sábado, 20 de febrero de 2021


LEDA ATÓMICA

de
 Salvador Dalí

 

El espacio suspendido


A lo largo de la producción artística de Dalí encontramos estilos muy diferentes, fruto de su facilidad para experimentar ante nuevos estímulos, aunque siempre manteniendo su sello surrealista. Este cuadro se comenzó a pintar en 1945, cuando el artista se encontraba al final de su etapa en Nueva York, donde había encontrado una fuerte inspiración en el clasicismo del Renacimiento, a lo que se sumaban sus fuertes inquietudes científicas, especialmente sobre la teoría atómica y el equilibrio energético entre las fuerzas de repulsión-atracción del interior del átomo. La combinación de ambos elementos le llevó a pintar esta Leda atómica. En ella representa con rigor un tema clásico, el mito griego de Leda, pero dándole un tratamiento singular al pintar los diferentes elementos flotando, sin estar en contacto entre ellos, arrojados al espacio y sostenidos en equilibrio por extrañas fuerzas, imitando los elementos que constituyen el átomo. Es lo que él mismo denominó como "espacio suspendido".

 

El mito


Leda era la esposa de Tíndaro, rey de Esparta, su belleza hizo que el mujeriego Zeus se prendase de ella, así que convertido en cisne y aprovechando la noche de bodas de la pareja real, sedujo a la muchacha. El resultado de este triángulo amoroso fue el nacimiento de dos pares de mellizos, Cástor y Helena -la famosa Helena de Troya-, y Pólux y Clitemnestra, los dos primeros son hijos de Zeus y supuestamente inmortales. Este mito ha sido siempre una fuente de inspiración para muchos artistas: Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Corregio, Poussin, Matisse, Cézanne... y por supuesto Dalí, que ha optado por pintar a Leda con los rasgos de Gala, flotando graciosamente sobre un pedestal de corte clásico, junto con el cisne que vuela hacia ella y que encarna al propio pintor. 

 

La musa


Para Dalí la elección del tema no es nada casual, el cuadro simboliza la exaltación de su amor por su musa, Gala, pero tratado no de un modo carnal como era común en el tema de Leda, sino de una forma espiritual. Ambos se atraen como lo hacen los elementos del átomo, de una forma irremediable pero sin llegar a tocarse. Un amor puro no necesita del contacto físico. Pero además el artista vio en este mito una vinculación con su propia familia. Él mismo se identificaba con Cástor, el inmortal, mientras que Pólux sería su propio hermano, al que no llegó a conocer pues murió en la niñez antes de que él naciese, y que también se llamaba Salvador. De la misma forma veía a Gala como la inmortal Helena, mientras que su hermana Ana María sería Clitemnestra. 

 

La composición


Al pintar esta obra, Dalí mostró una vez más sus grandes dotes técnicas, logrando un gran colorido y un acabado hiperrealista, casi fotográfico. Pero además realizó un profundo trabajo de composición, sometiendo el lienzo a un gran rigor matemático. Influido por la lectura de De divina proportione de fray Luca Paccioli, libro que profundiza en los principios numéricos de los pitagóricos y en la proporción áurea presente en toda la naturaleza, el pintor decidió aplicar esas ideas a su cuadro como demuestra uno de los bocetos conservados. Aunque a simple vista no es perceptible, el ombligo de Gala es el centro de una circunferencia en la que se inscribe el pentagrama místico pitagórico, que sirve para estructurar los diferentes elementos de la pintura. Igualmente aplicó la proporción áurea a la hora de dibujar el cuerpo de Leda, el cisne, el pedestal y el paisaje.




Los detalles




Como suele ser frecuente en sus obras, aparecen diversos objetos aislados y repartidos por el lienzo. En este caso vemos una escuadra, quizás una referencia a los pitagóricos y al complejo estudio matemático realizado para diseñar el cuadro; un pequeño libro, probablemente una Biblia ya que el pintor estaba entrando en una fase de fervor católico; varias gotas de agua con sus correspondientes sombras, un ejemplo más del "espacio suspendido"; y una cáscara de huevo rota, un motivo típico de Dalí que simbolizaba al amor puro y la esperanza, aquí hace también referencia a los hijos de Zeus y Leda.


