OLIVEIRA
SALAZAR, PATRIOTA Y ESTADISTA
Este 27 de julio se cumplen 50 años de la
muerte del gran estadista portugués Antonio de Oliveira Salazar. Es justo que
quienes nos sentimos y consideramos nacionalistas y católicos rindamos un
homenaje, aunque sea modesto en relación a lo que su figura merece, a tan gran
patriota.
EL NACIONALISMO ARGENTINO
Antes de referirnos
al patriota portugués queremos hacer una referencia al Nacionalismo Argentino,
desde el cual hacemos nuestro homenaje. Una de las primeras expresiones
claramente nacionalistas, que surgen en Argentina, se da pasado el primer
lustro de la década del 20, a través del periódico La Nueva República. Entre
los principales referentes de ese primer nacionalismo se encontraba el médico
entrerriano Juan Emiliano Carulla. Nos dice al respecto, Hernán Capizzano:
“Si se trata de
ser precisos, puede decirse que el primer exponente del nacionalismo como tal,
naturalmente antiliberal, parece haber sido Juan Emiliano Carulla. Nacido en
Entre Ríos, militante en el socialismo y luego en el anarquismo, graduado en
medicina, marchó a los campos de batalla en la Primera Guerra Mundial. Conoció
de cerca el nacionalismo francés y regresó al país nutrido de estas
influencias. Hacia 1925 fundó junto a otro médico llamado Roberto Acosta el
periódico La Voz Nacional, de escasa relevancia y cuya colección no hemos
encontrado en repositorio alguno. El siguiente paso fue en diciembre de 1927 la
fundación del semanario La Nueva República. Aquí aparece nuevamente Carulla,
gestionando ante sus camaradas de ideas la necesidad de que la publicación
llevase como subtítulo ‘Órgano Nacionalista’.”[1]
¿Qué es lo que
Carulla vio en Francia, que lo llevó a desengañarse del ideario izquierdista
que había profesado, y a acercarse a posiciones acordes con un sentido
tradicional del Orden político? Él nos lo responde en su obra Al filo
del Medio Siglo: descubrió la obra del gran autor
tradicionalista Charles Maurras. Nos cuenta: “Tan pronto, pues, como
llegué a Francia, una de las primeras cosas que hice fue procurar enterarme de
la marcha del movimiento de L’Action Francaise. No podía negarlo; el trato
directo con tres o cuatro de sus dirigentes, todos ellos magníficos
combatientes de primera línea, así como la lectura del diario del partido y
algunos libros de Maurras…hubieron de influirme profundamente. La figura
austera del autor…se me aparecía como la de uno de los grandes filósofos
políticos de todos los tiempos.” Se refiere, además, al impacto que le
causó enterarse del “ascetismo de su vida de combatiente impávido (que)
moraba en una modesta habitación y sólo disfrutaba de un sueldo de
cuatrocientos francos… (que) trabajaba de sol a sol…(y que) renunció
voluntariamente a una carrera brillante que lo habría exaltado a la categoría
de príncipe de las letras francesas, para entregarse al periodismo de batalla.” Este
encuentro fue modificando sustancialmente los conceptos que Carulla había
tenido hasta ese momento acerca del hombre y de la sociedad: “la huella
de los pensadores clásicos que iban reemplazando en mi biblioteca a los
modernos y avanzados, afloraron nuevamente en mi espíritu, con renovado vigor,
convicciones religiosas y morales relegadas a un segundo plano o
momentáneamente olvidadas. Tuve certeza de que no puede haber Estado sin ética,
y de que para el nuestro…(surgido) de la entraña cristiano-occidental, ésta no
puede provenir sino del acatamiento a las verdades del Evangelio. Se me hizo
imposible concebir una buena política, sin un programa de defensa de las
instituciones reconocidas del orden clásico: la familia, la sociedad, la
nación.”[2]
Su estancia en
Francia también le permitió apreciar las riquezas de la cultura clásica que, a
pesar de todas las revoluciones, aún conservaba la tierra de los Luises: “Luego,
nos dirigimos a la catedral. Su mole inmensa se nos apareció en toda su
magnífica imponencia, mostrando al sol las cicatrices producidas por las
granadas de artillería pesada, con muchas de sus magníficas esculturas
mutiladas o destruidas totalmente…altares, bóvedas, coro, nichos, hornacinas,
sepulcros, arquitrabes…monumentos, frescos, imágenes y vitrales…”[3]
A su regreso a
la Argentina, su espíritu choca con una realidad contrastante con las
reflexiones que había llevado adelante durante su estancia en Europa. El
Liberalismo había dado un paso hacia adelante y había conducido a la
Democracia. El líder populista Hipólito Yrigoyen era ahora presidente. El
clientelismo político, la marea roja que amenazaba con arrasarlo todo, las
revueltas universitarias en Córdoba, lo llenaron de decepción. Pero, por debajo
de las desviaciones provocadas por la Democracia y por el Liberalismo, Carulla
comienza a percibir que existía una Argentina antigua, que era
preciso restaurar.
