domingo, 11 de febrero de 2018

HILDEGARD VON BINGEN

VIDA Y OBRA

CRONOLOGÍA BIOGRÁFICA (1)

Continuación

1098

Durante el reinado de Enrique IV (2) en la Galia Renana, Hildebert, (3) un caballero de origen noble, y su mujer Mechtild, tuvieron a la última de sus diez hijos: Hildegard.(4) Desde los primeros años la niña dio muestras de singularidad. En su biografía ella dice: Aún no podía pronunciar palabra cuando logré que mis familiares comprendieran, por medio de sonidos y gestos, que podía ver luces e imágenes provenientes del cielo.

(1) Martínez Lira, Verónica y Alejandra Reta Lira, El lenguaje secreto de Hildegard von Bingen, vida y obra, México, UNAM, Edit. Espejo de viento, 2003, pp. LI-LXII.
(2)  Enrique IV (1050-1106). Ocupó el trono a los seis años, lo que obligó a su madre y a los arzobispos a controlar el poder. El conflicto más importante lo tuvo con el papado: Gregorio VII prohibió al poder laico la elección de cualquier cargo eclesiástico. Enrique IV instó a los obispos a la desobediencia. En 1076 Gregorio VII lo excomulgó. Al año siguiente se presentó ante el pontífice en Italia y consiguió la absolución. En 1080 fue excomulgado nuevamente: se hizo coronar en Roma por el antipapa como Emperador del Sacro Imperio Romano. En Italia tuvo que luchar contra Urbano II, legítimo sucesor de Gregorio VII, y contra su hijo Conrado, a quien los lombardos habían coronado Rey. En 1105 el Emperador fue derrotado y hecho prisionero y tuvo que abdicar en favor de su hijo Enrique V.
(3)  Hildebert pertenecía a la baja nobleza alemana. No poseía título; sin embargo, tenía propiedades.
(4)  Nació en Bermersheim (Alzey), en Rheinhessen.
 1106


A los ocho años de edad anunció a sus padres acontecimientos futuros que vio en una de sus primeras visiones. A propósito escribe: En mi tercer año vi una luz tal que a causa de ella mi alma entera se estremeció, pero por mi corta edad no pude hablar al respecto. Una anécdota contada en las actas de su proceso de canonización explica que en cierto momento, cuando tenía cinco años, exclamó ante su nodriza: ¡Mira qué hermoso ternero hay dentro de esa vaca! Es blanco, con manchas en la frente, las patas y el lomo. Cuando el ternero nació, resulto ser como la niña lo había descrito. Hildebert resolvió llevarla con Jutta von Spanheim,(5) quien vivía en una ermita al lado del monasterio benedictino de Disibodenberg, situado en la unión de los ríos Glan y Nahe.
(5) Jutta era sólo cinco años mayor que Hildegard. Ambas utilizaron el término “inclusas” para referirse a su permanencia en la ermita. Hicieron su oblación y se quedaron en Spanheim por siete años, pues la vocación monástica no era válida antes de los catorce años, según la Regla de San Basilio. Cirlot, Victoria, Vida y visiones de Hildegard von Bingen, Barcelona, Siruela, 1997, p. 95.

En las crónicas de Spanheim se habla de los poderes curativos de Jutta y de su capacidad para leer la mente. Es probable que los padres de Hildegard se creyeran incapaces de instruir a su hija, quien claramente estaba dotada con un don que a ellos les era desconocido, además de que en esos tiempos era usual que el décimo hijo fuera entregado como diezmo a la Iglesia.

El 1 de noviembre de 1106 Hildegard ingresó a la ermita de Disibodenberg, una comunidad dúplice fundada cuatro siglos antes por el monje irlandés san Disibod.(6) La magistra(7) Jutta le enseñó los salmos. La educación monástica estaba basada en el canto. Hildegard aprendió a leer estudiando el salterio.(8) Es posible que el procedimiento consistiera en encontrar, sobre los manuscritos bíblicos, el texto de los salmos memorizado previamente: puesto que las palabras eran ya conocidas, leer y escribir consistía en encontrar y reproducir, sobre tablillas, los vocablos que la memoria ya había registrado.(9)
(6)  San Disibod. Monje irlandés que en el siglo VI se estableció a orillas del Rin junto con tres compañeros. Participó en la inmensa cruzada migratoria de irlandeses que, a lo largo de la Edad Media, dejaron su isla para ir a instalarse en lugares desérticos y llevar allí una vida contemplativa.
(7) En esa época los claustros femeninos estaban supeditados a un abad; Jutta no era abadesa sino, más bien, magistra. En los documentos antiguos el término “magistra” implicaba un papel complejo: superiora, administradora y madre espiritual. Silvas, Anna, Jutta and Hildegard: The Biographical Sources, Pennsylvania State University Press, 1998, p. 30.

(8) Cuando dicen que Hildegard aprendió a tocar el salterio de diez cuerdas no queda claro. Gottfried, su biógrafo, usa la famosa alegoría del salmo 150, donde el salterio de diez cuerdas se refiere a los diez mandamientos.
(9)  Pernoud, Regine, Hildegarda de Bingen, una conciencia inspirada del siglo XII, Barcelona-Buenos Aires-México, Paidós, 1999, p. 10. Respecto a la educación de Hildegard, no significa que no conociera la sintaxis latina, sino, más bien, que carecía de un conocimiento especulativo de esta categoría. Ese conocimiento era uno de los elementos que formaban el estudio de la gramática, la primera disciplina del “trivio”, que, junto con la dialéctica y la retórica, formaba el primer nivel de las siete artes liberales, la base del currículum medieval. Así se puede concluir que tanto Hildegard como Jutta eran incultas según la concepción de cultura del siglo XII, más que analfabetas en el sentido moderno del término. Cirlot, Victoria, Vida y visiones de Hildegard von Bingen, Madrid, Siruela, 1997, p. 103.
Ésa fue la única educación escolar y musical que recibió Hildegard. No tuvo una instrucción formal, como se usaba en las grandes abadías. Por esta razón se llamaba así misma indocta. En sus memorias declaró: Aunque aprendí latín para penetrar en los detalles de la liturgia y aunque estudié los textos del salterio, del Evangelio y de los principales libros del Antiguo y Nuevo Testamento, no había aprendido a interpretar las palabras.

