteca parece que las dos categorías de cargos no
se mezclaron en una sola escala de prestigio.72 Finalmente, a pesar de que la
jerarquía indígena haya sido respetada por los españoles, el poder del cacique
se limitaba a la administración interna de los pueblos, en particular en lo que
concernía al cobro del tributo y la gestión de los bienes comunales. En efecto,
por la obligación de pagar el tributo en moneda, aplicada en la Huasteca desde
1564,73 el régimen virreinal había instaurado
las “cajas de comunidad”, por las que eran responsables el gobernador, el
alcalde y el mayordomo indígenas. Antes de convertirse progresivamente en un
pago en dinero constante, el tributo había consistido en productos de la
región, cuya enumeración nos informa sobre las actividades económicas comunes
en ella: telas de algodón y sus derivados, maíz, frijoles, chiles, calabazas,
camotes, guajolotes, gallinas, cera, miel, sal, pescado y camarones de mar y de
agua dulce...74
20El reagrupamiento efectivo de las poblaciones indígenas permitió a los
españoles una mejor gestión administrativa, sobre todo respecto a la colección
del tributo, cobrado por medio de autoridades indígenas reconocidas. Éstas, además de esta función, gozaban de cierta autonomía en la
gestión de problemas internos cotidianos. Pero las fuentes se muestran mudas en
cuanto al funcionamiento intracomunitario de las autoridades indígenas: no
conocemos la identidad y el origen de los caciques, ni sabemos si perpetuaban
prácticas prehispánicas en el seno de sus pueblos.
21A finales del siglo xvi,
los indios de Tantoyuca se beneficiaron de algunas mercedes reales que les
atribuían tierras para permitirles cumplir sus obligaciones tributarias.75 Así, a comienzos del siglo xvii, además de las tierras que les
habían sido originalmente atribuidas al momento de su congregación, los indios
de Tantoyuca poseían en común un terreno de una legua cuadrada, es decir 1 756
hectáreas, equivalente a la superficie de base otorgada como merced por un
decreto real o virreinal (sitio de ganado mayor). En esas tierras los indios criaban yeguas y burros, cuya venta
les permitía pagar el tributo a los españoles. Por lo demás, los indios de Tantoyuca no
poseían, en aquel entonces, ganado bovino, pero algunos tenían caballos que
alquilaban a viajeros españoles, a quienes acompañaban hasta la siguiente
posada, a unas cinco leguas de distancia en el camino real. Ya en 1532 algunos
indios habían declarado ante Gómez Nieto que su principal fuente de ingresos
provenía del comercio.76 Desde 1591 la Corona otorgó a algunos
dignatarios indígenas el derecho a montar a caballo, sin duda para darles un
medio prestigioso de diferenciarse de los indios bajo su control, de quienes
debían recolectar el tributo español. Más
tarde, hacia finales del siglo xvii,
los documentos dan cuenta de la participación de los caciques huastecos en el
comercio regional. Sus mulas cargan mercancía local (producida probablemente
por el servicio personal que les debían los miembros de sus comunidades) y
extra-local: piloncillo, sal, chile, maíz, frijol, jamón, algodón,
seda... En esa misma época, los caciques poseían ganado y hierros para marcarlos.77 Se percibe por medio de estas
actividades e intercambios que los indios de la Huasteca se integraron
rápidamente a la economía monetaria virreinal.
22Al tiempo de su
integración a la economía de mercado virreinal, los indios de la Huasteca
experimentaron con la colonización los avatares del mestizaje cultural y
biológico. Las poblaciones congregadas en las repúblicas de indios provenían, en
efecto, de orígenes diversos –ya sea que se trate de lugares como de grupos
étnicos distintos– y por ello no constituían una sociedad necesariamente
homogénea, al acecho de conflictos internos. Esa tensión se percibe por ejemplo
en la demanda presentada por los “naturales” (probablemente indios nahuas) del
barrio de Santa Catalina del pueblo de Tecualtipan cerca de Huejutla, adonde
sus antepasados (originalmente cinco familias) habían sido transferidos, en el
marco de las congregaciones, para juntarse con otra población local ya
existente.78 A pesar de que los descendientes de
esas familias desplazadas siempre habían pagado sus distintas contribuciones,
nunca habían sido aceptados a parte cabal por los habitantes de Tecualtipan,
que se negaban a elegirlos para puestos de autoridad. Un siglo después de su transferencia, siendo ya más numerosos,
se habían construido su propia capilla y exigieron constituirse en una
república de indios separada. Desde finales del siglo xvii, esas demandas eran aceptadas por
lo general si el grupo secesionista podía demostrar que contaba con más de 80
tributarios y que tenía su propia iglesia, tierras suficientes para su
subsistencia y razones que justificasen el pedido. Estos últimos podían
consistir en abusos a manos de las autoridades u otros conflictos.
