ESTRATEGIAS ESPACIALES DE LAS ÓRDENES
MENDICANTES
Las órdenes
mendicantes y su misión en América (Resumen)
Los descubrimientos geográficos y las bulas
pontificias entregaron a las monarquías de la Península Ibérica un ingente
espacio por el que extender la cultura europea junto a una obligación de
respetar y cristianizar a las poblaciones autóctonas. Los poderes públicos
emplearon a las órdenes religiosas como eficaces agentes de colonización, pues
con unos efectivos que superarían los 15.000 miembros y no superaron los
20.000, incluyendo Brasil, en poco más de tres siglos aculturaron más de
14.500.000 Km2 mediante estrategias como la de las ciudades
misionales que dotaron al continente de una red urbana consolidada. Dicha
estrategia de las ciudades misionales también fue empleada por las misiones
protestantes moravas en áreas de colonización anglosajona. Asimismo la
fundación de ciudades misionales por las órdenes mendicantes, especialmente los
franciscanos, se mantuvo vigente tras la independencia de Hispanoamérica, como
se puede comprobar con el testimonio aportado por fray José María Vila,
misionero franciscano en tierras peruanas y brasileñas entre 1875 y 1880. Esta
comunicación se completa con una amplia bibliografía que indica las
perspectivas de investigación que se plantean en la actualidad.
Descubrimiento y evangelización
La presencia de las órdenes mendicantes en el
continente americano, empleadas como auténticos agentes de colonización por los
poderes públicos han ido acompañadas de unas estrategias espaciales que han
permitido en la mayor parte del continente desarrollar un proceso de
aculturación que ha significado un gigantesco salto histórico, que se
desarrolló durante la etapa colonial hispano-portuguesa y anglosajona, pero
dicha práctica persistió tras la independencia del siglo XIX. Esta comunicación
se complementa con una bibliografía actualizada indicativa de las perspectivas
de investigación abiertas en la actualidad.
Los descubrimientos geográficos del siglo XV y
el contacto con un continente desconocido ocasionado por los mismos supuso para
los poderes europeos la ingente empresa de establecer procesos de aculturación
que tuvieron como uno de sus instrumentos fundamentales la difusión de mensaje
de Cristo, que las monarquías hispanas basaron en diversas bulas concedidas por
el papado a sus monarcas, entre las cuales destacan [1] :
A los monarcas portugueses:
- Romanus Pontifex, de 8-1-1455, de
Nicolás V (1447-1455).
- Inter coetera, de 13-3-1456, de
Calixto III (1455-1458).
- Aeterni Regis, de 21-6-1481, de
Sixto IV (1471-1484).
A los monarcas españoles por Alejandro VI
(1492-1503):
- Inter coetera, de 3-5-1493 o bula de
donacion.
- Inter coetera, de 4-5-1493 bula de partición
o de demarcación. Quedó modificada por el Tratado de Tordesillas de
1494.
- Eximiae devotionis, de 3-7-1493.
- Dudum siquidem, de 25-9-1493.
Sintiéndose las coronas portuguesa y española
a partir de los documentos citados comisionadas para evangelizar América, se
apoyaron en las órdenes religiosas, a las que emplearon como eficaces agentes
colonizadores del nuevo continente; dicha práctica levantó una viva polémica
acerca de la licitud del tratamiento que los indígenas recibían por parte de
dichas coronas y los misioneros, con intervenciones tan destacadas como la de
Bartolomé de las Casas, O.P., José de Acosta, S.J., Luis de Molina, S.J.,
Francisco Suárez, S.J., Antonio de Vieira o Francisco de Vitoria, que están en
el origen de una legislación de protección a los colonizados; a dicha polémica
también se sumarían los papas Paulo III (134-1549), Pío V (1564-1572) o Urbano
VIII ( 1623-1644), entre otros.
En
el fondo se veía América como el nuevo mundo donde se podían plasmar las
utopías que partiendo del pensamiento platónico, habían generado en el
renacimiento proyectos tan sugestivos como el de Tomás Moro, Tomasso Campanella
o Francis Bacon, aspectos estos que dejamos de lado al no ser el objeto de
estas reflexiones [2] .
Órdenes mendicantes
Hagamos
un breve repaso del carácter de esas órdenes mendicantes que en su afán
cristianizador se convirtieron en excelentes agentes de las respectivas
colonizaciones de España y Portugal en América.
Acerca de las órdenes mendicantes, que
derivan sus denominaciones del latín ordo-inis y mendicans-ntis,
entre otras acepciones, destacan las siguientes [3] :
“Instituto religioso aprobado por el Papa y
cuyos individuos viven bajo las reglas establecidas por su fundador o por sus
reformadores”.
“Dícese de las religiones que tienen
por instituto pedir limosna, y de las que por privilegio gozan de ciertas
inmunidades”.
Teniendo en cuenta que estas órdenes se han
formado en el marco del catolicismo, las mendicantes son órdenes religiosas
cuya regla impone la pobreza de los individuos y de sus conventos, obteniendo
lo necesario para su mantenimiento de la limosna de los fieles. Nacieron como
expresión del ideal evangélico.
Las primeras, reconocidas en el siglo XIII
fueron las de los carmelitas, franciscanos, dominicos y agustinos.
Posteriormente se le añadieron los mercedarios, los trinitarios, los servitas,
los jerónimos, los hermanos de San Juan de Dios, los mínimos y los jesuitas. El
concilio de Trento permitió a las órdenes mendicantes la posesión de rentas,
pero les prohibió la posesión de beneficios eclesiásticos.
Hagamos un breve repaso de la media docena
que tuvieron mayor incidencia en Hispanoamérica.
