Pensativa de Jesús Goytortúa Santos: imagen y representación de la mujer mexicana
en la novela de tema cristero
Este ensayo explora, dentro del contexto de la Revolución
mexicana, la representación de la mujer de finales de los años veinte del siglo
pasado, a través de la novela Pensativa, de Jesús Goytortúa
Santos. Es a su vez un estudio que destaca la presencia femenina en la historia
a partir de uno de los géneros de la literatura, en una época matizada bajo la
concepción familiar y social de que su rol debía circunscribirse únicamente al
marco limitado del hogar. Se aborda su imagen a partir de su actuación durante
la primera rebelión de los cristeros (1926-1929).
La novela de tema cristero en el contexto de
la Revolución Mexicana
Un
acontecimiento como la Revolución mexicana de inicios del siglo XX, no pasó
desapercibido por disímiles novelistas, poetas y literatos que desde diferentes
ópticas interpretaron y relataron el suceso. Su impronta económica, social,
política, ideológica y cultural, a partir de 1910 proporcionó a la nación, como
fruto directo de ella, un sinnúmero de valiosas producciones literarias.
Hubo en la
etapa algunos autores como Francisco Monterde (1894-1985) y Artemio del Valle-Arizpe
(1888-1961) por sólo citar dos exponentes, que se inclinaron en sus obras hacia
la temática colonialista, abstrayéndose de la realidad histórica circundante
que vivía el país. Con una evocación constante del pasado revelaron una suerte
de reafirmación nacionalista que, sin tener presente el compromiso con las
transformaciones que se esperaban de la revolución en marcha, lograron ser
eficaces voceros de lo autóctono, las tradiciones y las raíces naturales de
México.
Por otra parte
y de manera diferenciadora, las novelas que tuvieron como tema central a la
revolución y sus complejidades sociales y políticas lo hicieron con un corte
sorprendentemente realista y crítico. Sus máximos exponentes: Martín Luis
Guzmán (1887-1976) y Mariano Azuela (1873-1952) trabajaron con sencillez y dinamismo
el derrocamiento de la dictadura del presidente del país, general Porfirio Díaz
Morí, pero sobre todo reflejaron en sus obras el desenvolvimiento de diferentes
grupos sociales, y la actuación de los hombres y mujeres en medio de un nuevo
orden de posibles cambios y transformaciones para la nación. Divulgaron y
trasmitieron a la posteridad su propio accionar, revelando tanto la actuación
de las principales figuras que se involucraron en la contienda, sus anécdotas
variadas y sus hechos más importantes, como las demandas por el derecho a la
tierra en lo relativo al problema agrario, el problema indígena y su violento
acontecer.
María del
Carmen Millán al caracterizar la novela de la revolución mexicana y develarla
ciertamente como propensa al alegato personal ha afirmado que "las obras
narrativas inspiradas por la revolución son parciales, fragmentarias y que
presentan la fase histórica y política del movimiento con caracteres
generalmente autobiográficos".1 Por otra parte
como refiere Luis Mario Schneider "la revolución mexicana encontró mayores
y más nutridos testimonios en la novelística que en cualquier otro género
literario".2
Dentro del
complejo itinerario de aquella revolución, entendido desde 1910 hasta 1940
cuando concluye el periodo presidencial del general Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940),
tuvo lugar un conflicto armado entre la Iglesia Católica y el Estado, conocido
como la Rebelión de los Cristeros o la primera cristiada (1926-1929).
Su escenario
fue el centro-occidente de la república (mayoritariamente católico), con sus
principales acciones en los estados de Jalisco, Zacatecas, Nayarit, Michoacán,
Colima y Guanajuato. Al hablarse de la rebelión no se puede catalogar como un
proceso sencillo u homogéneo, sino heterogéneo y muy complejo. Fueron en suma
"tres años de lucha cruenta, sangrienta y desgarradora entre campesinos
católicos cristeros y el gobierno federal mexicano [que] bastaron para
convertirla en el sello nacional e internacional del gobierno posrevolucionario
del general Plutarco Elías Calles (1924-1928)".3
Para entender
el entramado de la rebelión de los cristeros necesariamente hay que tener en
cuenta a los católicos y católicas del México de inicios de los años veinte y
luego su oposición mayoritaria al gobierno del general Plutarco Elías Calles
quien, instaurado en el poder desde el primero de diciembre de 1924 hasta 1928,
siempre manifestó un acentuado sentimiento anticlerical. Por otra parte, la
actitud del gobierno contra el amplio poder ideológico y económico que había
alcanzado la institución católica mexicana desde antaño y las personas que lo
profesaban nos conduce hacia los principales motivos, las actitudes que se
manifestaron, los ataques, y los combates que libraron los dos grupos
mexicanos, en pugna irreconciliable desde el mes de julio de 1926.
No se debe
obviar la gran importancia y el papel determinante que desempeñó la religión
católica desde el mismo nacimiento de la sociedad mexicana en los hombres y
mujeres del país. Particularmente en el siglo XX llaman la atención las
disposiciones que el presidente Calles quiso hacer cumplir estrictamente,
específicamente los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 que, con este carácter, habían
sido incluidos en la Constitución de 1917 y que de una u otra manera influyeron
decisivamente en el inicio de la rebelión de los cristeros.
A partir de
1926, respetando las disposiciones vigentes por parte del gobierno, en los
disímiles estados de México se suspendía el culto público, se expulsaba a las
monjas y los sacerdotes extranjeros del país, se tomaba posesión de propiedades
de la Iglesia, se restringía el número de sacerdotes y se prohibía el hábito
clerical en público. Igualmente se fomentó el crecimiento de la masonería y el
protestantismo para contrarrestar la creciente influencia católica de la nación
y se vigiló la instrucción en las escuelas parroquiales por el Estado. De
manera similar se nacionalizaba al clero y se comenzaban a suprimir los
colegios religiosos declarando públicamente la ilegalidad de las procesiones y
los ritos fuera del templo. Todo ello trajo graves consecuencias para México y
condujeron inevitablemente, con la conjunción de otros factores económicos,
sociales y políticos, a tres años de lucha armada.
Fue un complejo
y diverso acontecer donde hombres y mujeres lucharon de forma activa por la
causa que defendían, fuese a favor o en contra de algunas de las disposiciones
gubernamentales. Ello, unido a la agresividad de las batallas y acciones que se
libraron y la diversidad geográfica donde tuvo su escenario cada una de ellas,
fue revelado por un grupo de novelistas que a partir de entonces incursionaron
en la inusitada temática.
