Terapeutas mayas:
desde el ritual de los Bacabes hasta el presente
Los
cuatro bacaboob de
las columnas de serpientes emplumadas de Chichén Itzá son personajes de largas
barbas. Portan prendas que los caracterizan como abejas. Cada uno de ellos,
además, carga en la espalda su símbolo particular: un caparazón de tortuga, una
telaraña, un caracol pequeño y un caracol grande. Digitalización: Raíces.
https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/los-dioses-columnas
A pesar de que resulta muy complicado conocer el proceso histórico y
social que determinó las funciones de los h-meno'ob, este
oficio designa a una gama de especialistas en el conocimiento de plantas
medicinales utilizadas para la curación de diversas enfermedades. Los h-meno'ob de
hoy perpetúan el vínculo estrecho entre los hombres de campo y los espíritus de
la naturaleza, habitantes de los cerros y de los caminos; seres presentes en la
voluntad caprichosa de los aires y vientos. La interacción de los hombres con
estos elementos aún pervive en el tiempo. Desde El ritual de los
Bacabes, documento maya yucateco de la época colonial, hasta la
oralidad de los maya peninsulares contemporáneos, los vientos siguen teniendo
sus propios nombres, aspectos, atributos, campos de acción y causalidad, tema
central de este trabajo.
La salud ha sido una preocupación constante del hombre, quien se
ha dedicado desde épocas remotas a tratar de encontrar la forma de curar las
enfermedades y dolencias que lo aquejan. De estos esfuerzos tenemos evidencia
documental desde épocas muy tempranas de Asia y del Medio Oriente, donde se
desarrolló un sofisticado sistema médico.
Para el Nuevo Mundo no existe un registro tan detallado para las
épocas más tempranas y no es sino hasta las fuentes coloniales del siglo XVI
cuando tenemos noticia al respecto. Con base en éstas vemos que el mundo médico
precortesiano ofrece un rico caudal de ideas, basado en la magia y el mundo
sobrenatural, pero también en un sentido pragmático derivado de una observación
acuciosa del medio ambiente. En este sistema los dioses jugaban un importante
papel, en tanto origen y curadores de la enfermedad. Además, a nivel
pragmático, se disponía de una plétora de plantas medicinales cuya utilización,
como todo conocimiento, estaba basada en observaciones directas y sistemáticas,
resultando en ideas básicas sobre la salud y la enfermedad.
Si bien es lógico suponer que estas altas civilizaciones
mesoamericanas deben haber dejado testamento de sus conocimientos al respecto,
al igual que lo hicieron sobre todo los demás aspectos de su cultura, nada ha
quedado que fuera anterior a la conquista. Dado que muchos libros o códices
fueron víctimas del holocausto cultural que prevaleció en muchas partes del
Nuevo Mundo, nos es fácil suponer que —al menos— algunos de ellos deben haber
contenido datos sobre la medicina y el arte indígena de la curación.
Para el área de Yucatán nuestra información sobre el tema proviene
de documentos coloniales de fecha bastante tardía, casi todas del siglo XVIII y
XIX (Gubler 1995, 1997, 2001). Esto contrasta con el altiplano de México donde
el documento más antiguo, conocido como el Libellus de medicinalibus
indorumherbis,1 se remonta al
siglo XVI (1552). De mano indígena y escrita en latín, la obra está
profusamente ilustrada, y no habría de aparecer otra provista de ilustraciones
hasta la publicación de las Obras de Francisco Hernández
(15711577) y, en Guatemala, de la Recordación florida de
Fuentes y Guzmán (16901699).2 Tal parece que también hubiera
existido algo análogo para Yucatán, puesto que en los remedios en Yerbas
y hechicerías del Yucatán repetidamente se refiere a dibujos de las
plantas mencionadas (con las palabras "véase folio tal", o "como
está dibujado en [...]." Sin embargo, el original de este documento está
perdido y la copia que ha llegado a nosotros ya no contiene las citadas
ilustraciones.
Las fuentes indígenas yucatecas, escritas en maya pero en el
alfabeto latino, aunque no tan antiguas como las del altiplano, son más
numerosas. Los Libros de Chilam Balam, en particular los de
Ixil, Kaua, Na y Tekax (del siglo XVIII y XIX), con sus recetarios con base en
plantas de la región, nos informan respecto de la tradición médica indígena.
También tenemos para el área varias fuentes de mano española: el Libro
del Judío, el Libro de medicinas muy seguro...., el Quaderno de
Cristóbal de Heredia, los documentos de Mena y Sotuta, y el ya referido Yerbas
y hechicerías del Yucatán. Lo que nos falta, sin embargo es un autor
de la talla e interés de Sahagún, quien no sólo describe las enfermedades que
padecían los aztecas, y las plantas locales utilizadas para su curación, sino
también el oficio de los terapeutas y su forma de curar.
Unas y otras de las fuentes arriba mencionadas son valiosos
testimonios de la tradición médica, y si bien vemos incorporados elementos de
procedencia europea (tanto del reino vegetal como animal, y en mucho menor
grado del mineral), la base de la curación sigue siendo intrínsecamente indígena.
La enfermedad en el contexto antiguo y
contemporáneo
En forma pragmática los indígenas separaban, y siguen separando,
las enfermedades en diversas categorías:
1. Las que se deben a causas naturales.
2. Las de origen sobrenatural, enviadas por deidades, espíritus
o vientos, como castigo por infracciones en el comportamiento humano.3
3. Enfermedades que se atribuyen directamente a la acción de
un brujo o hechicero quien obra por encargo de otra persona con la expresa
intención de causar daño.4
4. La influencia de los planetas y astros como agentes de
enfermedad, muy presente en los Libros de Chilam Balam.
5. Las dolencias por causa involuntaria como el "mal de
ojo", que obedecen a la mirada fuerte de una persona borracha, embarazada,
calurosa, etc.
La terapia se adecúa a cada dolencia: medios naturales para la
primera, sobrenaturales y mixtos para las demás.
Estas creencias se reflejan tanto en las fuentes coloniales como
en las prácticas de los terapeutas yucatecos contemporáneos, donde perviven
resabios de la antigua cosmovisión maya.
Los terapeutas de ayer y de hoy
Aquí también las fuentes coloniales nahuas aventajan a las
yucatecas, informándonos ampliamente sobre los médicos y hechiceros (véase en
particular a Sahagún y Ruiz de Alarcón), ya que en las últimas los datos al
respecto son mínimos. Diego de Landa, nuestro informante por excelencia,
cuya Relación data de alrededor de 1560, se limita a informar
que los indios tenían especialistas para curar: "los hechiceros y médicos
curaban con sangrías hechas en la parte donde dolía al enfermo y echaban
suertes para adivinar en sus oficios y otras cosas" (1986: 49).
También nos dice que en el mes de Zip los médicos se reunían en la
casa de uno de ellos para celebrar la fiesta de la diosa de la medicina, Ix
Chel. Después de haber echado el demonio, los sacerdotes sacaban los
envoltorios de sus medicinas y varias figuritas de la diosa, echaban la suerte
y "con mucha devoción invocaban con oraciones a los dioses de la medicina
que decían Itzamná, Citbolontun y Ahau Chamahez [...]" (op. cit.: 93).
Herrera y Tordesillas no habría de añadir nada significativo a
esta parca información; sólo nos dice que los tales hechiceros hacían las veces
de médicos y curaban con yerbas, sangrías, incienso y "palabras del
demonio" (apud. Tozzer, 1978: 219). Las restantes,
limitadas, fuentes que tenemos para Yucatán (Cogolludo, Lizana, Sánchez de
Aguilar y Cárdenas de Valencia), no informan sobre los antiguos terapeutas,
como tampoco sobre la medicina indígena.5
Afortunadamente dos diccionarios en particular vienen en nuestra
ayuda: el Calepino de Motul (Ramón Arzápalo et al.) y el Bocabulario
de Mayathan (Acuña), ambos del siglo XVI. Éstos nombran a algunos especialistas
y las enfermedades que causaban y/o curaban, aunque no pueden compararse con
las fuentes nahuas cuyos datos al respecto son exhaustivos y proporcionan un
verdadero cuadro de lo que era la medicina, el papel de los terapeutas
indígenas y las plantas, animales y piedras/minerales que utilizaban en la
curación.
Aquí es de notar que, entre los especialistas que nombran el Calepino
y el Bocabulario, salvo en contados casos —el
flebotomiano (ah tok),6 el huesero (ah
kaxbac),7 el
herbolario (ah oheltu kinam xiuoob)8 y hasta cierto punto
el médico en general (ah dzac),9 todos los demás se
asociaban con la hechicería.
Hay varios términos para "hechicero" en el Calepino
de Motul: ah cuñal than = encantador o hechicero, que sabe
hechizos (ix cuñal than = hechicera) (Ramón Arzápalo et
al., op. cit., f. 12r, 17); ah cunyah = hechicero o
hechicera así; ah pul-yaah (f. 26v: 40), y ah pul
cimil = hechicero que hace enfermar a otro (op. cit.: 41).
También se nombra a cada uno con su especialidad:
Ah pul abichkiik = hechicero que hace
que uno orine sangre.
Ah pul abichpuu = hechicero que
hace orinar materia.
Ah pul auat, ah pul auatmo = hechicero que
hace dar gritos a los niños.
Ah pul chhubchii = hechicero que hace
que no mamen los niños
Ah pul holoktaa = hechicero que
hace que uno se vaya de caminos sin sentir.
Ah pul kazab = hechicero que
arroja estangurria.10
Ah pul kantzac = hechicero que hace
el hechizo llamado pul kantzac.11
Ah pul nachhbac, ah pul nachhbacmax = hechicero que
arroja hética.12
Ah pul nok tiiyit uinic = hechicero que
arroja gusanos.
Ah pul uenel = hechicero que
hace adormecerse.
Ah pul xankiik = hechicero que
echa flujo de sangre a las mujeres.
