jueves, 22 de abril de 2021

 

LAS MISIONES DE LA ALTA CALIFORNIA EN EL PATRIMONIO HISPANOAMERICANO DE LOS ESTADOS UNIDOS (I)

 

En 2019 se cumplieron los 250 años de la fundación de la misión de San Diego de Alcalá por el mallorquín fray Junípero Serra, tendremos la oportunidad excepcional de celebrar una de las últimas grandes empresas de exploración y colonización que llevaron a cabo los españoles en el mundo: la conquista de California.

https://www.wikiwand.com/es/Misi%C3%B3n_San_Diego_de_Alcal%C3%A1

https://www.hispaniccouncil.org/7337-2/

La exploración de las costas del Pacífico norte por los españoles es muy temprana. Hernán Cortés impulsó las primeras expediciones a la península de California en el año 1532. Diego Hurtado de Mendoza llevó a cabo una primera e infructuosa intentona al mando de dos barcos: el San Miguel y el San Marcos. En octubre del año siguiente, Diego de Becerra y Fortún Jiménez zarparon desde el puerto de Manzanillo. Jiménez, que alcanzaría en 1534 la bahía de La Paz, es considerado el primer español en desembarcar en la Baja California. Sólo unos años más tarde, en 1539, Francisco de Ulloa, zarpando de Acapulco, recorrió la costa noroccidental de la Nueva España hasta la desembocadura del río Colorado, que bautizó como Ancón de San Andrés. Después, descendiendo por la costa oriental de la Baja California, completó la navegación de toda esta península hasta alcanzar la isla de los Cedros en 1540, desde la que envió una relación a Cortés en una de sus naves, la Santa Águeda, prosiguiendo desde esta isla la navegación en el Trinidad, sin que se volviese a tener noticia alguna de su expedición. Finalmente, en 1542, Juan Rodríguez Cabrillo (1498-1543) y Bartolomé Ferrer (1499-1550) alcanzarían definitivamente las costas de la Alta California, navegando hasta Monterrey y recorriendo más de 1.900 kilómetros del litoral. Llegaron, como recuerda Charles F. Lummis, «cien millas al norte del sitio donde tres siglos más tarde debía fundarse la ciudad de San Francisco» (1).

Sin embargo, la segunda mitad del siglo XVI se nos muestra como una larga etapa de apatía por parte de España en la exploración del suroeste de los actuales Estados Unidos. Sólo a partir de 1596, cuando Sebastián Vizcaíno (1547-1627), el cartógrafo Jerónimo Martín Palacios y el fraile carmelita Antonio de la Ascensión (2) emprendan un nuevo viaje de descubrimiento a instancias del virrey Gaspar de Zúñiga Azevedo y Velasco, conde de Monterrey, se vuelve a despertar el interés por un territorio hasta entonces apenas disputado. Vizcaíno llegó a alcanzar la desembocadura del actual río Columbia, en la costa septentrional de Oregón, más de 1.000 kilómetros al norte de San Francisco. Fijó la toponimia, que se conserva aún hoy en su mayor parte, y elaboró las primeras cartografías de California, proporcionando mapas que siguieron empleándose hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando se retoma definitivamente por parte de la Monarquía Hispánica el proyecto para la colonización, la evangelización y, sobre todo, la mejor defensa de los extensos territorios de la frontera septentrional del virreinato de Nueva España (3).

Muestra del interés renovado por esos territorios la vamos a encontrar en distintos momentos del siglo XVIII, pero quizá el hito de mayor interés corresponda al año 1741, cuando el rey Felipe V traslada instrucciones a los virreyes y gobernadores americanos al objeto de proceder a la recopilación de información, sobre todo geográfica, demográfica y económica, sobre el estado y las características de los territorios ultramarinos. Para dar cumplimiento a esta orden en la Nueva España, el conde de Fuenclara, Pedro de Cebrián (1687-1752), comisionó al matemático y cartógrafo novohispano José Antonio de Villaseñor al objeto de llevar a cabo un estudio sistemático, el llamado Theatro Americano. Descripción General de los Reinos y Provincias de la Nueva España y sus Jurisdicciones, que se elaboró en dos volúmenes entre 1746 y 1748, acompañándose del espléndido Yconismo Hidrotérreo o Mapa Geographico de la América Septentrional (4), un magnífico mapa que se conserva en el Archivo General de Indias de Sevilla. El informe y los restantes materiales que lo acompañan nos han dejado una imagen nítida de la situación general de Nueva España, y particularmente de los territorios de su frontera septentrional, a mediados del siglo XVIII.



https://www.wdl.org/es/item/16779/view/1/1/

 

Pero será, sobre todo, durante el reinado de Carlos III (1759-1788) cuando se focalice la atención sobre California. Como ha señalado Alfredo Jiménez, durante su largo reinado «ocurrieron en España y en América grandes cosas, y se tomaron importantes decisiones que afectaron de manera especial a la frontera norte. Su propia marginalidad la puso cada vez más en contacto con el mundo exterior al sistema […] La amenaza de Inglaterra y Rusia por las costas del Pacífico había estimulado poco antes una ocupación efectiva de tierras más al norte y una política de expediciones científicas que llevaron a los barcos españoles hasta las costas de Alaska». (5)

Si la colonización de la Baja California la habían culminado los jesuitas durante la primera mitad del setecientos, la de la Alta California la llevarían a cabo los franciscanos en las últimas décadas del siglo XVIII.

Los jesuitas habían llegado a este territorio en el año 1683, como parte de la expedición a esta región comandada por Isidro de Atondo y Antillón, gobernador de Sinaloa y Almirante de las Californias por nombramiento del rey Carlos II (6). Lo acompañaba el padre Eusebio Francisco Kino (1645-1711), fundador de la misión de Nuestra Señora de Loreto, la primera en este territorio, a partir de la cual se establecieron otros 18 establecimientos misionales y unas 40 visitas que hicieron posible la completa evangelización de la Baja California hacia 1730.

La expulsión de los jesuitas de los territorios españoles en el año 1768 abrió el camino de la frontera a los franciscanos: «Para entonces, España ya había comprendido la importancia de establecer defensas en aquellas costas con el fin de impedir invasiones de ingleses y rusos. Entonces se emprendió la empresa de evangelización y colonización de la Alta California» (7).

Fray Junípero Serra (1713-1784) (8), que había llegado a la Nueva España en 1749, se integró en la expedición de Gaspar de Pórtola (1716-1786) y alcanzó las costas de California en 1769 (9)Su primera fundación, después abandonada y refundada como Nuestra Señora del Pilar, fue la misión de San Diego de Alcalá, establecida el 16 de julio de 1769 en las inmediaciones de la actual ciudad de San Diego. Un año más tarde, el 3 de junio de 1770, se fundaba casi 800 kilómetros al norte de San Diego, junto a la bahía de Monterrey, la misión de San Carlos Borromeo, conocida como misión del Carmelo. Estas dos fueron las primeras de las nueve que fundó personalmente fray Junípero Serra, sobre un total de 21 que los franciscanos pondrían en pie en California hasta el año 1823, dos años después de la emancipación de México.

Nombres propios como los de los jesuitas Eusebio Francisco Kino, ya mencionado, Juan María de Salvatierra (1648-1717), Juan de Ugarte (1662-1730) o Fernando Consag (17031759), o de franciscanos como fray Juan Crespí (1721-1782), nos permiten trazar el proceso de esta larga empresa de descubrimiento, exploración y colonización de las Californias. Crespí, por ejemplo, participó en una de las importantes y trascendentales expediciones, la de Juan Pérez (1725-1775) quien, partiendo del puerto de San Blas el 24 de enero de 1774, alcanzó el sur de Alaska y exploró los archipiélagos de la Reina Carlota y el Príncipe de Gales, así como la isla de Nutka, en un área fuertemente disputada con los ingleses y los rusos, lo que obligó a fortificar la isla y a construir el fuerte de San Miguel en abril de 1790.

Para algunos, el sistema colonizador de California es posiblemente el más perfeccionado de cuantos ensayaron los españoles en América. Partió de la vertebración del territorio a través de tres tipos de elementos: las misiones (núcleos religiosos), los presidios (núcleos militares) y los establecimientos de colonos (núcleos civiles), embrión de las primeras ciudades españolas de este territorio, como San José de Guadalupe, fundada por Felipe de Nevé (1724-1784), gobernador de las Californias, el 29 de noviembre de 1777, o Nuestra Señora de los Ángeles de la Porciúncula, la actual ciudad de Los Ángeles, establecida el 4 de septiembre de 1781.

 

https://www.aciprensa.com/recursos/la-porciuncula-en-la-basilica-de-nuestra-senora-de-los-angeles-3382

Pero serán, sobre todo, misiones y presidios los dos elementos que empleó España para integrar a la población indígena y para la defensa y el poblamiento de estos territorios norteamericanos. Si las misiones consolidaron definitivamente la presencia española en la costa californiana, los presidios permitieron organizar una línea ininterrumpida de guarniciones entre la costa del Pacífico y la del golfo de México, en Texas. En la Alta California se establecieron los presidios de San Diego (1769), San Carlos de Monterrey (1770), San Francisco (1776) y Santa Bárbara (1782).

El proceso de emancipación de México (1810-1824) significó el final de la vieja frontera imperial. El breve gobierno mexicano de la Alta California que durante poco más de 25 años, entre 1821 y 1846, llevó la nueva bandera tricolor a los antiguos presidios y fuertes españoles, trajo consigo la secularización de las misiones en 1833 y la rápida desaparición del sistema. El ensayo apenas se había prolongado durante 50 años.  A la muerte de fray Junípero Serra en 1784 habitaban las misiones 4.650 indios. En 1790 el número ascendía a 7.500, alcanzando los 13.500 en torno a 1800. Para cuando la Alta California se integró en el nuevo estado de México, en el año 1821, había más de un millar de indios por término medio en cada una de las misiones franciscanas (10).

La guerra entre México y los Estados Unidos (1846-1847) y las consecuencias del Tratado de Guadalupe-Hidalgo (1848), por el que los mexicanos cedían todos sus territorios al norte de los ríos Gila y Bravo, dejaron a la Alta California, como a las otras provincias interiores (Nuevo México y Texas), vinculada definitivamente a la Unión.  Aquel extenso conjunto de territorios constituye hoy los estados soberanos de California, Nevada, Utah, Arizona, Colorado, Nuevo México y Texas, así como distintas áreas de los de Wyoming, Kansas y Oklahoma (11).