Como temática
predominante "del veintiocho al cuarenta, la Revolución es el tema
monolítico [...] [y] escritores de raza y literatos necesitaron del tema
central para sus obras literarias",4 sin embargo la
mayor relevancia que manifestaron las novelas de tema cristero no consistió en
su calidad como obras literarias, sino en el hecho de haber retomado el suceso
armado como marco histórico de referencia, develando detalles y comportamientos
que la historia tradicional de la época omitió.
El conflicto
cristero generó una producción novelística y testimonial importante de personas
que directamente vivieron el suceso. Diferentes novelistas oriundos de la
nación como José Guadalupe de Anda, Elena Garro, Fernando Robles y Jesús
Goytortúa Santos por sólo citar algunos, interpretaron el suceso con las
particularidades y la filiación propias de cada uno, sin desdeñar en cada caso
las disímiles polémicas y difíciles aristas que manifestó. Abordaron con
ingeniosidad, conocimiento y valentía el candente conflicto de matiz
político-económico-religioso que se había suscitado en el país.5 Todos, con la
excepción del presbítero David Ramírez (Jorge Gram, quien inició la literatura
cristera con su novela Héctor en 1928) publicaron sus novelas
luego de transcurridos varios años de la firma de los arreglos que dieron por
finalizada la contienda armada, en el mes de junio de 1929.
En cada una de
las obras de los novelistas de tema cristero la intención no fue únicamente
"novelar" el hecho histórico que le dio lugar, sino la representación
y acontecer de los diferentes grupos sociales involucrados en las diferentes
zonas del país. Con sus novelas posibilitaron el estudio de la confrontación
armada y su decisivo papel dentro de México, sin obviar en cada caso a las
mujeres, fuesen combatientes en las acciones, enfermeras, espías, prostitutas,
cocineras, militantes de las brigadas femeninas, maestras o sencillamente amas
de casa que acompañaban a sus esposos en el intento frente al gobierno de
reivindicar el derecho de profesar sin restricciones la fe católica.
La novela de
tema cristero, como lo había hecho su antecesora la novela de la revolución
mexicana, retomaba la historia para incorporarla a las expresiones de la
literatura según las particularidades del género. Su diferencia con la anterior
propuesta consistía en que abordó como temática fundamental las polémicas
rivalidades Iglesia católica-Estado desde fines del siglo XIX e inicios del
siglo XX, la relevante participación de la mujer mexicana, y los grupos
campesinos como fuerza más importante de la rebelión.
La literatura
cristera que indagó en las peculiaridades de sus actores, específicamente la
novela, reflejó un conjunto variado de actitudes y manifestaciones de los
hombres, mujeres y niños del pueblo mexicano. Enfatizó el criterio de que la
novela como género literario es la mejor historia, al decir del crítico cubano
Juan Marinello Vidaurrutia. Según su criterio "la historia, cualquiera sea
su orientación es el testimonio de un tramo del tiempo y de la tierra [...] [y]
el poder creador del novelista hace del hombre, del personaje, una suma
inquieta de experiencias y sensaciones que vienen de su contorno y de un pasado
que gravita sobre su destino".6
Con los
recursos propios del género se develaba un periodo de la historia nacional que
conmocionaba hondamente a la nación y que constituía por años y décadas una
temática negada y por tanto no mencionada, menos aún estudiada con anterioridad
con la seriedad que el tema merecía. Por otra parte sacaba a la luz un suceso
inolvidable de parte de varias generaciones de mexicanos.
La novela de
tema cristero se interesaba por mostrar las aristas diversas de un
episodio sui generis acontecido en el país: el enfrentamiento
armado entre dos poderes fuertes y antagónicos: La iglesia Católica y el
Estado, y lo hizo con el desenfado natural de la literatura, la cual
"expresó la diversidad del país que la historia oficial ocultó y en ese
sentido nació descentralizada sin acatar o responder a las modas culturales del
centro".7
La Rebelión de los cristeros en Pensativa: Conjunción
de la literatura y la historia
El acercamiento
y estudio de una de las novelas cristeras mexicanas: Pensativa de
Jesús Goytortúa Santos, nos permite conocer desde las voces de un pequeño
pueblo los hechos, actitudes y personajes que tuvieron un importante papel,
tanto activo como pasivo dentro de la mencionada contienda. Se encuentra
latente en sus páginas la recreación literaria de la historia luego de
transcurridos quince años de su terminación.
La novela se
publicó por primera vez en el año 1945,8 por la
Editorial Porrúa, cuando Jesús Goytortúa Santos tenía treinta y cinco años de
edad.9 Un año antes
había obtenido el Premio Miguel Lanz Duret, certamen auspiciado desde 1941 por
el diario El Universal.10 De parte del
jurado fue una decisión osada para su época. El hecho de haber seleccionado
como ganadora una novela que recordaba dentro de la historia no publicada
oficialmente un episodio muy dramático y todavía sensible en el imaginario
colectivo, evidencia que pudieron existir razones muy diversas para ser
elegida, una de ellas fue, sin duda, la presencia dentro de sus páginas, no
exentas de una extrema violencia, de la calidad del texto.