“…arribé a
la conclusión de que el remedio a los males de la democracia…no podía ser otro
que un régimen…basado en la restauración del orden y las jerarquías, amén de la
tradición y la cultura propias”. Y unos renglones más abajo nos habla
de la: “necesidad de una restauración nacionalista, a fin de reencauzar
las instituciones, afianzar el orden social y vigorizar el pensamiento de la
argentinidad diluido y desvirtuado”[4].
A este primer
Nacionalismo podemos aplicar perfectamente las palabras de Hernán Capizzano,
cuando nos dice que dicho movimiento nació de "las aspiraciones
políticas de muchos argentinos que deseaban una Argentina nueva y vieja. Nueva
por su ruptura con el régimen liberal pos Caseros, vieja por su identificación
con las raíces genuinas y propias de la Nación..."
Juan Carulla no
fue el único representante del primer Nacionalismo argentino fuertemente
influenciado por Maurras:
“El periódico La
Nueva República se dio a conocer el 1° de diciembre del año 1927. El director
del mismo fue Rodolfo Irazusta, encargado de la sección política. Los
redactores habituales fueron Julio Irazusta -hermano de Rodolfo, Ernesto
Palacio y Juan Carulla. (…)
‘Rodolfo
Irazusta, con menos cultura libresca que sus compañeros, había sido formado por
su padre para la acción, en la que intervino desde muy joven, tomando parte en
la vida de comité, desde el retorno del radicalismo al comicio…Durante un viaje
a Europa…cayó bajo el influjo de Maurras…
Como escritor
Rodolfo Irazusta fue el periodista nato…
Ernesto
Palacio…tenía acabada formación literaria, y siendo un admirable poeta, se
atuvo a la prosa…Fue…el petit anarchiste que Maurras confesó haber sido en su
extrema juventud…Entre los años 23 y 27 César Pico había hecho de Ernesto
Palacio un católico ferviente y un hombre de orden…
Julio Irazusta
había sido omnívoro pero desordenado lector, hasta que fue a Europa en
1923…Antes de cesar su rechazo a Maurras, y de admirarlo, Julio Irazusta tenía
formado el criterio político con que estudió los clásicos de la materia…
En el segundo número del periódico aparece como
editorialista…el Dr. Juan E. Carulla, médico entrerriano residente en Buenos
Aires, procedente del anarquismo, a quien la guerra europea, en la que
participó como profesional en el frente de Francia, lo hizo evolucionar. Allá
volviose asiduo lector de la Acción Francesa.’ (Irazusta, Julio. El
Pensamiento político nacionalista. De Alvear a Yrigoyen, Obligado
Editora. Buenos Aires. 1975, pp.15-18).”[5]
¿A qué se debe esta
larga introducción? Al hecho de que existe un punto en común entre el héroe al
que queremos dedicar estas líneas y el Nacionalismo argentino desde el cual
admiramos a nuestro personaje: ese punto en común es el influjo maurrasiano.
