viernes, 6 de julio de 2018


EL MOVIMIENTO OBRERO

LA ESPAÑA ILUSTRADA

Como los orígenes más inmediatos del movimiento obrero están en la segunda mitad del siglo XIX, parece justificado remontarse a la época de tres monarcas que de alguna forma giran en torno de 1789: Carlos III (1759-1788), ilustrado pero no tanto como supuso don Marcelino Menéndez Pelayo, a quien todos los dedos se le volvían huéspedes, Carlos IV (1791-1808) y Fernando VII (1784-1833).

            En aquella España, “si los sectores tradicionalistas, por diversos motivos, estaban descontentos con una monarquía absoluta que derivaba hacia un burocratismo absorbente, la opinión reformista tampoco mostraba mucho entusiasmo por una administración que, tras el vigoroso empuje de los años iniciales del reinado de Carlos III, había frenado e incluso dado marcha atrás en algunos aspectos. Al morir aquel rey seguía habiendo, mesta, inquisición, señoríos, municipios oligárquicos, mayorazgos, privilegios estamentales, en una palabra, todas las instituciones que habían denunciado los ilustrados. Aquel rey sólo mostró una decisión de hierro frente a los jesuitas y los colegiales; en lo demás se limitó a mantener en pie el viejo edificio que alteraban un poco su fisonomía. La sentencia contra Olavide, que hay motivos para creer que conoció y aprobó de antemano, fue un hito que marco el giro hacia el rumbo conservador de los últimos años de su reinado…
            En estas condiciones puede afirmarse que, aún sin el revulsivo que supuso la revolución del país vecino, hubieran estallado en el nuestro las contradicciones internas en que se escondían bajo la apariencia monumental de la Monarquía Ilustrada, y se hubiera planteado también el problema político” (Domínguez Ortiz, A: Sociedad y Estado en el siglo XVIII español. Ed. Ariel, Barcelona, 1976, p. 499).

Cabe pues, afirmar que “durante el siglo XVIII los grupos privilegiados mantuvieron el dominio de ciertas funciones político sociales y conservaron su posición privilegiada en cuanto propietarios de tierra y preceptores de ingresos procedentes de la producción agraria” (Anes, G: El Antiguo Régimen: los Borbones. Alianza Ed. Madrid, 1975, p. 44).
            Con todas sus contradicciones, España mira hacia Europa por los ojos de sus reformadores: “A los múltiples problemas científicos, económicos, sociales o religiosos que se les plantean ¿darán una solución los reformadores españoles? Antes que a ellos, estos problemas se les han planteado a Europa. Antes que ellos, Europa los ha debatido, entregándose, como dice Hazard, a la ´crítica universal ´. España, pues, consultó a Francia y a Inglaterra, a Italia o a Holanda, y aprovechó ampliamente modelos extranjeros. Pero, con un sentido segurísimo de los valores nacionales, buscó también en su pasado lecciones eternas y ejemplos siempre válidos. Y para ellos ¡qué mina tenían los españoles en el siglo XVI, en ese Siglo de Oro!” (Sarrailh, J: La España ilustrada en la segunda mitad del XVIII. FCE. México, 1957, pp. 709-710).

******

El editor del periódico titulado El Pensador, el lanzaroteño José Clavijo y Fajardo, puede servirnos como botón de muestra de reformador que mira hacia Europa (cfr. El trabajo inédito de Ma Julita Pérez: El pensamiento de Clavijo y Fajardo. Universidad Complutense, Madrid, 1979). Aunque el porcentaje de analfabetismo de la época es de un 80% y el nivel económico muy bajo, “a lo largo del siglo XVIII la edición de publicaciones periódicas en Europa constituye una transformación en los medios de comunicación social que acompaña al periodo de ascenso burgués anterior a la Revolución. Bajo la forma de diarios, gacetas, mercurios o correos constituyeron uno de los conductos esenciales de las luces” (Elorza, A: La ideología liberal en la Ilustración española. Ed. Tecnos, Madrid, 1970, p. 208).
            Durante el reinado de Carlos III, época en que en líneas generales coincide con la etapa española ilustrada, y que se prolonga hasta las medidas liberalizadoras de 1791, hay 71 periódicos, cifra que bajo Carlos IV se rebaja a 36. No resulta fácil editar, pues “la tónica general de la censura dieciochesca con respecto a la prensa es enormemente restrictiva. Los elementos de control de que se valen las autoridades son la licencia y la censura previas. Ningún periódico ni impreso pueden ver la luz, aunque se trate del tema más inocente, sin que antes se conceda la obligatoria licencia previa” (cfr. Enciso, L.M y Almuiña, C: “La prensa”. En La Ilustración. Claroscuro de un siglo maldito. Historia 16. Madrid, dic. 1978, pp. 142-144).
            En este clima El Pensador se propone arrimar el hombro en una época en que “el público de la prensa, al comienzo del reinado de Carlos III, comienza a cambiar. Una clase media –funcionarios, oficiales, magistrados, parte del clero secular, algunos comerciantes, cuya prosperidad va ligada a la Administración ilustrada- comienza a tomar cuerpo aspirando al progreso técnico y al político por el desarrollo de las virtudes cívicas, el trabajo y la instrucción, abriéndose a la crítica de las estructuras sociales y de las ideas tradicionales” (Guinard, P: La presse espagnole de 1737 a 1791. Formation et signification d´un genre. Centre de Recherches Hispaniques, Institut d´Études Hispaniques, París, 1973, p. 151).