INICIOS DE LOS LATIFUNDIOS EN LA HUASTECA
23Aparte de las
actividades económicas de los indios destinadas al pago del tributo, su
principal preocupación consistía en el cultivo del maíz, que producía dos
cosechas al año, gracias a las condiciones climáticas de la región. A inicios del siglo xvii, según el testimonio del alcalde
mayor, las tierras indígenas en Tantoyuca eran abundantes y suficientes para la
población (más de 1 856 hectáreas para 100 familias) y en todo caso no
podían ser vendidas, por orden real.80 La ausencia de competencia de parte
de los pocos españoles asentados en Tantoyuca probablemente explica esa
relativa abundancia de tierras indígenas. En efecto, en esa época, sólo siete
de las 69 casas de Tantoyuca pertenecían a españoles;81 esos dueños de tierras en las
cercanías, consagrados a la cría de equinos, venían al pueblo sobre todo en
días de fiesta para asistir a misa.82 Se trataba sin duda de los siete
españoles beneficiarios de mercedes reales que, entre 1561 y 1616, recibieron
en perpetuidad unas 20 000 hectáreas de tierras alrededor de Tantoyuca.83 Este procedimiento consistía en una
solicitud al virrey de atribuir tierra a un español (con algunas excepciones de
mercedes de tierras a indios). Se le concedía entonces la tierra, en principio
bajo la condición de que el beneficiario no la cediese después a la iglesia ni
que hubiese indígenas que reclamasen la misma propiedad.84 Hubo, sin embargo, mercedes reales
que atribuyeron tierras alrededor de Tantoyuca a pesar de la oposición de los
indios. Esto demostraría, por un lado, que los indios huastecos lograron, en
cierta medida, conservar tierras además de las que les otorgaron para
constituir su república y, por otro lado, un cierto reconocimiento de su
propiedad sobre esos terrenos.85 Esta situación se percibe, por
ejemplo, en el caso de la demanda de atribución hecha por Catalina Moro sobre
un patrimonio de tierras indígena situado a un día de camino de Tantoyuca. Los
dueños indígenas de esas tierras ya no las cultivaban, pues habían sido
congregados en la cabecera y estaban por ello lejos de sus milpas.86 Este “abandono” de sus tierras
justificó finalmente la demanda hecha por la española. Así, el reagrupamiento de las poblaciones indígenas en
repúblicas facilitó la apropiación de sus antiguas tierras por españoles. Además, el documento de una merced de 1597 menciona
de manera absolutamente explícita que la tierra concedida por la merced real
había pertenecido originalmente a antiguas localidades indígenas de los
alrededores de Tantoyuca.87 Esas mercedes reales que distribuían
las tierras de la Nueva España fueron otorgadas sobre todo durante el
siglo xvi y la primera
mitad del XVII y constituían la manera más común de acceder a la propiedad
privada al inicio del período virreinal.88 A esas mercedes se agregaron
progresivamente otros mecanismos de adquisición, ilícitas pero legalizadas a
posteriori, que permitían la acumulación de tierras, conformándose así la base
de las haciendas desarrolladas en la región a partir de la segunda mitad del
siglo xvi.89 Los decretos sobre demandas de
“composición de tierras”, promulgados en 1591 y reiterados en distintas
oportunidades para paliar las necesidades financieras de la Corona, permitían,
en efecto, la confirmación y legalización de propiedades adquiridas ilegalmente
o cuyos títulos se habían extraviado, a cambio de una contribución. En cuanto a
las haciendas de la región de Tantoyuca, hay documentos sobre ese proceso de
confirmación de sus límites fechados en 1637 y 1643.90 Por medio de estos diversos
mecanismos, los ganaderos españoles y criollos se aprovecharon del abandono de
las tierras por los indios, causado por la expansión de la ganadería y las
prácticas coloniales (abusos de poder, expoliaciones, además de las mismas
políticas de congregaciones...) para apoderarse de antiguos patrimonios
indígenas. Entre 1640 y 1700, la mayoría de las grandes haciendas y de las
propiedades de la Iglesia en la Nueva España fueron legalizadas por ese
procedimiento.91 Así, al cabo de un siglo y medio de colonización
española, el territorio de la Huasteca estaba mayoritariamente bajo el régimen
de la propiedad privada. La región se vio
dividida de facto entre haciendas ganaderas en la planicie y comunidades
indígenas en las partes accidentadas.92
24Sin embargo, para matizar esta relación de fuerzas entre las haciendas y el
disminuido territorio indígena, es importante mencionar que las comunidades
indígenas también se beneficiaron de las “composiciones de tierras” para
legalizar límites difusos o para resolver conflictos de tierras con otros
pueblos indígenas; en otros casos, tenían que pagar cierta suma para preservar
su patrimonio. Por ejemplo, los límites de las tierras recibidas en merced por
los indios de Otontepec (sujetos a Tantoyuca) en 1555 nunca habían sido
precisados con claridad. Un poco menos de un
siglo más tarde, los indios del lugar aprovecharon nuevos decretos para
regularizar su situación. Presentaron una demanda de composición acompañada por una suma de dinero y
en 1648 los límites de sus tierras fueron legalizados y confirmados.93 Por este y otros medios, como
recursos a la justicia, invasiones de tierras y adquisiciones legales, los
indios de Tantoyuca pudieron preservar de manera más o menos estable, aunque
reducida, sus espacios comunales.94 Otro procedimiento consistió en
pedidos de extensión de tierras, invocando el argumento irrefutable según el
cual su explotación permitiría pagar el tributo.95
LA SOCIEDAD VIRREINAL EN LAHUASTECA
25Además de las mercedes reales y algunos litigios de tierras (entre indios,
entre españoles y entre indios y españoles), los documentos virreinales de
finales del siglo xvi dan
cuenta esencialmente de los abusos de poder de los españoles, especialmente los
religiosos, en contra de los indios de la provincia de Pánuco: explotación
ilícita de la mano de obra indígena, apropiación de sus animales, invasión de
sus milpas por el ganado de los españoles...96 Una ley de baldíos, decretada en
1574, permitía en efecto que el ganado de los españoles pastorease en las
tierras de los indios después de la cosecha. Pero los colonos españoles
ignoraban los límites de las comunidades indígenas y el carácter trashumante
del ganado bovino extensivo llevaba frecuentemente a la apropiación de facto de
vastos territorios.97
26Sin embargo, debido a este tipo de opresión y a la excesiva carga
tributaria, muchos indios de la Huasteca abandonaron sus comunidades y parecen
haberse integrado a la población mestiza que empezaba a crecer en la sociedad
virreinal. Un censo realizado por un religioso en
1683 contaba 1 000 familias indígenas en las cinco parroquias de la
provincia de Pánuco. Pero otro, establecido para fines tributarios, sólo enumeraba en esa misma
época a 338 familias indígenas, lo que supone que un gran número de indios
habían logrado escapar del tributo español sobre sus comunidades, viviendo
fuera de éstas.98 En efecto, algunos se hacían
contratar como peones en las haciendas, donde cultivaban pequeñas milpas para
su subsistencia a cambio de prestaciones de trabajo estacionales (indios
terrazgueros) mientras que otros simplemente trabajaban en ellas manteniendo su
residencia en la comunidad (indios laboríos).