Construyendo la imagen de las misiones de la Alta California

Desde el mismo momento de su construcción, las misiones franciscanas de California llamaron la atención de aquellos viajeros y exploradores que las visitaron. Jean-François de Galaup, conde de La Pérouse (1741-1788), llegó a la misión de San Carlos en septiembre de 1786. Desembarcó en Monterrey al mando de las dos fragatas francesas de una expedición que, partiendo del puerto de Brest, circunnavegaba el mundo por orden de Luis XVI. Estas naves serían las primeras embarcaciones extranjeras en fondear en un puerto de la Nueva California, y La Pérouse el primer extranjero ilustre en visitar este apartado lugar. De esta visita dejó testimonio un dibujo de Gaspard Duché de Vancy (1756-1788) quien, como pintor, acompañaba a la expedición.

También la expedición de Malaspina, la empresa española de exploración más importante del siglo XVIII, tomó tierra en los puertos californianos. Bajo el mando de  Alejandro Malaspina (1754-1809) y José de Bustamante (1759-1825), las fragatas Descubierta y  Atrevida llevaron a cabo entre el 30 de julio de 1789 y el 21 de septiembre de 1794 un largo recorrido desde Cádiz a Montevideo y Buenos  Aires, atravesando el estrecho de Magallanes hasta los puertos chilenos de Chiloé, Talcaguano y Valparaíso, de allí al Perú, amarrando en  Arica y El Callao, luego a Guayaquil y desde aquí a Panamá, ascendiendo por la costa norte del Pacífico a la búsqueda del Paso del Noroeste. Viajaban a bordo el alférez Felipe Bauzá, cartógrafo de la expedición, los oficiales Dionisio Alcalá Galiano y Juan Gutiérrez de la Concha, responsables de los trabajos astronómicos, y los pintores Fernando Brambila, Juan Ravenet, José del Pozo, Tomás de Suría y José Guió, pintor y disecador, a los que se unió como dibujante el marinero José Cardero. De éste se ha conservado un dibujo de gran interés sobre la misión de San Carlos: «la vista recoge un primer plano de la plaza, formada por el convento, la iglesia y la ranchería, y al fondo, en los campos próximos, una perspectiva de las chozas o tiendas donde dormían los indios» (12).

Entre los testimonios pictóricos más antiguos que tenemos de las misiones franciscanas hay que destacar la obra de Ferdinand Deppe (1794-1861), un naturalista, explorador y pintor alemán, que había viajado por todo México entre 1824 y 1827, recolectando ejemplares de la flora y la fauna mexicanas con destino al Museo de Historia Natural de Berlín. En 1828 regresó a México acompañado del botánico Christian Wilhelm Schiede (1798-1836), con el que se instaló en Jalapa al objeto de reunir nuevamente especímenes zoológicos y botánicos para su venta a comerciantes europeos y a museos, pero el fracaso del negocio le animó a trasladarse a California, donde trabajó como comisionista y agente comercial hasta su regreso a Alemania en el año 1836.

Durante este periodo, en el que California se encuentra vinculada al México independiente, Deppe visitaría la misión de San Gabriel, de la que tomó un dibujo en 1828 y elaboró después un óleo sobre lienzo en 1832. Éste nos muestra un excelso paisaje montañoso sobre el cual se recortan los edificios del conjunto misional, construido con muros de adobe enlucidos con cal, con sus techumbres de madera cubiertas por grandes faldones de teja cerámica. Observamos la iglesia, ante la que se concentra una gran multitud que celebra el Corpus Christi, y las restantes dependencias. Destacan en primer término una vivienda indígena y un buen número de personajes, blancos e indios, algunos a caballo, todos con sus vestimentas características. La obra, que trasfunde un profundo aroma romántico, constituye un testimonio excepcional del ambiente de estas misiones antes de su secularización y abandono.


Figura 1. Ferdinand Deppe, La misión de San Gabriel, hacia 1832. Laguna Beach (California), Laguna Art Museum.

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La de Deppe es, con diferencia, la obra pictórica más antigua de que disponemos. El resto corresponden principalmente al último cuarto del siglo XIX, pudiendo destacarse algunas obras del inglés Juan Buckingham Wandesforde (1817-1901), el francés Jules Tavernier (1844-1889) o el noruego Christian August Jorgensen (1860-1935), que, como otros muchos artistas, se instalaron en California en la segunda mitad del siglo XIX.

Bien conocido como paisajista, Juan Buckingham Wandesforde nació en el seno de una familia aristocrática inglesa y se formó con los notables acuarelistas ingleses John Varley (1778-1842) y John Le Capelain (1814-1848). Wandesforde comenzó su carrera como pintor de retratos y profesor. En 1850, emigró a los Estados Unidos y se estableció en la ciudad de Nueva York, trasladándose en 1862 a San Francisco, donde continuó pintando retratos por encargo y comenzó a producir pintura de paisaje que, como este de la misión de San Carlos Borromeo, nos dejan constancia fiel de la calidad de su obra, muy apreciada en California.

Figura 2. Juan Buckingham Wandesforde, La misión de San Carlos  Borromeo del Carmelo, 1875. Fine Arts Museums of San Francisco.

 

El pintor y aventurero francés Jules Tavernier (13) llegó a San Francisco en 1874, trasladándose enseguida a Monterrey, donde su estudio se convirtió pronto en uno de los focos más importantes de la colonia de pintores allí establecida. Durante su estancia en California, donde permaneció hasta su marcha a Hawai en 1884, Tavernier se mostró fuertemente atraído por la grandeza de la costa de Monterrey, donde realizó algunos de los trabajos más audaces de su carrera, con gran variedad de temas y una cierta predilección por las imágenes misteriosas, como esta de la misión de San Carlos Borromeo.

Figura 3. Jules Tavernier, La misión del Carmelo, 1875. Colección particular.

 

Pero será el noruego Christian Jorgensen el artista que se acerque en un mayor número de ocasiones al tema misional. Llegado a California hacia 1870, sus obras sobre las misiones cubren un amplísimo espacio geográfico, entre San Francisco y la frontera mexicana, y presentan un gran interés desde el punto de vista arquitectónico (14).

https://elviajero.elpais.com/elviajero/2015/11/19/actualidad/1447950122_012270.html

Figura 4. Christian Jorgensen, Asistencia de San Antonio de Pala, hacia 1910. Berkeley, University of California.

 


https://es.dreamstime.com/imagen-de-archivo-san-antonio-de-pala-mission-en-california-image38586001

 

Tampoco podemos dejar de hacer aquí mención de la numerosa serie de dibujos, acuarelas y aguafuertes de las misiones que realizó Henry Chapman Ford (1828-1894). Formado en Francia e Italia, Ford se convirtió en uno de los grandes paisajistas después de la Guerra Civil.  Abrió estudio en Chicago, pero se estableció en California, al parecer por problemas de salud, en 1875. En la década de 1880 realizó una amplia serie de dibujos y grabados sobre los conjuntos franciscanos que se presentaron en la Exposición Universal de Chicago, también conocida como Exposición Colombina, del año 1893.

Por lo que respecta a los materiales fotográfi cos del siglo XIX de los que disponemos para el estudio de las misiones franciscanas de la Alta California, la nómina es sensiblemente mayor, e incluye muestras extraordinarias, como las fotografías de albúmina de William Henry Jackson (1843-1942), del que se han conservado numerosas imágenes de la década de 1880, probablemente posteriores a 1885, correspondientes a las misiones de San Diego, San Luis Rey, San Juan Capistrano, San Gabriel, San Fernando, Santa Inés, San Miguel, San  Antonio, San Carlos Borromeo, San Juan y San Francisco (15).


También se han conservado interesantes fotografías estereoscópicas de Charles Wallace Jacob Johnson (1833-1903), integradas en la colección Views of California Scenery. Natural de Maryland, Johnson se instaló en San Francisco hacia 1870, trasladándose en 1880 a Monterrey, donde trabajó para el recién inaugurado Hotel Del Monte, uno de los mejores hoteles de lujo norteamericanos de su tiempo. Muy activo durante las dos últimas décadas del siglo XIX, los registros fotográficos de Johnson nos han dejado una viva imagen de la vida en la bahía de Monterrey durante ese periodo.

 

Pero la documentación fotográfica de mayor interés se debe, sin duda, a Carleton Watkins (1829-1916), llegado a San Francisco en 1851, durante la llamada fiebre del oro. Watkins, que se formó como fotógrafo con Robert H. Vance (1825-1876), un daguerrotipista de Maine establecido en California hacia 1850, ejerció como fotógrafo desde 1861.

Figura 5. Carleton Watkins, La misión de San Carlos del Carmelo, hacia 1880.

Figura 6. Carleton Watkins, La misión de San Fernando Rey, hacia 1880.

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Aunque Watkins ha pasado a la historia de la fotografía por sus extraordinarios reportajes del valle de Yosemite, que resultaron decisivos para que Abraham Lincoln ordenase su declaración como parque nacional en 1864, sus imágenes de las misiones constituyen uno de los testimonios gráficos que más han contribuido a la patrimonialización de este legado.

Figura 7. Carleton Watkins, La misión de San Antonio de Padua, hacia 1880.

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Misi%C3%B3n_San_Antonio_de_Padua

Figura 8. Carleton Watkins, La misión de San Luis Rey de Francia, hacia 1880.

 


http://www.fieldtripmom.com/2016/07/mission-san-luis-rey-de-francia-king-of.html

 

NOTAS

(1) Charles F. Lummis, Los exploradores españoles del siglo XVI, Barcelona, Araluce, 1926, p. 69.

(2) Autor del Viage del nuevo descubrimiento que se hizo en la nueva España por el mar del Sur, desde el puerto de Acapulco asta el Cabo mendozino por mandado de su Magestad el Rey Phelipe tercero siendo Virrey el Conde de Monterrey en el año 1602. Siendo General de la Armada Sebastian Vyzcaino. Compuesto por el P. Fr.  Antonio de la Ascensión Religioso Descalzo de Nuestra Señora del Carmen, que se conserva en la Real Academia de la Historia, en Madrid.