ANTONIO OLIVEIRA SALAZAR
a) Breve reseña
biográfica
Antonio
Oliveira Salazar nació en Vimieiro el 28 de abril de 1889. De chico creyó
sentir vocación al sacerdocio por lo que a los 11 años ingresó al seminario
menor. Permanecería en él desde 1900 a 1908. “A estos años –diría
luego- les debo lo mejor de mi formación moral y de mi disciplina
intelectual”[6]. A
pesar del gran recuerdo de ese momento, se dio cuenta de que su vocación era
otra. Cuando él decide abandonar el seminario –en 1908- Portugal vivía
tiempos revueltos. El Rey era asesinado, y poco después se proclamaba la
República. En tanto Antonio se trasladaba a Coímbra para estudiar Derecho
(1910). En 1914 obtuvo el título de bachiller en Derecho y en 1916 asistente de
Ciencias Económicas. En 1917 fue nombrado profesor adjunto en la cátedra de
Ciencias Económicas. Mientras ejercía la docencia, Antonio comenzó a actuar en
política. En 1921 fue elegido diputado. Portugal por aquel tiempo estaba
terriblemente revolucionado. El 28 de mayo de 1926 se produce un levantamiento
de las Fuerzas Armadas. Los militares se proponen restaurar el orden político
en el país. Pronto se dan cuenta que junto al caos político se daba una
tremenda crisis económica. En 1928 ven la posibilidad de ofrecer a Salazar el
manejo de las finanzas de Portugal. La acción saneadora llevada adelante por
Antonio lo llevará de ministro de economía a jefe de Gobierno, ocupando la
Presidencia del Consejo. Desde su nuevo cargo promovió una reforma profunda de
la Constitución que permitió instaurar un régimen nacionalista y corporativo.
Nacía el Estado Novo. Salazar era el líder nato del nuevo
Estado, al cual entendía desde una profundad perspectiva religiosa, moral y
restauradora.
“Salazar era
muy consciente de la descomposición en que se encontraba la Europa de su
tiempo, fruto sobre todo de la revolución filosófica de los siglos XVIII y XIX.
En dichos siglos se negó a Dios, la moral, la verdad, llegándose al punto de
atentar contra la célula primaria de la sociedad que es la familia. La posición
de nuestro estadista era categórica al respecto.
Por lo demás,
Salazar era un hombre profundamente católico, y católico practicante, según
atestigua su amigo el cardenal Cerejeira, con quien vivió desde 1915 a 1928,
como lo señalamos oportunamente, cuando ambos estudiaban juntos en la
Universidad o ejercían el magisterio. En cierta ocasión, siendo ya Cardenal, le
preguntaron a Cerejeira por su amigo. 'Salazar ha seguido un camino recto
-respondió-, sin tomar nunca el atajo. Ha seguido siendo el hombre de las
grandes cosas y los pequeños detalles. En su juventud ya se imponía por su rica
naturaleza, su voluntad tenaz, su inteligencia y su perfecto equilibrio. Posee
el arte de contar con fina ironía, pero desdeñaba la elocuencia...No he
advertido jamás tantos contrastes en un ser. Apreciaba la compañía de las
mujeres y su belleza y, sin embargo, llevaba la vida de un fraile'...
Salazar
siempre entendió que el Estado no podía prescindir de lo religioso y de lo
moral, entendiendo que los valores trascendentes eran los supremos en una
sociedad política.”[7]
b) Su concepción de
la Nación
Vamos a centrar
nuestra mirada sobre la figura inmensa de Oliveira Salazar a partir de su
patriotismo. Creemos, en efecto, que el amor por Portugal es un aspecto central
en la vida de esta figura sin par. Desde ese amor es desde donde se puede
comprender su vocación como conductor de su Patria hacia el bien.
Decíamos al inicio
que el nacionalismo argentino tuvo en sus orígenes una importante impronta
maurrasiana. El sentido de pertenencia nacional, y la reflexión intelectual
acerca de esta realidad, también tuvo en Oliveira Salazar este fuerte influjo.
Dejemos asentado, ante todo, que para Salazar Dios es el Primer Absoluto.
Supuesto esto, toda su inteligencia y todo su corazón están volcados al
amor de su Nación: “Si como católico concibe la sociedad política
ordenada a un fin último trascendente –al Absoluto, a Dios-, en lo que
concierne exclusivamente al orden temporal, la Nación se encuentra en la cumbre
de su edificio axiológico”[8].
