EL ALENTEJO
PORTUGAL
Una escapada a una región que guarda pueblos de larga historia,
aldeas marineras y playas salvajes modeladas por el Atlántico.
VIAJE A UNA REGIÓN DESPOBLADA
El Alentejo ciega
de blancura. Las casas de sus pueblos encaladas y veteadas de azulete. Los
pavimentos de las calles, las cruces de término, los palacetes, son de mármol.
De modo que cuando el viajero se adentra en cualquier localidad, tiene que
entrecerrar los ojos para admirar su calmada belleza. Esta región del centro y
sur portugués ocupa una tercera parte del territorio nacional. Y, sin embargo,
solo cuenta con el 7% de la población total. El Alentejo está a la cabeza de
las zonas más despobladas de Europa occidental.
«Atrapado» entre
la algarabía playera del Algarve y la vitalidad de Lisboa, el Alentejo es un
paisaje de lomas redondas. Las laderas y llanuras las ocupan, mayoritariamente,
dehesas formadas por alcornoques –la región es la mayor productora de corcho
del mundo–. De ahí que su sotobosque sea reino para cerdos cuya carne es muy
apreciada. Para los españoles, supone una familiar transición del paisaje
extremeño con el que linda.
UNA CAPITAL PARA PASEAR
La tranquilidad
vital del Alentejo se entiende en su capital y mayor ciudad, la adormilada y
coqueta Évora, con poco más de 50.000 habitantes. Évora está cercada por una
muralla medieval que le confiere, sobre el mapa, un perfil redondito. Al
noroeste, el fuerte de Santo António, con forma de cruz puntiaguda. En sus
calles hay esa humedad y ese frío de los siglos acumulados. Se callejea
placenteramente por ella hasta que, de tanto en tanto, se aparece en una plaza
donde hay cierta bulla, como en la 1º de Mayo, que contienen su mercado
municipal.
UNA PLAZA MONUMENTAL
Solo a un centenar
de metros está la Praça de Giraldo. A su derecha, la catedral levantada a
partir del siglo xii y que, además de mostrar sus retablos barrocos, tiene el
atractivo de que se puede pasear por su almenada azotea tapizada de líquenes
amarillos, alineándose el visitante con una torre campanario que recuerda sin
descanso al Bastión de los Pescadores de Budapest. Aquí se bendijeron las
banderas que Vasco da Gama se llevó en su expedición de 1497 en busca de la
India doblando el Cabo de Buena Esperanza.
TEMPLO CULMINANTE
Al salir de la
catedral, a la derecha queda el punto culminante de Évora, presidido por un
templo romano, que dicen es el mejor preservado de la Península Ibérica.
"LOS HUESOS QUE AQUÍ
ESTAMOS, POR LOS VUESTROS ESPERAMOS"
En la iglesia de
San Francisco, en el Largo (plaza) del mismo nombre, se encuentra uno de los
lugares más inquietantes de Portugal, la Capilla de los Huesos. El rótulo que
recibe en el frontispicio no puede ser más explícito: «los huesos que aquí
estamos, por los vuestros esperamos». El oratorio reúne restos de más de 5000
cadáveres, sacados de los cementerios de la ciudad cuando estos quedaron llenos
a rebosar. Están ordenados cartesianamente recubriendo columnas, paredes y
arcos, y son un espectáculo entre siniestro y naíf que, se supone, sirve al
mensaje de que polvo eres y en polvo (o calavera empotrada) te convertirás.
ARRAIOLOS AL FINAL DE LA COLINA
Salir de Évora
permite reencontrarse con la refulgente luminosidad del Alentejo. Arraiolos es
como un merengue en cuesta, con sus casas y plazas encaladas. Las abundantes
canteras de mármol han servido para que las calles estén pavimentadas con esa
piedra también blanca. Al coronar la colina se llega al severo castillo,
contrastando con su piedra oscura, pero que no se olvida de ofrecer una
torre-campanario blanca como la leche.
EL CASTILLO MÁS IMPRESIONANTE
La fortaleza más
espectacular es la de Evoramonte. El topónimo despeja dudas, se halla sobre un
promontorio y se trata de una defensa militar en la que prácticamente solo hay
torres de defensa unidas por breves muros. Todo ello muy alto y muy medieval.
