HILDEGARD
VON BINGEN
VIDA
Y OBRA
CRONOLOGÍA BIOGRÁFICA (1)
Continuación
1098
Durante el reinado de Enrique IV (2) en la Galia Renana,
Hildebert, (3) un caballero de origen noble, y su mujer
Mechtild, tuvieron a la última de sus diez hijos: Hildegard.(4) Desde los primeros años
la niña dio muestras de singularidad. En su biografía ella dice: Aún no podía pronunciar palabra cuando logré
que mis familiares comprendieran, por medio de sonidos y gestos, que podía ver
luces e imágenes provenientes del cielo.
(1) Martínez Lira, Verónica y Alejandra Reta Lira, El lenguaje secreto de Hildegard von Bingen, vida y obra, México, UNAM, Edit. Espejo de viento, 2003, pp. LI-LXII.
(2) Enrique IV (1050-1106). Ocupó el trono a los seis años, lo que obligó a su madre y a los arzobispos a controlar el poder. El conflicto más importante lo tuvo con el papado: Gregorio VII prohibió al poder laico la elección de cualquier cargo eclesiástico. Enrique IV instó a los obispos a la desobediencia. En 1076 Gregorio VII lo excomulgó. Al año siguiente se presentó ante el pontífice en Italia y consiguió la absolución. En 1080 fue excomulgado nuevamente: se hizo coronar en Roma por el antipapa como Emperador del Sacro Imperio Romano. En Italia tuvo que luchar contra Urbano II, legítimo sucesor de Gregorio VII, y contra su hijo Conrado, a quien los lombardos habían coronado Rey. En 1105 el Emperador fue derrotado y hecho prisionero y tuvo que abdicar en favor de su hijo Enrique V.
(3) Hildebert pertenecía a la baja nobleza alemana. No poseía título; sin embargo, tenía propiedades.
(4) Nació en Bermersheim (Alzey), en Rheinhessen.1106
A los ocho años de edad anunció a sus padres
acontecimientos futuros que vio en una de sus primeras visiones. A propósito
escribe: En mi tercer año vi una luz tal
que a causa de ella mi alma entera se estremeció, pero por mi corta edad no
pude hablar al respecto. Una anécdota contada en las actas de su proceso de
canonización explica que en cierto momento, cuando tenía cinco años, exclamó
ante su nodriza: ¡Mira qué hermoso
ternero hay dentro de esa vaca! Es blanco, con manchas en la frente, las patas
y el lomo. Cuando el ternero nació, resulto ser como la niña lo había
descrito. Hildebert resolvió llevarla con Jutta von Spanheim,(5) quien vivía en una
ermita al lado del monasterio benedictino de Disibodenberg, situado en la unión
de los ríos Glan y Nahe.
(5) Jutta era sólo cinco años mayor que Hildegard. Ambas utilizaron el término “inclusas” para referirse a su permanencia en la ermita. Hicieron su oblación y se quedaron en Spanheim por siete años, pues la vocación monástica no era válida antes de los catorce años, según la Regla de San Basilio. Cirlot, Victoria, Vida y visiones de Hildegard von Bingen, Barcelona, Siruela, 1997, p. 95.
En
las crónicas de Spanheim se habla de los poderes curativos de Jutta y de su
capacidad para leer la mente. Es probable que los padres de Hildegard se
creyeran incapaces de instruir a su hija, quien claramente estaba dotada con un
don que a ellos les era desconocido, además de que en esos tiempos era usual
que el décimo hijo fuera entregado como diezmo a la Iglesia.
El 1 de noviembre de 1106 Hildegard ingresó a la
ermita de Disibodenberg, una comunidad dúplice fundada cuatro siglos antes por
el monje irlandés san Disibod.(6) La magistra(7) Jutta le enseñó los salmos. La educación
monástica estaba basada en el canto. Hildegard aprendió a leer estudiando el
salterio.(8) Es posible que el procedimiento consistiera en
encontrar, sobre los manuscritos bíblicos, el texto de los salmos memorizado
previamente: puesto que las palabras eran ya conocidas, leer y escribir
consistía en encontrar y reproducir, sobre tablillas, los vocablos que la
memoria ya había registrado.(9)
(6) San Disibod. Monje irlandés que en el siglo VI se estableció a orillas del Rin junto con tres compañeros. Participó en la inmensa cruzada migratoria de irlandeses que, a lo largo de la Edad Media, dejaron su isla para ir a instalarse en lugares desérticos y llevar allí una vida contemplativa.
(7) En esa época los claustros femeninos estaban supeditados a un abad; Jutta no era abadesa sino, más bien, magistra. En los documentos antiguos el término “magistra” implicaba un papel complejo: superiora, administradora y madre espiritual. Silvas, Anna, Jutta and Hildegard: The Biographical Sources, Pennsylvania State University Press, 1998, p. 30.
(8) Cuando dicen que Hildegard aprendió a tocar el salterio de diez cuerdas no queda claro. Gottfried, su biógrafo, usa la famosa alegoría del salmo 150, donde el salterio de diez cuerdas se refiere a los diez mandamientos.
(9) Pernoud, Regine, Hildegarda de Bingen, una conciencia inspirada del siglo XII, Barcelona-Buenos Aires-México, Paidós, 1999, p. 10. Respecto a la educación de Hildegard, no significa que no conociera la sintaxis latina, sino, más bien, que carecía de un conocimiento especulativo de esta categoría. Ese conocimiento era uno de los elementos que formaban el estudio de la gramática, la primera disciplina del “trivio”, que, junto con la dialéctica y la retórica, formaba el primer nivel de las siete artes liberales, la base del currículum medieval. Así se puede concluir que tanto Hildegard como Jutta eran incultas según la concepción de cultura del siglo XII, más que analfabetas en el sentido moderno del término. Cirlot, Victoria, Vida y visiones de Hildegard von Bingen, Madrid, Siruela, 1997, p. 103.
