El
corral de comedias: un vistazo al plató del Siglo de Oro
Los corrales de
comedias, esos lugares tan arraigados en nuestra memoria gracias a las obras de
Calderón de la Barca, Tirso de Molina o Lope de Vega, son uno de los grandes
referentes del Siglo de Oro. Quizá no todo el mundo sepa cómo y cuándo en
aquellos teatros tan particulares se comenzó a hacer las delicias del
respetable: surgieron, en el siglo XVI, gracias a las cofradías, como no podía
ser de otro modo en aquella España tan anclada a la religión y en la que la
Inquisición campaba a sus anchas. Por ello no quedó más remedio que conciliar
las representaciones de comedias con los requerimientos morales de la Iglesia.
No debe olvidarse que el momento de esplendor de los corrales de comedias
coincide con el cenit del Barroco, una cultura de crisis política y económica
que nació para afianzar los poderes tradicionales, es decir, Monarquía e
Iglesia.
Corral de Comedias de Doña Elvira
http://sevillamiatours.com/corral-comedias-dona-elvira/
Las primeras
representaciones se llevaron a cabo en iglesias, universidades, u hospitales.
Pero pronto se hizo evidente la necesidad de un lugar estable donde llevarlas a
cabo. Y fue Felipe II quien concedió el privilegio en la década de los 60 para
la construcción de lugares apropiados para dichas representaciones.
Si las cofradías
de la Pasión y la Soledad fueron las primeras en gozar del privilegio, unos años
después -a principios del XVII-, ya había 5 corrales distintos en la villa. La
cercanía entre los mismos dio lugar a un auténtico barrio de comedias. El
epicentro del mismo se situó en la calle del Príncipe, donde se situaron tres
corrales: el de Burguillos, el del Príncipe (que acabaría convirtiéndose en el
Teatro Español), y el de la famosa Pacheca.
Corral de
comedias: dibujo de Ramón Rodríguez con la visión frontal del escenario del
corral de comedias
A pesar de que no
se conocen planos ni dibujos de la época de construcción de los primeros
corrales, sí tenemos una idea muy fidedigna de algunas de sus generalidades, su
estructura, sus partes, y su relación entre ellas:
·
Los corrales solían
construirse en un lugar céntrico y de fácil acceso. La madera predominaba en
todos sus espacios. Arquitectónicamente, eran un punto intermedio entre el
teatro clásico descubierto y el coliseo cubierto posterior (Barroco e Ilustración).
·
En 1561, cuando
Madrid fue elegida como residencia real, los corrales no eran más que espacios
libres entre casas; posiblemente se adaptaron a espacios preexistentes,
construyendo, quizá de forma gradual. En este sentido, la funcionalidad debía
prevalecer sobre la imagen arquitectónica.
·
La mayor parte de
los corrales debieron construirse en solares más bien alargados y estrechos,
cuadrilongos, aunque después, gracias a la adquisición de viviendas limítrofes,
se modificaron.
·
Los tablados
centraban la atención del espectador (predominio de la madera en ellos); las
otras partes se levantaron siempre en función suya, con la idea de alcanzar la
mejor visión y audición. Solía levantar 1,5 m. sobre el suelo y se ubicaba en
el espacio opuesto a la entrada. No debía medir menos de 5 metros de largo por
4 de fondo. Tras él, se encontraba el llamado balcón de las apariencias y los
vestuarios de actrices (los de los actores estaban bajo el tablado). Todo el
tablado estaba cubierto por tejadillo o, en su defecto, lona.
·
Delante del
tablado había bancos “de media luneta”, si bien el espacio sería después
ocupado por la orquesta (posteriormente se impuso un foso entre el escenario y
las lunetas). Tras este espacio, de pie, los “mosqueteros”, en la platea.
·
Frente al tablado
el zaguán, desde el que se accedía al patio o a los aposentos superiores como
la cazuela. En algunos teatros hubo entradas diferentes según la clase social y
el sexo.
·
El patio era el
auditorio; estaba empedrado y su planta era alargada, en los dos lados mayores
se situaban las gradas elevadas, de madera, a cubierto.
·
Los aposentos,
situados a los lados mayores del patio, eran la parte más noble, ocupados por
la gente más destacada socialmente. Sobre ellos se encontraban los desvanes.
Había también aposentos para autoridades en el zaguán (sobre la cazuela), sitio
privilegiado que a veces ocupó el rey.
·
Sobre el zaguán la
cazuela, para mujeres no pertenecientes a la clase alta, y la tertulia, cerrada
por celosía, de manera que preservaba la privacidad de aquellos espectadores
que la ocupaban. En la parte más alta se situaba la segunda cazuela que era
ocupada por la servidumbre.
El corral,
diferenciado sexual y socialmente, fue un buen reflejo de aquella España del
Siglo de Oro.
