viernes, 13 de marzo de 2020


Estimados lectores, ya que la situación en Europa es muy preocupante, pero que espero se mejore todo el mundo. Os mando, estas pequeñas gotas de arte, para que por lo menos mitigue el dolor y pensemos que la vida es hermosa y luchamos por ella.

Gracias


La Colección Hahnloser viaja a Viena

Henri Manguin Hans and Lisa Hahnloser, 1910 Oil on canvas Dauerleihgabe an Hahnloser/Jaeggli Stiftung, Villa Flora, Winterthur © Photo: Reto Pedrini, Zurich

Entre los años 1905 y 1936, Arthur y Hedy Hahnloser-Bühler reunieron una de las más importantes colecciones de pintura. Este matrimonio suizo, perteneciente a la alta burguesía de principios del siglo pasado, disfrutaba de su tiempo y de su posición económica dando rienda suelta a sus aficiones artísticas. El arte fue la gran pasión de ambos y su mansión de Winterthur, Villa Flora, el centro de una selección pictórica excepcional: la Colección Hahnloser.

La pareja no sólo se limitaba a acumular lienzos; ayudaba, además, a los artistas representados en sus fondos, en aquel momento, principiantes y poco conocidos. Henri Matisse, Pierre Bonnard, Félix Vallotton o Henri Manguin fueron algunos de los beneficiarios y grandes amigos de los mecenas suizos. Pero no los únicos cuya obra pasó a formar parte de su colección. Telas de Cézanne, Manet, Renoir, Van Gogh y Toulouse-Lautrec, ya consagrados, colgaban con orgullo de los muros de Villa Flora y su residencia en la Costa Azul.
Villa Flora —museo desde 1995— es en sí misma una joya arquitectónica inspirada en la estética de la Jugendstil vienesa. Actualmente está en una fase de restauración y mantenimiento que la mantiene cerrada al público. Mientras se prepara su reapertura, prevista para 2022 como tercera sede del Winterthur Kunst Museum, las obras permanecen en el Kunstmuseum Bern bajo préstamo.
Para situarnos en la realidad del coleccionismo suizo es imprescindible aclarar que todas las colecciones de arte son fruto de la iniciativa privada y museos locales. En Suiza no existen galerías nacionales ni espacios gestionados por entidades estatales. Durante los primeros años del siglo XX, la ciudad de Winterthur se convirtió en el centro del coleccionismo helvético gracias a los Hahnloser y otros mecenas como Richard Bühler y los hermanos Oskar y Georg Reinhart.
Fue el padre de Alberto Giacometti, Graubünden Giovanni Giacometti, quien introdujo al matrimonio Hahnloser en el mundo del arte. Fue sobre todo Hedy, la artífice principal de la pareja. Ella, que creía en arte como la mejor forma de vivir acorde a su tiempo, se involucró de lleno en el activismo artístico y el mecenazgo.
La Colección Hahnloser no sólo es una valiosísima recopilación de extraordinarias obras del arte moderno —abarca tanto el periodo impresionista como modernista—, es también una de las pocas colecciones privadas que se mantiene prácticamente intacta. La mayoría de las obras que la componen fueron adquiridas directamente en los talleres de los artistas. Los pintores, huéspedes habituales de la residencia Hahnloser, también realizaron retratos del matrimonio y de sus dos hijos como signo de la amistad que compartían.
Esta primavera, la Colección Hahnloser viaja hasta el museo Albertina de Viena. No toda. Son ochenta las obras que han llegado a la capital austriaca con el fin de dialogar con otras veinticinco pertenecientes a los fondos del museo. De esta forma, la muestra ofrece una extensa visión de piezas fundamentales del arte del siglo XX. Entre ellas La Blanche et la Noire (1913) y Le chapeau violet (1907) de Vallotton; Effet de glace ou Le Tub (1909) y el Débarcadère de Cannes (1934) de Bonnard; Hans et Lisa Hahnloser (1910), de Henri Manguin o La partie de dames à Amfréville (1906,) de Vuillard.
Permanecerán expuestas hasta el 24 de mayo de 2020.


