El catalanismo durante la Segunda República
(1931-1939)
El catalanismo constituye, a un mismo tiempo, un
sentimiento (previsiblemente masificado a través de los procesos de
nacionalización a medida que avanza el período contemporáneo) y una acción, con
una tendencia natural a la politización, que pone a la nación en el centro de
los intereses colectivos. En este doble sentido podemos afirmar que el
catalanismo llegó a los años de la Segunda República con un grado de madurez
considerable a pesar de no disponer de la estructura de un estado propio para
canalizar el doble proceso de la politización moderna y de nacionalización de
las masas.
2Existían
diversos factores que estimulaban esta maduración y que convertía al
nacionalismo catalán en un caso destacado y temprano dentro del panorama
europeo de los nacionalismos reivindicativos1. Sin ánimo
de profundizar en su análisis sí que debemos destacar, entre estos factores: la
existencia, como mínimo desde el siglo XVIII, de una estructura económica
diferenciada y que promociona una integración territorial moderna2; la
presencia de unos movimientos sociales durante la primera mitad del ochocientos
con un componente de clara reivindicación anti centralista (federalismo,
carlismo) según han destacado Termes, Seco, Joan Camps y Anguera; la existencia
de un importante sector intelectual-profesional que se identifica con el
movimiento romántico de la Renaixença3; la
relevancia de una corriente regionalista conservadora con voluntad de presión
ante el poder central desde la década de 1860; la estructuración de un rico
entramado de sociedad civil desde el inicio de la Restauración; la presencia de
teorizadores del “hecho catalán” y de estrategias particulares para su defensa
y promoción de distinto signo político e ideológico (Almirall, Torras i Bages,
Sebastià Farnés, etc.); presencia electoral ininterrumpida desde 1901 y con una
“oferta” rica y bien diferenciada, aunque a menudo muy atomizada4; acción
nacionalizadora del organismo supra provincial Mancomunitat de Catalunya5; capacidad
de resistencia a las agresiones externas, especialmente de la Dictadura de
Primo de Rivera, por la coexistencia de la acción política y de la sociedad
civil6.
3Claro está
que existían al mismo tiempo elementos internos de debilidad que ayudaban a
limitar, desde el interior de la propia Catalunya, la consolidación, promoción
y éxito de este catalanismo. Podemos citar cuatro: el problema demográfico
derivado de ser una área de industrialización con unos índices “franceses” de
baja natalidad desde el ochocientos, de basarse por tanto en una constante
inmigración (de la montaña y la periferia catalana hasta la inmigración de
murcianos “charnegos” de los años veinte) con los consiguientes problemas para
fijar una identidad nacional diferenciada7; el efecto
radicalizador derivado de las características del proceso de industrialización
fundamentalmente desregularizado, de erosión constante del mundo rural y la
persistencia de altos índices de violencia moderna, con lo que muy a menudo se
hará realmente difícil compaginar la emancipación social con la nacional; las
dudas de la burguesía autóctona, especialmente a partir de la Gran Guerra,
sobre si apoyar a la Monarquía como elemento de seguridad y paz social o
embarcarse en la aventura desestabilizadora del nacionalismo reivindicativo; la
tendencia al desánimo, al abandono (hasta apolítico electoral) y al
“rebentisme” (“o tot o rès”, “totoressisme”: o el todo o nada), al
fraccionalismo político y al empezar en cada nueva ocasión de cero frente a la
constatación del hermetismo político centralizador y uniformizador de la política
española.
4Para
analizar de forma sucinta la evolución y significación de este catalanismo
durante la Segunda República abordaremos cuatro aspectos: las relaciones
políticas del catalanismo con el Estado; la difícil convivencia entre
catalanismo y obrerismo; los logros y límites de la nacionalización catalana
(alternativa de la española) de la masa; y la difícil pervivencia de la
política catalanista durante la Guerra Civil.
El catalanismo
político frente al Estado español
5El efecto
acelerador de la vida social, cultural y económica catalana que había tenido la
Gran Guerra alcanzó, como no podía ser de otro modo, al catalanismo político:
notable ampliación de su base social, desplazándose hacia sectores de la
pequeña burguesía y de la clase trabajadora, en especial del sector servicios,
ambos desestabilizados y radicalizados por la Guerra; nuevo estímulo nacionalista
en el contexto determinado por los “Catorce Puntos” del presidente Wilson y la
subsiguiente aparición de la Sociedad de Naciones; estructuración de la
alternativa autonómica (1918-9) tras el fracaso del intento de reforma
constitucional impulsado en buena parte por Cambó y la Lliga en la Asamblea de
Parlamentarios (1917) que sitúa al catalanismo en el centro de la política
española8; aparición
del radicalismo nacionalista y de la primera opción separatista (la Federació
Democràtica Nacionalista de Macià, de 1919); o la actualización de la oferta
política catalanista, anteriormente monopolizada por la Lliga Regionalista, con
la creación de la centrista Acció Catalana9 y el
separatista Estat Català (1922) y de la Unió Socialista de Catalunya (1923),
una opción socialdemócrata netamente catalana partidaria del establecimiento de
un estado federal que no fuese el resultado de una concesión desde arriba sino
de un reconocimiento de la voluntad colectiva del pueblo catalán10
6Todo este
dinamismo, se producía y pervivía pese al desencadenamiento de la denominada
“guerra social” (de una radicalidad e índice de violencia superiores a los de
la Italia prefascista11) y a
desembocar en el otro radicalismo antiparlamentario del golpe de estado de
Primo de Rivera y la posterior dictadura, de una espacial virulencia
anticatalanista. El dinamismo social, el inmovilismo oficial de la Restauración
y los entreguerras, la aparición de grupos inicialmente muy minoritarios
partidarios de la lucha armada. Mucho más numerosa fue la proliferación de
ateneos, casas de cultura, grupos, círculos, peñas locales y de barrio, o de
redacciones de publicaciones siempre efímeras, que tras el fracaso electoral de
la Federació Democrática Nacionalista en las municipales de 1920 constituyeron
un fundamental espacio apolítico de sociabilidad catalanista que iba a tener un
protagonismo esencial en los años de la República. En ocasión de la celebración
del 11 de setiembre de 1923 (en Barcelona se produjeron algunas muertes) el
catalanismo lanzó la estrategia de la Triple Alianza, firmada en los locales
del Centre Autonomista de Dependents del Comerç i la Industria con
representantes vasquistas y galleguistas. Este pacto, con el nombre de
GALEUSCA, sería ratificado en Guernica en 1934 (y posteriormente en México, en
1944)12.
7La Dictadura
llevó al exilio a muchos líderes catalanistas, el más destacado el “cabdill”
(caudillo) Francesc Macià, y dio alas al insurreccionalismo (en su ala más dura
representado por Daniel Cardona; a destacar la organización “Bandera Negra”,
por los hechos de 1714, afín a Estat Català); incluso la moderada Acció
Catalana creó el grupo secreto Serveis d’Estudis Militars para organizar la
respuesta armada a la represión militar. En mayo de 1925 se frustró un atentado
separatista en Garraf contra el tren que conducía al Rey, y en 1926 la policía
francesa y los servicios secretos fascistas desbarataron el intento de invasión
de Cataluña proyectado por Macià desde Prats de Molló. El posterior juicio en
París dio gran popularidad a Macià, que tras su expulsión de Francia se lanzó a
una intensa campaña propagandista, teórica (Constitución de La Habana,
setiembre de 1928, redactada por Josep Conangla i Fontanilles y la creación del
efímero Partit Separatista Revolucionari de Catalunya) y política con una
notable repercusión en el interior de Cataluña.