Jutta concedió mayor importancia a la profundidad de los significados en los libros que a la gramática.

1108-1143

Se comenzaron a construir varios edificios en el monasterio de Disibodenberg. De 1112 a 1115 la ermita se convirtió en un pequeño claustro. A los quince años Hildegard profesó sus votos de acuerdo con la Regla de San Benito. Fue velada por el padre Otto, obispo de Bamberg. La vida en el monasterio benedictino estaba marcada por las horas canónicas: en la madrugada se cantaban maitines, poco después de medianoche. Al alba era el momento de cantar laudes, a lo que seguía el oficio de prima. A continuación, la Eucaristía, tras la cual se servía el desayuno. Después, el oficio de tercia, a las 8 o 9, según la estación, y una etapa de trabajo hasta la hora sexta, a las 11 o mediodía, a la que seguía el almuerzo. Enseguida, tiempo libre hasta la hora nona, 2 o 3 de la tarde, cuando se retomaba el trabajo manual o intelectual, colectivo o individual. La hora de vísperas designaba el oficio del final del día, las 6 o 7 de la tarde; tras la cena había tiempo dedicado al recreo. A menudo se celebraba una reunión: las religiosas se congregaban ante la magistra para escuchar sus observaciones. Finalmente, al ponerse el sol, se cantaba el último oficio completas. El silencio debía reinar desde entonces. En la ermita de Disibodenberg, las monjas se ejercitaban en la práctica de las virtudes.

Oraciones, abstracción y trabajo se enlazaban a lo largo de la jornada, con algunos cambios según el calendario litúrgico. Hildegard ponía en práctica la Regla. Sus palabras favoritas eran: aplectari, aprovechar, y viriditas, verdor o crecimiento del principio vital, una palabra que convirtió en concepto.

           La salud de Hildegard fue siempre muy frágil. Sus biógrafos(10) la describen como un vaso de arcilla: se prueba en el horno, ya que el valor se perfecciona en la debilidad. Desde su infancia padeció dolorosas enfermedades, acerca de las cuales dijo: Todo lo que detiene la energía exterior me hace más fuerte en el interior. Numerosos y continuos dolores la acosaban con frecuencia.
(10) A la muerte de Volmar, en 1173, el abad Helenger de Disibodenberg, mandó a Hildegard un nuevo secretario, el monje Gottfried, quien estuvo en Rupertsbrg de 1174 a 1175. Comenzó a escribir una Vita, pero murió en 1176. En 1177 Guibert de Gembloux fue el nuevo secretario de Hildegard. Éste también se dispuso a elaborar la biografía de la abadesa de la que sólo se ha conservado un fragmento (editado por J. B. Pitra, Vita Sanctae Hildegardis de Guibert de Gembloux, en Nova Sanctae Hildegardis Opera, Montecassino, 1882, pp. 407-415). La tarea de escribir el Vita cayó entonces en manos de Theoderich, quien, a diferencia de sus predecesores, no conoció a Hildegard. Su trabajo consistió en ordenar el material: en primer lugar,  el libro interrumpido de Gottfried, que consideró como el libro I; en segundo lugar, los pasajes autobiográficos que narran en primera persona las visiones, y en tercer lugar, introducir los milagros. La ordenación de éste material se vio completada con citas epistolares y con la obra de Hildegard, así con la inserción de algunas cartas y testimonios de las monjas de Rupertsberg. Entre 1181 y 1187 Theoderich von Echternach ordenó la biografía.
          Hildegard habló a Jutta de sus visiones secretas; ésta pidió consejo a uno de los monjes del monasterio de Disibodenberg, un hombre llamado Volmar.(11)
(11) Volmar era el custodio de los archivos y documentos del monasterio de Disibodenberg. Es muy probable que él fuera el cronista, ya que en 1147, año en que Volmar se traslada con Hildegard a la comunidad de Rupertsberg, no se registran más datos.
 1136

Jutta murió el 22 de diciembre de 1136 a los cuarenta y cuatro años. Hildegard fue elegida unánimamente la nueva magistra. Estaba a punto de cumplir cuarenta años. 

1141

Hildegard recibió la orden divina de escribir sus visiones: Mientras contemplaba, con el alma trémula, una imagen celestial, vi un gran esplendor del que surgió una voz: Oh frágil ser humano, habla y escribe lo que veas y escuches.

         Ayudada por Volmar, su secretario, y por Richardis von Stade, una monja del claustro, comenzó a escribir su primera obra: Scivias: Conoce los caminos.(12) Ella se identificó con el papel de los profetas del Antiguo Testamento, quienes no se preocupaban por dar a sus palabras la forma de un discurso o por ordenarlas conforme a la lógica o la dialéctica.
(12) Existen varias hipótesis con respecto a las miniaturas que ilustran Scivias: 1. Se piensa que las miniaturas fueron realizadas en una década posterior a la muerte de Hildegard. 2. La perfecta planificación de las miniaturas sugiere sugiere que éstas se realizaron en un taller profesional. 3. Dado que las miniaturas ofrecen semejanzas con el denominado Libro de oraciones de Hildegard, sugiere la posibilidad de una misma procedencia, aunque también otros paralelos permitirían localizar el manuscrito en Andernach o Maria Laach, p. 11. La antigua hipótesis según la cual Hildegard dirigió el trabajo de las miniaturas, continúa sosteniéndose. Cirlot, Victoria, op. cit., p. 269.
       Fue Volmar quien informó a los monjes del monasterio de Disibodenberg sobre las visiones y la nueva actividad de escritora que tenía la magistra, lo cual inquietó a las autoridades eclesiásticas, en concreto al abad Kuno. Éste se puso en contacto con el arzobispo de Mainz, Heinrich, de cuya diócesis dependía el convento. Ambos, a pesar de las buenas nuevas, se mostraron turbados.

