sábado, 12 de abril de 2025

 

HISTORIA GENEALÓGICA

DE LAS FAMILIAS

MAS ANTIGUAS DE MÉXICO

PRIMER CONDADO DE REGLA

CONDADO DE REGLA

 

PRIMERA PARTE

TÍTULOS DE CONDE DE REGLA Y DE VIZCONDE DE SAN MIGUEL CONCEDIDOS A DON PEDRO  ROMERO DE TERREROS POR

S.M. CARLOS III, EN MADRID, A 7 DE DICIEMBRE DE 1768

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Don Carlos, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algecira, de Gibraltar, de las islas de Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra firme del mar Océano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante y Milán, Conde Hapsburg, de Flandes, Tirol, Rosellón y Barcelona, Señor de Vizcaya y de Milán, etc.

            Por cuanto en atención a los particulares méritos y circunstancias de vos Don Pedro Romero de Terreros, Caballero del Hábito de Calatrava y vecino de la Ciudad de México, por Decreto señalado de mi real mano, de veinte y tres de Septiembre de este año, he venido en concederos Título de Castilla, para  vos y vuestros herederos y sucesores perpetuamente. En su conformidad y porque habéis elegido el de Conde de Regla, y por más honraros y sublimar vuestra persona y casa. Por tanto, por la presente mi voluntad es que ahora y de aquí adelante, vos el dicho Don Pedro Romero de Terreros, os podáis llamar e intitular, llaméis e intituléis, llamen e intitulen, y os hago e intitulo CONDE DE REGLA. Y por esta mi carta encargo al Serenísimo Príncipe Don Carlos Antonio, mi caro y mi muy  amado hijo, y mando a los Infantes, Prelados, Duques, marqueses, Condes, Ricos-hombres, Priores de las Ordenes, Comendadores, Subcomendadores, Alcaides de los Castillos y Casas fuertes y llanas, y a los de mi consejo, Presidentes y Oidores de mis Audiencias, Alcaldes, Alguaciles de mis Casas y Corte, y Cancillerías, y a todos los Consejos, Corregidores, Asistentes, Gobernadores, Alcaldes Mayores y ordinarios, Alguaciles, Merinos, Prebostes, y otros cualesquier mis Jueces y Justicias, personas de cualquier estado, calidad, condición, preeminencia y dignidad, que sean mis vasallos, súbditos y naturales, así a los que ahora son como a los que adelante fueren, y a cada uno y cualquiera de ellos, que os hayan y tengan, llamen e intitulen, así a vos el expresado Don Pedro Romero de Terreros, como a cada uno de los dichos herederos y sucesores, Condes de Regla, y os guarden y hagan guardar todas las honras, franquezas, libertades, excepciones, preeminencias, prerrogativas, gracias, mercedes y demás ceremonias que se guardan y deben guardar a los otros Condes de estos mis Reinos, todo bien y cumplidamente, sin que os falte cosa alguna. Y porque según las órdenes dadas por el Señor Rey Don Felipe IV (que santa gloria haya), a las personas a quien se diere título de Conde o de Marqués, ha de preceder primero el de Vizconde y quedar este suprimido. Por despacho del día de la fecha de éste, os he dado título de Vizconde de San Miguel, el cual en conformidad de las dichas órdenes queda roto y cancelado en mi Secretaría de la Cámara y Estado de Castilla, y notado y prevenido en su Registro para que no valga ni tenga efecto, ni  se de por perdido, duplicado, ni en otra forma en tiempo alguno. Y si de este mi despacho y de la gracia y merced en él contenida, vos el referido Don Pedro Romero de Terreros o cualquiera de los expresados vuestros herederos y sucesores, quisiereis o quisieren mi Carta de Privilegio y Confirmación, mando a los mis Concertadores y Escribanos Mayores de los Privilegios y Confirmaciones, y a los mis Mayordomos Cancilleres y Notarios Mayores, y a los otros Oficiales que están a la Tabla de mis Sellos, que os la den, libren, pasen y sellen lo más fuerte, firme y bastante que les pidiereis y menester hubiereis, sin poner en ella duda, embarazo, ni dificultad alguna, que así es mi voluntad. Y d este mi despacho se hará tomar la razón por la Contaduría General de Valores y Distribuciones de mi Real Hacienda, a que están agregados los libros de la Media-anata y Registro General de Mercedes, expresando en la de Valores haberse pagado o quedar asegurado este derecho, con declaración de lo que importare, sin cuya formalidad, mando sea de ningún valor y no se admita ni tenga cumplimiento esta Merced en los Tribunales, dentro y fuera de mi Corte. Dado en Madrid, a siete de Diciembre de mil setecientos sesenta y ocho años.-YO EL REY-Rúbrica.

 

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SEGUNDA PARTE

GENEALOGÍA DE LOS CONDES

https://www.barcelo.com/guia-turismo/es/espana/huelva/que-ver/cortegana/

Ier. Conde, Don Pedro Romero de Terreros Ochoa y Castilla (1), nació en la  Villa de Cortegana, el día 29 de junio de 1710. Tomó el hábito de Calatrava el año  de 1765 y contrajo matrimonio en México el 29 de junio de 1756 con Doña María Antonia Josefa Micaela de Trebuesto y Dávalos de Bracamonte (2). En 1775 fundó el Monte de Piedad de México, y en 27 de Noviembre de 1781 falleció en su Hacienda de San Miguel de Regla, siendo sepultado en el Convento de San Francisco de Pachuca. Fue su hijo el

2º Conde, Don Pedro Ramón Mariano José francisco Miguel Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos de Bracamonte, nació en Pachuca el 30 de Agosto de 1761, casó en México el 30 de Abril de 1785 con Doña María Josefa Rodríguez de Pedroso de la Cotera y Rivascacho, posteriormente quinta  Marquesa de Villahermosa de Alfaro (3) y tercera Condesa de San Bartolomé de Jala (4). Fue gentilhombre de Cámara del Rey y Alguacil mayor de la Inquisición. Murió en México el 19 de Octubre de 1809, y fue sepultado en el Cementerio  de Santa Paula. Fue su hijo el

            3er Conde, Don Pedro José María Ignacio Antonio Pascual Ramón Manuel Santos Romero de Terreros y Rodríguez de Pedroso, sexto Marqués de Villahermosa de Alfaro, segundo Marqués de San Cristóbal y cuarto  Conde de San Bartolomé de Jala, Gentilhombre de Cámara del Rey, Maestrante de Sevilla, Alguacil de la Inquisición, capitán de los Guardias Alabarderos del Virrey, Caballero de la Orden de Carlos III, General de Brigada y Gran Cruz de la Orden de Guadalupe; nació en México el 1º de Noviembre de 1788 y casó el 15 de Enero de 1812 con Doña María Josefa López de Peralta de Villar Villamil y Rodríguez de Velasco (5) Poseedora del tercer Mayorazgo López de Peralta, conocido con el nombre de Murillo (6). Falleció en México el 12 de Abril de 1846 y fue sepultado en la Colegiata de Guadalupe, trasladándose sus restos más tarde a la Capilla de la Hacienda de Jalpa. Fue su hijo el

            4º Conde, el Excelentísimo e Ilustrísimo Señor Don Juan Nepomuceno Ramón Blas Joaquín Pedro Ignacio Francisco de Sales Agustín Romero de Terreros y de Villar Villamil, quien nació en México el 3 de Febrero de 1818. Trasladó su residencia a España, donde en 10 de Septiembre de 1849 obtuvo la llave dorada de Gentilhombre de Cámara de S.M. la Reina Doña Isabel II; la misma Señora le concedió el 22 de Octubre carta de sucesión en el Condado de San Bartolomé de Jala; el 27 de Marzo de 1850 la de sucesión en el Marquesado de Villahermosa de Alfaro; en 21 de Junio fue admitido por la Junta respectiva como Caballero Maestrante de Sevilla; en 23 de Diciembre obtuvo merced de Hábito de Santiago y fue armado Caballero el 19 de Diciembre de 1851; en 17 de Junio de 1854 se le dio Cédula de Sucesión en los Marquesados de San Cristóbal, San Francisco y Rivascacho, y el 13 de Septiembre del mismo año la obtuvo para el Condado de Regla; el 16 de Noviembre de 1856, le fueron impuestas las insignias de Caballero Gran Cruz de la Orden de Carlos III, por la mencionada Reina Doña Isabel en la Real Cámara; en 28 de Diciembre de 1857, se le concedió la Grandeza de España de primera clase por el título de Conde de Regla, y se señaló para la ceremonia de la cobertura  las tres de la tarde del jueves 18 de Marzo de 1858, en 31 de Diciembre de ese mismo año se le concedió el título de Duque de Regla. Murió sin sucesión en Panamá el 28 de Febrero de 1862; heredando los títulos de Regla la

            5ª Condesa y 2ª Duquesa de Regla, Excma. Sra. Doña María del refugio Romero de Terreros y Goríbar, hija de Don Ramón Romero de Terrmil (hermano menor del cuarto Conde y primer Duque), y de Doña María del refugio de Goríbar y Ecay Múzquiz (7) Nació en México el 22 de Noviembre de 1851, casó con el Excelentísimo Señor Don Eduardo Rincón Gallardo, tercer Marqués de Guadalupe Gallardo (8), nacido en México el 1º de Diciembre de 1848, muerto en París el 1º de Enero de 1906. Hijos:

1º Excelentísimo Señor Don Carlos Rincón Gallardo y Romero de Terreros, cuarto Marqués de Guadalupe Gallardo, nació en México31 de julio de 1874; casó el 7 de octubre de 1897 con la Excelentísima Señora Doña Concepción Cortina y Cuevas; hijos:

A.    Doña Concepción Rincón Gallardo y Cortina, nació el 2 de agosto de 1898.

B.     Doña Carlota Rincón Gallardo y Cortina, nació el 4 de diciembre de 1900.

2º. Doña Carmen Rincón Gallardo y Romero de Terreros, nació el  8 de junio de 1876, casada el  12 de septiembre de 1900 con Don Rafael Ortiz de la Huerta y Flores, hijos:

A.    Doña Carmen Ortiz de la Huerta y Rincón Gallardo, nació el 10 de diciembre de 1903.

B.     Doña Refugio Ortiz de la Huerta y Rincón Gallardo, nació el 10 de mayo de 1905.

3º. Don Alonso Rincón Gallardo y Romero de Terreros, nació el 26 de mayo de 1878, casado con Doña Leonor de Mier y Cuevas:

A.    Doña Leonor Rincón Gallardo y de Mier.

4º. Doña María Rincón Gallardo y Romero  de Terreros, nació el 26 de mayo de 1882.

            Hermana de la actual Condesa Duquesa de Regla, es Doña María de Guadalupe Romero de Terreros y Goríbar, octava Marquesa de Villahermosa de Alfaro, cuarta de San Cristóbal y Sexta Condesa de San Bartolomé de Jala, nació el 3 de enero de 1856 y casó el 21 de junio de 1879 con Don Antonio Algara y Cervantes, de la casa de los Condes de Santiago Calimaya, fallecido el 13 de marzo de 1893.

 

TERECERA PARTE

DESCENDENCIA DEL PRIMER CONDE

            El primer Conde de Regla, de su matrimonio con Doña María Antonia de Trebuesto  y Dávalos de Bracamonte, tuvo los siguientes hijos: Doña Micaela, Doña Juana, Doña Antonia, Doña Ignacia, Don Pedro, Don Francisco Javier, Doña Dolores y Don José María, los cuales nos servirán de tema a los ocho capítulos siguientes:

CAPÍTULO I.

            Doña María Micaela Gregoria Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, segunda Marquesa de san Francisco,  sin sucesión el 20 de agosto de 1817.

CAPÍTULO II.

            Doña Juana María Ignacia Josefa Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, nació el 16 de mayo de 1758 y murió sin sucesión el 4 de febrero de 1762.

CAPÍTULO III.

            Doña María Antonia Manuela Silveria Romero de Terreros Trebuesto y Dávalosel 20 de junio de 1759 y murió sin sucesión.

CAPÍTULO IV.

            Doña María Ignacia Josefa Ceferina Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, nació el 26 de agosto de 1760 y murió sin sucesión.

CAPÍTULO V.