PINTURAS

Félix Vallotton. The White and the Black, 1913 Oil on canvas © Photo: Reto Pedrini, Zürich

Félix Vallotton The Rape of Europa, 1908 Oil on canvas Kunstmuseum Bern, Gift of Prof. Hans R. Hahnloser, Bern © Kunstmuseum, Bern

Félix Vallotton The Violet Hat, 1907 Oil on canvas Permanent loan to Hahnloser/Jaeggli Foundation © Photo: Reto Pedrini, Zürich

Ferdinand Hodler Little Girl Picking Flowers, 1887 Oil on canvas Hahnloser/Jaeggli Foundation, Villa Flora, Winterthur © Photo: Reto Pedrini, Zurich

Vincent van Gogh Withered Sunflowers, 1887 Oil on canvas Kunstmuseum Bern, Donation of Prof. Dr. Hans R. Hahnloser, Bern, 1971 © Kunstmuseum Bern

Pierre Bonnard Palais de Glace, Ice-Skating, 1896–1898 Oil on cardboard Private Collection



El Gabinete de descanso de sus Majestades: el relax de los Borbones en el Prado.

El Gabinete de descanso de Sus Majestades. Museo del Prado. 1. La infanta María Josefa de Borbón. Lorenzo Tiepolo (1736-1776). Pastel sobre papel. 1763. © Museo Nacional del Prado.

El Gabinete de descanso de Sus Majestades es una exposición excepcional que evoca uno de los espacios más singulares del Museo del Prado durante sus dos siglos de historia. La sala 39 del edificio Villanueva vuelve a reunir las pinturas que colgaron en ella a partir de 1828 y la pequeña estancia anexa, que se habilitó como lugar destinado a la higiene personal de la familia real.
Inaugurada en abril del pasado año con motivo del bicentenario del Prado, la muestra recupera el destino original del dicho espacio y aprovecha para reflexionar sobre la estrecha relación entre la corona y las colecciones del museo desde su inauguración en 1919. La idea primaria era mantener la exposición hasta finales de noviembre. Sin embargo, el éxito de la exposición ha empujado al museo a prolongar su permanencia, al menos, hasta el mes de junio de este 2020.
El Gabinete de Descanso de sus Majestades era una sala privada, destinada al reposo del monarca Fernando VII y de sus familiares. Se situó en la primera planta del museo, frente al Jardín Botánico y mantuvo su carácter íntimo hasta 1865. El espacio estaba decorado principalmente con diferentes retratos reales e incorporaba una pequeña estancia anexa para el aseo y la higiene personal de los monarcas.
El gabinete se creó en 1828 como una galería representativa de la dinastía de los Borbones (desde Felipe V hasta Fernando VII), antecesores y parientes cercanos como Luis XIV y Felipe de Francia, I duque de Orleans, abuelo y tío abuelo de Felipe V respectivamente. Retratos de grupo de gran tamaño y especialmente los de los infantes e infantas completan la colección familiar que colgaba de sus muros con los planteamientos propios del XIX. Tras desvanecerse como espacio privado, la sala se convirtió en una especie de lugar de paso, invisible para el público, incluso para muchos especialistas.
La exposición, comisariada por Pedro J. Martínez Plaza, se vincula a la celebración del bicentenario y permite adentrarse en una de las estancias menos conocidas de la pinacoteca madrileña, no obstante tremendamente ligada a los primeros tiempos del museo.
Entre los cuadros recuperados para la muestra, destaca el conjunto de pasteles de los infantes realizados por Lorenzo Tiepolo. Dos de ellos, Antonio Pascual y Gabriel, también fueron retratados por Mengs. La familia de Carlos IV estaba representada en el gran cuadro de Goya, expuesto actualmente en la sala 32, y retratos individuales de algunos de sus miembros. Por su tamaño sobresale el cuadro de la reina María Isabel de Braganza, fundadora del Museo del Prado, encargado específicamente a Bernardo López Piquer para el gabinete.
En la sala original también se colocaron, con una intención principalmente decorativa, numerosos paisajes, pinturas de flores y bodegones de artistas flamencos y españoles como Luis Meléndez, Juan de Arellano o Benito Espinós.
En la estancia anexa, dedicada al aseo personal, se instaló un inodoro al uso: un mueble realizado en 1830 por el ebanista real, Ángel Maeso. Es el único elemento del mobiliario original que se ha conservado, pues alfombras, sillones, banquetas y otros elementos decorativos desparecieron. En la exposición, el retrete se sitúa en el mismo lugar. Se trata de un mueble muy especial, tanto por su calidad como por su singularidad. Su diseño, específico y ajustado a un espacio determinado lo hacía difícilmente aprovechable en otro lugar. Seguramente eso lo mantuvo a salvo de traslados.
Junto al retrete se muestran los dos orinales (masculino y femenino) realizados en la Real Fábrica de la Moncloa.
La muestra se completa con un proyecto museográfico virtual que permite vivir una experiencia inmersiva dentro de la sala. Partiendo de cuatro periodos históricos —primer tercio del siglo XIX; mediados del siglo XIX; principios del XX y presente—, el visitante recorre la evolución de la museografía de a lo largo de los últimos 200 años. La realidad virtual desarrollada se puede disfrutar a través de un navegador tanto en dispositivos móviles como en PC.