1146-1148

Las noticias llegaron a oídos del papa Eugenio III,(13) monje cisterciense formado por san Bernard de Clairvaux; un pontífice para quien la santidad merecía el cuidado principal. A petición del arzobispo Heinrich von Mainz y del abad Kuno de Disibodenberg, el Papa designó dos prelados para que fueran a visitar a Hildegard, estudiaran su conducta, sus hábitos y los escritos. Las investigaciones que se llevaron a cabo resultaron satisfactorias y de regreso a Trier los prelados llevaron consigo la primera arte del manuscrito de Scivias.
(13) Eugenio III ocupó la silla de 1145-1153. Estableció las condiciones para la coronación de Federico I Barbarroja, pero murió antes de coronarlo. Fue beatificado en 1872.
En 1146 Hildegard escribió al ilustre Bernard de Clairvaux pidiéndole ayuda y consejos; éste le contestó que antes que nada reconociera su don y respondiera atentamente a él con humildad y devoción. A finales de 1147 el papa Eugenio III iba a reunir un concilio en Remis, y como preparación previa de éste tendría lugar un sínodo en Trier. El pontífice leyó públicamente los escritos de Hildegard. Los que escucharon esta lectura se mostraron entusiastas. Se atribuye a Bernard de Clairvaux la conclusión de todos los presentes: Había que guardarse mucho de no apagar una luz tan admirable animada por la inspiración divina.

Inmediatamente después el papa Eugenio escribió a Hildegard dándole autorización para ponerlo todo en el papel, y le mandó al abad y a los hermanos del claustro una epístola llena de buenos deseos. Éste era un documento legal que Hildegard necesitaba para demostrar la aprobación pala de Scivias.

1148-1150

El rey Conrado III(14) participó en la Segunda Cruzada a petición del papa Eugenio III y de San Bernard. Él escribe una carta a Hildegard pidiéndole que rece por él.
(14) Conrado III (1093-1152). Primer emperador germánico de la dinastía Hohenstaufen. Accedió al trono en 1138 con la oposición de Enrique el Soberbio duque de Baviera y Sajonia, lo que precipitó la guerra con éste.
A pesar de la oposición de los monjes, Hildegard inició en 1148 un plan para la fundación de un nuevo claustro en Rupertsberg. La condesa Richardis von Stade, madre de la monja Richardis, secretaria de Hildegard, solicitó la ayuda del arzobispo Heinrich von Mainz. Desde hacía algún tiempo era evidente que la comunidad se encontraba demasiado ceñida en el pequeño claustro de Disibodenberg. Hildegard le comunicó al abad y a los hermanos que la Luz Viviente le había mostrado en una visión un lugar donde el Nahe fluía hacía el Rin, una colina, la cual recibió el nombre de san Ruperto. Ellos no consintieron en que se marchara; entonces ella cayó enferma una vez más. Cuando se enteró el Abad no creyó lo que se le informaba; pensó que se trataba de una estratagema de la magistra y, personalmente, fue a confirmar el asunto de su salud: trató inútilmente de levantar la cabeza de Hildegard y de moverla hacia los lados: quedó atónito ante los inusuales síntomas.

Aunque Rupertsberg pertenecía parcialmente a los miembros del cabildo de cánones de Mainz, el pedazo de terreno con la capilla correspondía al conde Bernard von Hildesheim, quien, al enterarse de que Hildegard había recibido la orden divina de trasladarse ahí para fundar una nueva comunidad, dio su aprobación.

La magistra permaneció enferma, y sólo cuando la empresa comenzó a marchar favorablemente, experimentó una mejoría corporal. Al levantarse del lecho recorrió todos los cuartos del pequeño claustro, pero había perdido el habla. Cuando regresó a su cama ya no podía moverse, pero sí hablar. Ella dice: Por un largo tiempo mis ojos se oscurecieron; no podía ver la luz. Mi cuerpo se doblaba por la carga: yacía en cama con dolores severos. Sufrí esto precisamente porque no quería revelar la visión que me había sido mostrada: mis hermanas y yo debíamos mudarnos al monte de Rupertsberg. En cuanto mi vista regresó me sentí aliviada, pero estaba muy débil. Sin embargo, cuando mi abad y los hermanos, así como la gente de los alrededores se enteraron del cambio de lugar, dijeron que no era posible que quisiéramos cambiarnos de los campos fértiles y los viñedos, lejos del área hermosa, a una seca. En lo concerniente a mí, decidieron que estaba siendo engañada por una alucinación. Cuando escuché eso, mi corazón se entristeció, y mi carne y mis venas se endurecieron. Estuve en cama durante muchos días. Escuché una fuerte voz que me prohibía decir o escribir sobre la visión de ese lugar.

Finalmente, en 1150, Hildegard y dieciocho monjas se mudaron a Rupertsberg. El cambio se realizó en medio del júbilo: los de Bingen, la ciudad vecina, llegaron a recibirlas. Se instalaron en un monasterio todavía en construcción: edificios provisionales que serían terminados en los años siguientes.


Para no dar la apariencia de que había confiscado el lugar, Hildegard adquirió el terreno de sus dueños con la ayuda de obsequios ofrecidos a la nueva comunidad; en parte lo adquirió y en parte fue un intercambio y, como ella lo había recibido libremente, decidió que así debía permanecer; esto es: quedar bajo la autoridad de la iglesia de Mainz, sin ningún otro protector eclesiástico que el Arzobispo de esa sede. En cuanto a las cuestiones de administración de bienes temporales, ella pidió apoyo a los padres del monasterio de Disibodenberg y escogió al administrador. Todo esto fue confirmado y autentificado no sólo con el permiso de los arzobispos metropolitanos de Mainz, Heinrich y Arnold, sino también con el consentimiento de los abades.