27Tantoyuca se
convirtió progresivamente en un pueblo grande. En 1644 vivían en ella 65 indios
tributarios,99 mientras que en 1684, durante una
visita pastoral, 1718 personas recibieron el sacramento de la confirmación en
tres días.100 Este número refleja la creciente
importancia de esa localidad, tomando en cuenta que a comienzos del siglo xvii sólo había en Tantoyuca unos
400 habitantes en total. Hacia 1740, Tantoyuca era una república de indios con
306 familias indígenas, nahuas y huastecos, es decir unas 1 300
personas. Dos pueblos dependían además de Tantoyuca:
Santa Catalina Chicontepec y San Juan Otontepec, con sus 149 familias
indígenas. El pueblo de San Juan Tantima, subordinado a Tantoyuca a comienzos
del siglo xvii, devino en una
república de indios independiente, de la que dependían a su vez dos localidades
vecinas. Tantoyuca era también la capital de la jurisdicción de Pánuco y Tampico,
donde residían 150 familias de españoles, mestizos y mulatos.101 Si bien las repúblicas de indios
dependían de un sistema administrativo separado pero paralelo a los cabildos
que gobernaban a la población española local, hubo casos, como los de
Tantoyuca, Yahualica y Huautla en la Huasteca, en los que los representantes de
las dos formas de gobierno residían en la misma localidad. Esta situación, como
se verá más adelante, contribuyó, a partir del siglo xviii, a la desaparición de las
poblaciones indígenas de las cabeceras y al desarrollo de rancherías indígenas
alrededor del pueblo mestizo.102
28Los documentos del siglo xvii parecen
dar cuenta de una situación de apaciguamiento. El régimen virreinal se había impuesto: el primer choque,
dramático, del contacto había pasado y la población indígena se integraba, mal
que bien, a las nuevas condiciones. A comienzos del siglo xvii, algunos españoles ya empezaron a cultivar la caña de
azúcar en la Huasteca, actividad que se reporta también entre los pueblos
huastecos en el siglo anterior.103 Esta actividad reemplazó
progresivamente a la del comercio y de la extracción de sal.104 Esta última servía sobre todo para la
preservación de la carne transportada de la Huasteca hacia los centros mineros
de Pachuca; se la usaba asimismo para el ganado y para el tratamiento del metal
de las minas.105 Hacia finales del siglo, encontramos
demandas de parte de caciques indígenas a fin de obtener permisos para instalar
en sus comunidades molinos de madera (trapiches) para la fabricación de
piloncillo. Por lo general se les concede la
autorización porque esa actividad lucrativa les sirve para pagar el tributo y
el diezmo, para financiar fiestas patronales, la compra de cera para la
parroquia, etc. Los indios no pueden, sin embargo, vender, alquilar o transferir sus
molinos a españoles, mestizos, negros o mulatos ni están autorizados a extraer
las melazas de la caña para producir una bebida alcohólica.106 Las dos prohibiciones parecen
proceder de preocupaciones de orden moral, pero la primera se debe también a
razones económicas derivadas del pago del tributo por los indios. La prohibición de ceder molinos a no indígenas parece motivada
por una situación, descrita en los documentos, según la cual ciertos miembros
de castas se establecían en el seno de comunidades, viviendo a costa de ellas,
acaparando progresivamente sus tierras y sus bienes, y “degenerando sus
costumbres”. Según un documento del siglo xvii destinado
al Alcalde mayor de Huejutla prohibiendo el asentamiento de no indígenas en los
pueblos de indios, se trataba de:
[...] hombres inquietos de
mal vicios, ladrones, jugadores, ociosos y gente perdida y por eso los indios
dejen agraviados dejando sus pueblos y provincias y los negros, mulatos y
mestizos de más de atacarlos mal... enseñan sus malas costumbres, ociosidad y también
en algunos errores y vicios que podrán [...] aumentar inquietud. ... Españoles,
mestizos y mulatos han comprado tierras entre los indios [con] opresión y
molesta.107
EL MESTIZAJE CULTURAL
29La prohibición a los
no indígenas de residir en pueblos de indios se enfrentaba a la realidad
concreta de la presencia en el seno de las comunidades indígenas de mestizos,
frutos de la unión entre indios y no indios. Estos individuos, denominados sambayos en el documento citado, estaban
exentos de esa prohibición para “no separar a los niños de sus padres”. Más precisamente, según la “pintura de
castas” (anónimo, siglo xviii)
que se encuentra en el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán al norte de
México, sambayo sería el fruto del
mestizaje a través de 12 generaciones entre españoles, indios y negros. Ahora
bien, a finales del siglo xvii,
cuando se decretó esa prohibición, el mestizaje biológico entre las diferentes
poblaciones ya era bastante común, suscitando la aparición de una clase de
individuos que no pertenecían, por su origen mezclado, a ningún grupo social
reconocido de la sociedad virreinal (en la que existía una legislación
particular para cada grupo social, en particular en lo concerniente a las leyes
fiscales y de propiedad de tierras). Esta situación
constituía problemas administrativos, jurídicos y personales, pues esos
individuos intentaban hacerse un lugar en esa sociedad en la que la tierra se
repartía únicamente entre hacendados y comunidades indígenas según una
legislación y un estatus distintos para cada uno de esos dos grupos. Algunos mestizos que dominaban el español y
que habían adquirido prácticas de trabajo en las haciendas, gozaban de un
estatus privilegiado en las comunidades y reforzándolo, con frecuencia a través
de matrimonios con mujeres indias, lograban constituirse a largo plazo pequeñas
propiedades agrarias a expensas de los indígenas.108 El lugar particular que tenían los
que no eran ni españoles ni indios se percibe por ejemplo en Tantoyuca en 1616,
cuando un mulato sirve de intérprete entre indios y españoles al momento de
resolver un problema de tierras.109 En el México central según, por
ejemplo, Arij Ouweneel,110 hubo casos de no indios que se
convertían en miembros de repúblicas de indios al volverse tributarios, es
decir que desde el punto de vista legal se habían convertido en indios. Los
pueblos indígenas no lo eran de manera integral pues siempre el mestizaje
biológico y cultural podía ocurrir en las mismas comunidades. Se ve que el sentido de las comunidades indígenas cambia y se
reconstituye de manera permanente. Por lo demás, los mestizos no tenían que
pagar el tributo y se comprende entonces que la prohibición a los no indios de
asentarse en los pueblos indígenas era una medida, entre tantas otras,
destinada a preservar la estructura comunitaria indígena para asegurar la
continuidad del cobro del tributo. Ahora bien, estas disposiciones, en la
medida en que se pudieron aplicar, contribuyeron de cierta manera a reforzar la
cohesión interna en el seno de las comunidades indígenas, así como sus
particularidades.