Ésa
fue la única educación escolar y musical que recibió Hildegard. No tuvo una
instrucción formal, como se usaba en las grandes abadías. Por esta razón se
llamaba así misma indocta. En sus
memorias declaró: Aunque aprendí latín
para penetrar en los detalles de la liturgia y aunque estudié los textos del
salterio, del Evangelio y de los principales libros del Antiguo y Nuevo
Testamento, no había aprendido a interpretar las palabras.
Jutta
concedió mayor importancia a la profundidad de los significados en los libros
que a la gramática.
1108-1143
Se comenzaron a
construir varios edificios en el monasterio de Disibodenberg. De 1112 a 1115 la
ermita se convirtió en un pequeño claustro. A los quince años Hildegard profesó
sus votos de acuerdo con la Regla de San Benito. Fue velada por el padre Otto,
obispo de Bamberg. La vida en el monasterio benedictino estaba marcada por las
horas canónicas: en la madrugada se cantaban maitines, poco después de
medianoche. Al alba era el momento de cantar laudes, a lo que seguía
el oficio de prima. A continuación, la Eucaristía, tras la cual se servía el
desayuno. Después, el oficio de tercia,
a las 8 o 9, según la estación, y una etapa de trabajo hasta la hora sexta,
a las 11 o mediodía, a la que seguía el almuerzo. Enseguida, tiempo libre hasta
la hora nona, 2 o 3 de la tarde, cuando se retomaba el trabajo manual o
intelectual, colectivo o individual. La hora de vísperas designaba el
oficio del final del día, las 6 o 7 de la tarde; tras la cena había tiempo
dedicado al recreo. A menudo se celebraba una reunión: las religiosas se
congregaban ante la magistra para
escuchar sus observaciones. Finalmente, al ponerse el sol, se cantaba el último
oficio completas. El silencio debía reinar desde entonces. En la
ermita de Disibodenberg, las monjas se ejercitaban en la práctica de las
virtudes.
Oraciones,
abstracción y trabajo se enlazaban a lo largo de la jornada, con algunos
cambios según el calendario litúrgico. Hildegard ponía en práctica la Regla.
Sus palabras favoritas eran: aplectari, aprovechar, y viriditas, verdor o crecimiento del
principio vital, una palabra que convirtió en concepto.
La salud de Hildegard
fue siempre muy frágil. Sus biógrafos(10) la
describen como un vaso de arcilla: se
prueba en el horno, ya que el valor se perfecciona en la debilidad. Desde
su infancia padeció dolorosas enfermedades, acerca de las cuales dijo: Todo lo que detiene la energía exterior me
hace más fuerte en el interior. Numerosos y continuos dolores la acosaban
con frecuencia.
(10) A la muerte de Volmar, en 1173, el abad Helenger de Disibodenberg, mandó a Hildegard un nuevo secretario, el monje Gottfried, quien estuvo en Rupertsbrg de 1174 a 1175. Comenzó a escribir una Vita, pero murió en 1176. En 1177 Guibert de Gembloux fue el nuevo secretario de Hildegard. Éste también se dispuso a elaborar la biografía de la abadesa de la que sólo se ha conservado un fragmento (editado por J. B. Pitra, Vita Sanctae Hildegardis de Guibert de Gembloux, en Nova Sanctae Hildegardis Opera, Montecassino, 1882, pp. 407-415). La tarea de escribir el Vita cayó entonces en manos de Theoderich, quien, a diferencia de sus predecesores, no conoció a Hildegard. Su trabajo consistió en ordenar el material: en primer lugar, el libro interrumpido de Gottfried, que consideró como el libro I; en segundo lugar, los pasajes autobiográficos que narran en primera persona las visiones, y en tercer lugar, introducir los milagros. La ordenación de éste material se vio completada con citas epistolares y con la obra de Hildegard, así con la inserción de algunas cartas y testimonios de las monjas de Rupertsberg. Entre 1181 y 1187 Theoderich von Echternach ordenó la biografía.Hildegard habló a Jutta de sus visiones secretas; ésta pidió consejo a uno de los monjes del monasterio de Disibodenberg, un hombre llamado Volmar.(11)
(11) Volmar era el custodio de los archivos y documentos del monasterio de Disibodenberg. Es muy probable que él fuera el cronista, ya que en 1147, año en que Volmar se traslada con Hildegard a la comunidad de Rupertsberg, no se registran más datos.1136
Jutta murió el 22 de
diciembre de 1136 a los cuarenta y cuatro años. Hildegard fue elegida
unánimamente la nueva magistra.
Estaba a punto de cumplir cuarenta años.
1141
Hildegard recibió la
orden divina de escribir sus visiones: Mientras
contemplaba, con el alma trémula, una imagen celestial, vi un gran esplendor
del que surgió una voz: Oh frágil ser humano, habla y escribe lo que veas y
escuches.
Ayudada por Volmar, su secretario, y por
Richardis von Stade, una monja del claustro, comenzó a escribir su primera
obra: Scivias: Conoce los caminos.(12) Ella se identificó con el papel de los profetas del Antiguo Testamento, quienes
no se preocupaban por dar a sus palabras la forma de un discurso o por
ordenarlas conforme a la lógica o la dialéctica.
(12) Existen varias hipótesis con respecto a las miniaturas que ilustran Scivias: 1. Se piensa que las miniaturas fueron realizadas en una década posterior a la muerte de Hildegard. 2. La perfecta planificación de las miniaturas sugiere sugiere que éstas se realizaron en un taller profesional. 3. Dado que las miniaturas ofrecen semejanzas con el denominado Libro de oraciones de Hildegard, sugiere la posibilidad de una misma procedencia, aunque también otros paralelos permitirían localizar el manuscrito en Andernach o Maria Laach, p. 11. La antigua hipótesis según la cual Hildegard dirigió el trabajo de las miniaturas, continúa sosteniéndose. Cirlot, Victoria, op. cit., p. 269.
Fue
Volmar quien informó a los monjes del monasterio de Disibodenberg sobre las
visiones y la nueva actividad de escritora que tenía la magistra, lo cual
inquietó a las autoridades eclesiásticas, en concreto al abad Kuno. Éste se
puso en contacto con el arzobispo de Mainz, Heinrich, de cuya diócesis dependía
el convento. Ambos, a pesar de las buenas nuevas, se mostraron turbados.