            Don Pedro ramón Mariano José Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, segundo Conde de Regla, nació en Pachuca el 30 de agosto de 1761, casó en México el 30 de abril de 1785 con Doña María Josefa Rodríguez de Pedroso de la Cotera y Rivascacho, quinta Marquesa de Villahermosa de Alfaro y tercera Condesa de San Bartolomé de Jala; murió en México el 31 de marzo de 1809 y fue sepultado en el cementerio de Santa paula. Fue su hijo:

            Don Pedro José María Romero de Terreros y Rodríguez de Pedroso, tercer Conde de Regla, sexto Marqués de Villahermosa de Alfaro, segundo marqués de San Cristóbal y cuarto Conde de San Bartolomé de Jala, casó  con Doña María Josefa López de Peralta de Villar Villamil y Rodríguez de Velasco. Hijos:

            Primero.- Don Pedro Romero de Terreros y de Villar Villamil, nació el 18 de mayo de 1815; fue uno de los miembros de la Junta Directiva del nacional Monte de Piedad; casó con Doña Mariana García Conde, hija del General Don Alejo García Conde y de Doña Teresa Vidal de Lorca. Hija única:

            1º. Doña Matilde Romero  de Terreros y García Conde, contrajo matrimonio con Don Miguel de Cervantes Estanillo (hijo del marqués de Salvatierra). Hijo:

            . Don Miguel de Cervantes y Romero de terreros, casado con Doña Leonarda Ríos; hijos:

            A.-Don Miguel de Cervantes y Ríos, y

            B.- Doña María de las Mercedes de Cervantes y Ríos.

            2º. Don Pedro de Cervantes y Romero de Terreros.

            3º. Doña Matilde Cervantes y Romero de Terreros, casada en abril de 1899 con Don José de la Horga, Agregado a la Legación de España en México.

            4º. Don Alfonso María de Cervantes y Romero de Terreros, muerto sin sucesión, y

            5º. Doña Ana María de Cervantes y Romero de Terreros.

            Segundo.- Don Manuel Pedro Ramón Romero de terreros y de Villar Villamil, nació en México el 17 de julio de 1816; fue Gobernador del Distrito Federal desde el 11 de noviembre de 1862 hasta el 23 de enero de 1863; fue, además, miembro de la Junta Directiva del Monte de Piedad. Contrajo matrimonio en la Hacienda de la Teja el 24 de diciembre de 1835 con Doña maría de Guadalupe Gómez de Parada y Gómez de Otero, hija del Capitán Don Manuel Gómez de Parada y Romay (9), y de Doña Dolores Gómez de Otero y Melgarejo (10). Murió el 21 de abril de 1878 y fue sepultado en la Capilla de la Hacienda de Xalpa. Hijos:

            1º. Doña Paz Romero de Terreros y Gómez de Parada, nació el 20 de septiembre de 1841; casó con el General Don Pedro Rincón Gallardo y Rubio Rosso (11); hijos:

            1º. Doña Paz Rincón Gallardo y Romero de Terreros, casó con el Capitán Don Alfredo barrón, Primer Secretario de la Legación de México en Londres e Introductor de Embajadores; hijos:

            A.- Don Alfredo Barrón y Rincón Gallardo.

            B.- Doña Paz Barrón y Rincón Gallardo.

            C.- Don Manuel barrón y Rincón Gallardo.

            D.- Doña Guadalupe Barrón y Rincón Gallardo, murió en la infancia.

            E.- Don Eduardo Barrón y Rincón Gallardo, murió  en la infancia, y

            F.- Don Francisco Barrón y Rincón Gallardo.

            2º.  Don Pedro Rincón Gallardo y Romero de Terreros, casó con Doña Sara Díaz Vivanco; hijos:

            A.- Don Manuel Rincón Gallardo y Díaz y

            B.- Don Luis Rincón Gallardo y Díaz.

            3º.- Don Manuel Rincón Gallardo y Romero de Terreros, y

4º.- Doña Guadalupe Rincón Gallardo y Romero de Terreros, casada con Don Enrique Riba y Cervantes (12).

Tercero.-  Don Alberto Romero de Terreros y Gómez de Parada, nació en  México el día 25 de abril de 1844, y casó en París el 27 de septiembre de 1869 con Doña Ana María Vinent y Kindelán, nacida en Santiago de Cuba el 18 de febrero de 1852, fallecida en México el 23 de diciembre de 1890; hija del Excelentísimo Señor Don Santiago Vinent y de Gola, Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, Diputado a las Cortes Españolas y posteriormente Senador del Reino, y de Doña María Cristina  Kindelán y de Grignan. Falleció el día 10 de septiembre de 1898 en la Hacienda de Xalpa, donde fue sepultado; hijos:

1.      Don Alberto Romero de Terreros y Vinent, nació el 3 de octubre de 1871.

2.      Don Pedro Romero de Terreros y Vinent, nació el 21 de agosto de 1875.

3.      Doña Guadalupe Romero de Terreros y Vinent, nació el 5 de noviembre de 1878.

4.      Doña María Cristina Romero de Terreros y Vinent, nació el 5 de noviembre de 1878 y falleció el 27 de mayo de 1901, y

5.      Don Manuel Romero de Terreros y Vinent, Sexto Marqués de san Francisco, nació el 24 de marzo de 1880.

III.- Doña Josefa Romero de Terreros y Gómez de Parada, nació en la Hacienda de Xalpa el día 19 de diciembre de 1847, y casó el 20 de febrero de 1872 con Don Francisco de Paula Algara y Cervantes, de la casa de los Condes de Santiago de Calimaya; hijos:

1.- Don Ignacio Algara y Romero de Terreros, nació el 25 de marzo de 1872, casado con Doña María Schulze y Rincón Gallardo.

2.- Don Manuel Algara y Romero de Terreros, nació el 5 de septiembre de 1874 y murió sin sucesión el 25 de febrero  de 1906.

3.- Don Fernando Algara y Romero de Terreros, nació el 17 de  abril de 1876.

4.- Don Ángel Algara y Romero de Terreros (literato), nació  el 6 de enero de 1878.

5.- Doña Josefa Algara y Romero  de Terreros, nació el 15  de septiembre de 1879, casada el 8 de enero de 1902 con Don Enrique Algernón Joy; hijos:

A. Don Enrique Joy y Algara, nació el  24 de octubre de 1902.

B.- Doña maría Josefa Joy y Algara, nació el 1º de julio de 1904.

6.- Doña Paz Algara y Romero de Terreros, nació el 29 de mayo de 1882 y falleció el 20 de diciembre de 1897, sin sucesión.

            IV.- Don Pedro Romero de Terreros y Gómez de Parada, murió sin sucesión.

            Tercero.- Excelentísimo e Ilustrísimo Señor Don Juan Nepomuceno Romero de Terreros y de Villar Villamil, Conde Duque de Regla, Marqués de Villahermosa de Alfaro, de San Cristóbal, de San Francisco y de Rivascacho, Conde de San Bartolomé de Jala, etc.  etc., murió sin sucesión.

            Cuarto.- Don Ramón María Romero de Terreros y  de Villar Villamil, nació en México el 5 de febrero de 1819, casó con Doña Maria del Refugio Goríbar y Ecay Múzquiz; hijos:

            I.- Excelentísima Señora Doña Refugio Romero de Terreros y Goríbar, segunda Duquesa y quinta Condesa de Regla, Grande de España de primera clase, nació en México el 22 de noviembre de 1851, casó con el Excelentísimo Señor Don Eduardo Rincón Gallardo y Rubio Rosso, tercer Marqués de Guadalupe Gallardo, nacido en México el  1º de diciembre de 1848, muerto en París el 1º de enero de 1906; hijos:

            I.- Excelentísimo Señor Don Carlos Rincón Gallardo y Romero de Terreros, cuarto  Marqués de Guadalupe Gallardo, casó con la Excelentísima Señora Doña Concepción Cortina y Cuevas; hijos:

            A.- Doña Concepción Rincón Gallardo y Cortina, y

B.- Doña Carlota Rincón Gallardo y Cortina.

2.- Doña Carmen Rincón Gallardo y Romero de Terreros, casada con Don Rafael Ortiz de la Huerta y Flores; hijos:

A.- Doña Carmen Ortiz de la Huerta y Rincón Gallardo, y

B.- Doña Refugio Ortiz de la Huerta y Rincón Gallardo.

3.- Don Alfonso Rincón  Gallardo y Romero de Terreros, casado con Doña Leonor de Mier y Cuevas; hija:

A.-Doña Leonor Rincón Gallardo y de Mier.

4.- Doña maría Rincón Gallardo y Romero de Terreros.

II. Don Manuel Romero de Terreros y Goríbar, murió en la infancia.

III.- Doña María de Guadalupe Romero de Terreros y Goríbar, cuarta Marquesa de San Cristóbal, octava Marquesa de Villahermosa de Alfaro y sexta Condesa de san Bartolomé de Jala, casó con Don Antonio Algara y Cervantes.

Quinto.- Doña María Antonia Carlota Romero de Terreros y de Villar Villamil, nació el 14 de noviembre de 1820, casó con Don ramón de Samaniego (hijo de Don Manuel de Samaniego del castillo y Llata, Caballero del Hábito de Calatrava, agraciado con el título de Conde Samaniego del Castillo por el Rey Don Fernando VII, y de Doña Catarina de la Canal y Fernández de Jáuregui, de la casa de los Marqueses de la Villa del Villar del Águila), murió el 18 de febrero de 1840. Hija única:

I.- Doña Carolina de Samaniego y Romero de Terreros, murió en la infancia.

Sexto.- Doña Josefa de Jesús Romero de Terreros y de Villar Villamil, nació el  15 de abril de 1822, murió en la infancia.

Séptimo.- Don Ignacio Romero de Terreros y de Villar Villamil, nació  el 26 de mayo de 1824, cuya  descendencia ignoro.

 

CAPÍTULO VI.

            Don Francisco Javier María Ciriaco Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, primer Marques de san Francisco, nació el 8 de agosto de 1762 y falleció el 5 de julio de 1778 y fue sepultado en la Iglesia de san Martín.

 

CAPÍTULO VII.

            Doña maría Dolores Josefa Gertrudis Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, tercera Marquesa de san Francisco, nació el 18 de febrero de 1765, y casó  en primeras nupcias el 18 de marzo de 1787 con Don Vicente de Herrera y Rivero, primer Marqués de Herrera, Regente de la Real Audiencia de México, Presidente del Supremo Consejo de Indias y Caballero de Carlos III, y en segundas, en Madrid, a 19 de marzo de 1799, con Don Manuel de la Pedreguera y Morales, Guardia de Corps de la Compañía Española de caballeros Americanos y Caballero de calatrava. Hijos del segundo matrimonio:

Primero.- Don Manuel José Carlos de la Pedreguera y Romero de Terreros, quinto Marques de san Francisco, nació en Madrid el 25 de junio de 1802, y murió  sin sucesión en México el  22 de agosto de 1874 (13).

Segundo.- Don Juan de la Pedreguera y Romero de Terreros, murió en la infancia.

Tercero.- Doña Isabel de la Pedreguera y Romero de terreros, Monja Brígida en Madrid con el nombre de María de los Dolores, murió el 19 de mayo de 1853.

 

CAPÍTULO VIII.

            Don José María Antonio Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos, primer Marqués de San Cristóbal, nació el 10 de mayo de 1766. Fue Caballero del Hábito de Santiago, Mayordomo de Semana del  Rey y Teniente de Fragata. Pasó a París, en donde se distinguió por sus conocimientos en Física y Fisiología, y  murió sin sucesión legítima en aquella ciudad el 13 de junio de 1815.

 

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CUARTA PARTE.

BIOGRAFÍA DE LOS CONDES

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PRIMER CONDE

            El día 29 de junio de 1710, nació en la villa de Cortegana, Arzobispado de Sevilla, Don Pedro Romero de Terreros, hijo legítimo de Don José Romero Felipe González Vázquez y de Doña Ana Terreros Ochoa y Castilla. La buena posición  en que vivían sus padres les permitió en a seguir sus estudios en salamanca y adquirir en su célebre Universidad los conocimientos de una carrera correspondiente a  su clase. Allí curso con notable aprovechamiento y recibió los grados académicos, alcanzando por sus talentos y aplicación, no desmentidos jamás en el resto de su vida, la consideración de sus maestros y la preferencia en el cariño paternal sobre sus demás hermanos.

