miércoles, 11 de julio de 2018


(5)EL MARONISMO

INSTITUTOS Y COLEGIOS RELIGIOSOS
MARONITAS

Mas`udi, un historiador árabe del siglo X, relata que el monasterio d San Marón, cuna de la nación maronita, “era un inmenso edificio rodeado de más de trescientas ermitas habitadas por los monjes”. Ahí la Iglesia Maronita nació y creció como comunidad monástica tanto en el norte de Siria como en el Líbano y en todas las regiones del Medio Oriente.

            La vida cenobita consiste en una vida en común, en un monasterio determinado, en el seno de una comunidad determinada, y bajo la obediencia de un superior determinado. Mientras que la vida eremita exige que el monje se retire a una ermita en las proximidades del monasterio, o bien, a un paraje solitario. Además, se considera que la vida del ermitaño es mucho más austera que la del cenobita. Al estudiar la vida monacal maronita se observa que hasta finales del siglo XVIII los discípulos de San Marón llevaron los dos géneros de vida monástica cristiana; los cenobitas maronitas vivían en monasterios autónomos y los ermitaños maronitas habitaban ermitas igualmente autónomos; unos y otros dependían del Patriarca, autoridad suprema de su Iglesia. Si en ocasiones encontramos obispos que desempeñaban el cargo de superiores de ciertos monasterios no olvidemos que hasta 1736, cuando se reunió el Sínodo de Monte Líbano, incluso hasta 1819, los obispos maronitas sólo eran vicarios del Patriarca.
            La vida monacal maronita tuvo también monasterios dobles que, por lo general, pertenecían a determinadas familias. Se componían de dos construcciones vecinas o contiguas, habitada una por los monjes y la otra por las religiosas; tenían en común la capilla, la cocina, las tierras, la lavandería. En un principio estos monasterios dobles maronitas sólo albergaban a los consagrados de una sola y misma familia.
            A manera de ejemplo, mencionemos la fundación de un monasterio doble por la familia Assaf, en 1655, como lo relata el Patriarca Etienne Duwaihi en sus Anales: “El padre José hijo del padre Assaf, del poblado de Aramún, construyó la iglesia de Mar`Abda Harharaya… Llevaron el capuchón monástico él y sus hermanos Andrés, Antonio y Juan. Posteriormente se les unió su hermana Rafqa y finalmente sus padres quienes con el consentimiento del obispo del lugar renunciaron al mundo y deseando vivir en la pobreza cedieron al monasterio sus bienes y propiedades. Todos decidieron vivir bajo la obediencia del padre José hasta el fin de sus días, convirtiéndose para el mundo en un ejemplo de vida monástica con reputación de piedad y devoción”. El ejemplo de esta familia no tardó en ser imitado por otras familias y durante el siglo XVIII los monasterios dobles fueron cada día más numerosos.
            A finales del siglo XVII la vida monástica de los monjes y monjas maronitas en  los monasterios, en su gran mayoría dobles, era “saludable para los buenos religiosos y peligrosa para los malos”, según comentario de monseñor `Abdallah Qara`ali, el reformador d la vida monástica maronita. Debido a ello, tres jóvenes maronitas originarios de la ciudad de Alepo respondieron al llamado de Dios; eran `Abdallah Qara`ali, Gabriel Hawa y José El-Betn, a los que se unió Germanos Farhat. Hijos de familias acomodadas y con una cultura vasta y sólida, así como una espiritualidad profunda y auténtica, eran los más calificados para llevar a cabo la reforma que tanto necesitaba la Iglesia Maronita. Como en aquella época no existían monasterios en Siria, estos jóvenes de Alepo se establecieron en Líbano en 1694 para seguir el camino de la perfección. La severidad de la vida que llevaban los monjes en Líbano y la falta de estímulo de parte del Patriarca, no los desanimó de su empeño. Sin embargo, se sintieron decepcionados por la vida, relativamente primitiva, de los monjes de Monte Líbano. Y por esa razón, después de vivir tres meses en el Monasterio de Nuestra Señora de Tamish, que entonces era doble,, y decidieron restaurar un viejo convento llamado Mart-Mura, cerca de Ehden, en Líbano Norte, con la intención de fundar una nueva Orden similar a los institutos religiosos de Occidente. Y así fundaron la Orden Libanesa Maronita a la que se debió la reforma de la vida monástica maronita.