1146-1148
Las noticias llegaron a oídos del papa Eugenio
III,(13) monje cisterciense
formado por san Bernard de Clairvaux; un pontífice para quien la santidad
merecía el cuidado principal. A petición del arzobispo Heinrich von Mainz y del
abad Kuno de Disibodenberg, el Papa designó dos prelados para que fueran a
visitar a Hildegard, estudiaran su conducta, sus hábitos y los escritos. Las
investigaciones que se llevaron a cabo resultaron satisfactorias y de regreso a
Trier los prelados llevaron consigo la primera arte del manuscrito de Scivias.
(13) Eugenio III ocupó la silla de 1145-1153. Estableció las condiciones para la coronación de Federico I Barbarroja, pero murió antes de coronarlo. Fue beatificado en 1872.
En
1146 Hildegard escribió al ilustre Bernard de Clairvaux pidiéndole ayuda y
consejos; éste le contestó que antes que nada reconociera su don y respondiera
atentamente a él con humildad y devoción. A finales de 1147 el papa Eugenio III
iba a reunir un concilio en Remis, y como preparación previa de éste tendría
lugar un sínodo en Trier. El pontífice leyó públicamente los escritos de
Hildegard. Los que escucharon esta lectura se mostraron entusiastas. Se
atribuye a Bernard de Clairvaux la conclusión de todos los presentes: Había que guardarse mucho de no apagar una
luz tan admirable animada por la inspiración divina.
Inmediatamente
después el papa Eugenio escribió a Hildegard dándole autorización para ponerlo
todo en el papel, y le mandó al abad y a los hermanos del claustro una epístola
llena de buenos deseos. Éste era un documento legal que Hildegard necesitaba
para demostrar la aprobación pala de Scivias.
1148-1150
El rey Conrado III(14) participó en la Segunda
Cruzada a petición del papa Eugenio III y de San Bernard. Él escribe una carta
a Hildegard pidiéndole que rece por él.
(14) Conrado III (1093-1152). Primer emperador germánico de la dinastía Hohenstaufen. Accedió al trono en 1138 con la oposición de Enrique el Soberbio duque de Baviera y Sajonia, lo que precipitó la guerra con éste.
A
pesar de la oposición de los monjes, Hildegard inició en 1148 un plan para la
fundación de un nuevo claustro en Rupertsberg. La condesa Richardis von Stade,
madre de la monja Richardis, secretaria de Hildegard, solicitó la ayuda del
arzobispo Heinrich von Mainz. Desde hacía algún tiempo era evidente que la
comunidad se encontraba demasiado ceñida en el pequeño claustro de
Disibodenberg. Hildegard le comunicó al abad y a los hermanos que la Luz
Viviente le había mostrado en una visión un lugar donde el Nahe fluía hacía el
Rin, una colina, la cual recibió el nombre de san Ruperto. Ellos no
consintieron en que se marchara; entonces ella cayó enferma una vez más. Cuando
se enteró el Abad no creyó lo que se le informaba; pensó que se trataba de una
estratagema de la magistra y, personalmente, fue a confirmar el asunto de su
salud: trató inútilmente de levantar la cabeza de Hildegard y de moverla hacia
los lados: quedó atónito ante los inusuales síntomas.
Aunque
Rupertsberg pertenecía parcialmente a los miembros del cabildo de cánones de
Mainz, el pedazo de terreno con la capilla correspondía al conde Bernard von
Hildesheim, quien, al enterarse de que Hildegard había recibido la orden divina
de trasladarse ahí para fundar una nueva comunidad, dio su aprobación.
La
magistra permaneció enferma, y sólo cuando la empresa comenzó a marchar
favorablemente, experimentó una mejoría corporal. Al levantarse del lecho
recorrió todos los cuartos del pequeño claustro, pero había perdido el habla.
Cuando regresó a su cama ya no podía moverse, pero sí hablar. Ella dice: Por un largo tiempo mis ojos se
oscurecieron; no podía ver la luz. Mi cuerpo se doblaba por la carga: yacía en
cama con dolores severos. Sufrí esto precisamente porque no quería revelar la
visión que me había sido mostrada: mis hermanas y yo debíamos mudarnos al monte
de Rupertsberg. En cuanto mi vista regresó me sentí aliviada, pero estaba muy
débil. Sin embargo, cuando mi abad y los hermanos, así como la gente de los
alrededores se enteraron del cambio de lugar, dijeron que no era posible que
quisiéramos cambiarnos de los campos fértiles y los viñedos, lejos del área
hermosa, a una seca. En lo concerniente a mí, decidieron que estaba siendo
engañada por una alucinación. Cuando escuché eso, mi corazón se entristeció, y
mi carne y mis venas se endurecieron. Estuve en cama durante muchos días.
Escuché una fuerte voz que me prohibía decir o escribir sobre la visión de ese
lugar.
Finalmente,
en 1150, Hildegard y dieciocho monjas se mudaron a Rupertsberg. El cambio se
realizó en medio del júbilo: los de Bingen, la ciudad vecina, llegaron a
recibirlas. Se instalaron en un monasterio todavía en construcción: edificios provisionales
que serían terminados en los años siguientes.
Para
no dar la apariencia de que había confiscado el lugar, Hildegard adquirió el
terreno de sus dueños con la ayuda de obsequios ofrecidos a la nueva comunidad;
en parte lo adquirió y en parte fue un intercambio y, como ella lo había
recibido libremente, decidió que así debía permanecer; esto es: quedar bajo la
autoridad de la iglesia de Mainz, sin ningún otro protector eclesiástico que el
Arzobispo de esa sede. En cuanto a las cuestiones de administración de bienes
temporales, ella pidió apoyo a los padres del monasterio de Disibodenberg y
escogió al administrador. Todo esto fue confirmado y autentificado no sólo con
el permiso de los arzobispos metropolitanos de Mainz, Heinrich y Arnold, sino también
con el consentimiento de los abades.