No obstante,
desde el punto de vista literario los críticos han manifestado diferencias de
criterio respecto a su calidad. Reviste gran interés retomar las opiniones
diversas que sobre la novela han trasmitido sus estudiosos en diferentes
etapas. Max Aub la ha calificado como una "mediocre novela acerca de la
revolución",11 mientras el
chileno Fernando Alegría plantea que la crítica especializada la ubica como una
novela de mérito literario que, aunque no participa directamente en el
conflicto ideológico, alude al tema de los cristeros.12 De manera
similar Ángel Arias Urrutia ha recomendado su lectura de manera obligatoria por
considerarla excelente.13
Pensativa ha posibilitado el conocimiento y una profunda visión de los
grupos cristeros donde los hombres dieron todo en una guerra por la fe y la
virgen de Guadalupe —refiere John Brushwood— y donde sólo recuerdan su valentía
y una realidad cruel en la que perdieron parte de su vida. Según su estudio
"es importante también porque muestra que el autor está lo suficientemente
apartado de los acontecimientos como para recrear la circunstancias, en vez de
observarlos simplemente".14
La novela
enfatiza en la relación fraterna de los líderes rebeldes cristeros con la tropa
y su posición incondicional a la causa que los anima ante la posibilidad de
morir o vencer en la lucha contra el gobierno, pero de la misma manera hace
recaer la atención hacia la política de hostilidad y venganza que llevó a cabo
el gobierno contra la Iglesia mexicana y los católicos, a los que se les
observa por parte del gobierno como fanáticos carentes de raciocinio. Por ello
se ha considerado además que la guerra cristera que muestra Jesús Goytortúa se
caracteriza por su irracionalidad, por su fe ciega y por la brutalidad que
llevaron a cabo ambas partes. Para Ruiz Abreu "es una novela de corte
histórico obviamente y que forma parte de la novela de la revolución
mexicana",15 aunque Carlos
Martínez Assad nos indica que si algunos la ubican en la novela de la
revolución mexicana están errados, porque se trata de la novela de la
contrarrevolución.16
En
correspondencia con lo anterior, el crítico cubano Manuel Pedro González ha
planteado que es esencialmente una novela de tema amoroso combinado con el tema
histórico que fue la guerra cristera. Revela que en ninguna otra novela vemos
al desnudo la intolerancia y la ferocidad implacable de los soldados de Cristo,
vistos desde la postguerra. Según su estudio no es una gran novela, pero sí es
una novela bien hecha, con el conflicto visto retrospectivamente con todo el
odio, la exaltación y el despecho del fracaso.17
Los hombres y
mujeres que se reflejaron en la novela cuando la rebelión había finalizado se
ven imposibilitados de actuar como lo hacían antes de 1926, porque un
sentimiento de rencor hacia la actitud del gobierno los invade. Ellos han
vivido cada instante de la difícil coyuntura creada por la rebelión y cada una
de las acciones que se han librado en los campos. De la misma manera se han
vuelto seres desconfiados de sus semejantes ante el estremecimiento que han
sufrido por tres años de inseguridad, desconfianza y miedo. No sólo es odio de
ambas partes lo que se deriva de cada palabra o diálogo que el autor emplea, es
resentimiento tanto de parte de los católicos hacia el gobierno, como de las
autoridades civiles del pueblo que representan al gobierno hacia los que dieron
y aún siguen insistiendo en ofrecer la vida por Cristo rey y la religión
católica.
Al mencionar la
importancia de Pensativa dentro del grupo de producciones que
recrean el hecho, el mexicano José Luis Martínez hace referencia al interés que
muchos escritores —tanto conocidos como desconocidos— muestran por las
seducciones y complejidades del género [donde] cada una representa un esfuerzo
apreciable por conquistar la plenitud del difícil arte novelístico, por
explorar nuevos caminos y por expresar, desde diferentes perspectivas, la
realidad de México o la imaginación y la aventura de sus autores [...]18
Por la
caracterización que realizó Antonio Avitia Hernández del conflicto a través de
sus personajes, clasificó a Pensativa como novela neutral.
Considera que en las novelas a favor de la cristiada:
Los personajes
positivos son los hacendados, los cristeros y los sacerdotes al tiempo que los
negativos son los agraristas, los maestros rurales y el gobierno. En el segundo
tipo de novelas los "malos " son los hacendados, los
cristeros y los sacerdotes. En el caso de las novelas neutrales los códigos se
matizan y aparecen personajes poco usuales como el cacique y los burócratas
corruptos.19
Aun cuando
en Pensativa no aparecen como personajes ni los caciques ni
los burócratas corruptos, puede considerarse perfectamente como una novela que
intenta ofrecer los caracteres de cada una de las facciones en lucha sin un
comprometimiento, menos aún filiación hacia una u otra causa. Su interés a
diferencia de Jorge Gram en Héctor o Los cristeros del Volcán de
Colima, de Spectator, no radica en plantear una abierta oposición a la
revolución mexicana, sino en mostrar al lector una problemática donde las dos
partes en pugna se enfrentaron durante tres años con la misma ferocidad, rencor
y violencia.
Por otra parte,
el estudioso César Aira no hizo mención en su trabajo a la denominación de
novela anticristera, pero ha planteado que Goytortúa es de los que, a
diferencia de autores como Fernando Robles o Jorge Gram, se colocan en una
posición opuesta a la óptica católica para realizar la "novela de la
guerra cristera".20
La
reconstrucción histórica de un tema en extremo complejo naturalmente generó
dicotomía de parte de los críticos que indagaban en su calidad teniendo en
cuenta el manejo del lenguaje, la estructura, la descripción y el tratamiento
del tema y de los personajes. Según el criterio de Ruiz Abreu las ideas comunes
que expresaron las diferentes novelas cristeras son simples:
la del enfrentamiento entre un pueblo católico, azuzado por clérigos,
católicos recalcitrantes, hacendados defensores del "anciénne
régime", y mujeres beatas, y el Estado laico, necesitado de reafirmar su
maquillaje revolucionario persiguiendo a la iglesia Católica ya que entorpecía
seriamente sus planes de cambio social, político y su objetivo final de
transformar la mentalidad de la gente.21
En la novela
escrita por Goytortúa la creatividad imaginativa y la preferencia del autor por
mostrar una visión particular de la rebelión de los cristeros nos conduce a la
historia que cuenta la novela. En síntesis su trama gira alrededor de la
situación de un pequeño pueblo y sus habitantes cuando el conflicto ha
terminado. De una manera u otra se conoce por el narrador que todos en el
pueblo se han visto relacionados con el suceso. Todos ellos, con excepción del
protagonista que llega de la ciudad de México, han tenido una incidencia
determinada en las disímiles acciones armadas, despiadadas y crueles que se han
vivido desde 1926-1929. Los diálogos de Gabriela Infante, cuyo sobrenombre es
Pensativa pone de manifiesto la participación de las mujeres y el papel
dirigente y activo de las féminas en la contienda. Sólo al final de la novela
la misteriosa y melancólica joven devela su verdadera identidad, conmocionando
profundamente al joven Roberto que le ha pedido matrimonio sin conocer su
pasado.
