(5)EL MARONISMO
INSTITUTOS Y COLEGIOS RELIGIOSOS
MARONITAS
Mas`udi,
un
historiador árabe del siglo X, relata que el monasterio d San Marón, cuna de la
nación maronita, “era un inmenso edificio
rodeado de más de trescientas ermitas habitadas por los monjes”. Ahí la
Iglesia Maronita nació y creció como comunidad monástica tanto en el norte de
Siria como en el Líbano y en todas las regiones del Medio Oriente.
La vida cenobita consiste en una vida en común, en
un monasterio determinado, en el seno de una comunidad determinada, y bajo la
obediencia de un superior determinado. Mientras que la vida eremita
exige que el monje se retire a una ermita en las proximidades del monasterio, o
bien, a un paraje solitario. Además, se considera que la vida del ermitaño
es mucho más austera que la del cenobita. Al estudiar la vida monacal maronita
se observa que hasta finales del siglo XVIII los discípulos de San Marón
llevaron los dos géneros de vida monástica cristiana; los cenobitas maronitas
vivían en monasterios autónomos y los ermitaños maronitas habitaban ermitas
igualmente autónomos; unos y otros dependían del Patriarca, autoridad suprema
de su Iglesia. Si en ocasiones encontramos obispos que desempeñaban el cargo de
superiores de ciertos monasterios no olvidemos que hasta 1736, cuando se reunió
el Sínodo de Monte Líbano, incluso
hasta 1819, los obispos maronitas sólo eran vicarios del Patriarca.
La vida monacal maronita tuvo también monasterios
dobles que, por lo general, pertenecían a determinadas familias. Se componían
de dos construcciones vecinas o contiguas, habitada una por los monjes y la
otra por las religiosas; tenían en común la capilla, la cocina, las tierras, la
lavandería. En un principio estos monasterios dobles maronitas sólo albergaban
a los consagrados de una sola y misma familia.
A manera de ejemplo, mencionemos la fundación de un
monasterio doble por la familia Assaf, en 1655, como lo relata el Patriarca
Etienne Duwaihi en sus Anales: “El padre José hijo del padre Assaf, del
poblado de Aramún, construyó la iglesia de Mar`Abda Harharaya… Llevaron el
capuchón monástico él y sus hermanos Andrés, Antonio y Juan. Posteriormente se
les unió su hermana Rafqa y finalmente sus padres quienes con el consentimiento
del obispo del lugar renunciaron al mundo y deseando vivir en la pobreza
cedieron al monasterio sus bienes y propiedades. Todos decidieron vivir bajo la
obediencia del padre José hasta el fin de sus días, convirtiéndose para el
mundo en un ejemplo de vida monástica con reputación de piedad y devoción”.
El ejemplo de esta familia no tardó en ser imitado por otras familias y durante
el siglo XVIII los monasterios dobles fueron cada día más numerosos.
A finales del siglo XVII la vida monástica de los monjes
y monjas maronitas en los monasterios,
en su gran mayoría dobles, era “saludable
para los buenos religiosos y peligrosa para los malos”, según comentario de
monseñor `Abdallah Qara`ali, el
reformador d la vida monástica maronita. Debido a ello, tres jóvenes maronitas
originarios de la ciudad de Alepo respondieron al llamado de Dios; eran `Abdallah Qara`ali, Gabriel Hawa y José
El-Betn, a los que se unió Germanos
Farhat. Hijos de familias acomodadas y con una cultura vasta y sólida, así
como una espiritualidad profunda y auténtica, eran los más calificados para
llevar a cabo la reforma que tanto necesitaba la Iglesia Maronita. Como en
aquella época no existían monasterios en Siria, estos jóvenes de Alepo se
establecieron en Líbano en 1694 para seguir el camino de la perfección. La
severidad de la vida que llevaban los monjes en Líbano y la falta de estímulo
de parte del Patriarca, no los desanimó de su empeño. Sin embargo, se sintieron
decepcionados por la vida, relativamente primitiva, de los monjes de Monte
Líbano. Y por esa razón, después de vivir tres meses en el Monasterio de
Nuestra Señora de Tamish, que entonces era doble,, y decidieron restaurar un
viejo convento llamado Mart-Mura, cerca de Ehden, en Líbano Norte, con la
intención de fundar una nueva Orden similar a los institutos religiosos de
Occidente. Y así fundaron la Orden Libanesa Maronita a la que se debió la
reforma de la vida monástica maronita.
