sábado, 7 de marzo de 2020


LA PREHISTORIA EN MADRID:

introducción y contenidos





La región madrileña hace 500.000 años

Gracias a los yacimientos de Áridos, en Arganda del Rey, sabemos que otra especie del género Homo ya habitaba la región madrileña hace unos 500.000 años. Tras ellos dejarían su rastro otros seres humanos a lo largo de todas las etapas de nuestra prehistoria. A partir de ese momento los valles de nuestros ríos, Manzanares y Jarama, serían escenario privilegiado de una evolución que nos llevaría hasta ser los hombres que hoy somos. Madrid se descubriría como una de las capitales paleontológicas del mundo.
En estos capítulos tratamos de unificar este lento devenir desde las últimas teorías evolutivas hasta los yacimientos más representativos, descubiertos en los cursos bajos de nuestros ríos, porque la única manera de entender quiénes somos es la de conocer primero quienes éramos.

Introducción: El origen prehistórico de la región de Madrid




Introducción a estos capítulos sobre la prehistoria madrileña. De los orígenes de la humanidad a la clave de nuestra supervivencia como especie. El simbolismo del H. sapiens.

Los albores del género Homo. Los humanos han poblado la Tierra desde hace unos 2,5 millones de años. El género Homo se compone de un buen número de especies de humanos de las que sólo queda una no extinta, la del H. sapiens. Veamos esa evolución.

El paisaje madrileño tiene un origen geológico remoto, cuando hace 66 m.a. la Orogenia Alpina fracturó la vieja meseta castellana dando origen a la Sierra de Guadarrama y a la Cuenca de Madrid. Posteriormente la apertura al mar de esta cuenca, terminó de definir el paisaje actual. Para entonces ningún ser humano había existido sobre la Tierra. Para cuando lo hagan, dejarán su huella junto al fenómeno geológico de las Terrazas de Manzanares y Jarama, por las que Madrid goza de importancia mundial a nivel paleontológico. Mientras, los cambios climáticos y la sucesión de glaciaciones y periodos templados curtirán la historia de los primeros hombres que aquí habitaron.

Paleolítico: hace 500.000 años


Los primeros humanos de Madrid: Los yacimientos de Áridos en Arganda del Rey.
Los históricos yacimientos de Áridos en Arganda. Dos elefantes antiguos sirvieron de alimento al H. “heidelbergensis” a orillas del Jarama. Es el yacimiento humano más antiguo de la Comunidad de Madrid.

Las industrias líticas de las primeras especies humanas. Las herramientas de piedra.
Desde el primer momento el hombre modifica su entorno para adaptarlo a sus necesidades. Las industrias líticas surgen con la propia humanidad, cuando talla la roca para conferirle una forma útil a sus necesidades. En estos capítulos repasamos las técnicas y herramientas de piedra que fueron usadas durante nuestra prehistoria.
Choppers, bifaces, raederas y una larga tipología de herramientas hechas normalmente en sílex, fueron muy comunes y abundantes en los valles del Manzanares y Jarama, al disponer del material necesario para el desarrollo de esta tecnología.

Paleolítico: hace 300.000 años



El elefante de Transfesa. Un descubrimiento en el VillaVerde Bajo de los años 50.
En los años 50, durante unos trabajos de explanación en la empresa Transfesa, aparecen unas grandes defensas de un tipo de animal nunca visto en nuestro país.
Se trataría de dos elefantes, encontrados en VillaVerde Bajo, muy cerca del río Manazanares. La noticia fue portada de los noticiarios de una España gris, que todavía escribía su historia en un solo color.

Los primeros talleres de sílex: Charco Hondo de Vicálvaro y El Quemadero de Rivas.
El interfluvio entre los ríos Manzanares y Jarama ha sido uno de los más importantes lugares para la extracción del sílex del Paleolítico. Los yacimientos de “Charco Hondo” en Vicálvaro y “El Quemadero” en Rivas-Vaciamadrid, son dos buenos ejemplos de ello.

Fauna de otros tiempos: yacimientos de la Salmedina y Preresa.
La fauna que poblaba los ríos madrileños en el Paleolítico poco o nada tenía que ver con la que acostumbramos a ver ahora. Mamuts, rinocerontes lanudos y elefantes fueron llamativos ejemplos de como la evolución adaptaba a las especies conforme se producían los abruptos cambios climáticos de las glaciaciones e interglaciaciones cuaternarias.

Paleolítico: hace 230.000 años



Neandertales: el último hombre europeo.
Antes de la llegada a Europa del Homo sapiens, los neandertales eran los dueños de la parte del mundo que hoy habitamos. Los restos de los elefantes de Arganda fueron dejados ahí por el Homo heidelbergensis, el antecesor del Neandertal.
Recientemente hemos descubierto que podrían ser sucesores del linaje del Homo antecesor, encontrado en Atapuerca. Las razones de la extinción de esta especie humana sigue siendo hoy un misterio.

Mesolítico: hace 10.000 años



Neolítico: el gran cambio de la humanidad.
La edad de la “piedra nueva” supone el mayor cambio de la humanidad en su historia, y pone punto final al más largo de todos sus periodos: el Paleolítico.
El ser humano descubrirá la agricultura y la ganadería, sucediéndose desde entonces una larga transformación social que convertirá al hombre en su propio productor. La cerámica, descubierta en los comienzos de este periodo, será testigo desde entonces de la práctica totalidad de la historia humana.

La Deseada de Rivas: el primer neolítico madrileño.
Durante la prolongación de la línea 9 de Metro por Rivas-Vaciamadrid, se descubren los restos de varias cabañas y pozos de almacenaje para el cereal. Marcan un punto y aparte del hombre que habitó nuestra región y suponen el comienzo de las nuevas costumbres neolíticas.
Sin ser un yacimiento espectacular, si es excepcional, puesto que la región madrileña tiene una marcada escasez de yacimientos neolíticos tempranos.

Neolítico: hace 7.000 años



Casa Montero: la primera mina de sílex neolítico estaba en Vicálvaro.
Cuando avanzaban las obras de la M50 entre Vicálvaro y Rivas-Vaciamadrid, un yacimiento neolítico obligaba a parar las obras primero y a cambiar el trazado después de esta carretera de circunvalación. La importancia del hallazgo obligaba. Se trataba de la mina de sílex neolítico más antigua de la Península y la segunda más antigua de Europa.

Las Edades de los Metales: hace 2.000 años



La cerámica Campaniforme y la llegada de los metales.
Este tipo de cerámica está asociado a la llegada de los metales y a un cambio cultural que ya sería la antesala de la Historia. Primero el cobre y luego los más duros bronce y hierro, significarían nuevas herramientas y nuevas armas que cambiarían el mundo conocido.

La llegada de la Historia: 179 a.C.



Carpetanos.
La tribu carpetana, que habitó el centro peninsular en las actuales provincias de Madrid, Toledo, Cuenca y Guadalajara, será el rompeolas de nuestra prehistoria. Este pueblo, cruce de caminos entre las diferentes culturas de la Península, serán finalmente absorbidos por los romanos. En nuestro entorno destacan los yacimientos de La Gavia (Vallecas) y Miralrío (Rivas-Vaciamadrid).
Historia de Madrid desde sus ríos: el Manzanares y el Jarama
Los valles de los ríos Manzanares y Jarama han sido desde la Prehistoria protagonistas de la Historia de Madrid. Hoy en día, sus yacimientos arqueológicos y su formidable Patrimonio histórico corren serio peligro, y se ven reducidos cada día más por la presión urbana.
En el ánimo del Grupo de Investigadores del Parque Lineal del Manzanares (GIPL) está, que esa memoria y ese Patrimonio nunca se pierdan; por lo que abrimos aquí una serie de capítulos que describen el paso de la Historia por la cuenca baja del Manzanares y su Parque Lineal, por la cuenca de los ríos Jarama y Tajuña, y por el Parque Regional del Sureste. Describiremos aquí las importantes huellas de la historia dejada en el entorno, única en muchos casos en la Comunidad de Madrid.