            El mayor de todos, Don Francisco, se hallaba por entonces en México, y al regresar a España murió en el puerto de Veracruz, dejando a sus padres herederos de un buen caudal. Este doloroso acontecimiento fue la causa de que Don Pedro tuviera que abandonar España y trocar el retiro y tranquilidad del estudio por la actividad de los negocios.

            Encargado por sus padres, a pesar de sus pocos años, de recoger la citada herencia, dejó su patria y se trasladó a México, a  donde sin duda lo guiaba la mano de la Providencia para hacerlo el hombre más rico y benéfico de estos dilatados dominios, sobre los que derramó más tarde el tesoro de su inagotable caridad. De México se trasladó, por afecciones de familia, a la ciudad de Querétaro, residencia de su tío Don Juan Vázquez de Terreros, a quien encontró en una situación lamentable por el atraso en que se hallaban sus intereses. Los consejos de Don Pedro y haberse hecho cargo después de su dirección, por complacer las reiteradas instancias de su tío, restablecieron aquella hacienda tan cercana a su ruina; y fallecido Don Juan Vázquez a poco tiempo, dejó por albacea a Don Pedro, cuyo cargo desempeñó con tanto celo y lealtad, como  abnegación y desinterés.

            Debida exclusivamente a su constante laboriosidad y recto talento la salvación de esta casa, pronto se extendió y afianzó en toda la ciudad la general opinión de las relevantes prendas de Don Pedro, lo que hizo fuera nombrado sucesivamente por la ciudad de Querétaro, su Alcalde Ordinario, su Alférez Real y su Alguacil Mayor, cuyos cargos honoríficos desempeñó a completa satisfacción de aquel crecido vecindario, a quien proporcionó innumerables beneficios.

            Terminada la testamentaría de su tío y  entregada la herencia a los herederos, regresó Don Pedro a México, en cuya capital le esperaba el premio de su rectitud y desinteresados servicios en favor de sus parientes y del bien público. Vivía a la sazón en esta capital Don José Alejandro Bustamante, instruido y acreditado minero, dueño de las minas del Real  del Monte, conocidas con los nombres de la “Veta Vizcaína” y de “Santa Brígida”, descubiertas por los años de 1738 en la jurisdicción de Pachuca, y que beneficiaba el mismo Bustamante, aunque sin éxito; pues no obstante haber invertido todo su caudal en abrir un tiro en las referidas minas, agotaba su fortuna y sin esperanza de encontrarla en esta empresa que iba a abandonar completamente, movido Don Pedro de una sincera amistad, tendió su mano protectora al desalentado Bustamante, franqueándole los fondos necesarios, y juntos empezaron a trabajar de nuevo aquellas minas, tan ingratas hasta entonces a los esfuerzos de la ciencia. Parece que Dios quiso esta vez manifestar su omnipotencia abriendo los tesoros de la tierra para premiar la acción del generoso Don Pedro; y esta verdad  se comprueba por la certificación de los Tesoros de las Cajas Reales de Pachuca, que Don Pedro Romero de Terreros presentó al pago llamado “del quinto”, desde 28 de junio de 1741 hasta 28 de noviembre de 1781, siete mil cuatrocientos un castellanos de oro de “azogue y fuego(14), de que satisfizo a S.M. por sus Reales Derechos, mil novecientos setenta y siete pesos fuertes; y de plata un millón ochocientos cuarenta y nueve mil siete marcos, cuyo valor se aproxima a veinte millones de duros o sea cuatrocientos millones de reales, por los cuales pagó de derechos a la Tesorería de S.M. un millón setecientos cincuenta y seis mil doscientos setenta pesos fuertes, seis reales,  siete granos;  habiendo comparado solamente de azogue en dichas Cajas Reales, setecientos noventa y cuatro mil ochocientos ochenta y un pesos fuertes, seis reales, siete granos, que componen un total, por derechos pagados a la Hacienda, de dos millones quinientos y tres mil ciento veintinueve pesos fuertes, cinco reales y dos granos.

            Dueño Don Pedro por la explotación de estas minas de una tan gran fortuna, vino a acrecentarla la muerte de su amigo Bustamante, quien en agradecida recompensa por sus anteriores servicios, le nombró su heredero universal, quedando por este hecho propietario único de las minas del Real del Monte y sus riquísimos frutos.

            Entonces fue cuando se resolvió Don Pedro a establecerse en México, y allí contrajo matrimonio con Doña maría Antonia Trebuesto y Dávalos, hija de los Condes de Miravalle, y desde entonces su vida se empleó exclusivamente en la educación de sus hijos y en el cuidado de su inmensa fortuna, la que en sus manos únicamente fue la caja de todo desvalido. Los pobres, la Iglesia, el Estado y el público, fueron socorridos o atendidos siempre a manos llenas, por su caridad y magnanimidad inagotables.. El buen Rey Don Carlos III se compadecía, al ver la acrisolada lealtad y generosidad de un súbdito tan distinguido, y para manifestarle la alta consideración que le merecía, le agració primero con la Cruz de calatrava, en cuya Orden Militar  profesó, y después en 7 de diciembre de 1768, con el título de Conde de Regla, para sí, sus hijos, herederos y sucesores legítimos, por cuyo título fue tan conocido en toda la Nueva España.

            En el alma del Conde dominaba profundamente el sentimiento religioso, y por lo mismo se dedicó a fomentar las comunidades de Misioneros Apostólicos de “propaganda fide”, destinados a la conversión de los infieles y a llevar hasta el seno de las tribus bárbaras la religión y la civilización, comprendiendo su imaginación elevada los inmensos beneficios de estas empresas filantrópicas, especialmente en México, donde sólo los misioneros podían penetraren aquellas tribus y  ser la verdadera barrera de la Nueva España. Infinitos fueron los grandes servicios del Conde, destinados a este caritativo objeto,, y por ellos se granjeó el amor y respeto  de todo el Reino, habiéndosele expedido por el Convento de Misioneros de Querétaro un honroso certificado de que para tan piadoso fin el Conde les había entregado como donativo gracioso la cantidad de noventa  mil ochocientos veintitrés pesos fuertes. Este vehemente celo, esa idea ardiente de civilizar a los bárbaros y hacerlos entrar en el gremio católico, formando parte del mundo civilizado, lo hizo avanzar más en sus heroicos propósitos, y en el año de 1756, con anuencia de su no menos generosa consorte, hipotecó solemnemente por escritura pública todos sus bienes para llevar  a cabo la grandiosa empresa de civilización de los indios bárbaros de Coahuila. Idea sublime, rasgo sin ejemplo en la historia de los hombres filantrópicos que jamás haya registrado nación ninguna. Esta escritura es el primer cuartel y el más glorioso del escudo de armas y la más brillante perla de la corona del Conde de Regla. Todo lo referido consta en el testimonio de diligencias judiciales que para el establecimiento de las misiones en el río de San Sabás, entre  los indios Apaches, practicó en el año de 1757 el Coronel Don Diego Ortiz Parrilla de orden del Virrey de México; y parecería fabuloso este heroico rasgo de desprendimiento si no se hallara certificado de una manera tan auténtica y fehaciente.

            Al frente de estas misiones, cuyo importe ser calculó en ciento cincuenta mil pesos fuertes, marchó un primo del fundador Conde de Regla, el P. Presidente de las mismas, Fray Alonso Giraldo de Terreros, del orden de San Francisco, Predicador Apostólico y Guardián que había sido del Colegio de Querétaro, de donde salió con varios compañeros. En el año  siguiente de  1858, el Conde reforzó estas misiones, a cuyo efecto envió al O. Fr. Gaspar Gómez, del Convento de San Francisco de México, y veinte religiosos más, según se ve por la Real Cédula de Concesión hecha en Buen Retiro a 10 de septiembre de 1757, siendo del cuenta del Conde todos los gastos de manutención y traslación de estos Misioneros, por lo que S.M. en dicha cédula le manifestó haber sido muy de su real agrado este servicio, que tendría presente para premiarle.

            La tan piadosa como grande fundación de las misiones, terminó después de gloriosa conquista por la fe y civilización de los indios Apaches, por una sublevación general, en la que murieron heroicamente, a mano de los bárbaros, el P. Fr. Alonso Giraldo de Terreros y sus esforzados compañeros, cuyos venerandos nombres se hallan escritos en los libros de las Actas Apostólicas de los Conventos de Misioneros de México, para gloria de la Iglesia Católica y veneración de toda la cristiandad.

            Faltaban en cierta ocasión víveres para la expedición de Panzacola, y con el objeto de racionar a las tropas, el Conde puso a disposición del Teniente General Don Martín de Mayorga, Virrey de México, como donativo gracioso, tres mil cargas de buen trigo, las cuales, reguladas por los Oficiales Reales al precio más bajo, importaron veintiocho mil ochocientos sesenta y cinco  pesos fuertes.

            En una urgencia pública prestó el Conde, sin interés ninguno y en una sola partida, a la Renta de Tabacos, la buena suma de tres millones de reales de vellón.

            Pudiera citar otros mil ejemplos del noble desprendimiento del Conde; más, debiendo omitirlos en obsequio de concisión de esta reseña histórica, afirmaré, sin temor a ser desmentido, que jamás se recurrió en vano a su inagotable generosidad, invocando el nombre de la patria. Los hechos siguientes lo demuestran.

            Siendo Virrey de México el marqués de Croix, proporcionó al Estado el Conde de Regla, sin ningún premio y en circunstancias de escasez de numerario, la respetable cantidad de ocho millones de reales.

            En el Gobierno del Sr. Don Antonio Bucareli, sucesor en el Virreinato al Marqués de Croix, proporcionó el Conde, en otra sola partida, la cuantiosa suma de diez y  seis millones de reales, también sin más apremio que l honor que decía le resultaba de prestar tales servicios.

            Entre otros servicios distinguidos del Conde, mencionaré el más notable, cuyo recuerdo se conserva vivo en la memoria de las personas que en España, México y en La Habana, pueden atestiguarlo y lo atestiguan. El Conde regaló al  Rey Don Carlos III un navío de guerra de guerra de tres puentes, con ochenta cañones, y fue construido de madera de caoba en el antiguo arsenal de La Habana, a sus propias expensas, y provisto de los víveres necesarios para seis meses. Este navío llevó el título de Regla. Hoy parecería temeraria tan cuantiosa donación; y si bien se ignora a punto fijo cual fue su costo, aseguran los inteligentes que conocen el valor de un navío de guerra y que vieron el “Regla”, que pasó su precio de veinte millones de reales. (15)

            El Rey Don Carlos III ordenó que para perpetuar la memoria del Conde de Regla y de su familia, hubiera “siempre” en la Real Armada un navío de guerra con el título de “Regla”.

            Desde febrero de 1755 hasta septiembre de 1756, dio cuarenta y un mil novecientos noventa y tres pesos fuertes como limosna para la fábrica del Convento de San Fernando de México, y además el altar mayor y el órgano. Para el Colegio de Misioneros de Pachuca, mil pesos fuertes anuales de limosna.  Una buena librería al mismo colegio. Para el aumento de su fábrica, ochenta mil duros. Para la construcción del Convento de Religiosas Capuchinas en el Santuario de Guadalupe de México, daba quinientos duros semanales y los dio durante treinta y seis semanas, habiéndose recibido los últimos quinientos, con que se completaron diez y ocho mil pesos fuertes, pocos momentos antes o después que llegó México la noticia de su muerte; y no dio más porque le falto la vida, pues su ánimo y resolución era continuar dando los dos mil pesos mensuales hasta la conclusión de la obra. Además de esto, las religiosas de “Corpus Christi”,  el Convento de San pablo, el Hospicio de pobres de México y especialmente los Conventos citados de “Propaganda Fide”, de San Francisco de Pachuca, de Santa Cruz de Querétaro y de San Fernando de México, de los cuales era Síndico Apostólico, conservan recuerdos indelebles de su ardiente caridad, porque a su costa los reedificó, amplió y hermoseó.

            Como complemento de las obras grandes de beneficio público que fundo el Conde, citaré, por último, el Monte de Piedad que a sus propias expensas estableció en la Ciudad de México en el año de 1774 bajo el Patrocinio Real, con la dotación de 300,000 pesos, para remediar, por vía de préstamo, las necesidades de las clases menesterosas, con el módico premio de tres granos, o sea la cuarta parte de un real fuerte cada seis meses; cuyos productos, después de socorrer al desvalido, destinó para  sufragios por los difuntos. Consta que el Monte de Piedad, únicamente desde su fundación hasta noviembre de 1802, había socorrido a novecientas cuarenta y dos mil ciento ochenta y cuatro personas, con la gran suma de diez y seis millones seiscientos setenta y ocho mil quinientos catorce pesos fuertes, continuando hasta el día de hoy repartiendo los beneficios de su piadosa institución.