(3) Véase Falia González Díaz, The Threads of Memory. Spain and the United States / El hilo de la memoria. España y los Estados Unidos, 2011, catálogo de la exposición homónima.

(4) Archivo General de Indias, MP-MEXICO,161.

(5) Véase  Alfredo Jiménez,  El Gran Norte de México. Una frontera imperial en la Nueva España (1540-1820), Madrid, Tébar, 2006, p. 447.

(6) Véase W. Michael Mathes, «Datos biográficos sobre el almirante de las Californias, Isidro de  Atondo y  Antillón», Estudios de Historia Novohispana IV (1971), pp. 105-111.

(7) González Díaz 2011, op. cit. (nota 3), p. 88.

(8) Véase Ricardo Majó Framis, Vida y hechos de Fray Junípero Serra. Fundador de la Nueva California, Madrid, EspasaCalpe, 1956.

(9) Sobre el proceso de exploración y colonización de California puede consultarse Jaume Sobrequés i Callicó, Orígenes hispanos de California. De la expedición de Pórtola a la independencia de México, Barcelona, Base, 2010.

(10) Véase Felipe Fernández-Armesto, Nuestra  América. Una historia hispana de Estados Unidos, Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2014, p. 171, que hace referencia a la obra de D.J. Weber, The Spanish Frontier in North  América, New Haven, Yale University Press, 1992.

(11) Sobre los antecedentes hispanos de la historia de los Estados Unidos puede consultarse Fernández-Armesto 2014, op. cit. (nota 10).

(12) María del Carmen Sotos Serrano, Los pintores de la expedición de  Alejandro Malaspina, Madrid, Real  Academia de la Historia, 1982, vol. 2, pág. 133.

(13) Sobre la obra de Tavernier puede consultarse Scott  A. Shields,  Alfred C. Harrison y Claudine Chalmers, Jules Tavernier,  Artist and  Adventurer, Portland, Pomegranate Communications, 2014.

(14) Sobre Jorgensen puede consultarse el catálogo  Katherine M. Littel, Chris Jorgensen. California Pioneer  Artist, Sonora, Fine  Arts Research Publishing Co., 1988.

(15) Véase Special Collections &  Archives en la biblioteca de la Universidad de California (The Library UC San Diego), en la que se conservan las fotografías originales de William Henry Jackson procedentes de la colección de Kenneth E. y Dorothy V. Hill. Puede hacerse la consulta on-line en http://library.ucsd.edu/speccoll/missionsites/ index.html.

 

 

 

 

 

 

 

LAS MISIONES DE LA ALTA CALIFORNIA EN EL PATRIMONIO HISPANOAMERICANO DE LOS ESTADOS UNIDOS (II)

 

La patrimonialización de las misiones de California y la obra del historiador Rexford Newcomb

 

 El inventario, la catalogación y la protección legal de las misiones de California tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XX, cuando se empezaron a incorporar las diferentes fundaciones franciscanas al Registro Nacional de Lugares Históricos (National Register of Historic Places, 22 NRHP) y al Programa de Hitos Históricos Nacionales (National Historic Landmarks, NHL) (1). El primero ha estado administrado desde su creación por el Servicio de Parques Nacionales (National Park Services), una agencia federal dependiente del Ministerio del Interior creada en agosto de 1916. El Estado de California tiene 144 elementos registrados como National Historic Landmarks, muchos de los cuales corresponden a las misiones franciscanas, en tanto que representan lugares en los que se han producido acontecimientos relevantes de importancia histórica nacional, contienen construcciones notables o se trata de yacimientos arqueológicos.

Pero la patrimonialización efectiva de las misiones comenzó mucho antes. Prácticamente un siglo atrás. Rodrigo Gutiérrez Viñuales se ha referido a un proceso que se inicia con la incorporación de California a la Unión, con el consiguiente adueñamiento de las misiones por parte de los Estados Unidos después de la guerra con México, al que sigue un «rescate patrimonial en el que cabría la acción de numerosos arquitectos e historiadores. Dicho proceso comenzará a darse con fuerza a partir de la adquisición por parte del Estado de Texas de la misión de ‘El Álamo’ en 1883, y la restauración, al año siguiente, de la misión de San Carlos Borromeo del Carmelo; todo ello potenció el entusiasmo por la recuperación de los edificios misionales, buena parte en ruinas. La publicación de la novela Ramona (1884), de Helen Hunt Jackson, escenificada en las antiguas misiones, marcaría un boom editorial que acrecentaría la validez de todo el proceso» (2).

El libro de Newcomb que es objeto de la presente edición, The Franciscan Mission  Architecture of  Alta California (Nueva York, The  Architectural Book Publishing Co. Paul Wenzel & Maurice Krakow), publicado en el año 1916, es consecuencia, por supuesto, de ese proceso de patrimonialización, y de hecho constituye el primer estudio sistemático sobre la arquitectura de las misiones californianas pero, al tiempo, viene también a señalar la oportunidad, verdaderamente operativa, del uso de este legado hispano en la arquitectura contemporánea de los Estados Unidos.

A pesar de su interés, esta obra, que fue reimpresa en inglés en el año 1973 (Nueva York, Dover Publications), no ha sido nunca traducida al español. Su autor, Rexford Newcomb (1886-1986), fue profesor de historia de la arquitectura, miembro de la American Society of Architectural Historians, de la que fue elegido presidente en 1943, y decano de la Facultad de Bellas Artes y Artes Aplicadas de la Universidad de Illinois en Urbana, donde se conserva un importante archivo documental sobre su trabajo (3). Los materiales de este legado nos proporcionan valiosa información, especialmente fotográfica, sobre la ingente labor realizada para el estudio de la historia de la arquitectura norteamericana y, particularmente, la del legado arquitectónico hispano, en un extenso lapso cronológico que abarca de 1902 a 1965.

Su publicación coincide con el momento de mayor desarrollo del denominado Mission style, muy extendido en el periodo 1890-1930, y contribuyó al fortalecimiento del llamado estilo español, denominado en Norteamérica Spanish Colonial Revival style (4), que conocerá su periodo de mayor esplendor entre 1915 y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, extendiéndose con fuerza en Florida y en California.

El Mission style y el Spanish Colonial Revival style, que enlazan con la arquitectura del historicismo y el eclecticismo de raíz europea muy extendido en la arquitectura norteamericana de las últimas décadas del siglo XIX, constituyen una muestra fehaciente del creciente interés por España, el arte español y el legado hispano en los Estados Unidos que venía impulsando con fuerza desde principios del siglo XX la Hispanic Society of  America, fundada en 1904 por  Archer Milton Huntington (1870-1955).

La exposición internacional de San Diego (1915-1917) (5), cuyo diseño recae precisamente sobre el arquitecto Bertram Grosvenor Goodhue (1869-1924), que había realizado distintos viajes por México desde finales del siglo XIX y había colaborado estrechamente con el historiador Sylvester Baxter (1850-1927) preparando la planimetría que acompaña la monumental obra Spanish Colonial  Architecture in Mexico (Boston, J.B.Millet, 1901), constituye el momento de mayor apogeo del estilo Colonial Español en los Estados Unidos.

La publicación de los libros de Newcomb contribuirá de forma decisiva a la difusión de los patrones estilísticos hispánicos no sólo en los Estados Unidos, sino en todo el continente americano. Como ha señalado Rodrigo Rodríguez Viñuales, «este término de neocolonial es el que se impondría en Latinoamérica para las arquitecturas de raíz hispana, en medio de un proceso identitario potenciado desde los círculos intelectuales, y del que tomaron parte activa arquitectos, artistas y literatos. Esta realidad sería estimulada por la celebración de los centenarios, en tanto momento de balance y debate sobre proyecciones futuras de los países, y, poco tiempo después, por el estallido de la primera guerra mundial, en el que el modelo cultural europeo, hasta entonces casi indiscutible, desciende en su consideración y propicia una mirada introspectiva americanista. Si a ello sumamos los efluvios arquitectónicos ‘hispanistas’ arribados desde Estados Unidos a través de revistas de aquellas latitudes y otras propias que incorporaban información del país del norte, ‘lo español’ pasaba a conformar parte singular de la identidad americana. Dicho de otra manera, la identidad española se arraigaba como componente de las esencias del continente» (6).

Arquitectos de todo el continente como Pedro  Adolfo de Castro Besosa (18951936) o Rafael Carmoega Morales (1894-1968) en Puerto Rico, Evelio Govantes Fuertes (n. 1886) y Félix Cabarrocas  Ayala (1887-1961) en Cuba, Federico Mariscal Piña (1881-1971) y Jesús T.  Acevedo (1882-1918) en México, Héctor Velarde (1898-1989) y Emilio Harth-Terrè (1899-1983) en el Perú, Roberto Dávila Carson (1899-1971) en Chile o Martín Noel (18881963) y Ángel Guido (1896-1960) en la  Argentina, constituyen notables exponentes de la difusión que adquirieron las formas de raigambre hispánica en la  América del primer cuarto del siglo XX, un periodo que corresponde a la etapa inicial del desarrollo profesional de los nacidos a finales del siglo XIX y que coincide en España con la búsqueda de un nuevo estilo nacional que, tras el cataclismo político, social y económico que produce el Desastre del 98 y su consiguiente crisis de identidad, traiga consigo un decidido espíritu de cambio, renovación y reorientación en una España que luchaba por encontrar su propio camino y la expresión de su personalidad en el nuevo orden internacional del siglo XX.

