ESTAMBUL Y BURSA
LA PRIMERA Y ÚLTIMA CAPITAL OTOMANA
Ambas ciudades permiten adentrarse en la historia de un
imperio que desafió a la Europa cristiana y despertó la fascinación por
Oriente.
El mar de Mármara
separa las dos antiguas capitales del Imperio otomano, Estambul y Bursa, que
seducen hoy en día con su cóctel de vitalidad, arte e historia.
LA ETERNA
PROTECTORA
Sopla un viento húmedo
por las empinadas calles de Beyoglu. Empieza a caer una fina lluvia mientras la
gente aún pasea con el cuello de los abrigos subido hasta las orejas. El cielo
gris y el aroma a madera quemada de algunas calefacciones impregnan de una
dulce melancolía los edificios decimonónicos de la zona que rodea la Torre de Gálata, el icónico torreón construido por los genoveses en
el siglo XIV como parte de una antigua ciudadela fortificada.
ENTRE
ORIENTE Y OCCIDENTE
Durante el periodo
otomano, el distrito de Beyoglu, que engloba los
antiguos barrios de Pera y Galata, acogía
a los europeos que vivían en la ciudad; la zona también se hizo popular entre
las comunidades griega y armenia que formaban parte del imperio. Todo aquel
ambiente cosmopolita fue desapareciendo paulatinamente tras la Primera Guerra
Mundial y la instauración de la República de Turquía en 1923. Las viejas mansiones de piedra y madera, una mezcla de
estilos europeo y oriental, han
permanecido en pie –algunas en franca decadencia– y trasladan a un tiempo que
ya solo permanece en las fotografías en blanco y negro de finales del
XIX y principios del XX.
UNA MIRADA AL PASADO
Evitando la siempre
atestada Istiklal Caddesi, la avenida principal
del barrio, voy paseando por el
caótico entramado de callejuelas que la rodean. En estas vías laterales solo se
ven vecinos del barrio que van o vuelven de comprar, y los omnipresentes gatos,
que miran con desdén a los paseantes. Algunas calles tienen personalidad
propia, como Çukurcuma, famosa por sus
tiendas de anticuarios; otras
languidecen en silencio a pocos metros de vías como Cezayir, llena de vida gracias a su gran cantidad de restaurantes.
En la calle Çukurcuma me
detengo frente a un antiguo edificio pintado de color granate que alberga
el Museo de
la Inocencia, abierto en 2012 por iniciativa de Orhan
Pamuk, el nobel de Literatura que tan bien ha retratado la ciudad en sus
novelas. El escritor concibió este museo casi al mismo tiempo que la
novela El Museo de la Inocencia (2008) y contiene objetos relacionados con la obra.
EL IMPRESCINDIBLE CUERNO DE ORO
El recorrido por la zona
de Beyoglu puede terminar en el bohemio barrio de Cihangir, donde abundan los cafés de diseño y los
restaurantes modernos. Al llegar al parque de Sanatkarlar, se despliega una
vista asombrosa: el estrecho del Bósforo, el histórico
brazo de mar que separa Asia de Europa, y el Cuerno de Oro, el centro de la
Estambul otomana.
Se cuenta que, hacia el
667 a.C., Bizas, hijo de la ninfa Ceróesa, fundó un poblado en el Cuerno de Oro
por su situación perfecta como puerto natural. La colonia fue cambiando de
manos a lo largo de sus primeros siglos de historia al mismo tiempo que crecía
en importancia gracias a su privilegiada posición entre el mar de Mármara y el
Negro, a caballo entre Europa y Asia. Pero lo que cambiaría la historia de la
ciudad para siempre fue la
decisión de Constantino I de trasladar la capital del Imperio romano de Roma
hasta aquí y bautizarla como Constantinopla. Corría el año 330 d.C. Con la conversión del imperio al cristianismo, la nueva
Roma se embelleció con ricas iglesias, palacios y obras de ingeniería civil,
como el acueducto de Valente o las diversas cisternas. Tras más de mil años
como la capital del cristianismo oriental, Constantinopla fue conquistada en
1453 por las tropas otomanas de Mehmet II.
LA HERENCIA BIZANTINA
Más de 500 años desde el
fin del Imperio bizantino, la ciudad aún cuenta con una importante herencia de
aquel periodo. La lista es larga, desde
las poderosas murallas que una vez fueron
inexpugnables y defendieron Constantinopla de una docena de asedios y que
pueden recorrerse en muchos tramos, hasta
iglesias como la sobria y elegante Santa Irene, o la de San Salvador en Chora con maravillosos mosaicos, y, por
supuesto, la obra maestra de la cristiandad: Santa
Sofía.
