viernes, 19 de marzo de 2021

 

MAESTRO DE CAPILLA


Antonio Salieri (1750-1825) fue maestro de capilla

El maestro de capilla (en francés maître de chapelle, en italiano maestro di cappella y en alemán Kapellmeister) es un músico de experiencia y prestigio, siempre compositor, que forma, gestiona y dirige al grupo de cantores e instrumentistas responsable de la música sacra en los oficios de las iglesias, o de la música profana en las fiestas cortesanas. Tanto al grupo musical mismo como al lugar donde el grupo ensayaba y recibía clase del maestro, se le denominaba en siglos pasados, sobre todo durante el Renacimiento y el Barrococapilla de música, tanto si el grupo era religioso como si era cortesano, aunque lo primero fue mucho más frecuente, particularmente en el Renacimiento. En algunas catedrales y palacios, la capilla de cantores podía diferenciarse de la de ministriles. Esta última, la capilla de ministriles, llegaba en ocasiones a tener su propio maestro.

Durante la Edad Media y el Renacimiento, la organización gremial del trabajo artístico y su posición en la sociedad (que era la de artesano) determinaban la vida de los músicos: ingresaban de niños como cantorcicos (llamados seises en España, por ser ese un número frecuente de cantores infantiles), quedando desde entonces a disposición del maestro, con el que vivían. De él aprendían canto llano, contrapunto, a tañer un instrumento (frecuentemente órgano) y quizá composición. De adultos, su carrera era de cantores si no perdían la voz, de organistas o ministriles (músicos de viento) si habían adquirido dominio de instrumentos, y de maestros de capilla si eran los más dotados, capaces de ganar los concursos que convocaban las iglesias cuando había vacantes, o de tener suficiente prestigio como para ser reclamados por catedrales y capillas cortesanas.

Gracias a los reglamentos escritos de algunas catedrales, sabemos que las obligaciones del maestro de capilla eran entre otras las de custodia de la capilla física (lugar de los ensayos y las clases), de la que tenía la llave; impartir lecciones de las disciplinas ya citadas no solo a los cantorcicos, sino también a otras personas ligadas a la iglesia que las quisieran aprender; reclutar a cantores y músicos para garantizar el funcionamiento permanente de la capilla musical; frecuentemente alojar en su casa a los niños cantores y ocuparse de su educación general y manutención; componer, en fin, las piezas destinadas a fiestas especiales, como Navidad o Corpus Christi. El incumplimiento de las normas se castigaba con sanciones económicas, e incluso con la expulsión.

Por supuesto, las funciones y obligaciones de los maestros de capilla fueron cambiando hasta el siglo XVIII, siendo las descritas las que conocemos para el siglo XVI en España. También fueron aumentando las oportunidades de hacer carrera como músico sin una vinculación tan directa a las capillas musicales de las iglesias.

Los ejemplos de maestros de capilla son muy abundantes: prácticamente todos los músicos importantes del Renacimiento y Barroco ocuparon ese cargo, a menudo tras recorrer el camino empezando como niño cantor: desde Palestrina, que fue maestro de capilla de San Giuliano de Roma, hasta Johann Sebastian Bach, que lo fue de la capilla cortesana del príncipe Leopoldo de Anhalt, es frecuente encontrar músicos notables de los siglos XVI al XVIII que ocuparon una o varias veces ese cargo.

Maestros de capilla españoles (lista no exhaustiva)

·         Cristóbal de Morales (1500-1553), maestro de capilla de la catedral de Ávila (de 1526 a 1529) y de la catedral de Plasencia (de 1529 a 1532).

·         Melchor Robledo (1510-1586), primeramente maestro de capilla de la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza y posteriormente, y hasta su muerte, de la catedral del Salvador de Zaragoza.

·         Francisco Guerrero (1528-1599), maestro de capilla en la catedral de Jaén (de 1546 a 1549) y en la catedral de Sevilla (de 1574 hasta su muerte).

·         Hernando Franco (1532-1585), sucesivamente maestro de capilla de las catedrales de Santiago de Guatemala (de 1570 a 1573) y de Ciudad de México (de 1575 a 1585).

·         Pau Villalonga (fallecido en 1609), sucesivamente maestro de capilla en la basílica de Santa María del Mar (Barcelona) y en la catedral de Santa María de Palma de Mallorca.