En el campo concreto de la arquitectura ese camino pareció encontrar su cauce con la construcción del pabellón español de París de 1900, un edificio de José Urioste y Velada (1850-1909) que rememoraba con devoción las formas de expresión del plateresco español y que vendría a constituirse como una de las referencias arquitectónicas más importantes del regeneracionismo español. En palabras de Fernando Chueca, «la patria herida, ya que no por las armas, quería vencer exhibiendo valores culturales. El grito lo profirió José Urioste y Velada construyendo el Pabellón Nacional de España en la Exposición Universal de París en 1900» (7). El proyecto de Urioste partía, en palabras del arquitecto Luis María Cabello y Lapiedra, de «los preciosos ejemplares que de este género existen en la Universidad de  Alcalá, cuya fachada terminó en 1553 el hábil Rodrigo Gil de Hontañón; la fachada principal del  Alcázar de Toledo, cuya obra fue encargada en 1537 al célebre  Alonso de Covarrubias, cuando el emperador Carlos V acordó convertir en Palacio la antigua fortaleza de  Alfonso X; la Universidad de Salamanca, precioso ejemplar del estilo plateresco, ensayado sólo hasta entonces por Enrique de Egás en Santa Cruz de Toledo y Santa Cruz de Valladolid, y el Palacio de los Condes de Monterrey, edificado en 1530 en la misma ciudad de Salamanca, notable entre otros detalles por su grandiosa crestería de coronamiento. Para el interior se han tomado modelos de patios de la misma época, y motivos de decoración del Colegio del Arzobispo, en Salamanca, del Hospital de Santa Cruz, en Toledo, y de las casas del Pardo y Zaporta, en Zaragoza»(8).

Una de las consecuencias de la búsqueda de ese estilo nacional para la arquitectura española sería el redescubrimiento de las diferentes tradiciones locales y de las innumerables particularidades del que constituía en realidad un conjunto de regiones plural y diverso. Nacionalismo y regionalismo se van a vertebrar así a partir de la misma consideración e importancia del discurso de la tradición, y compartirán de hecho un mismo núcleo que quedaría reflejado a la perfección en el que puede considerarse el principal «manifiesto» del regionalismo español: la ponencia que presentan los arquitectos Leonardo Rucabado (1875-1918) y  Aníbal González (1876-1929) en el VI Congreso Nacional de  Arquitectos, celebrado en San Sebastián en septiembre de 1916, bajo el título «Orientaciones para el resurgimiento de una  Arquitectura nacional». La celebración de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 representa el momento culminante de todo ese proceso consolidación de esa «identidad española» en América a la que, sin duda, los trabajos de Rexford Newcomb tanto habían contribuido.

Autor de obras muy señaladas de la historia de la arquitectura norteamericana como Colonial and Federal Houses (Filadelfi a, J.B. Lippincott Co., 1933),  Architecture of the old Northwest Territory; a study of early architecture in Ohio, Indiana, Illinois, Michigan, Wisconsin & part of Minnesota (Chicago, University of Chicago Press, 1950) o  Architecture in old Kentucky (Urbana, University of Illinois Press, 1953), Newcomb cultivó también el estudio de la cerámica y las artes aplicadas (9). Entre sus obras sobre arquitectura hispanoamericana, además de la que nos ocupa, hay que destacar The old mission churches and historic houses of California; their history, architecture, art and lore (Filadelfi a / Londres, J.B. Lippincott Co., 1925), The Spanish House for  America (Filadelfi a, J.B. Lippincott Co., 1927) y Spanish-colonial  Architecture in the United States (Nueva York, J.J.  Augustin, 1937).

 

El ejemplar original con el que hemos trabajado para elaborar la presente edición, la primera que, como ya se ha dicho, ha sido traducida al español, procede del fondo antiguo de la biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, y forma parte del llamado Donativo Cebrián, al que enseguida nos vamos a referir.

Las misiones de California en la historiografía española

 Acompañan a esta edición facsímil de la obra original de Newcomb dos textos españoles que han sido traducidos por primera vez al inglés. Creemos que constituyen un complemento extraordinario, que deja cumplida constancia del despertar en España del interés por el legado hispanoamericano en los Estados Unidos. Las obras escogidas son el discurso de ingreso del arquitecto Modesto López Otero en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, titulado «Una influencia española en la arquitectura norteamericana», leído el 9 de mayo de 1926, y un artículo del también arquitecto Rafael Fernández-Huidobro, «Campanarios en California», aparecido en 1936 en la revista Arquitectura, órgano de difusión de la Sociedad Central de Arquitectos.

Modesto López Otero (1885-1962) obtuvo el título de arquitecto en 1910, dando inicio a una brillante carrera como profesional. En el año 1916 se incorporó como profesor a la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, de la que fue catedrático de Proyectos desde 1916 y director entre 1923 y 1943, etapa durante la cual se desarrolló el proyecto, la construcción y la reconstrucción, después de la Guerra Civil (1936-1939), de la Ciudad Universitaria de Madrid, sin duda su trabajo más importante. Como miembro de la Junta Rectora de la Ciudad Universitaria, formó parte de la Comisión Técnica que viajó por Norteamérica para conocer los grandes campus de las universidades de los Estados Unidos, tomando así contacto con la arquitectura contemporánea y también con algunos de los testimonios del legado español en esa parte del continente (10).

En su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, para cubrir la baja producida por la muerte en abril de 1923 de Ricardo Velázquez Bosco, se acerca a las misiones de California precisamente en ese contexto de reivindicación del legado arquitectónico hispanoamericano al que ya hemos hecho mención, pero sin perder de vista el progreso de la arquitectura de su tiempo. Quizá por eso, cuando se refiere al movimiento hispanista, señala: «Debemos aspirar a conservarlo a través de todas las mudanzas del porvenir. Esto podrá conseguirse, no de cara a lo pasado, sino de espalda; y no por la repulsa, sino por la marcha segura y el rápido caminar de una evolución, al empuje de la tradición misma, puesto el pensamiento en una nueva arquitectura».

También resulta muy importante destacar la mención que López Otero introduce en el texto del discurso cuando se refiere al «tema de este pequeño trabajo, del cual he de advertir, antes de pasar adelante, que no es otra cosa sino un ensayo sin pretensiones críticas, o mejor una recopilación de impresiones, apuntes y comentarios, sugeridos al hojear algunos libros y revistas americanas de la biblioteca de mi Escuela, la mayor parte del donativo Cebrián—nombre que en los labios de un arquitecto español de hoy significa gratitud y devoción—, y reunidos con el método posible en quien, como yo, no está acostumbrado a hacer discursos».

Es aquí muy significativa la referencia a Juan Cebrián Cervera (1848-1935), amigo personal de López Otero y prestigioso ingeniero español afincado en San Francisco desde 1870, que desarrollará una generosa y constante labor de promoción de la imagen de España en los Estados Unidos y de mecenazgo de la Universidad española.

Precisamente, el ejemplar del libro de Rexford Newcomb con el que se ha preparado esta edición es uno de los libros integrados en el llamado Donativo Cebrián, un numeroso conjunto de obras seleccionado para su incorporación a la biblioteca de la Escuela de  Arquitectura, que veía así mejorar sus fondos bibliográficos en el campo de la arquitectura, las bellas artes, la historia y las distintas materias tecnológicas relacionadas con la construcción y la ingeniería, además de importantísimas suscripciones de revistas de arquitectura de Europa y  América. En 1917 el catálogo del Donativo Cebrián incluía más de 2.600 libros y cerca de 400 revistas, lo que puede darnos una idea de su importancia para la mejora de la actividad académica de la Escuela.

Como ha señalado Luis Español, el papel de Cebrián fue fundamental a la hora de aproximar la Universidad de Berkeley y la Universidad Central de Madrid, así como para proporcionar una base económica a las actividades de los hispanistas norteamericanos, cuya labor facilitó mediante la donación de valiosas obras españolas a importantes bibliotecas norteamericanas, como las de las universidades de Berkeley y Stanford, la del Metropolitan Museum de Nueva York o la del Art Institute de Chicago.

En el texto que acompaña al homenaje que tributó a Cebrián la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el propio López Otero leyó un resumen biográfi co del amigo y mecenas en el que destaca cómo «fundó la Biblioteca española de la Universidad de Berkeley, que por el incesante donar ha excedido ya de los 25.000 volúmenes, costeando además su magnífico catálogo. Lo mismo que en Berkeley, en Stanford fundó otra con más de 5.000 libros, y otras también, especiales, en determinados centros, como en el Museo Metropolitano de Nueva York, y en el Instituto de Arte de Chicago. Extendiéndose a lo popular, fundó la parte española de la gran Biblioteca de la ciudad de San Francisco» (11).

El discurso nos facilita un nítido diagnóstico sobre el escaso interés que ha tenido. Se duele, con razón, López Otero de que «para las fuentes de conocimiento del tipo generador tenemos que acudir a los mismos americanos. Es lamentable reconocer cómo, a pesar de que el aspecto más sugestivo de la acción civilizadora de España en América, es el desarrollo de su arte, mejor dicho, de su arquitectura, cuyo conjunto, implantación y desenvolvimiento, sostiene una comparación con los de la conquista romana, apenas ha llamado nuestra atención. En el siglo XIX casi nadie se ha ocupado de ella, al menos en sentido específico; aun hoy, no son los libros españoles los que la analizan y divulgan, y eso que no pueden estudiarse los estilos españoles del renacimiento y del barroco sin incluir la frondosa rama ultramarina».

Destaca López Otero las aportaciones del mexicano Mariscal y de los argentinos Guido y Martín Noel, así como de arqueólogos y eruditos como Revilla, Díaz Barroso o el marqués de la Frontera, pero insiste en señalar la importancia de las aportaciones norteamericanas, con referencias expresas a Sylvester Baxter (1850-1927) (12) o Mary Gordon Holway (1857-1922) (13). Sin embargo, sorprende un poco que no haga mención alguna de la obra de Newcomb, que a buen seguro conocía.

El otro texto incluido en la presente edición es, como hemos señalado, del arquitecto Rafael Fernández-Huidobro. Publicado en 1936, en el número 5 de ese año de la revista Arquitectura, se trata de una interesante aproximación a uno de los elementos más representativos de la arquitectura misional californiana. « ¿Cuál es el elemento más característico de la arquitectura de las misiones?» se pregunta; «el campanario. Esas agradables torres y espadañas de sencillas y suaves líneas en los claros horizontes de aquel país. Pues bien: éste fue y es el elemento más llevado y traído a toda clase de edificios. Y el único objeto que tiene este artículo es esbozar, de una manera muy ligera, desde luego, algo de lo que constituyen los campanarios de California».

