domingo, 29 de noviembre de 2020

 

ESPAÑOLES Y COMANCHES,

LA GUERRA EN NUEVO MÉXICO

Hacia finales del siglo XVIII, tras haber llegado a acuerdos de paz con los indios pueblo y los apaches, los españoles de Nuevo México se enfrentaron a los implacables y belicosos comanches



Ataque comanche a la misión de San Sabá (Texas)

El 16 de marzo de 1758, unos 2.000 comanches saquearon el enclave y dieron muerte a dos frailes.


Caballos, bisontes y armas

Hacia 1770, el comercio de caballos y de la carne y las pieles de bisonte, así como de esclavos por los que obtenían rescates, permitía a los comanches conseguir todo tipo de productos manufacturados –desde armas y cuchillos hasta telas– de franceses, británicos y españoles; caballos y armas les prestaron una enorme ventaja militar. Arriba, la iglesia de Las Trampas (Texas), antiguo enclave español en la frontera comanche.


Los guerreros comanches

Escudo ceremonial comanche del siglo XIX. Museo Etnológico, Berlín.


Juan Bautista de Anza

Retrato de Juan Bautista de Anza, explorador y gobernador de Nuevo México entre 1778 y 1788. La obra, de autor desconocido, posiblemente fuera pintada a partir de un retrato al óleo previo de fray Orsi en 1774.

 

 

En 1775, el gobernador español de Nuevo México, don Pedro Fermín de Mendinueta, refería que, durante ese año, los españoles habían enterrado a seis neomexicanos por cada comanche muerto. Los comanches campaban a sus anchas por los actuales estados de Texas, Oklahoma, Kansas, Colorado y Nuevo México. En este último, incluso Santa Fe, la capital, sufría las amenazas e incursiones de los nuevos dueños de las praderas. De hecho, el pueblo de Pecos, a unos 40 kilómetros al este de la capital, y Galisteo, a menos de 50 kilómetros al sur, fueron las poblaciones más castigadas. Desde 1750, ambas plazas habían perdido la mitad de su población. Los ataques se habían hecho tan frecuentes que los supervivientes ya no se atrevían a trabajar los campos y en el verano de 1776 se alimentaban de pieles viejas de animales cocinadas en forma de torreznos o, a falta de éstas, freían suelas de zapatos viejos.

Atrás quedaban tanto los casi cien años que los españoles de Nuevo México habían tardado en encontrar la paz con los indios pueblo como los recientes acuerdos con los apaches, la tribu que, gracias a los caballos traídos por los españoles al Nuevo Mundo, se había hecho dueña de las grandes praderas desde mediados del siglo XVII. Los españoles habían construido sus ciudades más importantes al lado de los asentamientos de los pueblo, y la supervivencia de ambos dependía del entendimiento mutuo. Las relaciones con los apaches habían llegado a un nivel de confianza tal que éstos dejaban a sus mujeres e hijos con los españoles cuando los hombres salían a cazar búfalos durante varios meses. Pero parecía que los españoles habían elegido aliarse con la tribu equivocada.

CAZADORES DE CABELLERAS

Una de las razones por las que los apaches habían abrazado la paz con los españoles era la búsqueda de protección frente a los comanches, que se habían apoderado de las praderas a finales de la primera mitad del siglo XVIII. Habían desplazado a los apaches de las tierras fértiles y estos últimos habían encontrado el alivio en las tierras yermas y bajo la protección de los españoles.