Franciscanos
Francisco
de Asís (1182 – 1226) comienza a escribir hacia 1206, cuando abandonó su
forma anterior de vida, destinada a tener situación social dentro del ordo
caballeresco. Se convirtió al ideal evangélico de la pobreza absoluta.
Inocencio III en 1210 les otorga el Ordo Fratrum Minorum que autoriza su
particular forma de predicar. San Francisco redactó una primera regla llamada
"Regula Prima"(1221), un poco más tarde redacta una segunda llamada
"Bullata" (1223). Así se aproximaba a otras ódenes mas regulares como
la de los dominicos. Cuando fallece San Francisco, su testamento sigue haciendo
hincapié en las ideas originarias de la congregación pero que a la larga iban a
chocar sin duda con el impresionante crecimiento de la orden.
No
obstante, las medidas en torno a la pobreza provocaron una dura polémica en el
interior de la orden, a partir del 1245. Mientras la mayoría formada por los
conventuales, con pragmatismo aceptaban las disposiciones pontificias, los
grupos más rigurosos, los celantes, de mayor idealismo, se negaban a reconocer
su validez al considerar que San Francisco sería el jefe evangélico anunciado
por Joaquín de Fiore y ellos mismos los hombres espirituales de la nueva edad.
Las tensiones entre ambos grupos crecieron mucho y sólo el acceso al generalato
de una persona tan prestigiosa como San Buenaventura evitó que continuase la
querella y un posible cisma. No obstante la dualidad de tendencias estuvo
presente y el siglo XIII se denominaron “espirituales/comunidad”,
en el XIV “observancia/conventualismo”
y en el XVI “estrecha observancia/regular
observancia”.
Con
la creciente institucionalización en el seno de la orden, el movimiento, en constante
auge, se aleja de su intuición primitiva. El "Mundo Nuevo", ofrece a
los franciscanos reformados de España la estupenda posibilidad de comenzar en
Hispanoamérica, lejos de la Europa burguesa, la construcción de una Iglesia
apostólica y pobre, como la de los primeros tiempos, cuyo ideal coincide con
las metas originales de la Orden de San Francisco.
A
pesar de las disputas la orden franciscana formaba una sola familia hasta que
el papa León X (1513-1521) en la bula Ite vos, de 1517, entregará el
antiguo sello de la fraternidad franciscana a los observantes; en su
interior se mantendrían los recoletos, de práctica aún más estricta que
los observantes [4] .
Los conventuales,
que en España fueron obligados en 1567 a integrarse en la observancia por orden
de Felipe II, acorde con la voluntad papal. En 1628 obtuvieron de Urbano VIII
(1623-1644) su independencia respecto a la observancia; en 1904 volverían a ser
restaurados en España[5] .
Además
aparecerán en España los practicantes de la estricta observancia o descalzos,
que lograron implantar su reforma en España a comienzos del siglo XVI y
lograron una notable proyección por América y Extremo Oriente[6] .
Los capuchinos,
surgidos legalmente en Italia hacia 1528, llegaron a España[7] : en 1575 de la
mano de Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, que los conoció en Lepanto,
para realizar una fundación en El Viso del Marqués; al año siguiente de 1576
por el Ayuntamiento de Barcelona que favoreció su establecimiento en la ciudad.
Respecto
a su implantación territorial, los capuchinos no llegarían al continente
americano hasta el siglo XVII, estableciendo misiones en Colombia, Cuba,
Luisiana y Venezuela.
Dominicos
Domingo
de Guzmán (Caleruela, Burgos, 1170-Bolonia 1221), descendiente de los Guzmán,
fue canónigo regular de Osma, y el año 1203 tuvo que acompañar a su obispo,
Diego de Acevedo, en una embajada por el norte de Europa. El año 1206, y cuando
regresaban del viaje, después de haberse desviado para visitar el Vaticano, se
encontraron en Montpellier, con los legados del papa Inocencio III: Pedro de
Castelnau y Raúl de Fontfreda, desanimados por no haber podido detener el
avance de la herejía. Los intentó convencer, para que adoptaran una forma más directa
de vivir la predicación contra los herejes, más como hombres de Evangelio que
como representantes de un poder, aunque éste fuese espiritual, obtuvo escasos
resultados, a pesar de que durante el invierno del 1206-1207, fundó el
monasterio de Prouille, cerca de Fanjaus, casa destinada a las mujeres cátaras
que iban convirtiéndose al escuchar su prédica. En 1209, no quiso asociarse a
la cruzada decidida por Inocencio III, sino que insistió en su predicación
pacífica frente a los herejes. El año 1215, se reunió en Tolosa con algunos
compañeros, que bajo su dirección, se habían iniciado en la vida religiosa,
esperando ser predicadores como él. Durante el III concilio de Letrán obtuvo de
Honorio III, la confirmación de la fundación de la orden de los hermanos
predicadores y, al año siguiente adoptaban la regla de San Agustín. Desde ese
momento y hasta su muerte, se dedicará en cuerpo y alma a la predicación y a la
organización de su orden por Francia y España. Fue canonizado, en 1234, por
Gregorio IX, y su cuerpo descansa en Bolonia. Los dominicos alcanzaban cerca de
600 casas a mediados del S. XIV. Establecidos en América desde 1510, tuvieron
gran actividad misional durante el siglo XVI, decayendo posteriormente, aunque
sin abandonarla; entre sus componentes figuraron fray Antonio Montesinos o fray
Bartolomé de las Casas[8] .
