LA
CAPILLA DE MÚSICA DE LA CATEDRAL DE SEVILLA
EN EL PERÍODO BARROCO
En España, el período
barroco se inició en los comienzos del siglo XVII y se extendió hasta los
finales del siglo XVIII,1 aunque es verdad que desde poco antes de la segunda
mitad de este siglo se apreció una etapa de transición hacia el clasicismo: un
período intermedio en el que convivieron varias técnicas y recursos
compositivos tradicionales con otros progresistas y abiertos a nuevas
tendencias.2
Sevilla
fue una de las ciudades más prósperas en los siglos XVI y XVII debido a su
comercio con América, y todavía siguió conservando su esplendor en el siglo
XVIII, a lo cual contribuyó el hecho de convertirse en una ciudad cortesana
durante la estancia de Felipe V que duró casi cuatro años (1729-1733).3 No olvidemos
también que Sevilla, a mediados del siglo XVIII, contó con más instituciones
religiosas y población dedicada al culto que Madrid; y de entre sus más de
doscientos cincuenta centros religiosos su inmensa catedral siguió ocupando,
sin duda alguna, el lugar más destacado. La catedral de Sevilla siguió
manteniendo durante el período Barroco la infraestructura musical más
importante y estable de la ciudad, y con una dotación de medios superior a
muchas de las catedrales españolas de la época.
El
culto solemne de la seo hispalense se articuló musicalmente en torno a tres
grandes géneros a lo largo de la historia: el canto gregoriano o canto llano,
la polifonía o canto de órgano y la música instrumental. El canto llano era el
más común e imprescindible en toda celebración solemne,4 mientras que la
polifonía y la música instrumental, tanto del órgano como de los ministriles,
servía para solemnizar, aún más, algunos momentos o secciones dentro de la
liturgia de la Misa y del Oficio; aparte de las procesiones que durante siglos
fueron frecuentes y numerosas, y en las que la capilla de música y los
ministriles desempeñaban un papel muy importante.
Es
cierto que el barroco musical llegó a la catedral de Sevilla con fray Francisco
de Santiago (1617-1644). Pero ya a finales de 1570, comenzamos a descubrir en
la obra de Guerrero algunas características que preludiaban ese cambio hacia la
nueva estética. En efecto, algunos de sus motetes manuscritos o publicados en
1589 y 1597, como es el caso de O clemens, a trece voces, de Duo seraphim, a
doce, o incluso algunos de sus motetes a ocho voces, nos muestran algunos
rasgos de aquel estilo policoral que llegó a ser fundamental en el siglo
siguiente y se convirtió en una de las características esenciales del primer
período barroco. Lo mismo ocurre con Alonso Lobo, del que sabemos bastante poco
como compositor en la etapa de su estancia en la catedral hispalense
(1604-1617), de sus posibles ensayos policorales e innovaciones, conforme a la
nueva práctica, en sus obras escritas tanto en lengua romance como en latín,
aunque de ello dan razón algunos documentos literarios.5
Finalmente,
la catedral de Sevilla entró de lleno en la seconda prattica de la mano de
Francisco de Santiago. Este franciscano portugués, bien conocido del cabildo
hispalense, pues había pasado ya algún tiempo en Sevilla, llegado ahora, desde
su convento de Madrid, para ocuparse del cargo de maestro de capilla tras la
vacante producida por Alonso Lobo (en 1616). Aquí permaneció hasta su muerte
(en 1645), y sabemos que fue un compositor muy prolífico en obras escritas en
lengua romance.6
Características
del Barroco
El Barroco supone la
ruptura de la unidad estilística del Renacimiento,7 añadiéndose además ciertas
novedades de escritura, de forma, técnica y estilo. Una de las ideas
conductoras fue la preocupación por el contraste tímbrico en el conjunto de las
voces, lo que influyó en la elección de los coros, las voces que los componían
y su situación dentro del espacio del templo. Además, de la multiplicación de
los coros, sobre todo del uso del doble y triple coro, se asienta el bajo
continuo, llamado en España “bajo general” y “acompañamiento general”, y el
cultivo de la melodía o “melodía acompañada” que mima el lucimiento y cierto
efectismo en los solos de la partitura.
Del
estilo de composición que podríamos denominar “internacional”, típico de la
segunda mitad del siglo XVI, se dio paso a la creación de un estilo barroco
español con características propias.8 Formas como el villancico contribuyen a
ello; hecho que se constata en la catedral de Sevilla hasta el magisterio de
Diego José de Salazar (1685-1709). Su sucesor, Gaspar de Úbeda (1710-1724)
presta ya, en cambio, un estilo en el que la influencia de la música italiana
es mucho más evidente. Así continuó su sucesor Pedro Rabassa (1724- 1757),
sobre todo en sus obras en lengua vernácula.9
El
siglo XVII inaugura la etapa del Barroco que se prolonga hasta prácticamente
hasta la mitad del XVIII. A medida que fue avanzando el siglo XVII, las
celebraciones de las festividades se fueron haciendo más solemnes, la música
más compleja, las capillas de música y de ministriles aumentando, y el estilo
transformándose y caminando hacia el “bel-canto” italiano de finales del siglo
XVII; ahora, los instrumentos tuvieron un papel cada vez más importante, hasta
fusionarse completamente con la música vocal e instrumental dentro de una misma
composición.10
Los
compositores de música religiosa en España durante el siglo XVIII utilizaron la
policoralidad, un recurso frecuente en las obras españolas casi hasta finales
del siglo XVIII, aunque la escritura policoral comenzó a duplicar los coros,
creando una “falsa policoralidad”, con una intención expresiva y estética a
partir de aproximadamente 1740.11 En segundo lugar, encontramos también en la
música barroca española una reminiscencia modal, visible en la utilización de
giros modales y en la ausencia de alguna alteración en la armadura, como
ocurre, por ejemplo, en la obra de Pedro Rabassa; algo que sigue observándose a
lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, e incluso en el siglo XIX. Y en
tercer lugar, la incorporación de formas consideradas de importación italiana
(recitado y aria), especialmente en los géneros con texto en castellano
(cantada, tono y villancico); una incorporación de las formas italianas del
recitado y del aria a las obras, sobre todo en castellano, que ocurrió también
en la música del resto de Europa.
Con
la llegada de la segunda mitad del siglo XVIII comenzó a abrirse paso al “pre
clasicismo” o estilo “galante” de la melodía acompañada, que desembocó en el
“italianismo” y romanticismo de nuestra música.12 Además, se produjo un cambio
de plantilla orquestal; de hecho, la introducción de la familia de los violines
en la orquesta de la catedral de Sevilla tuvo lugar durante el magisterio de
Gaspar de Úbeda (1710-1724), desplazando éstos nuevos instrumentos a las
cornetas, chirimías, sacabuches y otros instrumentos que hallamos en las
partituras del período precedente.
La
policoralidad
La
ruptura con el estilo del XVI es clara en la composición de obras policorales;
y aparte de la razón estética de “llenar” sonoramente los espacios del templo,
existe también la intención de crear polos de atracción sonora, mediante la
intervención de 8, 12, 16 y más voces. Los compositores del Barroco tenían
verdadera pasión por el doble y el triple coro, aunque lo normal era recurrir
al doble coro; sólo en casos especiales se usaban tres o más coros, y a partir
de finales del siglo XVII, se estandarizó el uso del doble coro a ocho voces,
perdiendo frecuentemente el primero de ellos sus connotaciones especiales.13
Además,
se intentaba alcanzar la multiplicación de coros con el menor número de voces,
por lo cual nos encontramos con una rica variedad de los conjuntos, teniendo en
cuenta que con el mismo número de voces se pueden conseguir coros muy
distintos. De aquí se deduce que el número de voces empleadas en una obra no
indica el número de coros, ni nos proporciona una idea clara sobre ella.
La
policoralidad apareció en España por evolución, sin que fuera importada desde
fuera, y se inició a finales del siglo XVI,14 afianzándose en los comienzos del
siglo XVII. En Sevilla, la seconda prattica, y con ella la policoralidad, se
establecieron definitivamente en la catedral bajo el magisterio de Francisco de
Santiago (1617- 1644), tal como se advierte en las obras del archivo musical de
nuestra catedral y hemos afirmado más arriba.15
En
el siglo XVII, la policoralidad más espectacular se reservó para la composición
de los salmos, más que para los motetes y las misas, hasta el punto de ahora
que son raros los salmos construidos únicamente a cuatro voces. La mayor parte
de ellos fueron compuestos entre 8 y 12 voces, e incluso, en algunos casos
hasta al menos dieciséis. Esto sucedió, sobre todo en el salmo Dixit Dominus y
los Magníficats, a causa del lugar y frecuencia de su uso en las Vísperas, en
el primer caso, y de la funcionalidad y solemnidad que adoptaba el Magníficat
en las Vísperas solemnes por ser el cántico con el que se terminaban éstas.
También la Misa fue muy propicia para el despliegue policoral, pero en menor
grado que los salmos.16
La
textura empleada fue la homofónica de acordes verticales, con frecuentes
pasajes en contrapunto imitativo, al menos en algunas voces, y con carácter
solista en la voz o voces del primer coro que formaba el conjunto de los
solistas, a semejanza del “concertino” en el concerto grosso. 17 Suele ocurrir
que cuando los coros cantan juntos, suele ser grande la maraña de las voces,
pues el ámbito vocal resulta estrecho, y por ese cauce tienen que fluir todas
las voces sin cometer errores técnicos y estilísticos; algo que resulta
difícil.
La
composición normal de los motetes era la de ocho voces, en dos coros, aunque
también era la composición a seis y siete voces divididas en dos coros, o bien
nueve en tres coros; pero resultaban raros los motetes compuestos a diez y doce
voces divididas en tres coros, y lo mismo los de dos y tres voces.
Disposición
de los coros y plantilla coral
Las
obras a cuatro, cinco y seis voces, sobre todo las escritas en los libros de
facistol, siguieron componiéndose generalmente dentro del tratamiento
estilístico y técnico de la antica prattica; sin embargo, la música "a
papeles" solía escribirse conforme a las normas de la moderna prattica y
presentaba una mayor riqueza y variedad en las plantillas de voces e
instrumentos. En general, puede decirse que los compositores del Barroco
recurrían, en la mayor parte de sus obras, a las ocho voces distribuidas en
doble coro, más el “acompañamiento general” o continuo realizado ordinariamente
por el órgano.
Para
que podamos hablar verdaderamente de obras policorales, debe existir una
disposición de las voces en dos o más coros, y su colocación dispersa en el
espacio. Las voces de la capilla, agrupadas en varios coros de a cuatro (y a
veces menos), aunque podían presentar una distribución muy variada dentro del
espacio del templo: por sus naves, en tribunas de los órganos, en el
presbiterio, en los púlpitos y en el coro; estos grupos de cantores dialogaban
entre sí unas veces y otras cantaban unidos conjuntamente, sobre todo el
segundo y tercer coro, cuando la obra era a tres coros, con objeto de conseguir
una especie de estereofonía y de impresionar al oyente. Así se explica que
prácticamente todas las catedrales se preocuparan por tener dos órganos,
colocados uno enfrente del otro.
La
plantilla vocal, tanto en las obras latinas como en las de lengua vernácula,
era bastante variada, y constaba de uno a cuatro coros. Pero las agrupaciones
más comunes y típicas de la música policoral española del período barroco
fueron las compuestas a 8 y 12 voces, distribuidas en dos y tres coros,
respectivamente, de los que el primero recibía un tratamiento distinto;18 por
lo general constaba de solistas y estaba formado por voces agudas (Tiple I,
Tiple II, Contralto y Tenor). Además, éste se colocaba en un lugar bastante
separado respecto de los otros coros (de ordinario junto al maestro de capilla)
y solía acompañarlo el arpa; el segundo y tercer coro, estaban formados por el
cuarteto clásico (Tiple, Contralto, Tenor y Bajo), y se situaban normalmente en
las tribunas de los órganos, que se encargaban de acompañar a sus respectivos
coros, o bien lo hacían el bajón o el violón que reforzaban la voz de los
bajos.19
Pero
existían también otros comportamientos corales, como el caso frecuente de la
triple combinación, formada por un solista más dos coros, por ejemplo, con la
misma disposición de la formada por doble coro; esto es, coro de solistas en registro
agudo más cuarteto con las cuatro cuerdas clásicas (TpCTB). Y además, solían
añadirse un par de instrumentos, al menos, para realizar el “acompañamiento
general”; por ejemplo, el órgano para el bajo cifrado y el bajón o violón que
doblaba la voz del bajo y realiza el bajo “continuo” en sentido propio.
En
Sevilla, el primer coro o “coro pequeño” de solistas se colocaba en la tribuna
del órgano, hasta la segunda mitad del XVIII, mientras que el segundo coro,
situado junto a la verja del coro, se reservaba el cuarteto clásico de voces
(Tiple, Contralto, Tenor y Bajo) y constituía el “coro grande” (de manera
semejante al grosso del concerto grosso), y al menos estaba formado por dos o
tres cantores por cuerda; tal como se deduce del número del partichelas que
suelen encontrarse en el archivo de música de la catedral.20 Ésta es la
agrupación más frecuente, por ejemplo, en las obras de Alonso Xuárez
(1675-1684). 21
Durante
la segunda mitad del siglo XVIII, fue común el empleo de lo que podemos
denominar falsa policoralidad en las obras los compositores españoles, tal como
hemos advertido ya;22 esto es, la duplicación de los coros, especialmente del
segundo y tercero resultando así obras que, aunque estaban escritas a dos o
tres coros, se interpretaban tres o más coros.23 En tal caso, y desde el punto
de vista de la partitura musical, se trataba realmente de un solo coro, aunque
dividido artificialmente en dos, que podían establecerse en sitios diferentes
dentro del tempo; pero la música que cantan ambos grupos corales era la misma.
Por esta razón, el número real de las voces de una composición policoral puede
ser distinto del número de partichelas existentes o del que se puede leer en el
título de la obra. Tal ocurre en el Alabado de Juan Sanz, cuyas partichelas
dicen: Alabado sea a 11, a tres coros (TpTpT / TpATB / TpATB) y acompañamientos
(uno para el 2º coro; otro cifrado para el 3º en el “órgano pequeño”; otro
igual al anterior (duplicado) para el “órgano grande”; otro “acompañamiento
general” para clavicémbalo; y otro “para la mano”, que sabemos que estaba
destinado al director). Este Alabado parece que es a cuatro coros, cuando la
verdad es que es a tres, ya que el tercero se halla duplicado; esto es, dos
juegos de partichelas llevan las misma música, con la única diferencia de que
en uno de esos juegos se dice: "al órgano grande", mientras que en el
otro se lee: "al órgano pequeño". Estas advertencias se refieren a
las tribunas de los dos órganos del coro, dispuestos uno frente al otro, e
indican una disposición policoral del tercer coro, teniendo en cuenta que, al
contrario de lo que podríamos pensar, la disposición policoral no enfrenta un
coro con otro, sino que, en este caso y en otros, lo que se propone el autor es
una repartición de la misma música en el espacio, de ahí la disección en dos
grupos corales.24
En
el archivo de música de la catedral de Sevilla existen únicamente dos obras del
siglo XVII, en latín, a triple coro: el Alabado de Juan Sanz y el salmo Dixit
Dominus de Salazar que incluye un coro de instrumentos. Todas las demás obras
que han llegado a nosotros son, como mucho, a dos coros; esto es, a doble
coro;25 por tanto, no nos debe extrañar que, en muchas de ellas, esto sea una
falacia, ya que musicalmente hablando se trata de uno solo, pero divididos los
componentes de cada voz en dos mitades y colocados en dos lugares distintos de
la catedral.
En
Sevilla, siguió siendo habitual durante el siglo XVII que los ministriles se
situaran en una tribuna superior del órgano u otra distinta, cuando tocaban
ellos solos o cuando formaban uno de los coros de las obras policorales;
comportamiento que era bastante frecuente. Esta colocación de la orquesta y uno
de los coros de la capilla en las tribunas de los órganos cambió a medida que
fue avanzando la segunda parte del siglo XVIII. En verdad, no estamos ante un
simple cambio de lugar, sino ante el resultado de una exigencia urgida por la
transformación de la misma práctica musical respecto del siglo XVII y, como
consecuencia, del tipo diverso de música y de instrumentos que ahora se
empleaban; esto es, la nueva colocación de la orquesta, durante sus
intervenciones con la capilla vocal, se presentó de manera correlativa al
cambio que experimentaron la composición y la orquesta en este nuevo período. Por
eso el maestro Ripa (1768-†1795), y sobre todo Domingo Arquimbau (1790-†1829),
insistieron en que la orquesta se colocara abajo, en el coro, y no en la
tribuna de los órganos, como venía haciéndose hasta entonces.26
Las
composiciones de Xuárez y Salazar son muy ricas en lo que a plantilla se
refiere, pudiendo encontrar en sus obras a doble coro combinaciones variadas:
un coro para voces y otro para instrumentos, o bien un solista e instrumentos
en un coro y voces en el otro, o dos coros vocales, etc. En las obras a tres
coros, más escasas en el archivo hispalense, como hemos dicho anteriormente,
también podemos encontrar diferentes combinaciones: un coro para instrumentos y
dos para voces, o bien un solista y doble coro, o dos solistas y dos coros de
voces, etc.
La
interpretación
El
repertorio que se interpretaba en la catedral de Sevilla durante el Barroco era
principalmente el canto llano y el canto de órgano con acompañamiento
instrumental. Y al menos en 1724 sabemos que se interpretó alguna pieza de música
instrumental en el ofertorio de la Misa, y es probable que la música puramente
instrumental tuviera un mayor peso en la vida diaria de la catedral hispalense
que lo que muestra la documentación.
En
general, los documentos que van del siglo XVII a los comienzos del siglo XX,
distinguen dos grandes grupos de composiciones, dentro del repertorio
polifónico confiado a la capilla de música: uno que se canta “al facistol” o
“por el libro” y otro que se interpreta “a papeles” o con partichelas. Esta
doble clasificación, de orden práctico, para todo el repertorio de la capilla,
tenía en cuenta no sólo la interpretación, sino también el modo en que el
compositor había concebido su obra formal, técnica y estilísticamente, y la
había plasmado en los diferentes soportes: en libros grandes de polifonía o de
facistol, o bien en partichelas o papeles sueltos, cada uno con una voz o
cuerda distinta. Lo cierto es que, durante el período barroco, la polifonía de
la catedral de Sevilla se interpretaba esencialmente siguiendo los esquemas
fundamentales siguientes:
1)
La capilla de música interpretaba unas veces el repertorio polifónico
tradicional a cuatro, cinco o seis voces, recogido en los libros de facistol.
En este caso, los cantores de la capilla “cantaban por el libro”, para lo cual
se aglutinaban entorno al gran facistol, mirando hacia el altar; tal y como se
había venido haciendo tradicionalmente en el siglo XVI y primer tercio del
XVII. Se sumaba a los cantores el bajón, que reforzaba la voz del bajo,
siguiendo la costumbre desde finales del XVI, y en ciertas circunstancias se
sumaba algún otro instrumento a alguna de las voces o todos los instrumentos de
la capilla de ministriles.
2)
Otras veces, los intérpretes empleaban “papeles” o partichelas. Las obras con
dos coros de voces se comportaban de manera similar al concerto grosso barroco:
uno estaba formado por los solistas (al modo del concertino) y se colocaba en
la tribuna del órgano del evangelio (a la izquierda: lado del coro del
Arcediano), y el otro coro, que era el grande o más numeroso (al modo del
grosso), se colocaba delante del facistol o cerca de la reja de entrada al coro
de la catedral; al frente de este “coro grande” se colocaba el maestro de
capilla.
3)
También existían combinaciones policorales de tres coros vocales, cuatro o más,
que podían estar formadas incluso por un solista, dos, tres o coritos de cuatro
voces. Y en tales casos, se distribuían entre el presbiterio, los púlpitos u
otros lugares del espacio de la catedral. Pero se trataba entonces de
celebraciones especiales muy solemnes y “características”, a las que asistía un
nutrido grupo de fieles curiosos y expectantes, pero no solía hacerse esto en
celebraciones que podríamos denominar “ordinarias” y normales.
4)
El grupo de ministriles formaba un coro distinto, cuando intervenían como grupo
instrumental; no en casos en los que su función era la de acompañar, como hemos
dicho en el número uno. De manera que si existían dos coros vocales, los
instrumentos constituían un tercer coro, generalmente colocados en la tribuna
de los órganos; y esta obra a tres coros, la dirigía también el maestro de
capilla.
En
las Vísperas solemnes hallamos un ejemplo muy ilustrativo de convivencia y
amalgama de técnicas y estilos en la composición de las piezas y en su
interpretación. Así, en las fiestas menores solía cantarse “a música” o “por el
libro” el primer salmo, y los cuatro restantes en canto llano. En las fiestas
más solemnes, se podía cantar el primero “a papeles”, mientras el tercero se
hacía “a facistol” o “por el libro”, por ejemplo, el quinto en fabordón, y los
otros dos en canto llano.30 Lo mismo ocurre en la Misa, en la que encontramos
misas a cuatro voces, de manera excepcional, pues solían componerse a ocho y
continuo generalmente para cada uno de los coros, además de encontrarnos con
frecuencia un grupo de instrumentos formando un coro, sobre todo en las misas
compuestas a más de ocho voces.
En
todas las composiciones de este período son frecuentes las secciones solistas
de gran virtuosismo y más o menos cercanos a la técnica y estilo del bel-canto,
que alternan con otras cantadas por coros solemnes, macizos y en acordes
verticales y con pasajes de diseño contrapuntístico, sobre todo en el “Et in
carnatus est” del Credo.31
El
bajo continuo
El
continuo, denominado “acompañamiento general” en las partichelas de la música
“a papeles” de la catedral hispalense, se generalizó en esta época; una técnica
que, aunque es verdad que formó parte de la estética del Barroco, no sólo fue
muy común en los siglos XVII y XVIII, sino que llegó hasta entrado el siglo XIX
en nuestra catedral y, en algún tipo de música religiosa, hasta más tarde; de
hecho, Evaristo García Torres (1864-1902) todavía emplea el bajón en alguna de
sus obras, como es el caso de Conceptio tua, a cuatro voces y bajón.
Desde
finales del siglo XVI, se añadió a la capilla de música el bajón, o incluso el
violón, algo más tarde; ambos se encargaban de tañer la melodía del bajo y
reforzarla y, algo más tarde, ya en el siglo XVII, se integraron algunos otros
ministriles (cornetas, sacabuches, etc.) que tocaban sus instrumentos junto a
otras voces de la capilla. Así pues, al bajón que duplicaba la voz de los bajos
de la capilla, ya a la orden del día a finales del XVI, se añadió ahora el
“bajo general” realizado por el órgano (u otro instrumento armónico),32 muchas
veces cifrado (“bajo cifrado”) desde mediados del siglo XVII (hacia 1630-
1650), para sugerir los acordes que debían emplearse.33 En las obras religiosas
no se escribía el bajo continuo, pues el instrumento duplicaba simplemente la
melodía del bajo, pero sí se hacía en las obras a solo (tonadas y coplas).34 De
todos modos, el cifrado aparece escasamente en las obras españolas, limitándose
su empleo a aquellos lugares en los que aparece un paso imprevisible: una
resolución imprevista, una disonancia, una alteración forzada, etc.35
En
la catedral de Sevilla existen también otros “acompañamientos” cuando
intervienen dos o más coros, e incluso encontramos con frecuencia un “bajo para
la mano”, que empleaba el maestro de capilla como guión para “llevar el
compás”.36
En
las obras del siglo XVII, particularmente las de la segunda mitad del siglo,
fue corriente que cada coro (de las obras policorales) contara con su
acompañamiento. En las conservadas en la catedral de Sevilla, lo usual es que
aparezca un acompañamiento general, y un acompañamiento del segundo coro, pero
no solemos encontrar un acompañamiento para el primero.37 Sin embargo, hay
indicaciones en algunas partichelas que muestran una realidad distinta, como
sucede en los Responsorios in Parasceve a 6v de Francisco de Santiago, quien
divide el conjunto en dos coros de tres intérpretes cada uno, yendo el confiado
a las voces con acompañamiento que realiza el clave, mientras que el otro coro
está formado por instrumentos. En los responsorios a ocho voces, en cambio, se
indica que en el primer coro interviene el bajón, mientras que el segundo es
"de capilla"; es decir, para coro sin acompañamiento. Esto se aparta
de la práctica que encontramos en muchas otras obras en las que los
acompañamientos se aplican no al primero, sino al segundo coro.
Alrededor
de 1630, se introdujo el arpa en las catedrales españolas para efectuar el
continuo, y se extendió rápidamente por todas ellas, llegando hasta los
primeros años del siglo XVIII, pero en Sevilla fue poco usada y por poco
tiempo. Existían también otros instrumentos, principalmente el clave y el
claviórgano que acompañaban, sobre todo, las Lamentaciones de Semana Santa y
las chanzonetas y villancicos. Otros, como es el caso del archilaúd y
arpegione, eran menos utilizados, y en la música profana el acompañamiento se
asignaba ordinariamente la vihuela, a la guitarra, y algo menos al clavecín.
La
melodía acompañada
En
general, puede decirse que no se encuentran melodías solistas en la primera
mitad del siglo XVII. Es verdad que Guerrero emplea ya un solo de tiple en las
coplas de cinco de sus villanescas,38 pero como alternancia con el coro a
cinco; lo mismo hace Comes, en la tonada inicial y en las coplas de varias
obras. Pero aquí no se trata de un canto solista.
Entre
1640 y 1660 se operó un importante cambio en la concepción de la melodía en
España, advirtiéndose una clara tendencia al lucimiento del cantor solista;
esto parece tomar cuerpo hacia el 1681, si bien existen ciertos indicios ya a
finales del siglo precedente: línea melódica con saltos, ciertos rasgos de
carácter tonal, métrica sincopada frecuente, floreos, textura vertical, etc.39
La
“melodía acompañada”, o melodía barroca de contornos solísticos debió de
aparecer entre nosotros en el segundo cuarto del siglo XVII, y fue adquiriendo
mayor empuje y desarrollo a medida que fue avanzando el siglo XVII,
especialmente a mediados de siglo.40 Ahora, frente a la superposición de las
líneas melódicas del estilo imitativo del siglo XVI, aparecen una serie de
fórmulas, sobre todo a base de progresiones melódicas, y a la sucesión de los
intervalos melódicos de las voces, fue dominando más bien una concepción y
textura de carácter vertical, homofónica y acordal; realidad expresada en el
acompañamiento numerado o bajo cifrado. Este mismo estilo es el practicado en
el nuevo drama lírico italiano del XVII, y condujo al cultivo y embellecimiento
de la melodía, pasando del simple recitado a una concepción melódica
notablemente “expresiva” en el siglo XVIII.
De
manera que junto a los pasajes de carácter silábico, encontramos otros que
alternan con amplios melismas, adornos y ornamentos de diverso tipo. Un
comportamiento muy visible a mediados del siglo XVII, y más abundante en las
obras escritas en compás binario que eran generalmente las latinas que en las
ternarias que preferían el compás ternario, y más visible en los últimos
decenios del XVII y durante el siglo XVIII;41 sobre todo a partir de finales del
siglo XVIII en los villancicos, cantadas y tonos. Ahora, las secciones solistas
de carácter más o menos “arioso” y “recitativos fueron muy comunes, sobre todo
en las piezas en lengua romance: villancicos, cantadas, tonos, etc.
Uno
de los géneros en latín que más cultivó el virtuosismo del solista fueron las
Lamentaciones del Oficio de Maitines de Semana Santa. En los primeros años del
siglo XVII, se desarrolló la Lamentación ampliando sus voces y llenándose de
pasión y expresividad. Pero ahora nació también la Lamentación monódica de
carácter virtuoso, que también se usó en Francia y que parece que fue
introducida por Charpentier.42 Un estilo que alcanzó su máximo esplendor en el
siglo XVIII, pero que decayó en los últimos decenios del mismo.
Hasta
ahora, los instrumentos venían colocándose en la tribuna de los órganos, pero a
partir de esta época bajaron al coro y se situaron delante del facistol, cerca
de la verja de entrada al coro de la catedral hispalense. Estamos ya en la
época de Ripa y Arquimbau, que representan el nuevo comportamiento formado por
el solista y el doble coro, pero dentro una perspectiva estilística más
moderna, aunque se vislumbraba ya, hacía mucho tiempo, en obras como Conceptio
tua de Francisco de Santiago, para solista y doble coro; una obra que resultaba
moderna para su época.
Hay
un hecho, ahora significativo, en los documentos de la catedral hispalense,
particularmente en las actas capitulares: la preocupación por los buenos
tiples; algo que muy posiblemente se deba a la estima de la época por este tipo
de cantores. En este cambio de estilo, producido por el Barroco, las voces más
agudas eran más apreciables al oído y las más indicadas para las intervenciones
de canto solista; un cambio de estilo que condujo también a que en el bajo de
las composiciones predominara el movimiento de saltos continuos, a base de
intervalos de 4ª, 5ª y 8ª. Y es que ahora el bajo adquiere la función de
fundamento armónico, frente al período renacentista y, como consecuencia de sus
saltos interválicos, hizo que tales melodías resultaran menos adaptadas a las
voces.43
El
maestro de capilla
Los maestros
de capilla de la catedral hispalense fueron ocho en el siglo XVII. Los dos
primeros (Ambrosio de Cotes y Alonso Lobo) pertenecen técnica y estilísticamente
todavía al Renacimiento, ya que el Barroco comienza en nuestra catedral con la
llegada del carmelita fray Francisco de Santiago.
El oficio del maestro
de capilla
Algunos
han identificado el oficio de maestro de capilla con el de compositor de la
catedral. Sin embargo nunca fue así, en realidad. El maestro de capilla era el
responsable de la capilla de música, de sus ensayos y del repertorio polifónico
reunido en la librería de canto de órgano; esto es, de la polifonía y todo lo
que ésta llevaba consigo. Pero, en la práctica, aglutinaba también a cantores e
instrumentistas, y por tanto, el maestro de capilla venía a ser el máximo
responsable de toda la actividad musical de las catedrales; incluida la
composición, y en una época en la que no existían los conservatorios, las
orquestas ni los coros, como existen actualmente. Me atrevo a decir, pues, que
el maestro de capilla de la catedral era indiscutiblemente la máxima autoridad
en materia de música, incluso en toda la ciudad. En concreto, las obligaciones que
desempeñaba el maestro de capilla tradicionalmente, a lo largo de los siglos,
se reducen fundamentalmente a tres: 1) Se encargaba de la capilla de música,
que comportaba además el ejercicio de canto de órgano, regir el compás en el
facistol y el cuidado de la librería de canto de órgano; 2) la composición de
los villancicos y chanzonetas que debían ser nuevas cada año; 3) el cuidado de
los seises, que llevaba consigo su manutención, vestido y educación.44 Las
actas capitulares reflejan con claridad este triple papel encomendado al
maestro de capilla, que naturalmente se vieron matizadas y modificadas a través
del tiempo, como es natural.
Siempre
perteneció al maestro de capilla “regir el facistol de el choro… ansí en el
quaderno como en todo lo demás tocante a el dicho oficio”45; esto es, dirigir,
ensayar y preparar adecuadamente el grupo de cantores de la capilla, y en
ausencia del maestro debía “regir el facistol” el racionero más antiguo.46 Pero
el cabildo podía encomendar a un músico o cantor solvente “echar el compás” en
el coro, o bien el cuidado de los seises, la composición de los villancicos y
chanzonetas, o los ensayos, en caso de que faltara el maestro titular, durante
algún tiempo, por algún viaje, jubilación o enfermedad.
“En
este dicho día cometieron los SS. Tesorero prior don benito de vega vean y
hagan cumplir la obligación que tiene el Maestro de Capilla [Ambrosio Cotes]
cerca del exercicio de los cantores y tratamiento de los seises y también del
magisterio del canto de órgano del Sagrario.”47
En
el siglo XVIII, el cabildo determinó que en caso de que el maestro de capilla
estuviera enfermo o ausente, podía “echar el compás” a la capilla de música no
sólo el racionero más antiguo, sino también el organista.48
A
mediados del siglo XVI, siendo maestro de capilla Fernández de Castilleja, los
ensayos se realizaban en la Capilla de la Granada que estaba en el Patio de los
Naranjos, pero en la parte que ocupa en que se halla actualmente la Iglesia del
Sagrario y no en el lado opuesto, que es donde ahora se encuentra dicha
capilla. Además, estos ensayos se practicaban dos veces al día (una por la
mañana y otra por la tarde), y tanto el maestro como los cantores debían
tomarlo con seriedad, pues de lo contrario serían multados,49 ya que el canto polifónico
de las celebraciones litúrgicas debía resultar con la calidad y dignidad
suficientes.
“Este
día los dichos Sres. mandaron que el Maestro de Capilla dé cada día las
lecciones en la Capilla de la Granada a todos los que aprendieran canto de
órgano, y que venga allí todos los cantores a proveer lo que han de cantar en
el choro, y sepan que por lo que erraren en el cantar que les penarán hasta dos
vezes, y a la tercera lo despedirán.”50
Pero
el número de ensayos no siempre fue el mismo, ni tampoco el horario. El cabildo
podía ordenar el número de ensayos y el lugar en que debían efectuarse; y de
hecho, así ocurrió a lo largo de los años, de acuerdo con las necesidades.
Concretamente, en 1623, el cabildo estableció que la capilla debía practicar
una vez por semana, lo cual no obsta para que en determinados períodos del año
se realizaran más; especialmente para preparar la música de la Semana Santa y
otras festividades.
“Este
día mandaron que de aquí adelante se Junten los cantores todas las semanas a
hazer exercicio para que estén más diestros son pena de multa por cada vez que
faltaren del dicho exercicio, y que el apuntador del Cav. en el coro los
apunten en el dicho exericio, y se le apliquen al dicho apuntador como le
aplicaron la quinta parte de las penas y que los dichos cantores en el coro ni
fuera del cantando delante del cav. no tengan las mangas en los ombros sino
caídas, o cantando todos juntos o cantando sencillos de qualquier manera que
sea, porque esto es conforme a mejor ceremonia y mas cortesia y a lo que
antiguamente se guarda en esta Sta.Yglesia”.51
La
segunda tarea encomendada al maestro de capilla era la de cuidar, sustentar,
educar, enseñar y vestir a los niños cantorcicos o seises; esto aparece bien
claro, por ejemplo, cuando Ambrosio de Cotes, Alonso Lobo, Francisco de
Santiago y Juan Sanz toman posesión del cargo de maestros de capilla de la
catedral hispalense.52 Para este cometido, el maestro de capilla gozaba de una
ración entera: media por su oficio de maestro de capilla, y otra media para el
cuidado de los seises.53 Pero el cabildo fue siempre el responsable de los
seises, en última instancia, y se preocupó y veló por la buena marcha de esta
institución. Así, en 1607, éste ordenó a Lobo que ninguno de los niños salieran
de noche, aunque fueran llamados para actuar por algún prebendado;54 y ya, en
tiempos de Fernández de Castilleja, el cabildo encargó al chantre que
inspeccionara e informara luego sobre el cuidado de los cantorcicos.
“Ítem.
Cometieron a los Sres. Chantre y canº. Diego de Sevilla que hablen al Maestro
de Capilla [Pedro Fernández de Castilleja] de parte del Cabildo, le digan que
tenga buen recaudo en lo que toca a los muchachos que están a su cargo y le
digan su parecer…”55
A
medida que las obligaciones del maestro de capilla fueron aumentando, sobre
todo a causa de la composición, o fueron apareciendo otras limitaciones, bien
debido a la edad, a la salud o a los achaques y enfermedades, y a medida que
las estructuras mismas del magisterio de seises fueron desarrollándose y
mejorando, el cabildo estableció la figura del “maestro de los seises”; un
auxiliar del maestro de capilla. Este nuevo cargo surgió a finales del siglo
XVI, y pretendía ayudar y suplir al maestro de capilla en una de las funciones
que correspondían, de suyo, al maestro de capilla.56 Por eso, lo normal es que
el maestro de capilla se encargara nuevamente de los muchachos cuando existía
la posibilidad; y así ocurrió ordinariamente, a largo de los siglos, cuando el
cabildo elegía nuevo maestro de capilla, como hemos visto.
Al
menos desde el siglo XVI, los seises vivían en un caserón con el maestro de
capilla, responsable de su manutención y formación. Tras la fundación del
colegio de San Isidoro, los seises fueron a vivir dentro del colegio, donde ya
estaban por entonces colegiados los mozos de coro.57 De modo que el uno de
enero de 1636, el maestro fray Francisco de Santiago, entregó los seises al
rector del colegio de San Isidoro, don Pedro Bosque, responsable, desde
entonces, de su educación y sustento.58 Pero hubo momentos, a lo largo de los
siglos, en los que los cantorcicos volvieron a vivir nuevamente, por algún
tiempo, en casa del maestro de capilla o del maestro de seises, o a depender
más directamente del maestro de capilla, sobre todo en cuanto a la enseñanza
musical se refiere, debido a ciertas reformas y al ahorro de personal, aun en
el caso de que siguieran habitando dentro del colegio catedralicio de San
Isidoro.