La sociedad comanche se había expandido gracias a su dominio del arte de la guerra y al hecho de que su jerarquía social se basaba en las hazañas de sus guerreros. Los comanches coleccionaban cabelleras de sus víctimas, y éstas cobraban más importancia si habían sido arrancadas en el fragor de la batalla y no cuando el enemigo ya había muerto. El caballo se había convertido en el elemento clave de una guerra que los comanches dominaban por completo. Además, disponían de las mejores armas de fuego que se podían encontrar en la región gracias a los franceses, que siempre habían ayudado a las tribus más poderosas para frenar la expansión británica hacia el oeste; ni siquiera los españoles tenían tantos mosquetes como los comanches. El mismo gobernador De Anza compró armas de fuego a los comanches en la feria de Taos. Los comanches no hacían prisioneros: no tenían dónde guardarlos presos. Y en la batalla no mostraban ninguna compasión por sus enemigos, de la misma forma que ellos no la esperaban si eran derrotados. En la batalla, el comanche luchaba hasta la muerte.

ATAQUES SIN RESPUESTA

Los españoles no estaban preparados para la guerra que llevaban a cabo los comanches. Por lo general, los apaches se habían conformado con robar los caballos de las poblaciones y rara vez sus rápidas incursiones se convertían en enfrentamientos directos, lo que limitaba el número de víctimas por ambas partes. Cuando los españoles eran atacados, enviaban a un grupo de soldados a la captura de los saqueadores. Años de disputas con los apaches habían permitido a los españoles conocer la gran mayoría de lugares que aquellos elegían para esconderse.

Los comanches llevaban a cabo sus ataques en grupos más numerosos, lo cual les permitía enfrentarse a sus defensores en superioridad de condiciones. Los españoles, en la mayoría de los casos, debían protegerse en el torreón de la plaza atacada y esperar a que los comanches se marcharan. Cuando la incursión terminaba, los comanches escapaban a lugares más lejanos y desconocidos por los españoles. La mayoría de las veces, los soldados españoles no lograban seguir el rastro de la partida de comanches, sufrían una emboscada por parte de éstos o se perdían en un terreno que no conocían. Otras veces, se topaban con un grupo de indios totalmente ajeno al ataque y descargaban su frustración en ellos. Desesperado, Fermín de Mendinueta escribió al virrey de Nueva España y llegó a considerar el abandono de Nuevo México si no recibía 1.500 caballos y más pólvora para los viejos mosquetes de sus soldados.

El explorador y político Juan Bautista de Anza nació en la población de Fronteras, en Sonora (México), en julio de 1736 y murió en Arizpe, Sonora (México) el 19 de diciembre de 1788.

·                     Hijo del Capitán del ejército colonial español Juan Bautista de Anza y María Rosa Bezerra Nieto, vecinos de Fronteras (Sonora).

·                     Nieto por la rama paterna de Antonio de Anza (farmacéutico) y Lucía de Sasoeta de Hernani, nativos de Guipúzcoa (España).

·                     Nieto por la rama materna del Capitán del ejército colonial español Antonio Bezerra Nieto y Gregoria Gómez de Silva, vecinos de Janos (Chihuahua), (México).

Su padre murió en una confrontación con indios apaches en el desierto de Sonora cuando tenía alrededor de tres años de edad.

Es necesario anotar que cuando se menciona Sonora se refiere a la provincia del virreinato que abarcaba en su mayor parte los actuales estados de Sonora (México) y Arizona (Estados Unidos de América).

 

Se alistó en la milicia española en diciembre de 1751 en San Ignacio (Sonora), en donde sirvió como cadete de caballería en la custodia de los presidios (fortificaciones) bajo la tutela de su cuñado Gabriel de Vildósola, en Fronteras (Sonora). En 1756 alcanzó el grado de teniente de caballería en la misma población.

Ascendió a Capitán en el presidio de Tubac (Arizona) en diciembre de 1759. Recibió reconocimientos en la lucha contra los indios apaches en el norte de Sonora (hoy Arizona) y seris en el sur de Sonora, entre bolas. 

Para 1770 la Corona Española había estado por más de 200 años en el Nuevo Mundo. Su extenso imperio incluía desde lo que hoy es el oeste de Estados Unidos, incluida Florida, hasta las islas Filipinas, pero todavía necesitaba asegurar sus posesiones de la costa del Pacífico norte frente a las expediciones rusas e inglesas. La expedición dirigida en 1770 por Gaspar de Portolá únicamente fundó colonias pequeñas en la Alta California.