Se construyó en 1306 y se rehizo en 1531, tras los estragos de un fuerte
terremoto. Las vistas panorámicas que se dominan desde este fuerte enseñan el
territorio y dan para jugar a descubrir dónde se ocultarán los monumentos
megalíticos entre los árboles de la dehesa.
HALLAZGOS PREHISTÓRICOS
Y es que en el
Alentejo hallamos menhires y crómlechs por doquier, generalmente bien señalizados
y conservados. La reunión de piedras en círculo más desasosegante es el
Cromeleque dos Almendres. Hasta el viajero más escéptico encontrará que algo
hay de inexplicable en este monumento con grabados realizados en la piedra con
criterios geométricos y astrales hace ocho mil años. Es el grupo megalítico más
notable de la Península Ibérica. Pero hay más muy cerca, como el Menhir de
Bulhoa o el de Outeiro.
DISCRETA CAMPECHANÍA Y VISTAS DE
INFARTO
Imposible
desentrañar los misterios de nuestros antepasados, así que lo mejor es
embarrancar en alguna bella población alentejana –todas lo son– como Elvas o
Monsaraz, para disfrutar de la discreta campechanía de sus habitantes, de esa
afabilidad y corrección tan lusitanas; pararse a degustar una sopa de verdolaga
con queso de cabra; o admirar el trabajo de los tejedores de alfombras.
Y AL OESTE, EL MAR
Si se tiene
nostalgia del mar, el litoral de Porto Covo ofrece un océano bravo y salvaje de
costas afiladas, más dadas al paseo romántico que al baño…, a no ser que se
trate de un surfista de nivel.
CENTROS HISTÓRICOS
PARA CONOCER PORTUGAL
En el país vecino hay muchas más alternativas para una escapada
que Lisboa, Oporto o el Algarve.
Pasear por el centro
histórico de una ciudad es hacerlo a través de siglos de historia, pero eso no
significa que el plan sean unas cuantas calles vetustas, algún que otro
monumento y el polvo de los siglos acumulado en las puertas. Al contrario, muchos
de estos centros históricos de Portugal miran más hacia el futuro que
al pasado. Cualquiera de estos destinos son la escapada perfecta para
quienes disfruten de la historia, de la cultura y de la gastronomía por igual.
¡Y están a un solo paso!
TOMAR: EN BUSCA DEL SANTO GRIAL
Desde el centro
histórico de Tomar se divisa en lo alto de la colina el fabuloso castillo. Su
silueta ya es una promesa de ensoñaciones y leyendas de templarios.
Antes, vale la pena pasar por el Café Paraíso para cargar energía con unas
quijadas de almendra en su interior muy a lo Bauhaus. La ciudadela
es Patrimonio de la Humanidad y no se va a mover del lugar;
lleva allí desde 1160. No hay lugar a dudas, porque así lo detalla una
inscripción hallada en la torre del homenaje. Fue el famoso templario Gualdim
Pais quien ordenó construirlo para frenar a los árabes. Con el tiempo, esta
deliciosa ciudad se convirtió en el principal enclave de la orden del temple en
Portugal.
COIMBRA: LA MELANCOLÍA DE UN FADO
La vista de
Coimbra desde la ribera del Mondego es de postal: sus casas ascienden el cerro
apiñadas y en lo más alto, destaca la silueta de la antigua universidad. Hasta
tal punto es importante la institución académica en la ciudad que el paso del
tiempo lo marcan las campanas de su torre. Hay un fado que suena hermoso en
Amalia Rodrigues que recuerda que ésta, además de una de las más bellas, es la ciudad
más romántica de Portugal: “Coímbra, donde una vez, entre
lágrimas, tuvo lugar la historia de aquella bella Inés”. El mejor lugar
para saber de esta trágica historia de amor es la Quinta das Lágrima,
donde Don Pedro e Inés tenían sus encuentros a escondidas. Hoy es un hotel de
lujo ubicado en la ribera izquierda del Mondego, allí donde comienza toda
visita a Coimbra.
VIANA DO CASTELO: HISTORIA Y SALITRE
Debe ser cosa del
capricho turístico, pero Viana do Castelo a pesar de estar a menos de una hora
de Oporto, es el tesoro más desconocido de Portugal.