Por estas fechas las composiciones musicales de
Hildegard eran ya muy conocidas.(15) En
1148-49, la magistra respondió a la carta de Odo de Doissons, rector de la
Universidad de París, quien estaba en busca de una respuesta a ciertos temas de
la filosofía escolástica.
(15) No se sabe con seguridad cuando comenzó Hildegard a componer música, aunque en un pasaje del Vita hace referencia al año 1141, alude también a la composición instantánea sin enseñanza humana de los libros sagrados. También compuse cantos y melodías en alabanza a Dios y a los santos sin enseñanza de ningún hombre, y las cantaba sin haber estudiado nunca ni neumas ni canto. La última visión relatada en Scivias no es en realidad una visión: es la transcripción de un concierto celestial que la visionaria oye cuando los cielosse abren. Newman, Barbara, Symphonia, Cornell University Press, Ithaca and London, 1998, p. 7. Pero las catorce canciones que siguen no incluyen notación musical. La obra concluye con un drama: el Ordo virtutum. Setrata de una especie de cantata, y no se sabe si fue pensada como obra independiente o como final del ciclo. En el prefacio del Liber vitae meritorum, Hildegard afirma haber estado ocho años dedicada a la composición de Symphonia. La palabra Symphonia era empleada en la Edad Media de modo libre y podía significar tanto melodía como armonía, o simplemente música en general, tanto como vocal como instrumental. Symphonia armonie celestium revelationum es un ciclo de setenta canciones litúrgicas (antífonas, responsorios, himnos, secuencias) dedicado a Dios Padre, a Dios Hijo, a la Virgen, al Espíritu Santo, a las jerarquías celestes y a los santos.
1151-1158El 1 de mayo de 1152, Heinrich le otorgó al monasterio femenino una molienda en el área vecina.
Rupertsberg ofrecía
cabida a cincuenta monjas, dos padres y siete personas más: huéspedes, servicio
doméstico e invitados.
Hildegard
y su comunidad de monjas benedictinas
Poco
después de la mudanza, gracias a la ayuda de Volmar y de su secretaria
Richardis von Stade, Hildegard concluyó Scivias, obra que comprende tres
libros o partes, las cuales, contienen seis, siete y trece visiones,
respectivamente. En cada caso, Hildegard primero describe su visión y después
cuenta lo que la voz interior le dijo por medio de una explicación, de manera
similar a los métodos de los exégetas medievales.
Hildegard
en el Liber divinorum operum junto a Volmar y Richardis
Richardis
von Stade brindó a su “magistra” grandes sufrimientos: ella era hermana de
Hartwig, arzobispo de Bremen, e hija de la condesa von Stade, quien había
ayudado mucho a Hildegard en la fundación de Rupertsberg.
En 1151 Richardis fue elegida abadesa d un
convento en Bassum, Sajonia, en la diócesis de Bremen. Cuando Hildegard se
enteró escribió una carta la madre de la
monja: No distraigas mi alma, ni hagas
rodar lágrimas amargas de mis ojos, ni llenes mi corazón de crueles heridas.
Hildegard intentó por todos los medios impedir que Richardis se marchara:
escribió al Papa Eugenio III para que interviniera en el asunto, y también a
Hartwig, pero éste tenía especial interés en el traslado de su hermana. Meses
después de su llegada a la comunidad de Bassum, Richardis se arrepintió y
solicitó permiso para regresar a Rupertsberg, pero cayó mortalmente enferma.
Hildegard le escribió una carta. Al año siguiente el 29 de octubre de 1152, el
arzobispo Hartwig anunció a Hildegard la muerte de su hermana Richardis.(16)
(16) Von Bingen, Hildegard, The Letters of Hildegard of Bingen, vols. 1 y 2, trad. Del latín al inglés de Joseph. L. baird y Radd K. Ehrman, Oxford University Press, N.Y.-Oxford, 1998. Cartas VIII, IX, X, XI, XII.
Hildegard
habla de este tema en su biografía: Cuando
yo escribía el libro Scivias, tuve un gran afecto por una noble hermana llamada
Richardis; justo como Pablo lo tuvo por Timoteo. Ella se había vinculado a mí
en todos los sentidos de la amistad y sufrió conmigo hasta completar la obra.
Después de esto, ella mostró inclinación por ascender a un lugar más alto:
quería ser nombrada la madre de un claustro distinguido. En realidad no deseaba
esto con la mente de Dios, sino con la del honor terrenal.
En
esa época Hildegard sufrió numerosos ataques intelectuales; en especial los de
un filósofo escéptico que en una ocasión fue a visitarla. Al respecto ella
dice: Este hombre sabio, colmado de
riquezas, después de haber dudado largo tiempo de lo que yo había visto,
finalmente adornó nuestra comunidad con edificios, arreglos y otras cosas muy
necesarias. Hizo un examen minucioso de las visiones escritas y acabó creyendo
plenamente en la inspiración divina. Él, al principio nos había expresado su
desprecio con palabras, se volvió a nosotras con grandes bendiciones. Por eso,
todas le hemos llamado padre. Antes
de morir pidió ser sepultado en nuestra casa, y así se hizo.
En estas fechas Hildegard comenzó la composición
de Symphonia,(17) de la Lingua ignota y sus escritos de
ciencias naturales y médicas: Physica y Cause et curae.(18) El
primero, Physica, contiene
información perteneciente a la medicina de su tiempo y muestra un impresionante
don de observación, además de una inteligencia versátil sobre la naturaleza y
la humanidad. Cause et curae comienza
con la creación del mundo y la construcción del cosmos. Hildegard habla de
cuerpos sanos y enfermos; explica cómo se engendra el ser humano, escribe sobre
relaciones sexuales, sobre seres dormidos y despiertos. Los temas más amplios
son las emociones, la digestión, los disturbios nutricionales y su curación.
(17) Von Bingen, Hildegard, Symphonia, trad. Del latín al inglés de Barbara Newman, Cornell
University Press, Ithaca-London, 1998.