Rafael Fernández-Huidobro y Pineda (1908-1994) había ingresado en la Escuela de Arquitectura de Madrid en el año 1924, titulándose como arquitecto en diciembre de 1933. Licenciado en Ciencias Exactas e Ingeniero Geógrafo, fue profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid y obtuvo en 1945 la cátedra de Construcción Arquitectónica de segundo curso en la Escuela Superior de Arquitectura, centro al que permaneció vinculado hasta su jubilación en diciembre de 1983. En el año 1947 fue uno de los encargados, junto con Íñiguez Almech y López Durán, de la ponencia para reformar el ingreso en la Escuela, en la que ocupó los cargos de subdirector jefe de estudios entre 1952 y 1962 y de director desde 1967 a 1969.

Estuvo pensionado en el año 1935 por la Fundación Conde de Cartagena (14) para realizar estudios en California, lo que explica su conocimiento del patrimonio arquitectónico hispanoamericano y su proyección profesional, tres décadas más tarde, en 1961, como restaurador de los monumentos españoles de Puerto Rico, Filipinas, Bolivia, Colombia y Panamá.

En su artículo, un magnífico trabajo del que hay que destacar especialmente los dibujos de los campanarios que lo ilustran y acompañan, Fernández-Huidobro se acerca a la arquitectura contemporánea, señalando cómo «el pueblo californiano, al recoger modernamente su arquitectura del pasado e inspirándose en ella [para] crear nuevas formas, obteniendo una bella y típica arquitectura, pone de manifiesto cómo el amor a lo propio sirve para conseguir en un país la manera de construir que mejor armonice con su suelo y tradición […] No puede afirmarse, en absoluto, que en California se hayan logrado formas enteramente originales. Pero sus arquitectos han sabido realizar, con gran inteligencia, una adaptación de estilos derivados de España a las modernas condiciones de vida en aquel país nuevo, consiguiendo resultados de innegable armonía y belleza». E introduce aquí una elogiosa referencia a López Otero, de quien afirma que «expone, de una manera clara y definitiva, las características de este proceso arquitectónico».

Huidobro demuestra un buen conocimiento de la bibliografía sobre el tema cuando señala que «no existe apenas bibliografía en castellano sobre el desarrollo e historia de las misiones y de su influencia en la arquitectura actual de California (hay que hacer excepción, desde luego, en el notable trabajo, ya citado, de D. Modesto López Otero, que realmente llena aquella laguna); pero sí hay mucha en inglés», extendiéndose en la nómina de los trabajos disponibles, entre los que se encuentra The old mission churches and historic houses of California (1925) de Newcomb, pero no nuestro The Franciscan Mission  Architecture of  Alta California (1916). Incluye asimismo en su bibliografía traba jos clásicos como The art of the old world in New Spain, and the mission days of  Alta California (1922) de Mary Gordon Holway o Spanish Colonial or ad obe  Architecture of California.1800-1850 de Donald R. Hannaford y Revel Edwards (1931).

A estos primeros trabajos de López Otero y Fernández-Huidobro sobre las misiones seguirán aproximaciones históricas como las de Diego Ángulo Íñiguez en su Historia de la  Arquitectura Hispanoamericana (Barcelona, Salvat, 1945-1956) (15), y Enrique Marco Dorta, que dedica a las misiones de las Californias un epígrafe de su libro  Arte en  América y Filipinas, volumen XXI de la serie  Ars Hispaniae (Madrid, Plus Ultra, 1973) (16).

 

NOTAS

(1) La declaración más antigua es la de las misiones de Santa Bárbara y San Carlos Borromeo del Carmelo, que están hechas el 10 de septiembre de 1960.  A estas primeras declaraciones se irán sumando en los años siguientes otras de distintos conjuntos o elementos concretos: mayo de 1963 (Presa de la Vieja Misión, San Diego), abril de 1970 (San Luis Rey, San Diego o La Purísima), etc.

(2) Rodrigo Gutiérrez Viñuales, «Identidades españolas en  América a través del arte y la arquitectura. Escenarios de entresiglos (1890-1930) y prolongaciones en el tiempo», Historia y Política, nº 36 (2016), p. 196.

(3) Rexford G. Newcomb Papers, 1902-65, University of Illinois  Archives. En este sentido, deseamos agradecer a la doctora Helaine Silvermann, profesora del Departamento de  Antropología, la ayuda prestada para la consulta de los materiales originales de Newcomb que se conservan en The Rare Books and Manuscript Library de la Universidad de Illinois en Urbana.

(4) Blumenson, Identifying  American  Architecture.  A Pictorial Guide to Styles and Terms, 1600-1945, Nueva York / Londres, W.W. Norton & Company, 1981.

(5) Sobre el desarrollo, las características y los arquitectos intervinientes en la exposición internacional de San Diego puede consultarse The architecture and the gardens of the San Diego Exposition (Madrid, Kalam, 2017), publicado en esta misma colección.

(6) Gutiérrez Viñuales 2016, op. cit. (nota 17), p. 198.

(7) Fernando Chueca Goitia, «Arte,  Arquitectura y Urbanismo en la España de 1898»,  Arbor nº CLX, 630 (junio de 1998), p. 242.

(8) Luis María Cabello y Lapiedra, «El Pabellón español en la Exposición de París»,  Arquitectura y Construcción, nº 48 (febrero de 1899), p. 54.

(9) Durante los años veinte publicó distintos libros sobre cerámica antigua, entre los que pueden destacarse Ceramic art among the Greeks and Romans (Beaver Falls, 1926), Ceramic of Saracenic Syria, Turkey and Egypt (Beaver Falls, 1926), Ceramic Decoration in India (Nueva York, 1928), Decorative Tiles of North  Africa (Nueva York, 1929) y Ceramic whitewares; history, technology and application (Nueva York / Chicago, 1947).

(10) Véase Teresa Sánchez de Lerín García-Ovies, Modesto López Otero. Vida y obra, tesis doctoral, Escuela Técnica Superior de  Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, 2000.

(11) «Biografía leída por don M. López Otero en la  Academia de Bellas  Artes de San Fernando con motivo del homenaje a D. Juan C. Cebrián»,  Arquitectura, nº 168 (abril de 1933).

(12)  Sylvester Baxter es autor del libro Spanish-Colonial  Architecture in Mexico (Boston, J.B. Millet, 1901, 12 vols.) Esta obra de gran formato, traducida al español en 1934, se acompañaba de un abundante material gráfi co que incluía fotografías de Henry Greenwood Peabody (1855-1951) y planos de Bertram Grosvenor Goodhue (1869-1924).

(13) Mary Gordon Holway es autora, entre otros trabajos, del libro  Art of the Old World in New Spain and the Mission Days of  Alta California (San Francisco,  A.M. Robertson, 1922).

(14) La Fundación Conde de Cartagena fue instituida por  Aníbal Morillo y Pérez (1865-1929), quien a su muerte dejó dispuesto un importante legado a las Reales  Academias Española, de la Historia, de Bellas  Artes de San Fernando, de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Nacional de Medicina y al Patronato del Museo Nacional del Prado, para la creación de cátedras de estudio en estas corporaciones y para la concesión de premios y becas.

(15) Véase  Angulo Íñiguez, Diego: “La arquitectura hispanoamericana en los Estados Unidos”, en Historia del  Arte Hispanoamericano, vol. 2, págs. 823-858. Barcelona: Salvat, 1950.

(16)  Véase Marco Dorta, Enrique: “Estados Unidos”, en  Arte en  América y Filipinas, págs. 190-198.  Madrid: Plus Ultra, 1973.

 

MISIONES CALIFORNIANAS

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La Misión de San Luis Obispo fue la quinta construida en California, fundada el 1 de septiembre de 1772 por el padre Junipero Serra . El nombre de San Luis Obispo de Tolosa se le dio en honor a San Luis, Toulouse, Francia.

Datos interesantes sobre la misión de San Luis Obispo

A diferencia de muchas otras misiones que tenían un equipo de dos Padres dirigiéndolos, San Luis Obispo comenzó con un solo Padre. Después de la secularización, el edificio de estilo español fue remodelado para parecerse a una iglesia de Nueva Inglaterra.

Línea de tiempo de Mission San Luis Obispo

La misión fue fundada en 1772 por el padre Junipero Serra. Puso al padre José Cavalier a cargo. Cavalier se quedó hasta que murió en 1789. El padre Martínez dirigió la misión desde 1796 hasta 1830.

La misión fue secularizada en 1835.

Historia de la Misión de San Luis Obispo: 1796 hasta hoy

En 1769, el gobernador español de California, Gaspar Portola, se mudó al norte de San Diego, buscando la Bahía de Monterey. Su grupo encontró un pequeño río y un valle costero cerca de la ubicación actual de la Misión de San Luis Obispo. Había muchos osos allí, así que llamaron al área La Canada de Los Osos, Valle de los Osos.

Mataron a varios osos para comer y compartieron la carne con los nativos. Su generosidad valió la pena. Los nativos fueron tan amables que el padre Serra decidió establecer un puesto misionero en el valle, a medio camino entre San Diego y Carmel. El 1 de septiembre de 1772, Serra se detuvo allí, eligió un lugar nivelado y colocó una gran cruz de madera.

Primeros años de misión San Luis Obispo

El padre Serra dejó al padre José Cavalier y a dos soldados mexicanos para comenzar el edificio en la misión de San Luis Obispo. En 1773, el Padre Palou llegó con comida y animales vivos, y la Misión de San Luis Obispo comenzó a crecer.

No todos los nativos eran amigables. Tres veces durante los primeros dos años, las flechas en llamas incendiaron los techos de paja de la Misión de San Luis Obispo.

Para 1783, la población creció a 600 indios. Tenían 700 reses, 900 ovejas, 60 cerdos, 110 caballos y 25 mulas. Cultivaron trigo, maíz y frijoles. En 1789, el padre Cavalier murió y fue enterrado en la iglesia.

El padre Luis Martínez llegó en 1796 y dirigió la misión durante los siguientes 34 años.

Misión de San Luis Obispo 1800-1820

En 1804, los Padres reportaron 832 neófitos y un total de 2,074 bautismos. El cuadrilátero de la misión se completó en 1819. En 1830, el padre Martínez se fue.

La misión de San Luis Obispo estaba en su apogeo en 1805 con 961 indios. Ese año se construyeron un nuevo hospital y un segundo molino.

En 1810, México se separó de España y dejó de enviar materiales y dinero a la misión. Los soldados tuvieron que pedir comida y ropa a los sacerdotes. El padre Martínez habló sobre cómo fueron tratados, y a menudo estaba en problemas con los funcionarios mexicanos.

