LA PREHISTORIA EN
MADRID:
introducción y
contenidos
La región madrileña hace 500.000 años
Gracias
a los yacimientos de Áridos, en Arganda del Rey, sabemos que otra especie del
género Homo ya habitaba la región madrileña hace unos 500.000 años.
Tras ellos dejarían su rastro otros seres humanos a lo largo de todas las etapas de nuestra prehistoria. A partir de ese
momento los valles de nuestros ríos, Manzanares y Jarama, serían escenario privilegiado de una
evolución que nos llevaría hasta ser los hombres que hoy somos. Madrid se
descubriría como una de las capitales paleontológicas del mundo.
En estos
capítulos tratamos de unificar este lento devenir desde las últimas teorías
evolutivas hasta los yacimientos más representativos, descubiertos en los
cursos bajos de nuestros ríos, porque la única manera de entender quiénes somos
es la de conocer primero quienes éramos.
Introducción: El origen prehistórico de la
región de Madrid
Introducción
a estos capítulos sobre la prehistoria madrileña. De los orígenes de la
humanidad a la clave de nuestra supervivencia como especie. El simbolismo del
H. sapiens.
Los albores
del género Homo. Los humanos han poblado la Tierra desde hace unos 2,5
millones de años. El género Homo se compone de un buen número de especies de humanos
de las que sólo queda una no extinta, la del H. sapiens. Veamos esa evolución.
El paisaje madrileño tiene un origen
geológico remoto, cuando hace 66 m.a. la Orogenia Alpina fracturó la
vieja meseta castellana dando origen a la Sierra de Guadarrama y a la Cuenca de
Madrid. Posteriormente la apertura al mar de esta cuenca, terminó de definir el
paisaje actual. Para entonces ningún ser humano había existido sobre la Tierra.
Para cuando lo hagan, dejarán su huella junto al fenómeno geológico de las
Terrazas de Manzanares y Jarama, por las que Madrid goza de importancia mundial
a nivel paleontológico. Mientras, los cambios climáticos y la sucesión de
glaciaciones y periodos templados curtirán la historia de los primeros hombres
que aquí habitaron.
Paleolítico:
hace 500.000 años
Los
primeros humanos de Madrid: Los yacimientos de Áridos en Arganda del Rey.
Los
históricos yacimientos de Áridos en Arganda. Dos elefantes antiguos sirvieron
de alimento al H. “heidelbergensis” a orillas del Jarama. Es el yacimiento
humano más antiguo de la Comunidad de Madrid.
Las
industrias líticas de las primeras especies humanas. Las herramientas de
piedra.
Desde el
primer momento el hombre modifica su entorno para adaptarlo a sus necesidades.
Las industrias líticas surgen con la propia humanidad, cuando talla la roca
para conferirle una forma útil a sus necesidades. En estos capítulos repasamos
las técnicas y herramientas de piedra que fueron usadas durante nuestra
prehistoria.
Choppers,
bifaces, raederas y una larga tipología de herramientas hechas normalmente en
sílex, fueron muy comunes y abundantes en los valles del Manzanares y Jarama,
al disponer del material necesario para el desarrollo de esta tecnología.
Paleolítico:
hace 300.000 años
El
elefante de Transfesa. Un descubrimiento en el VillaVerde Bajo de los años 50.
En los años
50, durante unos trabajos de explanación en la empresa Transfesa, aparecen unas
grandes defensas de un tipo de animal nunca visto en nuestro país.
Se trataría
de dos elefantes, encontrados en VillaVerde Bajo, muy cerca del río
Manazanares. La noticia fue portada de los noticiarios de una España gris, que
todavía escribía su historia en un solo color.
Los
primeros talleres de sílex: Charco Hondo de Vicálvaro y El Quemadero de Rivas.
El
interfluvio entre los ríos Manzanares y Jarama ha sido uno de los más
importantes lugares para la extracción del sílex del Paleolítico. Los
yacimientos de “Charco Hondo” en Vicálvaro y “El Quemadero” en
Rivas-Vaciamadrid, son dos buenos ejemplos de ello.
Fauna
de otros tiempos: yacimientos de la Salmedina y Preresa.
La fauna que
poblaba los ríos madrileños en el Paleolítico poco o nada tenía que ver con la
que acostumbramos a ver ahora. Mamuts, rinocerontes lanudos y elefantes fueron
llamativos ejemplos de como la evolución adaptaba a las especies conforme se
producían los abruptos cambios climáticos de las glaciaciones e
interglaciaciones cuaternarias.
Paleolítico:
hace 230.000 años
Neandertales:
el último hombre europeo.
Antes de la
llegada a Europa del Homo sapiens, los neandertales eran los dueños de la parte
del mundo que hoy habitamos. Los restos de los elefantes de Arganda fueron
dejados ahí por el Homo heidelbergensis, el antecesor del Neandertal.
Recientemente
hemos descubierto que podrían ser sucesores del linaje del Homo antecesor,
encontrado en Atapuerca. Las razones de la extinción de esta especie humana
sigue siendo hoy un misterio.
Mesolítico:
hace 10.000 años
Neolítico:
el gran cambio de la humanidad.
La edad de
la “piedra nueva” supone el mayor cambio de la humanidad en su historia, y pone
punto final al más largo de todos sus periodos: el Paleolítico.
El ser
humano descubrirá la agricultura y la ganadería, sucediéndose desde entonces
una larga transformación social que convertirá al hombre en su propio
productor. La cerámica, descubierta en los comienzos de este periodo, será
testigo desde entonces de la práctica totalidad de la historia humana.
La
Deseada de Rivas: el primer neolítico madrileño.
Durante la
prolongación de la línea 9 de Metro por Rivas-Vaciamadrid, se descubren los
restos de varias cabañas y pozos de almacenaje para el cereal. Marcan un punto
y aparte del hombre que habitó nuestra región y suponen el comienzo de las
nuevas costumbres neolíticas.
Sin ser un
yacimiento espectacular, si es excepcional, puesto que la región madrileña tiene
una marcada escasez de yacimientos neolíticos tempranos.
Neolítico:
hace 7.000 años
Casa
Montero: la primera mina de sílex neolítico estaba en Vicálvaro.
Cuando
avanzaban las obras de la M50 entre Vicálvaro y Rivas-Vaciamadrid, un
yacimiento neolítico obligaba a parar las obras primero y a cambiar el trazado
después de esta carretera de circunvalación. La importancia del hallazgo
obligaba. Se trataba de la mina de sílex neolítico más antigua de la Península
y la segunda más antigua de Europa.
Las
Edades de los Metales: hace 2.000 años
La
cerámica Campaniforme y la llegada de los metales.
Este tipo de
cerámica está asociado a la llegada de los metales y a un cambio cultural que
ya sería la antesala de la Historia. Primero el cobre y luego los más duros
bronce y hierro, significarían nuevas herramientas y nuevas armas que
cambiarían el mundo conocido.
La
llegada de la Historia: 179 a.C.
Carpetanos.
La tribu carpetana, que habitó el centro peninsular en las actuales
provincias de Madrid, Toledo, Cuenca y Guadalajara, será el rompeolas de
nuestra prehistoria. Este pueblo, cruce de caminos entre las diferentes
culturas de la Península, serán finalmente absorbidos por los romanos. En
nuestro entorno destacan los yacimientos de La Gavia (Vallecas) y Miralrío
(Rivas-Vaciamadrid).
Historia de Madrid desde sus ríos: el Manzanares y
el Jarama
Los valles de los ríos Manzanares y Jarama han
sido desde la Prehistoria protagonistas de la Historia de Madrid. Hoy en día,
sus yacimientos arqueológicos y su formidable Patrimonio histórico corren serio
peligro, y se ven reducidos cada día más por la presión urbana.