·         Tomás Luis de Victoria (1548-1611), maestro de capilla en Roma, en la iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles (en italiano Chiesa di Santa Maria in Monserrato degli Spagnoli).

·         Joan Pau Pujol (1570-1626), maestro de capilla en la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza de 1595 hasta su muerte.

·         Josep Reig (1584-1674), maestro de capilla en la basílica de Santa María del Mar (en Barcelona) de 1618 hasta su muerte.

·         Juan Gutiérrez de Padilla (1590-1664), maestro de capilla de 1617 a 1622 en España y, de 1622 hasta su muerte, en el virreinato de Nueva España (en las Américas). En lo referente al período peninsular (1617-1622) primero fue maestro de capilla en la colegiata de Jerez de la Frontera antes de ser maestro de capilla de la que en aquella época era todavía la catedral de Cádiz, hoy en día « iglesia de Santa Cruz » (la construcción de la actual catedral de Cádiz fue comenzada hacia 1722). En América, en el virreinato de Nueva España, fue el maestro de capilla de la catedral de Puebla de 1622 hasta su muerte.

·         Miquel Rosquelles (fallecido en 1684), maestro de capilla de la basílica de Santa María del Mar (Barcelona) de 1674 hasta su muerte.

·         Juan Pérez Roldán (1604-1672), maestro de capilla en el Real Monasterio de la Encarnación (en Madrid) y en el Monasterio de las Descalzas Reales (también en Madrid).

·         Urbán de Vargas (1606-1656), sucesivamente maestro de capilla en diferentes colegiatas y catedrales.

·         Pablo Bruna (1611-1679), maestro de capilla de la Colegiata de Santa María la Mayor y de los Corporales de Daroca de 1631 hasta su muerte en 1679 (Daroca era su ciudad natal).

·         Gracián Babán (fallecido en Valencia en 1676), maestro de capilla primeramente en Zaragoza y posteriormente en Valencia.

·         Cristóbal Galán (1615-1684) fue maestro de capilla a mediados de la década de 1650 en Cagliari, en Cerdeña, y de 1656 a 1659 en Morella (ya en España). A partir del año 1680, y hasta su fallecimiento, fue maestro de capilla en la corte, en la prestigiosa Capilla Real de Madrid.

·         Sebastián Alfonso (1616-1692), maestro de capilla en la Catedral de JacaCatedral del Salvador de AlbarracínCatedral de Santa María y San Julián de Cuenca y Catedral del Salvador de Zaragoza.

·         Juan Cererols (1618-1680), maestro de capilla del monasterio de Montserrat de 1648 a 1678.

·         Diego de Cáseda (1638-1694), maestro de capilla en Tudela, Viana y Logroño y, finalmente, de 1673 hasta su muerte en 1694, en la catedral de Zaragoza. Era el padre de Blas de Cáseda y de José de Cáseda, quienes, al igual que él, se convirtieron también en reputados maestros de capilla.

·         Blas de Cáseda (fallecido en 1748), hijo de Diego de Cáseda y hermano de José de Cáseda. Blas fue primero maestro de capilla de la colegiata de Vitoria y, finalmente, de la catedral de Santo Domingo de la Calzada de 1704 hasta su muerte, en 1748.

·         José de Cáseda (siglos XVII y XVIII, fechas desconocidas de nacimiento y de muerte), fue hijo de Diego de Cáseda y hermano de Blas de Cáseda. José fue, sucesivamente, maestro de capilla de las catedrales de CalahorraPamplonaZaragoza y Sigüenza.

·         Pedro de Ardanaz (1638-1706) fue maestro de capilla de la catedral de Pamplona y más tarde, y hasta el final de su vida, de la de Toledo.

·         Alonso Xuárez (1640-1696), sucesivamente maestro de capilla en la catedral de Cuenca (de 1664 a 1675), en la catedral de Sevilla (de 1675 a 1684) y de nuevo en la catedral de Cuenca (de 1684 a 1696).

·         Tomás de Torrejón y Velasco (1644-1728), maestro de capilla en la catedral de Lima (virreinato del Perú) desde 1676 hasta su muerte.

·         Juan Barter (1648-1706), maestro de capilla primeramente en la catedral antigua de Lérida y seguidamente, de 1682 a 1696, en la catedral de Barcelona.

·         Clemente Barrachina (siglo XVIII, fechas desconocidas de nacimiento y de muerte), maestro de capilla de la catedral de Albarracín de 1675 hasta su muerte, acaecida en 1727 o, tal vez, 1728.

