EL
MOVIMIENTO OBRERO
LA
ESPAÑA ILUSTRADA
Como
los
orígenes más inmediatos del movimiento obrero están en la segunda mitad del
siglo XIX, parece justificado remontarse a la época de tres monarcas que de
alguna forma giran en torno de 1789: Carlos III (1759-1788), ilustrado pero no
tanto como supuso don Marcelino Menéndez Pelayo, a quien todos los dedos se le
volvían huéspedes, Carlos IV (1791-1808) y Fernando VII (1784-1833).
En aquella España, “si los sectores tradicionalistas, por
diversos motivos, estaban descontentos con una monarquía absoluta que derivaba
hacia un burocratismo absorbente, la opinión reformista tampoco mostraba mucho
entusiasmo por una administración que, tras el vigoroso empuje de los años iniciales
del reinado de Carlos III, había frenado e incluso dado marcha atrás en algunos
aspectos. Al morir aquel rey seguía habiendo, mesta, inquisición, señoríos,
municipios oligárquicos, mayorazgos, privilegios estamentales, en una palabra,
todas las instituciones que habían denunciado los ilustrados. Aquel rey sólo
mostró una decisión de hierro frente a los jesuitas y los colegiales; en lo
demás se limitó a mantener en pie el viejo edificio que alteraban un poco su
fisonomía. La sentencia contra Olavide, que hay motivos para creer que conoció
y aprobó de antemano, fue un hito que marco el giro hacia el rumbo conservador
de los últimos años de su reinado…
En estas condiciones puede afirmarse que, aún sin el
revulsivo que supuso la revolución del país vecino, hubieran estallado en el
nuestro las contradicciones internas en que se escondían bajo la apariencia
monumental de la Monarquía Ilustrada, y se hubiera planteado también el
problema político” (Domínguez Ortiz, A: Sociedad
y Estado en el siglo XVIII español. Ed. Ariel, Barcelona, 1976, p. 499).
Cabe pues, afirmar que
“durante el siglo XVIII los grupos privilegiados mantuvieron el dominio de
ciertas funciones político sociales y conservaron su posición privilegiada en
cuanto propietarios de tierra y preceptores de ingresos procedentes de la
producción agraria” (Anes, G: El Antiguo
Régimen: los Borbones. Alianza Ed. Madrid, 1975, p. 44).
Con todas sus contradicciones, España mira hacia Europa
por los ojos de sus reformadores: “A los múltiples problemas científicos,
económicos, sociales o religiosos que se les plantean ¿darán una solución los
reformadores españoles? Antes que a ellos, estos problemas se les han planteado
a Europa. Antes que ellos, Europa los ha debatido, entregándose, como dice
Hazard, a la ´crítica universal ´. España, pues, consultó a Francia y a
Inglaterra, a Italia o a Holanda, y aprovechó ampliamente modelos extranjeros.
Pero, con un sentido segurísimo de los valores nacionales, buscó también en su
pasado lecciones eternas y ejemplos siempre válidos. Y para ellos ¡qué mina
tenían los españoles en el siglo XVI, en ese Siglo de Oro!” (Sarrailh, J: La España ilustrada en la segunda mitad del
XVIII. FCE. México, 1957, pp. 709-710).
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El editor del periódico
titulado El Pensador, el lanzaroteño
José Clavijo y Fajardo, puede servirnos como botón de muestra de reformador que
mira hacia Europa (cfr. El trabajo inédito de Ma Julita Pérez: El pensamiento de Clavijo y Fajardo.
Universidad Complutense, Madrid, 1979). Aunque el porcentaje de analfabetismo
de la época es de un 80% y el nivel económico muy bajo, “a lo largo del siglo
XVIII la edición de publicaciones periódicas en Europa constituye una
transformación en los medios de comunicación social que acompaña al periodo de
ascenso burgués anterior a la Revolución. Bajo la forma de diarios, gacetas, mercurios o correos constituyeron uno de
los conductos esenciales de las luces” (Elorza, A: La ideología liberal en la Ilustración española. Ed. Tecnos,
Madrid, 1970, p. 208).
Durante el reinado de Carlos III, época en que en líneas
generales coincide con la etapa española ilustrada, y que se prolonga hasta las
medidas liberalizadoras de 1791, hay 71 periódicos, cifra que bajo Carlos IV se
rebaja a 36. No resulta fácil editar, pues “la tónica general de la censura
dieciochesca con respecto a la prensa es enormemente restrictiva. Los elementos
de control de que se valen las autoridades son la licencia y la censura
previas. Ningún periódico ni impreso pueden ver la luz, aunque se trate del tema
más inocente, sin que antes se conceda la obligatoria licencia previa” (cfr.
Enciso, L.M y Almuiña, C: “La prensa”. En La
Ilustración. Claroscuro de un siglo maldito. Historia 16. Madrid, dic.
1978, pp. 142-144).
