(3)EL MARONISMO
Los
Maronitas-Maradates y la invasión árabe
La invasión árabe ocurrió en el
siglo VII.
Los cristianos del Medio Oriente estaban cansados del
gobierno bizantino debido a que su conducta les inspiraba gran aversión. Por
otra parte, los cristianos de esta región se encontraban igualmente divididos
por las diversas herejías y debilitados por las disensiones internas. Sin ser
los únicos, estos dos factores facilitaron la invasión árabe y la penetración
del Islam en Siria, Líbano, Palestina, así como en todos los países del Medio
Oriente.
El Islamismo, nacido en la Península Arábiga, se impuso,
pues, sin gran dificultad y un buen número de bautizados se aliaron a él. Sin
embargo, la invasión del Cercano Oriente por los árabes, portadores del mensaje
de Mahoma –muerto en el año 632- no cambió mucho la composición de la
población. Estos árabes ciertamente invadieron y colonizaron territorios en
donde judíos y cristianos estaban instalados desde hacía muchos siglos, pero
esos judíos y esos cristianos no fueron todos arabizados ni islamizados, ya que
diversas comunidades religiosas del Medio Oriente lograron mantenerse dentro
del cristianismo y salvaguardar su identidad y su fe, incluso hasta nuestros
días. A manera de ejemplo duremos, ¿qué podían hacer cien o doscientos mil
invasores árabes sobre los cuatro o cinco millones que tenía entonces Siria?
Ahora bien, entre esas comunidades que lograron conservar su lengua, su
cultura, incluso su autonomía, estaban los Maronitas. Por lo tanto, las
relaciones de estos últimos con los árabes datan de los principios del Islam.
Nos limitaremos a ciertos acontecimientos ocurridos después de la invasión
islámica, hasta la era de los Mamelucos, principios de la Edad Media. Ahora nos
parece interesante explicar quienes fueron los Maradates o Mardaitas, ese pueblo del Medio Oriente que fraternizó
con los Maronitas para formar una sola comunidad y hacer frente al Islam.
Los Maradates son un pueblo de origen persa, que al
emigrar, llegaron a establecerse, por contingentes sucesivos y en diversos
períodos, al norte de Siria y Líbano. Algunos se instalaron en el poblado de
Al-Jarjoumat, al norte de Siria; les llamaban los Jarájimat. De lo que se
deduce, que los Jarájimat y los Maradates forman, históricamente, un solo y
mismo pueblo. Con el tiempo se substituyó el nombre Maradates (Mared
significa gigante) por el de Jarájimat, pues sus gentes eran gigantes y
gallardos, colosos y conquistadores; sabían atacar y se ingeniaban en la
defensa; fuertes y valerosos, brillaban en los campos de batalla al manejar sus
armas.
En cuanto a los lazos que existían entre los Maradates y
los Maronitas, se explica: en el siglo VII, cuando ocurrió la invasión árabe,
la Iglesia de Antioquia, no estaba aún dividida en dos grupos, a saber: la
Iglesia Antioqueña, calcedonia maronita, y la Iglesia Antioqueña, calcedonia
bizantina. En esa época la Iglesia de Antioquia abarcaba dos corrientes
distintas: 1. La corriente maronita, que simbolizaba la cultura y la
civilización siríacas y 2. La corriente bizantina, que representaba la cultura
y la civilización griegas. A principios del siglo VIII estas corrientes e
encarnaron en dos entidades eclesiales definidas: 1. La Iglesia Antioqueña
sirio-maronita y 2. La Iglesia Antioqueña bizantina (cuyos adeptos son
conocidos también con el nombre de rum). Los Jarájimats Maradates
dependían de la entidad eclesial propia de los Maronitas; dicho en otras
palabras, formaban ya un pueblo sirio, de lengua aramea, y cuya doctrina era la
del Concilio de Calcedonia, sostenida y defendida, por los Maronitas. En suma,
los Maradates que se establecieron al norte de Siria y de Líbano fueron
bautizados por los monjes maronitas, mientras que los que se establecieron en
Asia Menor fueron cristianizados por los bizantinos y tomaron el nombre de Rum-Maradates.
Después de la invasión de Siria, los árabes debieron
enfrentarse a los Maronitas que se habían atrincherado en la montaña libanesa.