8Los fracasos
del exilio reforzaron la vía interior, con una progresiva alianza entre Estat
Català (que dirigía el médico socialista Jaume Aiguader), los grupos
republicanos de Marcel·li Domingo y Lluis Companys, sectores de la agrarista
Unió de Rabassaires, un grupo menestral y catalanista reunido en la asociación
La Falç (con protagonismo del joven Josep Tarradellas13), los
sectores elitistas republicanos y catalanistas reunidos alrededor del semanario
“L’Opinió” (1928)14 y
contactos con sectores anarcosindicalistas: todos ellos tenían relación con la
Alianza Republicana de Lerroux y un casi desconocido Azaña y la voluntad de
crear un frente amplio antidictatorial. Otro aspecto relevante fue el
movimiento de concordia intelectual promovido por Jiménez Caballero y su “La
Gaceta Literaria” en 1927, concretando una notable movilización tanto en
Cataluña como en España; esta iniciativa iba a trascender el espacio de la
cultura por el mero hecho de representar un alegato antidictatorial frente a la
dura represión padecida por la lengua y cultura catalanas; mucho más cuando en
marzo de 1930 fue completada por los intelectuales catalanes al invitar a los
colegas castellanos en agradecimiento de su solidaridad de 1927. Lo más
significativo es que a principios de la “Dictablanda” la intelectualidad, con
algunos de sus miembros comprometidos con la oposición política, explicitó por vez
primera la idea de que la causa de Cataluña era indisociable a la consecución
de la democracia en España15.
El
catalanismo y la aceleración política republicana
9Los meses de
transición hacia la República fueron de una especial intensidad para el campo
catalanista, quien junto a las campañas a favor de los presos sociales y
políticos y las de demanda del restablecimiento democrático iba a centrar la
vida política del período. La Lliga Regionalista fue la que más padeció los
efectos erosionadores de la dictadura y, en especial, la falta de su líder,
Francesc Cambó, que se recuperaba de una operación muy delicada en Londres16. Por su
parte, los moderados de Acció Catalana superaron un intento de escisión de
Antoni Rovira i Virgili (Acció Republicana y el periódico “La Nau”) y
terminaran por crear el Partit Catalanista Republicà, al que la prensa predecía
el máximo protagonismo político. Existía, además, la movilización de la
izquierda catalanista, que intentaba promover con éxito escaso la convocatoria
de una “Conferència d’Esquerres”. La convocatoria de una reunión de la
oposición española en San Sebastián (agosto de 1930) partió de la convicción de
que la presencia del catalanismo era imprescindible, por lo que al Casino
Republicano de la capital donostiarra acudieron Jaume Aiguader (Estat Català y
Unió Socialista de Catalunya), Manuel Carrasco i Formiguera (Acció Catalana) y
Macià Mallol (Acció Republicana). La resolución final preveía un alzamiento
revolucionario (que a la postre fracasaría en todos sus frentes y llevaría a la
cárcel a todos los miembros del Comité revolucionario) y, fuente de futuros
conflictos sobre su interpretación, la adopción por las Cortes Constituyentes
del texto de estatuto que Cataluña presentase una vez refrendado por el pueblo
catalán17.
10Tras el
fracaso de la “revolución de diciembre” el catalanismo se centró en el posicionamiento
frente a los sucesivos intentos de los gobiernos de Berenguer y Aznar de
regresar a la normalidad constitucional y sus correspondientes convocatorias
electorales. La Lliga fue la única fuerza partidaria del mantenimiento de la
monarquía (en España promovió la candidatura del Centro Constitucional) y ello
le acarrearía un importante retroceso electoral. El Partit Catalanista
Republicà definió su alternativa en solitario. El resto de grupos promovió la
convocatoria de una Conferència d’Esquerres a celebrar los días 18 y 19 de
marzo de 1931 en el Foment Republicà de Sants. Pocas semanas antes había
regresado del exilio Macià, rodeado de un indiscutible carisma de líder de
multitudes y de gran prestigio en los medios catalanistas. En Sants se reunieron
representantes del grupo de “L’Opinió” que intentaran sin éxito (dado el claro
rechazo de los centros comarcales) aportar un giro “socializante”, la parte del
nacionalismo radical de Estat Català afín a Macià, representantes de centros y
ateneos locales, republicanos “tradicionales” con Companys de figura máxima,
sectores disidentes de Estat Català y gente afín al doctor Josep Dencàs, que un
par de días antes había fundado el efímero Partit Social-Demòcrata Català. De
esta conferencia resultará el nuevo partido, Esquerra Republicana de Catalunya,
una veintena de días antes de la celebración de las elecciones municipales18. Ya desde
el inicio, Estat Català no disolvió su organización sino que la incrementó con
los más radicales de Daniel Cardona y el grupo de “Nosaltres Sols!”, de
reminiscencia irlandesa (diciembre de 1930), y con la movilización de las
Juventudes, todo ello bajo el amparo del indiscutido Macià19.
11Tras la
inesperada victoria electoral del 12 de abril de 1931, el conglomerado de ERC
aún crecerá más, se llenará de políticos de procedencias e intereses muy
diversos, a menudo divergentes, y de arribistas con ansias de figurar; todo
ello, más la dificultad de atender a tantos frentes de poder, convertirá a la
Esquerra en una plataforma de equilibrio inestable tan sólo operativa por la
gran capacidad de maniobra de Macià20. Una de
estas disidencias se manifestó el 14 de abril con la doble proclamación en
Barcelona, de una República sin definición (por lo tanto española) por Lluís
Companys y la inmediata de Macià como República Catalana como “estat integrant
de la Federació ibèrica”21. La
proclamación secesionista del “Avi” (el abuelo, como se conocía popularmente a
Macià) alarmó a algunos sectores catalanes (la Lliga apoyará la República,
“però dins l’Estat español, amb una perfecta concòrdia amb tots els elements
que el constitueixen22) y,
especialmente, al Gobierno provisional de Madrid, alarma que se tradujo con la
llegada a Barcelona (en avión, primera ocasión en la historia) de tres
ministros negociadores: Marcel·li Domingo (Educación), Nicolau d’Olwer
(Economía) y Fernando de los Ríos (Justícia). La verdad es que a Macià le costó
relativamente poco ceder la independencia a cambio de presidir el gobierno
provisional de la Generalitat de Catalunya (organismo de origen medieval
sugerido por de los Ríos, especialista en derecho medieval). Ni que decir tiene
que esta renuncia fue muy mal vista entre los sectores nacionalistas más
radicales, que hablaron de traición, acentuó la heterogeneidad del partido
(especialmente dentro de los cuadros dirigentes) y daría los primeros
argumentos para la escisión de 193323.
