LAS
MISIONES DE LA ALTA CALIFORNIA EN EL PATRIMONIO HISPANOAMERICANO DE LOS ESTADOS
UNIDOS (I)
En 2019 se cumplieron los 250 años de la fundación de la
misión de San Diego de Alcalá por el mallorquín fray Junípero Serra, tendremos
la oportunidad excepcional de celebrar una de las últimas grandes empresas de
exploración y colonización que llevaron a cabo los españoles en el mundo: la conquista
de California.
https://www.wikiwand.com/es/Misi%C3%B3n_San_Diego_de_Alcal%C3%A1
https://www.hispaniccouncil.org/7337-2/
La exploración de las costas del Pacífico norte por los
españoles es muy temprana. Hernán Cortés impulsó las primeras expediciones a la
península de California en el año 1532. Diego Hurtado de Mendoza llevó a cabo
una primera e infructuosa intentona al mando de dos barcos: el San Miguel y el
San Marcos. En octubre del año siguiente, Diego de Becerra y Fortún Jiménez
zarparon desde el puerto de Manzanillo. Jiménez, que alcanzaría en 1534 la
bahía de La Paz, es considerado el primer español en desembarcar en la Baja
California. Sólo unos años más tarde, en 1539, Francisco de Ulloa, zarpando de
Acapulco, recorrió la costa noroccidental de la Nueva España hasta la
desembocadura del río Colorado, que bautizó como Ancón de San Andrés. Después,
descendiendo por la costa oriental de la Baja California, completó la
navegación de toda esta península hasta alcanzar la isla de los Cedros en 1540,
desde la que envió una relación a Cortés en una de sus naves, la Santa Águeda,
prosiguiendo desde esta isla la navegación en el Trinidad, sin que se volviese
a tener noticia alguna de su expedición. Finalmente, en 1542, Juan Rodríguez
Cabrillo (1498-1543) y Bartolomé Ferrer (1499-1550) alcanzarían definitivamente
las costas de la Alta California, navegando hasta Monterrey y recorriendo más
de 1.900 kilómetros del litoral. Llegaron, como recuerda Charles F. Lummis,
«cien millas al norte del sitio donde tres siglos más tarde debía fundarse la
ciudad de San Francisco» (1).
Sin embargo, la segunda mitad del siglo XVI se nos
muestra como una larga etapa de apatía por parte de España en la exploración
del suroeste de los actuales Estados Unidos. Sólo a partir de 1596, cuando
Sebastián Vizcaíno (1547-1627), el cartógrafo Jerónimo Martín Palacios y el
fraile carmelita Antonio de la Ascensión (2) emprendan un nuevo viaje de
descubrimiento a instancias del virrey Gaspar de Zúñiga Azevedo y Velasco,
conde de Monterrey, se vuelve a despertar el interés por un territorio hasta
entonces apenas disputado. Vizcaíno llegó a alcanzar la desembocadura del
actual río Columbia, en la costa septentrional de Oregón, más de 1.000
kilómetros al norte de San Francisco. Fijó la toponimia, que se conserva aún
hoy en su mayor parte, y elaboró las primeras cartografías de California, proporcionando
mapas que siguieron empleándose hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando se
retoma definitivamente por parte de la Monarquía Hispánica el proyecto para la
colonización, la evangelización y, sobre todo, la mejor defensa de los extensos
territorios de la frontera septentrional del virreinato de Nueva España (3).
Muestra del interés renovado por esos
territorios la vamos a encontrar en distintos momentos del siglo XVIII, pero
quizá el hito de mayor interés corresponda al año 1741, cuando el rey Felipe V
traslada instrucciones a los virreyes y gobernadores americanos al objeto de
proceder a la recopilación de información, sobre todo geográfica, demográfica y
económica, sobre el estado y las características de los territorios
ultramarinos. Para dar cumplimiento a esta orden en la Nueva España, el conde
de Fuenclara, Pedro de Cebrián (1687-1752), comisionó al matemático y
cartógrafo novohispano José Antonio de Villaseñor al objeto de llevar a cabo un
estudio sistemático, el llamado Theatro Americano. Descripción
General de los Reinos y Provincias de la Nueva España y sus Jurisdicciones,
que se elaboró en dos volúmenes entre 1746 y 1748, acompañándose del
espléndido Yconismo Hidrotérreo o Mapa
Geographico de la América Septentrional (4), un magnífico
mapa que se conserva en el Archivo General de Indias de Sevilla. El informe y
los restantes materiales que lo acompañan nos han dejado una imagen nítida de
la situación general de Nueva España, y particularmente de los territorios de
su frontera septentrional, a mediados del siglo XVIII.
https://www.wdl.org/es/item/16779/view/1/1/
Pero será, sobre todo, durante el reinado de Carlos III
(1759-1788) cuando se focalice la atención sobre California. Como ha señalado
Alfredo Jiménez, durante su largo reinado «ocurrieron en España y en América
grandes cosas, y se tomaron importantes decisiones que afectaron de manera
especial a la frontera norte. Su propia marginalidad la puso cada vez más en
contacto con el mundo exterior al sistema […] La amenaza de Inglaterra y Rusia
por las costas del Pacífico había estimulado poco antes una ocupación efectiva
de tierras más al norte y una política de expediciones científicas que llevaron
a los barcos españoles hasta las costas de Alaska». (5)
Si la colonización de la Baja California la habían
culminado los jesuitas durante la primera mitad del setecientos, la de la Alta
California la llevarían a cabo los franciscanos en las últimas décadas del
siglo XVIII.