El Gabinete de descanso de Sus Majestades. Museo del Prado. 5. Carlos III (1765). Anton Rafael Mengs. Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado.




El Gabinete de descanso de Sus Majestades. Museo del Prado. 6. Carlota Joaquina, infanta de España, reina de Portugal. Giusepe Trono. (1787). ©Museo Nacional del Prado

El Gabinete de descanso de Sus Majestades. Museo del Prado. El infante don Gabriel de Borbón. Lorenzo Tiepolo. Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado.

El Gabinete de descanso de Sus Majestades. Museo del Prado. El infante don Javier de Borbón (¿?).Lorenzo Tiepolo. Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado

El Gabinete de descanso de Sus Majestades. Museo del Prado.8. Jura de Fernando VII como príncipe de Asturias. Luis Paret y Alcázar. (1791). ©Museo Nacional del Prado

El Gabinete de descanso de Sus Majestades. Museo del Prado. Anton Rafael Mengs. Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado.






La luz de Rembrandt

Frans Hals. Retrato de un hombre, posiblemente Jan Jansz. Soop, hacia 1635-1636. Washington, National Gallery of Art. Andrew W. Mellon Collection

Egbert van Heemskerck. El cirujano Jacob Fransz. y su familia, 1669. Amsterdam Museum

Bartholomeus van der Helst Niño jugando al kolf en la playa, hacia 1658-1659. Colección privada.

Bartholomeus van der Helst. Regentes del Kloveniersdoelen, 1655. Amsterdam Museum

Thomas de Keyser (Ámsterdam, 1596/1597-1667) Síndicos del gremio de orfebres de Ámsterdam, 1626-1627. Toledo Museum of Art. Adquisición del museo

Rembrandt. Autorretrato con gorra y dos cadenas, hacia 1642-1643. Madrid, Museo Nacional Thyssen Bornemisza

Rembrandt Tito van Rijn, hijo del artista, leyendo, hacia 1660-1665. Viena, Kunsthistorisches Museum, Gemäldegalerie

Rembrandt. Retrato de un joven caballero, hacia 1633-1634 .Reino Unido, Colección privada

Rembrandt Mujer con capa de piel, posiblemente Hendrickje Stoffels, 1652. Londres, The National Gallery. Adquirido con la contribución del Art Fund, 1976

Rembrandt. Retrato de una mujer, posiblemente Johanna van Merwede van Clootwijk, 1632. Nueva York, The Metropolitan Museum of Art. H. O. Havemeyer Collection. Legado de Mrs. H. O. Havemeyer, 1929

Rembrandt Retrato de un portaestandarte, posiblemente Jan van Halewijn, 1654. Nueva York, Metropolitan Museum of Art. The Jules Bache Collection, 1949

Rembrandt Venus y Cupido, posiblemente Hendrickje y Cornelia, hacia 1657. París, Musée du Louvre. Département des Peintures

Dirck Santvoort (Ámsterdam, 1610/1611-1680) Gobernantas y celadoras de la Spinhuis, 1638. Amsterdam Museum

Jan Tengnagel. Banquete de la guardia cívica del capitán Geurt Dircksz. van Beuningen y el teniente Pieter Martensz. Hoeffijser, 1613. Ámsterdam, Rijksmuseum. Depósito de la Ciudad de Ámsterdam

