HISTORIA GENEALÓGICA
DE LAS FAMILIAS
MAS ANTIGUAS DE MÉXICO
PRIMER CONDADO DE REGLA
CONDADO DE REGLA
PRIMERA PARTE
TÍTULOS DE CONDE DE REGLA Y DE VIZCONDE DE SAN MIGUEL CONCEDIDOS
A DON PEDRO ROMERO DE TERREROS POR
S.M. CARLOS III, EN MADRID, A 7 DE DICIEMBRE DE 1768
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Don Carlos, por
la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de
Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de
Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén,
de los Algarbes, de Algecira, de Gibraltar, de las islas de Canarias, de las
Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra firme del mar Océano,
Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante y Milán, Conde Hapsburg,
de Flandes, Tirol, Rosellón y Barcelona, Señor de Vizcaya y de Milán, etc.
Por
cuanto en atención a los particulares méritos y circunstancias de vos Don Pedro
Romero de Terreros, Caballero del Hábito de Calatrava y vecino de la Ciudad de
México, por Decreto señalado de mi real mano, de veinte y tres de Septiembre de
este año, he venido en concederos Título de Castilla, para vos y vuestros herederos y sucesores
perpetuamente. En su conformidad y porque habéis elegido el de Conde de Regla, y por más honraros y
sublimar vuestra persona y casa. Por tanto, por la presente mi voluntad es que
ahora y de aquí adelante, vos el dicho Don Pedro Romero de Terreros, os podáis
llamar e intitular, llaméis e intituléis, llamen e intitulen, y os hago e
intitulo CONDE DE REGLA. Y por esta mi carta encargo al Serenísimo Príncipe Don
Carlos Antonio, mi caro y mi muy amado
hijo, y mando a los Infantes, Prelados, Duques, marqueses, Condes,
Ricos-hombres, Priores de las Ordenes, Comendadores, Subcomendadores, Alcaides
de los Castillos y Casas fuertes y llanas, y a los de mi consejo, Presidentes y
Oidores de mis Audiencias, Alcaldes, Alguaciles de mis Casas y Corte, y Cancillerías,
y a todos los Consejos, Corregidores, Asistentes, Gobernadores, Alcaldes
Mayores y ordinarios, Alguaciles, Merinos, Prebostes, y otros cualesquier mis
Jueces y Justicias, personas de cualquier estado, calidad, condición,
preeminencia y dignidad, que sean mis vasallos, súbditos y naturales, así a los
que ahora son como a los que adelante fueren, y a cada uno y cualquiera de
ellos, que os hayan y tengan, llamen e intitulen, así a vos el expresado Don
Pedro Romero de Terreros, como a cada uno de los dichos herederos y sucesores, Condes de Regla, y os guarden y hagan
guardar todas las honras, franquezas, libertades, excepciones, preeminencias,
prerrogativas, gracias, mercedes y demás ceremonias que se guardan y deben
guardar a los otros Condes de estos mis Reinos, todo bien y cumplidamente, sin
que os falte cosa alguna. Y porque según las órdenes dadas por el Señor Rey Don
Felipe IV (que santa gloria haya), a las personas a quien se diere título de
Conde o de Marqués, ha de preceder primero el de Vizconde y quedar este
suprimido. Por despacho del día de la fecha de éste, os he dado título de Vizconde de San Miguel, el cual en
conformidad de las dichas órdenes queda roto y cancelado en mi Secretaría de la
Cámara y Estado de Castilla, y notado y prevenido en su Registro para que no
valga ni tenga efecto, ni se de por
perdido, duplicado, ni en otra forma en tiempo alguno. Y si de este mi despacho
y de la gracia y merced en él contenida, vos el referido Don Pedro Romero de
Terreros o cualquiera de los expresados vuestros herederos y sucesores,
quisiereis o quisieren mi Carta de Privilegio y Confirmación, mando a los mis
Concertadores y Escribanos Mayores de los Privilegios y Confirmaciones, y a los
mis Mayordomos Cancilleres y Notarios Mayores, y a los otros Oficiales que
están a la Tabla de mis Sellos, que os la den, libren, pasen y sellen lo más
fuerte, firme y bastante que les pidiereis y menester hubiereis, sin poner en
ella duda, embarazo, ni dificultad alguna, que así es mi voluntad. Y d este mi
despacho se hará tomar la razón por la Contaduría General de Valores y
Distribuciones de mi Real Hacienda, a que están agregados los libros de la
Media-anata y Registro General de Mercedes, expresando en la de Valores haberse
pagado o quedar asegurado este derecho, con declaración de lo que importare,
sin cuya formalidad, mando sea de ningún valor y no se admita ni tenga
cumplimiento esta Merced en los Tribunales, dentro y fuera de mi Corte. Dado en
Madrid, a siete de Diciembre de mil setecientos sesenta y ocho años.-YO EL
REY-Rúbrica.
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SEGUNDA
PARTE
GENEALOGÍA
DE LOS CONDES
https://www.barcelo.com/guia-turismo/es/espana/huelva/que-ver/cortegana/
Ier. Conde, Don
Pedro Romero de Terreros Ochoa y Castilla (1), nació en la Villa
de Cortegana, el día 29 de junio de 1710. Tomó el hábito de Calatrava el
año de 1765 y contrajo matrimonio en
México el 29 de junio de 1756 con Doña María Antonia Josefa Micaela de
Trebuesto y Dávalos de Bracamonte (2). En 1775 fundó el Monte de Piedad de México, y en 27 de
Noviembre de 1781 falleció en su Hacienda de San Miguel de Regla, siendo
sepultado en el Convento de San Francisco de Pachuca. Fue su hijo el
2º Conde, Don Pedro Ramón Mariano José francisco Miguel Romero de
Terreros Trebuesto y Dávalos de Bracamonte, nació en Pachuca el 30 de Agosto de
1761, casó en México el 30 de Abril de 1785 con Doña María Josefa Rodríguez de
Pedroso de la Cotera y Rivascacho, posteriormente quinta Marquesa de Villahermosa de Alfaro (3) y tercera Condesa
de San Bartolomé de Jala (4). Fue
gentilhombre de Cámara del Rey y Alguacil mayor de la Inquisición. Murió en
México el 19 de Octubre de 1809, y fue sepultado en el Cementerio de Santa Paula. Fue su hijo el
3er Conde, Don Pedro José María Ignacio
Antonio Pascual Ramón Manuel Santos Romero de Terreros y Rodríguez de Pedroso,
sexto Marqués de Villahermosa de Alfaro, segundo Marqués de San Cristóbal y
cuarto Conde de San Bartolomé de Jala,
Gentilhombre de Cámara del Rey, Maestrante de Sevilla, Alguacil de la Inquisición,
capitán de los Guardias Alabarderos del Virrey, Caballero de la Orden de Carlos
III, General de Brigada y Gran Cruz de la Orden de Guadalupe; nació en México
el 1º de Noviembre de 1788 y casó el 15 de Enero de 1812 con Doña María Josefa
López de Peralta de Villar Villamil y Rodríguez de Velasco (5) Poseedora del
tercer Mayorazgo López de Peralta, conocido con el nombre de Murillo (6). Falleció en
México el 12 de Abril de 1846 y fue sepultado en la Colegiata de Guadalupe,
trasladándose sus restos más tarde a la Capilla de la Hacienda de Jalpa. Fue su
hijo el
4º Conde, el Excelentísimo e Ilustrísimo
Señor Don Juan Nepomuceno Ramón Blas Joaquín Pedro Ignacio Francisco de Sales
Agustín Romero de Terreros y de Villar Villamil, quien nació en México el 3 de
Febrero de 1818. Trasladó su residencia a España, donde en 10 de Septiembre de
1849 obtuvo la llave dorada de Gentilhombre de Cámara de S.M. la Reina Doña Isabel
II; la misma Señora le concedió el 22 de Octubre carta de sucesión en el
Condado de San Bartolomé de Jala; el 27 de Marzo de 1850 la de sucesión en el
Marquesado de Villahermosa de Alfaro; en 21 de Junio fue admitido por la Junta
respectiva como Caballero Maestrante de Sevilla; en 23 de Diciembre obtuvo
merced de Hábito de Santiago y fue armado Caballero el 19 de Diciembre de 1851;
en 17 de Junio de 1854 se le dio Cédula de Sucesión en los Marquesados de San
Cristóbal, San Francisco y Rivascacho, y el 13 de Septiembre del mismo año la
obtuvo para el Condado de Regla; el 16 de Noviembre de 1856, le fueron
impuestas las insignias de Caballero Gran Cruz de la Orden de Carlos III, por
la mencionada Reina Doña Isabel en la Real Cámara; en 28 de Diciembre de 1857,
se le concedió la Grandeza de España de primera clase por el título de Conde de
Regla, y se señaló para la ceremonia de la cobertura las tres de la tarde del jueves 18 de Marzo
de 1858, en 31 de Diciembre de ese mismo año se le concedió el título de Duque
de Regla. Murió sin sucesión en Panamá el 28 de Febrero de 1862; heredando los
títulos de Regla la
5ª Condesa y 2ª Duquesa de Regla, Excma.
Sra. Doña María del refugio Romero de Terreros y Goríbar, hija de Don Ramón
Romero de Terrmil (hermano menor del cuarto Conde y primer Duque), y de Doña
María del refugio de Goríbar y Ecay Múzquiz (7) Nació en México el 22 de Noviembre de 1851, casó con el
Excelentísimo Señor Don Eduardo Rincón Gallardo, tercer Marqués de Guadalupe
Gallardo (8), nacido
en México el 1º de Diciembre de 1848, muerto en París el 1º de Enero de 1906.
Hijos:
1º Excelentísimo Señor Don Carlos Rincón Gallardo y
Romero de Terreros, cuarto Marqués de Guadalupe Gallardo, nació en México31 de
julio de 1874; casó el 7 de octubre de 1897 con la Excelentísima Señora Doña
Concepción Cortina y Cuevas; hijos:
A.
Doña Concepción Rincón Gallardo y Cortina,
nació el 2 de agosto de 1898.
B.
Doña Carlota Rincón Gallardo y Cortina, nació
el 4 de diciembre de 1900.
2º. Doña Carmen Rincón Gallardo y Romero de Terreros,
nació el 8 de junio de 1876, casada
el 12 de septiembre de 1900 con Don
Rafael Ortiz de la Huerta y Flores, hijos:
A.
Doña Carmen Ortiz de la Huerta y Rincón
Gallardo, nació el 10 de diciembre de 1903.
B.
Doña Refugio Ortiz de la Huerta y Rincón Gallardo,
nació el 10 de mayo de 1905.
3º. Don Alonso Rincón Gallardo y Romero de Terreros,
nació el 26 de mayo de 1878, casado con Doña Leonor de Mier y Cuevas:
A.
Doña Leonor Rincón Gallardo y de Mier.
4º. Doña María Rincón Gallardo y Romero de Terreros, nació el 26 de mayo de 1882.
Hermana
de la actual Condesa Duquesa de Regla, es Doña María de Guadalupe Romero de
Terreros y Goríbar, octava Marquesa de Villahermosa de Alfaro, cuarta de San
Cristóbal y Sexta Condesa de San Bartolomé de Jala, nació el 3 de enero de 1856
y casó el 21 de junio de 1879 con Don Antonio Algara y Cervantes, de la casa de
los Condes de Santiago Calimaya, fallecido el 13 de marzo de 1893.
TERECERA
PARTE
DESCENDENCIA
DEL PRIMER CONDE
El
primer Conde de Regla, de su matrimonio con Doña María Antonia de
Trebuesto y Dávalos de Bracamonte, tuvo
los siguientes hijos: Doña Micaela, Doña Juana, Doña Antonia, Doña Ignacia, Don
Pedro, Don Francisco Javier, Doña Dolores y Don José María, los cuales nos
servirán de tema a los ocho capítulos siguientes:
CAPÍTULO
I.
Doña
María Micaela Gregoria Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, segunda Marquesa
de san Francisco, sin sucesión el 20 de
agosto de 1817.
CAPÍTULO
II.
Doña
Juana María Ignacia Josefa Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, nació el 16
de mayo de 1758 y murió sin sucesión el 4 de febrero de 1762.
CAPÍTULO
III.
Doña
María Antonia Manuela Silveria Romero de Terreros Trebuesto y Dávalosel 20 de
junio de 1759 y murió sin sucesión.
CAPÍTULO
IV.
Doña
María Ignacia Josefa Ceferina Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, nació el
26 de agosto de 1760 y murió sin sucesión.
CAPÍTULO
V.
