martes, 6 de febrero de 2018

(1)  CHINA:

CONFUCIO 1ª parte

Humanismo ético

A partir del siglo VI a. C., todavía en aquellos tiempos revueltos del período de “las primaveras y los otoños”, hacen su aparición los maestros de la sabiduría, que inician un primer importante cambio de paradigma en la cultura y la religión chinas. Casi al mismo tiempo que los presocráticos griegos, se opera en China un cambio radical con el paso de la mitología a la filosofía, a una nueva autoconciencia del individuo.

            Comienza la era del humanismo chino, el periodo de madurez de la civilización antigua china. En este periodo se produce una transición de la religiosidad mágica a la racionalidad, se concede al hombre y a razón humana prioridad frente a los espíritus y a los dioses y, finalmente, surge el tinetrés por la historia, el arte y la literatura.

Los eruditos, los literatos, los intelectuales shi son ahora numerosos y forman la capa superior de la sociedad. La capa siguiente está constituida por los campesinos, la tercera por los artesanos y la cuarta por los comerciantes. La cultura y el saber aportan más prestigio que la riqueza. Hace su entrada en la sociedad china el gusto por aprender. La época de los conflictos políticos es también la época de las innovaciones espirituales.

Confucio: un sabio entre muchos

Entre las “cien escuelas de pensadores” de la nueva clase culta de aquella época, el de más éxito fue un hombre que sólo posteriormente se convirtió en el sabio chino por excelencia y que está enterrado en Qufu, en el apacible cementerio de la familia, situado en un bosque y rodeado de un muro de 10 km de perímetro: Kong Fuzi (hacia 551-479 a. C.), el maestro Kong, conocido en occidente por el nombre latinizado de Confucio.
            Los contornos de su apariencia exterior, tal y como ha llegado a nosotros en figuras calcadas sobre piedra y en monumentos, puede que son sean históricos. Pero sí están documentados históricamente los rasgos característicos y las líneas generales de su vida y de su doctrina: nacido en el seno de una familia noble venida a menos que vivía en condiciones modestas, viajó mucho por los estados feudales de entonces. Pero buscó inútilmente a algún soberano que necesitara de sus consejos. Sólo una vez, cuando tenía ya 50 años, ejerció un cargo oficial y fue una especie de “ministro”, o más bien, un inspector o supervisor. Pero desde entonces se consagra por completo a la instrucción de sus discípulos y, en ocasiones, conversa con soberanos o ministros. No se interesa por la adivinación ni por la magia sino que se dedica a la música, a la poesía y al estudio de venerables escritos antiguos.
            Su doctrina ha permanecido viva. Para él no son importantes las decisiones de los oráculos sino las decisiones éticas de los propios hombres. Él no quiere despertar las fuerzas mágicas del hombre.
            El perfil espiritual de Confucio es inconfundible y se refleja en las “Conversaciones” (Iun yu: palabras reunidas) escritas por sus discípulos. Se trata de una colección relativamente breve de sentencias sueltas, de anécdotas y de conversaciones, que no contienen –como en los presocráticos- una interpretación especulativa del universo sino, de modo completamente práctico, sabios consejos vinculados a la experiencia. La filosofía china se caracteriza desde el primer momento por su cercanía a la realidad, por su estilo de argumentación claro y concreto y por aversión hacia las deducciones abastractas.

El perfil personal de Confucio


Pese a tantos rasgos paralelos, el perfil personal de Confucio es inconfundible. Confucio no es, como lo fue Jesús, una figura profética. Él no predica apasionadamente la llegada de un futuro reino de los cielos o reino de Dios que ya hoy está pidiendo que se obre en consecuencia. Confucio no es sino un acrisolado maestro de la sabiduría que, aunque mire hacia adelante, hacia un futuro mejor, se orienta hacia atrás, se orienta en un pasado mejor, en el reino humano de los antiguos Zhou. Su modelo para el futuro es, pues, el de una  Edad de Oro idealizada. Por eso defiende una ética político-moral anclada en la familia, una ética que ve una vinculación entre la virtud personal y en bien del Estado. Frente a esos reinos de nueva formación, frente a las guerras y rebeliones, a las sangrientas venganzas y a los asesinatos, Confucio aspira, por tanto, a restablecer el orden social primigenio que estaba sustentado por principios morales.
            Para Confucio son muy importantes, para una sociedad más pacífica, más justa, más eficiente, las cuestiones de la forma exterior: los cumplimientos ritos, de las antiguas costumbres, desde dentro, de las antiguas costumbres y normas de comportamiento , de las disposiciones y normas originarias religiosas y civiles. “Yo soy un intermediario, no un creador; yo creo en los antiguos y tengo pasión por los antiguos”, dice también en las “Conversaciones” (7,1). El hombre no ha de temer ni a dioses ni a espíritus sino que ha de doblegarse ante la gran tradición antigua. Así encuentra armonía consigo mismo y con el mundo. Una ética que pretende armonizar una exigencia moral universal con las tradiciones de la civilización chinas.
            Cuando se pasea en Qufu por la residencia, rredificada y ampliada una y otra vez, de la familia Kong, cuyos miembros poseían en la época imperial dignidad de príncipes, uno se pregunta: ¿quiso Confucio sustituir la religión por la moral? ¿Tiene en realidad un horizonte religioso? Confucio eliminó las figuras llenas de vida de los primitivos dioses de la antigua China; en la “Conversaciones” sólo se menciona una vez al “señor de las alturas” Shang dí. En cambio para él está presente el “cielo” tian, que él entiende como un poder eficiente, como orden, ley, esencia. La “voluntad” de ese cielo, superior a todos los demás, es lo que el hombre, y en especial el gobernante, tiene que comprender y que cumplir: “Quien peca contra el cielo no tiene a nadie a quien rezar”.