Los cantiles del Espolón de Vaciamadrid están repletos de historia

Hace 5 millones de años, la cuenca del Manzanares era un gran mar interior, algo parecido a unas lagunas poco profundas en un ambiente subtropical. Apenas habían aparecido los primeros homínidos sobre la tierra cuando, por razones geológicas externas, esta enorme laguna endorreica encontró salida al mar Atlántico. La erosión provocada por el torrente y el arrastre de sedimentos precipitados durante miles de años, fue formando las Terrazas del Manzanares, transformando el mar en un río al que se acercaba a beber buena parte de la fauna del lugar. Uno de los ejemplos más conocidos es el del elefante de Transfesa, o elefante de Villaverde Bajo, que se situaría en este período.

Colmillo de elefante. Yacimiento paleolítico de Butarque.

Al final del Cuaternario, hace 100.000 años, en el Paleolítico medio, hombres neandertales ocupan las terrazas más bajas y próximas al río, hoy perfectamente visibles, dejando un rastro inconfundible en lo que fueron las antiguas orillas del Manzanares, unos 18 metros por encima de las actuales riberas. A esa época pertenecería el yacimiento neandertal de Butarque, hoy desaparecido, o los de la Gavia II, también destruidos. El yacimiento de Pista de Motos tendría también restos incluso anteriores a esta época.

Catas arqueológicas en VillaVerde Bajo, margen derecha del Manzanares, 2006

La ganadería y la agricultura se extienden en el Neolítico (6000 – 3000 a.C.), levantándose las primeras cabañas a orillas del Manzanares. Las obras del Colector derecho del río sacaron a la luz silos, basureros, cerámica, sílex y restos de fauna doméstica perteneciente a ese período en las terrazas media y baja de Villaverde.

Cuevas excavadas en entorno cultural del Hierro. Tramo III del Parque Lineal

Con la entrada de la Edad de los Metales (Calcolítico, Bronce y Hierro) irrumpe un cambio demográfico que obligará a luchar por los recursos. El hombre se irá haciendo más sedentario y el entorno se volverá inestable, por lo que sube a los cerros y vive en ellos o en el interior de cuevas artificiales, receloso de sus propios congéneres. Del Calcolítico y del Bronce resta una gran representación en el yacimiento de Pista de Motos, en Villaverde, hoy ocupado por el Estanque de tormentas de Butarque.
Encaramados a la cima de los cerros, a partir del Hierro II (600 a.C. – 218 a.C) los carpetanos erigen poblamientos en espolones defensivos próximos a los ríos. Existen restos de varios poblados de espolón en el Parque Lineal del Manzanares, que más al Sur, en el valle del Tajo, debieron ser muy numerosos. Podemos destacar el de La Gavia o el de Miralrío; el primero parcialmente conservado y el segundo convertido en un centro de interpretación, en Rivas.

Una pila romana tallada en piedra. Yacimiento de La Torrecilla (Getafe).

En el período romano (Edad Antigua) y  tras la Pax Augusta, las poblaciones van siendo obligadas a bajar a los llanos, deshabitándose los cerros al ganarse seguridad en las nuevas urbes. Al margen de éstas, surgen centros aislados en torno a explotaciones agropecuarias, piscifactorías y minas, cuyo máximo exponente constructivo son las villae rusticae, villas rústicas romanas, que con la paulatina decadencia del Imperio y las invasiones bárbaras, constituirán los últimos baluartes de una cultura en descenso a la par de las grandes ciudades, como Consabura, Toletum o Complutum, en nuestro contexto carpetano. En el Parque Lineal se han estudiado dos; la Villa Romana de Villaverde Bajo, con restos de dos fases de ocupación, y la Villa Romana de La Torrecilla, en término de Getafe.
La decadencia del imperio acompaña a sus villas; la de Villaverde es abandonada finalmente en el siglo IV, cuando las villae se van degradando y derivan hacia el tugurium, cuya raíz lingüística viene dada de esa época. Los visigodos y demás pueblos centroeuropeos (Alta Edad Media) que se hacen con el solar hispánico, reutilizan las villas de manera marginal, devastándolas. Es una época inestable y las villae en llano y sin fortificar no son lugares recomendables para vivir, iniciándose la creación de pequeños ejércitos particulares como medida auxiliar de protección.  Frecuentemente serán arrasadas y en las excavaciones actuales así se constata, por las capas de ceniza que aparecen en su estratigrafía.
La necrópolis de El Jardinillo, junto a villa de La Torrecilla, es uno de los restos visigodos descubiertos en el Parque Lineal.

Bodegas de época medieval en el ámbito de la Salmedina.

Los musulmanes (Edad Media) no tardarán en saltar a la Península Ibérica, tras diversos intentos fallidos, a través del Estrecho, en el año 711; invadiéndola en poco tiempo ante la escasa resistencia de sus anteriores ocupantes. Existen vestigios de su llegada al área madrileña en los primeros momentos de la conquista. Las anteriores urbes romanas son a menudo reutilizadas y fortificadas. Pocos núcleos de población hispano-romana quedan fuera de su dominio, recluidos en la franja norte peninsular, desde donde se iniciarán incipientes movimientos de recuperación del territorio, período que conocemos con el nombre de Reconquista, de varios siglos de duración (s.VIII-s.XV).
Mayrit (Madrid), fundación de Muhamad I, queda en la Marca Media andalusí, tierra fronteriza intermedia. El paisaje se inunda de atalayas militares de defensa y vigilancia, controlando los accesos y caminos que confluyen en Toledo y Talavera, siguiendo el curso de los ríos. Dentro del Parque Lineal encontramos varias de estas construcciones, como son La Torrecilla, la Torre de Aben Crespín, la Torre del Pedroso, la Torre Rubia, la Atalaya del Recuenco, etc. cuyo rastro nos ha llegado a través de la vía documental o por la toponimia.
Aparece en este momento por primera vez en la historia, “con personalidad y límites propios”, el Parque Lineal del Manzanares. Llamado en árabe fahs al-Madinat, o Campo de la Ciudad; dehesa del común destinada a uso ganadero, como lugar de pasto y abrevadero, por la población mayrití, de antes y después de la repoblación, ya con el Fuero Viejo cristiano.
El período cristiano (Baja Edad Media), iniciado en Madrid a partir de 1085, tras la toma de Toledo y territorios dependientes por Alfonso VI, se abre con la repoblación y fortificación de esta parte de la Transierra.
Hasta que no se alcanza la línea del Guadalquivir, -toma de Sevilla, 1249-, y se rebasan definitivamente las líneas del Tajo y del Guadiana, esta es una tierra de frontera sometida a la inseguridad e inestabilidades. Madrid se fortifica ampliando el recinto originario musulmán, metiendo tras sus muros algunos arrabales; mientras su campo, el Campo de Madrid, coincidente con buena parte del Parque Lineal, es escenario durante algún tiempo, de razzias o aceifas musulmanas y de pugnas territoriales entre los mismos repobladores cristianos, con Ávila y Segovia.
La población vive atemorizada. Quien no vive tras una muralla tiene menos seguridad, y los que deciden hacerlo a orillas del bajo Manzanares habitan en casas agrupadas en torno a las torres militares y de propiedad rústica que defienden ese espacio.
La Villa y Tierra de Madrid constituida, está organizada en cuatro Sexmos: Aravaca, Villaverde y Vallecas, además del de la propia Villa. Y se rige por un fuero otorgado por el monarca y aplicado por el Concejo, que se llamará Fuero Viejo, hasta su sustitución por el nuevo Fuero cisneriano, siglos después. La época feudal de la implantación señorial confluye con la consolidación de la monarquía absoluta.
La Edad Moderna (1.492) supone un gran cambio para Madrid. En 1561 Felipe II la convierte en sede administrativa de su imperio, momento desde el cual no dejará de crecer y de ser protagonista de la Historia de España.
A caballo entre el final de la Edad Moderna y el comienzo de la Edad Contemporánea, las ideas ilustradas sobre progreso tecnológico y confianza en la Ciencia, se plasman aquí en una fenomenal estructura hidráulica que pretende poner a Madrid al nivel de las cortes europeas, convirtiéndola en “puerto de mar”. Se concibe el Real Canal del Manzanares, como un plan hidráulico para alcanzar Lisboa; cuyos restos arqueológicos permanecen casi al completo en el Parque Lineal del Manzanares.
España entra violentamente en las ideas ilustradas. Se debaten acaloradamente progreso y tradición como en tantos otros períodos de su Historia. La Guerra de la Independencia arrasa buena parte de las instalaciones del Canal del Manzanares, que serán reconstruidas por Fernando VII tras el conflicto. No servirá de mucho; la imagen de la monarquía no pasa por sus mejores momentos. En tanto, la primera línea férrea llega a Madrid, y el viejo sueño se disipa, condenando al abandono el proyecto y las obras emprendidas, para siempre.