No obstante, es
cierto que no escapa a nuestro héroe que hubo un ideal anterior al hecho
nacional, que fue la unidad de la Cristiandad: esto es la unión de
los pueblos europeos en torno a una fe común. Sin embargo, roto este sublime
ideal a partir de los cambios desencadenados por la Reforma luterana a partir
del siglo XVI, la Restauración se debe hacer al interior de
cada Nación. En esto coincide con el autor francés: “…si Maurras
considera un retroceso para la sociedad humana el término de la Res
publica Christiana y el surgimiento de las nacionalidades, hace una
dura advertencia respecto de la alternativa que los hombres afrontarían en el
caso de que su Nación fuese destruida.”[9] Unos
renglones antes leemos que para Salazar: “la Nación (aparece) como…la
‘mejor’ (forma) posible en la realidad actual… (En éste, como en tantos otros
puntos) Salazar se muestra en plena coincidencia con Maurras.”
La Nación, pues, es
la primera realidad en el orden temporal presente. Maurras fue uno de los
principales autores que logró elaborar una teoría de la Nación sobre principios
tradicionalistas, despojando de esta bandera al pensamiento jacobino, que había
levantado la bandera de la “Nación” pero en términos contractualistas.
Maurras, siguiendo a Barrès que había definido a la Nación en términos
sentimentales a partir de “la tierra y los muertos”, va a
elaborar una concepción intelectual, que no deshecha la pasión por lo nacional,
pero que busca poner como centro el conocimiento de la realidad patria.
Tocamos aquí otro concepto: el de Patria. Si bien es cierto que pueden aparecer
utilizados indistintamente en la obra del contrarrevolucionario francés,
sin embargo se puede hacer una distinción.
“La
Patria…abarca las generaciones precedentes sobre dicho suelo. La Patria, pues,
abarca los paisajes y los campos, los pueblos y las ciudades, las iglesias y
los cementerios, las fábricas y los museos, la lengua y la literatura, la
religión y las costumbres, las tradiciones, las tradiciones y las leyes, las
obras artísticas, técnicas, científicas. En resumidas cuentas: la Patria es un
patrimonio.
El vocabulario
Nación, a su vez, con origen en el natus latino, conlleva la
noción de nacimiento, de filiación., de descendencia. Y como tal delata la idea
de una comunidad de herederos, continua en el tiempo pues incluye los muertos,
los vivos y los que han de nacer. Mientras el concepto de Patria se relaciona
con la idea de patrimonio lentamente formado por las sucesivas generaciones de
nuestros ‘padres’, la idea de Nación corresponde más bien al conjunto de
herederos de tal patrimonio…”[10]
La Patria,
pues, sería un patrimonio, en tanto la Nación son los herederos que
reciben y deben comunicar dicho patrimonio. Sin embargo, muchas veces ambos
términos aparecen en forma indistinta en los escritos de Maurras. Lo mismo
ocurre con Salazar: “Si es cierto que en unas pocas ocasiones el
estadista siente la necesidad de precisar lo que distingue a los conceptos de
Patria y Nación puede decirse que la tendencia en sus Discursos es considerar
ambos términos como equivalentes.”[11]
A partir de todo lo
expuesto corresponde que comparemos cómo define a la Nación cada uno. Maurras
afirma que se trata de “un sindicato de familias compuesto por la
historia y la geografía; su principio excluye el principio de la libertad de
los individuos, de su igualdad, mas ella implica, en cambio, una fraternidad
real, profunda, orgánica, reconocida por las leyes, verificada por las
costumbres, y cuyo perímetro de las fronteras hace el signo material”[12]. Por
su parte, el estadista portugués “la Nación es…sobre todo una entidad
moral, que se formó a través de los siglos por el trabajo y la solidaridad de
sucesivas generaciones, ligadas por afinidades de sangre y de espíritu, y para
nada nos repugna creer tiene atribuida en el plan providencial una misión
específica en el conjuntos humano”[13].
La realidad nacional
crea deberes en los hombres. El primer deber es el amor. Maurras, superando la
concepción romántica de Barrès, considera que lo supera en un amor racional.