Ah talad = descarado, médico
o médica que quiebra las agallas de la garganta o almígdalas (Ramón
Arzápalo et al., op. cit.: f. 28v, 44).
Después están listadas las especialidades, ya no bajo el rubro de
los terapeutas en cuyo campo caían, sino de los diversos males (o hechizos) que
causaban:
pul abich kiik = hechizo arrojado
para que uno orine sangre, y pul abich puuh = hechizar,
haciendo que uno orine materia, y el tal hechizo. (Ibid., f.
384v, 655).
pulcimil= arrojar con hechizos alguna
enfermedad a alguno, y el tal hechizo, pul cha-cauil = manera
de aojo o hechizo con el que arrojan calenturas a los niños; pul
chubchi = hechizar a los niños para que no puedan mamar; pul
nachhbac = hacer con hechizos que le venga a uno cierta enfermedad
como de hético o tuberculosis (Ibid., f. 385r, 656).
pul putaa= hechizar arrojando
una enfermedad de cámaras o evacuaciones, muy peligrosa, que se van sin sentir,
y el tal hechizo (Ibid., f. 385v, 657).
El Bocabulario de Maya Than nos proporciona los
nombres de varios de los mismos especialistas, aunque por lo general es más
parco en su información que el Calepino:
pul kiiktaa = hechizar arrojando
cámaras de sangre; pul nok, pul nok tii yit uinic = hechizar
arrojando o echando con hechizos gusanos en el salvohonor, y hechizos
así; pul xan kiik = hechizar a las mujeres arrojándoles sangre
a manera de lluvia o niebla meona, y el tal hechizo (René Acuña, op.
cit.: 393).
También nos proporciona los nombres de otros:
Pul xe kiik = hechizar,
arrojando vómitos de sangre; kax cun tah nak: hechizar,
ligando y atando [bizmas] a las que están enfermas [de la barriga] y el tal [hechizo]; pul
nok ti yit uinic. hechi[c]ar, arrojando [o echando con hechizos]
gusanos en el [c]ulo (iderri)\pul hau yokil ti: hechi[c]ar
echando lepra con echicos [y hechizos así] (Idem).
En el caso de los ejemplos dados, queda claro por qué se le
atribuye a los especialistas nombrados la hechicería, ya que el método
utilizado para enfermar a la persona era el de "arrojar" y echar de
sí la enfermedad: pulah, lo que siempre está asociado con el
deseo de causar mal y por lo tanto, efectivamente refiere al "hechizo".
Sin embargo, causa extrañeza el que entre los especialistas nombrados en las
fuentes yucatecas sólo los cuatro casos ya apuntados —el flebotomiano, el
herbolario, el huesero y hasta cierto punto el médico en general— escapan a
este oprobio.
Desafortunadamente las fuentes yucatecas no informan respecto a
los "buenos" médicos, como lo hace Sahagún (véase abajo). Es decir,
tanto Landa como Herrera y Tordesillas parecen hacer una equivalencia entre
médicos, sacerdotes y hechiceros, sin distinguir entre el aspecto positivo y
negativo de sus prácticas.13 Si bien vislumbran
el lado positivo de las mismas diciendo que estos especialistas también curaban,
no se explayan sobre el asunto. Más bien hacen resaltar el aspecto negativo,
como es el caso del Calepino de Motul y el Bocabulario
de Maya Than, Herrera y Tordesillas es aun más tajante al respecto,
diciendo que estos hechiceros hacían las veces de médicos, curando con yerbas,
sangrías, incienso y palabras del demonio (en Tozzer 1978:
219).
Es interesante establecer ciertos paralelos, a la vez que
diferencias, con las fuentes del altiplano respecto a estos especialistas
nahuas ya que, como lo apunta Alfredo López Austin (1967: 107), en la
literatura del siglo XVII los términos con que se les designa son sinónimos de
hechicero. Sin embargo, en el décimo libro de su Historia general de
las cosas de Nueva España, Bernardino de Sahagún
(1967:116) establece una clara diferenciación entre el buen y el mal
médico, diciéndonos que:
El médico suele curar y remediar las enfermedades; el buen médico
es entendido, buen conocedor de las propiedades de las yerbas, piedras, árboles
y raíces, experimentado en las curas, el cual también tiene por oficio saber
concertar los huesos, purgar, sangrar y sajar, y dar puntos, y al fin librar de
las puertas de la muerte.
Lo mismo dice de su contraparte femenina, alabando su
experiencia y conocimiento de muchos secretos del arte
curativo: "casi vuélvelos de muerte a vida, haciéndoles mejorar o
convalecer con las curas que hace: sabe sangrar, dar la purga, echar medicina y
untar el cuerpo [...]" (Sahagún, op. cit.: 129).
El mal médico, por el contrario, es "burlador, y por ser inhábil,
en lugar de sanar, empeora a los enfermos con el brebaje que les da, y aun a
las veces usa hechicerías y supersticiones para dar a entender que hace buenas
curas" (op. cit.:117) . También a la mala médica se le
acusa de empeorar a sus enfermos y poner en peligro su vida y al final acabar
con ella. Entre sus malas prácticas sopla a los enfermos, los ata y desata,
mira en el agua, echa granos gordos de maíz, y saca gusanos, papel, pedernal,
del cuerpo del paciente, "[diciendo] que sana a los enfermos, siendo ello
falsedad y superstición notoria" (op. cit.: 129). Es de
particular interés el que se le acuse de tener pacto con el demonio, actividad
que no se le atribuye al mal médico.
En su interesante estudio "Cuarenta clases de magos",
López Austin muestra la diversidad de funciones de estos especialistas: por
ejemplo, sangrándose sobre la gente, tocándolos con su mano, comiendo sus
corazones, trocando sus sentimientos, o enfrentándose a la naturaleza, bien
arrojando o venciendo el granizo, bien arrojando los vientos y las nubes (1967:
90-95). Otros tenían una personalidad sobrenatural, y por lo tanto, ambigua:
el nahualli podía transformarse en su alter ego animal
y el teutlipan moquetzani representaba a los dioses; otros
incluso tenían facultades adivinatorios, como el tlaciuhqui, y fueron
muy estimados por los gobernantes (op. cit.: 99-101).
Finalmente estaban los ticitl, tepatiani, médicos,
que daban el tonalli a la gente, administraban substancias que
alteraban la salud, tanto en beneficio como perjuicio del paciente, chupaban o
sacaban objetos del cuerpo, reducían fracturas de huesos, curaban con su
aliento, etcétera.14 Sin embargo, a
todos se les consideraba hechiceros, injustamente como lo apunta López
Austin (op. cit.: 107). Aquí, al igual que en las fuentes
mayas (como lo hemos visto en el Calepino como también en
el Bocabulario), la connotación es negativa, reflejo de un
prejuicio similar en el altiplano en contra de estos especialistas.15
Es difícil explicarse el hecho de que no aparezcan en las fuentes
yucatecas términos para médicos en su sentido positivo, haciéndose, al
contrario, énfasis sobre su carácter malévolo. Posiblemente se deba a un
malentendido tanto por parte de los frailes como de los indígenas y quizás
también por la forma de cuestionar de los primeros. Sabemos por lo citado que
los frailes consideraban a todos los curadores indígenas como
"hechiceros" y "brujos", al igual que juzgaban en forma
negativa todas las demás costumbres indígenas. Si al indagar respecto a estos
terapeutas los frailes partieron de la idea del médico indígena como hechicero,
no resulta raro que recibieran respuestas que se adecuaran a este punto de
vista. De todos modos, los frailes activos en Yucatán deben haber tenido algún
"fallo etnográfico" ya que, como hemos visto, Sahagún sí pudo obtener
un acopio de información muy variada que refleja la complejidad de la actividad
de estos médicos indígenas, tanto de carácter positivo como negativo.
En cuanto a los especialistas de nuestros días, en la medicina
tradicional fungen tanto hombres como mujeres, los que grosso modo pueden
dividirse bajo los siguientes rubros:
1. Sobadores, hueseros, parteros y, en menor número, sangradores;
grupo en el que también podemos incluir a los yerbateros.16 Los primeros se
limitan a la manipulación física del cuerpo, y el último al empleo de plantas
medicinales. El elemento religioso se reduce a un mínimo, por ejemplo un rezo o
una plegaria.
2. Curanderos, curanderas y h-meno'ob, capacitados
para remediar tanto las dolencias físicas como las enfermedades sobrenaturales
o psico-religiosas, fungiendo los últimos como sacerdotes-ritualistas en las
ceremonias agrícolas.
3. Finalmente, los "brujos" o
"hechiceros", a quienes se les atribuye la capacidad de mandar
enfermedades y otros males por medio de la magia negra o roja. Esto recuerda a
los ah taakyaah quienes, de acuerdo con el Calepino de
Motul (f. 28v, 44) arrojaban enfermedades.
Sin embargo, es importante apuntar que esta clasificación es sólo
una forma arbitraria que de primer momento nos sirve para distinguir algunas de
las funciones y especialidades de estos terapeutas, y que, tras una segunda
mirada, resulta no ser tan simple y nítida como pudiéramos haber pensado. Las
especializaciones no siempre son categóricas y el terapeuta puede combinar una,
dos o más funciones. Por ejemplo, el curandero puede combinar el papel de
sobador, yerbatero o sangrador, y lo mismo ocurre con el h-men, sacerdote-ritualista.
Sólo los reputados como "hechiceros" y "brujos", por su
manejo del mal, constituyen un grupo totalmente aparte.
La curación de enfermedades sobrenaturales
Como se ha apuntado, las enfermedades básicamente se separan en
aquellas de lo que para el mundo occidental podría ser de origen puramente
"natural", por ejemplo, dolores de varias clases, caídas, problemas
gastrointestinales, ginecológicos, cardiacos, nerviosos, etcétera, y aquellas
que a nuestros ojos pudieron tener alguna asociación "sobrenatural",
como algunas que referiremos aquí, en especial vinculadas al papel de los vientos
y aires. Primero examinaremos el papel que éstos juegan en una fuente
colonial del siglo XVIII (el Ritual de los Bacabes) y después
en las prácticas de los curanderos de la época contemporánea.