Orden
Libanesa Maronita
1
– Orden Libanesa Maronita
El año de 1695 dejó huella en
la historia de la vida monástica maronita ya que inició una nueva era en la
vida religiosa del Líbano. En efecto, el 10 de noviembre del mismo año, los
tres jóvenes maronitas llegados de Alepo: `Abdallh Qara`ali, Gabriel Hawa y
José El-Betn, recibieron el hábito monacal de manos del Patriarca Etienne
Duwaihi. Esta toma de hábito incluía entonces, de manera implícita, los tres
votos monásticos: obediencia, pobreza y
castidad así como la consagración total y definitiva a Dios. Así fue como
se fundó la Orden Libanesa Maronita, conocida primero con el nombre de Orden Alepina Maronita debido a que sus
fundadores eran oriundos de Alepo y,
partir de 1706, como, Orden
Libanesa Maronita. El patrono del nuevo instituto fue San Antonio el Grande, padre de la vida monástica.
Antes de 1695 todos los monasterios maronitas eran
autónomos. Los fundadores de la nueva congregación, admirados por la vida
simple y heroica de ciertos monjes del país, decidieron no modificar en
absoluto las tradiciones monásticas y organizar la vida monacal con un sistema
de centralización. Agruparon entonces los monasterios de su Instituto bajo la
autoridad de un solo y mismo superior principal, ayudado en su tarea por cuatro
Asistentes o Consejo General.
Inmediatamente después de la toma del hábito monacal los
fundadores quisieron dar a la nueva Congregación sus Reglas y Constituciones. La idea básica que tomaron en cuenta para
su elaboración tenía, en realidad, tres finalidades: 1. La actitud de los
fundadores demostraba un gran anhelo por volver a las fuentes y a los Santos
Padres, en particular “Basilio el Grande,
Juan Climaco el Venerable; el ilustre Efrén
el Sirio (Siriaco) y todos aquellos que formaron parte del mundo monástico
y angélico, es decir, los que imitaron la vida de San Antonio el Grande”; 2. La
adopción de un nuevo sistema de vida monástica de acuerdo con una organización
centralizada y jerarquizada a la manera de las órdenes religiosas occidentales;
y 3. No reducir las prácticas ascéticas de los antiguos monjes maronitas ni
modificar la vida cotidiana del monje libanés. El fin que asignaron a su nuevo
instituto fue, la vida contemplativa; la vida activa se consideró desde un
principio como un fin relativamente secundario.
Una vez terminada la redacción de las Constituciones,
éstas fueron aprobadas por el Patriarca Duwaihi, el 18 de junio de 1700. En
esta fecha la nueva Congregación fue oficialmente reconocida por la jerarquía
de la Iglesia Maronita y sus miembros, de acuerdo con los estatutos aprobados,
hicieron su profesión solemne. Fue la primera vez que dentro de la Iglesia
Maronita se hacían los tres votos religiosos, como señal de compromiso en la
vida monástica. El 23 de noviembre de 1725, después de añadir tres nuevos
capítulos a las Constituciones, éstas fueron nuevamente aprobadas por el
Patriarca Jacques `Awad.
La nueva Institución no tardó en difundirse por toda la
región y se convirtió en una fuerza poderosa, sobre todo después que muchos
monasterios autónomos se le unieron. Los fundadores notaron entonces que
ciertos obispos maronitas se encontraban molestos por el gran éxito de la nueva
orden. Estos obispos trataron incluso de terminar con la organización para que
los monasterios recuperaran su propia autonomía. En un momento dado, hasta el
Patriarca Jacques `Awad no vaciló en unirse a los obispos y juntos solicitaron
de la Santa Sede la supresión del nuevo Instituto. Pero todos los esfuerzos
fracasaron y la Orden Libanesa Maronita pudo salvar el rumbo sin estar
totalmente al abrigo de ataques posteriores. Debido a ello, el 15 de septiembre
de 1726, los miembros de la orden escribieron una carta al Papa Benedicto XIII,
solicitando la aprobación d la Santa Sede a sus Reglas y Constituciones,
poniendo así fin a toda tentativa posterior de parte de la jerarquía local para
suprimirlos. En Roma, monseñor José Simón Assémani apoyó su solicitud y en mayo
de 1727 el Superior General de la Orden, el Padre Iscandar (Alejandro) El
Ehdeni viajó a la Ciudad Eterna para apresurar las gestiones y obtener la
aprobación pontificia con la menor demora posible. El 31 de marzo de 1732 el
Papa Clemente XII dio su aprobación. La Orden Libanesa Maronita se convirtió
entonces en Instituto de Derecho pontificio cuando había sido de derecho
patriarcal. Todas las órdenes religiosas orientales, maronitas y no maronitas,
adoptaron muy pronto esas Reglas y Constituciones.
