domingo, 6 de marzo de 2022

 

Teatro renacentista

Teatro en el Renacimiento

El Renacimiento recuperó el goce de vivir, al ser humano como centro del interés cultural, la valoración del amor entre hombres y mujeres, la reivindicación del cuerpo humano frente al rechazo medieval de la vida  y el cuerpo, en beneficio del alma y de la muerte, que llevaría a las almas al más allá. Estos principios, naturalmente, tienen la máxima importancia en el desarrollo del teatro, que es reflejo de la vida y revelación de la humanidad subyacente en ella.

Como ocurre con otras artes, el teatro renacentista tiene una gran importancia en Italia, si bien su valor consiste sobre todo en su aportación a la técnica de representación y a los aspectos espaciales y escenográficos. Durante esta época también se desarrolla un tipo de teatro popular, la llamada Commedia dell’ arte, que tendrá la máxima trascendencia e influencia en el teatro posterior europeo.

El teatro se desarrolla en las cortes italianas con gran despliegue de medios visuales y musicales, acompañado de danza y música, con espectaculares vestuarios y tramoya. Se solía representar una obra, la mayoría de las veces de origen clásico (romana o griega, sobre todo comedia), pero el interés estaba en los llamados intermezzi, donde toda imaginación tenía su lugar. Danzas supuestamente exóticas, moriscas o de la Antigüedad clásica, mundos fantásticos y mitológicos, eran representadas en estos intermedios, que terminaron devorando literalmente al drama o parte teatral. Estos alardes de luces, coreografías, vestuario y escenografía, impidieron el desarrollo de un teatro autónomo, como el que ya empezaba en Inglaterra y España, pero por otra parte aportaron innovaciones considerables a la escenografía y maquinaria teatral. Una de estas innovaciones fue obra de pintores y arquitectos, con el descubrimiento de la perspectiva y sus principios, que permitieron la elaboración de decorados que sugerían las tres dimensiones; con ellos nace la escenografía moderna.

La Commedia dell’Arte

Como ya se ha dicho, se desarrolla en Italia una forma de teatro popular, que se improvisaba sobre un escenario, sin texto previo; los actores usaban máscaras y vestuario tipificado según el personaje interpretado, que era fijo y característico: Pantalone, Il Dottore, Arlecchino, Colombina, etc. Cada personaje procedía de una región italiana y hablaba con su acento peculiar. Los actores que los interpretaban fueron los primeros actores profesionales, pues vivían de su trabajo y solían estar especializados en un determinado personaje. Los argumentos eran improvisados; se han catalogado más de ochocientos. Los tipos de personajes eran la pareja de enamorados, los viejos, los criados, las vecinas murmuradoras y los fanfarrones. El argumento era siempre una historia de amores contrariados e infidelidades. Los actores tenían una gran habilidad para combinar los fragmentos fijos con las variaciones, e iban siguiendo los derroteros argumentales que proponían sus compañeros de grupo, a veces modificados por los gustos del público del lugar donde actuaban. La escenografía era invariablemente una calle y dos casas enfrentadas, pues no se concebía la representación dentro de una casa, cuyas paredes impedirían ver los sucesos del interior.


La Commedia dell’Arte tuvo una vida larga; aparece en el siglo XVI en Italia y se extiende por toda Europa. Lope de Vega conoció los primeros textos y Shakespeare se inspira en ellos para escenas de sus comedias. Molière inventa a mediados del siglo XVII el personaje de Pierrot inspirado en Arlecchino, y la carrera triunfal de este género se extiende a lo largo del XVII y XVIII, sobre todo por Francia y España.

España: La Celestina


La obra más importante de la transición entre la Edad Media y el Renacimiento en España es la llamada “Comedia de Calisto y Melibea”, más tarde “Tragicomedia de Calisto y Melibea”, y finalmente “La Celestina”, debido a la fuerza del personaje de la alcahueta que mueve los hilos en la trama realista de la obra. Su autor era un judío converso, Fernando de Rojas, un hombre culto, conocedor del Humanismo y de las fuentes clásicas. Mucho se ha discutido sobre el género literario de “La Celestina”, debido a su extensión y variedad de escenarios y tiempos, tanto que si se considera teatro, muchos estudiosos la ven como irrepresentable; pero el hecho es que ha sido representada en numerosas ocasiones. Tiene formalmente todas las condiciones de un texto teatral, pero parece ser que era, como algunas obras clásicas de profundo sentido, para ser leída en voz alta; se trataría entonces de una “comedia humanística”. Sin embargo, tiene suficientes elementos dramáticos, en los personajes, en el argumento, en la tensión y conflicto planteado, como para que sea considerada parte de la historia del teatro. Su argumento y sus dos personajes principales han sido comparados con la pareja formada por Romeo y Julieta, con los cuales comparten la torpeza juvenil que les hace fracasar en la consecución de su amor.