En el ánimo del Grupo de Investigadores del
Parque Lineal del Manzanares (GIPL) está, que esa memoria y ese Patrimonio
nunca se pierdan; por lo que abrimos aquí una serie de capítulos que describen
el paso de la Historia por la cuenca baja del Manzanares y
su Parque Lineal, por la cuenca de los ríos Jarama y Tajuña,
y por el Parque Regional del Sureste. Describiremos aquí las
importantes huellas de la historia dejada en el entorno, única en muchos casos
en la Comunidad de Madrid.
Los cantiles del Espolón
de Vaciamadrid están repletos de historia
Hace 5 millones de años, la cuenca del
Manzanares era un gran mar interior, algo parecido a unas lagunas poco
profundas en un ambiente subtropical. Apenas habían aparecido los primeros
homínidos sobre la tierra cuando, por razones geológicas externas, esta enorme
laguna endorreica encontró salida al mar Atlántico. La erosión provocada por el
torrente y el arrastre de sedimentos precipitados durante miles de años, fue
formando las Terrazas del Manzanares, transformando el mar en un río al que se
acercaba a beber buena parte de la fauna del lugar. Uno de los ejemplos más
conocidos es el del elefante de Transfesa, o elefante de Villaverde Bajo, que
se situaría en este período.
Colmillo de elefante.
Yacimiento paleolítico de Butarque.
Al final del Cuaternario, hace 100.000
años, en el Paleolítico medio, hombres neandertales ocupan las terrazas
más bajas y próximas al río, hoy perfectamente visibles, dejando un rastro
inconfundible en lo que fueron las antiguas orillas del Manzanares, unos 18
metros por encima de las actuales riberas. A esa época pertenecería el
yacimiento neandertal de Butarque, hoy desaparecido, o los de la Gavia II,
también destruidos. El yacimiento de Pista de Motos tendría también restos
incluso anteriores a esta época.
Catas arqueológicas en
VillaVerde Bajo, margen derecha del Manzanares, 2006
La ganadería y la agricultura se extienden en
el Neolítico (6000 – 3000 a.C.), levantándose las
primeras cabañas a orillas del Manzanares. Las obras del Colector derecho
del río sacaron a la luz silos, basureros, cerámica, sílex y restos de fauna
doméstica perteneciente a ese período en las terrazas media y baja de
Villaverde.
Cuevas excavadas en
entorno cultural del Hierro. Tramo III del Parque Lineal
Con la entrada de la Edad de los
Metales (Calcolítico, Bronce y Hierro) irrumpe un cambio demográfico que
obligará a luchar por los recursos. El hombre se irá haciendo
más sedentario y el entorno se volverá inestable, por lo que sube a
los cerros y vive en ellos o en el interior de cuevas artificiales, receloso de
sus propios congéneres. Del Calcolítico y del Bronce resta una gran
representación en el yacimiento de Pista de Motos, en Villaverde, hoy ocupado
por el Estanque de tormentas de Butarque.
Encaramados a la cima de los
cerros, a partir del Hierro II (600 a.C. – 218 a.C) los
carpetanos erigen poblamientos en espolones defensivos próximos
a los ríos. Existen restos de varios poblados de espolón en el Parque
Lineal del Manzanares, que más al Sur, en el valle del Tajo, debieron ser muy
numerosos. Podemos destacar el de La Gavia o el de Miralrío; el primero
parcialmente conservado y el segundo convertido en un centro de
interpretación, en Rivas.
Una pila romana tallada
en piedra. Yacimiento de La Torrecilla (Getafe).
En el período romano (Edad
Antigua) y tras la Pax Augusta, las poblaciones van
siendo obligadas a bajar a los llanos, deshabitándose los cerros al
ganarse seguridad en las nuevas urbes. Al margen de éstas, surgen centros
aislados en torno a explotaciones agropecuarias, piscifactorías y minas,
cuyo máximo exponente constructivo son las villae rusticae, villas
rústicas romanas, que con la paulatina decadencia del Imperio y las invasiones
bárbaras, constituirán los últimos baluartes de una cultura en descenso a la
par de las grandes ciudades, como Consabura, Toletum o Complutum, en
nuestro contexto carpetano. En el Parque Lineal se han estudiado dos; la
Villa Romana de Villaverde Bajo, con restos de dos fases de ocupación, y la
Villa Romana de La Torrecilla, en término de Getafe.
La decadencia del imperio acompaña a sus
villas; la de Villaverde es abandonada finalmente en el siglo IV, cuando
las villae se van degradando y derivan hacia el tugurium,
cuya raíz lingüística viene dada de esa época. Los visigodos y demás
pueblos centroeuropeos (Alta Edad Media) que se hacen con el solar
hispánico, reutilizan las villas de manera marginal, devastándolas. Es una
época inestable y las villae en llano y sin fortificar no
son lugares recomendables para vivir, iniciándose la creación de pequeños
ejércitos particulares como medida auxiliar de protección.
Frecuentemente serán arrasadas y en las excavaciones actuales así se constata,
por las capas de ceniza que aparecen en su estratigrafía.
La necrópolis de El Jardinillo, junto a
villa de La Torrecilla, es uno de los restos visigodos descubiertos en el
Parque Lineal.
Bodegas de
época medieval en el ámbito de la Salmedina.
Los musulmanes (Edad Media) no
tardarán en saltar a la Península Ibérica, tras diversos intentos
fallidos, a través del Estrecho, en el año
711; invadiéndola en poco tiempo ante la escasa resistencia
de sus anteriores ocupantes. Existen vestigios de su llegada al área
madrileña en los primeros momentos de la conquista. Las anteriores urbes
romanas son a menudo reutilizadas y fortificadas. Pocos núcleos de población
hispano-romana quedan fuera de su dominio, recluidos en la franja norte
peninsular, desde donde se iniciarán incipientes movimientos de recuperación
del territorio, período que conocemos con el nombre de Reconquista, de varios
siglos de duración (s.VIII-s.XV).
Mayrit (Madrid), fundación de Muhamad I, queda en la
Marca Media andalusí, tierra fronteriza intermedia. El paisaje se inunda de
atalayas militares de defensa y vigilancia, controlando los accesos y
caminos que confluyen en Toledo y Talavera, siguiendo el curso de los
ríos. Dentro del Parque Lineal encontramos varias de estas construcciones, como
son La Torrecilla, la Torre de Aben Crespín, la Torre del Pedroso, la Torre
Rubia, la Atalaya del Recuenco, etc. cuyo rastro nos ha llegado a
través de la vía documental o por la toponimia.
Aparece en este momento por primera vez en la
historia, “con personalidad y límites propios”, el Parque Lineal del
Manzanares. Llamado en árabe fahs al-Madinat, o Campo
de la Ciudad; dehesa del común destinada a uso ganadero, como lugar de
pasto y abrevadero, por la población mayrití, de antes y
después de la repoblación, ya con el Fuero Viejo cristiano.
El período cristiano (Baja Edad
Media), iniciado en Madrid a partir de 1085, tras la toma de
Toledo y territorios dependientes por Alfonso VI, se abre con la repoblación
y fortificación de esta parte de la Transierra.
Hasta que no se alcanza la línea del
Guadalquivir, -toma de Sevilla, 1249-, y se rebasan definitivamente las líneas
del Tajo y del Guadiana, esta es una tierra de frontera sometida a la
inseguridad e inestabilidades. Madrid se fortifica ampliando el recinto
originario musulmán, metiendo tras sus muros algunos arrabales; mientras su
campo, el Campo de Madrid, coincidente con buena parte del Parque Lineal, es
escenario durante algún tiempo, de razzias o aceifas musulmanas
y de pugnas territoriales entre los mismos repobladores cristianos, con
Ávila y Segovia.