La vida y la obra de Rembrandt van Rijn ha sido objeto de infinitos análisis, desde sus primeras etapas creativas en las que plasmaba su tremenda capacidad expresiva, hasta las últimas escenas pictóricas en las que logra una conexión con el espectador única en la historia del arte. Hoy, 350 años después de su muerte, se ha investigado tanto y con tal grado de profundidad, que al fin se ha conseguido establecer el desarrollo y la evolución de sus composiciones, incluso descifrar algunos de los misterios de su técnica.
Para asimilar de manera completa la obra del pintor holandés se hace necesario un repaso de su biografía, pues ambas forman una unidad indisoluble. Las condiciones bajo las que creó sus cuadros, las personas a las que retrató, los acontecimientos privados que condicionaron su devenir artístico facilitan la comprensión de su creatividad y una aproximación bastante aceptable con respecto a las técnicas empleadas. No obstante, es tal la complejidad de sus experimentos pictóricos que aún hay muchas preguntas sin respuesta en cuanto a los efectos visuales de sus lienzos.
Rembrandt llegó a Ámsterdam a principios de la década de 1630. No fue el primero de los grandes pintores del siglo de oro holandés en instalarse en la capital de los Países Bajos. Ya habían pasado (y establecido) por allí otros artistas como Cornelis van der Voort, Ketel, Pickenoy o Thomas de Keyser en respuesta a la alta demanda de retratistas por parte de la sociedad burguesa. Pero su irrupción supuso un cambio radical en la concepción del retrato.
Hay que decir que el maestro de Leiden —entonces un joven artista con taller propio y numerosos encargos en su ciudad natal— venía de la tradición paisajística y la representación de escenas mitológicas y vidas sagradas. Acudió a la ciudad por invitación del también pintor y marchante Hendrick Uylenburgh, primo de la iba a convertirse en su esposa: Saskia. Una vez asentado en la rica y cosmopolita ciudad, Rembrandt y su familia vivieron una etapa de prosperidad económica, prestigio social  reconocimiento profesional que se truncó en 1642, con la muerte de Saskia. Eso lo veremos después. Durante este período, el artista continuó experimentando con varios géneros, mostrando su capacidad a través de una gran diversidad de estilos.
Como Frans Hals en Haarlem, Rembrandt abrió en Ámsterdam nuevos caminos: incorporó el claroscuro, perfeccionó la representación de las emociones humanas, pero y por encima de todo supo integrar en cada cuadro un relato. Rembrandt no muestra, narra, pone a dialogar a sus personajes que nos transmiten la palabra hablada a través de gestos y matices sutilísimos. Las figuras de sus obras se mueven como por fuera del lienzo; el espectador puede sentir, así, lo que piensa el personaje, se une a la escena, a la intimidad del retratado, a una cena familiar, a un relato bíblico. Ahí radica justamente la enigmática genialidad del holandés.
Cuando fallece Saskia, deja Rembrandt a cargo de su hijo Tito, de apenas un año de edad. Fueron momentos difíciles para el pintor. Su ritmo de trabajo se ralentiza y empieza a atravesar dificultades financieras. En 1647 ingresa al servicio de la casa Hendrickje Stoffels, que acabó convirtiéndose en su compañera y madre de su hija Cornelia, nacida en 1654.
A sus circunstancias personales, se suman diferentes cambios en el panorama artístico del momento. Los primeros escarceos de “academicistas” como Cornelis Jonson van Ceulen e Isaac Luttichuys no desviaron a Rembrandt de su propio camino. Al contrario, siguió desarrollando un estilo sobrio, personal, que lo fue alejando poco a poco de las nuevas tendencias artísticas y comerciales. Su austeridad, sus empastes (a los que no renunció, al contrario, insistió en ellos), su narrativa ya no se adaptaba al gusto de sus clientes.
Durante esta última etapa tuvo muchos problemas económicos: no ingresaba al ritmo necesario, los encargos escaseaban, tuvo que cambiar su vivienda por otra más modesta. Llegó incluso a declarase insolvente.
El museo Thyssen-Bornemisza presenta, por primera vez en España, una exposición dedicada a la faceta de Rembrandt como retratista, en la que alcanzó también el máximo nivel. El hilo conductor de las 97 piezas exhibidas –33 de ellas firmadas por el gran maestro holandés– es la práctica del retrato en la Ámsterdam del siglo de oro y cómo la mano de Rembrandt definió la estética de sus coetáneos. Durante el recorrido por las nueve salas de la exposición, se recalcan los contrastes, las similitudes y divergencias entre los retratos realizados por los diferentes artistas de la época.
La muestra, comisariada por Norbert E. Middelkoop —conservador del Museo de Ámsterdam— permitirá descubrir la variedad y calidad de las obras y familiarizarse con las historias que hay detrás de los personajes retratados. Además, se incluye una sección sobre retratos grabados, encargos que le ayudaron a remontar situaciones financieras muy difíciles.