 

Teatro del siglo XIX: teatro romántico

 

El siglo XIX es una época de cambio en Europa, pues se produce una revolución política, social y económica, además de la llamada “revolución industrial”, que hace variar la composición social de los pueblos.

Para el teatro es un siglo de progreso, en primer lugar en el arte de escribir teatro. Se buscaba un cambio y una mejora artística, y al mismo tiempo aparecen nuevos auditorios, un público formado por la burguesía y las capas populares, generalmente poco instruidas, que buscaban en el teatro una forma de entretenimiento, de evasión.

Los autores pasaron del Clasicismo al Romanticismo, y de éste al Realismo; aparece incluso, a fin de siglo, un teatro naturalista, mientras algunos autores crean un teatro poético y otros hacen vislumbrar ya el Expresionismo.

En esta época se crean nuevos teatros, que, sin embargo, disminuyen de tamaño, lo cual escénicamente es muy significativo, pues ese hecho diversifica la oferta de tendencias teatrales y crea una mayor cercanía del auditorio con el actor. Debido a esto y a otras causas, la interpretación también progresa y encuentra nuevas técnicas de actuación y entrenamiento del actor, mientras que la ciencia y la tecnología aportan nuevos avances en la iluminación y la escenografía. Se abandonan las bambalinas y los cortinajes para pasar al llamado “medio cajón”. El vestuario se vuelve preciso y acorde con la época histórica que se representa en la acción dramática, y la escenografía es más imaginativa en algunos casos o más realista en otros.

Teatro romántico


Goethe en Italia

En el Romanticismo, el autor que conjuga teoría y práctica teatral, adelantándose al resto de Europa, es el alemán Goethe. Este autor no sólo escribió obras que forman parte ya de la literatura universal, como Fausto, el mito del hombre que vende su alma al diablo, sino que también reflexionó sobre el hecho teatral, en su novela “Wilhelm Meister”, donde sigue la trayectoria y el aprendizaje de un muchacho que se va a dedicar vocacionalmente al teatro. En esta novela considera que el teatro es el único arte que puede comunicar con multitudes por medio de la poesía. Como director de escena durante veintiséis años en la corte del duque de Weimar, procuró educar al público y a los actores, estética y moralmente. Estableció un adiestramiento disciplinado para dar al actor dignidad profesional y capacidad de interpretar toda clase de papeles. Consideraba que el actor estaba al servicio del autor y que el espectáculo teatral era el modo de reforzar la transmisión de la palabra.


Sturm und Drang


Friedrich Schiller

Las obras de Friedrich Schiller, contemporáneo y amigo de Goethe, corresponden al movimiento Sturm und Drang, que preludió al Romanticismo alemán y europeo. Fue durante toda su breve vida dramaturgo y gerente de teatro. Sus obras son dramas históricos, como la primera de ellas, “Los bandidos”, a la que siguieron otras, como “Don Carlos”, “María Estuardo” o “Guillermo Tell”. “Don Carlos” es una de sus más célebres obras; fue llevada a la ópera y trata sobre las extremadamente conflictivas relaciones del rey Felipe II de España con el príncipe heredero don Carlos, al que manda encerrar acusándolo de locura; es una obra manifiesto por la tolerancia. “Guillermo Tell”, por ejemplo, encarna también los anhelos nacionalistas de los pueblos que aparecen en el Romanticismo, en este caso, el nacimiento del nacionalismo suizo.


El dramaturgo Kleist

Tanto Goethe como Schiller se esforzaron por alcanzar un ideal de belleza y anticiparon el movimiento romántico que se desarrollará en Europa cincuenta años más tarde. También a finales del siglo XVIII aparece la figura de Kleist, dramaturgo alemán de gran talento para la comedia y al que se considera el padre del drama psicológico.


Víctor Hugo, el liberalismo en literatura

En Francia el Romanticismo en el teatro llega con el escándalo por el estreno de “Hernani”, de Víctor Hugo, en 1830. Hugo fundirá la tragedia y la comedia en el género llamado drama, como ya hicieran antes los alemanes, siguiendo la línea del teatro barroco; desdeña las reglas clásicas aristotélicas, de tanto vigor en Francia, interesándose más por el color local, el carácter de los personajes y su simbolismo. Hugo declaró que “el Romanticismo es el liberalismo en literatura”, y defiende la total libertad del autor para sus creaciones. La representación de su obra “Hernani” dividió al público francés en partidarios del clasicismo y partidarios de la libertad romántica, en una verdadera batalla campal que se repitió durante las cuarenta y cinco representaciones que tuvo la obra.