La Humanidad

Toda la reflexión de Confucio gira en torno al comportamiento del hombre con todas sus vinculaciones básicas familiares y sociales. Ese hombre que no ha de convertirse en santo sino en un “hombre noble”. Con ello no se refiere a una aristocracia de orden social sino a una “nobleza moral”. Ese hombre noble tiene que estar abierto, a todo lo bueno, verdadero y bello; de máxima importancia es la música, en la que se funden la razón y el sentimiento. Pero al mismo tiempo, ese sabio también tiene que comprometerse en el terreno de la política.
            El hombre ha de aspirar a una relación armónica con los hombres y con la naturaleza y, en el marco de las normas exteriores de comportamiento, ofrecer a todos los hombres humanidad interior ren: bondad humana, afecto, benevolencia. “Un ser humano sin humanidad ¿de qué le sirve a ese la forma? Un ser humano sin humanidad ¿de qué le sirve a ese la música?
            Así para los chinos, Confucio se convirtió en el maestro y el guía de cultura universal que, en un espíritu de sabiduría humanista, reflexiona desde una perspectiva práctica sobre ética y política, pero cuya doctrina no triunfó hasta mucho después de su muerte. Una visión del mundo sensata y razonable, concentrada en esta vida terrenal. A la pregunta de que es la sabiduría, responde el maestro Kong: “Consagrarse a sus deberes para con los hombres, honrar a espíritus y dioses y mantenerse alejados de ellos, eso podría recibir el nombre de sabiduría” (6,20). Así pues, que esos seres fabulosos que adornan los tejados se queden dónde están. Más importantes, sin embargo, son las relaciones entre las personas. La arquitectura clásica china también expresa mediante armonías desde una perspectiva humana: nada tiende hacia las alturas, ningún edificio está en el centro, el conjunto debe irradiar armonía.
            Así pues, con esa actitud de reverencia ante el cielo pero de distancia y reserva frente a dioses y espíritus, Confucio exige ambas cosas: la renovación de la constitución interior de la persona individual y, justamente así, la de la constitución exterior del Estado. Esto apunta, concretamente, a la regeneración y consolidación político moral de un gobierno humanitario y de un orden y armonía verdaderamente sociales en la familia y el Estado: “Si se gobierna mediante decretos y se impone orden mediante castigos, el pueblo se vuelve esquivo y no tiene conciencia. Si se gobierna mediante la virtud y se impone orden mediante la moral, el pueblo tiene conciencia y alcanza el bien” (2,3)

Que es Humanidad: la Regla de Oro

A Confucio le preguntaron: ¿Hay una palabra que pueda servir durante toda la vida de norma de conducta? Y respondió: “Reciprocidad shu. Porque humanidad quiere decir, de un modo concreto, consideración y tolerancia mutuas: shu, para Confucio la fórmula abreviada de la regla de oro que da a continuación: “Lo que no desees para ti no se lo hagas a los demás”.
            “Humanidad” ren significa para Confucio “amar a los hombres”. Sin duda en él ese amor a los hombres se centra únicamente en el sentimiento natural y en las vinculaciones familiares y nacionales, escalonadas según la proximidad social.
            Para Confucio, el prójimo es ante todo el miembro de la familia. Y Confucio tampoco siente reparos en reclamar la supremacía de los chinos sobre las tribus bárbaras y en no permitirles sino el estilo de vida chino. No obstante, en Confucio el amor al prójimo también va más allá de la familia en sentido estricto, pues abarca además de los propios hijos, padres y ancianos a los de familias ajenas. “Así dentro de los cuatro mares, todos los hombres son hermanos”. En otro tiempo la tierra era concebida como un rectángulo limitado por mares, y encima un cielo redondo de nueve niveles.

