viernes, 18 de abril de 2025

 

La Observación Astronómica

en

Mesoamérica

La Observación Astronómica y la Arqueoastronomía

El Observatorio de El Caracol de Chichén Itzá en la noche equidistante de ambos solsticios. A la derecha se aprecia la constelación de El Escorpión con su estrella más brillante de aspecto rojizo, Antares.

https://www.arsgravis.com/novedad-arqueoastronomia/

Todas las antiguas culturas del mundo han sido observadoras de los  ciclos de la naturaleza, incluyendo aquellos de las entidades que recorren los cielos: las estrellas, los planetas, las constelaciones, la Luna y el Sol. Estas entidades fueron en algunos casos objeto de veneración y en otros fueron identificadas como agentes de acción benéfica o maléfica que afectaban la vida de los hombres aquí en la Tierra. Se cuenta con evidencia arqueológica de la observación de las fases lunares hace 30.000 años por los antiguos cazadores-recolectores de la Europa del Pleistoceno tardío, según consta en las marcas del famoso hueso paleolítico del Valle de la Dordogne en Francia (1). Más tarde, la tradición de observar los cielos llegó a las antiguas culturas agrícolas del Medio Oriente a desarrollar las primeras bases del conocimiento astronómico, mismas que posteriormente retomarían y desarrollarían los antiguos pueblos del Mediterráneo.

         Los pueblos de la antigua Mesoamérica no eran la excepción: eran también grandes observadores de los ciclos y fenómenos celestes tales como los movimientos del Sol, las fases lunares, los eclipses, los ciclos y conjunciones planetarias, conocimiento que ha quedado plasmado en los jeroglíficos y otros símbolos de sus códices y pinturas, en la orientación de sus edificios y ciudades, en las inscripciones del área maya, así como en los mitos y rituales que las crónicas coloniales consignan.

         No obstante su asombrosa capacidad de observación, registro y cálculo de los ciclos astronómicos, los motivos para la observación de los fenómenos celestes que impulsaron a los antiguos mesoamericanos diferían profundamente de la moderna y occidental curiosidad científica. Para los antiguos mesoamericanos, la moderna división del mundo en cosas animadas e inanimadas y, junto con ésta, una separación del mundo espiritual del hombre y aquél de las cosas naturales no tenía sentido. Para ellos, ciertas manifestaciones sensoriales del mundo cotidiano desde las piedras del fogón del hogar, pasando por el espacio doméstico, la milpa, hasta los cerros, las cuevas y las montañas se encontraban impregnados de una suerte de sacralidad en la que se manifestaba el mundo intangible y espiritual de las deidades y los ancestros. En el mundo cotidiano moderno, estos espacios y tiempos sagrados se han reducido considerablemente, pero en el mundo indígena mesoamericano, aún hoy en día, la sacralidad del tiempo-espacio cotidiano impregna la relación del hombre mesoamericano con el mundo social.

         En este sentido, la concepción del ámbito celeste entre los antiguos pueblos mesoamericanos correspondían también al mundo de lo sagrado: en él habitaban o se manifestaban las deidades principales de los indígenas mesoamericanos y el movimiento de las entidades celestiales era interpretado con el movimiento cíclico de sus divinidades. Como otros pueblos del mundo, y a diferencia de la concepción científica moderna, los antiguos mesoamericanos pensaban que los fenómenos del cielo se encontraban íntimamente ligados con, e influían en, los fenómenos del ámbito terrestre. Lo que ocurría allá arriba tenía repercusión acá abajo. No sólo ello, sino que pensaban que el orden de lo terrenal era una reproducción del orden cósmico universal representado en los cielos. Esta idea queda clara en la expresión bey ti´ka´an, bey ti´lu´um “según es el cielo, así es el mundo” que aún hoy día expresa el hmèen u hombre de conocimiento de la población de Yalcobá en Yucatán (2). De esta manera, su afán por coordinar las acciones terrestres con las del ámbito de los dioses celestes, los pueblos mesoamericanos dejaron constancia de sus observaciones astronómicas y de sus ideas acerca de las entidades que poblaban el cielo en las orientaciones de sus edificios, en su rica iconografía y mitología, así como en los textos grabados en estelas y pintados en sus códices. Entre estas observaciones se ha identificado el carácter celeste de algunas de sus deidades y de otras entidades cuyo oscuro simbolismo se esclarece al enfocarlo desde un punto de vista arqueo astronómico.

         La arqueo astronomía en Mesoamérica es una disciplina relativamente joven aunque tiene entre sus antecedentes los estudios que se realizaron a finales del siglo XIX acerca de la astronomía antigua de los pueblos del Medio Oriente. No obstante la arqueo astronomía propiamente dicha, el estudio del conocimiento astronómico de los pueblos prehistóricos nace a mediados de la década de lo sesenta a partir de la popularización de los estudios de Alexander Thom acerca de los alineamientos megalíticos en Europa y de Gerard S. Hawkins de las orientaciones astronómicas en el sitio de Stonehenge en Gran Bretaña (3)

         En Mesoamérica, el estudio documental del conocimiento astronómico de los pueblos prehispánicos tiene varios de sus  mejores exponentes entre finales del siglo XIX y los años veinte y treinta del siglo XX. Entre ellos sobresalen los estudios realizados por los destacados mesoamericanistas Edward Seler, Herman Beyer, Eric Thompson, John Teeple y Escalona Ramos, entre otros. Desde mediados de los años cincuenta hasta los años setenta, el estudio del conocimiento astronómico de los pueblos de la antigua Mesoamérica se encontró prácticamente abandonado, pero a mediados de esa década y, sobre todo en los años ochenta y principios de los noventa, se realizaron varias investigaciones de tipo arqueoastronómico por diversos especialistas entre los que destacan Antony Aveni, Horst Hartumg, Franz Tichy, Johanna Broda, Stanislaw Iwanisewski, Jesús Galindo, Daniel Flores, Ivan Sprajc, Rubén Morante, entre otros. Estos estudios revitalizaron el interés por el conocimiento astronómico de las sociedades prehispánicas en Mesoamérica y su relación con las diversas manifestaciones arqueológicas, iconográficas y epigráficas de los pueblos prehispánicos y aun con las tradiciones y la etnografía de los pueblos indígenas  actuales, herederos contemporáneos de la religión y cosmovisión prehispánicas.

         Actualmente la arqueoastronomía, como  área de investigación, puede ser considerada como el estudio integral e interdisciplinario de las prácticas astronómicas y el saber astral del pasado, así como de la mitología, la religión y la cosmovisión relacionadas con el conocimiento astronómico de los antiguos pueblos y culturas. Es, antes que una historia de la astronomía, una antropología de la práctica y el conocimiento astronómico del pasado y donde se utilizan todas las fuentes que proporcionen datos relevantes al respecto. En este sentido, la iconografía, los documentos etnohistóricos y las tradiciones escriturales propias del contexto cultural estudiado son importantes fuentes de información para este tipo de investigación (4). En el caso de Mesoamérica se han estudiado diversos fenómenos astronómicos identificados por nuestros antepasados y las ideas cosmológicas que tenían e ellos y a los cuales hacían referencia en sus mitos y rituales, en las orientaciones y arreglos espaciales de sus edificios, así como en las ricas tradiciones iconográficas y escriturales de diversas áreas de Mesoamérica.

 

REGISTROS DE DIVERSOS FENÓMENOS ASTRONÓMICOS

El Cielo

De acuerdo con varias fuentes documentales del siglo XVI, como el Códice Vaticano-Ríos , los mexicas concebían no uno sino varios estratos celestes, cada uno con sus deidades, atributos y ocupantes. Así, por ejemplo, existía un ilhuicatl tlalocan ipan metztli, un cielo donde haboitaba el dios de la lluvia y la Luna, diferente al ilhuicatl Citlalicue donde habitaba la diosa de la falda de estrellas también identificada como la Vía Láctea. Había también un ilhuicatl Tonatiuh o el cielo que recorría el Sol,  y un ilhuicatl mamaluacoca donde se hallaba la constelación mamalhuaztli la cual hacía referencia al instrumento ceremonial para sacar fuego y que posiblemente fungiera como marcador astronómico en las ceremonias de Fuego Nuevo cada 52 años. El décimotercer, último y más alto de los cielos era el Omeyoacan donde regían Omethecuhtli y Omecihuatl, la pareja divina de ancianos, creadora relacionada con el origen de los dioses así como personificaciones del omnipresente concepto de dualidad que caracteriza la cosmovisión y la religión mesoamericanas (5).

         También los mayas de la península de Yucatán tenían una concepción de la existencia de varias capas o estratos celestes tal como se encuentra descrito el Libro de Chilam Balam de Chumayel o en el Manuscrito de Chan Cah, escritos en los siglos XVI y XIX respectivamente. En ellos se menciona la tradición maya colonial de la existencia de siete cielos superpuestos sostenidos mediante una gran ceiba siempre verde que nace en el centro del mundo y otros cuatro árboles que emergen en sus esquinas. Según una tradición recopilada a inicios de siglo entre los mayas de Valladolid en la península de Yucatán por Alfredo Tozzer, cada una de las ramas superiores de la ceiba que sostenía los cielos superpuestos apuntaba a cada uno de los rumbos del Universo y en su base se encontraba un gran cenote que era la entrada al mundo inferior del Metnal o Inframundo. En cada una de las capas celestes habitan diferentes deidades y entidades astrales como los planetas, el Sol, la Luna y las estrellas fijas del firmamento, conformando esta concepción una descripción sincrética del cielo medieval de la imaginería colonial española y el cielo maya prehispánico. Aún hoy en día, a las capas celestes los mayas le nombran t´az, que es también el nombre que utilizan para describir una serie de mantas extendidas una sobre otra, lo que nos da una idea del concepto del cielo entre los mayas no muy diferente del existente entre los nahuas del Posclásico o entre los totonacos de hoy en día (6)

            Sin embargo, entre los mayas no sólo existía la concepción estratificada del cielo sostenido por una gran ceiba y cuatro postes en las esquinas del mundo. Testimonios labrados en piedra por los antiguos mayas del periodo Clásico en templos, dinteles y estelas de sus ciudades, así como en las imágenes pintadas en los códices mayas del Posclásico, nos hablan de que estos también concebían el cielo como un gran saurio fantástico de dos cabezas con atributos de serpiente, lagarto, pájaro y venado y cuyo cuerpo se halla decorado con una banda de símbolos celestiales.. Imágenes de estos saurios fantásticos o dragones celestes se encuentran en obras escultóricas en las ruinas de antiguas ciudades como Copán, Palenque y Quiriguá conformando parte fundamental del simbolismo religioso de los mayas del periodo Clásico. (7)

 

https://nemd.aprende.gob.mx/colecciones/38285  

En el mundo mexica cada una de las partes del mundo se asociaba con un dios: el negro correspondía a Tezcatlipoca y al norte, el azul y el dios Huitzilopochtli correspondían al sur; el blanco y el dios Quetzalcóatl al Oriente; el rojo y el dios Xipe Tótec al Occidente. Los cuatro dioses principales, alternadamente, habían creado las diversas humanidades que existieron y el mundo había existido varias veces consecutivas; a cada edad le llamaron Sol y los seres de cada una de ellas fueron siempre superiores a los de la edad anterior; cada una de las edades corresponde a una de las cuatro fuerzas primordiales: agua, tierra, fuego y viento. Los mexicas vivían en la quinta edad o Quinto Sol, llamada “Sol cuatro movimiento” o Nahui Ollin.

https://e1.portalacademico.cch.unam.mx/alumno/historiademexico1/unidad2/mesoamerica/cosmovision  

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El Dragón 


En la mayor parte de las figuras clásicas de las divinidades encontramos a la serpiente, y las representaciones de las serpientes estilizadas predominan en el arte maya, lo que prueba que el ofidio fue un símbolo esencial de lo sagrado. Un análisis del significado simbólico de la serpiente entre los Mayas40 nos ha permitido comprender que, ya sea transformada en dragón,41 ya sea enriquecida con elementos de otros animales poderosos, simboliza un poder sagrado universal, fuerza vital, principio generador del universo, ligado al sol, al agua, a la tierra, a la sangre, a la semilla y al maíz, elementos que se presentan bajo diferentes formas de divinidades o manifestaciones del principio sagrado supremo. 

El dragón es principalmente la combinación del pájaro y de la serpiente; los Mayas han creado un pájaro y una serpiente excepcionales: el quetzal (k'uk' en maya del Yucatán, kekchí, tzeltal, en otras lenguas; guc en quiché y cakchiquel), y el crótalo (ahau cantzabcanzochch y cumatz), a los cuales han atribuido los rasgos y las cualidades de otros animales sagrados, como el jaguar, el lagarto, el cocodrilo y el ciervo, para crear el dragón símbolo supremo de lo sagrado. 

Así, el dragón integra la fuerza vital de la tierra (serpiente y ciervo), el útero de la tierra madre, o el inframundo (jaguar), las aguas (lagarto y cocodrilo), y el cielo (pájaro). 

El dragón es así un ser múltiple y polivalente; es la figura sagrada por excelencia en las obras plásticas mayas del período Clásico; gracias a ciertas descripciones de divinidades en los textos coloniales que concuerdan con los elementos simbólicos de las obras plásticas, así como con las ilustraciones de los códices antiguos, conocemos los nombres que le dieron los Mayas de Yucatán: Itzamná, "El dragón", en su aspecto celeste; Itzám Cab Ain, "Dragón cocodrilo terrestre" o Chac Mumul Ain, "Gran cocodrilo fangoso", en su aspecto terrestre e infraterrestre. Se le llama Canhel, "Dragón", en su función de divinidad creadora en los mitos cosmogónicos, correspondiendo al Gucumatz "Serpiente-quetzal", del Popol Vuh de los Quichés. 

