viernes, 9 de febrero de 2018

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CHINA

TAO – TAOÍSMO


Según el taoísmo, el hombre está inmerso en un sistema universal de relaciones, correspondencias, corrientes energéticas. Ante todo es necesario observar la ley de la correspondencia de macrocosmos y microcosmos. La vida del hombre debe transcurrir en consonancia con los procesos macrocósmicos. Al mismo tiempo es necesario observar la ley del ritmo de ambas fuerzas cósmicas primigenias y, en caso de enfermedad, restablecer el equilibrio perdido: el yin –pasivo, femenino, oscuro- y el yang –activo, masculino, claro- lo determinan todo, en el universo y en el hombre: desde el ritmo del día y la noche hasta el ritmo del corazón y la respiración. La energía vital fluye por los 14 meridianos invisibles del cuerpo. Y así, a partir de los aproximadamente 360 puntos de acupuntura, se puede influir en los órganos internos y en su función

            Independientemente de lo que se pueda pensar sobre esas correspondencias y esos procesos regulares taoístas, ciertos éxitos de esa medicina son innegables: la acupuntura, la moxibustión (cauterización de la piel mediante la aplicación de mechas de moxa) y otros métodos terapéuticos, ciertos ejercicios respiratorios, masajes y gimnasias terapéuticas. Muy sugestiva también la distinta clasificación de las enfermedades (nosología), su detallada diagnosis mediante palpación y diagnóstico de pulso, finalmente la enorme colección de medicinas. El libro clásico sobre acupuntura y moxibustión es obra de Huangfu Mi (215-282).

Todo esto constituye sin duda un reto a la medicina moderna occidental. La higiene corporal y la higiene moral tienen que ver una con otra. No pueden ser separados el individuo, la naturaleza y la sociedad, el bienestar físico, espiritual y social. Debería dar que pensar que ya el manual más antiguo chino de medicina y acupuntura, de inspiración taoísta, Nei jing “la doctrina interior”, cuyas primeras compilaciones datan ya de hace 500 años a.C., fije un claro orden de prioridad para las intervenciones terapéuticas: antes de la acupuntura vienen los medicamentos, antes de los medicamentos, viene la alimentación adecuada, pero antes de la alimentación adecuada viene el tratamiento del espíritu…. Justamente esa religión taoísta de la salud física y moral nos introduce de pleno en esa sabiduría china que tiene que ver con el tao, con esa ley primigenia de todo lo que acontece en el hombre y en el cosmos, una ley a la que tiene que acomodarse el hombre en su modo de vivir.

¿Qué significa Tao?


En chino hay un tao, literalmente “camino” (ley, doctrina, principio, orden), para todo. Un tao de la naturaleza, del espíritu, un tao del comienzo, del medio y del fin… Esto ya muestra que el tao es concebido como algo que no es posible aprehender y que a la vez, sin embargo, lo penetra todo. Antes de Confucio, tao todavía era un símbolo de ideales humanos, y Confucio tampoco lo empleó casi nunca en un sentido general. Siempre era, de un modo concreto el tao de algo, el camino de algo.

            Pero posteriormente, el tao tiene un sentido universal: tao, camino que todo lo abarca. Al menos así se entiende el tao en el escrito sapiencial chino más célebre y también más traducido, Tao Te-king, de que en 1997 se encontró en Guodian (provincia de Hubei) un fragmento, circa del siglo IV a.C. Ese escrito es atribuido al sabio legendario Laozi o Lao-tse (1)

         Laozi, se afirma, sólo dejó como legado un breve escrito, Tao Te-king, el “clásico sobre el camino y su fuerza! ¿Qué enseñanza contiene?


(1) Lao-tse, según la leyenda, alrededor de su nacimiento ocurrieron cosas sorprendentes. Su madre fue una virgen y su padre un rayo de sol. Durante ochenta años, la virgen llevó al niño bajo el corazón antes de su nacimiento. No es extraño, por tanto, que naciera con pelo y cejas blancas y que desde su primer día de vida fuera ya tan sabio como una persona octogenaria normal. Era discípulo de Confucio. Actuó como bibliotecario en la corte de Chou, pronto se hastió de aquella vida, que con todo lujo le impedía dedicarse a la meditación. Transcribo la última estrofa de su libro el Tao Te-king:
                La palabra sincera no es bonita;
                La palabra bonita no es sincera.
                El hombre que vale no lucha;
                El hombre que lucha no vale.
                El sabio no es docto;
                El docto no es sabio.
                El hombre perfecto no colecciona riqueza;
                Es derrochador en lo humano;
                Regala lo humano y es rico.
                El camino del todo es:
                Conformarse sin lucha.
                El camino del hombre es:
                El hecho sin compromiso.