            Parecen, por lo grande y extraordinarios, casi increíbles tantos desprendimientos  de sumas tan cuantiosas en favor del Estado y en bien público. A los preceptos evangélicos y a la educación cristiana se debe indudablemente una conducta de esta clase que valió al Conde de Regla el título de Tesorero de los pobres, con que éstos mismos generalmente le aclamaron.

            Cumpliendo en esta vida con los deberes de cristiano, no hizo derramar ni una sola lágrima, sino que enjugó cuantas pudo abarcar con sus manos misericordiosas para ser llamado “Bendito” en el último día, porque vistió al desnudo y dio de comer al hambriento. A la luz de la filosofía y de la verdadera filantropía, el hombre que muere después de cumplir con estos deberes, merece que su nombre se consigne en los anales de la beneficencia.

            Las grandes riquezas no le envanecieron nunca, y conservó siempre un carácter benigno y afable. Generoso en alto grado, excelente amigo y de costumbres sencillas y puras, fue el contraste de los hombres poderosos a quienes el oro desvanece. Nadie, por su traje ni por la moderación en sus gastos, hubiera reconocido en el Conde de Regla al hombre más opulento de la Nueva España.

            Para bien de la humanidad y ejemplo de los hombres, le concedió Dios larga vida, y cuando sintió que se aproximaba su última hora, llamó a sus hijos a su presencia, y en el mismo lecho de muerte hizo se leyera la siguiente carta que tenía escrita de su propio puño, y en la que se revelan clarísimamente los sentimientos de su alma generosa. La sencillez elocuente de esta carta es notable por más de un concepto, y el lector no podrá menos de leerla con interés. Dice así:

            “Amados hijos míos: voy a dar Cuenta a Dios y a retirarme del cuidado inmediato de vosotros, teniendo ya dispuesto y ordenado, según la rectitud de mis intenciones y deseos, cuanto he podio dejaros para que llevéis adelante los que me van a faltar en favor del Rey, del estado y vuestra subsistencia. Esta es la última vez que oiréis mis palabras y mis consejos, y por lo propio, quiero que pongáis en ello toda la atención que os pido, a fin de separarme de vosotros con aquel desprendimiento santo que es justo tener de todo lo de este mundo, para solicitar y esperar mi salvación de las inefables misericordias del cielo. Este discurso tiene necesidad de ser corto. Los instantes me son muy necesarios para volver sobre mi corazón y conformidad, y para entregarme tranquilo a obedecer la irremisible ley del mortal; y  así lo reduciré cuanto pueda, repitiéndoos lo que muchas veces me habéis oído juntos y separados.

            “Sea pues mi primer consejo, encargo y ordeno, el que os améis tan tiernamente como os he amado: el que viváis en tanta unión como si yo viviera, por todo el tiempo de vuestros días, y que procuréis llevar ileso o sin mancha el honor, la moderación, la rectitud, la caridad, el respeto a los superiores, la verdad con que os he criado, dedicándome incesantemente a inspirar  en vuestros corazones aquellas virtudes en que consiste nuestra sacrosanta Religión. Animados de éste y  solícitos siempre de su ejercicio, lograréis los efectos, que os puede prometer sin fatiga vuestro conocimiento; y a mí me aumentaréis, si Dios, como confío, oye mis solicitudes, la gloria que me repartirán sus piedades, y con esto voy al segundo encargo.

            “Este se reduce a que os prestéis el auxilio que necesita el otro: a que jamás dejéis de vuestra memoria y operaciones el trataros y veros como hermanos; y a que si a uno le falta alguna cosa precisa a su decencia, ocurráis prontamente cada uno a socorrerle.

            “En las divisiones y repartimientos de las que vais a poseer con mi última bendición, he procurado la estabilidad de ellas. Bien quisiera lograrlo en todo; pero si no lo consiguen mis disposiciones, hacer vosotros de modo que se verifique lo propio que quiero y debo querer en este tremendo lance, para que Dios os bendiga estos bienes y para que le rindáis con ellos el fruto de gozarlos, dando aquella parte que corresponda a sus pobres, de quienes os mando que seáis muy devotos.

            “Llevad, en cuanto hagáis, el santo temor de Dios por principio de vuestras operaciones: solicitad siempre haceros útiles al prójimo y al Estado: amad al Rey muy tiernamente y sedle sin cesar agradecidos, pues pocos se separan acaso de este mundo, que me excedan el amor con que lo llevo en mi corazón, para pedir en el Cielo que sean  prosperados sus días y que le llene Dios de tantas glorias como puede, aquí y en aquella santa morada de los justos. Vuestra casa es un ejemplar recomendable de las distinciones con que el actual benigno y piadoso Soberano ha honrado y visto a los que le sirven y desean servir: mucho deseara  haber conseguido lo primero;  pero voy sin duda alguna con la confianza de que lo he procurado en cuantas ocasiones pensé que lo podría lograr. A este fin veréis que se dirige el primer mayorazgo y título de vuestra casa, y creo que os dejo bastante que considerar en él; pues al propio tiempo que incluye al fin de la subsistencia y decoro del que la lleva en primer grado, he querido que sea con una ventajosa utilidad del Real Patrimonio, con quien es justo que solicite, aún después de muerto, que se dividan parte de sus frutos, para que jamás deje mi posteridad de serle útil en virtud de haber sido formada y protegida con sus piedades y honras.

            “En los otros mayorazgos o vínculos, y en sus sucesiones, hallaréis señaladas mis más justas ideas sobre vuestro bien y sobre vuestra perpetuidad en gozarlos con el agrado a Dios. En ellos no he tenido otro fin que el de vuestra durable subsistencia; y todas las leyes o condiciones con que los dejo, manifestarán, según examino, que  i intención es la explicada, como yo he solicitado distinguir los míos, y la que dejo en vosotros, idolatrados hijos de mi corazón. Jamás viváis más contentos que cuando se os ofrezca servir a vuestro Soberano y al público; y para tener este gusto es fuerza que siempre solicitéis estar prevenidos, pues de no serlo así, nunca podréis lograrlo. Una ocasión de esta debe apetecerse y buscarse con ansia, porque os aseguro, que no cuanto hace muchos años otro placer más aceptable que el que me da la memoria de que deseado y procurado servir a mi amado Soberano y a la nación, de quien he sido individuo hasta ahora.

            “Vuestra madre, cuya virtud y recomendabilísimas prendas me han tenido siempre en el justo concepto de que la voy a encontrar en la sacrosanta compañía de los bienaventurados, que dan incesantemente, os dejo a todos en la más tierna y débil edad; pero no por eso, y porque he procurado haceros  menos dolorosa su falta, debe separarse de vuestra memoria y de vuestras deprecaciones al Cielo que haya conseguido lo propio que he confiado. Yo he hecho con el mismo fin, frecuentes recuerdos de su bondad, y vuestras obligaciones de encomendarla al Todopoderoso, Criador y salvador nuestro; y pues e me va a acabar este gozo de traeros a la consideración y gratitud a vuestra digna madre, conservad lo que os he explicado de su santísima índole, de su virtuosa alma y de su piadoso y benigno corazón, para que viváis con más gusto contemplándola en el Cielo.

            “Es fuerza que cada uno de vosotros, idolatrados hijos míos, toméis quel estado que más consonancia tenga con vuestras atenciones, inclinaciones, ideas o deseos; pero no faltéis a que la elección sea bien acordada, examinada y conferida con el honor, con el juicio y con la decencia que os debe pedir mi memoria y la de vuestra madre. Ambos hemos hecho cuanto nos ha sido posible para vivir con el decoro heredado desde nuestra cuna; y así os ruego que conservéis el que os dejamos, y que no toméis aquel que desdiga o pueda ser reprendido de los juiciosos: mirad con qué personas hacéis vuestros enlaces o uniones; elegid con cordura y aborreced todo aquello que os pueda pesar, cuando ya no se puede deshacer: antes que las conveniencias os encargo que miréis el honor y crédito de las familias con quienes os unáis; el ser las que deben es un bien que no se acaba regularmente, y todos los otros son de corta estabilidad. En vuestros vínculos o mayorazgos he puesto sobre esta materia las leyes que me ha dictado la razón y el cargo de padre: procurad observarlas para obtener siempre su posesión con mi última voluntad.

            “También os pido, para llevar el consuelo con que debo daros el último adiós y el último abrazo, que recorráis todas las obras buenas que he procurado hacer en mi vida. Entre muchos papeles, que registraréis con cuidado, hallaréis justas señales del gusto con que he visto y atendido a varios objetos y casas religiosas. Ese Monte de Piedad, que veis establecido en México a mis expensas, bajo el real patrocinio del Rey, es obra de mi mayor veneración: él ha  sido mi delicia, por ser el fondo donde sin menoscabo alguno alcanza el pobre su alivio; y si estimáis, como lo espero, esta memoria  pública de vuestro padre, poned también toda vuestra gratitud en la bondad con que la tiene puesta mi Soberano entre la de su inmediata protección: mirad por ella, y auxiliadla cuanto lo permitan las situaciones de vuestras conveniencias; hacer que sea tan durable, como puede y he querido que sea, para darme allá en el Cielo este placer, que suplicaré lo mismo a su Divina Majestad en vuestro favor.

            “Si volvéis los ojos registrando esos mismos papeles hacia otra clase de servicios y obras, también hallaréis que imitar. Todo lo he hecho por cumplir con mi Rey y con mi Nación, y por ser agradecido a una América, en que con liberal mano me ha dado Dios la felicidad de poderos poner a la vista estos ejemplos, para que los adelantéis y dejéis a vuestra posteridad justa, nuevos motivos de imitar la mía. No os aconsejo en esto nada de vanidad: ella ha estado bien separada de mí, como es público, y en esta inteligencia recibid estos hechos para seguirlos, más por sus fines que lo que puedan parecer: el servicio de Dios y del Rey sea vuestro último punto de dirección: pues caminando a él, yo os prometo toda la fortuna y toda la prosperidad que os puedo desear.

            “Ya se va enterneciendo demasiado mi corazón; quiero no malograr este paréntesis, que me deja la pena y fatiga de mi muerte próxima: y así, amados hijos, los que estáis presentes o más inmediatos a este amargo dolor, pedid a María Santísima de la Concepción, nuestra madre protectora, que me continúe su asistencia, y que os consuele a vosotros y a mí en estas ansias, llevándome al temible tribunal de su hijo para que merezca sus piedades y pueda pedirle desde su compañía santa por vosotros, a fin de que logréis otro tanto: y con la propia intención os ruego que lo aviséis a vuestros hermanos, que no se hallen en mi presencia, pues en todos he puesto y mantenido hasta este instante el amor, el interés y  el cuidado que pedís a mis obligaciones.

            “Adiós, hijos míos: adiós, tiernos consuelos de mi esperanza en que le serviréis como os encargo; y adiós, ´por último, prendas amadas en quienes dejo sustituidas mis gratitudes a su Divina Majestad, para que miréis por sus pobres; para que reverenciéis y auxiliéis su templo santo; para que os tratéis como hermanos inseparables y de un interés unido, y para que sirváis siempre al Rey y a la nación como nobles miembros de ella.

            “Bien deseara continuar este  último consejo de mi vida, y pasarme a haceros las reflexiones que se agolpan a mi imaginación; pero ya no me alcanzan las fuerzas ni el tiempo, y os he querido esta señal de mis deseos escrita, para que la podáis meditar despacio, después de haberla oído a mi última presencia; y con esto y por mi final palabra, os doy y echo mi postrera bendición, para que gocéis vuestros días con los poderosos consuelos del Cielo, a donde voy a encaminar los que me quedan, y adonde espero dirijáis vosotros las súplicas más ardientes, para que tenga a vuestra madre en su dulce presencia, y me lleve a mí a gozar de la misma, como último bien de nuestras intenciones, y a este fin espero repitáis en los altares los más frecuentes y devotos sacrificios, para que podamos pedir allí con nuestras alabanzas a Dios, que llenándoos de felicidades en este mundo, haga después con vosotros lo propio.