Otras divinidades aparecen bajo aspectos o derivaciones del dragón, por su carácter de serpiente y su vínculo estrecho con él: Chicchan, dios H, "Serpiente mordedora", símbolo del cielo nocturno, Kinich Ahau, dios G, "Señor del ojo solar", Chaac, dios B, dios del agua, y Bolón Dz'acab, dios K, "Nueve generaciones", que simboliza los aspectos humanos de la fertilidad sagrada, como la sangre y el semen, y que está ligado al maíz. 

El dragón celeste: Itzamná, dios D 


El dragón celeste resulta principalmente de la combinación de atributos de la serpiente y del pájaro. Representado bajo forma de dragón bicéfalo, serpiente con plumas, serpiente alada y pájaro-serpiente, el dragón celeste aparece en todas las obras plásticas de todas las regiones del área maya, durante todo el período prehispánico.
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Dios creador Itzamná, dragon bicéfalo, Códice Dresde, 4b-5b

https://pijamasurf.com/2023/01/dioses_mayas_quimerismos_sagrados_unidad_polimorfico_iconografia/

Dragón Bicéfalo y Serpiente Emplumada.
Altar O de Copán.

https://pueblosoriginarios.com/textos/chilam/intro.html

Dragón bicéfalo o Itzam Na y diosa Ixchebel Yax o diosa O. Códice Dresde, p. 74.

https://pueblosoriginarios.com/textos/chilam/intro.html

         En el Códice Dresde, el cuerpo de este reptil fantástico aparece formado por una banda de signos celestiales que algunos autores han identificado como la representación de la eclíptica, es decir, del grupo de estrellas y cuerpos celestes presentes en el camino aparente del Sol. En esta banda de glifos ysímbolos astrales que conforma el cuerpo del dragón de los cielos podemos apreciar diferentes convenciones gráficas que lo mismo denotan  a la Luna, a Venus, al Sol, al Cielo, a la oscuridad, a la noche, que a una entidad fantástica que ha sido denominada el monstruo o animal de Marte; también a la representación gñífica de una entidad conocida como dios C y que los epigrafístas han relacionado con el concepto de chul, el cual denota lo sagrado o divino y que otros investigadores también relacionan con la estrella polar. Al igual que en la concepción cuatripartita y  estratificada de los cielos, también existe la tradición indígena colonial, en el llamado  Ritual de los Bacabes, que señala la existencia de cuatro grandes saurios ubicados en las esquinas del mundo e identificados con la deidad Izam Na, un saurio primigenio de cuyo cueroi se formaría, el Cielo y la Tierra y que se encontraría relacionado con los orígenes del mundo y del tiempo. Entre los zapotecos del siglo XVI tenemso registro de la concepción de un fran saurio fantástico cuyo cuerpo conformaba la superfivcie de la tierra el cual era conocido con el nombre de chilla y que es también el nombre de primer día del calendario ritual zapoteco. (8).

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El Sol

Sin duda, el cuerpo astronómico más relevante en todas las culturas antiguas y modernas es nuestra estrella más próxima, centro de buestro sistema planetario y principal fuente de luz, calor y  energía en el planeta y por lo tanto reguladora de los ciclos principales de vida y reproducción animal y vegetal. Todas las sociedades agrícolas intertropicales del mundo desarrollaron sus referentes espaciales y temporales en relación con los ciclos solares y su afectación a las estaciones de lluvias y secas y su relación con las actividades agrícolas.

         En el caso de los pueblos de Mesoamérica, el Sol no sólo conformó parte esencial de sus concepciones cosmológicas y religiosas sino por su importancia fundamental en la regulación de los ciclos de estación de lluvias y secas -asp–cto fundamental para la econonía de sociedades básicamente  agrícolas como las mesoamericanas- llevó  a la observación y registro del movimiento del astro solar sobre el horizonte, lo que implicaría el registro de los extremos solsticiales, pasos  cenitales y el desarrollo de un calendario de importancia ritual  y  agrícola. De hecho, se ha considerado que es el registro de los extremos solsticiales norte y sur en ambos horizontes lo que marcaría las cuatro esquinas del mundo o rumbos direccionales,, mismos que conforman la base para la elaboración de los glifos maya para Sol Kin y  del nahua-mixteco para movimiento Ollin, ambos en relación con la concepción cuatripartita del Universo. (9)

            La observación de las posiciones solsticiales del Sol, es decir, las fechas en que el Sol llega a sus máximos extremos sobre el horizonte durante su recorrido anual, se encuentra registrada de manera especial en las orientaciones de la arquitectura en sitios preclásicos del área maya y centro de México. Destacan sobre todo por su precisión las orientaciones de edificios para percibir el solsticio de verano, época en la que abundan las lluvias tras la época de siembras. (10)

Salida y puesta del Sol en el observatorio de Uaxactún. Las referencias solsticiales y equinocciales son los tres templos o pirámides. Fuente: GARCÉS (1982, p. 214). Una sofisticación y mejoramiento de los observatorios mayas se puede apreciar, todavía, en el juego de luz y sombras del templo de Kukulcán en Chichén Itzá (600-900 dC), cuya ilusión deja ver el movimiento de una serpiente que indica los solsticios del 21 de marzo y aquel del 22 de septiembre. Otro monumento importante, y de mayor sofisticación, es el observatorio del Caracol, también en Chichén Itzá, el cual involucra una mayor cantidad de posibilidades de observación como son la puesta de la Luna en su máxima declinación, así como los ejes solsticiales y equinocciales del Sol. El mismo modelo solsticial se muestra en Copán, hoy Honduras, según MORLEY (1964): Las Estelas 10 y 12 erguidas en las dos opuestas cadenas de cerros que rodean los extremos oriental y occidental del Valle, separadas 6.5 kilómetros una de la otra; Ambas pintadas de rojo estaban al mismo nivel. Observando desde la estela 12 se puede ver que el sol se pone detrás de la estela 10, el 12 de abril y el 7 de septiembre. La primera de esas fechas consagra la ceremonia de la quema de los campos destinados a las siembras de maíz, operación ancestral de la cultura maya. (pág. 165).

 

https://www.researchgate.net/figure/Figura-8-Salida-y-puesta-del-Sol-en-el-observatorio-de-Uaxactun-Las-referencias_fig1_281613742

         Un ejemplo de observaciones solsticiales lo encontramos en Uaxactún, un importante sitio maya cercano a Tikal, ubicado en las selvas del Petén en Guatemala. Fue el arqueólogo Frans Blom, hacia los treinta del siglo pasado, el primero en señalar la probable función astronómica de los edificios del complejo E de Uaxactún. Para un observador colocado en lo alto de la estructura principal, las esquinas de las dos estructuras laterales marcan la visual de la salida del Sol para cada uno de los solsticios. Esta disposición espacial de los edificios nos habla de la función principalmente astronómica que poseía el complejo E, acaso también relacionado con rituales específicos que celebraban la llegada del Sol a los extremos solsticiales sobre el horizonte. Esta disposición llegó a ser imitada en por lo menos otra docena de pequeños sitios arqueológicos unicados alrededor de Uaxactún, pero, a diferencia del modelo original, sus arreglos espaciales entre los edificios y en relación con el horizonre no eran funcionales, es decir, no servían para marcar alguna posición astronómica dignificativa del Sol. Esta no  funcionalidad  astronómica de las estructuras que simulan el complejo E de Uaxactún sugiere que para los mayas de lo sitios que copiaron el modelo de Uaxactún, resultaba más importante el ritual asociado con la estructura que la función astronómica de la misma lo que parece colocar, en el orden de prioridadesmesoamericanas, a la cosmovisión y el ritual antecediendo a la exactitud de las observaciones astronómicas (11).

            Los rituales asociados con las observaciones solsticiales fueron importantes para los pueblos que habitaron el área mesoamericana. En el caso, por ejemplo, de la celebración de la fiesta Panquetzaliztli entre los mexicas del centro de México. Esta fiesta se celbraba al aproximarse el solsticio invernal y, según una crónica nahua del siglo XVI, se realizaba para festejar el nacimiento de su deidad solar Huitzilopochtli. Uno de los mitos, al parecer relacionado con este festival, es del nacimiento de la deidad solar del vientre de su madre en la montaña de Coatepec y su posterior enfrentamiento y victoria en contra de sus hermanos Coyolxauhqui y los Centzohuiznahua, quienes simbolizaban los poderes nocturnos de la Luna y las estrellas del sur. Situación interesante es que el día del solsticio de invierno, en que el Sol precisamente alcanza su posición más meridional sobre el horizonte, desde el cerro de Chapultepec puede todavía apreciarse la salida del Sol sobre el vientre de la montaña Iztaccihuatl (12). El nombre Iztaccihuatl, mujer blanca es importante pues es también el nombre que los infoirmantes nahuas de Sahagún le dan a la deidad vieja Cihuacóatl-Quilaztli, identificada con Teteoinnan la madre de los dioses y cuyo culto prevalecía entre los pueblos del sur de la cuenca, según n os cuenta Durán. De acuerdo con  los Anales Mexicas, el cerro de Chapultepec fue un importantye lugar de paso de los mexicas durante su peregrinar antes de asentarse en Tenochitlán y es factible pensar que la observación de la salida solsticial del Sol en invierno sobre algunos de los cerros y montañas prominentes en el horizonte de la cuenca de México, como es el caso del Iztaccihuatl desde Chapultepec, haya sido interpretado como el nacimiento de la deidad solar del vientre de la madre tierra.

         Amén de las observaciones solsticiales, se han propuesto las observaciones de los equinoccios, sobre todo  en los sitios de Alta Vista, Chichén Itzá y Teotihuacán entre otros. Sin embargo, de acuerdo con los estudiosos, el fenómeno es dificilmente  observable y parece bastante plausible pensar que más que la observación del fenómeno en sí, tal como es definido  hoy en día por los astrónomos, el equinoccio mesoamericano pudo ser definido como un punto intermedio del intervalo de tiempo entre dos solsticios consecutivos (13). De esta manera se explica que la desviación de varios edificios rituales al menos en el centro de México no apunte exactamente a nuestro equinoccio astronómico, sino que tenga una variación de al menos dos días antes o después. Este cálculo numérico de los equinoccios permite la división del ciclo anual en cuatro partes aproximadamente iguales, lo que resulta fundamental dentro de la concepción del espacio y el tiempo en Mesoamérica.

         No obstante, la existencia de este equinoccio esta definido como la contraparte espacio-temporal de los solsticios, el fenómeno de equinoccio astronómico si llegó a ser conocido y registrado sobre todo en el juego de luces y sombras en algunos edificios mesoamericanos, tal comolo es el conocido caso de la Pirámide del castillo en Chichén Itzá que año con año atrae a turistas del todo el mundo, además de otros como el juego de luces y sombras que sucede  durante el equinoccio de primavera entre las almenas y los murales del Edificio del Quetzalpapálotl en Teotihuacan (14).

         En el lado opuesto a la región maya y más allá de los pueblos nahuas del centro de México, en los áridos caminos de Mesoamérica septentrional, se encuentra Alta Vista, uno de los sitios arqueológicos que debido a su ubicación particular se piensa que es un observatorio astronómico que aprovecha el relieve natural del horizonte para marcar las salidas solsticiales y equinocciales del astro solar (15). La ubicación tan particular de este sitio, en las inmediaciones del Trópico de Cáncer señala muy probablemente el conocimiento de los mesoamericanos del paso cenital del Sol, es decir, del día en que el astro solar se ubicaba en el punto directamente arriba del observador. Cuando este fenómeno sucede, alrededor del mediodía, las sombras proyectadas sobre un observador en posición vertical desaparecen. El paso cenital varía de acuerdo con la latitud del observador y entre las antiguas culturas precolombinas de América, aquellas ubicadas entre las latitudes tropicales de 23.5 N y S observan el fenómeno dos veces al año. Mientras que en el Ecuador las fechas de los pasos centrales del Sol coinciden con los equinoccios, en el caso de las latitudes tropicales, coinciden con los solsticios.

         La observación del paso cenital solar es un fenómeno característico de las culturas precolombinas intertropicales y junto con las observaciones astronómicas realizadas sobre el horizonte, se diferencian de los modelos astronómicos desarrollados por culturas como las precolombinas del norte de América o la China y Mesopotámica, ubicadas en el lejano y Medio Oriente en que, debido a su ubicación geográfica en las latitudes septentrionales, tienen sus referencias a partir de un modelo basado en el movimiento circumpolar. La localización del sitio de Alta Vista,  es significativa pues es ésta la latitud máxima septentrional donde se puede ubicar el paso cenital solar en tierras mesoamericanas y, en este caso, coincide con el solsticio de verano.

         Se han propuesto otros sitios arqueológicos en el área mesoamericana donde se podrían haber realizado observaciones del paso cenital solar. En el caso de las llamadas cámaras cenitales localizadas en Xochicalco, Monte Albán y Teotihuacan (16).