La historia rinde aquí homenaje al joven y gallardo Sem`an, un mogaddem o jefe militar maronita, que
atacó a los musulmanes y los venció en varios lugares, sobre todo en Antelias y
en Nhar-el-Kalb (Río del Perro). Mencionemos también que después de haber
gobernado la región de Kesruan y vencido a los árabes en las planicies de Beqa
y en el litoral del país, el “mogaddem” Sem`an entregó su alma a Dios y fue
sepultado en el poblado de Baskinta que era, en aquellos días, la capital de
Kesruan y cuyas fronteras limitaban al norte con Nhar-Ibrahim (Río de Abraham)
y al sur con Nhar-Beirut (Río de Beirut).
Durante esta época los Maradates-Jarájimats dependían del
Gobernador de Antioquia pues Al-Jarjumat se encontraba en Siria Primera, cuya
capital era la ciudad de Antioquia. Desde que empezaron los ataques musulmanes
contra los Maronitas, los Maradates de Al-Jarjumat vinieron en su ayuda. Lo que
llevó al historiador libanés Philippe Hitti, a decir que los pueblos siríacos
afluyeron al Líbano y se fusionaron con los arameos que formaban la población
original del país. De esta fusión surgiría la nación maronita que no deja de
ser la comunidad principal del Líbano.
Guerra
con los árabes
Desde un principio los árabes
se dieron cuenta de que les sería muy difícil vencer a los Maronitas que, por
una parte eran guerreros muy valientes, y por otra, tenían en la montaña
libanesa su fortaleza inaccesible. Parece ser también que durante la guerra
civil entre Mo`awiya y `Ali, los maronitas invadieron buena
parte de Siria. Pero cuando Mo`awiya venció a las gentes de `Ali y se proclamó
califa del Islam o “Vicario del Profeta
Mahoma”, tuvo gran trabajo para dominar a los Maronitas y poner fin a sus
asaltos contra el ejército en la planicie de Beqa, sus esfuerzos fueron en
vano. Tuvo entonces la idea de rodearlos
por comunidades islámicas que, en rigor, pensaba él, formarían una especie de
cinturón de seguridad y una línea de defensa contra los ataques fortuitos de
los maronitas. Para llevar a cabo su plan hizo venir varias tribus de Iraq y de
Persia (el atual Irán) y las instaló en la planicie de Beqa y sobre el litoral
libanés, sobre todo en Baalbek, Hermel, Tripoli, Jbeil, Beirut y Saida. Estas
colonias ciertamente habían aislado por todas partes a los hijos de Marun y les
hacían muy difícil el contacto con las otras comunidades cristianas. A pesar de
todo, estas medidas preventivas no resultaron en absoluto eficaces pues los
maronitas, instalados en la montaña y ocultos en las grutas de los valles,
seguían invencibles y dominaban las planicies y el litoral; además, el cinturón
de seguridad previsto e instalado, tenía algunos cortes y dejó zonas libres que
facilitaron a los maronitas sus infiltraciones e incursiones. Para remediarlo,
el califa Abou-Ja`far El Mansour
trajo otras tribus de la región de Al-Ma`arrat y las estableció en Wadi-El-Taim al sur del Líbano. Pero esta vez
el resultado fue mínimo y no estuvo a la altura de las precauciones tomadas.
En cuanto al Califa Abed-el-Malak
ben marwan, gracias a su genio y a su maldad, logró crear una escisión
entre los maronitas y los otros cristianos del rito bizantino. En efecto este
califa celebró con el Emperador de Bizancio, Justiniano Rhinotmete (Nariz
Cortada), el “rey del rum”, un
tratado de paz que estipulaba lo siguiente: el
Emperador retiraría de la montaña libanesa doce mil combatientes Maradates y el
califa le pagará, en contrapartida, mil dinares por semana, pensando así
debilitar el potencial militar de los Maronitas”. Dicha estrategia, al
contario de las anteriores, tuvo un cierto éxito, pero tampoco logró el
resultado esperado, sobre todo porque los Maradates llamados por Justiniano,
sólo eran “Maradates-Rum” o
bizantinos, mientras que los de origen sirio, de cultura aramea, doctrina
calcedonia e independencia maronita, permanecieron en el Líbano y éstos eran
los verdaderos guerreros. Por reacción lógica estos Maronitas-Maradates se
mostraron todavía más irreductibles e intratables que en el pasado; sus
incursiones sobre el enemigo se multiplicaron y sus asaltos contra los hombres
del califa fueron cada vez más frecuentes y más feroces. Para poner fin a esta
situación, el califa tuvo que firmar con ellos un tratado de paz en el que se
comprometió a pagarles cada año una fuerte suma de dinero y tratarlos como el
Estado Islámico trataba a todo ciudadano convertido al Islamismo; es decir, los
Maronitas ya no fueron considerados ciudadanos de segundo rango ni como
enemigos, sino como ciudadanos ordinarios. Al disfrutar de este trato
favorable, se emanciparon y se establecieron en Damasco –población de mayoría
musulmana- y en otras ciudades; su religión fue reconocida en todas partes;
circularon sin la menor discriminación por parte de los árabes y ya no se
sintieron perseguidos. Sin embargo. Este lapso de paz fue, en realidad,
relativamente corto y sólo cesaron con la llegada de los Cruzados a Levante, a
finales del siglo XI. Cuando los Cruzados
abandonaron el Oriente, el año 1291, se inició la dinastía de los Mamelucos. Originalmente éstos eran
esclavos que destituyeron al Sultán Ayubite, en Egipto, y se apoderaron del
poder del califa. Vino después la dinastía de los Otomanos en Turquía, y nuevamente los Maronitas tuvieron que luchar
contra el Islam.