"La Traviata" o "La dama de las camelias"

Un teatro más ligero y menos polémico representa el melodrama y el vodevil que entretiene a la pequeña burguesía parisina. En esa línea, pero de mucha mayor calidad, encontramos a Alejandro Dumas, el hijo, que fue lanzado a la fama por su obra “La dama de las camelias”, llevada a la ópera por Verdi como “La Traviata”. Es el teatro de Dumas un teatro moral, crítico con el fariseísmo y la hipocresía burguesa de su época.

En España, los románticos se sintieron atraídos, como los europeos, por dramas históricos de escenarios insólitos, tenebrosos o exóticos, por personajes malditos, y por las tragedias en el que el amor y el destino llevan a un desenlace desastroso a sus protagonistas.


Escena de "Don Álvaro o la fuerza del sino"

Destaca entre todas la obra de Hartzenbusch, “Los amantes de Teruel”, en que se da vida a una leyenda del siglo XIII. El Duque de Rivas escribe también un célebre drama histórico, llevado luego a la ópera por Verdi, “Don Álvaro o la fuerza del sino”, lleno de sucesos azarosos y truculentos. Otro de los grandes autores del teatro romántico español es José Zorrilla, que recrea de nuevo la figura del seductor demoníaco don Juan, en su obra “Don Juan Tenorio”, donde por primera vez el protagonista es salvado por el amor de doña Inés, y no condenado como sus antecesores.

Avances en la representación y la puesta en escena

  1. Se pasa a la precisión y adecuación histórica en el vestuario, que ya había comenzado en el siglo XVIII con la actriz francesa Madame Vestris, que había abandonado el traje de su época, habitualmente usado en el teatro, para adaptarse a la época del personaje. A partir de ahí, la precisión histórica en el vestuario se estableció como norma entre 1810 y 1850.
  2. Bambalinas, paralelas a las candilejas, se reemplazan por muros continuos que representan las paredes de una habitación, llamado “escenario de medio cajón”. Al mismo tiempo se desarrolla la maquinaria teatral y la tramoya, con escenarios ascendentes e incluso giratorios.
  3. Los decorados se hacen también precisos históricamente o realistas en el caso de comedias contemporáneas.
  4. Aparece la luz de gas para la iluminación, que si bien hizo más peligrosa la asistencia al teatro debido a los numerosos incendios que provocaban, mejoró considerablemente la iluminación de la escena y permitió por primera vez dejar a oscuras la sala o auditorio, lo que centraba toda la atención en el escenario.

Teatro del siglo XX: introducción

El siglo XX europeo viene marcado por dos fechas fundamentales en su primera mitad; estas fechas son las correspondientes al inicio y fin de las dos grandes guerras mundiales que en ese medio siglo se producen. La primera Guerra Mundial comienza en 1914 y termina en 1918, con un acontecimiento histórico capital en 1917, la Revolución Rusa. La segunda Guerra Mundial comienza en 1939, justamente al finalizar la Guerra Civil española, y termina en 1945. Son las dos guerras más destructivas y dañinas que ha sufrido la humanidad; su influencia en el arte que se produce en los períodos de preguerras, entreguerras y posguerras es indiscutible, y naturalmente también en el teatro, que es un reflejo de la sociedad en que se desarrolla.

Ya vimos cómo a partir del siglo XIX el arte escénico experimenta un enorme avance en varios aspectos; esto no va a cambiar en el siglo XX, sino que más bien se acentúan esos avances, se matizan y se presentan otras innovaciones y perfeccionamientos. Estos aspectos son los siguientes:

  1. Avances en la técnica y en la profesionalización de los actores y de los directores de escena.
  2. Escenografías y vestuario preciso, en el caso del teatro realista, y un despliegue enorme de creatividad en este aspecto en el teatro no realista.
  3. Avances técnicos en maquinaria, arquitectura teatral e iluminación.
  4. Conciencia del teatro como vehículo de transmisión de ideas.
  5. Gran desarrollo de la teoría teatral, que se estudia bajo los principios de la semiótica.
  6. Concepción del teatro como un espectáculo total, que requiere la implicación de las diferentes artes visuales, espaciales y auditivas, así como las disciplinas físicas y psicológicas en la preparación del actor.
  7. Al anterior desarrollo del teatro como totalidad se opone una corriente que busca en el teatro su raíz esencial, la esencia de lo teatral, en la que se prescinde de cualquier elemento no teatral.