 


http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/Colecciones/index.php?clave=cAsHistAst&pag=7

Paso de observación cenital en el edificio P de Monte Alban, que ocurre dos veces al año

https://www.infobae.com/mexico/2024/06/20/foto-del-dia-conoce-este-intrigante-elemento-de-mexico/

         En elsitio arqueológico de Xochicalco, ubicado en el estado de Morelos, se construyó una gran cámara subterránea que produce el efecto de caja oscura y que sólo se ilumina en el centro de su base al pasar la luz cenital del Sol a través de un tubo de observación ubicado en el techo  de la cámara. Un modelo similar a la cámara cenotal de Xochicalco, pero construido varios siglos antes se encuentra en una cámara subterránea en el edificio P de Monte Albán. Uno de los aspectos más interesantes acerca de este observatorio es que el tubo de observación cenital se alinea muy cercanamente con la perpendicular a la entrada del edificio J, el cual también ha sidfo interpretado como un edificio astronómico construido en las fases tempranas de ocupación de Monte Albán. A cinco grados de esta alineación una perpendicular proyectada desde las escaleras del edificio J señala sobre el horizonte la posición de Capella en su primera salida jeliacal anual, la cual coincide con el día del primer paso cenital en Monte Albán.

http://losguaposdel564.blogspot.com/2012/03/edificio-j-oaxaca.html

Se localiza en la posición sur central de la gran plaza; es la única que ofrece planta pentagonal y una orientación distinta a los demás: La parte frontal es una plataforma casi rectangular, una escalinata ocupa casi todo el frente, y está limitada por alfardas; permitiría el acceso a un pequeño templo que estaba en la parte alta del edificio.


La parte posterior es la más llana la atención debido a su forma ya que asemeja la punta de una flecha, coincide con el eje principal del monumento, en lugar de estar orientado norte-sur, como lo están todos los edificios de Monte Alban, se desvía hacia el oriente aproximadamente unos 45°, hacía donde es posible observar con mayor precisión cinco importantes estrellas.

Sabios astrónomos zapotecas estudiaban el cielo observando planetas y acontecimientos cósmicos, fenómenos que eran tomados como buenos o malos augurios.
Un pasillo estrecho techado por dos lozas que forman ángulo atraviesa el edificio de sur a norte, pero desviándose unos 17° de norte hacia el oeste, se ha planteado que estas pueden estar relacionada con observaciones astronómicas, aún no hay una aceptación plena al respecto.

el doctor Alfonso Caso concluyó que se trataba de un observatorio, señalando que hay puntos desde los cuales se pueden dirigir la vista hacia los lugares donde sale y se pone el Sol durante los solsticios.


El doctor Caso interpretó que las inscripciones y grabados que se localizan en los paramentos traseros, ostentan los nombres de algunos lugares conquistados por el pueblos Zapoteca, por lo que se les asignó con el nombre de lápidas de conquista.

En primer plano, parte posterior del Edificio J, Plaza Principal. Monte Albán, Oaxaca. Foto: Gerardo González Rul / Raíces

https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/monte-alban-oaxaca

Se reconoce que este edificio es un observador cenital; de su planta arquitectónicas que llama la atención de manera tan poderosa su eje desviado y el grabado que aparece en una de sus lápidas adosadas, en la que han observado dos varas cruzadas, interpretándose estas como un posible instrumento para fijar la posición de objetos celestes, ha estudiado también la punta del edificio señalaba hacia la puesta de cruz del sur y del Centauro. Gracias a ciertas mediciones, astrónomos han encontrado una importante relación entre el edifico J y el P.

Las posiciones bastantes exactas determinadas por GPS, muestran una línea entre los edificios J y O de Caballito Blanco coinciden en las posiciones del sol los días de paso por el cenit y el nadir.

Además han observado que este edificio muestra una relación directa con el movimiento aparente del Sol: el muro sur de la “flecha” está precisamente levantado a lo largo en la dirección de la puesta y salida del Sol.

 

Relación con el edificio P

 

Este edifico e famoso ya que desde ahí los sacerdotes y sabios zapotecas seguía el curso del Sol. De esta manera, en el centro de la escalinata de este edifico se construyó un calculado sistema que permite que en el cenit, cuando el Sol pasa por la parte más alta, un rayo ingresé al interior 
Otra deidad importante era Pitao Cosobi, dios del maíz. Los días del paso cenital del Sol en Monte Alban se fechan el 8 de mayo y el 5 de agosto. Durante observaciones nocturnas realizadas por astrónomos, las pleyares fueron visibles a través del tubo. **

         Hace dos mil años los teotihuacanos también realizaron observaciones del paso del Sol por el cenit, así como otras observaciones calendárico-astronómicas, en unas cuevas con tira vertical y un complejo de altar y estela en su interior que les permitía realizar sus observaciones solares. En una de estas cuevas los antiguos sacerdotes de Teotihuacan colocaron la estela en posición tal que se empezara a iluminar el día del primer paso cenital, se siguiera hasta el solsticio de verano y  finalmente dejara de iluminarse el día del segundo paso cenital. (17).

            Relacionado con Teotihuacan y su carácter de urbe multiétnica, cabe señalar que uno de los marcadores de las fechas del paso cenital solar más interesantes es el relacionado con Tlailotlacan, el barrio zapoteca localizado en el sector poniente de la ciudad de Teotihuacan. Este sector de la ciudad de los dioses parece haber sido habitado por gente proveniente de los Valles Centrales de Oaxaca, probablemente de Monte Albán mismo. La presencia de cerámica, tumbas y urnas funerarias estilo zapoteco, así como de glifos propios del sistema de escritura zapoteca parecen confirmar la presencia de un barrio de emigrantes oaxaqueños asentados en Teotihuacan, la gran urbe cosmopolita del Clásico en el centro de México. A diferencia de las cámaras cenitales antes mencionadas que ubican la posición cenital del Sol con base en la proyección de luz en un cuarto oscuro o cueva, la ubicación del barrio oaxacaqueño en la ciudad de los dioses permite apreciar, desde el lugar mismo, la salida del Sol sobre la pirámide de la Luna en la fecha del paso  cenital solar  en Monte Albán.

         Esta  observación astronómica es importante porque nos señala que, al igual que otros migrantes étnicos en el mundo, los zapotecos que  emigraron a la urbe de Teotihuacan conservaron sus propias fechas calendáricas importantes. Es  muy probable que el día del paso cenital en Monte Albán tuviera una importancia fundamental para el xalendario zapoteco prehispánico, de ahí que los nuevos inmigrantes, al asentarse en Teotihuacan, buscaran una ubicación de suasentamiento que les permitiera conocer la fecha en que el Sol marcaba el cenit en su ciudad natal. Al igual que la práctica de observación de la salida heliaca de Capella en el horizonte de Monte Albán señalaba el día del primer paso cenital en los Valles Centrales de Oaxaca, la salida del Sol sobre la pirámide de la Luna, observada desde el barrio oaxacaqueño, indicaba a los habitantes zapotecos que el Sol se encontraba en su cenit sobtre Monte Albán y que las ceremonias señaladas por su calendario se podían celebrar (18).

            Un concepto asociado con la posición cenital del Sol es el que lo vincula con el nadir, que es exactamente la posición del Sol a la medianoche en línea vertical opuesta a su posición cenital. Este es el concepto del Sol en el inframundo, del cual existen varios ejemplos en las tradiciones religiosas de Mesoamérica. De acuerdo con las concepciones que encontramos entre los nahguas del Posclásico,, Tonatiuh, el dios Sol, se intorduce al atardecer en la boca de Tlaltecuhtli, el monstruo de la Tierra, quien lo devora y alberga en sus entrañas mientras la estrellas y la oscuridad de la noche emergen del otro lado. Entre los mayas, el Sol nocturno es equiparado con la imagen telúrica del jaguar, cuya piel manchada simboliza la noche estrellada. Que la posisición nadir del Sol era importante en la cosmovisión prehispánica parecen confirmarlo las orientaciones astronómicas del mencionado barrio zapoteco en tedotihuacan. En el mismo punto de observación de la salida heliacal sobre la pirámide de la Luna en la fecha cenital de Monte Albán, pero con la visual en dirección hacia el Templo de Quetzalcóatl, tenemos la salida del sol en las fechas del nadir para el espacio geográfico de Monte Albán.

         La importancia del cenit y el nadir, ambas posiciones opuestas que indicaban el arriba y el abajo del camino del Sol, se encuentra representada en los glifos direccionales que utilizaron los mayas del periodo Clásico (19). En la tumba perteneciente al gobernante Wacah-Chan del sitio maya del Río Azul se encontró una inscripción que presentaba una fecha y un conjunto de glifos direccionales, cada uno de los cualesd estaba asociado a una convención astronómica. De acuerdo con la inscripción maya escritas en las paredes de la tumba, la noche de la fecha 9.3.7.3.13 8Ben 16 Kayab según la cuenta larga maya, es decir, la noche del 6 al 7 de marzo del 502 dC del calendario fregoriano, Venua y la Luna se encontraban en el nadir y el cenit respectivamente, ocupando cada uno lados opuestos del diagrama cosmológico maya. Con esta configuración tan especial de los cielos (la Luna en lo alto de los cielos y Venus rigiendo en el centro del inframundo) losantiguos mayas del Petén realizaron las ceremonias fúnebres del gobernante Seis-Cielo o Cielo Levantado a quien enterraron en su tumba real. El simbolismo astronómico y cosmológico de esta ceremonia queda también registrado en el nombre del gobernante 6 Cielo/Wacah Chan que es el mismo que se usa en las inscripciones clásicas para hablar del árbol del centro del mundo, en el que algunos autores han propuesto se trate de la Vía Láctea, y que apunta con sus extremos hacia el arriba y hacia el abajo del Universo.

Las posiciones cenitales del Sol parecen haber sido relacionadas con el calendario ritual mesoamericano. Hacia la década de los setenta del siglo pasado, Malmströn, observando quer varios de los días del calendario mesoamericano tenían nombres de animales tropicales, propuso que el origen del mismo debía hallarse en las tierras bajas de Mesoamérica, más específicamente hacia una latitud cercana a los 15° Norte donde se hallan los sitios arqueológicos de Izapa y de Copán (20). La carácterística importante de esta latitud estriba en que la disdtancia, incluyendo los dos pasos cenitales solares locales que son el 29 de abrilo y el 13 de agosto, es precisamente de 260 días. Por otro lado, el solsticio de verano local se ubica en la relación con ambas fechas cenitales a una distancia de 52 días, otro número igualmente importante en el calendario mesoamericano (21). No sólo ello sino que el día delsegundo paso cenital coincide con la fecha del inicio del tiempo según la cuenta larga maya. Esta característica particular de la ubicación de Izapa, así como la coincidencia de los nombres de los días con la fauna local, han hecho pensar a algunos investigadores que la ubicación de este importante centro del Preclásico tiene que ver con el orígen del calendario ritual Mesoamericano.

https://somoscosmos.com/venus-alcanza-su-maxima-elongacion-este-mientras-jupiter-se-reune-con-la-luna-en-el-cielo

                Resulta interesante señalar que la relación calendárica 260/104 que marca la división cenital del año solar en Izapa se halla ampliamanete representada en las salidas y puestas del sol que señalan las orientaciones arquitectónicas que se desvían de 15 a 17° de los puntos cardinales. Estas se presentan en varias estructuras importantes en Mesoamérica, incluyendo entre ellas la de la pirámide del Sol en Teotihuacan, el Templo Superior de los Jaguares en el Juego de Pelota de chichén izá, la ventana frontal de las estructura astronómica de El Caracol en el mismo sitio, el Templo del Sol en malinalco y en otras estructuras a lo largo y ancho del territorio mesoamericano desde el periodo Preclásico. Asimismo, existen otros marcadores solares de esta relación calendárica, como el observatorio cenital de Xochicalco, o la pared oblicua a la ventana poniente de la torre del Palacio de Palenque, las cuales tienen como primer y último día de iluminación de los rayos del Sol, precisamente  aquellos mencionados del paso cenital de zapa (22). Esta serie de regularidades calendárico-asatronómicas en varios de los sitios arqueológicos de Mesoamérica desde el Preclásico hasta la época de la Conquista nos habla de la profundidad histórica y la unidad  cultural del conocimiento calendárico-astronómico de sus habitantes.

 

 

Ciclos lunares y eclipses

 

El segundo cuerpo más brillante en el ciclo después del Sol es la Luna, considerada por los mesoamericanos como hermana, esposa o compañera del Sol e integrante fundamental del ámbito femenino y telúrico en la cosmosvisión mesoamericana. La importancia de nuestro satélite natural en la cosmovisión prehispánica es resaltada por el extendido culto a las diosas lunares en varias de las culturas  de Mesoamérica. A diferencia de la simplicidad aparente de los movimientos sobre el horizonte del astro solar que son de tipo anual, los movimientos aparentes y cambios cíclicos de la Luna son complejos y mucho más difíciles de establecer. No obastante, dada la importancia que se otorgaba en varias culturas mesoamericanas, éstas dedicaron también sus observaciones astronómicas a establecer la duración de los ciclos lunares y sus relación con los eclipses de una manera bastante exacta.

 

         La importancia central de la Luna en la vida económica y ritual de los antiguos mesoamericanos no es menor: aún hoy en día persisten creencias entre los agricultores del sur de México y Guatemala acerca de los vínculos entre las fases de la luna y la fertilidad vegetal, animal e incluso humana, así como con los fenómenos metereológicos básicos para una economía agrícola, como la lluvia y  las condiciones del clima en general. Gracias a este vínculo con la fertilidad pluvial y de los seres vivos en general es que la figura deificada de la lunaconforma parte fundamental del panteón religioso prehispánico (23) y que la cuenta de los ciclos lunares se hallen inscritas en los almanaques sagrados, estelas y grabados del antiguo territorio mesoamericano. Estas creencias llevaron no sólo a los grupos mesoamericanos a llevar  un registro pormenorizado de cuentas lunares y ciclos eclípticos, pues aún los cazadores recolectores del norte de México dejaron constancia en su arte rupestre de que llevaban la cuenta de los ciclos lunares y que posiblemente lo relacionaban con estrategias de cacería (24).