La narración de
la novela inicia cuando el joven Roberto llega al pueblo de Santa Clara de las
Rocas a visitar a su tía Enedina. Al llegar al pueblo y recorrer sus calles
encuentra, luego de terminada la rebelión en 1929, "las calles invadidas
por la hierba, sumergidas en un mortal silencio [donde] la guerra civil había
herido con crueldad a [su] pueblo natal".22Al indagar el
protagonista en las causas del estallido de la rebelión de los cristeros, el
secretario del Ayuntamiento del pueblo recuerda el temor que sintió ante las
tropas cristeras conducidas por uno de los principales jefes de Jalisco, Carlos
Infante, "tropas en extremo agresivas", que de encontrarlo sin duda
no lo hubieran pensado para matarlo al instante. A través de las palabras del
secretario se patentiza por el autor, tanto las diferencias irreconciliables
entre cristeros y federales, como la actitud que manifestaron en la lucha
armada que se libraba, de ahí que le respondiera al recién llegado:
Mire usted: Aquí los de ambos bandos, hablando con verdad, merecíamos lo
que nos pasaba. Tan fanáticos y tan salvajes éramos los pintos como los
colorados. El Presidente Municipal le había entregado las monjas de la
Caballería, y [...] bueno, pues había hecho muchas cosas más. Los regidores
también tenían sus pecaditos. Todos éramos deudores y acreedores y yo por eso
digo: maldita sea la guerra civil, que rompe todas las leyes y que hace al
hermano verdugo del hermano.23
Ante el
conocimiento de una etapa difícil vivida en su país el protagonista considera
entonces que creyó "ver brotar de la tierra un vapor enrojecido. Las
guerras más dolorosas han bañado en sangre la tierra mexicana. Y las peores han
sido las civiles; las más salvajes, las que han dado a cada árbol por fruto un
ahorcado, han sido las luchas fratricidas".24 Su extrañeza
a la tranquilidad que vivió en ese pueblo durante su niñez contrasta con la
ruina y la desolación que se respira por todos los sitios y rincones del pueblo
cuando la rebelión finalizó. Luego, al conocer los detalles de las acciones
confiesa su total desagrado por los que se dicen cristeros y califica de
salvajes a quienes habían luchado en la guerra religiosa contra el gobierno por
defender su fe. Su sorpresa aumenta sobremanera cuando se percata de que ambos
bandos en pugna se habían visto involucrados en una guerra donde se cometieron
atrocidades sin nombre y los mexicanos se habían convertido en bestias feroces,
en hombres fanáticos, sedientos de sangre y soberbios que sólo soñaban con el
exterminio del enemigo. Una indicación precisa, sugerida por el médico del
pueblo, debe cumplir durante su breve estancia en Santa Clara de las Rocas: no
debe hablar de los cristeros, porque la zona produjo los cristeros a millares y
aún hoy el pueblo está profundamente dividido. No sé cómo puede haber tanta
gente que desee jamás la guerra civil. Nada hay más atroz que una lucha como la
que tuvimos aquí, en la que la muerte se escondía tras de cada roca, en la que
las familias luchaban entre sí. Creo que jamás se han cometido crímenes tan
espantosos como los habidos en esa lucha [...]25
La primera
rebelión de los cristeros había concluido en el pueblo cuando se relata por
Goytortúa, pero había quedado en los hombres y mujeres del campo un sentimiento
de tristeza y melancolía al recordarla. Los protagonistas, actores o simples
espectadores de la contienda no habían podido olvidar el dolor que sintieron
ante la pérdida de sus seres queridos que el suceso dejó a su paso.
El novelista
insiste en mostrarnos lo que ha significado el mes de junio del año 1929 para
los cristeros, pacto o arreglo que no ha tenido los resultados que esperaban.
Desde el punto de vista histórico a mediados de 1929 al menos a corto plazo,
los católicos cristeros no podían vencer tan fácilmente al gobierno como lo
habían sugerido en 1926; y por otra parte, el gobierno mexicano sintiéndose en
bancarrota desde el punto de vista económico, pero también en prestigio
internacional, tenía extremada urgencia de terminar el conflicto cuanto antes,
pero no fue objetivo del novelista reflejarlo de esta manera. Al referirse a
los polémicos acuerdos firmados entre el gobierno y los representantes de la
Iglesia católica refería que los cristeros, estaban dispuestos a seguir
luchando todo el tiempo que fuera necesario hasta obtener la derogación de las
leyes que perseguían a la Iglesia católica.
El día 21 de
junio de 1929 se dio a conocer en México la noticia de la solución entre la
Iglesia católica y el Estado mexicano. A los "arreglos" no se le dio
ningún carácter oficial y se retoma a través de uno de los diálogos de la
novela. El gobierno no podía negociar con una institución a la que, desde 1917
en su artículo 130 constitucional, no se le reconocía personalidad jurídica
alguna, de ahí la inconformidad que grandes grupos de combatientes cristeros
manifiestan en la novela. Aunque el episcopado mexicano mantenía la solicitud
de la modificación de las leyes anticlericales, no impuso ante el gobierno
otras condiciones para el logro de la paz interna del país. Esta situación
había determinado la ruptura entre la Liga de la Defensa de la Libertad
Religiosa, la organización líder de los católicos y católicas, los grupos cristeros
en armas y el clero. Cuando entre la jerarquía católica y el gobierno se llevó
a cabo la firma de los arreglos que se conocieron como Modus Vivendi, la
solución recogió entonces los siguientes términos:
1. Amnistía
general para todos los levantados en armas que quisieran rendirse.
2. Que se
devolvieran las casas curales y episcopales.
3. Que de
alguna manera se garantizara la estabilidad de estas devoluciones. 26
En la novela,
los habitantes del pueblo lamentan los resultados de 1929 cuando se ha dado a
conocer lo pactado por los que no habían luchado físicamente en los campos
mexicanos. Uno de ellos es Cornelio, uno de los combatientes católicos, quien
está convencido de la justeza de la causa católica y de su decisión de haber
luchado por los derechos religiosos de sus habitantes contra la hostilidad del
gobierno. Cornelio "pertenece al número de los que se disgustaron con el
clero cuando este firmó la paz con el gobierno".27 Decepcionado
ante la solución definitiva del conflicto considera que "el clero es el
primero en dar el ejemplo de sumisión a los herejes. Los sacerdotes se han
olvidado de los libros sagrados y los obispos han firmado la paz con los
amorreos. Ibamos de triunfo en triunfo cuando los obispos aceptaron la paz.
Todo se perdió. Tanta sangre derramada en vano [...] ".28
Pesimismo y
decepción ante la firma de los arreglos nos muestra Goytortúa. La rebelión
soberbia y sangrienta que provocaron unos y otros y la no obtención de los
resultados que se esperaban, incidía en los católicos hasta el punto de no
aceptar su derrota frente al gobierno. Por otra parte, la Constitución vigente
no fue modificada a partir de los arreglos, sino que sólo fue verbal el acuerdo
de poner fin al conflicto de los cristeros. El novelista nos muestra a través
de sus personajes la inconformidad con el gobierno, pero también la disposición
de la jerarquía Católica de poner fin al conflicto, sin haber consultado su
parecer con los cristeros que luchaban en los campos de batalla del país. A
partir de 1929, los templos fueron abiertos al culto para los católicos, pero
con ello no se eliminaron totalmente las fricciones que se evidenciaron entre
gobierno-estado, ni entre los mismos católicos mexicanos.