******
La Crítica Social

Para su propósito El Pensador sigue siendo un método sencillo: expone cuanto ve en sus viajes por Europa y lo contrasta con la situación nacional, que casi siempre queda mal parada. Lo que fustiga es la ociosidad, vicio nacional que se traduce en manifestaciones impúdicas del amor tales como:

Bailes
Indecentes del chulo.
Cortejo del majo, el chichisveo
Término procedente del italiano “bisbigliare”, chismorrear.
Tertulias y refrescos
Inútiles, absurdos, fomentadores de la vanidad.
Moda
Como forma banalizada de ser encarnada en la superficialidad estupidizante del “petimetre” que vive para parecer elegante, guapo, con los dos botones de su pantalón a la altura de la pantorrilla, abrochados o no, salteados o en hilera; o en la del “gentilhombre”, que toma agua bendita ostentosamente, hace una genuflexión cuidadosa para no sacar rodilleras en su pantalón, mira y requiebra a la dama, se pavonea al entrar y al salir.
Damas
Ignorantes sin virtud ni discreción, que se dedican a la maledicencia y a parecer hermosas a los ojos de los hombres, “sólo preocupadas por la belleza y tratadas como simple objeto”. No es que estemos, claro está, ante un autor y un siglo feminista, pues el ideal de aquella perfecta casada es dar su conformidad para casarse con quienes sus padres elijan, instruirse para conservar el cariño y estima de su esposo, ser modesta, no inquietarse si su marido no llega a comer ni hacerle preguntas impertinentes al efecto, recibir el menor número de visitas posibles, tener las menos amigas posibles.
Espectáculos y corridas de toros
En la medida en que apartan al pueblo de los deberes laborales y le llevan a engolfarse en el “ludibrio”.
Teatro
Incluidos los calderonianos autos sacramentales, primero porque el auto es un híbrido escandaloso de la tradición cristiana sagrada y de lo profano pagano (esta crítica desagradará a un clero cuya religiosidad deja mucho que desear), y después porque el “auto” constituye una profanación de los misterios sagrados que sólo puede contribuir a sembrar la confusión en los espíritus. Esto Clavijo lo lamenta como católico ilustrado, y no por ser volteriano, según opina Menéndez y Pelayo: “Como la fragmentación de las ideas era grande, el espíritu enciclopédico se abrió fácil camino en la Prensa, comenzando por atacar el antiguo teatro religioso y conseguir la prohibición de los autos sacramentales. Así lo hizo Clavijo y Fajardo…” (Historia de los heterodoxos españoles. V. p. 311)


Aunque Clavijo se juega mucho al hacerlo, no deja de aguijonear al clero, atacando “el lastimoso estado en que el común de nuestros predicadores tiene la oratoria sagrada… Un muchacho empieza la gramática y, apenas construye, ya lo tenemos en el primer año de la lógica y sigue hasta el último de Teología sin saber más que los cuadernos de sus Quaestiones; si sacó alguna latinidad de las clases perdió en el latín bárbaro de la Escolástica, toma sus grados y vuela por la carrera de oposiciones, predica pero sin haber visto de la Biblia más que lo que le ha obligado a leer el rezo del breviario… No hay comunidad, por pobre que sea, que no goce de una biblioteca abastecida de los Santos Padres y otros libros de varia erudición, pero regístrese y por lo común se encontrará con seis dedos de polvo”.
            La influencia de Rousseau resulta inevitable a la hora de proponer una cosmovisión alternativa, tanto n lo relativo en la educación de los caballeros como en la de las damas: “Aquella ingenua y terriblemente significativa fórmula rusoniana de toda la educación de la mujer debe ser relativa al hombre, sirve de base a toda la campaña de Clavijo, y el pensamiento titulado –Sobre el poco cuidado que tienen las damas de aprovechar las ocasiones de dar valor a su sexo- no es más que una traducción de algunos fragmentos de la Sophie, y en él aparece expuesta la teoría de Rousseau sobre la mujer” (Espinosa, A: Don José Clavijo y Fajardo. Cabildo Insular de Canarias. Las Palmas de Gran Canaria, 1970, p. 109).
En suma, la educación como arte de aprovechar el tiempo, frente al tiempo ocioso: “nada necesitamos tanto como el tiempo y jamás se ha buscado tanto como lo que se ha hecho para perderlo sin que nos resulte provechoso”. “Desechar el ocio, abrazar el trabajo y aprovecharse de la industria”, tal será el lema para una era nueva en la que quede atrás el vicio nacional de una prosperidad como la centroeuropea. Pero llegar a codearse con la prosperidad centroeuropea parece aún inalcanzable.