Visto lo anterior, se evidencia que el siglo XX va a representar la continuación, consolidación y avance de las técnicas e ideas surgidas en el siglo XIX, pero también la aparición de importantes vanguardias en la misma línea que en otras artes (surrealismo, dadá, expresionismo, etc.), y un cambio de temáticas muy importante.


Alfred Jarry

El principal antecedente de las vanguardias lo representa Alfred Jarry, a los


Ubú rey en títeres

que reclaman como precursor todos los vanguardistas. Nacido en 1873 y muerto a los treinta y cuatro años de edad, escribe a la temprana edad de quince años una obra llamada “Ubu Rey”, en la que parodia el poder, sus advenedizos y las dictaduras, sobre la base de la tragedia “Macbeth” de Shakespeare. Jarry parece ser la conciencia anticipada de los horrores de las guerras que se avecinan. El estreno de esta obra en 1896 supone un enorme escándalo en París, pues representaba el rechazo a todo el teatro burgués, el que su propio autor llamaba “el teatro de palco”; a esta idea no era ajena la ingenua obscenidad, la deformación de las palabras, el ataque a la autoridad, al poder y al orden establecido. Jarry rompe con los esquemas dramáticos anteriores, introduce atrevidas innovaciones, como las palabras inventadas, el ambiente de vitalidad y erotismo, la irracionalidad de los comportamientos y una denuncia de la cara oculta de la sociedad, movida por bajos intereses.

En este comienzo del siglo XX, la moda de los pequeños teatros da paso a una corriente a favor de los grandes espectáculos para masas, debido sobre todo a la Revolución Rusa de 1917 y a la vertiginosa ascensión de los movimientos fascistas y nacionalsocialistas en Italia y Alemania. Desde estos poderes se favorecen espectáculos multitudinarios en grandes espacios públicos y auditorios, incluso al aire libre, como una reacción frente al teatro para la clase burguesa y para pequeñas élites de intelectuales. Esta moda, de origen sociopolítico, se extiende por toda Europa; nacen así los grandes festivales populares de verano o primavera, que no se limitan sólo al teatro, sino que también ofrecen espectáculos de música, ópera o danza. Se vuelven también a utilizar los antiguos teatros grecorromanos, allí donde se encontraran sus ruinas, después de ser restaurados y acondicionados. No es raro tampoco el uso de plazas de toros y de grandes espacios públicos.

La característica principal en el siglo XX, sin embargo, será la gran variedad de estilos, tendencias, ideologías y corrientes teatrales, al mismo tiempo que aparecen vanguardias en su primera mitad y grandes figuras renovadoras tanto en la temática y dramaturgia como en los aspectos técnicos y escénicos. No podemos olvidar tampoco el papel decisivo que tienen la televisión y el cine en la evolución posterior del teatro, que debido a la presencia y alcance masivo de estos medios toma dos caminos diferentes: la producción de atractivos y grandiosos espectáculos, como las comedias musicales, o la búsqueda de la esencia teatral pura, como el caso de Grotowski y sus seguidores.

 

Teatro del siglo XIX: teatro realista y naturalista.

La segunda mitad del siglo XIX está dominada por dos tendencias literarias que tienen su reflejo también en la literatura dramática y en la forma de representación teatral: el Realismo y el Naturalismo.

El Realismo en teatro presenta un lenguaje cotidiano y familiar y sus personajes no sólo hablan en forma natural, sino que poseen una psicología de seres comunes; sus acciones se asemejan todo cuanto se pueda a las acciones de la gente real. Representadas sobre el escenario tienen que convencer al público de que la acción que desarrollan podría darse en la vida. Teatralmente, estas obras tienen dos importantes retos; una es alcanzar la elevación de espíritu y expresión, y otra conseguir el efecto dramático sin perder la sensación de naturalidad. Los vestuarios y escenografías, rigurosos y fieles a la realidad, y el escenario de “medio cajón” tenderían precisamente a proporcionar esta sensación ilusoria de estar contemplando algo que sucede realmente.

El Naturalismo, como tendencia literaria, implica otros principios más complicados, basados en teoría científicas que aparecen en aquella época, y afecta más a los temas y al tratamiento de personajes y acciones. Considera el Naturalismo que los seres humanos están gobernados por leyes de la herencia y por influencia del medio; de un modo inexorable están condicionados sin remisión; cada hombre o mujer es lo que es debido a su herencia biológica y al medio en que se desenvuelve. Sin libertad y sometidos a leyes naturales, ningún ser humano puede alcanzar la felicidad. Tanto en narrativa como en teatro, la obra naturalista no es sino el intento de presentar una parte de la realidad, observada con frialdad y distancia y transmitida fielmente.