Nido de ametralladora nacionalista junto al Arroyo Culebro -Posic.Los Yesares-, en la vertiente derecha del Manzanares. Tramo III del Parque Lineal

Hace tan solo setenta años, sonaron de nuevo truenos de guerra junto al Manzanares, volviendo el hombre a cubrirse tras las rocas, en trincheras y refugios incrustados entre los cerros del Parque Lineal. Creemos adecuado acabar por ahora este relato, con la peor de las guerras que ha vivido España. La Guerra Civil Española convertirá durante años el país en un solar, desde su comienzo y hasta mucho después del conflicto. El Manzanares servirá de foso a la República para defender Madrid de la sublevación militar, dejando una inusitada cantidad de restos bélicos por cualquier parte del Parque Lineal que visitemos.
Pocos años después, en las décadas de los 60 y los 70 se produce una reocupación de las cuevas que el hombre habitara desde la Prehistoria. Las casamatas y refugios de la Guerra Civil, serán también reutilizados como infravivienda, cual chabolas y paupérrimos chamizos. El Parque Lineal vive una involución de miles de años de la que también ha quedado un rastro indudable.
En los últimos 30 años el Parque Lineal ha sido usado como lugar propicio para la instalación de infraestructuras de suministro de energía, transporte, saneamiento, vertedero o reciclaje, degradando hasta niveles nunca vistos este paisaje, asolando ecosistemas y yacimientos históricos de todo tipo, y en definitiva, desencadenando la completa destrucción del espacio que hasta aquí hemos descrito. Aun así, se viene planeando la acometida de nuevas obras de infraestructura de ocio y de transporte que, a la postre, significarán la liquidación definitiva del Parque Lineal del Manzanares.
Vemos, pues, que la Historia del Parque Lineal del Manzanares se continúa escribiendo en este mismo instante, con mal signo. Todos somos hoy, al fin y al cabo, prehistoria que tendrá el futuro. Y tenemos la importante responsabilidad de que nuestra huella no borre la huella de nuestros ancestros.

El origen árabe de Madrid (Mayrit)


Lienzo de la muralla árabe de Madrid. Parque de Muhammad I

principios del siglo VIII los musulmanes penetran en la península venciendo la poca resistencia de la defensa visigoda y gracias a la traición de algunos nobles. Es probable que esta colonización fuera lenta y el producto final una síntesis de ambas comunidades, la invasora y la invadida, al menos en la mitad inferior peninsular. Pasado un tiempo, esta fusión adquirirá personalidad propia con el nombre de al-Ándalus, denominándose así el vasto territorio bajo dominio islámico hasta su expulsión en 1.492.
No acabado el siglo VIII los núcleos cristianos dispersos por el Norte empiezan a organizarse, iniciando una etapa de avances y retrocesos mediante luchas territoriales en pro de incrementar sus territorios y formar pequeños reinos, rivalizando entre sí y frente al supuesto enemigo común. Las zonas fronterizas serán puntos candentes de litigio donde la población se siente insegura. El valle del Duero se mantiene despoblado durante décadas, y no será hasta la formación de núcleos fuertes y líneas de castillos que ganen seguridad, a medida que avance el proceso llamado Reconquista, sujeto a bastante controversia.
En todo ese tiempo se producirá una lenta mezcla de culturas que llegan tanto desde Europa por el Norte, como desde África y Asia  desde el Sur, que termina dejando una impronta indeleble en todo el territorio de lo que luego será Madrid y, lo que aquí nos ocupa, en la cuenca baja del Manzanares, que hoy ocupa el Parque Lineal. La toponimia e incluso la división administrativa del territorio que crearan los árabes, ha llegado en cierta medida hasta nuestros días, al igual que ellos se encontraron con la herencia de la cultura romana, red de comunicaciones, obras públicas, urbanismo, modelos de explotación agrícola y ganadera, e incluso el Derecho y las fórmulas de propiedad, que también asimilaron los godos a través de su Código de Eurico, Breviario de Alarico y otras legislaciones.

El Madrid Musulmán


Al-Ándalus sobre el año 1.000. La franja fronteriza se divide en tres grandes Marcas: la Marca Inferior, la Marca Media y la Marca Superior

Los árabes llegan a la actual región de Madrid poco tiempo después de la invasión, que van culminando siguiendo el derrotero que les indican las calzadas romanas, aunque no será hasta el año 852 cuando Muhammad I, quinto emir independiente de Córdoba, hijo de Abderramán II, construya en una colina situada en la margen izquierda del río Manzanares, donde hoy se asienta el Palacio Real, un puesto militar para control y vigilancia del paso hacia el puerto de Guadarrama (Puerto de Balat Tomé-Tablada). En esa misma época también ordena la creación de reductos fortificados en Talamanca, Medinaceli y Esteras. Mayrit, nombre del reducto militar, surge pues, como enclave castrense inserto en la Marca Media de los territorios fronterizos de al-Ándalus que, junto con la Marca Inferior y la Marca Superior, constituirían la franja fronteriza desde Cáceres hasta Teruel, pasando por Toledo, Cuenca y Guadalajara. La Marca Media tenía como capital a Toledo y llegaría hasta la transierra madrileña, o pie de monte de la sierra de Madrid, auténtica frontera natural entre las Submesetas.
La repoblación colonizadora es la mejor manera de asentar y defender un territorio, y ese fue precisamente el papel que le incumbió a Mayrit. Su misión era doble; por un lado como primera línea contención de los ataques y cabalgadas de los cristianos, y por otro, sería en algún momento la base de partida de las razzias y aceifas musulmanas emprendidas cual operaciones de castigo, a partir de la primavera, hacia el norte. Las fronteras se defendían bajo encomienda especial, por determinados nobles designados directamente por los monarcas y dignos de su plena confianza. No en vano eran las llaves del reino.
El título de Marqués, de origen cristiano, nació de esta manera. El que guarda la Marca. Marca medieval con sus lindes territoriales perfectamente señaladas, marcada por la red de torres y castillos a cuyo abrigo iban surgiendo las poblaciones que hoy conocemos, por ejemplo, en toda Castilla La Vieja. La Raya medieval es la línea divisoria entre entidades menores, municipios, sexmos, etc. señalada por mojones. El dicho “pasarse de la raya”, es herencia directa de aquella época.