Jesús Goytortúa
Santos escribió su novela Pensativa y la presentó en un
concurso literario en 1945 cuando las huellas dejadas por los diferentes
enfrentamientos y acciones armadas entre mexicanos aún estaban muy latentes en
el sentimiento y la memoria colectiva del país. Desde el punto de vista
oficial, por parte del gobierno hacer referencias o sencillamente relatar algún
aspecto relacionado con la rebelión de los cristeros estaba vedado, sin embargo
uno de los géneros de la literatura se convertía de esta manera en el vocero
idóneo, a su vez capaz de realizar el rescate de la historia de uno de los
sucesos más sangrientos y conmovedores de la nación.
Puede ubicarse
dentro de las producciones literarias que forman parte del movimiento literario
que se originó luego de finalizado el suceso, que además incluyó relatos,
crónicas, testimonios, novelas, cuentos y corridos. Fungió en la práctica como
una alternativa que difería de la concepción gubernamental de no mencionar
siquiera los hechos, aristas, puntos de vista y resultados de la extrema
complejidad que le caracterizó.
Pensativa resultó ser, una de las vías que posibilitó el recuento y el
conocimiento del conflicto cristero, cuando el Estado mexicano quiso hacer
olvidar a los oriundos de la nación una parte consustancial de su historia. Por
otra parte, y de ahí su novedad, sobresalía como elemento significativo la
representación del desempeño y rol femeninos en una época matizada por el
confinamiento doméstico familiar. La mujer adquiría a través de uno de los
géneros de la literatura una significativa mirada de su rol desde el punto de
vista social.
La mujer mexicana en Pensativa
En las novelas
de tema cristero se incorporó la representación de la mujer desde diferentes
perspectivas, dígase la madre, las líderes, las que militaron en las brigadas
femeninas, la maestra y las que protagonizaron otras acciones de menor
envergadura. Todas centraron el interés de los novelistas dentro del complejo
escenario del imaginario femenino.
Uno de los
estudiosos de la temática, Frank León Gelskey Beier, coincidiendo con el
criterio del novelista mexicano Juan Rulfo, ha planteado que en dicha
novelística sobresale como nota distintiva la mujer, muchas veces como
protagonista y otras como figura de gran relieve.29 En la
novela Pensativa, de Jesús Goytortúa Santos, la actuación
femenina dentro de la rebelión de los cristeros quedó consignada por su autor,
fundamentalmente a través de la representación de una joven que devenía por su
liderazgo en símbolo de la lucha entre cristeros y federales. El novelista,
participante directo de la rebelión de los cristeros, se sintió sensibilizado e
impresionado por la dinámica del hecho histórico y dentro del mismo por el rol
femenino, de ahí la importancia de su obra en el aporte a la historia de la
realidad social propias de la época que le tocó vivir.
La mujer
adquirió como ser social, como sujeto histórico un papel de primer orden dentro
de la amplia movilización que protagonizó el pueblo mexicano en el periodo
1926-1929, y ello fue reflejado por Goytortúa. En uno de los diálogos
iniciales, Gabriela Infante conocida con el sobrenombre de Pensativa refiere
que "en la guerra religiosa las mujeres participamos tanto como los
hombres".30 A través de
la joven protagonista se conoce que las mujeres campesinas del medio rural y
las de clase media lucharon activamente. No fueron soslayadas ni minimizadas
por el autor: ni las cocineras, muy importantes en tanto garantizaban la
alimentación de las tropas durante las movilizaciones y los combates, ni menos
aún la representación de mujeres sojuzgadas, sino las que marcaron importantes
pautas transgresoras en la manera de pensar el rol femenino al frente de los
combates, con una participación directa de tanta importancia como la que
desarrollaron los hombres.
Desde la
literatura se hacía especial énfasis en un rol que no se diferenciaba del que
en la historia habían protagonizado los líderes masculinos de diferentes
estados. En 1944, el mayor interés de la novela no se circunscribía a los
genuinos hacedores y relatores de la historia, los hombres, en calidad de jefes
militares cristeros, como Victoriano Ramírez (El Catorce), de Los Altos; Pedro
Quintanar y Aurelio Acevedo, en Jalisco y Zacatecas respectivamente; Rodolfo
Gallegos, en Guanajuato; Jacinto Loyola y Prudencio Zapata, en San Luis Potosí
o Jesús Degollado Guízar, en Michoacán, sino en las mujeres católicas que en
relación directa y cotidiana con los hombres participaron en la lucha que se
libraba en el campo de batalla, bien lejos de ser consideradas como simples
espectadoras de lo que sucedía.
Es importante
tener en cuenta que la novela se escribió y luego se publicó en una época
signada bajo el estereotipo de la mujer mexicana católica indisolublemente
ligada a lo doméstico y cotidiano, porque en el hogar fue la encargada de salvaguardar
el comportamiento y velar por la educación formal de sus hijos. En este sentido
Goytortúa sugiere al lector una mirada diferente en torno a la preservación de
las tradiciones de los años veinte del pasado siglo.
Mujeres
consideradas socialmente de y para los hombres, debían contribuir a la patria y
la cristiandad, pero sobre todo y ante todo a la familia. Dentro de la
estructura familiar mexicana las madres, mujeres, esposas y hermanas protegían
las buenas costumbres proporcionando el entorno requerido,31 pero fueron
también las que a partir de 1926 ejercieron la presión psicológica en los
hombres a fin de incitarlos a la realización de determinadas acciones, en este
caso a afiliarse a la lucha armada.