Desde tiempos inmemoriales el hombre ha rendido culto a las
fuerzas de la naturaleza, y en particular a los elementos básicos del cosmos,
como el aire, la tierra, el agua y el fuego. En prácticamente todas las
tradiciones culturales conocidas figuran elementos fundamentales rectores del
hombre, y es de pensar que los mayas, con su adoración de la sobre-naturaleza,
no eran excepción.
En su aspecto puramente positivo, el aire es respiración y por lo
tanto principio de la vida misma. Como "aliento" y también como
"palabra" es el "soplo divino" que equivale a la vida o la
creación. Recordemos como en el Popol Vuh el caos que reinaba
en un principio dio lugar a la creación por arte de las palabras de la deidad
Huracán o Corazón del Cielo quien, tomando consejo con Tepew y K'ucumatz, dio
origen a todas las criaturas.
De igual manera, las corrientes de aire o vientos
"naturales" generalmente se consideran benéficas. Fríos o calientes,
fuertes o suaves brisas refrescantes, son también las fuerzas que impulsan las
nubes y hacen llegar la tan ansiada lluvia. Por otro lado, no olvidemos la
naturaleza ambivalente y nociva de estos elementos, ya que pueden inclinarse
hacia su otra polaridad y convertirse en ráfagas destructoras o huracanes, como
los "nortes" de que nos hablan las Relaciones
Histórico-geográficas de la Gobernación de Yucatán (De la Garza et
al, 1983), y de los que nos dicen causaban muertes y la destrucción de
los maizales.
El hombre prehispánico consideraba que, como fuerzas sobrenaturales
o espíritus, los vientos compartían la ambivalencia o dualidad de los dioses,
mostrándose benéficas en un momento y malignas en otro. En el último caso, su
capacidad de destrucción casi siempre obedecía al desacato del hombre y su
incumplimiento de las normas comunitarias y las obligaciones religiosas,
creencia que sigue vigente hoy día. Como han apuntado mis informantes, si el
campesino no cumple con sus obligaciones rituales, hasta los vientos de por sí
benévolos o inofensivos pueden tornarse malévolos y mandar enfermedad o
desgracias. No es de extrañar pues que el hombre temiera estas fuerzas sobre
las que no tenía control y sintiera la necesidad de mantenerlos aplacados.
Sin embargo, aparte de estos vientos "naturales",
también existen otros a los que se les atribuye un origen sobrenatural, y cuyo
carácter peligroso se debe a su asociación con grutas, cuevas, chultunes17 y montículos, todos
de carácter mágico-religioso. Este carácter nocivo se manifiesta en las
enfermedades que traen consigo, incluyendo la muerte, aspecto que veremos
reflejado tanto en los textos de El ritual de los Bacabes como
en las creencias que siguen vigentes entre los mayas contemporáneos.
En ambos casos vemos reflejada la naturaleza ambivalente de estas
deidades, tanto en la época prehispánica como en la nuestra, cuando siguen
jugando un papel tan importante en la vida del campesino maya. Si hoy día las
altas deidades como Itzamná, Ix Chel, Kukulkán, y otros ya no ocupan un sitio
privilegiado en las devociones cotidianas del hombre común, los dioses
asociados a la agricultura —los chaqués, bacabes, balames y pauahtunes— sí
hacen sentir su influencia. De ellos depende el campesino para su protección,
sustento y bienestar y a ellos tiene que convencer y procurar para que lo
protejan y favorezcan.
Habiendo mostrado estas fuerzas en su contexto, examinemos ahora
el papel de los vientos, primero en El ritual de los bacabes y después
entre los mayas peninsulares contemporáneos. En ambos casos se refleja
claramente la capacidad para el mal y las enfermedades que los númenes
(dioses/espíritus/vientos) eran capaces de enviar, muy en particular las
psico-religiosas como los tancas o frenesíes en los que nos
enfocaremos.
Escrito en maya yucateco pero en caracteres latinos, el Ritual proviene
del siglo XVIII y es la fuente más antigua que tenemos para el área. Sin
embargo, a pesar de que la que ha llegado a nosotros es una copia tardía, no
cabe duda de que el original era de antigüedad considerablemente mayor y que
refleja conceptos muy antiguos: varias veces se menciona que serán los glifos
los que darán la repuesta. La importancia singular del Ritual radica
en que nos permite un atisbo a las prácticas de un antiguo terapeuta yucateco y
las invocaciones y conjuros que utilizaba en sus curaciones. Las únicas fuentes
comparables son las obras de Ruiz de Alarcón y de Sahagún, procedentes del
altiplano.
En su mayor parte El ritual de los Bacabes se
enfoca en las enfermedades sobrenaturales, cuyo origen son los vientos
malignos. Actuando como vector de enfermedad, éstos causan varias dolencias,
entre las cuales están los llamados tancas, descritos en los
diccionarios como frenesíes o accesos, cada cual con un nombre específico, bien
asociado a una condición particular, bien a un animal.
ah ci tancas = frenesí ebrio
ah co tancas = frenesí lujurioso
balam tancas = frenesí jaguar
ceh tancas = frenesí venado
ah mo tancas = frenesí guacamaya
Como ya se apuntó al inicio, el origen de estas enfermedades
sobrenaturales se atribuye a la acción de los dioses-espíritus, quienes las
mandan como castigo por infracciones humanas en relación con los entes divinos.
Pero si los dioses causan la dolencia, su curación del mismo modo se efectúa
por medio de su intervención. Esto ejemplifica el carácter ambiguo de las
deidades mayas, y su capacidad tanto para el bien como el mal; por ejemplo Ix
Chel, diosa de la medicina, podía mandar enfermedades, a la vez que curarlas.
Su carácter maligno se hace notar muy en particular en su aspecto como Acna.
En los códices Dresde y Madrid, se hace evidente esta asociación
de la diosa con la enfermedad. Como apunta J. Eric S. Thompson (Códice
Dresde, 122): "En algunos almanaques, la enfermedad se describe a
manera de rebus como la carga que la diosa lleva sobre las espaldas,
siendo cuch carga, empleado también en su significado
secundario de suerte". En dos de los almanaques se representa la
enfermedad como un ave o un animal y, en un juego de palabras al que los mayas
eran tan aficionados, koch, que significa "llevar en los
hombros" tiene un homónimo, "enfermedad o castigo enviado por la
divinidad" (idem).
Curiosamente, Itzamná, otra deidad asociada con la medicina, no
parece compartir esta función negativa de Ixchel, ya que Lizana y Cogolludo nos
informan que, como "mano obradora" y "rocío del cielo",
sanaba y hasta devolvía la vida a los muertos. Cuenta Lizana (Devocionario
de Nuestra Señora de Izamal: 62) que lo consultaban como oráculo y le
habían levantado altares y templos adonde le llevaban a los enfermos y hasta
los muertos. En un cuyo llamado Kabul, pusieron la figura de una mano y creían
que tocándola resucitaban y sanaban. A estos dos templos hacían romerías de
todas partes y para este efecto tenían hechas cuatro calzadas en las cuatro
direcciones, que llegaban hasta Tabasco, Chiapas y Guatemala.
La curación
El Ritual nos permite un atisbo al modus
operandi del terapeuta y refleja cómo, para curar al paciente aquejado
de los tancas, aquél tiene que luchar contra las fuerzas
sobrenaturales que han causado el mal. Tiene que conjurarlas, y obligarlas a
que restituyan la salud de su paciente. Es una lucha desigual: entre un ser
dotado, pero humano (el terapeuta) y un ser maligno con fuerza sobrenatural
(deidad/espíritu/viento).
¿Cómo se desarrolla este reto entre uno y otro ente? El Ritual informa
que la tarea del terapeuta consiste en enfrentarse con el espíritu, medirse con
él, encontrar la forma de aventajarlo, averiguar su identidad, y por este medio
adquirir poder sobre él para finalmente poder vencerlo. Esto exige que el
terapeuta confronte al espíritu en su propio terreno y para ello tiene que
viajar de un nivel a otro, por lo general dentro del árbol sagrado, es decir del
nivel terrenal al celestial o al inframundo, lo que sugiere un viaje
visionario. De esta manera, el especialista entra al tiempo-espacio sagrado sin
transcurso, inmóvil, imperecedero, y allí inicia la lucha contra el espíritu
causante del mal.
Los conjuros que interesan aquí son los que tienen que ver con la
curación de enfermedades causadas por el viento, que servirán como punto de
comparación con los rituales llevados a cabo hoy en día para dolencias de
origen similar.
Tomemos como ejemplo el texto para la curación del Balam
mo tancas, Frenesí Jaguar-Guacamaya (texto II), enfermedad maligna de
frenesí o lujuria. En éste se establece la pauta de los conjuros que se sigue
en la mayoría de los textos en el Ritual,18™ la forma en que el
terapeuta se enfrenta con la enfermedad y cómo batalla con los númenes que la
han mandado y a quienes tiene que vencer para restaurar el estado de salud de
su paciente. Antes que nada, tiene que identificarlos, lo que hace por medio de
una serie de preguntas y respuestas. Establece el momento en que nació el mal,
fecha que es, a la vez, calendárica y deificada:
Acto seguido el terapeuta pasa a preguntar respecto al origen del
mal, su linaje, es decir, su madre y su padre, como lo volverá a hacer sobre
las plantas asociadas de los cuatro rumbos:
La respuesta es que sus progenitores fueron Ix Chel en sus
manifestaciones roja y blanca, y el sol, Chac Ahau:
El texto informa que el frenesí nació en la lujuria del coito y de
la noche, y que yacía entumido en el árbol y la piedra detrás del temascal, dos
elementos primordiales que quizá refieren a algún ritual de purificación que
precedió su nacimiento. Se nombra el tancas bajo varios
aspectos: frenesí ebrio, frenesí lujurioso, frenesí erótico, frenesí jaguar,
frenesí de guacamayo y frenesí venado, todos los cuales volverán a aparecer en
otros textos del Ritual.