12Con todo,
ERC se había convertido en la fuerza política hegemónica en Cataluña
(confirmada en las elecciones a Cortes Constituyentes del mes de junio) y
durante un par de años pareció haber substituido definitivamente a la Lliga,
desplazando el eje central del catalanismo de la burguesía hacia las clases
medias y pequeño burguesas24. Con esta
nueva hegemonía el catalanismo se lanzó a la redacción del Estatuto y a la
campaña de sensibilización para implicar al conjunto del país25. Claro está
que debió plegarse a las exigencias españolas de subordinar la autonomía a la
aprobación de la nueva Constitución, procedimiento unitarista que hacía olvidar
cualquier veleidad confederal “pactada” en San Sebastián.
13Sobre la
base del proyecto de Estatuto de 1919 una comisión catalana se reunió en el
monasterio de Nuria y redactó un texto que sería plebiscitado el 2 de agosto
(75% de participación y 99,45% de votos afirmativos; las mujeres, aún sin
derecho a voto, reunieron unos centenares de miles de firmas en apoyo al texto26). El
momento era de notable efervescencia, con grandes fiestas patrióticas aguadas
por las crecientes denuncias de la prensa madrileña por un hipotético pacto
entre catalanistas y anarcosindicalistas, y de consenso alrededor de la
iniciativa catalanista, como se manifestaría en el triunfal viaje de Macià a
Madrid para entregar el texto al Presidente de la República. A partir de este
momento, sin embargo, el catalanismo entraría en la fase del desengaño. El
Gobierno no crearía una comisión parlamentaria para discutir el texto catalán
hasta enero del 1932 y aún ésta iniciaría los debates el mes de mayo y de forma
intermitente (Azaña consideraba el tema autonómico equivalente al de la reforma
agraria). Además, esta comisión laminaria el texto estatutario
considerablemente, dejando a Cataluña como una “región autónoma” dentro del
“Estado integral compatible con la autonomía de los municipios y las regiones”.
A pesar de las restricciones impuestas, en relación al uso del catalán, a la
enseñanza en catalán, al mayor control estatal, a la disminución de las
facultades autonómicas o a la falta de garantías de continuidad, el catalanismo
no separatista confirió al nuevo texto un valor positivo27.
14La Lliga
Regionalista aceptó el nuevo contexto autonómico y a fines de 1932 se
reorganizó como Lliga Catalana, asumiendo un tono más liberal y una estructura
moderna, para convertirse en portavoz de los sectores industriales y de la
propiedad agraria y en la principal fuerza de oposición a la ERC28. En el
sector moderado, el catalanismo católico y liberal, molesto con el laicismo de
la Constitución, fundó Unió Democrática de Catalunya29.
15En España,
la discusión del Estatuto desencadenó reacciones de todo tipo: campañas en
contra, boicot a productos catalanes (Castilla y Andalucía), manifestaciones
universitarias (Sevilla, en contra de la enseñanza en catalán), etc. En el
plano intelectual y político los ataques fueron constantes, demostrando que la
concordia de 1930 había desaparecido a partir de que el catalanismo había
llevado a la práctica su planteamiento reivindicativo30. Rovira i
Virgili observó que las viejas declaraciones favorables se habrían desvanecido
dejando paso al “alma unitaria”, a los “sentimientos de nacionalismo español,
de nacionalismo castellano”, a las propuestas minimizadoras en el sentido de
que pudieran ser todas las regiones las que pudiesen ejercer las mismas
facultades (Ortega y Gasset)31. El mismo
Rovira i Virgili, destacado historiador, periodista y representante del
republicanismo catalanista, recuperó una frase de Almirall de 1886, muy
indicativa del estado de ánimo que se afianzaba en Cataluña: “Vosaltres,
castellans castellanistes, sou més entusiastes que el més intransigent dels
defensors del catalanisme” (es decir que sarcásticamente los presentaba como
agentes pro catalanistas involuntarios), añadiendo que el hecho de la Cataluña
nación no precisaba de ninguna definición ni constitucional, ni estatutaria o
legal: lo que se necesitaba era el reconocimiento democrático de la voluntad de
un pueblo con personalidad propia32.
16En medio de
un creciente desánimo, ante la constatación de que solo prevalecía la fuerza
del Estado y de que tan sólo el intento de golpe de Estado protagonizado por el
general Sanjurjo en Sevilla (10 agosto de 1932) iba a precipitar la aprobación
del Estatuto (9 de setiembre), la vida política catalana entraría en la fase
autónoma con pocos traspasos y menor financiación33.
17Dentro del
catalanismo reaparecieron las tensiones: críticas, hasta internas, sobre la
baja calidad y la improvisación de los dirigentes de la ERC, descalificaciones
y burlas personales, creciente acidez de la prensa política y satírica,
proliferación de manifestaciones de las Juventudes separatistas y sus
“escamots” con formas cada vez más “fascistas”. Estas tensiones provocaron la
crisis del gobierno de diciembre de 1932 en el que colaboraban republicanos y
socialdemócratas (Tarradellas, Xirau, Lluhí Vallescà, Pi i Sunyer, etc.), en
polémica creciente con la gente de Estat Català. La solución de Macià fue la
convocatoria de un congreso extraordinario (7 de octubre de 1933) en que se
consumó la expulsión del grupo de “L’Opinió” (conocidos como los “lluhins”) los
cuales no tardaran en fundar su partido, el Partit Nacionalista Republicà
d’Esquerra (PNRE, conocido despectivamente como “Panarra”, los que se hartan de
pan)34.
18Estas
divisiones del catalanismo de izquierdas van a comportar, en las elecciones
generales de noviembre de 1933, un gran retroceso de sus candidaturas, junto al
avance de la Lliga Catalana que se convertirá en la primera fuerza política del
país35. Además,
una gripe mal curada precipitará la muerte de Francesc Macià, el día de Navidad
de aquel año. En medio de esta crisis fue elegido nuevo presidente de la
Generalitat Lluís Companys (31 de diciembre), quien formó gobierno el 3 de
enero siguiente con la pretensión de minimizar la fuerza de influencia del
separatismo y de establecer los contactos, ahora defensivos, con las izquierdas
españolas en la oposición frente al triunfo de la CEDA en España (la lucha
contra las fuerzas “monarquizantes y fascistas”, dirá). Propuso una alianza con
la USC e incluso con grupos marxistas de reciente creación y radicalizó
progresivamente los planteamientos para responder a las expectativas de la
izquierda española, que empezó a considerar Cataluña como el “baluarte de la
República”.
19Como es
sabido, el pleito abierto entre, por un lado, ERC y, por el otro, la Lliga y la
asociación de propietarios (Institut Agrícola Català de Sant Isidre), en
colaboración con el Partido Agrario Español, que en concurrencia con otras
fuerzas de derechas crearan Acció Popular Catalana, a raíz de la aprobación en
el Parlamento catalán de la Llei de Contractes de Conreu (de arrendamientos) y
la posterior intervención del Tribunal de Garantías crispó el clima político,
con el resultado de la proclamación confederal de Companys el 6 de octubre de
193436. La
proclamación de Companys, en la línea de la de Macià el 14 de abril, parece que
le llevó a susurrar “ja no diran que no soc catalanista” en frase significativa
de las tensiones internas del mundo catalanista37. A pesar de
la prudencia del general Batet en controlar la situación (esta moderación y la
negativa a sumarse al Alzamiento le valieron ser fusilado por Franco en 1937),
el gobierno catalán y otras autoridades fueron encarceladas, Catalunya fue
sometida a un gobierno militar hasta que en enero de 1935 se nombró Gobernador
General de Cataluña a Manuel Portela Valladares, los registros policiales y las
clausuras de sociedades catalanistas se multiplicaron y la autonomía quedó
prácticamente anulada (la lengua oficial de la Generalitat pasó a ser el
castellano, se prohibió izar la bandera catalana, etc.)38. En esta
coyuntura tan negativa (“Bienio Negro”), la Lliga Catalana se convirtió en un
elemento de relativa moderación del ensañamiento anti autonómico general; pero
ello no fue óbice para que se acrecentase su descalificación como fuerza
anticatalana. Tras los hechos de octubre la Lliga creará el semanario “Después”
de un tono antiseparatista muy acusado (con gente como J. M. Tallada, Ferran
Valls i Taberner, M. Vidal i Guardiola, Andreu Bausili, etc.).