 

            La evidencia más completa del registro de los ciclos yfases lunares en Mesoamérica queda manifiesta en la llamada serie suplementaria o cuenta lunar de la cuenta larga del calendario maya. Como hemos señalado, los mayas tenían un sistema que registraba sus fechas contando los días transcurridos a partir de una fecha inicial. Esta fecha era 13 0.0.0.0. 4 Ahau 8 Cumkú, que de acuerdo con los textos mayas del Clásico era considerada la fecha de creación del Universo, y era tal su importancia que aparece regularmente como una de las fechas de salida del Sol registrada en las orientaciones de varios edificios en toda  Mesomérica. El calendario maya no sólo registraba los días transcurridos desde el origen del tiempo, sino que, como lo estudiara el astrónomo John Teeple en los años veinte del siglo pasado, mediante una serie de glifos específicos registra la cuenta lunar (25).

 

Inscripción calendárica maya. Cuenta Larga con Serie Inicial y Serie lunar Complementaria

 

Inscripción calendárica maya. Cuenta Larga con Serie Inicial y Serie lunar Complementaria


Podemos ver los glifos que representan la Cuenta Larga: a) 12 baktunes, b) 19 katunes, c) 6 tunes, d) 15 uinales, e) un kin, que corresponden al mes y al día: 9 kankin y 10 imix. Asimismo, podemos observar la serie lunar que conforman los glifos denominados G (i), E/D (j), C (k), B (m), X (l) y A (n). El glifo G más que referirse a una fase o cuenta lunar parece relacionarse con el concepto de los nueve señores o regentes de la noche que encontramos también entre los grupos nahuas del altiplano. Existen nueve variaciones al glifo G que se suceden en la cuenta lunar sin interrupción y que parecen estar designando a una entidad divina que regía los augurios nocturnos. Otros glifos suplementarios a la cuenta lunar son el glifo F que parece referirse a un lugar o región de cielo, y los glifos Y y Z, cuyo significado se desconoce, aunque algunos los relacionan con la luz del alba (Y) y la oscuridad nocturna (Z) y otros con una cuenta numérica relacionada al glifo D. Los glifos E/D de la serie lunar se refieren a la edad de la luna en la fecha de la Cuenta Larga contados los días a partir de la luna nueva anterior. En particular, el glifo D se lee como huliy que en la lengua chol de las inscripciones significa “llegó” y se refiere a la llegada de la luna al día número tantos del mes lunar. Así, de acuerdo a estos glifos E/D, los mayas del clásico registraban la edad de la luna, es decir, si tenía 8, 9 ó 23 días de haber aparecido o “llegado” al cielo.

La duración del mes lunar está registrado en el glifo A, el cual consiste en el glifo lunar seguido del numeral 9 o 10. Dado que el glifo lunar también registra el valor numérico de 20, el glifo A parece denotar la duración del mes lunar que puede ser de 29 o 30 días. En las inscripciones mayas, los valores del glifo A se suceden en una serie de 29 y 30 días, cuyo promedio es 29.5, y ya que los mayas no parecen haber empleado fracciones en su sistema numérico, la secuencia mencionada parece hacer referencia a una práctica de aproximación a la duración del mes sinódico lunar o el mes de las fases, cuyo valor se acerca precisamente a 29.530589. Al parecer los mayas del clásico se aproximaron mucho al valor del mes lunar actual, pues en la estela A de Copán se tiene registrado un periodo lunar cercano a los 19 años, en el cual la luna vuelve a mostrar las mismas fases para las mismas fechas del calendario solar. Este ciclo, conocido como metónico, implicó el conocimiento de la duración del año solar trópico, así como del mes sinódico lunar, con una precisión mayor que el sistema calendárico europeo al momento del contacto con los pueblos de América. Otras inscripciones grabadas en monumentos de Copán y Palenque parecen implicar que los mayas de estas ciudades otorgaron respectivamente los valores de 29.53020134 y 29.5308642 al mes sinódico lunar, los cuales caen cercanos al margen de error de un milésimo del 1 % del valor que los científicos modernos han calculado.

 

Los glifos B y X parecen denotar el nombre de la lunación en curso o bien de la deidad que la rige, pues el glifo B al parecer puede leerse en lengua maya chol como u k’ul k’aba —su nombre sagrado— en referencia al nombre de la luna. El glifo X, por su parte, parece variar de acuerdo al valor del glifo C, el cual registra la posición del mes lunar en una serie recurrente de tres grupos de 177/178 días o 3 x 6 meses lunares, que es también uno de los periodos registrados en la Tabla de Eclipses del Códice de Dresden. En efecto, cinco y seis lunaciones son las series que aparecen en las Tablas de Eclipses del códice maya del Postclásico, las cuales parecen tener su origen en la serie de seis lunaciones a la que pertenece el glifo C de las inscripciones clásicas. Esta serie de 177/178 días se encuentra muy cercana al periodo de 173.31 días que abarca al medio ciclo o periodo draconítico, también llamado medio año de eclipses, que es el tiempo en que el sol pasa de uno a otro nodo eclíptico de su órbita, es decir, la zona donde se cruza su trayectoria aparente con la de la luna, y existe, por lo tanto, la posibilidad de un eclipse solar o lunar. La alternancia de cinco y seis lunaciones, tan común en el Postclásico, parece haberse originado precisamente hacia el año 756 d.C. en la antigua ciudad de Copán. Tras un breve periodo de uniformidad en las cuentas lunares de las distintas ciudades mayas, los astrónomos de Copán realizaron un cambio fundamental en el sistema de cómputo lunar, al introducir la cuenta alternada de 5 y 6 lunaciones que permitió lograr una mayor precisión en el cálculo y predicción de eclipses.

 

Un ejemplo del cálculo de eclipses   entre los mayas lo tenemos en la famosa fecha de 9.17.0.0.0, 13 Ahau, 18 Cumkú correspondiente al 20 de enero del año 771 d.C. y que se encuentra presente en la estela E de Quiriguá, en las Tablas de eclipses del Códice de Dresden, así como en la página 4 del Códice de París, que narra el asentamiento de los señores del katún 13 ahau. Esta fecha parece haber tenido una singular importancia dentro de los registros calendáricos de los mayas, pues no sólo corresponde a una fecha de terminación de ciclo que se celebraba de manera especial entre las élites mayas, sino que también coincidía con un eclipse solar anular visible en la península de Yucatán. (26)

https://lostmedia.fandom.com/es/wiki/C%C3%B3dice_de_Par%C3%ADs_(c%C3%B3dice_maya_parcialmente_encontrado;_1450)?file=C%C3%B3dice_Par%C3%ADs_9.jpg

 

No sólo entre los mayas encontramos desarrollado el cálculo de eclipses. En el Códice Borgia, atribuido a alguno de los grupos de la tradición mixteca-puebla del Postclásico temprano, se tiene el registro de fechas calendáricas marcadas con el signo de la huella de un pie. En el mismo códice, a este signo se le ha relacionado con una iconografía de serpientes y cráneos interpretada como símbolo de eclipses y, de acuerdo con las tradiciones de los grupos nahuas y otomangues del altiplano central, el signo pie se encuentra fuertemente relacionado con la simbología lunar. Un análisis de las distancias numéricas entre las fechas marcadas con las huellas de pie parece implicar que éstos denotaban una especie de ábaco o instrumento para calcular las fechas rituales en que caían los eclipses lunares. (27)

 

No obstante el desarrollo de la astronomía entre los mayas, los registros de eclipses más tempranos de los que tenemos referencia no se encuentran en el área maya, sino que provienen de monumentos de la Costa del Golfo pertenecientes a la cultura epiolmeca, que corresponde a los últimos tiempos del desarrollo olmeca en el sur de Veracruz y Tabasco. En la década de los ochenta fue descubierta en las orillas del río Acula, que desemboca en la bahía del puerto de Alvarado, la Estela 1 proveniente del sitio de la Mojarra y que actualmente se encuentra expuesta en el Museo de Jalapa en Veracruz. Este documento en piedra resulta sumamente importante, pues presenta inscrito uno de los textos más largos perteneciente al siglo ii d.C., escrito en una lengua proto-mije-zoque según los estudios de los epigrafistas. Al igual que otras sociedades mesoamericanas a las que precedieron, los grupos mije-zoqueanos de la cultura epi-olmeca también tuvieron un especial temor por los fenómenos de eclipses y, al parecer, al igual que los mayas de épocas posteriores, también los vincularon con hechos de guerra.

 

 

La estela de la Mojarra consigna un eclipse asociado a una guerra en la fecha 8.5.3.3.5, correspondiente al 2 de mayo del año 143 d.C., día en que es visible, desde las costas de Veracruz, un eclipse solar parcial. En esa fecha, Venus se encuentra en su elongación máxima como estrella vespertina. El texto en mije-zoque, amén de la presencia del glifo matza?/estrella para denotar al planeta Venus, se refiere al fenómeno eclíptico del sol como “luna que come el sol”, expresión que denota el mismo concepto de la voz chi’bil k’in —sol comido— que usaron los grupos mayas de Yucatán para hablar del sol eclipsado. La cuenta cronológica siguiente en el texto glífico lleva a una fecha 13 años y dos días después, en la cual un eclipse penumbral de luna es visible desde el sitio de La Mojarra. Otro monumento epi-olmeca famoso, como lo es la Estela C de Tres Zapotes, registra un evento de eclipse anterior al de la Estela de la Mojara. De acuerdo con la inscripción en su cara posterior, el monumento de Tres Zapotes registra la fecha en la Cuenta Larga de 7.16.6.16.18 correspondiente al 16 de agosto del año 32 a.C. La noche anterior se pudo apreciar un eclipse lunar total precedido en la víspera por una conjunción entre la luna y Júpiter y quince días después se registraría un eclipse solar parcial que oscurecería el cielo de los últimos olmecas. (28)

 

            La extensión del culto a las deidades lunares en Mesoamérica llevó a que se erigieran templos en su honor he insuso se ha identificado más de un edificio prehispánico en el p´parea maya con orientación a los lunisticios, es decir, a los extremos máximos de la luna sobre el horizonte, un fenómeno similar al de los solsticios pero que se sucede cada 18.6 años. Hoy en día las cuentas lunares persisten en la calendárica de los rituales agrúcilas y en los periodos de lunas entre cosechas que llevan los mayas quiché de los Altos de Guatemala. Las creencias sobre la fertilidad vegetal y pluvial asociada con las fases lunares aún no han desaparecido del todo entre los herederos de la tradición religiosa mesoamericana, pues como dice el campesino nahua de Guerreri: “Dicen algunos que la Luna está llena de agua y que si ésta saliera lo haría junto con las nubes”. De igual manera, el temor a los eclipses y su asociación a los malos augurios persiste en la población rural mexicana.

 

Estela C de Tres Zapotes

https://www.pueblosoriginarios.com/meso/golfo/olmeca/tres-zapotes.html

Venus

Después de la Luna y el Sol, Venus es el astro más brillante en el cielo, debido a ello, así como a su  singular movimiento aparente por la bóveda celeste, apareciendo y desapareciendo en los lados opuestos del horizonte, fue considerada como una de las deidades astrales más importantes en el panteón mesoamericano. Su imagen deificada, los glifos y símbolos que lo denotaban, así como los cálculos de sus ciclos, de sus continuas apariciones como estrella matutina y vespertina, fueron registrados en la iconografía y calendario de los códices, en las orientaciones de la arquitectura sagrada, en los diseños y motivos de la cerámica ritual, en la pintura mural así como en monumentos y estelas grabadas en toda el área mesoamericana. Aún hoy en dia el lucero del alba sigue teniendo importancia entre las poblaciones indígenas de México y Guatemala, y su brillo sigue siendo considerando signo de buenos y malos augurios, tal lo concebían los antiguos mesoamericanos.

         El astro en cuestión recibía diversos nombres en las distintas regiones de Mesoamérica como los de Citlapol Ueicitlali 2estrella grande que humea”, Totonamitl “flecha ardiente”, así como Tlahuizcalpantecuhtli, “señor de la aurora el de la casa de alba” entre los nahuas del centro de México. Entre los mayas de Yuacatán recobía los nombres de Noh Ek “gran estrella”, Chak Ek “estrella roja o grande”, Sastal Ek “Estrella brillante”, Xux Ek “estrella avispa”, Nohoch Ich “el gran ojo” y Ah Zahcab “heraldo de la aurora”. Entre los quiché de los Altos de Guatemala le conocían por los nombres de Icoqui “el que lleva a cuestas el Sol” y Nima Ch´emil “gran estrella”. Los tzeltales lo llamaban Canan Chila Chan “divino cuidador del cielo” y los lacandones le llaman Ah Ahzah Cab “el despertador”. Entre lkos huaves contemporáneos Venus recibe el nombre de Seec Okas “fran estrella”, Nerimb Os maíz tostado”, Seec Anc “gran pereza” o Maritomis “María Tomasa” y entre los totonacas Venus recibe en su advocación oriente y matutina el nombre de Qatla-Stáku “la gran estrella” y en su advocación vespertina y poniente se le conoce como Katni Stáku “la estrella de sangre, estrella roja de la noche”. Los otomíes del Valle del mezquitalk simplemente le conocen como Data Tsoo “estrella grande”.

         Debido a su condición de planeta inferior, es decir, cuya órbita, al igual que la de Mercurio, queda ubicada entre la Tierra y el Sol, sus movimientos aparentes por la bóveda celeste perecen oscilar hacia atrás y hacia adelante con respecto a la posición del Sol. Este movimiento relativo cuyo intervalo entre configuraciones idénticas sucesivas es conocido comoperiodo sinódico de Venus, tiene una duración aproximada de 583.92 días, variable entre 579.6 y 588.1 días, en los que cualquier serie de cinco ciclos consecutivos da como promedio 584 días. Este valor del ciclo venusino se encuentra registrado en las así denominadas Tablas de Venus presentes en varios códices y documentos mesoamericanos.