            “En la hora de la muerte.- Vuestro Padre, el Conde de Regla”.

            Así terminó sus días en una posesión cerca de México a los 71 años de edad, en 28 de noviembre de 1781, el Señor Don Pedro Romero de Terreros, primer Conde de Regla. Esta larga vida fue empleada en el bien público y en el cumplimiento exacto de los deberes de buen súbdito, de fiel y amante esposo, de excelente padre y de hombre cristiano.

 

SEGUNDO CONDE

            Don Pedro Ramón Mariano José Francisco Miguel, segundo Conde de Santa maría de Regla, nació el 3 de agosto de 1761en la ciudad de  Pachuca, y fue bautizado el 6 del siguiente mes por Fray Gaspar Gómez, Predicador Apostólico y Guardián que había sido del Colegio de San Fernando de México. Siendo su madrina Doña María Magdalena Catarina  Dávalos de Bracamonte y Orozco, Condesa de Miravalle, su abuela materna.

            A la muerte de su padre, se le dio el título de Regla como inmediato sucesor al primer mayorazgo de la casa, expidiéndosele la correspondiente carta interina de sucesión por el Virrey, mientras recibía la confirmación del Monarca, la cual, debido a los largos trámites y tardada comunicación que entonces había con la metrópoli, no llegó sino hasta el año de 1789.

            El día 30 de abril de 1780 contrajo matrimonio Don Pedro con Doña María Josefa Rodríguez de Pedroso y de la Cotera, hija de Don Antonio Rodríguez de Pedroso y Soria, Conde de San Bartolomé de Xala, Caballero de la Orden de Santiago y Maestrante de Sevilla, quien al enviudar de su esposa Doña Gertrudis Ignacia de la Cotera y Rivascacho, recibió las órdenes sacerdotales. La ceremonia se efectuó en el oratorio de la casa de dicho  señor en la calle de Capuchinas, marcada hoy con el número 12, a las siete de la noche, oficiando el Arzobispo de México, Don Alonso Núñez de Haro y Peralta, siendo testigos Don Vicente de Herrera y Rivero, Regente de la Real Audiencia, quien andando el tiempo había de ser primer Marqués de Herrera y cuñado del Conde, el Inquisidor Don Francisco C Doctor Don José Benito, el primer Conde de la Cortina, Don Servando Gómez de la Cortina, pariente político de la novia, y Don Pedro Ignacio Echevers, Marqués de San Miguel de Aguayo. Al día siguiente en la mañana recibieron las bendiciones nupcialesde dicho Señor Conde de Xala, sirviendo de padrinos Don Fernando José Mangino, Superintendente de la Real Casa de Moneda, representado por Don José Mariano Iturria y Doña Dolores Romero  de Terreros Trebuesto y Sávalos.

            La tranquilidad de los nuevos cónyuges fue perturbada poco después de celebrado el matrimonio por los sucesos que a continuación se referirán.

            El primer Conde de Regla, pocos años antes de morir compró aquellos bienes que habían pertenecido a los Jesuitas, correspondientes a los Colegios de San Pedro y San Pablo y Noviciado de Tepotzotlán. Después de varios años de pacífica posesión de las fincas, los Fiscales de Real Hacienda y de lo Civil de la Audiencia de México, obedeciendo una Real orden, demandaron al Conde y a sus hermanos, suponiendo que el Ramo de Temporalidades ocupadas a los Jesuitas había padecido lesión enormísima en el remate que se hizo al primer Conde de dichas haciendas.

            Los Herederos del Conde, dice el Doctor Marroquí, ocurrieron para que los defendiera al Licenciado Don Miguel Domínguez Trujillo, persona de claro talento, de sobrada instrucción en la ciencia del Derecho y también de buenos conocimientos literarios. Grave, gravísimo era el empeño que sobre sí tomaba el defensor en el presente caso, no tanto por la dificultad intrínseca del asunto, cuanto por las circunstancias que en él concurrían. Efectivamente, si celebrado un contrato de compraventa entre particulares, el vendedor hubiera reclamado la lesión enorme once años y siete meses después de perfeccionado el contrato por medio de una escritura pública, los Tribunales tal vez no hubieran dado entrada a la demanda por inoportuna, y en caso de abrirse el juicio habría tenido con sólo citar la ley que fija el tiempo para ejercitar esta acción, pasada ya en este caso con notable exceso; pero  aquí el Rey era uno de los contratantes y como vendedor reclamaba novecientos noventa y nueve mil trescientos veintisiete pesos para llegar  al justo precio, habiendo sido rematadas las haciendas en un millón veinte mil pesos. La cuantía del suplemento pedido y la extemporaneidad de la demanda después de hecha la venta con las formalidades prescritas para esos casos, daban a este negocio un carácter de gravedad tal, que con razón se fijó en él la atención pública en todo el Virreinato, y no es difícil que también en la misma España se fijara. El Licenciado Domínguez probó en su alegato que todas las condiciones puestas para el remate de los bienes de los regulares Jesuitas se habían llenado por el Conde de Regla, y algunas superabundantemente.

            Terminado este célebre juicio, disfrutó el Conde de relativa tranquilidad, dedicado a los negocios de su casa y prestando servicios personales al estado, continuo en el oficio de Consultor del Tribunal de Minería, para el cual había sido electo el 6 de julio de 1784; fue Alcalde primer voto de la Ciudad de México en 1787; y el 27 de marzo de 1792 le fue comunicada por el Virrey, Conde de Revillagigedo, la Real orden de 6 de noviembre de 1791 por la cual Son Carlos IV ordenaba le fuesen devueltos al Conde los cuatro millones de reales que le había prestado cuando era Príncipe de Asturias.

            En premio de estos servicios le concedió el Rey, el 1º de noviembre de 1795, la llave de su Real Cámara como  Gentilhombre, con entrada; pero  como le fuera imposible asistir en persona a hacer el juramento respectivo, el Duque de Frías, Sumiller de Corps, comisionó al Arzobispo de México para que recibiera dicho juramento, como efectivamente lo recibió el día 30 de junio de 1797.

            En noviembre de 1797 se declaró una epidemia de viruela en el Real del Monte y Pachuca, extendiéndose hasta tomar terribles proporciones. Siendo Don Pedro el hombre más prominente de aquella comarca, le fueron pedidos auxilios en tan terrible ocasión. No olvidó el Conde de quien era hijo, y con el más noble desprendimiento auxilió a aquellos enfermos: Ordenó se dividiera la ciudad de Pachuca en cuatro cuarteles, asignando en cada uno de ellos una casa en donde se confeccionaran buenos alimentos, e hizo que tres médicos estuvieran al cuidado de los enfermos: este orden de cosas duró hasta fines de mayo de 98, siendo todos los gastos por cuenta del Conde de Regla, con excepción de aquellos que prestaron los religiosos del Colegio de San Francisco, quienes además de administrar los sacramentos, repartían pan y algunas cobijas entre los enfermos. Dio disposiciones análogas en el Real de Monte. Más no sólo en aquellos lugares presto el Conde tan valiosa ayuda: habiéndose declarado igual epidemia en México, cuidó de los enfermos del cuartel segundo de dicha ciudad en compañía del marques de Vivanco, Don Miguel González Calderón y Don Isidro Antonio Icaza.

            Al fallecimiento de Don Juan Casimiro de Ozta y Múzquiz, Marqués de Rivascacho, de quien era suplente el Conde de Regla, entro éste en propiedad del oficio  de Alguacil Mayor de la Inquisición, cuyo título despachó el Inquisidor General de España Don Ramón José de Arce, Arzobispo de Burgos, en Madrid a 14 de enero de 1801, y en 13 de abril siguiente prestó el Conde el juramento acostumbrado ante el Inquisidor Don Antonio de Bergosa Jordan.

            No fue el Conde de Regla muy afortunado en sus negocios, pues a pesar de los numerosos tiros y otras mejoras que llevó a cabo, los productos fueron tan escasos que en poco tiempo se vio en una situación embarazosa. Más no por esto se descuidó de sus operarios al ver que éstos sufrían a consecuencia de moler los metales en polvo, reformó las haciendas de beneficio de San Antonio, San Miguel y Regla, sustituyendo los morteros en que se molían los metales por máquinas de arrastre en agua.

            Consecuencia de su mala fortuna en estos asuntos fue la quiebra que sufrió su casa en los últimos años de su vida, motivando un concurso de sus acreedores.

            Sin duda alguna, todos estos sinsabores, minando su salud, apresuraron su fin, sorprendiéndole la muerte el día 19 de octubre de 1809.

            Fue enterrado en el Cementerio de Santa paula.

 

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TERCER CONDE

            El tercer Con de Regla nació en la ciudad de México el 1º de noviembre de 1788, y el 4 del mismo mes fue bautizado con los nombres de Pedro José María Ignacio Antonio Pascual Ramón Manuel Santos, por su abuelo materno el Bachiller Don Antonio Rodríguez de Pedroso y Soria, Conde de San Bartolomé de jala, previa la venia del cura coadjutor del Sagrario Metropolitano, Don José María Alcalá; fueron sus padrinos el teniente Coronel Don José Dávalos y su tía materna Doña María Ignacia Romero de terreros Trebuesto y Dávalos.

            No había cumplido aún los diez y ocho años cuando fue admitido por la Junta de Maestranza de Sevilla como Caballero de ella en 1806; y el 9 de diciembre de 1810 le fue expedida por Don Fernando VII, en la Isla de león, la carta de sucesión en el título de Conde de Santa María de Regla.

            Declarada la guerra de Independencia en 1810, tanto por sus gustos militares, cuanto por la elevada posición que ocupaba en el Virreinato, fue nombrado Capitán del Escuadrón Urbano de Patriotas de Fernando VII, cuyo honorable empleo desempeñó con gran acierto, y en febrero del año siguiente se le encargó por Venegas del mando de la línea del Sur de México, obteniendo en dicho año la Cruz de caballero de la Orden de Carlos III, habiendo hecho previamente las pruebas de nobleza por los cuatro costados, que entonces se requerían para esa condecoración.

            Esa desastrosa guerra fue la causa de innumerables perjuicios en las minas del Real del Monte y en las numerosas fincas rústicas que su abuelo había adquirido al consumarse la expulsión de los jesuitas, y  estando expuestos los segundos a la incursión tanto de los realistas como de los insurgentes, sufrieron continuos saqueos por parte de ambos bandos.

                Doña María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio Barba, era la señora de más celebridad, de la Sociedad del Virreinato en aquella  época, no sólo por su vivísimo ingenio, sino también por su belleza que debe haber sido muy grande al considerarla Humboldt la mujer más hermosa que había conocido. A causa de la profusión de su cabellos rubio, cuyos tizos adornaban su cabeza, según la moda de aquel tiempo, fue conocida por todos con el nombre de la “Güera Rodríguez” y su casa se convirtió en el centro de animadísimas tertulias, concurriendo a ellas selecto de la sociedad. Casó con el Capitán Don José Gerónimo López de Peralta de Villar Villamil y Primo, Caballero de Calatrava, descendiente del famoso conquistador Don Gerónimo López y una de las personas prominentes de México. Las tres hijas de este matrimonio heredaron todas las bellezas de su madre, y no es de extrañar que la mayor de ellas, Doña María Josefa, cautivara el corazón del joven Conde de Regla.

            Concertóse el matrimonio y tuvo verificativo el día 15 de enero de 1812 en el oratorio de la casa número 1 de la segunda calle de las Damas, residencia de Doña María Josefa Rodríguez de Velasco, hermana de la güera y esposa de Don Manuel Cosío Acevedo, Caballero de Santiago, cuarto Marqués de Uluapa: casa que ha adquirido cierta celebridad por haber sido hospedado en ella en 1799 el Libertador Sud-Americano Simón Bolívar. Celebróse la ceremonia a las ocho de la noche por el Arcediano de la Catedral Don José Mariano Beristáin, siendo testigos Don Silvestre Díaz de la Vega, del Consejo de Hacienda, y Don Juan Vicente Gómez Rodríguez de Pedroso, Maestrante de la Real Ronda, primo del Conde de Regla de dicho mes les confirió las bendiciones nupciales el mismo Doctor Beristáin.