“Los
seises estuvieron viviendo encasa del Maestro de Capilla Rae.º Juan Sanz, que
vivía dentro de Sta. Marta, y habiéndose quejado que los trataba muy mal, se
los dio el Cabildo á Gabriel de Villarreal, Capellán del choro y se los llevó é
su casa q. vivía junto al Cto. de las Vírgenes, y venían desde allí á la
Iglesia con vecas y tomaban sobrepellices en la Capilla de la Granada y
asistían a choro y luego se volbían con las vecas. El año de 1667 le dio el
cabildo al dicho Gabriel de Villarreal la Cátedra de canto llano del Colegio y
mandó se pasase á vivir con los seises al dicho Collegio y desde entonces
permanecen allí. Lo que se les daba para el sustento de los seises era la media
Ración y la parte que tienen en las fiestas”.59
En
tercer lugar, el maestro de capilla debía componer los villancicos o
chanzonetas que en general debían ser de nueva creación y se interpretaban en
las fiestas más importantes a lo largo del año; esta obligación, de la que
habla ya Guerrero a finales del siglo XVI, exigía mucho tiempo, y fue en gran
medida determinante para que el cabildo hispalense instituyera la plaza de
maestro de seises que requería igualmente muchas energías y no menos
dedicación.
Maestro compositor
El
maestro de capilla tenía obligación de escribir una serie de obras en latín y
en lengua vernácula. Durante los siglos XVI y XVII, esta obligación se reducía
únicamente a los villancicos y chanzonetas; hacia finales de siglo XVII o ya en
el XVIII,60 debía componer algunos salmos polifónicos, y en los siglos XVIII y
XIX el Miserere para el Oficio llamado popularmente de Tinieblas, aunque gozaba
ya de notable importancia al menos desde finales del siglo XVII.61 Esto no
significa que no escribieran también obras en latín, en varias ocasiones
ordenadas por el cabildo, pero esto no formaba parte de las obligaciones que el
maestro debía cumplir periódicamente. En tal caso, se trataba de obras
voluntarias, tal como afirma Antonio Ripa en la catalogación de sus
composiciones, realizada a petición del cabildo hispalense.
Efectivamente, en la
“Memoria de las obras voluntarias puestas en Música por el actual Maestro de
Capilla [Antonio Ripa], que se han cantado en esta Sta. Iglesia, y en las
funciones de Capilla”, Ripa nos ofrece un listado de cuatro misas con
instrumentos; luego siete salmos de Vísperas, todos con instrumentos (un Dixit
Dominus con y sin instrumentos), dos Magníficats (uno del tono I con
instrumentos y otro del IV sin instrumentos); un par de salmos, el himno y el
cántico de Completas en todos diversos; seis motetes: uno al Santísimo y cinco
para días festivos del año y del santoral; tres Salves en los tonos V, VI, I y
VIII; cuatro piezas de difuntos, la secuencia de Pentecostés y “diferentes
versos de Miserere, que en los años que no se hace nuebo, a trabajado [Ripa],
para mayor lucimiento”. Antonio Ripa añade luego que “todas las obras
mencionadas son voluntarias, y sin obligación” alguna de componerlas por su
parte. Finalmente añade: “Las de obligación que ha trabajado en el tiempo de
nuebe años que sirve el empleo son las siguientes: Cinco Misereres a tres Coros
con instrumentos. Todas las obras mencionadas [arriba] son voluntarias, y sin
obligación. Annualmente veinte y nuebe obras de Romance, para las festividades
de Espiritu Santo, Concepción, Navidad, Reyes, San Fernando, Asencion, y
Corpus, que todas suman 261”.62
De las líneas anteriores y de las actas capitulares, del
año 1777, que citaremos seguidamente, parece claro que el maestro de capilla no
tenía obligación de componer por entonces asiduamente más piezas que los
villancicos y chanzonetas y los Misereres, y que fue a partir de ahora, bajo el
mandato del maestro Antonio Ripa, cuando el cabildo hispalense encargó a la
Diputación de Ceremonias que estudiara a qué otros géneros debía extenderse
dicha obligación.
[…Pedro
Rabasa] en 9 de Septiembre de 1757 se le jubiló, y concedió cinquenta ducados
más de aumento de Salario en atención a sus muchos méritos, y al gran número de
composiciones, que tenia formadas de Misereres, y Villancicos hasta el año de
1768 […]. Que el Sr. Protector le de las gracias [a Antonio Ripa] por la donacion
que ha hecho al Cabildo de todas las obras, que ha compuesto hasta el presente,
[…] como igualmente la oferta de dexar a esta Sta. Iglesia quantas en adelante
de obligación, y voluntarias compusiese. Que en lo sucesivo todos los Maestros
sean obligados a dexar en el Archivo de Música de esta Sta. Iglesia quantas
obras se declararen estar obligados a componer cada año, a más de los
Misereres, y Villancicos, que al presente consta tener obligación de hacer: Que
esta obligación se les ha de hacer saber al tiempo de su ingreso en dicho
Ministerio, como condición precisa para su admisión. […] Asimismo acordó el
Cabildo dar comisión a la Diputación de Ceremonias, para que forme dictamen,
acerca de que obras a más de los Misereres, y Villancicos, deverán ser los
Maestros de Música obligados a componer cada año, explicando su número, Clase,
y Naturaleza, e igualmente si convendrá, que en las Solemnes Festividades, en
que se cantan Villancicos, se subrrogen en lugar de todos, o de algunos los
Responsorios respectivos a cada Festividad puestos en Música, y con los mismos
instrumentos, que se usa en los Villancicos: Y que en las primeras Vísperas, y
Misas de primera Clase se canten con Música de Violines, y demás instrumentos,
como se practica en otras Stas. Iglesias, y haga relación con llamamiento”.63
Las
obras practicadas por los compositores españoles del barroco eran
principalmente misas, responsorios, salmos, magníficats, y lamentaciones. De
ellas, las escritas a cuatro, cinco y seis voces siguieron construyéndose
dentro del estilo y la técnica del estilo antiguo y copiándose en los libros de
polifonía, de tamaño grande; éstas formaban el repertorio que se cantaba “por
el libro”, interviniendo las voces solas más un bajón que doblaba la voz de los
bajos, generalmente, o incluso con algún otro instrumento más; corneta,
sacabuche, etc. Pero las creadas según el estilo y la técnica de la moderna
práctica, se escribían en partichelas y constituían la música denominada “a
papeles”, en la que aparece mayor riqueza y variedad tanto en el uso de las
plantillas vocales como instrumentales.
Los
salmos destinados a las Vísperas de ciertos días de fiesta64 se convirtieron, a
partir de finales del siglo XVII, en el escaparate a propósito para la
composición de música en el estilo nuevo o moderna práctica. Los versos
salmódicos ofrecían una estructura muy apta para conseguir ciertos contrastes
entre sí; contrastes que ya encontramos en el siglo XVI, mediante la
alternancia entre versos polifónicos y versos en canto llano o bien tañidos por
los ministriles o/y el órgano. Pero con la llegada de Barroco, ese contraste se
produce, de manera especial, en el uso del tempo, o/y de la alternancia entre
polifonía policoral y canto solista con acompañamiento.65
Según
los inventarios de música de la catedral, los salmos de Guerrero se
interpretaron durante gran parte del siglo XVII, y encontramos también
referencias a varios salmos de Diego José de Salazar (1685-1709) y de los
maestros que le sucedieron en la catedral de Sevilla. Podemos suponer que el
canto de los salmos "a papeles", propios del siglo XVII y siguientes,
se consolidó entre 1672 y 1687 y que su composición periódica en la catedral de
Sevilla pudo tener lugar entre los años 1672 y 1687, pero no existen pruebas
claras que lo certifiquen;66 de hecho, las citas de los documentos que hemos
mencionado, pertenecientes a la época de Ripa, retrasarían mucho más esta
práctica en la catedral de Sevilla.
En
el siglo XVIII, son varias las catedrales en las que los documentos indican que
el maestro de capilla debía componer Lamentaciones y Misas,67 pero es evidente
que esto no excluía a otros géneros.68 Además, la polifonía interpretada en la
catedral de Sevilla incluía obras en latín y en castellano, compuestas no sólo
por los maestros de capilla, sino también por otros músicos de la catedral, así
como ciertas piezas adquiridas por el cabildo y algunas donadas por músicos de
otros lugares. En ocasiones, sabemos que el maestro u otro músico de la
catedral ofrecían sus composiciones al cabildo, y las actas capitulares de los
siglos XVII y XVIII recogen varios lugares en los que se citan músicos de la
catedral (maestro de seises, cantores, veinteneros, etc.) que compusieron obras
en canto llano y en canto de órgano por iniciativa propia.69
“Este
día el Sr. Deán dijo al Cavildo como el Maestro de Capilla [Diego José de
Salazar] de esta Sta. Iglesia tenia dispuesta nueba composición de mússica para
la Vigilia y missa de las honrras de la Reyna, y que el Maestro suplicaba al
Cavildo diesse permiso para que se ejecutase como lo tenía dispuesto, y
reconociendo que este día pedía toda solemnidad en el Oficio concedió el
Cavildo la lizencia que pide el Maestro de Capilla”.70
Es
cierto que el maestro de capilla componía obras latinas y lo hacía con frecuencia,
lo mismo que en el siglo XVI, por ejemplo, pero no consta que en el siglo XVII
tuvieran obligación expresa de hacerlo; lo que sí debía componer eran
villancicos y chanzonetas. Tenemos noticias de composiciones encargadas
expresamente por el cabildo al maestro de capilla o a otro de los músicos de
probada competencia,71 en cuyo caso éste retribuía al maestro o a quien
realizara dicho encargo, ofreciéndole alguna ayuda de costa por su trabajo o lo
estipulado, según los casos.
“El
Cabildo mando que el Maestro de Capilla, Rac. Organista, Sochantre, y Maestro
de canto del Seminario hagan la composición del canto llano del officio de la
missa y rezo de la fiesta de los siete dolores de Ntra. Sra. y la del punto y
canto de órgano el Maestro de Capilla solamente, y todos procuren que sea algo
lúgubre para que la música corresponda a lo que significan las voces; y que los
ducados que los susodichos en esta composición gastasen se les haga presente a
la hora de su obligación.”72
Cuando
otro músico de la catedral componía una obra y la ofrecía al cabildo, éste
solía pedir la aprobación del maestro de capilla antes de interpretarla o
incluirla en los libros corales o en los de canto de órgano. En efecto, el
veintenero Bartolomé Gascón mostró al cabildo hispalense una misa que había
escrito en honor de san Luis Gonzaga (en 1740) y un Oficio y Misa a san Pedro
González Telmo (en 1743); éste, después de recibidos los informes favorables
del maestro de capilla y del organista, dio orden de que se incluyeran en los libros
corales de la catedral y se le diera una ayuda de costa por el trabajo
realizado.73
Reflexionamos seguidamente, aunque sea con
brevedad, sobre los dos géneros tradicionalmente más destacados en la
composición obligatoria de los maestros de capilla: las chanzonetas y
villancicos, y sobre el miserere.
Los
villancicos y chanzonetas
Los
géneros más comunes en castellano fueron, desde el siglo XVI, los villancicos y
chanzonetas, aunque luego con el correr de los años, ya en el siglo XVII y
XVIII, surgieron otros estilos y formas derivadas, tales como las cantadas y
los tonos; pero la verdad es que estas distinciones no siempre resultan claras
y constituyen un estadio evolutivo de aquellas otras formas, adaptadas a los
gustos de los tiempos modernos.74
Desde el siglo XVI, el maestro de capilla debía componer
una serie de villancicos y chanzonetas para determinadas fiestas del año
litúrgico, principalmente Navidad, Reyes, Pascua, Pentecostés, Corpus e
Inmaculada; pero también para algunos acontecimientos puntuales, tanto de orden
religioso como civil: visita real a la catedral, de algunas reliquias, o
beatificación de san Ignacio de Loyola, etc.75 De la obligación de componer
estas piezas habla ya Guerrero en el libro que escribió en su viaje a Jerusalén
(1588-1589):
“…Y
como tenemos los de aqueste oficio [=los maestros de capilla] por muy principal
obligación componer chanzonetas y villancicos de loor del santísimo nacimiento
de Jesu Christo, nuestro Salvador y Dios, de su Santíssima Madre la Virgen
María N. Señora…”76
Aunque
esta costumbre aparece documentada en la catedral de Sevilla cuando era maestro
Guerrero, ello no quiere decir que no se practicara anteriormente; y era tan
importante y necesaria que, cuando un maestro titular no podía llevarla a cabo
por enfermedad o ausencia, el cabildo se lo encomendaba al maestro suplente, a
un cantor, al maestro de seises o a un músico, en general, capaz de realizarla.
“En
este día… mandaron dar a Palomares, el que ha servido de enseñar y tener a los
seises y de componer las chançonetas de Navidad y la Resurrección y Corpus Xti.
Y a la entrada del Rey, por la ausencia del Maestro Francisco Guerrero, 30
ducados de remuneración”.77
Los
siglos XVII y XVIII constituyen el período de apogeo de estas formas en todas
las iglesias de España e Hispanoamérica, hasta el punto de que bien puede
afirmarse que, en el siglo XVII, el villancico fue un género altamente popular,
y constituía la mayor parte de la producción musical española de la época. Por
entonces, el villancico se convirtió en una especie de cantata de iglesia a
uno, dos o más coros, recitativos, arias, solos, dúos, tríos y acompañamiento
instrumental.78 Al villancico del siglo XVI, se colocó ahora una introducción
corta o “tonada”, generalmente a una voz de tiple, el estribillo se hizo más
largo y complejo que en el villancico del siglo XVI, ya fuera a uno, dos o tres
coros, y las coplas se acortaron y simplificaron musicalmente y fueron cantadas
a una, dos o tres voces.
Del
siglo XVII se conservan 670 pliegos impresos en la Biblioteca Nacional de
Madrid, procedentes de la catedral de Sevilla.79 Ellos recogen solamente el
texto de los villancicos que se cantaban principalmente en los maitines de
Navidad, Reyes, Pascua, Pentecostés, Inmaculada y Corpus con sus Octavas, y en
otras fiestas y acontecimientos, tales como Santas Justa y Rufina, la
instalación de una imagen de San Blas, la canonización de san Fernando, las
Octavas, etc. Los compositores de la música de estas piezas fueron los maestros
de capilla Jalón, Sanz, Suárez, Tello y Salazar, como consta en dichos pliegos,
aunque no se ha conservado la música de ninguno de ellos; además, hemos de
notar que los villancicos de Pascua, según los mencionados pliegos, los
cantaban los seises y se encargaba de componerlos el maestro de seises y no la
capilla de música, como sucedía con los otros; seguramente se hacía así por ser
éstos de menor categoría.80
En
el siglo XVIII, los maestros de capilla hispalenses debían componer casi
treinta chanzonetas y villancicos al año: nueve eran para la festividad de
Reyes, tres para la de Pentecostés, cinco para Inmaculada, otros nueve para
Navidad y tres para festividades de Santos. Castro Palacios, maestro de
ceremonias de la catedral hispalense a finales del siglo XVII, refiere que se
cantaban nueve villancicos en Navidad y Reyes, aunque comenzaron siendo sólo
cinco en esta última fiesta.81
“…la
noche de Reyes (6 de enero) se colocaba el realejo junto a la reja del coro y
allí se colocaba la “música” (=la capilla de música) y se repetían cinco
villancicos de los nueve de Navidad, para que el pueblo gozase de ellos. A esto
acudió un maestro de capilla con un villancico y otro y otro, y de este modo se
fueron aumentando hasta nueve todos los Reyes, dejando los de Navidad, y se
quitó el que se cantasen en aquel sitio, sino donde se cantaban los de
Navidad”.82
Los
villancicos españoles, lo mismo que ocurrió con el gran motete francés de los
siglos XVII y XVIII, logró imponerse en el Oficio, sustituyendo a los
responsorios de maitines de Navidad y otras fiestas que hemos indicado
anteriormente; incluso podían sustituir a los himnos y a los mismos salmos; en
la Misa, se cantaban principalmente al ofertorio e incluso al gradual, después
de la primera lectura También se cantaban en los conciertos sacros o “siestas”,
con motivo de algunos santos patronos, o por ejemplo en el recibimiento del
Rey, como se hizo en Sevilla, etc.83
Era
frecuente que el maestro de capilla pidiera al cabildo ciertos días de permiso
para componer los villancicos, el Miserere y otras piezas destinadas a la
Semana Santa, y que éste le concediera dos meses para las chanzonetas y
villancicos de la Inmaculada, Navidad y Reyes y uno para las de Pentecostés y
Corpus Christi.84
“Leiose
petizión de Dn. Gaspar de Úbeda y Castellón Maestro de Capilla Raz. de esta
santa Iglecia en que suplicava al Cavildo mandaze librar tres doblones para
remunerar a tres personas que tocaron los violines en el Miserere que se cantó
esta Semana Santa como era estilo y asimismo suplicava se le conzedieze un mes
de lizenzia para la composizión de los villancicos de Spiritu Santo, asenzión y
corpus Christi, y el Cavildo aviéndolo oído mando librar al contenido lo solito
para el efecto que expresa, y le conzedio un mes de lizenzia para el efecto que
pide en la forma ordinaria.” 85
Se
ha venido sosteniendo que los villancicos religiosos tenían una vida efímera,
debían ser compuestos por el maestro de capilla para cada ocasión, y no podían
repetirse, salvo raras excepciones; esto es fundamentalmente cierto. Las obras
en castellano se renovaban con frecuencia, casi anualmente, pero no es menos
cierto que algunos compositores, tales como Pedro Rabassa, reutílizaron tanto
textos como música en varias de sus obras, y prueba que este proceder tal vez
no fuera tan excepcional, sino más bien un tanto generalizado en la música
religiosa española del XVIII; algo lógico, por otra parte, si tenemos en cuenta
la gran cantidad de villancicos que los maestros de capilla debían componer a
lo largo del año. En las obras con el texto reutilizado, Pedro Rabassa mantiene
también idénticas secciones musicales, y el mismo orden de interpretación en
los nocturnos y fiestas a las que se destinan. Entre los textos empleados y
reutilizados por Pedro Rabassa hay algunos que usaron también al menos una
veintena de compositores del siglo XVIII: Miguel de Ambicia, Joaquín Martínez,
Juan Montón y Mallén, Diego de las Muelas, Jaime Cassellas, Luis Serra y
Phelipe Falconi.86
El
Miserere
En
Sevilla, otra de las piezas importantes que debía componer el maestro de
capilla era el Miserere (salmo 50), con el que se remataban los Maitines de
Semana Santa, hasta que en 1956, con la reforma de la Semana Santa, la Sagrada
Congregación de Ritos suprimió el salmo 50 del Oficio de estos días.
La obligación de
componer el Miserere fue práctica del siglo XVIII, pues ningún documento de la
catedral de Sevilla indica que los maestros del siglo XVII tuviera la
obligación de escribirlo. Pero se interpretaba, de manera muy solemne, en la
catedral hispalense desde los comienzos del siglo XVIII, y encontramos en los
libros de fábrica de 1704, por ejemplo, el pago a cinco músicos de fuera que lo
sirvieron.87 Además, el Miserere comenzó a aparecer, de manera abundante, en
los inventarios históricos referidos a los maestros de finales del siglo XVII y
comienzos del XVIII.
El Miserere era simplemente un salmo polifónico a finales
del XVI, pero fue creciendo en importancia desde finales del siglo XVII, y a lo
largo de los siglos XVIII y XIX. De hecho, el Miserere de Alonso Lobo, a cuatro
voces copiado en 1772, se interpretó durante algún tiempo el Sábado Santo,88
alternando para ello polifonía y canto llano.89 El maestro de ceremonias de la
catedral, Castro Palacios, explicando cómo empezó a cantarse el Miserere solemnemente
con orquesta en nuestra catedral, dice en el Tratado de algunas ceremonias…(de
1712):
“El
Miserere la Semana Santa se cantaba por el libro [de facistol], como hoy se
canta en las tinieblas de Sábado Santo. Un maestro de capilla lo puso en
papeles y ponía algunos músicos en los órganos para que cantasen. Otro
introduxo un realejo poniéndole un manteo encima para qv. sonase poco; hasta
q[ue] el señor D. Luis Corbet, can[ónigo], el año de 1672, dio el clavicordio
qv. oy sirve. Otro maestro puso en los púlpitos a los músicos. Otro dixo se
hicieran unos tablados como de las comedias [o] para ver toros, y allí se
colocaron los instrumentos”.90
Adrián
del Ossu (en 1687) indica que para cantar el Miserere, se repartían los músicos
entre los órganos y los púlpitos, pero no dice expresamente si se trataba de
obras a ocho o a más voces. Este autor indica que en el Miserere del Viernes
Santo los cantores de la capilla de música se colocaban delante de un libro de
facistol y alternaban con el coro de canto llano, mientras que en el del
Miércoles y Jueves Santo no aclara si se cantaba en alternatim. De todos modos,
sabemos que Salazar compuso varios Miserere a dos y tres coros.
El maestro de ceremonias Sebastián Vicente Villegas
(1615-1636) subrayaba ya la presencia multitudinaria de sevillanos en el Oficio
de Tinieblas, especialmente en el Miserere del Miércoles y Jueves Santo, con
cuyo salmo finalizaba dicho Oficio, y nos ofrece esta interesante noticia:
“[Para
la interpretación del Miserere] estarán repartidos los músicos en los órganos y
púlpitos, con la disposición que a el Maestro de Capilla pareciere, atendiendo
a la gravedad del tiempo y Iglesia en que los Oficios se celebran y el gran
concurso que a ellos asisten”.91
Esta
afluencia numerosa continuó a lo largo de todo el siglo XVIII, y fue en este
siglo precisamente cuando adquirió gran popularidad su interpretación, hasta el
punto de producirse desórdenes tales que el cabildo hispalense debió evitar
recurriendo a medidas especiales. La razón de esta numerosa afluencia de fieles
radica en que el Oficio de Maitines del Miércoles, Jueves y Viernes Santo, más
conocido como Oficio de Tinieblas, terminaba con un rito muy del gusto del
pueblo, que tenía lugar al finalizar el salmo 50 (el Miserere), situado al final
de dicho Oficio solemne en la catedral.92
La
popularidad que había ido adquiriendo el Miserere en el siglo XVII, creció más
en el XVIII como se ha dicho, y se multiplicó aún más a partir de 1837,
convirtiéndose desde entonces en un acto típicamente sevillano. A este
encumbramiento y conservación contribuyeron varias cosas: una de ellas el que
el Domingo de Pascua, dos días después de la ejecución del Miserere (Miércoles
y Jueves) comenzara la temporada de ópera en la ciudad con asistencia de
cantantes, particularmente tenores que actuaban también en el Miserere.
La
capilla de música
Lo
que nosotros llamamos actualmente coro polifónico, se denominaba, desde el
Renacimiento, “capilla de música” o simplemente “la música”, y desde el siglo
XVI estaba formada por un grupo de cantores adultos, divididos en tiples, altos
o contraltos, tenores y bajos o contrabaxos, que intervenían a las órdenes del
maestro de capilla, para interpretar el canto de órgano. Pero al menos a partir
de finales del siglo XVI, y sobre todo durante el Barroco, se integraron en
ella también los instrumentos. Los niños no formaban parte por entonces del
coro polifónico, aunque en ocasiones fuera necesario recurrir a alguno de
ellos; pero en este caso, participaban como cantores de la primera o de la
segunda voz de la capilla.
Tal
como hemos dicho, la capilla actuaba en la liturgia solemne de la catedral,
tanto en la Misa como en el Oficio, y además en ciertos servicios
paralitúrgicos, especialmente en las procesiones que se realizaban dentro y
fuera de la catedral.93 En todas ellas se interpretaba un repertorio que ya
Fernández de Castilleja y Guerrero trataron de que fuera “de la mejor música
que ahora ay”, para lo cual no dudaron en renovar los libros de polifonía,
puesto que “son muy antiguos y las obras dellos antiguas, y no aquellas que se
cantan en la iglesias de todo el Reino”.94 Una preocupación constante entre los
maestros de capilla y organistas de la catedral hispalense a lo largo de los
siglos.
La
capilla de música de la catedral de Sevilla fue, ya en el siglo XVI, una de las
más importantes de España, desarrollándose notablemente durante el mandato de
Fernández de Castilleja, a quien Guerrero consideró como “el maestro de los
maestros de España”. Pero alcanzó una cima aún más elevada todavía en la época
de Francisco Guerrero, uno de los compositores más importantes de finales del
siglo XVI. Y es que el cabildo hispalense no escatimó esfuerzo alguno, durante
toda esta época, para conseguir los mejores cantores que existían en toda
España;95 y así siguió actuando a lo largo de los siglos.
“Este
día el Sr. Rac. Don Joan Bonifaz requirio que hallandose muy falta de musicos
la Capilla, y no siendo de la grandeza desta Sta. Iglesia mantenerla en esta
conformidad, se sirviesse el Cavildo dar la providencia que fuesse servido en
orden a este particular, para que los divinos oficios se celebrassen con la
debida pompa y magestad y no descaeciessen la grandeza y solemnidad que siempre
se han estilado en esta Sta. Metrópoli, y su Sria. pareciéndole muy justo el
reparo de dicho Sr. Rac. y muy de sus obligaciones y zelo, cometió al Sr. Can.
Don Sebastián de Aristi, que por si y con assistencia del Maestro de Capilla
hiziesse diligencias e inquiriesse saber donde se hallassen los músicos de mayor
fama y mas estimados en su facultad para que llamados por el Cavildo a ser
oído, se procurasse remediar la falta que de ellos se experimentava en la
Capilla.”96
La
capilla de música de la catedral hispalense despertó siempre gran interés entre
los músicos que trabajaban en España, y así continuó durante el período
barroco, teniendo en cuenta la gran cantidad de aspirantes a un puesto en la
capilla y que no obtuvieron plaza; en el siglo XVIII, esto ocurrió en torno a
un centenar de casos. La capilla se nutrió ordinariamente con músicos llegados
de distintos lugares de la provincia, y de otras españolas y del extranjero; en
este caso, de varios portugueses e italianos, sobre todo avanzado ya el siglo
XVIII.97
La
remuneración de los músicos por sus actuaciones en la catedral de Sevilla se
incrementaba con algunas gratificaciones por actuaciones fuera de ella,
especialmente en el caso de los miembros de la capilla de música. Era muy
frecuente que la capilla de música de la catedral fuera contratada para solemnizar
fiestas y celebraciones en otros templos (parroquias, conventos, hospitales,
sagrarios, etc.), tanto dentro como fuera de la ciudad; unas veces toda la
capilla y en la mayoría de los casos algunos de sus cantores. De todos modos,
lo primero siempre era atender a las celebraciones de la catedral, como es
natural.98
“Este
día dio el Cabildo licencia a Juan y Antonio de la Peña y Pedro Colón, músicos,
y a Miguel García y a Antonio Pérez, ministriles, para que puedan esta Cuaresma
ir a cantar algunos Misereres fuera de esta Santa Iglesia no ganando los días
que se ocuparen y habiendo de acudir a las fiestas comunes primero.”99
Los
músicos recibían unos salarios de acuerdo con el puesto que ocupaban y con sus
habilidades, por este orden: en primer lugar el maestro de capilla, después el
organista primero, el maestro de seises, los cantores, ministriles y finalmente
los instrumentistas de cuerda. Por otra parte, los músicos extranjeros de la
capilla recibían un salario más elevado que los españoles. En los años cuarenta
del siglo XVIII, la hacienda de la Fábrica de la catedral de Sevilla comenzó a
tener problemas para costear algunos gastos de su capilla de música, debido a
los grandes desembolsos realizados por entonces, entre ellos los derivados de
la Guerra de Sucesión (1701-1713); una situación que será aún más sangrante en
el siglo XIX con la desamortización de Mendizábal (1836-1837).
Número
de cantores
Resulta
difícil determinar, de manera precisa, el número de cantores de la capilla de
música, debido al frecuente trasiego de éstos y a sus ideas y venidas a
diferentes iglesias. Aún más complejo es saber su composición por cuerdas o en
su totalidad; esto es, el de los que actuaban en las celebraciones, no sólo los
fijos o titulares de la capilla, sino también en su conjunto. Con todo, si nos
apoyamos en los datos que aportan los libros de salarios y las actas
capitulares, podemos hacernos una idea relativa, pero bastante ajustada, sobre
el número de cantores de la catedral hispalense; una de las capillas más
importantes y con mayor número de cantores de España.100 Además, todos los
miembros de la capilla de música de finales del siglo XVI y de los siglos XVII
y XVIII eran clérigos, aunque es verdad que encontramos algunos cantores e
incluso organistas segundos laicos;101 pero esto no fue lo normal en la
historia de la capilla de música de la catedral de Sevilla.102 En efecto, los
“músicos de voz” o cantores, tanto racioneros como asalariados, o bien estaban
ordenados o debían ordenarse en el plazo de un año, y si se casaban el cabildo
los despedía, como indica una decisión tomada por el cabildo en 1763.103
Todos los que ejercían un oficio o ministerio en la
catedral eran admitidos mediante ciertas pruebas de aptitud, y así se hacía
también con los que interpretaban el canto llano, el canto de órgano, con los
ministriles y los seises; mediante este examen u oposición, los aspirantes
demostraban su habilidad en el canto y su preparación para desempeñar el cargo
encomendado, aunque existían excepciones que se aplicaban cuando se trataba de
personas sobradamente conocidas y prestigiosas; tal ocurrió, por ejemplo, con
Guerrero e incluso con todos los que le siguieron como maestros de capilla
durante el siglo XVII.
Cuando
Guerrero asumió el cargo de maestro de capilla, después de cuarenta años de
cantor, el número de intérpretes de la capilla de música se había elevado
considerablemente, pues la capilla que dirigía Guerrero, a finales del siglo
XVI, constaba de cinco tiples, tal como indican las actas capitulares; en
total, una capilla compuesta por 16 cantores, divididos en: cinco tiples,
cuatro altos, cuatro tenores y tres bajos, y lo mismo durante el magisterio de
Alonso Lobo. En el período Barroco, parece que fueron en torno a 16 los
cantores asalariados, si bien es verdad que a medida que avanzó el siglo XVII
fue decreciendo el número, y el cabildo necesitó cada vez más esfuerzos para
mantener el mínimo de cantores necesarios en la capilla. Esto llama la
atención, pues es lógico pensar que con la llegada de la policoralidad
aumentaría el número de cantores en las capillas de música, pero esto no es
siempre cierto, y así ocurrió en Sevilla.104 Los documentos confirman un
descenso, a medida que fue avanzando el siglo XVII, y la tendencia a agudizarse
cierta crisis, a pesar de los esfuerzos del cabildo por mantener el número de
cantores de los años anteriores. Esto ocurre, sobre todo, en los bajos de la
capilla, observándose una clara propensión hacia la casi desaparición de éstos
a finales de la primera mitad del siglo XVII. Ante esta escasez de
“contrabaxos”, el cabildo intensificó, en muchos casos, la búsqueda de
instrumentistas que remediaran la falta de voces humanas; concretamente del
bajón, aunque es también bastante probable que esta voz de la capilla se confiara
a los veinteneros o/y capellanes de coro, grupos cuyas voces califican
frecuentemente las actas capitulares de graves y profundas. Por otra parte,
durante este siglo, aumentó el prestigio y la preponderancia de los tiples con
respecto al resto de las voces de la capilla; de hecho, Juan de Loaysa indica
que cuando él entró en la catedral de Sevilla sólo había racioneros tiples y no
de las otras tres cuerdas.105
Resulta
significativo que todos los tiples primeros del siglo XVIII fueran italianos y
que fuera desde comienzos del siglo XVII cuando aparecieran con frecuencia los
cantores capones (castrati); un gremio muy apreciado, pues no mudaban de voz y,
después de ejercer como seises, podían pasar al grupo de cantores en la capilla
de música, asegurándose su permanencia en ella por muchos años.106
El
carmelita Francisco de Santiago (1617-1643) parece que contaba con 16 cantores
y que sus obras a ocho voces eran interpretadas por un par de cantores por voz
como máximo. Con Luis Bernardo Jalón (1643-1659) los cantores descendieron
hasta 13 aproximadamente, tendiendo a mantenerse los tiples y a disminuir los
bajos, hasta el punto de que en su capilla sólo existía un cantor bajo y cuatro
bajones, de los cuales uno tañía siempre la parte del bajo con la capilla de
música. Con Juan Sanz (1661-1673) los cantores siguieron siendo unos 13: seis
tiples, tres altos, unos tres tenores y un bajo; con Alonso Xuárez (1675-1684)
entorno a 12, durante los primeros años (cinco tiples, dos o tres altos, tres
tenores y un bajo), y hacia 1684 nueve o diez, a causa de la crisis por la que
pasó el cabildo ese año.107
Finalmente,
Salazar (1685-1709) contó en su capilla únicamente con 9 cantores, existiendo
sólo un bajo (más uno o más bajones).108 De hecho, al año siguiente de la llegada
de Diego de Salazar a ocupar el magisterio de capilla (1685-1709) fue necesario
afinar el clave para suplir la gran falta de voces de la capilla de música.
“Este
día mando el Cabildo que el Clavisimbalo se afine para esta Semana Santa tan
solamente por la necessidad que el Maestro de Capilla a representado ai de
vosses.”109
Llama
la atención que Salazar tuviera siete cantores tiples de 1685 a 1709, aunque al
comienzo de su magisterio hubiera generalmente tres, y quizás dos desde 1696, a
los que hay que añadir tres tenores durante la mayor parte su magisterio, y un
solo bajo: Juan de la Puerta (1695-1706). Por eso fue necesario que reforzaran
esta voz los bajones, veinteneros o capellanes de coro.
De
los documentos del archivo de la catedral de Sevilla se deduce que la capilla
hispalense la componían nueve cantores en torno al año 1700: tres tiples, dos
contraltos, tres tenores y un bajo, y que durante el siglo XVIII, en general,
lo formaba una media de diecisiete cantores; al parecer, el mismo número que
hemos visto a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Pero a veces no
superaron los diez en total: tres tiples, tres contraltos, tres tenores y un
bajo, aparte de alguno eventual de refuerzo.110
Aquí
tenemos un testimonio claro, perteneciente al año en que entró Gaspar de Úbeda
(1710-1724) de maestro de capilla, en el que el cabildo ordena que se unan y
refuercen al único bajo existente un par de bajones o más si fueran necesarios.
“En
este mismo día mando el Cabildo que para las festividades y demás funciones que
concurrían en esta Semana Santa se soliciten dos vajones o más si fueren
nesesarios que sirvan en ellas, respecto de hallarse la Capilla de Música tan
solamente con uno, y asimismo una voz de tenor que hace falta para cantar los
Misereres.”111
A
este número se añadía un nutrido grupo de instrumentistas, que en general
solían tocar varios instrumentos, hasta formar un total de unos 25 músicos; un
conjunto mayor que el de muchas catedrales españolas de la época, pero difícil
de precisar, aunque en siglo XVIII debieron de formarlo de dos a seis bajones,
dos chirimías y cornetas, dos oboes y seis violines y violones, aparte de los
dos organistas: uno primero y otro segundo, que tañían los dos órganos en las
fiestas de primera clase.112
Y
al frente de toda la actividad musical catedralicia estaba como máximo
responsable el maestro de capilla, que componía las obras necesarias para el
culto religioso y dirigía los ensayos de los músicos. Ya hemos señalado que la
capilla de música pasó por fases en las que estuvo francamente necesitada de
músicos, de modo que las plazas que en el siglo XVII eran fijas, ocupadas por
titulares o “racioneros”, ahora se convirtieron en asalariadas y, para
completar el número necesario, fue normal recurrir puntualmente a una serie de
músicos contratados de dentro de la catedral e incluso de fuera de ella.113
“Este
día el Sr. Can. D. Diego de Victoria hizo desistimiento del encargo que el
Cabildo le avía dado de solicitar vozes e instrumentos para la Música y Capilla
desta Sta. Iglesia, Y el Cabildo de conformidad lo admitió, y exonero a dicho
Sr. Deste cuydado. Asimismo cometió el Cabildo al Sr. Arcediano de Sevilla se
informe del Maestro de Capilla de las vozes o Instrumentos que necesita traer
de fuera, para cumplir las funciones de Semana Santa.”114
Las
actas capitulares reflejan este descenso de cantores en la capilla de música
que hemos indicado, particularmente en determinados momentos. En 1673 se
necesitaban seis cantores, pero el maestro Tello sólo había podido contactar y
conocía a un tenor que estaba en Toledo:
“Este
día mando el Cabildo entrar al Lizenciado Miguel Tello Maestro de Capilla de
esta Sta. Iglesia… el Sr. Deán, en nombre del Cabildo le dijo quan gustoso se
hallava con su Benida y que fiaba de su capacidad y buenas prendas, dispondría
el que la Capilla bolbiese a aquel ser antiguo que tubo que viese las bozes que
azían Mayor falta y si tenía notizia de algunas la diese y su parezer sobre
todo,… Y que en quanto a la Capilla era zierto estaba muy acabada por falta de
Bozes y que para formarla tal qual era nezesario para la Grandeza y autoridad
de tan Gran Iglesia por lo menos eran nezesarias seis bozes, Dos tiples, Dos
contra altos y dos tenores que le parezía fuesen llamados a ser oydos y que no
contentando seles podía dar una Aiuda de costa para el Biaje, pues él… solo
tenía experienzia de un Thenor que estava en la Sta. Iglesia de Toledo por
haver Cantado debajo de su compas, que se llamava Juan de Campos y se avía
Criado en esta Sta. Iglesia, que era diestro de mucha Gala y bastante voz para
un quatro y un berso solo… y haviendose ydo dicho Maestro el Cabildo de
conformidad Rezivió por Músico Thenor de esta Sta. Iglesia a Juan de Campos con
setezientos ducados de salario en cada un año” 115
Incluso
se quedaron vacantes nada menos que tres plazas de racioneros, y el 19 de
febrero de 1685, el cabildo mandó que se pusieran edictos para cubrir las tres
vacantes:
“Este
día mandó el cabildo se pongan edictos y se remitan a todas las iglesias y
unibersidades de Castilla y León para las tres medias raciones de música que
están vacas y me cometió a mí, el infraescripto secretario, haga diligencia de
voces y dé quenta al cabildo.”116
Siguió
esta misma situación poco más de diez años más tarde, y para remediar la falta
de cantores de la capilla, el cabildo determinó, el 21 de enero de 1692, que se
buscaran cantores de todas las voces (tiples, contraltos, tenores y bajos),
pues la capilla se hallaba muy necesitada.