El terapeuta sigue indagando respecto al árbol y las plantas
asociadas: "¿Cuál fue tu árbol? ¿Cuál fue tu planta? ¿Cuál fue tu linaje
al nacer?" (texto II, f. 5: 271). Nombrándolos uno por uno: tancas
che,20 kante mo,21 mamey,
plátano, kokob22 y plumería,23 se dirige a los
frenesíes diciendo: "he aquí tus árboles, a ti me dirijo, Mo Tancas [...]
a tí, Nicte Tancas, a tí, Co Tancas (f. 6, versos 68 y 70).
Cada árbol o planta se nombra con el respectivo color de los
cuatro rumbos del cosmograma maya, tal como está representado en el Códice
Madrid, con sus árboles, pájaros, insectos, etcétera: rojo para el
este, blanco para el norte, amarillo para el sur y negro para el oeste. Como lo
explica el Popol Vuh, este modelo fue establecido a principios
del tiempo, cuando "todo fue puesto en orden, quedó cuadrado [el universo]
repartido en cuatro partes, como si con una cuerda se hubiese todo medido,
formando cuatro esquinas a cuatro lados" (versión de Saravia E., Popol
Wuj, 1).
El texto X es un buen ejemplo de la lucha simbólica que libra el
terapeuta en su afán por curar a su paciente del Nicte Tancas, o frenesí
erótico (Arzápalo, op. cit.: folio 62-64, 313-315). Describe
cómo, físicamente libre del cuerpo de madera y de piedra, y abrazando con
fuerza a las nubes y al viento, se yergue y pone de pie para llamar al viento
maligno. Para ello pide la ayuda de los Bacabes. Tres veces los llama con su
flauta, y lo hace "desde el centro del cielo", "desde el centro
de la tierra", una indicación de que viaja entre los dos niveles para
localizar al viento, o que está suspenso entre ambos. Y ¿dónde se encuentra el
tal viento, causante del mal?
Habréis de sospechar
que el viento
está en el centro de la flor
en el centro del cielo
en el centro del inframundo,
en las cavernas del cielo,
en las cavernas de la tierra.
Por ello me puse en pie
para echar mano del viento
que está en el centro de la flor.
(Ibid.: texto X, f. 62, versos 24-33, 314)
En forma muy gráfica, el terapeuta describe su enfrentamiento con
la fuerza en desequilibrio: cómo se irguió y puso de pie, echándose sobre el
viento y pateándolo: "Trece veces me apoderé (del viento), Y en muchas
ocasiones me eché sobre él, Fue así que le di de puntapiés, A tal
viento" (Ibid.: f. 63, versos 44-47, 314). 13 veces llamó
a los Bacabes, y 13 veces se apoderó del Kakal Moson (torbellino de fuego). En
otros textos, el terapeuta humilla a la deidad, cortándola, destrizándola,
lanzándola a varios puntos cardinales.
Luego se describen otros aspectos de la curación: que el terapeuta
estuvo en ayunas 13 días, absorbiendo a Yikal Nicte (viento de la flor de
lujuria) y "el viento de las catorce veces lujurioso", hecho que más
tarde (versos 76-81) se explica fue necesario para que el terapeuta
representara a Tzootz Bacab24 y pudiera espantar
al viento. El hecho de que absorbiera esta esencia parece indicar dos cosas: o
que esté replicando la situación del paciente, quien fue poseído por el viento,
es decir, que lo "absorbió", o que se va a curar por la doctrina de
signaturas de acuerdo con la cual se cura por los mismos medios. Es decir, si
el viento de la flor de lujuria se apoderó del paciente, por el mismo medio se
habrá de curar. Por otra parte, es posible que sean ambas cosas.
Un hecho que contribuyó al dominio del terapeuta sobre el mal es
haber descubierto el símbolo de la enfermedad, Ix Yan Coil (La de la locura),
quien, como su personificación, comparte los síntomas del paciente. Si bien no
se detallan aquí, se describen en el Texto VI, que también es para el trance
erótico: la incoherencia, la fiebre, el impulso para correr (Ibid.: f.
30; versos 1-4: 288). El terapeuta humilla a la deidad (Yx Yan Coil) tapándole
la boca, como también los genitales de Chac e Ix Hun Ahau. "Fueron trece
veces, y no dos, las veces que le tapé la boca, eso es, fue la boca de Ix Yan
Coil" (Ibid: texto X, f. 63, versos 69-72, 315). Después,
utilizando su hacha como escoba barre el viento y lo manda de vuelta a su lugar
de origen.
Trece veces barrí,
así tuve que barrer
al viento de locura
hasta el corazón
y el brazo,
utilizando mi hacha de escoba.
(Ibid: versos 63-68, 315).
Como se ha apuntado, en el Ritual la numerología
juega un papel importante;25 en este texto se
manifiesta en particular en el número 13 por su asociación con los dioses de la
región celestial, los Oxlahun-ti-ku. Trece veces se irguió el terapeuta para
llamar al viento maligno, 1326 veces llamó a los
Bacabes con su flauta, 13 veces se apoderó del viento, 13 veces barrió y 13
veces le tapó la boca a Ix Yan Coil.27 El texto termina
con "Jesús María. Amén", una de las pocas incursiones cristianas en
estos textos coloniales que parecen conservar la más pura tradición ritual
maya.
Como hemos visto, en éste, como en la mayoría de los otros textos
del mismo tipo, la tarea del terapeuta es averiguar la procedencia del frenesí,
es decir, la identidad de la deidad que ha causado la enfermedad, y establecer
el momento y la forma en que ésta se manifestó. Por medio de una serie de
preguntas, indaga respecto de las características del numen: su origen,
paternidad, plantas, árboles y pájaros, y colores direccionales asociados. Esta
información es la clave, confiriéndole poder para enfrentar y medirse con el
espíritu-viento, a la vez origen de la enfermedad y enfermedad personificada, a
la que tiene que dominar y vencer para poder curar a su paciente.
El conjuro para un frenesí llamado ah oc tancas, o
frenesí errante (Ibid.: texto III, 276-279),28 trata de un mal
que, aunque de carácter "sobrenatural", presenta síntomas físicos muy
reales: "comienza con vómitos, además [el enfermo] tiene el estómago
revuelto y fiebre [...] y se manifiesta también con entumecimiento" (Ibid.: versos
2-7, 276). Es decir, hay evidencia no sólo de un estado de desequilibrio
psíquico sino también de un malestar físico muy real.29
Para establecer cómo y cuándo se manifestó la
enfermedad y quién la causó, el terapeuta entra al tiempo-espacio sagrado para
establecer la procedencia del frenesí. "Dícese que Can ahau caía en la
lujuria cuando surgió la esencia del coito, la esencia de la lujuria. Vino de
la quinta capa del cielo. También se dice que vino de la constelación tzab, "las
pléyades", también se dice que salió de las nubes" (Ibid.: versos
10-17, 276-277).30 Más adelante el
terapeuta ofrece otros detalles: que el numen hablará desde el centro del
cielo, de color blanco, posiblemente indicando una asociación con el norte, y
menciona sus símbolos: el pájaro rojo y su árbol, ninguno de los cuales se
identifica, pero ambos hacen referencia a los puntos cardinales que se
establece claramente a través de todo el Ritual. Sigue el
texto con la descripción de otros símbolos, su genealogía (las diosas-madres) y
una descripción de los síntomas.
La identidad de sus tres progenitoras son Ix kak tan chel (La del
fuego en el horizonte), Ix kak te caan (La del fuego en el cielo) e Ix kak te
munyal (La del fuego en las nubes) (Ibid.: texto III, f. 17,
36-40, 277). También hay otras dos deidades involucradas: Kin Chac Ahau, (El
gran rey sol) e Ix Bolón Can (La nueve culebra), cuyo papel no se aclara
(versos 45-47; 72-76, 278) pero que sufren accesos de vómito.
Estos síntomas, más los de las diosas, "penosas deposiciones, con ardores
de fuego" parecen replicar los del paciente, al igual que la nausea o
ganas de vomitar de los primeros. El texto del folio 17 se repite casi verbatim en
el folio 18, siendo esta repetición una característica universal de los
conjuros, de lo cual se encuentran numerosos ejemplos a través del Ritual.
Finalmente, Ix Chan Chan Kin (El diminuto sol) y Chan Chan Munyal
(La diminuta nube) se apoderan del viento, viniendo éste a caer por los cuatro
caminos, los cuatro descansaderos, junto a las deidades Ix ko can be (La de la
mirada por los cuatro caminos), Ix ko can lub (La de la mirada por los cuatro
descansaderos). Las últimas, junto con Ah Oc Tancas, reciben el conjuro que va
dirigido a Ikal ch'ab (viento lascivo), Ikal xol (viento putañero) e Ikal ual (viento
retozón), a quienes se manda de vuelta a su punto de origen. El conjuro habría
de caer detrás del cielo, junto a Bolón Ch'och' (la excelsa comerciante) y
después en el oriente, sur y poniente, cada punto con su deidad asociada.
Todo esto es de primera importancia porque una vez que el curador
ha logrado descubrir el secreto del origen de la enfermedad, este conocimiento
se convierte en su arma para poder vencerla. Es arma tanto simbólica como
pragmática. En la primera instancia se lleva a cabo por medio de luchas o
enfrentamientos que el terapeuta libra con el espíritu-viento bien a nivel
terrenal, celestial o del inframundo, y en otro nivel se trata de la curación
del cuerpo de manera directa.