Orden Libanesa Maronita

1 – Orden Libanesa Maronita

El año de 1695 dejó huella en la historia de la vida monástica maronita ya que inició una nueva era en la vida religiosa del Líbano. En efecto, el 10 de noviembre del mismo año, los tres jóvenes maronitas llegados de Alepo: `Abdallh Qara`ali, Gabriel Hawa y José El-Betn, recibieron el hábito monacal de manos del Patriarca Etienne Duwaihi. Esta toma de hábito incluía entonces, de manera implícita, los tres votos monásticos: obediencia, pobreza y castidad así como la consagración total y definitiva a Dios. Así fue como se fundó la Orden Libanesa Maronita, conocida primero con el nombre de Orden Alepina Maronita debido a que sus fundadores eran oriundos de Alepo y,  partir de 1706, como, Orden Libanesa Maronita. El patrono del nuevo instituto fue San Antonio el Grande, padre de la vida monástica.
            Antes de 1695 todos los monasterios maronitas eran autónomos. Los fundadores de la nueva congregación, admirados por la vida simple y heroica de ciertos monjes del país, decidieron no modificar en absoluto las tradiciones monásticas y organizar la vida monacal con un sistema de centralización. Agruparon entonces los monasterios de su Instituto bajo la autoridad de un solo y mismo superior principal, ayudado en su tarea por cuatro Asistentes o Consejo General.
            Inmediatamente después de la toma del hábito monacal los fundadores quisieron dar a la nueva Congregación sus Reglas y Constituciones. La idea básica que tomaron en cuenta para su elaboración tenía, en realidad, tres finalidades: 1. La actitud de los fundadores demostraba un gran anhelo por volver a las fuentes y a los Santos Padres, en particular “Basilio el Grande, Juan Climaco el Venerable; el ilustre Efrén el Sirio (Siriaco) y todos aquellos que formaron parte del mundo monástico y angélico, es decir, los que imitaron la vida de San Antonio el Grande”; 2. La adopción de un nuevo sistema de vida monástica de acuerdo con una organización centralizada y jerarquizada a la manera de las órdenes religiosas occidentales; y 3. No reducir las prácticas ascéticas de los antiguos monjes maronitas ni modificar la vida cotidiana del monje libanés. El fin que asignaron a su nuevo instituto fue, la vida contemplativa; la vida activa se consideró desde un principio como un fin relativamente secundario.
            Una vez terminada la redacción de las Constituciones, éstas fueron aprobadas por el Patriarca Duwaihi, el 18 de junio de 1700. En esta fecha la nueva Congregación fue oficialmente reconocida por la jerarquía de la Iglesia Maronita y sus miembros, de acuerdo con los estatutos aprobados, hicieron su profesión solemne. Fue la primera vez que dentro de la Iglesia Maronita se hacían los tres votos religiosos, como señal de compromiso en la vida monástica. El 23 de noviembre de 1725, después de añadir tres nuevos capítulos a las Constituciones, éstas fueron nuevamente aprobadas por el Patriarca Jacques `Awad.
            La nueva Institución no tardó en difundirse por toda la región y se convirtió en una fuerza poderosa, sobre todo después que muchos monasterios autónomos se le unieron. Los fundadores notaron entonces que ciertos obispos maronitas se encontraban molestos por el gran éxito de la nueva orden. Estos obispos trataron incluso de terminar con la organización para que los monasterios recuperaran su propia autonomía. En un momento dado, hasta el Patriarca Jacques `Awad no vaciló en unirse a los obispos y juntos solicitaron de la Santa Sede la supresión del nuevo Instituto. Pero todos los esfuerzos fracasaron y la Orden Libanesa Maronita pudo salvar el rumbo sin estar totalmente al abrigo de ataques posteriores. Debido a ello, el 15 de septiembre de 1726, los miembros de la orden escribieron una carta al Papa Benedicto XIII, solicitando la aprobación d la Santa Sede a sus Reglas y Constituciones, poniendo así fin a toda tentativa posterior de parte de la jerarquía local para suprimirlos. En Roma, monseñor José Simón Assémani apoyó su solicitud y en mayo de 1727 el Superior General de la Orden, el Padre Iscandar (Alejandro) El Ehdeni viajó a la Ciudad Eterna para apresurar las gestiones y obtener la aprobación pontificia con la menor demora posible. El 31 de marzo de 1732 el Papa Clemente XII dio su aprobación. La Orden Libanesa Maronita se convirtió entonces en Instituto de Derecho pontificio cuando había sido de derecho patriarcal. Todas las órdenes religiosas orientales, maronitas y no maronitas, adoptaron muy pronto esas Reglas y Constituciones.
            Fiel a los ideales que se había fijado, la Orden tuvo, desde sus principios, un éxito considerable. Después que la Santa Sede aprobó sus Estatutos se difundió rápidamente en todo el país y alcanzó gran prosperidad. En 1739, es decir, cuarenta años después de su fundación, contaba ya con 210 monjes repartidos en doce monasterios, uno de ellos en Chipre.
            Pero en esta época un espíritu de disgregación empezó a apoderarse de sus miembros. Se enfrentaban dos mentalidades: 1. La de los alepinos, oriundos de Alepo y de familias relativamente acomodadas, y 2. La de los libaneses –o baladitas, es decir de bled-, en su gran mayoría campesinos que habían llevado una vida dura y austera en el Monte Líbano. Al principio el conflicto surgió principalmente entre los superiores, en su gran mayoría alepinos, y sus subordinados. El Patriarca, secundado por ciertos obispos y notables, logró restablecer la paz y reconciliar los dos campos; sin embargo, la reconciliación fue sólo aparente y todas las tentativas posteriores terminaron en fracasos. Finalmente comprendieron que la unificación de los dos campos parecía imposible y la orden fue dividida en dos, a saber, la Orden Libanesa Maronita –o baladita-, y la Orden Alepina Maronita. El 19 de julio de 1770, la Santa Sede probona pacis, y ante la insistencia del Patriarca y los obispos, se vio obligada a sancionar el hecho consumado y aprobó igualmente la división de los bienes y monasterios. Los monjes Alepinos sólo eran 61, cinco de ellos libaneses, mientras que los Baladitas eran 91, sólo uno de Alepo.
            Así pues, esta primera Congregación centralizada se dividió en dos institutos, libanés y alepino; éste último, en 1969, tomó el nombre de Orden Maronita de la Bienaventurada Virgen María, u Orden Mariamita.