La población vive atemorizada. Quien no vive
tras una muralla tiene menos seguridad, y los que deciden hacerlo a orillas del
bajo Manzanares habitan en casas agrupadas en torno a las torres militares
y de propiedad rústica que defienden ese espacio.
La Villa y Tierra de Madrid
constituida, está organizada en cuatro Sexmos: Aravaca, Villaverde y
Vallecas, además del de la propia Villa. Y se rige por un fuero otorgado
por el monarca y aplicado por el Concejo, que se llamará Fuero Viejo,
hasta su sustitución por el nuevo Fuero cisneriano, siglos después.
La época feudal de la implantación señorial confluye con la consolidación de la
monarquía absoluta.
La Edad Moderna (1.492) supone un
gran cambio para Madrid. En 1561 Felipe II la convierte en sede
administrativa de su imperio, momento desde el cual no dejará de crecer y de
ser protagonista de la Historia de España.
A caballo entre el final de la Edad Moderna y
el comienzo de la Edad Contemporánea, las ideas ilustradas sobre
progreso tecnológico y confianza en la Ciencia, se plasman aquí en una
fenomenal estructura hidráulica que pretende poner a Madrid al nivel de las
cortes europeas, convirtiéndola en “puerto de mar”. Se concibe
el Real Canal del Manzanares, como un plan hidráulico para alcanzar
Lisboa; cuyos restos arqueológicos permanecen casi al completo en el Parque
Lineal del Manzanares.
España entra violentamente en las ideas
ilustradas. Se debaten acaloradamente progreso y tradición como
en tantos otros períodos de su Historia. La Guerra de la Independencia arrasa
buena parte de las instalaciones del Canal del Manzanares, que serán
reconstruidas por Fernando VII tras el conflicto. No servirá de mucho; la
imagen de la monarquía no pasa por sus mejores momentos. En tanto, la
primera línea férrea llega a Madrid, y el viejo sueño se
disipa, condenando al abandono el proyecto y las obras emprendidas,
para siempre.
Nido de
ametralladora nacionalista junto al Arroyo Culebro -Posic.Los Yesares-, en
la vertiente derecha del Manzanares. Tramo III del Parque Lineal
Hace tan solo setenta años, sonaron de nuevo
truenos de guerra junto al Manzanares, volviendo el hombre a cubrirse tras las
rocas, en trincheras y refugios incrustados entre los cerros del Parque
Lineal. Creemos adecuado acabar por ahora este relato, con la peor de las
guerras que ha vivido España. La Guerra Civil Española convertirá durante
años el país en un solar, desde su comienzo y hasta mucho después del
conflicto. El Manzanares servirá de foso a la República para defender Madrid de
la sublevación militar, dejando una inusitada cantidad de restos bélicos por
cualquier parte del Parque Lineal que visitemos.
Pocos años después, en las décadas de los 60 y
los 70 se produce una reocupación de las cuevas que el hombre
habitara desde la Prehistoria. Las casamatas y refugios de la Guerra
Civil, serán también reutilizados como infravivienda, cual chabolas y
paupérrimos chamizos. El Parque Lineal vive una involución de miles de años de
la que también ha quedado un rastro indudable.
En los últimos 30 años el Parque Lineal ha
sido usado como lugar propicio para la instalación de infraestructuras de
suministro de energía, transporte, saneamiento, vertedero o reciclaje,
degradando hasta niveles nunca vistos este paisaje, asolando ecosistemas y
yacimientos históricos de todo tipo, y en definitiva, desencadenando la
completa destrucción del espacio que hasta aquí hemos descrito. Aun así, se
viene planeando la acometida de nuevas obras de infraestructura
de ocio y de transporte que, a la postre, significarán la liquidación
definitiva del Parque Lineal del Manzanares.
Vemos, pues, que la Historia del Parque Lineal
del Manzanares se continúa escribiendo en este mismo instante, con mal signo.
Todos somos hoy, al fin y al cabo, prehistoria que tendrá el futuro.
Y tenemos la importante responsabilidad de que nuestra huella no borre la
huella de nuestros ancestros.
El origen árabe de Madrid (Mayrit)
Lienzo de la muralla árabe de Madrid. Parque de Muhammad I
A principios del siglo VIII los
musulmanes penetran en la península venciendo la poca resistencia de la defensa
visigoda y gracias a la traición de algunos nobles. Es probable que esta
colonización fuera lenta y el producto final una síntesis de ambas comunidades,
la invasora y la invadida, al menos en la mitad inferior peninsular.
Pasado un tiempo, esta fusión adquirirá personalidad propia con el nombre
de al-Ándalus, denominándose así el vasto territorio
bajo dominio islámico hasta su expulsión en 1.492.
No
acabado el siglo VIII los núcleos cristianos dispersos por el
Norte empiezan a organizarse, iniciando una etapa de avances y retrocesos
mediante luchas territoriales en pro de incrementar sus territorios y
formar pequeños reinos, rivalizando entre sí y frente al supuesto enemigo
común. Las zonas fronterizas serán puntos candentes de litigio donde la
población se siente insegura. El valle del Duero se mantiene despoblado durante
décadas, y no será hasta la formación de núcleos fuertes y líneas de castillos
que ganen seguridad, a medida que avance el proceso llamado Reconquista, sujeto
a bastante controversia.
En todo
ese tiempo se producirá una lenta mezcla de culturas que llegan tanto desde
Europa por el Norte, como desde África y Asia desde el Sur, que termina
dejando una impronta indeleble en todo el territorio de lo que luego será
Madrid y, lo que aquí nos ocupa, en la cuenca baja del Manzanares, que hoy
ocupa el Parque Lineal. La toponimia e incluso la división administrativa
del territorio que crearan los árabes, ha llegado en cierta medida hasta
nuestros días, al igual que ellos se encontraron con la herencia de la cultura
romana, red de comunicaciones, obras públicas, urbanismo, modelos de
explotación agrícola y ganadera, e incluso el Derecho y las fórmulas de
propiedad, que también asimilaron los godos a través de su Código de Eurico,
Breviario de Alarico y otras legislaciones.
El Madrid Musulmán
Al-Ándalus sobre el año 1.000. La
franja fronteriza se divide en tres grandes Marcas: la Marca Inferior, la Marca
Media y la Marca Superior
Los árabes llegan a la actual región
de Madrid poco tiempo después de la invasión, que van culminando siguiendo el
derrotero que les indican las calzadas romanas, aunque no será hasta el
año 852 cuando Muhammad I, quinto emir independiente de
Córdoba, hijo de Abderramán II, construya en una colina situada en la margen
izquierda del río Manzanares, donde hoy se asienta el Palacio Real,
un puesto militar para control y vigilancia del paso hacia el puerto de
Guadarrama (Puerto de Balat Tomé-Tablada). En esa misma época
también ordena la creación de reductos fortificados en Talamanca,
Medinaceli y Esteras. Mayrit, nombre del reducto militar,
surge pues, como enclave castrense inserto en la Marca
Media de
los territorios fronterizos de al-Ándalus que, junto con la Marca Inferior y la
Marca Superior, constituirían la franja fronteriza desde Cáceres hasta Teruel,
pasando por Toledo, Cuenca y Guadalajara. La Marca Media tenía como capital a
Toledo y llegaría hasta la transierra madrileña, o pie de monte de la
sierra de Madrid, auténtica frontera natural entre las Submesetas.
La repoblación colonizadora es la mejor
manera de asentar y defender un territorio, y ese fue precisamente el
papel que le incumbió a Mayrit. Su misión era doble; por un lado como
primera línea contención de los ataques y cabalgadas de los cristianos, y por
otro, sería en algún momento la base de partida de las razzias y aceifas musulmanas emprendidas cual
operaciones de castigo, a partir de la primavera, hacia el norte. Las
fronteras se defendían bajo encomienda especial, por determinados nobles
designados directamente por los monarcas y dignos de su plena confianza. No en
vano eran las llaves del reino.