Este texto nos da un atisbo de la interacción del terapeuta con el
espíritu-viento, su combatiente, informándonos que en ese momento el curador
yacía frente al frenesí. Esto indicaría que estaba en pleno proceso de atender
a su paciente. También refiere que el espíritu-viento exclama y responde,
aceptando las invocaciones, lo que refleja una posible interacción con el
terapeuta. Existe la posibilidad de que haya actuado más de un terapeuta,
quizás en calidad de ayudante (como todavía se estila hoy día) o que el
paciente haya estado involucrado en alguna parte de la elocución, como es el
caso en algunos rituales contemporáneos cuando éstos acompañan al terapeuta al
recitar el Padre Nuestro, Ave María u otro texto litúrgico.
¿Cuáles eran las palabras que debía pronunciar el curador? Se dice
que en este preciso momento sencillamente el nombre del frenesí, y habiéndolo
dicho, el viento había de responder desde el centro del cielo (Ibid.: f.
17, v. 24-26, 277).
El poder del terapeuta se incrementa a medida que interroga a la
deidad/deidades de manera irreverente. Lo hace en forma apremiante, a veces
compeliendo, insultando, y en todo momento dando prueba del conocimiento que
tiene sobre el ente maligno que ha causado el mal. Con esta información vital
se siente lo suficientemente poderoso para declarar:
Por ello,
yo seré quien deshaga tu encantamiento
frenesí;
así habrá de decirse
y tendrá efecto
el conjuro
(Ibid.: f. 18, versos 77-82, 278)
Uno de los textos más sencillos, y también más cortos, del Rituales el
conjuro para el Nicte tancas (Ibid.: texto VI, 288-290). En éste,
lo pragmático sobrepasa lo simbólico, lo natural lo sobrenatural. El terapeuta
describe los síntomas de esta especie de "locura" causada por un
viento maligno: fiebre que causa incoherencia en el habla, y un irresistible
impulso para correr. Deja sentado que el día adecuado para curar este acceso es
Hunuc Can Ahau, ejemplificando la importancia calendárica y simbólica de esta
fecha.
Por los elementos que se refieren a continuación: la creación de
lo femenino y lo masculino, el miembro respectivo, la sustancia blanca y roja,
y la descripción del coito, aquí se trata de la manifestación del trance
erótico, que es el nicte tancas. Como ya se ha apuntado, la
plumería o flor de mayo tiene una fuerte asociación con el erotismo, la
lascivia, etcétera. Era necesario que el terapeuta estableciera esta
identificación, séase el origen del mal, del linaje o de la descendencia de los
espíritus malignos que han causado la enfermedad, los pájaros, árboles, plantas
y sus colores asociados, etcétera, porque el poder del terapeuta depende de
esta información.
Seguidamente el texto se centra en el aspecto práctico de la
curación: cómo el paciente ha de mirar el cielo, girar trece veces, y recibir
en ayunas el remedio hecho de chichibe31 rojo, y tabaco
blanco y bacal che32 rojo y blanco,
elementos que el terapeuta informa ha remojado para que el paciente lo
"tome gustosamente" (Ibid.: texto VI, f. 31, verso
46, 289). Aquí hay un paralelo entre los colores de las plantas y aquellos que
tuvieron un papel en la creación del elemento femenino y masculino, la sangre y
el semen; es decir son colores simbólicos relacionados. Después, para la
preparación del remedio es necesario que el nicte blanco y
negro y la cochinilla amarilla aporten su esencia.
Ahora el terapeuta reta al viento maligno: ¡Atención!
Yo seré quien deshaga vuestro conjuro
Yum ac uinic ik, Señor-Viento-Enano,
Nicte tancas, Frenesí Erótico.
Ambos nombres habrán de mencionarse
para curar a la persona.
(Ibid.: texto VI, f. 32, versos 59-64, 290)
El texto indica que para curar al paciente se deben pronunciar
ambos nombres (versos 63-64) y que para deshacer el conjuro habrá de decirse
dos veces para que la curación sea efectiva: "Esto se dirá para curarlo,
dos veces habrá de decirse (versos 68-69). La curación termina cuando el
terapeuta sangra la lengua del paciente con una espina de henequén, y le lanza
chorros de agua en la espalda.
Entonces se le comienza
a sangrar la lengua
con una espina de henequén.
En cuanto al centro de la espalda
habrá de lanzársele
agua, hasta dejarlo chorreando.
Amen.
(Ibid.: versos 70-76)
Como lo reflejan los textos del Ritual que se han
examinado, se trata del aspecto puramente maligno de los vientos como agentes
de enfermedad, particularmente de los frenesíes o accesos cuya peculiaridad es
una especie de locura temporal o enajenamiento de sentido, además de síntomas
físicos evidentes como malestar, fiebre, incoherencia, etc.
El papel de los vientos entre los mayas
peninsulares actuales33
Hoy en día, los vientos mantienen un papel importante en las
creencias de los mayas peninsulares, tanto en la terapia como en los ritos
agrícolas que se siguen llevando a cabo. Generalmente se identifican con
vientos reales y por lo tantolos hay buenos y malos; unos traen salud, otros,
enfermedad. Como agentes benéficos pueden ser poderosos aliados del campesino,
empujando las nubes cargadas de lluvia, tan vital para el campo, a la vez que
pueden manifestarse como temibles fuerzas nocivas. Este carácter ambivalente o
dual los hace impredecibles y por lo tanto hay que tomar medidas para
protegerse contra ellos.
Como apuntan Robert Redfield y Alfonso Villa Rojas (Chan
Kom, 1962: 164), la frase "vientos maléficos" ts la
que se utiliza en el discurso español para significar lo que probablemente sea
la causa más frecuente de enfermedad, pudiendo en algunos casos operar sola o
en conjunto con otras causas. En maya su equivalente es ojo ik (también
escrito oxo ik'), pero igualmente puede referir a un viento
específico del mismo nombre.
Redfield y Villa Rojas dan varios ejemplos de creencias al
respecto que recogieron en Chan Kom aproximadamente en 1930. Antiguamente, si
batía un viento antes de llegar la lluvia, los padres hacían entrar a los niños
en la casa. Igualmente, si el cielo se mostraba de color amarillo u oscuro como
suele acontecer al atardecer, y batía un viento, se temía que éste,
llamado kan lacay, afectara a los niños, causando resfriados y
fiebre. Los antiguos también aconsejaban no construir una casa entre dos
quebradas o ka'lap, porque los vientos malignos suelen pasar
por estos lugares y enseñaban que era malo mirar por un resquicio o hueco en la
pared, o barrer debajo de la hamaca donde había alguien acostado.
Se consideraban un peligro especial los vientos que soplan del
agua. En la península éstos pueden provenir del mar, de los cenotes, de las
cuevas y de la lluvia: y si soplan de estos puntos se considera que son vientos
malignos. De acuerdo con estos autores (op. cit., 164), en
Chan Kom existía la creencia que el agua causa el viento y que los vientos sólo
salen del agua. Por ello se considera tan peligrosos los cenotes y las cuevas,
los vientos que soplan del norte y del oeste, como también el viento
remolino (x-moson ik).
Los investigadores (op. cit., 166) citan la
información que les proporcionaron dos h-meno'ob del pueblo de
Chan Kom respecto a varios vientos malignos y las enfermedades que causan, De
acuerdo con el primero, el ojo ik (viento maligno), el coc
ik (viento-asma) y el coc-tancaz ik (viento acceso de
asma) causan fiebre y diarrea verde. El loopob-coc ik (viento-asma
que hace retorcerse) da dolor en el costado; el hul-ne-coc ik (viento-asma
de fuertes punzadas) se manifiestan con dolorosas punzadas; el nak-tan-coc-ik (viento
que se pega al pecho) produce pulmonía; el buyul-tun ik (viento
vértigo) causa debilidad y vértigo, y el kan-pepen-coc-ik (viento
asma-mariposa amarilla) causa malaria. Otros vientos nombrados por el
segundo h-men son: el zuhuy ik (viento-nuevo)
que causa debilidad cardiaca y escalofríos; el balam-tun-hol-ik (viento-entrada
de jaguar) da dolor de cabeza; el uayak-tun-ik (viento
piedra-de sueño) produce delirio; el mamuk-ik (viento-debilidad)
produce debilidad en general, etcétera.34
Hoy en día muchas de estas creencias persisten, aunque no siempre
se asocian con las mismas enfermedades, ni se emplean precisamente los mismos
términos. En vez del kan lacay se nombra a la nube
amarilla (kan munyal) como vector de enfermedad, aunque
también se le asocia con fiebre y resfrío. Se sigue considerando malos a los
vientos zuhuy ik', balam ik', y x-moson ik'; también al chi'kin /¿'que
sopla del oeste. Todos causan resfríos, catarro, fiebre, y si el x-moson
ik' o pequeño remolino bate a alguien, éste puede "cargar
aire" y enfermarse o perderse. Estas creencias se mantienen vigentes,
aunque ya mayormente entre las personas de más edad, que son los más tradicionales.
Véase también el Diccionario etnolingüístico de Cristina
Alvarez donde la mayoría de los vientos que se mencionan tienen que ver con
estados de pasmo o perlesía.
La malevolencia de estos vientos estriba en que son demasiado
fuertes, o poderosos, por lo tanto peligrosos para el hombre.
"Andan", porque a fin de cuentas son vientos y soplan; es decir,
pueden estar en cualquier parte, por ejemplo, en el monte, donde con frecuencia
atrapan al incauto que está en camino. También puede suceder que alguien no
respete el tabú referente a las cuevas o grutas y, pasando demasiado cerca o
aun entrando en ellas sin el debido "permiso", allí caiga víctima de
algún mal, peligro que en particular acecha a mujeres y niños. O si el
caminante pasa por donde ha pasado un remolino, puede "cargar" un
viento. En ese caso se dice que la persona puede perder el sentido, nublarse su
vista y no encontrar el camino de regreso, una especie de enajenamiento que
quizás pudiéramos comparar con ciertos accesos del Ritual. Cuentan
que durante el tiempo que la persona anda perdida, los aluxo'ob35 le traen un lee (jicara)
de sopa para que se recupere y pueda encontrar su camino de regreso.