El Museo del Romanticismo

Teje el cabello una historia. Escuela inglesa Lucía del Riego (¿) h. 1825 Óleo sobre lienzo. Museo del Romanticismo. Fotógrafo: Pablo Linés

Museo del Romanticismo. Teje el cabello una historia. Federico de Madrazo Francisco Aranda y Delgado 1839 Óleo sobre lienzo. Museo Nacional del Romanticismo. Fotógrafo: Javier Rodríguez Barrera

Museo del Romanticismo. Teje el cabello una historia. Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina (atrib.) Retrato de dama Década de 1850

Museo del Romanticismo. Teje el cabello una historia. Anónimo Un «lechuguino» h. 1845 Óleo sobre lienzo

Museo del Romanticismo. Teje el cabello una historia. Anónimo Un romántico h. 1840 Óleo sobre lienzo

Museo del Romanticismo. Teje el cabello una historia. Achille Jacques Jean Marie Devéria (dib. y lit.) Thierry frères (ed.) Madame Eugénie Garcia 1840







Tras un periodo de cierre y reformas —bajo la dirección del arquitecto Ginés Sánchez Hevia—, el Museo del Romanticismo de Madrid reabrió sus puertas con las salas renovadas y nuevas ilusiones. Fue en el año 2009. El próximo 4 de diciembre se cumple una década de este nuevo periodo. Para celebrarlo, el museo ha programado diversas actividades especiales, la apertura extraordinaria los días 6 y 8 de diciembre y una semana de acceso gratuito.
La historia del Museo Romántico se remonta a principios del siglo XX. Fue entonces cuando Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, II Marqués de la Vega-Inclán (1858-1942), decidió donar al Estado una importante colección de arte, objetos y muebles de su propiedad. Los fondos iniciales se instalaron en la que, en 1921, fuese la sede de Comisaría Regia de Turismo también creada por Vega-Inclán, hoy Museo del Romanticismo.
El edificio, obra del arquitecto Manuel Rodríguez para el marqués de Matallana, se construyó entre 1776 y 1779. El palacio de estilo neoclásico cuenta con dos fachadas simétricas, minimalistas, decoradas únicamente con molduras de granito en torno a los vanos. Más tarde, los condes de la Puebla del Maestre introdujeron innovaciones estéticas y una mayor ornamentación a la fachada principal.
La inauguración como museo tuvo lugar en 1924. A la obras donadas por su fundador se sumaron dos cuadros de Alenza donados por el Marqués de Cerralbo y objetos pertenecientes a grandes literatos como Mariano José de Larra, José de Zorrilla o Juan Ramón Jiménez. La colección se ha ido enriqueciendo con el tiempo y hoy alberga un fondo de más de 16.000 piezas de alto valor artístico —pintura, dibujo, estampa, escultura, mobiliario, fotografía o artes decorativas— un archivo histórico de más de 4.000 fondos documentales.
Además de la colección permanente, el museo acoge diferentes exposiciones temporales centradas en el periodo artístico romántico, la forma de vida, las costumbres y la sociedad de entonces, así como los principales protagonistas de este movimiento cultural en nuestro país.
Aparte de las actividades relacionadas con la celebración del décimo aniversario, el Museo propone, a través del arte, un recorrido por los secretos de belleza de los hombres y mujeres de la época romántica. La exposición Teje el cabello una historia. El peinado en el romanticismo repasa la moda femenina y masculina desde la ostentación de algunos diseños del siglo XVIII y principios del XIX, hasta las tendencias mucho menos sofisticadas importadas de París y Londres. Como es habitual, también las revistas de moda contribuyeron a la difusión de las nuevas estéticas, incluida la indumentaria.
El cabello recogido era una de las señas de identidad de las damas románticas entre las décadas de 1820 y 1830. El retrato de Lucía del Riego representa una de las variantes más elegantes del período. Los años siguientes  se caracterizaron por la vuelta a la sobriedad, configurando el peinado burgués y contribuyendo a su democratización. En los años 40, el peinado se decantó por los bandós como los que lucía Isabel II en su niñez y adolescencia.
A diferencia de lo que ocurría en el universo femenino, el peinado masculino no fue considerado un elemento de belleza como tal, sino que servía para imprimir carácter, elegancia y distinción a loso caballeros, que también cuidaban su apariencia y seguían las tendencias de moda. A principios del siglo XIX se configuró una nueva imagen masculina refinada, encarnada en figuras como George Bryan Brummel, “el bello Brummel”, todo un referente, muy ligado al dandismo británico. También se generalizaron la barba y el bigote, influencia del estilo militar.
De entre las más de 90 piezas de la colección del Museo Nacional del Romanticismo destacan las obras de José de Madrazo y su hijo Federico de Madrazo, Antonio María Esquivel, Valentín Carderera o Rafael Tegeo. La muestra exhibe también piezas de joyería, abanicos, miniaturas, grabados, dibujos y objetos relacionados con el peinado (cepillos, rizadores, tenazas…).