“Comettió
el cavildo al señor racionero don Diego de Vittoria aga diligencias con todo
cuydado y solicite vozes de todas las cuerdas para la capilla y en teniendo
noticia de alguna buena voz dé quenta al cavildo.”117
Dada
la necesidad de cantores, el cabildo ordenó que el maestro recurriera a alguno
de los veinteneros cuando fuere necesario para la capilla.
“Este
día la Diputación de Seremonias hizo relasión como en virtud de la comissión
que el Cabildo le tenía dada para la forma en que se cantarían las Completas
Solemnes esta quaresma havía sido necessario haser nueva composición de ellas
según las vosses que de pressente ay y juntamente que entrassen algunos XXº, y
el Cabildo mando que en dicha forma se ejecute y que los Veinteneros asistan a
la Capilla siempre que fuere necessario.”118
Y
para facilitar la llegada de cantores a la capilla de música, fue bastante
frecuente, ya desde el siglo XVI, que el cabildo ofreciera a los aspirantes una
ayuda de costa, para el camino de vuelta, a todos aquellos que una vez
realizadas las pruebas pertinentes no agradaran al jurado. Así se hizo, por
ejemplo, el 21 de febrero de 1691.
“...y
nombró [...] a Juan Bonifaz para que aga diligencias de saber donde se hallan
los músicos de mejor voz y fama, y dé quenta al cabildo, acordando assimismo
que los músicos que vinieren a ser oídos, y no se recivieren se les dé una
aiuda de costa.”119
Esta
situación que hemos visto, a medida que avanzaba el siglo XVII, perduró también
durante el XVIII,120 aunque en ocasiones la demanda era general y no se
especifican las voces o instrumentos que eran necesarios, como ocurrió en 1705
y 1707.121 Por eso el maestro de capilla tuvo que recurrir a algunos cantores
de fuera de la catedral; una práctica habitual como se deduce del siguiente
texto de las actas capitulares.
“Este
día el Sr. Deán hizo proposición ael Cabildo sobre los músicos de afuera que an
travajado en el choro las completas solemnes de quaresma y la semana santa,
para que el Cabildo mande librarles lo mismo que el año pasado: Y aviándola
oydo el Cabildo mando se les libre lo sólito”.122
El
cabildo hispalense siguió teniendo problema para encontrar cantores. El siglo
XVIII comenzó estando vacantes tres raciones de cantores de la capilla de
música; precisamente las mismas que hemos visto ya el acta capitular de 1685.
“Este
día estando el Cabildo llamado ante Diem para oyr a la Contaduria mayor y Sr.
Can. Doctoral, cerca de aquien se deven aplicar las raciones de Música que
están vacantes, dichos señores por el quaderno de Contaduría hicieron relación
de que en vista de los exemplares de 20 de Mayo de 1676, 26 de Enero de 1685,
12 de Agosto de 81 y 9 de Jullio de 1691. Eran de parecer y dictamen, que de
tres medias raciones, que al presente están vacantes: las dos dellas, que son
las que tenían D. Joseph Torner y D. Juan de la Puerta; se apliquen desde 1º de
Henero deste año por el tiempo de la voluntad del Cabildo a la Fabrica desta
Santa Iglesia; por Gracia, y en la misma conformidad que se a executado en
otras ocasiones; Y que la tercera, que es la que vaco por muerte de D. Agustín
Leandro se aplique al Cuerpo de Hacienda de la Mesa Capitular; Lo qual oydopor
el Cabildo lo aprobó, mandando que se execute en la conformidad que se
propone.”123
Esta
falta de miembros de la capilla (cantores e instrumentistas) fue más frecuente
en el caso de las actuaciones solemnes de la Semana Santa.
“Este
día el Sr. Can. D. Diego de Victoria hizo desistimiento del encargo que el
Cabildo le avía dado de solicitar vozes e instrumentos para la Música y Capilla
desta Sta. Iglesia, Y el Cabildo de conformidad lo admitió, y exonero a dicho
Sr. Deste cuydado. Asimismo cometió el Cabildo al Sr. Arcediano de Sevilla se
informe del Maestro de Capilla de las vozes o Instrumentos que necesita traer
de fuera, para cumplir las funciones de Semana Santa.”124
Los
villancicos y chanzonetas
Los
géneros más comunes en castellano fueron, desde el siglo XVI, los villancicos y
chanzonetas, aunque luego con el correr de los años, ya en el siglo XVII y
XVIII, surgieron otros estilos y formas derivadas, tales como las cantadas y
los tonos; pero la verdad es que estas distinciones no siempre resultan claras
y constituyen un estadio evolutivo de aquellas otras formas, adaptadas a los
gustos de los tiempos modernos.74
Desde el siglo XVI, el maestro de capilla debía componer
una serie de villancicos y chanzonetas para determinadas fiestas del año
litúrgico, principalmente Navidad, Reyes, Pascua, Pentecostés, Corpus e
Inmaculada; pero también para algunos acontecimientos puntuales, tanto de orden
religioso como civil: visita real a la catedral, de algunas reliquias, o
beatificación de san Ignacio de Loyola, etc.75 De la obligación de componer
estas piezas habla ya Guerrero en el libro que escribió en su viaje a Jerusalén
(1588-1589):
“…Y
como tenemos los de aqueste oficio [=los maestros de capilla] por muy principal
obligación componer chanzonetas y villancicos de loor del santísimo nacimiento
de Jesu Christo, nuestro Salvador y Dios, de su Santíssima Madre la Virgen
María N. Señora…”76
Aunque
esta costumbre aparece documentada en la catedral de Sevilla cuando era maestro
Guerrero, ello no quiere decir que no se practicara anteriormente; y era tan
importante y necesaria que, cuando un maestro titular no podía llevarla a cabo
por enfermedad o ausencia, el cabildo se lo encomendaba al maestro suplente, a
un cantor, al maestro de seises o a un músico, en general, capaz de realizarla.
“En
este día… mandaron dar a Palomares, el que ha servido de enseñar y tener a los
seises y de componer las chançonetas de Navidad y la Resurrección y Corpus Xti.
Y a la entrada del Rey, por la ausencia del Maestro Francisco Guerrero, 30
ducados de remuneración”.77
Los
siglos XVII y XVIII constituyen el período de apogeo de estas formas en todas
las iglesias de España e Hispanoamérica, hasta el punto de que bien puede
afirmarse que, en el siglo XVII, el villancico fue un género altamente popular,
y constituía la mayor parte de la producción musical española de la época. Por
entonces, el villancico se convirtió en una especie de cantata de iglesia a
uno, dos o más coros, recitativos, arias, solos, dúos, tríos y acompañamiento
instrumental.78 Al villancico del siglo XVI, se colocó ahora una introducción
corta o “tonada”, generalmente a una voz de tiple, el estribillo se hizo más
largo y complejo que en el villancico del siglo XVI, ya fuera a uno, dos o tres
coros, y las coplas se acortaron y simplificaron musicalmente y fueron cantadas
a una, dos o tres voces.
Del
siglo XVII se conservan 670 pliegos impresos en la Biblioteca Nacional de
Madrid, procedentes de la catedral de Sevilla.79 Ellos recogen solamente el
texto de los villancicos que se cantaban principalmente en los maitines de
Navidad, Reyes, Pascua, Pentecostés, Inmaculada y Corpus con sus Octavas, y en
otras fiestas y acontecimientos, tales como Santas Justa y Rufina, la
instalación de una imagen de San Blas, la canonización de san Fernando, las
Octavas, etc. Los compositores de la música de estas piezas fueron los maestros
de capilla Jalón, Sanz, Suárez, Tello y Salazar, como consta en dichos pliegos,
aunque no se ha conservado la música de ninguno de ellos; además, hemos de
notar que los villancicos de Pascua, según los mencionados pliegos, los
cantaban los seises y se encargaba de componerlos el maestro de seises y no la
capilla de música, como sucedía con los otros; seguramente se hacía así por ser
éstos de menor categoría.80
En
el siglo XVIII, los maestros de capilla hispalenses debían componer casi
treinta chanzonetas y villancicos al año: nueve eran para la festividad de
Reyes, tres para la de Pentecostés, cinco para Inmaculada, otros nueve para
Navidad y tres para festividades de Santos. Castro Palacios, maestro de
ceremonias de la catedral hispalense a finales del siglo XVII, refiere que se
cantaban nueve villancicos en Navidad y Reyes, aunque comenzaron siendo sólo
cinco en esta última fiesta.81
“…la
noche de Reyes (6 de enero) se colocaba el realejo junto a la reja del coro y
allí se colocaba la “música” (=la capilla de música) y se repetían cinco
villancicos de los nueve de Navidad, para que el pueblo gozase de ellos. A esto
acudió un maestro de capilla con un villancico y otro y otro, y de este modo se
fueron aumentando hasta nueve todos los Reyes, dejando los de Navidad, y se
quitó el que se cantasen en aquel sitio, sino donde se cantaban los de
Navidad”.82
Los
villancicos españoles, lo mismo que ocurrió con el gran motete francés de los
siglos XVII y XVIII, logró imponerse en el Oficio, sustituyendo a los
responsorios de maitines de Navidad y otras fiestas que hemos indicado
anteriormente; incluso podían sustituir a los himnos y a los mismos salmos; en
la Misa, se cantaban principalmente al ofertorio e incluso al gradual, después
de la primera lectura También se cantaban en los conciertos sacros o “siestas”,
con motivo de algunos santos patronos, o por ejemplo en el recibimiento del
Rey, como se hizo en Sevilla, etc.83
Era
frecuente que el maestro de capilla pidiera al cabildo ciertos días de permiso
para componer los villancicos, el Miserere y otras piezas destinadas a la
Semana Santa, y que éste le concediera dos meses para las chanzonetas y
villancicos de la Inmaculada, Navidad y Reyes y uno para las de Pentecostés y
Corpus Christi.84
“Leiose
petizión de Dn. Gaspar de Úbeda y Castellón Maestro de Capilla Raz. de esta
santa Iglecia en que suplicava al Cavildo mandaze librar tres doblones para
remunerar a tres personas que tocaron los violines en el Miserere que se cantó
esta Semana Santa como era estilo y asimismo suplicava se le conzedieze un mes
de lizenzia para la composizión de los villancicos de Spiritu Santo, asenzión y
corpus Christi, y el Cavildo aviéndolo oído mando librar al contenido lo solito
para el efecto que expresa, y le conzedio un mes de lizenzia para el efecto que
pide en la forma ordinaria.” 85
Se
ha venido sosteniendo que los villancicos religiosos tenían una vida efímera,
debían ser compuestos por el maestro de capilla para cada ocasión, y no podían
repetirse, salvo raras excepciones; esto es fundamentalmente cierto. Las obras
en castellano se renovaban con frecuencia, casi anualmente, pero no es menos
cierto que algunos compositores, tales como Pedro Rabassa, reutílizaron tanto
textos como música en varias de sus obras, y prueba que este proceder tal vez
no fuera tan excepcional, sino más bien un tanto generalizado en la música
religiosa española del XVIII; algo lógico, por otra parte, si tenemos en cuenta
la gran cantidad de villancicos que los maestros de capilla debían componer a
lo largo del año. En las obras con el texto reutilizado, Pedro Rabassa mantiene
también idénticas secciones musicales, y el mismo orden de interpretación en
los nocturnos y fiestas a las que se destinan. Entre los textos empleados y
reutilizados por Pedro Rabassa hay algunos que usaron también al menos una
veintena de compositores del siglo XVIII: Miguel de Ambicia, Joaquín Martínez,
Juan Montón y Mallén, Diego de las Muelas, Jaime Cassellas, Luis Serra y
Phelipe Falconi.86
El
Miserere
En
Sevilla, otra de las piezas importantes que debía componer el maestro de
capilla era el Miserere (salmo 50), con el que se remataban los Maitines de
Semana Santa, hasta que en 1956, con la reforma de la Semana Santa, la Sagrada
Congregación de Ritos suprimió el salmo 50 del Oficio de estos días.
La obligación de
componer el Miserere fue práctica del siglo XVIII, pues ningún documento de la
catedral de Sevilla indica que los maestros del siglo XVII tuviera la
obligación de escribirlo. Pero se interpretaba, de manera muy solemne, en la
catedral hispalense desde los comienzos del siglo XVIII, y encontramos en los
libros de fábrica de 1704, por ejemplo, el pago a cinco músicos de fuera que lo
sirvieron.87 Además, el Miserere comenzó a aparecer, de manera abundante, en
los inventarios históricos referidos a los maestros de finales del siglo XVII y
comienzos del XVIII.
El Miserere era simplemente un salmo polifónico a finales
del XVI, pero fue creciendo en importancia desde finales del siglo XVII, y a lo
largo de los siglos XVIII y XIX. De hecho, el Miserere de Alonso Lobo, a cuatro
voces copiado en 1772, se interpretó durante algún tiempo el Sábado Santo,88
alternando para ello polifonía y canto llano.89 El maestro de ceremonias de la
catedral, Castro Palacios, explicando cómo empezó a cantarse el Miserere solemnemente
con orquesta en nuestra catedral, dice en el Tratado de algunas ceremonias…(de
1712):
“El
Miserere la Semana Santa se cantaba por el libro [de facistol], como hoy se
canta en las tinieblas de Sábado Santo. Un maestro de capilla lo puso en
papeles y ponía algunos músicos en los órganos para que cantasen. Otro
introduxo un realejo poniéndole un manteo encima para qv. sonase poco; hasta
q[ue] el señor D. Luis Corbet, can[ónigo], el año de 1672, dio el clavicordio
qv. oy sirve. Otro maestro puso en los púlpitos a los músicos. Otro dixo se
hicieran unos tablados como de las comedias [o] para ver toros, y allí se
colocaron los instrumentos”.90
Adrián
del Ossu (en 1687) indica que para cantar el Miserere, se repartían los músicos
entre los órganos y los púlpitos, pero no dice expresamente si se trataba de
obras a ocho o a más voces. Este autor indica que en el Miserere del Viernes
Santo los cantores de la capilla de música se colocaban delante de un libro de
facistol y alternaban con el coro de canto llano, mientras que en el del
Miércoles y Jueves Santo no aclara si se cantaba en alternatim. De todos modos,
sabemos que Salazar compuso varios Miserere a dos y tres coros.
El maestro de ceremonias Sebastián Vicente Villegas
(1615-1636) subrayaba ya la presencia multitudinaria de sevillanos en el Oficio
de Tinieblas, especialmente en el Miserere del Miércoles y Jueves Santo, con
cuyo salmo finalizaba dicho Oficio, y nos ofrece esta interesante noticia:
“[Para
la interpretación del Miserere] estarán repartidos los músicos en los órganos y
púlpitos, con la disposición que a el Maestro de Capilla pareciere, atendiendo
a la gravedad del tiempo y Iglesia en que los Oficios se celebran y el gran
concurso que a ellos asisten”.91
Esta
afluencia numerosa continuó a lo largo de todo el siglo XVIII, y fue en este
siglo precisamente cuando adquirió gran popularidad su interpretación, hasta el
punto de producirse desórdenes tales que el cabildo hispalense debió evitar
recurriendo a medidas especiales. La razón de esta numerosa afluencia de fieles
radica en que el Oficio de Maitines del Miércoles, Jueves y Viernes Santo, más
conocido como Oficio de Tinieblas, terminaba con un rito muy del gusto del
pueblo, que tenía lugar al finalizar el salmo 50 (el Miserere), situado al final
de dicho Oficio solemne en la catedral.92
La
popularidad que había ido adquiriendo el Miserere en el siglo XVII, creció más
en el XVIII como se ha dicho, y se multiplicó aún más a partir de 1837,
convirtiéndose desde entonces en un acto típicamente sevillano. A este
encumbramiento y conservación contribuyeron varias cosas: una de ellas el que
el Domingo de Pascua, dos días después de la ejecución del Miserere (Miércoles
y Jueves) comenzara la temporada de ópera en la ciudad con asistencia de
cantantes, particularmente tenores que actuaban también en el Miserere.
La
capilla de música
Lo
que nosotros llamamos actualmente coro polifónico, se denominaba, desde el
Renacimiento, “capilla de música” o simplemente “la música”, y desde el siglo
XVI estaba formada por un grupo de cantores adultos, divididos en tiples, altos
o contraltos, tenores y bajos o contrabaxos, que intervenían a las órdenes del
maestro de capilla, para interpretar el canto de órgano. Pero al menos a partir
de finales del siglo XVI, y sobre todo durante el Barroco, se integraron en
ella también los instrumentos. Los niños no formaban parte por entonces del
coro polifónico, aunque en ocasiones fuera necesario recurrir a alguno de
ellos; pero en este caso, participaban como cantores de la primera o de la
segunda voz de la capilla.
Tal
como hemos dicho, la capilla actuaba en la liturgia solemne de la catedral,
tanto en la Misa como en el Oficio, y además en ciertos servicios
paralitúrgicos, especialmente en las procesiones que se realizaban dentro y
fuera de la catedral.93 En todas ellas se interpretaba un repertorio que ya
Fernández de Castilleja y Guerrero trataron de que fuera “de la mejor música
que ahora ay”, para lo cual no dudaron en renovar los libros de polifonía,
puesto que “son muy antiguos y las obras dellos antiguas, y no aquellas que se
cantan en la iglesias de todo el Reino”.94 Una preocupación constante entre los
maestros de capilla y organistas de la catedral hispalense a lo largo de los
siglos.
La
capilla de música de la catedral de Sevilla fue, ya en el siglo XVI, una de las
más importantes de España, desarrollándose notablemente durante el mandato de
Fernández de Castilleja, a quien Guerrero consideró como “el maestro de los
maestros de España”. Pero alcanzó una cima aún más elevada todavía en la época
de Francisco Guerrero, uno de los compositores más importantes de finales del
siglo XVI. Y es que el cabildo hispalense no escatimó esfuerzo alguno, durante
toda esta época, para conseguir los mejores cantores que existían en toda
España;95 y así siguió actuando a lo largo de los siglos.
“Este
día el Sr. Rac. Don Joan Bonifaz requirio que hallandose muy falta de musicos
la Capilla, y no siendo de la grandeza desta Sta. Iglesia mantenerla en esta
conformidad, se sirviesse el Cavildo dar la providencia que fuesse servido en
orden a este particular, para que los divinos oficios se celebrassen con la
debida pompa y magestad y no descaeciessen la grandeza y solemnidad que siempre
se han estilado en esta Sta. Metrópoli, y su Sria. pareciéndole muy justo el
reparo de dicho Sr. Rac. y muy de sus obligaciones y zelo, cometió al Sr. Can.
Don Sebastián de Aristi, que por si y con assistencia del Maestro de Capilla
hiziesse diligencias e inquiriesse saber donde se hallassen los músicos de mayor
fama y mas estimados en su facultad para que llamados por el Cavildo a ser
oído, se procurasse remediar la falta que de ellos se experimentava en la
Capilla.”96
La
capilla de música de la catedral hispalense despertó siempre gran interés entre
los músicos que trabajaban en España, y así continuó durante el período
barroco, teniendo en cuenta la gran cantidad de aspirantes a un puesto en la
capilla y que no obtuvieron plaza; en el siglo XVIII, esto ocurrió en torno a
un centenar de casos. La capilla se nutrió ordinariamente con músicos llegados
de distintos lugares de la provincia, y de otras españolas y del extranjero; en
este caso, de varios portugueses e italianos, sobre todo avanzado ya el siglo
XVIII.97
La
remuneración de los músicos por sus actuaciones en la catedral de Sevilla se
incrementaba con algunas gratificaciones por actuaciones fuera de ella,
especialmente en el caso de los miembros de la capilla de música. Era muy
frecuente que la capilla de música de la catedral fuera contratada para solemnizar
fiestas y celebraciones en otros templos (parroquias, conventos, hospitales,
sagrarios, etc.), tanto dentro como fuera de la ciudad; unas veces toda la
capilla y en la mayoría de los casos algunos de sus cantores. De todos modos,
lo primero siempre era atender a las celebraciones de la catedral, como es
natural.98
“Este
día dio el Cabildo licencia a Juan y Antonio de la Peña y Pedro Colón, músicos,
y a Miguel García y a Antonio Pérez, ministriles, para que puedan esta Cuaresma
ir a cantar algunos Misereres fuera de esta Santa Iglesia no ganando los días
que se ocuparen y habiendo de acudir a las fiestas comunes primero.”99
Los
músicos recibían unos salarios de acuerdo con el puesto que ocupaban y con sus
habilidades, por este orden: en primer lugar el maestro de capilla, después el
organista primero, el maestro de seises, los cantores, ministriles y finalmente
los instrumentistas de cuerda. Por otra parte, los músicos extranjeros de la
capilla recibían un salario más elevado que los españoles. En los años cuarenta
del siglo XVIII, la hacienda de la Fábrica de la catedral de Sevilla comenzó a
tener problemas para costear algunos gastos de su capilla de música, debido a
los grandes desembolsos realizados por entonces, entre ellos los derivados de
la Guerra de Sucesión (1701-1713); una situación que será aún más sangrante en
el siglo XIX con la desamortización de Mendizábal (1836-1837).
Número
de cantores
Resulta
difícil determinar, de manera precisa, el número de cantores de la capilla de
música, debido al frecuente trasiego de éstos y a sus ideas y venidas a
diferentes iglesias. Aún más complejo es saber su composición por cuerdas o en
su totalidad; esto es, el de los que actuaban en las celebraciones, no sólo los
fijos o titulares de la capilla, sino también en su conjunto. Con todo, si nos
apoyamos en los datos que aportan los libros de salarios y las actas
capitulares, podemos hacernos una idea relativa, pero bastante ajustada, sobre
el número de cantores de la catedral hispalense; una de las capillas más
importantes y con mayor número de cantores de España.100 Además, todos los
miembros de la capilla de música de finales del siglo XVI y de los siglos XVII
y XVIII eran clérigos, aunque es verdad que encontramos algunos cantores e
incluso organistas segundos laicos;101 pero esto no fue lo normal en la
historia de la capilla de música de la catedral de Sevilla.102 En efecto, los
“músicos de voz” o cantores, tanto racioneros como asalariados, o bien estaban
ordenados o debían ordenarse en el plazo de un año, y si se casaban el cabildo
los despedía, como indica una decisión tomada por el cabildo en 1763.103
Todos los que ejercían un oficio o ministerio en la
catedral eran admitidos mediante ciertas pruebas de aptitud, y así se hacía
también con los que interpretaban el canto llano, el canto de órgano, con los
ministriles y los seises; mediante este examen u oposición, los aspirantes
demostraban su habilidad en el canto y su preparación para desempeñar el cargo
encomendado, aunque existían excepciones que se aplicaban cuando se trataba de
personas sobradamente conocidas y prestigiosas; tal ocurrió, por ejemplo, con
Guerrero e incluso con todos los que le siguieron como maestros de capilla
durante el siglo XVII.
Cuando
Guerrero asumió el cargo de maestro de capilla, después de cuarenta años de
cantor, el número de intérpretes de la capilla de música se había elevado
considerablemente, pues la capilla que dirigía Guerrero, a finales del siglo
XVI, constaba de cinco tiples, tal como indican las actas capitulares; en
total, una capilla compuesta por 16 cantores, divididos en: cinco tiples,
cuatro altos, cuatro tenores y tres bajos, y lo mismo durante el magisterio de
Alonso Lobo. En el período Barroco, parece que fueron en torno a 16 los
cantores asalariados, si bien es verdad que a medida que avanzó el siglo XVII
fue decreciendo el número, y el cabildo necesitó cada vez más esfuerzos para
mantener el mínimo de cantores necesarios en la capilla. Esto llama la
atención, pues es lógico pensar que con la llegada de la policoralidad
aumentaría el número de cantores en las capillas de música, pero esto no es
siempre cierto, y así ocurrió en Sevilla.104 Los documentos confirman un
descenso, a medida que fue avanzando el siglo XVII, y la tendencia a agudizarse
cierta crisis, a pesar de los esfuerzos del cabildo por mantener el número de
cantores de los años anteriores. Esto ocurre, sobre todo, en los bajos de la
capilla, observándose una clara propensión hacia la casi desaparición de éstos
a finales de la primera mitad del siglo XVII. Ante esta escasez de
“contrabaxos”, el cabildo intensificó, en muchos casos, la búsqueda de
instrumentistas que remediaran la falta de voces humanas; concretamente del
bajón, aunque es también bastante probable que esta voz de la capilla se confiara
a los veinteneros o/y capellanes de coro, grupos cuyas voces califican
frecuentemente las actas capitulares de graves y profundas. Por otra parte,
durante este siglo, aumentó el prestigio y la preponderancia de los tiples con
respecto al resto de las voces de la capilla; de hecho, Juan de Loaysa indica
que cuando él entró en la catedral de Sevilla sólo había racioneros tiples y no
de las otras tres cuerdas.105
Resulta
significativo que todos los tiples primeros del siglo XVIII fueran italianos y
que fuera desde comienzos del siglo XVII cuando aparecieran con frecuencia los
cantores capones (castrati); un gremio muy apreciado, pues no mudaban de voz y,
después de ejercer como seises, podían pasar al grupo de cantores en la capilla
de música, asegurándose su permanencia en ella por muchos años.106
El
carmelita Francisco de Santiago (1617-1643) parece que contaba con 16 cantores
y que sus obras a ocho voces eran interpretadas por un par de cantores por voz
como máximo. Con Luis Bernardo Jalón (1643-1659) los cantores descendieron
hasta 13 aproximadamente, tendiendo a mantenerse los tiples y a disminuir los
bajos, hasta el punto de que en su capilla sólo existía un cantor bajo y cuatro
bajones, de los cuales uno tañía siempre la parte del bajo con la capilla de
música. Con Juan Sanz (1661-1673) los cantores siguieron siendo unos 13: seis
tiples, tres altos, unos tres tenores y un bajo; con Alonso Xuárez (1675-1684)
entorno a 12, durante los primeros años (cinco tiples, dos o tres altos, tres
tenores y un bajo), y hacia 1684 nueve o diez, a causa de la crisis por la que
pasó el cabildo ese año.107
Finalmente,
Salazar (1685-1709) contó en su capilla únicamente con 9 cantores, existiendo
sólo un bajo (más uno o más bajones).108 De hecho, al año siguiente de la llegada
de Diego de Salazar a ocupar el magisterio de capilla (1685-1709) fue necesario
afinar el clave para suplir la gran falta de voces de la capilla de música.
“Este
día mando el Cabildo que el Clavisimbalo se afine para esta Semana Santa tan
solamente por la necessidad que el Maestro de Capilla a representado ai de
vosses.”109
Llama
la atención que Salazar tuviera siete cantores tiples de 1685 a 1709, aunque al
comienzo de su magisterio hubiera generalmente tres, y quizás dos desde 1696, a
los que hay que añadir tres tenores durante la mayor parte su magisterio, y un
solo bajo: Juan de la Puerta (1695-1706). Por eso fue necesario que reforzaran
esta voz los bajones, veinteneros o capellanes de coro.
De
los documentos del archivo de la catedral de Sevilla se deduce que la capilla
hispalense la componían nueve cantores en torno al año 1700: tres tiples, dos
contraltos, tres tenores y un bajo, y que durante el siglo XVIII, en general,
lo formaba una media de diecisiete cantores; al parecer, el mismo número que
hemos visto a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Pero a veces no
superaron los diez en total: tres tiples, tres contraltos, tres tenores y un
bajo, aparte de alguno eventual de refuerzo.110
Aquí
tenemos un testimonio claro, perteneciente al año en que entró Gaspar de Úbeda
(1710-1724) de maestro de capilla, en el que el cabildo ordena que se unan y
refuercen al único bajo existente un par de bajones o más si fueran necesarios.
“En
este mismo día mando el Cabildo que para las festividades y demás funciones que
concurrían en esta Semana Santa se soliciten dos vajones o más si fueren
nesesarios que sirvan en ellas, respecto de hallarse la Capilla de Música tan
solamente con uno, y asimismo una voz de tenor que hace falta para cantar los
Misereres.”111
A
este número se añadía un nutrido grupo de instrumentistas, que en general
solían tocar varios instrumentos, hasta formar un total de unos 25 músicos; un
conjunto mayor que el de muchas catedrales españolas de la época, pero difícil
de precisar, aunque en siglo XVIII debieron de formarlo de dos a seis bajones,
dos chirimías y cornetas, dos oboes y seis violines y violones, aparte de los
dos organistas: uno primero y otro segundo, que tañían los dos órganos en las
fiestas de primera clase.112
Y
al frente de toda la actividad musical catedralicia estaba como máximo
responsable el maestro de capilla, que componía las obras necesarias para el
culto religioso y dirigía los ensayos de los músicos. Ya hemos señalado que la
capilla de música pasó por fases en las que estuvo francamente necesitada de
músicos, de modo que las plazas que en el siglo XVII eran fijas, ocupadas por
titulares o “racioneros”, ahora se convirtieron en asalariadas y, para
completar el número necesario, fue normal recurrir puntualmente a una serie de
músicos contratados de dentro de la catedral e incluso de fuera de ella.113
“Este
día el Sr. Can. D. Diego de Victoria hizo desistimiento del encargo que el
Cabildo le avía dado de solicitar vozes e instrumentos para la Música y Capilla
desta Sta. Iglesia, Y el Cabildo de conformidad lo admitió, y exonero a dicho
Sr. Deste cuydado. Asimismo cometió el Cabildo al Sr. Arcediano de Sevilla se
informe del Maestro de Capilla de las vozes o Instrumentos que necesita traer
de fuera, para cumplir las funciones de Semana Santa.”114
Las
actas capitulares reflejan este descenso de cantores en la capilla de música
que hemos indicado, particularmente en determinados momentos. En 1673 se
necesitaban seis cantores, pero el maestro Tello sólo había podido contactar y
conocía a un tenor que estaba en Toledo:
“Este
día mando el Cabildo entrar al Lizenciado Miguel Tello Maestro de Capilla de
esta Sta. Iglesia… el Sr. Deán, en nombre del Cabildo le dijo quan gustoso se
hallava con su Benida y que fiaba de su capacidad y buenas prendas, dispondría
el que la Capilla bolbiese a aquel ser antiguo que tubo que viese las bozes que
azían Mayor falta y si tenía notizia de algunas la diese y su parezer sobre
todo,… Y que en quanto a la Capilla era zierto estaba muy acabada por falta de
Bozes y que para formarla tal qual era nezesario para la Grandeza y autoridad
de tan Gran Iglesia por lo menos eran nezesarias seis bozes, Dos tiples, Dos
contra altos y dos tenores que le parezía fuesen llamados a ser oydos y que no
contentando seles podía dar una Aiuda de costa para el Biaje, pues él… solo
tenía experienzia de un Thenor que estava en la Sta. Iglesia de Toledo por
haver Cantado debajo de su compas, que se llamava Juan de Campos y se avía
Criado en esta Sta. Iglesia, que era diestro de mucha Gala y bastante voz para
un quatro y un berso solo… y haviendose ydo dicho Maestro el Cabildo de
conformidad Rezivió por Músico Thenor de esta Sta. Iglesia a Juan de Campos con
setezientos ducados de salario en cada un año” 115
Incluso
se quedaron vacantes nada menos que tres plazas de racioneros, y el 19 de
febrero de 1685, el cabildo mandó que se pusieran edictos para cubrir las tres
vacantes:
“Este
día mandó el cabildo se pongan edictos y se remitan a todas las iglesias y
unibersidades de Castilla y León para las tres medias raciones de música que
están vacas y me cometió a mí, el infraescripto secretario, haga diligencia de
voces y dé quenta al cabildo.”116
Siguió
esta misma situación poco más de diez años más tarde, y para remediar la falta
de cantores de la capilla, el cabildo determinó, el 21 de enero de 1692, que se
buscaran cantores de todas las voces (tiples, contraltos, tenores y bajos),
pues la capilla se hallaba muy necesitada.
“Comettió
el cavildo al señor racionero don Diego de Vittoria aga diligencias con todo
cuydado y solicite vozes de todas las cuerdas para la capilla y en teniendo
noticia de alguna buena voz dé quenta al cavildo.”117
Dada
la necesidad de cantores, el cabildo ordenó que el maestro recurriera a alguno
de los veinteneros cuando fuere necesario para la capilla.
“Este
día la Diputación de Seremonias hizo relasión como en virtud de la comissión
que el Cabildo le tenía dada para la forma en que se cantarían las Completas
Solemnes esta quaresma havía sido necessario haser nueva composición de ellas
según las vosses que de pressente ay y juntamente que entrassen algunos XXº, y
el Cabildo mando que en dicha forma se ejecute y que los Veinteneros asistan a
la Capilla siempre que fuere necessario.”118
Y
para facilitar la llegada de cantores a la capilla de música, fue bastante
frecuente, ya desde el siglo XVI, que el cabildo ofreciera a los aspirantes una
ayuda de costa, para el camino de vuelta, a todos aquellos que una vez
realizadas las pruebas pertinentes no agradaran al jurado. Así se hizo, por
ejemplo, el 21 de febrero de 1691.
“...y
nombró [...] a Juan Bonifaz para que aga diligencias de saber donde se hallan
los músicos de mejor voz y fama, y dé quenta al cabildo, acordando assimismo
que los músicos que vinieren a ser oídos, y no se recivieren se les dé una
aiuda de costa.”119
Esta
situación que hemos visto, a medida que avanzaba el siglo XVII, perduró también
durante el XVIII,120 aunque en ocasiones la demanda era general y no se
especifican las voces o instrumentos que eran necesarios, como ocurrió en 1705
y 1707.121 Por eso el maestro de capilla tuvo que recurrir a algunos cantores
de fuera de la catedral; una práctica habitual como se deduce del siguiente
texto de las actas capitulares.
“Este
día el Sr. Deán hizo proposición ael Cabildo sobre los músicos de afuera que an
travajado en el choro las completas solemnes de quaresma y la semana santa,
para que el Cabildo mande librarles lo mismo que el año pasado: Y aviándola
oydo el Cabildo mando se les libre lo sólito”.122
El
cabildo hispalense siguió teniendo problema para encontrar cantores. El siglo
XVIII comenzó estando vacantes tres raciones de cantores de la capilla de
música; precisamente las mismas que hemos visto ya el acta capitular de 1685.
“Este
día estando el Cabildo llamado ante Diem para oyr a la Contaduria mayor y Sr.
Can. Doctoral, cerca de aquien se deven aplicar las raciones de Música que
están vacantes, dichos señores por el quaderno de Contaduría hicieron relación
de que en vista de los exemplares de 20 de Mayo de 1676, 26 de Enero de 1685,
12 de Agosto de 81 y 9 de Jullio de 1691. Eran de parecer y dictamen, que de
tres medias raciones, que al presente están vacantes: las dos dellas, que son
las que tenían D. Joseph Torner y D. Juan de la Puerta; se apliquen desde 1º de
Henero deste año por el tiempo de la voluntad del Cabildo a la Fabrica desta
Santa Iglesia; por Gracia, y en la misma conformidad que se a executado en
otras ocasiones; Y que la tercera, que es la que vaco por muerte de D. Agustín
Leandro se aplique al Cuerpo de Hacienda de la Mesa Capitular; Lo qual oydopor
el Cabildo lo aprobó, mandando que se execute en la conformidad que se
propone.”123
Esta
falta de miembros de la capilla (cantores e instrumentistas) fue más frecuente
en el caso de las actuaciones solemnes de la Semana Santa.
“Este
día el Sr. Can. D. Diego de Victoria hizo desistimiento del encargo que el
Cabildo le avía dado de solicitar vozes e instrumentos para la Música y Capilla
desta Sta. Iglesia, Y el Cabildo de conformidad lo admitió, y exonero a dicho
Sr. Deste cuydado. Asimismo cometió el Cabildo al Sr. Arcediano de Sevilla se
informe del Maestro de Capilla de las vozes o Instrumentos que necesita traer
de fuera, para cumplir las funciones de Semana Santa.”124
Cantores
de la capilla
No
todos los cantores de la capilla de música gozaron de la misma importancia,
sino que existían diversas categorías: unos eran “medioracioneros” y otros
asalariados; incluso había algunos eventuales que ayudaban a la capilla de
música en determinadas ocasiones y circunstancias; cuando se les requería, en
celebraciones especiales y momentos puntuales.
Racioneros
Los
cantores racioneros eran músicos “eminentes” y de prestigio que, aunque no
tenían voz ni voto en el cabildo, podían ocupar un lugar en los asientos altos
del coro con los demás beneficiados. Percibían una retribución económica fija y
más elevada que los cantores asalariados,125 teniendo en cuenta que ellos eran
los titulares y solistas de cada una las cuatro cuerdas de la capilla.126 Los
racioneros eran normalmente cuatro en las catedrales españolas: uno por cada
cuerda vocal (SATB); pero las catedrales difieren en la fecha en que se crearon
estas medias raciones.127 Sin embargo, en la catedral de Sevilla parece que
fueron ocho a mediados del siglo XVI: dos por cada cuerda, aunque no está del
todo claro respecto de la cuerda de tenor;128 luego, en el siglo XVII había dos
raciones de tiple, y en el XVIII parece que había tres raciones de tiple: una
de tiple primero y dos de tiple segundo.129
El cabildo de Sevilla decidió instituir tres plazas de
cantores medio-racioneros (tiple, tenor y contrabajo) en 1518,130 pero no se
llevaron a efecto, de manera oficial, hasta el 25 de septiembre de 1560 por
bula de Pío IV.131 Con ello, se pretendía que la capilla de la catedral de
Sevilla contara con buenas voces y pudiera ofrecer "la mejor música del
Reino"; más tarde, se añadió la de contralto por bula de Gregorio XIII (13
de febrero de 1572);132 de esta forma, quedaron establecidas las cuatro medias
raciones: para tiple, contralto, tenor y bajo o contrabajo. Además de los
cuatro cantores indicados, en Sevilla también eran medio-racioneros el
sochantre, el organista y el maestro de capilla, que compartía una ración
entera con los seises, destinada, en este caso, al cuidado y educación de
éstos.