En este clima El
Pensador se propone arrimar el hombro en una época en que “el público de la
prensa, al comienzo del reinado de Carlos III, comienza a cambiar. Una clase
media –funcionarios, oficiales, magistrados, parte del clero secular, algunos
comerciantes, cuya prosperidad va ligada a la Administración ilustrada-
comienza a tomar cuerpo aspirando al progreso técnico y al político por el
desarrollo de las virtudes cívicas, el trabajo y la instrucción, abriéndose a
la crítica de las estructuras sociales y de las ideas tradicionales” (Guinard, P:
La presse espagnole de 1737 a 1791.
Formation et signification d´un genre. Centre de Recherches Hispaniques,
Institut d´Études Hispaniques, París, 1973, p. 151).
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La
Crítica Social
Para su propósito El Pensador sigue siendo un método
sencillo: expone cuanto ve en sus viajes por Europa y lo contrasta con la
situación nacional, que casi siempre queda mal parada. Lo que fustiga es la ociosidad, vicio nacional que se traduce
en manifestaciones impúdicas del amor tales como:
Bailes
|
Indecentes del
chulo.
|
Cortejo
del majo, el chichisveo
|
Término
procedente del italiano “bisbigliare”, chismorrear.
|
Tertulias
y refrescos
|
Inútiles,
absurdos, fomentadores de la vanidad.
|
Moda
|
Como forma
banalizada de ser encarnada en la superficialidad estupidizante del
“petimetre” que vive para parecer elegante, guapo, con los dos botones de su
pantalón a la altura de la pantorrilla, abrochados o no, salteados o en
hilera; o en la del “gentilhombre”, que toma agua bendita ostentosamente,
hace una genuflexión cuidadosa para no sacar rodilleras en su pantalón, mira
y requiebra a la dama, se pavonea al entrar y al salir.
|
Damas
|
Ignorantes sin
virtud ni discreción, que se dedican a la maledicencia y a parecer hermosas a
los ojos de los hombres, “sólo preocupadas por la belleza y tratadas como
simple objeto”. No es que estemos, claro está, ante un autor y un siglo
feminista, pues el ideal de aquella perfecta casada es dar su conformidad
para casarse con quienes sus padres elijan, instruirse para conservar el
cariño y estima de su esposo, ser modesta, no inquietarse si su marido no
llega a comer ni hacerle preguntas impertinentes al efecto, recibir el menor
número de visitas posibles, tener las menos amigas posibles.
|
Espectáculos
y corridas de toros
|
En la medida
en que apartan al pueblo de los deberes laborales y le llevan a engolfarse en
el “ludibrio”.
|
Teatro
|
Incluidos los
calderonianos autos
sacramentales, primero porque el auto
es un híbrido escandaloso de la tradición cristiana sagrada y de lo profano
pagano (esta crítica desagradará a un clero cuya religiosidad deja mucho que
desear), y después porque el “auto” constituye una profanación de los
misterios sagrados que sólo puede contribuir a sembrar la confusión en los
espíritus. Esto Clavijo lo lamenta como católico ilustrado, y no por ser
volteriano, según opina Menéndez y Pelayo: “Como la fragmentación de las
ideas era grande, el espíritu enciclopédico se abrió fácil camino en la
Prensa, comenzando por atacar el antiguo teatro religioso y conseguir la
prohibición de los autos sacramentales. Así lo hizo Clavijo y Fajardo…”
(Historia de los heterodoxos españoles. V. p. 311)
|
Aunque Clavijo se juega
mucho al hacerlo, no deja de aguijonear al clero, atacando “el lastimoso estado
en que el común de nuestros predicadores tiene la oratoria sagrada… Un muchacho
empieza la gramática y, apenas construye, ya lo tenemos en el primer año de la
lógica y sigue hasta el último de Teología sin saber más que los cuadernos de
sus Quaestiones; si sacó alguna latinidad de las clases perdió en el latín
bárbaro de la Escolástica, toma sus grados y vuela por la carrera de
oposiciones, predica pero sin haber visto de la Biblia más que lo que le ha
obligado a leer el rezo del breviario… No hay comunidad, por pobre que sea, que
no goce de una biblioteca abastecida de los Santos Padres y otros libros de
varia erudición, pero regístrese y por lo común se encontrará con seis dedos de
polvo”.
La influencia de Rousseau resulta inevitable a la hora de
proponer una cosmovisión alternativa, tanto n lo relativo en la educación de
los caballeros como en la de las damas: “Aquella
ingenua y terriblemente significativa fórmula rusoniana de toda la educación de
la mujer debe ser relativa al hombre, sirve de base a toda la campaña de
Clavijo, y el pensamiento titulado –Sobre el poco cuidado que tienen las damas
de aprovechar las ocasiones de dar valor a su sexo- no es más que una
traducción de algunos fragmentos de la Sophie, y en él aparece expuesta la
teoría de Rousseau sobre la mujer” (Espinosa, A: Don José Clavijo y Fajardo. Cabildo Insular de Canarias. Las Palmas
de Gran Canaria, 1970, p. 109).