El autor precursor del naturalismo, e incluso del Expresionismo del siglo XX, fue el alemán Georg Büchner, que en 1836 escribe una obra, “Woyzeck”, sobre la vida de un mísero soldado que termina asesinando a su mujer. Por la misma época, en Noruega,, nace uno de los más grandes dramaturgos de esta segunda mitad del siglo XIX, Henrik Ibsen, al que se


Henrik Ibsen

considera el gran innovador y el creador del teatro realista moderno. La obra de Ibsen se ajusta el concepto de la “obra bien hecha”, aquella en la que la estructura interna y externa encajan perfectamente, con una gradación ascendente de la tensión dramática y una distribución siempre equilibrada de fuerzas psicológicas. La obra maestra de Ibsen es “Casa de muñecas”, que es un alegato a favor de la liberación de la mujer, lo que creó un gran escándalo y revuelo social. Sin la obra dramática de Ibsen sería inconcebible el desarrollo posterior del teatro en el siglo XX. Frente al realismo de Ibsen encontramos el desgarrado y atormentado naturalismo de


August Strindberg

 

August Strindberg, dramaturgo sueco. Tuvo una vida turbulenta, con repetidosdivorcios e intentos de suicidio. De sus obras, la que sigue completamente viva en el repertorio de los teatros internacionales es “La señorita Julia”, estrenada en 1888.

En Francia, el Naturalismo amplia la afición al teatro; existen dos teatros nacionales y numerosos teatros de los llamados de bulevard, que ofrecen melodramas y vodeviles, comedias y espectáculos musicales. Sin embargo, el local donde los naturalistas estrenaron sus obras fue el Teatro Libre de André Antoine, que era una sala pequeña en la que se estrenaban obras de nuevos autores, lo que llevó a la ruina a su fundador, pero tuvo grandes repercusiones en la renovación del teatro. El Teatro Libre de Antoine era el verdadero escaparate del Realismo y fundó el modelo de teatro experimental que luego se seguiría en el resto de Europa y en Estados Unidos. Supuso una renovación en la forma de interpretar, pues hizo que los actores hablaran y se movieran como seres humanos reales, eliminando algunas convenciones estereotipadas, como la norma de no dar la espalda al público. Utilizaba decorados realistas, con muebles reales de la época, sin usar bambalinas ni telones. Por desgracia su trabajo resultó un fracaso económico, aunque un gran triunfo del teatro, pues su proyecto logró encontrar una forma realista de representar, humanizó la actuación, estimuló la creación de nuevos dramaturgos y creó la idea de los conjuntos actorales, en contra de la figura individual del gran actor rodeado de mediocridades sin coordinación.

En Rusia, el Realismo se convirtió en teatro psicológico con la obra de Antón Chejov, cuyo éxito es inseparable de la fundación del Teatro del Arte de Moscú por Stanislawsky y Dachenko. Otros realistas cuya obra también está ligada a este extraordinario estudio de


Anton Chejov y Leon Tolstoi

teatro son Tolstoi y Maximo Gorki. El fundador, Constantin Stanislawsky, nació en una familia acomodada y en su juventud primera fue fundador de la Sociedad de Literatura y Arte. De su encuentro con Vladimir Nemirovich Dachenko nace la idea de la fundación del Teatro del Arte de Moscú, que formado en principio por estudiantes de teatro y aficionados, llegó a constituirse como uno de los grandes conjuntos de actores del mundo. Su propósito no era captar los aspectos superficiales del realismo, sino representar lo que Stanislawsky llamaba la “verdad interior, la verdad del sentimiento y de la experiencia”. El Teatro del Arte de Moscú, consigue que Antón Chejov, que había fracasado anteriormente con su obra “La gaviota”, se convenciera de seguir escribiendo para el teatro, y así surgieron obras maestras del drama como “El tío Vania”, “Las tres hermanas” o “El jardín de los cerezos”. En sus obras no se produce el conflicto de héroes o heroínas, sino que la historia parte ya de un conflicto en el que esos héroes y heroínas han sido ya derrotados; no luchan, sino que se abandonan a un destino ya cumplido; la obra desarrolla esa derrota vital de los personajes. Autor muy diferente es Gorki, que representa el teatro para el pueblo, frente a un teatro dirigido a la nobleza primero y a la burguesía después. Su obra más célebre es “Los bajos fondos”, trata sobre personajes tomados de la realidad observada en los caminos y posadas míseras de Rusia.