Las
cuatro medias-raciones de cantores se intercambiaban, pasando de una a otra
cuerda de la capilla, según las necesidades concretas, los momentos históricos,
las situaciones y necesidades del cabildo de la catedral hispalense. Y así, no
había problema en suprimir la de bajo, por ejemplo, durante algún tiempo, y
añadir ésta a la cuerda de tiple, pasando así la capilla de música a tener dos
tiples racioneros y ninguno en la cuerda de bajo.133 Una flexibilidad que
encontramos a lo largo de los siglos sin que ello suponga problema alguno.
La
lista de eminentes cantores racioneros de la capilla musical de la catedral
hispalense es muy amplia.134 Podemos mencionar, por ejemplo, a Francisco
Guerrero que fue contralto de la capilla de música durante treinta y dos años
(de 1542 a 1574), y a José Torner que fue tiple durante cincuenta años (de 1691
a 1740), si exceptuamos un par de años que estuvo en Córdoba (1706-1708).
Cantores asalariados
Aparte
de los cuatro “racioneros”, existía otro grupito de cantores “asalariados” que
actuaban junto con los “racioneros” y constituía el número más numeroso de la
capilla. El número de cantores asalariados de la capilla de música reflejaba
indirectamente el prestigio de que gozaba una determinada capilla en España, y
sabemos que una de las que poseyeron mayor predicamento fue ciertamente la de
Sevilla. De hecho, la Capilla Real de Madrid fue tal vez la más importante del
momento, y su plantilla de cantores, a finales del siglo XVI y comienzos del
siglo XVII, era similar a la de Sevilla.135 No tenemos datos sobre el número
exacto de cantores de la Capilla Real durante el siglo XVII, pero sabemos que
la hispalense fue experimentando un notable descenso, incluso hasta reducirse
su número aproximadamente a nueve. Lo cierto es que, a finales del XVII y
comienzos del XVIII, la crisis afectó a ambas capillas de música, pues por
entonces existían sólo seis cantores en Madrid, aunque nominalmente debían ser
catorce, dado que existían ocho plazas vacantes.
Cantores contratados
A
los cantores que aparecen en los libros de salarios (los racioneros y
asalariados) y formaban la capilla de música oficialmente y de manera estable,
se unían otros cantores en circunstancias especiales o en tiempos de crisis;
eran los cantores “contratados” (otros dos o tres cantores), sumando así el
total de cantores de la capilla de música en torno a una quincena.136 En este
grupo hallamos a algunos veinteneros y varios capellanes de coro,
particularmente en la voz de los tenores y de los “contrabaxos”, como cantores
contratados más o menos puntuales.137
En
1685 intervinieron tres veinteneros en la capilla de música, según consta en el
auto del 30 de abril (de 1685), cuyos nombres aparecen expresamente citados; y
se les dio una ayuda de costa por cantar ese año en Cuaresma y en la Semana
Santa:
“Este
día, mandó el cabildo librar de la hasienda de la fábrica a Manuel de
Vallesteros, Agustín Leandro y Pedro Soriano, veinteneros de esta Santa Yglesia
a dossientos reales a cada uno por lo bien que lo han hecho en las oraciones
que esta Semana Santa y Quaresma an cantado en la música con los papeles que
les an repartido, supliendo la falta de voses que ay en la capilla.” 138
El
9 de enero de 1688, el cabildo mandó al maestro de capilla que buscara las
voces que hacían falta para la capilla,139 y el 10 de abril de 1688 que
utilizara a los veinteneros o capellanes necesarios para la celebración solemne
de la próxima Semana Santa:
“Propusso
el Sr. Rac. D. Juan Bonifaz que parecía conveniente que Pedro Soriano XXº
asistiese en la Capilla esta Semana Santa por cuanto tiene vos para la cuerda
de contralto de que ai falta, i su señoría mando llamarle para determinar en
esta proposición.”140
“Este
día, mandó el cabildo que el maestro de capilla se valga del ministro o
ministros del choro que ubiere menester para esta Semana Sancta i la Pasqua
[...] veintenero [...] o capellán, por la falta de músicos que ay en la
capilla.”141
No
era raro que el maestro de capilla tuviera que recurrir a otras iglesias de la
ciudad, particularmente a la colegiata del Divino Salvador, para reformar la
plantilla de la capilla de música. Este proceder de recurrir a la ayuda de
cantores “de afuera” (de otros templos, principalmente de la ciudad) fue
bastante común.
“Este
día mando el Cavildo librar 100 rs. de vn. de la hacienda de la fabrica por una
vez a cada uno de los músicos de fuera que asistieron en las funciones de
Semana Santa.”142
“Este
día mando el Cabildo de conformidad librar a los músicos forasteros que
asistieron a las Tinieblas de la Semana Santa la mesma aiuda de costa que se
les dio el año pasado.”143
“Este
día estando el Cabildo llamado ante Diem, para oyr una petición, que dio D.
Felipe de la Fuente, músico pidiendo alguna limosna por aver cantado en el día
y octava de la Purísima Concepción; Le mando su señoría dar: Ciento y cinquenta
rs. de vn. por una vez de la hacienda de la fábrica.” 144
El
maestro de capilla tuvo que dirigirse a los seises para que cantaran como
tiples de la capilla de música.145 De hecho, no es raro encontrarlos en los
libros de salarios junto a los demás cantores; y no fue infrecuente que alguno
de los seises “mudados” de voz, colaboraran con la copilla, recibiendo por ello
una pequeña ayuda económica.
“Leyose
petición de Pedro Cerderas; seize, en que pide alguna ayuda de costa en
atención a lo que trabaja supliendo los primeros Tiples, y que tiene Madre y
hermanas pobres; Y el Cabildo le mando librar 200 rs. de vn. por una vez sobre
la hacienda de la fábrica.”146
“Leyose
una petición de Joseph de Torres y Juan Eusebio de Castro, seises actuales,
pidiendo al Cabildo alguna ayuda de costa, por lo mucho que sirven, respeto de
no aver músicos tiples: Y el Cabildo en atención a su trabajo, mando librarles
a cada uno cien rs. de vn. por una vez, de la fábrica.”147
“Este
día llamado el Cabildo para determinar en la petición de Bartholome Luis de
Herrera, seise, y oír lo escripto en esta razón se leieron los autos de 3 y 5
de julio y 18 de noviembre de de 1675 y los de 17 de marzo, 29 de abril y 15 de
jullio de 1676 y aviéndolos el Cabildo oydo y en atención a la buena voz que el
susodicho tiene, y que puede ser de provecho para el servicio de esta Sta.
Iglesia se mando quede en el Collegio con manteo y sotana y en él se alimente
como uno de los demás seises de aquí a carnestolendas, para reconozer en este
tiempo lo que aprobecha, y entre, y assista en el coro los días que ubiere
canto de órgano con manteo y bonete, como entraban en lo antiguo los seises
mudados, y se le libre el aiuda de costa ordinaria, que como tal le toca.”148
Así
pues, en el período barroco, y lo mismo que a largo los siglos en general, fue
necesario contratar a varios músicos de fuera para las celebraciones solemnes
de las fiestas más importantes,149 multiplicar la actividad de los maestros en
la creación de nuevas composiciones, para no tener que recurrir a la compra de
obras musicales de otros lugares para el culto,150 y variar la disposición de
la capilla de música y sus instrumentos, a fin de obtener mayor sonoridad y
prestancia con menos efectivos.151
Los
instrumentos
La
música instrumental del período Barroco se encomendaba en la catedral
hispalense a los órganos, y a la capilla de ministriles que venían actuando ya
en el siglo XVI y adquirieron notable importancia en la segunda mitad de este
siglo. Además, aparecieron otros instrumentos de viento y cuerda de diverso
tipo ahora durante el Barroco.152
El grupo de los instrumentistas de la catedral de Sevilla
estaba constituido por dos organistas y un suplente, los ministriles o capilla
de ministriles, que tocaban instrumentos de viento (bajón, chirimía, cometa,
oboe, fagot y flauta), y una serie de instrumentistas de cuerda que fue
introduciéndose en el período barroco: arpa, archilaúd, violín, violón,
violonchelo y contrabajo. Ahora, los instrumentos adquirieron notable
importancia, y unas veces formaban parte de la capilla de música, actuando a
las órdenes del maestro de capilla y en cuyas interpretaciones se hicieron casi
imprescindibles; en este caso, acompañaban a las voces de la capilla. Otras
veces formaban uno de los coros, en las composiciones policorales, alternando
con la capilla de música, que a su vez podía dividirse en dos o más coros. Y
también actuaba como grupo independiente, tañendo sus obras propias y
frecuentemente puntadas para estos instrumentos.
Lo
mismo ocurrió en el órgano que adquirió en esta época una participación más
activa, acompañando unas veces y alternando otras con la capilla de música, en
las obras del Oficio y de la Misa. A medida que avanzó el siglo XVII se fueron
incrementando las intervenciones del instrumento en el denominado “canto al
órgano” que realizaban uno o más cantores en obras de carácter solista y con
acentuados rasgos de “virtuosismo”, tan del gusto del período del barroco;
sobre todo a partir de la época avanzada. El órgano tañía además como
instrumento solista una serie de piezas tradicionales, ya desde el siglo XVI,
tales como versos, fantasías y ricercares, tientos, diferencias y glosas;
piezas que hallamos, por ejemplo, en la Facultad orgánica (Alcalá, 1626) del
sevillano Francisco Correa de Araujo (1584-1654), e igualmente en otros autores
importantes, tales como Pablo Bruna (1611-1679) y Juan Bautista Cabanilles
(1644-1712).A esta nueva etapa contribuyeron las nuevas reformas realizadas en
el órgano hispalense durante el XVII con presencia de nuevos registros, juegos
partidos y diversas intensidades sonoras en una y otra región del teclado. Ya
hacia mediados del siglo XVIII, se inicia un nuevo período de apertura hacia
las formas más europeas, tales como la tocata y la sonata italiana que influyó,
por ejemplo, en José Elías (?- 1749), en José Blasco de Nebra (1702-1768), en
su hijo Manuel Blasco de Nebra (1750-1754) y sobre todo en el padre Antonio
Soler (1729-1783).153
Los órganos y claves
Entre
los instrumentos de la catedral, el órgano ocupó siempre un puesto muy
destacado. La catedral de Sevilla contó con varios órganos a lo largo de cinco
siglos: dos colocados sobre la sillería del coro, otro en el coro bajo, en el
altar mayor, en las capillas de la Virgen de la Antigua, en la de Escalas, en
la de la Virgen de los Reyes y en la iglesia del Sagrario.
Existían,
además, otros instrumentos de menor tamaño: órganos realejos y portátiles que
incluso se tañían en algunas procesiones, y un claviórgano; en total, cinco
órganos se contabilizan en 1714, que el cabildo hispalense mantenía y cuidaba
con todo esmero.154 Durante el siglo XVII se habla con frecuencia de órganos
realejos que se usaban en la Semana Santa para la interpretación de las
lamentaciones y del Miserere,155 e incluso servían para acompañar a la capilla
de música para que “entone bien los salmos” polifónicos que se cantan en las
fiestas,156 y también del claviórgano que se dice que servía en las Octavas (de
la Inmaculada y del Corpus).157
Pero
los órganos más importantes siempre fueron los órganos de tribuna. El más
antiguo se construyó en el último cuarto del siglo XV, y en la segunda mitad
del siglo XVI se construyó otro más grande.158 En el siglo XVII se hicieron
algunos trabajos y mejoras en ambos órganos: se amplió el “segundo órgano” (el
más grande), añadiendo algunos nuevos tubos,159 y se colocó una caja nueva al
otro, que el cabildo ordena que pinte de “color de madera con perfiles de oro,
según lo pidiese el arte”.160 Pero fue sobre todo en el siglo XVIII cuando se
desarrollaron importantes trabajos de organería, en los que trabajaron varios
de los organeros y afinadores más afamados del barroco español, tales como Diego
Claudio de Orio (1648), Antonio Pérez Monge (1675) y Juan Chavarría (1697).
En
este siglo, Antonio Pérez Monge construyó un órgano pequeño en el lado del
evangelio (Coro del Arcipreste) que sustituyó al que había realizado fray Juan
a finales del siglo XV. Tenía un solo teclado y nueve juegos (con abundantes
tapados y mixturas compuestas muy propias de la época del siglo XVII), y además
una serie de uñas o teclas para los pies, enganchadas a los sonidos más graves
del manual.161
En
1715, el cabildo vio la necesidad de construir un gran órgano moderno, adaptado
a los nuevos avances y corrientes estéticas de la época. Para ello contactó con
el organero Pedro Echeverría,162 a quien pidieron que adaptara y modernizara el
órgano ya existente, pero Echeverría informó al cabildo que no era posible
transformar el órgano grande “a lo moderno”, sino que era necesario construirlo
nuevo,163 cuyo valor se elevaría a unos 20.000 ducados de vellón.164 Ante esa
suma de dinero, el cabildo se desanimó finalmente, considerando que era un
coste excesivo.165
Por
fin, pasados diez años, el cabildo decidió construir un órgano grande, y
encargó el trabajo a fray Domingo Aguirre, quien diseñó las características del
nuevo instrumento.166 Pero en este momento, el arzobispo, don Luis Salcedo,
mostró su deseo de que se hiciera un segundo órgano, una vez terminado éste, e
igual al primero que se iba a comenzar; además, él correría con los gastos del
segundo. Aguirre inició el primero, en 1724, y a su muerte (11-II-1724)167
continuó su obra el organero riojano Diego de Orio, quien trabajó en ambos
órganos a la vez. Tras su muerte (21-XI-1731), prosiguió su obra Francisco
Ortíguez (marzo de 1733), y en noviembre de 1738 Ortíguez entregó al cabildo el
órgano del lado de la epístola y en mayo de 1739 el del lado del evangelio.
Ambos órganos tenían dos teclados y se tañían alternativamente,168 pero los
días de primera clase se tocaban ambos juntos, para lo cual el cabildo
corrigió, en 1744, el pequeño desajuste de afinación existente entre ellos,
pues el del lado de la Capilla de la Virgen de la Antigua sonaba medio tono más
grave que el situado al lado del Evangelio. 169
El
organista contaba con una consideración social superior a la de los ministriles
y similar a la del maestro de capilla. Por eso, el organista gozaba de media
ración desde el 31 de junio de 1507,170 por la que recibía “pan, trigo y
cevada, maravedíes y gallinas”, pero en cantidad correspondiente al cincuenta
por ciento de lo que percibían los señores capitulares.171 Era experto en
armonía, para poder acompañar obras polifónicas de las que sólo tenía delante
el bajo cifrado, y además debía conocer el transporte, la improvisación y
acompañamiento del canto llano, de la polifonía y los propios del instrumento:
técnica de ejecución, registración, etc. Existía además un segundo organista
también con media ración, ratificada por bula de León X, y según la cual debía
ser “una persona eminente en el arte de tocar los órganos”, aparte de otras
habilidades y de ciertas obligaciones que debe guardar, según la bula papal.172
Este organista segundo lo era también organista de la iglesia del Sagrario de
la catedral, gracias a lo cual incrementaba su salario, que ascendía en total a
cincuenta y cinco mil maravedíes más treinta y seis fanegas de trigo.173 Pero
el segundo organista podía ser laico,174 mientras que el primero debía ser
sacerdote; de hecho, en este siglo existió cierta tendencia a la secularización
de los organistas de las catedrales españolas. Existía también un tercer
organista: el organista auxiliar que sustituía a los dos organistas titulares,
en caso de ausencia, enfermedad o indisposición; y en ocasiones, el cabildo
incluso debió llamar a algún organista suplente de dentro o bien de fuera de la
catedral.175
El
organista primero tenía “la obligación de alternar por semanas con el organista
2°”, tocar los días de su clase, en Maitines pluviales y en funciones
extraordinarias “en el Coro y en el Presbiterio y en las funciones de fuera [de
la catedral de Sevilla] siempre que sale el Cabildo”.176 También las fiestas de
segunda clase figuraban tradicionalmente como pertenecientes al organista
primero, pero éstas habían aumentado notablemente durante el siglo XVII, por lo
cual el organista primero pidió al cabildo que se asignaron algunas de ellas al
segundo organista, y así se estableció en 1681;177 un par de años más tarde,
fueron asignados también los maitines de segunda clase al organista segundo.178
En 1740, el cabildo hispalense ordenó que ambos organistas debían tañer
simultáneamente los órganos en días de primera clase.179
De
todos modos, a finales del siglo XVIII, el cabildo se vio en la obligación de
concretar la intervención de los organistas en el culto catedralicio y, una vez
que el protector de música consultara el parecer de los organistas y del
maestro de capilla, estableció lo siguiente:180
“Informe
sobre alternancia de los organistas […] Primeramente que se observase la
alternativa de semanas, concervando el primero la preeminencia debida a su
Prebenda de tocar en el Coro, y en el Presbiterio, y en las funciones de fuera
siempre que sale el Cabildo; y por quanto en las semanas del tercero pueden
ocurrir primeras Clases, que no puede servir por su falta de vista, se sirvan
estas por el primero y segundo, alternando por Meses, que es el modo de que no
haya falta por causa de las dudas que la alternativa por días podría producir:
y en compensación de este gravamen que resulta a primero y segundo, deba el
tercero asistir a todos los maitines. En segundo lugar por quanto en las
Octavas pertenece a el Organista primero la Misa mayor, letanía, hora de
siesta, Vísperas y ocultar por la tarde en el Presbiterio; y a el Segundo la
manifestación por la mañana, y tocar hasta dejar la Esquila, y después de la
Letanía tocar hasta la ocultación por la mañana, y después de Vísperas en la
del Corpus las deshora hasta comenzar maitines, estos, y tocar el Órgano para
ocultar ha parecido conveniente que este trabajo se cumpla por el Segundo y
tercero, alternando por horas en la forma siguiente = El tercero comenzará por
la mañana desde el descubrir hasta Prima: y el Segundo después de la letanía
hasta reservar: por la tarde el tercero, quando haya intermedia tocará hasta
comenzar los maitines, y el Segundo los maitines hasta reservar. En tercer lugar
que en las Pasquas y días, en que además del Claviorgano en el Coro hay también
Órgano se sirva este por el Segundo y tercero según sus semanas, es a saber:
respecto de la Pasqua de Navidad, cogiendo esta los días de una semana y otro
de otra, si el segundo asía de semana toque a el tercer Organista el tercer
día, como que ya entra su semana; pero si la semana en que comenzó la Pasqua
fuera del turno del primer Organista sirva aquellos días el segundo en el
Órgano, y lo mismo deba este hazer en las demás Pasquas que comienzan en
Domingo por la razón dicha de ser cargo del tercero todos los maitines del año.
Finalmente siempre que el Semanero caiga malo deba avisar a el que se le sigue
en lo que todos quedan iguales, y quando suceda la ausencia de alguno se
observe lo mismo que quando eran los dos solos. Junio 4 de 1787.D. Pedro de
Castro. En 5 de Junio se conformó el Cabildo con este Plan; en la alternación
de que la alternativa entre el Segundo y tercero en las Octavas a deshoras sea
por días y no por horas.” Y lo firma el Dr. Aranda como Secretario”.181
Los
organistas acompañaban con su instrumento el canto llano y a la capilla de
música, pero este instrumento se independizó ya desde finales del siglo XVI,
pasando a interpretar también obras como instrumento solista: tientos, versos,
batallas, sonatas, etc.
En
el siglo XVIII, el clave se utilizaba en casi todas las iglesias españolas182
para la realización del bajo continuo en las funciones fuera de la catedral183
o durante la Semana Santa y Cuaresma, por estar prohibido el uso del órgano en
las celebraciones litúrgicas.184 En la Catedral de Sevilla el clave se utilizó
por disposición del cabildo hispalense, al menos desde 1669,185 y siguió
usándose hasta finales del siglo XVIII, e incluso entrado ya el siglo XIX. 186
Existía
también un claviórgano,187 en 1676, que se utilizaba en las celebraciones más
solemnes: "[...] para acompañar sus músicas en las mayores solemnidades de
ella [Catedral de Sevilla] [...] y que sirva en las dos octavas solemnes del
Corpus y Concepción; y en los maitines solemnes y demás días grandes que
pareciere dentro desta Sta. Iglesia".188
El
órgano realejo sirvió para acompañar el Miserere, las Lamentaciones y otras
piezas de la liturgia de la Semana Santa y también las chanzonetas y
villancicos, en lugar de emplear otros instrumentos, especialmente antes de que
fueran admitidos con normalidad los de cuerda en la catedral de Sevilla, como
veremos seguidamente.189 Incluso se usaba en las procesiones por el exterior de
la catedral de Sevilla; concretamente, sabemos que en el Corpus de 1745 se
destrozó un realejo que se había tocado en la procesión. Ese mismo día también
se "había descompuesto y maltratado el claviórgano". Pero el cabildo
hispalense pidió un informe sobre si valía la pena recomponer el antiguo
claviórgano o hacer un nuevo.190
Ministriles
Los
instrumentos tradicionales que encontramos en la capilla de los ministriles en
la época de Guerrero, a finales del siglo XVI, se mantuvieron por mucho tiempo
todavía en las celebraciones litúrgicas en la catedral de Sevilla. Y hemos de
subrayar que ésta fue una de las más conservadoras en este sentido, razón por
la cual presenta algunas particularidades en el uso de varios instrumentos
durante el siglo XVIII.
Las
chirimías y las cornetas ayudaban a mantener la afinación de las voces
superiores de la capilla de música, y no desaparecieron en nuestra catedral en
la primera mitad del siglo XVIII para dejar paso al oboe, sino que siguieron
usándose todavía durante la década de 1760;191 a pesar de que era ya un
instrumento en desuso en otras catedrales españolas,192 en las que se fueron
sustituyendo por el oboe. En Sevilla existían dos plazas de chirimías, y
convivieron con el oboe prácticamente hasta del siglo XVIII, que apareció al final
de los años 1720.
En
Sevilla, los instrumentos de cuerda se emplearon sólo ocasionalmente en la
segunda mitad del siglo XVII, y no los encontramos de manera constante, en las
grandes celebraciones, tales como la Inmaculada, Navidad y Reyes, hasta la creación
una plantilla de seis plazas, en 1732.
El
arpa y el archilaúd solían sustituir al órgano en la realización del
acompañamiento continuo de las piezas que se interpretaban en la Semana Santa,
pues las noticias que poseemos vinculan su empleo con la liturgia de estos
días; de hecho, en 1700 se pagó a un violón, archilaúd y arpa que tañeron en el
Oficio de Tinieblas con la capilla de música.193 Ambos instrumentos decayeron a
partir de la segunda década del siglo XVIII, en la catedral de Sevilla, pues las
últimas noticias sobre el archilaúd datan de 1715 y 1716, en que se pagó a un
archilaúd, un violín y un violón que tocaron en el Miserere.194 Y la noticia
del arpa corresponde a 1721, y su desaparición en la documentación en la
catedral hispalense contrasta con la abundancia de datos que existen sobre este
instrumento en otras catedrales españolas.
Los
violines comenzaron a utilizarse en la catedral de Sevilla frecuentemente en la
primera década del siglo XVIII. Por primera vez se habla de ellos en 1708, en
que intervinieron en las Completas solemnes y en la Semana Santa; entonces
acudieron a tocar con la capilla de música “dos violones, dos arpas, un violín
y un tenor para el segundo coro”. Además, ese mismo año se incorporó a la
capilla de música un tenor, llamado Pedro Arenaza, que también “era gran
organista y tocaba violín y arpa."195 Y "por indisposición de Pedro
Colchado y ausencia de su hermano Juan Colchado, fue preciso valerse de un
arpista y un violón de fuera desde Concepción a la Pascua de Reyes", a los
que se les pagó por ello 400 reales.196
El
violón se utilizó en la catedral hispalense, al menos desde 1708, no sólo para
suplir las voces más graves de la capilla, sino también al bajón, aunque este
hecho resultó novedoso a los oídos del cabildo hispalense, que fue reticente al
intercambio de ambos instrumentos. A medida que avanzaba el siglo XVIII, el
clave fue desplazado por otros instrumentos monofónicos, como el violón, en las
funciones que tenían lugar fuera de la catedral,197 pero el clave siguió
utilizándose en la catedral hispalense hasta finales del siglo XVIII e incluso
entrado el siglo XIX.198 En 1700, se usaron en las Tinieblas de Semana Santa un
archilaúd y un violón, conjuntamente, y por lo cual pagó la Fábrica 200 y 100
[reales], por medio del maestro de capilla, "en cada noche de las
Tinieblas a los tres músicos." Y en 1704 existe un pago semejante "a
los instrumentos de cuerda que han tocado en la Semana Santa lo que se les dio
el año pasado"; y lo mismo en 1707 y 1711. He aquí uno de los testimonios
correspondientes a la época en que ejerció el maestro Úbeda como maestro en la
catedral hispalense (1710-1724):
“Leiose
petisión de Dn. Gaspar de Úbeda Castello racionero Maestro de Capilla desta
Sta. Iglesia en que suplicava a el Cabildo se mandase librar 12 pesos exc. para
tres Ministriles biolones que sonaron en el miserere de las tinieblas de Jueves
y Viernes Santo a 4 pesos cada uno, y asimismo suplicava se le concedise
lizencia por un mes para la composición de los Villansicos de las próximas
festividades de ascensión, spiritu santo, Corpus y San Fernando; Y el Cabildo
aviéndola oído le concedió un mes de lizencia para el efecto que pedía en la
forma ordinaria, y juntamente le mando librar 12 pesos exc. para los tres
Ministriles que asistieron a el miserere la Semana Santa deste presente
año.”199
Los
instrumentos de cuerdas frotadas se utilizaron ya en los comienzos del siglo
XVIII, y a partir de 1708 se alude con frecuencia al violín, violón y archilaúd
para la interpretación de los villancicos del Corpus, de Pentecostés y para el
Miserere. Por otra parte, a lo largo de la primera década, el cabildo pagó
reiteradamente a instrumentistas de cuerda (violón, archilaúd y arpa) que
acudieron todos los años a reforzar la capilla de música durante la Semana
Santa.
A
partir de 1708 aparecen con frecuencia citas sobre el violín. Se usó en las
completas solemnes y en Semana Santa de 1708, junto con dos violones, dos arpas
y un tenor, tal como hemos dicho. El maestro de capilla también usó un violín y
un violón en la Octava del Corpus y para los villancicos de Pentecostés; y en
1710 el cabildo pagó 400 reales a un violín y un violón que tañeron con la
capilla de música desde la Inmaculada hasta los Reyes.
Estos
instrumentos de cuerdas frotadas tomaban parte en la interpretación de los
Misereres de la Semana Santa. En 1710 se destinaron 800 reales "para
[instrumentos de] cuerda y un tenor"; el cabildo ordenó nuevamente un año
más tarde "instrumentos de cuerda se traigan a diferentes funciones de Semana
Santa a arbitrio del Sr. Deán". En 1715, las referencias a los
instrumentos de cuerda que tañeron en los Misereres son más explícitas en las
actas capitulares, citándose incluso el nombre de quienes tañeron el violín, el
violón y el archilaúd. 200
Hasta
1716 los instrumentistas que tocaban el violín no formaban parte de la capilla
de música de la catedral hispalense, sino que eran músicos contratados para
actuar en ocasiones puntuales. Este año ingresó en la capilla José Sancho,
músico valenciano que tocaba el violín y otros instrumentos de viento; dos años
después fue admitido Juan Espíquerman, flamenco, que tocaba el bajón, el violín
y el violón, y dejó de tañer el bajón, en 1727, debido a unos dolores de pecho
e inflamaciones en la garganta, pero siguió tañendo el violín y contrabajo de
violón.201
El
violón es el instrumento grave de la familia de las violas de gamba,202 y se
utilizó, sobre todo en el Barroco, para doblar la línea del bajo continuo, lo
mismo que hacía el bajón, y también para reforzar o suplir a las voces más
graves de la capilla de música.203 Fue de uso común en las catedrales de la
Península Ibérica e Hispanoamérica durante los siglos XVII y XVIII.204 En la
catedral de Sevilla lo encontramos en los años 1644, 1647, 1655, 1673, 1674 y
1688;205 años en los que el cabildo dio permiso para que los "violones e
instrumentos de cuerda" pudieran tañer con la capilla de música, con la
misma función que venían realizando los bajones, pero sin formar parte de ella.
En
el siglo XVIII encontramos varias noticias sobre el violón en las actas
capitulares hispalenses. La primera data de 1700, y en ella cabildo pagó a un
violón que acudió junto con un archilaúd y un arpa a tocar en las Tinieblas de
Semana Santa.206
“Este
día estando el Cabildo llamado ante Diem para oyr lo escripto cerca de si deven
entrar en el choro desta Sta. Iglesia, Instrumentos de cuerda, o no: cuyo
requerimiento se avía dado en 15 de Junio deste año= Ley los autos del 29 de
Abril de 1644= 9 de Abril de 1641= 3-7-22 de Diziembre de 1655= 6-8-17 de
Noviembre y 20 de Diziembre de 1673= 8 de Enero- 6 de Marzo de 1674= 10- 26 de
Abril de 1688. Y asimismo informé al Cabildo, que desde el año de 1700 asta el
presente cosnta de diversas ayudas de costa, que su Sria. a mandado dar a las
personas que an traído los Biolones, e Instrumentos de cuerda, pero no consta
aver pedido lizencia ni diputadose la entrada; Y después de aver conferido el
Cabildo sobre este punto, mando que en atención a la falta de vozes, con que al
presente esta la Capilla, pueda el Maestro valerse, y se valga de los
instrumentos de cuerda que jusgare nesesarios, para suplir dicha falta; desde
la Chalenda de la Puríssima Concepción, asta el día de Pasqua de Reyes
inclusive, por este año; entrando dichos instrumentos en los maytines solemnes
de Concepción y en su día; por la octava en las siestas; y al tiempo de
enserrar a Su Magestad: si al Maestro le pareciere; Chalenda y Maitines de la
noche de Navidad; y los tres primeros días de Navidad; y los tres primeros dias
de Pasqua; día de la Circuncisión por la mañana; y Maytines, y día de los
Reyes; para que días tan solemnes tengan el festivo aparato que les
corresponde.” 207
Pero
el violón no sólo suplía las voces más graves de la capilla, sino también al
bajón, intercambiándose con éste, como hemos dicho.208 Ese mismo año de 1708,
el cabildo sevillano concedió permiso para que tañeran con la capilla de música
dos violones, dos arpas, un violín y un tenor, y realizaran el segundo coro en
Semana Santa; y también un violón y un violín en la Octava del Corpus y en los
villancicos de Pentecostés.209
En
1710, sirvieron de refuerzo a las voces de la capilla de música varios
instrumentistas "que tocaron violín y violón" desde los Maitines de
la fiesta de Inmaculada hasta la de los Reyes;210 hallamos además un violón el
día de los Reyes y en las Lamentaciones y Misereres de la Semana Santa de 1715,
y al año siguiente dos violones en las celebraciones de Semana Santa. En el año
1721, "fue preciso valerse de un arpista y un violón de fuera desde las
fiestas de la Concepción a la Pascua de Reyes", por lo cual el cabildo
hispalense concedió 400 reales a los instrumentistas;211 y en 1718 el cabildo
admitió para una plaza de bajonista, en la capilla de música, a Juan
Espíquerman, músico flamenco que tocaba el violón, el bajón y el violín.212
Finalmente,
en 1732, siendo maestro de capilla Pedro Rabassa, se crearon seis plazas fijas
de instrumentos de cuerda (tres para violín y tres para violón) por iniciativa
del Deán, que "contemplando ser preciso el [a]compañ[amien]to de
violines", sugirió dividir el salario que estaba asignado a la plaza de
Juan Espíquerman (bajón, violín y violón) y crear con él seis nuevas plazas,
sin necesidad de que la hacienda de la Fábrica gastase más dinero.213
A
finales de mayo de 1771 se utilizó en repetidas ocasiones un "violón
grande" para que arropara a las voces y a los instrumentos de la capilla,
214 y tres años más tarde el maestro de capilla, Antonio Ripa, solicitó al
cabildo un violón grande para los días de primera clase cuya liturgia se
cantaron en el trascoro.215
El
contrabajo también tenía la finalidad de reforzar el continuo y se fue
introduciendo paulatinamente en las capillas musicales tras el violón y junto
con el violonchelo.216 Primero, el contrabajo apareció en las capillas de
música cortesanas (Capilla Real de Madrid y Capilla del Archiduque Carlos de
Austria en Barcelona)217 y posteriormente se fue extendiendo a las
catedrales.218 La capilla de música de la catedral hispalense fue una de las primeras
que contaron con el contrabajo. En efecto, la primera noticia sobre el
contrabajo data de 1727, año en que se le relevó de su oficio de bajonista al
flamenco Juan Espíquerman, pero se quedó para tocar el violín, el violón y el
“contrabajo de violón”. 219
Tres
años después, en 1730, el cabildo de Sevilla concedió una ayuda económica a
Martín Reinoso, músico de la capilla, porque "asiste a tocar violón
contrabajo en las funciones de esta Santa Iglesia”;220 y dos años después
abonaron 150 reales de vellón a un violón contrabajo que acudió a tocar con la
capilla desde la festividad de la Inmaculada hasta los Reyes.221
El
violonchelo no fue un instrumento de uso muy común en las capillas
catedralicias de España y se utilizó en mayor medida dentro del ámbito de la
música de cámara del dieciocho. En la Catedral de Sevilla existió una plaza
exclusiva de violonchelo a partir de 1743, que ocupó José Fernández Grande222
y, a partir de 1743, José Romero;223 aunque probablemente el instrumento se
tocaba ya desde la creación de las plazas de instrumentos de cuerda frotada, en
1732. En la documentación de la catedral de Sevilla no aparecen datos sobre la
trompa en el siglo XVIII, a pesar de que estos aerófonos estuvieron presentes
en las capillas musicales de muchas catedrales españolas a partir de los años
cuarenta. La organización musical catedralicia expuesta nos muestra cómo la
música en la catedral de Sevilla estuvo condicionada por los gustos del
cabildo, poco receptivo a innovaciones y se mantuvo dentro de la estética
barroca, al igual que ocurrió con otras manifestaciones culturales en Sevilla,
hasta al menos el último cuarto del siglo XVIII.
Música
y liturgia solemne
En
este tema resultan de notable importancia los escritos de Sebastián Vicente
Villegas y Adrián de Elossu, maestros de ceremonias de la catedral de Sevilla
en los años 1615-1636, y 1684- 1706, respectivamente. Las Normas de los
sagrados ritos y ceremonias… (1630) de Villegas nos proporcionan infinidad de
detalles sobre la manera de celebrar el Oficio y la Misa solemnes, teniendo en
cuenta el rango de la festividad, la tradición hispalense y las normas emanadas
del Misal y del Breviario de Pío V (publicados en 1570 y 1568).224 También los
apuntes Días en que ay canto de órgano… (1687) de Adrián de Elossu, 225 que
aunque incompletos resultan muy detallados,226 lo mismo que lo es el Compendio
de las obligaciones que deben cumplir los ministriles y capilla de música… (del
primer cuarto del s. XVIII?).227 De todos modos, debemos tener en cuenta que la
mayor parte de los tratamientos musicales que describen los tres documentos
citados para de solemnizar las celebraciones litúrgicas, siguiendo el rango
propuesto por el calendario litúrgico, no se deben a los autores que
escribieron tales las normas; al menos muchas de ellas ya venían practicándose
en la catedral hispalense anteriormente e incluso las encontramos en la época
de Guerrero.228 No es casualidad que los inventarios musicales de 1617 y de
1644 muestren con claridad que el compositor más interpretado siguiera siendo
Guerrero en el siglo XVII; esto perduró todavía al menos en el primer tercio
del siglo XVII. Y es que al finalizar el Renacimiento, se consolida el proceso
de selección de una serie de obras del corpus musical generado en el siglo XVI,
que se recopiaron, pero ahora en nuevos formatos corales e instrumentales, para
adaptarlas a la nueva estética del Barroco; la denominada nueva práctica.
Celebraciones
litúrgicas y géneros musicales
En
el calendario litúrgico de la Iglesia existió, desde siempre, un rango u orden
de importancia dentro de las fiestas y consecuentemente entre las celebraciones
litúrgicas a lo largo del año; una clasificación reflejada ya en el Misal
Romano (1570) y el Breviario (1568) publicados por Pío V, después del Concilio
de Trento (1545-1563).229 Las catedrales ordenaron las intervenciones musicales
de cada una de estas festividades, de acuerdo con su rango e importancia; un
ordenamiento que presentaba ligeras variantes en cada uno de los centros
españoles, como es natural.