Don
Pedro ramón Mariano José Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, segundo Conde
de Regla, nació en Pachuca el 30 de agosto de 1761, casó en México el 30 de
abril de 1785 con Doña María Josefa Rodríguez de Pedroso de la Cotera y
Rivascacho, quinta Marquesa de Villahermosa de Alfaro y tercera Condesa de San
Bartolomé de Jala; murió en México el 31 de marzo de 1809 y fue sepultado en el
cementerio de Santa paula. Fue su hijo:
Don
Pedro José María Romero de Terreros y Rodríguez de Pedroso, tercer Conde de
Regla, sexto Marqués de Villahermosa de Alfaro, segundo marqués de San
Cristóbal y cuarto Conde de San Bartolomé de Jala, casó con Doña María Josefa López de Peralta de
Villar Villamil y Rodríguez de Velasco. Hijos:
Primero.-
Don Pedro Romero de Terreros y de Villar Villamil, nació el 18 de mayo de 1815;
fue uno de los miembros de la Junta Directiva del nacional Monte de Piedad;
casó con Doña Mariana García Conde, hija del General Don Alejo García Conde y
de Doña Teresa Vidal de Lorca. Hija única:
1º. Doña
Matilde Romero de Terreros y García
Conde, contrajo matrimonio con Don Miguel de Cervantes Estanillo (hijo del
marqués de Salvatierra). Hijo:
1º. Don Miguel de Cervantes y Romero de
terreros, casado con Doña Leonarda Ríos; hijos:
A.-Don
Miguel de Cervantes y Ríos, y
B.- Doña
María de las Mercedes de Cervantes y Ríos.
2º. Don
Pedro de Cervantes y Romero de Terreros.
3º. Doña
Matilde Cervantes y Romero de Terreros, casada en abril de 1899 con Don José de
la Horga, Agregado a la Legación de España en México.
4º. Don
Alfonso María de Cervantes y Romero de Terreros, muerto sin sucesión, y
5º. Doña
Ana María de Cervantes y Romero de Terreros.
Segundo.-
Don Manuel Pedro Ramón Romero de terreros y de Villar Villamil, nació en México
el 17 de julio de 1816; fue Gobernador del Distrito Federal desde el 11 de
noviembre de 1862 hasta el 23 de enero de 1863; fue, además, miembro de la
Junta Directiva del Monte de Piedad. Contrajo matrimonio en la Hacienda de la
Teja el 24 de diciembre de 1835 con Doña maría de Guadalupe Gómez de Parada y
Gómez de Otero, hija del Capitán Don Manuel Gómez de Parada y Romay (9), y de Doña Dolores
Gómez de Otero y Melgarejo (10). Murió el 21 de abril de 1878 y fue sepultado en la
Capilla de la Hacienda de Xalpa. Hijos:
1º. Doña
Paz Romero de Terreros y Gómez de Parada, nació el 20 de septiembre de 1841;
casó con el General Don Pedro Rincón Gallardo y Rubio Rosso (11); hijos:
1º. Doña Paz Rincón
Gallardo y Romero de Terreros, casó con el Capitán Don Alfredo barrón, Primer
Secretario de la Legación de México en Londres e Introductor de Embajadores;
hijos:
A.- Don
Alfredo Barrón y Rincón Gallardo.
B.- Doña
Paz Barrón y Rincón Gallardo.
C.- Don
Manuel barrón y Rincón Gallardo.
D.- Doña
Guadalupe Barrón y Rincón Gallardo, murió en la infancia.
E.- Don
Eduardo Barrón y Rincón Gallardo, murió
en la infancia, y
F.- Don
Francisco Barrón y Rincón Gallardo.
2º. Don Pedro Rincón Gallardo y Romero de
Terreros, casó con Doña Sara Díaz Vivanco; hijos:
A.- Don
Manuel Rincón Gallardo y Díaz y
B.- Don
Luis Rincón Gallardo y Díaz.
3º.- Don
Manuel Rincón Gallardo y Romero de Terreros, y
4º.- Doña Guadalupe Rincón Gallardo y Romero
de Terreros, casada con Don Enrique Riba y Cervantes (12).
Tercero.-
Don Alberto Romero de Terreros y Gómez
de Parada, nació en México el día 25 de
abril de 1844, y casó en París el 27 de septiembre de 1869 con Doña Ana María
Vinent y Kindelán, nacida en Santiago de Cuba el 18 de febrero de 1852,
fallecida en México el 23 de diciembre de 1890; hija del Excelentísimo Señor
Don Santiago Vinent y de Gola, Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica,
Diputado a las Cortes Españolas y posteriormente Senador del Reino, y de Doña
María Cristina Kindelán y de Grignan.
Falleció el día 10 de septiembre de 1898 en la Hacienda de Xalpa, donde fue
sepultado; hijos:
1.
Don Alberto Romero de Terreros y Vinent,
nació el 3 de octubre de 1871.
2.
Don Pedro Romero de Terreros y Vinent, nació
el 21 de agosto de 1875.
3.
Doña Guadalupe Romero de Terreros y Vinent,
nació el 5 de noviembre de 1878.
4.
Doña María Cristina Romero de Terreros y
Vinent, nació el 5 de noviembre de 1878 y falleció el 27 de mayo de 1901, y
5.
Don Manuel Romero de Terreros y Vinent, Sexto
Marqués de san Francisco, nació el 24 de marzo de 1880.
III.- Doña Josefa Romero de Terreros y Gómez
de Parada, nació en la Hacienda de Xalpa el día 19 de diciembre de 1847, y casó
el 20 de febrero de 1872 con Don Francisco de Paula Algara y Cervantes, de la
casa de los Condes de Santiago de Calimaya; hijos:
1.- Don Ignacio Algara y Romero de Terreros,
nació el 25 de marzo de 1872, casado con Doña María Schulze y Rincón Gallardo.
2.- Don Manuel Algara y Romero de Terreros,
nació el 5 de septiembre de 1874 y murió sin sucesión el 25 de febrero de 1906.
3.- Don Fernando Algara y Romero de Terreros,
nació el 17 de abril de 1876.
4.- Don Ángel Algara y Romero de Terreros
(literato), nació el 6 de enero de 1878.
5.- Doña Josefa Algara y Romero de Terreros, nació el 15 de septiembre de 1879, casada el 8 de enero
de 1902 con Don Enrique Algernón Joy; hijos:
A. Don Enrique Joy y Algara, nació el 24 de octubre de 1902.
B.- Doña maría Josefa Joy y Algara, nació el
1º de julio de 1904.
6.- Doña Paz Algara y Romero de Terreros,
nació el 29 de mayo de 1882 y falleció el 20 de diciembre de 1897, sin
sucesión.
IV.- Don
Pedro Romero de Terreros y Gómez de Parada, murió sin sucesión.
Tercero.-
Excelentísimo e Ilustrísimo Señor Don Juan Nepomuceno Romero de Terreros y de
Villar Villamil, Conde Duque de Regla, Marqués de Villahermosa de Alfaro, de
San Cristóbal, de San Francisco y de Rivascacho, Conde de San Bartolomé de
Jala, etc. etc., murió sin sucesión.
Cuarto.-
Don Ramón María Romero de Terreros y de
Villar Villamil, nació en México el 5 de febrero de 1819, casó con Doña Maria
del Refugio Goríbar y Ecay Múzquiz; hijos:
I.-
Excelentísima Señora Doña Refugio Romero de Terreros y Goríbar, segunda Duquesa
y quinta Condesa de Regla, Grande de España de primera clase, nació en México
el 22 de noviembre de 1851, casó con el Excelentísimo Señor Don Eduardo Rincón
Gallardo y Rubio Rosso, tercer Marqués de Guadalupe Gallardo, nacido en México
el 1º de diciembre de 1848, muerto en
París el 1º de enero de 1906; hijos:
I.- Excelentísimo
Señor Don Carlos Rincón Gallardo y Romero de Terreros, cuarto Marqués de Guadalupe Gallardo, casó con la
Excelentísima Señora Doña Concepción Cortina y Cuevas; hijos:
A.- Doña
Concepción Rincón Gallardo y Cortina, y
B.- Doña Carlota Rincón Gallardo y Cortina.
2.- Doña Carmen Rincón Gallardo y Romero de
Terreros, casada con Don Rafael Ortiz de la Huerta y Flores; hijos:
A.- Doña Carmen Ortiz de la Huerta y Rincón
Gallardo, y
B.- Doña Refugio Ortiz de la Huerta y Rincón
Gallardo.
3.- Don Alfonso Rincón Gallardo y Romero de Terreros, casado con
Doña Leonor de Mier y Cuevas; hija:
A.-Doña Leonor Rincón Gallardo y de Mier.
4.- Doña maría Rincón Gallardo y Romero de
Terreros.
II. Don Manuel Romero de Terreros y Goríbar,
murió en la infancia.
III.- Doña María de Guadalupe Romero de
Terreros y Goríbar, cuarta Marquesa de San Cristóbal, octava Marquesa de
Villahermosa de Alfaro y sexta Condesa de san Bartolomé de Jala, casó con Don
Antonio Algara y Cervantes.
Quinto.- Doña María Antonia Carlota Romero de
Terreros y de Villar Villamil, nació el 14 de noviembre de 1820, casó con Don
ramón de Samaniego (hijo de Don Manuel de Samaniego del castillo y Llata,
Caballero del Hábito de Calatrava, agraciado con el título de Conde Samaniego
del Castillo por el Rey Don Fernando VII, y de Doña Catarina de la Canal y
Fernández de Jáuregui, de la casa de los Marqueses de la Villa del Villar del
Águila), murió el 18 de febrero de 1840. Hija única:
I.- Doña Carolina de Samaniego y Romero de
Terreros, murió en la infancia.
Sexto.- Doña Josefa de Jesús Romero de
Terreros y de Villar Villamil, nació el
15 de abril de 1822, murió en la infancia.
Séptimo.- Don Ignacio Romero de Terreros y de
Villar Villamil, nació el 26 de mayo de 1824,
cuya descendencia ignoro.
CAPÍTULO
VI.
Don
Francisco Javier María Ciriaco Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, primer
Marques de san Francisco, nació el 8 de agosto de 1762 y falleció el 5 de julio
de 1778 y fue sepultado en la Iglesia de san Martín.
CAPÍTULO
VII.
Doña
maría Dolores Josefa Gertrudis Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, tercera
Marquesa de san Francisco, nació el 18 de febrero de 1765, y casó en primeras nupcias el 18 de marzo de 1787
con Don Vicente de Herrera y Rivero, primer Marqués de Herrera, Regente de la
Real Audiencia de México, Presidente del Supremo Consejo de Indias y Caballero
de Carlos III, y en segundas, en Madrid, a 19 de marzo de 1799, con Don Manuel
de la Pedreguera y Morales, Guardia de Corps de la Compañía Española de
caballeros Americanos y Caballero de calatrava. Hijos del segundo matrimonio:
Primero.- Don Manuel José Carlos de la
Pedreguera y Romero de Terreros, quinto Marques de san Francisco, nació en
Madrid el 25 de junio de 1802, y murió
sin sucesión en México el 22 de
agosto de 1874 (13).
Segundo.- Don Juan de la Pedreguera y Romero
de Terreros, murió en la infancia.
Tercero.- Doña Isabel de la Pedreguera y
Romero de terreros, Monja Brígida en Madrid con el nombre de María de los
Dolores, murió el 19 de mayo de 1853.
CAPÍTULO VIII.
Don José
María Antonio Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, primer Marqués de San
Cristóbal, nació el 10 de mayo de 1766. Fue Caballero del Hábito de Santiago,
Mayordomo de Semana del Rey y Teniente
de Fragata. Pasó a París, en donde se distinguió por sus conocimientos en
Física y Fisiología, y murió sin
sucesión legítima en aquella ciudad el 13 de junio de 1815.
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CUARTA
PARTE.
BIOGRAFÍA
DE LOS CONDES
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PRIMER
CONDE
El día
29 de junio de 1710, nació en la villa de Cortegana, Arzobispado de Sevilla,
Don Pedro Romero de Terreros, hijo legítimo de Don José Romero Felipe González
Vázquez y de Doña Ana Terreros Ochoa y Castilla. La buena posición en que vivían sus padres les permitió en a
seguir sus estudios en salamanca y adquirir en su célebre Universidad los
conocimientos de una carrera correspondiente a
su clase. Allí curso con notable aprovechamiento y recibió los grados
académicos, alcanzando por sus talentos y aplicación, no desmentidos jamás en
el resto de su vida, la consideración de sus maestros y la preferencia en el
cariño paternal sobre sus demás hermanos.