Con la llegada de los Mamelucos al poder, los Maronitas
se encontraron totalmente aislados de Occidente pues los nuevos jefes de la
región al temer que los cruzados regresaran a Levante, se mostraron ansiosos de
reforzar su imperio e impedir todo vínculo con Europa. Para lograrlo
destruyeron los puertos y fortalezas, sobre todo las de Beirut y Saida, que
habían sido las fortificaciones de los Cruzados. Por esta razón, al conceder el
firman, o diploma de investidura, a los patriarcas bizantinos, los mamelucos
les prohibían de manera rigurosa cualquier relación con el extranjero. Lo mismo
sucedió con la dinastía de los Otomanos. A manera de ejemplo citaremos las
condiciones que incluían un firman
concedido a uno de los patriarcas melquitas: “Que se guarde cuidadosamente de ocultar alguna carta dirigida a él por
un monarca extranjero, o de escribirle, o hacer algo parecido. Que evite el mar
y no se exponga…”. Durante todo el reinado de los Mamelucos las relaciones
entre los Maronitas y el occidente cristiano estuvieron prácticamente
interrumpidas y la correspondencia entre ellos y la Santa Sede fue muy escasa.
A fines del siglo XIII los Mamelucos se apoderaron del
poder y se convirtieron en los amos de todo el Oriente Medio. Dividieron su
imperio en seis reinos mamlakat o
subprefecturas niyabat: Damasco,
Alepo, Hama, Trípoli, Safad y Karak (Transjordania). A la cabexa de cada una de
estas provincias pusieron un virrey naieb
que representaba al Califa; con este título el virrey estaba investido de un
poder especial para administrar su pequeño reino y gobernarlo dentro del cuadro
de una autonomía interior, pero de una dependencia total del Imperio. En suma,
el reinado de los Mamelucos se caracterizó por un periodo de anarquía,
corrupción y de carrera tras el poder; poder que conseguía el que pagaba más;
por lo tanto, las personas calificadas quedaban al margen.
Durante esta época, la mayoría de los maronitas vivía en
la región de Líbano y por ello dependían del virrey de la provincia de Trípoli.
Lograron organizar su nación al dividirla en varios distritos y dar el mando a
jefes traídos de la nación maronita, llamados moquaddem, o encargados. Estos debían ayudar al
patriarca, jefe supremo de la nación, en los asuntos de la Iglesia, en
particular en los asuntos particulares. De esta manera los maronitas pudieron
conservar su autonomía a pesar de la ruptura forzada de su nación con la Europa
cristiana y con la Santa Sede, a pesar de su sumisión al régimen islámico de
los mamelucos. Sin embargo, debemos señalar que el régimen de éstos últimos fue
menos fanático que los otros regímenes islámicos que soportó el Oriente, debido
a que los mamelucos fueron reclutados entre los esclavos blancos: eslavos,
griegos, tcherkesses, turcos, quienes servían como guardia personal del califa;
no eran, por tanto, musulmanes de sangre árabe, lo que explica su tolerancia y
su menor fanatismo en relación con los cristianos.