·         1.- Tao, “camino” es entendido aquí, en un sentido general, como primer y último principio, indefinible, innombrable e indescriptible. No, no es una divinidad personal, pero causa primera de todo el universo, existente ante que el cielo y la tierra. Madre de todas las cosas, deja, en quietud, sin obrar, que todo surja. Por eso, ese tao es al ismo tiempo…

·         2.- Te, “fuerza” (virtud). En la creación, despliegue y conservación del mundo. Te actúa como la fuerza del tao que está en todos los fenómenos y los convierte en lo que son. Y sin embargo, el tao y su fuerza no son aprehensibles directamente en ninguna parte ni se puede disponer de ellos. Esta “vacío”, sin atributos perceptibles por los sentidos. Y sólo cuando también el hombre está liberado, en estado de “vacuidad” wu, de pasiones y deseos, sólo cuando hace suyo el orden cósmico, el tao, lo convierte en ley de su vida y deja que el tao lo posea, sólo así, en un obrar o no-obrar wu-weí sin finalidad, imita la callada acción de la naturaleza. Entonces vive en armonía con la naturaleza, es más, puede alcanzar la unidad con el tao.

La meditación tai-chi quiere contribuir a conseguirlo: los movimientos suaves, armónicos, lentos, pretenden coordinar la consciencia, la respiración, el movimiento y deshacer las tensiones del cuerpo y los bloqueos de los meridianos de la energía. Pro esos ejercicios también pueden llevarse a cabo con espada, lanza o cuchillo, lo que hace recordar que “tai-chi” era en su origen una técnica de autodefensa.


Taoísmo: un movimiento de oposición anticonfuciano


         “No obrar”: por eso, en lo posible, pocas leyes y preceptos. Así, la doctrina sapiencial del taoísmo –además de Laozi habría que mencionar a Zhuangzi, supuesto autor de la obra clásica Del país meridional de las flores- se convirtió en un movimiento de oposición antilegalista y anticonfuciano. Aparece ya en la época Han, sustentado por eremitas e individualistas, pero después a menudo también por contestatarios políticos, e incluso por rebeldes y revolucionarios.

            Los taoístas rechazan el compromiso político típicamente masculino. Según ellos, los legalistas y confucianos tratan de educar, guiar y dirigir con excesiva rigidez a los hombres. El estado del mundo se vuelve así más caótico. Y, en efecto, tanto en el imperio romano como en el imperio Han, el gran capital y la economía latifundista producen un recrudecimiento del antagonismo de clases y la depauperación de las clases bajas, lo que finalmente contribuye de modo decisivo al hundimiento de ambos imperios.

            Con frecuencia, los taoístas ridiculizan sin ningún reparo los ideales confucianos de sabiduría, ritual y gobierno. Critican sobre todo a los sabios o funcionarios confucianos, que adoptan de modo conformista su vida privada y social al sistema político. En lugar del orden institucionalizado, de los rituales, convenciones y uniformidad a través de las instituciones públicas, lo aconsejable es el camino taoísta: deja a los hombres como son, y deja a la naturaleza como es, entonces, y sólo entonces, reinará la armonía. ¿Por qué? Porque la raíz de todo el mal está en que el hombre se separa de la naturaleza.
            Por eso, contra la organización social legalista y el activismo y el moralismo confuciano, los taoístas propagan un retorno a la naturaleza, en la que estaba armónicamente inmerso el hombre de la remota antigüedad. Frente a la tradicional rivalidad entre el hombre y la naturaleza, en el taoísmo se busca la unidad del hombre y la naturaleza. Pero esa unidad sólo puede llevarla a la práctica el individuo en su soledad o en la concentración mística: perseverando en el silencio pasivo, en el “no obrar” o no intervenir wuweí, y buscando así la armonía con la Gran Naturaleza, el tao, que es la armonía perfecta.

            En el taoísmo se pone de manifiesto ya muy pronto un anhelo de sencillez y naturalidad, como sucedió más tarde en Europa. Es indudable que, en un contexto taoísta, la intuición, la inspiración, la esencia insondable de la creatividad artística se expresa mejor en imágenes y en palabras. Pero ya entonces, esa actitud del individuo podía ser explotada por los poderosos para sus fines o convertirse de pronto en una brutal revolución cultural.