En 1816, el padre Martínez dirigió a un grupo de indios de la misión de San Luis Obispo para defender a Santa Bárbara y San Juan Capistrano de los piratas. Sus acciones hicieron mucho para reparar su relación con el ejército mexicano.

Misión de San Luis Obispo en las décadas de 1820 y 1830

El padre Martínez se fue en 1830, después de 34 años de servicio.

Secularización y Misión de San Luis Obispo

En 1834, México decidió dejar de apoyar a los misioneros por completo y vender la tierra. El ganado fue expulsado y los edificios se deterioraron.

La misión fue vendida en 1845. Finalmente, fue devuelta a la iglesia católica en 1859, pero para entonces estaba severamente dañada.

Misión de San Luis Obispo en el siglo XX

La misión de San Luis Obispo ahora se usa como una iglesia que ocupa un lugar destacado en el centro de la ciudad. La iglesia se ha ampliado para satisfacer las necesidades de su congregación moderna, pero la residencia original del padre se conserva como un museo.

Datos de Mission San Luis Obispo, diseño, plano de planta, edificios y terrenos

Un importante edificio en San Luis Obispo comenzó alrededor de 1794. Maestros artesanos de México enseñaron a los indios a construir edificios permanentes y los capacitaron en otros oficios. Construyeron constantemente la iglesia, y en 1794, comenzó a parecerse mucho a lo que parece hoy. El cuadrilátero se terminó en 1819. En 1820, llegaron dos campanas de misión de Lima, Perú.

En 1868, la iglesia fue remodelada con revestimiento pintado de blanco y utilizada como iglesia parroquial. Más tarde, se agregó un campanario al estilo de Nueva Inglaterra. En 1934, el campanario y el revestimiento fueron retirados, y la iglesia fue restaurada a su aspecto original. El techo con vigas también fue restaurado en 1947.

El diseño de la iglesia en forma de «L» es reciente, diseñado para acomodar a las muchas personas que vienen a la iglesia. Su diseño original era rectangular, como la mayoría de las otras misiones.

Algunas fuentes dicen que San Luis Obispo fue la primera misión en usar un techo rojo de tejas españolas, pero los registros demuestran que la Misión de San Antonio realmente los usó primero.

Mission San Luis Obispo Interior

No hay dibujos del interior original de la Misión de San Luis Obispo hasta aproximadamente 1900, cuando ya se habían realizado muchos cambios.

En la década de 1930, el padre John Harnett dirigió una extensa restauración para transformar los edificios al estilo de la misión inicial.

Misión San Luis Obispo Marca De Ganado

La imagen de Mission San Luis Obispo de arriba muestra su marca de ganado. Se extrajo de muestras expuestas en Mission San Francisco Solano en Sonoma y Mission San Antonio .

Campanas de la misión de San Luis Obispo

Según el letrero en la pared cercana, estas campanas tienen nombres. De izquierda a derecha, sus nombres son Carlos, Diego, Antonio y Gabriel. Pesan entre 158 libras y 429 libras, están hechas de bronce y fueron fundidas en Holanda.


Mission San Juan Capistrano la joya de la Alta California

 

Mission San Juan Capistrano fue fundada por primera vez el 30 de octubre de 1775 por el padre Fermín Lasuen, abandonada por rumores de ataques indios y refundada el 1 de noviembre de 1776 por el padre Junipero Serra. El nombre Mission San Juan Capistrano honra a San Juan de Capistrano, Italia.

Datos interesantes sobre la Misión de San Juan Capistrano

  • Mission San Juan Capistrano es la única que se fundó dos veces
  • Las golondrinas regresan a la Misión de San Juan Capistrano todos los años alrededor del 19 de marzo.
  • La Misión San Juan Capistrano a veces se llama «Joya de las Misiones» debido a su belleza.
  • La pequeña capilla en la Misión de San Juan Capistrano es el único lugar que aún está en pie en California, donde el Padre Serra dijo misa.

Línea de tiempo de Mission San Juan Capistrano

  • 1775 – Primera misión fundada San Juan Capistrano
  • 1776 – Re-fundada por el Padre Serra
  • 1797 – Comienza una nueva iglesia
  • 1806 – Nueva iglesia completada
  • 1811 – Año más exitoso en Mission San Juan Capistrano
  • 1812 – Población de neófitos: 1.361
  • 1812 – Terremoto destruye la iglesia, mata a 40
  • 1835 – secularizado
  • 1849 – Fiebre del oro
  • 1850 – Estado de California
  • 1863 – Misión San Juan Capistrano regresa a la iglesia católica

¿Dónde se encuentra Mission San Juan Capistrano?

Mission San Juan Capistrano se encuentra en el sur del Condado de Orange, a tres cuadras al oeste de la I-5 en la autopista Ortega. Salga de la autopista y gire hacia el oeste en la autopista Ortega. Mission San Juan Capistrano está en línea recta 2 1/2 cuadras.

Mission San Juan Capistrano
Ortega Highway en Camino Capistrano
San Juan Capistrano CA
Sitio web de la misión y horario actual

Historia de la Misión de San Juan Capistrano: 1775 hasta la actualidad

En 1775, el padre Junipero Serra convenció al capitán español Rivera de que se necesitaba una nueva misión para romper el largo viaje entre San Diego y San Gabriel. El 30 de octubre de 1775, el padre Fermín Lasuen fundó la Misión San Juan Capistrano, llamada así por San Juan de Capistrano, Italia.

Solo ocho días después, se corrió la voz de que los indios atacaron la Misión de San Diego de Alcalá y mataron a uno de los padres. Los padres de San Juan Capistrano regresaron de inmediato a San Diego, pero primero el padre Lasuen enterró las campanas de la Misión de San Juan Capistrano para mantenerlos a salvo.

Al año siguiente, el padre Junipero Serra regresó a la misión de San Juan Capistrano, desenterró las campanas y la volvió a fundar el 1 de noviembre de 1776.

Los indios locales fueron amigables y ayudaron a los misioneros a construir los edificios y la iglesia. En 1777, construyeron una iglesia de adobe. En 1791, las campanas fueron trasladadas del árbol donde habían estado colgando durante 15 años a un nuevo campanario.

1800-1820 en la Misión de San Juan Capistrano

La Misión de San Juan Capistrano creció rápidamente y pronto superó su pequeña capilla. En 1797, comenzaron un nuevo edificio. Terminada en 1806, era la iglesia misionera más grande de California.

El año más exitoso en la Misión de San Juan Capistrano fue 1811. Ese año, cultivaron 500,000 libras de trigo y 303,000 libras de maíz. La ganadería incluía 14,000 reses, 16,000 ovejas y 740 caballos.

En diciembre de 1812, un terremoto destruyó la iglesia en la Misión de San Juan Capistrano. Mató a 40 nativos, incluidos dos niños que tocaban las campanas en ese momento. No reconstruyeron la iglesia.

En 1818, el pirata Bouchard atacó la costa de California, diciendo que luchó en nombre de una provincia sudamericana que se rebelaba contra España. En realidad, utilizó la revolución como una excusa para atacar los asentamientos de California.

El Padre Gerónimo Boscano escuchó que el pirata se acercaba. Reunió a los nativos y huyó. La guardia española intentó detener a los piratas, pero al final solo lograron causar un mayor daño.

1820 – 1830 en la Misión de San Juan Capistrano

México se hizo cargo de California en 1822. El gobernador Echeandia llegó en 1824; Dijo que los indios no tenían que seguir las órdenes de los padres. La disciplina comenzó a derrumbarse. Luego, el gobernador Figueroa intentó crear un pueblo para indios libres en San Juan Capistrano, pero fracasó

Secularización – 1835

En 1834, México decidió poner fin al sistema de misiones y vender la tierra. Los 861 indios que vivían allí no querían quedarse.

De 1842 a 1845, ni un solo sacerdote quedó. En 1845, Don Juan Forster, cuñado del gobernador Pio Pico, compró la Misión de San Juan Capistrano. Su familia vivió allí durante 20 años.

En 1863, el presidente Abraham Lincoln devolvió la tierra a la iglesia católica. Sin embargo, la Misión de San Juan Capistrano no se mantuvo. En 1866, la iglesia católica envió al padre José Mut allí. Encontró todo en ruinas. El único edificio que aún estaba en pie era la capilla, que tenía techo porque se había utilizado para almacenar heno. Intentó evitar que los edificios empeoraran, pero pudo hacer muy poco.

Misión de San Juan Capistrano en el siglo XX

En 1910, el Padre John O’Sullivan vino a la Misión de San Juan Capistrano. Cuando vio la condición de la Misión de San Juan Capistrano, pidió cuidar las ruinas. Lentamente, el padre O’Sullivan comenzó a restaurarlo todo por sí mismo.

Cambió partes de los edificios en ruinas por nuevos materiales, cortó las vigas del techo y contrató trabajadores mexicanos para reconstruir las paredes de adobe. En 1918, obtuvo permiso para volver a ser una iglesia activa, que todavía lo es. El edificio y los terrenos están parcialmente restaurados, y hay un museo.

La Misión de San Juan Capistrano es famosa por sus golondrinas, que vuelan al sur todos los años el 23 de octubre y regresan el 19 de marzo. La leyenda dice que las golondrinas se establecieron aquí para escapar de un posadero que seguía destruyendo sus nidos. Las golondrinas llegan a la Misión de San Juan Capistrano en grupos y hacen sus nidos con barro y saliva, construyéndolos debajo del alero de los edificios.

 

https://www.tripadvisor.com.mx/Attraction_Review-g33046-d123154-Reviews-Mission_Santa_Clara_de_Asis-Santa_Clara_California.html

 

Mission Santa Clara

La Misión de Santa Clara fue la octava construida en California. Fue fundada el 12 de enero de 1777 por el padre Thomas de la Peña.

Datos interesantes sobre la misión de Santa Clara

Mission Santa Clara es la única misión española que ahora se encuentra en un campus universitario. Ha tocado las campanas todas las tardes a las 8:30 pm durante más de 200 años. La Misión de Santa Clara lleva el nombre del amigo de la infancia de San Francisco de Asís. Fue el primero en California que honró a una mujer.

¿Dónde está ubicada la Misión de Santa Clara?