         Siendo el periodo sinódico de Venus cercano a los 584 días, con las veinte trecenas del calendario ritual mesoamericano, por elementales razones matemáticas, sólo daba cinco posibles días portadorrlquier posición consecutiva idéntica del planeta: al cabo de cinco ciclos venusinos los portadores se sucedían, pero con distinto coeficiente numeral. Ste periodo de tiempo, 2 920 días en total, era sumamente especial entre los an: los mayas prehispánicos vinculaban cunco periodos consecutivos de Venus con un periodo de tiempo de 8 haabs o años trópicos solares y éstos se encontraban cercanos a 998 meses sinódicos lunares. Este mismo periodo de 2 920 días también aparece registrado entre los mayas en el Códice Dresde como la longitud total de una sola línea de fechas del calendario ritual y como unidad de múltiplo en la página introductoria del cálculo de las Tablas de Venus. Su repetición a lo largo de las de la tanla abarca un total de 37 960 días.

         Desde fines del siglo XIX, las llamadas Tablas de Venus del Códice Dresde (29) así como aquellos almanaques venusinos de los Códices del Grupo Borgia (30) fueron estudiadas por dos famosos investigadores alemanes, Ernst Förstemann y Eduard Seler, quienes sentaron las bases para desentrañar la matemática, iconografía y epigrafía asociada a los ciclos de la deidad-planeta Venus, tal como lo veían los antiguos mesoamericanos (31).

            Förstemann, un bibliotecario de Dresde, no sólo se acerca al estudio del famoso códice maya ubicado en la biblioteca de esta ciudad, sino que fue el primero que identificó los intervalos númericos de las páginas 46 a 50 del códice, como valores pertenecientes a las fases del periodo sinódico de Venus. También identificó los glifos mayas para Venus y algunas de las deidades asociadas con este planeta.

         La forma en que los mayas calculaban dicho periodo está en el Códice Dresde en la sección identificada como “tablas de Venus”. Otros códices estudiados a principios del siglo XX por Eduard Seler, como el Borgia, el Vaticano B y el Cospi también incluyen almanaques o tablas de Venus, con las fechas rituales en la deidad venusina aparecía como estrella de la mañana o de la tarde y lanzaba sus rayos mortales hiriendo a alguna víctima sacrificial y señalando el día en que Venus se manifestaba y el augurio correspondiente. Esta Tablas de Venus constituyen podetrosas herramientas de predicción del día calendárico en el que el planeta se encontraba en alguna posición específica respecto a su ciclo, así como un oráculo pintado donde se aoprecian los augurios que traía consigo la aparición de la deidad en una fecha calendárica ritual.

         El singular comportamiento astronómico del planeta Venus dio origen a una de las tradiciones míticas más importante en la América precolombina: la relacionada con la muerte y resurrección de Quetzalcoátl en su doble advocación como estrella matutina y vespertina. Quetzalcoátl “la serpiente emplumada”, el héroe cultural por excelencia, una deidad fuertemente ligada a los rituales de fertilidad agrícola y al simbolismo del maíz, es también una de las figuras míticas con mayor presencia y tradiciónito mesoamericano y es, tal vez, la deidad con mayor caudal bibliográfico que se ha generado entre los especialistas y legos en el complejo religioso mesoamericano. Su culto se encuentra presente en toda el área mesoamericana, pues imágenes de serpientes emplumadas se encuentran desde los montículos del valle de Ohio y Mississipi hasta los ámbitos sureños de Nicaragua. Al igual que otras deidades del panteón mesoamericano, comparte uno de los rasgos que al parecer son fundamentales en la cosmosvisión de tradición prehispánica: su naturaleza dual, esa doble advocación que proviende desde que se partiera por la mitad el cuerpo de Cipactli y se diera inicio al flujo del tiempo, al tiempo del hombre del universo mesoamericano.

         Esta doble advocación se encuentra presente en las fuentes pictográficas de los códices prehispánicops, en las citas de las fuentes coloniales, en la iconografía arqueológica y aún en las tradiciones orales del México indígena: por un lado, dentro del mito de tradición nahua tenemos la imagen de la serpiente emplumada, de Quetzalcoátl, como un dios penitente, benefactor, patrono de los sacerdotes y del autosacrificioy, por otra, aquél que desciende al mictlan, el mundo de los muertos, para inseminar con su sangre los huesos que darían vida a la nueva humanidad. Éste sería el que roba el maíz de la montaña sagrada del inframundo para otorgárselo a los hombres del Quinto Sol. Es esta imagen múltiple del dios creador, de benefactor cultural y de piadoso sacerdote entregado a la penitencia y autosacrificio, que con más frecuencia se presentaría en las fuentes coloniales del siglo XVI y posteriores, mucho más acordes con las ideas acordes de redención propias de los frailesconquistadores que las redactaron.

         Esta imagen benevolente de la deidad venusina se encuentra en relación con el simbolismo de fertilidad agrícola y pluvial que posea el planeta Venus en su advocación como estrella vespertina, asi como su relación con el maíz. De acuerdo con distintas fuentes etnohistóricas y aun etnográficas, el planeta Venus como estrella de la tarde se identificaba simbólicamente con la lluvia y la fertilidad agrícola vinculada con el rumbo poniente. El simbolismo de Venus que lo vinculaba con las lluvias presenta una fuerte relación con la deidad venusina del poniente. El simbolismo de Venus que lo vincula con las lluvias y con la fertilidad agrícolase explica a partir del conocimiento que los antiguos mesoamericanos tenían de los máximos extremos norte y sur alcanzados por Venus sobre el horizonte occidental, los cuales coincidían con el inicio y fin de la época de lluvias en Mesoamérica. (32) Es decir, al igual que otras entidadesastrales como las Pléyades o Aldebarán de la constelación de Taurus, que eran utilizadas como marcadores astronómicos, los ciclos  de Venus también se utilizaron para  marcar el inicio y fin de las lluvias, y por consiguiente, marcaban los tiempos del trabajo agrícola.

         Pero en su naturaleza dual la imagen del numen venusino también participa de una fuerte advocación guerrera y de una carga augural nefasta para los distintos periodos en que se manifiesta. De acuerdo con las tradiciones nahuas del centro de México, tras el acto supremo de autosacrificio realizado por Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl su auto inmolación en las “tierras del rojo y del negro” Tlillan Tlapallany tras un periodo de 8 días de encontrarse en el inframundo y proveerse de flechas, éste se presenta renaciente como estrella del alba y como un guerrero armado que flecha a distintas víctimas de acuerdo con el día calendárico en que se manifiesta. El periodo de desaparición de 8 días copnsignado por el Códice Chimalpopoca y la descripción de la aparición de la gran estrella llamada Quetzalcóatl, no deja lugar a dudas en cuanto a la identificación del dios con el astro: ambos coinciden con el periodo promedio ded desaparición del planeta Venus en su conjunción inferior con el disco solar previo a su manifestación como estrella de la mañana. Durante ese periodo de 8 días, el cual abarca desde su última aparición como estrella vespertinar hasta la primera aparición como estrella de la mañana, el paso por las tgierras del inframundo cubre al numen venusino de un simboliusmo de muerte y resurrección qye se manifiesta en los augurios nefastos que le asignaba el pensamiento mesoamericano al planeta Venus.

         En su advocación como estrella vespertina, el numen venusino se recubre de un simbolismo sacrificial: es él quien forma parte de las malignas potencias noxturnas que acompañan al Sol en su viaje al inframundo, que conducen al astro solar a su morada en el mictlan y consuman su sacrificio a la mitad de la noche. Su viaje por los terrenos del inframundo, de la región  de vida  y muerte, confiere a Venus en la icinografía del área maya y en los códices mixtecos una apariencia esquelética, propia de las deidades de este ámbito: como tal se aprecia en las páginas correspondientes a la conjunción inferior del Códice Cospi, así como en la representación esquelética de Lahun Chan-10 cielo nombre de una de las deidades venusinas del Códice Dresde.

La figura en el pilar norte es masculina y es representada con una cola de alacrán con aguijón negro, símbolo presente en la iconografía maya; asimismo, en su mano izquierda lleva un glifo de Venus y en sus codos sobresale lo que parecen ser plumas azules. El otro personaje es femenino y posee adornos en los tobillos, vestimenta de jaguar y está rodeada por estrellas de cinco picos; sin embargo, la cabeza y brazos son inteligibles debido al deterioro de la pintura.

https://www.gob.mx/cultura/articulos/murales-de-cacaxtla-imagenes-milenarias-que-resguardan-el-pasado-de-mesoamerica?idiom=es

En su aspecto matutino, Venus aparece en los códices del grupo Borgia y del área maya como un temible guerrero armado de flechas y dardos, surgiendo triunfal de los ámbitos del inframundo, cuyos rayos de luz en las tempranas horas previas al amanecer son comparados con el disparo de mortíferos dardos que flechan y hieren de muerte a los dioses regentes del día del calendario ritual en que se manifiesta. En el Códice Grolier se aprecia no sólo el flechamiento sino la captura y decapitación de las víctimas de Venis como deidad de guerra y sacrificio.

Ataque al alteptl o comunidad en el Códice Cospi

https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/codice-cospi

         Este aspecto vinculado con la guerra y el sacrificio de Venus se encuentra también entre los mayas del periodo Clásico, quienes libraron algunas de sus batallas más sangrientas bajo la influencia nefasta del planeta Venus. Varios de los eventos de guerra mencionados en los tectos glíficos de varias ciudades mayas se realizaban de acuerdo con las efemérides de Venus y otros planetas como Júpiter y Saturno. De acuerdo con los epigrafistas, el conjunto glífico para este evento particular se compone del signo de estrella desprendiendo sus rayos o influjos sobre el glifo emblema de una ciudad, lo que significaría que esta ha sido derrotada militarmente. Las fechas asociadas con estos eventos señalan posiciones específicas en los ciclos de Venus, tales como elongaciones máximas, puntos estacionarios, conjunción inferior, así como primeras y últimas apariciones sobre el horizonte, mismos que eran interpretados por los mayas como señales astronómicas que favorecían el tiempo de la guerra. (33) Este ritual de guerra y sacrificio asociado con Venus también  se ha identificado en la pintura mural de Cacaxtla. El llamado Mural de la Batalla presenta imágenes del sacrificio ritual de guerreros con los símbolos de Venus y Tláloc provenientes tanto de la iconografía teotihuacana como de la maya, así como se han identificado dos entidades o deidades sacrificiales con cola de escorpión asociadas con el glifo de Venus.

https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Cacaxtla1.jpg

         Otros registros espigráficos de su representación glífica como entidad importante de los cielos, regulador astronómico de los eventos de guerra y sacrificio ritual celebrados por los gobernantes de varios pueblos, se encuentras desde el Preclásico tardío. En la Estela 1 de la Mojarra, podemos apreciar el glifo Estrella vinculado a fechas astronómicas precisas en que Venus se hallaba en una fase característica de su ciclo: También el glifo venusino se asocia con la figura de los jaguares devoradores de hombres que se encuentran grabados en piedra en el sitio de Chalcatzingo que florecia durante el Formativo medio (500 aC). Durante el periodo clásico, la representación del planeta Venus en el arte pictórico de Teotihuacan, se encuentra asociado al Dios de las Tormentas, mientras que en la escultura e iconografía de los dinteles, estelas y tumbas mayas forman parte del glifo Estrella o Estrella/Concha, emblema que se utilizaba para  marcar la conquista militar de una población en fechas importantes del ciclo venusino.

         En el siglo XVI algunos frailes recopilaron entre los indios sus ideas acerca de los malos augurios relacionados con el planeta Venus. De acuerdo con Fray Gerónimo de Mendieta Cronista español del siglo XVI: “…el alma de dicho Quetzalcoátl se volvió en estrella, y que era aquella que algunas veces se ha visto en esta tierra de tal cometa o estrella, y tras ella se ha visto seguir perstilencias en los indios y otras calamidades…” (34) En la actualidad, los totonacas de la sierra de Puebla aun considersan que existen estrellas flechadoras hacia las cuatro esquinas del cielo: Venus se encuentra entre las estrellas del oeste que poseen carácter nefasto y que por lo tanto son “maradoras”, pues viven del lado donde moran los muertos, y a ella se le conoce comokatni stáku, “la estrella roja de la noche” o “la estrella de sangre” que es acarreadora de enfermedades (35). Mientras que del otro lado del territorio mesoamericano, entre los mayas de Quintana Roo, la aparición de la estrella vespertina todavía connota un presagio de mal agüero: “Hay una estrella que sale al atardecer. Este año salió más temprano y además trae butz (cola luminosa). Mala señal.” (36).

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/9e/Codex_Dresdensis%2C_Venus_%28Lacambalam%29.