******

Cualquiera que fuese su ideología, la idea que los intelectuales y reformistas españoles de finales del XVIII y de la primera mitad del XIX tienen de España es deplorable, y hasta cierto punto se entiende: ¿cómo no entenderlo si en 1827 los catedráticos de la Universidad de Cervera apaciguan la preocupación de Fernando VII en una celebérrima exposición dirigida al monarca donde dicen aquello de “lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir”, mientras los toros y las diversiones populares sirven d neutralizante? Pero cuanto menos les agrada su España, más, se empeñan en reformarla, aman a España porque no les gusta. Una propuesta global y muy detallada en veintisiete artículos, propuesta que recuerda bastante a la de Platón y a la d todos los escritores utópicos al menos por el diseño detallado de todos los pormenores, incluidas las lecturas, y que así mismo tiene mucho en común con la descripción estamental de la sociedad contenida en la Filosofía del Derecho de Hegel, es la del liberal Juan de Olavarría, Memoria dirigida a S.M. sobre el medio de mejorar la condición física y moral del pueblo español.
A fin de apreciar mejor tanto el estado de cosas epocal, como el carácter modernizador de la propuesta de su autor, no perdamos de vista que la Memoria es de 1834. En este momento histórico, cansado como tantos coetáneos de una administración anquilosada, parásita e ineficaz, Juan de Olavarría clama:

Contra burocracia, fomentar más, gobernar menos

“La mejor administración será la que fomente más y gobierne menos”.
            Fomentar: he aquí la palabra mágica que transforma un país de abrojos en un jardín de las Hespérides. Fomentar es más que gobernar, es crear, y la virtud creadora de un Gobierno consiste principalmente en cuidar de que no se interponga nada ni nadie entre el ingenio del hombre y su brazo, entre la idea útil y su ejecución.
            Los pueblos más opulentos serán de consiguiente aquellos donde el poder industrial sea el único poder absoluto. En los Estados Unidos de América y en la Gran Bretaña no hay por parte del Gobierno ningún tipo de interposición entre idear y ejecutar. Allá no se ven esas oficinas convertidas en otros tantos estados mayores generales ocupados en dirigir y regular hasta el menor gesto y movimiento de la industria, no se ve esa muchedumbre de empleados cuya pluma amiga es más temible todavía que la espada del enemigo. Allá la administración es simple, y la industria soberana. Allá el más alto empleado saluda al hombre industrioso con el sombrero en la mano. Libertad de industria, espíritu de asociación, gremios cooperativos, métodos breves de enseñanza, escuelas prácticas de arte y oficios, modelos de granjas agrícolas y rurales: he ahí, Señor, lo que los Gobiernos de aquellas potencias entienden por gobernar. Porque a los ojos de la industria el mejor Gobierno será el que administre más y gobierne menos; es decir, el que fomente y no mande.

Pan y Luces

            La primera necesidad de un pueblo es la subsistencia; porque teniendo con qué vivir el hombre se perfecciona al infinito. Los tres agentes más prodigiosos de la industria son la instrucción, el trabajo y los capitales. La nación más instruida será necesariamente la más poderosa; porque el mayor poder reside en el mayor ingenio. Son tres proposiciones generales que den ya mirarse como otros tantos aforismos políticos:


1.      De dos pueblos iguales en superficie y población, el más poderoso y rico será el que reciba la mejor educación moral e intelectual.
2.      De dos naciones iguales en instrucción y población, la más floreciente será la que tenga más concentrada su población en el menor espacio.
3.      De dos pueblos iguales en instrucción, superficie y población, el más feliz será el que produzca más con menos trabajo. Lo breve es siempre barato, el precio es la medida del tiempo. La verdadera piedra filosofal de los gobiernos estará, pues, en hallar el medio seguro de producir más y mejor, con el menor consumo de fuerzas y tiempo.

            En fin, forzoso es instruirse pronto y bien; la vida es muy corta: la mitad de ella la pasamos en el sueño, una cuarta parte en la infancia y la decrepitud, y la cuarta restante en atender a la subsistencia, a la familia, y a las dolencias inseparables de nuestra condición humana. La mejor educación será, de consiguiente, la que deje más impresiones agradables, y el mejor método de enseñanza el más expedito, es decir, el que procure el mayor y más sólido capital de conocimientos positivos en el menor espacio posible.

Ética, religión…¡y canto!