Este grandioso templo
fue proyectado por Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto durante el reinado de
Justiniano y fue terminado en el año 537. Durante siglos fue el mayor edificio del mundo y una obra de ingeniería única, con una elegante cúpula de 32 metros de diámetro
que tardaría casi mil años en poder emularse. Santa Sofía ha permanecido durante 15 siglos como el símbolo de la trascendencia del
Imperio bizantino. Al entrar, resulta
imposible no maravillarse ante su amplitud y luminosidad –a pesar de los
finestrales tapiados por los otomanos–, los mosaicos que han llegado hasta
nuestros días y la gracilidad de los pilares que rodean la base de la colosal
cúpula.
EL EPICENTRO DE CONSTANTINOPLA
Frente a Santa Sofía se
abre la gran explanada que albergó el
centro del entretenimiento en la antigua Constantinopla: el Hipódromo. Aunque paseando por la zona hoy sea difícil
imaginárselo, esta pista de 400 m de longitud tenía capacidad para entre 40.000
y 60.000 espectadores; fue incluso testigo de revueltas entre los dos grandes
grupos de aficionados, los azules y los verdes. Hoy en día solo quedan algunos
de los monumentos que se erigían en la espina central de la pista. Uno de ellos
es la Columna Serpentina, del siglo V a.C. y procedente de Delfos, que
conmemoraba la victoria de los griegos sobre los persas en las guerras Médicas.
También allí se erigía el
Obelisco de Tutmosis III, traído de
Egipto por el emperador Teodosio, y el
Obelisco de Constantino, gravemente
dañado durante la Cuarta Cruzada (1204), cuando la ciudad fue saqueada por los
venecianos, que entre otros tesoros se llevaron la Cuadriga Triunfal que ahora preside la Basílica de San
Marcos.
LA HUELLA DEL PERÍODO OTOMANO
Estambul también reúne
grandes construcciones del periodo otomano que permiten evocar los días más
esplendorosos del reinado de los sultanes. Destacan templos majestuosos,
como la Mezquita Azul o la obra maestra del
arquitecto Sinan, la Mezquita de Solimán o Suleymaniye; palacios como el de Tokpapi y el de Dolmabahçe; hamams
hermosos como el de Çemberlitas o el de Suleymaniye, Galatasaray o
Cagaloglu.
DE BARRIO EN BARRIO
Pero el alma de Estambul
no reside en sus monumentos, sino en sus calles cargadas de historia, en la
lúgubre esquina de un edificio con cientos de años de antigüedad, en iglesias
de las que nadie recuerda el nombre, en unos capiteles romanos abandonados en
un pequeño parque. Por este motivo la
mejor manera de explorar el Cuerno de Oro es a pie, perdiéndose por barrios tan venerables como Fener, en el
que hasta hace 50 años la lengua predominante era el griego, o por Balat, cuyas
antiguas sinagogas constituyen el último legado de una comunidad sefardí ya
casi desaparecida.
EN FERRY ENTRE LAS ISLAS PRÍNCIPE
Desde el ferry que
atraviesa el mar de Mármara se ve cómo va alejándose el mágico horizonte del
Cuerno de Oro, en el que sobresalen las cúpulas y los minaretes de las
mezquitas. A la izquierda, frente a la costa asiática de Estambul,
aparecen las idílicas islas Príncipe. Este conjunto de ocho islas fue en la época
bizantina un lugar de exilio para los miembros de la familia imperial
repudiados, y durante el periodo otomano se convirtieron en un refugio para las
clases acomodadas. Aún hoy se pueden ver sus antiguas villas de madera entre el
verdor circundante, como un oasis en el mar
que permite escapar de la locura y el caos de la gran ciudad.
Tras dos horas de
trayecto el barco alcanza la orilla asiática, donde se toma un autobús para
llegar a Bursa, la primera capital otomana, instalada
a los pies del nevado monte Uludag (2543 m).
LLEGADA A BURSA
La primera impresión de
Bursa es engañosa. Parece otra ciudad moderna más, pero su herencia histórica
lo desmiente pronto. Declarada
Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, Bursa ya era una ciudad de relativa importancia durante
el periodo bizantino. En 1326, Osman, el fundador del Imperio otomano,
conquistó la ciudad y la convirtió en su capital. Su hijo Orhan la enriqueció
mientras el naciente imperio se iba expandiendo. Bursa continuó siendo el
centro del poder hasta que, en 1369, Murad I trasladó la capital a las llanuras
de Tracia, a la recién conquistada Adrianopolis, la actual Edirne.