En
suma, la educación como arte de aprovechar el tiempo, frente al tiempo ocioso:
“nada necesitamos tanto como el tiempo y jamás se ha buscado tanto como lo que
se ha hecho para perderlo sin que nos resulte provechoso”. “Desechar el ocio,
abrazar el trabajo y aprovecharse de la industria”, tal será el lema para una
era nueva en la que quede atrás el vicio nacional de una prosperidad como la
centroeuropea. Pero llegar a codearse con la prosperidad centroeuropea parece
aún inalcanzable.
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Cualquiera
que fuese su ideología, la idea que los intelectuales y reformistas españoles
de finales del XVIII y de la primera mitad del XIX tienen de España es
deplorable, y hasta cierto punto se entiende: ¿cómo no entenderlo si en 1827
los catedráticos de la Universidad de Cervera apaciguan la preocupación de
Fernando VII en una celebérrima exposición dirigida al monarca donde dicen
aquello de “lejos de nosotros la
peligrosa novedad de discurrir”, mientras los toros y las diversiones
populares sirven d neutralizante? Pero cuanto menos les agrada su España, más,
se empeñan en reformarla, aman a España porque
no les gusta. Una propuesta global y muy detallada en veintisiete
artículos, propuesta que recuerda bastante a la de Platón y a la d todos los
escritores utópicos al menos por el diseño detallado de todos los pormenores,
incluidas las lecturas, y que así mismo tiene mucho en común con la descripción
estamental de la sociedad contenida en la Filosofía del Derecho de Hegel, es la
del liberal Juan de Olavarría, Memoria
dirigida a S.M. sobre el medio de mejorar la condición física y moral del
pueblo español.
A
fin de apreciar mejor tanto el estado de cosas epocal, como el carácter
modernizador de la propuesta de su autor, no perdamos de vista que la Memoria
es de 1834. En este momento histórico, cansado como tantos coetáneos de una
administración anquilosada, parásita e ineficaz, Juan de Olavarría clama:
Contra
burocracia, fomentar más, gobernar menos
“La
mejor administración será la que fomente más y gobierne menos”.
Fomentar: he aquí la palabra mágica que transforma un
país de abrojos en un jardín de las Hespérides. Fomentar es más que gobernar,
es crear, y la virtud creadora de un Gobierno consiste principalmente en cuidar
de que no se interponga nada ni nadie entre el ingenio del hombre y su brazo,
entre la idea útil y su ejecución.
Los pueblos más opulentos serán de consiguiente aquellos
donde el poder industrial sea el único poder absoluto. En los Estados Unidos de
América y en la Gran Bretaña no hay por parte del Gobierno ningún tipo de
interposición entre idear y ejecutar. Allá no se ven esas oficinas convertidas
en otros tantos estados mayores generales ocupados en dirigir y regular hasta
el menor gesto y movimiento de la industria, no se ve esa muchedumbre de
empleados cuya pluma amiga es más temible todavía que la espada del enemigo.
Allá la administración es simple, y la industria soberana. Allá el más alto
empleado saluda al hombre industrioso con el sombrero en la mano. Libertad de
industria, espíritu de asociación, gremios cooperativos, métodos breves de
enseñanza, escuelas prácticas de arte y oficios, modelos de granjas agrícolas y
rurales: he ahí, Señor, lo que los Gobiernos de aquellas potencias entienden
por gobernar. Porque a los ojos de la industria el mejor Gobierno será el que
administre más y gobierne menos; es decir, el que fomente y no mande.
Pan
y Luces
La primera necesidad de un pueblo es la subsistencia;
porque teniendo con qué vivir el hombre se perfecciona al infinito. Los tres
agentes más prodigiosos de la industria son la instrucción, el trabajo y los capitales. La nación más instruida
será necesariamente la más poderosa; porque el mayor poder reside en el mayor
ingenio. Son tres proposiciones generales que den ya mirarse como otros tantos
aforismos políticos:
1.
De dos pueblos
iguales en superficie y población, el más poderoso y rico será el que reciba
la mejor educación moral e intelectual.
2.
De dos
naciones iguales en instrucción y población, la más floreciente será la que
tenga más concentrada su población en el menor espacio.
3.
De dos pueblos
iguales en instrucción, superficie y población, el más feliz será el que
produzca más con menos trabajo. Lo breve es siempre barato, el precio es la
medida del tiempo. La verdadera piedra filosofal de los gobiernos estará,
pues, en hallar el medio seguro de producir más y mejor, con el menor consumo
de fuerzas y tiempo.
En fin, forzoso es instruirse pronto y bien; la vida es
muy corta: la mitad de ella la pasamos en el sueño, una cuarta parte en la
infancia y la decrepitud, y la cuarta restante en atender a la subsistencia, a
la familia, y a las dolencias inseparables de nuestra condición humana. La
mejor educación será, de consiguiente, la que deje más impresiones agradables,
y el mejor método de enseñanza el más expedito, es decir, el que procure el
mayor y más sólido capital de conocimientos positivos en el menor espacio
posible.