10 obras de arte para celebrar la Navidad y la llegada de los Reyes Magos.


Ni en la Biblia ni en los Evangelios se menciona que los Reyes Magos fueran tres, ni que fueran reyes. Es posible que el título regio les venga dado por el pasaje “Ante él se postrarán los reyes; le servirán todas las naciones”, del Libro de los Salmos. El número tres se deduce de los regalos: oro, incienso y mirra. Tampoco ningún texto sagrado revela sus nombres. Sin embargo, Melchor, Gaspar y Baltasar forman parte de una de las tradiciones más arraigadas del cristianismo. Del mismo modo, la escena de la adoración en Belén es una de las más antiguas en el mundo artístico. Buena prueba de ello son estas 10 obras de arte que hemos seleccionado como símbolo de esta entrañable celebración occidental.
Como siempre que se elabora una lista, la elección no ha sido fácil. Es obvio que nos hemos dejado mucho arte por el camino. Nos faltan caravaggios, zurbaranes, rembrandts, da vincis, más de un velázquez, correggios, giorgiones, mainos… El catálogo artístico vinculado a la celebración cristiana es interminable. No obstante, y sin seguir un orden cronológico estricto, hemos tratado de recorrer diferentes momentos pictóricos, desde el Giotto del siglo XIV hasta los impactantes claroscuros barrocos.
Un último apunte navideño. El Museo del Prado ofrece una selección de obras de su colección que reflejan los episodios más destacados del Ciclo de la Navidad: la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento de Cristo, la Adoración de los pastores, la Adoración de los Magos, la Presentación en el Templo y la Huida a Egipto. Las obras ilustran repasan principales escuelas representadas en el museo: española, italiana, flamenca y alemana.


La Adoración de los Reyes Magos. Giotto. 1302. Capilla de los Scrovegni. Padua.


La obra pictórica de Giotto di Bondone supuso una modernización de la Historia del Arte. El gran maestro italiano se desmarcó de manera radical de la severidad del arte bizantino para explorar el camino de la intensidad emocional, el entorno real y la perspectiva (muy rudimentaria todavía). Sus innovaciones pictóricas abrieron paso a lo que después fue el Renacimiento, por ello se le considera el padre de la pintura moderna.
La adoración de los Magos, también llamada La Epifanía, fue un encargo de la familia Scrovegni para la capilla de la Arena en Padua. Giotto plasma en los muros diversas escenas de la vida de Jesucristo y los Evangelios integrando con maestría pintura y arquitectura.
En esta pintura, el autor relata la escena del pasaje en que los Magos se pusieron en marcha hacia Belén guiados por la estrella que él dibuja con la forma del cometa Halley, aparecido en 1301. En loso retratos de los personajes se aprecia la habilidad del pintor para sugerir diferentes rasgos de la personalidad de cada uno de ellos.

Fra Angelico, Fra Filippo Lippi. La Adoración de los Magos. 1437. National Gallery of Art. Washington DC.


Guido di Pietro, Fra Angelico, nació a finales del siglo XIV en Mugello. Sus primeras obras se documentan en Florencia alrededor de 1417. El fraile de los dominicos se mantuvo siempre ligado a la orden y el convento de San Domenico de Fiesole. Cuentan los historiadores que jamás cogía un pincel sin haber orado previamente, incluso que nunca pintó un crucifijo “sin bañar sus mejillas en lágrimas”, apunta Vasari. Su producción es exclusivamente devocional.