Oliveira Salazar, del mismo modo, cree que el amor hacia la Patria se debe
sustentar en el conocimiento. No se puede amar lo que no
se conoce. El conocer despertará los afectos consiguientes:
“En
definitiva, para Salazar, la supremacía de la nación empieza a justificarse por
la afirmación de un sentimiento, a partir de un ‘acto de fe en la Patria
portuguesa’. En sus palabras:
‘Es preciso
amar y conocer a Portugal –en su pasado de grandeza heroica, en su presente de
posibilidades materiales y morales,…en su futuro de progreso, de belleza, de
armonía…Repito; es preciso amar y conocer a Portugal’.”[14]
El filósofo
rumano Mircea Eliade analizando el fenómeno político salazariano sostenía que
Salazar “al concebir la familia como ‘núcleo irreductible’ de la Nación
y reintroducir el orden corporativo, restaura una comunidad orgánica, y ésta,
basada que está en el agregado familiar, se funda precisamente en el factor que
lo crea, unifica y valora -el ‘amor’. Así que las corporaciones, los municipios
y la Nación no son más que ‘formas elaboradas de la misma familia portuguesa’.
La Nación salazariana –mantiene Eliade-, definiéndose, entonces, como comunión
de ‘amor’ y de ‘destino’, lo hace justamente a través de los términos que
definen la propia familia”[15].
A través del tema
del amor patrio en Salazar, Eliade nos ha introducido en otro aspecto de la
concepción salazariana –y maurrasiana- de Nación: el organicismo. En efecto,
para Antonio “el agregado nacional no es un aglomerado de individuos
atomizados y desenraizados, sino un ‘todo orgánico’, constituido ‘por
individuos diferenciados en virtud de aptitudes diversas y actividades
diferentes, jerarquizados en su diferenciación natural’ e integrados en las
agrupaciones humanas naturales –‘la familia, la sociedad, el sindicato
profesional, la asociación de fines ideales, la autarquía local’-. Descartando
el individualismo democrático como piedra angular de la Nación…Salazar enfoca
su atención en la persona humana y en el cuadro natural en que ésta viene al
mundo y se desarrolla: la familia. Pues ésta –célula fundacional irreductible-
y las demás agrupaciones humanas naturales, como ‘el prolongamiento y el
sustentáculo de la persona humana’, son partes componentes de la Nación’.”[16]
Podríamos seguir
desarrollando muchos otros aspectos, siguiendo la obra de Marcos Pinho de
Escobar, acerca de la concepción salazariana de la Nación: como realidad,
patrimonio, herencia, unidad. La extensión del artículo no lo permite. No
obstante, quisiéramos terminar este apartado haciendo referencia a algunos de
los elementos que para el gran estadista conforman a la noble nación
Portuguesa:
“…la
realidad objetiva de la Nación portuguesa, comenzando por su dimensión
euro-ultramarina, derivada de un imperativo categórico de la Historia,…consiste
en su territorio pluricontinental y su poblacional multirracial. Ahora bien,
sin menospreciar la dimensión material de esta obra, Salazar enfatiza su
dimensión espiritual o moral. Si defiende a ultranza la integridad del
territorio pluricontinental de la nación, no lo hace sólo porque tal
territorio, como realidad física, es patrimonio de los portugueses, sino porque
los trabajos y sacrificios hechos para constituirlo y mantenerlo son, en sí
mismos, parte integrante inalienable de tal patrimonio. Así la lengua y la
cultura, las ciencias y las artes, las gestas fundacionales de la nacionalidad
y la expansión ultramarina, el ideal de vida colectiva y de civilización, las
tradiciones y las glorias, las alegrías y tristezas, las necesidades y
aspiraciones, la sumatoria de esfuerzos y sacrificios comunes, la identidad de
origen y la comunión espiritual, la independencia, la soberanía, entre muchos
otros, son los elementos que componen este inmenso y complejo acervo que forma
la ‘esencia indefinible de la continuidad histórica de los portugueses a través
de los siglos’.”[17]
c) El Jefe
Maurras entendía que
la restauración tradicionalista de Francia debía hacerse desde el sistema
monárquico. Sin embargo, podríamos decir que tras las caídas y/o defección de
las monarquías cristianas, las grandes dictaduras de los siglos XIX y XX han sido
un paliativo que han frenado por un tiempo los estragos traídos por la
revolución democrática. Es en este contexto que debemos ubicar la acción
restauradora de Salazar. El gran estadista se propuso que su Portugal amado se
reencontrara con lo mejor de su tradición. Nos dice al respecto Henri Massis:
Salazar como jefe
se propone “hacer vivir a Portugal habitualmente”, esto es “hacerlo
vivir según sus modalidades, las cualidades más durables de su ser, las más
firmes; es obrar conforme lo exige su naturaleza, es…ordenar las potencias que
comandan sus movimientos…
‘Nuestro
pasado glorioso pesa demasiado sobre nuestro presente, dice en una página en
que la voluntad de lo que debe ser disputa con el orgullo de lo que fue…’
He ahí por qué
si aspira a hacer vivir a Portugal habitualmente, el Sr. Salazar entiende
imponer a la nación una dirección que utilice los hábitos, las disposiciones
favorables de la raza …”[18]
CONCLUSIÓN
De lo expuesto en este breve artículo,
que intenta ser un justo –aunque modesto- homenaje podemos concluir que Antonio
de Oliveira Salazar fue un portugués que amó fervientemente a su Nación,
logrando desde su labor de gobierno hacer que la Patria se reencontrara con sus
raíces más profundas.