(18) Von Bingen, Hildegard, Physica: Natural History, trad. Del latín al inglés de Priscilla Throop, Healing Arts Press, Vermont, 1998. Von Bingen, Hildegard, Cause et curae, trad. Del latín al inglés de Margaret Berger, The Library of Medieval Women, Brewer, Cambridge, 1999.
Federico I Barbarroja
El Sacro Imperio Romano
Germánico conoció un momento de esplendor con Federico I Barbarroja, quien
logró imponer su autoridad sobre el papado y afianzó la influencia alemana en
la Europa occidental.
Federico I nació en la localidad alemana de
Waiblingen hacia el año 1123. En 1147 heredó de su padre el ducado de Suabia, y
cinco años después fue elegido Emperador, tras la muerte de su tío Conrado III,
el 4 de marzo de 1152, en Francfort y coronado el 9 del mismo mes en Aquisgrán.(19) Ese
mismo año Hildegard le mandó una carta; posteriormente fue a visitarlo.
Barbarroja tenía treinta años; era un hombre de constitución sólida, robusto,
con los cabellos y la barba rojos que le valieron el sobrenombre.
(19) Aquisgrán, Aachen
en alemán, y Aix-la-Chapelle en francés. Situada en el noroeste de Alemania,
cerca de Bélgica y de los Países Bajos. La ciudad fue fundada por los romanos,
quienes la denominaron Aquisgranum o Acquae Grani, pero su importancia
política no se inició hasta el siglo VIII, cuando Carlomagno la eligió como su
lugar favorito de residencia y la convirtió en uno de los principales centros
culturales de Europa. Desde la coronación de Otón I, en el 936, hasta el siglo
XVI, la mayoría de los emperadores alemanes recibieron su corona en Aquisgrán.
La
entrevista entre Hildegard y Federico I tuvo lugar en el palacio de Ingelheim,
cerca de Mainz, en 1154. Un palacio inmenso, apoyado sobre columnas, decorado
con pinturas que evocaban escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. En la sala
real los muros mostraban las heroicidades de Carlomagno y de soberanos de la
antigüedad.
En este encuentro Hildegard previno al Emperador
de ciertos peligros que lo amenazaban,(20) contra
los cuales lo invitaba a mantenerse vigilante. En una de sus cartas él le
escribe: Hacemos saber a su santidad que
lo que nos ha predicho durante su visita al palacio de Ingelheim se ha
cumplido: lo tenemos en el presente en las manos.
1152-1155(20) En 1159 Federico I apoyó el nombramiento del antipapa Víctor IV, en oposición al papa legítimo Alejandro III. En 1176 Federico reconoció al legítimo pontífice y firmo la paz. En 1180 destituyó al duque de Sajonia, Enrique el León, a quien acusó de no haberlo ayudado en la campaña italiana en 1176. Federico murió ahogado en las aguas del río Selef, en Armenia, cuando participaba en la Tercera Cruzada que se organizó para liberar a Jerusalén del ejército de Saladino.
En mayo de 1152 el arzobispo
Heinrich con Mainz consagra la iglesia de Rpertsberg. En 1153 Anastasio IV,
quien se aproximaba a los ochenta años, fue designado papa, el mismo día de la
muerte de su predecesor, Eugenio III. Anastasio IV murió al año siguiente, en
1154. Hildegard le escribió una carta muy severa. La razón de la agresividad se
debía, quizá, al pacto que éste hizo con el Emperador, comprometiendo, de esta
forma, el privilegio eclesiástico (ver carta XVIII). Le sucedió Adrián IV
(1154-1159), el único papa de origen inglés en los anales de la iglesia.
Hildegard le envió una epístola; en ella lo exhorta a tomar serias medidas con
relación a los ingobernables y volubles romanos. Adrián IV tomó la inusual
decisión de poner a la ciudad en interdicto poco después de su llegada al
poder.
Elizabeth von Schönau(21) fue
la segunda visionaria alemana más conocida del siglo XII. Ella parecía poseer
el don de la profecía, pero se encontró expuesta a la burla de algunos clérigos
que deformaron sus palabras. En una carta la joven buscó consuelo en su más
experimentada contemporánea, así como Hildegard lo encontró en san Bernard.
(Cartas XIV, XV).
1155-1163(21) El hermano de Elizabeth von Schönau, Ekbert, refutó el catarismo en una serie de sermones que predicó en 1143, y fue sin duda por medio de su hermana como él se puso en contacto con Hildegard. Lambert, Michael, The Cathars, Oxford Press, Massachussets, 1998.
La iglesia de
Disibodenberg debía quedar excluida de la propiedad de Rupertsberg. Hildegard,
mediante una revelación, supo que tenía que avocarse a este asunto, pero no lo
hizo; más tarde enfermó de muerte. En cuanto se sintió mejor subió a un caballo
y se dirigió a Disibodenberg. Apenas había andado una corta distancia cuando
sus energías regresaron. Finalmente habló de esa cuestión que le había sido
manifestada: logró la separación de la comunidad de Rupertsberg, que hasta ese
momento había pertenecido al convento de monjes y, a cambio, les cedió la parte
más grande del terreno que había sido dado a ella y a sus hermanas. El 22 de
mayo de 1158 el arzobispo Heinrich von Meinz dio a Hildegard dos escrituras
legales, estipulando las relaciones en asuntos temporales y espirituales entre
ambos claustros.
De
1158 a 1161 Hildegard estuvo enferma: Dios
me puso en cama. Mi cuerpo estaba dolido y con falta de aliento. La fuerza de
mi espíritu se debilitó. No me sentía una persona completa. En esos días vi en
una genuina visión, una gran legión de ángeles de san Miguel peleando contra el
viejo dragón. Uno de ellos me dijo: ¡Oh, oh águila!, ¿por qué te duermes en
tu conocimiento? ¡Levántate de tu indecisión! Tú serás conocida, gema
brillante. Todas las águilas te verán. ¡Oh rojo mañanero, levántate al sol!