2- Orden de San Isaías o Antonina Maronita

Cinco años después de la fundación de la Orden, es decir, en 1700, monseñor Gabriel El Blazahui, obispo de Alepo y superior del monasterio de Nuestra Señora de Tamish, envió a dos de sus religiosos a una de las colinas de Brummana para que erigieran en ella un convento dedicado al monje San Isaías. Estos religiosos eran Rizqallah El Sébe`li y Pedro El Baz`uni. Más tarde se les unieron el padre Solaimán El Mechmechani y su compañero el padre `Atallah Kraiker, monjes de Tamish; cuando el obispo se encontraba en Alepo, el primero era el superior del convento de Nuestra Señora de Tamish. El 15 de agosto de 1700 estos cuatro monjes fundaron otro Instituto cuyo patrono fue el Santo Monje Isaías, oriundo de Alepo, y se le dio por nombre Orden Antoniana Maronita.
            En 1695 los fundadores de la Orden Libanesa Maronita habían adoptado las Reglas conocidas como Reglas de san Antonio el Grande; inspirándose en ellas elaboraron su propias Reglas y Constituciones. La Orden Antoniana de San Isaías adoptó primero las reglas conocidas como Reglas de San Agustín pero muy pronto se dieron cuenta de que éstas reglas no eran compatibles con la mentalidad oriental, mientras que las Antonianas se adaptaban a ella de manera perfecta; por tal motivo, en 1705, los monjes maronitas de San Isaías tuvieron que adoptarlas a su vez y abandonar las reglas agustinianas.
            Fue así como a partir de 1770 la Iglesia Maronita contaba con tres órdenes monásticas: la Libanesa, la Alepina –Mariamita- y la Antoniana de San Isaías. Las tres eligieron por patrono a San Antonio el Grande y se rigen por las mismas reglas; todos sus miembros, religiosos-sacerdotes o hermanos coadjutores, hacen la profesión solemne.