La difícil
convivencia entre catalanismo y obrerismo
20Junto al
catalanismo, el obrerismo es la otra gran fuerza dominante de la Cataluña del
primer tercio del siglo XX y como en el caso del primero su trayectoria durante
la Segunda República debe entenderse desde la dinámica retrospectiva que parte
de la coyuntura de impacto de la Gran Guerra y desemboca en los años nefastos
de la “guerra social” (1919-1921) y de la represión y desmovilización
producidas por la dictadura39. En esta
secuencia de tanta tensión, las críticas contra el “nacionalismo burgués”
alimentadas por el lerrouxismo desde principios de siglo fueron constantes y
determinaron en gran medida las enormes dificultades que encontró el obrerismo
para compaginar la liberación social con la nacional. Existieron puntos de
contacto, durante los años de Solidaritat Catalana y durante la Gran Guerra y
la radicalización del catalanismo progresista y de izquierdas: a través de los
contactos entre el anarcosindicalista Salvador Seguí (“El Noi del Sucre”)40 y
Francesc Layret, ambos asesinados por el pistolerismo “blanco” en 1923 y 1920
respectivamente; o los contactos en el mundo socialista, tradicionalmente
contrario al nacionalismo (y por extensión al catalanismo41), con las
disputas más académicas dentro de la Federación Catalana del PSOE desde 1914
(polémica sobre la doble vía, social y nacional), acrecentadas con la recepción
del “wilsonismo” (1918) y que desembocarían en la polémica de 1923 entre Antoni
Fabra Ribas y Rafael Campalans (secundado por Manuel Serra i Moret), antesala
de la escisión catalanista que daría origen a la Unió Socialista de Catalunya
aquel mismo año42.
21Los años de
clandestinidad durante la dictadura incentivaron los contactos, divisiones y
fusiones de manera muy especial en el campo obrerista, así como la primera
aparición de un comunismo catalán43. La
minoritaria USC reclamaría sin éxito en 1924 la creación de un amplio frente
anti dictatorial. Luego, a la caída de la dictadura inició su reestructuración
interna (bajo la presidencia de Gabriel Alomar) manteniéndose fiel a su
concepción federal inicial pero con unos tintes particularistas que ponían el énfasis
en el reconocimiento de la voluntad mayoritaria de los catalanes (adopción del
principio de autodeterminación), y sumándose sin participar a la visión
catalana de lo pactado en San Sebastián como primer paso de su confluencia con
la corriente que acabaría creando ERC. Frente a la proclamación de Macià el 14
de abril Campalans lanzaría el manifiesto “Al Poble de Barcelona” donde la
consideraba la declaración “de la plena independencia” de Cataluña con voluntad
de confederarse con el resto de pueblos ibéricos, un hecho revolucionario que
según él representaba la “liberación nacional y su consolidación como nuevo
estado nacional”44.
22La
colaboración catalanista de la USC con ERC llevaría a su líder Campalans a
integrar la ponencia redactora del Estatut, a participar activamente en la
campaña del Referéndum y en las protestas posteriores frente al trato de las
Constituyentes para con el texto catalán llegando, al punto de verse obligados
a declarar que no les movía un ánimo chauvinista, sino que actuaban
tácticamente para acelerar la resolución satisfactoria del pleito político
catalán, que dejaría las manos libres a la juventud para avanzar en la vía de
la revolución social45. Estuvieron
presentes en muchos de los gobiernos de la Generalitat, colaboraron activamente
con Companys con la idea que Cataluña era el último “refugio de la revolución”,
y ante el peligro de derechización general declararían luchar por la
independencia de Cataluña “total i absoluta”. “Però no som catalanistas”,
precisarían. En 1933 se frustró el intento de fusión entre la USC y la
Federación Socialista Catalana que sí se consumaría en julio de 1936 con la
creación del PSUC46.
23En el mundo
anarcosindicalista la dictadura estimuló la creación de la FAI (Valencia, 1927
aunque inoperante hasta 1930-1), organización mucho más radical que fue vista
como un cuerpo extraño a la tradición anarquista catalana por parte de un grupo
(Joan Peiró y otros) que crearía una tendencia conocida como los “Trentistes”
(1930), en principio favorable a la proclamación del 14 de abril y al proceso
estatutario47. Frente a
la posterior obra legislativa de la Generalitat, amplios sectores de la CNT se
mostraron favorables a ella, especialmente en el campo de la legislación
social, aunque fuese de forma más táctica que otra cosa, puesto que pensaban
que la cercanía y su creciente peso social en Cataluña les darían mayor
posibilidad de influencia y control. Aún en la más radical FAI existieron
elementos favorables al “particularismo catalán”: así, Federico Urales (Joan
Montseny), quien además teorizó sobre el determinismo geográfico y económico
acerca del carácter catalán distinto del español.
24Se ha
hablado de una cierta “luna de miel” del obrerismo catalán con el gobierno de
la Generalitat y la historiografía ha debatido hasta qué punto la crisis
económica mundial afectó a la estabilidad de la República española48; sea como
fuere, lo cierto es que existe una cierta relación entre el paro forzoso y la
agitación social49; y que el
“faïsmo” mayoritario provocó el levantamiento del Alto Llobregat (enero de
1933) y desencadenó la agitación insurreccional en el enero siguiente. Sin
embargo, el tema nacional estuvo siempre presente en la movilización de los
grupos obreristas del período, muy activos dado el grado creciente de
insatisfacción que se producía en un medio que seguía pensando que la
liberación social debía producirse en meses y culpaba a la democracia burguesa
de su retraso, a la irrupción del marxismo y a la tendencia natural a producir
escisiones y refundaciones.
25Los grupos
en un grado u otro marxistas fueron numerosos: en 1924 se había creado la
Federació Comunista Catalano-Balear (que en 1933 pasará a denominarse
Federación Comunista Ibérica); en 1928 Jordi Arquer y otros pocos crearan el
Partit Comunista Català; en 1930 y fruto de la unión de gente procedente del
Partit Comunista Català (independent), de la Federación Catalano-Balear y
disidentes de la IIIª Internacional fundaron el Bloc Obrer i Camperol (Arquer y
Jaume Miravitlles)50; en 1932,
Jaume Comte impulsará la escisión Estat Català-Front Separatista d’Extrema
Esquerra (enero de 1932), poco después denominada Estat Català Proletari51. Todos
ellos incorporar las tesis leninistas relativas al reconocimiento del derecho a
la autodeterminación y fueron favorables al referéndum del Estatuto52. A su lado
existirá el Partit Català Proletari (partidario de incorporar Cataluña en una
Unión Mundial de Repúblicas Socialistas) y el Partit Obrer d’Unificació
Marxista (POUM) de 1935, de corte leninista pero que no integraba el tema
nacional en sus prioridades sino que se preparaba para cuando los
acontecimientos acabasen con la política pequeño burguesa de ERC. Finalmente,
en julio de 1936, el PSUC no escondió su voluntad de remplazar la hegemonía de
ERC y captar a la masa nacionalista con sus propuestas socialdemócratas.