 Planetas, Estrellas y Constelaciones

 

Además de la identificación del periodo sinódico de Venus —que será objeto de otro texto debido a su importancia con el mundo mesoamericano— y a diferencia de otros pueblos de Mesoamérica, los mayas parecen también haber identificado los periodos y estaciones de otros planetas. Tal parece ser el caso de las páginas 43 a 45 del Códice de Dresden donde se encuentra una tabla de 780 días, distribuida en diez secciones de 78 días. La extensión de la tabla ha sido relacionada con el periodo sinódico del planeta Marte el cual se acerca al valor promedio de 779.93651 días. La división en 78 días se encuentra cercana al periodo de 75 días que tarda Marte en realizar su movimiento retrógrado. Algunos investigadores han relacionado las cuentas numéricas de esta tabla precisamente con un registro del movimiento retrógrado del planeta. Otra de los números registrados es el de 352 que es aproximadamente el tiempo que tarda Marte en alcanzar, desde su conjunción con el sol, los puntos estacionarios de su órbita. Junto a estas tablas numéricas se encuentra un texto glífico y la imagen de un animal fantástico que cuelga de la representación de una banda celeste. Este animal celeste, con pezuñas de tapir o venado y un hocico retorcido hacia arriba, ha sido denominado como el monstruo o bestia de Marte, por su relación aparente con el periodo sinódico del planeta. Su imagen colgante de la banda de signos celestes aparece también en otras páginas del Códice de Dresden y del Madrid, así como su cabeza característica forma parte de un glifo presente en las bandas celestes del periodo clásico y que se ha interpretado como el glifo del planeta. Esta misma entidad fantástica parece ser la misma que rige el mes de Zip, el cual está relacionado con la cacería de venados.

 

Lámina 47, vemos a la Gran Estrella Lajun Chan, así como al tigrillo que es flechado por ésta. Eric Velázquez traduce la escena de la siguiente manera: …la Gran Estrella Lajun Chan se manifestó en el este; el gran tigrillo es su [víctima] flechada, es el anuncio del dios de las semillas corazones, señores nagualistas heridos, muchos dardos sagrados, espaldas (?) dolidas (Eric Velázquez, op. cit.: 65). Los glifos indican también que Lajun Chan, la Gran Estrella, se encuentra en el Este.

 

El cuadro de la izquierda,

de la primera fila de arriba:

1º izquierda: VERBO k´alah Amarró

2º derecha DIRECCIONAL: lakin Este

 

Fila del medio,

1º izquierda: TITULO Lahun-Chan 10 Cielo

2º derecha: NOMBRE Chak Ek´ Gran Estrella

 

Fila de abajo

1º izquierda: NOMBRE Chac Bolay Fiera Roja

2o derecha: VERBO uhul es flechado.

Paráfrasis libre:

Se  amarró con lazos en

el oriente,

el señor diez cielo,

la gran estrella,

fue entonces flechada

la gran fiera roja,

el tigrillo bermejo.

https://issuu.com/antilharevistamexicanadehistoriaart/docs/antilha_n24/s/12077732

Tabla de Marte en el Códice Dresden

 

Un análisis del texto glífico adjunto a la cuenta de Marte presenta como constante el verbo ch’akah —cortar— en relación al glifo de la bestia de Marte como sujeto de la acción. Como cláusulas variables se tienen a los glifos para sol, oscuridad y cielo como objetos directos de la acción; en uno de los casos su arreglo se identifica con la frase k’in tun yaabil que refiere a la época de secas y en otro con los glifos para eclipses. En el papel de objeto indirecto de la acción se habla de nal, la deidad del maíz tierno y de wah ixim, el tamal de maíz; también se identifica una frase relacionada con la muerte del dios del maíz. Es decir, de acuerdo al texto glífico adjunto, la entidad conocida como el monstruo de Marte se relaciona con algún hecho denominado cortar o partir los cielos, posiblemente de las épocas de secas o bien donde se apreciara un fenómeno eclíptico vinculado a los ciclos agrícolas del maíz. El cortar o rasgar los cielos se ha relacionado con la imagen del rayo, el hacha celeste y serpentina de los dioses de la lluvia que forma parte del conjunto glífico ch’akah asociado al monstruo de Marte y que al golpear la superficie de la tierra y de los cielos origina las lluvias celestes que benefician o perjudican a la tierna planta del maíz. Si esta lectura pluvial y agrícola del texto glífico es correcta, es interesante señalar que, de acuerdo con la fecha 9.19.7.15. 8, 3 Lamat, 6 Zotz, base inicial de las Tablas de Marte del Códice de Dresde, el periodo del movimiento retrógrado de Marte en 818 d.C. coincide con la temporada fuerte de lluvias solsticiales en el área maya así como con un periodo eclíptico de sol y luna. (37)

 

Además del periodo sinódico y retrógrado de Marte, se han identificado otros valores numéricos, así como fechas específicas, en los glifos de las inscripciones clásicas que sugieren que los antiguos mayas posiblemente conocían los valores de los periodos sinódicos de Júpiter y Saturno. Tal cuestión se ejemplifica en el texto grabado de la llamada Escalera Jeroglífica de Naranjo, donde se localizan fechas separadas por periodos que significativamente abarcan múltiplos de los periodos de Júpiter y de Venus. En el caso de Saturno la ubicación de sus puntos estacionarios, así como de su movimiento retrógrado, parece haberse conocido para los antiguos mayas. Por otro lado, al igual que para el caso de los planetas Júpiter y Venues, la observación de los puntos estacionarios la observación de sus estaciones también estuvo involucrada en las efemérides bélicas que los antiguos escribanos mayas marcaban con el signo para estrella.

 

En el caso de los códices mayas, diversos investigadores han propuesto que algunos de sus valores numéricos aparentemente se relacionan con los periodos sinódicos de Mercurio y Saturno, así como con el periodo de invisibilidad de Júpiter durante su conjunción con el Sol. No obstante, faltan pruebas sólidas que demuestren que en los códices mayas se encuentran involucrados cálculos de ciclos astronómicos de los planetas superiores y de Mercurio, como son los casos ya identificados de las Tablas de Venus, de Eclipses o aún la de Marte. Lo cierto es que los valores de los periodos sinódicos no sólo de Venus sino de Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno son conmensurables con el ciclo ritual de 260 días y con la duración de la rueda calendárica de 52 años, por lo que la observación y registro de sus ciclos, así como su vinculación con fechas rituales no sería de extrañar.

 

Un interesante fenómeno en el cielo nocturno y que fue también registrado entre los antiguos mayas del Clásico es el de la conjunción de dos o más cuerpos celestes. Es el caso del famoso fenómeno 2 Cib 14 Mol presente en varias de las inscripciones de Palenque y que conmemora la celebración por Chan-Bahlum, el hijo de Pacal, de los rituales en honor de los tres templos del llamado Grupo de la Cruz. Esta celebración duraría tres días, del 20 al 23 de Julio del año 690 d.C., fechas en cuyas noches, los antiguos habitantes de Palenque pudieron ser testigos de la conjunción de la Luna con los planetas Júpiter, Saturno y Marte hacia el sector sudoriente de la bóveda celeste. Según las inscripciones palencanas éstos interpretaron tal fenómeno astronómico como la reunión de la diosa madre Luna con sus tres hijos, los dioses i, ii y iii de la Triada de Palenque, simbolizados por los planetas. Bajo la mirada de los tres dioses en conjunción en el cielo nocturno palencano, Chan-Bahlum aposentó en sus casas sagradas a los tres hijos de la luna, tres templos para tres dioses: el Dios I se asentaría en el Templo de Cruz; el Dios II en el Templo de la Cruz Foliada y el Templo del Sol sería el aposento del Dios III. Así, mediante este espectacular acto de hierofanía astronómica, Chan-Bahlum ratificaba ante la mirada de sus gobernados su condición de gobernante legítimo y descendiente directo de la sagrada dinastía de los dioses celestes.

 

Además de los planetas, los antiguos mayas y otros pueblos mesoamericanos  identificaron en el cielo nocturno conjuntos de estrellas o constelaciones, así como estrellas específicas, de cuyos movimientos por la bóveda celeste dejaron registro. Así, por ejemplo, de acuerdo con Fray Bernardino de Sahagún, los mexicas identificaban en el cielo varios objetos celestes y constelaciones como la de Las Pléyades a la cual conocían con los nombres nahuas de Tianquiztli y Miec (a), mismos que significan mercado y muchedumbre respectivamente, denotando el conglomerado estelar que forma la constelación. De acuerdo con los informantes nahuas de Sahagún, las Pléyades, junto con la constelación de Mamalhuaztli o palos de fuego —la cual posiblemente se trata del cinturón y la espada de Orión o algunas estrellas de la constelación de Taurus incluyendo a la rojiza Aldebarán (a)— eran los marcadores estelares que, al pasar por el meridiano local, indicaban el momento preciso del encendido del fuego nuevo, ceremonia celendárico-religiosa que marcaba la culminación de un ciclo y que era celebrada cada 52 años por los mexicas. Otras constelaciones que los mexicas veían en el cielo incluyen la de Citlaltachtli o el Juego de Pelota de Estrellas (b), la cual se ha propuesto identificar con las estrellas de la constelación de Géminis; la de Citlalxonecuilli o estrellas del pie torcido que posiblemente se ubicara hacia el norte celeste cercana a la estrella polar y la constelación de Colotl —escorpión— que algunos autores han relacionado, por su forma, con la occidental constelación de Escorpio y otros, con el grupo de estrellas de la región circumpolar (g). Se encuentran asimismo Citlaltachtli, tal vez Géminis (b), Citlapol, Venus (c) y Xonecuilli, la Osa Menor (f).  A los cometas se les denominaba Citlalin Popoca  (d) y a las estrellas fugaces Citlalin Tlamina (e).

 

1) Mamalhuaztli, 2) Tianquiztli, 3) Tlachtli, 4) Xonecuilli, 5) Colotl.

De Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, fols. 282r., 282v.

 

https://www.facebook.com/photo.php?fbid=752103214862025&id=126713977400955&set=a.389038231168527

https://blogs.acatlan.unam.mx/scronicas/tag/estrellas/

 

 

También entre los mayas prehispánicos tenemos evidencias arqueológicas y etnohistóricas de que, al igual que otros pueblos mesoamericanos, identificaban constelaciones o agrupaciones de estrellas, muy posiblemente de tipo zodiacal, es decir, relacionadas con la eclíptica o camino aparente del sol. Imágenes de estos agrupamientos estelares los tenemos en las páginas 23 y 24 del Códice París, así como en el dintel de la fachada oriente del Edificio de las Monjas en Chichén Itzá. En el primer documento apreciamos una sucesión de 13 figuras de animales que cuelgan de una banda con glifos celestes. En la parte superior de la podemos observar a los animales celestiales —de izquierda a derecha—, un ave no identificada, la serpiente fantástica con cola de pescado, el ave Kox, el escorpión, la tortuga y la serpiente de cascabel; en la parte inferior, el ocelote, el esqueleto antropomorfo, el murciélago y el pecarí, además de dos figuras sin identificar debido al maltrato de las imágenes ubicadas en las orillas del códice. Algunas de estas figuras, junto con otros glifos estelares, también se encuentran en la banda celeste del Edificio de las Monjas en Chichén Itzá, formando en su conjunto un total de 13 signos celestiales mayas. La posible interpretación de estas figuras como constelaciones zodiacales la refuerza la presencia, en las páginas del Códice de París, de 13 intervalos de 28 días que acompañan a las figuras y que hacen un total de 364 días, un día y cuarto menos de la duración del año solar trópico. La figura del sol eclipsado u oscurecido aparece en las fauces de cada uno de estos animales estelares implicando posiblemente la idea de que la posición del sol coincide con la de los animales en el cielo. Por otra parte, la duración del intervalo de 28 días podría estar relacionado con el periodo sideral de la luna, que es de 27.3216 días y que marca precisamente el lapso de tiempo en que la luna vuelve a ocupar la misma posición con respecto al fondo de estrellas, que en este caso seguramente se refiere a aquellas que conformaron los cuerpos de los animales que los mayas veían en el cielo.

 

De estos animales celestiales los mayistas han identificado a las tres estrellas del cinturón de Orión como las que forman el cuerpo de la tortuga celeste maya y la cual, de acuerdo con los glifos de las inscripciones mayas del Clásico, estuvo fuertemente involucrada en los mitos de creación: en el amanecer del día 4 ahau 8 cumk’u, fecha sagrada de inicio del ciclo maya actual, las tres piedras del fogón original —Alnitak, Saiph y Rigel de la constelación de Orión— se ubicaban hacia la posición cenital y es entonces cuando renace Hun Nal Ye, el primer padre, la deidad del maíz que brota del caparazón de la tortuga primigenia cuyo cuerpo lo forman las estrellas del cinturón de Orión. La importancia cosmológica de Orión, la tortuga celeste de los mayas, se aprecia también en Utatlán, la capital del maya quiché del postclásico localizado en los altos de Guatemala. El arreglo arquitectónico del Templo de Tojil en el centro del asentamiento se orienta hacia Alnilam, la estrella central del cinturón de Orión, e imita la forma cuadrangular y tripartita de la tortuga estelar primigenia, centro a su vez del universo maya. (38)

El día de hoy el conjunto de Las Pléyades es conocido entre el maya quiché como motz, que significa puñado de semillas de maíz, pues su primer avistamento en el horizonte marca la época de siembra. Entre los mayas de Yucatán la constelación era conocida con el nombre de tsab, el cascabel de la serpiente celeste cuya imagen aparece en las páginas zodiacales del Códice París. Como entre otros pueblos de Mesoamérica, el orto o salida heliacal del conjunto de Las Pléyades anunciaba a los mayas el arribo inminente del tiempo de lluvias y el inicio de sus labores agrícolas para preparar el terreno para la siembra. (39) Esto puede apreciarse en los almanaques agrícolas de los códices que utilizan la imagen del cascabel de la serpiente como glifo para indicar el nombre de las Pléyades, así como su relación con el ciclo agrícola y pluvial. También el mito maya de creación de las inscripciones del Clásico vincula a las Pléyades y Orión con los ciclos de siembra y nacimiento de la planta del maíz.

