Pireni Ka
Varani:
la música
y la danza en la
evangelización
de Michoacán
Dennos lecencia Señores,
supuesto ques Nochebuena,
para cantar y baylar
al uso de nuestra tierra […]»
Códice Trujillo
del Perú, siglo XVIII
En Mesoamérica la música y la danza fueron
elementos presentes en diversos contextos. En el caso de la cultura tarasca se
llevaron a cabo de manera recurrente como parte de sus prácticas rituales, pues
creían que tanto la música como la danza eran obsequios divinos que permitían
la comunicación con las entidades sagradas. Con el paso del tiempo, estas
prácticas culturales tan arraigadas en la tradición tarasca fueron retomadas
por los frailes durante la evangelización en el siglo XVI con la finalidad de
persuadir a los indígenas para que se acercaran a la nueva religión. En el
presente artículo pretendemos aportar una reflexión acerca de la importancia de
la música y la danza durante el proceso de evangelización en Michoacán para dar
cuenta de los cambios y las continuidades que pueden observarse en este proceso
de encuentro cultural, que constituye el antecedente de la cultura sonora
presente hasta nuestros días en muchos pueblos, principalmente en el actual
estado de Michoacán.
Figurilla de barro que representa un flautista.
Museo del Estado de Michoacán. Fotografía de H. García
Al igual que en otras áreas, la música y la danza
formaron parte esencial de la vida religiosa de los tarascos, por lo que su
ejecución ocurrió principalmente durante las ceremonias llevadas a cabo por
el cazonci y un grupo de especialistas rituales encargados de
tareas específicas como el encendido de braseros, los sacrificios, el resguardo
de las deidades, la música y la danza (Alcalá, 2008: 184). Según la Relación
de Michoacán, los especialistas sonoros formaban parte de un linaje que
practicaba el mismo oficio, entre los que se encuentran aquellos destinados a
construir instrumentos musicales (principalmente tambores), llamados curíngúri;
los ejecutantes de trompetas, pungácucha; y los cantores, hatápatiecha (Alcalá,
2008: 178, 184).
Relación de Michoacán, tercera parte, 2008
En cuanto a las danzas sabemos que éstas formaron
parte de rituales de distintos tipos, pero aquellas que son mencionadas con
mayor frecuencia en la Relación de Michoacán están
relacionadas directamente con rituales de carácter agrícola. Una de estas
ceremonias ocurría durante la fiesta Sicúindiro, en la que se danzaba para
pedir lluvia y rendir culto a la diosa Cuérauaperi, deidad a la que se le
atribuía el control de las aguas que daban sustento a los seres humanos
(Beltrán Henríquez, 2012: 222-223; Rodríguez López, 2018: 111). La Parácata
varaqua, nombre que recibía dicha danza, era ejecutada por un sacerdote
quien portaba una culebra y una mariposa de papel (Alcalá, 2008: 11). De igual
forma, en el marco de las ceremonias de la fiesta Sicúindiro, los cescuárecha,
como nombraban a los danzantes, ejecutaban bailes ataviados como nubes que
representaban cada uno de los colores de los rumbos del cosmos: blanco, amarillo,
rojo y negro (Alcalá, 2008: 11). Por otro lado sabemos que, en la fiesta
Cahériuapánsquaro, los danzantes bailaban con cañas de maíz en la espalda
(Alcalá, 2008: 12).
Relación de Michoacán, segunda parte, 2008
Si bien, tanto la música como la danza fungieron
principalmente en contextos rituales, es preciso considerar que también fueron
los medios para transmitir la ideología política del grupo de poder, en este
caso el linaje de los uacúsecha, encabezado por el cazonci.
En primer lugar, nos referimos a que son elementos paralingüísticos que
permiten comunicar mensajes a través del lenguaje no verbal; ya fuera con el
uso de cantos que eran controlados en entonación, repetitividad y volumen para
generar emociones entre la audiencia (Bloch, 1974: 60) o con los sonidos, los
movimientos y los atavíos de los danzantes que presentaban símbolos de gran
estima para la comunidad.
