(2)
CHINA
TAO
– TAOÍSMO
Según el
taoísmo, el hombre está inmerso en un sistema universal de relaciones,
correspondencias, corrientes energéticas. Ante todo es necesario observar la
ley de la correspondencia de macrocosmos y microcosmos. La vida del hombre debe
transcurrir en consonancia con los procesos macrocósmicos. Al mismo tiempo es
necesario observar la ley del ritmo de ambas fuerzas cósmicas primigenias y, en
caso de enfermedad, restablecer el equilibrio perdido: el yin –pasivo, femenino, oscuro- y
el yang
–activo, masculino, claro- lo determinan todo, en el
universo y en el hombre: desde el ritmo del día y la noche hasta el ritmo del
corazón y la respiración. La energía vital fluye por los 14 meridianos
invisibles del cuerpo. Y así, a partir de los aproximadamente 360 puntos de
acupuntura, se puede influir en los órganos internos y en su función
Independientemente de lo que se pueda pensar sobre esas
correspondencias y esos procesos regulares taoístas, ciertos éxitos de esa
medicina son innegables: la acupuntura, la moxibustión (cauterización de la
piel mediante la aplicación de mechas de moxa) y otros métodos terapéuticos,
ciertos ejercicios respiratorios, masajes y gimnasias terapéuticas. Muy
sugestiva también la distinta clasificación de las enfermedades (nosología), su detallada diagnosis mediante
palpación y diagnóstico de pulso, finalmente la enorme colección de medicinas.
El libro clásico sobre acupuntura y moxibustión es obra de Huangfu Mi
(215-282).
Todo esto constituye sin duda
un reto a la medicina moderna occidental. La higiene corporal y la higiene
moral tienen que ver una con otra. No pueden ser separados el individuo, la
naturaleza y la sociedad, el bienestar físico, espiritual y social. Debería dar
que pensar que ya el manual más antiguo chino de medicina y acupuntura, de
inspiración taoísta, Nei jing “la doctrina interior”,
cuyas primeras compilaciones datan ya de hace 500 años a.C., fije un claro
orden de prioridad para las intervenciones terapéuticas: antes de la acupuntura
vienen los medicamentos, antes de los medicamentos, viene la alimentación
adecuada, pero antes de la alimentación adecuada viene el tratamiento del
espíritu…. Justamente esa religión taoísta de la salud física y moral nos
introduce de pleno en esa sabiduría china que tiene que ver con el tao, con esa
ley primigenia de todo lo que acontece en el hombre y en el cosmos, una ley a
la que tiene que acomodarse el hombre en su modo de vivir.
¿Qué
significa Tao?
En chino hay un tao,
literalmente “camino” (ley, doctrina,
principio, orden), para todo. Un tao de la naturaleza, del espíritu, un tao del
comienzo, del medio y del fin… Esto ya muestra que el tao es concebido como
algo que no es posible aprehender y que a la vez, sin embargo, lo penetra todo.
Antes de Confucio, tao todavía era un símbolo de ideales humanos, y Confucio
tampoco lo empleó casi nunca en un sentido general. Siempre era, de un modo
concreto el tao de algo, el camino de algo.
Pero posteriormente, el tao tiene un sentido universal: tao,
camino que todo lo abarca. Al menos así se entiende el tao en el
escrito sapiencial chino más célebre y también más traducido, Tao
Te-king, de que en 1997 se encontró en Guodian (provincia de Hubei) un
fragmento, circa del siglo IV a.C. Ese escrito es atribuido al sabio legendario
Laozi
o Lao-tse (1)
Laozi, se afirma, sólo dejó como
legado un breve escrito, Tao Te-king, el “clásico sobre el camino y su fuerza!
¿Qué enseñanza contiene?
(1) Lao-tse, según la leyenda, alrededor
de su nacimiento ocurrieron cosas sorprendentes. Su madre fue una virgen y su
padre un rayo de sol. Durante ochenta años, la virgen llevó al niño bajo el
corazón antes de su nacimiento. No es extraño, por tanto, que naciera con pelo
y cejas blancas y que desde su primer día de vida fuera ya tan sabio como una
persona octogenaria normal. Era discípulo de Confucio. Actuó como bibliotecario
en la corte de Chou, pronto se hastió de aquella vida, que con todo lujo le
impedía dedicarse a la meditación. Transcribo la última estrofa de su libro el
Tao Te-king:
La palabra sincera no es bonita;
La palabra bonita no es sincera.
El hombre que vale no lucha;
El hombre que lucha no vale.