Por estas fechas las composiciones musicales de Hildegard eran ya muy conocidas.(15) En 1148-49, la magistra respondió a la carta de Odo de Doissons, rector de la Universidad de París, quien estaba en busca de una respuesta a ciertos temas de la filosofía escolástica.
(15) No se sabe con seguridad cuando comenzó Hildegard a componer música, aunque en un pasaje del Vita hace referencia al año 1141, alude también a la composición instantánea sin enseñanza humana de los libros sagrados. También compuse cantos y melodías en alabanza a Dios y a los santos sin enseñanza de ningún hombre, y las cantaba sin haber estudiado nunca ni neumas ni canto. La última visión relatada en Scivias no es en realidad una visión: es la transcripción de un concierto celestial que la visionaria oye cuando los cielosse abren. Newman, Barbara, Symphonia, Cornell University Press, Ithaca and London, 1998, p. 7. Pero las catorce canciones que siguen no incluyen notación musical. La obra concluye con un drama: el Ordo virtutum. Setrata de una especie de cantata, y no se sabe si fue pensada como obra independiente o como final del ciclo. En el prefacio del Liber vitae meritorum, Hildegard afirma haber estado ocho años dedicada a la composición de Symphonia. La palabra Symphonia era empleada en la Edad Media de modo libre y podía significar tanto melodía como armonía, o simplemente música en general, tanto como vocal como instrumental. Symphonia armonie celestium revelationum es un ciclo de setenta canciones litúrgicas (antífonas, responsorios, himnos, secuencias) dedicado a Dios Padre, a Dios Hijo, a la Virgen, al Espíritu Santo, a las jerarquías celestes y a los santos.
El 1 de mayo de 1152, Heinrich le otorgó al monasterio femenino una molienda en el área vecina.
 1151-1158

Rupertsberg ofrecía cabida a cincuenta monjas, dos padres y siete personas más: huéspedes, servicio doméstico e invitados.



Hildegard y su comunidad de monjas benedictinas

Poco después de la mudanza, gracias a la ayuda de Volmar y de su secretaria Richardis von Stade, Hildegard concluyó Scivias, obra que comprende tres libros o partes, las cuales, contienen seis, siete y trece visiones, respectivamente. En cada caso, Hildegard primero describe su visión y después cuenta lo que la voz interior le dijo por medio de una explicación, de manera similar a los métodos de los exégetas medievales.




Hildegard en el Liber divinorum operum junto a Volmar y Richardis

Richardis von Stade brindó a su “magistra” grandes sufrimientos: ella era hermana de Hartwig, arzobispo de Bremen, e hija de la condesa von Stade, quien había ayudado mucho a Hildegard en la fundación de Rupertsberg.

En 1151 Richardis fue elegida abadesa d un convento en Bassum, Sajonia, en la diócesis de Bremen. Cuando Hildegard se enteró escribió una carta  la madre de la monja: No distraigas mi alma, ni hagas rodar lágrimas amargas de mis ojos, ni llenes mi corazón de crueles heridas. Hildegard intentó por todos los medios impedir que Richardis se marchara: escribió al Papa Eugenio III para que interviniera en el asunto, y también a Hartwig, pero éste tenía especial interés en el traslado de su hermana. Meses después de su llegada a la comunidad de Bassum, Richardis se arrepintió y solicitó permiso para regresar a Rupertsberg, pero cayó mortalmente enferma. Hildegard le escribió una carta. Al año siguiente el 29 de octubre de 1152, el arzobispo Hartwig anunció a Hildegard la muerte de su hermana Richardis.(16)
(16) Von Bingen, Hildegard, The Letters of Hildegard of Bingen, vols. 1 y 2, trad. Del latín al inglés de Joseph. L. baird y Radd K. Ehrman, Oxford University Press, N.Y.-Oxford, 1998. Cartas VIII, IX, X, XI, XII.
 Hildegard habla de este tema en su biografía: Cuando yo escribía el libro Scivias, tuve un gran afecto por una noble hermana llamada Richardis; justo como Pablo lo tuvo por Timoteo. Ella se había vinculado a mí en todos los sentidos de la amistad y sufrió conmigo hasta completar la obra. Después de esto, ella mostró inclinación por ascender a un lugar más alto: quería ser nombrada la madre de un claustro distinguido. En realidad no deseaba esto con la mente de Dios, sino con la del honor terrenal.

En esa época Hildegard sufrió numerosos ataques intelectuales; en especial los de un filósofo escéptico que en una ocasión fue a visitarla. Al respecto ella dice: Este hombre sabio, colmado de riquezas, después de haber dudado largo tiempo de lo que yo había visto, finalmente adornó nuestra comunidad con edificios, arreglos y otras cosas muy necesarias. Hizo un examen minucioso de las visiones escritas y acabó creyendo plenamente en la inspiración divina. Él, al principio nos había expresado su desprecio con palabras, se volvió a nosotras con grandes bendiciones. Por eso, todas le hemos llamado padre. Antes de morir pidió ser sepultado en nuestra casa, y así se hizo.

En estas fechas Hildegard comenzó la composición de Symphonia,(17) de la Lingua ignota y sus escritos de ciencias naturales y médicas: Physica y Cause et curae.(18) El primero, Physica, contiene información perteneciente a la medicina de su tiempo y muestra un impresionante don de observación, además de una inteligencia versátil sobre la naturaleza y la humanidad. Cause et curae comienza con la creación del mundo y la construcción del cosmos. Hildegard habla de cuerpos sanos y enfermos; explica cómo se engendra el ser humano, escribe sobre relaciones sexuales, sobre seres dormidos y despiertos. Los temas más amplios son las emociones, la digestión, los disturbios nutricionales y su curación.