Muralla y Almudaina. Defensa y ciudad en Mayrit

Los lugares donde encontrar parte de la muralla que se amplió sobre los arrabales son inverosímiles. En la foto restos conservados en la bodega de una taberna madrileña. La legislación protege estos restos y es obligación de todos mantenerlos.

La Kora o distrito mayrití, estaba integrada en el sistema defensivo árabe, abarcando un ancho frente entre el Guadarrama y Somosierra. Siguiendo el valle de los ríos Guadarrama, Jarama, Henares y Manzanares, se articulaba un sistema de atalayas o torres vigías que servían de mecanismo de alerta y prevención de los ataques cristianos, así como de control de paso de viajeros y mercancías, a la vez que, en algunos puntos, constituían lugares de acampada (Askar) para las propias huestes en las campañas guerreras.
Estas atalayas generaban una red efectiva de comunicación, resguardada por partidas campesinas de alquerías cercanas, que usaban las torres para resguardarse en caso necesario, con servidores fijos mantenidos por la población local. Se mantenía así una red viaria segura y por lo tanto transitable, entre Zaragoza y Mérida, plenamente integrada en la Marca Media, que favoreció el desarrollo económico en una época altamente inestable. Gracias a eso, Madrid prosperó y fue creciendo, transformándose de una pura guarnición militar en una población más populosa que fue elevada a la categoría de madina (medina, ciudad)  al poco tiempo.
No cabe pensar en un anterior asentamiento previo al Mayrit musulmán, al menos de cierta entidad. Sí pudieron existir lugares de habitación, pequeños núcleos visigodos o incluso árabes, a orillas del antiguo arroyo de San Pedro –hoy calle Segovia- en la zona de las Vistillas.
Nunca se ha demostrado que en el recinto histórico del Madrid medieval pudiera haber existido un vicus un otro tipo de poblamiento visigodo, si bien los hallazgos dispersos de cerámica u otros materiales arqueológicos, dispersos y casuales, pueden darse en cualquier sitio sin que necesariamente haya existido una aldea.
Primera muralla árabe siglo IX y posterior ampliación posiblemente cristiana a los arrabales. Segunda muralla, cristiana, siglo XIILa teoría sobre la previa existencia de un poblado romano o visigodo es meramente especulativa y sin fundamento. Desde época de los Austrias se trató de adjudicar un “origen más noble” a la Capital del Reino,  ajeno a la intervención de “muslimes y turcos”, enemigos declarados del Imperio Español de Felipe II.

El baluarte militar de Mayrit se organizó entre dos importantes núcleos muy cercanos entre sí. Por un lado estaría el alcázar o fortaleza para las tropas, situado al norte, sobre los terrenos que hoy ocupa el Palacio Real, con su propia muralla. Por otro lado, al Sur del cerro se situaría la al-Mudayna, o “la ciudadela”, donde la población civil viviría separada por una pequeña vaguada -la Cava de Palacio- fortificándose de manera independiente e impidiendo así sublevaciones de la población mayoritariamente bereber.
El nombre de la catedral de la Almudena no es casual, y se refiere al nombre árabe del asentamiento civil que hoy es ocupada por el templo cristiano y que entonces llegó a contar con su propia mezquita mayor,  Mezquita Kebira, luego acristianada como iglesia de Santa María y finalmente solar entre viviendas, ya que fue destruida en el siglo XIX para hacer una manzana de casas, desplazándose el culto religioso al solar vecino que hoy acoge la catedral de Madrid.
La separación de los dos núcleos desaparecería posteriormente con una  muralla conjunta que englobaría todo el recinto, mientras en el exterior se incrementarían los arrabales extramuros a partir de casas de labor o viviendas junto a los caminos de acceso a la ciudadela. Igualmente surgieron barrios en torno a los monasterios de San Martín y de Santo Domingo, así como  las colaciones en torno a las parroquias. El Fuero Viejo hace fiel recuento de todas ellas.
El  primer recinto amurallado se amplió en un momento indeterminado a un segundo recinto. Probablemente  en un plazo no muy tardío, tras la conquista cristiana, pues por necesidades lógicas de la guerra se hacía necesario, además de la necesidad sobrevenida tras el aumento de población que fue acogiéndose tras ellas. Además de mesnadas de guerreros, repobladores castellanos, repobladores francos de los reinos pirenaicos, comerciantes y artesanos de diversos oficios, familias de mozárabes se acogieron al modo que hemos visto en otros puntos del territorio, huyendo de las zonas en conflicto; lo que hoy llamaríamos líneas del frente. Valle del Tajo, en primer término.

El nombre de Madrid y los viajes de agua

Dibujo de Van Den Wijngaerde en 1562. A la izquierda el alcázar y a la derecha lo que fue la almudaina, con la puerta de la Vega. Se aprecia un estado bastante irregular en la muralla, ya en progresivo abandono.

Para el abastecimiento de agua de Mayrit, los árabes diseñaron un sistema por medio de canales subterráneos que lo traían desde fuentes y manaderos lejanos y era conducido mediante alcantarillas con respiraderos hasta el mismo corazón de la ciudad, donde la población la recogía en las fuentes y caños públicos. Recientemente se han restaurado en la Plaza de la Ópera, los Caños del Peral. Se llamaban viajes de agua, una palabra que deriva del latín via aquae. Las fuentes eran mantenidas en buen uso por los fontaneros, oficio que encuentra aquí su inicio.
Se piensa que Mayrit, derivaba de que el lugar se llamaba Matric en lengua romance, proveniente del latín Matrice o “madre de aguas”, aludiendo al arroyo de San Pedro que discurría entre los dos cerros (hoy barranco de la calle de Segovia). Los musulmanes traducirían este término por el de mayra, o “madre de aguas”, más el sufijo mozárabe -it, que significa “abundancia” (del latín -etum).
Vuelven a ser explicaciones algo especulativas., aunque en árabe, foggaras, juttara o mairas, sirve para denominar estas obras subterráneas.
Ambos términos convivirían probablemente hasta la conquista cristiana, evolucionando el nombre según las facilidades de la población en cada momento para pronunciar de una u otra manera: MatricMayritMagerit o Matrit, que aún se conserva en el gentilicio.
En cualquier caso, disponer de agua potable fue fundamental para la fundación de Madrid, e igualmente la construcción de la red de viajes de agua para la reconducción desde los veneros y fuentes. Muchos viajes de agua siguieron funcionando hasta casi nuestra época, abasteciendo algunas  de las fuentes que encontrábamos antaño diseminadas por las plazuelas y calles de Madrid, como la de la Calle de Alcalá, junto a Correos, por recordar alguna. El primer escudo heráldico de la ciudad recoge estas dos cualidades, aludiendo al agua y a sus murallas de sílex (perdernal), roca mineral que desprende chispas al choque con un eslabón, que aplicado la yesca seca, sirve para encender fuego.
Fui sobre aguas edificada
Mis muros de fuego son

En torno al año 1031, algunas regiones de al-Ándalus se van desmembrando del poder central de Córdoba y proclamando su independencia, adoptando la forma de pequeños reinos de taifa. La presión cristiana va haciendo mella sobre las Marcas musulmanas y en el año 1.085 Alfonso VI se apropia del área madrileña tras la caída del reino de Toledo, transformando este espacio en un sistema político y social diferente, pero aún heredero de las estructuras de su pasado islámico.