El mayor
de todos, Don Francisco, se hallaba por entonces en México, y al regresar a
España murió en el puerto de Veracruz, dejando a sus padres herederos de un
buen caudal. Este doloroso acontecimiento fue la causa de que Don Pedro tuviera
que abandonar España y trocar el retiro y tranquilidad del estudio por la
actividad de los negocios.
Encargado
por sus padres, a pesar de sus pocos años, de recoger la citada herencia, dejó
su patria y se trasladó a México, a
donde sin duda lo guiaba la mano de la Providencia para hacerlo el
hombre más rico y benéfico de estos dilatados dominios, sobre los que derramó
más tarde el tesoro de su inagotable caridad. De México se trasladó, por
afecciones de familia, a la ciudad de Querétaro, residencia de su tío Don Juan
Vázquez de Terreros, a quien encontró en una situación lamentable por el atraso
en que se hallaban sus intereses. Los consejos de Don Pedro y haberse hecho
cargo después de su dirección, por complacer las reiteradas instancias de su
tío, restablecieron aquella hacienda tan cercana a su ruina; y fallecido Don
Juan Vázquez a poco tiempo, dejó por albacea a Don Pedro, cuyo cargo desempeñó
con tanto celo y lealtad, como
abnegación y desinterés.
Debida
exclusivamente a su constante laboriosidad y recto talento la salvación de esta
casa, pronto se extendió y afianzó en toda la ciudad la general opinión de las
relevantes prendas de Don Pedro, lo que hizo fuera nombrado sucesivamente por
la ciudad de Querétaro, su Alcalde Ordinario, su Alférez Real y su Alguacil
Mayor, cuyos cargos honoríficos desempeñó a completa satisfacción de aquel
crecido vecindario, a quien proporcionó innumerables beneficios.
Terminada
la testamentaría de su tío y entregada
la herencia a los herederos, regresó Don Pedro a México, en cuya capital le
esperaba el premio de su rectitud y desinteresados servicios en favor de sus parientes
y del bien público. Vivía a la sazón en esta capital Don José Alejandro
Bustamante, instruido y acreditado minero, dueño de las minas del Real del Monte, conocidas con los nombres de la
“Veta Vizcaína” y de “Santa Brígida”, descubiertas por los años de 1738 en la
jurisdicción de Pachuca, y que beneficiaba el mismo Bustamante, aunque sin
éxito; pues no obstante haber invertido todo su caudal en abrir un tiro en las
referidas minas, agotaba su fortuna y sin esperanza de encontrarla en esta
empresa que iba a abandonar completamente, movido Don Pedro de una sincera
amistad, tendió su mano protectora al desalentado Bustamante, franqueándole los
fondos necesarios, y juntos empezaron a trabajar de nuevo aquellas minas, tan
ingratas hasta entonces a los esfuerzos de la ciencia. Parece que Dios quiso
esta vez manifestar su omnipotencia abriendo los tesoros de la tierra para
premiar la acción del generoso Don Pedro; y esta verdad se comprueba por la certificación de los
Tesoros de las Cajas Reales de Pachuca, que Don Pedro Romero de Terreros
presentó al pago llamado “del quinto”,
desde 28 de junio de 1741 hasta 28 de noviembre de 1781, siete mil
cuatrocientos un castellanos de oro de “azogue
y fuego” (14), de
que satisfizo a S.M. por sus Reales Derechos, mil novecientos setenta y siete
pesos fuertes; y de plata un millón ochocientos cuarenta y nueve mil siete
marcos, cuyo valor se aproxima a veinte millones de duros o sea cuatrocientos
millones de reales, por los cuales pagó de derechos a la Tesorería de S.M. un
millón setecientos cincuenta y seis mil doscientos setenta pesos fuertes, seis
reales, siete granos; habiendo comparado solamente de azogue en
dichas Cajas Reales, setecientos noventa y cuatro mil ochocientos ochenta y un
pesos fuertes, seis reales, siete granos, que componen un total, por derechos
pagados a la Hacienda, de dos millones quinientos y tres mil ciento veintinueve
pesos fuertes, cinco reales y dos granos.
Dueño
Don Pedro por la explotación de estas minas de una tan gran fortuna, vino a acrecentarla
la muerte de su amigo Bustamante, quien en agradecida recompensa por sus
anteriores servicios, le nombró su heredero universal, quedando por este hecho
propietario único de las minas del Real del Monte y sus riquísimos frutos.
Entonces
fue cuando se resolvió Don Pedro a establecerse en México, y allí contrajo
matrimonio con Doña maría Antonia Trebuesto y Dávalos, hija de los Condes de
Miravalle, y desde entonces su vida se empleó exclusivamente en la educación de
sus hijos y en el cuidado de su inmensa fortuna, la que en sus manos únicamente
fue la caja de todo desvalido. Los pobres, la Iglesia, el Estado y el público,
fueron socorridos o atendidos siempre a manos llenas, por su caridad y
magnanimidad inagotables.. El buen Rey Don Carlos III se compadecía, al ver la
acrisolada lealtad y generosidad de un súbdito tan distinguido, y para
manifestarle la alta consideración que le merecía, le agració primero con la
Cruz de calatrava, en cuya Orden Militar
profesó, y después en 7 de diciembre de 1768, con el título de Conde de
Regla, para sí, sus hijos, herederos y sucesores legítimos, por cuyo título fue
tan conocido en toda la Nueva España.
En el
alma del Conde dominaba profundamente el sentimiento religioso, y por lo mismo
se dedicó a fomentar las comunidades de Misioneros Apostólicos de “propaganda fide”, destinados a la
conversión de los infieles y a llevar hasta el seno de las tribus bárbaras la
religión y la civilización, comprendiendo su imaginación elevada los inmensos
beneficios de estas empresas filantrópicas, especialmente en México, donde sólo
los misioneros podían penetraren aquellas tribus y ser la verdadera barrera de la Nueva España.
Infinitos fueron los grandes servicios del Conde, destinados a este caritativo
objeto,, y por ellos se granjeó el amor y respeto de todo el Reino, habiéndosele expedido por
el Convento de Misioneros de Querétaro un honroso certificado de que para tan
piadoso fin el Conde les había entregado como donativo gracioso la cantidad de noventa mil ochocientos veintitrés pesos fuertes.
Este vehemente celo, esa idea ardiente de civilizar a los bárbaros y hacerlos
entrar en el gremio católico, formando parte del mundo civilizado, lo hizo
avanzar más en sus heroicos propósitos, y en el año de 1756, con anuencia de su
no menos generosa consorte, hipotecó solemnemente por escritura pública todos
sus bienes para llevar a cabo la
grandiosa empresa de civilización de los indios bárbaros de Coahuila. Idea
sublime, rasgo sin ejemplo en la historia de los hombres filantrópicos que
jamás haya registrado nación ninguna. Esta escritura es el primer cuartel y el
más glorioso del escudo de armas y la más brillante perla de la corona del
Conde de Regla. Todo lo referido consta en el testimonio de diligencias
judiciales que para el establecimiento de las misiones en el río de San Sabás,
entre los indios Apaches, practicó en el
año de 1757 el Coronel Don Diego Ortiz Parrilla de orden del Virrey de México;
y parecería fabuloso este heroico rasgo de desprendimiento si no se hallara
certificado de una manera tan auténtica y fehaciente.
Al
frente de estas misiones, cuyo importe ser calculó en ciento cincuenta mil
pesos fuertes, marchó un primo del fundador Conde de Regla, el P. Presidente de
las mismas, Fray Alonso Giraldo de Terreros, del orden de San Francisco,
Predicador Apostólico y Guardián que había sido del Colegio de Querétaro, de
donde salió con varios compañeros. En el año
siguiente de 1858, el Conde reforzó
estas misiones, a cuyo efecto envió al O. Fr. Gaspar Gómez, del Convento de San
Francisco de México, y veinte religiosos más, según se ve por la Real Cédula de
Concesión hecha en Buen Retiro a 10 de septiembre de 1757, siendo del cuenta
del Conde todos los gastos de manutención y traslación de estos Misioneros, por
lo que S.M. en dicha cédula le manifestó haber sido muy de su real agrado este
servicio, que tendría presente para premiarle.
La tan
piadosa como grande fundación de las misiones, terminó después de gloriosa
conquista por la fe y civilización de los indios Apaches, por una sublevación
general, en la que murieron heroicamente, a mano de los bárbaros, el P. Fr.
Alonso Giraldo de Terreros y sus esforzados compañeros, cuyos venerandos
nombres se hallan escritos en los libros de las Actas Apostólicas de los
Conventos de Misioneros de México, para gloria de la Iglesia Católica y
veneración de toda la cristiandad.
Faltaban
en cierta ocasión víveres para la expedición de Panzacola, y con el objeto de
racionar a las tropas, el Conde puso a disposición del Teniente General Don
Martín de Mayorga, Virrey de México, como donativo gracioso, tres mil cargas de
buen trigo, las cuales, reguladas por los Oficiales Reales al precio más bajo,
importaron veintiocho mil ochocientos sesenta y cinco pesos fuertes.
En una
urgencia pública prestó el Conde, sin interés ninguno y en una sola partida, a
la Renta de Tabacos, la buena suma de tres millones de reales de vellón.
Pudiera
citar otros mil ejemplos del noble desprendimiento del Conde; más, debiendo
omitirlos en obsequio de concisión de esta reseña histórica, afirmaré, sin
temor a ser desmentido, que jamás se recurrió en vano a su inagotable
generosidad, invocando el nombre de la patria. Los hechos siguientes lo
demuestran.
Siendo
Virrey de México el marqués de Croix, proporcionó al Estado el Conde de Regla,
sin ningún premio y en circunstancias de escasez de numerario, la respetable
cantidad de ocho millones de reales.
En el
Gobierno del Sr. Don Antonio Bucareli, sucesor en el Virreinato al Marqués de
Croix, proporcionó el Conde, en otra sola partida, la cuantiosa suma de diez
y seis millones de reales, también sin
más apremio que l honor que decía le resultaba de prestar tales servicios.
Entre
otros servicios distinguidos del Conde, mencionaré el más notable, cuyo
recuerdo se conserva vivo en la memoria de las personas que en España, México y
en La Habana, pueden atestiguarlo y lo atestiguan. El Conde regaló al Rey Don Carlos III un navío de guerra de
guerra de tres puentes, con ochenta cañones, y fue construido de madera de
caoba en el antiguo arsenal de La Habana, a sus propias expensas, y provisto de
los víveres necesarios para seis meses. Este navío llevó el título de Regla.
Hoy parecería temeraria tan cuantiosa donación; y si bien se ignora a punto
fijo cual fue su costo, aseguran los inteligentes que conocen el valor de un
navío de guerra y que vieron el “Regla”, que pasó su precio de veinte millones
de reales. (15)
El Rey
Don Carlos III ordenó que para perpetuar la memoria del Conde de Regla y de su
familia, hubiera “siempre” en la Real Armada un navío de guerra con el título
de “Regla”.
Desde
febrero de 1755 hasta septiembre de 1756, dio cuarenta y un mil novecientos
noventa y tres pesos fuertes como limosna para la fábrica del Convento de San
Fernando de México, y además el altar mayor y el órgano. Para el Colegio de
Misioneros de Pachuca, mil pesos fuertes anuales de limosna. Una buena librería al mismo colegio. Para el
aumento de su fábrica, ochenta mil duros. Para la construcción del Convento de
Religiosas Capuchinas en el Santuario de Guadalupe de México, daba quinientos
duros semanales y los dio durante treinta y seis semanas, habiéndose recibido
los últimos quinientos, con que se completaron diez y ocho mil pesos fuertes,
pocos momentos antes o después que llegó México la noticia de su muerte; y no
dio más porque le falto la vida, pues su ánimo y resolución era continuar dando
los dos mil pesos mensuales hasta la conclusión de la obra. Además de esto, las
religiosas de “Corpus Christi”, el
Convento de San pablo, el Hospicio de pobres de México y especialmente los
Conventos citados de “Propaganda Fide”, de San Francisco de Pachuca, de Santa
Cruz de Querétaro y de San Fernando de México, de los cuales era Síndico
Apostólico, conservan recuerdos indelebles de su ardiente caridad, porque a su
costa los reedificó, amplió y hermoseó.