Amadeo Barceló
Para saber más: A. Urquízar Herrera, A. Cámara
Muñoz, J. E. García Melero, Arte y Poder en la Edad Moderna, Centro
de Estudios Ramón Areces, 2010.
El
corral de comedias
En su origen, siglos XVI y XVII, Las
representaciones se hacían de día. La sala carecía de techo y
sólo tenia un toldo que protegía del sol. El escenario disponía de cortinas en
su fondo que ocultaban los vestuarios. La ausencia de telón condicionó
la representación: había que recurrir a otros procedimientos para avisar a
la audiencia de que comenzaba la representación: ruido inicial, música...
Hasta el siglo XVIII, no empezaron a construirse
edificios específicamente pensados para las representaciones escénicas.
Los teatros "a la italiana", los que tienen palcos y un
gran espacio para la escena, separado del patio de butacas por un foso, fueron
los más frecuentes. En Zaragoza, por ejemplo, el Teatro
Principal es de estilo italiano.
Partes de un corral de comedias
Corral
de comedias
- El Zaguán. Acceso
desde la calle al recinto; durante las obras de restauración de los años
50 apareció allí una baraja fechada en 1725, hoy conservada en el Mueso
Nacional del Teatro.
- La Alojería.
Soportal frente al escenario donde se vendía, además de fruta y frutos
secos, la aloja, bebida elaborada con agua, miel y especias.
- El Patio central
del edificio, que por tener los precios más baratos ocupaban de pie los
hombres de clase social más baja. Si pagaban algo más, podían sentarse en
gradas bajo los soportales.
- La Cazuela y la Tertulia o
Desván.
El primer corredor frente al escenario, ocupado por mujeres, que accedían
a él por una entrada diferente a la de los hombres, por no permitirse en
el recinto la relación entre ambos sexos. La Tertulia o Desván es
el corredor sobre la Cazuela.
- Los Aposentos o Galerías.
Corredores a modo de palcos en altura, a derecha e izquierda y de mayor
precio que el resto de las localidades, reservados a familias de mayor
poder adquisitivo, caso de los “principales de la ciudad”
(regidores y alcaldes del concejo). Allí sí podían mezclarse hombres y
mujeres. Haciendo gala de su posición social, lugar privilegiado para ver
y ser vistos.
- El Tablado.
Escenario, bajo el que se encontraba la bodega que hacía las veces de
camerino de actores y daba entrada a escena a los personajes del
inframundo a través del escotillón, trampilla situada en el tablado. Los
camerinos de las actrices se ubicaban tras la fachada del teatro, que
servía de escenografía para la representación.
Posibilidades
escénicas y función del teatro áureo español
Las posibilidades escénicas del corral
de comedias español son limitadas, pues no contaba con una gran tramoya teatral
y el escenario era más bien de reducidas dimensiones.
Las representaciones eran humildes y las compañías,
pequeñas en número y en recursos.
En cuanto a la función del
teatro, servía para afirmar los valores tradicionales de la monarquía
católica española. Normalmente, el rey suele aparecer al
final de las obras de Lope y Calderón y sus
respectivas escuelas y garantizaba la justicia, impartiéndola de manera
indiscutible, en su propio nombre y en el de Dios. El rey es
un garante que restablece el orden social y perdona la vida al villano -es
decir, el plebeyo de origen humilde-, al tiempo que castiga al noble que
abusa de su poder. Este esquema es el que aparece, por ejemplo, en El
mejor alcalde, el rey, Fuenteovejuna, Peribáñez
y el comendador de Ocaña, de Lope de Vega.
Como gran espectáculo de masas que
fue, el teatro áureo intentaba sobre todo divertir al
público y también reafirmar la moral tradicional española. En
ese sentido, no es un teatro ni mucho menos subversivo, sino de afirmación del
régimen imperante. Es por eso por lo que las figuras del rey y
los nobles están tratadas con respeto y por lo que hay un
personaje característico que hace reír al público: el gracioso o donaire,
un personaje de la clase baja, un siervo vivo, inteligente y burlón.
Por otro lado, en las comedias del teatro
español del Siglo de Oro se procura siempre un final feliz que
agrade al público. Es por eso por lo que el desenlace suelen ser las dobles
bodas del galán con la dama y
del criado con la criada. El matrimonio solo
se concibe dentro de cada clase social. Es decir, es impensable una
unión que atente contra el principio de división de clases, pues sería una
posición considerada subversiva y, por tanto, eliminada por el poder.
En definitiva, el teatro nacional del siglo
XVII es un espectáculo de masas que busca entretener y,
al tiempo, sirve de correa de transmisión de los principios
fundamentales de la organización social de España en la Edad
de Oro. Esto es lo que da al conjunto no solo un gran valor literario, sino
también un enorme interés histórico, social, económico y político.
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