Otra constante en su obra es la utilización del paisaje mediterráneo de las costas de Cadaqués, Gerona, donde su familia tenía su residencia veraniega.  Las grandes masas del agua y del cielo ocupan casi todo el fondo, salpicado por las características formaciones rocosas de la zona. En este caso aparecen representados los acantilados del Cabo Norfeu, situado entre Roses y Cadaqués. La línea del horizonte sirve además para señalar una de las líneas del pentagrama en el que está inscrita la composición.


Las sombras tienen un papel muy importante en esta pintura. Permiten a Dalí jugar con la perspectiva y la ubicación de los objetos en el espacio, además de enfatizar la sensación de ingravidez. El ejemplo más claro lo tenemos en el mar, que al estar suspendido por encima de la playa, genera su propia sombra, mucho más tenue que la de los objetos macizos. Igualmente el pedestal tiene su propia sombra donde se aprecia perfectamente la separación e ingravidez de sus partes. Sin embargo el artista se ha permitido un pequeño truco, Leda no genera ninguna sombra sobre la arena, aunque sí lo hace sobre las diferentes partes del pedestal, así crea ambigüedad y juega con la idea de irrealidad.

 

http://lamemoriadelarte.blogspot.com/2013/02/leda-atomica.html



EL SUEÑO

de

Henri Rousseau

El aduanero


En el Salón de los Independientes de París del año 1910, se expuso el que iba a ser último cuadro del pintor Henri Rousseau, titulado El sueño. Sus obras se habían exhibido con regularidad en dicho salón, desde que fue invitado por el pintor neoimpresionista Paul Signac, en 1886, a pesar de que la crítica había sido siempre muy dura con él, afirmando que sus pinturas eran infantiles y carentes de talento. A modo de mofa le habían apodado como el Aduanero, por su pasado como recaudador de arbitrios, además de reprocharle su formación autodidáctica que había iniciado a la avanzada edad de 40 años.

 

Arte naíf


Sin embargo, aquel tardío aficionado a la pintura iba a pasar a la historia como el iniciador y máxima figura de un nuevo estilo, el arte naif. El apelativo se lo puso el crítico Guillaume Apollinaire que había calificado su obra, años atrás, como naíf, es decir, ingenua. El concepto definía a aquellos artistas autodidactas, como el propio Rousseau, que plasmaban en sus lienzos sus lagunas técnicas, siendo incapaces de lograr una correcta perspectiva, una equilibrada composición, la proporción de los elementos o el uso de colores que se complementasen. El resultado final era una pintura con un aspecto simplón, irreal, de pintor aficionado.

 

Vanguardismo


En consecuencia la carrera artística de Henri Rousseau se convirtió en una auténtica paradoja. Mientras pretendía lograr la mayor perfección técnica y plasmar la naturaleza de la forma más real posible, para así emular a los grandes pintores academicistas y conseguir el aprecio de la crítica; acabó ganándose, gracias precisamente a las carencias de sus pinturas, el aprecio y la admiración de los pintores postimpresionistas y vanguardistas, quienes buscaban una forma de arte más primitiva que se alejase de la mera reproducción de la realidad.

 

La escena


En su pintura El sueño nos encontramos ante un paisaje exótico, donde aparece para nuestra sorpresa una mujer desnuda, recostada en un diván. Se encuentra en medio de una tupida selva que esconde entre su vegetación leones, elefantes, monos, serpientes y aves de todo tipo. Además, medio oculto en la penumbra, se distingue a un encantador de serpientes tocando su flauta. El sentido de la composición nos lo dejó por escrito el propio pintor: "La mujer que dormita en el diván sueña con ser transportada a la jungla al escuchar el sonido del instrumento que toca el encantador de serpientes", acercándose a la temática surrealista.