Los jesuitas habían llegado a este territorio en el año
1683, como parte de la expedición a esta región comandada por Isidro de Atondo
y Antillón, gobernador de Sinaloa y Almirante de las Californias por
nombramiento del rey Carlos II (6). Lo acompañaba el padre Eusebio Francisco
Kino (1645-1711), fundador de la misión de Nuestra Señora de Loreto, la primera
en este territorio, a partir de la cual se establecieron otros 18
establecimientos misionales y unas 40 visitas que hicieron posible la completa
evangelización de la Baja California hacia 1730.
La expulsión de los jesuitas de los
territorios españoles en el año 1768 abrió el camino de la frontera a los
franciscanos: «Para entonces, España ya había comprendido la importancia de
establecer defensas en aquellas costas con el fin de impedir invasiones de
ingleses y rusos. Entonces se emprendió la empresa de evangelización y colonización
de la Alta California» (7).
Fray Junípero Serra (1713-1784) (8), que
había llegado a la Nueva España en 1749, se integró en la expedición de Gaspar
de Pórtola (1716-1786) y alcanzó las costas de California en 1769 (9). Su primera fundación, después abandonada y refundada
como Nuestra Señora del Pilar, fue la misión de San Diego de Alcalá,
establecida el 16 de julio de 1769 en las inmediaciones de la actual ciudad de
San Diego. Un año más tarde, el 3 de junio de 1770, se fundaba casi 800 kilómetros
al norte de San Diego, junto a la bahía de Monterrey, la misión de San Carlos
Borromeo, conocida como misión del Carmelo. Estas dos fueron las primeras de
las nueve que fundó personalmente fray Junípero Serra, sobre un total de 21 que
los franciscanos pondrían en pie en California hasta el año 1823, dos años
después de la emancipación de México.
Nombres propios como los de los jesuitas Eusebio
Francisco Kino, ya mencionado, Juan María de Salvatierra (1648-1717), Juan de
Ugarte (1662-1730) o Fernando Consag (17031759), o de franciscanos como fray
Juan Crespí (1721-1782), nos permiten trazar el proceso de esta larga empresa
de descubrimiento, exploración y colonización de las Californias. Crespí, por
ejemplo, participó en una de las importantes y trascendentales expediciones, la
de Juan Pérez (1725-1775) quien, partiendo del puerto de San Blas el 24 de
enero de 1774, alcanzó el sur de Alaska y exploró los archipiélagos de la Reina
Carlota y el Príncipe de Gales, así como la isla de Nutka, en un área fuertemente
disputada con los ingleses y los rusos, lo que obligó a fortificar la isla y a
construir el fuerte de San Miguel en abril de 1790.
Para algunos, el sistema colonizador de California es
posiblemente el más perfeccionado de cuantos ensayaron los españoles en
América. Partió de la vertebración del territorio a través de tres tipos de
elementos: las misiones (núcleos religiosos), los presidios (núcleos militares)
y los establecimientos de colonos (núcleos civiles), embrión de las primeras
ciudades españolas de este territorio, como San José de Guadalupe, fundada por
Felipe de Nevé (1724-1784), gobernador de las Californias, el 29 de noviembre
de 1777, o Nuestra Señora de los Ángeles de la Porciúncula, la actual ciudad de
Los Ángeles, establecida el 4 de septiembre de 1781.
Pero serán, sobre todo, misiones y presidios los dos
elementos que empleó España para integrar a la población indígena y para la
defensa y el poblamiento de estos territorios norteamericanos. Si las misiones
consolidaron definitivamente la presencia española en la costa californiana,
los presidios permitieron organizar una línea ininterrumpida de guarniciones
entre la costa del Pacífico y la del golfo de México, en Texas. En la Alta
California se establecieron los presidios de San Diego (1769), San Carlos de
Monterrey (1770), San Francisco (1776) y Santa Bárbara (1782).
El proceso de emancipación de México (1810-1824)
significó el final de la vieja frontera imperial. El breve gobierno mexicano de
la Alta California que durante poco más de 25 años, entre 1821 y 1846, llevó la
nueva bandera tricolor a los antiguos presidios y fuertes españoles, trajo
consigo la secularización de las misiones en 1833 y la rápida desaparición del
sistema. El ensayo apenas se había prolongado durante 50 años. A la muerte
de fray Junípero Serra en 1784 habitaban las misiones 4.650 indios. En 1790 el
número ascendía a 7.500, alcanzando los 13.500 en torno a 1800. Para cuando la
Alta California se integró en el nuevo estado de México, en el año 1821, había
más de un millar de indios por término medio en cada una de las misiones
franciscanas (10).