            Al ocurrir en París el 13 de junio de 1815 la muerte del primer Marqués de San Cristóbal, tío Carnal de Don Pedro, como hermano menor de su padre el segundo Conde de Regla, y en vista de que no habiendo aquél contraído matrimonio, estaba llamado su sobrino a la sucesión del Mayorazgo y título de San Cristóbal, la Real Audiencia de México lo declaró sucesor el Virrey Don Juan Ruiz del Marquesado en 29 de noviembre de 1817. Hecho lo cual, presentó al Rey el 15 de julio del año siguiente un memorial documentado acreditando su derecho, y en vista de ello se le expidió la carta confirmatoria del título en 5 de septiembre de 1818.

            Habiendo sido nombrado el año anterior Gentilhombre de Cámara de S.M. con entrada, y Capitán de Alabarderos del Virrey, la satisfacción que estos honrosos puestos pudieran ocasionarle fue muy pronto empañada por la pérdida de su madre, cuya muerte acaeció el 2 de mayo de 1819.

            Nació Doña María Josefa Ana Ignacia Teresa Antonia Rafaela Rodríguez de Pedroso de la Cotera y Rivascacho el 26 de noviembre de 1765, y desde que contrajo matrimonio con el segundo Conde de Regla dio pruebas de muy claro talento y relevantes virtudes, razón por la cual a la muerte de su marido quedó de albacea de su testamentaría, cuyo cargo desempeñó con gran acierto en medio de no escasas dificultades, prodigando a su hijo los más sanos consejos. A la muerte de su padre había sucedido en el Condado San Bartolomé de Jala, y en 15 de octubre de 1816 a su primo Don José Guadalupe de Soria Villarruel y Villaseñor, como quinta Marquesa de Villahermosa de Alfaro. Murió con todos los auxilios espirituales y fue sepultada en la Colegiata de Guadalupe.

            El 15 de septiembre del mismo año en que murió su madre, le fue expedida al Conde de Regla por el Virrey Conde del Venadito, la carta interina de sucesión en el Marquesado de Villahermosa, mientras obtenía del Rey la definitiva.

            Terminada la guerra, firmó el Conde, en compañía de la mayor parte de la nobleza del país, el Acta de Independencia, y fue nombrado miembro de la Junta Soberana del Imperio, recibiendo la Gran Cruz de la Orden de Guadalupe, al instituirse ésta en 10 de febrero de 1822. Posteriormente, al ser declarado Iturbide Emperador, fue nombrado Caballerizo Mayor de la Corte, al mismo tiempo que se le hacía a su esposa Dama de Honor de la Emperatriz, según consta de la Gaceta Imperial de México, publicada el 20 de julio de 1822; y ambos tomaron parte en la coronación y demás ceremonias con que se inauguró el efímero primer Imperio Mexicano.

            Habiendo ofrecido Iturbide al Conde de Regla en 1822 el Grado de General de Brigada del Ejército, lo renunció éste al principio; pero un año más tarde lo aceptó, bajo la condición de que no había de disfrutar sueldo alguno, despachándosele el 12 de noviembre el título correspondiente, firmado por Don Vicente Guerrero, Don Mariano Michelena y Don José Joaquín de Herrera. Fue encargado de la Prefectura del Centro de México y de la línea militar del Norte, en cuyo cargó formó a sus expensas un estado de las Comandancias principales y sus subalternas, que presentó al Gobierno.

            Aunque al declararse la República quedaron suprimidos los títulos de nobleza en México, no por eso dejó el General Romero de Terreros de ser conocido por el Conde de Jala y de Regla, si bien es cierto que anteponía a éstos dictados la partícula “ex”. Los últimos años de su vida fueron exacerbados por el mal éxito de los negocios que tuvo con los Señores Flores y Saviñón, por cuya causa perdió su casa, haciendas tan valiosas como Chicavasco y Casa Blanca.

            Nombrado Ministro Suplente de la Suprema Corte de Justicia en 1839, desempeñó este cargo hasta principios de 1841 en que renunció por motivos de salud; pero tres años más tarde fue nombrado Ministro Honorario de la Suprema Corte Marcial.

            Falleció el 12 de abril de 1846, y según sus disposiciones testamentarias, fue amortajado con un hábito de San Francisco y sepultado en la tumba de su madre en la Colegiata de Guadalupe, trasladándose sus restos más tarde por orden de su hijo Don Manuel a la Capilla de la Hacienda de Jalpa, en donde se hallan hasta la fecha al lado de los de su esposa.

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        QUINTA PARTE

LISTA DE LA MAYOR PARTE DE LOS BIENES DEL

PRIMER CONDE DE REGLA

Primer Mayorazgo anexo al Condado de Regla

            Las minas y haciendas de beneficio del Real del Monte y Zimapán.

            La casa de la calle de San Felipe Neri.

            Las haciendas de San Javier, Chicavasco, San Pablo, La Concepción, La Florida, Pastores de Ocuila, Santa Lucía, San Juan de la Labor, Ixtula y Algibes.

Segundo Mayorazgo anexo al Marquesado de San Cristóbal

            Las haciendas de Xalpa, Casa Blanca, Temoaya, Santa Inés, La Gavia, Portales, Xuchimanga, Pastores de Colima, Jilocingo, El Panal, La Concepción Tepotzotlán y el Molino de Tepotzotlán.

Tercer Mayorazgo anexo al Marquesado de San Francisco

            Las haciendas de San Cristóbal de Acámbaro, Parácuaro y Anexas y la Cañada.

Bienes Libres

            Las haciendas de Ajuchitán, San Francisco, Tenería, San Nicolás de Provinbcia, Cuyutlán, Tecajete, San Pedro de las vaquerías, San José y San Antonio, Guayapa, Tetillas, La Teja, y casas en México, Querétaro y Pachuca.

 

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SEXTA PARTE

EXTRACTO DE LOS MUEBLES Y OBJETOS MÁS NOTABLES

DEL INVENTARIO DE LA CASA DEL SEÑOR CONDE DE REGLA,

EN LA CALLE DE SAN FELIPE NERI

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Sala que es del estrado

            Primeramente el tapiz de ella que es de terciopelo carmesí.

            Ocho cortinas de damasco con sus goteras de lo mismo.

            Los lazos de galón ancho de plata, y la gotera de todo el tapiz del mismo galón de plata.

            Cuatro goteras de madera, talladas y doradas.

            Dos manparas de cristal.

            Una imagen de Nuestro Señor Jesucristo crucificado, de marfil, con su cruz de ébano.

            Las cantoneras, potencias, clavos, marco del baldaquín del Señor, su remate y concha, todo de plata, y el centro del baldaquín de terciopelo carmesí.

            Diez pantallas de a dos arbotantes, todas de plata.

            Siete espejos grandes con sus  marcos de plata.

            Dos candiles de a  diez y seis arbotantes cada uno, y los florones de donde cuelgan, todo de plata.

            Dos tibores de plata con sus tapas y mesas en que están, de lo mismo, de más de vara y cuarta de alto.

            La caja y pie del reloj de esta sala, de tres varas y media poco más de alto, forrada de plata calada y cincelada, con sus garras y almenas de lo mismo.

            Diez y ocho taburetes de caoba, altos, con asiento de terciopelo carmesí.

            Diez y ocho dichos de estrado, de la misma forma y madera.

            Una alfombra turquesa que coge todo el estrado, con ocho varas de largo y cinco de ancho.

            Dos medias mesas de caoba.

Sala del sitial

            Primeramente un sitial de terciopelo  carmesí, con su silla y cojín, guarnecido todo de galón y fleco de plata.

            Una lámina con el retrato de nuestro Católico Monarca  el Señor Don Carlos III (que Dios guarde).

            El marco de la dicha lámina, de plata cincelada, con sus  sobrepuestos y tarjas.

            Diez láminas de la vida de Cristo y de la Virgen, con sus cristales y marcos de plata.

            Un espejo grande con luna de cristal y marco de plata, con su remate de lo mismo, el cual estaba en esta sala y hoy  se halla en el oratorio.

            Seis pantallas grandes de plata, con sus dos arbotantes cada una, cincelados.

            Dos candiles de plata de a diez y seis arbotantes cada uno y los florones de donde penden también de plata.

            Dos tibores de loza de China de más de vara y media de alto con sus tapas de fierro.

            Dos docenas de taburetes pintados de blanco y dorados, con sus asientos de damasco carmesí.

            Una mesa de caoba  de dos  varas de largo y una tercia de ancho, con su  cajón y tiradores de latón.

            El tapiz de la sala es de damasco de Italia, carmesí.

            Cuatro pares de cortinas con sus goteras.

            Cuatro repisas y goteras de madera talladas y doradas.

Oratorio

            Primeramente un platillo y campanilla de plata.

            Dos candeleros ochavados de plata.

            Uno dicho para la tercerilla, de la misma hechura.

            Dos atriles cincelados antiguos.

            Cuatro blandoncitos redondos de plata.

            Seis jarras redondas cinceladas, de plata.

            Un palabrero con su pie de plata, cuadrado y sobrepuesto de lo mismo.

            Un cáliz y patena con su cucharita, todo de plata.

            Otro liso, antiguo, y su patena.

            El sotabanco del altar, de plata cincelada con sobrepuestos de lo mismo, con varias reliquias y ceras de Agnus.

            Un colateral que se compone de doscientas setenta y dos piezas, con su imagen de Nuestra Señora de los Dolores en lámina, el marco, la peana, cuatro pilastras y su concha, todo  de plata, con sobrepuestos de lo mismo y varias ceras de Agnus.

            Una lámina de a vara, de la coronación de Nuestra Señora la Virgen María.

            Un frontal de plata cincelada con sobrepuestos de lo mismo.

            Una patente de hermandad con la religión de Nuestro Seráfico Padre Señor San Francisco, con marco  de plata y sobrepuestos de lo mismo-

            Dos óvalos de plata cincelados y con sobrepuestos de lo mismo, el uno con la imagen de la Purísima Concepción bordada y el otro de la misma imagen, de pintura.

            Un hostiario de plata liso, antiguo, y un relicario de lo mismo con sobrepuestos, y el cerco de la reliquia de San camilo que contiene, de filigrana.

            Un candil con diez y seis arbotantes, todo de plata.

            Dos pantallas de plata cincelada, antiguas, de dos arbotantes.

            Dos nichitos de plata con sus cabecitas de Niño Jesús, de cera.

            Un Santo Cristo de madera, de media vara de alto, con tres cantoneras, Inri y corona de plata cincelada.

            Ocho ramilletes de plata con sus jarras de lo mismo, puestos sobre tabla con fondos de terciopelo carmesí.

            Un copón redondo, antiguo, de plata.

            Un nichito de plata cincelada, de poco más de cuarta, con tres vidrios y descubierto por arriba, con una cabecita de Niño Jesús, de cera.

            Un atril de madera, dorado.

            Tres aras, dos grandes y una chica.

Una imagen de Señor San José, de madera estofada, de a tercia.

            Una lámina de cobre de Nuestra Señora de los Dolores.

            Dos pantallas de plata de la misma forma y tamaño que las que se hallan en la sal del dosel.

            Un cuadrito de a tercia del corazón de Santa Gertrudis.

            Una mesa con tres cajones de ornamentos, de madera fina, con tiradores y chapas de latón.

            Una casulla de nácar galoneada de plata, con su estola, manípulo, paño de cáliz y bolsa de corporales.

            Otra ídem de tela blanca, galón de oro, con su estola, manípulo, paño de cáliz y bolsa de corporales.

            Otra dicha, de tela morada y plata, con galón de oro y sus paramentos.

            Un amito de estopilla con punta de encaje y listones de aguas.

            Un síngulo de listón blanco guarnecido de punta de oro.

            Otro ídem encarnado, de la misma forma.

            Una alba de Bretaña con punto de encaje.

            Otra dicha, de estopilla, con encaje de media vara de ruedo, campechano y mangas del mismo encaje.

            Unos manteles de Bretaña guarnecidos de encajes.

            Un manotejo igual a los manteles.

            Un misal artopiano, encuadernación de pasta dorada.

            Una palia bordada de seda y oro, guarnecida de punta de plata y paño.

            Dos bolsas de cáliz de Bretaña.

            En la pared un lienzo y en él pintado un colateral, con mi Señora del Rosario y varios santos, y coge la mayor parte de un lado del oratorio.

            El cielo, pintado en él el sol y la luna.

            El florón del candil que es de cristal.

            Un espejo de a vara con su marco de madera dorada.

            El tapiz de todo el oratorio es de damasco carmesí de China con dos cortinas y sus goteras de lo mismo.