Fiel a los ideales que se había fijado, la Orden tuvo,
desde sus principios, un éxito considerable. Después que la Santa Sede aprobó
sus Estatutos se difundió rápidamente en todo el país y alcanzó gran
prosperidad. En 1739, es decir, cuarenta años después de su fundación, contaba
ya con 210 monjes repartidos en doce monasterios, uno de ellos en Chipre.
Pero en esta época un espíritu de disgregación empezó a apoderarse de sus miembros. Se
enfrentaban dos mentalidades: 1. La de los alepinos, oriundos de Alepo y de
familias relativamente acomodadas, y 2. La de los libaneses –o baladitas, es
decir de bled-, en su gran mayoría campesinos que habían llevado una vida dura
y austera en el Monte Líbano. Al principio el conflicto surgió principalmente
entre los superiores, en su gran mayoría alepinos, y sus subordinados. El
Patriarca, secundado por ciertos obispos y notables, logró restablecer la paz y
reconciliar los dos campos; sin embargo, la reconciliación fue sólo aparente y
todas las tentativas posteriores terminaron en fracasos. Finalmente
comprendieron que la unificación de los dos campos parecía imposible y la orden
fue dividida en dos, a saber, la Orden Libanesa Maronita –o baladita-, y la
Orden Alepina Maronita. El 19 de julio de 1770, la Santa Sede probona pacis, y ante la insistencia del
Patriarca y los obispos, se vio obligada a sancionar el hecho consumado y
aprobó igualmente la división de los bienes y monasterios. Los monjes Alepinos
sólo eran 61, cinco de ellos libaneses, mientras que los Baladitas eran 91,
sólo uno de Alepo.
Así pues, esta primera Congregación centralizada se
dividió en dos institutos, libanés y alepino; éste último, en 1969, tomó el
nombre de Orden Maronita de la
Bienaventurada Virgen María, u Orden Mariamita.
2-
Orden de San Isaías o Antonina Maronita
Cinco años después de la
fundación de la Orden, es decir, en 1700, monseñor Gabriel El Blazahui, obispo
de Alepo y superior del monasterio de Nuestra Señora de Tamish, envió a dos de
sus religiosos a una de las colinas de Brummana para que erigieran en ella un
convento dedicado al monje San Isaías. Estos religiosos eran Rizqallah El
Sébe`li y Pedro El Baz`uni. Más tarde se les unieron el padre Solaimán El
Mechmechani y su compañero el padre `Atallah Kraiker, monjes de Tamish; cuando
el obispo se encontraba en Alepo, el primero era el superior del convento de
Nuestra Señora de Tamish. El 15 de agosto de 1700 estos cuatro monjes fundaron
otro Instituto cuyo patrono fue el Santo Monje Isaías, oriundo de Alepo, y se
le dio por nombre Orden Antoniana Maronita.
En 1695 los fundadores de la Orden Libanesa Maronita
habían adoptado las Reglas conocidas como Reglas
de san Antonio el Grande; inspirándose en ellas elaboraron su propias
Reglas y Constituciones. La Orden Antoniana de San Isaías adoptó primero las
reglas conocidas como Reglas de San Agustín pero muy pronto se dieron cuenta de
que éstas reglas no eran compatibles con la mentalidad oriental, mientras que
las Antonianas se adaptaban a ella de manera perfecta; por tal motivo, en 1705,
los monjes maronitas de San Isaías tuvieron que adoptarlas a su vez y abandonar
las reglas agustinianas.
Fue así como a partir de 1770 la Iglesia Maronita contaba
con tres órdenes monásticas: la Libanesa, la Alepina –Mariamita- y la Antoniana
de San Isaías. Las tres eligieron por patrono a San Antonio el Grande y se
rigen por las mismas reglas; todos sus miembros, religiosos-sacerdotes o
hermanos coadjutores, hacen la profesión solemne.