(17) Von Bingen, Hildegard, Symphonia, trad. Del latín al inglés de Barbara Newman, Cornell University Press, Ithaca-London, 1998.
(18)  Von Bingen, Hildegard, Physica: Natural History, trad. Del latín al inglés de Priscilla Throop, Healing Arts Press, Vermont, 1998. Von Bingen, Hildegard, Cause et curae, trad. Del latín al inglés de Margaret Berger, The Library of Medieval Women, Brewer, Cambridge, 1999.
 Federico I Barbarroja
El Sacro Imperio Romano Germánico conoció un momento de esplendor con Federico I Barbarroja, quien logró imponer su autoridad sobre el papado y afianzó la influencia alemana en la Europa occidental.

Federico I nació en la localidad alemana de Waiblingen hacia el año 1123. En 1147 heredó de su padre el ducado de Suabia, y cinco años después fue elegido Emperador, tras la muerte de su tío Conrado III, el 4 de marzo de 1152, en Francfort y coronado el 9 del mismo mes en Aquisgrán.(19) Ese mismo año Hildegard le mandó una carta; posteriormente fue a visitarlo. Barbarroja tenía treinta años; era un hombre de constitución sólida, robusto, con los cabellos y la barba rojos que le valieron el sobrenombre.

(19) Aquisgrán, Aachen en alemán, y Aix-la-Chapelle en francés. Situada en el noroeste de Alemania, cerca de Bélgica y de los Países Bajos. La ciudad fue fundada por los romanos, quienes la denominaron Aquisgranum o Acquae Grani, pero su importancia política no se inició hasta el siglo VIII, cuando Carlomagno la eligió como su lugar favorito de residencia y la convirtió en uno de los principales centros culturales de Europa. Desde la coronación de Otón I, en el 936, hasta el siglo XVI, la mayoría de los emperadores alemanes recibieron su corona en Aquisgrán.

La entrevista entre Hildegard y Federico I tuvo lugar en el palacio de Ingelheim, cerca de Mainz, en 1154. Un palacio inmenso, apoyado sobre columnas, decorado con pinturas que evocaban escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. En la sala real los muros mostraban las heroicidades de Carlomagno y de soberanos de la antigüedad.

En este encuentro Hildegard previno al Emperador de ciertos peligros que lo amenazaban,(20) contra los cuales lo invitaba a mantenerse vigilante. En una de sus cartas él le escribe: Hacemos saber a su santidad que lo que nos ha predicho durante su visita al palacio de Ingelheim se ha cumplido: lo tenemos en el presente en las manos.
(20) En 1159 Federico I apoyó el nombramiento del antipapa Víctor IV, en oposición al papa legítimo Alejandro III. En 1176 Federico reconoció al legítimo pontífice y firmo la paz. En 1180 destituyó al duque de Sajonia, Enrique el León, a quien acusó de no haberlo ayudado en la campaña italiana en 1176. Federico murió ahogado en las aguas del río Selef, en Armenia, cuando participaba en la Tercera Cruzada que se organizó para liberar a Jerusalén del ejército de Saladino.
 1152-1155

En mayo de 1152 el arzobispo Heinrich con Mainz consagra la iglesia de Rpertsberg. En 1153 Anastasio IV, quien se aproximaba a los ochenta años, fue designado papa, el mismo día de la muerte de su predecesor, Eugenio III. Anastasio IV murió al año siguiente, en 1154. Hildegard le escribió una carta muy severa. La razón de la agresividad se debía, quizá, al pacto que éste hizo con el Emperador, comprometiendo, de esta forma, el privilegio eclesiástico (ver carta XVIII). Le sucedió Adrián IV (1154-1159), el único papa de origen inglés en los anales de la iglesia. Hildegard le envió una epístola; en ella lo exhorta a tomar serias medidas con relación a los ingobernables y volubles romanos. Adrián IV tomó la inusual decisión de poner a la ciudad en interdicto poco después de su llegada al poder.

             Elizabeth von Schönau(21) fue la segunda visionaria alemana más conocida del siglo XII. Ella parecía poseer el don de la profecía, pero se encontró expuesta a la burla de algunos clérigos que deformaron sus palabras. En una carta la joven buscó consuelo en su más experimentada contemporánea, así como Hildegard lo encontró en san Bernard. (Cartas XIV, XV).
(21) El hermano de Elizabeth von Schönau, Ekbert, refutó el catarismo en una serie de sermones que predicó en 1143, y fue sin duda por medio de su hermana como él se puso en contacto con Hildegard. Lambert, Michael, The Cathars, Oxford Press, Massachussets, 1998.
 1155-1163

La iglesia de Disibodenberg debía quedar excluida de la propiedad de Rupertsberg. Hildegard, mediante una revelación, supo que tenía que avocarse a este asunto, pero no lo hizo; más tarde enfermó de muerte. En cuanto se sintió mejor subió a un caballo y se dirigió a Disibodenberg. Apenas había andado una corta distancia cuando sus energías regresaron. Finalmente habló de esa cuestión que le había sido manifestada: logró la separación de la comunidad de Rupertsberg, que hasta ese momento había pertenecido al convento de monjes y, a cambio, les cedió la parte más grande del terreno que había sido dado a ella y a sus hermanas. El 22 de mayo de 1158 el arzobispo Heinrich von Meinz dio a Hildegard dos escrituras legales, estipulando las relaciones en asuntos temporales y espirituales entre ambos claustros.