El sabio no es docto;
El docto no es sabio.
El hombre perfecto no colecciona riqueza;
Es derrochador en lo humano;
Regala lo humano y es rico.
El camino del todo es:
Conformarse sin lucha.
El camino del hombre es:
El hecho sin compromiso.
· 1.- Tao,
“camino” es entendido aquí, en un sentido general, como primer y último
principio, indefinible, innombrable e indescriptible. No, no es una divinidad
personal, pero causa primera de todo el universo, existente ante que el cielo y
la tierra. Madre de todas las cosas, deja, en quietud, sin obrar, que todo
surja. Por eso, ese tao es al ismo tiempo…
· 2.- Te,
“fuerza” (virtud). En la creación, despliegue y conservación del mundo. Te actúa como la fuerza del tao que está en todos los fenómenos y
los convierte en lo que son. Y sin embargo, el tao y su fuerza no son
aprehensibles directamente en ninguna parte ni se puede disponer de ellos. Esta
“vacío”, sin atributos perceptibles por los sentidos. Y sólo cuando también el
hombre está liberado, en estado de “vacuidad” wu, de pasiones y deseos,
sólo cuando hace suyo el orden cósmico, el tao, lo convierte en ley de su vida
y deja que el tao lo posea, sólo así, en un obrar o no-obrar wu-weí
sin finalidad, imita la callada acción de la naturaleza. Entonces vive en
armonía con la naturaleza, es más, puede alcanzar la unidad con el tao.
La meditación tai-chi
quiere contribuir a conseguirlo: los movimientos suaves, armónicos, lentos,
pretenden coordinar la consciencia, la respiración, el movimiento y deshacer
las tensiones del cuerpo y los bloqueos de los meridianos de la energía. Pro
esos ejercicios también pueden llevarse a cabo con espada, lanza o cuchillo, lo
que hace recordar que “tai-chi” era en su origen una técnica de autodefensa.
Taoísmo:
un movimiento de oposición anticonfuciano
“No obrar”: por eso, en
lo posible, pocas leyes y preceptos. Así, la doctrina sapiencial del taoísmo
–además de Laozi habría que mencionar a Zhuangzi, supuesto autor de la obra
clásica Del país meridional de las flores-
se convirtió en un movimiento de oposición antilegalista y anticonfuciano.
Aparece ya en la época Han, sustentado por eremitas e individualistas, pero
después a menudo también por contestatarios políticos, e incluso por rebeldes y
revolucionarios.
Los taoístas rechazan el compromiso político típicamente
masculino. Según ellos, los legalistas y confucianos tratan de educar, guiar y
dirigir con excesiva rigidez a los hombres. El estado del mundo se vuelve así
más caótico. Y, en efecto, tanto en el imperio romano como en el imperio Han,
el gran capital y la economía latifundista producen un recrudecimiento del
antagonismo de clases y la depauperación de las clases bajas, lo que finalmente
contribuye de modo decisivo al hundimiento de ambos imperios.
Con frecuencia, los taoístas ridiculizan sin ningún
reparo los ideales confucianos de sabiduría, ritual y gobierno. Critican sobre
todo a los sabios o funcionarios confucianos, que adoptan de modo conformista
su vida privada y social al sistema político. En lugar del orden
institucionalizado, de los rituales, convenciones y uniformidad a través de las
instituciones públicas, lo aconsejable es el camino taoísta: deja a los hombres como son, y deja a la
naturaleza como es, entonces, y sólo entonces, reinará la armonía. ¿Por
qué? Porque la raíz de todo el mal está en que el hombre se separa de la
naturaleza.
Por eso, contra la organización social legalista y el
activismo y el moralismo confuciano, los taoístas propagan un retorno a la naturaleza,
en la que estaba armónicamente inmerso el hombre de la remota antigüedad.
Frente a la tradicional rivalidad entre el hombre y la naturaleza, en el
taoísmo se busca la unidad del hombre y la naturaleza. Pero esa unidad sólo
puede llevarla a la práctica el individuo en su soledad o en la concentración
mística: perseverando en el silencio pasivo, en el “no obrar” o no intervenir
wuweí, y buscando así la armonía con la Gran Naturaleza, el tao, que es
la armonía perfecta.
En el taoísmo se pone de manifiesto ya muy pronto un
anhelo de sencillez y naturalidad, como sucedió más tarde en Europa. Es
indudable que, en un contexto taoísta, la intuición, la inspiración, la esencia
insondable de la creatividad artística se expresa mejor en imágenes y en
palabras. Pero ya entonces, esa actitud del individuo podía ser explotada por
los poderosos para sus fines o convertirse de pronto en una brutal revolución
cultural.