La actuación de
Pensativa reflejaba la imagen "combatiente" de la mujer rural que
abandonaba su hogar para incorporarse a la refriega. La guerra a su paso había
incidido en la formación y la vida de los mexicanos del centro-occidente, por
ello Pensativa refiere en uno de los pasajes que ha pensado vivir en un
convento, porque "jamás he podido pensar en casarme. La guerra religiosa
estalló cuando me hacía mujer y ya no tuve un instante de tranquilidad, todo
fue zozobras. Estuve siempre rodeada de peligros". La mujer que desafió el
peligro a partir de 1926 lo hacía convertida en generala de las huestes
cristeras. Su relevancia radicaba en el hecho de constituir "la única que
supo reunir a los indisciplinados caudillos con valor, entereza y mucho coraje
en la lucha contra los federales".32
Aunque el autor
nos relata el papel de Carlos Infante como jefe cristero, reafirma la valentía
femenina a partir de las vivencias que experimentó cada uno de ellos. Su
intención no fue presentar a Pensativa ni como mujer culta resuelta a ser la
transformadora social por excelencia, ni la víctima de la explotación,
vejaciones o discriminación propias de su época, sino conferirle una relevancia
como jefe militar. Su papel fue retomado desde los mismos hechos de la
historia, porque como refiere Jean Meyer, en algunos estados de México, las
mujeres:
[...] eran las primeras en declarar la guerra, y los peores enemigos de
los federales, que lo pagaban con creces [...] El alma de la resistencia en
Huejuquilla fue María del Carmen Robles, que supo resistir al general Vargas, y
cuyo martirio le valió una fama de santidad. María Natividad C. González
llamada "la generala Tiva" era la tesorera de la Brigada Quintanar,
mientras que [...] Agripina Montes "La coronela" [...] organizó el
alzamiento de Manuel Frías, en Colón, y lo propagó por toda la región con una
energía absolutamente militar [...]33
La
caracterización de Pensativa como la joven que "ha sufrido y sufre aún por
los hechos sangrientos y crueles que vivió durante la persecución religiosa que
llevó a cabo el gobierno mexicano", nos devela el interés del novelista en
presentarnos el componente humano de su protagonista. Ha vivido desde pequeña
en su hacienda del Plan de los Tordos, cerca del camino viejo a Guanajuato,
pero en 1929, sin familia, y en una "casa desmantelada", vive rodeada
de mujeres y hombres cristeros que también han sufrido los horrores de la
rebelión y presentan en sus rostros y cuerpos las cicatrices recibidas de las
fuerzas del gobierno. Los ha acogido en su hogar cuando el conflicto ha
finalizado por el hecho de haber sido "valientes que lo dejaron todo por
defender la fe",34 pero además
porque todos estuvieron en la lucha armada bajo las órdenes de su hermano
Carlos.
Sin embargo, el
novelista también nos conduce a su identidad y significación como "mujer
terrible y despiadada" en medio del fanatismo cristero. Refiere el novelista
el interés del protagonista Roberto por conocer el misterio que cubre a esta
mujer, lo cual se devela a partir de una carta enviada desde Guadalajara donde
las características que asumió Pensativa en la guerra salen finalmente a la
luz:
[...] Entrevisté a viejos cristeros que la conocieron y que hablan de
ella con veneración y todos han negado la muerte de la generala. La terrible
mujer está oculta y estos fanáticos no pueden ni siquiera imaginársela muerta.
La adoran. Fue una mujer temeraria, dura, impávida, que apareció repentinamente
en los campos de la lucha y que pronto se hizo conocer como la generala, sin
otro nombre. Apenas los íntimos conocieron el nombre de esa misteriosa mujer
que fue el alma de la guerra. La han comparado con Juana de Arco, pero la
Doncella de Orleans no fue jamás ni tan intrépida ni tan despiadada como la
Generala de los cristeros.35
Aunque Basilio, excristero, considera a la joven Pensativa "la más
santa y virginal de las mujeres [...] después de Dios y de la Santísima Virgen
viene la señorita",36 fue para su tropa
la líder en la guerra. Para todos los amigos que le hacen canciones para
mitigar su tristeza, pero que conocen su misterio, no fue el sacerdote o
militar inexperto que los guió de manera desorganizada, sino la que supo
dirigir un ejército, representando además "a una linda mujer" que
jamás pudo ser vencida ni doblegada por la fuerza del gobierno en los estados
de Jalisco y Colima porque "sabía mandar mejor que los hombres".37
La mujer-líder,
"la terrible cabecilla de los cristeros"38 en tanto
mandaba a hombres, debía camuflarse en la época bajo una identidad masculina,
elemento que destaca Goytortúa. En el México de fines de los años veinte no
bastaba la valentía y destreza de una joven como Pensativa, "hermosa,
melancólica y de fina raza", sino que debía "enmascarar" su
físico y peleaba disfrazada de hombre, sustituyendo las faldas por los
pantalones para ser aceptada por sus propios subalternos en su condición de
dirigente. Según Goytortúa era una temible y decidida mujer, una heroína
católica que bajo el disfraz de un hombre en los combates le había asegurado al
enemigo federal considerables bajas en su ejército.
El novelista
nos presentó a la mujer que por una parte no se refugió en cañadas,
desfiladeros, peñas o cuevas para evadir el peligro de los cristeros u
ocultarse de las fuerzas callistas como lo hicieron otras, porque en este caso
Pensativa fue "la generala" que defendió con las armas, por espacio
de tres años, el derecho a profesar su religión. Por otra parte, fue importante
la representación de las que en franco desafío contra un ejército superior y
bien armado se desarrollaron en medio de la inseguridad y las vejaciones de una
guerra. Ciertamente, tal y como refiere Ana Lau Gaiven,
las mujeres mexicanas jugaron un papel muy importante en esta rebelión
por creer que eran ellas las depositarias de los valores de la fe cristiana.
[Su papel fundamental lo desempeñaron] ayudando económicamente a la causa,
[participando físicamente en los hechos armados, aunque también] asistiendo
clandestinamente a los cultos cuando fueron prohibidos o militando contra el
gobierno.39
Mujeres
identificadas con el sacrificio y el coraje y entregadas a la fidelidad de una
causa se rescataron en la novela. Agustín Vaca ha considerado que el elemento
femenino desempeñó un papel decisivo en la rebelión y que en los hechos del
conflicto aventajaban indiscutiblemente a los hombres, aseverando que "la
mayoría de novelas de tema cristero, coinciden en señalarlas como las
principales promotoras e instigadoras de la rebelión".40
El servicio de
la hacienda, cubierto fundamentalmente por las mujeres, aparece sin detalles
significativos. No obstante, el interés se ha centrado en los personajes
femeninos que muestran algunas señales de la guerra en la que han intervenido,
tal es el caso de "Mariana, la más vieja, que había sufrido la amputación
de la mano izquierda; Lucía, la más joven, que amamantaba a su hijo, pero
mostraba en la frente un trazo que [...] había sido dejado por una bala".41 La cruenta
realidad que se vivió en el periodo 1926-1929 trastocó el rol femenino
dependiente hasta el punto de considerar a las mujeres en la rebelión como el
sustento clandestino de mayor efectividad e independencia.
Las acompañan
fielmente en la hacienda los hombres católicos, "hombres admirables",
al decir de Pensativa, que aún se enorgullecen cuando los nombran cristeros.
Ellos, en 1929, tras la culminación de la rebelión, no han sido colgados,
fusilados o desorejados, aunque son seres mutilados e impedidos que no pueden
trabajar fácilmente por ser cojos, mancos o tuertos y los que según sus propias
palabras no pueden tropezar nunca con sus enemigos implacables que son los
hombres que representan al Jefe Máximo de la revolución mexicana, el general
Plutarco Elías Calles.