Carmelitas
Los
Carmelitas, establecidos desde 1190 aproximadamente, acaso en el marco de la
tercera cruzada, en el monte Carmelo para emular al profeta Elías, en quien
veían uno de los fundadores de la vida monástica. Su norma, que se remonta a
1206, fue aprobada el año de 1247 por Inocencio IV (1243-1254); consiguió un
buen número de conventos en Italia, España y, más numerosos, en Inglaterra. Su
gran siglo sería el XIV, a cuyo término se organizó una rama femenina de la
orden; la relajación sufrida por la misma obligó a su reforma en los siglos XV
y XVI, siendo una de sus impulsoras más famosas Santa Teresa de Jesús que,
junto a San Juan de la Cruz y otros, fundó los Carmelitas descalzos o Teresianos,
que a partir de 1592 se escindieron, hasta que se tornaron a reunificar en
1875. A partir de 1582 los carmelitas descalzos se introdujeron en el Congo y
desde 1585 en América con su implantación en la ciudad de México[9] .
Las
carmelitas descalzas se implantaron en Puebla en 1604, expandiéndose por la
ciudad de México, entre otras de Nueva España, La Habana, Cartagena de Indias,
Ayacucho, Cuzco, Potosí, Buenos Aires y Santiago de Chile, entre otros.
Respecto
a los carmelitas calzados, aunque tuvieron presencia individual en América
desde 1527, no llegaron a crear comunidades en dichas tierras, salvo las
efímeras que formaron de 1684 a 1704 en Tacunga (Ecuador) y de 1689 a 1704 en
Popayán (Colombia), al serles denegada reiteradamente la autorización
pertinente[10] .
Agustinos
Los
ermitaños agustinos, fundados el año 388 por el obispo de Hipona, fueron
organizados como orden mendicante por Inocencio IV (1243-1254), en 1244, y
Alejandro IV (1254-1261) en 1256. Sus primeros eremitorios se remontan en
España a la etapa visigoda, aunque es difícil de saber el contacto existente en
la Península Ibérica entre los ermitaños iniciales y la orden mendicante del
siglo XIII. Establecidos en América desde 1533, alcanzaron su máxima presencia
durante el siglo XVI, implantándose entre México y Chile, posteriormente
bajarían su actuación misionera aunque no la abandonaron totalmente.
Los
practicantes más estrictos de la orden se denominaron agustinos recoletos,
que desde 1912 constituyeron orden propia, en América se implantaron desde 1604
y se les suele conocer con el nombre de candelarios, su implantación se
ciñó prácticamente a la actual Colombia[11] .
Mercedarios
Fundados
en Barcelona en 1218 por San Pedro Nolasco, aspiraron a la perfección con el
ejercicio de la caridad aplicada a la redención de cautivos; esta orden fue
aprobada por Honorio III (1216-1227) y Gregorio IX (1227-1241). Extendida por
Francia, Inglaterra, Portugal y España, estaría presente en América desde 1493,
fundando conventos en Brasil, Chile, Cuba, Ecuador, México y Perú. La rama
reformada o Monjes de la Gran Observancia, aprobados por Gregorio XV en
1621, apenas tuvieron proyección americana[12] .
Jesuitas
Fundados
en 1534 por San Ignacio de Loyola, fueron aprobados en 1540 por Pablo III
(1534-1549) con el carácter de orden mendicante, aunque su actitud no haya sido
siempre acorde a la humildad que se le suele asociar. Esta orden se ha
caracterizado por acatar, junto a los tres votos de castidad obediencia y
pobreza, el de obediencia al Romano Pontífice; estuvieron presentes en Brasil
desde 1549 y en Florida desde 1566, extendiéndose por tierras americanas hasta
que fueron suprimidas las reducciones e instalaciones jesuíticas de los
territorios españoles en 1767, siendo expulsados 2.478 jesuitas de
Hispanoamérica; posteriormente la propia orden fue abolida en 1773; aunque fue
restaurada a partir de 1814, como es sabido[13] .
Los
misioneros
Acerca
de la cantidad de religiosos españoles sufragados por la corona que
participaron en labores misionales en América podemos señalar hasta ahora
14.894, que aparecen distribuidos así:
Cuadro
1
|
|||||||
ORDEN |
XV |
XVI |
XVII |
XVIII |
XIX |
TOTAL |
% |
FRANCISCANOS
(O.F.M.) |
2 |
2,713 |
2,201 |
2,736 |
711 |
8,363 |
56.92 |
CAPUCHINOS
(O.F.M. CAP.) |
- |
- |
205 |
581 |
41 |
827 |
5.62 |
TOTAL (O.F.M. + O.F.M. CAP.) |
2 |
2,713 |
2,406 |
3,317 |
752 |
9,190 |
62.54 |
JESUITAS (S.
J.) |
- |
332 |
943 |
1,065 |
- |
2,340 |
15.92 |
DOMINICOS
(O.P.) |
- |
2,061 |
138 |
116 |
4 |
2,259 |
15.16 |
AGUSTINOS
(O.S.A.) |
- |
530 |
31 |
1 |
- |
562 |
3.77 |
MERCEDARIOS
(O.M.) |
3 |
327 |
73 |
- |
- |
400 |
2.68 |
CARMELITAS
(O.C.D.) |
- |
28 |
12 |
- |
- |
40 |
0.27 |
VARIOS |
2 |
18 |
- |
- |
- |
20 |
0.13 |
TOTAL |
7 |
6,039 |
3,603 |
4,499 |
756 |
14,894 |
100 |
Fuente: Elaboración del autor, a partir de
Borges 1992, 440.
La cifra real debió de oscilar entre los
15.000 o 15.500, a los que se han de añadir 82 franciscanos y 849 jesuitas
extranjeros que pasaron a América, en total 926, de los que 308 eran italianos,
258 alemanes, 105 bohemios y el resto de diferentes territorios europeos[14] .