 

En Inglaterra, en la década de los años 1890, aparecen dos dramaturgos realistas de


Oscar Wilde

importancia. Oscar Wilde cautivó al público londinense con sus comedias de alta sociedad, llenas de ironía, en las que manejaba como nadie un lenguaje cínico y elegante; escribió cuatro comedias cuya culminación fue “La importancia de llamarse Ernesto”. Un poco después, unos años antes de la Primera Guerra Mundial, aparece Bernard Shaw, un autor que cosecha grandes éxitos con comedias de fino humor, como “Casa de Viudos” o “El soldado de chocolate”. Su obra culminante fue “Cándida”. La continuada calidad de sus obras le consagraron como el más grande de los dramaturgos ingleses modernos.

El Realismo español está representado por las obras teatrales de Benito Pérez Galdós, que a veces son adaptaciones de sus novelas, y por Echegaray, que obtuvo el Premio Nobel , y que fue un autor de éxito en su momento, pero hoy poco considerado.

 

Una novedad teatral: conjuntos o grupos de actores

 

Hasta el triunfo del Realismo en la última década del siglo XIX, la actuación era en casi todas partes un despliegue de talentos individuales, mientras el resto de la representación se desarrollaba precariamente. Era necesaria la constitución de conjuntos de actores y la armonización de todos los elementos teatrales. Esto sucedió gracias a tres innovadores. Aunque sus ideas sobre la representación se dedicaban al drama musical, Wagner influyó también en el ámbito del teatro por su idea de fundir todos los factores de la producción teatral en un todo expresivo. Por otra parte, el Duque de Meiningen, llamado el Duque del Teatro, impulsó en su corte la formación de conjuntos de actores donde los grandes intérpretes no fueran los únicos protagonistas, sino que todos actuaran en una misma línea de expresividad. La tercera persona que contribuyó a esta idea, y de la que ya hemos hablado anteriormente, es André Antoine, con su Teatro Libre, que encontró imitadores y seguidores en todo el mundo.

En esta época encontramos grandes actores que brillaron en los teatros europeos de finales del siglo XIX, como la actriz Rachel, especialista en las tragedias clásicas francesas, que viajó en constante éxito por Europa y EEUU, hasta su muerte a los treinta y ocho años. Sarah Bernhardt, cuya fama llega hasta nuestros días, triunfaba en Francia como actriz trágica. Encontramos grandes actores y actrices en Italia, como Adelaida Ristori y Tommaso Salvini. Pero pronto se impondrían los conjuntos o grupos de actores adscritos a un teatro, como el formado en el “Burgtheater” de Viena, donde reinaba sobre todo la actuación de conjunto. Quien desarrolló esta idea plenamente fue el Duque de Meiningen, quien después de ver el trabajo del actor inglés Charles Kean y los trabajos del Burgtheater vienés, fundó su propia compañía, que no estaba formada por actores distinguidos. Sus actores representaban indistintamente papeles principales y pequeños, realizando largos y minuciosos ensayos. Destacó también como diseñador y escenógrafo, dotando de valor y equilibrio a todos los planos de la representación. El conjunto Meiningen realizó giras por toda Europa, desde Londres a Moscú, e influyó en la creación de otras escuelas de representación semejantes. El mismo Stanislawsky reconoció siempre cuánto influyó este conjunto alemán en su obra.

 

 

Teatro del siglo XX: el teatro del absurdo

La vanguardia teatral europea encontró su momento álgido a partir de los años 50 del pasado siglo. El teatro convencional y realista carecía ya de ideas nuevas y de dramaturgos creativos. La Segunda Guerra Mundial, que había dejado el triste balance de 96 millones de muertos y países enteros arrasados, había supuesto el reconocimiento de que la Humanidad había hecho importantísimos avances técnicos y científicos, pero que no había logrado solucionar los problemas que atañían a su propia naturaleza; no sólo no habían encontrado solución, sino que se habían manifestado con la mayor violencia y crudeza en las guerras. La propia lógica del sistema había hecho caer a los seres humanos en lo ilógico y lo irracional. En ese momento, la desconfianza en la razón y en la lógica social fue recogida por el llamado teatro del absurdo.


Cuaderno de trabajo de Ionesco

El primer autor de esta tendencia fue Eugène Ionesco, que en 1950 estrenó “La cantante calva”. En 1953, Samuel Beckett lleva a la escena su obra “Esperando a Godot”. Los antecedentes de esta tendencia teatral tenemos que buscarlos en Alfred Jarry, con su “Ubu Rey”. Su declaración sobre lo incomprensible parece ya una declaración de principios del teatro del absurdo:

“…relatar cosas comprensibles sólo sirve para entorpecer la mente y desviar la memoria, mientras que el absurdo ejercita el cerebro y hace trabajar la memoria”. Su influencia está detrás de movimientos como Dada y el Surrealismo, antecedentes inmediatos del absurdo.