La Villa y Tierra de Madrid – El Fuero de Madrid


La apropiación del campo de la ciudad heredado de los árabes llega a nuestros días. Coto de caza en el Parque Lineal junto a la raya mojonera de Madrid. Puertas al campo de la ciudad.

Por muy lejano que nos parezca, las relaciones humanas y la propiedad de la tierra en la Edad Media, dibujaron las bases de las sociedades actuales. Especialmente visible es la huella dejada en aquellos reductos no devorados por la insaciable urbanización de nuestros tiempos que, como el Parque Lineal del Manzanares, además fueron parte imprescindible de la historia medieval de la Comunidad de Villa y Tierra de Madrid.
Nuestro Parque Lineal del Manzanares fue parte importante de esa Tierra de Madrid. La nueva Salmedina cristiana se edificaría sobre los terrenos conquistados de la fahs al-Madina musulmana, comenzando una complicada colonización de un rentable y vasto territorio que se tiñó de violencia e inseguridad durante varios siglos.
La pacificación del territorio fue por tanto materia de obligada y previa observancia a su efectiva colonización, para lo cual el rey cede terrenos a milicias religiosas. Hasta hoy llegan sus rastros en el Parque Lineal del Manzanares, el antiguo campo del Madrid medieval.
La necesidad de financiación de los débiles y militarizados Estados emergentes, asfixia a los pequeños agricultores, que ven como una clase poderosa y terrateniente se va haciendo con el control de la mayoría de fincas hasta entonces en el ámbito del control del Concejo madrileño. La despoblación y el empobrecimiento de la cuenca baja del Manzanares es cuestión de unas pocas décadas.
Con más o menos variaciones ese espacio llega a nuestros días, con topónimos o herederos que vienen directamente de ese campo de la ciudad medieval. Con vallas y puertas que cierran los campos desde el monte hasta el río, como símbolo de aquellas tierras que un día fueron del común de los madrileños y que en la Edad Media se perdieron para convertirse en propiedades privadas.

La Comunidad de Villa y Tierra de Madrid

El alfoz o territorio madrileño durante la Edad Media, quedó vinculado a la Villa formando una comunidad con personalidad propia. El mecanismo según el cual fueron agregándose tierras al Concejo madrileño conformó su territorio medieval, llegando incluso a influir sobre los sistemas de propiedad que existen hoy en día en el Parque Lineal del Manzanares, el antiguo campo de Madrid.
El primer momento tras la conquista cristiana seguramente pobló los antiguos lugares de habitación musulmanes. Esto no sólo sucedió en las poblaciones mayores, como Mayrit, sino también atalayas y alquerías árabes, que a buen seguro fueron espontáneamente ocupadas por los caballeros cristianos.
Por otro lado, tras la conquista, las tierras quedaban vinculadas al rey y eran de su propiedad. Sin embargo el monarca, obligado a articular sus nuevas posesiones, haría concesiones territoriales a los diferentes concejos, entre ellos el madrileño.
Dentro de las donaciones reales a los antiguos núcleos de población musulmanes, ahora cristianos, los bienes concejiles se dividieron en propios y en comunales. Los primeros eran propiedad del Concejo madrileño, quien podía arrendarlos o incluso venderlos, sirviéndoles para financiar el gasto público.  Los segundos, los bienes del común, eran de especial importancia, puesto que gozaban de libre acceso para personas y ganado, suponiendo además una vasta variedad de aprovechamientos libres de pago para todos los vecinos de Madrid.
La explotación de este enorme alfoz hizo que las antiguas alquerías árabes que en él existían, generaran auténticas poblaciones que llegaron a concentrar cierto número de habitantes. Son los denominados concejos secundarios, a quienes el Concejo madrileño también cede parte de los terrenos. Aunque la mayoría de estos concejos secundarios terminaron desapareciendo por las causas que analizaremos en este capítulo, otros fueron el germen de las poblaciones que hoy rodean el Parque Lineal del Manzanares. Perales del Río, Vaciamadrid o VillaVerde son claros ejemplos de ello.
Pero los caballeros, y especialmente las milicias de las órdenes religiosas, recibirían importantes donaciones de propiedades por parte del rey, e incluso de particulares instados muchas veces por aquel. El motivo no era otro que el de pacificar un territorio prisionero de una creciente inseguridad, inmerso en razzias musulmanas o en actos de terror cristiano. El campo de la ciudad cristiano no sería sencillo de colonizar.
Por último, y para terminar de configurar el territorio del Madrid medieval, existió otra forma quizá menos ortodoxa de propiedad de la tierra. Se trata de la presura, o la ocupación y apropiación por las buenas de tierras para su roza y puesta en cultivo. Este método estaba avalado por el propio Fuero de Madrid y debía ser más común de lo que podemos imaginar. El Concejo madrileño debió hacer la vista gorda, haciendo verdad la máxima que dice que territorio colonizado, territorio conquistado.
Este último método, antecedente de la actualísima usucapión, muy común desgraciadamente en el Parque Lineal, sería a la larga un grave problema para la Comunidad de Villa y Tierra de Madrid, comprometiendo el futuro del común madrileño y finiquitando paso a paso el campo de Madrid que luego desembocará en el contemporáneo Parque Lineal del Manzanares.
Todo hombre que plantase majuelo [viña] y al cabo de un año no diera prendas [garantía de una deuda], no responda a la demanda. Y quien construyera un molino o huerto y al cabo de un año no ofreciera prendamiento, tampoco responda.
Fuero antiguo de Madrid. Título LXVI

Un año de respiro para las agobiantes deudas de los agricultores en sus posesiones que, como acabamos de leer, bastaría con plantar una viña para llamarse como tales.