En cualquier caso se trata de una cifra que,
incluyendo los de las zonas de colonización portuguesa, nunca debió de llegar a
los 20.000 frailes en los algo más de tres siglos, incluyendo posibles
estancias no controladas; las restantes órdenes mendicantes prácticamente
carecieron de incidencia en América, pero si habrían de añadirse las órdenes y
congregaciones femeninas que a partir de 1540 contaron con conventos de concepcionistas,
clarisas, dominicas, agustinas, carmelitas descalzas
o capuchinas, entre otras[15] .
Sobre la ordenación espacial generada por las
órdenes religiosas, frente a la idea sostenida por Braunfels y otros, que
hallan las mismas estrategias y pautas espaciales en cada orden religiosa, es
más adecuado aceptar que ni siquiera una misma regla supone una identidad de
tipología conventual o templaria en cada una de las órdenes, mucho menos se
puede extender a un conjunto que sólo se identifican en su carácter mendicante[16] .
Los edificios adoptan normalmente los
materiales disponibles y los estilos imperantes en la zona de la construcción o
aportados desde otras que sirven de modelo.
Misión y
organización espacial
Aparentemente
las órdenes mendicantes se trasladaron a América con el encargo de cristianizar
y dotación económica de la corona que le había asignado un territorio donde
carecería de competencia de otros agentes cristianizadores, aunque en una
realidad tan dilatada en el espacio y el tiempo es necesario distinguir
siguiendo la terminología desarrollada por Pedro Borges, los siguientes
aspectos[17] :
-
Misiones nucleares
(1493-1573), abarcan los territorios ocupados por las altas culturas
prehispánicas y no fueron designadas como misiones, concepto que
apareció más tarde, ni existía una asignación territorial precisa. Los conventos
se establecieron en las antiguas ciudades prehispánicas que se pretendían
cristianizar.
- Misiones radiales o periféricas (1573-1824), la evangelización se territorializa dedicándose
cada orden a unas zonas con límites bien definidos que tenían asignadas
prácticamente en exclusiva y de las que estaban excluidas las restantes
órdenes. Se emplea el concepto misiones con el sentido de áreas
geográficas en vías de evangelización.
Acerca
de las denominaciones empleadas para designar el espacio misional podemos
distinguir varios términos, entre los que llama la atención que en las
dos etapas señaladas hubo unidades menores llamadas doctrinas,
consistentes en una población principal o cabecera desde la que los
misioneros residentes atendían las aldeas inmediatas que se denominan
aledaño, anejo, visita, estancia o también misión; aunque con el
paso del tiempo se denominaría doctrina a la parroquia de indios
que dejaba de ser misión para depender del obispo más cercano. El
concepto misión o su acepción en plural también se empleó a partir del
siglo XVII para designar un territorio en vías de evangelización, sentido
similar al que dio al término conversión o conversiones;
finalmente reducción se emplea referido a un poblado misional en vías de
evangelización y en plural a un conjunto de poblados o misiones locales.
Respecto
a la arquitectura, carentes de un modelo único ni de un referente útil en el
propio territorio respecto a América las órdenes mendicantes adoptarán el que
más se adapte a sus necesidades, eligiendo normalmente los modelos imperantes
en España y especialmente en Andalucía o los que se habían implantado en
Canarias, escala ineludible para el tránsito desde España a América.
Fuera
de la implantación en núcleos urbanos existentes, que corresponde básicamente a
la etapa nuclear, la misión se realiza, tanto durante la etapa radial o
periférica e incluso tras la independencia, fundando ciudades misionales
donde comunidades indígenas se instalaron bajo la férrea dirección de un
misionero que los dirigía y adoctrinaba mientras procura la prosperidad de la
fundación.
Resulta
de interés constatar que el fenómeno de las ciudades misionales tuvo
similar intensidad entre católicos en Iberoamérica que entre protestantes
moravos en Pensylvania, valle del Ohio y los Grandes Lagos y que los aparatos
misionales de unos y otros se convirtieron en excelentes agentes del proceso de
aculturación a la vez que procedían a la cristianización de los indígenas[18] .
El
resultado fue espectacular pues sólo en la zona de soberanía española y en poco
más de tres siglos, con la intervención de una cifra muy inferior a 20.000
misioneros fueron evangelizados 14.500.000 Km2, dotando a dicho espacio de una
red urbana consolidada, fenómeno sin parangón en la historia de la humanidad,
al que habría que sumar los resultados obtenidos en las colonias portuguesas y
en las anglosajonas.
Para
el control de tan vasto territorio las órdenes establecieron sus respectivas
organizaciones territoriales específicas, sirva de ejemplo la desarrollada por
los franciscanos observantes (O.F.M.), suprimida la organización dependiente de
los colegios de misiones para no complicar aún más un panorama que ya resulta
extraordinariamente complejo.