La guerra entre México y los Estados Unidos (1846-1847) y
las consecuencias del Tratado de Guadalupe-Hidalgo (1848), por el que los
mexicanos cedían todos sus territorios al norte de los ríos Gila y Bravo,
dejaron a la Alta California, como a las otras provincias interiores (Nuevo
México y Texas), vinculada definitivamente a la Unión. Aquel extenso
conjunto de territorios constituye hoy los estados soberanos de California,
Nevada, Utah, Arizona, Colorado, Nuevo México y Texas, así como distintas áreas
de los de Wyoming, Kansas y Oklahoma (11).
Construyendo la imagen de las
misiones de la Alta California
Desde el mismo momento de su construcción, las misiones
franciscanas de California llamaron la atención de aquellos viajeros y
exploradores que las visitaron. Jean-François de Galaup, conde de La Pérouse
(1741-1788), llegó a la misión de San Carlos en septiembre de 1786. Desembarcó
en Monterrey al mando de las dos fragatas francesas de una expedición que,
partiendo del puerto de Brest, circunnavegaba el mundo por orden de Luis XVI.
Estas naves serían las primeras embarcaciones extranjeras en fondear en un
puerto de la Nueva California, y La Pérouse el primer extranjero ilustre en visitar
este apartado lugar. De esta visita dejó testimonio un dibujo de Gaspard Duché
de Vancy (1756-1788) quien, como pintor, acompañaba a la expedición.
También la expedición de Malaspina, la empresa española
de exploración más importante del siglo XVIII, tomó tierra en los puertos
californianos. Bajo el mando de Alejandro Malaspina (1754-1809) y José de
Bustamante (1759-1825), las fragatas Descubierta y Atrevida llevaron a
cabo entre el 30 de julio de 1789 y el 21 de septiembre de 1794 un largo
recorrido desde Cádiz a Montevideo y Buenos Aires, atravesando el
estrecho de Magallanes hasta los puertos chilenos de Chiloé, Talcaguano y
Valparaíso, de allí al Perú, amarrando en Arica y El Callao, luego a
Guayaquil y desde aquí a Panamá, ascendiendo por la costa norte del Pacífico a
la búsqueda del Paso del Noroeste. Viajaban a bordo el alférez Felipe Bauzá,
cartógrafo de la expedición, los oficiales Dionisio Alcalá Galiano y Juan
Gutiérrez de la Concha, responsables de los trabajos astronómicos, y los pintores
Fernando Brambila, Juan Ravenet, José del Pozo, Tomás de Suría y José Guió,
pintor y disecador, a los que se unió como dibujante el marinero José Cardero.
De éste se ha conservado un dibujo de gran interés sobre la misión de San
Carlos: «la vista recoge un primer plano de la plaza, formada por el convento,
la iglesia y la ranchería, y al fondo, en los campos próximos, una perspectiva
de las chozas o tiendas donde dormían los indios» (12).
Entre los testimonios pictóricos más antiguos que tenemos
de las misiones franciscanas hay que destacar la obra de Ferdinand Deppe
(1794-1861), un naturalista, explorador y pintor alemán, que había viajado por
todo México entre 1824 y 1827, recolectando ejemplares de la flora y la fauna
mexicanas con destino al Museo de Historia Natural de Berlín. En 1828 regresó a
México acompañado del botánico Christian Wilhelm Schiede (1798-1836), con el
que se instaló en Jalapa al objeto de reunir nuevamente especímenes zoológicos
y botánicos para su venta a comerciantes europeos y a museos, pero el fracaso
del negocio le animó a trasladarse a California, donde trabajó como
comisionista y agente comercial hasta su regreso a Alemania en el año 1836.
Durante este periodo, en el que California se encuentra
vinculada al México independiente, Deppe visitaría la misión de San Gabriel, de
la que tomó un dibujo en 1828 y elaboró después un óleo sobre lienzo en 1832.
Éste nos muestra un excelso paisaje montañoso sobre el cual se recortan los
edificios del conjunto misional, construido con muros de adobe enlucidos con
cal, con sus techumbres de madera cubiertas por grandes faldones de teja
cerámica. Observamos la iglesia, ante la que se concentra una gran multitud que
celebra el Corpus Christi, y las restantes dependencias. Destacan en primer término
una vivienda indígena y un buen número de personajes, blancos e indios, algunos
a caballo, todos con sus vestimentas características. La obra, que trasfunde un
profundo aroma romántico, constituye un testimonio excepcional del ambiente de
estas misiones antes de su secularización y abandono.