De 1158 a 1161 Hildegard estuvo enferma: Dios me puso en cama. Mi cuerpo estaba dolido y con falta de aliento. La fuerza de mi espíritu se debilitó. No me sentía una persona completa. En esos días vi en una genuina visión, una gran legión de ángeles de san Miguel peleando contra el viejo dragón. Uno de ellos me dijo: ¡Oh, oh águila!, ¿por qué te duermes en tu conocimiento? ¡Levántate de tu indecisión! Tú serás conocida, gema brillante. Todas las águilas te verán. ¡Oh rojo mañanero, levántate al sol! ¡Arriba, arriba, levántate! Entonces todo el grupo gritó con una poderosa voz: ¡Alégrate! Mis hijas estaban a mi lado. Los malos espíritus del aire gritaron: Queremos traerla aquí para que dude de Dios, y lo condene por haberla puesto en tal tormento. Estaba severamente asustada por mis dolores. Aun así, Dios me dio paciencia. En una visión fui prevenida: debía ir a los sitios que me habían sido indicados por Dios y predicar las palabras reveladas. Fui, pero regresé con el mismo dolor.

También viajé a otros claustros. Cuando regresé, mi cuerpo estaba como si hubiera sido cocinado en un horno. Aun así, hablaba, cantaba y escribía sobre la visión que el Espíritu Santo deseaba anunciar por mi conducto.


Hildegard realizó el primer recorrido de sermones a Mainz, Wertheim, Würzburg, Kitzingen, Ebrach y Bamberg.

1160

Segundo viaje de sermones a Trier, Metz, Krauftal. El domingo de Pentecostés, la mística dio un sermón en Trier. Los prelados le enviaron una carta pidiéndole una copia de sus palabras. Predicó en la catedral más antigua de Alemania. El tema principal del sermón fue la inagotable bondad de Dios hacia el hombre que combate la desidia y reanima su diligencia. Después de su estancia en Trier, se dirigió a Metz. No existe ninguna información del sermón que ahí pronunció, ninguna carta lo alude. No hay ninguna referencia que nos notifique sobre su viaje a Krauftal.

1163

Hildegard comenzó su última obra: Liber Divinorum Operum. Ella narra diez visiones del cosmos y la humanidad en unión con la trinidad creadora: el mundo y la humanidad son sostenidos por una poderosa forma: Amor, el cual rodea al universo.

El 18 de abril de 1163 Federico I hace un decreto garantizando protección real a la abadía de Rupertsberg. En este documento Hildegard es nombrada abadesa; es la única prueba contemporánea de esa designación. Ella le escribe una carta agradeciéndole la seguridad que le ha brindado.

Ya cerca de 1164 Hildegard por petición de Felipe, deán de la catedral de Colonia, escribió una carta sobre el sermón que pronunció en su visita; el tema se refiere a los cátaros del Rin. En esta prédica ella habló de la interdependencia de elementos del universo; afirmó que eran instrumentos de la educación del hombre, quien sólo podía comprenderlos tocando, besando y abrazando a sus semejantes. Se dirijió a los pastores, como siempre,  en nombre de la Luz Viviente: Os he puesto, como al sol y demás estrellas, para que alumbren a los hombres con el fuego de la doctrina. Comparó a Abel con la luna, a Noé con el sol, a Abraham con los planetas, a Moisés con las estrellas y a los profetas con los cuatro puntos cardinales que sostiene los límites de la tierra. Criticó la inercia de su auditorio: Sus lenguas están mudas, sus voces no tocan la trompeta de Dios, ustedes no aman, como las estrellas, la inteligencia que sostiene la tierra. La trompeta de Dios es la justicia sobre la que deberían reflexionar (…) Pero no lo hacen, se obstinan en ejercer su propia voluntad. Por eso sus lenguas carecen de luz en el firmamento, como cuando las estrella no brillan (…) Se mantienen como culebras desnudas en sus cuevas, entretenidos en fantasías de la niñez (…) Toda la sabiduría que han buscado en las Escrituras y en los estudios se la ha tragado el pozo de su egoísmo (…) Los que saben lo han sepultado para colmar sus deseos y engordar sus carnes, igual que el niño que, en su inmadurez, no sabe qué hacer (…) Deberían ser día, pero son noche (…) Escojan de qué lado quieren estar (…) Quieren tener la gloria sin mérito y el mérito sin obra, lo cual permite al enemigo ofrecerles sus propios bienes, llenándoles los ojos, los oídos y el vientre de vicios.

Lanza terribles condenas contra los cátaros: Satán se muestra a ellos como lo hizo en la creación del mundo (…) Entró en esos hombres de un modo tal que no les retiró la castidad. Se introdujo en ellos a través de los demonios del aire (…) Tampoco aman a las mujeres, sino que les huyen.

1164-1167

Es elegido el segundo antipapa, Pascal III, apoyado por Federico I. El tono de la correspondencia entre él e Hildegard cambió: durante el pontificado de Alejandro III, Federico I nombró cuatro antipapas y depuso al arzobispo de Mainz, quien se había mantenido fiel a Roma. Todo parece indicar que hasta 1164 ella mantuvo un tono ecuánime y confiado hacía él; sin embargo, cuando estalló el cisma, tomó partido por el papa Alejandro III y se dirigió al Emperador con palabras amenazantes.(22)
(22) Ver carta XX.
 1165

Obtuvo miembros para fundar otro monasterio en Eibingen, justo arriba de Rüdesheim, el cual visitaba dos veces por semana. La “magistra” tuvo muchos problemas con algunas monjas que constantemente se quejaban de sus obligaciones y quienes, finalmente, dejaron la vida del claustro.

En 1158-1163 Hildegard escribió el Liber vitae meritorum. En su biografía relaciona esta obra con su experiencia en el claustro de Eibingen: Algunas monjas manifestaban cansancio y desánimo. Vi con mucha inquietud espíritus aéreos combatiendo contra nosotras. Atacaba a algunas de mis hijas con distintas vanidades, enredándolas como en una red. Las instruí con las palabras de las Santas Escrituras y con la disciplina de la Regla de San Benito. Pero varias de ellas me atacaban a escondidas con sus críticas, decían que no podían soportar el duro reglamento y la disciplina con los que quería someterlas.