*****
Bajo la dinastía de los Mamelucos la región de Kesruan ya
estaba habitada por musulmanes chiitas,
es decir, los adeptos de Ali Ibn Ali Taleb, quien fuera vencido por Mo`awiya.
Los chiitas formaban y siguen formando, una comunidad rival de los musulmanes sunitas que se consideran
descendientes directos de Mahoma.
En 1305 los Mamelucos sunitas desencadenaron una batalla
sin cuartel contra los chiitas del Líbano para exterminarlos o, cuando menos,
para lanzarlos fuera del territorio de su imperio. Masacraron a muchos,
quemaron sus hogares y saquearon sus propiedades; sólo pudieron salvarse
aquellos chiitas que lograron cruzar la frontera y huir. El distrito de Kesruan
quedó totalmente destruido y deshabitado. Al atacar a los chiitas de Kesruan,
los mamelucos prohibieron igualmente a los drusos
–religión de origen islámico imbuída de
la filosofía platónica- propagarse en el país, y los obligaron a permanecer
en la zona que se les había asignado. Para los maronitas fue ésta una ocasión
propicia para emanciparse y extenderse al centro del país. Atravesaron el río
de Nahr-Ibrahim y se instalaron en la región de Kesruan. Los mamelucos, sin
darse cuenta, abrieron así la puerta a la comunidad cristiana de los maronitas
para dominar definitiva y totalmente el Líbano.
Para terminar, digamos que los maronitas jamás capitularon
frente a los árabes o al Islam. Más bien, disfrutaron en medio de las
vicisitudes de su existencia, de una cierta autonomía interna. Incluso
lograron, en ciertas épocas, cobrar impuestos y no pagarlos. Jamás aceptaron
que sus patriarcas solicitaran del califa o del sultán, el firman o diploma de investidura. Las otras comunidades cristianas
del Imperio Islámico de Levante, desde la invasión árabe del siglo VII hasta la
caída del Imperio Otomano en 1918, debían solicitar el firman, con excepción del patriarca maronita. Ni las amenazas, ni
las promesas, ni los halagos, ni las seducciones fueron suficientes para
inducir al Patriarca maronita a solicitar el diploma de investidura. La única
ocasión en que éste tuvo que solicitarlo fue durante la primera Guerra Mundial
(1914-1918). El patriarca Elías Howayek se vio obligado a pedir a la Puerta
Sublime el firman.
Los
Moqaddimin Maronitas
El término moqqaddem significa,
etimológicamente, el encargado. Los moqaddimin,
plural de moqaddem, son los líderes maronitas, jefes civiles y militares,
personas notables o extraordinarias, que ayudan al Patriarca en la
administración de los asuntos temporales de la Iglesia. Su función constituye
una participación civil y popular con el gobierno autónomo que gozaba la
Iglesia maronita en virtud de un favor particular concedido por el régimen del
que ella dependía.
Los Moqaddimin
eran personas preparadas para desempeñar sus tareas; rendían servicios
importantes a su nación y la preservaban de la dominación de los conquistadores
y usurpadores. Gracias a ellos, a su valor y dedicación, la Iglesia maronita,
vivió periodos de gran prosperidad. Para los Maronitas el prototipo de moqaddem sigue siendo el joven Sem`an,
que combatió contra el Islam.
En un principio correspondía al patriarcado nombrar al moqaddem o bien destituirlo. Además de
su función temporal y de su título secular, el Patriarca, en ocasiones,
concedía a ciertos moqaddimin el
subdiaconato, orden menor entre los maronitas, con objeto de que pudieran gozar
de cierta preminencia sobre los laicos durante sus ceremonias litúrgicas. En un
momento dado el cargo de moqaddem fue
hereditario y su número se elevó a treinta, por lo que se formó un ejército de
los más poderosos. Desgraciadamente es cierto que el moqaddem de Becharri, al norte del Líbano, Abdel-Mon`enm Ayub II,
se desvió de sus principios en el siglo XV y fue causa de problemas en el seno
de la Iglesia Maronita; simpatizaban con los jacobitas y sus principios monofisitas y favoreció a esta secta
defendiéndola y autorizándola a construir una iglesia cercana a su propia casa.