Como
complemento de las obras grandes de beneficio público que fundo el Conde,
citaré, por último, el Monte de Piedad que a sus propias expensas estableció en
la Ciudad de México en el año de 1774 bajo el Patrocinio Real, con la dotación
de 300,000 pesos, para remediar, por vía de préstamo, las necesidades de las
clases menesterosas, con el módico premio de tres granos, o sea la cuarta parte
de un real fuerte cada seis meses; cuyos productos, después de socorrer al
desvalido, destinó para sufragios por
los difuntos. Consta que el Monte de Piedad, únicamente desde su fundación
hasta noviembre de 1802, había socorrido a novecientas cuarenta y dos mil
ciento ochenta y cuatro personas, con la gran suma de diez y seis millones
seiscientos setenta y ocho mil quinientos catorce pesos fuertes, continuando
hasta el día de hoy repartiendo los beneficios de su piadosa institución.
Parecen,
por lo grande y extraordinarios, casi increíbles tantos desprendimientos de sumas tan cuantiosas en favor del Estado y
en bien público. A los preceptos evangélicos y a la educación cristiana se debe
indudablemente una conducta de esta clase que valió al Conde de Regla el título
de Tesorero de los pobres, con que éstos mismos generalmente le aclamaron.
Cumpliendo
en esta vida con los deberes de cristiano, no hizo derramar ni una sola
lágrima, sino que enjugó cuantas pudo abarcar con sus manos misericordiosas
para ser llamado “Bendito” en el último día, porque vistió al desnudo y dio de
comer al hambriento. A la luz de la filosofía y de la verdadera filantropía, el
hombre que muere después de cumplir con estos deberes, merece que su nombre se
consigne en los anales de la beneficencia.
Las
grandes riquezas no le envanecieron nunca, y conservó siempre un carácter
benigno y afable. Generoso en alto grado, excelente amigo y de costumbres
sencillas y puras, fue el contraste de los hombres poderosos a quienes el oro
desvanece. Nadie, por su traje ni por la moderación en sus gastos, hubiera
reconocido en el Conde de Regla al hombre más opulento de la Nueva España.
Para
bien de la humanidad y ejemplo de los hombres, le concedió Dios larga vida, y
cuando sintió que se aproximaba su última hora, llamó a sus hijos a su
presencia, y en el mismo lecho de muerte hizo se leyera la siguiente carta que
tenía escrita de su propio puño, y en la que se revelan clarísimamente los
sentimientos de su alma generosa. La sencillez elocuente de esta carta es
notable por más de un concepto, y el lector no podrá menos de leerla con
interés. Dice así:
“Amados hijos míos: voy a dar Cuenta a Dios y
a retirarme del cuidado inmediato de vosotros, teniendo ya dispuesto y
ordenado, según la rectitud de mis intenciones y deseos, cuanto he podio
dejaros para que llevéis adelante los que me van a faltar en favor del Rey, del
estado y vuestra subsistencia. Esta es la última vez que oiréis mis palabras y
mis consejos, y por lo propio, quiero que pongáis en ello toda la atención que
os pido, a fin de separarme de vosotros con aquel desprendimiento santo que es
justo tener de todo lo de este mundo, para solicitar y esperar mi salvación de
las inefables misericordias del cielo. Este discurso tiene necesidad de ser corto.
Los instantes me son muy necesarios para volver sobre mi corazón y conformidad,
y para entregarme tranquilo a obedecer la irremisible ley del mortal; y así lo reduciré cuanto pueda, repitiéndoos lo
que muchas veces me habéis oído juntos y separados.
“Sea pues mi primer consejo, encargo
y ordeno, el que os améis tan tiernamente como os he amado: el que viváis en
tanta unión como si yo viviera, por todo el tiempo de vuestros días, y que
procuréis llevar ileso o sin mancha el honor, la moderación, la rectitud, la
caridad, el respeto a los superiores, la verdad con que os he criado,
dedicándome incesantemente a inspirar en
vuestros corazones aquellas virtudes en que consiste nuestra sacrosanta
Religión. Animados de éste y solícitos
siempre de su ejercicio, lograréis los efectos, que os puede prometer sin
fatiga vuestro conocimiento; y a mí me aumentaréis, si Dios, como confío, oye
mis solicitudes, la gloria que me repartirán sus piedades, y con esto voy al
segundo encargo.
“Este se reduce a que os prestéis el
auxilio que necesita el otro: a que jamás dejéis de vuestra memoria y
operaciones el trataros y veros como hermanos; y a que si a uno le falta alguna
cosa precisa a su decencia, ocurráis prontamente cada uno a socorrerle.
“En las divisiones y repartimientos
de las que vais a poseer con mi última bendición, he procurado la estabilidad
de ellas. Bien quisiera lograrlo en todo; pero si no lo consiguen mis
disposiciones, hacer vosotros de modo que se verifique lo propio que quiero y
debo querer en este tremendo lance, para que Dios os bendiga estos bienes y
para que le rindáis con ellos el fruto de gozarlos, dando aquella parte que
corresponda a sus pobres, de quienes os mando que seáis muy devotos.
“Llevad, en cuanto hagáis, el santo
temor de Dios por principio de vuestras operaciones: solicitad siempre haceros
útiles al prójimo y al Estado: amad al Rey muy tiernamente y sedle sin cesar
agradecidos, pues pocos se separan acaso de este mundo, que me excedan el amor
con que lo llevo en mi corazón, para pedir en el Cielo que sean prosperados sus días y que le llene Dios de
tantas glorias como puede, aquí y en aquella santa morada de los justos.
Vuestra casa es un ejemplar recomendable de las distinciones con que el actual
benigno y piadoso Soberano ha honrado y visto a los que le sirven y desean
servir: mucho deseara haber conseguido
lo primero; pero voy sin duda alguna con
la confianza de que lo he procurado en cuantas ocasiones pensé que lo podría
lograr. A este fin veréis que se dirige el primer mayorazgo y título de vuestra
casa, y creo que os dejo bastante que considerar en él; pues al propio tiempo
que incluye al fin de la subsistencia y decoro del que la lleva en primer
grado, he querido que sea con una ventajosa utilidad del Real Patrimonio, con quien
es justo que solicite, aún después de muerto, que se dividan parte de sus
frutos, para que jamás deje mi posteridad de serle útil en virtud de haber sido
formada y protegida con sus piedades y honras.
“En los otros mayorazgos o vínculos, y en sus
sucesiones, hallaréis señaladas mis más justas ideas sobre vuestro bien y sobre
vuestra perpetuidad en gozarlos con el agrado a Dios. En ellos no he tenido
otro fin que el de vuestra durable subsistencia; y todas las leyes o condiciones
con que los dejo, manifestarán, según examino, que i intención es la explicada, como yo he
solicitado distinguir los míos, y la que dejo en vosotros, idolatrados hijos de
mi corazón. Jamás viváis más contentos que cuando se os ofrezca servir a
vuestro Soberano y al público; y para tener este gusto es fuerza que siempre
solicitéis estar prevenidos, pues de no serlo así, nunca podréis lograrlo. Una
ocasión de esta debe apetecerse y buscarse con ansia, porque os aseguro, que no
cuanto hace muchos años otro placer más aceptable que el que me da la memoria
de que deseado y procurado servir a mi amado Soberano y a la nación, de quien
he sido individuo hasta ahora.
“Vuestra madre, cuya virtud y
recomendabilísimas prendas me han tenido siempre en el justo concepto de que la
voy a encontrar en la sacrosanta compañía de los bienaventurados, que dan
incesantemente, os dejo a todos en la más tierna y débil edad; pero no por eso,
y porque he procurado haceros menos
dolorosa su falta, debe separarse de vuestra memoria y de vuestras
deprecaciones al Cielo que haya conseguido lo propio que he confiado. Yo he
hecho con el mismo fin, frecuentes recuerdos de su bondad, y vuestras
obligaciones de encomendarla al Todopoderoso, Criador y salvador nuestro; y
pues e me va a acabar este gozo de traeros a la consideración y gratitud a
vuestra digna madre, conservad lo que os he explicado de su santísima índole,
de su virtuosa alma y de su piadoso y benigno corazón, para que viváis con más
gusto contemplándola en el Cielo.
“Es fuerza que cada uno de vosotros,
idolatrados hijos míos, toméis quel estado que más consonancia tenga con
vuestras atenciones, inclinaciones, ideas o deseos; pero no faltéis a que la
elección sea bien acordada, examinada y conferida con el honor, con el juicio y
con la decencia que os debe pedir mi memoria y la de vuestra madre. Ambos hemos
hecho cuanto nos ha sido posible para vivir con el decoro heredado desde
nuestra cuna; y así os ruego que conservéis el que os dejamos, y que no toméis
aquel que desdiga o pueda ser reprendido de los juiciosos: mirad con qué
personas hacéis vuestros enlaces o uniones; elegid con cordura y aborreced todo
aquello que os pueda pesar, cuando ya no se puede deshacer: antes que las
conveniencias os encargo que miréis el honor y crédito de las familias con
quienes os unáis; el ser las que deben es un bien que no se acaba regularmente,
y todos los otros son de corta estabilidad. En vuestros vínculos o mayorazgos
he puesto sobre esta materia las leyes que me ha dictado la razón y el cargo de
padre: procurad observarlas para obtener siempre su posesión con mi última
voluntad.
“También os pido, para llevar el
consuelo con que debo daros el último adiós y el último abrazo, que recorráis
todas las obras buenas que he procurado hacer en mi vida. Entre muchos papeles,
que registraréis con cuidado, hallaréis justas señales del gusto con que he
visto y atendido a varios objetos y casas religiosas. Ese Monte de Piedad, que
veis establecido en México a mis expensas, bajo el real patrocinio del Rey, es
obra de mi mayor veneración: él ha sido
mi delicia, por ser el fondo donde sin menoscabo alguno alcanza el pobre su
alivio; y si estimáis, como lo espero, esta memoria pública de vuestro padre, poned también toda
vuestra gratitud en la bondad con que la tiene puesta mi Soberano entre la de
su inmediata protección: mirad por ella, y auxiliadla cuanto lo permitan las
situaciones de vuestras conveniencias; hacer que sea tan durable, como puede y
he querido que sea, para darme allá en el Cielo este placer, que suplicaré lo
mismo a su Divina Majestad en vuestro favor.
“Si volvéis los ojos registrando
esos mismos papeles hacia otra clase de servicios y obras, también hallaréis
que imitar. Todo lo he hecho por cumplir con mi Rey y con mi Nación, y por ser
agradecido a una América, en que con liberal mano me ha dado Dios la felicidad
de poderos poner a la vista estos ejemplos, para que los adelantéis y dejéis a
vuestra posteridad justa, nuevos motivos de imitar la mía. No os aconsejo en
esto nada de vanidad: ella ha estado bien separada de mí, como es público, y en
esta inteligencia recibid estos hechos para seguirlos, más por sus fines que lo
que puedan parecer: el servicio de Dios y del Rey sea vuestro último punto de
dirección: pues caminando a él, yo os prometo toda la fortuna y toda la
prosperidad que os puedo desear.
“Ya se va enterneciendo demasiado mi
corazón; quiero no malograr este paréntesis, que me deja la pena y fatiga de mi
muerte próxima: y así, amados hijos, los que estáis presentes o más inmediatos
a este amargo dolor, pedid a María Santísima de la Concepción, nuestra madre
protectora, que me continúe su asistencia, y que os consuele a vosotros y a mí
en estas ansias, llevándome al temible tribunal de su hijo para que merezca sus
piedades y pueda pedirle desde su compañía santa por vosotros, a fin de que
logréis otro tanto: y con la propia intención os ruego que lo aviséis a
vuestros hermanos, que no se hallen en mi presencia, pues en todos he puesto y
mantenido hasta este instante el amor, el interés y el cuidado que pedís a mis obligaciones.
“Adiós, hijos míos: adiós, tiernos
consuelos de mi esperanza en que le serviréis como os encargo; y adiós, ´por
último, prendas amadas en quienes dejo sustituidas mis gratitudes a su Divina
Majestad, para que miréis por sus pobres; para que reverenciéis y auxiliéis su
templo santo; para que os tratéis como hermanos inseparables y de un interés
unido, y para que sirváis siempre al Rey y a la nación como nobles miembros de
ella.
“Bien deseara continuar este último consejo de mi vida, y pasarme a
haceros las reflexiones que se agolpan a mi imaginación; pero ya no me alcanzan
las fuerzas ni el tiempo, y os he querido esta señal de mis deseos escrita,
para que la podáis meditar despacio, después de haberla oído a mi última
presencia; y con esto y por mi final palabra, os doy y echo mi postrera
bendición, para que gocéis vuestros días con los poderosos consuelos del Cielo,
a donde voy a encaminar los que me quedan, y adonde espero dirijáis vosotros
las súplicas más ardientes, para que tenga a vuestra madre en su dulce
presencia, y me lleve a mí a gozar de la misma, como último bien de nuestras
intenciones, y a este fin espero repitáis en los altares los más frecuentes y
devotos sacrificios, para que podamos pedir allí con nuestras alabanzas a Dios,
que llenándoos de felicidades en este mundo, haga después con vosotros lo
propio.