En el Liber vitae meritorum Hildegard describe virtudes y vicios con coloridas imágenes y vivo diálogo en el más fino lenguaje poético. Asegura que las agresiones no son sólo una ofensa del individuo contra su integridad, sino violencia contra el cosmos, con el cual la humanidad está fundamentalmente unida.

1167-1177

Hildegard estuvo nuevamente enferma: Después de tres años, la enfermedad terminó. Entonces vi un feroz querubín con una espada en llamas. El espejo de los secretos de Dios ahuyentaba a los espíritus que me torturaban; ellos corrían gritando: Oh, oh cielos, oh cielos. Ahora está dama desaparecerá de nosotros y no podremos tomarla. Después de esto, mi espíritu revivió completamente, mi cuerpo con sus venas y arterias fue reconstruido como nuevo, y yo adquirí una recuperación completa.

Por un tiempo tuve que sufrir enfermedad; entonces me armé con paciencia y me dije: Mi gracia es suficiente, porque en la debilidad el poder se convierte en perfección. Tomo el casco de la sabiduría, la espada del espíritu y la palabra de Dios. Me pongo la armadura del guerrero para ser capaz de pararme firme ante las tácticas del demonio. La batalla no era sólo contra fuerzas humanas, sino contra los poderes gobernantes del mundo de sombras.

En otra ocasión, durante una dolorosa fiebre, escuchó a los santos decirle: Debe gstarte el dolor que has tenido que sufrir, Otros santos, por otro lado, decían entre ellos: ¡Vendrá con nosotros o no? Y otros respondían: Pasado, presente y futuro aún no han sido dados a ella. Si ya terminó su trabajo queremos llevarla con nosotros. Entonces todos juntos gritaron: ¡Oh feliz y segura alma, elévate como un águila porque el sol te ha engendrado y tú no lo sabías!

Después de que una visión me enseño las palabras del Evangelio de san Juan, me enfermé tres años. Mientras tanto, alguien me informó que en el área del bajo Rin una dama había sido poseída por el demonio. En una visión vi como la mujer estaba rodeada por una dañina concentración de dolor y humo que le suprimieron todas sus facultades mentales y le dificultaron levantarse. Como la sombra de una persona cubre lo que está en su camino, así la mujer perdió la conciencia.

Al pensar en esto quise saber cómo es que el demonio se introduce en la humanidad. Recibí la respuesta: no penetra en el ser humano con su forma, sino oscureciéndolo con una sombra negra y humo. Él se resbala de la manera descrita y los llena con improperios y equivocaciones. El alma, que se encuentra dormida, no sabe lo que el cuerpo hace. Vi un grupo de espíritus malignos haciendo trucos, paseándose por el mundo, buscando humanos a quienes desunir y en quienes crear divisiones.

El espíritu dijo que sólo dejaría ese cuerpo mediante el consejo y la ayuda de una mujer que moraba en el área alta del Rin, y distorsionó el nombre de Hildegard. Se sabe de la curación de esta mujer llamada Sigewise, una joven de Colonia aparentemente poseída por el demonio. A propósito de este hecho existe un intercambio de cartas entre Hildegard y los monjes de la abadía de Brauweiler, quienes habían intentado liberar a la mujer sin éxito (ver cartas XXII, XXIII, XXIV). En una de sus respuestas, Hildegard señala la conducta que debe seguirse. El espíritu, conjurado según las indicaciones, había en un principio dejado en paz a la mujer, pero después volvió a poseerla. En una de las cartas los monjes pidieron permiso a la abadesa para llevar a la víctima ante ella, convencidos de que sólo se curaría en su presencia. En aquel entonces Hildegard se encontraba gravemente enferma, pero a pesar de ellos los monjes la llevaron al monasterio de Rupertsberg. La mujer, llena de desprecio, se burlaba de la abadesa, ridiculizando su nombre. Finalmente, Hildegard decidió recibirla. Todo el convento estuvo en oración y ayunando desde el día 2 de febrero hasta Pascua.(23)
(23) Esta información se encuentra también en una carta de 1169 al arzobispo de Trier. Hildegard se muestra discreta en su colaboración y no entra en detalles.
 En 1170 Hildegard comienza la composición de la vida de san Disibod e inicia el cuarto recorrido de sermones hasta llegar a Suabia. En 1173, cuando el prior Volmar murió, se vio forzada a hacer valer la legalidad de los terrenos conforme al acuerdo original: el claustro de los monjes de Disibodenberg estaba obligado a darle al de Rupertsberg un asesor aprobado por las monjas. Hildegard ya había roto las barreras morales y físicas de su época al fundar su propio monasterio en un siglo en que las órdenes femeninas dependían enteramente de su alianza con la orden masculina a la que pertenecían.

En 1174 terminó de escribir el Liber Divinorum Operum. En las diez visiones que contiene este libro se unen los tres elementos esenciales de una cosmología viviente: arte, ciencia y religión. El tema central de esta obra es el Amor. Sus colaboradores fueron el abad Ludwig y los monjes de la abadía de san Eucaristo en Trier, así como su sobrino, el prior Wezelin de san Andrés en Colonia.

En esta época comenzó un conflicto con el claustro de Disibodenberg sobre la selección del sucesor de Volmar. Sobre este asunto Hildegard buscó al papa Alejandro III, quien, finalmente, mandó al monje Gottfried como prior de Rupertsberg, y secretario de Hildegard. Él comenzó el libro Vita, la biografía de la abadesa. Guibert de Gembloux, otro de los biógrafos de la visionaria, empezó un intercambio de cartas con ella.