¡Arriba, arriba, levántate! Entonces todo
el grupo gritó con una poderosa voz: ¡Alégrate! Mis hijas estaban a mi lado. Los malos espíritus del aire gritaron: Queremos
traerla aquí para que dude de Dios, y lo condene por haberla puesto en tal
tormento. Estaba severamente asustada por
mis dolores. Aun así, Dios me dio paciencia. En una visión fui prevenida: debía
ir a los sitios que me habían sido indicados por Dios y predicar las palabras
reveladas. Fui, pero regresé con el mismo dolor.
También viajé a otros claustros.
Cuando regresé, mi cuerpo estaba como si hubiera sido cocinado en un horno. Aun
así, hablaba, cantaba y escribía sobre la visión que el Espíritu Santo deseaba
anunciar por mi conducto.
Hildegard
realizó el primer recorrido de sermones a Mainz, Wertheim, Würzburg, Kitzingen,
Ebrach y Bamberg.
1160
Segundo viaje de
sermones a Trier, Metz, Krauftal. El domingo de Pentecostés, la mística dio un
sermón en Trier. Los prelados le enviaron una carta pidiéndole una copia de sus
palabras. Predicó en la catedral más antigua de Alemania. El tema principal del
sermón fue la inagotable bondad de Dios hacia el hombre que combate la desidia
y reanima su diligencia. Después de su estancia en Trier, se dirigió a Metz. No
existe ninguna información del sermón que ahí pronunció, ninguna carta lo alude.
No hay ninguna referencia que nos notifique sobre su viaje a Krauftal.
1163
Hildegard comenzó su
última obra: Liber Divinorum Operum. Ella narra diez visiones del cosmos y
la humanidad en unión con la trinidad creadora: el mundo y la humanidad son sostenidos
por una poderosa forma: Amor, el cual rodea al universo.
El
18 de abril de 1163 Federico I hace un decreto garantizando protección real a
la abadía de Rupertsberg. En este documento Hildegard es nombrada abadesa; es
la única prueba contemporánea de esa designación. Ella le escribe una carta
agradeciéndole la seguridad que le ha brindado.
Ya
cerca de 1164 Hildegard por petición de Felipe, deán de la catedral de Colonia,
escribió una carta sobre el sermón que pronunció en su visita; el tema se refiere
a los cátaros del Rin. En esta prédica ella habló de la interdependencia de
elementos del universo; afirmó que eran instrumentos de la educación del
hombre, quien sólo podía comprenderlos tocando, besando y abrazando a sus
semejantes. Se dirijió a los pastores, como siempre, en nombre de la Luz Viviente: Os he puesto, como al sol y demás estrellas,
para que alumbren a los hombres con el fuego de la doctrina. Comparó a Abel
con la luna, a Noé con el sol, a Abraham con los planetas, a Moisés con las
estrellas y a los profetas con los cuatro puntos cardinales que sostiene los
límites de la tierra. Criticó la inercia de su auditorio: Sus lenguas están mudas, sus voces no tocan la trompeta de Dios,
ustedes no aman, como las estrellas, la inteligencia que sostiene la tierra. La
trompeta de Dios es la justicia sobre la que deberían reflexionar (…) Pero no
lo hacen, se obstinan en ejercer su propia voluntad. Por eso sus lenguas
carecen de luz en el firmamento, como cuando las estrella no brillan (…) Se
mantienen como culebras desnudas en sus cuevas, entretenidos en fantasías de la
niñez (…) Toda la sabiduría que han buscado en las Escrituras y en los estudios
se la ha tragado el pozo de su egoísmo (…) Los que saben lo han sepultado para
colmar sus deseos y engordar sus carnes, igual que el niño que, en su
inmadurez, no sabe qué hacer (…) Deberían ser día, pero son noche (…) Escojan
de qué lado quieren estar (…) Quieren tener la gloria sin mérito y el mérito
sin obra, lo cual permite al enemigo ofrecerles sus propios bienes, llenándoles
los ojos, los oídos y el vientre de vicios.
Lanza
terribles condenas contra los cátaros: Satán
se muestra a ellos como lo hizo en la creación del mundo (…) Entró en esos
hombres de un modo tal que no les retiró la castidad. Se introdujo en ellos a
través de los demonios del aire (…) Tampoco aman a las mujeres, sino que les
huyen.
1164-1167
Es elegido el segundo
antipapa, Pascal III, apoyado por Federico I. El tono de la correspondencia
entre él e Hildegard cambió: durante el pontificado de Alejandro III, Federico
I nombró cuatro antipapas y depuso al arzobispo de Mainz, quien se había
mantenido fiel a Roma. Todo parece indicar que hasta 1164 ella mantuvo un tono
ecuánime y confiado hacía él; sin embargo, cuando estalló el cisma, tomó partido
por el papa Alejandro III y se dirigió al Emperador con palabras amenazantes.(22)
1165(22) Ver carta XX.
Obtuvo miembros para
fundar otro monasterio en Eibingen, justo arriba de Rüdesheim, el cual visitaba
dos veces por semana. La “magistra” tuvo muchos problemas con algunas monjas
que constantemente se quejaban de sus obligaciones y quienes, finalmente,
dejaron la vida del claustro.
En
1158-1163 Hildegard escribió el Liber vitae meritorum. En su
biografía relaciona esta obra con su experiencia en el claustro de Eibingen: Algunas monjas manifestaban cansancio y
desánimo. Vi con mucha inquietud espíritus aéreos combatiendo contra nosotras.
Atacaba a algunas de mis hijas con distintas vanidades, enredándolas como en
una red. Las instruí con las palabras de las Santas Escrituras y con la
disciplina de la Regla de San Benito. Pero varias de ellas me atacaban a
escondidas con sus críticas, decían que no podían soportar el duro reglamento y
la disciplina con los que quería someterlas.
En
el Liber vitae meritorum Hildegard describe virtudes y vicios con coloridas
imágenes y vivo diálogo en el más fino lenguaje poético. Asegura que las
agresiones no son sólo una ofensa del individuo contra su integridad, sino
violencia contra el cosmos, con el cual la humanidad está fundamentalmente
unida.
1167-1177
Hildegard estuvo
nuevamente enferma: Después de tres años,
la enfermedad terminó. Entonces vi un feroz querubín con una espada en llamas.