            Desde que la política se ha segregado de la religión, la razón se ha divorciado del sentimiento. Este divorcio moral ha dividido al hombre en tres seres distintos y encontrados: el hombre moral no es el hombre político, ni el hombre político es el hombre religioso porque a menudo la moral veda lo que prescriben las leyes, y las leyes autorizan lo que prohíbe la religión.
            El catecismo, enseña la existencia de Dios a los niños, más no a los hombres. La instrucción escolar basada sobre abstracciones metafísicas o definiciones platónicas es el principal auxiliar de la irreligión y del ateísmo. Por el interés de la razón y del Estado se hace preciso que la fe se atrinchere detrás del razonamiento, y que la creencia estribe en lo sucesivo en una instrucción sólida: porque mientras no se pongan de acuerdo el entendimiento y el corazón, la conciencia no será ya el instinto moral del hombre.
            La moral es menos exclusiva y más eficaz que las leyes, porque no sólo condena lo que el legislador reprueba, sino que impone, además, la práctica de las buenas acciones. Sin esto, un individuo pudiera ser un buen ciudadano y un mal hombre, obedecer a las leyes y hollar la moral. La moral es, de consiguiente, más necesaria que las leyes, porque, con la rígida observancia de sus preceptos, no habría necesidad de leyes, mientras que las mejores leyes sin moral servirían siempre de muy poco, o nada. La moral es, pues, l complemento de la legislación, como la religión lo es de la moral y las leyes. “El Evangelio y la Imitación de Cristo” son, en su estado genuino, los dos libros más preciosos de moral sublime. Puestas en manos de la ilustración y d la probidad, estas dos obras enseñarán a las masas, cuáles son sus deberes con Dios, cuáles consigo mismos, y cuáles con sus semejantes considerados individual y colectivamente. Se les enseñará también a orar a Dios en comunidad, a seguir el voto manifiesto de su Criador, que ha puesto en la sensibilidad del hombre el principio de su propia conservación, y a practicar la virtud. Aprenderán, además, a usar de todo y a no abusar de nada, se les inspirará un sentimiento profundo de humanidad y de tolerancia, enseñándoles a que en todas las relaciones sociales devuelvan el bien por el mal…
            Con música, canto y baile nada más fácil que humanizar a los hombres más cerriles. El arte hace bailar al oso, y la fábula de Orfeo es en esta parte una ingeniosa alegoría. Puede decirse con verdad que, en los países donde la música es popular, las costumbres son mejores, y de consiguiente menores los delitos. Los tres seres más sensibles de la sociedad privada son generalmente un gran músico, un buen botánico y un excelente poeta, porque la armonía, la fisiología vegetal y el númen hablan directamente a la sensibilidad del hombre, y las cuerdas del corazón, pulsadas con arte contienen el secreto de la ternura y hacen flexible el entendimiento”. (Fundación Banco Exterior, Madrid, 1988).


LA ESPAÑA A FINALES DEL SIGLO XIX

LA ESPAÑA SOCIOECONÓMICA

            “Los acontecimientos humanos presentan, sin duda, dos caras. Una cara de drama, una cara de indiferencia. Todo cambia según se trate del individuo o de la especie. En sus migraciones, en su obligada evolución, la especie olvida a sus muertos” (Antoine de Saint-Exupery: Un sentido a la vida. Visiones de España 1936-1938).

En modo de encuadramiento genérico, pongamos algunos referentes de corte político en los que se desenvuelve el movimiento obrero español. Mientras Europa pone en marcha las pesadas ruedas metálicas movidas por el vapor, España se encuentra en la periferia y en un momento de declive. En efecto, apenas salida en el año de 1808 de la guerra de la Independencia contra Francia, tras la invasión de Napoleón y el nombramiento de José I (Pepe Botella) como rey de España, en 1814 contempla la Restauración de la Monarquía borbónica, aunque Fernando VII no acepta la Constitución y pretende gobernar como monarca absoluto, lo cual produce por reacción el triunfo del pronunciamiento de Riego en 1820 y de un gobierno liberal (el trienio liberal).
            Con despotismo o con liberalismo, es lo cierto que España pierde en 1825 la mayoría de sus colonias americanas. Muerto Fernando VII en 1833 sube al trono Isabel II, actuando como regente su madre María Cristina. Tres años más tarde, en 1836, Mendizabal desamortiza las tierras eclesiásticas, eterno conflicto entre religión y Estado que va a marcar casi toda nuestra historia. Pero, junto a todo esto, en el año de 1847 abre sus puertas en Banco de España, en 1848 entra en funcionamiento el primer ferrocarril español con la línea Barcelona-Mataró, y en 1869 tiene lugar el Congreso de la Federación Española de la primera Internacional de Trabajadores.

******

            El Discurso pronunciado por Julián Sanz del Río en la Universidad Central de Madrid, durante la solemne inauguración del octavo año académico de 1857-1858 representa, así las cosas, un hito muy importante en el deseo de modernización de España. Aprobada el 9 de septiembre de 1857 la famosa ley de Instrucción Pública con el fin de lograr la definitiva modernización y reforma de la enseñanza bajo la dirección de Claudio Moyano, ministro de Fomento, quien no hace sino retocar en proyecto de su antecesor en el cargo, Alonso Martínez, presentado en las Cortes en 1855 durante el bienio progresista, ley que responde a los intereses de la revolución liberal constituyendo su pilar esencial, y que por cierto irá a durar más de un siglo hasta la ley Villar de 1980, cuando todavía no ha pasado un mes desde su promulgación, el primero de octubre Sanz del Río, krausista, cuya doctrina sólo es conocida hasta entonces por un reducido grupo y que a partir de este discurso precisamente alcanzará eco social, pronuncia su lección inaugural en un acto presidido por Claudio Moyano.
            “En el siglo XVIII buen número de profesores universitarios tenían una remuneración menor a la de los trabajadores manuales: si no eran clérigos se veían obligados a buscar otra colocación para subvenir a sus necesidades, servidumbre de la que el profesorado no logrará librarse en todo el siglo XIX. En España en número de maestros “per cápita” era mayor que en cualquier país europeo, pero estaban miserablemente pagados. Así pues, nos encontramos con maestros que se ganan la vida además como carpinteros o guardabosques o escribiendo cartas para los vecinos analfabetos!  (Carr, R: España 1808-1939. Ed. Ariel, Barcelona, 1969).
            Y ¿cómo esperar la floración de un pueblo culto con una desatención tan absurda del profesorado? Según la Reforma General de Estudios de 1771 del 11 de julio se otorgaba la facultad de enseñanza al que cumpliera los siguientes requisitos:

ü  Estar instruido en doctrina cristiana. Certificado del ordinario eclesiástico.
ü  Buena conducta en su vida y costumbres; no existir en su familia ninguna sospecha de falta ni escándalo alguno.
ü  Saber leer, escribir y contar.
ü  Certificado por parte de la Hermandad de San Casiano tras comprobar todo ello mediante examen o pruebas pertinentes.
(Capitán, A: Los catecismos políticos en España (1808-1822). Un intento de educación política del pueblo. Caja General de Ahorros y Monte de Piedad. Granada, 1978, pp. 10-11).

            Prestemos atención al juicio del regeneracionista y librepensador Tomás Giménez Valdivieso:

Con ese desdén con que miran la instrucción las personas que carecen de cultura, así se ha mirado siempre en España la enseñanza, y ni el gobierno, ni ayuntamientos, ni vecinos, ni nadie, se ha ocupado de construir escuelas. Estas son hoy lo mismo que hace dos siglos. Los que hayan visto las escuelas moras y judías de Tánger, o de cualquier otra población de Marruecos tendrán una idea muy aproximada de lo que son las escuelas de la mayor parte de los pueblos españoles. Locales sin luz y sin ventilación, donde los niños pierden en su desarrollo físico lo que pueden ganar en desarrollo intelectual; cuatro bancos desvencijados, una plataforma donde se coloca la mesa del maestro, con una imagen en el fondo. El material de enseñanza corre parejo con el edificio. Las escuelas de las ciudades son un poco mejores, pero un poco nada más. Los niños pasan la mitad de las horas con rezos y lección de catecismo y de historia sagrada. Algunos aprenden a leer, pocos, muy pocos, a escribir. De las otras materias de enseñanza no aprenden nada, porque un solo maestro no puede enseñar a tanto niño, sobre todo cuando las faltas se asistencia son muy numerosas. Los niños van a la escuela para no estorbar en casa que para aprender algo. Por eso son tan frecuentes los analfabetos…
            En España las bibliotecas populares son contadísimas, muy raras; los Ateneos científicos muy pocos y exceptuando el de Madrid los demás con escasa vida, sin bibliotecas nutridas, sin gabinetes, sin laboratorios, algunos de ciudades de primer orden viviendo de milagro con dos docenas de socios. La tirada de los periódicos es escasa, y el que se arriesga a escribir un libro, excepción hecha de dos o tres literatos de gran renombre, no sólo no obtiene ganancia, sino que no gana bastante para pagar la impresión…
            Los españoles viajan muy poco por el extranjero; difícilmente tropezaís con un español en algún punto distante de España, y los estudiantes españoles que asisten a las universidades extranjeras son tan pocos, que parece hallarse vigente aquella pragmática que, dicho sea de paso, ha sido una de las principales causas que han contribuido al atraso de España. En los presupuestos del Estado se consignan algunas cantidades con objeto de subvencionar viajes científicos, pero –como todas las cosas de España- esas subvenciones se dan a los amigos políticos para que hagan excursiones de placer”. (El atraso de España. Fundación Banco Exterior, Madrid, 1989, pp. 131-132).

LA ESPAÑA POLÍTICA

Y si lo anterior se refiere al ámbito cultural ¿qué pensar de la esfera social y política de nuestro pueblo?
            Pueblo inundado por la corrupción, Pereza generalizada, Saqueo de los fondos estatales, Impunidad, Enchufismo, Papeleo, Caciquismo.
            Sin que sea hacer demagogia, a la hora de la verdad poco ha notado el pueblo bajo las diferencias entre izquierdas y derechas, pues por un lado gobernantes de uno y otro tienden a disfrutar una misma inmoralidad pública, y por otro lado los pobres más pobres suelen padecerla en mayor grado en su forma de brutal presión burocrática y parasitaria.