Las
normas propuestas por Villegas manifiestan gran variedad y riqueza
interpretativa en la liturgia de la catedral hispalense y resultan de gran
utilidad, pues precisan no sólo los géneros musicales y actores que debían
intervenir en cada una de las partes de las celebraciones litúrgicas solemnes
(capellanes de coro y veinteneros, capilla de música, organista, ministriles,
etc.), sino también cómo debía hacerse cada una de estas partes y la técnica
empleada; esto es, si se hacían rezadas, o bien en canto llano, en fabordón, en
canto de órgano, o si intervenían los ministriles solos, alternando con la
capilla de música, o bien los veinteneros y capellanes de coro, éstos o la
capilla y los seises, etc. Aquí se observa que, junto a la polifonía escrita, destacan
otros medios y posibilidades musicales: el canto llano, el canto en tono
(recitativo o semitonado), el canto de órgano, el fabordón, el órgano, los
ministriles, y además sus posibles combinaciones. Pero si bien es verdad que la
polifonía era siempre el medio más recurrente para solemnizar las celebraciones
importantes, al canto llano y al órgano les correspondía siempre un papel
predominante.
Esta
visión de las celebraciones litúrgicas que nos describe Villegas en la catedral
de Sevilla, desde el punto de vista musical, debemos contemplarla, al mismo
tiempo, dentro de un contexto más amplio, orgánico, rico y variado, puesto que
las intervenciones polifónicas de la capilla de música se hallaban insertadas
en otras manifestaciones litúrgico-musicales: recitativos, melodías
gregorianas, piezas instrumentales; y todo ello, a su vez, desempañaba una
función en la litúrgica y dentro de un rito en el que se cuidaba también la
"forma" de la celebración: la disposición de los músicos, de los
canónigos y demás personal que asistía a la Misa y al Oficio, el lugar de la
celebración, el adorno del altar, las vestiduras, las luces, el tañido de las
campanas, y un amplio y variado etcétera.
Misa y Oficio solemnes en las
fiestas de primera clase
La
Misa y el Oficio constituyeron, desde siempre, los dos pilares de la
celebración litúrgica; a estas dos se unían las procesiones, que por entonces
eran muy frecuentes, sobre todo dentro de la catedral. Sebastián Vicente
Villegas comienza su escrito diciendo esto, al tratar de las celebraciones
litúrgicas de primera y segunda clase y de los dobles comunes:
“Las
entonaciones del canto llano en estas fiestas se hacen muy de espacio y
particularmente en Vísperas y Missa, y en los Maytines que ay música, y de las
horas menores en Tercia. Y en Completas de Quaresma no solo se dicen muy de
espacio sino algo baxo el tono por raçón del contrapunto, y los hymnos siempre
en los tonos más solemnes en correspondencia de lo demás.” “El canto llano en
estas fiestas [de segunda clase] es siempre de espacio poco menos que en
fiestas de primera clase, y en Primeras Vísperas, de Tercia y Misa algo más
baxo por raçón del contrapunto.
En
estas fiestas dobles comunes o maiores o días octavos […] el canto es algo más
espacioso que en semidobles pero no tan de espacio ni tan baxo como en fiestas
clássicas”
Las
fiestas de primera clase eran las más importantes y solemnes, y dentro de ellas
la Misa y las Vísperas; sobre todo las Primeras Vísperas. Por esta razón, se
empleaba en ellas más polifonía y música instrumental.
La Misa solemne
La
Misa ha sido siempre el acto central de la liturgia de la Iglesia y
naturalmente también ha venido siendo en las catedrales. Los inventarios de
1588 a 1644 nos dan una idea de la pervivencia del repertorio musical perteneciente
a la Misa solemne desde finales del siglo XVI y la primera mitad del siglo
XVII, donde todavía siguió siendo fundamental el repertorio tradicional
renacentista. De hecho, el cabildo ordenó, el 26 de enero de 1601 que se
escribieran, en pergamino, las obras de Cristóbal de Morales;230 y las misas de
Victoria se suprimirán del repertorio activo de la capilla de música en el
segundo cuarto del siglo XVII, a causa de la falta de interés en este tipo de
repertorio. Y es que a partir del primer tercio del siglo XVII, las misas
compuestas a cuatro, cinco y seis voces siguieron cantándose, pero a partir de
ahora se relegaron a las fiestas de menor solemnidad (fiestas de segunda
clase), incrementándose el uso de las misas policorales,231 junto con la participación
de instrumentos, en las fiestas de primera clase y en las principales fiestas
de la Virgen.232 Esto confirma lo que dicen los ceremoniales escritos por los
maestros de ceremonias, en los que encontramos las pautas y matices formales en
que debía desarrollarse la liturgia catedralicia.
Según
Villegas, tres de los cantos del Propio de la Misa se interpretaban “en canto
llano con contrapunto”233; esto es, adornados con contrapunto: Introito,
Alleluya y Tracto; el Gradual no se menciona. Tres de los cantos del Ordinario
de la Misa los interpretaba la capilla de música y el órgano grande en
alternatim: “los Kyries, el Sanctus y el Agnus con música234 a choros con el
órgano grande”. El Gloria y Credo eran polifónicos: “Gloria y Credo con
música”; y los días en que había secuencia la cantaba la capilla de música y el
órgano en alternatim, pero la introducía el órgano: “si ay sequentia dicha la
alta, entona el órgano grande y se canta la sequentia a choros con música”.235
Luego,
dice Villegas que se suele “cantar en estos días el Credo Romano de música u
otro semejante”. Se refiere al compuesto por Lobo que se interpretaba todos los
domingos del año, salvo los de Cuaresma, Adviento y Septuagésima, Sexagésima y
Quinquagésima “en que no había música” y sólo se cantaban en polifonía el Et
incarnatus est del Credo.236 Se cantaba también este Credo el día del Corpus y
toda su Octava, y además las fiestas de la Asunción y de la Inmacula, “por ser
muy devoto y grave canto y agradable al oído”.237 Unos días después (el
30-IX-1648), el cabildo extendió la propuesta a todas las fiestas marianas de
primera clase;238 y parece que durante la segunda mitad del siglo XVII, el
cabildo amplió su uso a la totalidad de las festividades de primera clase,
debido su y aprecio, como nos lo indica el Compendio de las obligaciones…, y
para cuya interpretación el bajón debe dar el tono a la capilla de música;239
tal fue la fama y el apreció de Sevilla por esta obra de Lobo.240
En
el ofertorio, actuaba la capilla de música interpretando un motete, y luego
tañían los ministriles; lo mismo hacían después del canto de comunión, que
posiblemente se interpretaba en canto llano: “Después de la epístola y la
ofrenda [=ofertorio] y la comunicanda [=antífona de comunión] tañen los
ministriles; suele aver a la ofrenda o después de alzar algún motete o
chanzoneta, o por lo menos alguna voz al órgano, pero no se ussa cantar psalmo
en la missa.” 241
Principalmente
al ofertorio se podía cantar alguna chanzoneta acompañada por el realejo, que
algunos documentos lo llamaban organillo o portátil. Después de la primera
lectura (epístola) tañían los ministriles, hasta que el lector retornaba a su
lugar, y después del rito de Alzar solía haber un motete o al menos “una voz al
órgano”; esto es un canto solista acompañado por el órgano. Además, “si ay
chanzonetas, como en la Pasqua de Navidad y aquellos días, está el realexo para
esto en el choro y este sirve para dar tono. Cántanse estas chançonetas después
de la epístola, pero se le dexa para esto el altar. Cántanse también al
Offertorio y después de alçar y después de los Agnus, y no por eso dexan de
tañerlos los ministriles la communicanda”. 242
A
lo largo de la Misa, la capilla de música respondía polifónicamente al “Ite
missa est”, y lo hacía también en las demás respuestas a los celebrantes: “Y el
Deo Gratias a lo último y todas las responsiones del preste y diácono”.
Así
pues, según Villegas en las fiestas de primera clase, las partes del Ordinario
de la Misa eran las más solemnes, pues a medida que fue avanzando el segundo
tercio del siglo XVII estos días se cantaban misas a ocho voces y a doble coro;
en concreto dice Villegas que se debía cantar “una misa de las más solemnes, de
a ocho voces”, tal como hemos indicado anteriormente. Y señala también que la
composición polifónica utilizada para las partes del Ordinario de la Misa, en
las fiestas de primera clase, poseía un carácter solemne y contaba con unos
despliegues técnicos y estilísticos desarrollados. Años más tarde (en 1687),
Adrián de Elossu establece en su ceremonial que las misas de estos días de
primera clase debían ser a ocho o a once voces, aunque esto posiblemente
signifique que debían ser policorales en general; pero se exceptuaban los días
en que se cantan villancicos en la Misa.243 Refiriéndose a los ministriles y a
los villancicos que se cantan estos días dice Elossu:
“En
estas misas de primera classe deven tocar los ministriles después de la
Epístola, el Gradual y el Ofertorio y la Post comunio, y solo dexan de tocar el
Ofertorio el día que hubiere villancico a él y el día de Santiago Apóstol,
porque este día lo toca a el órgano en el atañido que llaman de Batalla. […]
Los días en que ai villancicos a la misa son los siguientes: el día de Navidad,
y los días siguientes: el día de la Circuncisión, el de la Ephifanía, el de
Resurrección, y los días siguientes: (estos lo cantan los seises) Pentecostés y
los días siguientes: el día de la Purísima Concepción. Todos estos días se
cantan tres villancicos de los que se an cantado a Maitines uno después de la
Epístola, otro mientras el Ofertorio y otro a el Alzar. El día de San Fernando
se canta uno después de la Epístola”.
En
las fiestas de segunda clase, días dobles mayores y menores y domingos, en los
que la capilla tenía la obligación de asistir, la Misa se cantaba “por el
libro” (era Misa “de facistol”); esto es, se interpretaban misas polifónicas
contenidas en los libros de polifonía a cuatro, cinco y seis voces;244 fue
aquí, en estas fiestas, donde se mantuvo vivo el repertorio del período clásico
renacentista. Refiriéndose a estos días, Villegas indica que el Introito de la
Misa se debía cantar en contrapunto improvisado, pero los demás cantos del
Propio en canto llano, y en polifonía los cantos del Ordinario de la Misa:
Kyries, Gloria, Credo, Sanctus, Agnus “y las responsiones del altar”; o sea,
las respuestas a los celebrantes.
“En
las missas los días de segunda clase aunque sea con aparato canta la música los
Kyries, Gloria, Credo (si lo ay) Sanctus y Agnus por libro (no papeles como los
días de primera clase), pero con alguna más solemnidad que los doble, cantase
después de alzar un motete como en los días de primera clase y puede cantarlo
un músico solo a el órgano. En estas fiestas de segunda clase aunque sea con
aparato tocan los ministriles como los días de primera clase después de la
Epístola, el Gradual, el Ofertorio y la Postcomunio.
En
los dobles, canta la música todo lo dicho en el número [ ] menos el motete,
porque después de alear prosigue tocando el órgano hasta el Pater Noster”.
Villegas
advierte que los domingos en los que hay procesión, el Credo se interpretaba en
canto llano y la capilla de música se encargaba sólo del “Incarnatus”; además
canta un motete polifónico después de la consagración: “Pero en las Dominicas
en que no ay mússica ni órgano la ay […] al Incarnatus del Credo, y se canta un
motete después del alçar pero sin instrumentos si no es el bajón … y ay también
contrapunto a la Missa. De este género de celebridad con mússica y órgano se
ussa en la dominica 3 Adventís Gaudete y en la 4 quadragésima Laetare, sin
differencia de las de las de entre año”.
Por
su parte, Elossu afirma igualmente que la Misa de los domingos era polifónica,
pero no determinados domingos de Adviento y Cuaresma, si exceptuamos el Et
incarnatus est del Credo;245 lo mismo se hacía los domingos de Septuagésima,
Sexagésima y Quincuagésima.246
“Todos
los domingos del año ai música a la misa en la conformidad que los días dobles
excepto las dominicas de Adviento y Quaresma y en ellos no ay mússica sino solo
a la cláusula et incarnatus est de el Credo y después de alzar á un motete que
cantan de estas dominicas, se exceptúan la tercera de adviento y quarta de
Quaresma en las quales ay música en la conformidad de los días dobles, tanpoco
según costumbre de la Santa Yglesia ay música a la Misa en las tres dominicas
de septuagéssima, sexagéssima y quinquagéssima sino solo a el Incarnatus y a un
motete después de el alçar. Todo lo dicho se entienda rosándose de las tales
dominicas que en rezándose en ellas de alguna festividad se observa lo que se a
dicho de las tales fiestas conforma la calidad que hubieren”.
En
las infraoctavas “de música” que son la del Corpus, Asunción e Inmaculada, “ay
música y ministriles como en los días infraoctavos en Vísperas y Misa, también
con el órgano”, y así se hacía también en las demás fiestas marianas y sábados
de especial devoción, incluidas las de Adviento.247
“Ai
música además de los sobredichos días en todas las infraoctavas de el Corpus,
asunción, y Concepción de nuestra señora en las quales se observa, aunque se
rece de semidoble, lo dicho en los números [ ] salvo que no ai motete después
de alçar. También ay música los sávados que se reca de Beata María y los
sávados qye se reca de infraoctva de Nuestra Señora y los sávados de adviento
que se dice su missa y en estas se guarda el orden délas fiestas dobles puesto
en el número [ ]. Ai misa en canto que llaman ferial, esto es que los Kyries
los cantan un músico y la música alterna, y los Sanctus uno dice un músico y los
demás prosiguen y lo mismo en los Agnus y después de alear un motete, el
Miércoles de senica, el Miércoles Santo, el día de San Marcos en la misa de
rogaciones, si no se va a su iglesia el lunes, martes y miércoles antes de la
Asunción en la misa de rogaciones”.
El Compendio de las obligaciones…
(página 5) matiza y amplía algunos detalles sobre los días de segunda clase: al
Gloria “que se canta al facistol” y al Credo, si lo hubiere, el bajón debía dar
el tono a la capilla. En los domingos per annum, determina también “que sea la
misa de facistol y da tono un bajón para que cante la música la Gloria y el Credo romano” (página 10). Finalmente,
el ceremonial de Adrián de Elossu hace alusión a las misas: “en canto que
llaman ferial”, en las que se interpretaban solo los Kyries, Santus y Agnus,
alternando las partes en canto llano, que hacía un cantor solista, y la
polifonía que realizaba la capilla de música.248
Las Vísperas
Sobre
todo las Primeras Vísperas, tuvieron siempre un papel muy importante en la
celebración litúrgica de la Iglesia, aparte de la Misa solemne.
En
las Primeras Vísperas de las fiestas de primera clase, Villegas afirma que la
invocación Deus in adjutorium… la realizaba el celebrante, y la capilla de
música la respondía con polifonía: “Deus in adjutorium se responde con música”.
Las
Vísperas constaban de cinco salmos en el Breviario postridentino de 1568, y no
de tres como ahora a partir del nuevo Breviario de 1971. Desde siempre, la
interpretación de los salmos en alternatim, “a versos”, fue la forma habitual
de realizar la salmodia en el Oficio diario: un verso lo cantaba el coro del
deán y otro el coro del arcediano; esto es, las personas del coro situadas en
las sillerías de la derecha y las situadas a la izquierda. En las fiestas importantes,
al menos desde el siglo XVI, alternaban “a versos” el canto llano y la
polifonía, interviniendo entonces la capilla de música, los ministriles y/o el
órgano. Por tanto, el canto alternante, que recoge Villegas en su ceremonial de
1630, no es sino la misma práctica que venía haciéndose habitualmente en las
catedrales desde Renacimiento y que siguió efectuándose durante siglos;249 los
salmos enteramente polifónicos no aparecen hasta las postrimerías del siglo
XVII.250
Según
nos refiere Villegas, ahora en el Barroco, los días de primera clase “todos los
psalmos y antíphonas son con contrapunto, pero las repeticiones de las
antíphonas algo más apriessa el canto llano”, 251 y de los cinco salmos el
primero y quinto se cantaban con “música”, alterándose la capilla de música y
los ministriles en el canto a versos; mientras que el salmo tercero lo
realizaba alguna voz o instrumento “al órgano”, que alternaría en los versos
salmódicos con el canto llano: “El primero y quinto psalmo se canta a choro con
los ministriles. El 3 psalmo, por lo menos, con alguna voz o instrumento al
órgano, a choros con el canto llano del choro”; el segundo y cuarto se hacían
en canto llano, pero adornado mediante la técnica del contrapunto.252 Villegas
indica incluso que “si en algún psalmo de Vísperas, como el 5 en que suele aver
música, sucediere que por ser extraordinario no esté compuesto en canto de
órgano, por lo menos se cantan con alguna voz al órgano o con fabordones”.253
El
Gloria Patri… con el que concluyen los cinco salmos del Oficio, se interpretaba
con “música”, encargándose de ello, por tanto, la capilla: “Los Gloria Patri de
todos los psalmos con música; las responsiones de capitula y oraciones también
con música.” Pero en la repetición de la antífona, cuando ésta se interpreta al
final de los salmos no se canta, sino que la tañen los ministriles: “el Gloria
Patri con música y la repetición de la antíphona tañerán los ministriles”.
Sabemos que existían libros exclusivamente con colecciones de Gloria Patri…
formadas al menos por un juego de ocho melodías, según los ocho tonos
salmódicos, para cuando se interpretaban en canto llano los versículos
salmódicos y se añadía al final de los salmos del Oficio únicamente la
doxología en canto de órgano.254 El inventario de 1588 recoge un libro de
Gloria Patri… que volvemos a ver nuevamente en el inventario de 1618. Después
de esta fecha se confeccionó otro que quizás contenía muchas de las piezas que
ya aparecían en el anterior y, de acuerdo con el inventario de Muñoz Monserrat
(item nº 26º), todos los Gloria Patri… eran de Guerrero salvo uno compuesto por
Manuel Cardoso (1566-1650), organista y compositor portugués.255
Con
el Barroco se hizo común la práctica del canto solista acompañado por el
órgano,256 y ya desde comienzos del siglo XVII los inventarios nos muestran los
libretes con los salmos destinados al solista y al órgano. En efecto, el
inventario de Muñoz Monserrat (1721-724), nos aclara cómo se hallaban escritas
e interpretaba este tipo de obras, ejemplificadas por dos composiciones del
maestro de capilla Luis Bernardo Jalón: el salmo Dixit dominus y un Magnificat,
ambas a cinco voces. Aquí el solista cantaba en la tribuna del órgano, teniendo
a mano un librete, el organista tañía el acompañamiento con un segundo librete y
las otras cuatro voces se hallaban escritas en el libro que “llamaban de Jalón”
para ser cantadas en el coro.257
De
acuerdo con Villegas se cantaba el “Hymno y Magníficat, con música y órgano a
choros, pero el primo y último verso del hymno a canto llano”. Pero en las
segundas Vísperas, cantaban el himno la capilla de música y el órgano grande en
alternatim, y posiblemente la última estrofa se encomendaba al canto llano. Y
“el versso después del hymno [lo] comiençaan todos los seises y tiples juntos y
prosigue la música y responde el coro a canto llano”; de hecho, sabemos que los
seises eran quienes se encargaban prácticamente siempre de los versículos del
Oficio y en otras celebraciones y circunstancias.
En
relación con el Magníficat hemos indicado que Villegas afirma que se hacía “con
música y órgano a choros”;258 y Adrián de Elossu afirma que se interpreta
"a once" [voces] (=policoralmente), cuando requería mayor solemnidad,
en todas las fiestas de primera clase y en aquellas que tenían este rango.259
Este cántico constituyó siempre un momento muy importante en las Vísperas, e
incluso podemos afirmar que aquí se llegaba al punto culminante de la
solemnidad en este Oficio vespertino. En las segundas Vísperas, lo interpretaba
la capilla de música y el órgano grande en alternatim; además, la primera y
última estrofa se realizaba en canto llano, mientras que en el resto de las
estrofas alternaba la capilla de música con el órgano:260
Villegas
no dice nada de cómo se cantaba la antífona que precedía al Magníficat en las
Primeras Vísperas, pero probablemente se hacía en canto llano; de hecho, ésta
era la práctica habitual, y tal vez por eso Guerrero no compuso polifónicamente
dicha antífona en su Liber Vesperarum (Roma 1584). Pero Villegas sí se refiere
a la repetición de dicha, después de este cántico, y dice que “a la repetición
de la antíphona de Magníficat tañen los ministriles", mientras alguien (el
sochantre) leía o semitonaba su texto. En las Segundas Vísperas, según
Villegas, la antífona se interpretaba en [canto llano] con contrapunto, y al
final del Magníficat la tocaban los ministriles, lo mismo que hacían en la
repetición de la antífona al final del quinto salmo.261 Pero refiriéndose a las
IIª Vísperas de primera clase, Elossu hace referencia al canto del Magníficat
de Aguilera de Heredia, indicando que es a dos coros.262
Las
respuestas de las partes confiadas a los celebrantes las interpretaba la
capilla de música, lo mismo que en la Misa; y el Amen de las oraciones lo
realizaban ordinariamente los cantores en fabordón.
La
catedral de Sevilla contó con multitud de procesiones y también con otras
celebraciones especiales durante el Barroco; sobre todo las centradas en la
adoración al Santísimo Sacramento, tan del gusto del período barroco, y
revistieron un despliegue de solemnidad extraordinario, y muy en consonancia
con la estética y la mentalidad barroca de la época. En ellas desempeñaron un
papel muy importante tanto la capilla de música como los instrumentos
tradicionales y nuevos que iban poco a poco abriéndose camino; incluso los
seises con sus danzas. En muchos casos, contribuyeron a esta magnificencia, de
manera eficaz, una serie de fundaciones efectuadas unas veces por canónigos y
otras por personas seglares piadosas de la nobleza. Tal ocurrió con la Tercia
del día de Pentecostés (en 639)263 y la Octava del Corpus, dotadas por los
prebendados Francisco de Quesada y Diego Vázquez de Leca,264 ambos arcedianos
de Carmona; igualmente con la Sexta del día de la Ascensión,265 la Octava de la
Inmaculada y el Triduo de Carnaval, dotadas por Gonzalo Núñez de Sepúlveda (el
10- II-1655), y por don Francisco de Contreras (el 24-VII-1695), los dos
veinticuatro de la ciudad y en las que participaban los seises con su danza
sagrada, lo mismo que hacían en la Octava del Corpus.266 Pero estas dotaciones,
lo que realmente hicieron fue subrayar la pompa y grandiosidad de unas
celebraciones litúrgicas que ya venían realizándose anteriormente de manera
menos vistosa.267
Así
describe el ceremonial de Adrián de Elossu la liturgia de la Octava del Corpus
en la catedral de Sevilla:
“Los
días de la Octava de el Corpus además de lo que se ha dicho…268 y tiene 1a
música la assistencia siguiente: primeramente acavada Sexta después de la Missa
(o Nona si se dice por la mañana). Assiste toda la música a la capilla Maior y
luego que a entrado canta el Tantum ergo, el qual acavado cantan la letanía de
el santísimo sacramento y después repiten el Tantum ergo. Y si es hora de
encerrar el Santísimo cantan tres músicos el Alavado y si no, no. A la campana
de Nona están los músicos combidados por el maestro de capilla (que no tienen a
esta función sola todos obligación, sino solos los combidados que tienen
distribución particular a ella, dentro de la capilla maior y cantanle mienttras
se descubre el Santísimo Sacramento, y luego mienttras toda la hora están
cantando villancicos y si pareciere al señor presidente que vailen los seises,
repetirá la música el estribillo. Después de Completas buelve la música a la
capilla Maior y tocan un poco los ministriles y luego se canta el Tantum ergo.
Después de Maitines en entrando el cavildo en la capilla Maior canta la música
el Tantum ergo. Luego bailan los seises o cantan uno o dos villancicos o todo o
nada conforme a el señor que presidiere y conforme la ora que fuere”.269
Ponemos
punto y final aquí sobre esta visión general de la capilla de música de la
catedral de Sevilla en el período, de su nuevo concepto y composición, de sus
actuaciones en la liturgia solemne, y otras realidades nuevas e importantes de
esta época. Un período de notable importancia en la historia de la música, que
trajo consigo un cambio en la técnica y estilo, en la estética, las formas e
ideas tales que dejaron huellas importantes e incluso permanentes en la música
de los siglos posteriores.
NOTAS
Herminio
GONZÁLEZ BARRIONUEVO Maestro de Capilla de la Catedral Metropolitana de
Sevilla, file:///C:/Users/Familia/Downloads/Las_capillas_de_mu_sica_en_el_Barroco.pd.pdf
1
La primera mitad del siglo XVIII, época de apogeo del llamado Barroco tardío
o alto Barroco, que ha sido fechado aproximadamente entre 1680 y 1730 en el
caso de Italia. En los demás países este período comenzó aproximadamente unos
diez o veinte años más tarde (Cf. BUKOFZER, Manfred F.: La música en la época
barroca. De Monteverdi a Bach (Madrid: Alianza, 1986) 32; edición inglesa:
New York: Norton, 1947.
2
LÓPEZ CALO, José: “La música religiosa en el Barroco español. Orígenes y
características generales", en CASARES RODICIO, Emilio: La música en el
Barroco (Oviedo: Universidad, 1977) 188-189 indica que es difícil definir o
enjuiciar el período de la historia de la música religiosa española de
aproximadamente 1710/1720 hasta 1780/1790, y existen dudas sobre si
clasificarla como "manierista" o "rococó", aunque quizás
se pueda hablar de cierto "academicismo".
3
El rey Felipe V se estableció en Sevilla, con su corte, durante casi cuatro
años, desde 1729 a 1733. Durante este tiempo, la vida cultural de la ciudad
se revitalizó considerablemente y la música estuvo presente sus fiestas,
actos oficiales, celebraciones religiosas dentro y fuera de la Catedral
hispalense, diversiones, serenatas y óperas. Con los Reyes llegaron a Sevilla
los músicos de la Capilla Real, entre ellos Domenico Scarlatti y Phelipe
Falconi, y su presencia incrementó el esplendor musical en la ciudad.
4
El coro de canto llano estaba formado por dos sochantres, veinte veinteneros,
y un número variable de capellanes de coro. Los sochantres ocupaban plazas de
veinteneros y fundamentalmente se encargaban de regir el coro de canto llano,
situándose cada uno de ellos en un lado de los asientos bajos de la sillería
coral, lo mismo que los veinteneros y capellanes de coro, que intervenían en
la interpretación alternante de las piezas del Oficio en canto llano. Alguno
de los veinteneros y capellanes de coro formaban parte también de la capilla
de música, y otros participaban en ella sólo en ocasiones puntuales, cuando el
maestro de capilla los requería para reforzar sus voces, principalmente la de
los tenores y bajos. Los miembros del coro de canto llano debían ser clérigos
y superar un examen que acreditara sus conocimientos en canto, lectura y en
otras funciones extra-musicales que debían desempeñar por su oficio.
5
Joaquim Vasconcellos cita en el catálogo de la biblioteca de Juan IV de
Portugal un “Miserere. a 3 coros, a 12. Para as Treuas” (p. 399), el
villancico de Navidad en “portugués. Nace a estella da alva. a 3 & 8” (p.
245) (VASCONCELLOS, Joaquim: Primeira parte do Indeae da Livraria de Música
do Muyto Alto e Podereso Rey Dom Ioâo o IV Nosso Senhor. Lisboa: Paulo
Craesbeck, 1649; y en Oporto: Imprensa Portuguesa, 1874) 399 y 245. De la
primera publicación de esta obra existe edición facsímil, en Lisboa: Academia
Portuguesa da Historia: S. Ribeiro editor, 1967, y edición de 1874; puede
verse online, en http://nubr.co/zDySOY, que es la que citamos aquí. Francisco
Luque nos cuenta cómo fue la liturgia solemne de la catedral, con motivo de
la beatificación de San Ignacio, para lo cual compuso Lobo unos salmos de
Vísperas a dos coros, unos de ellos instrumental, acompañados del continuo
ejecutado por los dos órganos. Así lo describe Luque: “Prosiguiéronse las
Vísperas solemnísimas, porque el racionero Lobo, excelente maestro de
capilla, puso singular diligencia en que se aventajase toda suerte de
canturía, así en los psalmos, con varios instrumentos de ministriles bajones,
cornetas, flautas y dos órganos, como en la composición de tonos a las
chanzonetas que se compusieron a propósito del Santo que adelante veremos…
prosiguiose la misa con la mesma variedad de músicas y los demás instrumentos
della que dijimos en las Vísperas, acompañada de motetes, villancicos y otras
composiciones del arte en que el maestro quiso extremarse” (LUQUE FAJARDO,
Francisco de: Relación de la Fiesta que se hizo en Sevilla a la Beatificación
del Glorioso S. Ignacio, fundador de la compañía de Iesus, Sevilla: Luis
Estupiñán, 1610, ff. 8-10v).
6
El catálogo musical de la librería de música de João IV de Portugal, ya
citado, recoge quinientos villancicos suyos destinados a las festividades de
Navidad, Reyes, Pascua, Corpus Christi, Asunción, Concepción y de distintos
Santos, muchos de los cuales debieron ser compuestos durante su prolongada
estancia en Sevilla y expresamente destinados para ser interpretados en las
festividades patrocinadas por diversas instituciones de la ciudad. A lo largo
de esta extensa producción musical, encontramos desde villancicos con solos
vocales hasta ejemplos policorales, a diecinueve voces, en los cuales
despliega una notable variedad de combinaciones, con uno o varios coros
instrumentales, puros o mixtos, que merecerían un detallado estudio.
7
Sobre las características del barroco musical español véase LÓPEZ CALO, José:
Historia de la música española 3: Siglo XVII (Madrid: Alianza Música, 1983),
capítulos 1-2.
8
Véase VEGA CERNUDA, Daniel: "El Barroco musical español", en
Revista de Musicología, vol. IV/2 (1981) 237-267. En este artículo se ofrece
un interesante estado de la cuestión del Barroco español, en torno al año
1981, pues se venían sosteniendo tres posturas: la primera, que el Barroco
español básicamente no había existido; la segunda, que era totalmente diferente
del Barroco del resto de Europa; y la tercera, que era similar, pero que
revestía también características propias; esta última postura es la que
prevalece actualmente.
9
La influencia estética italiana se revela, sobre todo, en la incorporación de
estructuras formales utilizadas inicialmente por los músicos italianos, tales
como el recitado y el aria; la presencia de indicaciones de tempo y matices
en italiano; y el empleo de un estilo más melismático propio del “bel canto”,
fundamentalmente en las arias y las coplas. Este italianismo se aprecia, de
manera especial, en las obras en castellano, algunas de las cuales son una
sucesión de recitados y arias, como ocurre en las cantadas. En otras obras en
romance se mezclan secciones típicas de la música hispana (estribillo y
coplas) con las formas típicamente italianas (recitado y aria); un fenómeno
que hallamos con frecuencia en los villancicos y tonos.
10
LÓPEZ CALO: Historia de la música española… 84
11
Según López Calo, “a partir de los primeros años del s. XVIII, e incluso
quizá ya desde fines del s. XVII, se experimenta un cambio, y aquel ímpetu
policoralista pierde fuerza: las voces se estabilizan en 8, cuando más, en
dos coros, disposición que duraría hasta el siglo XIX. Alguna excepción hay,
de obras más complejas y amplias dentro del s. XVIII, pero son eso:
excepciones” (LÓPEZ CALO: La música religiosa en el Barroco español… 163). Y
también dice en otro lugar: "Alcanzada esta cumbre, la policoralidad
decae rápidamente: hacia fines del siglo [XVII] comienzan a hacerse raras las
obras a más de 12 voces, y más raras cuanto mayor sea el número de voces, de
tal manera que, a partir de los comienzos del s. XVIII, la policoralidad
propiamente dicha habría terminado, quedando las composiciones estereotipadas
en ocho voces, divididas en dos coros [¿] (...)" (LÓPEZ CALO: Historia
de la música española... 30).
12
Uno de los músicos más importantes en la España de comienzos del siglo XVIII
fue José de Torres, maestro de la Capilla Real de Madrid. Los rasgos más importantes
en la producción de su segunda etapa se hallan también reflejados Pedro
Rabassa, maestro de capilla hispalense: abandono del sistema modal y mayor
empleo del tonal; ampliación de la plantilla instrumental con violines y
oboes; ausencia de una unidad temática en la melodía; uso de términos
italianos para el tempo y los matices; incorporación de formas italianas en
las obras religiosas; y utilización del recurso de la duplicación de coros
con una función estética y expresiva, indicio de la decadencia de la
policoralidad estricta. Lo mismo puede decirse de la obra en castellano de
José de Nebra en las que coloca una introducción instrumental, mantiene las
secciones típicas del villancico renacentista (el estribillo y las coplas), e
incluye recitados y arias en sus cantadas, advirtiéndose también la
pervivencia de escalas modales y la ausencia de alguna alteración en la
armadura; no suele indicar la respuesta que sigue a las coplas: una sección
que contrasta con las coplas y se relaciona con el estribillo.
Cronológicamente y estilísticamente, la producción musical de José de Torres
puede clasificarse en dos etapas: 1) una temprana y conservadora, hasta 1718;
2) y otra de influencia italiana, a partir de 1718 a 1738 (LOLO HERRANZ,
Begoña: La música en la Real Capilla de Madrid: José de Torres y Martínez
Bravo Madrid: Universidad Autónoma, 1990) 136-195).
13
La policoralidad se empleó en España hasta finales del XVIII, pero a finales
del XVII fueron ya raras las obras a más de 12 voces. A partir de 1740 se solía
escribir a dos coros y se comenzaron a duplicar los coros desdoblando el
único coro en dos, buscando con esta pseudo-policoralidad una intención de
carácter expresivo y estética. En realidad estos dos coros se convirtieron en
dos secciones del mismo coro que cantaban una junto a otra (LÓPEZ CALO:
Historia de la música española… 30).
14
Victoria escribió varias obras a dos coros en la edición de 1576 y, sobre
todo, en la de 1581. Lo hizo con mayor profusión en sus salmos (años 1576,
1581, 1583, 1585 y 1600), todos ellos a ocho voces. Y empleó tres coros (12
voces y acompañamiento de órgano) en el salmo Laetatus sum (1583), y lo mismo
en la misa del mismo título (1600) que fue compuesta sobre este salmo y lleva
también acompañamiento de órgano.
15
Es difícil establecer el momento en el que se inicia la interpretación
policoral en Sevilla, porque los villancicos, obras concebidas en un estilo
más moderno han desaparecido. A falta de este análisis, si nos atenemos a las
obras que aparecen en el inventario de libros a cargo del Padre Santiago en
1617, las conclusiones a las que llegamos son que Alonso Lobo no compuso
obras latinas a doble coro para la Catedral de Sevilla, al menos, debemos
decir que no tenemos constancia de que las hiciera. Véase la Memoria de la
Librería de Canto que está a cargo del padre maestro Sanstiago, maestro de
capilla de la Santa Iglesia de Sevilla (Archivo Capitular, Sección 0, libro
53, f. 55r-v). Existen dos versiones: una en borrador de 1618a (ff. 92-94v) y
otra en limpio 1618b (f. 95r-v), que pueden verse en JIMÉNEZ RUIZ, Juan: La
Librería de Canto de Órgano. Creación y pervivencia del repertorio del
Renacimiento en la actividad musical de la catedral de Sevilla (Granada:
Centro de Documentación Musical de Andalucía, 2007) 320-321 y 321-322,
respectivamente.
16
LÓPEZ CALO: Historia de la música española… 93
17
LÓPEZ CALO: Historia de la música española… 104.
18
QUEROL GAVALDÁ Miguel: “La música religiosa española en el s. XVII”, en
Congresso Internazionale di música sacra. Roma (Roma: 1950) 324. También TAYLOR, Thomas F.: “The Spanish high
Baroque motet and villancico. Style and performance”, en Early Music 12, nº 1
(1984) 67.
19
LÓPEZ CALO: Historia de la música española… 31 y 33.
20
Este hecho no tiene significación cuando se trata de un caso más o menos
aislado, pero mi afirmación se apoya en el análisis generalizado de las
partituras del citado archivo de música de la catedral de Sevilla, y de otros
documentos y papeles de la época.
21
Puede verse el catálogo de sus obras en la catedral de Cuenca, en
http://xuarez.16mb.com/index.php /es/catalogo (Última consulta: 5-XII-2012).
22
VIRGILI BLAMNQUET, Mª Antonia: “Voces e instrumentos en la música religiosa
española del s. XVIII”, en Nassarre, III, nº 2 (1987) 95.
23
Así lo hizo Pedro Rabassa, por ejemplo, después de llegar a la catedral de
Sevilla (1724-1757) desde la de Valencia (1714- 1724), en la que sí compuso
obras policorales.
24
Conservamos de Rabassa 300 obras de las que 177 llevan texto latino y en las
que predominan los recursos más vinculados a la tradición renacentista y
barroca; 122 castellano que se muestran más abiertas a las novedades y a los
recursos vinculados al estilo pre-clásico; sólo se conserva una pieza
instrumental del autor, que es una sonata para teclado. En composición de
Pedro Rabassa se distinguen dos etapas: 1) La primera etapa corresponde a los
años de formación e inicios de su carrera en Barcelona (antes de 1713) y al
período en que estuvo de maestro de capilla en las catedrales de Vic (1713) y
de Valencia (1714-1724): y 2) la segunda etapa corresponde a su estancia como
maestro de capilla en la catedral hispalense (de 1724 a 1767). La obra de
Rabassa se enmarca, sobre todo, dentro del barroco tardío, aunque algunas de
sus obras (a partir de 1730) tienen ya rasgos del estilo pre-clásico. La
mayor parte de sus obras son policorales, pero a partir de la década de 1740
se observa una evolución hacia la denominada falsa policoralidad: uso de
coros secundarios que sirven básicamente como refuerzo armónico del primero.