“En la hora de la muerte.- Vuestro
Padre, el Conde de Regla”.
Así
terminó sus días en una posesión cerca de México a los 71 años de edad, en 28
de noviembre de 1781, el Señor Don Pedro Romero de Terreros, primer Conde de
Regla. Esta larga vida fue empleada en el bien público y en el cumplimiento
exacto de los deberes de buen súbdito, de fiel y amante esposo, de excelente
padre y de hombre cristiano.
SEGUNDO
CONDE
Don
Pedro Ramón Mariano José Francisco Miguel, segundo Conde de Santa maría de
Regla, nació el 3 de agosto de 1761en la ciudad de Pachuca, y fue bautizado el 6 del siguiente
mes por Fray Gaspar Gómez, Predicador Apostólico y Guardián que había sido del
Colegio de San Fernando de México. Siendo su madrina Doña María Magdalena
Catarina Dávalos de Bracamonte y Orozco,
Condesa de Miravalle, su abuela materna.
A la
muerte de su padre, se le dio el título de Regla como inmediato sucesor al
primer mayorazgo de la casa, expidiéndosele la correspondiente carta interina
de sucesión por el Virrey, mientras recibía la confirmación del Monarca, la
cual, debido a los largos trámites y tardada comunicación que entonces había
con la metrópoli, no llegó sino hasta el año de 1789.
El día
30 de abril de 1780 contrajo matrimonio Don Pedro con Doña María Josefa
Rodríguez de Pedroso y de la Cotera, hija de Don Antonio Rodríguez de Pedroso y
Soria, Conde de San Bartolomé de Xala, Caballero de la Orden de Santiago y
Maestrante de Sevilla, quien al enviudar de su esposa Doña Gertrudis Ignacia de
la Cotera y Rivascacho, recibió las órdenes sacerdotales. La ceremonia se
efectuó en el oratorio de la casa de dicho
señor en la calle de Capuchinas, marcada hoy con el número 12, a las
siete de la noche, oficiando el Arzobispo de México, Don Alonso Núñez de Haro y
Peralta, siendo testigos Don Vicente de Herrera y Rivero, Regente de la Real
Audiencia, quien andando el tiempo había de ser primer Marqués de Herrera y
cuñado del Conde, el Inquisidor Don Francisco C Doctor Don José Benito, el
primer Conde de la Cortina, Don Servando Gómez de la Cortina, pariente político
de la novia, y Don Pedro Ignacio Echevers, Marqués de San Miguel de Aguayo. Al
día siguiente en la mañana recibieron las bendiciones nupcialesde dicho Señor
Conde de Xala, sirviendo de padrinos Don Fernando José Mangino, Superintendente
de la Real Casa de Moneda, representado por Don José Mariano Iturria y Doña
Dolores Romero de Terreros Trebuesto y
Sávalos.
La
tranquilidad de los nuevos cónyuges fue perturbada poco después de celebrado el
matrimonio por los sucesos que a continuación se referirán.
El
primer Conde de Regla, pocos años antes de morir compró aquellos bienes que
habían pertenecido a los Jesuitas, correspondientes a los Colegios de San Pedro
y San Pablo y Noviciado de Tepotzotlán. Después de varios años de pacífica
posesión de las fincas, los Fiscales de Real Hacienda y de lo Civil de la
Audiencia de México, obedeciendo una Real orden, demandaron al Conde y a sus
hermanos, suponiendo que el Ramo de Temporalidades ocupadas a los Jesuitas
había padecido lesión enormísima en el remate que se hizo al primer Conde de
dichas haciendas.
Los
Herederos del Conde, dice el Doctor Marroquí, ocurrieron para que los
defendiera al Licenciado Don Miguel Domínguez Trujillo, persona de claro
talento, de sobrada instrucción en la ciencia del Derecho y también de buenos
conocimientos literarios. Grave, gravísimo era el empeño que sobre sí tomaba el
defensor en el presente caso, no tanto por la dificultad intrínseca del asunto,
cuanto por las circunstancias que en él concurrían. Efectivamente, si celebrado
un contrato de compraventa entre particulares, el vendedor hubiera reclamado la
lesión enorme once años y siete meses después de perfeccionado el contrato por
medio de una escritura pública, los Tribunales tal vez no hubieran dado entrada
a la demanda por inoportuna, y en caso de abrirse el juicio habría tenido con
sólo citar la ley que fija el tiempo para ejercitar esta acción, pasada ya en
este caso con notable exceso; pero aquí
el Rey era uno de los contratantes y como vendedor reclamaba novecientos
noventa y nueve mil trescientos veintisiete pesos para llegar al justo precio, habiendo sido rematadas las
haciendas en un millón veinte mil pesos. La cuantía del suplemento pedido y la
extemporaneidad de la demanda después de hecha la venta con las formalidades
prescritas para esos casos, daban a este negocio un carácter de gravedad tal,
que con razón se fijó en él la atención pública en todo el Virreinato, y no es
difícil que también en la misma España se fijara. El Licenciado Domínguez probó
en su alegato que todas las condiciones puestas para el remate de los bienes de
los regulares Jesuitas se habían llenado por el Conde de Regla, y algunas
superabundantemente.
Terminado
este célebre juicio, disfrutó el Conde de relativa tranquilidad, dedicado a los
negocios de su casa y prestando servicios personales al estado, continuo en el
oficio de Consultor del Tribunal de Minería, para el cual había sido electo el
6 de julio de 1784; fue Alcalde primer voto de la Ciudad de México en 1787; y
el 27 de marzo de 1792 le fue comunicada por el Virrey, Conde de Revillagigedo,
la Real orden de 6 de noviembre de 1791 por la cual Son Carlos IV ordenaba le
fuesen devueltos al Conde los cuatro millones de reales que le había prestado
cuando era Príncipe de Asturias.
En
premio de estos servicios le concedió el Rey, el 1º de noviembre de 1795, la
llave de su Real Cámara como
Gentilhombre, con entrada; pero
como le fuera imposible asistir en persona a hacer el juramento
respectivo, el Duque de Frías, Sumiller de Corps, comisionó al Arzobispo de
México para que recibiera dicho juramento, como efectivamente lo recibió el día
30 de junio de 1797.
En
noviembre de 1797 se declaró una epidemia de viruela en el Real del Monte y
Pachuca, extendiéndose hasta tomar terribles proporciones. Siendo Don Pedro el
hombre más prominente de aquella comarca, le fueron pedidos auxilios en tan
terrible ocasión. No olvidó el Conde de quien era hijo, y con el más noble
desprendimiento auxilió a aquellos enfermos: Ordenó se dividiera la ciudad de
Pachuca en cuatro cuarteles, asignando en cada uno de ellos una casa en donde
se confeccionaran buenos alimentos, e hizo que tres médicos estuvieran al
cuidado de los enfermos: este orden de cosas duró hasta fines de mayo de 98,
siendo todos los gastos por cuenta del Conde de Regla, con excepción de
aquellos que prestaron los religiosos del Colegio de San Francisco, quienes
además de administrar los sacramentos, repartían pan y algunas cobijas entre
los enfermos. Dio disposiciones análogas en el Real de Monte. Más no sólo en
aquellos lugares presto el Conde tan valiosa ayuda: habiéndose declarado igual
epidemia en México, cuidó de los enfermos del cuartel segundo de dicha ciudad
en compañía del marques de Vivanco, Don Miguel González Calderón y Don Isidro
Antonio Icaza.
Al
fallecimiento de Don Juan Casimiro de Ozta y Múzquiz, Marqués de Rivascacho, de
quien era suplente el Conde de Regla, entro éste en propiedad del oficio de Alguacil Mayor de la Inquisición, cuyo
título despachó el Inquisidor General de España Don Ramón José de Arce,
Arzobispo de Burgos, en Madrid a 14 de enero de 1801, y en 13 de abril
siguiente prestó el Conde el juramento acostumbrado ante el Inquisidor Don
Antonio de Bergosa Jordan.
No fue
el Conde de Regla muy afortunado en sus negocios, pues a pesar de los numerosos
tiros y otras mejoras que llevó a cabo, los productos fueron tan escasos que en
poco tiempo se vio en una situación embarazosa. Más no por esto se descuidó de
sus operarios al ver que éstos sufrían a consecuencia de moler los metales en
polvo, reformó las haciendas de beneficio de San Antonio, San Miguel y Regla,
sustituyendo los morteros en que se molían los metales por máquinas de arrastre
en agua.
Consecuencia
de su mala fortuna en estos asuntos fue la quiebra que sufrió su casa en los
últimos años de su vida, motivando un concurso de sus acreedores.
Sin duda
alguna, todos estos sinsabores, minando su salud, apresuraron su fin,
sorprendiéndole la muerte el día 19 de octubre de 1809.
Fue
enterrado en el Cementerio de Santa paula.
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TERCER
CONDE
El
tercer Con de Regla nació en la ciudad de México el 1º de noviembre de 1788, y
el 4 del mismo mes fue bautizado con los nombres de Pedro José María Ignacio
Antonio Pascual Ramón Manuel Santos, por su abuelo materno el Bachiller Don
Antonio Rodríguez de Pedroso y Soria, Conde de San Bartolomé de jala, previa la
venia del cura coadjutor del Sagrario Metropolitano, Don José María Alcalá;
fueron sus padrinos el teniente Coronel Don José Dávalos y su tía materna Doña María
Ignacia Romero de terreros Trebuesto y Dávalos.
No había
cumplido aún los diez y ocho años cuando fue admitido por la Junta de
Maestranza de Sevilla como Caballero de ella en 1806; y el 9 de diciembre de
1810 le fue expedida por Don Fernando VII, en la Isla de león, la carta de
sucesión en el título de Conde de Santa María de Regla.
Declarada
la guerra de Independencia en 1810, tanto por sus gustos militares, cuanto por
la elevada posición que ocupaba en el Virreinato, fue nombrado Capitán del
Escuadrón Urbano de Patriotas de Fernando VII, cuyo honorable empleo desempeñó
con gran acierto, y en febrero del año siguiente se le encargó por Venegas del
mando de la línea del Sur de México, obteniendo en dicho año la Cruz de
caballero de la Orden de Carlos III, habiendo hecho previamente las pruebas de
nobleza por los cuatro costados, que entonces se requerían para esa
condecoración.
Esa
desastrosa guerra fue la causa de innumerables perjuicios en las minas del Real
del Monte y en las numerosas fincas rústicas que su abuelo había adquirido al
consumarse la expulsión de los jesuitas, y
estando expuestos los segundos a la incursión tanto de los realistas
como de los insurgentes, sufrieron continuos saqueos por parte de ambos bandos.
Doña María Ignacia Rodríguez de
Velasco y Osorio Barba, era la señora de más celebridad, de la Sociedad del
Virreinato en aquella época, no sólo por
su vivísimo ingenio, sino también por su belleza que debe haber sido muy grande
al considerarla Humboldt la mujer más hermosa que había conocido. A causa de la
profusión de su cabellos rubio, cuyos tizos adornaban su cabeza, según la moda
de aquel tiempo, fue conocida por todos con el nombre de la “Güera
Rodríguez” y su casa se convirtió en el centro de animadísimas
tertulias, concurriendo a ellas selecto de la sociedad. Casó con el Capitán Don
José Gerónimo López de Peralta de Villar Villamil y Primo, Caballero de
Calatrava, descendiente del famoso conquistador Don Gerónimo López y una de las
personas prominentes de México. Las tres hijas de este matrimonio heredaron
todas las bellezas de su madre, y no es de extrañar que la mayor de ellas, Doña
María Josefa, cautivara el corazón del joven Conde de Regla.
Concertóse el matrimonio y tuvo
verificativo el día 15 de enero de 1812 en el oratorio de la casa número 1 de
la segunda calle de las Damas, residencia de Doña María Josefa Rodríguez de
Velasco, hermana de la güera y esposa de Don Manuel Cosío Acevedo, Caballero de
Santiago, cuarto Marqués de Uluapa: casa que ha adquirido cierta celebridad por
haber sido hospedado en ella en 1799 el Libertador Sud-Americano Simón Bolívar.
Celebróse la ceremonia a las ocho de la noche por el Arcediano de la Catedral
Don José Mariano Beristáin, siendo testigos Don Silvestre Díaz de la Vega, del
Consejo de Hacienda, y Don Juan Vicente Gómez Rodríguez de Pedroso, Maestrante
de la Real Ronda, primo del Conde de Regla de dicho mes les confirió las
bendiciones nupciales el mismo Doctor Beristáin.