Pieza conocida por el tocador

            Primeramente el tapiz de Damasco de China, amarillo, con su gotera formada de galón de plata, y con el mismo  galón hecho un rodastrado.

            Un tocador con sus gavetas, mesa, luna y el marco de esta con su tarja, todo de plata cincelada, y en medio de la tarja o penacho de cinceladas y pintadas las armas de la Señora Condesa, cuyo alto del pie a la concha pasa de tres varas y de ancho como vara y media.

            Cuatro pares de antepuertas con sus goteras del mismo damasco, y las goteras de madera dorada.

            Una mampara de pintura.

            Una papelera de caoba fina, de dos cuerpos, con un San Pedro de escultura dorada arriba, los tiradores y chapas de latón, dos lunas de cristal en las puertas.

            Cuatro pantallas de plata cinceladas con dos arbotantes cada una.

            Un candil de plata con diez y seis arbotantes.

            Nueve escabeles de nogal forrados de damasco amarillo.

            Un tapete de tripe, azul y blanco.

            Un espejo con marco de plata.

            Una carpeta de paño azul, pintada.

Recámara principal

            Primeramente una cama de madera con sus pilares y cabecera, tallada y dorada.

            Seis antepuertas o cortinas de damasco carmesí con sus tres goteras de lo mismo.

            Dos goteras de madera tallada y dorada y otra de moldura dorada.

            Una mampara pintada.

            Un nicho o marco en forma de cuadro, de ébano, con Nuestra Señora de Guadalupe de marfil, dentro las cuatro apariciones, varios ángeles, jocotines y otras figuritas de marfil, una capillita con su adorno de plata.

            Otro nichito con el nacimiento del Hijo de Dios, también de marfil, con tres vidritos, forrado por fuera en terciopelo carmesí, su concha y sobrepuestos y guarnición de plata cincelada.

            Otro nicho de madera pintado y dorado, con sus vidrios y dentro una imagen de Nuestra Señora de Loreto con su tiara, corona y mundo del niño de plata sobredorada.

            Dos lienzos de enrollar, de a vara, poco más o menos, de los Divinos Pastores.

            Dos ceras de Agnus con flores de lo mismo y marquitos de cristal ochavados.

            Dos corazones con sus vidrios, en el uno está el Niño Jesús y en el otro el Nacimiento, con las imágenes de marfil, con flores cartulinas ambos.

            Una imagen de talla, de más de tres cuartas, de la Purísima Concepción, con su corona de plata, con sus imperiales.

            Dos pantallas de plata con sus dos arbotantes.

            Un ropero de caoba con su tarja de la misma madera tallada y angelitos, fileteado de sisa de oro.

            Otro dicho, de tres puertas, pintado de verde y dorado.

            Un rodastrado de damasco de Italia, con su moldura dorada y tallada.

            Siete taburetes de granadillo con los asientos de damasco.

            Cuatro dichos de la misma fábrica, chicos.

            Una media mesa de granadillo.

Recámara pequeña que sigue

            Un lienzo de más de vara, con su marquito de plata, de Nuestra Señora de los Dolores.

            Un lienzo de la Santísima Trinidad con su marco dorado.

            Otro de Nuestra Señora de Quito.

            Otro del Señor San Antonio de Padua.

            Una cama verde.

            Un biombo con diez hojas.

            Dos cortinas con su gotera de damasco carmesí de China.

Sala de asistencia

            Ocho cortinas con sus cuatro goteras de damasco carmesí, de China.

            Dos cenefas de las goteras talladas y doradas.

            Un óvalo de madera negra con la Santísima Trinidad y sobrepuestos de plata.

            Una lámina de Descendimiento con su marco y tarja de plata.

            Cuatro espejos grandes con sus marcos y copetes de plata.

            Un candil de plata con diez y seis arbotantes, y el florón de donde pende de madera dorada.

            Un marquito de carey y ébano con sus sobrepuestos de plata, con Santa María Magdalena de marfil, y los azotes, resplandor y cinto de oro con esmeraldas y rubíes.

            Otro marquito del Patriarca San José, de ébano, con copete y sobrepuestos de plata cincelada.

            Dos arbotantes de plata.

            Seis pantallas de plata, como las de la sala, con sus dos arbotantes cada una.

            Dos papeleritas pequeñas, de dos cuerpos, de caoba, con sus mesas, con los tiradores y chapas de latón, sus lunas en las puertas.

            Una media mesa de granadillo.

            Un rodastrado de damasco carmesí de Italia, con su moldura tallada y dorada.

            Cinco taburetes grandes de granadillo con sus asientos de damasco.

            Catorce taburetes de estrado de la misma forma y madera que los antecedentes.

            Una alfombra de tripe azul y blanco.

Comedor

            Seis pantallas de vidrios azogados con sus arbotantes de metal.

            Diez países de papel de China con sus medias cañas doradas.

            Un estante grande de cedro.

Una mesa de madera fina.

Diez y ocho  taburetes de madera con sus asientos y respaldos de vaqueta.

Un florón para candil, de madera  dorada.

Cuarto que sigue al comedor

            Cuatro cortinas con sus dos goteras de damasco carmesí de China.

            Un baldoquín de damasco carmesí con su Santo Cristo de marfil.

            Dos ovalitos  con reliquias, con sus vidrios y marcos de lo mismo azogados.

            Dos camas pintadas de verde.

            Dos biombos con diez hojas cada uno.

            Una papelerita de madera fina sobre un escabel forrado de vaqueta.

Cuarto que sigue al antecedente

            Un baldoquín de raso carmesí y blanco.

            Un Santo Cristo de latón, romano.

            Un lienzo de vara y media, de San Antonio de Padua.

            Dos óvalos con San Antonio Abad y Santo Domingo, con sus marcos dorados.

            Dos camas verdes.

            Dos biombos con diez hojas cada uno.

            Dos cortinas de damasco con sus goteras de lo mismo, carmesí.

Repostería

            Dos paisajes de China con sus medias cañas doradas.

            Dos Cajas grandes con sus cerraduras.

            Otra caja mediana de cedro.

Recámara  antes del oratorio

            Una imagen del Señor San Miguel, de marfil, de cerca de una vara de alto.

            Nueve taburetes de nogal, forrados de vaqueta.

            Un cuadrito de media vara, de Nuestro Padre San Francisco, con el marco de vidrios azogados.

            Un baldoquín de raso bordado.

            Un Santo Cristo de madera.

            Una pileta de agua bendita, de plata.

            Dos cortinas de damasco carmesí y dos goteras de lo mismo.

Sala que servía de recámara al Señor Conde

            Seis cortinas de damasco carmesí y cuatro goteras de lo mismo.

            Un lienzo  de a dos varas, del Señor San pedro.

            Cuatro óvalos con sus marcos dorados, el uno con Santa Gertrudis, el otro con Santa catalina, el otro con Santa Clara y  el otro con Santa María Magdalena.

            Una lámina de Nuestra Señora del Pópulo con marcos negros y sobrepuestos de plata.

            Un espejo con su marco dorado y tallado.

            Dos cajas grandes de vara y media, de maderas finas y embutidas por dentro de linaloé, con sus chapas caladas y doradas.

            Diez y nueve taburetes de nogal.

            Una cama pintada de verde con su cabecera encarnada.

            Un biombo achinado, dorado.

En el escritorio del Señor Conde

            Seis cortinas de damasco carmesí con sus goteras de lo mismo.

Doce cuadros del Apostolado con sus marcos dorados.

Ocho pantallas de cristal con sus arbotantes de metal.

Un lienzo de Nuestra Señora de los Dolores.

            Un Niño Jesús, de talla, con su túnica de seda, sus tres potencias de plata, y su peana de talla dorada.

            Dos países en lienzo con sus marcos de ébano.

            Una papelera de dos  cuerpos, de caoba, con perfiles dorados, tiradores y chapas de latón.

            Una mesa de madera fina.

            Otra papelera de un cuerpo, de cedro.

            Un canapé de madera gateada, con su asiento y dos cojines de damasco carmesí.

            Veinte y un taburetes y una silla de brazos de la misma madera gateada, con asientos de damasco carmesí.

            Un reloj en su caja azul con su péndulo real.

Plata

         Cuatro docenas de platillos.

            Nueve platillos redondos.

            Trece platones de todos tamaños.

            Una bandeja y dos salvillas de pie.

            Cuatro candeleros.

            Tres mancerinas.

            Cuatro cucharones, dos trinchantes, dos docenas de cubiertos, nueve cucharas y diez tenedores.

            Cuarenta y seis cuchillos.

            Un recado de escribir.

            Una docena de platillos de recorte.

            Una bandeja con cuatro pies, dos ensaladeras y tres plamencas.

            Diez y ocho cubiertos, dos saleros, tres jarros, una conservera, dos platones.

            Veintiún piezas de tenedores y cucharas, un cucharon, cuatro platones, un platillo, dos azafates y un cubito.

            Dos bernegales con sus pies cincelados y dorados.

            Tres fuentes.

            Ocho platillos redondos, cuatro  candeleros, anafe, un pichel, vinagreras, cuatro despabiladeras.

            Una tetera con pie y candileja.

            Un velador.

            Un trinchante entero.

            Dos vasitos.

            Cuatro candeleros.

            Doce platillos de recorte, una salvilla, pescadera, salero y una docena de cubiertos.

            Doce platillos, dos pescaderas, dos platones.

            Doce platillos redondos, seis cucharas y cinco  tenedores.

            Una salvillita, un bote, ocho platillos, un braserito y dos candeleros.

            Trece cubiertos, dos saleros, seis copas, cuatro  tazas y dos  cocos.

            Un ramilletero.

            Cincuenta y cuatro fuentes.

            Treinta platones.

            Dos  soperos grandes, dos medianos.

            Once docenas de platillos.

            Veinte cuchillos, seis candeleros, dos cucharones, ochenta y ocho cucharas.

Coches

            Primeramente una estufa de gala, forrada por dentro  de terciopelo carmesí y guarnición de plata, colgadura  blanca de seda, y por fuera tallada y dorada, con dos castillejos, vidrios castellanos, sus remates labrados.

            Un cupé dorado, con seis  remates, vestido por dentro de paño encarnado guarnecido con fleco de seda blanca, tres vidrios castellanos, el juego todo encarnado.

            Un forlón de gala, forrado de terciopelo  carmesí, guarnición de oro por dentro, dorado por fuera, con ocho remates.

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SEPTIMA PARTE

DESCRIPCIÓN DEL ESCUDO DEL PRIMER CONDE DE REGLA

            Escudo  cuartelado. Primero: de plata, árbol copado de sinople con dos lobos andantes, uno sobre otro: partido de sinople cinco panelas de oro, puestas en sotuer; bordura de gules con ocho aspas de oro, que es de Terreros. Segundo: de gules, dos lobos andantes de plata, uno sobre otro; bordura de oro con seis matas de romero, que es de Romero. Tercero: de azur cinco escudetes de oro, puestos en cruz, partido de azur cuatro crecientes de plata. Cuarto: de plata, nueve roeles de azur, puestos de tres en tres. Mantelados de gules, dos ciervos de plata, uno sobre otro.

            Acolado el escudo con la Cruz de Calatrava y timbrado con Corona de Conde.

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OCTAVA PARTE

DESCRIPCIÓN HERÁLDICA DE LAS ARMAS DE LAS FAMILIAS ALIADAS

CON LA DE ROMERO DE TERREROS.

            Trebuesto.- De  oro, cinco corazones de gules, un olmo de sinople y  atado a él con cadena de plata un león de gules.

            Dávalos.- De azur, castillo de oro donjonado y bordura componada de veinte  piezas, diez de plata y  diez de gules.

            Bracamonte.- De plata, checrón de sable, acompañado en el cantón de la derecha, del mazo de lo mismo acostado  en barra; bordura de gules, cargada de ocho anclas de oro.

            Rodríguez de Pedroso.- Escudo cortado: en la parte  superior, por Rodríguez, en campo azur aspa de oro, cantonada de cuatro flores; y en la inferior, por Pedroso, en campo de plata, cinco pesas de sable puestas en sotuer.

            Soria.- Cuartelado. Primero y cuarto: de gules, castillo  de oro donjonado; segundo y tercero: de azur, flor de lis de plata.