DE ESTILO SELYÚCIDA
Ulu
Camii es la mayor mezquita de la ciudad, construida por Beyazit I en 1399. Cuenta la leyenda que
este sultán había prometido construir 20 mezquitas si conseguía derrotar a los
Cruzados en la batalla de Nicopolis, pero que finalmente decidió construir una
mezquita con 20 cúpulas. El cambio respecto al estilo arquitectónico otomano
que luego exhibirían los templos imperiales de Estambul es inmenso. La Ulu Camii es una mezquita selyúcida, una antigua dinastía turca que reinó en gran parte
de Oriente Medio entre los siglos XI y XIII, y con un estilo muy próximo
al persa.
EL CORAZÓN DE BURSA
Alrededor de la mezquita
se localiza el histórico y extenso bazar
de Bursa, con una amalgama de partes antiguas y modernas de todos los
periodos. En sus atestados pasillos flotan aromas de
té, piel curtida, comidas especiadas y gritos de vendedores y compradores en
una sucesión de tiendas repletas de ropa, cachivaches hechos en China,
perfumes, especias...
El rincón más peculiar
del bazar es el Koza Han, el epicentro de la
sericicultura en Bursa. Este
fascinante caravasar del siglo XV ha mantenido desde entonces su vínculo con el
comercio y la producción de seda, tal y como atestiguan sus ricas tiendas
dedicadas a este delicado material. No es necesario comprar nada para disfrutar
del patio que el Koza Han reserva en su interior, un lugar ideal para tomarse
un té como los locales y presenciar una partida de tavla, el backgammon turco.
EN BUSCA DE LAS MEJORES VISTAS
El barrio de Tophane es el más antiguo de Bursa. Aquí las antiguas casas de estilo otomano conviven
con construcciones recientes. Hay un aroma a estufas de madera flotando por las
calles empedradas. En Tophane se encuentran también las sobrias edificaciones
que albergan las tumbas de los sultanes Osman y Orhan, los padres del Imperio
otomano, que fueron reconstruidas durante el reinado del Sultán Abdul Aziz en
1863 tras haber quedado destruidas en el terremoto de 1855. Junto a ellas se
eleva la esbelta Torre del Reloj, del siglo XIX, uno de los mejores miradores para tener
una panorámica completa de la ciudad y del cercano monte Uludag.
Denominado Monte Olympos
por los griegos, los otomanos lo renombraron Uludag, que significa Gran Montaña
en turco. Con sus 2543 m, es el símbolo de Bursa.
EL IMPONENTE ULUDAG
El Parque Nacional del
monte Uludag es famoso entre los turcos por contar con las mejores pistas de esquí del país y del Mediterráneo oriental. Aunque se puede subir en coche, la manera más
recomendable para disfrutar de las vistas y de una subida sin tráfico es
aprovechar el larguísimo teleférico de 8 km que
llega hasta los 1810 m. La estación
superior dispone de todo tipo de hoteles y restaurantes. Desde allí se accede a
una gran variedad de pistas que ofrecen descensos entre bosques y extensas
laderas.
Tras una visita a las
frías y nevadas laderas del Uludag, apetece acudir a Çekirge, una población conocida por sus aguas termales. Los otomanos aprovecharon las antiguas instalaciones
romanas para construir sus propios baños, que con el tiempo tomaron la forma de
los actuales hammams. El
de Eski Kaplica, fundado en el siglo XIV, es uno de los más famosos, un lugar
ideal para disfrutar de las aguas termales tras una jornada de esquí en el
monte Uludag o después de pasear por las antiguas calles de Bursa. En la misma
zona se erige la mezquita y la tumba del
sultán Murad I, famoso por haber abierto las puertas de
los Balcanes al Imperio otomano tras su victoria en la batalla de Kosovo en
1389.
ES HORA DE RELAJARSE...
De vuelta a Bursa,
callejeando por el centro, los carteles de los restaurantes no dejan de llamar
la atención del viajero con platos que se prometen suculentos, como el iskender kebab, un delicioso
kebab de cordero sobre una base de pan cubierto de salsa de tomate, yogur y
mantequilla fundida. Es la especialidad de la ciudad, inventado en 1867 por
Iskender Efendi en el restaurante Kebapçi Iskender.