·         Francesc Espelt (fallecido en 1712) fue maestro de capilla de 1690 a 1699 en la basílica de Santa María del Mar (Barcelona) y de 1700 a 1702 en la Colegiata Basílica de Santa María de la Aurora (Manresa).

·         Josep Gaz (1656-1713), maestro de capilla en la basílica de Santa María de Mataró de 1675 a 1685, en la basílica de Santa María del Mar (en Barcelona) de 1685 a 1690 y en la catedral de Santa María de Gerona de 1690 a 1711.

·         Sebastián Durón (1660-1716), sucesivamente maestro de capilla en las catedrales del Burgo de Osma y de Palencia y, durante diez años, en la prestigiosa Capilla Real de Madrid.

·         Miguel de Ambiela (1666-1733), maestro de capilla en diferentes iglesias y colegiatas, entre ellas la Catedral de Jaca, la colegiata de Santa María de los Sagrados Corporales de Daroca, la catedral de la Seu Vella de Lérida y la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza.

·         Francisco Valls (1671-1747), maestro de capilla de 1696 a 1726 en la catedral de Barcelona.

·         Joaquín Martínez de la Roca y Bolea (1676-1747), maestro de capilla en la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza de 1699 hasta su muerte.

·         Pau Llinás (1680-1749), maestro de capilla en la basílica de Santa María del Pino (en Barcelona) de 1711 hasta su muerte.

·         José de San Juan (1685-1747), maestro de capilla en Madrid, primero en la Capilla Real de Madrid de 1708 a 1711 y después en el monasterio de las Descalzas Reales de 1711 hasta su muerte.

·         Jaume Casellas (1690-1764), maestro de capilla de la catedral de Toledo de 1733 a 1762.

·         Juan Francés de Iribarren (1699-1767), maestro de capilla de 1733 a 1766.

·         José Español (fallecido en 1758), maestro de capilla en la iglesia parroquial de Santo Tomás Apóstol, en Haro (La Rioja), de 1731 hasta su muerte.

·         Josep Mir i Llussà (nacido hacia 1700 y fallecido en 1764), sucesivamente maestro de capilla en Segovia, Valladolid y Madrid.

·         Joaquín García de Antonio (1710-1779), maestro de capilla en la Capilla Real de Madrid de 1735 hasta su muerte.

·         Domingo Terradellas (1713-1751), maestro de capilla en Roma, en la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (en aquella época denominada San Giacomo degli Spagnuoli : «iglesia de Santiago de los Españoles»).

·         Antonio Cavallero (1728-1822), maestro de capilla de la Capilla Real de Granada de 1757 hasta su muerte.

·         Pablo Esteve (1730-1794) fue maestro de capilla para la casa de los Duques de Osuna en los años 1760.

·         Antonio Rodríguez de Hita (1722-1787), sucesivamente maestro de capilla en la catedral de Alcalá de Henares, en la catedral de San Antolín de Palencia y en el Real Monasterio de la Encarnación (Madrid).

·         Antonio Abadía (fallecido en Burgos en 1791), maestro de capilla de la catedral de Burgos de 1780 hasta su muerte.

·         Fabián García Pacheco (1725-1808), maestro de capilla de 1756 a 1770 en la iglesia de la Paloma (sobrenombre popular por la calle en que se ubica, la calle de La Paloma, en Madrid, pero cuyo nombre oficial es « iglesia de la parroquia de San Pedro el Real »). De 1770 hasta su muerte fue maestro de capilla en el convento de Nuestra Señora de las Victorias, un convento situado en Madrid y hoy en día desaparecido.

·         Francisco Javier García Fajer (1731–1809), maestro de capilla de la catedral de Zaragoza de 1756 hasta su muerte.

·         Francesc Queralt (1740-1825), maestro de capilla de la catedral de Barcelona de 1774 a 1815.

·         Carlos Baguer (1768-1808), maestro de capilla de la catedral de Barcelona.

·         Ramon Aleix i Batlle (1784-1850), maestro de capilla de la basílica de Santa María del Mar (en Barcelona) de 1819 hasta su muerte.

·         Mateo Ferrer (1788-1864), maestro de capilla en la catedral de Barcelona de 1830 hasta su muerte.

·         Ramón Vilanova (1801-1870), maestro de capilla de la catedral de Barcelona de 1830 a 1833.