Los detalles

 


Aunque no ocupe un lugar preeminente en el cuadro, la joven soñadora es el punto de partida que provoca la escena representada en el lienzo. El artista ha recurrido al clásico desnudo femenino, ampliamente utilizado en pintura y por grandes figuras, como la Venus de Urbino de Tiziano, la Venus del espejo de Velázquez o más recientemente la Olympia de Manet. Como modelo empleó a su propia amante, una polaca de nombre Yadwigha.

 



De forma innovadora, Rousseau pintaba sus cuadros a base de superponer los elementos desde el fondo hacia el frente, de tal manera que pintaba por completo todos los objetos, unos encima de otros. Empezando por el cielo y el suelo, iba añadiendo las diferentes figuras, plantas, animales o personas que aparecían en sus lienzos. La técnica, en vez de dotar de realismo, producía el efecto contrario al ser completamente bidimensional, sin perspectiva ninguna, cada elemento parece estar en el mismo plano que los demás. Sin embargo sería imitada con posterioridad por el cubismo.


La representación de selvas, es una constante en su obra artística, a las que trataba de pintar de la forma más realista posible. Como nunca vio ninguna, para documentarse, recurrió al Jardín de Plantas de París y al Museo de Historia Natural. Pintor metódico, dedicaba mucho tiempo hasta que completaba cada uno de sus cuadros, de ahí que no fuese un artista prolífico. Al pintar sus selvas disponía de más de una cincuentena de tonalidades de verde, con el fin de lograr el efecto más natural posible. Pero el color está extendido de forma uniforme, sin apenas claroscuro, por lo que se reduce la sensación de volumen. Cada hoja ha sido pintada de forma individual, unas sobre otras, eliminando la sensación de conjunto y dando la impresión de que son elementos aislados, sin integración. 

 

http://lamemoriadelarte.blogspot.com/2013/07/el-sueno.html



LOS AMANTES

 

de

René Magritte


Lo que se ve y lo que no se ve


A comienzos del siglo XX, en pleno desarrollo del arte vanguardista, destacó un pintor belga especialista en jugar con imágenes ambiguas, que exploraba los límites de la percepción visual, que manipulaba los objetos cotidianos haciendo que el espectador se cuestionase su visión preconcebida de la realidad. Muchos de sus cuadros se acabaron convirtiendo en auténticos iconos, como El espejo falso, donde vemos un cielo azul reflejado en un gran ojo, o quizás sea al revés, vemos el cielo azul a través del gran ojo; o El hijo del hombre, donde un caballero elegantemente vestido con traje, corbata y bombín, tiene su rostro oculto por una manzana verde suspendida en el aire; o Los amantes, donde una pareja se da un apasionado beso, a pesar de tener ambos la cara cubierta por una tela que les impide verse y, por supuesto, sentirse.

 



El artista


El creador de tales imágenes es René Magritte, nacido en Lessines, Bélgica, en 1898, hijo de un sastre y comerciante de telas y de una diseñadora. Pronto demostró su gran talento creativo pero no orientado hacia el mundo de la moda, como lo hacían sus padres, sino al de la pintura. Su vida artística estuvo marcada por tres momentos clave, el primero de ellos es el suicidio de su madre cuando él tenía tan solo trece años, ahogada en un río. El segundo marcó la decisión de dedicarse plenamente a la pintura, fue el descubrimiento de la obra de estilo metafísico del pintor italiano Giorgio de Chirico, cuyos cuadros, de fuerte contenido intelectual, serían imitados por Magritte. Por último, su estancia en París durante tres años, entre 1927 y 1930, dentro del círculo de artistas surrealistas, donde trabó amistad con Breton, Miró y Dalí. Este vínculo haría que su obra fuese enmarcada por los expertos dentro del surrealismo, algo que siempre rechazó el pintor, reivindicando su completa independencia. De hecho acabaría regresando a Bruselas donde podía vivir de forma tranquila, cansado de los excesos de la vida parisina.