Cuadro
2 |
||||
PROVINCIA |
1os
Relig. |
Fundación |
|
Supr. |
|
|
Cus. |
Prov. |
|
Santa Cruz de
Española |
1493 |
-- |
1505 |
1559 |
Santo
Evangelio de México |
1519 |
1523 |
1534 |
-- |
Custodia del
Salvador de Tampico |
-- |
-- |
-- |
-- |
Custodia de
San Pablo de Nuevo México |
1539 |
1622 |
|
|
San José de
Yucatán |
1534 |
1536 |
1559 |
1830 c. |
Provincia de
San Pedro y San Pablo de Michoacán |
1525 |
-- |
1565 |
-- |
Custodia de
Santa Catalina de Río Verde |
-- |
1621 |
-- |
1645 |
Santísimo
Nombre de Jesús de Guatemala |
1530 c. |
1551c. |
1565 |
1922 |
San Jorge de
Nicaragua |
1530 c. |
-- |
1575 |
1811 |
Custodia de
Santa Catalina de Comayagua de Honduras |
1524 |
1587 |
-- |
-- |
San Diego de
México |
-- |
1580 |
1599 |
1908 |
San Francisco
de Zacatecas |
1548 c. |
-- |
1603 |
1908 |
Custodia de
San José del Parral |
-- |
-- |
-- |
-- |
Santiago de
Jalisco |
1525 |
1565 |
1606 |
-- |
Custodia de
San Carlos de Sonora |
1767 |
1783 |
-- |
1791 |
Santa Elena de
Florida |
1528 |
1588 |
1612 |
1869 |
Santa Catalina
de Río Verde y Tampico |
-- |
-- |
1645 |
-- |
Santa Fe de
Bogotá, en Colombia |
1509 |
-- |
1565 |
1861/81 |
Custodia de
San Juan Bautista |
1509 |
1549 |
-- |
-- |
San Francisco
de Quito, en Ecuador |
1534 |
-- |
1569 |
-- |
Custodia de
San Pablo de Quito |
1534 |
1538 |
-- |
1569 |
XII Apóstoles,
en Perú |
1532 |
1545 |
1553 |
-- |
Custodia de Nª
Sª de la Asunción / Nombre de Jesús |
1538 |
1541 |
-- |
1612 |
Custodia de
San Jorge |
|
1566 |
-- |
1612 |
San Francisco
Solano, en Perú |
1532 |
-- |
1907 |
-- |
San Antonio de
los Charcas, en Bolivia |
1532 |
-- |
1565/68 |
-- |
Asunción de la
B. V. María del Río de la Plata, |
1538 |
-- |
1612 |
|
/ Nuestra
Señora de la Asunción del Río de la Plata (1863) |
|
|
|
|
Santísima
Trinidad, en Chile |
1553 |
-- |
1572 |
-- |
Siete Gozos,
en Chile |
-- |
-- |
1905 |
1926 |
San Antonio,
del Brasil |
1500 |
1586 |
1659 |
|
Inmaculada
Concepción, del Brasil |
1500 |
1659 |
1675/77 |
|
c.: circa Cus.: Custodia Prov.:
Provincia Relig.: Religiosos Supr.: Supresión
Fuente: Elaboración del autor.
El
fenómeno de la misión y de las ciudades misionales no fue
exclusivo de la etapa colonial, pues se mantuvo vigente tras las independencias
de las distintas repúblicas americanas, al menos durante el resto del siglo
XIX.
Las misiones
tras las independencias americanas
El
testimonio autobiográfico de José María Vila, O. F. M., nos ilustra acerca de
su actuación misional y por extensión de la de la orden franciscana en Perú y
Brasil en una etapa posterior a su independencia, pues la descripción
corresponde al último cuarto del siglo XIX.
Acerca
de su actuación en las tierras amazónicas peruanas, señala José María Vila lo
siguiente[19] :
“El Padre Misionero al saber o juzgar que
hay esperanza de reducir alguna tribu o algunos individuos procura lo primero
hallar un buen intérprete, si es de su misma tribu, mejor. Indaga bien el lugar
de su paradero ordinario. Además se ha de averiguar qué carácter, para saber
con que armas ha de guerrear: si con suavidad o con rigor. Prevenir algunos
voluntarios que le acompañen y, hecha la decisión, arrostrar con tesón todas
las dificultades que se presenten. Antes de proponerlo considéralo bien, porque
una vez propuesto y aceptado, no conviene retroceder”.
Iniciado
el viaje hacia el lugar elegido es conveniente:
“Si
tenemos alguno de la misma nación se le manda sólo o con otro compañero ya cristiano
que lleva alguna cosa curiosa, como espejo, cuchillo, machete, espada, cosas de
guerra es [lo] que los atrae más. Al encontrarlos, si son de buena índole,
luego son invitados a ver al Padre que antes han procurado poner sobre las
estrellas, considerándolo casi como una Divinidad. Determinados a ver al Padre
los más animosos, no dejando nunca su arco y flechas, que es [su] única
riqueza, se dirigen hacia el Padre siempre en pos de ellos. Visto el Padre y
convenido el modo de proceder para formar al pueblo, se convienen entre sí el
lugar más a propósito para todos. El Padre siempre procura hacer los pueblos al
margen del río o cerca [de] otro pueblo civilizado, a fin de que sea fácil el
roce de gente civilizada, principalmente si son católicos nuestros
dependientes. Al principio no quieren llevar las mujeres, por esto deben
prometer que elegido el lugar vendrán a tomarlas para formar familias y
dividirlos en sus nuevas habitaciones.
Elegido
el lugar a gusto de todos, se preparan los instrumentos de hachas, sierras y
todo lo necesario para hacer un pueblo de madera y ramas de árboles y todo lo
necesario para las casas. Es de advertir, que el Gobierno en algunas Repúblicas
tenían el encargo de dar los instrumentos de cortes y arreglos de campos y aún
de vestidos para los Neófitos.
Arreglada
cuanta gente se podía, se empezaba el corte de árboles empezando por los más
grandes y después proseguía con la limpieza de todo. Cortado todo se preparaba
el leñame (sic), ramas y demás necesario para las casas, Residencia del Padre y
para la Iglesia, que se procuraba conservar lo mejor. Entre tanto se mandaban a
los Neófitos que vinieran con toda su gente. Conseguido esto se reunían para
saber el número de habitantes que han de formar el pueblo. Sabido las casas que
se tenían que edificar, se pegaba fuego a todo lo inservible para la
edificación. Ordinariamente, al cabo de 15 días y[a] se podía pegar fuego.