El espejo de los secretos de Dios ahuyentaba a los espíritus que me torturaban;
ellos corrían gritando: Oh, oh cielos, oh cielos. Ahora está dama
desaparecerá de nosotros y no podremos tomarla. Después de esto, mi espíritu revivió completamente, mi cuerpo con sus
venas y arterias fue reconstruido como nuevo, y yo adquirí una recuperación
completa.
Por un tiempo tuve que sufrir
enfermedad; entonces me armé con paciencia y me dije: Mi gracia es suficiente,
porque en la debilidad el poder se convierte en perfección. Tomo el casco de la
sabiduría, la espada del espíritu y la palabra de Dios. Me pongo la armadura
del guerrero para ser capaz de pararme firme ante las tácticas del demonio. La
batalla no era sólo contra fuerzas humanas, sino contra los poderes gobernantes
del mundo de sombras.
En
otra ocasión, durante una dolorosa fiebre, escuchó a los santos decirle: Debe gstarte el dolor que has tenido que
sufrir, Otros santos, por otro lado, decían entre ellos: ¡Vendrá con nosotros o no? Y otros
respondían: Pasado, presente y futuro aún
no han sido dados a ella. Si ya terminó su trabajo queremos llevarla con
nosotros. Entonces todos juntos gritaron: ¡Oh feliz y segura alma, elévate como un águila porque el sol te ha
engendrado y tú no lo sabías!
Después de que una visión me enseño
las palabras del Evangelio de san Juan, me enfermé tres años. Mientras tanto,
alguien me informó que en el área del bajo Rin una dama había sido poseída por
el demonio. En una visión vi como la mujer estaba rodeada por una dañina
concentración de dolor y humo que le suprimieron todas sus facultades mentales
y le dificultaron levantarse. Como la sombra de una persona cubre lo que está
en su camino, así la mujer perdió la conciencia.
Al pensar en esto quise saber cómo
es que el demonio se introduce en la humanidad. Recibí la respuesta: no penetra
en el ser humano con su forma, sino oscureciéndolo con una sombra negra y humo.
Él se resbala de la manera descrita y los llena con improperios y
equivocaciones. El alma, que se encuentra dormida, no sabe lo que el cuerpo
hace. Vi un grupo de espíritus malignos haciendo trucos, paseándose por el
mundo, buscando humanos a quienes desunir y en quienes crear divisiones.
El espíritu dijo que sólo dejaría ese cuerpo
mediante el consejo y la ayuda de una mujer que moraba en el área alta del Rin,
y distorsionó el nombre de Hildegard. Se sabe de la curación de esta mujer
llamada Sigewise, una joven de Colonia aparentemente poseída por el demonio. A
propósito de este hecho existe un intercambio de cartas entre Hildegard y los
monjes de la abadía de Brauweiler, quienes habían intentado liberar a la mujer
sin éxito (ver cartas XXII, XXIII, XXIV). En una de sus respuestas, Hildegard
señala la conducta que debe seguirse. El espíritu, conjurado según las
indicaciones, había en un principio dejado en paz a la mujer, pero después volvió
a poseerla. En una de las cartas los monjes pidieron permiso a la abadesa para
llevar a la víctima ante ella, convencidos de que sólo se curaría en su
presencia. En aquel entonces Hildegard se encontraba gravemente enferma, pero a
pesar de ellos los monjes la llevaron al monasterio de Rupertsberg. La mujer,
llena de desprecio, se burlaba de la abadesa, ridiculizando su nombre.
Finalmente, Hildegard decidió recibirla. Todo el convento estuvo en oración y
ayunando desde el día 2 de febrero hasta Pascua.(23)
(23) Esta información se encuentra también en una carta de 1169 al arzobispo de Trier. Hildegard se muestra discreta en su colaboración y no entra en detalles.
En
1170 Hildegard comienza la composición de la vida de san Disibod e inicia el
cuarto recorrido de sermones hasta llegar a Suabia. En 1173, cuando el prior
Volmar murió, se vio forzada a hacer valer la legalidad de los terrenos
conforme al acuerdo original: el claustro de los monjes de Disibodenberg estaba
obligado a darle al de Rupertsberg un asesor aprobado por las monjas. Hildegard
ya había roto las barreras morales y físicas de su época al fundar su propio
monasterio en un siglo en que las órdenes femeninas dependían enteramente de su
alianza con la orden masculina a la que pertenecían.
En
1174 terminó de escribir el Liber Divinorum Operum. En las diez
visiones que contiene este libro se unen los tres elementos esenciales de una
cosmología viviente: arte, ciencia y religión. El tema central de esta obra es
el Amor. Sus colaboradores fueron el abad Ludwig y los monjes de la abadía de
san Eucaristo en Trier, así como su sobrino, el prior Wezelin de san Andrés en
Colonia.
En
esta época comenzó un conflicto con el claustro de Disibodenberg sobre la
selección del sucesor de Volmar. Sobre este asunto Hildegard buscó al papa
Alejandro III, quien, finalmente, mandó al monje Gottfried como prior de
Rupertsberg, y secretario de Hildegard. Él comenzó el libro Vita,
la biografía de la abadesa. Guibert de Gembloux, otro de los biógrafos de la
visionaria, empezó un intercambio de cartas con ella.
En
1175 murió Gottfried. De 1177 en adelante cobró gran importancia para Hildegard
el monje Guibert de Gembloux (ver carta XXIX). Sus cartas lo muestran como un
religioso de talento y bien educado. En una epístola a su amigo Bovo, Guibert
delinea una pintura gráfica de su vida en la comunidad de Rupertsberg: Aquí hay una maravillosa competencia entre
virtudes. La madre abraza a sus hijas con tal amor, y las hijas se someten a la
madre con tal reverencia, que uno distingue el respeto entre ellas. En días
festivos de abstienen de trabajar; se sientan en silencio, se dedican con celo
a leer y a estudiar canciones; copian libros y producen atavíos litúrgicos y
artesanías. Este claustro no fue fundado por un Emperador, un Obispo o una
persona poderosa o rica, sino por una comprometida y débil mujer. Aquí reina el
orden majestuoso en hogareños edificios. En todos los cuartos de trabajo corre
el agua. Los gastos son adecuadamente cubiertos por los invitados, que nunca
faltan, para ropas y sustento de aproximadamente cincuenta hermanas.