Ya hacia 1773 había dos presidios (fortificaciones) y cinco misiones. Sin embargo, la población española no iba más allá de 70 personas. Colonizar y abastecer a la Alta California era tarea difícil y el viaje muy largo, pues tenían que partir desde San Blas (Nayarit) en navíos pequeños que no soportaban mucha carga. La travesía por la Baja California era muy larga, peligrosa y difícil de transitar. Para colonizar y asegurar la Alta California, la Corona Española necesitaba una ruta más accesible, una ruta terrestre que partiera de Sonora.


En 1774 el Capitán Juan Bautista de Anza solicitó al Virrey de la Nueva España comandar una expedición a la Alta California costeada por él mismo, llevando una buena cantidad de colonos y ganado vacuno. En 1775 el Virrey autorizó al Capitán de Anza a efectuar el viaje para colonizar y defender el puerto de San Francisco (California) de piratas ingleses y colonos rusos (una parte de Rusia colinda con Alaska). Con la autorización en mano, de Anza se dedicó a reclutar voluntarios en la población de Culiacán Sinaloa. En el presidio de San Miguel de Horcasitas, capital provincial de Sonora, de Anza eligió como teniente de la expedición a José Joaquín Moraga, y el fraile franciscano Pedro Font fue escogido como capellán por su habilidad para fijar las coordenadas.

El punto final de reunión fue Tubac (Arizona), población que había sido atacada tres semanas antes del arribo de la expedición por los apaches, que se llevaron consigo los más de 500 caballos que se habían reunido para apoyar el viaje

Más de 240 personas salieron de Tubac (Arizona) el 23 de octubre de 1775, siguieron el cauce del río Santa Cruz hasta su unión con el río Gila, continuaron por las orillas de éste hasta encontrar el río Colorado. Allí les ayudaron a cruzar el caudaloso río el jefe de los indios yuma y su tribu, a quienes había tratado Juan Bautista de Anza en un viaje efectuado el año anterior.

El viaje se hizo más difícil según avanzaban entre colinas y desiertos del sudoeste de California. Con fines prácticos de Anza dividió la expedición en tres grupos, que viajaban a un día de distancia uno de otro para permitir que se llenaran los ojos de agua.


Se reorganizaron cerca de lo que hoy en día es el Parque Estatal del Desierto Anza-Borrego, y llegaron a la misión de San Gabriel el 4 de enero de 1776. Desde ahí viajaron por caminos conocidos bordeando la costa de California, visitaron la misión de San Luis Obispo y la misión de San Antonio de Padua, llegando a Monterrey a la misión de San Carlos Borromeo el 10 de marzo del mismo año. La expedición llegó a feliz término con dos expedicionarios más de los que habían salido de Tubac (Arizona): durante el viaje nacieron tres californianos y hubo que lamentar la muerte de una mujer que murió al parir, pero la criatura sobrevivió.

 

Exploró la Bahía de San Francisco para ubicar los lugares donde se fundarían un presidio (fortificación) y una misión. El 14 de abril de 1776 partió de Anza para San Diego (California), y de regreso a casa recibió el nombramiento de Gobernador de la Provincia de Nuevo México (abarcaba parte de los estados de Chihuahua (México) y Nuevo México (Estados Unidos), puesto que desempeñó entre 1777 y 1778.

 


Juan Bautista de Anza abrió una ruta que posibilitó la colonización europea de la Alta California. Los soldados y familias que escoltó desde el desierto de Sonora a la Alta California llevaron el idioma español, las costumbres, la religión cristiana, y la cultura española a esa parte del mundo. La mayoría de los miembros de su expedición habían ya nacido en América, en tierras de la Nueva España, y había entre ellos personas de sangre europea, indígena y descendientes de mulatos y mestizos.