3- Congregación de los Padres Misioneros Libaneses

A principios del siglo XIX el Patriarca José Hobaich fundó la Congregación de los Padres Misioneros, pero el Instituto tuvo una vida corta. Sin embargo, la idea se conservó viva hasta el día en que el padre Huan Habib, más tarde arzobispo de Nazaret, logró realizar este proyecto que tanto necesitaba la Iglesia Maronita, fundando en 1865 la Congregación de Misioneros Libaneses. Para el efecto adquirió de los monjes de San Antonio, armenios católicos, el convento de Kraim en el pueblo de Ghosta tara transformarlo en la cuna del nuevo Instituto y en su Casa Madre; por esa razón los llaman los padres kraimistas. El Patriarca Paul Mas`ad aprobó sus constituciones inspiradas sobre todo en la de los Padres Redentoristas. Es pues una orden patriarcal y sus miembros pronuncian votos perpetuos simples.
            El objetivo de este nuevo Instituto estaba perfectamente definido: predicación y evangelización. Y años más tarde se dedicaron también a la enseñanza y educación de la niñez.

4- Religiosas Libanesas Maronitas

            Cuando `Abdallah Qara`ali, secundado por sus compañeros Gabriel Hawa, José El-Betn y Germanos Farhat, terminó la reforma de la vida monástica maronita al fundar en 1695 la primera Orden Maronita, se dedicó de lleno a la reforma de la vida monacal de los monjes maronitas en los monasterios dobles. Ante todo, en el Monasterio de San Juan Bautista en Hrache que era entonces su residencia episcopal y que lo había sido desde 1716 fue consagrado obispo de Beirut. Separó totalmente a las religiosas de los monjes de modo que cada una de las dos comunidades quedó autónoma con su propia casa.
            Este ensayo de reforma fue el punto de partida de la gran reforma que aseguraría inmediatamente a las religiosas una vida autentícamente monástica, cuando se decidió la supresión de todos los monasterios dobles de la iglesia maronita y la prohibición de fundar otros. Los que ya existían debían dedicarse únicamente a monjes o a monjas. Sin embargo, la tarea no fue fácil; numerosas dificultades evitaron la ejecución de la decisión conciliar aunque la mayoría de las religiosas y los monjes estaban de acuerdo. La dificultad se debía sobre todo a la actitud de ciertos obispos y al hecho de que muchos de esos monasterios dobles pertenecían a familias particulares. Fue necesario, pues, esperar la elección del joven y dinámico Patriarca José Hobaich en 1823, para que se diera el golpe de gracia a todos estos monasterios dobles.
            Frente a estas dificultades, monseñor Abdallah Qara`ali, de acuerdo con el Legado Pontificio monseñor José Simón Assémani, quien presidió el Sínodo de Monte Líbano, decidió la fundación del monasterio de San Elías El-Rass, cerca de Je`ita, que sería dedicado exclusivamente a religiosas consagradas a la oración y meditación.
            El monasterio de San Elías El-Rass fue el primer monasterio de monjas maronitas reformadas; las primeras candidatas ingresaron el 6 de enero de 1740, al mismo tiempo que tres monjas de San Juan de Hrache fueron transferidas a San Elías para asegurar la formación y orientación monástica de las novicias, así como la administración interna del monasterio. Posteriormente se fundaron otros monasterios a ejemplo de éste: San Sassine, en Baskinta; San Marón, en Qonaitre; San Simón, en Aitu y San José, en Jrapta. Cada monasterio era autónomo y estaba reservado exclusivamente a religiosas de clausura que llevaban vida contemplativa. Sólo podían salir del convento por un motivo serio y con autorización especial. Sin embargo, en el curso de los últimos decenios estas religiosas se han dedicado a diversas actividades además de las de su monasterio, como dirección de escuelas y administración de  hospitales y asilos. Su vida ya no estaba de acuerdo con los requisitos de clausura y por ello las autoridades eclesiásticas decidieron reformar sus Estatutos para que fueran compatibles con el género de vida que estaban llevando. El 16 de enero de 1984, por decreto de la Sagrada Congregación para las iglesias orientales, se convirtieron en una orden de derecho pontificio, de vida activa.