Figura 1. Ferdinand Deppe, La misión de San Gabriel,
hacia 1832. Laguna Beach (California), Laguna Art Museum.
https://www.pinterest.com.mx/pin/532058143446910489/
La de Deppe es, con diferencia, la obra pictórica
más antigua de que disponemos. El resto corresponden principalmente al último
cuarto del siglo XIX, pudiendo destacarse algunas obras del inglés Juan
Buckingham Wandesforde (1817-1901), el francés Jules Tavernier (1844-1889) o el
noruego Christian August Jorgensen (1860-1935), que, como otros muchos
artistas, se instalaron en California en la segunda mitad del siglo XIX.
Bien conocido como paisajista, Juan Buckingham
Wandesforde nació en el seno de una familia aristocrática inglesa y se formó
con los notables acuarelistas ingleses John Varley (1778-1842) y John Le
Capelain (1814-1848). Wandesforde comenzó su carrera como pintor de retratos y
profesor. En 1850, emigró a los Estados Unidos y se estableció en la ciudad de
Nueva York, trasladándose en 1862 a San Francisco, donde continuó pintando
retratos por encargo y comenzó a producir pintura de paisaje que, como este de
la misión de San Carlos Borromeo, nos dejan constancia fiel de la calidad de su
obra, muy apreciada en California.
Figura 2. Juan Buckingham
Wandesforde, La misión de San Carlos Borromeo
del Carmelo, 1875. Fine Arts Museums of San Francisco.
El pintor y aventurero francés Jules Tavernier (13)
llegó a San Francisco en 1874, trasladándose enseguida a Monterrey, donde su
estudio se convirtió pronto en uno de los focos más importantes de la colonia
de pintores allí establecida. Durante su estancia en California, donde
permaneció hasta su marcha a Hawai en 1884, Tavernier se mostró fuertemente
atraído por la grandeza de la costa de Monterrey, donde realizó algunos de los
trabajos más audaces de su carrera, con gran variedad de temas y una cierta
predilección por las imágenes misteriosas, como esta de la misión de San Carlos
Borromeo.
Figura 3. Jules
Tavernier, La misión del Carmelo, 1875.
Colección particular.
Pero será el noruego Christian Jorgensen el artista
que se acerque en un mayor número de ocasiones al tema misional. Llegado a
California hacia 1870, sus obras sobre las misiones cubren un amplísimo espacio
geográfico, entre San Francisco y la frontera mexicana, y presentan un gran
interés desde el punto de vista arquitectónico (14).
https://elviajero.elpais.com/elviajero/2015/11/19/actualidad/1447950122_012270.html
Figura 4. Christian
Jorgensen, Asistencia de San Antonio de Pala,
hacia 1910. Berkeley, University of California.
https://es.dreamstime.com/imagen-de-archivo-san-antonio-de-pala-mission-en-california-image38586001
Tampoco podemos dejar de hacer aquí mención de la
numerosa serie de dibujos, acuarelas y aguafuertes de las misiones que realizó
Henry Chapman Ford (1828-1894). Formado en Francia e Italia, Ford se convirtió
en uno de los grandes paisajistas después de la Guerra Civil. Abrió
estudio en Chicago, pero se estableció en California, al parecer por problemas
de salud, en 1875. En la década de 1880 realizó una amplia serie de dibujos y
grabados sobre los conjuntos franciscanos que se presentaron en la Exposición
Universal de Chicago, también conocida como Exposición Colombina, del año 1893.
Por lo que respecta a los
materiales fotográfi cos del siglo XIX de los que disponemos para el estudio de
las misiones franciscanas de la Alta California, la nómina es sensiblemente
mayor, e incluye muestras extraordinarias, como las fotografías de albúmina de
William Henry Jackson (1843-1942), del que se han conservado numerosas imágenes
de la década de 1880, probablemente posteriores a 1885, correspondientes a las
misiones de San Diego, San Luis Rey, San Juan Capistrano, San Gabriel, San
Fernando, Santa Inés, San Miguel, San Antonio, San Carlos Borromeo, San
Juan y San Francisco (15).
También se han conservado
interesantes fotografías estereoscópicas de Charles Wallace Jacob Johnson
(1833-1903), integradas en la colección Views of California Scenery.
Natural de Maryland, Johnson se instaló en San Francisco hacia 1870,
trasladándose en 1880 a Monterrey, donde trabajó para el recién inaugurado
Hotel Del Monte, uno de los mejores hoteles de lujo norteamericanos de su
tiempo. Muy activo durante las dos últimas décadas del siglo XIX, los registros
fotográficos de Johnson nos han dejado una viva imagen de la vida en la bahía
de Monterrey durante ese periodo.
Pero la documentación fotográfica de mayor interés
se debe, sin duda, a Carleton Watkins (1829-1916), llegado a San Francisco en
1851, durante la llamada fiebre del oro. Watkins, que se formó como fotógrafo
con Robert H. Vance (1825-1876), un daguerrotipista de Maine establecido en
California hacia 1850, ejerció como fotógrafo desde 1861.