El Patriarca José Pedro (o José II Ibn Hassan, del poblado de Hadeth cerca de
Becharri) se alarmó y tomó de Becharrisus
hombres derribaron los diversos obstáculos y desconocieron las resoluciones tomadas
por el Patriarca. Agotada su paciencia éste tuvo que recurrir a la fuerza y, en
1488, atacó al citado moqaddem y a sus protegidos; los habitantes de Ehden,
poblado vecino, famosos por su valor, limpiaron la región de estos
perturbadores. El país recobró la paz y el Patriarca accedió a que el hijo de
Abdel Mon`em fuera el nuevo moqaddem. Sin embargo, el moqaddem Abdel Mon`em es
una excepción en la historia de los moqaddimin maronitas. Su conducta provocó
gran oposición y enojo, solamente por lo que se refería a la ortodoxia, sino
también porque el moqaddem de Becharri tenía preminencia sobre los demás.
El año 1621 marca el eclipse del cargo del moqaddem
maronita. En esa época el gran emir Fajreddin II El Ma`ni unificó el país,
tierra y pueblo, e hizo de él un solo emirato o principado que disfrutaba de
autonomía interior total en el seno del Imperio Otomano. Se había convertido en
el príncipe omnipotente. Destituyó a todos los moqaddimin de la nación maronita
y llamó a otros notables de la comunidad, en particular a los de las familias
El Kazen y Hobaich, quienes se convirtieron en sus consejeros y colaboradores
más cercanos en el gobierno del país. Estos notables maronitas participaron en
la administración del Emirato unificado y en el mando del ejército; su poder
tanto civil como militar, se extendía desde el sur del Líbano hasta la región
de `Akkar en el extremo norte del país. Debido a ello, el poder del que
disfrutaban los moqaddimin se debilitó a medida que crecía el poder del Emir y
se convirtió en un simple título honorífico. Cuando el Emir fue derrotado y
desterrado a Constantinopla, los moqaddimin
volvieron a tomar el poder.
En resumen, el Patriarca maronita disfrutó en el
transcurso de los siglos, de todos los poderes espirituales y temporales como
jefe supremo de su comunidad. El moqaddem,
debía ser, con respecto a sus compatriotas, una persona de gran valor, un
experto jefe militar, un juez leal y justo capaz de solucionar los conflictos y
resolver los litigios al dar a cada uno de lo que le correspondía, un defensor
intrépido de los pobres para impartir justicia a los necesitados y oprimidos,
un cristiano comprometido, un maronita piadoso, casto y puro, en fin, un hombre
de bien.
Los
Maronitas y los Cruzados
Las cruzadas fueron las expediciones
militares organizadas por los cristianos de Europa para liberar la Tierra Santa,
en particular el Santo Sepulcro, dl que los musulmanes se habían apoderado y lo
habían violado. A título de ejemplo diremos que en el año 936 los musulmanes
prendieron fuego al Santo Sepulcro después de haber saqueado y robado todo lo
que había en él. Y en el año 1009 Al Hákem, gobernador fatimita de Egipto,
destruyó miles de iglesias, incluyendo la del Santo Sepulcro que para ese
entonces los cristianos habían restaurado. Durante la Semana Santa los
cristianos tenían la costumbre de salir en procesión de Jerusalén con cruces y
banderas. Ese año el Hákem prohibió dichas procesiones e hizo demoler, piedra
por piedra, la Iglesia del santo Sepulcro y otros santuarios de Palestina y
Egipto. Fue entonces cuando el Occidente cristiano, indignado ante los hechos,
decidió emprender una expedición a Oriente para liberar los Santos Lugares y
proteger a los cristianos que se encontraban en Líbano, Siria y Palestina, y
ponerlos al abrigo de las vejaciones de que eran víctimas por parte de los
musulmanes. De ahí el llamado a las Cruzadas.
La idea de la Cruzada fue recibida con gran alegría por
príncipes, papas y obispos, quienes exhortaban a los cristianos y a sus
gobernantes a emprender la expedición. En 1095, el Papa francés Urbano II animó
a todos los países de Europa a asumir esta responsabilidad que en realidad les
incumbía. Fueron ocho las expediciones sucesivas, de 1095 a 1291, es decir, a
lo largo de ciento noventa y seis años.