30Sin embargo, la convivencia interétnica no se desarrollaba siempre sin
roces, y un documento de la Inquisición sobre prácticas de brujería por María
Alejos, mulata de Tantoyuca, muestra también su manera de tratar a su vecina, a
quien nombraba “perra india”.111 Además, la presencia de negros y mulatos
en las comunidades indígenas parece haber tenido un efecto “contraproducente”
ante los esfuerzos, aún inseguros, de evangelización de los huastecos. En efecto, un documento, escrito probablemente hacia 1624,
denunciaba ante el tribunal de la Inquisición las costumbres idólatras de los
indios huastecos y la influencia nefasta que ejercían sobre ellos un esclavo
negro y otros mulatos con sus prácticas paganas en las danzas y las curaciones.112
LA NOBLEZA INDÍGENA
31La presencia española
no sólo modificó la territorialidad y la constitución interna de las comunidades
indígenas sino también su estructura social. Con la eliminación de los
sacerdotes indígenas, los caciques habían quedado como los únicos
representantes de una organización jerárquica de origen prehispánico. A estos
jefes los reconocían los españoles para facilitar el cobro del tributo indígena
pero su estatus, separado de un poder real, se deterioraba al interior de las
comunidades. Debido a ello, indios del común accedían progresivamente a los
puestos de autoridades indígenas. Así, a comienzos del siglo xviii, cuatro hermanos, caciques de Chicontepec, exhibieron
su genealogía ante las autoridades españolas para que se reconociese su derecho
a heredar títulos de nobleza. Sus lazos de parentesco con otros indios nobles
se extendían hasta Tamiahua y Tantoyuca, es decir, sobre un radio de unos 100
kilómetros.113 La nobleza indígena parece, pues,
haberse superado la descomposición social inicial ocasionada por la presencia
española y las alianzas matrimoniales continuaron entre familias del mismo
rango. Esta nobleza gozaba aún en ese entonces de
ciertos privilegios que le permitían dedicarse al comercio y a la ganadería, lo
que les otorgaba un estatus diferente del resto de la población indígena (ante
todo, el derecho al trabajo gratuito de indios de su comunidad para su
beneficio personal). En el documento antes mencionado se presenta una demanda
de parte de estos nobles para continuar gozando de sus prerrogativas ante los
indios así como de las exenciones propias a su estatus (del tributo y del
servicio personal). Esa demanda les fue otorgada finalmente, y se puede pensar
que esa medida contribuyó en realidad a la asimilación de la elite indígena en
la sociedad mestiza, pues la obligación de pagar el tributo era la marca
principal de la indianidad durante el período virreinal, por medio de la
pertenencia forzosa a un lugar y a una estructura comunitaria. Por lo demás, no se encuentran más
menciones de la nobleza indígena en la Huasteca en épocas posteriores al inicio
del siglo xviii.
LA OBRA DE LOS RELIGIOSOS
32Por su parte, los indios del común continuaban a inicios del siglo xviii siendo explotados, sobre todo
por los religiosos de Tantoyuca, que los sometían a trabajos forzados en tareas
particularmente arduas. Algunos, obligados a llevar encima pesadas cargas hacia
México, Puebla o Pachuca, eran molidos a golpes y frecuentemente morían en el
camino bajo el peso de las cargas y los demás abusos recibidos.114 Otros tenían que tejer telas de
algodón para los religiosos, quienes los azotaban si no cumplían sus cuotas.115 En efecto, al emprender su función
evangelizadora, los religiosos hacían sido provistos con bienes agrarios
suficientes para paliar sus necesidades materiales. Sin embargo, a diferencia
de otras órdenes religiosas, los agustinos que habían hecho construir la
iglesia de Tantoyuca se ocupaban personalmente de sus posesiones y haciendas,
con cuyas ganancias mantenían sus iglesias y misiones.116 Poseían ganado y trapiches y se
dedicaban al comercio explotando ilegalmente a los indios de su parroquia, que
se veían forzados a prestar servicios no remunerados. El testamento de un cura
que ejercía en la Huasteca menciona, entre otros, ganado, esclavos y tejidos
provenientes de tributos, atestiguando así de las preocupaciones no
exclusivamente espirituales de esos religiosos.117 En 1695, tres religiosos ejercían su
misión en el monasterio agustino de Tantoyuca, y cuatro en el de Huejutla.118 Esa presencia agustina en la Huasteca
llegó a su fin durante la segunda mitad del siglo xviii. En efecto, la Corona
borbónica, preocupada por la centralización y la eficiencia administrativa para
ejercer mejor control sobre su imperio, tomó medidas contra las oligarquías que
se habían constituido en sus territorios ultramarinos. Dentro de ese marco, las
órdenes religiosas de la Nueva España fueron remplazadas progresivamente por el
clero secular. En cuanto a las iglesias, en contraste con su fuerte
concentración de fecha colonial observable aún en el valle de México, en Puebla
o en Oaxaca, por no citar sino algunos casos, en la Huasteca eran pocas y sus
parroquias muy vastas. Tras la partida de los agustinos de la Huasteca a mediados del siglo xviii, la presencia del clero secular
fue muy restringida y sus tierras, incorporadas a las de la Iglesia, estaban
con frecuencia rentadas a mestizos e indios. Es verdad que no había muchos rebaños que convertir y
evangelizar, pero parecería además que escaseaban los voluntarios dispuestos a
instalarse en una región que, por su carencia de atractivos económicos, no
prometía un enriquecimiento fácil de la iglesia y de su cura. Algunos testimonios de ese abandono
eclesiástico nos llegan, por ejemplo, del siglo xviii. Así, en 1731, durante una investigación inquisitorial
en Tantoyuca, los inquisidores se quejaron de que, por la ausencia de curas en
la región y, por consiguiente, de la enseñanza del catequismo, no podían hacer
juramentar como se debía a los testigos de la causa en cuestión.119 O véase el caso de Tapia Zenteno, que
en 1767 exhortaba a sus cofrades religiosos a ir a predicar en la pobre y
abandonada Huasteca.120
***
33Los tres siglos de
colonización española en la Huasteca causaron profundas mutaciones en la
sociedad indígena. Para empezar, una funesta trata de esclavos que agravó la ya
desastrosa caída demográfica de la población indígena de la región. Luego, los
desplazamientos de poblaciones indígenas, que engendraron una nueva
organización territorial y administrativa, a expensas de sus tierras y de su
organización social y política anterior.
34Sin embargo, los
indios se beneficiaban de un estatus especial bajo el régimen virreinal, el
cual, al ponerlos bajo la tutela de la Corona, les dejaba cierto margen de
maniobra. Las repúblicas de indios, que concentraban a las poblaciones autóctonas
para facilitar el cobro del tributo por medio de las autoridades indígenas,
permitieron a esas comunidades poseer, por derecho, un patrimonio agrario,
aunque reducido, que debía permitirles cumplir con esa obligación. Ahora bien, con esa superposición de fuente de ingresos y
pertenencia cultural, la tierra se transformó en la principal apuesta de las
sociedades indígenas virreinales, convirtiéndose en soporte de una nueva
identidad. Así, las repúblicas se convirtieron en lugares de construcción
pragmática de una vida y de una sociedad nueva, coloniales, que se perciben en
sus constantes demandas para proteger, confirmar y extender su patrimonio
agrario.