Los amantes 


Los amantes se suma a la lista de obras sobre la que corren ríos de tinta, tratando de descifrar su auténtico significado. Por lo general esas obras suelen ser sumamente complejas, llenas de símbolos, alegorías y figuras de difícil interpretación. Sin embargo Magritte logró el mismo resultado con mucho menos, sencillamente reutilizando un tema tan sencillo como el beso, al que ha añadido un único elemento, la tela que cubre las cabezas de la pareja. A partir de ahí la puerta queda abierta para que la imaginación de cada espectador resuelva el misterio, hay quienes consideran que hay una referencia a la muerte de su madre, ahogada en el río con sus ropas empapadas, otros sugieren que el amor es imposible sin contacto físico, algunos creen que muestra la imposibilidad de llegar a conocerse realmente el uno al otro a pesar de tratarse de una pareja de enamorados, otros ven las trabas que siempre se presentan cuando se trata de un amor prohibido...


Los detalles



La relativa sencillez de la composición se aprecia hasta en la ubicación de la pareja dentro de un espacio tridimensional logrado por tres simples líneas que aportan la profundidad, la altura y la anchura, como en un sistema de coordenadas. La elección de los colores no es para nada casual, los colores cálidos producen sensación de cercanía y los fríos de lejanía, por eso la pared más cercana es roja y la del fondo es azul. El hecho de que el color azul no sea uniforme y que la cornisa no continúe en la pared más lejana, podría indicar que en realidad no están dentro de una habitación, sino en un pórtico con el cielo de fondo.


La elección del color blanco para los paños tampoco es aleatoria, ya que logra resaltar y llamar inmediatamente la atención del espectador sobre el beso de los amantes. A pesar de tener sus rostros tapados, los paños parecen húmedos, se pegan a la piel y nos permiten distinguir los rasgos principales, la nariz, el contorno de los ojos, la barbilla y por supuesto, la boca. Magritte juega con los opuestos, a pesar de que no puede haber contacto físico, la pareja se besa y parece hacerlo con pasión; a pesar de que un beso es un claro gesto amoroso y romántico, la sensación que genera en el espectador es más bien trágica y melancólica.


El debate


A lo largo de su vida, Magritte fue constantemente interrogado sobre el significado de muchas de sus obras, pero siempre evitó dar una respuesta clara, prefería que la gente dejase correr la imaginación, al fin y al cabo, como el mismo afirmó en diversas ocasiones "la realidad es tan equívoca, incoherente y abstracta como cualquier pintura".

 

http://lamemoriadelarte.blogspot.com/2014/03/los-amantes-de-rene-magritte.html



EL SUEÑO 

de

Franz Marc

 

 

El giro de la fotografía


Uno de los momentos claves de la historia de la pintura es la generalización del uso de la fotografía en la segunda mitad del siglo XIX. Hasta entonces la pintura era la forma preferida de captar la realidad, se habían hecho grandes esfuerzos por captar la perspectiva, el color, la profundidad... cuando una obra se alejaba de la realidad visible se consideraba extraña, extravagante, de mala calidad. Al surgir la fotografía, quedó claro que la pintura no podía competir en realismo. Este detalle, en vez de suponer una crisis, fue una liberación para muchos artistas que consideraban la pintura no simplemente como una mera representación de la realidad, sino como una profunda expresión de sus pensamientos, sentimientos, miedos... Los primeros en experimentar la nueva concepción de la pintura fueron los pintores Impresionistas y Postimpresionistas a finales del siglo XIX, y a inicios del siglo XX llegaron las Vanguardias, entre ellas el Expresionismo al que pertenece Franz Marc.  