La
nacionalización catalana de las masas
26Llegados a
la altura de la Gran Guerra (a la que el catalanista progresista, historiador y
agudo periodista Rovira i Virgili denominó “la guerra de las naciones”)53, todo
nacionalismo de una sociedad mínimamente industrializada, como era el caso de
la catalana, tenía perfectamente claro que uno de sus objetivos principales
consistía en la nacionalización de su ciudadanía. El nacionalismo catalán se
hallaba en esta tesitura pese a no disponer de la estructura de un estado
propio (por lo tanto se trataba de una nacionalización alternativa a la general
española), y a ello dedicó todos los esfuerzos de aquel organismo supra
provincial y de competencias exclusivamente administrativas que se puso en
marcha en 1914 con el nombre de Mancomunitat de Catalunya y que pervivió hasta
su definitiva disolución por Primo de Rivera en 1925.
27Recogiendo
iniciativas de diversa procedencia (organismos profesionales, escolares, de
excursionismo cultural, técnicos, científicos, etc.), sistematizando y
ampliando lo avanzado por los equipos de Prat de la Riba en la Diputación de
Barcelona y agrupando a los mejores especialistas sin reparar en su filiación
política (se hablará de intelectualidad burocrática), la Mancomunitat llevó a
cabo una tarea ingente (denominada de “Catalunya endins”, hacia dentro) que no
guardaba relación con sus capacidades legales ni con sus posibilidades y
recursos. Destacaron la atención hacia las infraestructuras y la integración
territorial54, la obra
cultural (de la alta cultura a la popular), la promoción de la mujer y la obra
educativa en todos sus grados (sobresaliendo la puesta en marcha de una
Universidad Industrial para la capacitación y promoción de la masa obrera)55.
Especialmente tras la Guerra del 14 buena parte de los dirigentes de este
organismo, a pesar de provenir algunos de los sectores conservadores de la
Lliga Regionalista, tuvieron muy clara la necesidad de atender como una
prioridad a la “cuestión social”; hablaban asiduamente de “concordia de
clases”, de intervención pública en las relaciones entre capital y trabajo, de
“socialismo liberal” (crearon en 1922 un Institut Català de Previsió, Treball i
Estalvi”, ahorro) e intentaron contrarrestar el anticatalanismo de los
sindicatos y de la Federación Patronal. La actuación más significativa en el
orden nacionalizador fue la puesta en marcha de una Comisión de Educación
General (1920-2) como organismo técnico encargado de estructurar el Institut
d’Educació Nacional ideado por Prat de la Riba para atender a la formación
física, moral y social del pueblo. Antes de la dictadura se organizaron o proyectaron,
entre otros, el servicio de “ensenyament domèstic i agrícola ambulant”, ciclos
de conferencias, campañas como la del “menjar i del bon gust català”, de
embellecimiento de los hostales de Cataluña, un “servicio de subvenciones”para
acciones de mejora y promoción de actividades lúdicas, una campaña de
protección de la imaginería popular, de educación física, de higiene individual
y “social”, de “profilaxis general”, de educación musical, de estética urbana,
de moral sexual, de educación moral, de catalanización de la enseñanza, de
atención a las “dolencias sociales” (alcoholismo, prostitución, juego,
narcóticos, violencia, etc.), con distribución masiva de folletos, fijación de
carteles, etc.56
28La dictadura
desbarató todos estos planes pero se mantuvieron los equipos, la sensibilidad
para con la tarea nacionalizadora y el funcionamiento de instituciones de la
sociedad civil orientadas explícitamente a estos fines57. Entre
estas instituciones podemos destacar la Associació Protectora de l’Ensenyança
Catalana, Nostra Parla y Palestra Organització Nacional de la Joventut
Catalana. Nostra Parla había sido creada en 1916 para impulsar la unidad
lingüística de todos los territorios de habla catalana y desaparecería en 1923,
a causa de la política represiva en materia lingüística de la dictadura. De
mayor trascendencia fue la APEC, creada en 1898 por impulso de la Unió
Catalanista, reflotada por la Mancomunitat bajo la presidencia de Manuel Folguera
i Duran: organizó cursos, campañas de difusión de la cultura catalana y animó
una Editorial Pedagògica (presidida por Pompeu Fabra) que entre 1917 y 1936
publicó una cuarentena de libros; durante la República tendría unos 8000
socios.
29El organismo
más significativo del periodo republicano fue Palestra, creado en 1930 por el
patriota J. M. Batista i Roca y del que fue presidente hasta la Guerra Pompeu
Fabra (con una leve interrupción a raíz de los hechos de octubre de 1934)58. El
objetivo de Palestra era la formación de la juventud entendida como los futuros
ciudadanos y realizarlo expresamente al margen de los partidos políticos,
equidistante de la derecha y la izquierda, sin ayudas oficiales y neutral en
materia religiosa. Su fundador se había inspirado en el movimiento Checo
“Sókol” y como éste combinaba la formación deportiva con la intelectual y la
difusión de los valores sobre los que se asentaba la identidad catalana en lo
que denominan la “tarea ingente de recatalanización de la sociedad” (crearan un
Servei de Difusió Cultural”), luchando por contrarrestar el anticatalanismo y
poniendo fin a la etapa de las teorizaciones para pasar a la acción con un
acercamiento real al pueblo. Primaron la educación patriótica de la infancia y
afirmaran la intención de recuperar los ideales del “imperativo ético” y del
“tradicionalismo evolutivo” que habían inspirado a Prat de la Riba en su
proyecto de despertar en la masa “la conciencia de patria”. De hecho puede
decirse que, en buena medida, el proyecto de Palestra proviene de la Comisión
de Educación General ya comentada. No obstante, los jóvenes de 1930 tienen
plena consciencia de participar de una nueva generación, con menos límites que
la de principios de siglo, plenamente consciente de que la tarea nacionalizadora
era indisociable de la de la democratización del país59.
30La marcha de
la República convenció a algunos comentaristas de que el republicanismo
catalán, diversamente de lo que sucedía en el resto de España, había conseguido
introducir cambios reales en la sociedad catalana, e impulsado una “revolución
política” que habría generado un “nuevo estado social” con el resultado de
atraer finalmente las masas hacia el catalanismo; aunque eran plenamente
conscientes de que la masificación conllevaba una mengua de la conciencia
nacional y de la calidad de los cuadros intermedios. Pero, como apuntó el
periodista y novelista Doménech Guansé (y en ello coincidían gente como Gabriel
Alomar, Pere Coromines, Rovira i Virgili, etc.), la izquierda nacional habría
realizado por vez primera la conexión entre la esencia del pueblo (la
catalanidad) y la cultura entendida como el vehículo de expresión de esta
esencia (el catalanismo); la política del nacionalismo de izquierdas debía
centrarse, pues, en proporcionar a las masas la cultura de que no disponían
(escuelas, instituciones de enseñanza, bibliotecas, etc.) y estimular una
creación cultural inasequible hasta entonces para el pueblo, sin caer en “el perill
de les democràcies”, que era el de el de “diluir la cultura”60.