El centro de la
atención del novelista Jesús Goytortúa Santos fue una líder de los cristeros
cuya tipología y escenario "de lucha" no fue el hogar, sin embargo,
hizo gala de especial cuidado al caracterizar ambos bandos sin dejar de
describir las acciones y venganzas protagonizadas por las fuerzas federales y
cristeras, por ello se constata en su novela su neutralidad ante el tema
histórico que tomó como motivación. En sus páginas se reiteró con insistencia
la existencia de una guerra donde desde ambos bandos se cometieron acciones
despiadadas. Lo anterior se enfatizó también a partir del relato de dos
actitudes femeninas completamente opuestas. Se conoce la anécdota de doña
Ursula, quien sufrió un castigo de parte de las tropas del gobierno federal y
fue echada al río por los soldados por haber ayudado a los grupos cristeros,
pero por otro lado los cristeros, si bien habían recibido dinero para la causa
rebelde de doña Enedina, calificaron su ayuda de actitud tibia por haber
escondido en 1928, en el ropero de su casa al gran maestro de la masonería, el
secretario del Ayuntamiento del pueblo.
A Goytortúa le
interesó el rescate de las mujeres que auxiliaron a los hombres en el combate,
los "cristeros pacíficos" al decir de la investigadora mexicana Marta
Elena Negrete, sin los cuales el movimiento cristero no hubiera subsistido por
mucho tiempo porque proporcionaban alimentos y protección.42 Le interesó
al novelista relatar la ayuda que brindaron las que, sin ser propiamente
líderes en los combates, ayudaron en la rebelión con dinero, noticias, ropas y
parques, tuvieron a su cargo el transporte de la correspondencia, el traslado
de parque para los combatientes y la misión de curar a los heridos en el
combate como enfermeras o auxiliadoras. Mujeres que sin tener en cuenta las
exigencias, discriminación y preocupaciones sociales respecto a ellas,
colaboraron de varias maneras, tal fue el caso de Genoveva, la Chacha, otro de
los personajes femeninos, quien afirmaba con orgullo:
Yo fui cristera. No anduve con las armas en la mano, pero hice lo que tu
tía y lo que por aquí todo el mundo hizo: ayudar a los rebeldes [...] podíamos
con relativa facilidad pasar avisos, dinero y medicinas y hasta parque a los
diferentes grupos cristeros que operaban en la zona [...] Teníamos que usar
muchas precauciones y éramos más desconfiadas que los coyotes.43
La novela Pensativa rescataba
un sujeto histórico con el objetivo de inmortalizar su proceder, pero también
asentaba el deseo consciente de dejar para la posteridad lo específicamente
femenino con su peculiar mezcla de dulzura, debilidad, carácter y sensibilidad
junto a los hombres que se enrolaron en la primera rebelión cristera, para
afrontar "su" causa, alejada del marco limitado del hogar familiar y
las labores del culto, más a tono con la imagen tradicional de la mexicana.
Las mujeres que
nos mostró Goytortúa ni rezaron constantemente, ni se sintieron amparadas por
una profesión, "muchachas casi todas condenadas a morir solteras por la
emigración de los hombres" que fueron a la guerra. No fueron idílicas,
sino seres de pueblo, mayoritariamente campesinas cuya única motivación había
sido dirigir, en otras ocasiones sólo colaborar de varias maneras con la
campaña que habían protagonizado los sublevados. Sus voces se habían alzado
enardecidas en un clamor popular con la convicción de que habían actuado
correctamente, porque no existía otro camino posible para ellas que la
continuación de sus hábitos y tradiciones, interrumpidas a partir de 1926.
La mujer,
discriminada socialmente, se visualizó dentro de Pensativa como
ente activo de las acciones político-religiosas que se libraban. Su rol no se
circunscribió a las labores que se consideraron las propias de su sexo, sino a
las que la sociedad católica le impuso como parte de su universo como madre y
hermana junto a sus compañeros, esposos, hijos o hermanos. Sin duda, al decir
del historiador Jean Meyer, la lucha por espacio de tres años no hubiera podido
mantenerse sin la ayuda constante de las mujeres de una u otra posición social
que actuaron en calidad de espías, de aprovisionadoras, de organizadoras, sobre
las que recaía todo el peso de la logística y de la propaganda.44
Llegar a
aprehender este quehacer en toda su diversidad y complejidad no es tarea fácil,
una vez que las grandes narrativas nacionales, como los bosques, apenas
permiten divisar los múltiples elementos que integran "la nación". He
aquí la importancia de la novela como fuente histórica: crear y recrear la
participación de otros segmentos sociales como las mujeres, hacedores también
de historia y cultura.
Consideraciones finales
Un
acontecimiento polémico y complejo como el conflicto de los cristeros
(1926-1929) dejó profundas huellas en toda la nación. Sus hechos y sus
protagonistas representan un difícil entramado de posiciones, conductas y
actitudes, y la novela lo recogió con extrema minuciosidad. Las mujeres
mexicanas no quedaron excluidas en el intento, porque la historia a través de
la literatura las ha albergado en su acervo como las depositarias de una
tradición de lucha, bien alejadas de una posición retardataria o secundaria,
sino como poseedoras de una vitalidad y energía de gran relevancia.
Las novelas de
tema cristero comenzaron a ser leídas y a circular en México de manera
clandestina cuando la historia oficial mantuvo un absoluto silencio sobre las
incidencias de la rebelión. La novela Pensativa, en 1944, se
anticipaba a las fuentes históricas en cuanto a la representación de la mujer
cristera y su desempeño. Fue, un símbolo que enlazó la ficción con la historia,
rescatando desde la literatura la expresión y el liderazgo de una mujer que
constituía un ejemplo de exaltación y valentía, a su vez reconstruidos por
Jesús Goytortúa Santos a partir de una lectura del pasado histórico de la
nación.
A través de su
novela incorporó al heterogéneo elemento femenino a la narrativa como símbolos
de identidad nacional y portadoras de una fuerza singular negada por la
historia. Por ello la necesidad del estudio de la literatura como fuente, y a
su vez reflejo de ella, con vistas a desentrañar un imaginario que
inevitablemente nos guía hacia su rol activo, amplio y enriquecedor. Sin
estudiar a la mujer mexicana no es posible completar una verdadera historia sea
política, ideológica, social o cultural. Sin indagar en sus matices, su
capacidad y en su pasado es imposible hacer la historia del siglo XX de México.
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2 Schneider, La
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II, 1967, 25.
3 Fuentes Mares, Biografía
de una nación (De Cortés a López Portillo), México, Ediciones Océano,
1982, 257.
4 Portal, Proceso
narrativo de la revolución mexicana, Madris, Espasa-Calpe, 1980, 3.