Quemado todo se procedía a la edificación de las casas que consistía en dos forcas
a los extremos que viniesen paralelas, se ponía entre una forca y otra
el travesero ordinariamente de 20 metros de largo con diez de ancho. Como la
madera era tan abundante no había dificultades en las dimensiones. Se cubría de
ramaje por el rededor y se quedaba como un salón que cada uno después de la
división se arreglaba a su [a]comodo. De estas casas a veces en un día
edificábamos 8 ó 10 que se dividían por familias. Últimamente se edificaba la
Residencia o Casa del Padre que se procuraba hacerla más decente y grande, con
la Capilla al lado”.
Una
vez realizado el trabajo de procurar alojamiento a los nuevos habitantes, se
procedía al arreglo de los campos para la siembra[20] :
“Regularmente,
si es un lugar bueno, se procura abrir más grande y, después de elegido el
lugar para las casas, todo lo demás se siembra sobre la ceniza sin trabajar ni
nada, sólo procurando allanarlo lo que se consigue fácilmente. Sembrado el
maíz, trigo, arroz, mandioca, patatas y otras cosas, que regularmente todo se
hace bien y pronto, pues el maíz en dos o tres meses de sembrado ya lo tenemos
maduro y así lo demás proporcionalmente.
Madura
la cosecha correspondiente se purificaba y se llevaba al granero público o
común y el Padre distribuía según el número de personas que tenía que
alimentar. Así se hacía hasta que el mismo Padre dividía los terrenos según las
personas que tenía en familia. Los Padres o Hermanos Legos debían dirigirlo
todo, ayudado de los cristianos más cercanos al lugar. Después de hecha la
distribución, [los] que regularmente ya estaban bautizados se les enseñaba a
trabajar y respetar la propiedad con estimularlos, quitando terreno del que no
quería trabajar y darlo al que mejor trabajaba. Premiando a los que tenían el
campo más limpio. Para que nadie tomase lo de otro, se dividían las posesiones
con estacas, castigando fuertemente al que se atrevía entrar en la posesión de
otro”.
Posteriormente,
hacia 1880 el mismo Vila emprendió la fundación de la población de San Joaquín
en la Amazonia brasileña indicando que tras elegir “sitio acomodado y cómodo
a los viajeros transeúntes” en la boca del río Uaupés, buscó la población
que se pretendía asentar[21] :
“Dos
días estuvieron para determinarse a seguirnos algunos a la boca del río Uaupés,
que algunos de ellos ya conocían. Como les había prometido muchas cosas,
algunos se ofrecieron a venir y fueron, según parece, de los principales, pues
tenían facultad de decidir si aceptaban o no mi proposición. No pude manifestar
por entonces el deseo que tenía de que viniesen mujeres, porque aún no tenían
confianza; además pensé que como no eran muy lejos, juzgué tendría ocasión de
verse con nuestras Cristianas. Con la esperanza de recibir dones se ofrecieron
10 hombres, los que tomaron una balsa que ya tenían preparada. El Rey los había
mandado que vieran que, si lo que yo decía era verdad, se quedasen allí
conmigo, que ellos después irían, que si no me matasen y llevasen la cabeza.
Contento
de haber conseguido el fin para que había ido, volvimos al pueblo con
satisfacción de todos, pues que viendo los paganos que vinieron tener preparado
todo para edificar el pueblo y tener tantos instrumentos para desmontar y
tantas cosas para darles; luego 5 de ellos se volvieron para avisar a los suyos
de la veracidad de mi promesa y de la buena gente que allí habían visto.
Esperando entre tanto que vinieran los salvajes, hicimos algunos trabajos
encaminados a la construcción de las casas; haciendo aún estos trabajos,
después de 5 días comparecieron 50 hombres y 20 muje[res] con sus infantes,
determinados todos a quedarse allí. Estos paganos, tanto hombres como mujeres,
ya tenían alguna cosa para cubrirse, pues que ya habían tenido relación con los
civilizados del País. Estos paganos trajeron también instrumentos con que
cortar los árboles, que consistían en una piedra afilada en forma de segur
(sic), la que se rompía fácilmente en árboles fuertes. Al llegar di a ellos
hachas y machetes de hierro, por lo que al ver como sin mucho trabajo cortaban
se pusieron al trabajo con mucho empeño.
Para
desmontar el terreno y preparar tierra para sembrar siempre tuve la precaución
de consultar al Rey y a los principales a fin de que no pensasen veníamos a
posesionarnos de su terreno a nuestro arbitrio. Entre tanto los hombres
trabajábamos las mujeres cristianas, de las que había muy buenas, se hacían
amigas entre sí, lo cual consiguieron con más facilidad aún que los hombres,
pues que al cabo de un mes ya reparé que las mujeres paganas hacían la señal de
la Cruz, cuando yo aún no había hablado a mis paganos de Religión. Ellas
después de un mes se daban vergüenza de entrar en la Iglesia medio desnudas y
los hombres comparecían sin vergüenza sólo con el taparrabos. Ellas, en fin,
trabajaban con nuestras Cristianas, todo lo que éstas hacían y enseñaban y
estaban con tanta armonía que parecían una familia”.
Junto
al proceso de instalación y aculturación descrito está el de organización del
espacio señalando que[22] :
“En
pocos días, ayudado de cristianos y paganos, pudimos desmontar un terreno de
unos 10 Kilómetros en cuadro; en medio de este terreno, a la margen del río,
edificamos unas 100 casas delineadas con sus calles anchas y rectas. En medio
del pueblo edificamos una Iglesia dedicada a San Joaquín, con la casa del Padre
Misionero que hicimos de ladrillos disecados al sol.