 

Una nueva Vanguardia, el Expresionismo


El Expresionsimo fue una de las primeras Vanguardias, y surgió como reacción frente al Impresionismo, en vez de plasmar la "impresión" que les producía la realidad, los expresionistas preferían expresar sus sentimientos existenciales sobre los cuadros, lo que suponía deformar la realidad. El expresionismo fue un movimiento muy heterogéneo, con diferentes grupos de características distintas, uno de ellos surgió en Munich en 1911 y se denominó Der Blaue Reiter (El jinete azul), a él pertenecieron Wassily Kandinsky, August Macke y Franz Marc. Estuvo muy influenciado por el Fauvismo, con el que compartía el uso de colores básicos muy encendidos y luminosos, usados simbólicamente y no como aparecen en la realidad, de ahí que se pudiese pintar un caballo de azul; y con el Cubismo, con el que compartía la representación de la realidad mediante formas geométricas y mediante una perspectiva múltiple. La última exposición del grupo fue en 1914, justo después comenzó la Primera Guerra Mundia, provocando su disolución. Con la llegada del nazismo a Alemania, las obras de los pintores vanguardistas, incluidas los expresionistas, fueron sepultadas o quemadas, ya que eran consideradas como un arte degenerado.

 

La obra


La pintura "El sueño" es un buen ejemplo del expresionismo practicado por Franz Marc. Su obra está basada en la realidad, pero no la representa de un modo realista: al fin y al cabo podemos distinguir claramente a una mujer en el centro de la composición, que aparece desnuda y aparentemente durmiendo, rodeada de un grupo de caballos, de un león y de una casa, que parecen surgir a su alrededor producto de su sueño, pero que han sido pintados con extraños colores y con formas geométricas. El uso del color nos muestra la influencia del Fauvismo, colores puros y fuertes, que Franz Marc usa simbólicamente a lo largo de toda su vida, el azul como símbolo de lo masculino, de lo intelectual, de lo espiritual; el amarillo como símbolo de lo femenino, de lo amable, de lo sensual; el rojo como la materia bruta que debía ser compensado y vencido por los otros dos colores.



 Los detalles




La mujer es el centro de la composición, su rostro se ha simplificado hasta el punto que lo único que destaca son sus ojos cerrados. Aparece sentada, con sus brazos cruzados, apoyados sobre sus piernas también cruzadas, y el cuerpo y la cabeza inclinados a un lado, dando la sensación de que se está balanceando mientras duerme.


Los dos caballos del fondo contribuyen a dar una mínima sensación de profundidad, debido a su menor tamaño y a que aparecen en escorzo, avanzando hacia el frente en una complicada perspectiva. Dan sensación de movimiento y a la vez contribuyen a la idea de que el sueño de la joven es el que atrae al resto de criaturas a su alrededor.


En la izquierda del cuadro aparece un león de color amarillo. Los animales son una constante en los cuadros de Franz Marc, representan sus ideales de una vida sencilla en contacto con la naturaleza, una especie de Arcadia donde reina la paz y la felicidad. Un tema poco común para los expresionistas, pero al fin y al cabo un deseo existencialista del pintor, expresado en esta obra.

 

http://lamemoriadelarte.blogspot.com/2012/09/el-sueno-de-franz-marc-uno-de-los.html

 


HÉCTOR Y ANDRÓMACA

de 
Giorgio de Chirico




El artista


Los caprichos de la vida llevaron a Giorgio de Chirico, hijo de un siciliano y de una genovesa, a nacer en Volos, Grecia, en 1888. Sería en Atenas, entre las ruinas de la antigüedad clásica que tanto le influirían, donde comenzaría su formación como pintor, que completaría tanto en Florencia como en Múnich. En la ciudad alemana encontraría además una nueva pasión, la filosofía, gracias a sus lecturas de Nietzsche y Schopenhauer. De forma inevitable sus dos grandes obsesiones, el arte clásico y la filosofía, se verían entrelazados en su obra pictórica, hasta el punto de crear un nuevo movimiento artístico, la pintura metafísica, que causaría gran admiración a comienzos del siglo XX, especialmente para los surrealistas que encontraron una fuente de inspiración clave.