Tocante a la administración general, nos encontramos en definitiva con estos tres términos del problema insoluble:
1.      Un país pobre, famélico, sin energía, de escaso nivel medio intelectual, acostumbrado a pedirlo todo del Poder central, y sin recursos suficientes para que este último atienda y remedie todas sus necesidades y necedades.
2.      Gobiernos de escasa fuerza para oponerse a los excesos que el país solicita, y no concederle más que en lo que justicia le corresponde y conviene.
3.      Un armatoste que es demasiado peso para el país y demasiadas complicaciones para el gobierno” (Op. cit., pp. 259-260)



LA ESPAÑA PATRIÓTICA

En España el atraso socioeconómico ha ido habitualmente acompañado de una crispada polarización ideológica; izquierdas y derechas hispánicas han proporcionado al mundo un triste y frecuente pelear de gallos más verbal que realmente enemistados entre sí. Por pertenecer casi siempre al mismo corral d las clases poseedoras, mientras el pueblo entra en el emocional juego de los gallitos, vituperando a todos, tras desoir aquel sabio consejo de don Juan Valera:

no se remedian los males de la patria infamando en masa a cuantos, por suerte o por mayor capacidad, toca regir sus negocios” De la perversión moral de la España de nuestros días. In Obras, III, Madrid, 1947, pp. 1313)



Sea como fuere, siempre ha funcionado la polarización enantiomorfa izquierda-derecha por apelación al formato posicional o topográfico según el lugar que en el Parlamento ocupaban los grupos respecto del Presidente de la Cámara, ya fuera a la inglesa, donde el partido gubernamental se sienta desde 1730 a la derecha del speaker, ya a la francesa, según el uso que en la Asamblea nacional de 1789 ejercen los moderados, sentándose a la derecha del presidente, y los radicales a la izquierda.
            Más aún, la izquierda española no sólo ha venido siendo tradicionalmente internacionalista, sino además republicana, federal, socialista y laica, pues, como afirmará Alfonso Lasso de la Vega en 1914, “no hay que olvidar que para llegar a esta convivencia no basta ser y sentirse español; es preciso ser republicano; y no sólo republicano, sino federal; y no sólo federal, sino socialista; y no sólo socialista, sino partidario del laicismo y de la libertad” (Cfr. Ruiz Manjón, O: El Partido Republicano Radical (1908-1936). Ed. Tebas, Madrid, 1976, pp. 656-657).

El internacionalismo


            Además de eso, para aquellas izquierdas españolas las derechas pactan con el diablo; al contrario, para las derechas las izquierdas pertenecen a lo siniestro, y así lo manifiesta en una sesión del Congreso de los Diputados en 1871 el ministro de la Gobernación, don Francisco de Paula Candau: “ Creo que en estos momentos no hay más que dos caminos, no hay más que dos puertas; o con la Internacional o contra la Internacional; del lado de allá, los que están con la Internacional; del lado de acá, los que están con la sociedad en peligro: escoged” (aplausos en la derecha, murmullos en la izquierda, anota el diario de sesiones).
            Para bien o para mal, en España no hemos estado en el pasado casi nunca demasiado dispuestos a matizar apenas nada en esa habitual polarización nacionalismo(derechas)-internacionalismo(izquierdas), que sin embargo con el curso del tiempo se irá limando mucho en países tan vecinos pero tan remotamente distantes como Francia.
            En la España de 1931 se decía que la izquierda era republicana mientras que la derecha monárquica, pero dentro de la derechista CEDA se comenzará a transigir con la República; por el contrario, la izquierda española comenzará a transigir abiertamente con la monarquía desde 1978, fecha a partir de la cual la mayoría de la “izquierda” asume una constitución monárquica; y si a la derecha le ha sido consustancial su defensa del trono y del altar, hoy existe una derecha republicana en Francia, en Italia o en Alemania, pues la monarquía ha dejado de ser punto de referencia en las Constituciones republicanas. Por lo demás, ¿cómo explicar que los militantes izquierdistas del PCUS de antes de Gorbachov hayan devenido derechas (conservadoras) por continuar defendiendo el comunismo mientras que presumen de posiciones (revolucionarias), esto es, de favorables al cambio, aunque se trate de un cambio hacia el capitalismo neoliberal ruso?

El patriotismo

Para tener una somera idea de aquella polarización histórica de que estamos tratando con asomarse a alguno de los célebres Catecismos Civiles, breves compendios de las obligaciones del español, uno de los cuales se subtitula conocimiento práctico d su libertad y explicación de su enemigo. Muy útil en las actuales circunstancias, puesto en forma de diálogo (1808), repetidos por el pueblo llano con unción reverencial y cuasirreligiosa. Veamos el contenido de uno de ellos:

“Capítulo primero”
P. –Decid, niño, ¿cómo os llamaís?
R. –Español.
P. -¿Qué quiere decir español?
R. –Hombre de bien.
P. -¿Cuántas y cuáles son sus obligaciones?
R. –Tres, ser cristiano católico apostólico y romano, defender su religión, su patria y su ley, y morir antes de ser vencido.
P. -¿Quién es vuestro rey?
R. –Fernando VII.
P. -¿Con qué amor debe ser obedecido?
R. –Con el amor que lo han hecho acreedor sus virtudes y desgracias.
P. -¿Quién es el enemigo de nuestra felicidad?
R. –El emperador de los franceses.
P. -¿Y quién es este hombre?
R. –Un nuevo señor infinitamente malo y codicioso, principio de todos los males y fin de todos los bienes; es el compendio y depósito de todos los vicios y maldades…