31Palestra
dedicó una atención especial a la historia y a las conmemoraciones, a la
geografía y a la economía. En 1933 promocionó la celebración del centenario de
la Renaixença y repartió 20.000 ejemplares de un folleto explicativo con
estadísticas, un compendio de artículos y unos trabajos dedicados a glosar la
situación política de su presente y a presentar un resumen de la evolución del
catalanismo.
32Que se había
avanzado en la nacionalización catalana de la masa parece bastante claro: la
escuela catalana hacía su función y un activo sistema de colonias escolares, la
proliferación de ciclos y cursos nocturnos y dominicales, etc. sirvieron para
ampliar el abanico social de los nacionalizados; todo contando con el estímulo
que significó la euforia política que envolvió el cambio de régimen y su
mantenimiento con la campaña pro Estatuto y (ahora ya más en negativo) todo el
proceso de su tramitación parlamentaria y los agravios que se iban acumulando.
Entre las élites políticas, esta catalanización parece indiscutible y se dejaba
entrever por debajo la lógica confrontación de proyectos políticos distintos61. Los
cambios en la toponimia urbana y su tramitación, su correspondiente en la
monumentalística62, el tono de
los discursos conmemorativos, la actualización de los libros de texto, las
constantes referencias histórico-patrióticas de los discursos políticos o la
proliferación de trabajos de reflexión retrospectiva en la prensa y en las cada
vez más numerosas revistas de calidad (Mirador, La Rambla, D’Ací D’Allà, etc.)
confirman el alcance de esta nacionalización. Por otra parte, puede constatarse
una cierta coincidencia en una única y coincidente memoria histórica nacional entre
los políticos de derechas (Lliga Catalana) y de izquierdas (ERC): la referencia
a 1640 y 1714 (y la interpretación del 14 de abril como la definitiva victoria
sobre los Borbones), a la gloriosa Edad Media y su expansionismo mediterráneo o
a diversos aspectos de la Renaixença de 1833, se van convirtiendo en
recurrentes en todos los campos. En todo caso, la confrontación se centró en
las distintas lecturas que se daban a una identidad nacional que no se
cuestionaba: así, la interpretación conservadora, sensibilizada por el debate
constituyente, cargaba las tintas en la filiación tradicional y religiosa de la
identidad, mientras que la de izquierdas ponía el acento en la vertiente
progresista y laica, soportando estas visiones las respectivas lecturas que se
hacían de las personas-símbolo, de las instituciones representativas y de las
coyunturas históricas aleccionadoras63.
Grandes
dificultades durante la Guerra Civil
33Desde fines
de 1935 dirigentes de ERC que se habían librado de la cárcel (como Carles Pi i
Sunyer64)
establecieron contactos en Cataluña y Madrid para reconstruir un Frente de
Izquierdas, al estilo del Ressamblement Populaire que se acababa de poner en
marcha en Francia para luchar contra el peligro fascista; incluso adoptaron su
emblema de las tres flechas apuntando hacia abajo y cubriendo las siglas SFIO,
aquí convertidas en cuatro flechas rojas hacia arriba que recuerdan las cuatro
barras de la bandera catalana. De esta movilización surgiría el Frente Popular
y su triunfo en las elecciones del 16 de febrero de 1936. En Cataluña, la
victoria de las izquierdas y el viaje triunfal de Companys y los otros
dirigentes de regreso a Barcelona dieron la sensación de que ERC se recuperaba
de la gran crisis abierta en 1933 y agudizó la confrontación entre derechas e
izquierdas65. Durante la
campaña e inmediatamente después de la victoria se reincorporaron a ERC grupos
como Renovació Catalanista Republicana o el grupo de “L’Opinió” y su PNRE y
contribuyeron a subordinar en parte la hegemonía de Estat Català y las
corrientes separatistas66. Por unos
meses, y pese a la tensión creciente, pareció que ERC recuperaba aquella
vitalidad social que había singularizado la vida catalana durante los dos
primeros años de la República67.
34Como es
lógico, el inicio de la guerra y el desencadenamiento de la revolución social
crearon una situación excepcional que hicieron muy difícil la vida para las
posturas republicanas y demócratas (ni que decir tiene para las conservadoras),
espacios donde se asentaba con mayor fuerza el catalanismo68. La
intelectualidad que había dado sentido y profundidad al catalanismo se vería
enseguida desbordada por la guerra y en una situación a menudo muy comprometida
a pesar de que entre ellos eran sólo una ínfima minoría los simpatizantes con
el bando sublevado. Los afines a la Lliga Catalana o de significación católica
debieron exiliarse o tratar de pasar desapercibidos, situación que también
alcanzó a intelectuales de la órbita de ERC, como Ventura Gassol. Otros, de
izquierdas, combatieron incluso con las armas (Pere Calders, Joan Sales,
Avel·lí Artís-Gener y otros) o se afiliaron a sindicatos y partidos marxistas
(especialmente en el recién creado PSUC) para trabajar con cierta protección.
35La máxima
labor de esta intelectualidad se desarrolló alrededor de la Conselleria de
Cultura de la Generalitat y sus programas de popularización cultural en catalán
bajo la batuta de Antoni M. Sbert o Carles Pi i Sunyer. La Conselleria creó
premios literarios, de periodismo, ensayo o teatro e incluso confiscó instituciones
(Ateneo Barcelonés) y obras culturales (como la Colección Bernat Metge) para
salvarlas de la furia revolucionaria. Se creó el Serveis de Cultura al Front i
el Servei de Biblioteques al Front (algunas con unidades móviles) donde se
publicaron obras de divulgación de la realidad y la cultura catalanas de una
notable calidad, de parte de gente como el historiador Ferran Soldevila o el
geógrafo Pau Vila, así como antologías de poesía de gran calidad.
36Destacó la
creación del Comissariat de Propaganda (octubre de 1936) del que se encargó el
periodista Jaume Miravitlles y que desarrolló una actividad intensa con
publicaciones, exposiciones, campañas propagandísticas con carteles de una
calidad notable (por ejemplo, el cartel de Ricard Fábregas con la leyenda
“Sempre! Catalans=Catalunya!”)69, cuadernos
fotográficos (destacará la labor de Agustí Centelles), con revistas y
boletines, cine (la productora Laia Films70) o la
campaña de distribución masiva de la estatuilla “El més petit de tots”
representando a un chico con el puño en alto sosteniendo la bandera catalana y
que se convirtió en uno de los emblemas de la Cataluña en guerra. También
debemos destacar la creación por la Generalitat del Consell de l’Escola Nova
Unificada (CENU) que actuó desde fines de julio del mismo 1936. Con él se
imponía un modelo de escuela pública y gratuita en catalán, no confesional y en
régimen de coeducación. Actuó con relativa normalidad hasta 1937, no así en
1938, cuando entre otras cosas había una carestía real de papel, los bombardeos
sobre núcleos urbanos eran frecuentes y la llegada masiva de inmigrantes de las
zonas que iba ocupando el ejército sedicioso contribuyó a desintegrar la obra
del CENU.