La cantidad de conventos, iglesias, palacios y plazas es como para tirarse todo
el día caminando. Las vistas están en el Santuario de Santa Luzia,
sobre la colina. Se llega usando un divertido elevador de más de cien años que
anda como el primer día. Además de su centro histórico, Viana do Castelo
tiene el encanto de las ciudades junto al mar que son cruzadas por un río.
Precisamente, sobre el río Limia hay una joya de visita imprescindible: el
puente metálico de Eiffel.
ALCOBAÇA: LISBOA EN MINIATURA
El nombre de esta
pequeña ciudad del centro de Portugal se formó juntando los dos ríos, el Alcoa
y el Baça. Aunque existe la versión contrario que defiende que primero fue el
nombre de la ciudad y que luego vino el de los dos río. Sea como sea, lo
importante es que Alcobaça tiene un centro histórico fabuloso. Será pequeño
-sólo tres plazas lo articulan-, pero la orden del Císter se encargó de
la belleza espiritual con la Real Abadía de Santa María, en la
monumental plaza 25 de abril. De souvenir a la familia lo recomendable es
llevarse algo del famoso el “Pão de Ló” (bizcocho), aunque lo más probable es
que no llegue a casa si en el viaje de vuelta no se logra vencer la tentación
de una merienda improvisada.
GUIMARÃES: EL CERTIFICADO DE NACIMIENTO DE PORTUGAL
Tal vez siguiendo
la ruta de los vinos verdes -ese vino único en el mundo de la región del Minho-
se llegue a Guimarães, el lugar donde todas las crónicas señalan que
Portugal nació, allá por un lejano siglo XII. Un letrero en una
de las torres de la muralla se encarga de recordárselo al turista más
despistado: ‘Aquí nasceu Portugal’. Como no podía ser de otro modo, la ciudad
natal de Afonso Henriques, el primer rey de Portugal, concentra una
deslumbrante cantidad de palacios y conventos, que llevaron a la UNESCO a
reconocerla como lugar Patrimonio de la Humanidad. Además del casco antiguo, el
castillo fortaleza del siglo XI, la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación
y Santos Pasos, y el vino, la repostería -imposible decirle que no a una
de las tortas de Guimarães- es otro de los encantos del lugar.
https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/ciudades-para-escapada-diferente-a-portugal_14603/5
NAZARÉ
LA CAPITAL DE LAS OLAS GIGANTES
El bello pueblo pesquero de la
costa portuguesa se ha convertido en una de las mecas del surf gracias a sus
enormes olas que en ocasiones superan los 20 metros de altura
Todo comenzó con una
ola. Aunque no una cualquiera. Fue una gigantesca, de casi 24 metros de altura,
que emergió en la Playa do Norte, el 1 de noviembre de 2011. La mayoría habría
huido, pero no una leyenda del surf como el hawaiano Garret McNamara. Desde
entonces, todo el mundo conoce Nazaré como la capital de las olas gigantes.
Este encantador pueblo
pesquero de la costa de Portugal es una de las mecas del surf extremo más
conocidas del mundo. Hasta aquí llegan los mejores especialistas para medir sus
fuerzas con el océano. El último, el surfista portugués Hugo Vau, quien tras la
hazaña de surfear una ola gigante de 35 metros a principios de 2018, entró en
el Libro Guinness de los Récords con la ola más grande jamás surfeada. Y los
récords no dejan de sucederse. El último, el de Maya Gabeira, que ha batido un
nuevo récord surfeando ¡una ola de 22,4 metros!
DE PUEBLO PESQUERO A MECA SURFERA
El pueblecito
pesquero de Nazaré, a unos 100 kilómetros al norte de Lisboa, se ve apacible
cuando los cielos están azules y la luz del Atlántico es clara; entonces, las
fachadas blancas parecen iluminarse y la extensa playa luce con su arena
brillante en contraste con los coloridos toldos y parasoles a pie de arena.
UN LITORAL AUPADO EN EL ACANTILADO
Desde el puerto
pesquero, junto a la desembocadura del río Alcobaça, y hasta el faro, se abre
un litoral entre el azul del océano y el verde de la suave colina por donde se
expanden las empinadas calles del barrio de los pescadores. La ciudad baja toca
la arena y es de espíritu marinero. Es el centro neurálgico: hoteles, tiendas
de recuerdos, restaurantes, y toda la animación playera necesaria.