El
título de Marqués, de origen cristiano, nació de esta manera. El que guarda la
Marca. Marca medieval con sus lindes territoriales perfectamente señaladas,
marcada por la red de torres y castillos a cuyo abrigo iban surgiendo las
poblaciones que hoy conocemos, por ejemplo, en toda Castilla La Vieja. La Raya
medieval es la línea divisoria entre entidades menores, municipios, sexmos,
etc. señalada por mojones. El dicho “pasarse de la raya”, es herencia directa
de aquella época.
Muralla y Almudaina. Defensa y ciudad en
Mayrit
Los lugares donde encontrar parte de
la muralla que se amplió sobre los arrabales son inverosímiles. En la foto
restos conservados en la bodega de una taberna madrileña. La legislación
protege estos restos y es obligación de todos mantenerlos.
La Kora o distrito mayrití,
estaba integrada en el sistema defensivo árabe, abarcando un ancho frente entre
el Guadarrama y Somosierra. Siguiendo el valle de los ríos Guadarrama, Jarama,
Henares y Manzanares, se articulaba un sistema de atalayas o torres vigías que servían
de mecanismo de alerta y prevención de los ataques cristianos, así
como de control de paso de viajeros y mercancías, a la vez que, en algunos
puntos, constituían lugares de acampada (Askar) para las propias huestes en las
campañas guerreras.
Estas atalayas generaban una red
efectiva de comunicación, resguardada por partidas campesinas de alquerías
cercanas, que usaban las torres para resguardarse en caso necesario, con
servidores fijos mantenidos por la población local. Se mantenía así una
red viaria segura y por lo tanto transitable, entre Zaragoza y Mérida,
plenamente integrada en la Marca Media, que favoreció el desarrollo económico
en una época altamente inestable. Gracias a eso, Madrid prosperó y fue
creciendo, transformándose de una pura guarnición militar en una
población más populosa que fue elevada a la categoría de madina (medina, ciudad) al
poco tiempo.
No cabe pensar en un anterior
asentamiento previo al Mayrit musulmán, al menos de cierta entidad.
Sí pudieron existir lugares de habitación, pequeños núcleos visigodos o incluso
árabes, a orillas del antiguo arroyo de San Pedro –hoy calle Segovia- en la
zona de las Vistillas.
Nunca
se ha demostrado que en el recinto histórico del Madrid medieval pudiera haber
existido un vicus un otro tipo de poblamiento visigodo, si bien los hallazgos
dispersos de cerámica u otros materiales arqueológicos, dispersos y casuales,
pueden darse en cualquier sitio sin que necesariamente haya existido una aldea.
Primera
muralla árabe siglo IX y posterior ampliación posiblemente cristiana a los
arrabales. Segunda muralla, cristiana, siglo XII. La teoría sobre la previa existencia de un
poblado romano o visigodo es meramente especulativa y sin
fundamento. Desde época de los Austrias se trató de adjudicar un
“origen más noble” a la Capital del Reino, ajeno a la intervención de
“muslimes y turcos”, enemigos declarados del Imperio Español de Felipe II.
El baluarte militar de Mayrit se organizó entre dos
importantes núcleos muy cercanos entre sí. Por un lado estaría el alcázar o fortaleza para las
tropas, situado al norte, sobre los terrenos que hoy ocupa el Palacio Real, con
su propia muralla. Por otro lado, al Sur del cerro se situaría la al-Mudayna, o “la ciudadela”, donde la población
civil viviría separada por una pequeña vaguada -la Cava de Palacio-
fortificándose de manera independiente e impidiendo así sublevaciones de la
población mayoritariamente bereber.
El nombre de la catedral de la
Almudena no es casual, y se refiere al nombre árabe del asentamiento civil que
hoy es ocupada por el templo cristiano y que entonces llegó a contar con su
propia mezquita mayor, Mezquita Kebira, luego acristianada como iglesia de
Santa María y finalmente solar entre viviendas, ya que fue destruida en el
siglo XIX para hacer una manzana de casas, desplazándose el culto religioso al
solar vecino que hoy acoge la catedral de Madrid.
La
separación de los dos núcleos desaparecería posteriormente con una
muralla conjunta que englobaría todo el recinto, mientras en el exterior se
incrementarían los arrabales extramuros a partir de casas de labor o viviendas
junto a los caminos de acceso a la ciudadela. Igualmente surgieron barrios en torno
a los monasterios de San Martín y de Santo Domingo, así como las
colaciones en torno a las parroquias. El Fuero Viejo hace fiel recuento de
todas ellas.
El
primer recinto amurallado se amplió en un momento indeterminado a un segundo
recinto. Probablemente en un plazo no muy tardío, tras la conquista
cristiana, pues por necesidades lógicas de la guerra se hacía necesario,
además de la necesidad sobrevenida tras el aumento de población que fue
acogiéndose tras ellas. Además de mesnadas de guerreros, repobladores
castellanos, repobladores francos de los reinos pirenaicos, comerciantes y
artesanos de diversos oficios, familias de mozárabes se acogieron al modo que
hemos visto en otros puntos del territorio, huyendo de las zonas en conflicto;
lo que hoy llamaríamos líneas del frente. Valle del Tajo, en primer término.
El nombre de Madrid y los viajes de agua
Dibujo de Van Den Wijngaerde en 1562.
A la izquierda el alcázar y a la derecha lo que fue la almudaina, con la puerta
de la Vega. Se aprecia un estado bastante irregular en la muralla, ya
en progresivo abandono.
Para el abastecimiento de agua de
Mayrit, los árabes diseñaron un sistema por medio de canales subterráneos
que lo traían desde fuentes y manaderos lejanos y era
conducido mediante alcantarillas con respiraderos hasta el mismo
corazón de la ciudad, donde la población la recogía en las fuentes y caños
públicos. Recientemente se han restaurado en la Plaza de la Ópera, los Caños
del Peral. Se llamaban viajes de agua,
una palabra que deriva del latín via aquae.
Las fuentes eran mantenidas en buen uso por
los fontaneros, oficio que encuentra aquí su inicio.
Se piensa que Mayrit, derivaba de que
el lugar se llamaba Matric en
lengua romance, proveniente del latín Matrice o “madre de aguas”, aludiendo al arroyo de San
Pedro que discurría entre los dos cerros (hoy barranco de la calle de
Segovia). Los musulmanes traducirían este término por el de mayra, o “madre de aguas”,
más el sufijo mozárabe -it, que significa “abundancia” (del latín -etum).
Vuelven a ser explicaciones algo
especulativas., aunque en árabe, foggaras, juttara o
mairas, sirve para denominar estas obras subterráneas.
Ambos términos convivirían
probablemente hasta la conquista cristiana, evolucionando el nombre según las
facilidades de la población en cada momento para pronunciar de una u otra
manera: Matric, Mayrit, Magerit o Matrit, que aún se
conserva en el gentilicio.
En
cualquier caso, disponer de agua potable fue fundamental para la fundación
de Madrid, e igualmente la construcción de la red de viajes de agua
para la reconducción desde los veneros y fuentes. Muchos viajes de agua
siguieron funcionando hasta casi nuestra época, abasteciendo algunas de
las fuentes que encontrábamos antaño diseminadas por las plazuelas y calles de Madrid,
como la de la Calle de Alcalá, junto a Correos, por recordar alguna. El primer
escudo heráldico de la ciudad recoge estas dos cualidades, aludiendo al
agua y a sus murallas de sílex (perdernal), roca mineral que desprende chispas
al choque con un eslabón, que aplicado la yesca seca, sirve para encender
fuego.