 

        EL CALENDARIO RITUAL Y LAS ORIENTACIONES ARQUITECTÓNICAS EN MESOAMERICA

         Otro de los registros arqueológicos, donde se manifiesta el conocimiento calendárico y astronómico de las antiguas poblaciones de Mesoamérica, es la orientación de las estructuras de los sitios prehispánicos en todo este territorio. Así pues, la división en 105 y 260 días del ciclo anual que marca las fechas del paso cenital solar en Izapa se encuentra ampliamente representada en las salidas y puestas heliacales señaladas por las orientaciones arquitectónicas, que se desvían de 15 a 17 gradios de los puntos cardinales en algunos edificios prehispánicos. Es el caso de la Pirámide del Sol en Teptihuacan, la cual está orientada hacia la puesta del sol del 29 de abril y el 13 de agosto, días del paso cenital solar en Izapa y divisores del año solar en la relación de 260 y 105 días.

         Reconocer la existencia de edificios orientados, construidos para observar sucesos astronómicos relacionados con el sol, la luna, venus o grupos de estrellas, los cuales fueron adoptados como significantes astronómicos en ciertos momentos del desarrollo cultural mesoamericano. Ejemplo de ellos suelen ser la posición del sol durante los solsticios, equinoccios o los pasos cenitales; la posición de grupos de estrellas en el momento en que cruzan el meridiano del lugar de observación, o bien, la creación de significantes mediante efectos de luz y sombra, como las serpientes que se miraban en las alfardas de las escalinatas sur o norte del Castillo en Chichén Itzá o en la pirámide de Mayapán, ambas reportadas en la década de los setentas Arochi (1991).

Variaciones del ortosolar en el perfil de la Pirámide del Sol, entre los días 7 a 12 de febrero, y del 30 de octubre al 4 de noviembre (imagen Daniel Flores).

https://www.revista.unam.mx/vol.14/num6/art13/

Orientaciones en Teotihuacan

Teotihuacan es una ciudad orientada porque la mayoría de sus edificios comparten un acimut del orden de 15° a 17°. Aunque otros edificios poseen otros valores, como en las etapas preciudadela, descubiertas por Julie Gassola y Sergio Gómez en la Ciudadela (Gassola, 2011).


Los primeros registros de valores acimutales se dieron por Ramón Almaraz, del proyecto de investigación en Teotihuacan a cargo de la Comisión Científica de Pachuca (1864, en Batres, 1906), quien determinó las coordenadas geográficas y las orientaciones de las pirámides de la Luna y el Sol y la Ciudadela, donde Almaraz hace ver que la orientación general de Teotihuacan difiere de la del meridiano (Batres, 1906). También se encuentran los trabajos de Tichy (1974 a 1980), con sus estudios de las orientaciones de los templos coloniales del altiplano mexicano, y del calendario solar en lugares sagrados, con los cuales caracteriza las orientaciones mesoamericanas entre 15° y 16°. En este enfoque se encuentran los cálculos de la orientación de Teotihuacan del orden de 15° 30’, calculados hace más de cuatro décadas por Dow (1967) y Millon (1973).

Dada la orientación sui generis de Teotihuacan, han surgido diversas hipótesis para explicar su función y su origen. Entre ellas, se ha considerado que provino de Izapa o Copan (Malmström, 1997), porque en aquellas ciudades mayas el ocaso solar ocurre con un ángulo acimutal del orden de 285.5º, justamente el día del paso cenital el 13 de agosto del calendario Juliano. Curiosamente se pensó en ello, porque en diversos sitios mesoamericanos se han encontrado edificios con ángulos acimutales próximos al acimut de Izapa, incluyendo el ángulo suplementario de 105.5°, como en Monte Albán y Jaltepetongo en Oaxaca (Flores, 2008), Xuelen en Campeche (Flores, 2002), Palenque y Yaxchilán en Chiapas, Chichén Itzá en Yucatán (Gallut et al, 2002) y Tula en Hidalgo (Patiño, en este volumen). En el montículo de La Cruz en Casas Grandes en Chihuahua, donde también se encuentra esta orientación de 15° al sur del punto cardinal Este (Mora, 1984), así como en el Monte Tláloc en la cuenca del Valle de México (Arribalzaga, 2010) o el sitio La Ferrería en Durango (Flores, 2013) y muchos otros más discutidos por Malmström (1997).

Notamos de inmediato que la gran diversidad de ubicaciones geográficas de esos sitios mesoamericanos ponen en duda la adopción del concepto “paso cenital” de Izapa de modo generalizado, es decir, que no es razonable aplicar a Teotihuacan un elemento direccional que proviene del extremo sur de la región maya. Todo ello, porque las fechas y el acimut del orto u ocaso solares en el día del paso cenital cambian notablemente según sea la latitud del lugar de observación.

Con el propósito de entender por qué este acimut de 105°, o el suplementario 285°, fue utilizado en toda Mesoamérica, efectuamos un experimento numérico para seguir el movimiento aparente del Sol en intervalos de doscientos sesenta días. Ilustramos dicho movimiento solar con dos curvas intercaladas, que muestran la sucesión de sus declinaciones puntos durante el transcurso del año (Figura 1). Cada punto corresponde a la fecha inicial a partir del 1 de enero (curva en puntos en color negro), a los cuales se les suman 260 días para obtener la fecha y declinación correspondiente, el 18 de septiembre (curva en triángulos en color rojo), repitiendo este proceso sumatorio para cada punto.


Así, cada pareja de puntos y triángulos están separados entre sí 260 días, en orden secuencial y de izquierda a derecha. Observemos que las intersecciones entre ambas curvas indican el valor de la declinación del orto solar el 12 de febrero o el 29 de octubre, y del ocaso solar el 13 de agosto o 30 de abril (cálculos para el año 600). Los acimuts correspondientes son 105.5° y su ángulo suplementario 285.5°, respectivamente. Esta situación geométrica es válida para cualesquier lugar de observación, ya que el valor de las coordenadas ecuatoriales son parámetros generalizados válidos en cualquier lugar geográfico. Además, en la tabla 1 mostramos los ángulos acimutales y las coordenadas ecuatoriales entre los días 7 a 12 de febrero, entre los años 2004 a 2011, en donde identificamos cómo y cuándo ocurren coincidencias numéricas. Esto permite reconocer el modus operandi que permitía determinar el momento del inicio del año, o su equivalente en otro lugar.


Debemos recordar que no todas las áreas culturales iniciaban su año el mismo día, unos los tomaban en el equinoccio, otros en el solsticio de junio o diciembre, o entre los mayas en julio.

         Una orientación similar de las estructuras arquitectónicas al ocaso solar en estos días de importancia calendárica se encuentra en el área maya en la ventana frontal de El Caracol, el Templo Superior de los Jaguares en Chuchén Itzá, así como en otros edificios importantes del resto de Mesoamérica (40)

            Como ya habíamos mencionado, otro observatorio solar relacionado con las fechas calendáricas se encuentra en Xochicalco. Lo interesante en este caso es que la construcción de dicha cámara capital permite el paso de la luz solar en un rango de tiempo que abarca cada año desde 29 de abril hasta el 13 de agosto, y no se vuelve a iluminar hasta el año siguiente, por lo que nuevamente nos encontramos con el periodo calendárico de 260 días, en este caso, relacionado con la construcción de este peculiar observatorio solar (41).

            Algo similar ocurre en la torre del Palacio de Palenque, en cuyo lado poniente se encuentra una ventana con la forma de glifo del día calendárico Ik, viento entre los mayas. El acimut de la ventana, cercano a los 285°, origina que a partir del 29 de abril y hasta el 13 de agosto, pasen los rayos solares a través de ésta y proyecten la imagen del día Ik sobre una pared oblicua opuesta. La inclinación y el tamaño de la pared de la torre fueron diseñados para que en el solsticio de verano se proyectara el glifo Ik y la abarcara totalmente.

         Xochicalco es también conocido desde el pasado siglo por el Templo de las Serpientes Emplumadas, el cual se ha vinculado con el culto a la deidad venusina y es famoso por la abundante representación de glifos y fechas calendáricas en los taludes del edificio y los grabados en estelas, lo que haría de este asentamiento del Epiclásico un importante centro vinculado con el conocimiento calendárico y astronómico.

         Lo anterior parece confirmarse por el arreglo de los edificios C y D de la plaza central, cuyo altar y estela, ubicado en medio de los mismos, forman un elaborado complejo arquitectónico de observación calendárica y astronómica. La estela es conocida como la de los Dos Glifos por presentar  las fechas 10 Caña y 9 Viento; la segunda fecha egularmente asociada al numen venusino, Quetzalcoátl, aparece como su nombre calendárico en el Códice mixteco Vindobonensis, por ello Caso coloca ese día en la segunda posición de la lista de los 20 días de Xochicalco. Si esta colocación es cotrrecta, podemos ver que el intervalo de días entre ambas fechas es de 130 días, exactamente la mitad del calendario ditual. Además, para observador colocado donde se encuentra la estela, los bordes de los basamentos y del templo superior de cada edificio del conjunyo le permitirían observar una serie de visuales que delimitan el curso anual solar. Así, tenemos que el eje de simetría hacia el edificio C marca los equinoccios; las visuales hacia los bordes norte y sur del basamento del mismo edificio señalan las salidas solares en los solsticios de verano e invierno; mientras que la puesta solar está marcada por el borde norte del edificio D y señala los días del paso cenital local. (42)

            Sin embargo, no sólo son estas observaciones solares las que se hallan en la plza central de Xochicalco. Existe otra visual que tal vez es la registrada en las fechas calendáricas de dicha estela y que podría tener relación con la media cuenta de 260 días, ya que hacia los bordes de los templos de ambos edificios se hala la orientación que marva la salida y puesta del sol en los días 29 de abril y 13 de agosto que dividen el año solar en la relación calendárica 104/260. Si contamos 130 días a partir del 13 de agosto, llegamos al 21 de diciembre, solsticio de invierno. Es posible que las fechas de la estela, separadas por un periodo de medio ciclo ritual, estén marcando el punto medio entre  las fechas 13 de agosto y 29 de abril, el cual coincide con el Sol en su posición solsticial de invierno, lo que tal  vez haya sido considerado la fecha de nacimiento de 9 Viento Quetzalcoátl.

         Otra orientación calendárica presente en los edificios de Meso américa es la que indican el par de fechas 12 de febrero y 29/30 de octubre, presente en varios sitios del centro de México como Malinalco, Xochicalco, el Tepozteco, Teotenango, Tenayuca, Las Pilas y Teotihuacan, entre otros.

         Estas fechas también dividen al año solar en la relación mencionada, pero en este caso, el periodo de 104 días se asocia con el solsticio de invierno y el de 260 días con el solsticio de verano, es decir, exactamente a la inversa que el par calendárico 13 de agosto y 29 de abril. (43)

            Esta situación es interesante pues señala dos tradiciones calendáricas distintas, aunque participantes de la misma estructura lógica. Por un lado, tenemos la tradición del periodo Preclásico tardío, Clasico y Epiclásico, presentes en las culturas de Izapa, maya y teotihuacana, así como  sus herederos directos como Xochicalco y Cacaxtla en el centro de México. Esta tradición sureña relacionada con las fechas cenitales de Izapa se vincula con la cuenta larga maya, de ahí que la fecha del origen del tiempo, según este sistema calendárico, sea precisamente el 13 de agosto 3114 aC.

         Por otro lado, las fechas de Teotenango, Malinalco y otos sitios del centro de México se relacionan con el inicio de año mexica. De acuerdo con los escritos de fray Bernardino de Sahagún, el año mexica se empezaba a contar a partir del 2 de febrero. Con la reforma gregoriana el calendario romano usado por los conquistadores y realizada a fines del siglo XVI, podemos decir que el principio del año mexica que consigna Sahagún corresponde a nuestro 12 de febrero actual, fecha que se encuentra registrada en las orientaciones de Malinalco (43).

            Así, tenemos que este templo del Posclasico no sólo marcó la división del ciclo  anual en los importantes periodos calendáricos 104/260, sino que también servía para señalar astronómicamente el día en que comenzaba la cuenta del nuevo año solar entre los mexoicas. Para algunos investigadores, como el arqueoastrónomo Jesús Galindo, este hecho puede considerarse como una prueba arqueoastronómica de la existencia de una corrección calendárica entre los mexicas, pues de no ajustar su calendario al año solar trópico, al cabo de unos pocos periodos de cuatro años, la relación calendárica 260/104 con los solsticios se perdería y la salida del Sol en esas fechas no marcaría el inicio del año mexica.

         Además de la relación calendárica 260/104 marcada por los pares señalados, los especialistas en astronomía prehispánica han localizado otras orientaciones calendárico-astronómicas, como aquella que divide el año solar en 5 partes iguales, es decir, en periodos de 73 días, contados a partir de los solsticios. Se trata de los pares de fechas 9 de abril/2 de septiembre y 9 de octubre/4 de marzo, presentes en numerosos sitios de Mesoamérica, incluyendo el templo 22 de Copán, el Templo Mayor de Tenochtitlan, la pirámide de los Nichos de Tajín, la pirámide de Xochitécatl, entre otros. El periodo de 73 días no sólo representa la quinta parte del ciclo solar anual, sino que representa el número de ruedas calendáricas que se necesitan para completar un ciclo de 52 años y es también un divisor del ciclo venusino de 584 días. (44)

            Otra tradición de orientación calendárico-astronómica es la que se halla en los Valles Centrales de Oaxaca, en donde nuevamente se localizan orientaciones aequitectónicas hacia pares de fechas separadas por un periodo calendárico epecífico contado a partor de los solsticios. En este caso, se trata de los pares 25 de febrero/17 de octubre y 17 de abril/25 de agosto, los cuales están separados 65 días, es decir, la cuarta parte de un ciclo sagrado también conocido como Cocijo, contados a partirde los solsticios de invierno y verano respectivamente. Al igual que en el caso de las fuentes nahuas del centro de México, una fuente etnohistórica colonial, en esta caso un calendario ritual serrano del ciclo XVIII, establece el 25 de febrero como el día inicial del año zapoteco. (45)

            Como podemos apreciar, la abundante  presencia de diversas orientaciones calendárico-astronómicas en la arquitectura prehispánica de Mesoamérica, desde el área maya hasta el centro de México, nos habla de la unidad del calendario mesoamericano, su importancia ritual y su estrecho vínculo con las observaciones astronómicas.