LOS JURELES AL SOL
La estética
surfera manda, pero las antiguas tradiciones como el secado de pescado siguen
vivas. Los jureles, sardinas y pulpos al sol son una de las imágenes más
pintorescas de Nazaré: una tradición que se ha convertido en museo vivo. A lo
largo del paseo, se puede ver a las mujeres, con el tradicional vestido de
siete faldas, cuidando del proceso de secado del pescado como si el tiempo se
hubiera detenido en otra época. Para más detalles, hay que pasarse por el Museo
do Peixe Seco.
ARRIBA Y ABAJO
Luego hay que
subir arriba, al origen de Nazaré, ya que la zona baja es relativamente
moderna, del siglo XVII. El funicular, que asciende unos 100 metros de
desnivel, se convierte en toda una atracción por sí solo. Abajo va quedando la
playa, y poco a poco, a ritmo lento con el roce del mecanismo, se alcanza el
barrio de Sítio, en la cumbre del promontorio: 318 metros de roca que cae en
picado hacia el mar.
CABALGANDO SIN TABLA DE SURF
Según cuenta la
leyenda, en 1182, el noble D. Fuas Roupinho, que se encontraba en la zona de
cacería, se salvó de caer por los acantilados ocultos por la niebla gracias a
la acción de la Virgen, que detuvo su caballo de golpe. En agradecimiento, el
noble hizo construir la pequeña Ermita de la Memoria, dando origen a Nazaré. La
capilla y la iglesia fueron un centro de peregrinaje mariano muy importante
hasta que en 1917 se levantó la Capilla de las Apariciones, en Fátima, a poco
más de 50 km. Así, es en el conjunto monumental formado por la pequeña Ermita
de la Memoria y la Iglesia de Nossa Senhora da Nazaré donde se encuentra el
origen de la villa. En el interior de la iglesia llama la atención los
bellos azulejos del siglo XVIII que cubren la nave. Las pinturas de la
sacristía describen la leyenda de cómo D. Fuas Roupinho salvó la vida por
intervención mariana.
TODAS LAS VISTAS
A pocos pasos de
la iglesia, aguarda el mirador de Suberco, que se vuelve un plan imprescindible
de Nazaré al caer la tarde: tal vez, incluso, se pueda afirmar que sin ver atardecer
desde aquí, sin observar cómo va cambiando el color de la arena de la playa con
la progresiva variación de la luz, uno no puede decir del todo que estuvo en
Nazaré. Y sea verdad o no la leyenda, lo cierto es que en el mirador se puede
ver la marca que la herradura dejó en la roca aquella mañana de niebla de
1182.
A UN LADO...
Desde el mirador
de Suberco, en el barrio de Sítio, se tiene unas vistas espectaculares de
Nazaré y de la ciudad baja. Esta parte de la ciudad da a una espléndida playa
de arena fina y cuidada con forma de media luna, donde son característicos los
toldos de colores al pie del acantilado.
Y AL OTRO
Desde la parte
alta también se se puede bajar a la playa do Norte. Ciertamente, el
faro separa ambas playas, que son como el día y la noche: la de la ciudad baja
es urbana y ésta otra, salvaje y abierta al Atlántico. Ambas,
merecen estar entre las mejores playas de Europa.
EL SECRETO DE LAS OLAS GIGANTES
El Fuerte de San
Miguel es buen lugar para acabar nuestra visita a Nazaré. En su interior está
la pared del Surf. Expuestas, casi una cuarentena de tablas donadas por los
auténticos mitos del surf que un día se atrevieron a soñar con este bello
pueblo pesquero. Desde el Fuerte de San Miguel se observa la fuerza que el
Atlántico alcanza en esta zona del litoral. El fenómeno de las olas gigantes se
debe al Cañón de Nazaré, un valle submarino de una profundidad de unos 5.000
metros y una extensión de 230 km. Su forma de embudo, estrechándose en la
Playa do Norte, es la que provoca las enormes olas que han alcanzado alturas de
30 metros ideales para el surf más extremo.
https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/nazare-capital-olas-gigantes-y-surf_13032/9
https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/maravillas-naturales-francia-a-dos-dedos-frontera_16003/8
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