25
Véase ROMERO NARANJO, Francisco Javier: "La aportación de los teóricos
del siglo XVI y XVII al estilo policoral”, en Universidad de La Rioja. 10th Bienal Conference on Baroque Music (Wednesday
17 July to Sunday 21 July 2002).
26
“D. Domingo Arquimbau, Presbítero Maestro de Capilla de esta Sta. Iglesia dio
memorial haciendo presente al Cabildo, que para el mayor lucimiento de las
funciones que se egecutan con orquesta por la Capilla de Música en esta Santa
Iglesia, sería mui del caso se pusiese ésta delante del facistol en el Coro
(sin incomodar el paso) y de ningún modo en el Órgano como hasta aquí se ha
practicado, por no causar la Música el efecto que tiene en sí, y casi no
poderse variar de Música, con otras razones expuestas por dicho Maestro que
constan en estos Autos; las que oídas por el Cabildo, y conferenciándose
largamente sobre ellas se acordó, que se observe y cumpla este nuebo Plan por
ahora, y en adelante siempre que no ocurra motibo que lo impida” (AC., libro
161, 24-X-1798, f. 103v). Entre los folios 103 y 104 aparece el “Informe plan
disposición de la capilla de música” que dirige Arquimbau al Illmo.Sr. Dean y
Cabildo, cuyo contenido copia exactamente el acta capitular precedente (AC.,
libro 161, 14-X-1798, f. 103v) hasta “con otras razones…”, y desde aquí sigue
el texto siguiente: “; además mui expuesto a que tanto la Orquesta como el
primer Coro, padescan desorden o pierdan el compás por la grande distancia
que se advierte desde el Coro al Órgano para la dirección de él, pues al
tiempo de mirar el compás pierden un renglón de música como se ha verificado;
y igualmente el doble cuidado del que lo actúa para que vayan con igualdad
los dos Coros con la Orquesta y el Órgano. No deviendo dexar al silencio que
para lo que solicito es de toda inutilidad el Claviórgano, siendo de mejor
armonía que se acompañe con el Órgano grande en los llenos de la música como
se verifica en las primas solemnes. […] Todo lo que no puedo menos de
manifestar a V.S.I. de la grande diferencia y gusto que causará el plan que
solicito para la disposición de la Capilla de Música en todas las funciones
de Orquesta, […] pues de las Catedrales que tengo noticia está la Capilla en
la forma y guarda el método que manifiesto; y verificándose lo que solicito,
el Maestro de Capilla podrá trabajar y cantarse Música de mucho mas gusto y
agradable que quando se canta en el Órgano; pues en este no pueden cantarse
ni causar su efecto (como tengo expuesto) por no estar todos los Músicos
unidos. Y por lo que hace a las que se cantan en el Coro devo manifestar que
el lugar de su colocación es de mucha incomodidad para quando asiste el Exmo.
Señor Arzobispo según todo el ceremonial que se necesita practicar; y
igualmente la Capilla tiene un lugar incomodo en un todo, y a V.S.I. no serle
de ningún agrado por lo próximo que está, y la experiencia me tiene
acreditado que la Música a cierta distancia hace todo su grande efecto; y
expone igualmente que a los Músicos que canten y toquen en el primer Coro
deve eceptuárseles de cantar en el facistol para que estén descansados y
puedan con menos molestia desempeñar lo que se les confiere en semejantes
casos. Cuya gracia espera conseguir de V.S.I. (en todas sus partes) el que
suplica; y no dudando alcanzarla pido a N.S. conserve la vida de V.S.I.
dilatados años. Sevilla, 24 de octubre de 1798. Domingo Arquimbau. Y al pie
de página dice en nota: “No devo dexar de hacer presente a V.S. que mi
antecesor Dn. Antonio Ripa mientras vivió siempre exclamaba conmigo para que
yo solicitase la pretención de V.S.I. consiguiendo por este medio la mejor
armonía y sonido de la música, como también la variedad que puede cantarse.
Arquimbau”. En el margen de la primera página dice: “En virtud de esta
solicitud mando el Cabildo que se observe y cumpla este nuevo plan que ahora
y en adelante siempre que no ocurra motivo que lo impida. Campo frdo.”
30
LÓPEZ CALO: Historia de la música española… 107. Se cantaban también en
polifonía, algunas veces, los salmos de Completas, y excepcionalmente los
Tercia de Pentecostés, Nona de la Ascensión, etc. Pero ninguna de las Horas
Canónicas revestía tanta solemnidad como las Vísperas.
31
LÓPEZ CALO: Historia de la música española… 96.
32
Las obras de Victoria a dos y tres coros, publicadas por él en 1600,
testifican la práctica generalizada, por entonces, del órgano realizando el
acompañamiento que duplica las voces del primer coro; no del segundo. En una
carta de Tomás Luis de Victoria (Madrid, 1601), en la que se refiere a la
interpretación de las obras policorales, indica que el órgano acompañaba sólo
al coro primero, permaneciendo en silencio cuando éste callaba. Incluso dice
Victoria que el acompañamiento de órgano es la forma normal de interpretar
una obra cuando faltan voces, "porque con él (el acompañamiento) donde no
hubiere aparejo de cuatro voces, una sola que cante con el órgano hará coro
de por sí"; lo mismo deja entender cuando intervienen los ministriles
(RUBIO CALZÓN, Samuel: “Dos interesantes cartas autógrafas de Tomás Luis de
Victoria”, en Revista de musicología IV, nº 2 (1981) 338 y 339. Estas ideas
pueden verse en la segunda carta de Victoria. En efecto, el órgano se
encargaba del bajo continuo o bajo cifrado (=“acompañamiento general”),
mientras el bajón y/o el violón duplicaban la voz del bajo. Esta duplicación
de las voces por parte del órgano se halla testificada en el Ms. 6 de
polifonía de la catedral de Segovia (con 23 motetes de Guerrero, 45 de
Palestrina y 5 de Alonso Lobo sin texto); una copia del siglo XVII destinada
a dicho instrumento, teniendo en cuenta que lleva en algunos lugares notación
en tablatura de órgano (LÓPEZ CALO: Historia de la música española… 54-58).
33
LÓPEZ CALO: Historia de la música española… 74. Los españoles eran
generalmente bastante parcos en el uso del cifrado, dada la simplicidad de la
armonía usada y limitada a una mera sucesión de acordes. Tal acompañamiento
solía tocarse una cuarta grave, conforme se hacía en el siglo XVI, cuando la
composición estaba escrita en chiavette. Para la ejecución de los
acompañamientos (todos ellos) no existe codificación alguna en la primera
mitad del siglo XVII, pero estaba ya tan generalizado y era tan uniforme en
1650, que debemos pensar que existiría una normativa para la buena práctica.
Con todo, hemos de esperar hacia finales del siglo XVII para encontrar
teóricos que lo expongan; y entre ellos, y de manera particular, fray Pablo
Nassarre (1650-1730).
34
LÓPEZ CALO: Historia de la música española… 58. Así lo hace, por ejemplo,
Juan Bautista Comes en el villancico Atended, oíd, escuchad que es a solo y
siete voces en dos coros con acompañamiento. Aquí el acompañamiento se halla
escrito únicamente en los pasajes en que canta el solista, pero no existe
cuando cantan los coros.
35
STEIN, Louise K.: “Accompainment and Continuo in Spanish Baroque Music”, en
Actas del Congreso Internacional España en la Música de Occidente (Salamanca,
1985), vol. I (Madrid: Ministerio de Cultura, 1987) 359.
36
Los Responsorios de Semana Santa a 6 y 8 voces con acompañamiento, del
maestro Francisco de Santiago (1617-1644), se cantaban también en el siglo
XVIII, y para ello fueron copiados por Joannes Ossorio (1772). Después de la
música del responsorio Tristis est anima mea del Jueves Santo dice: “Todos
estos ocho Responsorios son en una misma disposición de Coros y Voces, Tiple,
alto, Tenor y Baxo, para Baxon al primer coro; y el 2º coro de la capilla
ordinario”. Sin embargo, en el primer responsorio que se canta
polifónicamente el Viernes Santo (Velum templi) encontramos esta indicación:
“Todos estos Responsorios de la Feria 6ª son a 6 vozes sencillas; los quales
todos se cantan con instrumentos de Mutas o Bajoncillos, & y Baxón;
dichas vozes son dos Tiples, dos Contraltos, un Tenor y un Baxo. El Tiple 2º,
alto 2º y Baxo son los que tocan dichos instrumentos. El Tiple 1º, Alto 1º y
Tenor cantan vozes; las restantes vozes se ponen al lado del clave; y los
Ins. a la otra parte; todos se cantan sin Acompto” (Archivo Musical,
Signatura 90-1- 1; GONZÁLEZ BARRIONUEVO y otros: Catálogo de polifonía… 713,
nº 1548).
37
Véase la nota 32.
38
En las villanescas a cinco voces: ¡O grandes pazes!, Virgen sancta, Al
resplandor d’una estrella, A un niño llorando y Juicios sobre una estrella
(GARCÍA, Vicente: Francisco Guerrero (1528-1599). Opera Omnia, vol. I:
Canciones y villanescas espirituales (Venecia, 1589). Primera parte, a cinco
voces (Barcelona: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto
Español de Musicología, 1955) 72, 78, 101, 105 y 111).
39
Véase sobre esto LÓPEZ CALO: Historia de la música española… 37-53.
40
Es verdad que Guerrero emplea ya el solo en las coplas de sus villanescas,
pero en alternancia con el coro; lo mismo que hizo Comes, que lo usa en la
tonada inicial y en las coplas. Pero no se trata todavía de un canto
verdaderamente solista.
41
LÓPEZ CALO: Historia de la música española… 31.
42
Nuestro primer gran compositor de Lamentaciones a solo y en puro bel-canto es
José de Vaquedano (†1711). Véase VILLANUEVA ABELAIRAS, Carlos: “Las
‘Lamentaciones de Semana Santa de Fray José de Vaquedano (1642-1711), Maestro
de Capilla de la Catedral de Santiago”, en Compostellanum XXIII (1978)
247-280.
43
Véase KENYION DE PASCUAL, Beryl: "El bajón español y los tres ejemplares
de la Catedral de Jaca", en Nassarre II, nº 2 (1986) 109-134. El autor
indica que la función más importante del bajón era la de reforzar la voz del
bajo o incluso substituirla, algo que parece normal en Sevilla con Luis
Bernardo Jalón.
44
Debía enseñarles a leer, escribir y cantar los responsos, versetes y
antífonas del canto llano, y además les daba lecciones de canto de órgano, de
contrapunto y todas aquellas habilidades que para ser buenos músicos y
cantores debían tener los niños cantorcicos. Para ello, solía contar con la
ayuda de otras personas naturalmente, e incluso con un maestro de seises,
cuando el maestro de capilla no se sentía con tiempo y energías suficientes
para desempeñar este papel de enseñar.
45
AC., libro 21, 11-IX-1551, f. 55. Se refiere a Fernández de Castilleja cuando
estaba ya muy achacoso, a causa de lo cual el cabildo le exime de la
responsabilidad de ocuparse de los seises.
46
Pasado el tiempo, y hasta finales del siglo XX, le correspondía al tenor de
la capilla de música dirigir la capilla y preparar y dirigir a los seises.
47
AC., libro 42, 10-I-1601, f. 1. Así se observa también en la cita siguiente:
“Este día el Cav. cometió al Sr. Deán que dejase al Maestro de Capilla
[Francisco de Santiago] cuidase de dar leción y aprovechar a los Seises,
dándole dentro dista Sta. Iglesia y en la Sala del ejercicio o en la parte
más cómoda que le pareciere y otros casos que entendió el dcho Sr. Deán de la
intención del Cav.” (AC., libro 56, 11-II1637, f.46v).
48
Manuel de Cuesta se encargó de dirigir a la Capilla y de componer
villancicos, en 1765, durante la ausencia del maestro de capilla interino
Francisco Soler (AC., libro 131, 11-X-1765, f. 191v). Sus villancicos de la
Inmaculada, Navidad y Reyes complacieron tanto al cabildo que los mandó poner
en el archivo de música (AC., libro 132, 13-I-1766, f. 6v).
49
Estatutos de 1569, legajo 123, caxón 40, nº 2, f. 110v. Puede verse GONZÁLEZ
BARRIONUEVO, Herminio: Herminio: Francisco Guerrero (1528.1599). Vida y obra.
La música en la catedral de Sevilla a finales del siglo XVI (Sevilla: Cabildo
Metropolitano, 2000) 167-172. El número de clases fue cambiando, de acuerdo
con los tiempos y circunstancias concretas; de todos modos debemos distinguir
entre clase de canto de órgano y contrapunto y ensaño de la capilla o
“exercicio de canto de órgano o de la música”.
50
AC., libro 13, 15-X-1533, f. 279. Los señores canónigos consideraron esto muy
importante, pues esta misma idea aparece ya recogida casi un mes antes: “Este
día, los dichos sres. Mandaron que a la capilla de la Granada desta Sta.
Iglesia venga cada día a ella el Maestro de Capilla una vez, y allí cante con
todos los cantores y provea lo que ha de cantar en el coro” (AC., libro 13,
22-IX-1533, f. 272).
51
AC., libro 51, 17-V-1623, f. 172.
52
En efecto, cuando Lobo fue nombrado maestro de capilla (el 9 de marzo de 1604),
una de las obligaciones que le impone el cabildo es el cuidado de los seises,
“Recibieron al maestro Lobo por maestro de capilla y que gane desde principio
del año la prebenda y más le dieron los 40.000 maravedís y cuarenta fanegas
de trigo por el cargo de los seises” (AC., libro 43, 9-III-1604, fol. 174).
Lo mismo ocurrió cuando Cotes fue nombrado maestro de capilla: “En este dicho
día mandaron que al maestro Ambrosio Cotes maestro de capilla le den de ayuda
de costa de la fabrica desta St. iglesia cinquenta mil mrs. por esta vez y
que los ss. prior, pedro de villagómez le hablen y le digan que tenga cuidado
de su obligación y de los muchachos seises” (AC., libro 43, 11-III-1603, fol.
7).
53
En concreto, el maestro Lobo ganaba, además de la ración, un plus de cien
ducados y cuarenta fanegas de trigo, por cuidar a los seises. Por eso, cuando
comienza a estar enfermo, en 1610, su salario fue de 37.500 maravedíes
anuales, pasando al maestro de seises los cien ducados y cuarenta fanegas de
trigo que entonces era Francisco Compani, sobrino del maestro Ambrosio de
Cotes, y maestro de seises ya en tiempos de su tío. A la muerte de Cotes, en
1603, Compani desempeñó el cargo de maestro de capilla interino hasta que
Alonso Lobo se hiciera con el cargo a principios de 1605. Después fue maestro
de los seises, en 1606, y entre 1610 y 1613, durante el magisterio de capilla
de Lobo: “En este dicho día mandaron llamar para nombrar persona que tenga a
su cargo criar los seises y que el Sr. Fco. Andrés de Jacomar examine al licenciado
Fco, Conpani sobrino del maestro Cotes” (AC., libro 43, 1-VIII-1603, fol.
20). Lo nombraron el día l4, dándole por ello “ducados más de la fabrica y
quarenta fanegas de trigo” (AC., libro 43, 14-VIII1603, fol. 20); y
nuevamente, al dejarlos Lobo, el 1-VIII-1610 (Archivo Capitular, Sección IV:
Fábrica, Nóminas y Salarios, nº 325, fol. 149), los señores capitulares
“nombraron a Francisco Compani para que críe y enseñe los seises, y para ello
se le da media ración y los cien ducados y quarenta fanegas de trigo de la
fabrica que se suelen dar guardando en todo el orden que esta dado acerca de
la crianza de los seises” (AC., libro 45, 21-VII-1610, fol. 80). Tuvo los
seises hasta 1613, en que se los retiraron por no cumplir adecuadamente su
oficio (AC., libro 47, 23-VIII-1613, fol. 65); y el cabildo decidió
entregárselos a Juan Vaca con el mismo salario (AC., libro 47, 26-VIII-1613,
fol. 66v).
54
"Este dicho día haviendo fecho relación que algunos prebendados llamaban
a deshoras a los seises con lo qual se inquietan y enferman, mandaron que el
secretario notifique al maestro de capilla, el racionero Lobo, no dé ni dexe
salir de su casa ningún seys de noche so pena de cinquenta ducados para que
con el maestro vayan a donde él fuere” (AC., libro 44, 29-I-16 07, fol. 4v).
55
AC., libro 17, 26-XI-1540, f. 61v.
56
Puede ampliarse en GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Los seises de Sevilla (Sevilla:
Editorial Castillejo, 1992) 80-81 y 88-89; también Ídem.: Francisco Guerrero…
192-214.
57
En marzo de 1633 y a petición del cabildo de Sevilla, Urabano VIII aprobó la
"fundación e institución... del Colegio de San Isidoro, observando los
decretos del Santo Concilio de Trento, para educación de idóneos ministros
del coro y altar, que vulgarmente llaman mozos de coro, situado en la casa de
oficinas de San Miguel" (ORTIZ DE ZÚÑIGA, Diego: Anales eclesiásticos y
seculares de la muy noble y leal ciudad de Sevilla…, vol. IV (Madrid:
Imprenta Real, 1796; edic. facsímil en Sevilla: Ediciones Guadalquivir, S.
L., 1988) 372). Estaba dotado de cincuenta plazas, de las cuales dos partes
las nombraba el deán y cabildo y la tercera, con la aprobación del chantre.
Tenían para su gobierno y enseñanza "rector, vicerector y maestro de
gramática, de canto de órgano, médico y todos los demás oficiales de
comunidad bien servida y estanles agregados los que llaman seises o niños
cantorcicos, que son parte de la música y se reciben por la excelencia de las
voces” (ORTIZ DE ZÚÑIGA: Anales… IV, 373).
58
El Colegio de San Isidoro de Sevilla era la institución en la que se formaban
musicalmente los seises, además de otros colegiales. Los muchachos ingresaban
en el Colegio a corta edad, tras una prueba efectuada en la sala capitular
ante el maestro de capilla, el organista primero, el maestro de seises y algunos
miembros del cabildo. Generalmente los seises solían permanecer como tales
hasta el cambio de voz, aproximadamente durante tres años. Después, el
Cabildo hispalense podía concederles una beca para seguir estudiando durante
cuatro años más en el Colegio catedralicio y ampliar su formación musical.
Muchos seises y colegiales de San Isidoro promocionaron internamente y
ocuparon un puesto en el Coro de canto llano y en la Capilla de Música de la
Catedral sevillana. En la mayoría de los casos los jóvenes colegiales pasaron
a ser veinteneros o capellanes de coro, y sólo unos pocos obtuvieron un
puesto en la Capilla de Música catedralicia. Varios colegiales ocuparon
puestos musicales en diversas instituciones religiosas de la provincia
eclesiástica de Sevilla y en otras provincias eclesiásticas españolas (por
ejemplo, hubo seises de Sevilla que fueron músicos en catedrales como Oviedo
y Salamanca). Véase GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Los seises de Sevilla (Sevilla:
Editorial Castillejo, 1992) 90-91; también Ídem.: Francisco Guerrero…
192-214.
59
CASTRO PALACIOS, Bernardo Luis: Tratado de algunas ceremonias, cosas antiguas
que se guardan en la Sta. Yglesia Patriarcal, y Metropolitana desta Ciudad de
Sevilla, Compuesto por D. Bernardo Luis Castro Palacios Presbytero Maestro de
Ceremonias de la misma Sa Yglesia. Año de 1712. Este manuscrito contiene
cosas diversas de la catedral, numeradas por párrafos; esta cita se halla en
el párrafo nº 25. Pueden verse otros manuscritos del mismo autor en el
Archivo Capitular, Sección III: Liturgia, libros 65-A, 65-B y 66.
60
Ningún documento da pie para pensar que se hiciera durante la primera mitad
del siglo XVII. Las actas capitulares ni siquiera durante todo el siglo XVII
hablan de tal obligación.
61
Véase ORTIZ DÍAZ, José: El Miserere una glosa Sevillana (Sevilla:
Ayuntamiento de Sevilla, 1995).
62
Este documento se encuentra colocado entre los folios 196v-197
correspondientes al cabildo celebrado el 11-VII-1777.
63
AC., libro 140, 11-VII-1777, f. 196v.
64
Concretamente, los salmos Dixít Dominus (salmo 109), Beatus vir (salmo 111) y
In exitu Israel (salmo 113) o bien Laudate Dominum (salmo 116) son el primer,
tercer y quinto salmo de las Vísperas solemnes; otros tienen su uso en
fiestas concretas, el salmo Laetatus sum (salmo 121) se canta en las primeras
Vísperas del Común de Santa María Virgen; y el salmo Lauda Jerusalem (salmo
147), es un salmo de Acción de Gracias que se canta en los Laudes del Viernes
Santo y en las Segundas Vísperas del Corpus, entre otros días.
65
Esto debe tenerse en cuenta en la lectura de las citas de actas capitulares y
otros documentos de la época, pues cuando aludan al alternatim con
intervención de la capilla de ministriles, es muy probable que se refieran a
salmos del siglo XVI o compuestos según el estilo antiguo.
66
En el inventario de 1721-1724, escrito por el organista Muñoz Monserrat,
contrastan las referencias frecuentes de los salmos Dixit Dominus, Laudate
Dominum y otros de Salazar con las escasas citas que se hacen a los salmos
compuestos por maestros del XVII anteriores él. MUÑOZ MONSERRAT: Inventario
de las obras de latín y romance, libros, cuadernos y papeles que hay en el
Archivo de música…hizo D. Joséph Muñoz Monserrat, racionero organista de
dicha Santa Iglesia, que se encuentra en el Archivo Capitular, sección 0:
medios de información, libro 11157. Este inventario puede verse en RUIZ
JIMÉNEZ: La Librería… 324-347. Adrián de Elossu ofrece numerosas referencias
al canto de los salmos a ocho y a once voces en su ceremonial, lo cual lleva
a suponer que la interpretación de estos salmos comenzó con Salazar (en 1685)
o anteriormente a éste (ELOSSU: Días en que ay canto de órgano ô música en
esta Sancta Yglesia Patriarchal y Metropolitana de Sevilla, y â qué funciones
y con qué horden según el Estado y Regla del Choro y Estilo y costumbre
Inmemorial deesta Sancta Yglesia, observado por el Licdo Dn Adrián del Ossu
Presbítero Maestro de Ceremonias de esta Sancta Yglesia. Año 1685. Esta obra
se encuentra manuscrita en el Archivo Capitular, Sección III: Liturgia, libro
70, ff. 444-462v).
67
LÓPEZ CALO: La Música en la Catedral de Palencia, vol. II: Actas capitulares
(1685-1931). Apéndices documentales (Palencia: Diputación Provincial, 1981)
61.
68
Esta obligación de los maestros de capilla de componer una serie de obras al
año o en circunstancias especiales fue bastante general y la encontramos
también en otros lugares de Europa; recordemos, por ejemplo, el caso de Juan
Sebastián Bach. De hecho, en los edictos de oposición de Arquimbau (29 de
abril de 1805) y de Eslava (13 de septiembre de 1828) figura el Miserere,
cinco piezas obligadas, salmos para coros y orquesta y villancicos de seises
para las Carnes Tollendas.
69
También Pedro Rabassa, por ejemplo, pidió al cabildo poder cantar un motete
suyo, en lugar del Nativitas tua que era el habitual en esa fiesta de la
Natividad de la Virgen y se le concedió permiso por este año, considerando su
buen hacer (AC., libro 98, 30-VIII-1724, f. 94v).
70
AC., libro 80, 15-III-1689, f. 31v.
71
“Este día cometió el Cabildo a la Diputación de Seremonias disponga se hagan
las composiciones que fuere necessario para esta Semana Santa assí para que
se cante el Miserere, Lamentaciones y demás cossas que a dicha Diputación
paressiere necessarias.” (AC., libro 78, 22-III-1685, f. 30v).
72
AC., libro 71, 22-II-1672, f. 18.
73
AC., libro 112, 24-II-1740, f. 20 y AC., libro 114, 26-III-1743, f. 39v,
respectivamente. José Blasco de Nebra, segundo organista, entregó, en 1758,
al maestro de capilla un libro con ocho misas compuestas por Blasco de Nebra
para que se cantaran en las fiestas de “las segundas clases propias y de
aparato, y en las octavas de la Asunción y Concepción (AC., libro 125,
7-VIII-1758, f. 218). Hoy se conservan cinco misas de este autor (sin fecha)
que tal vez sean parte de aquellas de 1758 (GONZÁLEZ BARRIONUEVO y otros:
Catálogo de libros de polifonía de la catedral de Sevilla (Granada: Centro de
Documentación Musical de Andalucía, Consejería de Cultura, 1994) 528-532).
74
En general, podemos establecer lo siguiente: 1) Los villancicos suelen
conservar una estructura tradicional, formada por introducción, estribillo,
copla y estribillo, pero no estuvo ausente la forma mixta que supone la
adición de arias y recitados, resultando en general esta forma: introducción
(a veces sin ella), estribillo, copla, recitado y aria, o viceversa. Las
obras solían cantarse a dos voces con acompañamiento general, más dos o tres
coros, de los cuales el primero solía ser de solistas formado por voces
agudas (TpTpAT); se añadían, además, instrumentos, que podía ser sólo el
órgano, o bien dos violines y acompañamiento; o añadir a esto también el
acompañamiento general; o dos violines más órgano, o esto más acompañamiento
general en otra sección de la misma obra, etc. Estos comportamientos podemos
verlos en Pedro Rabassa que solía componer 29 villancicos al año cuando era
maestro de capilla de la capital hispalense. 2) Las cantadas presentan una
estructura italiana y mixta a veces del tipo del villancico, aunque
generalmente constaban de una sucesión de arias y recitado. 3) Los tonos
suelen ser de tema profano o religioso y presentan ordinariamente una
estructura mixta (con recitativos y arias) o tradicional al estilo de los
villancicos, con tres secciones: introducción, estribillo y copla.
75
Sobre estas piezas en el siglo XVI véase GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Francisco
Guerrero… 177-192; y sobre las del siglo XVII véase Ídem.: “Los villancicos
de la catedral de Sevilla en el siglo XVII”, en ÁLVAREZ MÁRQUEZ, Carmen y
ROMERO TALLAFIGO, Manuel (eds.): Archivos de la Iglesia de Sevilla. Homenaje
al Archivero D. Pedro Rubio Merino (Córdoba: Publicaciones Obra Social y
Cultural Cajasur, 2006) 665-722. Se componían villancicos también en
ocasiones especiales, incluso para fuera de la catedral.
76
GUERRERO, Francisco: Viaje a Jerusalén, f. 3v. Véase el texto completo en
GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Francisco Guerrero… 751.
77
AC., libro 30, año 1571, f. 106. Años más tarde, bajo el magisterio de
Francisco de Santiago, volvemos a encontrar la misma práctica: “Este día
dieron veinte días de lizencia al razionero Manuel Correa [racionero
contralto de la capilla de música] para que haga las chanzonetas por
enfermedad del Maestro de Capilla con obligación de acudir a la procesión y
manuales” (AC., libro 56, 17-XI-1638, f. 126). Y por esto dio el cabildo
“treinta ducados de aiuda de costa por el trabajo en la enfermedad del
Maestro de Capilla que a tenido en el coro y cuidado en la composición de
villancicos desta Pascua [de Navidad]” (AC., libro 56, 14-I-1639, f. 135).
78
GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Los villancicos… 709-711, 713-716 y 718-719.
79
La gran cantidad de villancicos que debía componer el maestro de capilla cada
año, exigía una cantidad realmente numerosa de textos, lo cual hizo surgir
redes de intercambios de textos, como ocurrió en la Real Capilla, Descalzas
Reales y Encarnación de Madrid, que también nutrieron, en gran medida, a la
catedral de Sevilla y otros lugares. En ésta se utilizaron textos que después
se emplearon en las catedrales de Toledo, Plasencia y Valencia. Pedro Rabassa
interpretó el villancico Venturoso pastor en la catedral de Sevilla en 1744 y
nuevamente en 1755, y Juan Pascual Valdivia, maestro de capilla de la
Colegiata de Olivares (1760-1811), reutilizó la música de Pedro Rabassa y arregló
varias de sus obras para su capilla desde 1760 hasta comienzos del siglo XIX
(ISUSI FAGOAGA, Rosa: La música en la catedral de Sevilla en el siglo XVIII:
La obra de Pedro Rabassa y su difusión en España e Hispanoamérica
(Universidad de Granada: Editoral Universidad de Granada, en CD-ROM, 2003)
542.
80
GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Los villancicos… 716-718.
81
Sobre el número de villancicos que se cantaban en la catedral de Sevilla en
el siglo XVII véase GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Los villancicos… 702-706.
82
CASTRO PALACIOS: Tratado de algunas ceremonias…, párrafo nº 100. La cita
puede verse en DE LA ROSA Y LÓPEZ, Simón: Los seises de la catedral de
Sevilla. Ensayo de investigación histórica (Sevilla: Imprenta de Francisco de
P. Díaz, 1904; reimpr. del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos
Técnicos de Sevilla, 1982) 73.
83
Por entonces, estuvo a la orden del día celebrar las fiestas patronales de
los gremios y oficios con una misa, una comida de hermandad y una “siesta”
que podía ser por la mañana o por la tarde. El término “siesta” ya nada tenía
que ver con la Hora de Sexta del Oficio, pues era sinónimo de “concierto
religioso”, en sentido general; así por ejemplo era común que los gremios de
artesanos de diversos oficios celebraran Misa en honor de su patrón y luego
una “siesta” por la mañana o bien por la tarde.
84
Lo normal eran dos meses de licencia para componer las chanzonetas y
villancicos de la Inmaculada, Navidad y Reyes y al menos uno para las de
Pentecostés y el Corpus, como dicen las actas capitulares: “Conzedió el
Cabildo en conformidad de lo que otros años dos meses de lizenzia a el
Maestro de Capilla para la composizión de los villancicos de la Concepzión,
Natividad y Reyes” (AC., libro 91, 11-X-1715, f. 102). En 1769 Antonio Ripa,
recién nombrado maestro de capilla tras la muerte de Pedro Rabassa, pidió al
cabildo que “se le concediese los dobles, como los havia gozado D. Pedro
Rabassa su mediato antecesor, para la composicion de los 29 Villancicos
annuales, y poder producir algunas obras latinas, y contemplar no haze falta
su asistencia, para los actos de facistol: mandó el Cabildo se lleve lo
escrito de los últimos exemplares de dobles concedidos al Maestro de Capilla,
con llamamiento (AC., libro 133, 10-IV-1769, f. 68v).
85
AC., libro 96, 19-IV-1720, f.96.
86
ISUSI FAGOAGA: La música en la catedral de Sevilla… 404-405.
87
Archivo Capitular, Sección IV: Fábrica, libro de mayordomía de fábrica, nº
205, f. 7v-8r.
88
Archivo Musical, Libro de Polifonía 14, ff. 33v-45.
89
En varios versículos polifónicos aparece la indicación de
"sencillo", un término que encontramos ya en el Renacimiento, y
parece que se refiere aquí a la interpretación de cantores solistas (uno por
voz) en oposición a la interpretación de la capilla de música completa.
90
CASTRO PALACIOS: Tratado de algunas ceremonias…párrafo nº 94.
91
VILLEGAS: Libro 3° [de ceremonias] de Oficios propios…(1620-1628), cap. VI,
que se encuentra en el Archivo Capitular, Sección III: Liturgia, libro 36.
92
Consistía este rito “popular” en que, una vez apagadas las luces de la
catedral, los asistentes evocaban el momento dramático de la muerte de Jesús
con gran estruendo de matracas, palos y otros objetos, teniendo en cuenta que
«desde la hora de sexta se extendieron las tinieblas... la cortina del templo
se rasgó, la tierra tembló y se hendieron las rocas» (Mt. 27, 45). El pueblo
no solía aguantar la larga duración de los Maitines, pero le gustaba
participar en aquel dramático instante, llegando mientras se cantaba el
Miserere, de manera que los maestros de capilla y el cabildo hispalense, al
encontrarse con un auditorio masivo, comenzaron a cuidar con esmero, cada vez
más, la escritura e interpretación del Miserere.
93
GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Francisco Guerrero… 145-155.
94
AC., libro 22, 7- X-1553, f. 74.
95
Véase GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Francisco Guerrero… 138-141.
96
AC., libro 81, 17-II-1691, f. 29.
97
A lo largo del siglo XVIII, la mayoría de los tiples primeros eran italianos,
los bajos portugueses, y llegaron a Sevilla procedentes de la corte de Joâo
IV de Portugal (1640-1654). Sin embargo, las cuerdas de contraltos y tenores
se nutrieron de cantores españoles.
98
Sobre la época de Guerrero puede verse GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Francisco
Guerrero… 152-155.
99
AC., libro 59, 9-III-1647, f. 47.
100
ISUSI FAGOAGA, Rosa: La música en la catedral de Sevilla… 76-77. En las
tablas del Apéndice de esta tesis se pueden ver los músicos de 1700 a 1775.
101
Sabemos que el contralto Íñigo de Miranda, de la época de Guerrero y de Lobo
(17-XII-1582 al 9-IX-1611: Libro de Salarios, nº 324, f. 94v) fue casado:
“Este día mandaron dar a D. Ysavel de Miranda mujer que fue de Yñigo de
Miranda Cantor de esta Sta. Igla. veinte y quatro reales de limosna” (AC.,
libro 46, 7-X-1611, f. 44). También lo fue Juan Castillejo, tenor de Córdoba
con el maestro Francisco de Santiago y recibido el 18-I-1621 (AC., libro 51,
18-I-1621, f. 3v): “Este día dieron 12 días de Liz a Juan de Castillejo
cantor [tenor] para ir a Córdoba a llevar a su mujer por orden de los médicos
que está muy mala con que aia buelto para la vigilia de Pascua.” (AC., libro
51, 23-XI-1623, f. 198v). Años más tarde encontramos a Francisco Sanmartín,
que era bajo casado y entró en la capilla en 1675. Hubo también algún otro
cantor casado, incluso después de la prohibición del cabildo de 1763, pero
fueron siempre casos esporádicos, y otros que realizaron el examen de aptitud
pero no fueron admitidos precisamente por estar casados: “El Sr. Canónigo D.
Justino de Neve propuso al Cabildo que respeto de la buena voz que demuestra
tener Estevan de la Peña collegial hijo de Pedro de la Peña músico contralto
que fue desta Sta. Iglesia parece que el Cabildo le devía relevar de algunas
cargas que como tal collegial tiene para que con más comodidad pueda estudiar
canto de órgano y gramática pues la voz que tiene será malograda no
estudiando. y el Cabildo se mandó llamar para determinar en la dicha
proposición.” (AC., libro 73, 3-7-1675, f. 46).
102
La admisión o no de cantores y organistas casados fue cambiando y
alternándose con los años. Así en el siglo XVII, existen referencias en las
actas capitulares de músicos casados, pero esta práctica cambió a comienzos
del siglo XVIII y así aparece reflejada en los edictos de oposiciones;
incluso el cabildo hispalense se planteó el problema (AC., libro 89,
26-I-1707, f. 18; AC., libro 89, 31-VIII-l707, f. 170). Esta norma fue
bastante común en las catedrales españolas y lo normal era que al menos
debían ordenarse en el plazo de un año o el año en que eran admitidos como
músicos en la catedral.
103
“Acordó el Cabildo que por justos motivos que para ello tiene, yo el
infrascripto como Protector de Música, junte la Capilla, y les intime que de
oy en adelante en sabiendo el Cabildo que algún Musico de voz se ha casado
secreta o públicamente por el mero hecho sea despedido” (AC., libro 129,
15-VII-1763, f. 188v). Los ministriles, sin embargo, eran casados por lo
general y los padres solían enseñar el oficio a sus hijos; de modo que era
frecuente que existieran varios instrumentistas dentro de la misma familia.
104
Las actas capitulares nos indican la participación de cantores externos, por
ejemplo de Pedro Ortega "que trabajó en las chanzonetas destas
paschuas" y era de la colegiata del Divino Salvador (AC., libro 49,
11-II-1617, f. l0v). El caso siguiente es llamativo y nada frecuente:
"Este día cometió el cavildo a los señores deán. Arcediano de Sevilla,
mayordomo y contador de fábrica, que para la Semana Santa que su Magestad a
de estar aquí se pida prestada a la iglesia de Jaén al razionero Salas,
tenor, y se embíe a llamar a Vilches, razionero de Toledo, y a Jaime de la
Hoz a Madrid que con estas vozes y los razioneros tiples que el cavildo de
señores canónigos an llamado estava bastantemente cumplido el servicio de la
Iglesia." (AC., libro 52, año 5-II-1624, f. 5v).
105
LOAYSA, Juan (1633-1709) en su Tesoro de noticias, cap. 31 (Biblioteca
Capitular y Colombina, sign. 57-4-8). 106 DE LA ROSA Y LÓPEZ: Los seises…
136-137 y 145. Más información sobre los castrati en las catedrales puede
verse en MEDINA ÁLVAREZ, Ángel: Los atributos del capón: imagen histórica de
los cantores castrados en España (Madrid: Instituto Complutense de Ciencias
musicales, 2003).
107
Aunque los racioneros solían ser uno por cada voz, con el maestro Alonso
Xuárez había dos racioneros tiples, tal vez debido a la mayor escasez de
éstos y al cultivo y aprecio por los virtuosos de esta voz.
108
Tengamos en cuenta que casi todas las composiciones de Salazar son a doble
coro, y por tanto es lógico pensar que existirían al menos ocho cantores.