Ética,
religión…¡y canto!
Desde que la política se ha segregado de la religión, la
razón se ha divorciado del sentimiento. Este divorcio moral ha dividido al
hombre en tres seres distintos y encontrados: el hombre moral no es el hombre
político, ni el hombre político es el hombre religioso porque a menudo la moral
veda lo que prescriben las leyes, y las leyes autorizan lo que prohíbe la
religión.
El catecismo,
enseña la existencia de Dios a los niños, más no a los hombres. La instrucción
escolar basada sobre abstracciones metafísicas o definiciones platónicas es el
principal auxiliar de la irreligión y del ateísmo. Por el interés de la razón y
del Estado se hace preciso que la fe se atrinchere detrás del razonamiento, y
que la creencia estribe en lo sucesivo en una instrucción sólida: porque
mientras no se pongan de acuerdo el entendimiento y el corazón, la conciencia
no será ya el instinto moral del hombre.
La moral es
menos exclusiva y más eficaz que las leyes, porque no sólo condena lo que el
legislador reprueba, sino que impone, además, la práctica de las buenas
acciones. Sin esto, un individuo pudiera ser un buen ciudadano y un mal hombre,
obedecer a las leyes y hollar la moral. La moral es, de consiguiente, más
necesaria que las leyes, porque, con la rígida observancia de sus preceptos, no
habría necesidad de leyes, mientras que las mejores leyes sin moral servirían
siempre de muy poco, o nada. La moral es, pues, l complemento de la
legislación, como la religión lo es de la moral y las leyes. “El Evangelio y la
Imitación de Cristo” son, en su estado genuino, los dos libros más preciosos de
moral sublime. Puestas en manos de la ilustración y d la probidad, estas dos
obras enseñarán a las masas, cuáles son sus deberes con Dios, cuáles consigo
mismos, y cuáles con sus semejantes considerados individual y colectivamente.
Se les enseñará también a orar a Dios en comunidad, a seguir el voto manifiesto
de su Criador, que ha puesto en la sensibilidad del hombre el principio de su
propia conservación, y a practicar la virtud. Aprenderán, además, a usar de
todo y a no abusar de nada, se les inspirará un sentimiento profundo de
humanidad y de tolerancia, enseñándoles a que en todas las relaciones sociales
devuelvan el bien por el mal…
Con música, canto y
baile nada más fácil que humanizar a los hombres más cerriles. El arte hace
bailar al oso, y la fábula de Orfeo es en esta parte una ingeniosa alegoría.
Puede decirse con verdad que, en los países donde la música es popular, las
costumbres son mejores, y de consiguiente menores los delitos. Los tres seres
más sensibles de la sociedad privada son generalmente un gran músico, un buen
botánico y un excelente poeta, porque la armonía, la fisiología vegetal y el
númen hablan directamente a la sensibilidad del hombre, y las cuerdas del
corazón, pulsadas con arte contienen el secreto de la ternura y hacen flexible
el entendimiento”. (Fundación Banco Exterior, Madrid, 1988).
LA
ESPAÑA A FINALES DEL SIGLO XIX
LA
ESPAÑA SOCIOECONÓMICA
“Los acontecimientos humanos presentan, sin duda, dos
caras. Una cara de drama, una cara de indiferencia. Todo cambia según se trate
del individuo o de la especie. En sus migraciones, en su obligada evolución, la
especie olvida a sus muertos” (Antoine de Saint-Exupery: Un sentido a la vida. Visiones
de España 1936-1938).
En modo de
encuadramiento genérico, pongamos algunos referentes de corte político en los
que se desenvuelve el movimiento obrero español. Mientras Europa pone en marcha
las pesadas ruedas metálicas movidas por el vapor, España se encuentra en la
periferia y en un momento de declive. En efecto, apenas salida en el año de
1808 de la guerra de la Independencia contra Francia, tras la invasión de
Napoleón y el nombramiento de José I (Pepe Botella) como rey de España, en 1814
contempla la Restauración de la
Monarquía borbónica, aunque Fernando VII no acepta la Constitución y pretende
gobernar como monarca absoluto, lo cual produce por reacción el triunfo del pronunciamiento de Riego en 1820 y de un
gobierno liberal (el trienio liberal).
Con despotismo o con liberalismo, es lo cierto que España
pierde en 1825 la mayoría de sus colonias americanas. Muerto Fernando VII en
1833 sube al trono Isabel II, actuando como regente su madre María Cristina.
Tres años más tarde, en 1836, Mendizabal desamortiza las tierras eclesiásticas,
eterno conflicto entre religión y Estado que va a marcar casi toda nuestra
historia. Pero, junto a todo esto, en el año de 1847 abre sus puertas en Banco
de España, en 1848 entra en funcionamiento el primer ferrocarril español con la
línea Barcelona-Mataró, y en 1869 tiene lugar el Congreso de la Federación
Española de la primera Internacional de Trabajadores.