Mission Santa Clara está en 500 El Camino Real (en el campus de la Universidad de Santa Clara. Puede obtener los horarios y las direcciones en el sitio web de Mission Santa Clara .

Historia de la Misión de Santa Clara: 1769 hasta la actualidad

Los europeos visitaron por primera vez el valle de Santa Clara en 1769. Encontraron una llanura cubierta de hierba cubierta de robles y con muchas tierras pantanosas, arroyos y ríos. El área llamada Llano de los Robles, o Llanura de los Robles.

En 1774, una expedición fue a buscar lugares en el área para construir futuras misiones. Escogieron un lugar en el río Guadalupe.

A fines de 1776, llegó un grupo de soldados y sacerdotes. El padre Thomas de la Peña fundó la Misión Santa Clara de Asís, la octava misión española en California, el 12 de enero de 1777.

Primeros años de misión Santa Clara de Asís

Pocos días después de la fundación, el padre Marguia llegó de Monterrey con suministros y artículos religiosos donados por iglesias en México. Los Padres de la Peña y Marguia se quedaron en la Misión de Santa Clara de Asís para comenzar a convertir a los indios, que vivían en más de 40 pequeños asentamientos en el área.

Al final del primer año, la Misión de Santa Clara de Asís tenía una iglesia y la residencia de un padre, y estaban construyendo una casa. Tenían corrales para sus caballos y ganado, un puente sobre el río, y habían plantado algo de grano.

A mediados de 1777, el teniente Moraga y un gran grupo de colonos llegaron de México. Los padres sabían que los civiles tenían un efecto negativo en sus neófitos, y querían que se mantuvieran alejados de la misión.

Pasó hasta 1801 antes de que se fijara el límite entre el asentamiento civil de San José y la Misión de Santa Clara de Asís.

En enero de 1779, el río Guadalupe se inundó. Los padres decidieron mudarse a un lugar más seguro. Establecieron una iglesia temporal en un terreno más alto en noviembre de 1779. En 1781, eligieron un nuevo sitio que estaba a salvo de inundaciones pero que podía ser regado cavando un canal desde el río.

El padre Junipero Serra vino a bendecir la nueva iglesia y sentar la piedra angular. La iglesia se terminó en 1784. El padre Marguia la diseñó, pero murió antes de que se dedicara. A la gran celebración de la nueva iglesia asistieron los Padres Serra y Palao, y el Gobernador Pedro Fages.

Misión Santa Clara de Asís 1800-1820

La misión de Santa Clara de Asís tuvo mucho éxito en la conversión de los indios al cristianismo, y los Padres realizaron muchos bautismos. Enseñaron a sus nuevos conversos las habilidades de misión estándar: cocinar, coser y cultivar. Para 1827, la Misión de Santa Clara de Asís tenía 14,500 cabezas de ganado y 15,500 ovejas.

En mayo de 1805, los padres escucharon que algunos de los indios no convertidos estaban planeando una masacre. Pidieron ayuda de San Francisco y Monterey. Luego descubrieron que era un rumor iniciado por algunos indios que querían asustar a los padres.

En 1818, un terremoto dañó los edificios. Los padres Viader y Catala construyeron una iglesia temporal de adobe que se utilizó hasta 1825.

Misión de Santa Clara de Asís en las décadas de 1820 y 1830

La Misión de Santa Clara de Asís se mudó a un quinto y último sitio en 1822. Comenzaron a construir una nueva iglesia. El complejo se distribuyó en un gran cuadrángulo. El edificio de la iglesia se terminó en 1825 y permaneció en pie hasta 1925.

Secularización y Misión Santa Clara de Asís

México se independizó de España en 1821, pero no podía permitirse mantener las misiones en funcionamiento. En 1836, la Misión de Santa Clara de Asís fue secularizada. Continuó como iglesia parroquial hasta la década de 1840.

El obispo de California decidió ofrecer los edificios al padre John Nobili, que quería comenzar una escuela. En 1851, la propiedad fue transferida a los sacerdotes jesuitas, quienes fundaron la Universidad de Santa Clara.

Misión de Santa Clara de Asís en el siglo XX.

La universidad todavía ocupa el sitio de la Misión de Santa Clara de Asís. No quedan edificios originales.

Mission Santa Clara ha tenido cinco edificios de iglesias en su historia. Las dos primeras fueron estructuras temporales, abandonadas por las inundaciones.

La primera iglesia permanente, diseñada por el padre Martuia, se inició en 1781 y se completó en 1784. El rey Carlos III de España envió un regalo de campanas, una de las cuales aún sobrevive. Solicitó que las campanas sonaran todas las tardes a las 8:30 PM en memoria de los muertos, una tradición que continuó incluso cuando la iglesia fue destruida por el fuego.

En 1818, un terremoto dañó la iglesia sin posibilidad de reparación. Los padres Viader y Catala construyeron una iglesia temporal cerca del sitio actual del Kenna Hall de la Universidad de Santa Clara. Fue utilizado hasta 1867.

La construcción de la nueva misión comenzó en 1822, en un nuevo sitio. La misión se presentó en un estilo rectangular tradicional. La iglesia se completó en 1825 y permaneció en pie hasta 1926. La iglesia era una estructura de adobe de 100 pies de largo, 22 pies de ancho y 20 pies de alto. Sus paredes tenían cuatro pies de grosor en la parte inferior, se estrechaban a dos pies de grosor en la parte superior, y estaban encaladas con un borde decorativo pintado en el interior. Un artista mexicano, Agustín Dávila, pintó una escena del cielo sobre el altar.

En la década de 1860, la iglesia fue remodelada. Se construyó una fachada de madera sobre la antigua de adobe y se construyó un segundo campanario.

La quinta iglesia fue destruida por un incendio en 1926. La universidad reconstruyó la iglesia, tratando de restaurarla a su apariencia en 1825. La iglesia restaurada se completó en 1928.

 

Mission San Rafael Arcangel

La Misión de San Rafael Arcángel fue fundada el 14 de diciembre de 1817 por el padre Vincente de Sarria. Fue nombrado por San Rafael, el ángel de la curación. Fue un buen nombre para una misión creada como una sub-misión médica de la Misión de San Francisco de Asís.

Mission San Rafael es una de las pocas misiones que nunca tuvo un cuadrilátero y una de las pocas misiones que construyeron barcos.

Cronología de Mission San Rafael

1804 – El padre de Sarria funda la Misión San Rafael
1822 – Se otorga el estatus de misión completa
1828 – 1.120 indios en la Misión San Rafael
1834 – Secularizada
1844 – Misión San Rafael abandonada
1949 – Capilla moderna construida en la Misión San Rafael

Cómo llegar a Mission San Rafael

La capilla está en el centro de San Rafael en 1104 Fifth Avenue. Puede obtener los horarios actuales y más información en el sitio web de Mission San Rafael .

Historia de la Misión de San Rafael: 1817 hasta la década de 1820

En la Misión de San Francisco de Asís en 1817, los conversos indios estaban enfermos y moribundos por las enfermedades de los hombres blancos. No podían recuperarse en el clima frío y húmedo. En 1817, los Padres decidieron construir un hospital, una extensión de la misión principal, al norte de San Francisco, donde el clima era más cálido y seco.

El 14 de diciembre de 1817, el Padre Serra, el Presidente de las Misiones, levantó una cruz y realizó la ceremonia de fundación.

El padre Luis Gil, que sabía algo de medicina y hablaba muchos idiomas nativos americanos, fue puesto a cargo del pequeño puesto avanzado. Los Padres en San Francisco envolvieron a los indios enfermos en mantas, los pusieron en botes y los llevaron a San Rafael para recuperarse.

Primeros años de misión Arcángel San Rafael

Al final del primer año, la población de Mission San Rafael creció a 300, incluidas las transferencias desde San Francisco y algunos conversos locales. El padre Gil cumplió dos años y luego entregó la misión al padre Juan Amoros.

El padre Amoros era un sacerdote enérgico que salía a buscar conversos. Era el único sacerdote allí, y un hombre ocupado que también hizo crecer los negocios: agricultura, ganadería, fabricación de sandalias, herrería, fabricación de arneses, carpintería y construcción de embarcaciones. Para 1822, el Padre Amoros convirtió a tantos indios Miwok locales que la Misión San Rafael Arcángel obtuvo el estatus de misión completa el 19 de septiembre de 1822.

Al año siguiente, algunas personas querían Misión Arcángel San Rafael y construir una nueva misión en Sonoma. Finalmente, la iglesia católica decidió tener dos misiones al norte de San Francisco, y la Misión San Rafael Arcángel se salvó. Creció a 1.140 conversos en 1828.

Historia de la Misión de San Rafael: desde 1830 hasta la actualidad

En 1829, los conversos indios locales, el Jefe Marín y su amigo Quintin abandonaron la misión. Atacaron la Misión San Rafael Arcángel, pero los neófitos formaron un escudo humano para proteger al Padre Amoros, ocultándolo en el pantano hasta que terminó la lucha.

Los edificios fueron dañados pero rápidamente reconstruidos. Más tarde, tanto el Jefe Marín como Quintin regresaron como conversos, y ambos están enterrados en el cementerio. Hoy, el condado de Marin y la cercana prisión de San Quintín reciben su nombre.

El padre Amoros murió en 1832. Un inventario realizado después de su muerte enumera 5,508 animales y una cosecha de 17,905 bushels de trigo y 1,360 bushels de frijoles. Las peras cultivadas en San Rafael eran muy deseadas en el área.

En 1834, los franciscanos zapatecos (mexicanos) tomaron el control y pusieron a cargo al padre José María Mercado. Era un hombre de mal genio que causaba muchos problemas. Hay muchas versiones de exactamente lo que sucedió, pero todos están de acuerdo en que 21 indios inocentes murieron a causa de sus acciones.

Algunos dicen que vio acercarse a nativos desconocidos, pensó que iban a atacar y ordenó a su gente que los atacara primero. Otros dicen que armó a sus neófitos y los envió contra un grupo que lo había despreciado. Otra cuenta dice que acusó a algunos indios inocentes de robar, luego armó a sus conversos para evitar que regresaran por venganza. Atacaron erróneamente a algunos visitantes inocentes, pensando que ellos eran los que él temía.

Sea cual sea la verdad, Mercado fue enviado y castigado.