3-
Congregación de los Padres Misioneros Libaneses
A principios del siglo XIX el
Patriarca José Hobaich fundó la Congregación de los Padres Misioneros, pero el
Instituto tuvo una vida corta. Sin embargo, la idea se conservó viva hasta el
día en que el padre Huan Habib, más tarde arzobispo de Nazaret, logró realizar
este proyecto que tanto necesitaba la Iglesia Maronita, fundando en 1865 la
Congregación de Misioneros Libaneses. Para el efecto adquirió de los monjes de
San Antonio, armenios católicos, el convento de Kraim en el pueblo de Ghosta
tara transformarlo en la cuna del nuevo Instituto y en su Casa Madre; por esa
razón los llaman los padres kraimistas.
El Patriarca Paul Mas`ad aprobó sus constituciones inspiradas sobre todo en la
de los Padres Redentoristas. Es pues una
orden patriarcal y sus miembros pronuncian votos perpetuos simples.
El objetivo de este nuevo Instituto estaba perfectamente
definido: predicación y evangelización.
Y años más tarde se dedicaron también a la enseñanza
y educación de la niñez.
4-
Religiosas Libanesas Maronitas
Cuando `Abdallah Qara`ali, secundado por sus compañeros
Gabriel Hawa, José El-Betn y Germanos Farhat, terminó la reforma de la vida
monástica maronita al fundar en 1695 la primera Orden Maronita, se dedicó de
lleno a la reforma de la vida monacal de los monjes maronitas en los
monasterios dobles. Ante todo, en el Monasterio de San Juan Bautista en Hrache
que era entonces su residencia episcopal y que lo había sido desde 1716 fue
consagrado obispo de Beirut. Separó totalmente a las religiosas de los monjes
de modo que cada una de las dos comunidades quedó autónoma con su propia casa.
Este ensayo de reforma fue el punto de partida de la gran
reforma que aseguraría inmediatamente a las religiosas una vida autentícamente
monástica, cuando se decidió la supresión de todos los monasterios dobles de la
iglesia maronita y la prohibición de fundar otros. Los que ya existían debían
dedicarse únicamente a monjes o a monjas. Sin embargo, la tarea no fue fácil;
numerosas dificultades evitaron la ejecución de la decisión conciliar aunque la
mayoría de las religiosas y los monjes estaban de acuerdo. La dificultad se
debía sobre todo a la actitud de ciertos obispos y al hecho de que muchos de
esos monasterios dobles pertenecían a familias particulares. Fue necesario,
pues, esperar la elección del joven y dinámico Patriarca José Hobaich en 1823,
para que se diera el golpe de gracia a todos estos monasterios dobles.
Frente a estas dificultades, monseñor Abdallah Qara`ali,
de acuerdo con el Legado Pontificio monseñor José Simón Assémani, quien
presidió el Sínodo de Monte Líbano, decidió la fundación del monasterio de San
Elías El-Rass, cerca de Je`ita, que sería dedicado exclusivamente a religiosas
consagradas a la oración y meditación.
El monasterio de San Elías El-Rass fue el primer
monasterio de monjas maronitas reformadas; las primeras candidatas ingresaron
el 6 de enero de 1740, al mismo tiempo que tres monjas de San Juan de Hrache
fueron transferidas a San Elías para asegurar la formación y orientación
monástica de las novicias, así como la administración interna del monasterio.
Posteriormente se fundaron otros monasterios a ejemplo de éste: San Sassine, en
Baskinta; San Marón, en Qonaitre; San Simón, en Aitu y San José, en Jrapta.
Cada monasterio era autónomo y estaba reservado exclusivamente a religiosas de
clausura que llevaban vida contemplativa. Sólo podían salir del convento por un
motivo serio y con autorización especial. Sin embargo, en el curso de los
últimos decenios estas religiosas se han dedicado a diversas actividades además
de las de su monasterio, como dirección de escuelas y administración de hospitales y asilos. Su vida ya no estaba de
acuerdo con los requisitos de clausura y por ello las autoridades eclesiásticas
decidieron reformar sus Estatutos para que fueran compatibles con el género de
vida que estaban llevando. El 16 de enero de 1984, por decreto de la Sagrada
Congregación para las iglesias orientales, se convirtieron en una orden de
derecho pontificio, de vida activa.
5.
Hermanas Antoninas Maronitas
Los monasterios de las hermanas antoninas maronitas
fueron fundados a ejemplo del monasterio de San Elías y dependen de la Orden de
San Isaías conocida como antonina. En 1940 se dedicaron a la vida activa al
abandonar poco a poco la vida contemplativa de clausura. En 1953, convencidas
de su nuevo estilo de vida, optaron por la vida activa. El 17 de enero de 1958
la Santa Sede aprobó sus nuevas Constituciones y se convirtieron en una orden
religiosa de derecho pontificio.