Pero no olvidemos que era común la incorporación ocasional de cantores de
fuera, la sustitución de las voces por ministriles, y la composición del
segundo coro, de tal manera, que tanto el primero como el segundo,
interpretaran la misma música, aunque ambos estuvieran separados en el
espacio. Esto es lo que ocurre en el Alabado de Sanz, por ejemplo, y por
tanto, con doce cantores, se podían interpretar muchas obras.
109
AC., libro 78, 28-III-1686, f. 31v.
110
No olvidemos que la capilla de música podía reforzarse con ministriles o/y
cantores de dentro y fuera de la catedral hispalense. De hecho, era frecuente
recurrir a los intérpretes del canto llano (sochantres, veinteneros,
capellanes de coro y salmistas) para engrosar el número de cantores, sobre
todo de bajos y tenores de la capilla de música.
111
AC. Libro, 90, 1-IV-1710, f. 49.
112
Así se deduce de las citas que aparecen en las actas capitulares.
113
Esto ocurrió en 1708, por ejemplo, cuando la necesidad de músicos fue tan
grande que no se podían solemnizar las celebraciones de manera conveniente:
“Este día el Sr. Deán D. Alonso de Baeza y Mendoza; hizo al Cabildo
representasión del estado, a que avia venido la Capilla de Música desta Sta.
Iglessia, pues si no es valiéndose de Músicos e Instrumentos de fuera, no
avía función en esta Sta. Iglesia que se puediesse cumplir con el aparato y
decencia, que siempre se a acostumbrado, y que así el Cabildo procurasse dar
remedio eficaz para restablecer, y augmentar en número de Músicos y de
Instrumentos, de suerte que ubiesse en esta Sta. Iglesia, siquiera los
presisos para el cumplimiento de las obligaciones y funciones públicas; Y
aviendo oydo su Sria. dicha proposisión; mandó que el Cabildo se llamase para
oyrla y que juntamente se lleve lo scrito cerca de casos semejantes” (AC.,
libro 89, 18-VI-1708, f. 98). Y se trató de esta propuesta que presentó el
señor deán: “…se leyeron los autos, que hablan de cassos semejantes, y son
los de 31 de Agosto y 11 de Septiembre de 1671 = 3 - 8 de febrero y 24 de
Marzo de 1672 = 4 de Jullio de 1673 = 17 y 20 de Febrero de 1677 = 18 - 25 de
Septiembre de 1679 = y 2 de Octubre - 20 de Noviembre del dicho año = Los
quales oydos por el Cabildo le parecio conveniente a su Sria. que entrase el
Maestro de Capilla e Informase de lo que presisamente nesesitaba para
restablecer la música, aviendo entrado en Cabildo y tomado asiento; dixo [el
maestro Salazar] que no podía subsistir la Música, que oy avia, sino se
entraban dos Contraaltos de Primero choro; dos Tiples de primero choro; Y dos
Ministriles – uno Baxón, que sepa tocar Chirimía, que llaman de tenor - Y el
otro, que sea chirimía de tiple...” (AC., libro 89, 22-VI-1708, f. 100v).
114
AC., libro 89, 8-III-1708, f. 42v.
115
AC., libro 72, 24-VII-1673, f. 53.
116
AC, In sacris, libro, 251, 19-II-1685, f. 157. También estaban vacantes tres
de ellas en 1708 (AC., libro 89, 3-II-1708, f. 22).
117
AC., libro 81, 21-I-1692, f. 9.
118
AC., libro 78, 22-III-1685, fol. 30v. Esto mismo se ordena un par de meses
más tarde para las otras fiestas: “Este día el Sr. Prior Diputado más antiguo
de Seremonias propusso era necessario hacer algunas composiciones para las
festividades de Ascensión, Sto. Rey, y Corpus, y las demás que por aora
fueren necessarias según el estado de vosses en que ael presente se hallaba
la Capilla y el Cabildo cometió a la Diputación de Seremonias reconosca las
que fueren necessarias y de la Providencia que le paresiere.” (AC., libro 78,
21-V-1685, f. 52v).
119
AC., libro 81, 21-II-1691, f. 30. Este proceder de pagar el viaje a los
cantores que acudían a realizar las pruebas de admisión era muy frecuente en
el cabildo hispalense: “Estando el Cabildo llamado para conferir en la
proposición del Sr. D. Juan Bonifaz Rac. fechada en 31 de Agosto próximo pasado,
mando, para remediar la falta de buenas voces con que esta la Capilla, que el
Maestro de ella y el Rac. Organista llamen para ser oídos los músicos que
uviere de oposición en España asegurándole que el Cabildo les dará aiudas de
costa competentes a los gastos de su viaje.” (AC., libro 71, 11-IX-1671, f.
67). Lo mismo ocurrió con respecto a un contralto de Zamora: “… el Cabildo
[…] tenía noticia que en la Santa Iglesia de Zamora avía un Músico contralto
de muy buena voz y que hallándose la Capilla de Música desta Santa Iglesia
con mucha falta de dicho contralto, siendo el Cabildo servido se inbiaría a
llamar al susodicho: Y aviéndolo oydo el Cabildo cometió a dicho Sr. le
escriva venga a ser oydo, que pareciendo bien se le dará el salario
competente, y de no se le dará una ayuda de costa.”(AC., libro 88, 29-V-1705,
f. 62v).
120
ISUSI FAGOAGA, Rosa: La música en la catedral de Sevilla... 92.
121
AC., libro 88, 3-III-1705, f. 30v; y también AC., libro 89, 22-VIII-1707, f.
162.
122
AC., libro 88, 22-IV-1705, f. 47v.
123
AC., libro 89, 3-II-1708, f. 22.
124
AC., libro 89, 8-III-1708, f. 42v.
125
La bula en la que se concede la ración a “un cantor eminente” puede verse en
el Archivo de la Catedral, Sección IX: Fondo histórico general, legajo 110,
2-3; y en el Legajo 198, expediente tercero. Se especifican las condiciones
que debían reunir los opositores a la media ración de contralto.
126
Estas cuatro raciones de cantores constituían la base y fundamento de las
cuatro cuerdas vocales en la capilla de música de la catedral, se mantuvieron
a lo largo de la historia; incluso en los planes restrictivos realizados por
Arquimbau y Eslava, en el siglo XIX, pero desaparecieron varias de éstas en
el Concordato firmado por Isabel II y Pío IX en 1851.
127
GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Francisco Guerrero…123-125.
128
GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Francisco Guerrero…123-125.
129
ISUSI FAGOAGA: La música en la catedral de Sevilla… 92. Así se deduce de la
lectura de las actas capitulares del siglo XVIII.
130
El cabildo planteó primero el tema (AC., libro 10, 9-VIII-1518, f. 163).
Luego, el 12 de diciembre, el deán y cabildo elevaron una petición a Pío IV
en la que pedían la creación de tres medias raciones, ya que ello supondría
gran alivio a la fábrica de la catedral. Los señores capitulares propusieron
para ello la división de una canonjía vacante en tres partes; con ello se
pagaría el coste de las tres medias raciones.
131
Pío IV concedió tal petición al cabildo hispalense. Archivo Municipal de
Sevilla: Sección Conde del Águila, tomo 9; también puede verse Archivo
Capitular, Sección IX: Fondo histórico general, canónigos in sacris, leg. 198
(1): Pleito con los racioneros por la creación de tres medias raciones para
músicos famosos (1560- 1588).
132
La bula la concedió Gregorio XIII, a petición del cabildo, para que se
proveyera la media ración que había tenido Diego Bejarano "perpetuamente
para un músico famoso" mediante edictos, examen de suficiencia de vos,
etc. Archivo Capitular: Seccción IX: Fondo histórico general, legajo 110, 2, 3.
No está del todo claro si la cuerda de contralto debía ser la beneficiaría de
dicha media ración, pues la citada bula sólo dice que es para "un cantor
eminente" o un “músico famoso”; pero es verdad que en el Legajo 198,
canónigos in sacris (2) expediente tercero, aparece un documento en el que se
especifican las condiciones que debían reunir los opositores a la media
ración de contralto. En el documento primero del legajo 198, se halla el
pleito con los racioneros sobre la creación de tres medias raciones para
músicos famosos (1560-1588).
133
Las actas capitulares incluso dicen que esto era un aliciente para atraer a
los cantores de la cuerda de tiple, tan codiciada como escasa.
134
Del siglo XVI pueden verse varios nombres, en GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Francisco
Guerrero… 129-134. Cf. además las páginas 138-141 sobre la calidad de la
capilla de música hispalense.
135
A los 16 cantores de la época en que Alonso Lobo fue maestro de capilla, se
le podían sumar algunos capellanes de coro, veinteneros y otros músicos de
afuera, contratados ocasionalmente y para actuaciones más o menos puntuales;
e incluso algunos seises.
136
GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Francisco Guerrero…, Apéndice IV, 677-686
137
La división de los cantores de la capilla de música en racioneros y asalariados
nació en la catedral de Sevilla allá por el año 1560, cuando la Bula de Pío
IV, firmada en Roma el 12 de diciembre de dicho año, dividió la canonjía nº
20, de la que había disfrutado el señor Hernán Ramírez (Libro de entradas,
libro 384 (4), f. 34) en tres medias raciones de canto: contrabajo, tiple
primero y segundo (nº 21, 22 y 23 del cómputo general). Ídem., libro 384, ff.
95-97.
138
AC., libro 78, 30-IV-1685, f. 41v.
139
"Este día mandó el cabildo que el maestro de capilla haga diligencia de vuscar
las voces de que necesita la capilla y en hallando alguna, dé cuenta."
(AC., libro 79, 9-I1688, f. 6)
140
AC., libro 79, 26-III-1688, f. 37v.
141
AC., libro 79, 10-IV-l688, f. 47r.
142
AC., libro 90, 15-IV-1709, f. 48v.
143
AC., libro 86, 5-V-1702, 51v.
144
AC., libro 89, 23-XII-1707, f. 251v
145
José Gavino estuvo cantando de tiple segundo en la capilla de música: “Leyose
petición de Joseph Gabino Seise diciendo a el Cabildo aver 6 años que está
sirviendo en dicho Ministerio y de algunos meses a esta parte de tiple por la
falta que ay en la Capilla de esta cuerda y en atención a hallarse con su
Madre muy pobre suplica ael Cabildo le mande librar la Ayuda de costa que
fuere servido: Y aviéndola oydo el Cabildo le mando librar 200 rs. los 100 de
la Mesa Capitular y los otros 100 de la Hazienda de la Fabrica por una vez.”
(AC., libro 88, 6-IX-1706, f. 114v). También Juan José y Diego Mateo cantaron
en la Semana Santa, uno de los períodos en que más era necesaria la presencia
de cantores, como es natural: “Mando el Cabildo que a Juan Joseph y Diego
Matheo Seises se les de la ayuda de costa que el año pasado por aver cantado
la Semana Santa.” (AC., libro 75, 29-IV-1680, f. 28v).
146
AC., libro 89, 8-II-1708, f. 25.
147
AC., libro 89, 8-III-1708, f. 42v.
148
AC., libro 74, 16-7-1677, f. 70v.
149
Así se hizo frecuentemente en el caso de los instrumentos como vemos en
repetidas citas de las actas capitulares y en varios lugares de este trabajo
en los que se requiere la presencia de un violín, un violón y un archilaúd
(Cf. AC., libro 94, 29- IV-1715 ff. 34v y 54). En otro sitio, al bajón
Francisco de Palma, a quien se le había llamado para tañer ya en 1708, 1709,
1713 y 1714, se le admite ahora como asalariado: “…comenzará a correr desde
oy con las mismas calidades de estar sujeto a apuntazión como el demás
salario, por el tiempo de la voluntad del Cabildo y que deste auto se tome
razón en el Libro de Salarios” (AC., libro 94, 3-VI-1715, f. 46v).
150
Así ocurrió en 1685: “Este día la Diputación de Seremonias hizo relasión como
en virtud de la comissión que el Cabildo le tenía dada para la forma en que
se cantarían las Completas Solemnes esta quaresma havía sido necessario haser
nueva composición de ellas según las vosses que de pressente ay y juntamente
que entrassen algunos XXº, y el Cabildo mando que en dicha forma se ejecute y
que los Veinteneros asistan a la Capilla siempre que fuere necesario” (AC.,
libro 78, 22-III1685, f. 30v). Lo mismo dicen las actas capitulares de este
mismo año: “Este día el Sr. Prior Diputado más antiguo de Seremonias propusso
era necessario hacer algunas composiciones para las festividades de
Ascensión, Sto. Rey, y Corpus, y las demás que por aora fueren necessarias
según el estado de vosses en que a el presente se hallaba la Capilla y el
Cabildo cometió a la Diputación de Seremonias reconosca las que fueren
necessarias y de la Providencia que le paresiere” (AC., libro 78, 21-V1685,
f. 52v).
151
Véase la nota 23.
152
Sobre el órgano y los ministriles de la época de Guerrero puede verse
GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Francisco Guerrero… 215-279 (todo el capítulo V).
153
La tradición española todavía se advierte en notables organistas, tales como
José Elías, José de Nebra y el padre Antonio Soler, aunque se muestran
abiertos ya a hacia las nuevas corrientes europeas; sobre todo italianas, en
composiciones como tocatas y sonatas para órgano y clave. El padre Soler
representa el punto culminante de una larga tradición ibérica en el cultivo
del tiento, género que se inicia con Cabezón en el siglo XVI y llega al siglo
XVIII a través de Cabanilles y José Elías. Sus tientos, que él denomina pasos
o intentos, reflejan la influencia de la nueva concepción de la fuga, con
rasgos heredados de su maestro José Elías, a su vez discípulo de Cabanilles.
154
“Este día Yo el infrascripto secretario puse en consederazión del Cabildo
sería conveniente fuesse servido de mandar se visiten los sinco órganos que
tiene esta Sta. Iglesia por los Sres. de fabrica con asistencia del Maestro
de Capilla, i el Organista y hagan relazión al Cabildo del estado presente
que oi tienen, y que esta diligencia se haga dos vezes al año por Navidad i
el Corpus, i que al organero nuevamente nombrado se le haga entrega del
órgano, i se le ponga en el auto la obligación que tiene de tenerlos
corrientes todo el año, y el Cabildo aviendo oído dicha proposizión comisionó
a los Sres. de fabrica con asistencia del Maestro de Capilla i organista
visiten los sinco órganos de esta Sta. Iglelsia, i hagan relazión del estado
que oi tienen, teniendo dichos Señores presente el imbentario de dichos
órganos, y reserbo su determinazión cerca de más visitas y de la entrega, y
su modo al organero nuevamente nombrado para que dichos Sres. hagan relación”
(AC., libro 93, 15-VI1714, f. 117v).
155
“Este día estando llamados para determinar sobre si se usara de instrumentos
de cuerda en los Misereres y Lamentaziones de Semana Santa mando el Cabildo
de conformidad que el Maestro de Capilla se baliese de los órganos y realexos
que le pareziere son menester para dichos días.”(AC., libro 72, 6-III-1674,
f. 139).
156
Esto fue propuesto por el don Lucas de Soria, aduciendo que esto se hacía en
otras catedrales, pero el cabildo rechazó la propuesta. “Este día mando el
Cabildo que no se admita el tratarse una proposición de el Sr. dor. Lucas de
Soria cerca que en el choro se pueda tener un organillo en todas las fiestas
principales para que mejor entonaren y cantaren los músicos de esta Sta.
Iglesia” (AC., libro 55, 14-VIII1634, f. 70).
157
“Este día mando el Cabildo librar a antonio Pérez Maestro de los Órganos el
ayuda de costa que el año passado por la afinación del Claviórgano que sirve
en las Octavas” (AC., libro 76, 5-VI-1682, f. 49).
158
El primero que conocemos lo construyó para la catedral nueva (la gótica actual)
Fray Juan. Así consta en las actas capitulares correspondientes al 5 de
febrero de 1478: "En este dicho día mandaron a Fray Juan, el que faze
los órganos desta iglesia, que continúe la obra de los dichos órganos, y que
le paguen según fuere labrando; y si no lo hiciere, que se busque un maestro
que los acabe a costa del dicho Fray Juan". Se trataba de un órgano
grande de tribuna. Véase además AYARRA JARNE, José Enrique: Historia de los
grandes órganos de coro de la Catedral de Sevilla (Madrid: Patronato Nacional
de Museos, 1974) 25-32. Casi un siglo más tarde, en 1554, el cabildo decidió
construir un órgano nuevo más grande, que lo comenzó el flamenco Maese Jorge
en 1567 y terminó en 1570; éste tenía diecinueve registros, divididos en dos
teclados, mayor y más perfeccionado: tenía 19 juegos todos partidos y
distribuidos en dos teclados: 122 en el principal y 7 en la cadereta con una
distribución proporcionada de fondos, mixturas y lengüetería, que demuestran
la perfección a la que había llegado entonces el órgano español.
159
“El Cabildo mando que los Sres. Oficiales de Fabrica con intervención del
Rac. Organista den orden de que se hagan para el órgano segundo dos caños,
una mixtura de trompetas reales, y un secreto nuevo, y que hecha esta obra,
tasada y concertada con el artífice den quenta.” (AC., libro 71, 10-III-1672,
f. 22v).
160
AC., libro 71, 31-V-1672, f. 36.
161
Este órgano fue donado por el cabildo hispalense a la parroquia de Umbrete en
1730.
162
“Leiose carta de D. Pedro de Echevarria Maestro de Hazer Órganos ofreziéndose
a fabricar uno en esta Sta. Iglesia, o a colocar en la Caja del grande que oy
sirve las misturas modernas, en lo qual haría alguna equidad respecto de
hallarse con sus ofiziales concluiendo un Órgano en la Sta. Iglesia de Córdoba.
Y haviéndola oído el Cabildo. Mando que io el infrascripto secretario le
responda venga a esta Ziudad para oyr su parezer zerca de lo referido.” (AC.,
libro 94, 14-VIII-1715, f. 70).
163
“Llamado el Cabildo para determinar en si se havía de hazer Órgano en
conformiadad de la relazión que se hizo en el antezedente, después de larga
conferencia y haver oído al Racionero Organista [José Muñoz de Monserrat] que
se le mando entrar y “informo de la necesidad que havía de un Órgano
correspondiente a esta Santa Iglesia respecto de que el estado que tenía el
grande que oi sirve era de carezer de 1337 vozes o Caños que tenia demás el
menor de los modernos que se havían echo en Murcia, Santiago, Córdova”. (AC.,
libro 94, 4-IX-1715, f. 81).
164
AC., libro 94, 30-VIII-1715, f. 78v.
165
AC., libro 94, 11-IX-1715, 85v.
166
“Memoria que trata de la renovación de el órgano grande de la santa yglesia
de sevilla. año de 1723” (En Sevilla a 31 de Marzo de 1723 años) (AC., libro
98, 31- III-1723, informe entre los folios 39v y 40). Y el cabildo decidió
realizar la obra del órgano grande, encomendado a fray Domingo Aguirre (AC.,
libro 98, 1-IV-1723, f. 40); se volvió a diseñar (AC., libro 98, 11-X-1724,
f. 110v)
167
El plan era construir dos grandes órganos, con dos teclados y contras, y con
el cuerpo principal y cadereta de espaldas hacia el coro y unos treinta
juegos, cuyas cajas todavía conservamos. Pero esto se vino abajo con la
muerte de fray Domingo Aguirre.
168
De hecho, los dos organistas se alternaban por semanas y solían tañer el
órgano que se les había asignado. 169 El órgano del lado de la Virgen de la
Antigua, adaptado y modificado por Sebastián García, organero de Cuenca,
estaba afinado medio tono más bajo que el del lado del Evangelio. García era
partidario de ajustar “medio punto más bajo” los órganos, porque "era
tono más proporcionado y regular a lo que hoy se practica, y que así se
hallaba en muchas iglesias catedrales", frente a lo que pensaba Juan
Roldán, organista de la catedral. Pero el cabildo hispalense concluyó que el
órgano del Evangelio era el que debía bajarse medio tono y no subirlo en el
del lado de la Antigua; una tarea asignada al citado organero conquense (AC.,
libro 115, 26-II1744, f. 44). En siete meses, ambos órganos quedaron acomodados
y sus tonos en concordancia (AC., libro 115, 16-IX-1744, f. 191v). Años más
tarde fue necesario volver a afinar ambos órganos en el mismo tono:
“Haviéndose requerido, que respecto de que estando más bajo el tono de los
órganos de esta Sta. Iglesia de lo que debían estar, desde su construcción,
se mandó por el Cabildo quando se executó la composición deel primer Cuerpo
de el de el lado del Evangelio, que se levantase un tono la cantidad, que
juzgasen necesaria los organistas de ella, sucedía que haviéndose así
executado, no podían en el día tocarse junto los dos órganos, por haverse
quedado más bajo el tono de el que está frente de la Capilla de Ntra. Sra. De
la Antigua; agregándose a lo dicho el necesitar este también de composición,
se hacía preciso, que el Cabildo tratase de remediar este daño, proporcionado
sugeto hábil, que hiciese dicha composición, y subiese el tono de el referido
órgano: Y que siendo uno de los Maestros más acreditados, e inteligentes el
organero de la Real Capilla de la Corte [Jorge Bosch], sería mui fácil
hacerlo venir, si el Cabildo gustase, valiéndose para ello de ntro. Emº.
Prelado, que se halla a la sazon de Patriarcha. Y después de haverse
conferido, acordó el Cabildo dar comisión a los Sres. De Fábrica para que
hagan reconocer con la prolixidad necesaria por inteligentes el referido
órgano de el Choro de el Sr. Dean, y se informen de la obra que necesita, y
para que tomando dichos Señores las correspondientes noticias del el Maestro
Organero, o Maestros, que puedan poner en práctica dicha obra, hagan de todo
individual relación al Cabildo con llamamiento, para que por S.S.I. se den
sobre todo las providencias que convengan” (AC., libro 140, 19-IV-1779, f.
90). Se encargó de la construcción del órgano del lado de la Virgen de la Antigua
don Jorge Bosch (en 1779-1793), natural de Palma de Mallorca y organero de Su
Majestad. Este órgano constaba de tres teclados y doce contras, 106 registros
(frente a 61 que tenía el anterior), y de 4.988 tubos (frente a 2.378 del
anterior) realizado por Diego de Orio. Se terminó el 15 de noviembre de 1793:
catorce años después de su comienzo, y en él se habían multiplicado los
juegos de mixturas compuestas. Este órgano desapareció a causa del
derrumbamiento del cimborrio de la catedral del 1 de agosto de 1888.
170
La media ración de organista ya existía en la catedral hispalense al menos
desde 1504, año en que las actas capitulares citan a Juan Bernal como
racionero organista: “…Bernal de Cuenca, racionero y organista desta santa
iglesia” (AC., libro 6, 19-I1504, f. 63). Pero fue ratificada oficialmente
por bula de León X en 1520 (Archivo de la Catedral, Secciòn IX: Fondo
histórico general, legajo 110, nº 6-11, caxón 35, 1, 3º), cuando era
organista de la catedral Diego Hernández o Fernández (1507- 1540), y a quien
las actas capitulares lo denominan ya racionero en 1518, al encargarle el
cabildo de tañer también el órgano en la Misa de los sábados que se celebraba
en la Capilla de la Antigua (AC., libro 10, 11-VIII-1518, f. 164).
171
Éste fue el salario de importante organista Andrés Martínez: “le dieron de
salario encada un año 75 mil mrs. y 24 fanegas de trigo de la hacienda de la
fabrica que es el salario que tenía el racionero Francisco Pérez quando murió
el Racionero Pradillo al qual le mandaron dar con las mesmas obligaciones que
él le tenía de tañer los semidobles y maitines y las missas de Ntra. señora
por su persona según el orden que entonces dieron los señores diputados que
el cav. nombró para esto que está en la contaduría y por el tiempo y voluntad
del cavildo” (AC., libro 49, 31-VII-1617, f. 50v).
172
“…el Cabildo mandado traer lo escrito para reconocer las obligaciones del
segundo organista se leyó el estatuto de la media ración para una persona
eminente en el arte de tocar los órganos y así mismo la bula de León X
confirmando esta adjudicación con las condiciones y obligaciones que en ella
se contienen” (AC., libro 68, 20-XI-1665 f. 74). Así dicen las actas
capitulares en el año 1665, cuando José Sanz se ausentó a Madrid sin permiso
del cabildo hispalense y el cabildo recurrió a la bula de fundación para ver
qué se hará con José Sanz; la decisión del cabildo fue que perdiera todas sus
asistencias, cayendo en situación de “nihil”.
173
AC., libro 74, año 1677, f. 122. Éste era el salario de Juan Bonifaz
Organista segundo de la catedral y del Sagrario: “…se leió el que tiene que
es por organista segundo 75 mil mrs. y 24 fanegas de trigo, y por del
Sagrario 20 mil mrs. Y 12 fanegas de trigo” (AC., libro 74, 26-XI-1677, f.
122).
174
A Juan Salvador, organista casado, de Plasencia, se le admitió, tras
votación, para que pueda opositar a organista segundo (AC., libro 66,
7-XI-1661, f. 96v), pero opositó y no se le consideró apto (AC., libro 66,
16-III-1662, f. 20).
175
Francisco Enríquez era veintenero: “Este día presentó petición Francisco
Enríquez veintenero de esta Iglesia, en que dice que ha asistido a tañer el
órgano en las octavas del Corpus, Concepción y villancicos de Pascua, y por
este trabajo, no se le ha dado cosa alguna, y que para comprar un instrumento
en el que poder ejercitarse en su casa, se le dé una ayuda de costa como se
hacía con el organista de S. Salvador que venía en esta ocasiones; y el
Cabildo cometió la petición al S. D Francisco Ponce Arcediano de Niebla y
Canónigo coadjutor para que refiera” (AC., libro 63, 17-I-1656, f. 9). Se
cita también a dos organistas que venían de fuera a tañer el órgano: “Este
día mandó el Cabildo que al organista que el Sr. Presidente hizo que viniese
de San Salvador para suplir la falta de los organistas de la Iglesia que
están enfermos se le pague y se lleve lo escrito en razón de la obligación de
los organistas dar persona en sus enfermedades” (AC., libro 61, 31-I-1652, f.
6v). Y también ocurrió en 1709: “Este día mando el Cabildo librar 100 rs. de
vellón, sobre la hacienda de la fabrica a un organista de fuera, que asistió
en los maitines y festividades de Navidad y Reyes” (AC., libro 90, 11-I-1709,
f. 9).
176
AC., libro 150, 5-VI-1787, f. 45v.
177
“Este día hizo relación la Diputación de Ceremonias cerca de lo quel Cabildo
tenia cometido en alibiar del travajo al Ldo. Francisco de Medina racionero
organista de esta Sta. Iglesia encargando algunos días dobles al segundo
organista y dicha relación vino de conformidad de que en atención a las grandes
prendas en la facultad de dicho D. Francisco de Medina, se le releve por
gracia y sin que pueda servir de exemplar de los dobles que sean añadido
desde la Santidad de Alexandro Septimo encargándoles y siendo por aora de la
obligación de D. Sevastián Duron segundo organista y el Cabildo passo dicho
parecer como la trae la Diputación.” (AC., libro 76, 18-IV-1681, f. 36v).
178
AC., libro 77, 22-XII-1683, f. 95.
179
“…y aviendo oído el Cabildo mando que sirva cada uno su Semana; y que los
días de 1ª Classe se toquen, ambos Órganos; la parte del Racionero Organista,
supuesto no tiene parte en la Música, y solo tiene la cantidad en que con la
parte se ajusta, que la mitad sea para D. Joseph Monserrat, y la otra mitad
para el que sirve y a D. Juan de Roldan señalo el Cabildo de Salario 300
ducados de vellón por el trabajo de substituir dichas ocupaciones”. (AC.,
libro 112, 3-II-1740, ff. 13v-14).
180
El protector de música informó al cabildo de que los organistas no tenían
claro cuándo debían tañer y alternarse en la celebraciones litúrgicas, y el
cabildo ordenó que el protector de música consultara al maestro de capilla e
informara (AC., libro 150, 1-VI-1787, f. 43). Entonces “evaquadas las
Comisiones, presentó el Sr. Protector [de Música] por escrito la Comisión, y
dictamen en orden a la alternativa de los Organistas, añadiendo de palabra
que el Segundo y Tercero podrian alternar en las desoras de las Octavas por
días enteros, y no por horas anteriores y posteriores al Coro = Se pasó a
votar este punto particular, y quedó aprovado el dictamen en estos terminos,
y con dicha adicción a pluralidad de 14 votos contra 9” (AC., libro 150,
5-VI-1787, f. 45v)
181
Entre los folios 45v-46 se encuentra, en folio aparte, se halla este Informe
sobre alternancia de los organistas. Puede verse también el edicto a las
oposiciones de organista de 1860, en Archivo Capitular, Sección IX: Fondo
histórico general, legajo 214. Canónigos in sacris (18), 3: Oposiciones a
organista [edicto], 1860.
182
Parece ser que no se utilizó en la Catedral de Málaga (MARTÍN QUIÑONES, Mª
Ángeles: La Música en la Catedral de Málaga durante la segunda mitad del s.
XVIII: La vida y la obra de Jaime Torrens... (Tesis doctoral inédita:
Universidad de Granada 1997) 253.
183
GEMBERO USTÁRROZ, María: La Música en la Catedral de Pamplona durante el s.
XVIII, 2 vols. (Pamplona: Gobierno de Navarra, 1995) 58.
184
LÓPEZ CALO: “Barroco -Estilo Galante- Clasicismo”, en Actas del Congreso
Internacional “España en la Música de Occidente, vol. 2 (Madrid: Ministerio
de Cultura, 1987) 11.
185
“Este día mandó el Cabildo que en las Siestas de la Octava del Corpus se
pueda tocar un clavicémbalo, para cantar con él los cuartos y motetillos, no
mas; y que el realejo se toque para alternar los Salmos e himnos Y lo demás
que allí se canta, y esto por este año.” (AC., libro 69, 14-VI-1669, f. 67).
186
Como en la Catedral de Granada y en la Capilla Real de la misma ciudad, cuyo
uso llegó hasta 1829 (RUIZ JIMÉNEZ, Juan: La colegiata del salvador en el
contexto musical de Granada, (Tesis doctoral inédita: Facultad de Filosofía y
Letras de Granada, 1995) 283-284; y en la Catedral de Pamplona hasta finales
del s. XIX (GAMBERO USTÁRROZ: La Música en la Catedral de Pamplona…, vol. I,
59)
187
Las actas capitulares hablan algunas veces de clavicémbalo y claviórgano como
sinónimos, lo que puede llevar a confusión (AC., libro 98, 25-VIII-1724, f.
92).
188
AC., libro 72, 4-XII-1676, f. 90v.
189
“Este día estando llamados para determinar sobre si se usara de instrumentos
de cuerda en los Misereres y Lamentaziones de Semana Santa mando el Cabildo
de conformidad que el Maestro de Capilla se baliese de los órganos y realexos
que le pareziere son menester para dichos días.” (AC., libro 72, 6-III-1674,
f. 139).
190
“El Sr. Protector de Música por averse hecho pedazos el día del Corpus el
Realejo, trajo un diseño; y el Cabildo acordó arreglado al diseño se haga uno
nuevo. Assimismo dio quenta, que el mismo día se avia descompuesto, y
maltratado el claviórgano; y aviendo oído el diceño que se traía para uno
nuevo; el Cabildo cometió al mismo Sr. para que vea si la música le
necessita; o componiéndose como esta; y qué costo tendrá uno nuevo, cómo se
ve por el diceño; o componer el antiguo” (AC., libro 116, 7-VII-1745, f. 44).
191
Aunque el Cabildo hispalense era consciente de que la chirimía había caído en
desuso, nombró a un nuevo músico de este instrumento en 1769.
192
Por eso dice el cabildo, en 1769, que era necesaria una chirimía o corneta
más, pues sólo había una, y los instrumentos eran necesarios para abrigar y
sostener las voces de la capilla. “Cometió el Cabildo al Protector de Música,
que respecto a la notable falta, que en la Capilla de Música desta Sta.
Iglesia ay de instrumentos que abriguen y sostengan las voces, haga las
diligencias posibles para encontrar sujeto instrumentistas Que toque bien
Chirimía, o Corneta, instrumentos que hasta de poco tiempo a esta parte, como
precisos respecto a la mucha amplitud de este Templo, siempre han estado en
uso en dicha Capilla, por lo que no es bastante la única Chirimía que oy ay
en ella, y en contrado, dicho Sr. de quenta al Cabildo” (AC., libro 133, año
25-X-1769, f. 181v).
193
ISUSI FAGOAGA: La música en la catedral de Sevilla… 106.
194
AC., libro 85, 21-IV-1700, f. 26; AC., libro 94, 29-IV-1715, f. 34v; AC.,
libro 94, 29-IV-1716, f. 45.
195
AC., libro 89, 1-X-1708, f. 163v.
196
AC., libro 85, 21-IV-1700, f. 26; AC., libro 87, 2-IV-1704, f. 42; AC., libro
89, 9-V-1707, f. 91v. En 1708 se dice: “…el Cabildo dio lizencia para que
entrasen por este año a las Completas solemnes y oficios de Semana Santa: dos
Violones, dos Harpas, un Violín, y un tenor para el segundo choro”. (Libro
89, 15-III-1708, f. 44).
197
En algunos casos esta circunstancia llegó a producir disputas en otras
catedrales españolas, como la de 1785 en Pamplona, donde el violón aumentó
poco a poco frente al clave en las funciones fuera de la catedral (GEMBERO
USTÁRROZ: La Música en la Catedral de Pamplona…59.
198
En la Catedral de Granada y en su Capilla Real el uso llegó hasta 1829 (RUIZ
JIMÉNEZ: La colegiata del Salvador… 283-284; y en la catedral de Pamplona
hasta finales del siglo XIX (GEMBERO USTÁRROZ: La Música en la Catedral de
Pamplona… I, 59).
199
AC., libro 96, 1-IV-1719, f. 76.
200
AC., libro 89, 15-III-1708, f. 44; 20-IV-1708, f. 72 y 4-VI-1708, f. 92v;
AC., libro 90, 20-XI-1709, f. 192v y 22-XI-1709, f. 194; AC., libro 90,
8-I-1710, f. 3v; AC., libro 91, 30-I-1711, f. 19.
201
Libro de Salarios (1699-1765), Sección IV, libro 333, ff. 384 y 414; también
puede verse en AC., libro 101, 1-IV-1727, f. 94v.
202
Los primeros instrumentos de este tipo llegaron a España desde la corte de
Flandes a mediados del siglo XVI (GÁNDARA EIROA, Xosé Crisanto: "El
violón ibérico", en Revista de Musicología, XXII, nº 2 (1999) 123-125.
203
LÓPEZ CALO: Barroco-Estilo Galante-Clasicismo…, vol. II, 4-5.
204
Hubo unas pocas catedrales españolas con presencia esporádica de grupos de
violones y vihuelas de arco para algunas funciones litúrgicas, tales como
Segovia en 1571, Plasencia en 1567-1579 y Toledo en la última década del
siglo XVI (GÁNDARA EIROA: El violón ibérico… 132-133).
205
La Catedral de Sevilla se encontraría entre las pioneras en el uso del
violón, después de Santiago, cuya presencia data de 1621 (LÓPEZ CALO:
Historia de la música española… 214); seguida de las de Plasencia en 1674
(LÓPEZ CALO: La música en la Catedral de Plasencia (Cáceres: Editorial de la
Coria, 1995), p. 62); de Zaragoza en 1686 (CALAHORRA MARTÍNEZ, Pedro: La
música en Zaragoza en los siglos XVI y XVII. T. II (Zaragoza: Institución
Femando el Católico, 1979, 317); y de Segovia en 1688 LÓPEZ CALO:
Documentario de la Catedral de Segovia, vol. I (Santiago de Compostela:
Universidad, 1990) 163.
206
AC., libro 85, 21-IV-1700, f. 26.
207
AC., libro 89, 5-X-1707, 195v
208
En 1708, el cabildo admite un bajonista externo para el Corpus "y que no
[se] supla su falta con violón, como se interpretaba". Este intercambio
de instrumentos debía de ser novedoso y no muy del agrado del cabildo porque
se advirtió que "el infrascrito secretario le diga al maestro de capilla
que en esta, ni en otra ocasión alguna no introduzca novedad, sin expresa
licencia del Cabildo” (AC., libro 89, 15- VI-1708, f. 96.) Gándara subraya la
importancia de que "el bajón, instrumento que tradicionalmente se había
encargado de interpretar el bajo de la polifonía, comenzaba a ser
intercambiable con el violón" (GÁNDARA EIROA: El violón ibérico...
135-136).
209
AC., libro 89, 15-III-1708, f. 44; 30-IV-1708, f. 72; 4-VI-1708, f. 92v.
210
AC., libro 90, 8-I-1710, f. 3.
211
AC., libro 94, 29-IV-1715, f. 34; AC., libro 94, 29-IV-1716, f. 45.
212
Archivo Capitular, Sección IV: Libro de salarios (1699-1767), libro 333, f.
385
213
AC., libro 106, 1732, ff. 176 y 185.
214
"El maestro había hecho presente al Deán que mañana tarde se cantarán
las Vísperas en el trascoro y se necesita traer el violón grande para que
abrigue así las voces como los instrumentos de la Capilla y que la misma
necesidad se ofrecerá en la temporada, que se fuere el coro en dicho sitio y
Ínterin se limpien las bóvedas y paredes los días que haya música de papeles.