Entre los soldados que acompañaron a de Anza iba José María Pico, quien sería padre de Pío de Jesús Pico (último Gobernador mexicano de la Alta California) y abogado defensor del indio "Nazario" en el primer caso de envenenamiento documentado en California y que, presuntamente, acabó con la vida en 1812 del franciscano extremeño José Pedro Panto.

Juan Bautista de Anza murió repentinamente en su casa de Arizpe (Sonora) el 19 de diciembre de 1788. Fue sepultado en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en Arizpe (Sonora)



En 1963 sus restos fueron desenterrados y vueltos a sepultar en un mausoleo de mármol con la presencia y participación de delegaciones de la Universidad de San Francisco y la Ciudad de San Francisco.

 

Venía de colonizar California y sabía que sólo conseguiría una paz duradera con los comanches mediante una demostración de fuerza. De Anza recibió los caballos que se necesitaban y reunió un ejército de 600 hombres entre soldados, colonos e indios pueblo. Sabía que no podía seguir luchando contra los comanches de la misma forma en que las tropas europeas se enfrentaban unas con otras. Los comanches evitaban los enfrentamientos directos en campo abierto. Basaban sus victorias en los ataques por sorpresa y en huidas vertiginosas.

GUERRA COMANCHE

De Anza golpeó a los comanches en su propio territorio. Cuerno Verde, el jefe comanche que había aterrorizado la zona durante años, protegía a sus mujeres y niños cerca del actual Colorado Springs. Era difícil llegar allí sin ser descubierto por los comanches apostados por todo el territorio. En agosto de 1779, De Anza optó por dar un rodeo por el oeste, tomando una zona más montañosa (el final de las Rocosas) que estaba controlada por los utes. En su camino, consiguió reclutar para su ejército unos doscientos hombres más, pertenecientes a los apaches jicarillas y a los utes.



Cuando llegaron al poblado de Cuerno Verde, el jefe indio y sus guerreros no estaban allí. Iban de camino a Taos para saquear la ciudad. De Anza atacó el poblado y cuando Cuerno Verde se enteró de la noticia se apresuró a volver. Los españoles le tendieron una emboscada, y Cuerno Verde y sus guerreros lucharon hasta la muerte. De Anza volvió victorioso y presumiendo de haber sufrido tan sólo una baja en la batalla. Ya estaba en posición de firmar la paz con los comanches.



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Las distintas tribus comanches se mostraron divididas a la hora de buscar la paz con los españoles. De Anza aseguró que no aceptaría la paz con tan sólo unos clanes: firmaría si todos los comanches se ponían de acuerdo bajo un mismo caudillo. La facción de Toro Blanco pedía venganza, mientras que la facción del jefe Ecueracapa era partidaria de la paz. La estrategia de Juan Bautista de Anza dio resultado. Ecueracapa asesinó a Toro Blanco y la paz con los españoles fue posible. De Anza ofreció libre comercio a los comanches y éstos encontraron en la frontera del oeste de la Comanchería una zona donde comprar productos europeos y vender los caballos robados en el resto de sus territorios. La paz duró hasta 1821, año en que Nuevo México proclamó su independencia y dejó de pertenecer a España.

Hasta entonces, y durante doscientos años, una minoría de colonos y soldados logró gobernar la inhóspita frontera norte del Imperio hispánico gracias a los acuerdos de paz con las poblaciones autóctonas: primero, con los indios pueblo; luego, en el siglo XVII, con los apaches, y, finalmente, en el siglo XVIII, con los comanches.

PARA SABER MÁS

Banderas lejanas. Fernando Martínez Laínez, Carlos Canales Torres. Edaf, Madrid, 2009.

El imperio comanche. Pekka Hämäläinen. Península, Barcelona, 2011.

 

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/espanoles-y-comanches-guerra-nuevo-mexico_7465/5

http://elladooscurodelahistoria.blogspot.com/2012/08/juan-bautista-de-anzapost-jo.html

http://mx.globedia.com/cuerno-verde-dragones-cuera-caballeria-oeste

 










 



 


 








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