Lazos
Lo que nos interesa son los
lazos que existieron entre los Maronitas y estas expediciones militares
realizadas durante la dinastía de los Abasidas. Los califas Omeyas gobernaron
Levante desde el año 611 hasta el año 750 de nuestra era, periodo durante el
cual la capital y centro de su imperio fue la ciudad de Damasco. Los califas
Abasidas se adueñaron del poder en el año 750: doce años más tarde, en 762, se
trasladaron a Bagdad y permanecieron en el poder hasta el 1258. Al abandonar
Damasco por Bagdad, el califa transformó involuntariamente Siria, Líbano y
Palestina en un vasto campo cerrado; a causa de su alejamiento, estas
provincias se convirtieron en el centro de todas las intrigas y agitaciones del
imperio. Siria, “encrucijada de las naciones” era presa deseada por todos los
conquistadores; durante casi tres siglos fue una y otra vez tomada y retomada,
incendiada y bañada en sangre. Frente a estas luchas continuas los Maronitas
debieron reforzar sus ~conservar su relativa autonomía. Durante este periodo
los moqaddimin desempeñaron un gran
papel. También los notables, grandes propietarios y paisanos maronitas,
sintieron de nuevo la necesidad de unir todos sus esfuerzos y de agruparse para
coordinar mejor su defensa y salvaguardar su identidad. La llegada de los
Cruzados a fines del siglo XI constituyó un refuerzo efectivo para el potencial
militar maronita, y la tabla de salvación para esta comunidad rodeada por todas
partes del mundo islámico. Por esta razón, agotados en su resistencia, se
apresuraron a recibir a los Cruzados al considerar su llegada como una gracia
del cielo; los mismos Cruzados estimaron la presencia de los Maronitas en esta
región de Levante como una bendición celestial, pues, como lo veremos, fueron
preciosos auxiliares, guías devotos, militantes experimentados y guerreros
intrépidos. Maronitas y Cruzados se entendieron de maravilla y se dieron ayuda
y formaron un solo y mismo ejército. Los Cruzados sintieron una profunda
alegría al descubrir la comunidad maronita cuando todos los países de Europa
pensaban que a partir de 1054 el catolicismo se había convertido en monopolio
de la iglesia latina.
********
En la primavera de 1099 los Cruzados, al proseguir por su
ruta, llegaron a la ciudad de `Akka, del distrito de `Akkar, Líbano Norte, en
donde celebraron la fiesta de la Pascua. Un buen número de maronitas que desde
el primer momento iban a la vanguardia, participaron en esa ceremonia.
Guillermo de Tiro, el historiador de la Cruzada, al hablar de los Maronitas
dice lo siguiente: “son gentes que
habitan la Fenicia, entre la tierra de Líbano y la ciudad de Jbeil…; son muy
audaces y dispuestos para las armas y han sido de gran auxilio para nosotros
los cristianos”. Otros cronistas señalan el valor de estos católicos
orientales que “los Cruzados vieron
descender de las montañas con víveres y armas, Orientales que gritaban:
¡Francos, Francos! Eran Maronitas que desde hacía cuatrocientos años habían
empezado la cruzada y que venían con alegría a ofrecerse como guías y guerreros”.
En efecto, atravesar el litoral fenicio presentaba
grandes dificultades para los que ignoraban sus pasos y desfiladeros. Los
maronitas, consultados sobre la ruta a seguir, indicaron a los Cruzados el
camino para llegar de manera segura a Jerusalén.
Con la pérdida de los Señoríos latinos y la aprehensión
del Patriarca, los Maronitas, enloquecidos, comenzaron a abandonar la montaña
libanesa para dirigirse con los Cruzados vencidos hacia la Isla de Chipre, en
esa época era colonia europea. El gobernador, Guy de Lusignan, abrió las
puertas de la isla, no solamente a los Francos lanzados de sus dominios, sino
también a los Maronitas que buscaban refugio en ella.
Creemos de interés mencionar el renacimiento cultural y
artístico que tuvo el Líbano con la llegada de los Cruzados, quienes
construyeron además de fortalezas y ciudadelas, magníficas iglesias, como la de
San Juan Marcos en Jbeil (Biblos), y suntuosos monasterios como el de Balamend,
en Líbano norte.
Los Maronitas no permanecieron ajenos a esta actividad artística;
construyeron a su vez numerosas iglesias, la mayor parte de las cuales aún se
conserva, como las de Hattum, Mayfuq, Hilta, Raschkide, Bahdidat, Ma`ad,
Smar-Jbeil, etc.
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Patriarca
Elías Pedro Howayek, centro a la izquierda.
Siglo
VIII
Fuente:
http://anibalcavacosilva.arquivo.presidencia.pt/comandantesupremo/?idc=335&idi=13248&action=7
San
Juan Marcos en Biblos (Jbeil)
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