35Finalmente, la ubicación específica de la Huasteca así como la orientación
interna y descentralizada de las actividades económicas regionales, que
repercutían también en la ausencia de eclesiásticos, sin duda permitieron a los
indios mantenerse congregados como tales alrededor de una organización
territorial que, si bien era fundamentalmente distinta de la que prevalecía en
el período prehispánico, no era por ello menos indígena. Sin embargo, las políticas liberales, pregonadas desde finales
del siglo xviii, iban a
montar un asalto contra esas sociedades corporativas en las que se fundaba la
pertenencia administrativa, social y cultural de los indios huastecos.
NOTAS
1 Las secuencias históricas y la descripción de su
encadenamiento en este y el siguiente capítulo se retoman en el cuadro
cronológico ubicado antes de la conclusión de este libro (Véase cuadro 3).
2 A este primer contacto lo precedieron algunos viajes
exploratorios anteriores, en particular el de Américo Vespucio en 1497-1498;
véase la controversia al respecto en M. Toussaint, op.
cit., pp. 67-80; R Levillier, América
la bien llamada, 1, Buenos Aires, s.e., s.f., p. 100, citado por D.
E. Chipman, op.
cit., pp. 39-40 y S. Zweig, Amerigo,
récit d'une erreur historique [1944], París, P Belfond, 1992.
3 “Así que Francisco de Garay [...] alzó velas. Yendo acia
occidente, vino a la playa, al río que llaman Pánuco, donde procuró tener
tratos con aquellos indios, i con todo esto no le quisieron admitir a ningun
contrato de mercadería, sino fue cruelmente desechado; en un pueblo de aquella
provincia, que se dice Chila, perdió muchos de sus compañeros, que fueron
muertos de aquellos indios, comiendo de sus cuerpos i colgando los pellejos de
los cuerpos en los templos de los ídolos. Con esta hospitalidad i buen
recibimiento de estos indios, i haviendo allí perdido sus compañeros, se bolvió
a la isla de Cuba”, Tratado del derecho y justicia de
la guerra que tienen los reyes de España contra las naciones de la India
occidental, hecho por Vicente Palatino de Curzola, 1559, Madrid,
Real Academia de la Historia, Colección Muñoz, t. 91, ff. 46-47, transcrito en
L. Hanke, Cuerpo
de documentos del siglo xvi sobre
los derechos de España en las Indias y las Filipinas, México, fce, 1943, pp. 17-18. Según Hanke, ese
texto fue redactado para refutar a Fray Bartolomé de las Casas y justificar la
conquista. A los indios se los describe de manera desfavorable y el uso de este
material debe pues hacerse con conocimiento de causa. Véase también la
descripción similar de F. López de Gómara, Historia general de las indias...,
p. 70.
4 “Real cédula dando facultad a Francisco de Garay para
poblar la provincia de Amichel...”.transcritoen M.Toussaint, op. cit., pp. 195-201.
5 Véase M. Toussaint, op.
cit., pp. 83-88.
6 H. Cortés,
“Cuarta carta-relación de Hernán Cortés al emperador Carlos V, Tenuxtidán, 15
de octubre de 1524”, Cartas de relación, 9a
ed., México, Porrúa, 1976, pp. 179-180; B. Díaz Del Castillo, op.
cit., t. 2, cap. 162, pp. 104-118; J. A. Muñoz Mendoza,
“Cortés en Panuco” in J. Ruvalcaba y
G. Alcalá (coords.), Huasteca
I. Espacio y tiempo..., pp. 59-71.
7 F. López de Gómara, Historia
de la Conquista de Mexico..., “La guerra de Panuco”, pp. 238-240.
8 H. Cortés, op.
cit., pp. 180-183.
9 B. Díaz Del Castillo, op.
cit., t. 2, cap. 158, pp. 81-84.
10 Véase D.E. Chipman, op.
cit., p. 91.
11 Idem, pp. 48-63.
12 H. Bancroft, History
of Mexico, San Francisco, Calif., vol. 2, p. 226, citado por P. Gerhard, A Guide to the
Historical Geography of New Spain, Cambridge, Gran Bretaña,
Cambridge University Press, 1972, p. 212.
13 F. López de Gómara, Historia
de la Conquista de Mexico..., “La pacificación de Pánuco”, p. 244.
14 H. Cortés, op.
cit., p. 192; “Parecer de fray Nicolás de San Vicente
Paulo...” in Epistolario de Nueva España..., p. 57.
15 W. Borah y
S. Cook, The
Aboriginal Population of Central Mexico on the Eve of the Spanish Conquest,
Berkeley, Calif., University of California Press, 1963, citados por J.M. Pérez Zevallos, La Huasteca en el siglo xvi..., pp. 61-62; véase
también la estimación de P Gerhard, op.
cit., p. 214.
16 “Parecer de fray Nicolás de San Vicente
Paulo...” in Epistolario de Nueva España..., p. 57.
17 Véanse D.E. Chipman, op.
cit., p. 89; S. Zavala,
“Nuño de Guzmán y la escla-vitud de los indios”, Historia
Mexicana, 1 (3), 1952, pp. 411-428.
18 Se trata sin duda de la costumbre chichimeca
de comerse los prisioneros de guerra, mencionada por Fray Vicente Santa María,
que explica en detalle la manera de preparar esos platillos humanos en “Mitote
horrible de los cumanches”, Relación histórica de la Colonia
del Nuevo Santander y Costa del Seno Mexicano (apéndice) en Estado General de
las fundaciones hechas por D. José de Escandon en la Colonia del Nuevo
Santander, costa del Seno Mexicano, t. 2, México, agn, 1930, pp.
409-412.
19 “Información que hizo en la villa de
Santisteban del puerto sobre la conveniencia de enviar esclavos a las islas
para cambiarlos por caballos, yeguas y otros ganados. - Santisteban del Puerto,
provincia de Pánuco, 9 de octubre de 1529”, [agi, Papeles
de Simancas, Est. 59, caj. 6, leg. 9], ene, doc. 78, t. 1, pp. 153-166; “Memoria de los servicios
que había hecho Nuño de Guzmán desde que fue nombrado gobernador de Pánuco en
1525”, [agi, Patronato
real, Est. 1, caja 2, leg 1/21], ene,
doc. 839, t.14, p. 171; véase también el testimonio de Rodrigo de Garay, [agi, Justicia,
leg. 234, ff. 470r-472r], citado en A. Blázquez y
T. Calvo, op.
cit., p. 111.
20 P. B. de Las Casas, Brevísima
relación de la destrucción de las Indias, Barcelona, Fontamara,
1981, pp. 71-75, citado por A. Blázquez Y
T. Calvo, op.
cit., pp. 49 y 108.
21 “Mandamientos sobre saca de animales y
plantas de la provincia de Panuco”, Juicio de residencia de Nuño de
Guzmán, fs. 548r° y 549r°, citado por A. Blázquez y T. Calvo, op.
cit., pp. 82 y 103.