Fui
sobre aguas edificada
Mis muros de fuego son
Mis muros de fuego son
En torno al
año 1031, algunas regiones de al-Ándalus se van desmembrando del
poder central de Córdoba y proclamando su independencia, adoptando la forma de
pequeños reinos de taifa. La presión cristiana va haciendo mella sobre
las Marcas musulmanas y en el año 1.085 Alfonso VI se
apropia del área madrileña tras la caída del reino de Toledo, transformando
este espacio en un sistema político y social diferente, pero aún heredero de
las estructuras de su pasado islámico.
La
Villa y Tierra de Madrid – El Fuero de Madrid
La apropiación del campo
de la ciudad heredado de los árabes llega a nuestros días. Coto de caza en el
Parque Lineal junto a la raya mojonera de Madrid. Puertas al campo de la
ciudad.
Por muy lejano que nos parezca, las
relaciones humanas y la propiedad de la tierra en la Edad Media, dibujaron las
bases de las sociedades actuales. Especialmente visible es la huella dejada en
aquellos reductos no devorados por la insaciable urbanización de nuestros
tiempos que, como el Parque Lineal del Manzanares, además fueron parte
imprescindible de la historia medieval de la Comunidad de Villa y Tierra de Madrid.
Nuestro Parque Lineal del Manzanares
fue parte importante de esa Tierra de Madrid. La nueva Salmedina cristiana se
edificaría sobre los terrenos conquistados de la fahs al-Madina musulmana,
comenzando una complicada colonización de un rentable y vasto territorio que se
tiñó de violencia e inseguridad durante varios siglos.
La pacificación del territorio fue por tanto materia de obligada y
previa observancia a su efectiva colonización, para lo cual el rey cede
terrenos a milicias religiosas. Hasta hoy llegan sus rastros en el Parque
Lineal del Manzanares, el antiguo campo del Madrid medieval.
La necesidad de financiación de los
débiles y militarizados Estados emergentes, asfixia a los pequeños
agricultores, que ven como una clase poderosa y terrateniente se va haciendo
con el control de la mayoría de fincas hasta entonces en el ámbito del control
del Concejo madrileño. La despoblación y el empobrecimiento
de la cuenca baja del Manzanares es cuestión de unas pocas décadas.
Con más o menos variaciones ese espacio llega a nuestros días, con
topónimos o herederos que vienen directamente de ese campo de la ciudad
medieval. Con vallas y puertas que cierran los campos desde el monte hasta el
río, como símbolo de aquellas tierras que un día fueron del común de los
madrileños y que en la Edad Media se perdieron para convertirse en propiedades
privadas.
La Comunidad de Villa y Tierra de Madrid
El alfoz o territorio madrileño durante la Edad Media, quedó vinculado a
la Villa formando una comunidad con personalidad propia. El mecanismo según el
cual fueron agregándose tierras al Concejo madrileño conformó su territorio
medieval, llegando incluso a influir sobre los sistemas de propiedad que
existen hoy en día en el Parque Lineal del Manzanares, el antiguo campo de
Madrid.
El primer momento tras la conquista
cristiana seguramente pobló los antiguos lugares de habitación musulmanes. Esto
no sólo sucedió en las poblaciones mayores, como Mayrit, sino también atalayas y
alquerías árabes, que a buen seguro fueron espontáneamente ocupadas por los
caballeros cristianos.
Por otro lado, tras la conquista, las tierras quedaban vinculadas al rey
y eran de su propiedad. Sin embargo el monarca, obligado a articular sus nuevas
posesiones, haría concesiones territoriales a los diferentes concejos, entre
ellos el madrileño.
Dentro de las donaciones reales a los antiguos núcleos de población
musulmanes, ahora cristianos, los bienes concejiles se dividieron en propios y
en comunales. Los primeros eran propiedad del Concejo madrileño, quien podía
arrendarlos o incluso venderlos, sirviéndoles para financiar el gasto
público. Los segundos, los bienes del común, eran de especial
importancia, puesto que gozaban de libre acceso para personas y ganado,
suponiendo además una vasta variedad de aprovechamientos libres de pago para
todos los vecinos de Madrid.
La explotación de este enorme alfoz
hizo que las antiguas alquerías árabes que en él existían, generaran auténticas
poblaciones que llegaron a concentrar cierto número de habitantes. Son los
denominados concejos secundarios, a
quienes el Concejo madrileño también cede parte de los terrenos. Aunque la
mayoría de estos concejos secundarios terminaron desapareciendo por las causas
que analizaremos en este capítulo, otros fueron el germen de las poblaciones
que hoy rodean el Parque Lineal del Manzanares. Perales del Río, Vaciamadrid o
VillaVerde son claros ejemplos de ello.
Pero los caballeros, y especialmente
las milicias de las órdenes religiosas, recibirían importantes donaciones de
propiedades por parte del rey, e incluso de particulares instados muchas veces
por aquel. El motivo no era otro que el de pacificar un territorio prisionero
de una creciente inseguridad, inmerso en razzias musulmanas
o en actos de terror cristiano. El campo de la ciudad cristiano no sería sencillo de colonizar.
Por último, y para terminar de
configurar el territorio del Madrid medieval, existió otra forma quizá menos
ortodoxa de propiedad de la tierra. Se trata de la presura, o la ocupación y apropiación por las buenas de tierras para su roza y puesta
en cultivo. Este método estaba avalado por el propio Fuero de Madrid y debía
ser más común de lo que podemos imaginar. El Concejo madrileño debió hacer la
vista gorda, haciendo verdad la máxima que dice que territorio colonizado, territorio conquistado.
Este último método, antecedente de la
actualísima usucapión, muy común
desgraciadamente en el Parque Lineal, sería a la larga un grave problema para
la Comunidad de Villa y Tierra de Madrid, comprometiendo el futuro del común
madrileño y finiquitando paso a paso el campo de Madrid que luego desembocará
en el contemporáneo Parque Lineal del Manzanares.
Todo hombre que plantase majuelo [viña] y al cabo de un año no diera
prendas [garantía de una deuda], no responda a la demanda. Y quien construyera
un molino o huerto y al cabo de un año no ofreciera prendamiento, tampoco
responda.
Fuero antiguo de Madrid. Título LXVI
Un año de respiro para las agobiantes deudas de los agricultores en sus
posesiones que, como acabamos de leer, bastaría con plantar una viña para
llamarse como tales.
El sistema tributario y social en la
Comunidad de Villa y Tierra de Madrid
La sociedad medieval estaba claramente jerarquizada en clases que
presentaban enormes desigualdades, en muchos casos avaladas por el propio Fuero
de Madrid.
Las clases sociales del Madrid
medieval se dividían en los habitantes de la Villa y los de la Tierra. En la
cima de este sistema social estaban los habitantes de la Villa, que se
dividieron entre villanos, con casa propia, y moradores, arrendados en vivienda ajena.
Extramuros de la ciudad y a la
intemperie de la inestabilidad que se vivió en el Medievo del campo de Madrid,
estaban los habitantes de la Tierra, que a su vez se distribuían entre herederos, con tierras de su propiedad, y aldeanos, viviendo en casa y fincas ajenas.
Villanos y herederos se equipararían
en este sistema de escalafones sociales, al igual que lo harían por debajo
moradores y aldeanos. En la base de esta pirámide estarían los albarranes, forasteros sin residencia fija ni
propiedad.
La desigualdad era la norma en las relaciones de estos estamentos
sociales. Hay una gran cantidad de ejemplos en el Fuero Antiguo de Madrid del
siglo XIII, que por ejemplo imponía penas de 5 maravedís a quien hiriera a un
heredero, rebajando la pena a 1 maravedí si el herido es un aldeano (Título
XVII). En el caso de muerte la pena asciende a 100 maravedís si el muerto es un
villano, pero en el caso de que sea un criado de él, la pena podría descender a
20 maravedís (Título XIV).