Los vientos maléficos de por sí están estrechamente relacionados
con los vientos naturales o "reales", realzándose su asociación con
lo malo o maligno. Cada cual tiene sus atributos específicos, distinguiéndose
uno de otro de varias maneras: por su forma o tamaño, su edad, la hora en que
bate o sencillamente por su nombre. Por ejemplo, se dice que el x-moson
ik' toma la forma de un remolino, el zuhuy ik' es
"como un polvito",36 y el x-tupal
ik' es el más pequeño, aunque curiosamente el más poderoso.
También tiene que ver la hora en que pasan: por ejemplo, don Beto
dice que los de las 9:00 y 10:00 de la mañana son buenos, mientras que los de
las 3:00 y 6:00 de la tarde y los de la medianoche son malos y traen
enfermedad. El diagnóstico de que el malestar se debe a los efectos de los
vientos se manifiesta por los síntomas: vómitos, dolor de cabeza, debilidad de
cuerpo, hinchazón de los pies. El viento también pueden tener una asociación
específica, por ejemplo, con el terreno, kanan lu'um ik', y muy
en particular con los puntos cardinales.
Por otra parte, precisamente porque son sobrenaturales o mágicos y
tienen gran poder, estos aires, vientos o remolinos, juegan un papel muy
especial (y en este caso no maligno) en la vida del futuro curador o h-men, como
presagio de que ha sido "llamado" para este oficio. Varios de mis
informantes me han dicho que antes de asumir sus deberes como h-meno'ob, fueron
llevados por los vientos.37 Mientras andaban
perdidos en el monte, seres venerables ("los antiguos"), casi siempre
con barba blanca, los iniciaron en su trabajo, mostrándoles las plantas
curativas y proporcionándoles los conocimientos necesarios para llegar a
ejercer su oficio como curador.
De vuelta en su casa la víctima que ha cargado el viento, presenta
síntomas como malestar de cuerpo, fiebre, insomnio, dolor de cabeza, etc. Para
curarse tiene que consultar a un h-men. Al igual que en
el Ritual, el paciente depende del terapeuta para su curación.
Antes que nada, éste tiene que establecer la naturaleza del mal,
para lo cual generalmente consulta su sastún, una piedra
traslúcida, o algún pequeño objeto arqueológico. Otros utilizan una vela, o
queman un pedazo de copal, cuyo chisporroteo les dirá lo que necesitan saber, o
utilizan el trance para hablar con varios entes sobrenaturales, entre ellos sus
espíritus-protectores. Cualquiera de éstos informa al curandero respecto de la
naturaleza del mal.
Si el caso es sencillo, bastará con una limpia o santigua, durante
la cual el curandero contemporáneo invoca a diversas entes sobrenaturales,
incluyendo a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, la Virgen y numerosos santos
católicos, o a deidades de origen prehispánico, o a sus espíritus-protectores.
Reza y pide su ayuda para la curación de su paciente, a la vez que barre el
cuerpo de éste con gajitos de sip-che,38 ruda, albahaca,
etc. Puede ser un rezo tan sencillo como el siguiente:
En otro ejemplo, esta vez de un curandero de Cantamayec, la
invocación puede tomar una forma verdaderamente poética.
En todas las ceremonias curativas, sólo después de haber expulsado
los malos aires, "limpiado"49 o santificado el
cuerpo del paciente, se procede a la curación en el plano físico. El curandero
tiene a su alcance una nutrida farmacopea de plantas medicinales; receta
jarabes, infusiones, baños, lavativas, etcétera, y a veces emplea la sangría
o tok50 para eliminar la
"mala sangre". También en el Ritual vemos cómo el
terapeuta se vale de varias plantas medicinales, o recomienda punzar la
comisura de los labios del paciente o echarle un jarro de agua en la espalda
(véase por ejemplo los textos XLVI-LXVIII).
En casos más serios o difíciles es necesario un ritual más
complejo. Si se trata de alguien que ha "cargado" un viento, o éste
le ha "pisado su sombra", requiere una ceremonia llamada wach
ik'.51 Lo que nos
interesa de esta ceremonia es el papel que juega el viento que, como vector de
posesión tiene a la víctima bajo su dominio. La tarea del terapeuta es deshacer
este control maligno y liberar a su paciente.
Si en efecto hay ciertos aspectos en que este ritual se asemeja a
la santigua —por ejemplo, las barridas el cuerpo, los rezos, etc.— la
característica distintiva del wach ik'es la de amarrar u
desamarrar al paciente con pabilo, primero en contrasentido y después en el
sentido de las manecillas del reloj. Al final, habiendo "desamarrado"
y desligado al paciente del viento que tomó posesión de él, éste queda libre.
En esta ceremonia, como en las demás, se hace notable la
influencia cristiana, a pesar de que en este caso se trata de un mal
culturalmente definido como maya. Por ejemplo, en un wach'ik' presenciado,
don Felipe comenzó por invocar a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y sólo
después pasó a saludar a los yumtzilo'ob (los dioses del
monte), y a otras deidades prehispánicas, y muy en particular a los vientos, de
los que aquí tratamos.
Después de este saludo, el h-men expresó su
arrepentimiento por culpas cometidas y su pesar por haber ofendido a Dios, tal
como se hace en la liturgia católica, prometiendo enmendarse, confesarse, y
pidiendo la bondad misericordiosa "para nunca más pecar, perseverando ante
vuestro santo amor y servicio hasta el fin de mi vida". Preguntó al
paciente si era creyente y si se arrepentía de sus pecados y estaba dispuesto a
enmendarse, pasando después a exponer ante Dios su petición:
Buenos días yum ki'neex kin t'anik bakan dios
padre dios hijo dios espíritu santo Buenos díasseñores del día llamo entonces a
Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo...
le ikil bakan in xolanpixtik ikil in k'atik le bendición le
ikil in k'atik le salvación le por lo que entonces
estoy arrodillado para pedir la bendición, para pedir la salvación ikil
in pa'ik'tik kin wach'ik ti para destruir este mal viento, lo desamarro kin
ch'och'ik ti'kin mistik ti' bakan tu cuerpo hermanito [nombre del
paciente] se lo deshago, se lo barro entonces del cuerpo del hermanito...52
Arrodillado, invocó a los dioses de los vientos, a la Santísima
Virgen Santa María,53 al santísimo
sacramento y a numerosos santos católicos: san Bernardino, san Bernardo, san
Vicente Caballero, san Martín Caballero, san Eustaquio Buenaventura, san
Lorenzo, san José de la Montaña. Aclaró que el paciente sufría porque un viento
del camino había golpeado su sombra y pidió que [después de esta ceremonia]
pudiera caminar "al amparo de un santo lugar en donde camine bien, en
donde pueda estar libre". Invocó a los Señores de los vientos, al Gran
Poder de Dios, al Justo Juez, a san Ignacio, a los vientos fuertes (nukuch
ik'oob) y a los pequeños vientos (mejen ik'oobe), a
la Cabeza Coronada, a san Miguel Arcángel, y a muchos más.
Llamó uno por uno a los dioses del viento de los cuatro puntos del
cielo, al viento tornado, a los vientos nuevos, a los vientos del cerro, a los
vientos guardianes de los caminos, a los guardianes de los montes, a los
guardianes de los corrales, "porque le pisaron su sombra a este hermanito,
mi Dios". Instó a los vientos a abandonar el cuerpo del
paciente:"[...] ko'one'ex tun desocuparte'ex le cuerpo' kó
one'ex tun desocuparte'ex le cuerpo, turnen bakan ka le cuerpo ka
ocuparte'exa'u ti'al dios padre dios hijo dios espíritu santo. "Vamos
entonces, desocupen el cuerpo, vamos entonces, desocupen el cuerpo porque este
cuerpo que ocuparon es de Dios Padre [...]".54
A través de toda la ceremonia, una y otra vez pidió la bendición,
la salvación del paciente "Me arrodillo ante los cuatro puntos del cielo,
por lo que llamo para una santa curación, padre mío, regala la santa bendición,
mi dios, lo estoy pidiendo en el nombre del hermanito [nombre del paciente], despierta,
vive, hermano mío [...]". Estando como a la mitad de la ceremonia, colocó
en la mano derecha del paciente unas pequeñas cruces indicándole que eran para
quitar el viento fuerte que cargó y al mismo tiempo dijo:
in kil in pa'ik'tik kin ch'och'ik ti'kin
por eso destruyo, deshago,
mistik ti'kin pulik ti'kin t'anik bakan u ti'al bakan in pa'ik'tik bakan le
barro, tiro y llamo para destruir55 [el viento]
cuerpo kin ch'och'ik ti'bakan le cuerpo kin mistik
ti'tu k'aba dios padre,
de este cuerpo, lo destruyo del cuerpo, lo barro en el nombre de Dios Padre
Dios Hijo, Dios Espirito Santo, en el nombre del Padre, del Hijo del Espíritu
Santo
Dios por todos los siglos de los siglos amen...".56
Después el h-men preguntó al paciente si creía en
Dios, en el Espíritu Santo, en la Santísima Trinidad, si renunciaba a todos los
pecados cometidos y, habiendo recibido una respuesta afirmativa, volvió a
invocar a otros santos y santas, pidiendo otra vez la curación del paciente y
la eliminación de los vientos que ocuparon su cuerpo. Finalmente le entregó a
la madre del paciente, quien lo acompañó, una bolsita con agua bendita,
instruyéndola: "esta agua bendita se lo vas a poner en su pulmón. No va a
pasar pronto así [el mal] porque cuando se lo pongas así en su pulmón, con
esto, hermanita, se alivia". Le advirtió que debía observar el estado de
salud del paciente y cómo respondía a la curación que le hizo, añadiendo que
"aunque sea una veladora chica pónsela sobre la mesita del santo porque es
muy necesario, hermanita, entonces esto y la curación de este jovencito te va a
costar setenta y nueve pesos, mamita [...]".57
Aquí vemos que, aunque el tono no deja de ser respetuoso, es
perentorio, por lo que en ese sentido más se asemeja a un conjuro que a un rezo
propiamente dicho. Sin embargo, nunca llega al grado de imprecar, apremiar y
ofender como ocurre en los textos del Ritual; esto queda
reservado a los casos de exorcismo, como lo ejemplificarán los siguientes
textos.