Así, con la ejecución de rituales en los que tenía
presencia la música y la danza, el cazonci pudo controlar
ciertos discursos que le posibilitaron cohesionar a la sociedad, legitimar su
poder y manipular la ideología política mediante el empleo de conceptos morales
aceptados que, a su vez, le permitieron conformar una identidad social (Brandt,
2016: 6, 9), aunado a que los rituales también constituyeron vehículos de
catarsis que regularon el comportamiento social y que, en la mayoría de los
casos, daba aceptación y sustento al grupo en el poder (Regueiro Suárez, 2017:
160).
Tomando en cuenta los contextos de ejecución de la
música y la danza en la época prehispánica así como sus propósitos, no resulta
inconcebible que hayan sido utilizadas como recursos para transmitir la
ideología cristiana y facilitar la evangelización en Michoacán durante siglo
XVI. De igual forma, los rituales religiosos constituyeron una actividad
preponderante para los europeos que arribaron a América, ya que éstos
pretendían incidir en las emociones de los oyentes para persuadirlos a la
conversión, al arrepentimiento y, finalmente, a la adhesión de creencias y prácticas
que buscaban el favor de la divinidad y, al mismo tiempo, sostenían el poder de
la Iglesia y de los monarcas; por tanto, la música siempre acompañaría las
ceremonias de mayor grado de solemnidad.
Con la danza la relación era distinta, pues desde
los primeros tiempos del cristianismo se privilegió el alma sobre el cuerpo, y,
en los movimientos de este último, se vio el peligro de la sensualidad y del
pecado, así como rastros de los rituales paganos. La danza, práctica cultural
tan arraigada en los diversos pueblos que el cristianismo fue ganando, no pudo
ser desterrada del todo, pero se le trató de limitar y controlar, y se evitó su
práctica en buena medida en las ceremonias litúrgicas celebradas al interior de
los templos.
Al arribar al nuevo continente, los soldados y
religiosos europeos interpretaron los rituales mesoamericanos como
manifestaciones diabólicas y se dieron a la tarea de destruir templos e
“ídolos”, y de prohibir la celebración de aquellas ceremonias.
Sin embargo, no fue posible desterrar de tajo las
arraigadas prácticas mesoamericanas. Antes bien, los evangelizadores observaron
y describieron los rituales, y trataron de descifrar los mecanismos de poder
que les estaban aparejados. Desde el principio fue evidente para ellos la importancia
de la música y la danza, de allí que fray Pedro de Gante expresara al rey que
había comprendido sobre los indios que “toda su adoración dellos a sus dioses
era cantar y bailar delante de ellos” (García Icazbalceta, 1889: 223). El autor
de la Relación de Cuitzeo también trata sobre los bailes
rituales de esta manera: “El sacerdote mayor tenía cargo de guiar, cuando venía
la gente a bailar las danzas, porque la mayor devoción suya era bailar al son
de los instrumentos dichos, en el templo, alrededor de los ídolos” (Acuña,
1987: 82-83).
Cantos, Códice florentino, Libro X
Para sustituir de manera simultánea a los rituales
prehispánicos y a los linajes de sacerdotes que los encabezaban, los religiosos
y clérigos europeos se dieron a la tarea de educar a los hijos de las élites en
sus conventos, colegios y escuelas de cantores. Los niños y jóvenes allí
educados se convirtieron en los nuevos especialistas rituales al sustituir
gradualmente a los sacerdotes prehispánicos, y poseían saberes cristianos y
occidentales entre los que estaban las principales oraciones cristianas, las bases
de la lecto-escritura occidental, lengua castellana y rudimentos de latín, el
canto llano y el canto de órgano o polifónico, el conocimiento de las rúbricas
de las ceremonias cristianas, los toques de campana, la ejecución o incluso la
construcción de instrumentos musicales europeos, la confección de libros de
canto, entre otros. Aquellos jóvenes fueron quienes se integraron a las
capillas musicales o fungieron como sacristanes, campaneros, escribanos,
fiscales y maestros de doctrina, y en ocasiones detentaron cargos políticos y
religiosos en los cabildos indígenas o en los hospitales y cofradías (Turrent,
1993; Ruiz Caballero, 2018).
Músicos en la fachada del Convento de Yuriria.