5. Hermanas Antoninas Maronitas

            Los monasterios de las hermanas antoninas maronitas fueron fundados a ejemplo del monasterio de San Elías y dependen de la Orden de San Isaías conocida como antonina. En 1940 se dedicaron a la vida activa al abandonar poco a poco la vida contemplativa de clausura. En 1953, convencidas de su nuevo estilo de vida, optaron por la vida activa. El 17 de enero de 1958 la Santa Sede aprobó sus nuevas Constituciones y se convirtieron en una orden religiosa de derecho pontificio.

6. Congregación de las Hermanas Maronitas de la Sagrada Familia

            Fue la primera institución religiosa femenina de la Iglesia Maronita, incluso de todas las iglesias orientales. Corresponde al Patriarca Elías Howayek el mérito de su fundación. Era obispo y vicario patriarcal cuando fundó esta Institución, en Jbeil, el 15 de agosto de 1895, con la celebración de una misa solemne. Posteriormente adquirió una propiedad en el pueblo de `Ibrin y construyó el convento que sería la cuna y casa madre de la nueva congregación; desde un principio esta casa tomó el nombre de “Convento de la Sagrada Familia”.
            Además de la oración y de la santificación personal la Institución tenía un doble fin: educar a las niñas libanesas, en particular a las de la montaña, sobre una base religiosa, científica y de acción; y el trabajo en los talleres, orfelinatos, hospitales, asilos y dispensarios. Estas actividades deberían brindar un servicio a la vez eclsial y social. La congregación es de derecho patriarcal y las hermanas hacen su profesión pronunciando votos perpetuos simples.

7. Congregación de Hermanas Maronitas de Santa Teresita del Niño Jesús.

            Fue el obispo Antonio `Akl quien fundó esta Congregación el 17 de mayo de 1935. El Patriarca Antonio `Arida aprobó sus Constituciones y por esta razón la fundación s de orden patriarcal; las religiosas hacen votos perpetuos simples. El objetivo de la Orden es, además de la oración y la perfección personal, la vida activa en escuelas, el cuidado de enfermos en hospitales, y ayuda a los ancianos que viven n asilos.


8. Congregación de Hermanas Maronitas de San Juan de Hrache

        Fue fundado en 1643 por el obispo Joseph El-`Aquri, quien sería elegido patriarca n 1644. N un principio esta casa tenía un objetivo doble; pero, reformada después del Sínodo de Monte Líbano, se reservó exclusivamente para religiosas de clausura. En 1958 estas monjas se orientaron a la vida activa y en 1963 se convirtieron en Congregación religiosa, de orden episcopal y de vida activa.

9. Monjas Maronitas de Clausura

            La mayoría de los monasterios maronitas de religiosas de clausura ha desaparecido. Sólo quedan tres: el de Nuestra Señora de los Campos, en Dlepta; el de la Anunciación en Zuq, y el de la Visitación de `Aintura (Kesruan). Dependen del Patriarca, cuentan con unas cuarenta religiosas repartidas en los tres conventos que conservan la clausura monástica. Sus monasterios son autónomos.

10. Clarisas Maronitas de Yarze

            Las clarisas son monjas de vida contemplativa. Su orden fue fundada en el siglo XIII por San Francisco y Santa Clara de Asis (Italia).
            En 1958, gracias a la iniciativa de las clarisas libanesas del monasterio de Santa Clara en Jerusalén, la Abadesa de las clarisas francesas de Bordeaux decidió fundar un monasterio en Líbano, en Yarze, barrio oriental de Beirut. Antes de que se construyera el nuevo monasterio las monjas procedentes de Bordeaux visitaron la tumba y la ermita de San Charbel, y pusieron a la joven fundación contemplativa bajo la protección del Santo del Líbano.
            La nueva orden tomó el nombre de Monasterio de la Unidad. Fue canónicamente erigida el 12 de julio de 1959, fiesta de los Bienaventurados mártires maronitas, los tres hermanos Massaabké, que murieron en Damasco al defender su fe en Cristo. Las clarisas de Yarzé, de origen latino, adoptaron el rito maronita y dieron a su monasterio una orientación ecuménica. Actualmente son 17, nueve francesas y ocho libanesas. Su monasterio es un verdadero centro de oración, recogimiento y encuentros ecuménicos, y depende del Ordinario Maronita de Beirut.