Figura 5. Carleton
Watkins, La misión de San Carlos del Carmelo, hacia 1880.
Figura 6. Carleton
Watkins, La misión de San Fernando Rey, hacia 1880.
https://www.pinterest.es/pin/535928424408660970/
Aunque Watkins ha pasado a la historia de la
fotografía por sus extraordinarios reportajes del valle de Yosemite, que
resultaron decisivos para que Abraham Lincoln ordenase su declaración como
parque nacional en 1864, sus imágenes de las misiones constituyen uno de los
testimonios gráficos que más han contribuido a la patrimonialización de este
legado.
Figura 7. Carleton
Watkins, La misión de San Antonio de Padua, hacia 1880.
https://es.wikipedia.org/wiki/Misi%C3%B3n_San_Antonio_de_Padua
Figura 8. Carleton
Watkins, La misión de San Luis Rey de Francia, hacia 1880.
http://www.fieldtripmom.com/2016/07/mission-san-luis-rey-de-francia-king-of.html
NOTAS
(1) Charles F. Lummis, Los
exploradores españoles del siglo XVI, Barcelona, Araluce, 1926, p. 69.
(2) Autor del Viage
del nuevo descubrimiento que se hizo en la nueva España por el mar del Sur,
desde el puerto de Acapulco asta el Cabo mendozino por mandado de su Magestad
el Rey Phelipe tercero siendo Virrey el Conde de Monterrey en el año 1602.
Siendo General de la Armada Sebastian Vyzcaino. Compuesto por el P. Fr.
Antonio de la Ascensión Religioso Descalzo de Nuestra Señora del Carmen,
que se conserva en la Real Academia de la Historia, en Madrid.
(3)
Véase Falia González Díaz, The Threads of Memory. Spain and the United
States / El hilo de la memoria. España y los Estados Unidos, 2011, catálogo de la
exposición homónima.
(4) Archivo General de Indias,
MP-MEXICO,161.
(5) Véase Alfredo
Jiménez, El Gran Norte de México. Una frontera imperial en la
Nueva España (1540-1820), Madrid, Tébar, 2006, p. 447.
(6) Véase W. Michael Mathes,
«Datos biográficos sobre el almirante de las Californias, Isidro de
Atondo y Antillón», Estudios de Historia Novohispana IV (1971),
pp. 105-111.
(7) González Díaz 2011, op.
cit. (nota 3), p. 88.
(8) Véase Ricardo Majó
Framis, Vida y hechos de Fray Junípero Serra. Fundador de la Nueva
California, Madrid, EspasaCalpe, 1956.
(9) Sobre el proceso de
exploración y colonización de California puede consultarse Jaume Sobrequés i
Callicó, Orígenes hispanos de California. De la expedición de Pórtola a
la independencia de México, Barcelona, Base, 2010.
(10) Véase Felipe
Fernández-Armesto, Nuestra América. Una historia hispana de
Estados Unidos, Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2014, p. 171, que hace
referencia a la obra de D.J. Weber, The Spanish Frontier in North
América, New Haven, Yale University Press, 1992.
(11) Sobre los antecedentes
hispanos de la historia de los Estados Unidos puede consultarse
Fernández-Armesto 2014, op. cit. (nota 10).
(12) María del Carmen Sotos
Serrano, Los pintores de la expedición de Alejandro Malaspina,
Madrid, Real Academia de la Historia, 1982, vol. 2, pág. 133.
(13)
Sobre la obra de Tavernier puede consultarse Scott A. Shields,
Alfred C. Harrison y Claudine Chalmers, Jules Tavernier, Artist
and Adventurer, Portland, Pomegranate Communications, 2014.
(14)
Sobre Jorgensen puede consultarse el catálogo Katherine M. Littel, Chris
Jorgensen. California Pioneer Artist, Sonora, Fine Arts
Research Publishing Co., 1988.
(15) Véase Special
Collections & Archives en la biblioteca de la Universidad de
California (The Library UC San Diego), en la que se conservan las fotografías
originales de William Henry Jackson procedentes de la colección de Kenneth E. y
Dorothy V. Hill. Puede hacerse la consulta on-line en
http://library.ucsd.edu/speccoll/missionsites/ index.html.
LAS
MISIONES DE LA ALTA CALIFORNIA EN EL PATRIMONIO HISPANOAMERICANO DE LOS ESTADOS
UNIDOS (II)
La patrimonialización de las misiones
de California y la obra del historiador Rexford Newcomb
El inventario, la catalogación
y la protección legal de las misiones de California tuvieron lugar en la
segunda mitad del siglo XX, cuando se empezaron a incorporar las diferentes
fundaciones franciscanas al Registro Nacional de Lugares Históricos (National
Register of Historic Places, 22 NRHP) y al Programa de Hitos Históricos
Nacionales (National Historic Landmarks, NHL) (1). El primero ha estado
administrado desde su creación por el Servicio de Parques Nacionales (National
Park Services), una agencia federal dependiente del Ministerio del Interior
creada en agosto de 1916. El Estado de California tiene 144 elementos
registrados como National Historic Landmarks, muchos de los cuales corresponden
a las misiones franciscanas, en tanto que representan lugares en los que se han
producido acontecimientos relevantes de importancia histórica nacional,
contienen construcciones notables o se trata de yacimientos arqueológicos.