Al ocurrir en París el 13 de junio
de 1815 la muerte del primer Marqués de San Cristóbal, tío Carnal de Don Pedro,
como hermano menor de su padre el segundo Conde de Regla, y en vista de que no
habiendo aquél contraído matrimonio, estaba llamado su sobrino a la sucesión
del Mayorazgo y título de San Cristóbal, la Real Audiencia de México lo declaró
sucesor el Virrey Don Juan Ruiz del Marquesado en 29 de noviembre de 1817.
Hecho lo cual, presentó al Rey el 15 de julio del año siguiente un memorial
documentado acreditando su derecho, y en vista de ello se le expidió la carta
confirmatoria del título en 5 de septiembre de 1818.
Habiendo sido nombrado el año
anterior Gentilhombre de Cámara de S.M. con entrada, y Capitán de Alabarderos
del Virrey, la satisfacción que estos honrosos puestos pudieran ocasionarle fue
muy pronto empañada por la pérdida de su madre, cuya muerte acaeció el 2 de
mayo de 1819.
Nació Doña María Josefa Ana Ignacia
Teresa Antonia Rafaela Rodríguez de Pedroso de la Cotera y Rivascacho el 26 de
noviembre de 1765, y desde que contrajo matrimonio con el segundo Conde de
Regla dio pruebas de muy claro talento y relevantes virtudes, razón por la cual
a la muerte de su marido quedó de albacea de su testamentaría, cuyo cargo
desempeñó con gran acierto en medio de no escasas dificultades, prodigando a su
hijo los más sanos consejos. A la muerte de su padre había sucedido en el
Condado San Bartolomé de Jala, y en 15 de octubre de 1816 a su primo Don José
Guadalupe de Soria Villarruel y Villaseñor, como quinta Marquesa de
Villahermosa de Alfaro. Murió con todos los auxilios espirituales y fue
sepultada en la Colegiata de Guadalupe.
El 15 de septiembre del mismo año en
que murió su madre, le fue expedida al Conde de Regla por el Virrey Conde del
Venadito, la carta interina de sucesión en el Marquesado de Villahermosa,
mientras obtenía del Rey la definitiva.
Terminada la guerra, firmó el Conde,
en compañía de la mayor parte de la nobleza del país, el Acta de Independencia,
y fue nombrado miembro de la Junta Soberana del Imperio, recibiendo la Gran
Cruz de la Orden de Guadalupe, al instituirse ésta en 10 de febrero de 1822.
Posteriormente, al ser declarado Iturbide Emperador, fue nombrado Caballerizo
Mayor de la Corte, al mismo tiempo que se le hacía a su esposa Dama de Honor de
la Emperatriz, según consta de la Gaceta Imperial de México, publicada el 20 de
julio de 1822; y ambos tomaron parte en la coronación y demás ceremonias con
que se inauguró el efímero primer Imperio Mexicano.
Habiendo ofrecido Iturbide al Conde
de Regla en 1822 el Grado de General de Brigada del Ejército, lo renunció éste
al principio; pero un año más tarde lo aceptó, bajo la condición de que no
había de disfrutar sueldo alguno, despachándosele el 12 de noviembre el título
correspondiente, firmado por Don Vicente Guerrero, Don Mariano Michelena y Don
José Joaquín de Herrera. Fue encargado de la Prefectura del Centro de México y
de la línea militar del Norte, en cuyo cargó formó a sus expensas un estado de
las Comandancias principales y sus subalternas, que presentó al Gobierno.
Aunque al declararse la República
quedaron suprimidos los títulos de nobleza en México, no por eso dejó el
General Romero de Terreros de ser conocido por el Conde de Jala y de Regla, si
bien es cierto que anteponía a éstos dictados la partícula “ex”. Los últimos
años de su vida fueron exacerbados por el mal éxito de los negocios que tuvo
con los Señores Flores y Saviñón, por cuya causa perdió su casa, haciendas tan
valiosas como Chicavasco y Casa Blanca.
Nombrado Ministro Suplente de la
Suprema Corte de Justicia en 1839, desempeñó este cargo hasta principios de
1841 en que renunció por motivos de salud; pero tres años más tarde fue
nombrado Ministro Honorario de la Suprema Corte Marcial.
Falleció el 12 de abril de 1846, y
según sus disposiciones testamentarias, fue amortajado con un hábito de San
Francisco y sepultado en la tumba de su madre en la Colegiata de Guadalupe,
trasladándose sus restos más tarde por orden de su hijo Don Manuel a la Capilla
de la Hacienda de Jalpa, en donde se hallan hasta la fecha al lado de los de su
esposa.
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QUINTA PARTE
LISTA
DE LA MAYOR PARTE DE LOS BIENES DEL
PRIMER
CONDE DE REGLA
Primer Mayorazgo anexo al Condado de
Regla
Las
minas y haciendas de beneficio del Real del Monte y Zimapán.
La casa
de la calle de San Felipe Neri.
Las
haciendas de San Javier, Chicavasco, San Pablo, La Concepción, La Florida,
Pastores de Ocuila, Santa Lucía, San Juan de la Labor, Ixtula y Algibes.
Segundo Mayorazgo anexo al
Marquesado de San Cristóbal
Las
haciendas de Xalpa, Casa Blanca, Temoaya, Santa Inés, La Gavia, Portales,
Xuchimanga, Pastores de Colima, Jilocingo, El Panal, La Concepción Tepotzotlán
y el Molino de Tepotzotlán.
Tercer Mayorazgo anexo al Marquesado
de San Francisco
Las
haciendas de San Cristóbal de Acámbaro, Parácuaro y Anexas y la Cañada.
Bienes Libres
Las
haciendas de Ajuchitán, San Francisco, Tenería, San Nicolás de Provinbcia,
Cuyutlán, Tecajete, San Pedro de las vaquerías, San José y San Antonio,
Guayapa, Tetillas, La Teja, y casas en México, Querétaro y Pachuca.
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SEXTA
PARTE
EXTRACTO
DE LOS MUEBLES Y OBJETOS MÁS NOTABLES
DEL
INVENTARIO DE LA CASA DEL SEÑOR CONDE DE REGLA,
EN
LA CALLE DE SAN FELIPE NERI
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Sala que es del estrado
Primeramente
el tapiz de ella que es de terciopelo carmesí.
Ocho
cortinas de damasco con sus goteras de lo mismo.
Los
lazos de galón ancho de plata, y la gotera de todo el tapiz del mismo galón de
plata.
Cuatro
goteras de madera, talladas y doradas.
Dos
manparas de cristal.
Una
imagen de Nuestro Señor Jesucristo crucificado, de marfil, con su cruz de
ébano.
Las
cantoneras, potencias, clavos, marco del baldaquín del Señor, su remate y
concha, todo de plata, y el centro del baldaquín de terciopelo carmesí.
Diez
pantallas de a dos arbotantes, todas de plata.
Siete
espejos grandes con sus marcos de plata.
Dos
candiles de a diez y seis arbotantes
cada uno, y los florones de donde cuelgan, todo de plata.
Dos
tibores de plata con sus tapas y mesas en que están, de lo mismo, de más de
vara y cuarta de alto.
La caja
y pie del reloj de esta sala, de tres varas y media poco más de alto, forrada
de plata calada y cincelada, con sus garras y almenas de lo mismo.
Diez y
ocho taburetes de caoba, altos, con asiento de terciopelo carmesí.
Diez y
ocho dichos de estrado, de la misma forma y madera.
Una
alfombra turquesa que coge todo el estrado, con ocho varas de largo y cinco de
ancho.
Dos
medias mesas de caoba.
Sala del sitial
Primeramente
un sitial de terciopelo carmesí, con su
silla y cojín, guarnecido todo de galón y fleco de plata.
Una lámina
con el retrato de nuestro Católico Monarca
el Señor Don Carlos III (que Dios guarde).
El marco
de la dicha lámina, de plata cincelada, con sus
sobrepuestos y tarjas.
Diez
láminas de la vida de Cristo y de la Virgen, con sus cristales y marcos de
plata.
Un
espejo grande con luna de cristal y marco de plata, con su remate de lo mismo,
el cual estaba en esta sala y hoy se
halla en el oratorio.
Seis
pantallas grandes de plata, con sus dos arbotantes cada una, cincelados.
Dos
candiles de plata de a diez y seis arbotantes cada uno y los florones de donde
penden también de plata.
Dos
tibores de loza de China de más de vara y media de alto con sus tapas de
fierro.
Dos
docenas de taburetes pintados de blanco y dorados, con sus asientos de damasco
carmesí.
Una mesa
de caoba de dos varas de largo y una tercia de ancho, con
su cajón y tiradores de latón.
El tapiz
de la sala es de damasco de Italia, carmesí.
Cuatro
pares de cortinas con sus goteras.
Cuatro
repisas y goteras de madera talladas y doradas.
Oratorio
Primeramente
un platillo y campanilla de plata.
Dos
candeleros ochavados de plata.
Uno
dicho para la tercerilla, de la misma hechura.
Dos
atriles cincelados antiguos.
Cuatro
blandoncitos redondos de plata.
Seis
jarras redondas cinceladas, de plata.
Un
palabrero con su pie de plata, cuadrado y sobrepuesto de lo mismo.
Un cáliz
y patena con su cucharita, todo de plata.
Otro
liso, antiguo, y su patena.
El
sotabanco del altar, de plata cincelada con sobrepuestos de lo mismo, con
varias reliquias y ceras de Agnus.
Un
colateral que se compone de doscientas setenta y dos piezas, con su imagen de
Nuestra Señora de los Dolores en lámina, el marco, la peana, cuatro pilastras y
su concha, todo de plata, con
sobrepuestos de lo mismo y varias ceras de Agnus.
Una
lámina de a vara, de la coronación de Nuestra Señora la Virgen María.
Un
frontal de plata cincelada con sobrepuestos de lo mismo.
Una
patente de hermandad con la religión de Nuestro Seráfico Padre Señor San
Francisco, con marco de plata y
sobrepuestos de lo mismo-
Dos
óvalos de plata cincelados y con sobrepuestos de lo mismo, el uno con la imagen
de la Purísima Concepción bordada y el otro de la misma imagen, de pintura.
Un
hostiario de plata liso, antiguo, y un relicario de lo mismo con sobrepuestos,
y el cerco de la reliquia de San camilo que contiene, de filigrana.
Un
candil con diez y seis arbotantes, todo de plata.
Dos
pantallas de plata cincelada, antiguas, de dos arbotantes.
Dos
nichitos de plata con sus cabecitas de Niño Jesús, de cera.
Un Santo
Cristo de madera, de media vara de alto, con tres cantoneras, Inri y corona de
plata cincelada.
Ocho
ramilletes de plata con sus jarras de lo mismo, puestos sobre tabla con fondos
de terciopelo carmesí.
Un copón
redondo, antiguo, de plata.
Un
nichito de plata cincelada, de poco más de cuarta, con tres vidrios y
descubierto por arriba, con una cabecita de Niño Jesús, de cera.
Un atril
de madera, dorado.
Tres
aras, dos grandes y una chica.
Una imagen de Señor San José, de madera
estofada, de a tercia.
Una
lámina de cobre de Nuestra Señora de los Dolores.
Dos
pantallas de plata de la misma forma y tamaño que las que se hallan en la sal
del dosel.
Un
cuadrito de a tercia del corazón de Santa Gertrudis.
Una mesa
con tres cajones de ornamentos, de madera fina, con tiradores y chapas de
latón.
Una
casulla de nácar galoneada de plata, con su estola, manípulo, paño de cáliz y
bolsa de corporales.
Otra
ídem de tela blanca, galón de oro, con su estola, manípulo, paño de cáliz y bolsa
de corporales.
Otra
dicha, de tela morada y plata, con galón de oro y sus paramentos.
Un amito
de estopilla con punta de encaje y listones de aguas.
Un
síngulo de listón blanco guarnecido de punta de oro.
Otro
ídem encarnado, de la misma forma.
Una alba
de Bretaña con punto de encaje.
Otra
dicha, de estopilla, con encaje de media vara de ruedo, campechano y mangas del
mismo encaje.
Unos
manteles de Bretaña guarnecidos de encajes.
Un
manotejo igual a los manteles.
Un misal
artopiano, encuadernación de pasta dorada.
Una
palia bordada de seda y oro, guarnecida de punta de plata y paño.
Dos
bolsas de cáliz de Bretaña.
En la
pared un lienzo y en él pintado un colateral, con mi Señora del Rosario y
varios santos, y coge la mayor parte de un lado del oratorio.
El
cielo, pintado en él el sol y la luna.