Taoísmo:
una religión
El taoísmo es mucho más que una
filosofía. Se convirtió en un movimiento religioso en toda forma. Ese
movimiento tomó muchos elementos de la antigua religión china de chamanes (2) y adivinos. (3) Por otra parte creó una formidable obra escrita: toda ella, al parecer,
experiencias de lo divino, comunicadas a los taoístas cuando estaban en trance,
pero transmitidas sin nombre de autor ni fecha de composición. Finalmente
fueron reunidas en un canon taoísta taozang. Entre los 1 120 volúmenes,
los dos tratados filosóficos de Laozi y Chuangzi son solamente dos entre
muchos. Además de actos de culto purificadores (ejercicios de yoga, dietética,
gimnasia, búsqueda de elixires) entraron en ese canon sobre todo prácticas
culturales para la prolongación de la vida. El taoísmo se hizo popular, tanto
entre el pueblo llano como entre la aristocracia, sobre todo como religión de la inmortalidad. Su gran
promesa: cuando mueren los taoístas, van a uno de los paraísos o a las Islas
Bienaventuradas, fuera de China.
(2)¿Qué es un chamán? Shaman es una
palabra de los tungús, pueblo de Siberia central y oriental y también del
noreste de China que forman el grupo lingüístico manchú-tungús. Shaman significa
“quien está excitado, movido o elevado”. Y así, el chamán es una persona,
hombre o mujer, poseída por los espíritus. Los chamanes pueden actuar como
simples médiums, como curanderos, como exorcistas, intérpretes de sueños o
hacedores de lluvia. Pueden –esa es la creencia- reanimar las almas de
enfermos, o de difuntos, e incluso viajar por los aires. En China, tal
chamanismo no es un fenómeno del pasado. Hoy sigue viviendo en los dioses y en
las prácticas del taoísmo religioso, en ciertas modalidades de budismo y en la
nueva religión china surgida de la fusión de ambas religiones.
(3) China existe desde tiempos remotos la adivinación. Las inscripciones y los
escritos más antiguos, encontrados en China contienen múltiples vaticinios.
Esos escritos y esas inscripciones no son de naturaleza económica sino sacral,
y con frecuencia mágica: utilizados para el intenso contacto con espíritus,
antepasados y dioses, para extender acta de los sacrificios a los antepasados y
confeccionar índices sobre ofrendas en las tumbas. En China, el ser humano fue
visto desde el principio como ser viviente lleno de espíritu o espíritus.
Testimonios de adivinación proceden de la dinastía Shang (c. 1766-1045 a.C.),
con la capital en Anyang –en la Edad de Bronce-, dinastía de la que no han
quedado templos ni palacios.
El comienzo de la religión
taoísta suele situarse en Sichuan, donde en los tiempos de la época Han, en 142
d.C., el ermitaño Zhang Daoling tuvo una revelación del “altísimo señor Lao”:
el pueblo no respetaba la verdad, ni la bondad y veneraba más a los demonios
que acarrean la perdición. En esa revelación, Zhang es nombrado por el dios Lao
maestro del cielo tianshi con la misión de acabar con las prácticas demoniacas e
introducir la fe verdadera.
¿Y con qué medios se llevará eso a cabo? La nueva secta
del maestro del cielo rechaza sacrificios de sangre, que en aquel entonces se
ofrecían a los espíritus de los muertos, y los sustituye por varitas y
pebeteros de incienso, por verdura cocida. En la curación de los enfermos
introduce la confesión de los pecados: en espacios cerrados, los enfermos
escriben sus pecados en determinadas épocas del año, y los sacerdotes rezan por
ellos. Para alcanzar el perdón y la curación, esas listas de pecados son
ofrecidas, o al cielo en las cumbres de los montes, o a la tierra
enterrándolas, o a los ríos sumergiéndolas en ellos.
La
“Iglesia” taoísta
Zhang reúne a sus adeptos en
comunidades de hombres y mujeres, con sacerdotes y sacerdotisas que representan
al tao en la tierra. Así, surge, efectivamente, una suerte de “Iglesia” taoísta
con sacerdotes casados (exorcistas, magos, geomantes, adivinos) y monjes y
monjas célibes que, como ermitaños o viviendo en comunidad –sólo están
separadas las habitaciones privadas- aspiran a la perfección. En el monte
sagrado de los taoístas, el Quincheng Shan, cerca de Chengdu, la
capital de Sichuan, se puede asistir a una liturgia femenina ante los “Tres
puros”, la trinidad taoísta, con cánticos, música y ofrendas de incienso, una
liturgia celebrada con gran recogimiento y dignidad exclusivamente por mujeres
pero para hombres y mujeres.