22 Según un documento mencionado por H. Ternaux-Compans, Voyages,
relations et mémoires originaux pour servir à l'histoire de la découverte de
l'Amérique, París, 1838, T.16, pp. 88-92, citado por S. Zavala, “Nuño de Guzmán...”, op.
cit., p. 415.
23 J. de Zumárraga,
“Carta a su Majestad, del Electo obispo de México, D. Fr. Juan de Zumárraga [27
de agosto de 1529]”, citado en J. García Icazbalceta, Don
Fray Juan de Zumarraga, Primer obispo y arzobispo de México,
[1881], México, Porrúa, t. 2,1947, pp. 210-213.
24 “Memorial que dió por extenso Jerónimo López,
conquistador de Nueva España, sobre el gobierno de aquel reino (s.f.)”, [agi, Patronato real,
est. 2, caj. 2, leg. 4/4, n°7], ene,
doc. 887, t.15, pp. 190-191.
25 “Carta del virrey Velasco al príncipe don
Felipe para recomendar a Andrés de Tapia, 15 de febrero de 1554”, citado por S.
Zavala, La
encomienda indiana, 2a ed., México, Porrúa, 1973,
p. 481.
26 “Huastecos” es pues el término usado en
adelante en este trabajo para referirse a las poblaciones indígenas de la
región estudiada durante el período virreinal.
27 agi, Justicia,
leg. 234, ff. 73r° - 79v°, transcrito en A. Blázquez y
T. Calvo, op.cit.,
pp. 132-134.
28 “Relación hecha por el escribano Matatagui a
2 de octubre de 1529”, [agi, Justicia,
leg. 234, ff. 479v° - 483v°], transcrito en A. Blázquez y
T. Calvo, op.
cit., pp. 115-118.
29 “Carta colectiva de los franciscanos de
México al emperador Carlos V, México, 31 de julio de 1533”, [agi, 59-2-2,1/1] in P.M.
Cuevas, Documentos
inéditos del siglo xvi para
la historia de México [1914], 2a ed., México,
Porrúa, 1975, p. 30.
30 Ciertos esclavos provenían de los caciques
que los entregaron a los encomenderos como parte del tributo que les debían,
véanse “Visita de Gómez Nieto...”, citado en D.E. Chipman, op. cit., p. 30 y S. Zavala, “Nuño de Guzman...”, op.
cit., pp. 417 y 422-423.
31 “Testimonio de fray Gregorio de Santa María”,
[agi, Justicia,
leg. 234, f. 354v°, 1530?], transcrito en A. Blázquez y
T. Calvo, op.
cit., p. 163; S. Zavala, El
servicio de los indios en la Nueva España, México, El Colegio de
México / El Colegio Nacional, t.2,1985, pp. 144 y 207; “Carta al emperador, de
Gaspar Xuárez de Avila, con relación de lo que había hecho en el asiento y
reformación de la provincia de Pánuco... México, a 10 de noviembre de 1550”, [agi, Papeles de Simancas,
Est. 59, caj. 4, leg. 3], ene,
doc.298, t. 6, pp. 18-22.
32 Este status concernía a los hombres indígenas
de entre 18 y 50 años.
33 agi, Patronato,
ramo 44; F. Scholes, E. Adams, Moderación de
doctrinas de la Real Corona administradas por las Órdenes Mendicantes - 1623,
México, 1959, p. 62, documentos citados por E Gerhard, op.
cit., p. 214.
34 S. Zavala, El
servicio..., T.1, 1984, p. 129 y 151; t. 2, 1985, p. 140.
35 agn, Mercedes,
vol. 2, exp. 83, f. 33v°, 1543.
36 S. Zavala, El
servicio..., t. 3, 1987, p. 19.
37 Visita de Gómez Nieto...”, citada por D.E. Chipman, op. cit.,
pp. 291 -293.
38 Visita de Gómez Nieto...”, citada por D.E. Chipman, op. cit.,
pp. 291 -293.
39 agn, Tributos,
último exp., citado por P. Gerhard, op.
cit., p. 214.
40 Véase D.E. Chipman, op.
cit., pp. 145-146.
41 E Martínez de Loaysa... in M.
ToussainT, op. cit. En la categorización de
las castas en uso en la Nueva España, los términos de mulato, zambo y mestizo
se referían, respectivamente a la persona nacida de la unión de español y
negra, de la unión de negro e india, y de la unión de español e india, como
asimismo a las menos frecuentes uniones entre negro y española, indio y negra,
e indio y española. Sobre la presencia de negros en la Huasteca, véase M.L. Herrera Casasús, Presencia y esclavitud del negro en
la Huasteca, México, UAT/ M A Porrúa, 1989.
42 E Martínez de Loaysa.
.. in M. Toussaint, op.
cit.
43 Véanse “Carta al rey del ayuntamiento de la
villa de Santisteban del Puerto... 20 de diciembre de 1539”, ene, t. III, doc. 193, p. 261 y J. Meade, La Huasteca
veracruzana, México, Cidalteped, 1962,1.1, pp. 270-271.
44 S. Zavala, La
encomienda indiana..., p. 57.
45 P. Gerhard, op.
cit., p. 212.
46 “Visita de Gómez Nieto”, ff. 772-892r°,
citada por J. M. Pérez Zevallos, La
Huasteca en el siglo xvi...,
pp. 89-91.
47 G. Aguirre Beltrán, Formas de
gobierno indígena, México, Imprenta Universitaria, 1953, p. 33.
48 J.M. Pérez Zevallos, La
Huasteca en elsiglo xvi...,
pp. 126-129.
49 J.M. Ots Capdequi, El
Estado Españolen las Indias, 3a ed., México, fce,
1957, p.30.
50 “Carta al emperador, de Gaspar Xuárez de
Avila...” ene, op.
cit.; “Carta de Diego Ramírez al príncipe don Felipe... del estado
en que se hallaba la provincia de Panuco...”, [agi, Papeles
de Simancas, Est. 59, caj. 4, leg. 3], ene, doc. 366, t. 7, pp. 8-11; “Traslado
de una probanza que hizo el visitador Diego Ramírez en la provincia de Panuco,
para saber cómo habían sido tratados los indios por sus encomenderos”, [agi, Papeles de
Simancas, Esr. 60, caj. 1, leg. 39], ene, doc. 368, t. 7, pp. 12-30; “Carta de
Diego Ramírez al principe don Felipe, haciendo relación de los pueblos que ha
visitado en la provincia de Pánuco y de lo ocurrido en la visita”, [agi, Papeles de
Simancas, Est. 59, caj. 4, leg. 3], ene, doc. 375, t. 7, pp. 55-64.