6.
Congregación de las Hermanas Maronitas de la Sagrada Familia
Fue la primera institución religiosa femenina de la
Iglesia Maronita, incluso de todas las iglesias orientales. Corresponde al
Patriarca Elías Howayek el mérito de su fundación. Era obispo y vicario
patriarcal cuando fundó esta Institución, en Jbeil, el 15 de agosto de 1895,
con la celebración de una misa solemne. Posteriormente adquirió una propiedad
en el pueblo de `Ibrin y construyó el convento que sería la cuna y casa madre
de la nueva congregación; desde un principio esta casa tomó el nombre de
“Convento de la Sagrada Familia”.
Además de la oración y de la santificación personal la
Institución tenía un doble fin: educar a las niñas libanesas, en particular a
las de la montaña, sobre una base religiosa, científica y de acción; y el
trabajo en los talleres, orfelinatos, hospitales, asilos y dispensarios. Estas
actividades deberían brindar un servicio a la vez eclsial y social. La
congregación es de derecho patriarcal y las hermanas hacen su profesión
pronunciando votos perpetuos simples.
7.
Congregación de Hermanas Maronitas de Santa Teresita del Niño Jesús.
Fue el obispo Antonio `Akl quien fundó esta Congregación
el 17 de mayo de 1935. El Patriarca Antonio `Arida aprobó sus Constituciones y
por esta razón la fundación s de orden patriarcal; las religiosas hacen votos
perpetuos simples. El objetivo de la Orden es, además de la oración y la
perfección personal, la vida activa en escuelas, el cuidado de enfermos en
hospitales, y ayuda a los ancianos que viven n asilos.
8.
Congregación de Hermanas Maronitas de San Juan de Hrache
Fue fundado en 1643 por el
obispo Joseph El-`Aquri, quien sería elegido patriarca n 1644. N un principio
esta casa tenía un objetivo doble; pero, reformada después del Sínodo de Monte
Líbano, se reservó exclusivamente para religiosas de clausura. En 1958 estas
monjas se orientaron a la vida activa y en 1963 se convirtieron en Congregación
religiosa, de orden episcopal y de vida activa.
9.
Monjas Maronitas de Clausura
La mayoría de los monasterios maronitas de religiosas de
clausura ha desaparecido. Sólo quedan tres: el de Nuestra Señora de los Campos,
en Dlepta; el de la Anunciación en Zuq, y el de la Visitación de `Aintura
(Kesruan). Dependen del Patriarca, cuentan con unas cuarenta religiosas
repartidas en los tres conventos que conservan la clausura monástica. Sus
monasterios son autónomos.
10.
Clarisas Maronitas de Yarze
Las clarisas son monjas de vida contemplativa. Su orden
fue fundada en el siglo XIII por San Francisco y Santa Clara de Asis (Italia).
En 1958, gracias a la iniciativa de las clarisas
libanesas del monasterio de Santa Clara en Jerusalén, la Abadesa de las
clarisas francesas de Bordeaux decidió fundar un monasterio en Líbano, en
Yarze, barrio oriental de Beirut. Antes de que se construyera el nuevo
monasterio las monjas procedentes de Bordeaux visitaron la tumba y la ermita de
San Charbel, y pusieron a la joven fundación contemplativa bajo la protección
del Santo del Líbano.
La nueva orden tomó el nombre de Monasterio de la Unidad. Fue canónicamente erigida el 12 de julio
de 1959, fiesta de los Bienaventurados mártires maronitas, los tres hermanos Massaabké, que murieron en Damasco al
defender su fe en Cristo. Las clarisas de Yarzé, de origen latino, adoptaron el
rito maronita y dieron a su monasterio una orientación ecuménica. Actualmente
son 17, nueve francesas y ocho libanesas. Su monasterio es un verdadero centro
de oración, recogimiento y encuentros ecuménicos, y depende del Ordinario
Maronita de Beirut.