En el sistema tributario las
desigualdades se agrandan si cabe aún más, influenciadas por la necesidad de
repoblar territorios en un clima de gran inestabilidad. Mientras que órdenes
religiosas, nobleza y caballeros, estaban exentos de pechar (tributar), el pueblo llano
recibía la totalidad del peso de la hacienda local. Eran los “hombres
buenos pecheros”,
quienes muchas veces vivían asfixiados por su situación fiscal y decidían
ponerse a servicio de un señor, quedando así libres de tributar.
Mientras que los sistemas tributarios eran claramente regresivos y han
evolucionado técnicamente a la moderna fiscalidad progresiva, donde pechan más
las rentas más altas, no ha pasado lo mismo con los sistemas sociales, mucho
más lentos a la hora del cambio y la adaptación. La necesidad de poseer, de ser
propietario de una casa o una hacienda para estar entre los pudientes, no ha
caído en uso desde el Medievo, tal vez como herencia de esos primeros momentos
tras la conquista cristiana.
La despoblación del campo de Madrid en el
siglo XV
La primera división de la tierra tras la conquista cristiana dejaba
fuera del reparto a los nobles y al clero, si bien las donaciones iniciales a
órdenes religiosas nunca colmaron la ambición de estos estamentos.
Las generosas tierras del común de la Villa, el campo de Madrid, serían
desde el comienzo el objetivo de esta oligarquía que, poco a poco, fue
acrecentado sus posesiones a costa de la riqueza comunal de la Comunidad de
Villa y Tierra de Madrid.
Las técnicas utilizadas fueron de
sobra conocidas hoy en día. Por un lado la rotura del
monte o la roza de tierras robadas
al común, talando los bosques cuyos aprovechamientos eran de la Villa de
Madrid. Ya sabemos que el Fuero daba ciertos privilegios a quien ejercía la
presura, un antecedente de la más actual usucapión, extensamente practicada en
el Parque Lineal del Manzanares.
Por otro lado, se usó una técnica mucho más depurada. Se trataba de
provocar la despoblación de un concejo secundario para así apropiarse de las
tierras que le pertenecieron, en vez de reintegrarlas en el común del Concejo
madrileño.
El sistema tributario, altamente regresivo, mantendría ahogada
financieramente a la pequeña clase agricultora de huertos modestos, quienes se
veían obligados a endeudarse con los prestamistas, antecedentes de los bancos
actuales. Esta situación, agravada con los designios de una climatología
voluble, sin seguro alguno sobre la cosecha, haría que muchos de ellos tuvieran
que ir vendiendo sus tierras para sobrevivir, hasta finalmente abandonar el
campo de Madrid.
Muchos prefirieron quedarse en las tierras de los nuevos dueños, siempre
de la oligarquía madrileña, como aparceros,
figura que ha llegado prácticamente hasta nuestros días en el Parque Lineal.
Además, aquellos que se ponían a servicio de un señor estaban exentos de
pechar. Una antiquísima forma de desincentivar la iniciativa empresarial para
hacer lo contrario con el trabajo por cuenta ajena.
En el siglo XV ya figuran diferentes
poblaciones como despoblados en el bajo Manzanares. Perales
e Vazalmadrid, Torre del Campo, Ribas e Algarrada, Çalmedina, Cobanubles o Abén Crespín, entre otros, son algunos de los núcleos
poblacionales del antiguo campo de la ciudad que quedaron sin almas al
finalizar la Edad Media. Concejos secundarios que hoy podemos situar con más o
menos suerte en lo que es el Parque Lineal del Manzanares.
Los
espacios del campo de la ciudad cristiano
Encinas
y carrascales en el Parque Lineal del Manzanares. Testigos del Carrascal de
Vallecas. Tramo 3 del Parque Lineal.
Tras la reconquista cristiana de la
región de Madrid, la Salmedina árabe, la fahs al-Madina,
quedaría dividida en grandes regiones que no está de más analizar para entender
un poco más el Parque Lineal medieval.
Tres son los elegidos, aunque anejos a
ellos existieron otros algo más reducidos o supletorios de aquellos. Todos
ellos fueron previsiblemente en su mayoría, bienes de uso común por todos los
madrileños durante la época árabe. Sin embargo, como ya vimos en los sistemas de propiedad en la Edad Media, sus dueños variarían tras la
ocupación cristiana, pasando a manos particulares algunos y quedando otros en
manos del Concejo madrileño.
Aquellos que quedaron en poder del Concejo también lo fueron en dos
maneras. Los que eran bienes comunes, o de uso público para todos los
madrileños, y los que eran bienes propios del Concejo, quien los podía
arrendar, vender o cualquier otra actividad que le diera un rédito económico.
La Salmedina fue, al menos
etimológicamente, la herencia directa de la fahs al-Madina árabe. De ella hemos
hablado sobradamente en su periodo musulmán y en su periodo cristiano. Fue este precisamente un bien común,
descrito oscuramente en los ejidos y abrevaderos del Fuero viejo de Madrid, quien evitó expresamente utilizar su
nombre original, de evidentes resonancias aún del enemigo islámico. Un
verdadero milagro lingüístico que la sabiduría popular lo haya traído hasta
nuestros días.
Por encima de la Salmedina, un par de terrenos que debieron pertenecer a
ella en tiempos pasados: La Heredad de Carrantona y el Carrascal de Vallecas.
La primera de ella con un nombre que ya lo dice todo, un bien privado que
formaba parte de la masa hereditaria de sus propietarios. La Carrantona ya no
era un bien común en el siglo XII.
El Carrascal de Vallecas es, probablemente, el espacio más sorprendente
de todos. Bien propio del Concejo madrileño, era un antiguo y vasto bosque de
encinas del que no ha quedado ni rastro… ¿o sí? Lo veremos en breve.
Campo
de Madrid medieval, siglos XII-XIII
El Carrascal de Vallecas
El
Carrascal de Vallecas es hoy un espacio muy distinto al que tuvo en el siglo
XIII
El Carrascal era un espacio boscoso donde existe carrasca o coscoja. Es,
en definitiva, un monte de encinas de mayor o menor porte. En el Fuero de
Madrid se nombra en el título LXXI:
LXXI.-
El carrascal de Vallecas, tal y como lo adehesó el Concejo, los molinos, el canal y la renta entera de Rivas, que allí posee el Concejo, permanezca siempre para la obra de la muralla de Madrid con arreglo a fuero […]
El carrascal de Vallecas, tal y como lo adehesó el Concejo, los molinos, el canal y la renta entera de Rivas, que allí posee el Concejo, permanezca siempre para la obra de la muralla de Madrid con arreglo a fuero […]
Vemos como el Concejo “adehesa” el Carrascal. Adehesar viene etimológicamente
del latín defessa, o defensa, lo que nos
viene a representar que el Concejo lo cercó con un muro de piedra, ramas,
etcétera, para delimitarlo claramente y permitir su explotación mediante
arriendos del mismo. Estamos claramente ante un bien propio del Concejo
madrileño.
De hecho los réditos obtenidos se
dedican a la conservación de la muralla de Madrid. Réditos que no debieron ser
pocos, puesto que de allí se sacó madera que abasteció un pequeño poblado
denominado Carbonero junto a La Torrecilla. Rendimientos que debieron obtenerse
también por la introducción de ganado porcino o por el aprovechamiento de sus
pastos.
Además, aunque estaba prohibido
introducir carros en el Carrascal, sí se podía hacer si se pagaba la renta
oportuna al Concejo. De ahí que numerosos caminos y parajes al Norte del
Manzanares se denominen “Vado de Carros”.