El sistema tributario y social en la Comunidad de Villa y Tierra de Madrid

La sociedad medieval estaba claramente jerarquizada en clases que presentaban enormes desigualdades, en muchos casos avaladas por el propio Fuero de Madrid.
Las clases sociales del Madrid medieval se dividían en los habitantes de la Villa y los de la Tierra. En la cima de este sistema social estaban los habitantes de la Villa, que se dividieron entre villanos, con casa propia, y moradores, arrendados en vivienda ajena.
Extramuros de la ciudad y a la intemperie de la inestabilidad que se vivió en el Medievo del campo de Madrid, estaban los habitantes de la Tierra, que a su vez se distribuían entre herederos, con tierras de su propiedad, y aldeanos, viviendo en casa y fincas ajenas.
Villanos y herederos se equipararían en este sistema de escalafones sociales, al igual que lo harían por debajo moradores y aldeanos. En la base de esta pirámide estarían los albarranes, forasteros sin residencia fija ni propiedad.
La desigualdad era la norma en las relaciones de estos estamentos sociales. Hay una gran cantidad de ejemplos en el Fuero Antiguo de Madrid del siglo XIII, que por ejemplo imponía penas de 5 maravedís a quien hiriera a un heredero, rebajando la pena a 1 maravedí si el herido es un aldeano (Título XVII). En el caso de muerte la pena asciende a 100 maravedís si el muerto es un villano, pero en el caso de que sea un criado de él, la pena podría descender a 20 maravedís (Título XIV).
En el sistema tributario las desigualdades se agrandan si cabe aún más, influenciadas por la necesidad de repoblar territorios en un clima de gran inestabilidad. Mientras que órdenes religiosas, nobleza y caballeros, estaban exentos de pechar (tributar), el pueblo llano recibía la totalidad del peso de la hacienda local. Eran los “hombres buenos pecheros”, quienes muchas veces vivían asfixiados por su situación fiscal y decidían ponerse a servicio de un señor, quedando así libres de tributar.
Mientras que los sistemas tributarios eran claramente regresivos y han evolucionado técnicamente a la moderna fiscalidad progresiva, donde pechan más las rentas más altas, no ha pasado lo mismo con los sistemas sociales, mucho más lentos a la hora del cambio y la adaptación. La necesidad de poseer, de ser propietario de una casa o una hacienda para estar entre los pudientes, no ha caído en uso desde el Medievo, tal vez como herencia de esos primeros momentos tras la conquista cristiana.

La despoblación del campo de Madrid en el siglo XV

La primera división de la tierra tras la conquista cristiana dejaba fuera del reparto a los nobles y al clero, si bien las donaciones iniciales a órdenes religiosas nunca colmaron la ambición de estos estamentos.
Las generosas tierras del común de la Villa, el campo de Madrid, serían desde el comienzo el objetivo de esta oligarquía que, poco a poco, fue acrecentado sus posesiones a costa de la riqueza comunal de la Comunidad de Villa y Tierra de Madrid.
Las técnicas utilizadas fueron de sobra conocidas hoy en día. Por un lado la rotura del monte o la roza de tierras robadas al común, talando los bosques cuyos aprovechamientos eran de la Villa de Madrid. Ya sabemos que el Fuero daba ciertos privilegios a quien ejercía la presura, un antecedente de la más actual usucapión, extensamente practicada en el Parque Lineal del Manzanares.
Por otro lado, se usó una técnica mucho más depurada. Se trataba de provocar la despoblación de un concejo secundario para así apropiarse de las tierras que le pertenecieron, en vez de reintegrarlas en el común del Concejo madrileño.
El sistema tributario, altamente regresivo, mantendría ahogada financieramente a la pequeña clase agricultora de huertos modestos, quienes se veían obligados a endeudarse con los prestamistas, antecedentes de los bancos actuales. Esta situación, agravada con los designios de una climatología voluble, sin seguro alguno sobre la cosecha, haría que muchos de ellos tuvieran que ir vendiendo sus tierras para sobrevivir, hasta finalmente abandonar el campo de Madrid.
Muchos prefirieron quedarse en las tierras de los nuevos dueños, siempre de la oligarquía madrileña, como aparceros, figura que ha llegado prácticamente hasta nuestros días en el Parque Lineal. Además, aquellos que se ponían a servicio de un señor estaban exentos de pechar. Una antiquísima forma de desincentivar la iniciativa empresarial para hacer lo contrario con el trabajo por cuenta ajena.
En el siglo XV ya figuran diferentes poblaciones como despoblados en el bajo Manzanares. Perales e Vazalmadrid, Torre del Campo, Ribas e Algarrada, Çalmedina, Cobanubles o Abén Crespín, entre otros, son algunos de los núcleos poblacionales del antiguo campo de la ciudad que quedaron sin almas al finalizar la Edad Media. Concejos secundarios que hoy podemos situar con más o menos suerte en lo que es el Parque Lineal del Manzanares.


Los espacios del campo de la ciudad cristiano


Encinas y carrascales en el Parque Lineal del Manzanares. Testigos del Carrascal de Vallecas. Tramo 3 del Parque Lineal.

Tras la reconquista cristiana de la región de Madrid, la Salmedina árabe, la fahs al-Madina, quedaría dividida en grandes regiones que no está de más analizar para entender un poco más el Parque Lineal medieval.
Tres son los elegidos, aunque anejos a ellos existieron otros algo más reducidos o supletorios de aquellos. Todos ellos fueron previsiblemente en su mayoría, bienes de uso común por todos los madrileños durante la época árabe. Sin embargo, como ya vimos en los sistemas de propiedad en la Edad Media, sus dueños variarían tras la ocupación cristiana, pasando a manos particulares algunos y quedando otros en manos del Concejo madrileño.
Aquellos que quedaron en poder del Concejo también lo fueron en dos maneras. Los que eran bienes comunes, o de uso público para todos los madrileños, y los que eran bienes propios del Concejo, quien los podía arrendar, vender o cualquier otra actividad que le diera un rédito económico.
La Salmedina fue, al menos etimológicamente, la herencia directa de la fahs al-Madina árabe. De ella hemos hablado sobradamente en su periodo musulmán y en su periodo cristiano. Fue este precisamente un bien común, descrito oscuramente en los ejidos y abrevaderos del Fuero viejo de Madrid, quien evitó expresamente utilizar su nombre original, de evidentes resonancias aún del enemigo islámico. Un verdadero milagro lingüístico que la sabiduría popular lo haya traído hasta nuestros días.
Por encima de la Salmedina, un par de terrenos que debieron pertenecer a ella en tiempos pasados: La Heredad de Carrantona y el Carrascal de Vallecas. La primera de ella con un nombre que ya lo dice todo, un bien privado que formaba parte de la masa hereditaria de sus propietarios. La Carrantona ya no era un bien común en el siglo XII.
El Carrascal de Vallecas es, probablemente, el espacio más sorprendente de todos. Bien propio del Concejo madrileño, era un antiguo y vasto bosque de encinas del que no ha quedado ni rastro… ¿o sí? Lo veremos en breve.
Campo de Madrid medieval, siglos XII-XIII

El Carrascal de Vallecas


El Carrascal de Vallecas es hoy un espacio muy distinto al que tuvo en el siglo XIII

El Carrascal era un espacio boscoso donde existe carrasca o coscoja. Es, en definitiva, un monte de encinas de mayor o menor porte. En el Fuero de Madrid se nombra en el título LXXI:

LXXI.-
El carrascal de Vallecas, tal y como lo adehesó el Concejo, los molinos, el canal y la renta entera de Rivas, que allí posee el Concejo, permanezca siempre para la obra de la muralla de Madrid con arreglo a fuero […]
Vemos como el Concejo “adehesa” el Carrascal. Adehesar viene etimológicamente del latín defessa, o defensa, lo que nos viene a representar que el Concejo lo cercó con un muro de piedra, ramas, etcétera, para delimitarlo claramente y permitir su explotación mediante arriendos del mismo. Estamos claramente ante un bien propio del Concejo madrileño.
De hecho los réditos obtenidos se dedican a la conservación de la muralla de Madrid. Réditos que no debieron ser pocos, puesto que de allí se sacó madera que abasteció un pequeño poblado denominado Carbonero junto a La Torrecilla. Rendimientos que debieron obtenerse también por la introducción de ganado porcino o por el aprovechamiento de sus pastos.
Además, aunque estaba prohibido introducir carros en el Carrascal, sí se podía hacer si se pagaba la renta oportuna al Concejo. De ahí que numerosos caminos y parajes al Norte del Manzanares se denominen “Vado de Carros”. También de ahí viene el popular y famoso nombre de Valdecarros, zona de ampliación urbanística que ocupará buena parte de lo que era el antiguo Carrascal de Vallecas.
Junto a la madera, que debió ser muy abundante, se arrendaban otros bienes propios del Concejo. Molinos, previsiblemente en el lado del Jarama, y la renta de Rivas, muy seguramente tierras de labranza entre el Carrascal y esta localidad, que el Concejo alquilaba a particulares. Rivas, fortificado desde el tiempo de las atalayas árabes, situado estratégicamente al Este del Carrascal, vigilaría la entrada a este espacio.
El arrendamiento de este lugar y las constantes apropiaciones de la tierra que se produjeron en la baja Edad Media, debieron esquilmar el monte, hasta el punto de que hoy no quede ni el más leve rastro de que sobre esos cerros existiera un frondoso bosque ¿Qué pasó?
Como ya hemos visto, la tala del bosque para su rotura y puesta en cultivo debió ser un hecho más frecuente de lo que creemos, a pesar de que el Concejo lo adehesara. También vimos que el Fuero llegaba a favorecer estas prácticas, ya que la presura colonizaba territorio y, lo que es igualmente importante, generaba una producción agrícola sobre la que imponer tributos. Los que practicaban la presura al final también serían hombres buenos pecheros. Todos contentos, menos el monte.
La necesidad de ingresos obligaría al Concejo a arrendar más y más tierras del Carrascal, sobre el que los arrendatarios probablemente ejercieran su santa voluntad. El resultado fue una explotación sistemática e insostenible del bosque que, a tenor por el silencio documental posterior, consumió por completo este enorme recurso de la Villa y Tierra de Madrid. Demasiadas coincidencias con la época contemporánea en el Parque Lineal del Manzanares ¿Hemos aprendido algo?
Aunque parezca imposible que crezca nada en el terreno aparentemente yermo del espacio que ocupara el Carrascal, no hace falta irse muy lejos para observar con sorpresa que quedan testimonios de ese bosque de coscoja y encina cruzando el río, unos metros más allá de la orilla derecha.

Los Migueles

En el borde Sur-Este del Carrascal de Vallecas existe el paraje conocido como Los Migueles.

Aunque hay versiones que apuntan a que el nombre responde a una familia de bandoleros que habitaba en el lugar, se cree que la raíz etimológica del mismo es otra palabra de origen árabe: Nagüeles, que significa pequeña cabaña.
La explotación del Carrascal de Vallecas bien pudo provocar el crecimiento de este tipo de tugurios, pero lo que sin duda podría apuntar a este étimo es el hecho de que el paraje ha estado intensamente habitado desde la prehistoria, repleto de yacimientos arqueológicos, por lo que el lugar donde confluyen el río Manzanares y el arroyo de los Migueles a buen seguro fue un valle agradable y provechoso para vivir. Un valle que habría estado poblado de chozas durante todos los tiempos.

El Porcal

El Porcal en la actualidad, con el Jarama en medio de la imagen tras su confluencia con el Manzanares

Un poco más al sur y ya fuera del Carrascal, pasado el Soto de las Juntas, donde confluyen Manzanares y Jarama, se encuentra el Porcal a la izquierda de este último río.
Nombre insultante para la cultura musulmán, aunque también evidencia del rastro que debió dejar el ganado porcino paciendo en este Soto.
Este espacio fue un bien común del Concejo de Madrid, pero su complicada situación, a expensas de las constantes avenidas de ambos ríos, lo hizo muy difícil de mantener, por lo que se terminó arrendando para poder sufragar sus costosas reparaciones. Mientras, el Concejo de Madrid alegaba no tener fondos para costear unas tierras que no les aportaban rédito alguno.

La heredad de Carrantona

Mapa del IGN principios siglo XX donde aparece el topónimo de Carrantona

En el espacio que ocupa Vallecas existió La Carrantona, un paraje con un nombre propio que se repite en el arroyo que lo cruza y que desemboca en el de la Gavia, nombre que también se repite en los topónimos de Fuente de Carrantona y camino de Carrantona. Carrantona es quizá un étimo musulmán de carretan, que significa “dos barrios”, probablemente porque existieron dos núcleos poblados en la zona.
Aunque también se piensa que la raíz etimológica de Carrantona es prerromana, quizá carraón -un tipo de trigo- o más probablemente por lo que veremos seguidamente, caranta, un pequeño barranco. No en balde, muy cerca existió el poblado Carpetano de La Gavia, quienes quizá fueron sus más antiguos ocupantes.
Este vasto espacio, fue ya heredad en los primeros momentos de la reconquista cristiana, es decir, fueron bienes de propiedad privada.
Los documentos que los historiadores han estudiado nos ponen en la pista del porqué de esa temprana privatización del común que el rey debió ceder al Concejo madrileño.
Muy cerca de la Villa de Madrid, la heredad de Carrantona era territorio difícil de pacificar. Víctima de incursiones árabes, que llegaron hasta el año 1197, y del terrorismo practicado por parte de la oligarquía cristiana, no debió ser sencillo colonizar y hacer productivas estas tierras.
Por ello, entre el siglo XII y XIII, se producen ventas y donaciones constantes de las tierras de la Carrantona, agrupándose y desagrupándose la heredad en diversas ocasiones. Protagonista de esas donaciones fue la orden religiosa de Santiago.
Los caballeros santiaguistas recibieron de los dueños privados, por propia voluntad o a instancia de la voluntad regia, fincas, montes, fuentes, prados y selvas. No serían ni mucho menos las únicas propiedades de la orden de Santiago en el Parque Linenal, destacando por su significación histórica el Vado de Santiago el Verde.

Se buscaba así militarizar el campo de Madrid con unas milicias religiosas que ofrecían cierta garantía ante  los constantes ataques y saqueos de los que eran víctima sus habitantes.

Cerro Almodovar

Al Este del pueblo de Vallecas, en medio de la Carrantona, existe un paraje denominado cerro Almodovar, de evidentes resonancias árabes, y que es étimo de al-Mudawwar, que significa redondo. En la misma zona varios cerros se han denominado “redondo” a lo largo de las series topográficas del Instituto Geográfico Nacional.
Allí debió asentarse un poblado musulmán, muy cerca de la Torre del Pedroso, que se levantaría muy cerca del cerro Almodóvar.

La Gavia

Cerro de La Gavia, al pie fluye el arroyo del mismo nombre

Al Sur de la Carrantona existe el conocido paraje de la Gavia. Ocupada por el famoso poblado carpetano, la raíz de esta palabra es precisamente prerromana y significa “barranco seco”.
El Sur de la Carrantona está plagado de toponimia que aduce a la existencia de barrancos, probablemente los que dejara el arroyo de la Gavia junto al Manzanares en su desagüe Cuaternario. Algunos de ellos tan imponentes como el que aloja las cuevas de la Magdalena, pese a estar hoy amputado por las vías del AVE.
Los Barrancos, Los Barranquillos o el tristemente conocido Las Barranquillas, son la herencia etimológica, superviviente por increíble que parezca, de aquellos primeros ocupantes de las tierras del Manzanares, de eso que hoy llamamos Parque Lineal del Manzanares.

Bernardo de Gálvez en el Real Canal del Manzanares (1784)

A raíz de la publicación, hace unos meses, de una interesante colección de acuarelas provenientes de un fondo inglés perteneciente a la Royal Society, hemos encontrado este curioso grabado.
Este dibujo, titulado “Barco navegando por alas aerostáticas. 1784. Artista desconocido“, está ejecutado sobre papel con tinta negra, a plumilla, sombreado mediante técnica de aguada, e iluminado parcialmente con tinta roja, también mediante aguada.