En 1175 murió Gottfried. De 1177 en adelante cobró gran importancia para Hildegard el monje Guibert de Gembloux (ver carta XXIX). Sus cartas lo muestran como un religioso de talento y bien educado. En una epístola a su amigo Bovo, Guibert delinea una pintura gráfica de su vida en la comunidad de Rupertsberg: Aquí hay una maravillosa competencia entre virtudes. La madre abraza a sus hijas con tal amor, y las hijas se someten a la madre con tal reverencia, que uno distingue el respeto entre ellas. En días festivos de abstienen de trabajar; se sientan en silencio, se dedican con celo a leer y a estudiar canciones; copian libros y producen atavíos litúrgicos y artesanías. Este claustro no fue fundado por un Emperador, un Obispo o una persona poderosa o rica, sino por una comprometida y débil mujer. Aquí reina el orden majestuoso en hogareños edificios. En todos los cuartos de trabajo corre el agua. Los gastos son adecuadamente cubiertos por los invitados, que nunca faltan, para ropas y sustento de aproximadamente cincuenta hermanas.

La madre líder da consejo cuando es requerido; resuelve las cuestiones difíciles; escribe libros; instruye a sus hermanas; pone un fresco corazón a aquellos pecadores que se le acercan, y está enteramente ocupada con todo.

1177-1179

Hildegard fue también consultada por otro poderoso personaje a propósito de la Cruzada: Felipe de Alsacia, conde de Flandes, quien antes de dirigirse a Tierra Santa le escribió. Se sabe que él había dudado en hacer el viaje a Jerusalén y fue durante ese periodo de reflexión que le escribió. El conde Felipe decepcionó mucho a los que esperaban su llegada a Tierra Santa. En 1177 no se sabía que el final del reino de Jerusalén estaba cercano; diez años más tarde caería en manos de Saladino. El rey de Jerusalén era entonces el joven Balduino IV, en cuyo cuerpo se hacía patente la lepra, lo cual no le permitía abrigar esperanzas ni de larga vida ni de tener descendencia. La llegada del conde de Flandes a la cabeza de un brillante ejército fue una gran esperanza para los barones de Tierra Santa. El rey Balduino le ofreció a Felipe la guardia del reino, pero él no había tomado una resolución al respecto y se rehusó; se negó también a participar con las fuerzas bizantinas en una expedición a Egipto. Felipe de Flandes volvió a Occidente dejando detrás una situación preocupante. Catorce años después, con tardíos remordimientos, volvió a Tierra Santa.

En 1178 Guibert presenció la dura prueba que Hildegard tuvo que pasar a la avanzada edad de 81 años. La abadesa había permitido que un noble excomulgado, quien al final se reconcilió con la Iglesia y recibió los sacramentos, fuera enterrado en el cementerio del claustro. Las autoridades de la Iglesia en Mainz lo supieron y demandaron la inmediata exhumación del hombre excomulgado; en caso de que en el claustro se negaran a obedecer, como sucedió,  se le prohibiría recibir la eucaristía y la celebración de misas públicas. Tras puertas cerradas las monjas recitaban los salmos y las lecturas en voz baja. No les era permitido sonar las campanas de la iglesia ni cantar.

Hildegard estaba profundamente asustada. Una visión le aconsejó dejar el cadáver en la tumba. Con su báculo de abadesa dibujó una cruz sobre el sepulcro y borró las orillas para hacerlo irreconocible; finalmente aceptó las restricciones del interdicto. La visionaria realizó una detallada explicación para los prelados de Mainz sobre el curso de los eventos y el estado legal del caso (ver carta XXXI).

Aclarar el asunto tomó tiempo, ya que el arzobispo Christian von Mainz se encontraba en Roma. Un intercambio de cartas entre Hildegard y su obispo protector en Roma llevó el problema a su fin.

En esta difícil posición, antes de su muerte, el 17 de septiembre de 1179, Hildegard mostró integridad: sus acciones fueron siempre consistentes como visionaria y profeta.

Gebeno de Eberbach compiló hacía 1220 los temas de las visiones de Hildegard y los publicó con el título Speculum futurum temporum, convirtiéndola en una profetisa del futuro. Trithemius de Sponheim la introdujo en el Catalogus virorum illustrium y en De Scriptoribus ecclesiasticis. Cuando a Goethe le enseñaron en el monasterio de Eibingen el manuscrito de Scivias anotó en su cuaderno de viaje que le había parecido merkwürdig (notable).

IMAGENES

Restos de Hildegard en la iglesia parroquial de Eibingen



Ruinas del Monasterio de Disibodenberg



Monasterio de Rupertsberg





El hombre como un microcosmos del macrocosmos, una típica concepción neoplatónica del Liber divinorum Operum





Scivias concepción del alma y el cuerpo



Scivias 32. El final de los tiempos









La cabeza del anticristo brota de las entrañas de la Iglesia, representada como una virgen. Scivias.




Monasterio de Santa Hildegard  de Eibingen


BIBLIOGRAFÍA 




Cirlot, Victoria, Vida y visiones de Hildegard von Bingen, Barcelona, Siruela, 1997.


Lambert, Michael, The Cathars, Oxford Press, Massachussets, 1998.


Martínez Lira, Verónica y Alejandra Reta Lira, El lenguaje secreto de Hildegard von Bingen, vida y obra, México, UNAM, Edit. Espejo de viento, 2003.

J. B. Pitra, Vita Sanctae Hildegardis de Guibert de Gembloux, en Nova Sanctae Hildegardis Opera, Montecassino, 1882.

Silvas, Anna, Jutta and Hildegard: The Biographical Sources, Pennsylvania State University Press, 1998.

Von Bingen, Hildegard, The Letters of Hildegard of Bingen, vols. 1 y 2, trad. Del latín al inglés de Joseph. L. baird y Radd K. Ehrman, Oxford University Press, N.Y.-Oxford, 1998. 

Von Bingen, Hildegard, Symphonia, trad. Del latín al inglés de Barbara Newman, Cornell University Press, Ithaca-London, 1998.

Von Bingen, Hildegard, Physica: Natural History, trad. Del latín al inglés de Priscilla Throop, Healing Arts Press, Vermont, 1998. 

Von Bingen, Hildegard, Cause et curae, trad. Del latín al inglés de Margaret Berger, The Library of Medieval Women, Brewer, Cambridge, 1999.


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