También de ahí viene el popular y famoso nombre de Valdecarros, zona de
ampliación urbanística que ocupará buena parte de lo que era el antiguo
Carrascal de Vallecas.
Junto a la madera, que debió ser muy
abundante, se arrendaban otros bienes propios del Concejo. Molinos,
previsiblemente en el lado del Jarama, y la renta de Rivas, muy seguramente
tierras de labranza entre el Carrascal y esta localidad, que el Concejo
alquilaba a particulares. Rivas, fortificado desde el tiempo de las atalayas árabes,
situado estratégicamente al Este del Carrascal, vigilaría la entrada a este
espacio.
El arrendamiento de este lugar y las
constantes apropiaciones de la tierra que se produjeron
en la baja Edad Media,
debieron esquilmar el monte, hasta el punto de que hoy no quede ni el más leve
rastro de que sobre esos cerros existiera un frondoso bosque ¿Qué pasó?
Como ya hemos visto, la tala del
bosque para su rotura y puesta en cultivo debió ser un hecho más frecuente de
lo que creemos, a pesar de que el Concejo lo adehesara. También vimos que el
Fuero llegaba a favorecer estas prácticas, ya que la presura colonizaba
territorio y, lo que es igualmente importante, generaba una producción agrícola
sobre la que imponer tributos. Los que practicaban la presura al final también
serían hombres buenos pecheros. Todos contentos, menos el
monte.
La necesidad de ingresos obligaría al Concejo a arrendar más y más
tierras del Carrascal, sobre el que los arrendatarios probablemente ejercieran
su santa voluntad. El resultado fue una explotación sistemática e insostenible
del bosque que, a tenor por el silencio documental posterior, consumió por
completo este enorme recurso de la Villa y Tierra de Madrid. Demasiadas coincidencias
con la época contemporánea en el Parque Lineal del Manzanares ¿Hemos aprendido
algo?
Aunque parezca imposible que crezca
nada en el terreno aparentemente yermo del espacio que ocupara el Carrascal, no
hace falta irse muy lejos para observar con sorpresa que quedan testimonios de
ese bosque de coscoja y encina cruzando el río, unos metros más allá de la
orilla derecha.
Los Migueles
En el borde Sur-Este del Carrascal de Vallecas existe el paraje conocido
como Los Migueles.
Aunque hay versiones que apuntan a que
el nombre responde a una familia de bandoleros que habitaba en el lugar, se
cree que la raíz etimológica del mismo es otra palabra de origen árabe: Nagüeles, que significa pequeña cabaña.
La explotación del Carrascal de
Vallecas bien pudo provocar el crecimiento de este tipo de tugurios, pero lo
que sin duda podría apuntar a este étimo es el hecho de que el paraje ha estado
intensamente habitado desde la prehistoria, repleto de yacimientos
arqueológicos, por lo que el lugar donde confluyen el río Manzanares y el
arroyo de los Migueles a buen seguro fue un valle agradable y provechoso para
vivir. Un valle que habría estado poblado de chozas durante todos los tiempos.
El Porcal
El Porcal en la
actualidad, con el Jarama en medio de la imagen tras su confluencia con el
Manzanares
Un poco más al sur y ya fuera del Carrascal, pasado el Soto de las
Juntas, donde confluyen Manzanares y Jarama, se encuentra el Porcal a la
izquierda de este último río.
Nombre insultante para la cultura musulmán, aunque también evidencia del
rastro que debió dejar el ganado porcino paciendo en este Soto.
Este espacio fue un bien común del
Concejo de Madrid, pero su complicada situación, a expensas de las constantes
avenidas de ambos ríos, lo hizo muy difícil de mantener, por lo que se terminó
arrendando para poder sufragar sus costosas reparaciones. Mientras, el Concejo
de Madrid alegaba no tener fondos para costear unas tierras que no les
aportaban rédito alguno.
La heredad de Carrantona
Mapa del IGN principios
siglo XX donde aparece el topónimo de Carrantona
En el espacio que ocupa Vallecas
existió La Carrantona, un paraje con un nombre propio que se repite en el
arroyo que lo cruza y que desemboca en el de la Gavia, nombre que también se
repite en los topónimos de Fuente de Carrantona y camino de Carrantona.
Carrantona es quizá un étimo musulmán de carretan, que
significa “dos barrios”, probablemente porque existieron dos núcleos poblados
en la zona.
Aunque también se piensa que la raíz
etimológica de Carrantona es prerromana, quizá carraón -un
tipo de trigo- o más probablemente por lo que veremos seguidamente, caranta, un pequeño barranco. No en balde, muy cerca
existió el poblado Carpetano de La Gavia, quienes quizá fueron sus más
antiguos ocupantes.
Este vasto espacio, fue ya heredad en los primeros momentos de la
reconquista cristiana, es decir, fueron bienes de propiedad privada.
Los documentos que los historiadores han estudiado nos ponen en la pista
del porqué de esa temprana privatización del común que el rey debió ceder al
Concejo madrileño.
Muy cerca de la Villa de Madrid, la heredad de Carrantona era territorio
difícil de pacificar. Víctima de incursiones árabes, que llegaron hasta el año
1197, y del terrorismo practicado por parte de la oligarquía cristiana, no
debió ser sencillo colonizar y hacer productivas estas tierras.
Por ello, entre el siglo XII y XIII, se producen ventas y donaciones
constantes de las tierras de la Carrantona, agrupándose y desagrupándose la
heredad en diversas ocasiones. Protagonista de esas donaciones fue la orden
religiosa de Santiago.
Los caballeros santiaguistas
recibieron de los dueños privados, por propia voluntad o a instancia de la
voluntad regia, fincas, montes, fuentes, prados y
selvas. No serían ni mucho menos las únicas propiedades de la orden
de Santiago en el Parque Linenal, destacando por su significación histórica
el Vado de Santiago el Verde.
Se buscaba así militarizar el campo de
Madrid con unas milicias religiosas que ofrecían cierta garantía ante los
constantes ataques y saqueos de los que eran víctima sus habitantes.
Cerro Almodovar
Al Este del pueblo de Vallecas, en
medio de la Carrantona, existe un paraje denominado cerro Almodovar, de
evidentes resonancias árabes, y que es étimo de al-Mudawwar, que significa redondo. En la misma
zona varios cerros se han denominado “redondo” a lo largo de las series
topográficas del Instituto Geográfico Nacional.
Allí debió asentarse un poblado
musulmán, muy cerca de la Torre
del Pedroso, que se
levantaría muy cerca del cerro Almodóvar.
La Gavia
Cerro de La Gavia, al pie
fluye el arroyo del mismo nombre
Al Sur de la Carrantona existe el conocido paraje de la Gavia. Ocupada
por el famoso poblado carpetano, la raíz de esta palabra es precisamente
prerromana y significa “barranco seco”.
El Sur de la Carrantona está plagado
de toponimia que aduce a la existencia de barrancos, probablemente los que
dejara el arroyo de la Gavia junto al Manzanares en su desagüe Cuaternario. Algunos de ellos tan imponentes como
el que aloja las cuevas de la Magdalena, pese a estar hoy amputado por las vías
del AVE.
Los Barrancos, Los Barranquillos o el tristemente conocido Las
Barranquillas, son la herencia etimológica, superviviente por increíble que
parezca, de aquellos primeros ocupantes de las tierras del Manzanares, de eso
que hoy llamamos Parque Lineal del Manzanares.
Bernardo de Gálvez en el Real Canal del
Manzanares (1784)
A raíz de la
publicación, hace unos meses, de una interesante colección de acuarelas
provenientes de un fondo inglés perteneciente a la Royal Society,
hemos encontrado este curioso grabado.
