LA MALVASÍA
EL HOTEL DEL ROCÍO
A medio camino entre la inmensidad de Doñana y el Salvaje
Oeste, la aldea del Rocío es como ningún otro lugar en el mundo.
No hace falta ser
un ferviente religioso para visitar el Rocío, aunque para quienes profesan la
fe católica esto sea lo más parecido al Nirvana, pero con mucho más arte. Este pequeño pueblo de Huelva es un imán para los
andaluces, sobre todo durante los fines de semana, atraídos por un estilo de
vida relajado y cañas perfectamente tiradas al atardecer. En el Rocío no hay calles,
hay pistas de arena, y tampoco hay ni un metro cuadrado de asfalto, así que los
pocos coches que acceden hasta la aldea quedan relegados por caballos y
carretas, el medio de transporte predilecto por los visitantes quienes,
convertidos en auténticos jinetes, no se bajan del caballo ni para ir al bar.
EL ROCÍO MÁS RELAJADO
Atento a todos los
movimientos que suceden en la aldea y formando parte activa de su vida social y
cultural se encuentra el La Malvasía, un espacio que podría denominarse como el hotel
más emblemático de El Rocío, pero
es que realmente es EL HOTEL de El Rocío. Y aquí, ubicado en una estratégica
posición con vistas a la marisma justo en el límite del Parque Nacional de Doñana, este edificio blanco de arquitectura típica andaluza es
el alojamiento ideal para disfrutar del movimiento slow que gobierna
esta aldea (salvo en tiempos de romería), ideal para ornitólogos, amantes de la naturaleza en
general y para todos aquellos que buscan un descanso y una relajación total.
WILD ANDALUCÍA
La Malvasía, que
debe su nombre a un pato de pico azul en peligro de extinción, consta de dos
casas contiguas construidas y decoradas a la imagen y semejanza de una
característica hacienda del pueblo, aunque aportándole cierto aire de
sofisticación que no desentona, y que incluso se agradece. La decoración, sencilla y de buen gusto, recuerda más a
la de un cortijo andaluz que a la de un hotel. Todo aquí resulta cálido. Tal vez sea por las viejas vigas de madera que limitan
sus techos, los cómodos sofás o los suelos de terracota, o tal vez por el
espíritu acogedor de todo su personal quienes, verdaderamente, hacen que el
huésped se sienta como en su propia casa. O mejor. A nivel arquitectónico, lo
mejor de este hotel es su terraza frente al lago de la marisma, un espacio tan
versátil que permite desde desayunar hasta empuñar una copa de vino al
atardecer. Con suerte, y si la época lo
permite, una manada de flamencos campando a sus anchas por la marisma
acompañarán al huésped en sus quehaceres formando la perfecta imagen de postal
al finalizar el día.
SOSTENIBILIDAD ARQUITECTÓNICA
El patio interior,
alegre, colorido y con el constante circular del agua de la fuente como banda
sonora permanente, es el lugar perfecto donde sentarse a charlar y dejar que
las horas pasen hasta que llegue, por ejemplo, la hora de cenar. Este patio
típicamente andaluz es el nexo de unión entre los dos edificios, un lugar de
paso de los huéspedes que van desde sus habitaciones, el restaurante o el
acogedor salón interior que cuenta hasta con chimenea porque aquí el frío, a
veces, también apremia.
CON VISTAS A LAS MARISMAS
El ambiente que se
respira en La Malvasía es relajado y amigable, y todo aquí es tan natural que parece como si no
estuviera pensado. Pero vaya si lo está. Como también lo están sus 16
acogedoras habitaciones que si bien no son grandes, cuentan con un tamaño
suficiente y todo tipo de comodidades recogidas entre armarios de madera
perfectamente integrados y telas con estampados floridos que aportan una mayor,
si cabe, calidez al alojamiento. En la planta
superior el hotel tiene una amplia suite que incluye una terraza con vistas a
la marisma además de un
sofá vestido con telas nobles. Las zapatillas y los albornoces personalizados
están presentes en todas las habitaciones, además de televisor, aire
acondicionado y caja fuerte.
DOÑANA EN EL PLATO
Abierto a todo el
público y no solo a los huéspedes, hay que estar atento para reservar una de
las codiciadas, y recientemente redoradas magistralmente por Alejandra Pombo,
mesas del restaurante del
hotel, Laboca. Este templo
del producto local sirve
algunos de los mejores favoritos regionales, como la sabrosa ensalada de pulpo
y langostinos, la tabla de quesos de la región y platos principales que
incluyen la gamba blanca de Huelva o pescados como la corvina, siempre
presentes aunque sea fuera de carta. Los carnívoros colmarán su deseo de buen
producto local con el solomillo de vaca marismeña y salsa de foie. Y aunque
cueste, resulta obligado dejar sitio para el postre si es que este se trata de
la versión de tarta de queso que elaboran en la casa.
Cualquiera de los
platos de su menú son una sabrosa muestra de que la cocina de Aurelio Carretero
es una mezcla de sabores, aromas y sentires, una minuciosamente cuidada oferta
gastronómica en mitad de una aldea de menos de 2.000 habitantes.
DESAYUNO CON VISTAS
Cada mañana el
hotel sirve un desayuno continental, que está disponible de 8 a 11.30am. La
comida más importante del día es también aquí un evento relajado que se puede
disfrutar bien en la mesa del restaurante Laboca o en la terraza contigua con
vistas al lago. Además de zumo de naranja y la bollería hecha en casa, resulta
notable la selección de embutidos y quesos que ofrece el hotel, que junto con
un mollete recién tostado y bien empapado en aceite rozan el colmo de la
perfección para arrancar el día o lo que haga falta.
PEREGRINOS DE FE Y NATURALEZA
Que el Rocío
cuenta con dos atractivos fundamentales es algo innegable, uno es su virgen y
el otro es Doñana. Y mientras que resulta tremendamente recomendable acudir a
la aldea durante la animada romería religiosa anual el fin de semana anterior
al lunes de Pentecostés, también lo es contratar cualquiera de las excursiones
a caballo o en todoterreno para adentrarse en las entrañas del Parque Natural
de Doñana. El hotel pone a disposición del cliente todos los enseres necesarios
para conocer la fauna y la flora del lugar, ya sean prismáticos, guías, etc. Y
quien quiera ir un poco más allá, y esto es literal, la playa más cercana a la
aldea es la de Matalascañas, situada a solo 19 kilómetros del hotel.
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