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El Discurso pronunciado por Julián Sanz del Río en la
Universidad Central de Madrid, durante la solemne inauguración del octavo año
académico de 1857-1858 representa, así las cosas, un hito muy importante en el
deseo de modernización de España. Aprobada el 9 de septiembre de 1857 la famosa
ley de Instrucción Pública con el fin de lograr la definitiva modernización y
reforma de la enseñanza bajo la dirección de Claudio Moyano, ministro de Fomento, quien no hace sino retocar en
proyecto de su antecesor en el cargo, Alonso
Martínez, presentado en las Cortes en 1855 durante el bienio progresista,
ley que responde a los intereses de la revolución liberal constituyendo su
pilar esencial, y que por cierto irá a durar más de un siglo hasta la ley Villar de 1980, cuando todavía no ha
pasado un mes desde su promulgación, el primero de octubre Sanz del Río,
krausista, cuya doctrina sólo es conocida hasta entonces por un reducido grupo
y que a partir de este discurso precisamente alcanzará eco social, pronuncia su
lección inaugural en un acto presidido por Claudio Moyano.
“En
el siglo XVIII buen número de profesores universitarios tenían una remuneración
menor a la de los trabajadores manuales: si no eran clérigos se veían obligados
a buscar otra colocación para subvenir a sus necesidades, servidumbre de la que
el profesorado no logrará librarse en todo el siglo XIX. En España en número de
maestros “per cápita” era mayor que en cualquier país europeo, pero estaban
miserablemente pagados. Así pues, nos encontramos con maestros que se ganan la
vida además como carpinteros o guardabosques o escribiendo cartas para los
vecinos analfabetos! (Carr, R: España 1808-1939. Ed. Ariel, Barcelona,
1969).
Y ¿cómo esperar la
floración de un pueblo culto con una desatención tan absurda del profesorado?
Según la Reforma General de Estudios de 1771 del 11 de julio se otorgaba la
facultad de enseñanza al que cumpliera los siguientes requisitos:
ü
Estar instruido en doctrina cristiana. Certificado
del ordinario eclesiástico.
ü
Buena conducta en su vida y costumbres; no existir
en su familia ninguna sospecha de falta ni escándalo alguno.
ü
Saber leer, escribir y contar.
ü
Certificado por parte de la Hermandad de San
Casiano tras comprobar todo ello mediante examen o pruebas pertinentes.
(Capitán, A: Los catecismos políticos en España
(1808-1822). Un intento de educación política del pueblo. Caja General de
Ahorros y Monte de Piedad. Granada, 1978, pp. 10-11).
|
Prestemos atención al juicio del regeneracionista y
librepensador Tomás Giménez Valdivieso:
“Con ese desdén con que miran la
instrucción las personas que carecen de cultura, así se ha mirado siempre en
España la enseñanza, y ni el gobierno, ni ayuntamientos, ni vecinos, ni nadie,
se ha ocupado de construir escuelas. Estas son hoy lo mismo que hace dos
siglos. Los que hayan visto las escuelas moras y judías de Tánger, o de
cualquier otra población de Marruecos tendrán una idea muy aproximada de lo que
son las escuelas de la mayor parte de los pueblos españoles. Locales sin luz y
sin ventilación, donde los niños pierden en su desarrollo físico lo que pueden
ganar en desarrollo intelectual; cuatro bancos desvencijados, una plataforma
donde se coloca la mesa del maestro, con una imagen en el fondo. El material de
enseñanza corre parejo con el edificio. Las escuelas de las ciudades son un
poco mejores, pero un poco nada más. Los niños pasan la mitad de las horas con
rezos y lección de catecismo y de historia sagrada. Algunos aprenden a leer,
pocos, muy pocos, a escribir. De las otras materias de enseñanza no aprenden
nada, porque un solo maestro no puede enseñar a tanto niño, sobre todo cuando
las faltas se asistencia son muy numerosas. Los niños van a la escuela para no
estorbar en casa que para aprender algo. Por eso son tan frecuentes los analfabetos…
En España las
bibliotecas populares son contadísimas, muy raras; los Ateneos científicos muy
pocos y exceptuando el de Madrid los demás con escasa vida, sin bibliotecas
nutridas, sin gabinetes, sin laboratorios, algunos de ciudades de primer orden
viviendo de milagro con dos docenas de socios. La tirada de los periódicos es
escasa, y el que se arriesga a escribir un libro, excepción hecha de dos o tres
literatos de gran renombre, no sólo no obtiene ganancia, sino que no gana
bastante para pagar la impresión…
Los
españoles viajan muy poco por el extranjero; difícilmente tropezaís con un
español en algún punto distante de España, y los estudiantes españoles que
asisten a las universidades extranjeras son tan pocos, que parece hallarse
vigente aquella pragmática que, dicho sea de paso, ha sido una de las
principales causas que han contribuido al atraso de España. En los presupuestos
del Estado se consignan algunas cantidades con objeto de subvencionar viajes
científicos, pero –como todas las cosas de España- esas subvenciones se dan a
los amigos políticos para que hagan excursiones de placer”. (El atraso de España. Fundación Banco
Exterior, Madrid, 1989, pp. 131-132).