Se recurre a los conjuros en casos de mala suerte, o
"salación", en los negocios o en asuntos sentimentales, o cuando se
manifiestan fenómenos audio-visuales, que se atribuyen a la hechicería y que
inquietan y preocupan a la persona, no dejándola vivir tranquila y en paz, o
cuando todo anda mal en una casa y hay constantes peleas. Para ello se utilizan
libros de índole mágico-religiosa como El libro de los mediums, La
corona mística, El libro de San Cipriano y Santa Justina. En éstos, el
tono de los conjuros es amenazador, ofensivo e insultante hacia los espíritus
causantes del mal, semejante a los del Ritual, como lo
ejemplifican los siguientes pasajes del libro de San Cipriano y Santa Justina.
En una "Exjuración" para sacar los malos espíritus, el
exorcista los amonesta de la siguiente manera: "Yo, criatura de Dios hecho
á su semejanza y redimido con su sangre, os obligo por este precepto, demonio ó
demonios, para que cesen vuestros delirios y dejéis de atormentar con vuestras
furias infernales, este cuerpo que os sirve de aposento" (1984: 27-28).
Vuelve a amenazarlos para que salgan y no vuelvan jamás, diciendo "Huye,
huye, huye, ó de lo contrario, serás amarrado con las cadenas del Arcángel
Miguel, y humillado con la oración de San Cipriano", la que a continuación
se ha de recitar.
En otro conjuro, después de absolver el cuerpo del paciente
"en el nombre de San Cipriano y de parte de Dios, tres veces santo, por la
potestad de los espíritus superiores Adonay, Eloim, Jehovam y Mitraran"
para que sea librado de todos los hechizos, encantamientos y sortilegios, el
exorcista pide que Dios "se digne disponer que [éstos] queden deshechos,
destruidos, desligados y reducidos á nada". (Libro de San
Cipriano, op. cit., 29), para que el cuerpo del paciente quede libre
de todos los males.
Con aun más fuerza lo expresan ciertos pasajes en la Corona
mística (s. f), muy en particular en el capítulo V. En uno de los
conjuros se amenaza a Satanás,"oye. pues, y teme", ordenándole que
desocupe el cuerpo de su víctima. Se le llama "espíritu inmundo [...]
enemigo de la fe, del género humano, portador de la muerte, raptor de la vida,
decantador de la justicia, raíz de los males, fomentador de los vicios,
seductor de los hombres [...] (op. cit., 90). Siguen los
insultos: "Espíritu maldito, padre de la obscuridad y de la inmundicia,
mordaz y falaz, villano, rústico, y bestia brutal" (op. cit., 95).
No sólo se le requiere que se vaya, "vete maldito" [...], "sal,
espíritu maldito, expulsado en nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo" (op. cit., 95), sino que se previene la
posibilidad de su regreso: "os mando en nombre de la Santísima Trinidad
[...] que no volváis a él, sino que seáis atados y privados del poder de
mostraros a esta criatura [...[ y que no la podáis ofender ni dañar en el
cuerpo o en el alma [...]" (op. cit., 98).
Al igual que en estas últimas citas, también en el Ritual la
interacción del terapeuta con el viento-espíritu-dios es de competencia con el
numen (deidad-viento), lo manipula, ofende, ultraja para establecer su dominio
sobre él; habla además de destruirlo en forma física. Pero si bien aquí existe
similitud, en el caso de otras ceremonias contemporáneas, como las que
examinamos al principio, existe una diferencia en la interacción
terapeuta-espíritu/dios. En las limpias citadas el tono es respetuoso y
petitivo y, aunque puede llegar a ser apremiante como en el wach' ik', la
relación del terapeuta con los númenes generalmente no es antagónica, sino más
bien respetuosa, y en todo caso no llega a ser insultante.
Esto también aplica a la interacción del h-men con
los dioses del monte o yumtzilo'ob, con los dioses
prehispánicos como los chaqués y balames, y por supuesto, siendo católico, con
los santos católicos. Como me explicó don Felipe, es porque primero se habla a
nuestro señor, después se saluda a los yuntzilo'ob y después a
numerosos santos. "Por eso es que hay que hablar con reverencia. Así tiene
que ser: no podemos cambiar la forma, sólo en la magia negra es diferente su
forma de ellos". Indicó que éstos sí usan fórmulas de tipo ofensivo e
imprecatorio, "puros insultos", lo que nos lleva de vuelta a las
fórmulas mágicas del Ritual.
Sin embargo, hay que tener claro que los conjuros en esta fuente
pertenecen más bien al campo de la magia blanca ya que, aunque se manipula a
fuerzas nocivas, el fin no es negativo, como en la magia negra. Al contrario,
es positivo, ya que el terapeuta aspira a la curación del paciente.
En cuanto a la importancia de los vientos, tanto en la antigüedad
como en el presente, se hace evidente que, a pesar de las pérdidas que ocurren
con el pasar del tiempo y los cambios y transformaciones operados, también hay
persistencia cultural y los vientos siguen jugando un papel importante en las
creencias mayas, muy en particular aquellos de naturaleza maligna.
Sigue vigente la asociación de los vientos con los cuatro puntos
cardinales, tal como lo hemos visto en el Ritual donde están
acompañados de sus respectivos colores direccionales, al igual que la
asociación con las nubes: "viento de nubes blancas", "viento de
nubes amarillas", "viento de nubes negras", "viento de
grandes nubes rojas". Hoy día queda clara la relación
vientos-nubes-chaques/lluvia.
Tanto en El ritual de los Bacabes de la época
colonial como en la oralidad de los mayas peninsulares contemporáneos, los
vientos siguen teniendo sus propios nombres, aspectos, atributos, campos de
acción y causalidad. En el Ritual se nombra repetidamente al
"viento enano", "viento tempestuoso", "viento
ligero", "viento huracanado rojo", "viento retozón" y
otros apelativos menos positivos,por ejemplo, "viento
putañero","viento lascivo," "viento de canciones
obscuras", "viento de la flor de lujuria". Esta negatividad se
ve replicada en los vientos invocadas hoy en día: ojo ik (viento
maligno), chapat ik' (viento ciempiés), chiwool ik' (viento
tarántula), sina'an-ik (viento alacrán), alux ik' (viento
duendecillo del monte), balam ik (viento jaguar). Por su
parte, en las ceremonias que se siguen llevando a cabo vimos páginas arriba los
numerosos atributos de los vientos invocados: vientos guerreros, vientos de la
tierra, vientos de los cerros, del muí etcétera.
En el Ritual el procedimiento que emplea el
terapeuta para combatir la enfermedad es el de los conjuros. Si bien existe cierta
semejanza con el h-men contemporáneo, quien comienza el rito
terapéutico con una santigua acompañada de rezos e invocaciones, y la barrida
del cuerpo del paciente con ciertas plantas, a la vez existe una gran
diferencia en la interacción y el tono empleado. En ambos casos sólo después se
procede con la curación en plano físico, con el empleo de plantas medicinales,
la sangría, baños, lavativas, etcétera. Sin embargo, es importante volver sobre
la diferencia en la naturaleza de la interacción entre terapeuta y deidades.
Salvo en los exorcismos, en el caso de los curanderos contemporáneos,
generalmente el tono es respetuoso, mientras que en el Ritual es
altamente agresivo y ofensivo.
Todo lo antes dicho demuestra lo que hemos apuntado a través de
esta exposición; es decir, que, siguiendo una antigua tradición cultural, los
vientos siguen jugando un papel importante en las creencias mayas, fuerzas de
la naturaleza ambivalentes que tienen poderes tanto negativos como positivos.
Para tratar con ellos y controlarlos (forzándolos a abandonar el cuerpo que han
ocupado y por lo tanto involucrándolos en la curación del paciente), es
requisito contar con el h-men o ritualista sacerdotal, sólo él
tiene el poder y la capacidad para ello. Así lo reflejan los textos del Ritual
de los Bacabes como también aquellos traídos a colación por los
terapeutas contemporáneos.
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1 También llamado Códice
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Vaticana en 1929, fue publicado por primera vez en inglés en dos versiones que
aparecieron en 1939 (Gates) y 1940 (Emmart), respectivamente. Sin embargo, no
fue sino en 1964 cuando se publicó en castellano en una edición que hizo el
Instituto Mexicano del Seguro Social.
2 Fuentes también
importantes son, entre otras: Historia medicinal de las cosas que se
traen de nuestras Indias Occidentales que sirven en medicina de
Nicolás Monardes, publicado en varias ediciones, la primera en 1565; Suma
y recopilación de Chirurgía, con un arte para sangrar muy útil y provechosa de
Alonso López de Hinojosa (1578), y Tratado breve de anatomía y cirugía,
y de algunas enfermedades que mas comúnmente suelen hauer (1579) de
Agustín de Farfán. Otras obras valiosas son las del protomédico Francisco
Hernández (1571-1577); y Cuatro libros de la naturaleza y virtudes de
las plantas y animales que están recibidos en el uso de la medicina en la Nueva
España de Francisco Ximénez (1615); más tardío es el Florilegio
medicinal de Juan de EsteynefFer (1712) (Para un excelente resumen de
la medicina tradicional en México véase Anzures y Bolaños, 1989).