La “Iglesia” taoísta es la principal heredera de la
antigua religión popular china que hoy, indiferente a cincuenta años de crítica
comunista a la religión, resurge en la población rural china (75% de los 1 200
millones de habitantes) con centenares de templos. Para el pueblo hay agua
bendita e incienso, fiestas que se ajustan al ritmo del año (fiesta del año nuevo chino con danzas de
leones o de dragones para ahuyentar a los malos espíritus) y pomposas
ceremonias de culto. Para el pueblo creyente hay ceremonias de purificación y
renovación, prácticas de confesión y de penitencia en determinados días, ayunos
y leyendas de santos, magia y superstición.
Sobre todo ello impera una jerarquía terrenal y
celestial, en la tierra está la cabeza de esa Iglesia o Templo, junto a la que
hay, por supuesto, muchas otras sectas taoístas, una especie de “papa” taoísta,
aunque sin magisterio supremo ni mando supremo: sólo el maestro celestial como representante del dios supremo.
En el cielo, sin embargo, hay innumerables figuras
divinas o casi divinas, e incluso muy en la cúspide de la jerarquía de dioses
una especie de “madonna”. Y arriba del todo los Tres puros: Señor de la joya
celestial, Señor del tao, y Supremo señor Lao. Laozi,
la figura humana fundadora, aparece allí totalmente divinizado como la tercera
persona de una trinidad, equivaliendo de hecho esa fe trinitaria a una fe en
tres dioses. No se han podido comprobar hasta ahota las hipótesis de que la
creencia en la trinidad taoísta, que no aparece firmemente establecida hasta la
época de la dinastía budista Tang (618-907), este influida por el pensamiento
cristiano-nestoriano gnóstico, presente desde muy pronto
en la capital Chang´an.
Mediante prácticas internas y externas, con meditación y
elixires, los fieles pueden tener esperanza en la inmortalidad: en llegar a
formar parte de los inmortales terrenales
o incluso de los inmortales celestiales,
de esos genios xian con rasgos afines a los seres divinos. Los taoístas,
desde luego, no han encontrado un elixir de la inmortalidad. Pero con sus
experimentos han hecho no pocos descubrimientos en el campo de la química,
medicina y farmacología. Tradicionalmente, la investigación china de la
naturaleza no busca tanto las relaciones causales, en el sentido de una
observación racional-objetiva de la naturaleza, como las relaciones generales
del ser, por ejemplo entre el microcosmos y el macrocosmos, unas relaciones en
las que, según la doctrina taoísta, está inmerso el hombre en su quehacer.
Pero una cosa es la alquimia, y otra la moral: como
condición previa para conseguir la inmortalidad, el taoísmo exige también una vida
moral: no engañar ni estafar a otros,
hacer buenas obras y penitencia por las propias faltas, lograr progresos en la
meditación y en la vida diaria. Por tanto, para ese taoísmo la experiencia mística y la ética son una
unidad.
La secta de los maestros del cielo existe hasta hoy; el
sexagésimo tercer maestro del cielo huyó a Taiwán, donde actualmente está en
funciones el sexagésimo cuarto. En cambio no pudo subsistir la secta, nacida al
mismo tiempo pero después muy politizada, llamada Camino de la paz suprema (taiping
tao), que en la última etapa de los Han provoca el primer levantamiento
en masa de campesinos por motivos religiosos. Sobre todo, los cientos de miles
de turbantes amarillos, que operan en
las zonas más diversas del país, llevan, junto con la Secta de los cinco celemines de
arroz, a la caída de la dinastía Han. Su imperio se descompone en Tres imperios todos gobernados por
emperadores-soldados. El resultado son más de cuatro siglos de desintegración.
Se llega a una situación parecida a la que había en Europa en aquella misma
época, la transición de la Antigüedad a la Edad Media, con desplazamientos de
población y amenaza, migraciones de pueblos a caballo originarios de la estepa.