LA
ESPAÑA POLÍTICA
Y si lo anterior se
refiere al ámbito cultural ¿qué pensar de la esfera social y política de
nuestro pueblo?
Pueblo inundado por la corrupción, Pereza generalizada,
Saqueo de los fondos estatales, Impunidad, Enchufismo, Papeleo, Caciquismo.
Sin que sea hacer demagogia, a la hora de la verdad poco
ha notado el pueblo bajo las diferencias entre izquierdas y derechas, pues por
un lado gobernantes de uno y otro tienden a disfrutar una misma inmoralidad
pública, y por otro lado los pobres más pobres suelen padecerla en mayor grado
en su forma de brutal presión burocrática y parasitaria.
“Tocante a la administración
general, nos encontramos en definitiva con estos tres términos del problema
insoluble:
1.
Un
país pobre, famélico, sin energía, de escaso nivel medio intelectual,
acostumbrado a pedirlo todo del Poder central, y sin recursos suficientes
para que este último atienda y remedie todas sus necesidades y necedades.
2.
Gobiernos
de escasa fuerza para oponerse a los excesos que el país solicita, y no
concederle más que en lo que justicia le corresponde y conviene.
3.
Un
armatoste que es demasiado peso para el país y demasiadas complicaciones para
el gobierno” (Op. cit., pp. 259-260)
|
LA
ESPAÑA PATRIÓTICA
En España el atraso
socioeconómico ha ido habitualmente acompañado de una crispada polarización
ideológica; izquierdas y derechas hispánicas han proporcionado al mundo un
triste y frecuente pelear de gallos más verbal que realmente enemistados entre
sí. Por pertenecer casi siempre al mismo corral d las clases poseedoras,
mientras el pueblo entra en el emocional juego de los gallitos, vituperando a
todos, tras desoir aquel sabio consejo de don Juan Valera:
“no se remedian los males de la
patria infamando en masa a cuantos, por suerte o por mayor capacidad, toca
regir sus negocios” De la
perversión moral de la España de nuestros días. In Obras,
III, Madrid, 1947, pp. 1313)
|
Sea como fuere, siempre
ha funcionado la polarización enantiomorfa izquierda-derecha
por apelación al formato posicional o topográfico según el lugar que en el
Parlamento ocupaban los grupos respecto del Presidente de la Cámara, ya fuera a
la inglesa, donde el partido gubernamental se sienta desde 1730 a la derecha
del speaker, ya a la francesa, según el uso que en la Asamblea nacional de 1789
ejercen los moderados, sentándose a la derecha del presidente, y los radicales
a la izquierda.
Más aún, la izquierda española no sólo ha venido siendo
tradicionalmente internacionalista,
sino además republicana, federal,
socialista y laica, pues, como afirmará Alfonso Lasso de la Vega en 1914, “no hay que olvidar que para llegar a esta
convivencia no basta ser y sentirse español; es preciso ser republicano; y no
sólo republicano, sino federal; y no sólo federal, sino socialista; y no sólo
socialista, sino partidario del laicismo y de la libertad” (Cfr. Ruiz
Manjón, O: El Partido Republicano Radical
(1908-1936). Ed. Tebas, Madrid, 1976, pp. 656-657).
El
internacionalismo
Además de eso,
para aquellas izquierdas españolas las derechas pactan con el diablo; al
contrario, para las derechas las izquierdas pertenecen a lo siniestro, y así lo
manifiesta en una sesión del Congreso de los Diputados en 1871 el ministro de
la Gobernación, don Francisco de Paula Candau: “ Creo que en estos momentos no hay más que dos caminos, no hay más que
dos puertas; o con la Internacional o contra la Internacional; del lado de allá, los que están con la
Internacional; del lado de acá, los que están con la sociedad en peligro: escoged”
(aplausos en la derecha, murmullos en la izquierda, anota el diario de
sesiones).
Para bien o para mal, en España no hemos estado en el
pasado casi nunca demasiado dispuestos a matizar apenas nada en esa habitual
polarización nacionalismo(derechas)-internacionalismo(izquierdas), que sin
embargo con el curso del tiempo se irá limando mucho en países tan vecinos pero
tan remotamente distantes como Francia.