Pero la patrimonialización
efectiva de las misiones comenzó mucho antes. Prácticamente un siglo atrás.
Rodrigo Gutiérrez Viñuales se ha referido a un proceso que se inicia con la
incorporación de California a la Unión, con el consiguiente adueñamiento de las
misiones por parte de los Estados Unidos después de la guerra con México, al
que sigue un «rescate patrimonial en el que cabría la acción de numerosos
arquitectos e historiadores. Dicho proceso comenzará a darse con fuerza a
partir de la adquisición por parte del Estado de Texas de la misión de ‘El
Álamo’ en 1883, y la restauración, al año siguiente, de la misión de San Carlos
Borromeo del Carmelo; todo ello potenció el entusiasmo por la recuperación de
los edificios misionales, buena parte en ruinas. La publicación de la
novela Ramona (1884), de Helen Hunt Jackson, escenificada
en las antiguas misiones, marcaría un boom editorial que acrecentaría la
validez de todo el proceso» (2).
El libro de Newcomb que es
objeto de la presente edición, The Franciscan Mission
Architecture of Alta California (Nueva York, The
Architectural Book Publishing Co. Paul Wenzel & Maurice Krakow), publicado
en el año 1916, es consecuencia, por supuesto, de ese proceso de
patrimonialización, y de hecho constituye el primer estudio sistemático sobre
la arquitectura de las misiones californianas pero, al tiempo, viene también a
señalar la oportunidad, verdaderamente operativa, del uso de este legado
hispano en la arquitectura contemporánea de los Estados Unidos.
A pesar de su interés, esta obra, que fue reimpresa
en inglés en el año 1973 (Nueva York, Dover Publications), no ha sido nunca
traducida al español. Su autor, Rexford Newcomb (1886-1986), fue profesor de
historia de la arquitectura, miembro de la American Society of Architectural
Historians, de la que fue elegido presidente en 1943, y decano de la Facultad
de Bellas Artes y Artes Aplicadas de la Universidad de Illinois en Urbana,
donde se conserva un importante archivo documental sobre su trabajo (3). Los
materiales de este legado nos proporcionan valiosa información, especialmente
fotográfica, sobre la ingente labor realizada para el estudio de la historia de
la arquitectura norteamericana y, particularmente, la del legado arquitectónico
hispano, en un extenso lapso cronológico que abarca de 1902 a 1965.
Su publicación coincide con el
momento de mayor desarrollo del denominado Mission style, muy
extendido en el periodo 1890-1930, y contribuyó al fortalecimiento del llamado
estilo español, denominado en Norteamérica Spanish Colonial Revival style
(4), que conocerá su periodo de mayor esplendor entre 1915 y el
comienzo de la Segunda Guerra Mundial, extendiéndose con fuerza en Florida y en
California.
El Mission style y el Spanish
Colonial Revival style, que enlazan con la arquitectura del
historicismo y el eclecticismo de raíz europea muy extendido en la arquitectura
norteamericana de las últimas décadas del siglo XIX, constituyen una muestra
fehaciente del creciente interés por España, el arte español y el legado
hispano en los Estados Unidos que venía impulsando con fuerza desde principios
del siglo XX la Hispanic Society of America, fundada en 1904 por
Archer Milton Huntington (1870-1955).
La exposición internacional de
San Diego (1915-1917) (5), cuyo diseño recae precisamente sobre el arquitecto
Bertram Grosvenor Goodhue (1869-1924), que había realizado distintos viajes por
México desde finales del siglo XIX y había colaborado estrechamente con el
historiador Sylvester Baxter (1850-1927) preparando la planimetría que acompaña
la monumental obra Spanish Colonial
Architecture in Mexico (Boston, J.B.Millet, 1901), constituye
el momento de mayor apogeo del estilo Colonial Español en los Estados Unidos.
La publicación de los libros de Newcomb contribuirá
de forma decisiva a la difusión de los patrones estilísticos hispánicos no sólo
en los Estados Unidos, sino en todo el continente americano. Como ha señalado
Rodrigo Rodríguez Viñuales, «este término de neocolonial es el que se impondría
en Latinoamérica para las arquitecturas de raíz hispana, en medio de un proceso
identitario potenciado desde los círculos intelectuales, y del que tomaron
parte activa arquitectos, artistas y literatos. Esta realidad sería estimulada
por la celebración de los centenarios, en tanto momento de balance y debate
sobre proyecciones futuras de los países, y, poco tiempo después, por el
estallido de la primera guerra mundial, en el que el modelo cultural europeo,
hasta entonces casi indiscutible, desciende en su consideración y propicia una
mirada introspectiva americanista. Si a ello sumamos los efluvios
arquitectónicos ‘hispanistas’ arribados desde Estados Unidos a través de revistas
de aquellas latitudes y otras propias que incorporaban información del país del
norte, ‘lo español’ pasaba a conformar parte singular de la identidad
americana. Dicho de otra manera, la identidad española se arraigaba como
componente de las esencias del continente» (6).