Para acabar el día es
recomendable dirigirse al Mavi Yel, un bar en lo alto de un edificio en la
calle Hasim Iscan que posee una de las mejores vistas de la ciudad. Tomando un
té cultivado al este del mar Negro, se contemplan los minaretes de las mezquitas otomanas de Bursa elevándose hacia el
cielo crepuscular, mientras la figura del monte Uludag va desapareciendo
abrazado por la noche.
LOS TESOROS DE ESTAMBUL
El paseo desde la
bella Santa Sofía descubre el legado bizantino y otomano de la ciudad turca
MEZQUITA AZUL
Junto a Santa Sofía y el
palacio de Topkapi, es un delirio arquitectónico, con seis minaretes, una
cascada de cúpulas y 200 vidrieras venecianas.
PALACIO DE TOPKAPI
El harén es uno de los
sectores de decoración más suntuosa de la residencia del sultán. Es un museo
público desde 1924.
SANTA SOFÍA
Consagrada basílica
cristiana en el siglo VI y mezquita en el XV, fue abierta al público como museo
tras la declaración de la República de Turquía en 1935.
SABORES DEL GRAN BAZAR
El té rojo, los zumos de
frutas (granada, cereza, uva) y las delicias turcas se venden en puestos
callejeros.
MEZQUITA NUEVA
Fue un encargo de la
influyente madre de Mehmet III en 1597. Se halla en un extremo del barrio del
Bazar.
CRISOL DE CULTURAS
El Museo Arqueológico y
Santa Sofía reúnen las mayores joyas de la ciudad. Danza derviche.
TORRE DE GÁLATA
Los genoveses la
erigieron para proteger la muralla de su colonia. Hoy tiene un restaurante en
el piso superior.
BAÑOS DE CAGALOGLU
De 1741, se encuentran a
los pies del palacio. Tienen una zona para hombres y otra, idéntica, para
mujeres.
BEYOGLU
Repleto de comercios y
cafés, este barrio esconde rincones con vistas al Bósforo y al Cuerno de Oro,
como la mezquita Nusretiye.Repleto de comercios y cafés, este barrio esconde
rincones con vistas al Bósforo y al Cuerno de Oro, como la mezquita Nusretiye.
LUGARES CLAVE
1
Topkapi. Del siglo XV, ocupa la Punta del
Serrallo. De sus 400 habitaciones, destaca la suntuosidad del harén.
2 Santa Sofía. De su época como basílica bizantina tiene mosaicos
excepcionales.
3 Mezquita Azul. El interior está decorado con azulejos de Iznik.
Data de 1616.
4 Gran Bazar. Ciudad dentro de la ciudad, tiene 15 puertas, 64
calles y 3.600 comercios.
5 Beyoglu. Barrio situado al otro lado del puente de Gálata.
Está lleno de comercios y cafés.
6 El Bósforo. El crucero por este estrecho descubre palacios,
mezquitas y torres.
A un lado, el agua del Bósforo se
adentra hacia Asia. Al otro, se extiende Europa. Y alrededor, Estambul, que antes
fue Constantinopla y,
todavía antes, Bizancio.
Ciudad inmemorial, capital de imperios, puente entre Oriente y Occidente,
hoy Estambul es una metrópolis de
13 millones de habitantes que mira con tanto orgullo al pasado como al futuro.
El Museo de Santa Sofía preside
la zona de Sultanahmet, el corazón
de la antigua Constantinopla. Su exterior de tintes rosados no
es espectacular, pero en el grandioso espacio interior la luz flota y la cúpula
parece suspendida mágicamente casi sin columnas. Santa Sofía resume la historia de
Estambul. Nacida como basílica el año 537, acogía la coronación
de los emperadores bizantinos. El sultán Mehmed II la convirtió en mezquita
tras la conquista de Constantinopla por el Imperio Otomano en 1453. Y, en 1935,
tras el establecimiento de la República de Turquía, fue transformada en museo.
Frente a ella se alza la imponente Mezquita Azul (1616), que debe su
sobrenombre a los azulejos de Iznik de su interior. Si se entra por la puerta
C, en el lado oeste, las cúpulas montadas a diferentes alturas dirigen la
mirada hacia donde confluyen los seis minaretes.
Al otro lado de Santa
Sofía se extiende el Palacio
de Topkapi. Fue erigido por los conquistadores otomanos en la
década de 1460 sobre los restos de la acrópolis de Bizancio, en una colina
con vistas al mar
de Mármara, al Cuerno de Oro y al estrecho del Bósforo. Se
trata prácticamente de un pueblo amurallado en el que los sultanes otomanos
residieron durante casi 400 años. Aquí uno puede visitar el harén, los
dormitorios y también las salas en las que se gestaron conspiraciones como la
que siguió a la muerte del sultán Murad III en 1595, cuando 19 de sus hijos
fueron estrangulados para garantizar que su primogénito, Mehmed III, ascendiera
al trono sin luchas internas. Aquí también se encuentran algunas de las más
sagradas reliquias del islam: la capa y la espada del profeta Mahoma.