El
florón del candil que es de cristal.
Un
espejo de a vara con su marco de madera dorada.
El tapiz
de todo el oratorio es de damasco carmesí de China con dos cortinas y sus
goteras de lo mismo.
Pieza conocida por el tocador
Primeramente
el tapiz de Damasco de China, amarillo, con su gotera formada de galón de
plata, y con el mismo galón hecho un
rodastrado.
Un
tocador con sus gavetas, mesa, luna y el marco de esta con su tarja, todo de
plata cincelada, y en medio de la tarja o penacho de cinceladas y pintadas las
armas de la Señora Condesa, cuyo alto del pie a la concha pasa de tres varas y
de ancho como vara y media.
Cuatro
pares de antepuertas con sus goteras del mismo damasco, y las goteras de madera
dorada.
Una
mampara de pintura.
Una
papelera de caoba fina, de dos cuerpos, con un San Pedro de escultura dorada
arriba, los tiradores y chapas de latón, dos lunas de cristal en las puertas.
Cuatro
pantallas de plata cinceladas con dos arbotantes cada una.
Un
candil de plata con diez y seis arbotantes.
Nueve
escabeles de nogal forrados de damasco amarillo.
Un
tapete de tripe, azul y blanco.
Un
espejo con marco de plata.
Una
carpeta de paño azul, pintada.
Recámara principal
Primeramente
una cama de madera con sus pilares y cabecera, tallada y dorada.
Seis
antepuertas o cortinas de damasco carmesí con sus tres goteras de lo mismo.
Dos
goteras de madera tallada y dorada y otra de moldura dorada.
Una
mampara pintada.
Un nicho
o marco en forma de cuadro, de ébano, con Nuestra Señora de Guadalupe de
marfil, dentro las cuatro apariciones, varios ángeles, jocotines y otras
figuritas de marfil, una capillita con su adorno de plata.
Otro
nichito con el nacimiento del Hijo de Dios, también de marfil, con tres
vidritos, forrado por fuera en terciopelo carmesí, su concha y sobrepuestos y
guarnición de plata cincelada.
Otro
nicho de madera pintado y dorado, con sus vidrios y dentro una imagen de
Nuestra Señora de Loreto con su tiara, corona y mundo del niño de plata
sobredorada.
Dos
lienzos de enrollar, de a vara, poco más o menos, de los Divinos Pastores.
Dos
ceras de Agnus con flores de lo mismo y marquitos de cristal ochavados.
Dos
corazones con sus vidrios, en el uno está el Niño Jesús y en el otro el
Nacimiento, con las imágenes de marfil, con flores cartulinas ambos.
Una
imagen de talla, de más de tres cuartas, de la Purísima Concepción, con su
corona de plata, con sus imperiales.
Dos
pantallas de plata con sus dos arbotantes.
Un
ropero de caoba con su tarja de la misma madera tallada y angelitos, fileteado
de sisa de oro.
Otro
dicho, de tres puertas, pintado de verde y dorado.
Un
rodastrado de damasco de Italia, con su moldura dorada y tallada.
Siete
taburetes de granadillo con los asientos de damasco.
Cuatro
dichos de la misma fábrica, chicos.
Una
media mesa de granadillo.
Recámara pequeña que sigue
Un
lienzo de más de vara, con su marquito de plata, de Nuestra Señora de los
Dolores.
Un
lienzo de la Santísima Trinidad con su marco dorado.
Otro de
Nuestra Señora de Quito.
Otro del
Señor San Antonio de Padua.
Una cama
verde.
Un
biombo con diez hojas.
Dos
cortinas con su gotera de damasco carmesí de China.
Sala de asistencia
Ocho cortinas con sus cuatro goteras de damasco carmesí,
de China.
Dos
cenefas de las goteras talladas y doradas.
Un óvalo
de madera negra con la Santísima Trinidad y sobrepuestos de plata.
Una
lámina de Descendimiento con su marco y tarja de plata.
Cuatro
espejos grandes con sus marcos y copetes de plata.
Un
candil de plata con diez y seis arbotantes, y el florón de donde pende de
madera dorada.
Un
marquito de carey y ébano con sus sobrepuestos de plata, con Santa María
Magdalena de marfil, y los azotes, resplandor y cinto de oro con esmeraldas y
rubíes.
Otro
marquito del Patriarca San José, de ébano, con copete y sobrepuestos de plata
cincelada.
Dos
arbotantes de plata.
Seis
pantallas de plata, como las de la sala, con sus dos arbotantes cada una.
Dos
papeleritas pequeñas, de dos cuerpos, de caoba, con sus mesas, con los
tiradores y chapas de latón, sus lunas en las puertas.
Una
media mesa de granadillo.
Un
rodastrado de damasco carmesí de Italia, con su moldura tallada y dorada.
Cinco
taburetes grandes de granadillo con sus asientos de damasco.
Catorce
taburetes de estrado de la misma forma y madera que los antecedentes.
Una
alfombra de tripe azul y blanco.
Comedor
Seis
pantallas de vidrios azogados con sus arbotantes de metal.
Diez
países de papel de China con sus medias cañas doradas.
Un
estante grande de cedro.
Una mesa de madera fina.
Diez y ocho
taburetes de madera con sus asientos y respaldos de vaqueta.
Un florón para candil, de madera dorada.
Cuarto que sigue al comedor
Cuatro
cortinas con sus dos goteras de damasco carmesí de China.
Un
baldoquín de damasco carmesí con su Santo Cristo de marfil.
Dos
ovalitos con reliquias, con sus vidrios
y marcos de lo mismo azogados.
Dos
camas pintadas de verde.
Dos
biombos con diez hojas cada uno.
Una
papelerita de madera fina sobre un escabel forrado de vaqueta.
Cuarto que sigue al antecedente
Un
baldoquín de raso carmesí y blanco.
Un Santo
Cristo de latón, romano.
Un
lienzo de vara y media, de San Antonio de Padua.
Dos
óvalos con San Antonio Abad y Santo Domingo, con sus marcos dorados.
Dos
camas verdes.
Dos
biombos con diez hojas cada uno.
Dos
cortinas de damasco con sus goteras de lo mismo, carmesí.
Repostería
Dos
paisajes de China con sus medias cañas doradas.
Dos
Cajas grandes con sus cerraduras.
Otra
caja mediana de cedro.
Recámara antes del oratorio
Una
imagen del Señor San Miguel, de marfil, de cerca de una vara de alto.
Nueve
taburetes de nogal, forrados de vaqueta.
Un
cuadrito de media vara, de Nuestro Padre San Francisco, con el marco de vidrios
azogados.
Un
baldoquín de raso bordado.
Un Santo
Cristo de madera.
Una
pileta de agua bendita, de plata.
Dos
cortinas de damasco carmesí y dos goteras de lo mismo.
Sala que servía de recámara al Señor
Conde
Seis
cortinas de damasco carmesí y cuatro goteras de lo mismo.
Un
lienzo de a dos varas, del Señor San
pedro.
Cuatro
óvalos con sus marcos dorados, el uno con Santa Gertrudis, el otro con Santa
catalina, el otro con Santa Clara y el
otro con Santa María Magdalena.
Una
lámina de Nuestra Señora del Pópulo con marcos negros y sobrepuestos de plata.
Un
espejo con su marco dorado y tallado.
Dos
cajas grandes de vara y media, de maderas finas y embutidas por dentro de
linaloé, con sus chapas caladas y doradas.
Diez y
nueve taburetes de nogal.
Una cama
pintada de verde con su cabecera encarnada.
Un
biombo achinado, dorado.
En el escritorio del Señor Conde
Seis
cortinas de damasco carmesí con sus goteras de lo mismo.
Doce cuadros del Apostolado con sus marcos
dorados.
Ocho pantallas de cristal con sus arbotantes
de metal.
Un lienzo de Nuestra Señora de los Dolores.
Un Niño
Jesús, de talla, con su túnica de seda, sus tres potencias de plata, y su peana
de talla dorada.
Dos
países en lienzo con sus marcos de ébano.
Una
papelera de dos cuerpos, de caoba, con
perfiles dorados, tiradores y chapas de latón.
Una mesa
de madera fina.
Otra
papelera de un cuerpo, de cedro.
Un
canapé de madera gateada, con su asiento y dos cojines de damasco carmesí.
Veinte y
un taburetes y una silla de brazos de la misma madera gateada, con asientos de
damasco carmesí.
Un reloj
en su caja azul con su péndulo real.
Plata
Cuatro docenas de platillos.
Nueve
platillos redondos.
Trece
platones de todos tamaños.
Una
bandeja y dos salvillas de pie.
Cuatro
candeleros.
Tres
mancerinas.
Cuatro
cucharones, dos trinchantes, dos docenas de cubiertos, nueve cucharas y diez
tenedores.
Cuarenta
y seis cuchillos.
Un
recado de escribir.
Una
docena de platillos de recorte.
Una
bandeja con cuatro pies, dos ensaladeras y tres plamencas.
Diez y
ocho cubiertos, dos saleros, tres jarros, una conservera, dos platones.
Veintiún
piezas de tenedores y cucharas, un cucharon, cuatro platones, un platillo, dos
azafates y un cubito.
Dos
bernegales con sus pies cincelados y dorados.
Tres
fuentes.
Ocho
platillos redondos, cuatro candeleros,
anafe, un pichel, vinagreras, cuatro despabiladeras.
Una
tetera con pie y candileja.
Un
velador.
Un
trinchante entero.
Dos
vasitos.
Cuatro
candeleros.
Doce
platillos de recorte, una salvilla, pescadera, salero y una docena de
cubiertos.
Doce
platillos, dos pescaderas, dos platones.
Doce
platillos redondos, seis cucharas y cinco
tenedores.
Una
salvillita, un bote, ocho platillos, un braserito y dos candeleros.
Trece
cubiertos, dos saleros, seis copas, cuatro
tazas y dos cocos.
Un
ramilletero.
Cincuenta
y cuatro fuentes.
Treinta
platones.
Dos soperos grandes, dos medianos.
Once
docenas de platillos.
Veinte
cuchillos, seis candeleros, dos cucharones, ochenta y ocho cucharas.
Coches
Primeramente
una estufa de gala, forrada por dentro
de terciopelo carmesí y guarnición de plata, colgadura blanca de seda, y por fuera tallada y dorada,
con dos castillejos, vidrios castellanos, sus remates labrados.
Un cupé
dorado, con seis remates, vestido por
dentro de paño encarnado guarnecido con fleco de seda blanca, tres vidrios
castellanos, el juego todo encarnado.
Un
forlón de gala, forrado de terciopelo
carmesí, guarnición de oro por dentro, dorado por fuera, con ocho
remates.
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SEPTIMA
PARTE
DESCRIPCIÓN
DEL ESCUDO DEL PRIMER CONDE DE REGLA
Escudo cuartelado. Primero: de plata, árbol copado
de sinople con dos lobos andantes, uno sobre otro: partido de sinople cinco
panelas de oro, puestas en sotuer; bordura de gules con ocho aspas de oro, que
es de Terreros. Segundo: de gules, dos lobos andantes de plata, uno
sobre otro; bordura de oro con seis matas de romero, que es de Romero. Tercero: de azur cinco escudetes de oro, puestos en
cruz, partido de azur cuatro crecientes de plata. Cuarto: de plata, nueve
roeles de azur, puestos de tres en tres. Mantelados de gules, dos ciervos de plata,
uno sobre otro.
Acolado
el escudo con la Cruz de Calatrava y timbrado con Corona de Conde.
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OCTAVA
PARTE
DESCRIPCIÓN
HERÁLDICA DE LAS ARMAS DE LAS FAMILIAS ALIADAS
CON
LA DE ROMERO DE TERREROS.
Trebuesto.- De oro, cinco
corazones de gules, un olmo de sinople y
atado a él con cadena de plata un león de gules.
Dávalos.- De azur, castillo de oro donjonado y bordura componada
de veinte piezas, diez de plata y diez de gules.
Bracamonte.- De plata, checrón de sable, acompañado en el cantón de
la derecha, del mazo de lo mismo acostado
en barra; bordura de gules, cargada de ocho anclas de oro.
Rodríguez de
Pedroso.- Escudo cortado: en la parte superior, por Rodríguez, en campo azur aspa
de oro, cantonada de cuatro flores; y en la inferior, por Pedroso, en campo de
plata, cinco pesas de sable puestas en sotuer.
Soria.- Cuartelado. Primero y cuarto: de gules, castillo de oro donjonado; segundo y tercero: de azur,
flor de lis de plata.