Secularización

La Misión San Rafael Arcángel fue secularizada en 1834. El general Vallejo (quien estaba a cargo del Presidio en San Francisco) se convirtió en el administrador. En 17 años, la Misión San Rafael Arcángel había convertido a 1.873 indios y había criado 2.210 reses; 4.000 ovejas y 454 caballos. En 1834, valía $ 15,025, principalmente por su tierra.

Vallejo transfirió el ganado a su rancho y desenterró vides y perales y los trasladó a su propiedad. Para 1840, solo quedaban 150 indios.

El general Fremont usó los edificios como su cuartel general durante un tiempo cuando se hizo cargo de California de México para los Estados Unidos.

El sitio fue abandonado en 1844. Lo que quedó se vendió por $ 8,000, una venta declarada ilegal unos meses después cuando EE. UU. Se hizo cargo. Un sacerdote regresó en 1847.

Estados Unidos devolvió 6.5 acres de tierra a la iglesia en 1855. Para entonces, los edificios estaban en ruinas. Se construyó una nueva iglesia junto a las ruinas en 1861. En 1870, el resto de los edificios fueron demolidos para dar cabida a la ciudad en crecimiento. Finalmente, todo lo que quedó fue un solo peral del huerto.

Misión San Rafael Arcángel en el siglo XX

En 1949, Monseñor Thomas Kennedy construyó una capilla en el sitio del hospital original.

Mission San Rafael Diseño, plano de planta, edificios y terrenos

Pocos dibujos o bocetos permanecen hoy para dar pistas sobre cómo eran los edificios en San Rafael. El primer edificio de la misión fue un edificio simple de 42 pies x 87 pies con dos pisos, dividido en habitaciones para el hospital, la capilla, el almacenamiento y los cuartos del padre.

Como no se construyó originalmente como una misión completa, no tenía un cuadrilátero como muchas de las otras misiones. El diseño no cambió cuando obtuvo el estado de misión completa en 1822.

El edificio de la capilla que se encuentra hoy en San Rafael fue construido en 1949. Es más un monumento a la misión que una reproducción. Sus paredes son de hormigón hueco enlucidas para parecerse a adobe, y se enfrenta a una dirección diferente a la original. Cuatro campanas son algunos de los pocos objetos que sobreviven de la misión original, y tres de ellos están junto a la puerta de la capilla.

Marca de ganado Mission San Rafael

En los 17 años que estuvo activo, la Misión San Rafael Arcángel crió 2,210 reses, 4,000 ovejas y 454 caballos. Se habrían marcado con una marca como esta, extraída de muestras expuestas en Mission San Francisco Solano y Mission San Antonio.

https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2020-07/papa-francisco-eleva-mision-buenaventura-a-basilica-menor-lax.html

 

Misión San Buenaventura

Mission Ventura fue la novena construida en California, fundada el 31 de marzo de 1782 por el padre Junipero Serra. El nombre de Mission Sam Buenaventura es en honor a San Buenaventura.

Datos interesantes

  • La Misión San Buenaventura fue la sexta y última misión dedicada personalmente por el Padre Serra.
  • La misión de San Buenaventura nunca fue destruida.

Cronograma

  • 1782 – El padre Serra funda Mission San Buenaventura
  • 1793 – visitas del explorador George Vancouver
  • 1816 – 1,328 neófitos indios
  • 1834 – Misión San Buenaventura secularizada
  • 1862 – Regresado a la Iglesia Católica
  • 1857 – Iglesia «modernizada»
  • 1957 – Iglesia restaurada a original

¿Donde está localizado?

Misión San Buenaventura, 211 E. Main Street, Ventura, CA.

Mission San Buenaventura se encuentra en Main Street, en el centro de Ventura , al norte de Los Ángeles . Desde la US 101 sur, tome la salida de Ventura Avenue. Gire a la derecha en E. Main Street. Desde la US 101 North, tome la salida de California. Gire a la derecha en California Avenue y luego a la izquierda en E. Main Street.

El estacionamiento está disponible en Main Street frente a Mission San Buenaventura, o gire a la izquierda en Palm y gire nuevamente a la izquierda en el área de estacionamiento al lado.

Historia: 1782 hasta la actualidad

La Misión de San Buenaventura fue fundada el domingo de Pascua, 31 de marzo de 1782, por el padre Junípero Serra, quien fue asistido por el padre Pedro Benito Cambón. El servicio se llevó a cabo en la playa del Canal de Santa Bárbara, en el mismo lugar donde Juan Rodríguez Cabrillo había reclamado California para España en 1732.

La misión de San Buenaventura se planeó originalmente para ser la tercera misión de California, ubicada a medio camino entre San Diego y Carmel. El padre Serra no pudo obtener protección militar del gobernador español de Neve, y cuando se construyó, las Misiones de San Buenaventura eran la novena misión. El gobernador de Neve estaba siguiendo las órdenes del rey de España, quien pensó que era más fácil proteger California dándola a los colonos que construyendo misiones. El padre Serra tuvo dificultades para convencer a De Neve de que lo dejara construir más. Finalmente, se reunieron y acordaron construir dos nuevas, San Buenaventura Mission y Santa Barbara.

Primeros años

El Padre Serra dejó al Padre Cambon a cargo, y la Misión de San Buenaventura comenzó a crecer y florecer. Los indios locales de Chumash, a quienes los españoles llamaban indios del canal, eran inteligentes, enérgicos y estaban dispuestos a trabajar por el pago en cuentas o ropa. Con su ayuda, los primeros edificios en la Misión de San Buenaventura se levantaron rápidamente.

La primera iglesia se quemó en 1792, y fue reemplazada por una nueva que comenzó en 1795 y terminó en 1809.

Con la ayuda de los indios, los Padres construyeron un acueducto de siete millas de largo que riega huertos y jardines tan extensos que el explorador George Vancouver, quien visitó la Misión de San Buenaventura en 1793, dijo que eran los mejores que había visto en su vida.

Principios de 1800

Los misioneros fueron expulsados ​​de su iglesia dos veces a principios del siglo XIX. En 1812, un terremoto y un maremoto llevaron a todos hacia el interior durante unos tres meses. En 1818, el pirata francés Bouchard estaba atacando a lo largo de la costa, y los Padres e Indios tomaron objetos valiosos y huyeron a las colinas, permaneciendo allí durante casi un mes. Afortunadamente, el pirata fue detenido en Santa Bárbara y nunca llegó a la misión.

En 1819, el guardia de la Misión de San Buenaventura intentó evitar que un grupo visitante de indios Mojave socializara con los indios locales. La confrontación se tornó violenta, y los Mojaves y dos soldados fueron asesinados.

Para 1816, la Misión de San Buenaventura estaba en su apogeo, con 1,328 indios viviendo allí.

Secularización

El primer administrador después de la secularización, Rafael Gonzales, hizo el proceso más gradual que en otros lugares.

En 1845, alquiló los edificios de la Misión de San Buenaventura a Don José Arnaz y Narciso Botello, pero luego el gobernador Pio Pico los vendió ilegalmente a Arnaz. Después de que California se convirtió en estado, el obispo Joseph Alemany le pidió al gobierno de los Estados Unidos que devolviera los edificios, huertos, cementerios y viñedos de la Misión de San Buenaventura a la iglesia, lo que hizo Abraham Lincoln en 1862.

Ventura comenzó a crecer cuando el ferrocarril llegó en 1887, y la Misión de San Buenaventura se vio rodeada por el pueblo en crecimiento. Nunca fue abandonado y los edificios permanecieron en pie.

El siglo 20

La Misión de San Buenaventura fue restaurada en 1957 y hoy se usa como iglesia parroquial. Tres padres están enterrados en la iglesia: el padre Vicente de María, el padre José Senan y el padre Francisco Suner.

Diseño, plano de planta, edificios y terrenos

El primer edificio de Mission San Buenaventura fue destruido por un incendio en 1794, y los constructores abandonaron la segunda iglesia cuando su puerta cedió, pero en 1792, la iglesia actual y los otros edificios que rodean su cuadrilátero se estaban construyendo.

La iglesia de mampostería de piedra de hoy se completó a medias en 1795, pero tardó hasta 1809 en terminarla, y se dedicó el 9 de septiembre de 1809. Las paredes de Mission San Buenaventura tienen seis pies y medio de espesor. Su altar principal y retablos vinieron de México en 1809, y las vigas originales del techo de pino y roble cortadas a mano fueron arrastradas desde las montañas y arrastradas por la costa con bueyes que aún sostienen el techo.

En 1812, un terremoto sacudió la Misión de San Buenaventura. Su campanario se derrumbó y los edificios no fueron aptos para vivir durante unos meses.

A diferencia de muchas otras misiones que cayeron en ruinas después de la secularización, San Buenaventura estaba bien cuidada y todavía tiene sus paredes y pisos originales.

Otro terremoto en 1857 dañó la misión, y su techo de tejas fue reemplazado por tejas. Unos años más tarde, un sacerdote bien intencionado llamado Padre Cyprian Rubio «modernizó» el interior, cubriendo el piso y el techo originales, quitando el púlpito tallado a mano y reemplazando las pequeñas ventanas con vidrieras.

En 1956-57, la misión fue restaurada. Las ventanas fueron reconstruidas a su tamaño original, y el techo y el piso originales fueron descubiertos. El techo fue removido y reemplazado con tejas 1976. Cinco campanas cuelgan hoy en el campanario, una hecha en 1956 y cuatro más antiguas, dos marcadas en 1781 y una marcada en 1825. También hay campanas de madera en el museo, las únicas conocidas en El estado de California. La fuente en el jardín es nueva y diferente a la original, que tenía una decoración de cabeza de oso esculpida.

Se dice que los dos pinos de la Isla Norfolk en el jardín de la iglesia tienen más de 100 años, plantados por un capitán de vela que quería cultivar madera para los mástiles del barco.

Marca de ganado

La foto de arriba muestra su marca de ganado. Se extrajo de muestras expuestas en Mission San Francisco Solano y Mission San Antonio. Es una de varias marcas de misión que incluyen la letra «A» en varias formas, pero no hemos podido averiguar su origen.

 

https://kalam.es/las-misiones-de-la-alta-california-en-el-patrimonio-hispanoamericano-de-los-estados-unidos-i/

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