Fotografía de A. Ruiz
A pesar de que las autoridades religiosas trataron
de vigilar y controlar las danzas, los documentos coloniales muestran que eran
prácticas comunes en días festivos en los pueblos de indios. Es interesante
constatar que, en casos como el de la danza de moros y soldados, los danzantes
eran personajes prominentes de los pueblos indígenas –aquellos que podían
costear las altas sumas que se invertían en la vestimenta y otros elementos
necesarios para el ritual– tal como los señores y principales lo hacían
generalmente en la época prehispánica (Ruiz Caballero, 2018).
Rendir culto a la divinidad con el cuerpo, a través
del baile, era una de las costumbres más arraigadas entre los tarascos y otros
pueblos mesoamericanos. Por ello los mitotes o areitos fueron tolerados, y es
en este contexto que pudieron sobrevivir algunos elementos de las antiguas
prácticas rituales, como el uso de instrumentos sonoros prehispánicos, aunque
bajo la estrecha vigilancia de las autoridades. La necesidad de bailar fue
cubierta también por los ministros introduciendo en los pueblos de indios otras
danzas “al modo español”, algunas de las cuales se habían usado en otros
contextos de cristianización, como en el caso de los moros y soldados,
presentes también en Andalucía.
Danza de Moctezuma, Lámina 3
Conclusiones
Los encuentros culturales que tuvieron lugar
en Mesoamérica a partir del 1519 pueden ser documentados a través de prácticas
concretas como la música y la danza. A partir del análisis que hemos hecho en
este texto concluimos que estas prácticas pervivieron durante y después del
proceso de evangelización debido a que tenían propósitos y cumplían funciones
similares en los dos contextos, el mesoamericano y el occidental: rendir culto
a las divinidades, hacer visible (y audible) el ejercicio del poder, difundir
la ideología, legitimar al grupo dominante y cohesionar a la sociedad en torno
a esta ideología. Pero sobre todo, porque estas actividades beneficiaron tanto
a indígenas como españoles. A los primeros, las élites tarascas, les permitió
mantener su statu quo y acceder a
puestos dentro del nuevo sistema colonial, aspecto que a su vez les exentó del
pago de tributos y de prestar servicios personales. En cuanto a los europeos,
les facilitó la evangelización por la buena respuesta que obtuvieron de los
indígenas, relacionada con aquello que Serge Gruzinski ha llamado la
“fascinación de Occidente”.
Cabe decir que la convivencia de ambas
tradiciones, muchas veces ya fusionadas, también fue una forma de resistencia
indígena, pues a través del uso de sus antiguos instrumentos sonoros o de su
lengua durante los cantos y los bailes estarían conservando parte de su
identidad cultural originaria. Por otro lado, al menos durante la primera
evangelización, dentro de los propósitos de los misioneros europeos estuvo
crear una identidad cristiana, y a la vez indígena, frente a los grupos nativos
aún no cristianizados.
En el actual estado de Michoacán se conservan
muchas y variadas fiestas religiosas, que sin sospecha pueden calificarse como
totalmente católicas, en las que se conservan elementos rituales que
pervivieron a través de los 500 años transcurridos desde aquel lejano 1519 –sin
olvidar que los europeos arribaron a territorio tarasco pocos años después, en
1525–. Es el caso de las ofrendas o parandi,
las alabanzas en lengua p’urh’epecha, la necesidad de bailar en ocasiones
rituales como las bodas –llamadas tembuchecua al
menos desde el siglo XVI– y las ceremonias de cambio de autoridades
tradicionales –como la misa de la sirangua–,
o el uso de antiguos instrumentos sonoros como la quiringua –conocida
como teponaztli en la
cultura nahua– y la uirhinkua –semejante
a la quiringua pero que
carece de lengüetas y sólo da un tono–. Estos elementos, por mencionar sólo
algunos, confirman el éxito y la prolongada pervivencia de aquella identidad
cristiana e indígena que transformó a la sociedad tarasca completamente, pero
ayudó a su supervivencia en el marco de las nuevas realidades políticas y
sociales.
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Antonio Ruiz Caballero y Pilar
Regueiro Suárez, Pireni ka varani: la
música y la danza en lla evangelización de Michoacán, México, Blog APAMI, https://apami.home.blog/2019/10/23/pireni-ka-varani-la-musica-y-la-danza-en-la-evangelizacion-de-michoacan/
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