La pintura metafísica


Esta nueva pintura pretendía explorar la realidad como no se había hecho hasta ahora, de forma transcendente, llegando hasta la esencia de las cosas, a su valor absoluto. Para lograrlo proponía coger fragmentos de dicha realidad, generalmente objetos cotidianos y ubicarlos fuera de su contexto, para así conseguir resaltar sus cualidades más importantes, aquellas que a simple vista nos pasan desapercibidas. En el caso de Chirico utilizaba como escenario las típicas plazas italianas, simplificadas en formas geométricas, proyectando en ellas una luz plana y crepuscular que generaba grandes sombras, transmitiendo una sensación un tanto onírica. En esos amplios espacios vacíos ubicaba los objetos, aislados los unos de los otros, sin aparente relación, dejando que el espectador estableciese su significado y el diálogo entre los elementos. El resultado final son cuadros misteriosos, que ocultan una verdad por descifrar.


Héctor y Andrómaca


Una de sus obras más conocidas es este lienzo llamado Héctor y Andrómaca. El título es revelador puesto que a simple vista nos encontramos ante dos sencillos maniquíes en medio de un amplio espacio vacío, donde apenas se insinúan un par de edificios. Sin embargo se trata del héroe troyano y de su esposa, dos de los personajes más importantes de la Ilíada de Homero. Es fácil pensar que nos encontramos ante el momento en que la pareja se ve forzada a despedirse sin saber si se volverán a ver, ya que Aquiles, el héroe aqueo, tras la muerte de su amigo Patroclo, ha retado a Héctor a un combate singular del que sólo uno de los dos saldrá vivo. Chirico logra captar el dramatismo del momento con dos simples maniquíes que intentan abrazarse, tocarse, acariciarse, algo que resulta, evidentemente, tarea imposible. No es casual que el artista pintase dos versiones de este cuadro en fechas tan concretas, el primero en 1917 durante la Primera Guerra Mundial, el segundo en 1945 al acabar la Segunda Guerra Mundial; ni tampoco el tema, la despedida de Héctor y Andrómaca, que simbolizan el amor conyugal, el amor familiar, roto por los desastres de la guerra.


La composición


A la hora de componer la obra, el pintor ha optado por la sencillez, los protagonistas, con su gran tamaño ocupan un espacio central, a ambos lados intuimos un par de edificios que enmarcan la escueta escena. Las líneas  del suelo marcan el punto de fuga que nos lleva a un fondo neutro, inexistente. Si nos fijamos en la luz, tiene un papel esencial, proyectada desde fuera del cuadro, por su lado derecho, apenas tiene altura, generando alargadas sobras y ayudando a dar volumen a las figuras. En cuanto a los colores, dominan la calidez de los rojos, amarillos, naranjas, tanto de los maniquíes como de los edificios, contrastando fuertemente con la frialdad del azul del fondo. Sumados ambos, luz y color, Chirico logra dar vida a unas figuras aparentemente inertes.

 

 

Los detalles


A pesar de tratarse de dos cabezas sin facciones humanas, sin rasgos definidos como los de vulgares maniquíes, los rostros de Héctor y Andrómaca son capaces de transmitir un conjunto de sentimientos enfrentados: desde el amor, la ternura y el cariño, hasta la tristeza, el temor y la melancolía. Todo ello gracias a unos pocos recursos, como la inclinación de las cabezas que parecen acariciarse, las líneas de las costuras que surcan sus caras, y especialmente el juego de luces y sombras que dan un mayor dramatismo a la escena.

Un conjunto de retazos unidos en apariencia de forma caótica, constituyen el cuerpo de los protagonistas, quizás como una metáfora más dentro del cuadro de Chirico. Las distintas piezas proceden de diversos materiales: madera, cartón, metal, tela, cuero... Como si se tratase de un pequeño bodegón, el artista ha reflejado con detalle las diferentes características de los objetos, sus texturas, sus colores, sus brillos...


Protagonista ineludible en toda su producción pictórica, la “sombra” siempre está presente, alargada y misteriosa. Extendida sobre una amplia superficie del cuadro, fruto de una iluminación en un ángulo muy marcado, parece ir en aumento y querer atrapar todo lo que la rodea. El resultado produce una sensación extraña e inquietante, un misterio más para al espectador.


http://lamemoriadelarte.blogspot.com/2013/10/hector-y-andromaca-de-chirico.html





 


































 

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