Arquitectos de todo el continente como Pedro
Adolfo de Castro Besosa (18951936) o Rafael Carmoega Morales (1894-1968) en
Puerto Rico, Evelio Govantes Fuertes (n. 1886) y Félix Cabarrocas Ayala
(1887-1961) en Cuba, Federico Mariscal Piña (1881-1971) y Jesús T.
Acevedo (1882-1918) en México, Héctor Velarde (1898-1989) y Emilio Harth-Terrè
(1899-1983) en el Perú, Roberto Dávila Carson (1899-1971) en Chile o Martín
Noel (18881963) y Ángel Guido (1896-1960) en la Argentina, constituyen notables
exponentes de la difusión que adquirieron las formas de raigambre hispánica en
la América del primer cuarto del siglo XX, un periodo que corresponde a
la etapa inicial del desarrollo profesional de los nacidos a finales del siglo
XIX y que coincide en España con la búsqueda de un nuevo estilo nacional que,
tras el cataclismo político, social y económico que produce el Desastre del 98
y su consiguiente crisis de identidad, traiga consigo un decidido espíritu de
cambio, renovación y reorientación en una España que luchaba por encontrar su
propio camino y la expresión de su personalidad en el nuevo orden internacional
del siglo XX.
En el campo concreto de la arquitectura ese camino
pareció encontrar su cauce con la construcción del pabellón español de París de
1900, un edificio de José Urioste y Velada (1850-1909) que rememoraba con
devoción las formas de expresión del plateresco español y que vendría a
constituirse como una de las referencias arquitectónicas más importantes del
regeneracionismo español. En palabras de Fernando Chueca, «la patria herida, ya
que no por las armas, quería vencer exhibiendo valores culturales. El grito lo
profirió José Urioste y Velada construyendo el Pabellón Nacional de España en
la Exposición Universal de París en 1900» (7). El proyecto de Urioste partía,
en palabras del arquitecto Luis María Cabello y Lapiedra, de «los preciosos
ejemplares que de este género existen en la Universidad de Alcalá, cuya
fachada terminó en 1553 el hábil Rodrigo Gil de Hontañón; la fachada principal
del Alcázar de Toledo, cuya obra fue encargada en 1537 al célebre
Alonso de Covarrubias, cuando el emperador Carlos V acordó convertir en Palacio
la antigua fortaleza de Alfonso X; la Universidad de Salamanca, precioso
ejemplar del estilo plateresco, ensayado sólo hasta entonces por Enrique de
Egás en Santa Cruz de Toledo y Santa Cruz de Valladolid, y el Palacio de los
Condes de Monterrey, edificado en 1530 en la misma ciudad de Salamanca, notable
entre otros detalles por su grandiosa crestería de coronamiento. Para el
interior se han tomado modelos de patios de la misma época, y motivos de
decoración del Colegio del Arzobispo, en Salamanca, del Hospital de Santa Cruz,
en Toledo, y de las casas del Pardo y Zaporta, en Zaragoza»(8).
Una de las consecuencias de la búsqueda de ese
estilo nacional para la arquitectura española sería el redescubrimiento de las
diferentes tradiciones locales y de las innumerables particularidades del que
constituía en realidad un conjunto de regiones plural y diverso. Nacionalismo y
regionalismo se van a vertebrar así a partir de la misma consideración e
importancia del discurso de la tradición, y compartirán de hecho un mismo
núcleo que quedaría reflejado a la perfección en el que puede considerarse el
principal «manifiesto» del regionalismo español: la ponencia que presentan los
arquitectos Leonardo Rucabado (1875-1918) y Aníbal González (1876-1929)
en el VI Congreso Nacional de Arquitectos, celebrado en San Sebastián en
septiembre de 1916, bajo el título «Orientaciones para el resurgimiento de
una Arquitectura nacional». La celebración de la Exposición
Iberoamericana de Sevilla de 1929 representa el momento culminante de todo ese
proceso consolidación de esa «identidad española» en América a la que, sin
duda, los trabajos de Rexford Newcomb tanto habían contribuido.
Autor de obras muy señaladas
de la historia de la arquitectura norteamericana como Colonial and Federal Houses (Filadelfi a, J.B.