Las relaciones fundamentales humanas

            El confucianismo se ocupa ante todo del lado exterior de la vida china: la configuración de la vida familiar y de la política. Ve toda la sociedad humana como un sistema de relaciones personales que, partiendo de la familia, han de ser configuradas armónicamente.
            Contemplemos una familia media china: el respeto a la vejez en China es algo que se sobreentiende; la abuela no tiene que temer por su posición en la familia. La fuerte cohesión de la familia, , incluso de la familia extensa, es fundamental para los chinos e incluso mantiene estrechamente vinculados entre sí a familiares que viven en distintos continentes. Se apoyan y se ayudan unos a otros, tanto en la vida como en los negocios.
            En las familias chinas tienen importancia hasta el día de hoy cinco relaciones fundamentales: superior e inferior, padre e hijo, marido y mujer, hermano mayor y menor, amigo y amigo. La estrecha unión entre los miembros de la familia tiene por objeto establecer y fomentar la estabilidad social. Esas cinco relaciones están basadas en la reciprocidad, pero también es posible abusar de ellas interpretándolas en un sentido jerárquico.
            Con su escuela de sabiduría, Confucio, a principios del siglo V, sentó las bases de la ética y la política chinas por un periodo de más de 2 000 años. Para el confucionismo, son de importancia primordial. También se le atribuían a Confucio “Cinco Clásicos:

1.      Libro de las transformaciones yi jimg,
2.      Libro de los documentos shu jing,
3.      Libro de los cánticos shi jing,
4.      Libro de los ritos li jing,
5.      Anales de la primavera y del otoño chun qiu, y una sexta
6.      El libro de la música, no se ha conservado.

Numerosos pensadores siguieron desarrollando la doctrina de Confucio. El más importante es Menzius, que nació no muy lejos de Qufu, en Zouxian.
            Ya dos años después de su muerte, en 478 a. C., se erige a Confucio, en Pekín, un pequeño monumento conmemorativo. Pero hasta el años 195 a. C., bajo la dinastía Han, no se edifica un templo en su honor kongmiao.

La religión estatal confuciana: Confucio, el maestro

En la época Han queda acuñado de manera decisiva el estilo de vida clásico chino que duraría 2 000 años. Y aquel Confucio, que en la China feudal, al final de la dinastía Zhou, sólo era un maestro entre otros, se convierte, en el maestro por excelencia. Los clásicos confucianos pasan a ser filosofía oficial y el confucianismo, doctrina oficial. Se construyen cada vez más templos confucianos. En ellos, Confucio no es adorado como dios pero si venerado como modelo a imitar y como símbolo de la civilización china.
            En el 125 a. C., los ya mencionados Cinco Clásicos se convierten en la base de los exámenes para el funcionariado. Siglos después, esos clásicos, grabados con más de 600 000 signos de escritura en una 190 tablas de piedra, son colocados en el templo de Confucio en Pekín. Allí hay también, en el atrio, 198 estelas de piedra con los nombres de 51 624 funcionarios titulados de las diversas dinastías.
El ser humano sigue estando en el centro: el ideal de cultura de ese funcionariado –en la época Han hay un mínimo de funcionarios y de leyes- que se ha formado en escuelas confucianas, ha superado durísimos exámenes, goza de seguridad económica y por tanto de independencia, es humanidad, piedad e integridad. Una sólida actitud moral que también contribuye a posibilitar decisiones autónomas: en lugar de muchas leyes, ética y experiencia de la vida zhí. La élite de esos funcionarios letrados constituye así una aristocracia del pensamiento que es completada y renovada continuamente desde debajo de modo selectivo. Su única legitimación es el conocimiento y el dominio de los textos confucianos. Así se acredita como capaz de mantener en el Estado central una autogestión de los municipios, y esa autogestión mantiene la continuidad de la sociedad china incluso cuando hay cambio de dinastía.
Las formidables obras filológicas e históricas. Por ejemplo, la monumental obra histórica de Sima Qian, que está basada en un cuidadoso estudio de fuentes y presenta detallada y sistemáticamente en 130 capítulos la historia china desde los comienzos remotos hasta la época contemporánea del autor (87 a. C.). Lo que son en la época Shang los archivos de oráculos y en la época Zhou las inscripciones en bronce, son en la época Han los manuales oficiales: una fuente única y de extraordinario valor para los historiadores.
Para los funcionarios confucianos, el emperador es el más excelso maestro de los hombres, un maestro que ha de enseñar lo que se lee en libros clásicos, en lo posible sin influencia de los magos religiosos wu. Sin embargo, en la época tardía de los Han, las luchas en la corte entre las camarillas, el poderío de los eunucos, las intrigas de harén y de las emperatrices, gravaron enormemente la relación con el funcionariado y pusieron en peligro la continuidad de la dinastía Han. Pues entretanto había adquirido cada vez más fuerza una contracorriente del confucianismo: el taoísmo.
Contrariamente al confucianismo, que se ocupa ante todo de la armonía exterior de la vida social china –la estructuración del sistema familiar y político-, el taoísmo se concentra en la armonía interior, en la salvación y la curación del individuo. No sólo promete liberación de la culpa y del pecado sino también una larga vida y la inmortalidad. Precisamente en la gran época clásica de China, bajo los Han (desde el siglo III a. C. hasta el siglo III d. C.), la medicina china se apartó de la medicina de oráculos y espíritus para consagrarse a los nuevos métodos curativos vinculados a una determinada cosmología y antropología. Por tanto, también en la medicina se produce un cambio de paradigma.

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Continuará…..

Fuente: Küng, Hans, En busca de nuestras huellas, La dimensión espiritual de las religiones del mundo, México, Mondadori, Debolsillo, 2ª edición, 2013.

Historia Universal, el origen de las grandes religiones, Perú, Salvat Editores, 2005, vol. 7.







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