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            Al estudiar la vida monástica de la Iglesia Maronita nos damos cuenta de que la soledad, es ascetismo y la austeridad fueron las características principales de la vida religiosa de los antiguos monjes, tanto en los monasterios como en las ermitas. Por esta razón, el monje maronita sólo se dedicaba a actividades apostólicas y ministeriales accidentalmente o en caso de necesidad. Después de fundada la primera institución religiosa centralizada, en 1695, la vida solitaria y contemplativa siguió siendo el objetivo principal de la vida del monje, aunque se le fijó otro fin secundario, el de la vida activa. Estos dos objetivos permanecieron sin cambios hasta después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Para responder a las exigencias modernas, sociales, y nacionales, los monjes maronitas desde los años veinte del siglo XX, tuvieron que transformar sus conventos en escuelas y universidades. Es cierto que, a partir de 1695, enseñaban a los niños de las cercanías de sus monasterios e iglesias, y se dedicaban a actividades apostólicas en el Líbano y en los países circunvecinos: Palestina, Egipto, Chipre y Siria; pero esta vida activa no tenía influencia alguna sobre el fin principal asignado a su Instituto, es decir, la vida contemplativa. Efectivamente, la iglesia maronita era una comunidad monástica y toda parroquia maronita era realmente “una comunidad monástica”. Por esta razón, en cualquier lugar donde se encontrara un monje maronita, lejos de sentirse desterrado, continuaba llevando la vida monástica en las parroquias y lugares de misión que conservaban un ambiente monástico. Sin embargo, este sello monástico de las parroquias de antaño, comenzó a desaparecer después de la Primera Guerra Mundial. Entonces, al dedicarse a la vida activa, el monje maronita debió de redoblar sus esfuerzos para salvaguardar la vida propiamente monástica y contemplativa que ha sido el fin principal de su consagración religiosa. El 15 de diciembre de 1955 las tres Ordenes Monásticas Maronitas, la libanesa, la alepina y la antonina, dejaron de ser monásticas para convertirse en órdenes religiosas cuyo objetivo s la vida activa.
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La Venerable Beata  Rafqa El-Choboq El-Rayes (1832-1914)