Después
de edificadas las casas hicimos la división de ellas a las familias
correspondientes; como todas las casas, excepto las del Padre, eran iguales, es
decir, un salón de unos 20 metros de largo con 10 de ancho. Lo demás cada una
de las familias hacía lo que quería en el recinto de su cabaña o casa.
Empezamos
a sembrar maíz y arroz en la parte mas baja y húmeda, cosa maravillosa es ver
la prontitud con que se hicieron estos granos; al cabo de dos meses ya tuvimos
las plantas con dos palmos de mazorcas que parecía una maravilla. Aún no
estaban sazonados los granos que empezaron a gustar asados al rescoldo y de
todas maneras con tanto gusto que, a no ser la abundancia que produjeron, se lo
hubieran comido en 4 días. Secadas las espigas que quedaron lo llevaron todo a
casa del Padre para que distribuyese según la necesidad de cada familia. Aunque
las casas eran más que suficientes para vivir, pues sobraban 15 sin inquilinos,
hicimos algunos depósitos y escuelas, lo mismo que un local para sus
diversiones.
Este
pueblo de San Joaquín al principio se compuso de unas 50 familias de cristianos
y unas 70 de paganos con algunos mercantes del país que luego se establecieron.
Después, con el tiempo, fue creciendo de tal manera que ahora me dijeron es una
gran de población”.
Acerca
de la función del misionero al frente de la nueva comunidad son reveladoras
también las palabras de Vila[23] :
“Los
delitos principalmente a los nuevos reducidos se castigaban de esa manera. Cuando
era denunciado alguno, venía con el Catequista o con el denunciante. Al llegar
delante del Padre se arrodillaba. Ellos (que regularmente juzgan que el Padre
todo lo sabe) no se atreven a decir mentira; reconocida la culpa, se tocan las
campanas para que sea castigado públicamente. El Padre (sin publicar el delito)
le invitaba a que dijese la penitencia quería se le diese. Ellos regularmente
pedían siempre más de lo que merecía en sí, ésta consistía ordinariamente en
cierto número de latigazos de cuero de buey. Al dar la sentencia el Padre, con
toda la severidad posible, dice que aunque la culpa delante de Dios es muy
grave, pero que porque ha dicho la verdad no le da el castigo merecido, ni aún
pedido por el mismo, sino que se minora en tanto. Reconocido todo, él mismo se
extiende a tierra para ser abastonado (sic) por el encargado para este oficio.
Después de recibida la penitencia se arrodilla otra vez y da gracias al Padre
por haberle castigado y luego se levanta a dar gracias al que lo ha batido y besando
el látigo promete, delante de todos, corregirse. En la Misión no teníamos
cárceles, ni eran necesarias, porque sus delitos ordinariamente son: al
principio por furtos, proveniente de que les cuesta reconocer la
propiedad, pues juzgan entre paganos que todas las cosas son comunes, por esto
poco a poco con algunos castigos públicos se remedia todo. Por lo demás no hay
delitos que castigar porque respetan mucho la autoridad del Padre Misionero”.
Ante
la pregunta del tiempo que habría de durar el régimen especial bajo el estricto
control del misionero fundador, que continuaba obligado a vivir de la caridad,
la bula dictada el 16-10-1686 por Inocencio XI (1676-1689) señalaba que
solamente podían permanecer[24] :
“Hasta que el Obispo a quien pertenece, o en lo sucesivo perteneciere el
territorio, quiera destinar Presbíteros seculares”.
Más
preciso acerca de este aspecto Vila señaló que[25] :
“Según
la Regla Ordinaria, en tres años ya podíamos bautizarlos y en 5 años ya
podíamos hacer la entrega al Gobierno Civil en lo material y al Obispo más
cercano en lo espiritual. Después de hecho todo esto, cuando el Padre podría
estar bien, entonces tenía que coger el bagaje y empezar en otro lugar la misma
comedia. Cuánto se ha de padecer para establecer un pueblo sólo el que lo ha
probado lo sabe; pues que lo que he dicho sólo sucede cuando todo le ha ido a
pedir de boca, porque cuántas deserciones, cuántos desengaños no ha de sufrir
para conseguir en hacerles hombres. Y lo peor, que muchas veces después de
haberlos hecho hombres civilizados, entregados al Gobierno y al Obispo, entran
un enjambre de aventureros que, engañándolos, les enseñan doctrinas muy
contrarias a las que habían aprendido con el Misionero, llegando después de
tres años a desconocer al mismo Padre que los ha hecho hombres. La pena que
siente el pobre Misionero en estos casos, solo Dios y el que lo padece lo
saben; llegando muchas veces a arrepentirse de haberse tomado tanto trabajo”.
Muestra
de reconocimiento que los Estados surgidos de la independencia tenían hacia la
labor de los misioneros es el testimonio del mismo Vila al señalar que al ser
aceptado como misionero el gobierno brasileño le concedió grado y sueldo de
capitán del ejército, así como los medios y personal imprescindibles para el
desarrollo de su labor[26] .
En
definitiva las nueva poblaciones creadas por este método comenzaban su andadura
bajo la autoridad, guardando a menudo un indeleble recuerdo de su origen y, a
menudo, del misionero que les había impulsado y de la orden a la que
pertenecía, dejando corrientemente de impronta, junto a la ordenación urbana
inicial, el templo creado para la práctica de los cultos que, implantada la
cristianización, se asentarían en la nueva comunidad. Incluso podía darse la
circunstancia, en aquellos casos que estimaran convenientes, pues según
autorizaba la citada bula dictada el 16-10-1686 que en los poblados de misiones[27] :
“Establecida
ya nuestra Fe, y habiendo Curas seculares en los Pueblos grandes, y capaces, se
podrán fundar Conventos de nuestra Orden con licencia del Obispo, y del
sobredicho Superior General, en los cuales Conventos puedan vivir Religiosos de
limosnas bajo de la disciplina regular, según la Regla y estatutos”.