·         Nicolau Manent (1827-1887), maestro de capilla de la parroquia de San Jaime de Barcelona de 1851 hasta su muerte.

·         Bonaventura Frigola (1829-1901), maestro de capilla durante los años 1852 y 1853 en el monasterio de San Esteban, en Bañolas. De 1854 a 1858 fue maestro de capilla de nuevo, pero en la basílica de Santa María de Castellón de Ampurias, que es la iglesia de Castellón de Ampurias, su ciudad natal. Ocupó finalmente el mismo puesto en Barcelona, en la basílica de la Merced, de 1881 hasta su muerte.

·         Ildefonso Jimeno de Lerma (1842-1903) fue maestro de capilla en Santiago de Cuba en 1861 (por lo tanto, antes de la independencia de Cuba) pero en la década de 1870 abandonó el puesto para convertirse en el primer organista de la Colegiata de San Isidro (en Madrid).

·         Antonio Félix Lozano González (1853-1908), maestro de capilla de la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza de 1883 hasta su muerte.

·         Vicente Ripollés (1867-1943), sucesivamente maestro de capilla en la catedral de Tortosa, en el Real Colegio Seminario del Corpus Christi (en Valencia), en la catedral de Santa María de Valencia y en la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla.

·         Eduardo Torres (1872-1934), sucesivamente maestro de capilla en la catedral de Tortosa y en la catedral de Santa María de Valencia.

·         Rafael Salguero Rodríguez (1875-1925), sucesivamente maestro de capilla en las catedrales de Málaga y de Granada.

·         Juan Francisco Agüeras González (1876-1936) fue maestro de capilla en la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza de 1903 hasta su muerte.

·         Antonio Massana (1890-1966) fue maestro de capilla en la iglesia de los Jesuitas de Barcelona.

·         Norberto Almandoz Mendizabal (1893-1970), sucesivamente maestro de capilla de las catedrales de Orense y de Sevilla.

·         Eduardo Soler (1895–1967), sucesivamente maestro de capilla en la colegiata de Santa María de Gandía, en el Real Colegio Seminario del Corpus Christi (en Valencia) y en la catedral de Santa María de Valencia.

·         Joaquín Broto (1921-2006), sucesivamente maestro de capilla de la catedral de Barcelona y de la catedral de Santiago de Compostela. Lo fue también en Zaragoza, ciudad en la que el puesto lo ocupó en dos templos: la catedral del Salvador y la basílica de Nuestra Señora del Pilar.

·         Pedro Aizpurúa Zalacaín (1924-2018), maestro de capilla de la catedral de Valladolid desde 1960 hasta su fallecimiento.

·         Miguel Ángel Roa Leal maestro de capilla y organista de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Villacarrillo, desde 1921 hasta 1962.

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Maestro_de_capilla


LA MISA DE BATALLA

DE

TOMÁS LUÍS DE VICTORIA



De todas las misas que compuso Tomás Luis de Victoria, hay una muy especial, la Missa Pro Victoria a 9, también conocida como Misa de Batalla. Por una parte, se trata de la única misa dentro de su obra escrita para nueve voces, y, por otra, es la única que bebe de una fuente profana, pues se trata de una parodia de la chanson La guerre de Clément Janequin. Apareció publicada en un volumen que vio la luz en 1600, y, para algunos críticos, contiene elementos protobarrocos, que denotan una evolución en el estilo de este creador, contagiándose de la innovación musical que protagonizó el cambio de siglo.

También se dice que esta misa guerrera era muy apreciada por el joven monarca Felipe III, y que Victoria probablemente la concibió expresamente para satisfacer sus gustos y recibir su favor. La pieza tiene un aire bélico y, aunque está escrita para voces y órgano, no sería de extrañar que en su ejecución estuviese prevista la intervención de otros instrumentos para recrear el ambiente de una batalla.

Tomás Luis de Victoria volvió a España hacia 1585, después de una estancia en Roma que se había extendido a lo largo de unos veinte años. Llegó a dicha ciudad para continuar sus estudios en el Colegio Germánico, aunque es un periodo de su vida del que no se disponen muchos datos. Algún autor defiende que ejerció como cantor, y, posteriormente, como maestro de capilla. En 1565, fecha de la llegada de Victoria, el colegio contaba con 200 alumnos, que estaban divididos en dos grupos, una minoría de alemanes preparándose para ser misioneros, y la gran mayoría a los que denominaban  pensionistas (convittori).