La Adoración de los Magos que alberga la National Gallery of WashingtonNational Gallery de Washington fue iniciada por Fra Angelico hacia 1440. Sin embargo, los expertos aseguran que, salvo el retablo, el resto de la obra fue concluida por Fra Filippo Lippi.


Roger Van der Weyden. Tríptico de Santa Columba. 1455. Tabla central. Alte Pinakothek. Múnich.


El tríptico de Van der Weyden procede de la iglesia de Santa Columba de Colonia, donde se menciona por primera vez en un inventario de 1801. Inicialmente fue considerado obra de Jan van Eyck. Sin embargo, Passavant atribuyó el tríptico a Van der Weyden en 1841.
La obra se pintó hacia 1455 para el altar de la iglesia de Santa Columba en Colonia (Alemania) y se exhibe actualmente en la Pinacoteca Antigua de Munich. La tabla central reproduce la adoración de los Reyes Magos según la tradición flamenca. Sin embargo pueden apreciarse con claridad detalles de la influencia renacentista de Gentile da Fabriano, recibida por Van der Weyden durante su estancia en Italia. Los paneles laterales recogen la Anunciación (izquierda) y la presentación de Jesús en el templo (derecha).
Algunos críticos aseguran que la elegancia de la composición se debe a la colaboración  de Hans Memling. El cromatismo vivo y brillante, así como los contrastes lumínicos y la minuciosidad en la representación es típica del artista y la escuela flamenca.

Sandro Botticelli. Natividad mística. 1500. National Gallery de Londres.



Cuando Sandro Botticelli pintó la Natividad mística había experimentado un profundo cambio espiritual. Es el año 1500 e Italia —sobre todo Florencia— vive un periodo muy conflictivo tras la caída de Carlos VIII, la expulsión de la ciudad de Pedro de Medici y la toma de Savonarola. Aunque no hay documentos que acrediten que el pintor fuera discípulo del monje dominico, hay quien asegura que el cuadro es fruto de sus discursos religiosos.
Se trata de la única obra firmada y fechada por Botticelli. Muy poco convencional, además, pues no reproduce los acontecimientos tradicionales del nacimiento de Jesucristo y la adoración de los pastores y los Reyes Magos. El pintor introduce una visión apocalíptica, abandonado también la iconografía navideña.
En cuanto a la técnica, Botticelli deja de lado la perspectiva y realismo característicos de su obra para sumergirse una escena casi arcaica, repleta de simbolismos medievales y textos griegos y latinos. Si bien es cierto que la sombra humanística del pintor sobrevuela el cuadro, que se encuentra hoy en la National Gallery de Londres.


Adoración de los Magos. Durero. 1504. Galería de los Uffizi. Florencia.


Se trata de una obra de madurez del pintor alemán, encargo de Federico el Sabio para el altar de la Iglesia de Todos los Santos (Wittenberg). Inicialmente estaba concebida como el panel central de un retablo —el Jabach—, cuyas alas laterales se encuentran en el Instituto Städel de Fráncfort, el Museo Wallraf-Richartz de Colonia y la Alte Pinakothek de Múnich.
Los años anteriores a la creación de esta pintura, Durero permaneció en Venecia, donde descubrió y experimentó los avances de la pintura renacentista de la ciudad. De ahí el vivo cromatismo de la obra, la luz veneciana y ciertas pinceladas propias de Giovanni Bellini sobre arquitecturas muy de Andrea Mantegna. Igualmente se aprecia la minuciosidad y el movimiento propios de los pintores del norte, la perfección de la naturaleza y un gran equilibrio tonal. La escena muestra la llegada de los Magos al portal de Belén. Melchor, arrodillado, le entrega su regalo, mientras el recién nacido se estira para alcanzarlo.
La obra se exhibe en la Galería de los Uffizi, en Florencia.


Adoración de los pastores. El Greco. Hacia 1612. Museo del Prado. Madrid.

El Greco pintó esta escena nocturna entre los años 1612 y 1614. Puede considerarse como la última gran obra del artista, pues fue concebida para que adornase su propia tumba en la iglesia de Santo Domingo el Antiguo, de Toledo. La firma del artista se encuentra en la esquina inferior izquierda de la tela.
La composición se desarrolla en espiral, en un espacio irregular. Parece una gruta, donde duerme el niño Jesús sobre el regazo de su madre. San José y tres pastores adoran con fervor al recién nacido, mientras el buey lo contempla desde el suelo.Muy cerca del grupo, sobrevolando la escena, y cerrando la elipsis compositiva, un grupo de ángeles muestra la complacencia celestial ante el nacimiento del Redentor”. La distorsión de los cuerpos caracteriza esta pintura, al igual a toda la obra tardía de El Greco. Los colores y formas crean una sensación de éxtasis y celebración ante el  milagro del nacimiento de Cristo.
El cuadro puede verse en la sala 010B del museo. El Metropolitan Museum de Nueva York posee una versión de taller con ligeras variaciones, realizada, según parece, en fechas similares a las del original.