Por otra parte, el distanciamiento predicado por Brecht y la teatralidad primitiva de Artaud preparan también este camino, que se inscribe en la línea del antiteatro del siglo XX


El término “absurdo” fue utilizado por primera vez por Sartre para calificar la existencia humana en su análisis sobre el existencialismo; su seguidor, Albert Camus, novelista y dramaturgo, escribió un ensayo donde se trataba del absurdo y se hablaba sobre “el abismo permanente entre el yo y el mundo”. Como se puede ver, las confluencias de ideas fueron muchas y variadas para la aparición de esta tendencia teatral.

En su comienzo, el público no tuvo facilidad para aceptar algo tan diferente a lo que había sido acostumbrado; personajes, ambientes, diálogos, todo resultaba extraño y extravagante. Los propios autores se resistían a dar explicaciones acerca del sentido de sus obras. Preguntado Samuel Beckett acerca del significado de “Esperando a Godot”, respondió que, de haberlo sabido él, lo habría puesto en la obra. Lo cierto es que no pretendían estos autores que se “comprendiera” en el sentido tradicional del término, sino que su finalidad era que al público le llegara la idea de que precisamente no había que preocuparse por el sentido en un mundo sin sentido.

Muchos críticos y eruditos consideraban, por otra parte, que se trataba de un teatro intelectual, que exigía atento estudio, profundo análisis e interpretación. Las comparaciones y la búsqueda de raíces en surrealistas y dadaístas eran inevitable. En el teatro no se obtenía una imitación de la vida, sino una visión imaginativa de la vida. Naturalmente, la identificación del público con los sucesos y personajes era imposible, ya que no se captaba el significado sino de modo fragmentario e intuitivo, sin concesiones a lo emotivo; se producía, por tanto, el efecto de distanciamiento que Brecht había propuesto. Sólo se reconoce la irracionalidad que puede ser también percibida en la propia vida.


Una escena de "Esperando a Godot"

En realidad, el teatro del absurdo no tenía ningún objetivo concreto. No hay personajes que sean reconocidos, no hay situaciones delimitadas y precisas. El desarrollo de estas obras está basado en la creación de una atmósfera, sólo asimilable intuitivamente. No hay suspense de los acontecimientos y a dónde conducirá la acción, pues lo único que el público puede preguntarse es qué acción impredecible puede venir después, qué acto sorprendente sigue a otro y cómo se puede relacionar cada uno con la totalidad de la obra, de modo que pueda captar al menos algo de lo que viene sucediendo.

Para los dramaturgos del teatro del absurdo el lenguaje está anquilosado y hay que destrozarlo. Desaparece la veneración por el texto y se incorporan a la acción elementos extraliterarios e incluso antiliterarios. Más que un teatro de ideas y palabras, es un teatro de imágenes. Algunos de sus elementos enlazan con las viejas tradiciones bufonescas, con la farsa clásica, sin olvidar el cine cómico de creadores como los Hermanos Marx. Se consideran muchas de sus obras cómicas, pero en el fondo de todas ellas late una gran tristeza, un sentido trágico que un público reflexivo capta de inmediato como un reconocimiento del absurdo en la vida social.

 

Teatro del siglo XX: antiteatro de Pirandello y ritualismo de Genet

Dos tendencias aparecen en el siglo XX, las cuales marcan todo el desarrollo posterior y las nuevas formas de teatralidad: el llamado antiteatro y el ritualismo. Sus dos representantes principales son respectivamente Luigi Pirandello y Jean Genet. Precisamente en la búsqueda de formas de rechazo del teatro burgués y convencional, tratando de destruir lo que se había llamado hasta entonces “teatro”, encuentran formas esenciales de teatralidad.

El antiteatro: Pirandello

Luigi Pirandello es considerado el primer autor del llamado antiteatro. Tratándose de un teatro en principio psicológico, o psico-filosófico, la psicología plasmada en sus obras es inquietante, al poner en duda la identidad del sujeto y hasta la misma idea de teatro. Durante veinticinco años se dedicó a la enseñanza y a escribir narrativa sin grandes éxitos. La novela “El difunto Matías Pascal”, sobre un hombre que se finge muerto para ser libre y termina autodestruyéndose, es su primera novela que alcanzó cierta notoriedad. Sin embargo, cuando trasladó los argumentos de sus novelas y relatos al teatro, alcanzó un clamoroso éxito. Su primera obra fue “Así es (si así os parece)”, cuyo argumento dirime el problema de la verdadera identidad de una mujer. Su consagración definitiva vino con “Seis personajes en busca de autor”, en 1921. El argumento de esta obra trata de un drama que el autor no desea escribir sobre el fatal descubrimiento de un padre por su hija en una casa de citas; los personajes, que no consiguen que el autor lo escriba, acuden a un director de escena para que les permita representarlo, revivirlo en realidad, ante el público.