Cotera.- Mantelado. Primero: de sinople, torre de plata,
segundo: de plata, árbol de sinople; y la manteladura de azur, dos losanges de
oro cargadas de una flor de lis de azur.
Rivascacho.- Partido. A la diestra, por Rivas, en campo de oro una
cruz de azur floreteada, y bordadura de azur con ocho flores de lis de oro; y a
la siniestra, por Cacho, partido y medio cortado; primero: de sinople una
serpiente de plata, bordura de oro; segundo: de oro, tres cotizas de gules;
tercero: partido, de sinople, un toro de oro paciendo, y de plata, cuatro
cabezas de moros, arrancadas, tortilladas de gules.
Herrera.- De gules, dos calderas de oro; bordura cosida de gules
cargada de otras doce calderas de oro.
Rivero.- De oro, roble
terrazado de sinople, al pie un lobo de sable, linguado de gules, dando de
mamar a dos lobeznos.
López de Peralta.- Escudo cuartelado por una cruz potenzada, cortada de
oro y gules. Primero: de azur, estrella de oro; segundo: de gules, guerrero
armado y montado, teniendo muertos en el suelo tres guerreros indios; tercero:
de plata, león rampante coronado de oro; cuarto: de azur, castillo de plata
donjonado, sobre ondas de plata y azur. Bordura cortada de oro y gules,
cargada en la parte superior de cinco
cruces treboladas de gules, y en la inferior de tres de oro. Escusón de gules
con las cadenas de Navarra y en abismo en un losange de gules, un grifo de oro
sobre una creciente de plata.
Villar.- De plata, un fresno
arrancado de su color, acompañado de seis lanzas apoyadas al tronco.
Villamil.- Cuartelado. Primero: de oro, espada puesta en banda y
brochantes seis fajas de gules. Segundo
y tercero: de oro, águila e. Cuarto: de plata, seis fajas ondeadas de azur; y
en jefe, en el punto de unión del primero
y segundo cuartel, una cruz
floreteada de gules.
Rodríguez de
Velasco.- De azur, sotuer de oro, cantonado de
cuatro flores de lis de plata.
Gómez de Parada.- De oro, tres palos de gules. Soportes: dos sierpes de
sinople con las colas entrelazadas.
Otero.- De azur, castillo de oro. Bordura de gules con ocho aspas de oro.
Goríbar.- De oro, árbol
de sinople con una paloma en su copa y
al pie un cazador tirándole con una ballesta y flecha, todo al natural.
Ecay.- De gules, tres cruces recrucetadas de oro.
Samaniego.- De azur, espada rota, guarnecida de oro, empuñada por
una mano de carnación, y acompañada de siete estrellas de oro, tres a cada lado
y una en la punta.
Cervantes.- De sinople, dos ciervas de oro, una sobre otra,
la de abajo paciendo.
Rincón Gallardo.- Partido. Primero: de gules, banda de oro, adiestrada
de un león rampante de lo mismo. Segundo: de oro, diez roeles de azur, puestos
tres, tres, tres y uno.
Vinent.- Cortado por una faja d sinople. El primero partido, de
oro, castillo donjonado de gules, y de gules, brazo armado teniendo un racimo de uvas. El segundo cortinado, primero y segundo: de oro, flor de lis de azur, y tercero:
de gules, cabeza de león arrancada, de
oro, coronada de lo mismo.
Kindelau.- De azur, león pasante de oro, entre tres estrellas mal
ordenadas, de lo mismo.
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Para
concluir diré que el artículo que antecede ha quedado muy completo, dados los
detalles y particularidades de que en él me ocupo; creo de mí deber manifestar
al lector que le he dado varias divisiones para servir a mi distinguido amigo
Don Manuel Romero de Terreros quien, como es natural, tuvo empeño en honrar a sus ascendientes, procurando que en mi obra constaran cuantas noticias y
apuntes pudo acopiar al efecto; gustoso me presté a ello, pues a la vez que
complacía al amigo, ganaba para mi libro datos curiosos y de interés. De manera que, con excepción de la Cédula en que
Don Carlos III concedió el título de Conde de Regla a Don Pedro Romero de
Terreros (cuya copia tomé del Archivo
del Ayuntamiento) y de la biografía del primer Conde (16) (extractada de la
que escribió su nieto el primer Duque) todo el artículo ha sido debido al Señor Don Manuel como el
referente al marquesado de San Francisco, exceptuando la copia de la Cédula de
concesión, que tomé del original existente en poder del Señor Fernández,
heredero de la Señora Betti.
En
cuanto a los datos sobre la familia Romero de Terreros, con ser de que son tan
completos, no los ignoraba, ni creo que
ningún lector tampoco, pues es una de las familias más conocidas de
México, y el primer Conde tan popular por sus grandes hechos, que no hay
detalle de su vida que no sea sabido. Con todo, el inventario de los muebles y
objetos de la casa núm, 19 de San Felipe Neri es un documento preciosísimo y
que considero una curiosidad histórica que no sabía existiera. Tocante a las
noticias heráldicas y genealógicas de la familia Vinent y Kindelán, que
aparecen apuntados en varios de los artículos relativos a la familia Terreros y
en este del Condado de Regla en su completo desarrollo, debo decir que también
me eran totalmente desconocidos por ser datos sobre una familia que no lleva ni
medio siglo de estar radicada en México. Debo dar las gracias muy especialmente
al Señor Terreros que se ha tomado la gran molestia de buscar, traducir y
arreglar la genealogía de su línea materna y esto nada más para mi provecho.
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Ortega y Pérez Gallardo, Ricardo, Historia genealógica de las familias más
antiguas de México, México, Imprenta de A. Carranza y Comp., Vol. II 3ª
edición, 1908.
1.- Hijo de Don José Romero Felipe y de
Doña Ana Gómez de Terreros Ochoa y Castilla; nieto de Don Francisco Romero
Felipe, de Doña Isabel Vázquez, de Don Juan Vázquez Soriano y de Doña
catalina de Terreros Ochoa y castilla; bisnieto de Don Francisco Romero
Felipe González Vázquez, de Doña Ana Mateos, de Don juan Vázquez Esparragoso,
de Doña maría Vázquez, de Don Alonso Vázquez Martín, de Doña Luisa Vázquez,
de Don Diego de Terreros y de Doña Isabel de Castilla; tercer nieto de Don
Bartolomé González, de Doña María Vázquez, de Don Fernando González
Menguiano, de Doña Leonor Vázquez Mateos, de Don Alonso Esparragoso, de Doña
Isabel Vázquez Rubio, de Don Bartolomé Vázquez Limona, de Doña maría Vázquez,
de Don Pedro Vázquez García, de Doña Catarina Martín Gómez, de Don Juan
Vázquez Sánchez, de Doña María Vázquez Martín, de Don Juan Ruiz y de Doña Elvira Gómez de
Terreros Ochoa; cuarto nieto de Don Fernando González Menguiano, de Doña Inés
González, de Don Bartolomé Vázquez, de Doña Ana Mateos, de Don Domingo
Vázquez, de Doña Catarina García, de Don Alonso Martín Herrero, de Doña
Isabel Gómez, de Don Juan Vázquez, de Doña María sámchez, de Don José Vázquez
y de Doña Cecilia Martín. Esta genealogía está tomada de la Información que
para armarse Caballero de calatrava
hizo el primer Conde de Regla. No habiendo encontrado el Consejo de la Orden,
que este señor poseyera nobleza por ninguno de sus cuatro costados, pasó al Rey la
información, quien le concedió la nobleza que le faltaba y ordenó se le diese el Hábito de calatrava. 2.- Véase artículo sobre los Condes de
Miravalle. 3.- Véase artículo sobre dicho título. 4.- Idem. 5.- Nació en México el 15 de Junio de 1795
y fue hija de Don José Gerónimo López de Peralta Villar Villamil, caballero
de Calatrava y Maestrante de Ronda, y de Doña María Ignacia Rodríguez de
Velasco y Osorio barba. Falleció en Brooklyn el 7 de Junio de 1828 y fue
sepultada en la catedral de san Patricio de Nueva York; posteriormente, en
1860, fueron trasladados sus restos a la Capilla de la Hacienda de Jalpa. 6.- Véase la fundación de dichos mayorazgos
en el artículo sobre los Marqueses de Salvatierra. 7.- Hija de Don Juan N. Goríbar y de Doña
María N. Ecay Múzquiz; nieta de Don Julián de Goríbar, de Doña Josefa
Arrieta, de Don Blas de Ecay Múzquiz y Garza, y de Doña Juana Francisca de
Arrieta y Santos Coy. 8.- Véase artículo sobre dicho título. 9.- Hijo de Don Juan María Gómez de Parada
Fonseca Enríquez, Señor de Villasbuenas, San Fiuste y Pelilla, Regidor
Perpetuo de Seherin en Murcia, y caballero maestrante de la real Ronda, y de
Doña María de la Concepción Roma y Jiménez de Cisneros; nieto de Don Juan
José Gómez de Parada Fonseca Enríquez, Señor de Villasbuenas, San Fiuste y
Pelilla, de Doña Gertrudis Gallo de Villavicencio, de Don José Ignacio Romay
y Bermúdez, Coronel del regimiento Provincial de Betanzos, señor de Fiobre y
de Laxobre, y de Doña Vicenta Jiménez de Saboya Cisneros; bisnieto de Don
Pedro Gómez de Parada, Regidor de Seherin (hermano de Don Juan, Obispo de
Guadalajara), de Doña manuela Fonseca Enríquez y Sámano, del Coronel Don Juan
Eusebio Gallo de Pardiñas, caballero de Santiago, Castellano de Acapulco,
Teniente Capitán General de las Costas del Mar del Sur…….. de Don Enrique
primer Conde de Alba de Liste de 1480, y de Doña María de Guzmán; duodécimo
nieto de Don Juan Fernández de Parada, trece de Santiago, Alcalde del
Castillo de Luna en la ciudad de Huete, de Perafán de Rivera, de Lorenzo
Fernández de Figueroa, Maestre de Santiago,, de Don Alonso Enríquez, Señor de
Medina de Rioseco, Almirante de Castilla, Adelantado Mayor de León, Señor de
Castroverde, Aguilar de Campóo, Valdonguillo, Placenzuela, Bolaños, Arcos de
la Frontera, Torrelobaton, Tamariz y Villabrajima, y de Doña Juana de Mendoza,
llamada la Ricahembra; decimotercero nieto de Don Suero de Iñiguez de Parada
)quien acompañó a Don Pedro el Cruel a Inglaterra, y muerto allí fue
sepultado en la Catedral de York), de Don Fadrique Maestre de Santiago, de
Don Pero González de Mendoza y de Doña Aldonsa de Ayala; decimocuarto nieto
del Rey Don Alonso XI. 10.- Hija del Coronel Don Miguel de Otero y
Castilla y de Doña Ana María de Melgarejo y Lobera; nieta de Don Antonio de Otero Bermúdez, Oficial de Real
Hacienda, de Doña Ana María del castillo, de Don Bernardo de Melgarejo y de
Doña María de Lobera; bisnieta del teniente Coronel Don Juan del Castillo,
Caballero de Santiago, Regidor de México, de Doña maría García Cano, de Don
Baltasar de Santaella Melgarejo y de Doña Josefa de Aponte Flores….. 11.- Véase artículo sobre los Marqueses de
Guadalupe Gallardo. 12.- Véase artículo sobre los Marqueses de
Salvatierra.. 13.- Sus cuantiosos bienes los heredó su
sobrino Don Francisco Betti y Pedreguera, quien falleció el 13 de mayo de
1892. 14.- Término técnico entre los mineros. Que
significa: el azogue o mercurio, es un metal que se obtiene del mineral
denominado cinabrio, y que fue decisivo para el procesamiento de la plata,
siendo por tanto, de vital importancia
para los mineros novohispanos. 15.- Como la oferta del Conde de mandar
construir a sus expensas un navío de tres puentes, por esta circunstancia se
hizo necesario aumentar el número de cañones, y el navío “Regla” montó, en
lugar de ochenta, primeramente ofrecidos, ciento doce que fueron los que
llevó la dotación. Así consta en los Estados de la Armada, cuyo archivo se
halla en el Ministerio de Marina; y entre varias personas distinguidas que
aún existen y vieron este navío y los ciento doce cañones de su dotación, es
una de ellas el Excmo. Sr. Don Pedro MIcheo, Teniente General de la Armada. 16.- El ejemplar que tuve pertenece a Don
Carlos Rincón Gallardo. Este señor posee un archivo completísimo de los
documentos correspondientes a las familias Rincón Gallardo y Romero de
Terreros, los cuales he tenido a mi disposición por la bondad de dicho caballero. |
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