La madre líder da consejo cuando es
requerido; resuelve las cuestiones difíciles; escribe libros; instruye a sus
hermanas; pone un fresco corazón a aquellos pecadores que se le acercan, y está
enteramente ocupada con todo.
1177-1179
Hildegard fue también
consultada por otro poderoso personaje a propósito de la Cruzada: Felipe de
Alsacia, conde de Flandes, quien antes de dirigirse a Tierra Santa le escribió.
Se sabe que él había dudado en hacer el viaje a Jerusalén y fue durante ese
periodo de reflexión que le escribió. El conde Felipe decepcionó mucho a los
que esperaban su llegada a Tierra Santa. En 1177 no se sabía que el final del
reino de Jerusalén estaba cercano; diez años más tarde caería en manos de
Saladino. El rey de Jerusalén era entonces el joven Balduino IV, en cuyo cuerpo
se hacía patente la lepra, lo cual no le permitía abrigar esperanzas ni de
larga vida ni de tener descendencia. La llegada del conde de Flandes a la
cabeza de un brillante ejército fue una gran esperanza para los barones de
Tierra Santa. El rey Balduino le ofreció a Felipe la guardia del reino, pero él
no había tomado una resolución al respecto y se rehusó; se negó también a
participar con las fuerzas bizantinas en una expedición a Egipto. Felipe de
Flandes volvió a Occidente dejando detrás una situación preocupante. Catorce
años después, con tardíos remordimientos, volvió a Tierra Santa.
En
1178 Guibert presenció la dura prueba que Hildegard tuvo que pasar a la
avanzada edad de 81 años. La abadesa había permitido que un noble excomulgado,
quien al final se reconcilió con la Iglesia y recibió los sacramentos, fuera
enterrado en el cementerio del claustro. Las autoridades de la Iglesia en Mainz
lo supieron y demandaron la inmediata exhumación del hombre excomulgado; en caso
de que en el claustro se negaran a obedecer, como sucedió, se le prohibiría recibir la eucaristía y la
celebración de misas públicas. Tras puertas cerradas las monjas recitaban los
salmos y las lecturas en voz baja. No les era permitido sonar las campanas de
la iglesia ni cantar.
Hildegard
estaba profundamente asustada. Una visión le aconsejó dejar el cadáver en la
tumba. Con su báculo de abadesa dibujó una cruz sobre el sepulcro y borró las
orillas para hacerlo irreconocible; finalmente aceptó las restricciones del
interdicto. La visionaria realizó una detallada explicación para los prelados
de Mainz sobre el curso de los eventos y el estado legal del caso (ver carta
XXXI).
Aclarar
el asunto tomó tiempo, ya que el arzobispo Christian von Mainz se encontraba en
Roma. Un intercambio de cartas entre Hildegard y su obispo protector en Roma
llevó el problema a su fin.
En
esta difícil posición, antes de su muerte, el 17 de septiembre de 1179,
Hildegard mostró integridad: sus acciones fueron siempre consistentes como
visionaria y profeta.
Gebeno
de Eberbach compiló hacía 1220 los temas de las visiones de Hildegard y los
publicó con el título Speculum futurum temporum,
convirtiéndola en una profetisa del futuro. Trithemius de Sponheim la introdujo
en el Catalogus virorum illustrium y en De Scriptoribus ecclesiasticis.
Cuando a Goethe le enseñaron en el monasterio de Eibingen el manuscrito de Scivias anotó en su cuaderno de viaje
que le había parecido merkwürdig (notable).
IMAGENES
Restos
de Hildegard en la iglesia parroquial de Eibingen
Fuente:
https://franciscojaviertostado.com/2014/12/05/hildegarda-de-bingen-una-pobre-mujer-e-ignorante/
Ruinas
del Monasterio de Disibodenberg
Fuente:
https://www.holidaycheck.de/m/ruinen-kloster-disibodenberg/1a29154d-d02b-3739-8196-db1f1b03e43c
Monasterio
de Rupertsberg
El
hombre como un microcosmos del macrocosmos, una típica concepción neoplatónica
del Liber divinorum Operum
Scivias
concepción del alma y el cuerpo
Scivias
32. El final de los tiempos
La
cabeza del anticristo brota de las entrañas de la Iglesia, representada como
una virgen. Scivias.
Monasterio
de Santa Hildegard de Eibingen
BIBLIOGRAFÍA
Cirlot, Victoria, Vida y visiones de Hildegard von Bingen, Barcelona, Siruela, 1997.
Lambert, Michael, The Cathars, Oxford Press, Massachussets, 1998.
Martínez Lira, Verónica y Alejandra Reta Lira, El lenguaje secreto de Hildegard von Bingen, vida y obra, México, UNAM, Edit. Espejo de viento, 2003.
J. B. Pitra, Vita Sanctae Hildegardis de Guibert de Gembloux, en Nova Sanctae Hildegardis Opera, Montecassino, 1882.
Silvas, Anna, Jutta and Hildegard: The Biographical Sources, Pennsylvania State University Press, 1998.
Von Bingen, Hildegard, The Letters of Hildegard of Bingen, vols. 1 y 2, trad. Del latín al inglés de Joseph. L. baird y Radd K. Ehrman, Oxford University Press, N.Y.-Oxford, 1998.
Von Bingen, Hildegard, Symphonia, trad. Del latín al inglés de Barbara Newman, Cornell University Press, Ithaca-London, 1998.
Von Bingen, Hildegard, Physica: Natural History, trad. Del latín al inglés de Priscilla Throop, Healing Arts Press, Vermont, 1998.
Von Bingen, Hildegard, Cause et curae, trad. Del latín al inglés de Margaret Berger, The Library of Medieval Women, Brewer, Cambridge, 1999.
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