Y en su vista el Cabildo acordó se traiga en dichos días el referido
instrumento que el maestro propone." El Sr. Deán dixo, que el Maestro de
Capilla le avía hecho presente, que mañana en la tarde, que se cantan las
Vísperas en el traschoro se necesita traer el Violón grande para que abrigue
así las voces como los instrumentos de la Capilla; y que la misma necesidad
se ofrecerá en la temporada, que se forme el Choro en dicho sitio ínterin se
limpian las bóbedas, y paredes, los días que aya música de papeles: Y en su
vista el Cavildo acordó se traiga en dichos días el referido instrumento,
como el Maestro propone” (AC., libro 135, 29-V-1771, f. 80).
215
“El Infrascripto hizo presente solicitaba el Maestro de Capilla, que durante
el tiempo, que estubiese el Choro en el traschoro, para abrigo de las voces
en los días de primera clase, acompañase el Violón grande, como se hizo en
otra anterior ocasión: el Cabildo mandó se execute en la misma conformidad en
los citados días de primera clase” (AC., libro 138, 1-VII-1774, f. 106v).
216
Sobre la introducción del contrabajo en España véase GÁNDARA EIROA: “La
escuela de contrabajo en España”, Revista de Musicología, XXIII, nº 1 (2000) 147-
186.
217
En 1701 aparece un violón contrabajo llamado Nuncio Brancati en la Capilla
Real de Madrid (MARTÍN MORENO: Historia de la música española…28-29; LOBO
HERRANZ, Begoña: La música en la Real Capilla de Madrid: José de Torres y
Martínez Bravo (h. 1670. 1738) (Madrid: Universidad Autónoma, 1988) 44-48);
SOMMER-MATHIS, Andrea: "Entre Nápoles, Barcelona y Viena. Nuevos
documentos sobre la circulación de músicos a principios del s. XVIII",
Artigrama 12 (1996-1997) 49-50.
218
En las catedrales españolas el contrabajo apareció más tardíamente: 1747 en
la Catedral de Granada; 1751 en el monasterio del Escorial, CAPDEPÓN VERDÚ,
Paulino: El Padre Antonio Soler y el cultivo del villancico en el Escorial
(Madrid, Ediciones Escurialenses, 1993) 238; 1755 en Ávila (LÓPEZ CALO:
Barroco-Estilo Galante… 5); 1771 en la Colegiata del Salvador de Granada;
1773 en la Capilla Real de Granada (RUIZ JIMÉNEZ: La colegiata del Salvador…
284).
219
“Se leió una petición de Juan de Espiquerman Ministril Bajón, de esta Santa Iglesia,
en que suplicaba a el Cabildo le hiciese la onrra de relebarle algunos días
de tocar el bajón, pues estaba padeciendo repetidos accidentes al pecho, e
inflamaciones de Garganta, que le prohibían la continuación de este
ejercicio, como lo justificaba por la certificación de Médico, que presentó,
pudiendo reserbarlo para Violín, Violón y Contrabajo del Violón, y haviendo
obra de Bajones en que sea menester. El Cabildo haviendo oído esta petición,
la cometió al Sr. Canónigo Dn. Gonzalo de Ossorno Protector de la Música por
ausencia del Sr. Canónigo Penitenciario para que la vea, y tomando ynforme
del Maestro de Capilla, y haga relación a el Cabildo” (AC., libro 101,
1-IV-1727, f. 94v). 220 “Asimismo se leió petición de Dn. Martín Reynoso que
asiste a tocar Violón Contrabajo en las funciones desta Santa Iglesia,
Significando su pobreza y en atención a ella pidiendo se sirviese el Cabildo
darle una limosna para unos Avitos. Y su Sria. Iltma. le mandó librar 300 rs.
por vía de limosna por una vez de su mesa Capitular” (AC., libro 104,
11-I-1730, f. 8). Un año antes se le hizo un pago por "tocar el
violón" (Pedro Rabassa, Archivo Capitular, Libro de Gastos en Fiestas
[1728-1737], Ms. Se, sec. III, Libro 04003.
221
“Leyose petizion de Dn. Pedro de Rabasa Medio Racionero Maestro de Capilla en
que decía: que en virtud del mandato del Cavildo havía combidado para las
Festividades de Concepción, Navidad y Reyes 2 Músicos tenores y un Violón
Contrabajo. Y el Cavildo en su vista mandó librar 200 rs. vn. de la Hazienda
de la fabrica a cada uno de los Tenores y 150 a el Violón, y 50 rs. a Dn.
Joseph de Cuvas por haver asistido a dicha Capilla en algunas Funciones”
(AC., libro 106, 7-I-1732, f. 5).
222José
Fernández Grande, ingresó en una plaza de supernumerario de cuerda (violín o
violón) en 1732, por lo cual se suponer tocaría también el violonchelo en la
capilla de música y que la catedral de Sevilla fuera una de las pioneras en
el uso de este instrumento en España. La Capilla Real de Madrid contaba a
mediados del siglo XVIII con tres plazas de violonchelo (SUBIRÁ PUIG, José:
Historia de la música española e hispanoamericana (Barcelona, Labor, 1945)
544-545.
223
Fue músico en la capilla de música de la catedral de Sevilla y de él sólo
tenemos noticia de que tocara el violonchelo: “Assímismo se dio llamamiento
para oyr al Sr. Protector de Música, cerca de los pretendientes a la plaza de
violoncelo vacante por desestimiento de Dn. Joseph Grande, y leydo el informe
del Maestro de Capilla en, que dixo eran iguales Dn. Christobal Joseph de
Luna, y Dn. Joseph Romero según sus exámenes, y que no avían ocurrido otros,
por lo que podía el Cabildo elegir al que gustasse, y no aviendo conformidad
se votó por havas declarando el Sr. Dean la blanca a favor de dicho Luna y la
negra por Romero, y contados los votos se hallaron 30 negras y 20 blancas,
por lo que quedó nombrado en la plaza supernumeraria de Violoncelo Dn. Joseph
Romero para que la sirva como su antecesor” (AC., libro 114, 2-XII-1743, f.
219). Fue mayordomo de la capilla de Música de la iglesia de Santa Ana de
Triana (Sevilla).
224
VILLEGAS: Norma de los sagrados Ritos y
Ceremonias que se observan en el Oficio Divino, occurrencias de cassos
extravagantes en todo el discurso del año conforme a las festividades
dominicas o ferias de cada día en esta sancta yglesia metropolitana de
Sevilla. En conformidad de los dispuesto en el breviario y missal Romano
Pontifical y ceremonial de Clemente 8 y Ritual de Paulo 5, y de los quademos
propios, costumbre y estatutos desta Santa Yglesia (1630). Este
manuscrito se halla en el Archivo Capitular, sección III: liturgia, libro 40.
225
Era uno de los cantores de la veintena cuando se le nombra maestro de
ceremonias, el 26 de marzo de 1615. Falleció el 4 de julio de 1636. Archivo
Capitular, Sección IV: Fábrica, libro 325, fol. 100r; también el libro 329,
fol. 90r. La obra manuscrita de Elossu lleva por título: Días en que ay canto de órgano… ff. 444-462v).
226
El 12 de abril de 1684, el cabildo designo al licenciado Adrián de Elossu,
veintenero, para el magisterio de ceremonias, en ausencia y enfermedades del
maestro Diego Díaz de Escobar, sin ningún salario extraordinario por el
desempeño de este puesto. Lo sirvió, como interino, hasta el 21 de abril de
1687, fecha en que fue nominado, en propiedad, maestro de ceremonias. El 16
de junio de 1692, el cabildo le concedió la capellanía mayor de la capilla
del obispo de Scalas. Falleció el 28 de febrero de 1706. El 16 de marzo de
dicho año, el cabildo nombraba para el magisterio de ceremonias a Bernardo
Luis de Castro Palacios, sacristán mayor (Biblioteca Capitular y Colombina,
sign. 57-4-8, ff. 290v-292r).
227
Compendio de las obligaciones que deben
cumplir los ministriles y capilla de música de la Santa Patriarcal Iglesia de
Sevilla en el discurso de todo el año, según el culto, pompa, majestad y
grandeza con que en ella se celebran los Oficios Divinos en las festividades
de todo el año (Sevilla: Juan Francisco de Blas, impresor mayor en la ciudad
de Sevilla). Tal vez fuera editado entre 1717-1723, pues se cita en este
libro el aniversario del cardenal don Manuel Arias y Porres, arzobispo de
Sevilla, que fallecido el 16 de noviembre de 1717; esto permite datar este
impreso entre esa fecha y hacia el 1723. Esta publicación [del cabildo de la
catedral de Sevilla] se halla en el Archivo Capitular, Sección III: Liturgia,
libro 11.137(3). Puede verse el documento completo en RRUIZ JIMÉNEZ: La
Librería… 320-230.
228
Véase, por ejemplo, GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Francisco Guerrero…, pp. 492-502
referente a las Vísperas; las páginas 232-235 y 243-250 referentes a la Misa
y al Oficio festivos; pp. 240-243 que tratan de la capilla de música con
instrumentos; pp. 243-251 sobre la interpretación de los ministriles; pp.
272-277 sobre la intervención del órgano; y pp. 277-279 que nos ofrecen una
visión general de los instrumentos y sus actuaciones.
229
Hasta la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, los libros litúrgicos y
el calendario de la Iglesia clasificaban las celebraciones litúrgicas de la
manera siguiente, de mayor a menor importancia: dobles de primera clase,
dobles de segunda clase, dobles (que podían ser mayores y menores),
dominicas, semidobles, simples, y ferias, que a su vez se dividían en ferias
per annum, y ferias de Adviento, Cuaresma, Vigilias y Témporas. Además, los
días de las Octavas se celebraban como si fueran de rito de doble, y los de
las Infraoctavas con categoría de semidobles.
230
“En este dho día cometieron a los SS. Dn. Juan Hurtado canº martin gómez Ldo
vean las obras de morales y las hagan copiar en pergamino.” (AC., libro 42,
26-I1601, f. 62v). Un trabajo que duró su tiempo, puesto que este manuscrito
todavía no aparece recogido en el inventario de 1603 (Memoria de la Librería
de Canto que está a cargo de Ambrosio de Cotes, maestro de capilla de la
Santa Iglesia de Sevilla, en Archivo Capìtular, Sección 0: Medios de
información, libro 53, ff. 90- 91v). Puede verse en JUIZ JIMÉNEZ: La
Librería… 319-320. El resultado fue un códice grande con 189 folios, en
pergamino, en el que se escribieron nueve misas de Morales, partiendo de los
libros que se hallaban en la catedral hispalense. De este códice da fe, por
primera vez, el inventario de 1618a [borrador] que dice: “Tres libros grandes
de Morales 1.2.3 parte, de pergamino. Nuevos” (ítem nº 14). Más tarde, este
códice se dividió en tres libros distintos para su mejor manejo; división
realizada posiblemente en 1714, año en que se renovaron sus cubiertas. RUIZ
JIMÉNEZ: La Librería… 65-66.
231
En los documentos catedralicios de la segunda mitad del siglo XVII, a la
música policoral y compuesta según la “moderna prattica” se la suele
denominar música "a papeles", pues se hallaba escrita en
partichelas y era la que se interpetaba en las celebraciones de mayor rango y
solemnidad, mientras que cuando se interpretaba polifonía en el estilo
clásico del siglo XVI o de comienzos del XVII, a cuatro, cinco y seis voces,
se consideraba "cantar por el libro", haciendo referencia a los
libros de facistol en los que se contenía este tipo composiciones que se
practicaba en las celebraciones menos solemnes. Esta terminología la
hallamos, por ejemplo, en los escritos del maestro de ceremonias Adrián de
Elossu, que fue nombrado por el cabildo el 12 de abril de 1684.
232
Sebastián Vicente Villegas afirma que en las fiestas de primera clase, la
Misa “suele ser estos días una missa de las más solemnes de a ocho voces,
[Añadido] (si el día es en su rigor de primera clase de las fiestas
principales de nuestra señora con que no día [sea día de] occupación como el
día de la Purificación) a choros con los instrumentos”.
233
El canto llano podía revestir tres modalidades o géneros distintos: canto
llano propiamente dicho (no mensural, sino ecualista); canto llano mensural o
canto mixto, que varios teóricos llaman “canto figurado”, canto llano con
fabordón y adornado con contrapunto, que era un canto “supra librum” o “canto
alla mente”. Además, se practicaba también el “canto en tono”, que es nuestro
“canto semitonado” o recitativo. Véase LORENTE, Andrés: El por qué de la música,
en que se contienen los quatro artes de ella, canto llano, canto de órgano,
contrapunto y composición (Alcalá de Henares: Nicolás de Xamares, 1672; edic.
José Vicente González Valle, Barcelona: CSIC, 2002). Más información en RUBIO
CALZÓN: “Las consonancias (acordes) en el Arte de tañer fantasía de Fray
Tomás de Santa María”, en Revista de Musicología, 1 (1981) 25. El canto de
órgano se interpretaba a capella o bien con instrumentos, y Sebastián Vicente
Villegas distingue entre canto de órgano, contrapunto y música. El primer
término equivale a polifonía o canto de textura contrapuntística u
horizontal, en el que las melodías superpuestas se desarrollan con cierta
independencia; el segundo término se refiere al canto improvisado, de textura
homofónica, sobre el canto llano, y con el que iba formando consonancias; y
finalmente la palabra "música" posee en Villegas dos
significaciones fundamentales, pues unas veces toma un sentido general y sin
distinción de estilos, y otras veces se refiere a la capilla de música que
interpreta la polifonía.
234
Villegas menciona “la música”, “con música” y “canto de órgano”, pero se
refiere en los tres casos a la polifonía y a sus ejecutantes, que era la
capilla de música.
235
Las secuencias más importantes eran las del Corpus Christi: Lauda Sion
salvatorem; la de Pentecostés: Veni sancte Spiritus, la de Pascua: Victimae
paschali laudes; y la de difuntos: Dies irae. Teniendo en cuenta las
indicaciones de Muñoz Monserrat en el Inventario de las obras de latín y
romance… (1721-1724) sobre la secuencia Lauda Sion de Alonso Lobo, esta frase
se refiere a la alternancia de versos a cuatro voces con otros a ocho voces.
Así dice Muñoz Monserrat: “Lauda Sion salvatorem, con voz sola a 4 y a 8
voces, tiene 8 versos y es como se cantaba antiguamente la secuencia de
Corpus, hasta que el maestro Alonso Xuárez compuso la secuencia de Corpus
enteramente a 8 voces. Y es la que se canta siempre en la Iglesia. Maestro
Lobo, fol. 1” (Inventario…, f. 16v, ítem 25º).
236
VILLEGAS: Normas de los sagrados ritos y ceremonias… (1630), fol. 41rv.
También en ELOSSU: Días en que hay canto de órgano…, fol. 453r; y además
puede consultarse su Ceremonial de esta Santa Patriarchal y Metropolitana
Iglesia Catedral de Sevilla…(año 1647), que anota minuciosamente todas las
ceremonias de la catedral desde Septuagésima hasta el Sábado Santo inclusive.
Los domingos III de Adviento y IV de Cuaresma (Domingos Gaudete y Laetare,
respectivamente) eran excepcionales, pues en ellos sí se cantaba misa
completa. La práctica antigua de cantar polifónicamente sólo esta frase del
Credo generó, desde la primera mitad del siglo XVI, con esta finalidad, la
copia aislada de “Et incarnatus” en los Libros de facistol, como podemos ver
en el Libro de polifonía (ítem nº 7) del inventario del 19-II-1588: “Otro
libro de marca mediana de misas y credos e incarnatus de Pedro Hernández y
Escobar y otros autores, en pergamino, encuadernado en tabla y cuero blanco”.
Inventario de la Librería de Canto de Órgano de la Sancta Iglesia de Sevilla
que están a cargo del maestro de capilla de la dicha Sancta Iglesia
(19-II-1588), que se halla en el Archivo Capitular, sección 0: Medios de
información, libro 53, ff. 56r-57v; fue publicado y puede verse en JUIZ
JIMÉNEZ: La Librería… 317-318.
237
AC., libro59, 12-VIII-1648.
238
Así lo dice DE LA ROSA Y LÓPEZ: Los seises… 354.
239
“Al Credo romano, que se canta en todas primeras clases, da tono un bajón a
la música”, dice el Compendio de las obligaciones que deben cumplir los
ministriles y capilla de música… 4.
240
Este Credo de Lobo disfrutó de mucha popularidad en Sevilla, y posee una
textura horizontal en las palabras "Et in unum Dominum”, "Et iterum
venturus, est cum gloria” y "et unam Sanctam Catholicam et Apostolicam
Ecclaesiam"; muestra, a lo largo de todo él, una relación estrecha entre
texto y música, como puede, sobre todo, en “Et incarnatus est de Spiritu
Sancto", donde la melodía se coloca en posición elevada, hasta
"María Virgine", y desciende el tiple y el alto, con notas más
largas y por cuartas, en "homo factus est”. Véase más arriba, donde
hemos hablado ya del Credo Romano de Lobo.
241
La capilla de música solía cantar algún motete al ofertorio, al alzar y
durante la comunión, en el tiempo de Adviento y Cuaresma, pues el órgano no
debía sonar en estas dos épocas del año litúrgico. Los inventarios de
polifonía de la catedral dan fe de la existencia de libros con motetes para
el Adviento y Cuaresma: así lo encontramos en el inventario perteneciente a
la época de Guerrero (del 19-II-1588), y también en otros de comienzos del
siglo XVII. El citado inventario de 1588 dice: “Otro libro de motetes de
Cuaresma y Adviento y lamentaciones, en pergamino, encuadernado en tabla y
cuero blanco” (Inventario…, ítem 24). El inventario de 1603 dice en su ítem
14: “Otro libro de motetes de Cuaresma, de pergamino, de diferentes
auctores”, que puede ser el mismo del inventario de 1618a (ítem 12).
242
En el ceremonial de Villegas, esta parte fue escrita por otra mano que la
añadió al original.
243
Entre las excepciones para las fiestas de primera clase, el ceremonial
señala: “los días que hay villancicos se suele dispensar en esto [misas a
ocho y once voces] cantando el Credo, Sanctus y Agnus por el libro, pero no
los Kyries y Gloria”; esto es, estas tres piezas se tomaba de una de las
Misas a cuatro, cinco o seis voces. En esta fecha, se interpretaban
villancicos durante la Misa en las siguientes festividades: Navidad y días
siguientes, el día de la Circuncisión, el de Epifanía, el de resurrección y
los dos días siguientes, Pentecostés y los dos días siguientes, el de la
Purísima Concepción y el día de San Fernando (ELOSSU: Días en que hay canto
de órgano… ff. 451v-452v). 244 ELOSSU: Días en que ay canto de órgano… ff.
451v-453v.
245
Un caso singular lo constituían el tercer domingo de Adviento y el cuarto de
Cuaresma, en los que se cantaba la Misa completa, como hemos indicado ya.
246
ELOSSU: Días en que ay canto de órgano… fol. 453r-v.
247
Directamente relacionadas con este último bloque de celebraciones dedicadas a
la Virgen, se encuentran las dos Misas contenidas en el Libro de polifonía 4,
una de Guerrero y otra de Cardoso, ambas a cuatro voces y copiadas, en 1637,
para su uso en la capilla de la Virgen de la Antigua.
248
Estas Misas se cantaban el Miércoles de Ceniza, el Miércoles Santo, el día de
San Marcos, en la “misa de rogaciones” (si no se iba a la iglesia de este
santo titular), y el lunes, martes y miércoles antes de la Ascensión, en la
“misa de rogaciones” que correspondía a cada una de estas jornadas (ELOSSU:
Días en que ay canto de órgano…, ff. 453v-454r). Un ejemplo de estas misas
feriales, que perduraron por mucho tiempo en la catedral hispalense, fue la
compuesta por Alonso Lobo y se halla citada en el Inventario de las obras de
latín y romance… (1721-1724) de Muñoz Monserrat; se encontraba en el Libro de
polifonía nº 15, junto con una serie de piezas compuestas por Lobo para la
Semana Santa, y se cantaba el Miércoles Santo (fol. 13, ítem 15º). De esta
misma misa existía una copia en el conocido como Libro de Jalón (f. 17, ítem
25º), tal como dice el citado inventario: “esta misa está escrita en otro
libro pequeño, de pergamino, y por este pequeño se canta siempre en el coro”.
Probablemente se trate de la misma misa copiada en el siglo XIX (Archivo de
Música, sign. 122-15-1) en cinco partichelas de CATB, más otra destinada al
contrabajo, y una partitura-guión sin texto con anotaciones en el Agnus que
denotan un uso tardío; lleva en alguna de las partichelas el nombre de “Lobo”
a lápiz, y en la voz de tiple del Sanctus y Agnus aparece la melodía la Misa
XVIII del Kyrial Romano, escrita en notas largas.
249
El Ceremonial del Cardenal Rodrigo de Castro (arzobispo de Sevilla de 1581 a
1600), refiriéndose a las Vísperas, dice cuando asiste el prelado: “el órgano
nunca empieza el himno ni el magníficat ni el nunc dimitís, ni Tantum ergo,
ni O Cruz ave spes única, ni Gloria Patri, sino siempre lo empiece y siga el
choro” (Archivo Capitular, Sección IX: Fondo histórico general, leg. 128, doc
2/1, sign. 11017). Este documento de 1603-1673 habla, pues, de la alternancia
con intervención del órgano de que en tal alternancia debe comenzar siempre
el canto llano y de que la doxología no debe ser instrumental, sino que
siempre la deben cantar las voces.
250
De los salmos de Guerrero, que se interpretaban ordinariamente en las
Vísperas de las fiestas durante el siglo XVI, se conservó en el siglo XVII
una selección de ellos para aquellos días en los que el ceremonial prescribía
que se debía cantar “por el libro”; éstos se conservaron en el Libro de
Polifonía 2, del Archivo de Música de la catedral y continuaron todavía en
vigor hasta el siglo XIX.
251
Este "contrapunto" de que habla Villegas se refiere al canto llano
adornado con consonancias improvisadas por los cantores; una especie de
“canto alla mente” que era una técnica tradicional y muy antigua. Y advierte
que la repetición de la antífona, al final de los salmos, debía hacerse más
deprisa que cuando ésta se cantaba la primera vez, antes del salmo.
252
En el inventario de 19-II-1588 encontramos tres libros de salmos: “Otro libro
de pergamino, mediano, de psalmos y hinos, encuadernado en tabla y cuero
blanco” (ítem nº 13); “Otro libro de Vitoria, impreso, de salmos y hinos,
encuadernado en tabla y cuero banco” (ítem nº 17); y “Otro libro, impreso, de
Vísperas, de Guerrero, encuadernado en tabla y becerro colorado y las hijas
doradas” (ítem nº 18). El inventario de 7-III-1603 recoge dos libros: “Otro
libro colorado, de papel, impreso, de hinos y psalmos y magnificas del
maestro Francisco Guerrero” (ítem nº 23), y “Otro libro de mano, de papel, de
psalmos” (ítem nº 24). En el inventario de 1618b [copia en limpio], se
encuentran estos tres libros de salmos: “Otro libro de pergamino, de psalmos
e himnos, de diferentes autores” (ítem nº 14); “Otro libro colorado, de
papel, impreso, de hinos, psalmos y magníficas del maestro Francisco
Guerrero” (ítem nº 20); “Otro libro de mano, de papel, de psalmos” (ítem nº
21). Algunos de estos libros se repiten en los inventarios citados, como es
natural; tal sucede en los ítem nº 13 del inventario de 1588 y el ítem nº 14
del inventario de 1618b; en los ítem nº 24 y 21 de los inventarios de 1603 y
1618b, respectivamente; y en los ítem nº 23, 18 y 20 de los tres inventarios,
en los que parece que se trata del Liber Vesperarum de Guerrero (Roma, 1584).
253
El fabordón se realizaba comúnmente con los tonos salmódicos, mientras que el
contrapunto consistía en ir formando consonancias sobre las melodías del
canto llano; por esta razón, Villegas afirma que, cuando hay contrapunto, el
tono se hace algo bajo, de modo que se eviten problemas de tesitura al doblar
las notas del canto llano a la 5ª o/y 8ª. En la práctica, el fabordón es una
técnica polifónica básicamente improvisada; un tipo de adorno o fórmula
musical homofónica que se realizaba con una textura vertical y se aplicaba
fundamentalmente a los tonos salmódícos. Nassarre lo describe de manera
magnífica, y afirma que es un adorno del canto llano, una técnica que
consiste en crear consonancias de manera improvisada y sin atenerse
estrictamente a las normas del contrapunto: “La quarta razón que ay para
estudiar los contrapuntos sobre canto llano, es por ser canto eclesiástico, y
el que más generalmente se práctica en la Iglesia. En muchas partes que no
hay capilla de músicos, los días solemnes forman consonancias muchos sobre el
canto llano que se canta; a lo que llamaron los antiguos contrapunto, y los
modernos llaman cantar a fabordón, por distinguir al contrapunto, que es con
arte, de este, que es sin él; aunque uno y otro no es más que formación de
diversas consonancias, y en el que se llama fabordón, se forman según el
antojo deel que canta, sin poner la atención más que en que suene bien: en el
que es con arte, va ceñido a las reglas, que dexó escrita en el capítulo
antecedente. Pero sea el que llaman fabordón, que es contrapunto sin arte, o
el que se aprende debaxo de reglas, todo es canto llano. Los que no saben
música, forman consonancias al sentido; los que la saben según las reglas,
con que se les enseñaron; y unos y otros los exercitan en la Iglesia sobre el
Canto Eclesiástico; como comúnmente lo hazen los músicos sobre los Introito
de las Misas y algunas antífonas, y sobre canto de órgano jamás se práctica
en la Iglesia; porque siempre es sobre cantó llano; pues aviendo de ser su
mayor exercicio sobre dicho canto, es mucha razón que sobre él se aprenda”
(NASSARRE, Fray Pablo: Escuela Música según la práctica moderna, vol. II
(Zaragoza, 1723-1724; reedición facsímil en Madrid: CSIC.) 150).
254
En el inventario de 1588 aparece: “Un cuaderno de Glorias para los salmos,
encuadernado en pergamino blanco” (ítem nº 16); en el inventario de 1603
hallamos: “Otro libro pequeño de papel, de Glorias” [Al margen: “viejo”]
(ítem nº 25); y en el inventario de 1618b: “Otro libro viejo, de papel,
pequeño, de Glorias” ítem nº 22), que puede ser el mismo del inventario de
1603 (ítem nº 25). Sin embargo, el del inventario de 1644 dice: “Otro libro
del mismo tamaño [mediano] y pergamino, de Glorias Patris, de diferentes
maestros” (ítem nº 23), que puede ser el mismo que hemos visto en el
inventario de 1588 (ítem nº 16). Inventario de los libros de canto de música
que tiene la dicha Sanctas Iglesia para entregar a Luis Bernardo Jalón,
maestro de capilla (8-III-1644) del Archivo Capitular: Sección IX: Fondo
histórico general, leg. 125, pieza 15, y ha sido publicado por RUIZ JIMÉNEZ:
La Librería… 323-324.
255
Así dice el inventario Inventario de las obras de latín y romance…
(1721-1724) de Muñoz de Monserrat (f. 17v): “26º. Un libro pequeño (que
llaman de los Gloria Patri), manuscrito, tiene 26 hojas de pergamino y
contiene lo siguiente”. Se trata de 23 Gloria Patri… a 4 y alguno a 5 y 6
voces; los tres primeros, que están en el tono 1º son anónimos, el 9º es de
fray Manuel Cardoso, y el resto de Guerrero. Hay varias piezas para cada uno
de los ocho tonos salmódicos.
256
La alternancia de versos o estrofas en canto llano con alguna voz (solista)
al órgano es considerada por Villegas menos solemne; este tipo de
interpretación necesitaba únicamente la presencia de dos cantores, ni
siquiera la capilla de ministriles. Existen algunas referencias en los
inventarios de la catedral hispalense a libros destinados a este fin; el
inventario de 1644, por ejemplo, se refiere a dos libros de salmos para
cantar al órgano. “Dos libretes de salmos para cantar al órgano, en pergamino
y aforrados en cabretillas negras” (ítem nº 28); y “Item, un librete en
pergamino, escripto para cantar al órgano, han de ser dos, falta uno” (ítem
nº 29). Aunque sabemos que los organistas podían tañer versos de forma
solista en alternatim, por las indicaciones Villegas, "cantar al
órgano" indica, con toda probabilidad, un sentido literal; esto es: una
o más voces cantan con el órgano.
257
Inventario de Moñoz Monserrar (1721-1724): “Dixit Dominus. A 5. Con voz sola
al órgano en un librete de pergamino aparte, y en otro librete está el
acompañamiento para el órgano. Y las cuatro voces están en el libro. Maestro
Luis Bernardo Jalón, fol. 38 [sic]” (Inventario, f. 16v, ítem 25º). Este
libro llamado de Jalón se copió en la segunda mitad del siglo XVII.
258
En los inventarios históricos tenemos constancia de la existencia de varios
libros de Magníficats. En el inventario de 1588 encontramos cuatro: “Otro
libro grande, encuadernado en tabla y cuero blanco, de magníficas, de
Carpentras y otros autores, en pergamino” (ítem nº 19), que puede ser el del
inventario de 1721-1724 (ítem 32º) con 14 Magníficats de Josquin, Morales,
Deporto, Acuña, Peñalosa Perdro Fernández y Carpentras; “Otro libro de
magnificas, de Morales, en pergamino, es mediano y encuadernado en tablas y
cuero blanco” (ítem nº 20); “Otro libro mediano, en perga[m]ino, de
magnificas, de Guerrero, encuadernado en tabla y cuero blanco” (ítem nº 21);
y “Otro libro de magnificas, de Vitoria, impresas, y encuadernado en tabla y
cuero blanco” (ítem nº 22). En el inventario de 1603 aparecen cuatro: “Otro
libro de pergmino, de magnificas, del maestro Francisco Guerrero (item nº
17); “Otro libro de pergmino, de magnificas, de Morales” (entrada nº 18);
“Otro libro de magnificas, de Victoria” (ítem nº 19); y “Otro libro de
pergamino, de Pedro Fernández de magníficas y de incarnatus” (ítem nº 21). En
el inventario de 1618b se citan tres: “Otro libro de pergamino, de magnificas
del maestro Francisco Guerrero” (ítem nº 15); “Otro libro de pergamino, de
magnificas de Morales” (ítem nº 16); “Otro libro de magnificas, de Vitoria”
(ítem nº 17); además, en el ítem nº 20 se cita otro libro de Guerrero con
salmos himnos y magníficats que ya hemos mencionado en la nota sobre los
libros de salmos. Los libros recogidos en los tres inventarios son los
mismos, excepto el de la entrada 19 del inventario de 1588 y el de la entrada
21 del inventario de 1618b [copia en limpio], que no aparecen en los otros
dos; además, en el de 1618b hay otro de Guerrero que seguramente es el Liber
Vesperarum (Roma, 1584).
259
Cuando se habla de “a once”, es posible que lo que se desea decir es a tres
coros o con once cantores. Sabemos que la polifonía a doble coro a ocho voces
fue muy practicada, y que fue frecuente también a 9, 10 y 12 voces, pero no
predominó la de once sobre todas éstas como para considerarla punto de
referencia.
260
En los inventarios de la catedral de Sevilla tenemos varias referencias a
libros de himnos. En el inventario de 1588 existen tres: “Otro libro grande,
de pergamino, de hinos de muchos autores, encuadernado en tabla” (ítem nº
14); “Otro libro, de papel de mano, de hinos, encuadernado en papelón y
becerro azul, dorado por cima” (ítem nº 15); y también: “Un libro viejo, de
himnos, desencuadernado” (ítem nº 34). En el inventario de 1603 tres también:
“Un libro grande, de pergamino, de hinos, de Carpentras, y de Pedro Fernámdez
y otros autores” (entrada nº 13), que es del inventario de 1721-1724 (f. 15,
ítem 22º); “Otro libro de hinos, de Victoria” (ítem nº 20); y Otro libro de
pergamino, de psalmos e hinos, de diferentes autores” (ítem nº 16). En el
inventario de 1618b hay dos libros y ambos ya los encontramos en el inventario
de 1603: “Un libro grande, de pergamino, de hinos de Carpentras y de Pedro
Fernández y de otros autores” (ítem nº 11) y “Otro libro de hinos de Vitoria”
(ítem nº 18). En el inventario del 8-III-1644 tres libros: “Otro libro de
himnos de pergamino, mediano, del maestro Guerrero” (ítem nº 13); “Otro libro
de himnos antiguo, grande, de diferentes maestros, en pergamino” (ítem nº
17), que puede ser el mismo del inventario de 1588 (ítem nº 14); y “Otro
libro de himnos extravagantes, en pergamino, de pocas hojas y grande” (ítem
nº 4) que corresponde al Libro de Palifonía 16 del Archivo Música de la
catedral de Sevilla en su primer estadio, publicado por GONZÁLEZ BARRIONUEVO:
El Himnario Polifónico destinado a los Santos de la Catedral de Sevilla. Sevilla:
FEMÁS [Festival de Música Antigua de Sevilla] del Ayuntamiento, 2017.
261
Los salmos y las antífonas se interpretaban en canto llano; sólo la última
antífona, después del quinto salmo, se confiaba a los ministriles.
262
Los Magníficat de Aguilera de Heredia se conservan en el Archivo Musical de
la catedral de Sevilla en un códice copiado en 1618. Sobre este compositor
puede verse SIEMENS HERNÁNDEZ, Lothar: Sebastián Aguilera de Heredia (Madrid:
Alpuerto 1978). Sus magníficats fueron editados por HUDSON, Barton: Sebastián
Aguilera de Heredia (d. 1627). Magnificats
(Zaragoza, 1618), 3 vols. American Instititute of Musicologic: Corpus
Mensurabilis Musicae nº 71. Existe una edición facsímil del Canticum
Beatissimae Virginis deiparae Mariae… de Aguilera de Heredia (Zaragoza:
Institución Fernando el Católico, 1990).
263
“…que el dicho día [de Pentecostés] dejando la esquila aya Repique solemne en
la torre en la forma que repica a las calendas de la Concepción y Navidad de
Nro. Sr. y al mismo Repique selemne se haga en la torre al descubrir el
Santissimo Sacramento y al enarrarle como es costumbre en esta Sta. iglesia
siempre que se descubre y se encierra = que se a de descubrir el Santíssimo
Sacramento acavada prima antes de comensar tersia y a de estar descubierto
hasta que acave la missa con el aparato y decensia de cera que deve tener en
la festividad tan grande de pascua, y en que se ponga un docel para su mayor
authoridad = por el Hymno de tersia se cante a canto de órgano acompañado de
todos los ministriles y órganos como está compuesto por el Maestro Guerrero,
que los tres salmos de tercia se canten del mismo modo, que se canten en la
sexta el día de la Ascensión que acabada la epístola se diga una chanzoneta
cantada a coros divididos en los órganos y abajo…” (AC., libro 56, 8-VI-1639,
170v).
264
“A los principios que empezó la dotación del Sr. D. Mateo Vázquez de Leca
Arcediano de Caimana y Canónigo para que toda la octava del Corpus se
manifestasse el Stmo. Sacramento por las siestas, traian los maestros de
danza á los niños que enseñaban y en las siestas danzaban delante del Stmo.
Sacramento y de aquí se tomó motivo para vestir á los Seises y que danzasen
como hoy se haze” (CASTRO PALACIOS: Tratado de algunas ceremonias… párrafo nº
29).
265
Villegas señala que la Sexta del día de la Ascensión se hacía con mucha
música: “El día de la Ascensión la sexta se dice a la hora de la orasión de
once a 12 descubierto el Santíssimo Sacramento, todos en pie y descubiertos,
dícese con mucha música, como las Completas de Quaresma y lo que ay que notar
que antes de la capitula, dicha la Antíphona se canta una chançoneta del
misterio y acabada la hora se encierra el Santíssimo Sacramento con mucha
mússica y repiques como al desencierro. El preste del encierro y desencierro
es el mesmo de la missa pero al desensierro con casulla,y al encierro con
capa. Y acudan los diáconos vestidos y así asisten los demás ministros del
altar, el preste y el diácono están mientras la hora, los acólitos en el
altar revestidos de rrodillas como a tercia. Pénense las lumbres convenientes
en el altar con el mayor ornato que puedan y si assiste el prelado de la
Bendición al fin del acto en el altar, el Preste de la hora es el semanero”
(AC., libro 56, 8-VI-1639, 170v).
266
Sobre el baile de seises en estas tres fechas y otros detalles puede verse
GONZÁLEZ BARRIONUEVO: Los seises de Sevilla 143-176.
267
Tras la fundación de Vázquez de Leca, el cabildo ordenó que asistiera la
capilla de música todos los días de la Octava: “Este dia mandaron que en la
fiesta dotada por el Sr. Don Matheo Vázquez para el octavario del Corpus
tengan los músicos obligación de assistir todos los días aella desde el
principio hasta el fin…” (AC., libro 47, 2-III-1613, 19v). Además, los seises
ya venían danzando en la procesión del Corpus y en la Octava, y para preparar
la danza sagrada contaban con un profesor de baile que en ocasiones también
bailaba: “Que se den cien reales a Lorenzo Cruzado por que impuso en bayle a
los seises para la fiesta del Santísimo Sacramento y baylo él el dia de la
octava (AC. libro 45, 26-VI-1609, f. 22v). Y en las actas consta que se pagó
a Diego Fernández maestro de danza (AC., libro 45, 23- VI-1610, f. 75) y a
Luis Vázquez “que enseño a los seises para la danza del Corpus” (AC., libro
46, 13-VIII-1612, f. 98), etc.
268
Se refiere aquí al Oficio y Misa.
269
ELOSSU: Días en que ay canto de órgano…, al final del ceremonial.
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