 

 

NOTAS

 

 

(Torres Rodríguez, Alfonso. (1999). La observación astronómica en Mesoamérica. Ciencias 54, abril-junio, 16-27. [En línea])

https://www.revistacienciasunam.com/pt/blog-2/105-revistas/revista-ciencias-54.html

https://www.revista.unam.mx/vol.14/num6/art13/

 

 

1.- Aveni, Anthony, Empires of Time, Calendars, Clocks and Cultures, Kodansha International, New York-Tokio-London, 1995.

2.-Sosa, John R. “Las cuatro esquinas del mundo: un análisis simbólico de la cosmología maya yucateca” en Arqueoastronomía y etnoastronomía en Mesoamérica, Johanna Broda, Stanislaw Iwasnizewski y Lucrecia Maupomé (eds.), Serie de Historia de la Ciencia y la tecnología 4, UNAM, México, pp. 193-201.

3.- Iwaniszeski, Stanislaw, “Arqueoastronomía y ciencia” en Antropología y técnica, núm 2, INAM-México,  1987pp. 119-137; Hawkins, G.S., Más allá de Stonehenge. El conocimiento astronómico de nuestros antepasados sobre el sol y las estrellas, México, Imprenta catalonia, 1979,.

4.- Carlson, John B. y Ron Cherry, “Arthropods in Astronomy Cases in “Western” and Mesoamerican Ethnoentomology”, en American Entomologist, Fall 1996, pp. 149-158.

5.- González Torres, Yólotl, El culto a los Astros entre los mexicas, México, SEP-setentas, Editorial Diana, 1979,.

6.- Montoliú Villar, María, Cuando los dioses despertaron. Conceptos cosmológicos de los antiguos mayas de Yuacatán estudiados en el Chilam Balam de Chumayel, la edición, Serie Monografía: 5, México, IIA-UNAM, 1989.

*.- https://www.americaindigena.com/059maya5.htm

7.- Arellano, Alfonso, “Notas sobre un dragón maya”, en Ciencias, México, Revista de Difusión, octubre 1992, núm. 28, FC-UNAM, pp.41-45.

8.-De La Cruz, Víctor, El pensamiento  de los Binnigula´sa: cosmovisión, religión y calendario con especial referencia a los Binnizá, México, CIESAS-INAH, 2007.

9.- Paso y Troncoso, Francisco del, “Ensayo sobre los símbolos cronográficosd de los Mexicanos#, en  Anales del Museo nacional, México, primera época, tomo II, 1882, pp. 323-402; Coggins, Clemence, “The Shape of the Time: Some Political Implications of a Four-part Figure”, en American Antiquity 1980, 45: 727-739.

10.- Sprajc, Ivan, Orientaciones astronómicas en la arquitectura prehispánica del centro de México, México, Colección Científica núm. 427, Serie Arqueología, INAH, 2001, pp.  74-75.

11.- Aveni, Anthony F. y Horst Hartung, “Uaxactún, Guatemala,Group E and Similar Assemblages: An Archaeoastronomical Reconsideration”, en World Archaeostronomy, editado por A.F. Aveni, Cambridge University Press, pp. 441-461.

12.- Granados Saucedo, Francisco, “La fiesta del Panquetzaliztli y el solsticio de invierno”, en Tloque-Nahuaque, Revista de Estudiantes de Etnohistoria, num. 4, abril-junio, 1998, pp.15-17; Zimbrón Romero, Juan Rafael, “Observaciones calendáricas de las salidas del sol detrás del Iztaccíhuatl y el Popocatépetl durante el solsticio de invierno”, en Iconografía Mexicana III: las representaciones de los astros, México, primera edición, Colección Científica núm. 442, INAH, 2002, pp. 93-114.

13.-Sprajc,2001, pp. 75-77.

14.- Morante López, Rubén, “Equinoccio en Teotihuacan: un palacio calendárico en la ciudad  de los dioses”, en México Desconocido, núm. 265, pp. 36-43.

15.- Aveni, Empires of Tile….. op. cit. 1982, pp. 316-335.

16.- Aveni, op. cit., 1981.

**.- http://losguaposdel564.blogspot.com/2012/03/edificio-j-oaxaca.html

17.- Morante López, Rubén, “Astronomía civil y astronomía ritual en Teotihuacan”, en Arqueología, segunda época enero-junio, Revista de la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH, México, 2002, pp. 139-175.

18.-Peeler, Damon, Marcus Winter yDavid A. Peterson, “The Placement of the Zapotec Tlailotlacan barrio at Teotihuacan: Evidence for Zenith Sun Watching at Monte Albán”, ponencia presentada en el Terecer Simposio de Cholula, UDLA, Cholula, Puebla, México, 1992.

19.- Bricker, Victoria R., “Directional Glyphs in Maya Inscriptions and Codices”, en American Antiquity 48, 1983, pp. 347-353.

20.- Malmströn, Vincent H. “Origin of the Mesoamerican 260-Day Calendar”, en Science vol. 182, Washington, 1973, pp. 939-941.; “Architecture, Astronomy, and Calendarics in Pre-Columbian Mesoamerica”, en Archaeostronomy in the Americas, Ray Willianson (ed.), A Ballena Press/Center for Archaeostronomy Cooperative Publication, 1981, pp. 249-261; Cycles of the Sun, Mysteries of the Moon The Calendar in Mesoamerican Civilization, University of Texas Press, Austin, 1997.

21.- La cuenta de 260 días corre del 13 de Agosto al 29 de abril. Tomando el solsticio de verano como el día 21 de junio existen 52 días entre esa fecha y el 13 de agosto y otros 52 días entre el 30 de abril y el 21 de junio.

22.- Galindo Trejo, Jesús, “Apogeo y ocaso de una manera de hacer astronomía”, en Ciencias, núm. 28, octubre de 1992, pp. 57-64; “La astronomía en Mesoamérica: de Izapa a Malinalco”, en Arqueología Mexicana, octubre-noviembre 1993, vol. I, núm. 4, 69-73, Editorial Raíces/CNCA/INAH, México.; Arqueostranomía en la América Antigua, Colección La Ciencia y la Tecnología en la Historia, CONACYT-Editorial Sirius, S.A. España, 1994.

23.- Thompson, J. Eric S., The Moon Goddes in Middle American with notes on  Realated Deities Contributions to American Antropology and History 29, Carniege Institution of Washington D.C., 1939; Milbrath, Susan, “Gender and Roles of Lunar Deities in Postclassic Central Mexico and their correlations with de maya area” en Estudios de Cultura Náhuatl, volm, 25, IIH-UNAM, 1995, pp. 45-93.

24.- Murray, William Breen, “Numerical Representations un North American  Rock Art” en Native American Mathematics, Michael P. Closs (ed.), University of Texas Press, Austin 1986, pp. 45-70; “Arte Rupestre en Nuevo león”, en Arte Rupestre en México, Ma. Del Pilar Casado (Comp.) y Lorena Mirambell (c00rd.), INAH, México 1990, pp. 453-485.

25.- Teeple, John E., “Maya Astronomy”, en Contributions to American Archaeology, núm. 2, Washungton, D.C., 1930, pp. 29-115.

26.-Closs, Michael. P.”Somes Parallels un the Astronomical Eventes Reorded in the Maya Codices and Inscriptions” en The Sky un Mayan Literature, Aveni (ed.), Oxford University Press, New York, Osford, 1992,  pp.133-147.

27.-Siarkiewicz, Elzbieta, Un canon de eclipses lunares en el Códice Borgia. Prueba  de interpretación, Ethnologia polona, 1986, vol. 12, pp. 79-84.

28.- Fox, James, A., “Tres Zapotes Estela C: A Mesoamerican Eclipse Conmemoration” ponencia presentada en The Second International Conference in Archaeoastronomy, Mérida, Yucatán, resumen de la ponencia en World Archaeostronomy, A.F. Aveni (ed.), Cambridge Univ ersity Press, Cambridge, 1989, p. 495.

29.- CÓDICE DRESDE, Facsímil de Los códices mayas, Introducción y Bibliografía por Thomas A. Lee Jr., Edición Conmemorativa X Anbiversario, Fundación Arqueológica del Nuevo Mundo, A.C., Brigham Young University, Provo, Itah y Universidad Autónoma de Chiapas, San Ceristobal de las Casas, 1985, pp. 31-77.

30.- CÓDICE BORGIA, Facsímil publicado por Sociedad Estatal Quinto Centenario, Akademische Druckund Verlagsanstalt, México, FCE, 1993, pp. 53-54.; CÓDICE VATICANO B, Facsímil publicado por la Sociedad estatal Quinto Centenario, Akademische Druckund Verlagsanstalt, México, FCE, 1993, pp. 80-84.; CÓDICE COSPI, Facsímil publicado por el Fondo de Cultura Económico, Socierdad Estatal Quinto Centenario y Academische Druckund Verlagsanstalt, México, 1994, pp. 9-11.

31. - Förstermann, Ernst Wilhelm, Commentary on the Maya manuscript in the Royal Public Library of Dresden, Papers of the Peabody Museum if Archaelogy and Ethnology vol. 4 núm. 2 Cambridge, pp. 49-269.; Seler, Eduard, “Venus Period in the Picture Writings of the Borgian Codex Group”, en Bureau of American Ethnology, Bulkletin 28, Washington, 1904a, pp. 353-391.; “The Walls Paintings of Mitla”, en en Bureau of American Ethnology, Bulkletin, 28, Washington, 1904b, pp. 243-323.

32.- La hipótesis acerca de que los extremos de Venus como Estrella vespertina coincide con el inicio y fin de la temporada de lluvias proviene del artículo seminal de Closs, Michael P.; Anthony F. Aveni y Brice Crowley, 1984, pp. 221-247.

33.- Schele, Linda y David Freidel, A Forest of Kings. The Untold Story of de Anciuent Maya, color photographs by Justin Kerr, Quill Willian Morrow, New York, 1990; Schele, Linda y Nicolai Grube, “Tláloc-Venus Warfare The Peten Wars 8.17.0.0.-9.15.13.0.0” edited by Timothy Albrigth, composed by L. Schele & T.Albrigth, en Notebook for the XVIIIth Maya Hieroglyphic Worksshop March 9-18, 1994 Part II, Departament of Art History, The College of Fine Arts and Intitute of Latin American Studies: 79-165.

34.- Mendieta, Gerónimo de Fray, Historia eclesiástica indiana, México, 2 vols., Noticias del autor y de la obra de Joaquín García Icazbalceta, Estudio preliminar de Antonio Rubial García, primera edición en Colección Cien de México, CNCA-México, 1997.

35.- Ichon, Alain, La relifión de los totonacas de la sierra, trad., de José Arenas, primera reimpresión, México, Colección Presencias núm., 24, DGP/CNCA-INI, 1990.

36.- Palabras de Seferino Tum, sacerdote maya de Quintana Roo en nota de Blance Petrich, La Jornada no. 4896, IV-22-1998.

37.- Bricker, Harvey M. y Victoria R. Bricker, “Archaeoastronomical Implication of an Agricultural Almanac in the Dresden Codex”, en México Vol. VIII, núm. 2: 2935,1986; “La Tabla de Marte en el Códice de Dresde” en Arqueoastronomía y etnoastronomía en Mesoamérica, Johanna Broda, Stanislaw Iwaniszewski y Lucrecia Maupomé (eds.), México, Serie de Historia de la Ciencia y la Tecnología 4, UNAM, 1991, pp. 129-143; “More on the Mars Yable in the Dresden Codex”, en Latin American Antiquity vol. 8, México (4) 1997, pp. 384-397.

38.- Fernández, José A. “S Stellar City: Utatlan and Orion” en Tiempo y astronomía en el encuentro de los dos mundos, S. Iwaniszeski; A. Lebeuf, A. Wiercinski y M. S. Ziolkowski (comps.), Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Varsovia, Waszawa, 1994, pp.72-77.

39.- Broda, Johanna, “Calendarios, cosmovisión de la naturaleza” en Temas mesoamericanos, Sonia Lombardo y Enrique Nalda (coords.), México,  Colección obra diversa, INAH, CONACULTA, 1996, pp. 427-469.

40.- Galindo, op. cit., 1994 y 1996; Ruíz Gallut, María Elena, Jesús Galindo Trejo y Daniel Flores,”Sol y Venus en el templo superior de los jaguares”, en Universidad de México, Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 25-29.

41.- Galindo, op. cit., 1992, pp.57-64 y 1994, pp.145-146.

42.- Galindo, op. cit., 1994, pp.132-13343.- Pare esta cuenta se toma el solsticio de invierno como punto medio de la cuenta de 104 días. Tomando el 21 de diciembre como el solsticio de invierno, existen 52 días entre  esa fecha y el 12 de febrero y otros 52 días entre el 29 de octubre y  el 21 de diciembre. El ciclo de 260 días corre del 12 de febrero al 29 de octubre e incluye ambos días como inicio y fin del periodo. Sprajc, op. cit., p. 107 y ss.

43.- Galindo, op. cit., 1993 y 1994.

44.- Galindo, op. cit. 1994, pp. 166-168.

45.- Galindo, op. cit., 2002ª y2002b.

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