Pirandello nació en Agrigento (Sicilia) en 1867. Era hijo de un rico propietario de minas. Completó sus estudios en Bonn (Alemania), donde se doctoró en Filosofía. Casado muy joven con la hija de un socio de su padre, le ocurrieron desgraciados sucesos a partir de entonces: la ruina de las familias y la locura de su esposa, que nunca volvió a reponerse. Como se ha dicho, hasta 1921 no se consagró definitivamente al teatro. A sus cuatro grandes obras iniciales, “Así es, si así os parece” (1916), “Seis personajes en busca de autor” (1921), “Enrique IV” (1922) y “Esta noche se improvisa” (1930), siguió un período de teatro siciliano, de no tanto valor como las primeras.

Su estilo y sus temas dramáticos levantaron violentas reacciones en principio, mientras que su celebridad iba en aumento. En 1934 le concedieron el premio Nobel de Literatura. Murió en 1936. Sus obras han quedado en la cultura occidental como una reflexión trágica y desesperada sobre la conciencia, sobre las falsas e insensibles relaciones humanas, en un continuo juego de máscaras. Ejerció influencia posterior sobre todo el teatro moderno, a partir de sus cuatro grandes piezas iniciales, que influye tanto en la distanciación de Brecht como en los juegos especulares de Jean Genet, en el teatro del absurdo y en la acción a diferentes niveles de Peter Weiss en “Marat-Sade”.

El ritual: Genet


Jean Genet nació en Paris. Se crio en un orfanato, hasta que fue acogido por una familia campesina. Todo fue bien hasta que fue sorprendido en un robo, lo que hizo que lo internaran en un reformatorio. Sartre, que escribió su biografía, atribuye a este rechazo social su posterior vida de delincuencia y su marginación social. Llevó hasta el estreno de su primera obra teatral una vida errante, entregada a la delincuencia. Precisamente en la cárcel comenzó a escribir poemas, novelas y obras de teatro. En 1947 estrenó “Las criadas”, que causó un gran escándalo, y en 1949 “Alta vigilancia”, sobre tres prisioneros, uno de ellos condenado a muerte, en su celda. “El balcón” fue estrenado en Londres en 1957, pero la censura le impidió estrenarla en Francia hasta 1969, con una puesta en escena de Peter Brook. Su definitiva consagración vino con “Las Negras”, en 1959. “Los biombos”, obra sobre la guerra de Argelia, antimilitarista y anticolonialista, provocó escandalosas manifestaciones de la extrema derecha. A partir de entonces se dedicó a la militancia política, luchando a favor de los argelinos y palestinos. Murió en París en 1986 y está enterrado en el cementerio español de Larache.

Jean Genet representa el ejemplo más estricto de teatro antirrealista. Es destacable su complacencia en invertir los valores sociales. Toma de Pirandello los temas acerca de la relatividad de la verdad y el intercambio de papeles. Los espejos desempeñan un importante papel en sus obras; los reflejos se confunden con la realidad hasta no poder distinguir una cosa de la otra. Sus piezas, al tener un argumento claro, podrían considerarse en este sentido dentro de la tradición narrativa, pero su mensaje es concreto, referido a cuestiones sociales, políticas y sexuales; lo que lo hace diferente es su punto de vista sobre la realidad, pues es opuesto a lo que se considera aceptable en la sociedad. Plantea siempre un comportamiento antisocial y racionaliza la perversión y la maldad. Su experiencia dramática descarnada se presenta como una ceremonia ritual. Siempre se trata de un teatro provocador y escandaloso, por sus temas y por su lenguaje, que, por otra parte, alcanza un lirismo espléndido. Rigurosamente antirrealista presenta a los seres como fantasmas, como ilusiones y visiones aparienciales. Su intento es hacer aparecer los signos del orden social invertidos. Él mismo declara que desearía hacer de su teatro un ritual de misa negra, aunque no lo considera posbile.

No se puede más que soñar con un arte que sería un enmarañamiento profundo de los símbolos activos capaces de hablar al público un lenguaje donde nada se diría, pero todo se presentirá. Nada se puede esperar de un oficio que se ejerce con tan poca gravedad y recogimiento”.

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