Este dibujo,
titulado “Barco navegando por alas aerostáticas. 1784. Artista desconocido“,
está ejecutado sobre papel con tinta negra, a plumilla, sombreado mediante
técnica de aguada, e iluminado parcialmente con tinta roja, también mediante
aguada.
Representa
una chalupa, -embarcación pequeña-, de unos 12 metros de eslora,
con siete tripulantes a bordo, algunos de los cuales controla el timón en tanto
que otros tres regulan con cuerdas el movimiento vertical de las velas
propulsoras, a la vez que el resto de la tripulación aparece tomando alguna
bebida de una jarra y un cántaro.
En la parte
superior del dibujo, aparece un rótulo en francés, en letra cursiva, también a
tinta negra, cuya traducción es la siguiente:
Dibujo de la
chalupa y máquina que ha servido a la experiencia hecha sobre el Canal del
Manzanares el 1º de marzo de 1784.
Más abajo, a pie de
grabado, aparece una firma rubricada: B. de Gálvez, y otro texto a lapicero,
más difuso, que parece indicar: “Boceto“.
En la nota
complementaria de esta lámina, la Royal Society indica que se trata de la
Lámina XXI, para el trabajo “Sobre un moyen de donner la Dirección a las
máquinas aerostáticas” (sic), del Conde de Gálvez (Bernardo de Gálvez y
Madrid, Vizconde de Galveston y Conde de Gálvez). Transacciones filosóficas de
la Royal Society Vol. 74 parte 2ª (1784) pp.469-470.
Se indica así mismo
que el documento original en que apareció esta ilustración tenía forma de
certificado firmado por cinco testigos del experimento de probar el barco, y
que el barco marcha con tres pares de velas operadas
manualmente, inspirándose en las alas de las aves durante el vuelo y en
las aletas y cola de los peces en la natación. Las velas han sido instaladas
sobre tres costillas o largueros de ballena asentados sobre una viga central
montada a lo largo de la embarcación mediante caballetes o bastidores.
A la vista del
dibujo deducimos que el experimento trataba de investigar nuevas técnicas de
navegación inspiradas en la observación del mundo animal, de aves y peces, lo
que llamamos biónica; apoyados a su vez en los principios físicos de la
hidrodinámica y en los fundamentos de la aerodinámica.
Teóricamente, el
conjunto de velas arrastraría la nave impulsado por las corrientes o flujos de
aire generados por las llamadas capas térmicas del aire, que son resultante de
las constantes oscilaciones de presión, volumen y temperatura del aire, y de
los consiguientes reajustes de esos valores conforme a los principios de la
Termodinámica.
Bernardo de Gálvez (1746-1786) fue un destacado militar y político
español, malagueño, que durante el reinado de Carlos III (1716-1788) desempeñó
una intensa actividad en los diversos conflictos armados de la época, tanto en
la Península ibérica como en las colonias americanas, allende los mares.
Podemos destacar su
participación en la Guerra de los Siete Años, contra Inglaterra y Portugal,
recién graduado como Teniente de Infantería.
Participó
igualmente en las guerras indias de Nueva España, contra los apaches.
De vuelta a España,
estuvo en la frustrada expedición a Argel, dirigida por O’Reilly.
Pasada una breve
etapa, destinado en la Academia Militar de Ávila, regresó a América donde apoyó
decididamente a los norteamericanos en su Guerra de Independencia contra
Inglaterra, hasta el punto de lograr total reconocimiento por parte de sus
dirigentes militares y políticos, así como del mismísimo
George Washington.
Organizó la
creación de asentamientos en la Luisiana, recibida por la Corona a cambio de la
Florida, para consolidar la colonización española en aquellas latitudes.
Algo más tarde,
entrados ya en guerra abierta contra Inglaterra, tomó la capital de la Florida
Occidental tras las arriesgadas operaciones militares que confluyeron en la
batalla de Pensacola.
Finalmente, con el
reconocimiento de Carlos III, por su heroicidad y servicios a la Corona es
nombrado Conde de Gálvez.
Tras ocho años de
ausencia, se desplaza a la Península en 1784 por breve espacio de tiempo, pues
en 1785 regresa nuevamente a América como Virrey de Nueva España.
Una vez allí,
jugará un papel crucial para la resolución de los problemas
emergentes, ya fueran los de carácter alimentario, a causa de las malas
cosechas, o los de tipo sanitario, debido a un brote de peste. Todo gracias a
sus cualidades como persona cargada de humanidad que no duda en socorrer a los
más desfavorecidos, lo que le hará merecedor de prestigio y admiración entre la
población, que mostrará una enorme simpatía hacia él.
Por
desgracia, poca andadura pudo realizar en su nuevo cometido ya que
una dolencia que arrastraba se lo impidió, y fallecido a la temprana edad
de cuarenta años (30.XI.1786), fue enterrado en una iglesia franciscana de la
ciudad de México.
La imagen que comentamos pertenece al breve espacio de
tiempo que durante el año 1784 permaneció en España, antes de su
retorno definitivo a América.
Como hombre ilustrado y liberal que
era, -se dice que quizás afrancesado, ya que su primera formación militar la
recibió en Francia, donde sirvió un tiempo-, el afán de la época por aplicar
los nuevos inventos revolucionarios -como fue entre otros la máquina de vapor-,
le llevó a diseñar el tipo de experiencias que nos muestra el grabado.
Queda por enmarcar el lugar donde
se desarrollaron tales experimentos. Un autor coetáneo, Antonio Ponz
(1725-1792), aragonés y hombre ilustrado, en el Tomo V de su obra “Viaje de
España”, publicado en 1793, nos describe el estado en que se encuentran las
obras del Real Canal por las fechas en que lo recorre (1777).
Antonio Ponz, gran entusiasta del
proyecto, dice que se han concluido dos leguas y hay otra ya excavada de
terreno, para un total previsto de cuatro leguas. Siete esclusas están
acabadas. La última en el Prado Zurita.
En las cuatro primeras hay instalados
sendos molinos hidráulicos. Dieciocho barcos se encargan del transporte de
yeso, piedra de mampostería y pedernal. Los daños de la tromba de agua del 23
de septiembre de 1776, que sacudieron la zona, ya han sido reparados.
Esto es lo que nos
cuenta, Ponz. En realidad, desde que se retoma el proyecto en 1756, reinando
Fernando VI, un plan tras otro irán quedando inconclusos; ya sea por falta de
accionistas ya sea por dificultades técnicas, todo acaba en quiebra. El último
de ellos, de Pedro Martinengo (1769) recibe la aprobación de Carlos III hasta
que, quebrada la compañía concesionaria, ha de hacerse cargo la Real Hacienda
de su administración.
De 1786 a 1803
prosiguen los trabajos, afrontando filtraciones, cienos, inundaciones, pleitos
por la adquisición de terrenos, etc. hasta que la Guerra de Independencia
(1808-1814) provoca un gran parón así como el deterioro o destrucción de muchas
de sus instalaciones.
Pasada la guerra,
entre 1817 y 1825, ya reinando Fernando VII, se reinician los trabajos y
proyectan los puentes y esclusas restantes que han de culminar la obra del
Canal, hasta alcanzar el previsto embarcadero de Vaciamadrid. Pero la aparición
de los proyectos ferroviarios dará al traste con todo.
Finalmente, las
instalaciones y terrenos se irán arrendando o subastando, durante el
reinado de Isabel II, y todo acabará como un sueño o deseo irrealizado.
Deducimos de todo
ello, que las pruebas de navegación que se hicieron en 1784, impulsadas por
Bernardo de Gálvez, discurrieron forzosamente por el tramo comprendido entre la
1ª y 7ª esclusas, posiblemente en la zona más próxima al casco urbano
madrileño.
..............................................................................................
No hay comentarios:
Publicar un comentario