******
Al estudiar la vida monástica de la Iglesia Maronita nos
damos cuenta de que la soledad, es ascetismo y la austeridad fueron las
características principales de la vida religiosa de los antiguos monjes, tanto
en los monasterios como en las ermitas. Por esta razón, el monje maronita sólo
se dedicaba a actividades apostólicas y ministeriales accidentalmente o en caso
de necesidad. Después de fundada la primera institución religiosa centralizada,
en 1695, la vida solitaria y contemplativa siguió siendo el objetivo principal
de la vida del monje, aunque se le fijó otro fin secundario, el de la vida
activa. Estos dos objetivos permanecieron sin cambios hasta después de la
Primera Guerra Mundial (1914-1918). Para responder a las exigencias modernas,
sociales, y nacionales, los monjes maronitas desde los años veinte del siglo
XX, tuvieron que transformar sus conventos en escuelas y universidades. Es
cierto que, a partir de 1695, enseñaban a los niños de las cercanías de sus
monasterios e iglesias, y se dedicaban a actividades apostólicas en el Líbano y
en los países circunvecinos: Palestina, Egipto, Chipre y Siria; pero esta vida
activa no tenía influencia alguna sobre el fin principal asignado a su
Instituto, es decir, la vida contemplativa. Efectivamente, la iglesia maronita
era una comunidad monástica y toda parroquia maronita era realmente “una
comunidad monástica”. Por esta razón, en cualquier lugar donde se encontrara un
monje maronita, lejos de sentirse desterrado, continuaba llevando la vida
monástica en las parroquias y lugares de misión que conservaban un ambiente
monástico. Sin embargo, este sello monástico de las parroquias de antaño,
comenzó a desaparecer después de la Primera Guerra Mundial. Entonces, al
dedicarse a la vida activa, el monje maronita debió de redoblar sus esfuerzos
para salvaguardar la vida propiamente monástica y contemplativa que ha sido el
fin principal de su consagración religiosa. El 15 de diciembre de 1955 las tres
Ordenes Monásticas Maronitas, la libanesa, la alepina y la antonina, dejaron de
ser monásticas para convertirse en órdenes religiosas cuyo objetivo s la vida
activa.
******
La
Venerable Beata Rafqa El-Choboq El-Rayes
(1832-1914)
Nació en 1832, en Himlaya,
pueblo maronita de la montaña libanesa, situado a unos 700 metros de altitud en
el distrito de Matn, al centro del país. Su padre se llamaba Mrad Saber
El-Choboq El-Rayes; su madre, Rafqa Gemayel. Fue bautizada con el nombre de
Butrossieh (Pierrette). Su madre murió cuando la niña tenía siete años; fue
esta la primera espada que atravesó su tierno corazón. El padre no tardó en
casarse de nuevo; los niños de corta edad a menudo resienten con amargura la
presencia de una madrastra. Pierrette se volvió hacia su Madre del cielo que se
convirtió también en su madre en la tierra. Aprendió de su madre esta devoción
a la Santísima Virgen, pues al igual que todas las madres de antaño, dio a su
hija, una educación humana y cristiana; también la enseño a rezar, oraciones en
la mañana y en la noche, y a practicar actos de piedad.
Al llegar a la adolescencia comprendió que los días del
Líbano se hacían cada vez más difíciles: los acontecimientos se multiplicaron;
la guerra civil estalló en 1840, después en 1843 y en 1845. Las luchas en la
región y los combates en el país provocaron dificultades económicas que sintió
y sufrió toda la población libanesa. Para ayudar a su padre, Pierrette no
vaciló en trabajar al servicio de la familia de Ass`ad El Badaui, hombre
honesto y cristiano y de su esposa Helena. La familia era originaria de B`adda,
Líbano, pero se estableció en Damasco. Pierrette emprendió el viaje con ella y
la sirvió durante tres años.
A los 14 años su padre le ordenó que regresara de Damasco
y pretendió inclinarla al matrimonio, proyecto que era totalmente ajeno al
espíritu de nuestra sierva de Dios. Tuvo varios pretendientes; pero ella
escuchaba en el fondo de su corazón, la voz del Señor que la llamaba; surgió
después un conflicto en el seno de su propia familia; su madrastra pretendía
casarla con su hermano y su tía materna, con su hijo. A causa de las disputas y
malas palabras de las dos mujeres, le vino la idea de hacerse religiosa y,
cuando cumplió 21 años, se dirigió al convento de Nuestra Señora de la
Liberación, en Bikfaya, perteneciente a la Congregación de las Hermanas
Mariamitas, fundada en 1853 por el padre (sacerdote diocesano) Joseph Gemayel y
los padres jesuitas, con el objeto de ayudar a estos últimos en sus actividades
apostólicas y de manera especial, en la educación de la juventud libanesa.