APÉNDICE I: “El Milagro Portugués”
El Padre Ramiro Sáenz que realizó un
profundo trabajo sobre Fátima dedica unas líneas a lo que denomina “El milagro
portugués”, que tuvo como protagonista principal a nuestro personaje. De allí
extraemos los siguientes párrafos:
“El orden
temporal del hombre, ámbito de las actividades sociales y políticas, ha sido
creado por Dios, y debe ordenarse a los bienes y fines espirituales o
sobrenaturales. Todo debe referirse a Dios como principio y fin. Las acciones
sociales y políticas o contribuyen al fin y sentido de la existencia humana, o
lo impiden. Desde la irrupción de la Ilustración…el orden temporal intenta
girar sobre su propia órbita y reclamar su autonomía al Creador. Esto incluye
las actividades políticas, sociales, profesionales, económicas, militares,
artísticas, laborales, etc. Deja reducido a Dios y su Iglesia el ámbito de lo
interior del hombre, o mejor, de lo subjetivo. De aquí el prejuicio
injustificado de separar lo político de lo religioso…
…Desde los días de las apariciones de
la Virgen, Portugal tiene una transformación económica, político-social y
religiosa notabilísima y está ligada especialmente a un hombre providencial:
Antonio Oliveira Salazar (1889-1970)…
Desde hacía
treinta años el país estaba sumergido en un caos económico y político total…
…Era tal el desorden que las Fuerzas
Armadas deciden tomar el poder…se hace cargo del gobierno el general Antonio O.
de Fregoso Carmona, de pensamiento conservador. Éste es quien…llama, en 1928, a
Antonio de Oliveira Salazar como ministro de Hacienda o Finanzas. Luego de una
gestión brillante, fue nombrado presidente del Consejo, en 1932…
Su gestión no
fue meramente económica, sino que restauró en Portugal sus instituciones
naturales e históricas. Se lo puede considerar no solamente un gran católico,
sino uno de los políticos más lúcidos, visionarios, prudentes y justos de este
siglo, entendiendo la política en el más noble sentido de la palabra…
Lo que podemos
llamar el milagro portugués no es solamente haber sido preservado el país de la
invasión ideológica marxista y la participación en la Segunda Guerra Mundial.
Es mucho más que eso: Portugal vive una primavera política, social y espiritual
que durará aproximadamente cuarenta años. Verdadero milagro, si echamos una
mirada sobre el panorama europeo de esos días…
En 1942, XXV
aniversario de las apariciones (de la Virgen en Fátima), el Cardenal Cerejeira
dirá agradecido: ‘Para expresar lo que está ocurriendo aquí desde hace
veinticinco años el vocabulario portugués tienen una sola palabra: milagro. Sí,
estamos firmemente convencidos de deber esta maravillosa transformación de
Portugal a la protección de la Santísima Virgen María’…
El mismo
Salazar consideraba una gracia de la Virgen la restauración de su país…Pío XII,
testigo doliente de la descomposición de las naciones, no temía proclamar el
milagro portugués: ‘En un momento trágico de tinieblas y extravío, cuando la
nave del Estado portugués, perdiendo la ruta de sus más gloriosas tradiciones,
arrastrada por la tormenta anticristiana y antinacional, parecía ir al
naufragio cierto, el Cielo intervino en su bondad, y en medio de las tinieblas,
brilló la luz, del caos surgió el orden, la tempestad se apaciguó, la calma se
restableció, y Portugal pudo volver a encontrar y reanudar el hilo de sus
bellas tradiciones de Nación ‘fidelísima’, para proseguir su carrera gloriosa
de pueblo de cruzados y de misioneros’.”[19]
APÉNDICE II: “A Antonio Oliveira Salazar”, por Antonio
Caponnetto
“Había algo de monje en su talante,
Blanca la mano sobre el libro abierto,
La soledad fecunda del desierto,
Camastro pobre, ayuno, verbo orante.