Taoísmo
y Confucianismo
Todavía en la época Han se llegó
a una mutua y creciente compenetración del taoísmo y confucianismo. El
pensamiento yi-yang, que ganaba terreno desde el siglo I a.C., contribuyó
decididamente a ello. Ya en el Libro de las transformaciones (yi jing)
aparece este pensamiento: todas las cosas y situaciones nacen de una combinación
de potencias primigenias cósmicas, de yin y yang. Estas dos potencias
originarias son las dos fuerzas polares que, mediante su cambio alternante,
crean y penetran todo el universo. Como los grandes montes, en el mundo todo
tiene dos lados: un lado norte umbroso, frío, oscuro, femenino (yin) y un lado
sur soleado, cálido, claro, masculino (yang).
Y de esa manera, toda la realidad se encuentra en esa
tensa relación entre claro y oscuro, activo y pasivo, creador y receptor, duro
y blanco, masculino y femenino. Ello explica los cambios de la naturaleza entre
caliente y frío, día y noche, verano e invierno, también entre sol y luna o sol
y tierra. Por otra parte a la vista de todos estos principios, de carácter en
gran parte genérico, es imposible dejar de ver que en esa filosofía la mujer,
lo pasivo-oscuro, sale irremisiblemente perdiendo frente al hombre.
La armonía de yin y yang tiene su expresión más exacta en
el célebre símbolo del yin-yang, ese símbolo en forma de círculo con las
superficies complementarias claras y oscuras y los puntos oscuros y claros. Muestra
que cada elemento lleva en sí el núcleo de su contrario y que cuando ha llegado
al máximo desarrollo empieza a cambiar y a convertirse en su correspondencia
polar. Bajo el signo de la complementariedad de yin y yang, el taoísmo y el
confucianismo pueden completarse y apoyarse:
1.- El
taoísmo yin-yang es sobre todo apropiado para el ámbito de la vida privada y
sigue siendo determinante en general para la vida interior, espiritual, del
individuo y de grupos aislados. Es más bien la religión del pueblo, pero también
ofrece a las personas cultas, en tiempos de caos y de disensión política, una
especie de consuelo filosófico.
2.- El
confucianismo yan-yang, que ha tomado mucho de la concepción taoísta de la
naturaleza, domina la ideología estatal, el funcionariado culto, la moral
oficial y la vida pública. Religión ante todo de la clase alta intelectual,
predomina en tiempos de la ley y el orden.
Así resulta la compatibilidad práctica de ambas actitudes
básicas: el hombre es confuciano en el quehacer y taoísta en la contemplación.
Y al mismo tiempo se llega a otra amplia síntesis teórica: yin y yang son
equiparados con el cielo y la tierra, que proceden los dos de la Última realidad, del Gran Último taijí. Ellos producen por interacción, en lo grande y en lo
pequeño, todas las cosas de este mundo, sobre todo los cinco elementos o “fases
de transformación”: fuego, agua, tierra,
madera, metal. En un ciclo infinito, las fases se alternan incesantemente:
de la quietud yin al movimiento yang y del movimiento a la quietud.
Así se corresponden en armonía y jerarquía del todo naturales a los procesos
regulares del macrocosmos y del microcosmos. Porque la naturaleza del hombre es
buena, sólo necesita la educación moral. Pero precisamente en ese punto, la
civilización china se ve confrontada con un gran reto.
Avance
del budismo
Visto en su conjunto para el pensamiento
complementario chino, tanto de los confucianos como de los taoístas, son
desagradables los extremos, ajena la fascinación del mal e innecesario el drama
de la redención. Sin embargo, ya la invasión de los bárbaros, en el siglo IV,
hace tambalearse la ideología oficial confuciana de armonía y moralidad natural
y también el –escapismo romántico- de los individualistas.
No es casualidad que, sobre todo desde el final de la época
Han, penetre de modo masivo el budismo indio. Pues éste, por su parte, analiza
con lucidez la ofuscación y la involucración del hombre en el mundo: aborda por
ejemplo la cuestión, muy desatendida en el confucianismo y en el taoísmo, de lo
negativo en la vida humana y anuncia un camino para liberarse del sufrimiento. Las
delegaciones de monjes chinos que viajan a India van seguidas cada vez más, de fundaciones de monasterios en la propia
china. Y al mismo tiempo, ya por el solo hecho de haber adoptado muchos
conceptos chinos, a menudo se llega a una coalición con la religión natural taoísta,
pero, también a menudo, hay rivalidades, especialmente en la corte imperial. Elementos
budistas penetran sobre todo en los cultos populares.
Continuará.
. . .
Fuente: Küng, Hans, En busca de nuestras huellas, La dimensión
espiritual de las religiones del mundo, México, Mondadori, Debolsillo, 2ª
edición, 2013.
Historia
Universal, el origen de las grandes religiones,
Perú, Salvat Editores, 2005, vol. 7.
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