Después de un año de apostolado, el 9 de febrero de 1855,
fiesta de San Marón, Pierrette fue admitida en el noviciado. Estuvo un año y
medio en Bikfaya y fue enviada después al convento de Ghazir en donde se encontraba
el seminario oriental; este seminario había sido fundado el 2 de febrero de
1846 y se confió a los padres jesuitas. Pierrette vivió ahí siete años durante
los cuales preparó los alimentos de los seminaristas, entre los que se
encontraba Elías Howayek, que más tarde sería patriarca. Cuando nuestra joven
terminaba su trabajo se dedicaba a prender el árabe, caligrafía y cálculo.
En 1860 fue enviada a Deir-el-Qamar para dedicarse, con
otras hermanas y los padres jesuitas, a la educación y enseñanza de los niños.
Le tocó vivir en este lugar, ese mismo año, el genocidio de los cristianos “cuando
arrancaban a los niños varones de los
brazos de sus madres y martirizaban los esposos sobre las rodillas de sus mujeres,
con martillos”. Nuestra sierva de Dios logró salvar a un pequeño al que
perseguían para degollarlo, lo envolvió en su hábito y lo salvo de la crueldad
de sus agresores. Durante estas masacres, las religiosas mariamitas que se
encontraban en el pueblo fueron ocultadas en un establo. Cuando más tarde la
hermana Rafqa hablaba de aquella tragedia, lloraba, impresionada.
Vivió dos años en Deir-el-Qamar y fu enviada después a la
ciudad de Jbeil en compañía de otras mariamitas, para enseñar a las niñas, pero
solo lo hizo durante un año, pues sus superiores decidieron que se encargara de
la escuela de niñas en el pueblo de Ma`ad. Realizó esta labor durante siete
años, viviendo en casa de uno de los notables del pueblo, Antun`Issa, hombre
muy rico, cristiano practicante y gran benefactor, era casado, pero no tenía
hijos con su esposa en el temor de Dios.
El año 1871, la Congregación de las Mariamitas (del
Sagrado Corazón de María) de Bikfaya, y la de las hijas del Sagrado Corazón de
Jesús, de Zahle, fueron disueltas porque se rehusaron a fundirse en una sola y
misma congregación como deseaban los jesuitas. Varias religiosas volvieron al
mundo; algunas lograron ser recibidas en otros institutos; otras volvieron a
sus hogares. Efectivamente, después de las nuevas gestiones, las autoridades
responsables de la Compañía de Jesús decidieron no considerar como definitiva
la resolución tomada al respecto. El noviciado fue reabierto el 13 de noviembre
d 1884, y las dos congregaciones finalmente se unieron en forma definitiva en
una sola y misma institución bajo el nombre de Congregación de los Santos Corazones de Jesús y María.
Cuando se suprimió la congregación, nuestra sierva de
Dios, estaba en plena madurez y se dirigió a la iglesia del pueblo de Ma`ad, en
donde vivía, y pidió al Señor ayuda para conocer su santa voluntad. Por
inspiración divina, fue al monasterio de San Simón, en el pueblo de Aitu, para
convertirse en monja de clausura después de haber sido religiosa dedicada a la
enseñanza. Tenía entonces 39 años. En julio de 1871 fue recibida en el
noviciado e hizo su profesión solemne el 25 de agosto de 1873. Se sentía esposa
de Cristo para toda la eternidad.