En la España de 1931 se decía que la izquierda era
republicana mientras que la derecha monárquica, pero dentro de la derechista
CEDA se comenzará a transigir con la República; por el contrario, la izquierda
española comenzará a transigir abiertamente con la monarquía desde 1978, fecha
a partir de la cual la mayoría de la “izquierda” asume una constitución
monárquica; y si a la derecha le ha sido consustancial su defensa del trono y
del altar, hoy existe una derecha republicana en Francia, en Italia o en
Alemania, pues la monarquía ha dejado de ser punto de referencia en las
Constituciones republicanas. Por lo demás, ¿cómo explicar que los militantes
izquierdistas del PCUS de antes de Gorbachov hayan devenido derechas
(conservadoras) por continuar defendiendo el comunismo mientras que presumen de
posiciones (revolucionarias), esto es, de favorables al cambio, aunque se trate
de un cambio hacia el capitalismo neoliberal ruso?
El
patriotismo
Para tener una somera
idea de aquella polarización histórica de que estamos tratando con asomarse a
alguno de los célebres Catecismos Civiles, breves
compendios de las obligaciones del español, uno de los cuales se subtitula conocimiento práctico d su libertad y
explicación de su enemigo. Muy útil en las actuales circunstancias, puesto en
forma de diálogo (1808), repetidos por el pueblo llano con unción
reverencial y cuasirreligiosa. Veamos el contenido de uno de ellos:
“Capítulo
primero”
P.
–Decid, niño, ¿cómo os llamaís?
R.
–Español.
P.
-¿Qué quiere decir español?
R.
–Hombre de bien.
P.
-¿Cuántas y cuáles son sus obligaciones?
R.
–Tres, ser cristiano católico apostólico y romano, defender su religión, su
patria y su ley, y morir antes de ser vencido.
P.
-¿Quién es vuestro rey?
R.
–Fernando VII.
P.
-¿Con qué amor debe ser obedecido?
R.
–Con el amor que lo han hecho acreedor sus virtudes y desgracias.
P.
-¿Quién es el enemigo de nuestra felicidad?
R.
–El emperador de los franceses.
P.
-¿Y quién es este hombre?
R.
–Un nuevo señor infinitamente malo y codicioso, principio de todos los males y
fin de todos los bienes; es el compendio y depósito de todos los vicios y
maldades…
“Capítulo
segundo”
P.
-¿Quiénes son los franceses?
R.
–Los antiguos cristianos y los herejes nuevos.
P.
-¿Quién los ha conducido a esta esclavitud?
R.
–La falsa filosofía y la libertad de sus perversas costumbres.
P.
-¿Para qué sirven a este señor?
R.
–Los unos para aumentar su altanería; los otros, como instrumento para su
iniquidad; y los demás, para exterminio del género humano…
P.
-¿Qué dignidad tiene el hombre por ser español?
R.
–La de pertenecer a una gran nación, envidiada siempre por los demás, que en
otros tiempos fue la maestra del mundo y el terror de los romanos, y en este
siglo ha sido por su constancia el principio de la libertad de Europa, la que
ha sostenido la dignidad de su nombre, y la que ha dado a todos lecciones del
más acendrado heroísmo y fidelidad.
P.
-¿Qué fuera de nosotros si las Cortes no nos hubieran dado la Constitución?
R. –Quedáramos
enemigos de la humanidad y de nosotros mismos, esclavos de Napoleón, que es
poco menos que el demonio, desterrados del mapa de la Europa para siempre, y
cuando cometiésemos el más pequeño delito, condenados al último suplicio, y
después de él, si Dios no usa de misericordia con nosotros, destinados también
por nuestras culpas al infierno”. (Breve
catecismo político-español-constitucional. In “El Duende de los Cafés”, pp.
1161 y 1170, 8 y 10 de abril de 1814).
Esta España de falsos patriotismos se
mantiene constante durante todo el siglo XIX y aún en buena parte del XX. He
aquí como lo relata Lucas Mallada en 1890: “Que
digan a la capital de provincia o a la cabeza de partido más insignificante
que, en nombre de las economías, se suprime su capitalidad; que digan a un
lugarón cualquiera que su Universidad o Capitanía general o su Audiencia, o su
Obispado, o su Academia van a desaparecer. Ya veréis demostrado con toda
evidencia que en España todos queremos vivir a expensas de los demás; ya veréis
qué pronto el patriotismo se localiza. Pero ¿qié clase de patriotismo es éste?
¿es verdadero patriotismo?
Que se trate por el
contrario, de crear en provincias uno o varios de esos centros burocráticos que
tanto abundan. Ninguna ciudad, ningún villorrio se juzgarían indignos. Todos
los solicitarán afanosos, todos pondrán en juego las máximas intrigas; y como
todos queremos vivir a expensas de los demás, ya veréis obligado al Gobierno a
otorgar la preferencia a los menos merecedores. Pero ¿qué clase de patriotismo
es éste? ¿es verdadero patriotismo?