El Gran Bazar es uno
de los mayores y más antiguos mercados cubiertos del mundo
Más allá de Sultanahmet, a través
de callejuelas empinadas se llega al Gran Bazar, uno de los mayores y más antiguos mercados
cubiertos del mundo, construido entre 1455 y 1730. Tiene 21
puertas y está formado por 61 calles en las que se mezclan olores a especias,
jabón y prendas de piel. Los tenderos negocian en cualquier idioma y esperan
que el cliente regatee el precio. Para tratar con ellos conviene primero
cargarse de energía tomando delicias turcas y baklavas, confites que se suelen acompañar con té
turco, rojizo y servido en un vaso acampanado.
Ya fuera del bazar y
caminando hacia el mar, que a ratos se deja ver entre los edificios, se llega a
la mezquita de Suleymaniye (1558).
Diseñada por Mimar Sinan, arquitecto imperial de Solimán el Magnífico y de
otros dos sultanes, es la mayor de las casi 3.000 mezquitas de la ciudad. Desde
el patio se ve cómo el Bósforo se estira hacia el horizonte, atravesado por su
gran puente y cruzado por buques de carga, barcas de pescadores y
transbordadores en los que es posible recorrer las dos orillas de este
estrecho, pobladas por palacetes y residencias de la nueva clase adinerada
turca. Desde aquí se desciende a la zona de Eminönü, una bulliciosa plaza junto
al mar en la que se encuentran la Nueva
Mezquita (1665) y, junto a ella, el Bazar Egipcio o de las
Especias, donde además se venden dulces y frutos secos.
Es el momento de
abandonar la antigua Constantinopla y cruzar a la parte moderna de Estambul a través del
puente de Gálata sobre el Cuerno de Oro, una lengua de agua
bautizada así por los griegos y que también sirvió de puerto natural a barcos
romanos, bizantinos y otomanos. Hoy, los estambulitas tienden sus cañas sobre
el puente mientras, en el nivel inferior, los restaurantes sirven deliciosos
platos de pescado fresco.
Al otro lado comienza el
distrito de Beyoglu, dominado por la Torre de Gálata, a la que se asciende por
escaleras y calles de adoquines. Más allá de la plaza de la torre se pasa junto
a tiendas de música en las que los acordes tradicionales compiten con el sonido
de guitarras eléctricas. El camino llega a Tunel, donde en 1875 se inauguró el segundo metro más
antiguo del mundo después del de Londres. Aquí empieza la
avenida Istiklal. Un tranvía antiguo recorre esta vivísima arteria, llena de
comercios, mezquitas, iglesias y restaurantes instalados en edificios que
mezclan el estilo otomano con el modernista. Como el lujoso Hotel Pera Palace
(1895), donde se alojaban los pasajeros que llegaban de París en el Orient Express y
en cuyas habitaciones durmieron Agatha Christie, Mata Hari, Alfred Hitchcock y
Ernest Hemingway, entre otros.
Istiklal
desemboca en la plaza Taksim, corazón del Estambul moderno y origen de las
protestas de junio de 2013. Detrás se
abre el barrio de Cihangir, lleno de cafés, librerías, galerías de arte y
tiendas vintage. Si
se baja por las tranquilas calles de Tophane, es posible relajarse en uno de
los parques a la orilla del Bósforo. Viendo las colinas del lado asiático, es
difícil no estar de acuerdo con Petrus Gyllius cuando en el siglo xvi escribió:
«Aunque otras ciudades decaigan, solo Constantinopla existirá mientras la
humanidad exista».
MÁS
INFORMACIÓN
Documentos: pasaporte y un visado que se
tramita en la embajada turca en Madrid.
Idiomas: turco.
Moneda: lira turca.
Horario: 1 hora más.
Cómo llegar: Estambul tiene dos aeropuertos:
Atatürk, a 25 km de la ciudad, y Gökcen, a 50 km. Hay numerosos vuelos directos
desde España.
Cómo moverse: El transporte público incluye
tranvía, metro, autobús y dolmus (furgonetas compartidas). Los cruceros por el
Bósforo y el Cuerno de Oro parten de los puentes de Gálata y de Ataturk.
https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/tesoros-estambul_8130/10
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