Taoísmo: una religión

El taoísmo es mucho más que una filosofía. Se convirtió en un movimiento religioso en toda forma. Ese movimiento tomó muchos elementos de la antigua religión china de chamanes (2) y adivinos. (3) Por otra parte creó una formidable obra escrita: toda ella, al parecer, experiencias de lo divino, comunicadas a los taoístas cuando estaban en trance, pero transmitidas sin nombre de autor ni fecha de composición. Finalmente fueron reunidas en un canon taoísta taozang. Entre los 1 120 volúmenes, los dos tratados filosóficos de Laozi y Chuangzi son solamente dos entre muchos. Además de actos de culto purificadores (ejercicios de yoga, dietética, gimnasia, búsqueda de elixires) entraron en ese canon sobre todo prácticas culturales para la prolongación de la vida. El taoísmo se hizo popular, tanto entre el pueblo llano como entre la aristocracia, sobre todo como religión de la inmortalidad. Su gran promesa: cuando mueren los taoístas, van a uno de los paraísos o a las Islas Bienaventuradas, fuera de China.


(2)¿Qué es un chamán? Shaman es una palabra de los tungús, pueblo de Siberia central y oriental y también del noreste de China que forman el grupo lingüístico manchú-tungús. Shaman significa “quien está excitado, movido o elevado”. Y así, el chamán es una persona, hombre o mujer, poseída por los espíritus. Los chamanes pueden actuar como simples médiums, como curanderos, como exorcistas, intérpretes de sueños o hacedores de lluvia. Pueden –esa es la creencia- reanimar las almas de enfermos, o de difuntos, e incluso viajar por los aires. En China, tal chamanismo no es un fenómeno del pasado. Hoy sigue viviendo en los dioses y en las prácticas del taoísmo religioso, en ciertas modalidades de budismo y en la nueva religión china surgida de la fusión de ambas religiones.
(3) China existe desde tiempos remotos la adivinación. Las inscripciones y los escritos más antiguos, encontrados en China contienen múltiples vaticinios. Esos escritos y esas inscripciones no son de naturaleza económica sino sacral, y con frecuencia mágica: utilizados para el intenso contacto con espíritus, antepasados y dioses, para extender acta de los sacrificios a los antepasados y confeccionar índices sobre ofrendas en las tumbas. En China, el ser humano fue visto desde el principio como ser viviente lleno de espíritu o espíritus. Testimonios de adivinación proceden de la dinastía Shang (c. 1766-1045 a.C.), con la capital en Anyang –en la Edad de Bronce-, dinastía de la que no han quedado templos ni palacios.

El comienzo de la religión taoísta suele situarse en Sichuan, donde en los tiempos de la época Han, en 142 d.C., el ermitaño Zhang Daoling tuvo una revelación del “altísimo señor Lao”: el pueblo no respetaba la verdad, ni la bondad y veneraba más a los demonios que acarrean la perdición. En esa revelación, Zhang es nombrado por el dios Lao maestro del cielo tianshi con la misión de acabar con las prácticas demoniacas e introducir la fe verdadera.

            ¿Y con qué medios se llevará eso a cabo? La nueva secta del maestro del cielo rechaza sacrificios de sangre, que en aquel entonces se ofrecían a los espíritus de los muertos, y los sustituye por varitas y pebeteros de incienso, por verdura cocida. En la curación de los enfermos introduce la confesión de los pecados: en espacios cerrados, los enfermos escriben sus pecados en determinadas épocas del año, y los sacerdotes rezan por ellos. Para alcanzar el perdón y la curación, esas listas de pecados son ofrecidas, o al cielo en las cumbres de los montes, o a la tierra enterrándolas, o a los ríos sumergiéndolas en ellos.

La “Iglesia” taoísta

Zhang reúne a sus adeptos en comunidades de hombres y mujeres, con sacerdotes y sacerdotisas que representan al tao en la tierra. Así, surge, efectivamente, una suerte de “Iglesia” taoísta con sacerdotes casados (exorcistas, magos, geomantes, adivinos) y monjes y monjas célibes que, como ermitaños o viviendo en comunidad –sólo están separadas las habitaciones privadas- aspiran a la perfección. En el monte sagrado de los taoístas, el Quincheng Shan, cerca de Chengdu, la capital de Sichuan, se puede asistir a una liturgia femenina ante los “Tres puros”, la trinidad taoísta, con cánticos, música y ofrendas de incienso, una liturgia celebrada con gran recogimiento y dignidad exclusivamente por mujeres pero para hombres y mujeres.