https://www.pinterest.es/joantopla/lola-anglada/
37En el plano
político, el catalanismo debió centrar sus esfuerzos en mantener la existencia
y la operatividad de la Generalitat, inicialmente frente al predominio
cenetista y revolucionario, pero especialmente tras los hechos de mayo de 1937
frente a los embates anti autonómicos del estado central. Durante los primeros
meses de la guerra, las dificultades bélicas limitaron la capacidad de control
del Estado central y ello permitió que la Generalitat (en buena parta gracias a
la gran decisión de personas como Josep Tarradellas) ejerciera competencias no
previstas en el Estatuto71. El mismo
Azaña escribió que la Generalitat actuó “insurreccionada” contra el Gobierno de
la República, llegando a legislar y usurpar competencias centrales (servicio de
aduanas, Banco de España, policía de fronteras, Industrias de Guerra, etc.)
utilizando de forma “miserable” la coartada de actuar para impedir los abusos
de la FAI72
38Se fue
extendiendo la idea del egoísmo catalán, de que Cataluña se preocupaba tan solo
de sus asuntos y de defender su territorio, despreocupada por la suerte que
pudiese correr la República73. Indalecio
Prieto y Juan Negrin opinaban abiertamente que Catalunya no había participado
en la guerra sino que la había aprovechado en provecho propio. Ahora, en
función de la defensa suprema de la República, se lanzaron fuertes campañas de
exaltación patriótica española y en contra de Cataluña: unas campañas que
“olvidaban” la movilización emprendida por la Generalitat de Catalunya en
defensa de Madrid (“Defensem Madrid”). Este discurso se recrudecería tras los
hechos de mayo de 1937 y, aún más, a partir del traslado del gobierno central
de Valencia a Barcelona, el mes de octubre. Tras la derrota, los mismos
conflictos lastraron la política del catalanismo (disputas entre ERC y el PSUC)
e incluso la gestión del exilio en dura pugna entre la Generalitat y el
gobierno central.
39Después de
la caída de Teruel y de la derrota republicana en el Ebro, el Ejército de
Franco inició la conquista de Cataluña. El 5 de abril de 1938, ya en territorio
catalán, Franco firmaría el decreto de derogación del Estatuto de Cataluña “en
mala hora concedido por la República”, para restablecer “un régimen de derecho
público que, de acuerdo con el principio de unidad de la Patria, devuelva a
aquellas provincias el honor de ser gobernadas en pie de igualdad con sus
hermanas del resto de España”.
40Uno de los
políticos, periodistas, historiadores y teóricos del catalanismo, el ya citado
Antoni Rovira i Virgili, tras la derrota y en el exilio afirmaba que para los
catalanes había llegado un “temps de meditació”. Recordaba que habían sido dos
militares, dos dictadores, quienes habían terminado por la fuerza con la
Mancomunitat y la Autonomía, y realizaba un breve repaso histórico de la
persistencia del espíritu anti catalán para concluir que “la solución del
problema català dintre d’Espanya, és si no imposible, almenys extremadament
difícil”. Su conclusión estaba de acorde con el pesimismo de aquellos momentos:
los catalanes –decía- debemos tener plena conciencia de nuestros derechos, pero
también de nuestra debilidad material y de nuestra vulnerabilidad74.
Notes
1 Vid.
Antoni Rovira i Virgili,
Resum d’història del catalanisme, Barcelona, 1936 (1983), y Josep
Termes , (Nou) resum
d’història del catalanisme, Barcelona, 2009, y Història del catalanisme fins el
1923,Barcelona, 2000
2 Vid
Pierre Vilar, Catalunya
dins l’Espanya moderna. Recerques sobre els fonaments econòmics de les
estructures nacionals, Vol.I: Introducció. El medi natural,
Barcelona, 1964
3 J.Casassas
(coord..), Els
intel·lectuals i el poder a Catalunya (1808-1975), Barcelona, 1999
4 Vid.
Isidre Molas, El
sistema de partits polítics a Catalunya, Barcelona, 1972 y Idem,
ed., Diccionari dels
partits polítics de Catalunya.Segle XX,, Barcelona, 2000
5 Vid.
A.Rovira i Virgili, La
nacionalització de Catalunya. Debats sobre’l catalanisme,
Barcelona, 1914
6 Vid.
J.M. Roig i Rosich, La
dictadura de Primo de Rivera a Catalunya. Un assaig de repressió
cultural, Barcelona, 1992
7 Termes,
Immigració i qüestió
nacional, dentro de Les
arrels populars del catalanisme, Barcelona, 1999, ps.113-129
8 J.A.
González Casanova, Federalisme
i autonomia a Catalunya (1868-1938), Barcelona, 1975
9 Vid
M. Baras, Acció
Catalana (1922-1936), Barcelona, 1984
10 Vid.
Jesús Rodés, Socialdemocràcia
catalana i questio nacional (1910-1934), “Recerques”, 7 (1978)
y J.Lluís Martín Ramos, La
Unió Socialista de Catalunya (1923-1936), “Recerques”,4 (1973)
11 Vid.
Albert Balcells, El
sindicalisme a Barcelona (1916-1923), Barcelona, 1965
12 Vid.
Xosé Estévez, De la
triple Alianza al pacto de san Sebastián (1923-1930), San
Sebastián, 1991 y idem, Galeuzca:
la rebelión de la periferia (1923-1998), Madrid, 2009
13 Casassas,
Jordi coord.., 1899-1988.
Tarradellas o la reivindicació de la memoria, Lleida, 2003
14 Vid
Joan B. Culla, El
catalanisme d’esquerra (1928-1936, Barcelona, 1977
15 Vid
A.Balcells, Cataluña
ante España. Los diálogos entre intelectuales catalanes y castellanos
(1888-1984), Lleida, 2011
16 Vid.
I.Molas, Lliga
Catalana. Un estudi d’estasiologia, Barcelona, 1972
17 Vid.
Manuel Carrasco i Formiguera, El
pacte de Sant Sebastià, Barcelona, 1931 (su visión será criticada y
desautorizada por Azaña y Maura)
18 Vid.
M. Dolors Ivern, Esquerra
Republicana de Catalunya (1931-1936), Barcelona, 1989
19 Vid.
Enric Jardí, Francesc
Macià, Barcelona, 1991
20 Vid.
J.M. Poblet, Història
de l’Esquerra Republicana de Catalunya (1931-1936), Barcelona,1975
21 Vid.
Jaume Aiguader, Catalunya
i la Revolució, Barcelona, 1931 i Ferran Soldevila Història de la proclamació de
la República a Caralunya (ed. A cargo de Pere Gabriel) ,
Barcelona, 1977
22 Vid
Joan Estelrich, Catalanismo
y reforma hispánica (prólogo de A. Ossorio y Gallardo),
Barcelona, 1932
23 Una
visión general española en Justo G. Beramendi / R. Maiz, edts., Los nacionalismos en la España de la
IIª República, Madrid, 1991
24 La
teorización, con final en el predominio nacional del proletariado en Joaquim
Maurín, La revolución
española: de la monarquía a la revolución social, Madrid, 1930
(1977)
25 Vid.
Rovira i Virgili, Catalunya
i la República, Barcelona, 1931 (reedición de 1977)
26 Arnau
González, La irrupció
de la dona en el catalanisme, 1931-1936, Barcelona, 2006
27 Vid.
A. Rovira i Virgili, La
Constitució interior de Catalunya, Barcelona, 1932 (facsímil de
2005)
28 Vid.
I.Molas (1972)
29 Vid.
Hilari Raguer, La
Unió Democrática de Catalunya i el seu temps (1931-1939), Barcelona,
1976
30 Vid.,
por ejemplo, A. Royo Villanova, Treinata
años de política antiespañola, Valladolid, 1940
31 Rovira
i Virgili, La
igualtat de les regions, “La Publicitat”, Barcelona (18/09/1931)
32 Rovira
i Virgili, De Núñez
de Arce a Unamuno, “La Publicitat” (1/10/1931)
33 Uno
de los principales negociadores del catalanismo, junto con Jaume Carner, frente
al gobierno central será Amadeu Hurtado, del que recomendamos la utilización de
la nueva edición de sus memorias, Quaranta
anys d’advocat. Història del meu temps (1894-1936), Barcelona,
reedición de 2011
34 Vid.
Oriol Malló, Tarradellas.