5 José Guadalupe de Anda
escribió dos novelas relacionadas con el suceso, los títulos fueron Los
Cristeros y Los Bragados; Elena Garro recreó el tema
de los cristeros en Los recuerdos del porvenir; Fernando
Robles fue el autor de La virgen de los cristeros y Jesús
Goytortúa Santos fue el autor de Pensativa.
6 Marinello Vidaurrutia,
"Treinta años después. Notas sobre la novela latinoamericana",
en Recopilación de textos sobre tres novelas ejemplares, La
Habana, Serie Valoración Múltiple Casa de las Américas, 1975, 64.
7 Martínez Assad, Regiones en la
historia y en la literatura, en Conrado Hernández López, Historia y
novela histórica, México, El Colegio de Michoacán, 2004, 62.
8 Goytortúa Santos, Pensativa, México,
Editorial Porrúa, 1945. Fue la edición utilizada en el presente trabajo.
9 Nació en 1910 en San Martín
Chalchequatla, estado de San Luis Potosí. En 1945 publicó su primera
novela, Pensativa. Su segunda novela, Lluvia roja (1947)
obtuvo también un galardón en concurso, el premio Ciudad de México en el año
1946. Publicó en ocasiones bajo los seudónimos de Claudio Vardel y Fidel.
Tomado de: Ocampo de Gómez, Literatura mexicana contemporánea, Biobibliografía
crítica, México, UNAM, 1965, 129.
10 Los premios de años anteriores
habían correspondido a Ciudad, de José María Benítez en
1941; El hombre de barro, de Adriana García Roel en 1942
y El jagüey de las ruinas de Sara García Iglesias en 1943.
11 Aub, Guía de
narradores de la revolución mexicana, México, Fondo de cultura
económica, 1969, 26.
12 Alegría, Breve
historia de la novela hispanoamericana, México, Ediciones de Andrea,
1945, 145.
13 Arias Urrutia, Cruzados
de novela: Las novelas de la guerra cristera, Ediciones Universidad de
Navarra, disponible en www.etcetera.com.mx.
14 Brushwood, México en
su novela, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, 389.
15 Ruiz Abreu, La
cristera una literatura negada (1928-1992), México, Universidad
Autónoma Metropolitana-Xochimilco, 2003, 168-170.
16 Martínez Assad, ob. cit., p.
59.
17 González, Trayectoria
de la novela en México, México, Ediciones Botas, 1951, 310-311.
18 Martínez, Literatura
mexicana S. XX (1910-1949), México, Antigua Librería Robredo, 1949,
242.
19 Avitia Hernández, Las
cristiadas noveladas, México, Proyecto de investigación de la
Universidad Autónoma Metropolitana, 2003, 4-5.
20 Aira, Diccionario de
autores latinoamericanos, buenos Aires, Emecé Editores, 2001, 33.
21 Ruiz Abreu, ob. cit., p.91.
22 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
12.
23 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
79.
24 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
150.
25 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
45.
26 Iraburu, La cristiada
y los mártires de México. 2da parte, El curso de la guerra [material
enviado por correo electrónico]. Otra mirada diferente la exponía el
exporfirista mexicano Federico Gamboa. Refiriéndose a la firma de los arreglos
entre la Iglesia y el Estado expresaba en su diario: "22 de junio de 1929:
Se hacen públicos los términos del arreglo religioso: Primero: subsiste el
registro obligatorio de sacerdotes, pero a indicación de los obispos. Segundo:
Permitida la enseñanza religiosa, a horas que no sean escolares y dentro de los
templos. Tercero: Reconócese al clero ¡el derecho de petición! [...] ¿Qué más
podíamos apetecer? Añádase que por primera vez, del 1867 acá, el Estado trató
con el clero de potencia a potencia.
23 de junio: [...] la Basílica y los templos, henchidos de fieles desde ayer, y
el país entero, estremecido de júbilo [...]
29 de junio: Reanudación formal del culto con grandes ceremonias litúrgicas en
la Profesa y en la Basílica de Guadalupe".
27 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
38.
28 Goytortúa Santos, Pensativa, pp.
132- 134.
29 Tomado de Olivera de
Bonfil, La literatura cristera, México, Instituto Nacional de
Antropología e Historia, 1970, 105.
30 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
65.
31 González Montes y Muñón,
comps., Familias y mujeres en México, México, El Colegio de
México, 1997, 118.
32 Luis Gachuz Meza al estudiar
el trabajo de las mujeres en Los Altos de Jalisco durante el conflicto de los
cristeros considera que la rebelión (1926-1929) es quizás uno de los más
oscuros e inexplorados periodos de la historia mexicana y más aún el rol de las
mujeres dentro del mismo. Su reflexión a partir del estudio de los diarios de
Conchita Alcala y Josefina Arellano de Huerta nos acercan al conocimiento,
tanto dentro de la organización femenina Brigada Santa Juana de Arco como al
desempeño de las mujeres que facilitaron el envío de información arriesgando
sus vidas. Véase Gachuz Meza, Women, freedom,
and god: The Cristero Rebellion and the Work of women in Small Towns of Los
Altos, disponible en www-mcnair.berkeley.edu/2002journal.
33 Meyer, ob. cit., t. III, pp.
24-25.
34 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
39.
35 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
234.
36 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
98.
37 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
71.
38 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
77.
39 Lau Gaiven, La nueva
ola del feminismo en México, México, Grupo Editorial Planeta, 1987,
38.
40 Vaca, Los silencios de
la historia: Las cristeras, México, El Colegio de Jalisco, 1998, 21.
41 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
65.
42 Negrete, Enrique
Gorostieta. Cristero agnóstico, México, Ediciones El Caballito, 1981,
36.
43 Goytortúa Santos, Pensativa, p.
112.
44 Meyer, Jean, La
Cristiada, t. I, 1997, 75.
Información
sobre el autor
Omayda Naranjo
Tamayo. Graduada en la Universidad de la Habana
de Licenciatura en Historia (1994) y Máster en Historia Contemporánea (2006).
Ha laborado en diferentes instituciones en el ámbito de la investigación
histórico-cultural y actualmente es profesora auxiliar en la Universidad de
Matanzas "Camilo Cienfuegos", Cuba, donde imparte las asignaturas de
Historia de Cuba y América. Como investigadora ha desarrollado diferentes
trabajos relacionados con la historia de la religión en México y Cuba. Colabora
con diferentes publicaciones especializadas en México y Cuba con artículos
afines a la historia de ambos países. En los últimos años desarrolla su
investigación doctoral vinculada con la representación e imagen de la mujer
mexicana a través de la novela de tema cristero.
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-39292010000300003
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