Nació en 1832, en Himlaya, pueblo maronita de la montaña libanesa, situado a unos 700 metros de altitud en el distrito de Matn, al centro del país. Su padre se llamaba Mrad Saber El-Choboq El-Rayes; su madre, Rafqa Gemayel. Fue bautizada con el nombre de Butrossieh (Pierrette). Su madre murió cuando la niña tenía siete años; fue esta la primera espada que atravesó su tierno corazón. El padre no tardó en casarse de nuevo; los niños de corta edad a menudo resienten con amargura la presencia de una madrastra. Pierrette se volvió hacia su Madre del cielo que se convirtió también en su madre en la tierra. Aprendió de su madre esta devoción a la Santísima Virgen, pues al igual que todas las madres de antaño, dio a su hija, una educación humana y cristiana; también la enseño a rezar, oraciones en la mañana y en la noche, y a practicar actos de piedad.
            Al llegar a la adolescencia comprendió que los días del Líbano se hacían cada vez más difíciles: los acontecimientos se multiplicaron; la guerra civil estalló en 1840, después en 1843 y en 1845. Las luchas en la región y los combates en el país provocaron dificultades económicas que sintió y sufrió toda la población libanesa. Para ayudar a su padre, Pierrette no vaciló en trabajar al servicio de la familia de Ass`ad El Badaui, hombre honesto y cristiano y de su esposa Helena. La familia era originaria de B`adda, Líbano, pero se estableció en Damasco. Pierrette emprendió el viaje con ella y la sirvió durante tres años.
            A los 14 años su padre le ordenó que regresara de Damasco y pretendió inclinarla al matrimonio, proyecto que era totalmente ajeno al espíritu de nuestra sierva de Dios. Tuvo varios pretendientes; pero ella escuchaba en el fondo de su corazón, la voz del Señor que la llamaba; surgió después un conflicto en el seno de su propia familia; su madrastra pretendía casarla con su hermano y su tía materna, con su hijo. A causa de las disputas y malas palabras de las dos mujeres, le vino la idea de hacerse religiosa y, cuando cumplió 21 años, se dirigió al convento de Nuestra Señora de la Liberación, en Bikfaya, perteneciente a la Congregación de las Hermanas Mariamitas, fundada en 1853 por el padre (sacerdote diocesano) Joseph Gemayel y los padres jesuitas, con el objeto de ayudar a estos últimos en sus actividades apostólicas y de manera especial, en la educación de la juventud libanesa.
            Después de un año de apostolado, el 9 de febrero de 1855, fiesta de San Marón, Pierrette fue admitida en el noviciado. Estuvo un año y medio en Bikfaya y fue enviada después al convento de Ghazir en donde se encontraba el seminario oriental; este seminario había sido fundado el 2 de febrero de 1846 y se confió a los padres jesuitas. Pierrette vivió ahí siete años durante los cuales preparó los alimentos de los seminaristas, entre los que se encontraba Elías Howayek, que más tarde sería patriarca. Cuando nuestra joven terminaba su trabajo se dedicaba a prender el árabe, caligrafía y cálculo.
            En 1860 fue enviada a Deir-el-Qamar para dedicarse, con otras hermanas y los padres jesuitas, a la educación y enseñanza de los niños. Le tocó vivir en este lugar, ese mismo año, el genocidio de los cristianos “cuando arrancaban a los niños varones  de los brazos de sus madres y martirizaban los esposos sobre las rodillas de sus mujeres, con martillos”. Nuestra sierva de Dios logró salvar a un pequeño al que perseguían para degollarlo, lo envolvió en su hábito y lo salvo de la crueldad de sus agresores. Durante estas masacres, las religiosas mariamitas que se encontraban en el pueblo fueron ocultadas en un establo. Cuando más tarde la hermana Rafqa hablaba de aquella tragedia, lloraba, impresionada.
            Vivió dos años en Deir-el-Qamar y fu enviada después a la ciudad de Jbeil en compañía de otras mariamitas, para enseñar a las niñas, pero solo lo hizo durante un año, pues sus superiores decidieron que se encargara de la escuela de niñas en el pueblo de Ma`ad. Realizó esta labor durante siete años, viviendo en casa de uno de los notables del pueblo, Antun`Issa, hombre muy rico, cristiano practicante y gran benefactor, era casado, pero no tenía hijos con su esposa en el temor de Dios.
            El año 1871, la Congregación de las Mariamitas (del Sagrado Corazón de María) de Bikfaya, y la de las hijas del Sagrado Corazón de Jesús, de Zahle, fueron disueltas porque se rehusaron a fundirse en una sola y misma congregación como deseaban los jesuitas. Varias religiosas volvieron al mundo; algunas lograron ser recibidas en otros institutos; otras volvieron a sus hogares. Efectivamente, después de las nuevas gestiones, las autoridades responsables de la Compañía de Jesús decidieron no considerar como definitiva la resolución tomada al respecto. El noviciado fue reabierto el 13 de noviembre d 1884, y las dos congregaciones finalmente se unieron en forma definitiva en una sola y misma institución bajo el nombre de Congregación de los Santos Corazones de Jesús y María.
            Cuando se suprimió la congregación, nuestra sierva de Dios, estaba en plena madurez y se dirigió a la iglesia del pueblo de Ma`ad, en donde vivía, y pidió al Señor ayuda para conocer su santa voluntad. Por inspiración divina, fue al monasterio de San Simón, en el pueblo de Aitu, para convertirse en monja de clausura después de haber sido religiosa dedicada a la enseñanza. Tenía entonces 39 años. En julio de 1871 fue recibida en el noviciado e hizo su profesión solemne el 25 de agosto de 1873. Se sentía esposa de Cristo para toda la eternidad.