            La “Iglesia” taoísta es la principal heredera de la antigua religión popular china que hoy, indiferente a cincuenta años de crítica comunista a la religión, resurge en la población rural china (75% de los 1 200 millones de habitantes) con centenares de templos. Para el pueblo hay agua bendita e incienso, fiestas que se ajustan al ritmo del año (fiesta del año nuevo chino con danzas de leones o de dragones para ahuyentar a los malos espíritus) y pomposas ceremonias de culto. Para el pueblo creyente hay ceremonias de purificación y renovación, prácticas de confesión y de penitencia en determinados días, ayunos y leyendas de santos, magia y superstición.

            Sobre todo ello impera una jerarquía terrenal y celestial, en la tierra está la cabeza de esa Iglesia o Templo, junto a la que hay, por supuesto, muchas otras sectas taoístas, una especie de “papa” taoísta, aunque sin magisterio supremo ni mando supremo: sólo el maestro celestial como representante del dios supremo.

            En el cielo, sin embargo, hay innumerables figuras divinas o casi divinas, e incluso muy en la cúspide de la jerarquía de dioses una especie de “madonna”. Y arriba del todo los Tres puros: Señor de la joya celestial, Señor del tao, y Supremo señor Lao. Laozi, la figura humana fundadora, aparece allí totalmente divinizado como la tercera persona de una trinidad, equivaliendo de hecho esa fe trinitaria a una fe en tres dioses. No se han podido comprobar hasta ahota las hipótesis de que la creencia en la trinidad taoísta, que no aparece firmemente establecida hasta la época de la dinastía budista Tang (618-907), este influida por el pensamiento cristiano-nestoriano gnóstico, presente desde muy pronto en la capital Chang´an.

            Mediante prácticas internas y externas, con meditación y elixires, los fieles pueden tener esperanza en la inmortalidad: en llegar a formar parte de los inmortales terrenales o incluso de los inmortales celestiales, de esos genios xian con rasgos afines a los seres divinos. Los taoístas, desde luego, no han encontrado un elixir de la inmortalidad. Pero con sus experimentos han hecho no pocos descubrimientos en el campo de la química, medicina y farmacología. Tradicionalmente, la investigación china de la naturaleza no busca tanto las relaciones causales, en el sentido de una observación racional-objetiva de la naturaleza, como las relaciones generales del ser, por ejemplo entre el microcosmos y el macrocosmos, unas relaciones en las que, según la doctrina taoísta, está inmerso el hombre en su quehacer.

            Pero una cosa es la alquimia, y otra la moral: como condición previa para conseguir la inmortalidad, el taoísmo exige también una vida moral: no engañar ni estafar a otros, hacer buenas obras y penitencia por las propias faltas, lograr progresos en la meditación y en la vida diaria. Por tanto, para ese taoísmo la experiencia mística y la ética son una unidad.

            La secta de los maestros del cielo existe hasta hoy; el sexagésimo tercer maestro del cielo huyó a Taiwán, donde actualmente está en funciones el sexagésimo cuarto. En cambio no pudo subsistir la secta, nacida al mismo tiempo pero después muy politizada, llamada Camino de la paz suprema (taiping tao), que en la última etapa de los Han provoca el primer levantamiento en masa de campesinos por motivos religiosos. Sobre todo, los cientos de miles de turbantes amarillos, que operan en las zonas más diversas del país, llevan, junto con la Secta de los cinco celemines de arroz, a la caída de la dinastía Han. Su imperio se descompone en Tres imperios todos gobernados por emperadores-soldados. El resultado son más de cuatro siglos de desintegración. Se llega a una situación parecida a la que había en Europa en aquella misma época, la transición de la Antigüedad a la Edad Media, con desplazamientos de población y amenaza, migraciones de pueblos a caballo originarios de la estepa.