51 Los indios de la Huasteca encontraban refugio
del yugo colonial en las estepas septentrionales, conquistadas por los
españoles mucho después, pero también al oeste, en las alturas de la Sierra
Madre Oriental (agn, Congregaciones,
f. 80v°, citado por P. Gerhard, op.
cit., p. 244).
52 E Gerhard, op.
cit., p. 212.
53 J. M. Pérez Zevallos, La
Huasteca en el siglo xvi...,
pp. 95-96. Por otro lado, en otra región periférica, la de Yucatán, las
encomiendas privadas perduraron hasta el siglo xviii.
54 M.Toussaint, op.
cit., p. 142.
55 J. M. Pérez Zevallos, La Huasteca en el
siglo xvi..., pp.
99-105, según la Suma de Visitas.
56 “Tasación de Ibarra”, citada en M. Toussaint, op.
cit., p. 2 51.
57 J. M. Pérez Zevallos, La
Huasteca en el siglo xvi...,
p. 106.
58 Según la “visita de Gómez Nieto...” citada
por D. E. Chipman, op.
cit., pp. 291 -293 y J. M. Pérez Zevallos, La
Huasteca en el siglo xvi...,
pp. 114 y 132.
59 “Traslado de una probanza que hizo el
visitador Diego Ramírez...” in ene, op. cit.;
“Carta de Diego Ramírez al príncipe don Felipe...” in ene, op.
cit.
60 Véase J. Meade,
La Huasteca veracruzana..., pp. 285-299.
61 A. De
la Calancha, op.cit.,
p. 379.
62 R. Montejano y Aguiñaga,
“Estudio bibliográfico de la lengua huasteca” in C.
de Tapia Zenteno, op. cit.,
p. xxii.
63 P. Gerhard, op.
cit., p. 216.
64 agi, Patronato,
182, ramo 44, citado por P. Gerhard, op.
cit., p. 216; “Traslado de una pobranza que hizo el visitador Diego
Ramírez...”, ene, op.
cit., pp. 27-28; “Testimonio de las sentencias que se pronunciaron
en el pleito entre los indios de Metlatepeque y su encomendero Pedro de
Fuentes. - México, 6 de mayo de 1556”, [agi, Patronato
Real, Est. 2, caj. 2, leg. 2/2], ene,
doc. 440, t. 8, pp. 66-68; “Relación de la pobranza hecha por parte de Pedro de
Fuentes en el pleito con el fiscal sobre los tributos del pueblo de
Metatepeque. - Nueva España, 1560”, [agi, Papeles
de Simancas, Est. 60, caj. 1, leg. 39], ene, doc. 491, t. 9, pp.
55-88; “Relación de los cargos que hizo el visitador Diego Ramírez a Pedro de
Fuentes encomendero del pueblo de Metlatepeque. - (sin fecha)”, [agi, Papeles de
Simancas, Est. 60, caj. 1, leg. 39], ene, doc. 813,1.14, pp. 29-51.
65 ene,
t.XIII, doc. 745, p.45.
66 P. Martínez de Loaysa.
.. in M. Toussaint, op.
cit.; parece que los mosquitos constituyeron una verdadera plaga en
la región, porque se los menciona nuevamente en un documento de finales del
siglo xviii como una de
sus características, véase “General noticia de todas las jurisdicciones de esta
Nueva España, temperamentos, frutos y obispados, tributos y tributarios”
[1784] in E. Florescano e
I. Gil Sánchez (coords.), Descripciones
económicas generales de Nueva España, 1784-1817, México, sep/inah, 1973, p. 17; esa situación
podría haber derivado del desmonte progresivo de la región e introducción de
ganado.
67 agn, Congregaciones,
f. 69v°; Indios, 6, 1a pane, f. 285;
2a parte, f. 235, citado por P. Gerhard, op. cit., p. 215. Véase
también, del mismo autor, “Congregaciones de indios en la Nueva España antes de
1570”, Historia Mexicana, 26 (3), 1977, p. 373.
68 P. Carrasco,
“La transformación de la cultura indígena durante la colonia”, Historia
Mexicana, 25 (2), 1975, p. 193.
69 P. Martínez de Loaysa.
.. in M. Toussaint, op.
cit.
70 R Carrasco, op.
cit., p. 185.
71 Véase por ejemplo, agn, Mercedes,
vol. 8, f. 37v° y 181,1565.
72 A. Escobar Ohmstede, “Del gobierno indígena al
Ayuntamiento en las Huastecas hidalguense y veracruzana, 1780-1853”, Mexican
Studies / Estudios Mexicanos, 12 (1), 1996, pp. 1-26.
73 De hecho, la imposición de una tasa monetaria
o tasación a los indios de la Nueva España ya había sido decretada en 1550,
pero no se aplicó inmediatamente en la Huasteca. En efecto, en 1553, una carta
enviada de Madrid al tribunal de la Nueva España pedía que se verifique la
información según la cual los habitantes de la provincia de Panuco sufrían de
abusos particularmente severos y aún no tributaban; véase S. Zavala, El servicio...,
t. 2, p. 523.
74 El libro de las
tasaciones de pueblos de la Nueva España, siglo xvi, México, agn, 1952, pp. 76-79 (Corregimiento de Metateyuca
1545-1569), pp. 118-120 (Acececa 1552), pp. 229-235 (Corregimiento de
Metateyuca 1537-1566), pp. 264-267 (Nespa yTauzán 1555-1572), pp. 310-311
(Tacolula, 1565-1566), pp. 332-335 (Corregimiento de Tamaolipa y Tamazula 1547-1569),
pp. 336-343 (Tanchinamol, Tanquinol, Tiquipaque, Tanistla, Tampico 1543-1565),
pp. 389-390 (Tempoal 1564); véase asimismo la lista de productos establecida en
la “Visita de Gómez Nieto...” citada por D.E. Chipman, op.
cit., p. 30.
75 agn, Mercedes,
vol. 16, exp. 1032, f. 285v°, 1591; vol. 21, exp. 699, f. 157r°, 1597;vol. 22,
f.270v°, 1596.
76 “Visita de Gómez Nieto...” citada por D.E. Chipman, op. cit.,
p. 30.
77 agn, Indios,
vol. 30, exp. 254, ff. 237v° - 238r°, 1689; exp. 437, ff. 407v° - 408r°, 1691;
vol. 32, exp. 30, ff. 31 r°- 32r°, 1692.
78 agn, vol.51, exp. 180, f.
193r°, 1726.