Por
tanto se deja abierta la puerta para la extensión de la orden por todos
aquellos territorios y entre aquellas poblaciones que, gracias a su
aculturación, se habían incorporado a la religión cristiana.
Conclusiones
y perspectivas de investigación
Interesados
por estos temas un grupo de estudiosos formamos hace desde hace años parte de
la Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos (A.H.E.F.), abierta a todos
los estudiosos de estos temas, que ha celebrado varios Congresos
Internacionales de los cuales se han publicado hasta ahora las actas de los
siguientes[28] :
-
Las clarisas en España y Portugal. Congreso Internacional. Salamanca, 20-25
de Septiembre de 1993.
-
El franciscanismo en la Península Ibérica. Balances y perspectivas. I
Congreso Internacional. Madrid, 22-27 de septiembre de 2003.
Igualmente
se ha celebrado el año 2005 el II Congreso Internacional, aunque sus
actas se hayan en prensa en el momento de redactar estas líneas.
Asimismo
en colaboración con la Universidad de Córdoba y bajo la dirección del Doctor
Peláez del Rosal a partir de 1995 se ha celebrado durante once años
consecutivos en Priego de Córdoba unos cursos de verano bajo el título
genérico: El franciscanismo en Andalucía. La realidad ha superado su
título pues han estado abiertos a una visión global del franciscanismo que
superaba ampliamente las aparentes barreras geográficas de partida, incluyendo
análisis sobre el fenómeno en el resto de Europa, en América y en Oriente; de
dichos cursos se han publicado hasta la fecha 9 tomos, de cuyo contenido se
inserta un amplio muestrario en la bibliografía adjunta, y se encuentran los
siguientes en prensa.
La
labor de acopiar los estudios de base que permitan en el futuro una sólida
visión de conjunto continúa y para el verano de 2006 está convocado el XII
Curso de verano también dedicado a: El franciscanismo en Andalucía,
aunque igualmente abierto a cualquier aportación ajena a dicho ámbito.
De
hecho aún estamos profundizando en el conocimiento de la aportación de las
órdenes mendicantes a nuestro entorno cultural y necesitamos continuar
recorriendo un camino que aún se encuentra muy lejos que obtener los resultados
que promete.
No
obstante ya es posible aproximar una conclusión acerca de su influencia en la
organización espacial de las ciudades americanas y del propio continente: las
órdenes mendicantes actuaron como eficaces agentes colonizadores al servicio de
los poderes civiles, labor que también desarrollaron las misiones protestantes
en sus áreas de influencia. Tras la depuración de métodos iniciales, las
misiones católicas y las protestantes, a la postre todas cristianas,
recurrieron a la creación de ciudades misionales como medio de
evangelización y aculturación de las poblaciones indígenas, hecho que permitió
que un territorio ingente, que abarca la mayor parte del continente, en poco
más de tres siglos se dotara de una eficaz red urbana que se extiende por la
mayor parte del mismo.
El
sistema de las ciudades misionales resultó tan eficaz que se mantuvo vigente
tras las independencias del siglo XIX, como demuestra el extraordinario
testimonio de José María Vila, inquieto misionero franciscano en América y en
Asia, cuyos manuscritos han servido para documentar en las postrimerías del
siglo XIX la persistencia del fenómeno analizado.
Notas
[1] García
y García 1992, 33-34.
[2] Capel
Sáez 1989, 26-79. K?ížová 2002, on line. Merle y Mesa 1972, 57-100.
[3] D.R.AE.
1986, 897, s. v. “mendicante”, 982, s. v. “orden”.
[4] Borges
(director) 1992, 214-217. García Oro 2006, 201-203. Martínez Ruiz 2004, 95-98.
Oltra Perales 2005, 142-143.
[5] Fernández-Gallardo
2005, 459-479. García Oro 2006, 194-199. Redondo 2005, 273-296.
[6] Abad y
Sánchez 1999, 457-788. García Oro 2006, 203-210.
[7] Azcona
2005, 297-318. Borges 1992, 139-198. Echeverría 2005, 319-348. García Oro 2006,
210-211. Oltra Perales 2005, 142-143.
[8] Borges
(director) 1992, 218-219. Martínez Ruiz 2004, 98-101.
[9] Borges
1992, 99-212. Martínez Ruiz 2004, 101-102.
[10] Borges
1992, 212-215, 285-287.
[11] Borges
1992, 127-138. Martínez Ruiz 2004, 88-90.
[12] Borges
1992, 11-63. Martínez Ruiz 2004, 105-106.
[13] Borges (director) 1992, 222-224. Egido 1979, 746-780,
809-816. Mörner 1992, 245-258.
[14] Borges (director) 1992, 446.
[15] Borges 1992, 267-306.
[16] Braunfels
1975. Díez González 2003, 50-51, 54. García Ros 2000.
[17] Borges (director) 1992, 431-435.
[18] K?ížová 2002, on line.
[19] Gil
Albarracín 2003 a, 91-92.
[20] Gil
Albarracín 2003 a, 92.
[21] Gil
Albarracín 2003 a, 189-190.
[22] Gil
Albarracín 2003 a, 191.
[23] Gil
Albarracín 2003 a, 90-91.
[24]
Bulas Apostólicas ¿1781?, 76.
[25] Gil
Albarracín 2003 a, 92-93.
[26] Gil
Albarracín 2003 a, 129.
[27] Bulas
Apostólicas ¿1781?, 76.
[28] GRAÑA
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