Algo de bravo caballero andante
Que en sueños vive y a la vez despierto,
Algo de asceta con el gesto yerto
O la sonrisa apenas anhelante.
No discute la patria, la defiende
De la usura sin rostros humanados,
Cuando las hoces siegan los sembrados,
O la sonrisa apenas anhelante.
Para sí nada quiere, porque entiende
Al poder como oficio de abnegados.
El cetro con la cruz van hermanados:
Sólo el bullicio al gobernante ofende.
La nación es su casa solariega,
Ese hogar lusitano junto al río,
Su cátedra, su claustro, el labrantío.
Es el imperio de la fe andariega.
Señor de la mesura a quien no ciega
El aplauso mundano del gentío.
Sacrificio es mandar, pero el bajío
Remonta al agua si el amor navega.
Tiene su acción el tono esposalicio
De los antiguos reyes medievales,
Sabedor de las normas teologales,
primero en el deber y en el servicio.
Tiene acaso en Platón su natalicio
En la aldea cristiana sus puntales,
El color de las frondas terrenales
La viril inflexión del epinicio.
Siempre de pie lo vieron en Lisboa,
Jerárquico en la acción y en el sosiego
Entre Guineo, Mozambique y Goa.
Quieto el sol sobre Fátima se afila,
quietud de un pueblo en paz y sin trasiego.
Silencio todos: Salazar vigila.”
[1] Capizzano, Hernán. Alianza Libertadora Nacionalista. Historia y crónica (1935-1953). Memoria y Archivo. Buenos Aires. 2013, p. 11.
[2] Al filo de siglo y medio. Huemul. Buenos Aires. 1965, pp. 202-203
[3] Ibídem, 186.
[4] Ibídem, 229-231.
[5] Ruffino, Javier. “La Nueva
República”, o la lucha por el orden, en http://criticarevisionista.blogspot.com/2017/10/la-nueva-republica-o-la-lucha-por-el.html
[6] Citado por Alfredo Sáenz
en La Catedral y el Alcázar. Serie Héroes y Santos. Ediciones
Gladius. Buenos Aires. 2004, p. 122.
[7] Ibídem, p.
82.
[8] Pinho de Escobar, Marcos. Perfiles
maurrasianos en Oliveira Salazar. Ediciones Buen Combate. Buenos
Aires. 2014, p. 163.
[9] Ibídem,
p. 177.
[10] Ibídem,
p. 160.
[11] Ibídem, p. 162.
[12] Ibídem, p.
160.
[13] Ibídem, p. 167. Observemos que en la definición de Salazar aparece un elemento que estaba ausente en la del teórico francés: el plan de la Providencia sobre la Nación. No escapa a la fe intensa del portugués la acción divina sobre las cosas humanas, y la vocación que cada Nación recibe en los planes inescrutables del Creador.
[14] Ibídem, p. 170.
[15] Ibídem, p.
169. Observemos que Eliade atribuye a Salazar la idea de Nación como comunidad
de destino, definición que estaría emparentando al portugués con otro gran
patriota: José Antonio Primo de Rivera, quien definía a la nación como unidad
de destino en lo universal.
[16] Ibídem, pp. 178- 179.
[17] Ibídem, P. 194-195.
[18] Massis, Henri. Jefes. Sol y Luna. Buenos Aires. 1939, pp. 78-81.
[19] Sáenz, Ramiro. Fátima.
Geografía, Historia, Teología y Profecía. Gladius. Buenos Aires. 2017,
pp. 243-250.
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