Que se anuncie una nueva
distribución de fuerzas militares. Ya veréis los que antes más alborotaban
contra el militarismo cómo piden, cómo reclaman aumento de guarnición, o algún
destacamento para sus pueblos. ¿Por ser puntos estratégicos? ¿por robustecer el
orden público?¡nada de eso! ¿por alquilar su casas desalojadas, por animar sus
mercados desiertos, por diversión y solaz de sus jóvenes casaderas!
¿No veis con cuánto afán se
solicitan puestos en la administración pública por exclusivo medro personal,
haciendo alarde con el mayor cinismo de vivir sobre el país? En todo negocio que
represente intereses del Estado, ¿no veis sobradas pretensiones, sobrados
abusos? Hasta en las mismas corporaciones oficiales, ¿no veis, por sistema,
anteponer las conveniencias de grupo a las de la Hacienda nacional?
Mientras España se desangra y pierde sus energías en
todos los terrenos, las concentra a la sazón en sus descargas de violencia
mental, verbal, y en ocasiones también física, pues para ser un buen patriota
parece obligado hallarse en permanente excitación adversativa, en la triste
dialéctica de los puños y las pistolas. Así que donde hay un patriotismo
exacerbado hay una ulceración que pide cauterio…
En 1889 Vázquez de Mella, escribe un artículo titulado La persecución religiosa, el cual dice
así:
“No queremos decir con esto, ¡Dios
nos libre!, que se haya de prescindir de la propaganda en las luchas con la
revolución. Antes bien, debe extenderse todo lo posible y emplear todos los
medios legales que nos proporciona el liberalismo, pero sin perder de vista que
la revolución es la fuerza, que ésta no se destruye sólo con el poder de las
ideas, sino con el de los brazos”.
De aquí la
necesidad d difundir la verdad y apercibirse para toda clase de combates,
organizándose no sólo en cofradías, sino también en falanges poderosas que
puedan en momentos supremos hacer temblar a la revolución, y aún derribarla y
darla muerte.
De donde se sigue que todos los que en mayor o menor
grado tratan de restar fuerzas y amenguar el vigor de la Comunidad
Tradicionalista trabajan contra el único núcleo social que puede oponer
resistencia armada a los desmanes revolucionarios, contra la restauración
católica” (Obras, V. Ed. Voluntad,
Madrid, 1931, pp. 61-62).
En el mismo estilo, y haciendo de cada convicción una
arenga de combate, manifiesta Vázquez de Mella en su Ideario:
“Si la patria es una unidad
religiosa y moral que junta en íntima hermandad las almas, y ata con la divina
lazada de la creencia y tradición común la serie de las generaciones, y cubre
con amor de madre bajo los pliegues de su manto a un pueblo que teje como una
guirnalda su historia para coronarla, entonces una voz augusta y solemne como
el clamor de una raza saldrá de los templos y de los hogares y de los sepulcros
de los antepasados gritando con el acento imperioso del deber y el dulce de un
sentimiento maternal: ¡Ven a morir por la patria! ¡Dios lo quiere!” (Obras, IV. Ed. Voluntad, Madrid, 1931,
p. 60).
Lo mismo que son más papistas que el Papa y que
cuestionan todo papado a su juicio insuficientemente tradicionalista, lo mismo
también, para todos los miembros de la Comunidad Tradicionalista, la Monarquía
resulta una pieza central, siempre que dicha Monarquía sea lo suficientemente a
su gusto.
En fin, patria, patria, patria: “Así
acabaremos con esa apoteosis absurda del Estado central que mata la sociedad
anulando los derechos de la jerarquía de personas que la forman; y no caeremos
en la aberración corriente de confundirle con la nación y atribuirle la
omnisciencia cuando, mirado en los sujetos en que desgraciadamente suele
personificarse, no pasa de ser una tertulia de caciques, más arrogantes y
verbosos pero ni moral ni intelectualmente superiores a los demás individuos”
(Obras, V, Ed. Voluntad, Madrid,
1931, p. 345).
En resumen, he aquí, en fin, las palabras de Tomás
Giménez Valdivieso, escritas ya en el año de 1909:
Circula
impreso un Compendio de la doctrina
catalanista, premiado en un concurso que abrió el Centro catalán de Sabadell,
donde se lee lo siguiente:
P.
-¿Cuál es el deber político más fundamental?
R.
– Estimar a la patria.
P.
-¿Cuál es la patria de los catalanes?
R.
–Cataluña.
P.
-¿Tiene algún fundamento la distinción entre patria pequeña y patria grande?
R.
–Ninguno; el hombre tiene una sola patria, como tiene un solo padre y una
sola familia. Lo que generalmente se llama patria grande no es más que el
Estado compuesto por varias agrupaciones sociales que tienen la condición de
verdaderas patrias…
P.
-¿Cómo debe ponerse término a esta imposición afrentosa para nosotros?
R.
–Estableciendo que todos los cargos públicos de Cataluña sean desempeñados
por catalanes.
Es
decir, que los catalanes no son españoles; su patria no es España, no tiene
nada que ver con ésta” (El atraso de España cit. Pp. 63-64).
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