La Beata Rafqa gozaba de buena salud, jamás se había
quejado de un dolor o enfermedad. Dedicada a la vida contemplativa deseaba
ardientemente participar en los sufrimientos de Cristo y su deseo se realizó el
primer domingo de octubre de 1885, fiesta del santo Rosario. Aquel día dirigió
a Dios esta plegaria: “¿Por qué te alejas
de mí, Dios mío, por qué me abandonas? No me visitas con la enfermedad. ¿Me
habrás olvidado?”. Aquella misma noche, en el momento de retirarse a descansar
sintió un violento dolor de cabeza que se extendió hasta los ojos. Así empezó
la pasión de la hermana Rafqa. Su superiora la envió a Trípoli, a Ser`el, a
Batrún; pro ningún médico lograba aliviar su sufrimiento ni mitigar sus
dolores. Fue entonces a Beirut y en el camino se detuvo en Jbeil para pasar la
noche n la residencia de San Juan Marcos, de la Orden Libanesa. El superior,
padre Esteban, llamó a un doctor de origen norteamericano que se encontraba en
la ciudad, quien, después de examinarla, juzgó necesario practicar una
operación en el ojo derecho, y aseguró con insistencia que el ojo sanaría si
realizaba la operación y que el izquierdo no se vería afectado. Hizo sentar a
la hermana Rafqa en una silla, y sin anestesiarla, le introdujo en el ojo un
bisturí largo y afilado y tiró de él hacia su pecho. El ojo saltó entero y cayó
a tierra, frente a la religiosa que dijo con toda calma: “En comunión con la Pasión de Cristo, Dios cuide sus manos, doctor, Dios
lo recompense” La sangre corría en abundancia. A pesar de todo no lanzó la
más mínima queja, ni se molestó y sólo pronunció palabras dulces. Al día
siguiente continuó su viaje hacia Beirut para tratarse de su mal. Se albergó
con las Hermanas de la Caridad; los médicos lograron detener la sangre y calmar
el dolor. Antes de abandonar la residencia de Jbeil, Rafqa preguntó al padre
Esteban si había pagado al médico, y éste le contestó: ¡Quiere usted que le
pague por haberle arrancado un ojo! Finalmente la hermana Rafqa regresó al
monasterio de San Simón soportando atroces dolores sin quejarse jamás. Poco
tiempo después quedó completamente ciega.
En el año de 1897 fue enviada con otras cinco monjas al
convento de San José de Jrapta, fundado poco tiempo antes. Sintió allí un dolor
muy fuerte en ambas piernas y también un dolor intenso en los dedos de los
pies. El mal invadió todo su organismo y debido al sufrimiento empezó a
adelgazar y a debilitarse; pero su ánimo permanecía vivo y alegre. Banesa excepto
sus manos. Soportó con paciencia infinita atroces dolores agradeciendo a Dios
sus males y abandonándose sin reserva a su santa Voluntad. Jamás desapareció la
sonrisa de sus labios, ni la paz ni la serenidad de su corazón. Todas sus
hermanas deseaban ayudarla y acompañarla admiradas de su fortaleza, hasta que
el 23 de marzo de 1914, entregó su alma a Dios.
Murió a la edad de 82 años. Está muerta, pero su ejemplo
permanece vivo y de manera especial en estos tiempos tan difíciles, pues el
mensaje de la monja Rafqa para cada libanés que sufre, es el mensaje de la
paciencia y de la sumisión total a la Divina Providencia.
En 1926 se introdujo su causa de beatificación en Roma y
el 11 de febrero de 1982, aniversario de la aparición de Nuestra Señora de
Lourdes, el Santo Padre Juan Pablo II reconoció la heroicidad de sus virtudes y
fue declarada Venerable; posteriormente, al presentarse el expediente
relativo a los milagros que el Señor ha concedido por medio de su intercesión,
el Sumo Pontífice reconoció la veracidad y autenticidad del milagro examinado y
presentado. El 17 de noviembre de 1985 el Romano Pontífice Juan Pablo II
proclama Beata a la sierva de Dios Rafqa El Rayes, monja de la Orden Libanesa
Maronita.
A petición de su
Beatitud Antonio Pedro Khoraich, Patriarca de Antioquia de los Maronitas, y del
Postulador, y en respuesta a los deseos de los hermanos del Episcopado, así
como de numerosos fieles cristianos, el Santo Padre Juan Pablo II procedió a la
Beatificación, diciendo: “Después de escuchar el parecer de la
Congregación para las causas de los Santos, con nuestra Autoridad Apostólica,
establecemos que la Venerable Sierva de Dios, RAFQA EL RAYES, de ahora en
adelante sea llamada Beata y que su fiesta pueda celebrarse en su lugar de
origen el día de su tránsito al cielo, es decir, el 23 de marzo de cada año, en
el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Asistieron a la Beatificación varios miles de fieles de
la Comunidad Maronita procedentes del Líbano, de otros países del Medio Oriente
y también de América. La delegación oficial del Líbano estuvo presidida por la
esposa del Presidente Sheij Amin Gemayel.
BEATA RAFQA
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Mahfouz, Joseph Dr. (O.L.M.), El Maronismo, eso que une al hombre con el
Hijo del Hombre, (Compendio de Historia de la Iglesia Maronita Católica),
México, Ed. Centro de Difusión Cultural de la Misión Libanesa de México, 1987.
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