3 Si bien en el pensamiento
azteca, las fechas calendáricas también influían en el estado de
salud-enfermedad, no tenemos información al respecto para los mayas yucatecos,
salvo en los Libros de Chilam Balam donde se ve reflejada la
influencia de los astros y planetas sobre el cuerpo humano.
4 Veremos ejemplos en las
siguientes páginas.
5 En la lista de
autoridades perdidas (Alfred M. Tozzer, A Maya Grammar, 1977:
151-153), se destacan las artes y vocabularios, y sólo hay pocas obras que, por
sus títulos, tratan de la etnobotánica de la región.
6 En el Calepino de
Motul (Ramón Arzápalo et al: f. 29v, 46) se
define al ah tokyah como "sangrador, que lo tiene por
oficio o cirujano".
7 "el que encaja y
concierta huesos desencajados" (Ramón Arzápalo, op. cit.: 19v,
29) y también ahpakbac : "concertador de huesos" (
f. 25v, 39).
8 Ramón Arzápalo et
al.op. cit.: f. 24v, 37).
9 Médico en general
y cirujano (Ramón Arzápalo et al, op. cit.: f. 3Ir, 48). Sin
embargo, ah dzacyah tiene cierta connotación negativa, ya que
después de definirlo como "médico que lo tiene por oficio" se añade
que "de ordinario se toma en mala pane por hechicero que cura con palabras
malas y de idólatras".
10 "Enfermedad en la
via de la orina, quando gotéa freqüentemente y á páusas. Su origen es Griego.
Stranguria" (Diccionario de Autoridades, tomo II: 627).
11 Enfermedad no
identificada.
12 "Ptisica. Enfermedad
causada por tener alguna llaga en los pulmones ó livianos, originada de humor
acre y corrosivo, que ha caido a ellos, y causa al paciente tos acompañada de
calentura lenta, que le va atenuando y consumiendo poco á poco" (Diccionario
de Autoridades, tomo III: 419).
13 "Había también
cirujanos o, por mejor decir, hechiceros, los cuales curaban con yerbas y
muchas supersticiones" (Landa, op. cit.: 39). "Los
más idólatras eran los sacerdotes, chilanes, hechiceros y médicos, chaces y
nacones... Los hechiceros y médicos curaban con sangrías hechas en la parte
donde dolía al enfermo y echaban suertes para adivinar en sus oficios y otras
cosas" (49). Como apunta Tozzer (op. cit.: 112, nota
512), Landa no parece haber hecho gran diferencia entre estos términos y desde
su punto de vista eran todo uno: menciona la palabra hechicero cuatro veces,
una vez en asociación con los cirujanos, otra con la adivinación, y en dos
otras instancias con los médicos.
14 Había además aquellos que
ocasionalmente usaban la magia, y los "psudomagos" (Alfredo López
Austin, 1967: 112-114).
15 Véase también de Ralph L.
Roys, Ritual of the Bacabs, 168-171.
16 Ya escasean los
culebreros, aunque desempeñan una importante función. Recuerdo uno en particular
a quien solía ver en las calles de Ticul vendiendo yerbas y pociones. Ahora, ya
fallecido, nadie lo ha reemplazado.
17 Chulub
tun, aljibe o silo abierto en peña para guardar maíz o recoger
agua llovediza; chultan aljibe abierto en peña; chultun, aljibe
do guardan maíz (Barrera, Diccionario maya Cordemcx: 114).
18 Digo
casi, porque en el último tercio el documento
se enfoca en la curación de enfermedades naturales y por
lo tanto la curación es por medios de esta naturaleza.
19 Para ahorrar
espacio, he eliminado aquella parte del texto que es repetitiva.
20 Zanthoxylum
fugara (L.) Sarg, (Rosa María Mendieta y Silvia del Amo, 1981:
353).
21 Acacia
angustissima (Miller) Kuntze (Ibid.: 2).
22 Kokob a
secas parecería referir a una culebra de ese nombre, lo que no viene al caso
aquí. En cambio el k'ok'ob-ak'corresponde a Aristolochia
odoratissima (L.) (Ibid.: 35).
23 Plumería
rubra L. (Ibid.: 274), o nicte'.
24 Bacab del pelambre
(Arzápalo, op. cit., f. X, verso 78, 315).
25 Véase la importancia de
la numerología en Gubler, 1997: 23-57). Si bien otros números tenían gran
significado en la cosmovisión maya, por ejemplo, el cinco, nueve y en menor
grado el siete, considero que el número cuatro, como principio ordenador, fue
el de mayor importancia.
26 Otras veces dice que
tres.
27 La importancia de este
número se hace aún más evidente en el Texto XLII.
28 El texto se interrumpe
aquí para dar lugar al texto IV, pero después vuelve sobre sí en las pp.
281-284.
29 En el texto encontramos
aquí hay una intrusión cristiana con la invocación de Dios Padre.
30 Paralelamente caracteriza
el padecimiento del paciente, ya que la plumería o nicte está
asociada con el erotismo y la lujuria. El Calepino de Motul (Ramón
Arzápalo et al, op. cit., 560) no identifica la planta salvo
para decir que es una rosa o flor, pero sí hace resaltar su carácter erótico:
"deshonestidad, vicio de carne, y travesuras de mujeres" (folio
328r).
31 Sida
acuta Burnt. F. (Mendieta y Del Amo, op. cit.: 308).
32 Bourreriapulcbra Millsp. (op.
cit.: 56).
33 El siguiente apartado
está basado en información recogida en distintas visitas a campo, a lo largo de
25 años en varios pueblos de Yucatán, comenzando por Ticul, Oxkutzcab,
Pustunich y Maní, y el cual posteriormente extendí a varios otros puntos de la
península. Durante este tiempo visité y entrevisté a un buen número de
curanderos/as y h'meno'ob a la vez que asistí a numerosas
curaciones y ceremonias agrícolas. Previos estudios etnohistóricos
enriquecieron mi trabajo etnológico, ya que otra faceta de mi trabajo consistía
en investigar la persistencia de prácticas curativas herbolarias en la medicina
tradicional contemporánea con la información contenida en fuentes coloniales
como el Libro de Chilam Balam de Na, el Libro de
medicinas muy seguro..., el Quaderno de medicinas de
Cristóbal de Heredia y otros. Combinar unos con otros me ha posibilitado crear
un cuadro más completo de creencias y prácticas que aún persisten en Yucatán.
34 En este apartado he
respetado la ortografía del autor.
35 El Diccionario
maya Cordemex (15) lo define como "genieciello del bosque" o
"enano legendario" (mitológico).
36 Comunicación personal de
don Felipe.
37 Hay otros indicios de ese
"llamado": los sueños o una enfermedad prolongada e incurable que, de
acuerdo con el h-men que en estos casos hay que consultar, es
señal de que el paciente debe asumir sus deberes curativos para poder sanar; o
el futuro h-men da alguna señal cuando aún está en el vientre
de su madre; o tiene una experiencia onírica en que es llevado por los vientos
e iniciado en su oficio, etc.
38 Bunchosia
glandulosa Cav. (Mendieta y Del Amo, op. cit. : 63);
también Malpighia glabra L. [Ibid.: 206).
39 De acuerdo con la
curandera, doña Fide, es "que se sale de su gloria".
40 Este rezo se repite tres
veces, junto con tres Padre Nuestro para la bendición (comunicación personal de
doña Fide, 1982).
41 Transcripción y
traducción al español por María Mercedes Cruz Bohórquez.
42 "Kantificar",
debe ser santificar.
43 K'iin, literalmente
sol o día, aquí tiene el significado de cielo, en oposición a lu'um. tierra.
44 Kanp'ep'en
ik', viento variado, revuelto, sin rumbo fijo.
45 Terminen de aplacarse los
vientos de la persona que consulta; viento contra viento.
46 Iko'ob, literalmente
vientos con cría; también puede ser: viento tras viento; unos tras otros.
47 Los contravientos sirven
para curar. Se invocan para que el viento "bueno" saque al
"malo".
48 Transcripción, traducción
al español y notas aclaratorias de Ana Patricia Martínez Huchim.
49 En sentido simbólico.
50 Como sustantivo significa
"pedernal"; como verbo "sangrar" (Arzápalo, ed., Calepino
de Motul, ñ. 425v, 724).
51 Todos los términos
asociados con wach' tienen que ver con "desatar,
desamarrar, desligar, soltar las ataduras o ligamentos que unen una cosa con
otra" (Diccionario maya Cordemex, 905). En el caso
del wach'ik'x trata de deshacer la atadura que une al paciente
con el aire que se ha apoderado de él.
52 Transcripción y
traducción al español de María Mercedes Cruz Bohórquez.
53 También se invoca a otras
"vírgenes", por ejemplo, a la Santísima Virgen del pueblo de Mamita,
de Asunción, y de Teya.
54 Transcripción y
traducción al español por María Mercedes Cruz Bohórquez.
55 Aquí el sentido es que lo
saca o elimina del cuerpo.
56 Transcripción y
traducción al español de María Mercedes Cruz Bohórquez.
57 Transcripción y
traducción al español de María Mercedes Cruz Bohórquez.
Información sobre la autora:
Suiza. Doctora en Antropología
Social por la Universidad de California. Su campo de investigación es la etnohistoria
de Yucatán, con particular interés en las fuentes coloniales sobre
etnomedicina. Durante más de 20 años se ha enfocado en el trabajo de campo con
los especialistas tradicionales yucatecos, estudiando la persistencia y/o
cambio en la práctica de los mismos, así como en los recursos botánicos,
elemento fundamental de este sistema de salud. Autora de numerosos artículos y
varios libros sobre historia y medicina tradicional, algunos con traducción al
inglés, cuenta entre sus publicaciones más recientes: The Book of
Chilam Balam of Na, Yucatán a través de los siglos. Herrera Manuscript:
Relación de las cosas y sus nombres de esta provincia del Yucal-Peten y
es co-editora de Los mayas de ayer y de hoy. rgubler@prodigy.net.mx
https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-5766200700010000
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