            La Beata Rafqa gozaba de buena salud, jamás se había quejado de un dolor o enfermedad. Dedicada a la vida contemplativa deseaba ardientemente participar en los sufrimientos de Cristo y su deseo se realizó el primer domingo de octubre de 1885, fiesta del santo Rosario. Aquel día dirigió a Dios esta plegaria: “¿Por qué te alejas de mí, Dios mío, por qué me abandonas? No me visitas con la enfermedad. ¿Me habrás olvidado?”. Aquella misma noche, en el momento de retirarse a descansar sintió un violento dolor de cabeza que se extendió hasta los ojos. Así empezó la pasión de la hermana Rafqa. Su superiora la envió a Trípoli, a Ser`el, a Batrún; pro ningún médico lograba aliviar su sufrimiento ni mitigar sus dolores. Fue entonces a Beirut y en el camino se detuvo en Jbeil para pasar la noche n la residencia de San Juan Marcos, de la Orden Libanesa. El superior, padre Esteban, llamó a un doctor de origen norteamericano que se encontraba en la ciudad, quien, después de examinarla, juzgó necesario practicar una operación en el ojo derecho, y aseguró con insistencia que el ojo sanaría si realizaba la operación y que el izquierdo no se vería afectado. Hizo sentar a la hermana Rafqa en una silla, y sin anestesiarla, le introdujo en el ojo un bisturí largo y afilado y tiró de él hacia su pecho. El ojo saltó entero y cayó a tierra, frente a la religiosa que dijo con toda calma: “En comunión con la Pasión de Cristo, Dios cuide sus manos, doctor, Dios lo recompense” La sangre corría en abundancia. A pesar de todo no lanzó la más mínima queja, ni se molestó y sólo pronunció palabras dulces. Al día siguiente continuó su viaje hacia Beirut para tratarse de su mal. Se albergó con las Hermanas de la Caridad; los médicos lograron detener la sangre y calmar el dolor. Antes de abandonar la residencia de Jbeil, Rafqa preguntó al padre Esteban si había pagado al médico, y éste le contestó: ¡Quiere usted que le pague por haberle arrancado un ojo! Finalmente la hermana Rafqa regresó al monasterio de San Simón soportando atroces dolores sin quejarse jamás. Poco tiempo después quedó completamente ciega.
            En el año de 1897 fue enviada con otras cinco monjas al convento de San José de Jrapta, fundado poco tiempo antes. Sintió allí un dolor muy fuerte en ambas piernas y también un dolor intenso en los dedos de los pies. El mal invadió todo su organismo y debido al sufrimiento empezó a adelgazar y a debilitarse; pero su ánimo permanecía vivo y alegre. Banesa excepto sus manos. Soportó con paciencia infinita atroces dolores agradeciendo a Dios sus males y abandonándose sin reserva a su santa Voluntad. Jamás desapareció la sonrisa de sus labios, ni la paz ni la serenidad de su corazón. Todas sus hermanas deseaban ayudarla y acompañarla admiradas de su fortaleza, hasta que el 23 de marzo de 1914, entregó su alma a Dios.
            Murió a la edad de 82 años. Está muerta, pero su ejemplo permanece vivo y de manera especial en estos tiempos tan difíciles, pues el mensaje de la monja Rafqa para cada libanés que sufre, es el mensaje de la paciencia y de la sumisión total a la Divina Providencia.
            En 1926 se introdujo su causa de beatificación en Roma y el 11 de febrero de 1982, aniversario de la aparición de Nuestra Señora de Lourdes, el Santo Padre Juan Pablo II reconoció la heroicidad de sus virtudes y fue declarada Venerable; posteriormente, al presentarse el expediente relativo a los milagros que el Señor ha concedido por medio de su intercesión, el Sumo Pontífice reconoció la veracidad y autenticidad del milagro examinado y presentado. El 17 de noviembre de 1985 el Romano Pontífice Juan Pablo II proclama Beata a la sierva de Dios Rafqa El Rayes, monja de la Orden Libanesa Maronita.
             A petición de su Beatitud Antonio Pedro Khoraich, Patriarca de Antioquia de los Maronitas, y del Postulador, y en respuesta a los deseos de los hermanos del Episcopado, así como de numerosos fieles cristianos, el Santo Padre Juan Pablo II procedió a la Beatificación, diciendo: “Después de escuchar el parecer de la Congregación para las causas de los Santos, con nuestra Autoridad Apostólica, establecemos que la Venerable Sierva de Dios, RAFQA EL RAYES, de ahora en adelante sea llamada Beata y que su fiesta pueda celebrarse en su lugar de origen el día de su tránsito al cielo, es decir, el 23 de marzo de cada año, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.
            Asistieron a la Beatificación varios miles de fieles de la Comunidad Maronita procedentes del Líbano, de otros países del Medio Oriente y también de América. La delegación oficial del Líbano estuvo presidida por la esposa del Presidente Sheij Amin Gemayel.

BEATA RAFQA


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Mahfouz, Joseph Dr. (O.L.M.), El Maronismo, eso que une al hombre con el Hijo del Hombre, (Compendio de Historia de la Iglesia Maronita Católica), México, Ed. Centro de Difusión Cultural de la Misión Libanesa de México, 1987.


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