Taoísmo y Confucianismo

Todavía en la época Han se llegó a una mutua y creciente compenetración del taoísmo y confucianismo. El pensamiento yi-yang, que ganaba terreno desde el siglo I a.C., contribuyó decididamente a ello. Ya en el Libro de las transformaciones (yi jing) aparece este pensamiento: todas las cosas y situaciones nacen de una combinación de potencias primigenias cósmicas, de yin y yang. Estas dos potencias originarias son las dos fuerzas polares que, mediante su cambio alternante, crean y penetran todo el universo. Como los grandes montes, en el mundo todo tiene dos lados: un lado norte umbroso, frío, oscuro, femenino (yin) y un lado sur soleado, cálido, claro, masculino (yang).

            Y de esa manera, toda la realidad se encuentra en esa tensa relación entre claro y oscuro, activo y pasivo, creador y receptor, duro y blanco, masculino y femenino. Ello explica los cambios de la naturaleza entre caliente y frío, día y noche, verano e invierno, también entre sol y luna o sol y tierra. Por otra parte a la vista de todos estos principios, de carácter en gran parte genérico, es imposible dejar de ver que en esa filosofía la mujer, lo pasivo-oscuro, sale irremisiblemente perdiendo frente al hombre.

            La armonía de yin y yang tiene su expresión más exacta en el célebre símbolo del yin-yang, ese símbolo en forma de círculo con las superficies complementarias claras y oscuras y los puntos oscuros y claros. Muestra que cada elemento lleva en sí el núcleo de su contrario y que cuando ha llegado al máximo desarrollo empieza a cambiar y a convertirse en su correspondencia polar. Bajo el signo de la complementariedad de yin y yang, el taoísmo y el confucianismo pueden completarse y apoyarse:

1.- El taoísmo yin-yang es sobre todo apropiado para el ámbito de la vida privada y sigue siendo determinante en general para la vida interior, espiritual, del individuo y de grupos aislados. Es más bien la religión del pueblo, pero también ofrece a las personas cultas, en tiempos de caos y de disensión política, una especie de consuelo filosófico.

2.- El confucianismo yan-yang, que ha tomado mucho de la concepción taoísta de la naturaleza, domina la ideología estatal, el funcionariado culto, la moral oficial y la vida pública. Religión ante todo de la clase alta intelectual, predomina en tiempos de la ley y el orden.

            Así resulta la compatibilidad práctica de ambas actitudes básicas: el hombre es confuciano en el quehacer y taoísta en la contemplación. Y al mismo tiempo se llega a otra amplia síntesis teórica: yin y yang son equiparados con el cielo y la tierra, que proceden los dos de la Última realidad, del Gran Último taijí. Ellos producen por interacción, en lo grande y en lo pequeño, todas las cosas de este mundo, sobre todo los cinco elementos o “fases de transformación”: fuego, agua, tierra, madera, metal. En un ciclo infinito, las fases se alternan incesantemente: de la quietud yin al movimiento yang y del movimiento a la quietud. Así se corresponden en armonía y jerarquía del todo naturales a los procesos regulares del macrocosmos y del microcosmos. Porque la naturaleza del hombre es buena, sólo necesita la educación moral. Pero precisamente en ese punto, la civilización china se ve confrontada con un gran reto.


Avance del budismo
Visto en su conjunto para el pensamiento complementario chino, tanto de los confucianos como de los taoístas, son desagradables los extremos, ajena la fascinación del mal e innecesario el drama de la redención. Sin embargo, ya la invasión de los bárbaros, en el siglo IV, hace tambalearse la ideología oficial confuciana de armonía y moralidad natural y también el –escapismo romántico- de los individualistas.
            No es casualidad que, sobre todo desde el final de la época Han, penetre de modo masivo el budismo indio. Pues éste, por su parte, analiza con lucidez la ofuscación y la involucración del hombre en el mundo: aborda por ejemplo la cuestión, muy desatendida en el confucianismo y en el taoísmo, de lo negativo en la vida humana y anuncia un camino para liberarse del sufrimiento. Las delegaciones de monjes chinos que viajan a India van seguidas cada vez más,  de fundaciones de monasterios en la propia china. Y al mismo tiempo, ya por el solo hecho de haber adoptado muchos conceptos chinos, a menudo se llega a una coalición con la religión natural taoísta, pero, también a menudo, hay rivalidades, especialmente en la corte imperial. Elementos budistas penetran sobre todo en los cultos populares.

Continuará. . . .

Fuente: Küng, Hans, En busca de nuestras huellas, La dimensión espiritual de las religiones del mundo, México, Mondadori, Debolsillo, 2ª edición, 2013.

Historia Universal, el origen de las grandes religiones, Perú, Salvat Editores, 2005, vol. 7.































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