Adoración de los Magos. Rubens. 1608. Museo del Prado. Madrid.

La Adoración de los Magos es una de las obras más importantes de la colección que el Prado dedica a Rubens. No sólo es la de mayores dimensiones (355’5 x 493 cm), destaca también por su importancia histórica.
En efecto, “la obra fue realizada en dos momentos; el primero en torno a 1608-1609 y veinte años después fue ampliada por el propio artista”, explican desde la web del museo, por encargo de la ciudad de Amberes para decorar el Salón de los Estados del Ayuntamiento, sede de la firma del tratado de paz entre España y las Provincias Unidas la Tregua de los Doce Años.
Aunque la luminosidad es clara, la escena tiene lugar de noche. Puede verse en el cielo del segundo plano. El foco luminoso surge desde la figura del niño Jesús, cuya luz irradia al resto de los personajes. “Éste, en brazos de su madre, parece juguetear con el incienso que le presenta Gaspar, arrodillado ante él”.


Adoración de los Pastores. Murillo. 1650. Museo del Prado. Madrid.


Es esta una de las pinturas de Bartolomé Estaban Murillo que más demuestra la influencia de Ribera. Se nota, sobre todo, en el esquema general de la composición, la iluminación, los claroscuros y el gusto por la representación popular. Sin embargo, se advierten claramente las características propias del pintor español como la suavidad de la pincelada y el modelado.
El cuadro fue adquirido por Carlos III en 1764 al comerciante irlandés Florencio Kelly. Actualmente se encuentra en la sala 028 de la pinacoteca madrileña.


Adoración de los Pastores. Lorenzo Lotto. 1534. Pinacoteca Tosio Martinengo. Brescia.



Lorenzo Lotto fue uno de los pintores  más orinales del siglo XVI italiano. Sin embargo, la convivencia de su obra con figuras como Tiziano, silenció su popularidad durante siglos. Una injusticia que a finales del XIX corrigió el historiador del arte, Bernard Berenson.
Viajero incansable y nómada por naturaleza, Lotto desarrolló una producción muy personal, al margen de las corrientes venecianas de su época. Focaliza la atención en el detalle y presenta sus composiciones con colores brillantes. Azurita, ultramarino, verdín, malaquita, bermellón, blanco de plomo, amarillo de plomo y estaño, negro carbón y terracotas son los pigmentos protagonistas de su obra.
Aunque destacó en el género del retrato, sus representaciones religiosas y devocionales transgreden los convencionalismos y la moderación emocional. Todo ello otorga a sus cuadros un aire de misterio fascinante. Metáforas y alegorías le acercan al estilo de los pintores nórdicos, mientras que objetos como el crucifijo denotan la influencia del catolicismo y su espiritualidad.


Recién nacido. George de la Tour. Hacia 1645. Museo Bellas Artes de Rennes.



Con esta belleza de Georges de la Tour (1593-1652) cerramos la selección artística de esta Navidad. En esta obra, el pintor del silencio traslada al lienzo su característica y enigmática ambigüedad compositiva. La escena no revela si se trata de la representación del nacimiento de Jesucristo, con la Virgen María, el Niño Jesús y Santa Ana, o una escena de género. En apariencia, nada alude a una escena religiosa, salvo el  sentido místico de la imagen y la iluminación como metáfora de la “luz del mundo”.
La estructura es sencilla: dos mujeres, una de frente y otra de perfil, el recién nacido en brazos de la primera. La segunda porta una vela cuya luz rojiza ilumina los rostros, dejando en penumbra el resto del cuadro. Sólo la cabeza del bebé fajado y el pecho de la mujer deslumbran en color blanco. Sublime.
Se desconoce el origen del cuadro que conserva el Museo de Bellas Artes de Rennes. Aparece en la ciudad francesa durante la Revolución, como una donación al museo.





































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