Un segle de catalanisme, Barcelona, 2003
35 Vid.
Mercedes Vilanova, Atles
electoral de Catalunya durant la Segona República, Barcelona,1986
36 Vid.
Ismael Pitarch, L’estructura
del Parlament de Catalunya i les seves funcions polítiques (1932-1939), Barcelona,
1977
37 Vid.
Teresa Abelló / J. M. Solé Sabaté (coord), Lluís Companys, president de Catalunya: biografia
humana i política, 2 vols., Barcelona,2007
38 Vid.
Claudi Ametlla, Memòries
polítiques, vol. II, Barcelona, 1979
39 Vid
Balcells,Ideari de Rafael
Campalans, Barcelona, 1973; y J. Rodés, Moviment obrer i catalanisme durant
la Segona República. Una aproximació estasiològica: la USC,
UAB. tesi doct.)
40 Seguí
consideraba que quien pondría más trabas a una hipotética independencia de Cataluña
sería la derecha de la Lliga; vid. I. Molas comp.,Salvador Seguí. Escrits, Barcelona, 1975
41 Una
teorización de estas tensiones con su marco internacional en Andreu Nin, Els moviments d’emancipació
nacional. L’aspecte teòric i la solución pràctica de la qüestió,
París, 1970 y La
cuestión nacional en el estado español, Barcelona,1979: con duras
críticas a la filiación nacional de la socialdemocracia y su contribución al
paroxismo ultranacionalista a partir de 1914
42 Vid.
J. Rodés, comp, Catalanisme
i socialismo. El debat de 1923, Biblioteca dels Clàssics del
Nacionalisme Català, 10, Barcelona, 1985
43 Vid.
Balcells, Marxismo y
catalanismo (1930-1936),Barcelona, 1977
44 Vid.
Manuel Gerpe, El
estado integral y el Estatuto de Autonomía de Cataluña ,
Barcelona, 1974
45 Vid.
Rafael Campalans , Hacia
la España de todos. Palabras castellanas de un diputado por Cataluña (prólogo
de Gabriel Alomar), Barcelona, 1932
46 Vid.
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orígens del Partit Socialista Unificat de Catalunya (1930-1936), Barcelona,
1977
47 Vid.
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trentisme a Catalunya. Divergències ideològiques en la CNT (1930-1933),
Barcelona, 1980
48 Vid.
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pensament econòmic català durant la República i la Guerra (1931-1939),
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49 Vid.
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50 Vid.
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Bloc Obrer i Camperol (1930-1932), Barcelona, 1974
51 Vid.
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52 Vid.
Rioger Arnau (Josep Benet), Marxisme
català i qüestió nacional catala (1930-1936), Barcelona, 1974
53 Vid.
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documentada, 5 vols., Barcelona, 1914-1925 (especialmente vol. 5)
54 Vid.
Francesc Roca, Política
económica i territorio a Catalunya (1901-1939), Barcelona,
1979
55 Resulta
de especial interés Enric Ucelay Da Cal, La Catalunya populista: imatge, cultura i política en
l’etapa republicana (1931-1939), Barcelona, 1982
56 Vid.
Jordi Casassas, Jaume
Bofill i Mates: l’adscripció social i l’evolució política,
Barcelona, 1980
57 Citemos
el caso de C. Pi i Sunyer y su intento de democratización cultural siguiendo
las pautas del noucentista, en L’aptitud
econòmica de Catalunya, 2 vols. (1927 y 1929), reedición ,
Barcelona, 1983
58 Vid.
Lluís Duran, Intel·ligència
i carácter. Palestra i la formació dels joves (1928-1939),
Catarroja, 2007
59 Vid.
Félix Cucurull, Catalunya,
republicana i autónoma (1931-1936), Barcelona, 1984
60 Doménech
Guansé, Política i
cultura.L’entrada de la massa en el catalanisme, “La Rambla”, 228
(30/04/1934), citado por E.U. Da Cal (1982) ps. 17-8
61 Vid.
Pere Bosch Gimpera, Memòries,
Barcelona, 1980
62 Vid.
Oriol Bohigas, Arquitectura
i urbanisme durant la Segona República, Barcelona, 1970
63 Vid.
Sánchez Costa, Fndo., Memòria
pública i debat polític a Barcelona (1931-1936). L’ERC i la Lliga Catalana
davant el passat i el futur de Catalunya (tesis doctoral),
“Cahiers de civilisation espagnole contemporaine”, 8 (2012)
64 Vid.
Carles Pi i Sunyer, La
República y la Guerra. Memorias de un político catalán, México,
1975
65 Vid.
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66 Vid.
M. Cruells, El
separatisme català durant la Guerra Civil, Barcelona, 1978
67 Vid.
Ramon Alquezar coord..Esquerra
Republicana de Catalunya.70 anys d’història (1931-2001), Barcelona,
2001
68 Vid.
Francesc Cambó Memòries
(1876-1936), Barcelona, 1981
69 J.Termes/Jaume
Miravitlles/Carles Fontserè,Carteles
de la República y la Guerra Civil, Barcelona, 1978
70 Vid.
J.M. Caparrós, El
cine republicano español (1931-1939), Baarcelona, 1977
71 Vid.
AA.VV., L’obra de
govern de Josep Tarradellas (1936-1977), Lleida, 2008
72 Vid.
Azaña, La velada de
Benicarló, Madrid, 1974
73 El
fundamento cultural de este desencuentro de largo recorrido en Horts
Hina, Castilla y
Cataluña en el debate cultural, Barcelona, 1986
74 Rovira
i Virgili, Catalunya
i Espanya, “Catalunya”, Buenos Aires, 1939
Pour citer cet
article
Référence papier
Jordi Casassas Ymbert, « El catalanismo durante la Segunda República (1931-1939) », Bulletin d’Histoire Contemporaine de
l’Espagne, 51 | 2017, 119-133.
Référence
électronique
Jordi Casassas Ymbert, « El catalanismo durante la Segunda República (1931-1939) », Bulletin d’Histoire Contemporaine de
l’Espagne [En ligne], 51 | 2017, mis en ligne
le 09 octobre 2018, consulté le 23 février 2021. URL :
http://journals.openedition.org/bhce/705 ; DOI :
https://doi.org/10.4000/bhce.705
https://journals.openedition.org/bhce/705
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