            Cotera.- Mantelado. Primero: de sinople, torre de plata, segundo: de plata, árbol de sinople; y la manteladura de azur, dos losanges de oro cargadas de una flor de lis de azur.

            Rivascacho.- Partido. A la diestra, por Rivas, en campo de oro una cruz de azur floreteada, y bordadura de azur con ocho flores de lis de oro; y a la siniestra, por Cacho, partido y medio cortado; primero: de sinople una serpiente de plata, bordura de oro; segundo: de oro, tres cotizas de gules; tercero: partido, de sinople, un toro de oro paciendo, y de plata, cuatro cabezas de moros, arrancadas, tortilladas de gules.

            Herrera.- De gules, dos calderas de oro; bordura cosida de gules cargada de otras doce calderas de oro.

            Rivero.- De  oro, roble terrazado de sinople, al pie un lobo de sable, linguado de gules, dando de mamar a dos lobeznos.

            López de Peralta.- Escudo cuartelado por una cruz potenzada, cortada de oro y gules. Primero: de azur, estrella de oro; segundo: de gules, guerrero armado y montado, teniendo muertos en el suelo tres guerreros indios; tercero: de plata, león rampante coronado de oro; cuarto: de azur, castillo de plata donjonado, sobre ondas de plata y azur. Bordura cortada de oro y gules, cargada  en la parte superior de cinco cruces treboladas de gules, y en la inferior de tres de oro. Escusón de gules con las cadenas de Navarra y en abismo en un losange de gules, un grifo de oro sobre una creciente de plata.

            Villar.- De plata, un fresno  arrancado de su color, acompañado de seis lanzas apoyadas al tronco.

            Villamil.- Cuartelado. Primero: de oro, espada puesta en banda y brochantes seis fajas de gules.  Segundo y tercero: de oro, águila e. Cuarto: de plata, seis fajas ondeadas de azur; y en jefe, en el punto de unión del primero  y segundo cuartel, una  cruz floreteada de gules.

            Rodríguez de Velasco.- De azur, sotuer de oro, cantonado de cuatro flores de lis de plata.

            Gómez de Parada.- De oro, tres palos de gules. Soportes: dos sierpes de sinople con las colas entrelazadas.

            Otero.- De azur, castillo de oro.  Bordura de gules con ocho aspas de oro.

            Goríbar.- De  oro, árbol de sinople con una paloma en su copa y  al pie un cazador tirándole con una ballesta y flecha, todo al natural.

            Ecay.- De gules, tres cruces recrucetadas de oro.

            Samaniego.- De azur, espada rota, guarnecida de oro, empuñada por una mano de carnación, y acompañada de siete estrellas de oro, tres a cada lado y una en la punta.

            Cervantes.- De sinople, dos ciervas de oro, una sobre otra, la  de abajo paciendo.

            Rincón Gallardo.- Partido. Primero: de gules, banda de oro, adiestrada de un león rampante de lo mismo. Segundo: de oro, diez roeles de azur, puestos tres, tres, tres y uno.

            Vinent.- Cortado por una faja d sinople. El primero partido, de oro, castillo donjonado de gules, y de gules, brazo armado  teniendo un racimo  de uvas. El segundo cortinado, primero y  segundo: de oro, flor de lis de azur, y tercero: de gules, cabeza de león  arrancada, de oro, coronada de lo mismo.

            Kindelau.- De azur, león pasante de oro, entre tres estrellas mal ordenadas, de lo mismo.

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            Para concluir diré que el artículo que antecede ha quedado muy completo, dados los detalles y particularidades de que en él me ocupo; creo de mí deber manifestar al lector que le he dado varias divisiones para servir a mi distinguido amigo Don Manuel Romero de Terreros quien, como es natural, tuvo empeño  en honrar a sus ascendientes, procurando  que en mi obra constaran cuantas noticias y apuntes pudo acopiar al efecto; gustoso me presté a ello, pues a la vez que complacía al amigo, ganaba para mi libro datos curiosos y de interés. De  manera que, con excepción de la Cédula en que Don Carlos III concedió el título de Conde de Regla a Don Pedro Romero de Terreros (cuya copia  tomé del Archivo del Ayuntamiento) y de la biografía del primer Conde (16) (extractada de la que escribió su nieto el primer Duque) todo el artículo ha  sido debido al Señor Don Manuel como el referente al marquesado de San Francisco, exceptuando la copia de la Cédula de concesión, que tomé del original existente en poder del Señor Fernández, heredero de la Señora Betti.

            En cuanto a los datos sobre la familia Romero de Terreros, con ser de que son tan completos, no los ignoraba, ni creo que  ningún lector tampoco, pues es una de las familias más conocidas de México, y el primer Conde tan popular por sus grandes hechos, que no hay detalle de su vida que no sea sabido. Con todo, el inventario de los muebles y objetos de la casa núm, 19 de San Felipe Neri es un documento preciosísimo y que considero una curiosidad histórica que no sabía existiera. Tocante a las noticias heráldicas y genealógicas de la familia Vinent y Kindelán, que aparecen apuntados en varios de los artículos relativos a la familia Terreros y en este del Condado de Regla en su completo desarrollo, debo decir que también me eran totalmente desconocidos por ser datos sobre una familia que no lleva ni medio siglo de estar radicada en México. Debo dar las gracias muy especialmente al Señor Terreros que se ha tomado la gran molestia de buscar, traducir y arreglar la genealogía de su línea materna y esto nada más para mi provecho.

 

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Ortega y Pérez Gallardo, Ricardo, Historia genealógica de las familias más antiguas de México, México, Imprenta de A. Carranza y Comp., Vol. II 3ª edición, 1908.

 

1.- Hijo de Don José Romero Felipe y de Doña Ana Gómez de Terreros Ochoa y Castilla; nieto de Don Francisco Romero Felipe, de Doña Isabel Vázquez, de Don Juan Vázquez Soriano y de Doña catalina de Terreros Ochoa y castilla; bisnieto de Don Francisco Romero Felipe González Vázquez, de Doña Ana Mateos, de Don juan Vázquez Esparragoso, de Doña maría Vázquez, de Don Alonso Vázquez Martín, de Doña Luisa Vázquez, de Don Diego de Terreros y de Doña Isabel de Castilla; tercer nieto de Don Bartolomé González, de Doña María Vázquez, de Don Fernando González Menguiano, de Doña Leonor Vázquez Mateos, de Don Alonso Esparragoso, de Doña Isabel Vázquez Rubio, de Don Bartolomé Vázquez Limona, de Doña maría Vázquez, de Don Pedro Vázquez García, de Doña Catarina Martín Gómez, de Don Juan Vázquez Sánchez, de Doña María Vázquez Martín, de Don  Juan Ruiz y de Doña Elvira Gómez de Terreros Ochoa; cuarto nieto de Don Fernando González Menguiano, de Doña Inés González, de Don Bartolomé Vázquez, de Doña Ana Mateos, de Don Domingo Vázquez, de Doña Catarina García, de Don Alonso Martín Herrero, de Doña Isabel Gómez, de Don Juan Vázquez, de Doña María sámchez, de Don José Vázquez y de Doña Cecilia Martín. Esta genealogía está tomada de la Información que para  armarse Caballero de calatrava hizo el primer Conde de Regla. No habiendo encontrado el Consejo de la Orden, que este señor poseyera nobleza por ninguno de sus cuatro  costados, pasó  al Rey la  información, quien le concedió la nobleza que le faltaba y  ordenó se le diese el Hábito de calatrava.

2.- Véase artículo sobre los Condes de Miravalle.

3.- Véase artículo sobre dicho título.

4.- Idem.

5.- Nació en México el 15 de Junio de 1795 y fue hija de Don José Gerónimo López de Peralta Villar Villamil, caballero de Calatrava y Maestrante de Ronda, y de Doña María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio barba. Falleció en Brooklyn el 7 de Junio de 1828 y fue sepultada en la catedral de san Patricio de Nueva York; posteriormente, en 1860, fueron trasladados sus restos a la Capilla de la Hacienda de Jalpa.

6.- Véase la fundación de dichos mayorazgos en el artículo sobre los Marqueses de Salvatierra.

7.- Hija de Don Juan N. Goríbar y de Doña María N. Ecay Múzquiz; nieta de Don Julián de Goríbar, de Doña Josefa Arrieta, de Don Blas de Ecay Múzquiz y Garza, y de Doña Juana Francisca de Arrieta y Santos Coy.

8.- Véase artículo sobre dicho título.

9.- Hijo de Don Juan María Gómez de Parada Fonseca Enríquez, Señor de Villasbuenas, San Fiuste y Pelilla, Regidor Perpetuo de Seherin en Murcia, y caballero maestrante de la real Ronda, y de Doña María de la Concepción Roma y Jiménez de Cisneros; nieto de Don Juan José Gómez de Parada Fonseca Enríquez, Señor de Villasbuenas, San Fiuste y Pelilla, de Doña Gertrudis Gallo de Villavicencio, de Don José Ignacio Romay y Bermúdez, Coronel del regimiento Provincial de Betanzos, señor de Fiobre y de Laxobre, y de Doña Vicenta Jiménez de Saboya Cisneros; bisnieto de Don Pedro Gómez de Parada, Regidor de Seherin (hermano de Don Juan, Obispo de Guadalajara), de Doña manuela Fonseca Enríquez y Sámano, del Coronel Don Juan Eusebio Gallo de Pardiñas, caballero de Santiago, Castellano de Acapulco, Teniente Capitán General de las Costas del Mar del Sur…….. de Don Enrique primer Conde de Alba de Liste de 1480, y de Doña María de Guzmán; duodécimo nieto de Don Juan Fernández de Parada, trece de Santiago, Alcalde del Castillo de Luna en la ciudad de Huete, de Perafán de Rivera, de Lorenzo Fernández de Figueroa, Maestre de Santiago,, de Don Alonso Enríquez, Señor de Medina de Rioseco, Almirante de Castilla, Adelantado Mayor de León, Señor de Castroverde, Aguilar de Campóo, Valdonguillo, Placenzuela, Bolaños, Arcos de la Frontera, Torrelobaton, Tamariz y Villabrajima, y de Doña Juana de Mendoza, llamada la Ricahembra; decimotercero nieto de Don Suero de Iñiguez de Parada )quien acompañó a Don Pedro el Cruel a Inglaterra, y muerto allí fue sepultado en la Catedral de York), de Don Fadrique Maestre de Santiago, de Don Pero González de Mendoza y de Doña Aldonsa de Ayala; decimocuarto nieto del Rey Don Alonso XI.

10.- Hija del Coronel Don Miguel de Otero y Castilla y de Doña Ana María de Melgarejo y Lobera; nieta de Don Antonio  de Otero Bermúdez, Oficial de Real Hacienda, de Doña Ana María del castillo, de Don Bernardo de Melgarejo y de Doña María de Lobera; bisnieta del teniente Coronel Don Juan del Castillo, Caballero de Santiago, Regidor de México, de Doña maría García Cano, de Don Baltasar de Santaella Melgarejo y de Doña Josefa de Aponte Flores…..

11.- Véase artículo sobre los Marqueses de Guadalupe Gallardo.

12.- Véase artículo sobre los Marqueses de Salvatierra..

13.- Sus cuantiosos bienes los heredó su sobrino Don Francisco Betti y Pedreguera, quien falleció el 13 de mayo de 1892.

14.- Término técnico entre los mineros. Que significa: el azogue o mercurio, es un metal que se obtiene del mineral denominado cinabrio, y que fue decisivo para el procesamiento de la plata, siendo por tanto,  de vital importancia para los mineros novohispanos.

15.- Como la oferta del Conde de mandar construir a sus expensas un navío de tres puentes, por esta circunstancia se hizo necesario aumentar el número de cañones, y el navío “Regla” montó, en lugar de ochenta, primeramente ofrecidos, ciento doce que fueron los que llevó la dotación. Así consta en los Estados de la Armada, cuyo archivo se halla en el Ministerio de Marina; y entre varias personas distinguidas que aún existen y vieron este navío y los ciento doce cañones de su dotación, es una de ellas el Excmo. Sr. Don Pedro MIcheo, Teniente General de la Armada.

16.- El ejemplar que tuve pertenece a Don Carlos Rincón Gallardo. Este señor posee un archivo completísimo de los documentos correspondientes a las familias Rincón Gallardo y Romero de Terreros, los cuales he tenido a mi disposición por la bondad de dicho  caballero.

 

 

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