“Capítulo segundo”
P. -¿Quiénes son los franceses?
R. –Los antiguos cristianos y los herejes nuevos.
P. -¿Quién los ha conducido a esta esclavitud?
R. –La falsa filosofía y la libertad de sus perversas costumbres.
P. -¿Para qué sirven a este señor?
R. –Los unos para aumentar su altanería; los otros, como instrumento para su iniquidad; y los demás, para exterminio del género humano…
P. -¿Qué dignidad tiene el hombre por ser español?
R. –La de pertenecer a una gran nación, envidiada siempre por los demás, que en otros tiempos fue la maestra del mundo y el terror de los romanos, y en este siglo ha sido por su constancia el principio de la libertad de Europa, la que ha sostenido la dignidad de su nombre, y la que ha dado a todos lecciones del más acendrado heroísmo y fidelidad.
P. -¿Qué fuera de nosotros si las Cortes no nos hubieran dado la Constitución?
R. –Quedáramos enemigos de la humanidad y de nosotros mismos, esclavos de Napoleón, que es poco menos que el demonio, desterrados del mapa de la Europa para siempre, y cuando cometiésemos el más pequeño delito, condenados al último suplicio, y después de él, si Dios no usa de misericordia con nosotros, destinados también por nuestras culpas al infierno”. (Breve catecismo político-español-constitucional. In “El Duende de los Cafés”, pp. 1161 y 1170, 8 y 10 de abril de 1814).

Esta España de falsos patriotismos se mantiene constante durante todo el siglo XIX y aún en buena parte del XX. He aquí como lo relata Lucas Mallada en 1890: “Que digan a la capital de provincia o a la cabeza de partido más insignificante que, en nombre de las economías, se suprime su capitalidad; que digan a un lugarón cualquiera que su Universidad o Capitanía general o su Audiencia, o su Obispado, o su Academia van a desaparecer. Ya veréis demostrado con toda evidencia que en España todos queremos vivir a expensas de los demás; ya veréis qué pronto el patriotismo se localiza. Pero ¿qié clase de patriotismo es éste? ¿es verdadero patriotismo?
            Que se trate por el contrario, de crear en provincias uno o varios de esos centros burocráticos que tanto abundan. Ninguna ciudad, ningún villorrio se juzgarían indignos. Todos los solicitarán afanosos, todos pondrán en juego las máximas intrigas; y como todos queremos vivir a expensas de los demás, ya veréis obligado al Gobierno a otorgar la preferencia a los menos merecedores. Pero ¿qué clase de patriotismo es éste? ¿es verdadero patriotismo?
            Que se anuncie una nueva distribución de fuerzas militares. Ya veréis los que antes más alborotaban contra el militarismo cómo piden, cómo reclaman aumento de guarnición, o algún destacamento para sus pueblos. ¿Por ser puntos estratégicos? ¿por robustecer el orden público?¡nada de eso! ¿por alquilar su casas desalojadas, por animar sus mercados desiertos, por diversión y solaz de sus jóvenes casaderas!
            ¿No veis con cuánto afán se solicitan puestos en la administración pública por exclusivo medro personal, haciendo alarde con el mayor cinismo de vivir sobre el país? En todo negocio que represente intereses del Estado, ¿no veis sobradas pretensiones, sobrados abusos? Hasta en las mismas corporaciones oficiales, ¿no veis, por sistema, anteponer las conveniencias de grupo a las de la Hacienda nacional?
            Mientras España se desangra y pierde sus energías en todos los terrenos, las concentra a la sazón en sus descargas de violencia mental, verbal, y en ocasiones también física, pues para ser un buen patriota parece obligado hallarse en permanente excitación adversativa, en la triste dialéctica de los puños y las pistolas. Así que donde hay un patriotismo exacerbado hay una ulceración que pide cauterio…
            En 1889 Vázquez de Mella, escribe un artículo titulado La persecución religiosa, el cual dice así:
            “No queremos decir con esto, ¡Dios nos libre!, que se haya de prescindir de la propaganda en las luchas con la revolución. Antes bien, debe extenderse todo lo posible y emplear todos los medios legales que nos proporciona el liberalismo, pero sin perder de vista que la revolución es la fuerza, que ésta no se destruye sólo con el poder de las ideas, sino con el de los brazos”.
            De aquí la necesidad d difundir la verdad y apercibirse para toda clase de combates, organizándose no sólo en cofradías, sino también en falanges poderosas que puedan en momentos supremos hacer temblar a la revolución, y aún derribarla y darla muerte.
            De donde se sigue que todos los que en mayor o menor grado tratan de restar fuerzas y amenguar el vigor de la Comunidad Tradicionalista trabajan contra el único núcleo social que puede oponer resistencia armada a los desmanes revolucionarios, contra la restauración católica” (Obras, V. Ed. Voluntad, Madrid, 1931, pp. 61-62).
            En el mismo estilo, y haciendo de cada convicción una arenga de combate, manifiesta Vázquez de Mella en su Ideario:
            “Si la patria es una unidad religiosa y moral que junta en íntima hermandad las almas, y ata con la divina lazada de la creencia y tradición común la serie de las generaciones, y cubre con amor de madre bajo los pliegues de su manto a un pueblo que teje como una guirnalda su historia para coronarla, entonces una voz augusta y solemne como el clamor de una raza saldrá de los templos y de los hogares y de los sepulcros de los antepasados gritando con el acento imperioso del deber y el dulce de un sentimiento maternal: ¡Ven a morir por la patria! ¡Dios lo quiere!(Obras, IV. Ed. Voluntad, Madrid, 1931, p. 60).
            Lo mismo que son más papistas que el Papa y que cuestionan todo papado a su juicio insuficientemente tradicionalista, lo mismo también, para todos los miembros de la Comunidad Tradicionalista, la Monarquía resulta una pieza central, siempre que dicha Monarquía sea lo suficientemente a su gusto.
            En fin, patria, patria, patria: “Así acabaremos con esa apoteosis absurda del Estado central que mata la sociedad anulando los derechos de la jerarquía de personas que la forman; y no caeremos en la aberración corriente de confundirle con la nación y atribuirle la omnisciencia cuando, mirado en los sujetos en que desgraciadamente suele personificarse, no pasa de ser una tertulia de caciques, más arrogantes y verbosos pero ni moral ni intelectualmente superiores a los demás individuos” (Obras, V, Ed. Voluntad, Madrid, 1931, p. 345).
            En resumen, he aquí, en fin, las palabras de Tomás Giménez Valdivieso, escritas ya en el año de 1909:
            Circula impreso un Compendio de la doctrina catalanista, premiado en un concurso que abrió el Centro catalán de Sabadell, donde se lee lo siguiente:

P. -¿Cuál es el deber político más fundamental?
R. – Estimar a la patria.
P. -¿Cuál es la patria de los catalanes?
R. –Cataluña.
P. -¿Tiene algún fundamento la distinción entre patria pequeña y patria grande?
R. –Ninguno; el hombre tiene una sola patria, como tiene un solo padre y una sola familia. Lo que generalmente se llama patria grande no es más que el Estado compuesto por varias agrupaciones sociales que tienen la condición de verdaderas patrias…
P. -¿Cómo debe ponerse término a esta imposición afrentosa para nosotros?
R. –Estableciendo que todos los cargos públicos de Cataluña sean desempeñados por catalanes.
Es decir, que los catalanes no son españoles; su patria no es España, no tiene nada que ver con ésta” (El atraso de España cit. Pp. 63-64).


-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Domínguez Ortiz, A: Sociedad y Estado en el siglo XVIII español, Ed. Ariel, Barcelona, 1976.

Anes, G: El Antiguo Régimen: los Borbones. Alianza Ed. Madrid, 1975.

Sarrailh, J: La España Ilustrada en la segunda mitad del XVIII. FCE. Madrid, 1957.

Pérez, Ma. Julita: El pensamiento de Clavijo y Fajardo. Universidad Complutense. Madrid, 1979.

Elorza, A: La ideología liberal en la Ilustración española. Ed. Tecnos. Madrid, 1970.

Enciso, L y M y Almuiña, C: “La Prensa” en La Ilustración. Claroscuro de un siglo maldito. Historia 16. Madrid, Dic. 1978.

Guinard, P: La presse espagnole de 1737 a 1791. Formation et signification d´un genre. Centro de Recherches Hispaniques, Institut d´Etudes Hispaniques. París, 1973.

Espinosa, A: Don José Clavijo y Fajardo. Cabildo Insular de Canarias. Las Palmas de Gran Canaria, 1970.

Fundación Banco Exterior, Madrid, 1988.

Antoine de Saint-Exupery: Un sentido a la vida. Visiones de España 1936-1938, Círculo de Lextores, Barcelona, 1995.

Carr, R: España 1808-1939. Ed. Ariel, Barcelona, 1969.

Capitán, A: Los catolicismos políticos en España (1808-1822). Un intento de educación política del pueblo. Caja General de Ahorros y Monte de Piedad, Granada, 1978.

Giménez Valdivieso, Tomás: El atraso de España. Fundación Banco Exterior, Madrid, 1989.

Valera, Juan: De la perversión moral de la España de nuestros días. Obras, Madrid, 1947.

Ruiz Manjón, O: El Partido Republicano Liberal (1908-1936). Ed. Tebas, Madrid, 1976.

Catecismos Civiles, “Breve catecismo político-español-constitucional” en El Duende de los Cafés, 8 y 10 de abril de 1814.

Díaz, Carlos. España, Canto y Llanto (Historia del Movimiento Obrero con la Iglesia la fondo), Madrid, Acción Cultural Cristiana, núm. 26, 1996.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

  ¿Quiénes son los fascistas? Entrevista a Emilio Gentile   En un contexto político internacional en el que emergen extremas der...