79 Véase B. García Martínez, op.
cit., pp. 295-299.
80 E Martínez de Loaysa.
.. in M. Toussaint, op.
cit.
81 Recuérdese que Tantoyuca era, desde comienzos
del siglo xvii, la sede del
alcalde mayor y de las autoridades religiosas, así como de las autoridades
indígenas de esa república.
82 E Martínez de Loaysa.
.. in M. Toussaint, op.
cit.
83 Según la tabla IX: “Mercedes otorgadas en la
Huasteca 1542-1625” in J. M. Pérez Zevallos, La Huasteca en el siglo xvi..., pp. 141-147.
84 Véanse por ejemplo las atribuciones de
tierras en los alrededores de Tantoyuca, agn, Mercedes,
vol. 5, f. 228, 1561;vol. 15, ff.61v°- 62r°, 1589;f. 14lv°, 1590;f.220v°, 1590;
vol. 18. exp. 632, f. 179r°, 1592; vol. 19, exp. 465, f. 166r°, 1594; vol. 21,
exp.639, f. 140,1597; exp.657, f. 144r°, 1597; agn, Tierras, vol. 1360,
exp.3, 15 ff., 1615-1619; vol. 2680, exp. 11,15ff., 1581, exp. 12,17ff., 1594;
vol. 2701, exp. 14, 24 ff., 1594.
85 Para un estudio de caso localizado de la
evolución de la tenencia de un terreno específco en la Huasteca, entre
indígenas, españoles y mestizos, véase A. Ariel de Vidas, El
truenoya no vive aquí..., cap. 4.
86 agn, Tierras,
vol. 2719, exp. 11,17 ff., 1598.
87 agn, Mercedes,
vol. 21, exp. 657, f. 144r°, 1597.
88 E. Florescano, Origen
y desarrollo de los problemas agrarios de México, 1500-1821, 8a ed.
rev. y aum., México, Era, 1986, p. 29.
89 Véase F. Chevalier, La formation des grands domaines au
Mexique. Terre et société aux xvie et xviie siècles, Paris,
Institut d'Ethnologie, 1952, pp. 156-157y pp. 352-353; J. Meade, La Huasteca
veracruzana..., t. 1, p. 356.
90 agn, Mercedes,
vol.44, ff. 160v°-162,1637;021v°-222v°, ff.237r°-23SV, f. 240,1643.
91 E. Florescano, op.
cit., p. 33.
92 G. Stresser-Péan, “Problèmes agraires de la
Huasteca... ” op. cit.
93 agn, Tierras,
vol. 1868, exp. 20,7ff., 1811.
94 Véase A Escobar Ohmstede, De
cabeceras a pueblos sujetos. Las continuidades y transformaciones de los
pueblos indios en las Huastecas hidalguense y veracruzana, 1750-1853,
tesis de doctorado en historia, México, El Colegio de México, 1994.
95 Ibid
96 agn, Indios,
vol. 4, exp. 74, f.22v°, 1589;exp.75, f.22v°, 1589; exp. 641, f. 183, 1590;
exp. 859, f. 230v°, 1590; vol. 5, exp. 152, f. 42v°, 1591; vol. 6, 2a parte,
exp. 462, f. 103,1592.
97 B. García Martínez, op.
cit., p. 140.
98 P. Gerhard, A
Guide to the Historical Geography of New Spain..., p. 220.
99 agn, Reales
cédulas (duplicados), D-14, exp. 14.
100 Archivo Histórico del Arzobispado de México,
Armario 10, vol. Visitas de Aguiar y Seijas, 1683-1685, “visita de Tanroyuca”,
ff. 104r°bis-107v°.
101 J. A. Villa-Señor y Sánchez, Theatro
Americano, descripción general de los reynos y provincias de la Nueva España y
sus jurisdicciones [1746], México, Editora Nacional, 1952.
102 Véase para el caso de
Huejuda, P. Gerhard, A
Guide to the Historical Geography of New Spain..., p. 146.
103 Véanse La Visita de
Gómez Nieto a la Huasteca (1532-1533), J. M. Pérez Zevallos (comp.), op. cit.; agn, Tierras,
vol. 2695, exp. 4,11 ff., 161 l;vol. 2701, exp. 16,8 ff., 1614; vol. 2754, exp.
6,10 ff., 1616; exp. 9,12 ff., 1625.
104 J. A. Villa-Señor y Sánchez, op.
cit., part. 1, libro 1, cap. 21, pp. 122-123.
105 Véase A. Escobar Ohmstede, De
cabeceras a pueblos-sujetos...
106 agn, Indios,
vol. 30, exp. 219, f. 206,1689; vol. 32, exp. 23, ff. 23v°-24r°, 1692; exp.
158, ff. 152r°-152v°, 1693.
107 Véase agn, Indios,
vol. 28, exp. 139, f. 123V, 1684.
108 G. Stresser-Péan, “Problèmes agraires de la
Huasteca...”.
109 agn, Tierras,
vol. 2754, exp. 6, 10 ff, 1616.
110 A. Ouweneel, “Onderbroken Groei in Anáhuac:
De ecologische achtergrond van ontwikkeling en armoede in Centraal-Mexico
1730-1810”, Latin American Studies Series, 50,
Amsterdam, cedla, 1988, p.
165, n. 30, citado por F. J. Schryer, Ethnicity
and Class Conflictin Rural Mexico, Princeton, N.J., Princeton
University Press, 1990, p. 89, n.3.
111 agn, Inquisición,
vol. 891, ff. 268-288,1741.
112 agn, Inquisición,
vol. 303, ff. 255bis-256, transcrito en Boletín del Archivo General de la
Nación, 1.12 (2), 1941, pp. 215-221.
113 agn, Indios,
vol. 50, exp. 125, ff. 237v°-238v°, 1724.
114 agn, Indios,
vol. 52, exp. 78, ff. 79V-80r°, 1729; exp. 103, ff. 109V-110, 1730.
115 Véanse agn, Indios,
vol. 19, exp. 144, ff. 76v°-77,1653; vol. 24, exp. 225, £ 142,1668; Tierras,
vol. 2971, exp. 22,24y 34,1653.
116 E. Florescano, op.
cit., p. 59.
117 agn, Bienes
Nacionales, vol. 783, exp. 2 y vol. 758, exp. 3, citados por F. Chevalier, op.
cit., p. 341.
118 A. Rubial García, op. cit.,
p. 120.
119 agn, Inquisición,
vol. 881, exp. 28, ff. 152-164,1731.
120 C. Tapia Zenteno, op. cit.
https://books.openedition.org/cemca/368
https://books.openedition.org/cemca/2273