Representa una chalupa, -embarcación pequeña-, de unos 12 metros de eslora, con siete tripulantes a bordo, algunos de los cuales controla el timón en tanto que otros tres regulan con cuerdas el movimiento vertical de las velas propulsoras, a la vez que el resto de la tripulación aparece tomando alguna bebida de una jarra y un cántaro.
En la parte superior del dibujo, aparece un rótulo en francés, en letra cursiva, también a tinta negra, cuya traducción es la siguiente:
Dibujo de la chalupa y máquina que ha servido a la experiencia hecha sobre el Canal del Manzanares el 1º de marzo de 1784.
Más abajo, a pie de grabado, aparece una firma rubricada: B. de Gálvez, y otro texto a lapicero, más difuso, que parece indicar: “Boceto“.
En la nota complementaria de esta lámina, la Royal Society indica que se trata de la Lámina XXI, para el trabajo “Sobre un moyen de donner la Dirección a las máquinas aerostáticas” (sic), del Conde de Gálvez (Bernardo de Gálvez y Madrid, Vizconde de Galveston y Conde de Gálvez). Transacciones filosóficas de la Royal Society Vol. 74 parte 2ª (1784) pp.469-470.
Se indica así mismo que el documento original en que apareció esta ilustración tenía forma de certificado firmado por cinco testigos del experimento de probar el barco, y que el barco marcha con tres pares de velas operadas manualmente, inspirándose en las alas de las aves durante el vuelo y en las aletas y cola de los peces en la natación. Las velas han sido instaladas sobre tres costillas o largueros de ballena asentados sobre una viga central montada a lo largo de la embarcación mediante caballetes o bastidores.
A la vista del dibujo deducimos que el experimento trataba de investigar nuevas técnicas de navegación inspiradas en la observación del mundo animal, de aves y peces, lo que llamamos biónica; apoyados a su vez en los principios físicos de la hidrodinámica y en los fundamentos de la aerodinámica.
Teóricamente, el conjunto de velas arrastraría la nave impulsado por las corrientes o flujos de aire generados por las llamadas capas térmicas del aire, que son resultante de las constantes oscilaciones de presión, volumen y temperatura del aire, y de los consiguientes reajustes de esos valores conforme a los principios de la Termodinámica.

Bernardo de Gálvez (1746-1786) fue un destacado militar y político español, malagueño, que durante el reinado de Carlos III (1716-1788) desempeñó una intensa actividad en los diversos conflictos armados de la época, tanto en la Península ibérica como en las colonias americanas, allende los mares.

Podemos destacar su participación en la Guerra de los Siete Años, contra Inglaterra y Portugal, recién graduado como Teniente de Infantería.
Participó igualmente en las guerras indias de Nueva España, contra los apaches.
De vuelta a España, estuvo en la frustrada expedición a Argel, dirigida por O’Reilly.
Pasada una breve etapa, destinado en la Academia Militar de Ávila, regresó a América donde apoyó decididamente a los norteamericanos en su Guerra de Independencia contra Inglaterra, hasta el punto de lograr total reconocimiento por parte de sus dirigentes militares y políticos, así como del mismísimo George Washington.
Organizó la creación de asentamientos en la Luisiana, recibida por la Corona a cambio de la Florida, para consolidar la colonización española en aquellas latitudes.
Algo más tarde, entrados ya en guerra abierta contra Inglaterra, tomó la capital de la Florida Occidental tras las arriesgadas operaciones militares que confluyeron en la batalla de Pensacola.
Finalmente, con el reconocimiento de Carlos III, por su heroicidad y servicios a la Corona es nombrado Conde de Gálvez.
Tras ocho años de ausencia, se desplaza a la Península en 1784 por breve espacio de tiempo, pues en 1785 regresa nuevamente a América como Virrey de Nueva España.
Una vez allí, jugará un papel crucial para la resolución de los problemas emergentes, ya fueran los de carácter alimentario, a causa de las malas cosechas, o los de tipo sanitario, debido a un brote de peste. Todo gracias a sus cualidades como persona cargada de humanidad que no duda en socorrer a los más desfavorecidos, lo que le hará merecedor de prestigio y admiración entre la población, que mostrará una enorme simpatía hacia él.
Por desgracia, poca andadura pudo realizar en su nuevo cometido ya que una dolencia que arrastraba se lo impidió, y fallecido a la temprana edad de cuarenta años (30.XI.1786), fue enterrado en una iglesia franciscana de la ciudad de México.

La imagen que comentamos pertenece al breve espacio de tiempo que durante el año 1784 permaneció en España, antes de su retorno definitivo a América.

Como hombre ilustrado y liberal que era, -se dice que quizás afrancesado, ya que su primera formación militar la recibió en Francia, donde sirvió un tiempo-, el afán de la época por aplicar los nuevos inventos revolucionarios -como fue entre otros la máquina de vapor-, le llevó a diseñar el tipo de experiencias que nos muestra el grabado.
Queda por enmarcar el lugar donde se desarrollaron tales experimentos. Un autor coetáneo, Antonio Ponz (1725-1792), aragonés y hombre ilustrado, en el Tomo V de su obra “Viaje de España”, publicado en 1793, nos describe el estado en que se encuentran las obras del Real Canal por las fechas en que lo recorre (1777).
Antonio Ponz, gran entusiasta del proyecto, dice que se han concluido dos leguas y hay otra ya excavada de terreno, para un total previsto de cuatro leguas. Siete esclusas están acabadas. La última en el Prado Zurita.
En las cuatro primeras hay instalados sendos molinos hidráulicos. Dieciocho barcos se encargan del transporte de yeso, piedra de mampostería y pedernal. Los daños de la tromba de agua del 23 de septiembre de 1776, que sacudieron la zona, ya han sido reparados.




Esto es lo que nos cuenta, Ponz. En realidad, desde que se retoma el proyecto en 1756, reinando Fernando VI, un plan tras otro irán quedando inconclusos; ya sea por falta de accionistas ya sea por dificultades técnicas, todo acaba en quiebra. El último de ellos, de Pedro Martinengo (1769) recibe la aprobación de Carlos III hasta que, quebrada la compañía concesionaria, ha de hacerse cargo la Real Hacienda de su administración.
De 1786 a 1803 prosiguen los trabajos, afrontando filtraciones, cienos, inundaciones, pleitos por la adquisición de terrenos, etc. hasta que la Guerra de Independencia (1808-1814) provoca un gran parón así como el deterioro o destrucción de muchas de sus instalaciones.
Pasada la guerra, entre 1817 y 1825, ya reinando Fernando VII, se reinician los trabajos y proyectan los puentes y esclusas restantes que han de culminar la obra del Canal, hasta alcanzar el previsto embarcadero de Vaciamadrid. Pero la aparición de los proyectos ferroviarios dará al traste con todo.
Finalmente, las instalaciones y terrenos se irán arrendando o subastando, durante el reinado de Isabel II, y todo acabará como un sueño o deseo irrealizado.
Deducimos de todo ello, que las pruebas de navegación que se hicieron en 1784, impulsadas por Bernardo de Gálvez, discurrieron forzosamente por el tramo comprendido entre la 1ª y 7ª esclusas, posiblemente en la zona más próxima al casco urbano madrileño.


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