Los mayores benefactores del Collegium Germanicum fueron el rey Felipe II y el cardenal arzobispo de Augsburgo, Otto van Truchsess van Waldburg, a quien Tomás Luis de Victoria dedica su primer libro de motetes impreso en Venecia en 1572.Tras desarrollar en Roma una carrera como compositor coronada por el éxito, como él mismo expresa en una carta que envía a Felipe II en 1583 (“habiendo mucho antes de ahora compuesto y hecho imprimir, obras que advertí fueron recibidas, con aplauso”), decide volver a España para, en sus propias palabras,“gozar de honesto descanso entregando el espíritu a la contemplación divina –como cumple a un sacerdote”.

En Madrid, Victoria asume una capellanía en el Monasterio de las Descalzas Reales, donde sirve como maestro de capilla y como capellán de la emperatriz María, hija de Carlos V y viuda de Maximiliano II, quien había llegado a España junto con su hija Margarita en 1582. Allí permanecerá el compositor hasta su muerte en 1611, escribiendo y publicando música, y gozando de la fama de ser uno de los músicos más reputados del momento.

En 1600 Tomás Luis de Victoria publica su libro Missae, magnificat, motetca, psalmi, et alia, y se la dedica a Felipe III, que acababa de subir el trono, comparando en la dedicatoria al rey con figuras históricas como Alejandro Magno, Homero, Aquiles o Plutarco. Y se ha llegado a insinuar que la evolución del estilo que marca esta compilación pudo estar motivada por acercar la música a los gustos del joven monarca, que diferían en gran medida de los de su padre, para ganarse su favor.

La obra introducía una innovación editorial pues el autor exige que se imprima “conforme y del tamaño de los que se imprimen en Venecia”, como expresa en una carta. Además, las piezas contenidas abundan en la influencia italiana, que desde el decenio de 1580 venía sustituyendo a la tradición flamenca que había imperado en la corte, a través de la práctica de la homofonía en un estilo policoral. Una obra policoral está concebida para ser cantada por varios coros, por lo menos, dos.

El libro de 1600 contiene misas, motetes y salmos, como indica su nombre, algunas piezas ya publicadas en ediciones anteriores y otras completamente nuevas. En total incluye cinco misas, cuatro antes no impresas Missa Alma redemptoris, Missa Ave Regina, Missa Laetatus sum y Missa Pro Victoria, y otra, Missa Salve Regina, que ya había sido publicada en el volumen de 1592. Todas son misas parodia y cuatro de ellas tienen su fuente en piezas del propio Victoria presentes en el libro. Solamente la Missa Pro Victoria bebe de una fuente externa.

La pieza de este volumen que nos ocupa, la Missa Pro Victoria a 9 voces, parece ser que fue muy del agrado de Felipe III, pues el mismo Victoria comentaba al respecto, en una de sus cartas, que era “una misa de batalla que dio gran gusto al Rey nuestro señor”. Se trata de una parodia de la canción para cuatro voces La guerre de Clément Janequin, escrita en 1525 para conmemorar la Batalla de Marignano, y que apareció publicada por primera vez en 1528. Fue una pieza que gozó de gran popularidad en España, dado que, aparte de la misa de Tomás Luis de Victoria, inspiró otras a Juan Esquivel, Francisco Guerrero y Cristóbal de Morales.

ES esta una misa singular y nada típica, que bien podía salir del entorno catedralicio y deleitar a otros públicos, como el rey y sus cortesanos, dado su “carácter festivo”, como apunta Robert Stevenson (Estudio Biográfico y Estilístico de Tomás Luis de Victoria, 1966). Está articulada en torno a un coro de cinco voces y otro de cuatro, más un órgano que acompaña al primero. Igualmente, podían intervenir ministriles en su ejecución.

La misa de batalla es el género musical que une lo político y lo religioso. La pieza de Victoria importa el aire bélico de la de Janequin, y reclama la interpretación instrumental al sugerir de algún modo con su viveza los sonidos de la batalla. De las cinco misas que aparecen en el libro de 1600, la Pro victoria es sin duda la que ofrece más referencias a la pieza en la que está inspirada.

http://www.musicaantigua.com/la-misa-de-batalla-de-tomas-luis-de-victoria/



 

 

 



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