Lippincott Co., 1933), Architecture of the old
Northwest Territory; a study of early architecture in Ohio, Indiana, Illinois,
Michigan, Wisconsin & part of Minnesota (Chicago,
University of Chicago Press, 1950) o Architecture in old
Kentucky (Urbana, University of Illinois Press, 1953), Newcomb
cultivó también el estudio de la cerámica y las artes aplicadas (9). Entre
sus obras sobre arquitectura hispanoamericana, además de la que nos ocupa, hay
que destacar The old mission churches and historic houses
of California; their history, architecture, art and lore (Filadelfi
a / Londres, J.B. Lippincott Co., 1925), The Spanish House for
America (Filadelfi a, J.B. Lippincott Co., 1927) y Spanish-colonial Architecture in the United States (Nueva
York, J.J. Augustin, 1937).
El ejemplar original con el que hemos trabajado
para elaborar la presente edición, la primera que, como ya se ha dicho, ha sido
traducida al español, procede del fondo antiguo de la biblioteca de la Escuela
Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, y
forma parte del llamado Donativo Cebrián, al que enseguida nos vamos a referir.
Las misiones de California en la
historiografía española
Acompañan a esta edición
facsímil de la obra original de Newcomb dos textos españoles que han sido
traducidos por primera vez al inglés. Creemos que constituyen un complemento
extraordinario, que deja cumplida constancia del despertar en España del
interés por el legado hispanoamericano en los Estados Unidos. Las obras
escogidas son el discurso de ingreso del arquitecto Modesto López Otero en la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, titulado «Una influencia
española en la arquitectura norteamericana», leído el 9 de mayo de 1926, y un
artículo del también arquitecto Rafael Fernández-Huidobro, «Campanarios en
California», aparecido en 1936 en la revista Arquitectura, órgano
de difusión de la Sociedad Central de Arquitectos.
Modesto López Otero (1885-1962) obtuvo el título de
arquitecto en 1910, dando inicio a una brillante carrera como profesional. En
el año 1916 se incorporó como profesor a la Escuela Superior de Arquitectura de
Madrid, de la que fue catedrático de Proyectos desde 1916 y director entre 1923
y 1943, etapa durante la cual se desarrolló el proyecto, la construcción y la
reconstrucción, después de la Guerra Civil (1936-1939), de la Ciudad Universitaria
de Madrid, sin duda su trabajo más importante. Como miembro de la Junta Rectora
de la Ciudad Universitaria, formó parte de la Comisión Técnica que viajó por
Norteamérica para conocer los grandes campus de las universidades de los
Estados Unidos, tomando así contacto con la arquitectura contemporánea y
también con algunos de los testimonios del legado español en esa parte del
continente (10).
En su discurso de ingreso en la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando, para cubrir la baja producida por la muerte en
abril de 1923 de Ricardo Velázquez Bosco, se acerca a las misiones de
California precisamente en ese contexto de reivindicación del legado
arquitectónico hispanoamericano al que ya hemos hecho mención, pero sin perder
de vista el progreso de la arquitectura de su tiempo. Quizá por eso, cuando se
refiere al movimiento hispanista, señala: «Debemos aspirar a conservarlo a
través de todas las mudanzas del porvenir. Esto podrá conseguirse, no de cara a
lo pasado, sino de espalda; y no por la repulsa, sino por la marcha segura y el
rápido caminar de una evolución, al empuje de la tradición misma, puesto el
pensamiento en una nueva arquitectura».
También resulta muy importante destacar la mención
que López Otero introduce en el texto del discurso cuando se refiere al «tema
de este pequeño trabajo, del cual he de advertir, antes de pasar adelante, que
no es otra cosa sino un ensayo sin pretensiones críticas, o mejor una
recopilación de impresiones, apuntes y comentarios, sugeridos al hojear algunos
libros y revistas americanas de la biblioteca de mi Escuela, la mayor parte del
donativo Cebrián—nombre que en los labios de un arquitecto español de hoy
significa gratitud y devoción—, y reunidos con el método posible en quien, como
yo, no está acostumbrado a hacer discursos».
Es aquí muy significativa la referencia a Juan
Cebrián Cervera (1848-1935), amigo personal de López Otero y prestigioso
ingeniero español afincado en San Francisco desde 1870, que desarrollará una
generosa y constante labor de promoción de la imagen de España en los Estados
Unidos y de mecenazgo de la Universidad española.
Precisamente, el ejemplar del libro de Rexford
Newcomb con el que se ha preparado esta edición es uno de los libros integrados
en el llamado Donativo Cebrián, un numeroso conjunto de obras seleccionado para
su incorporación a la biblioteca de la Escuela de Arquitectura, que veía
así mejorar sus fondos bibliográficos en el campo de la arquitectura, las
bellas artes, la historia y las distintas materias tecnológicas relacionadas
con la construcción y la ingeniería, además de importantísimas suscripciones de
revistas de arquitectura de Europa y América. En 1917 el catálogo del
Donativo Cebrián incluía más de 2.600 libros y cerca de 400 revistas, lo que
puede darnos una idea de su importancia para la mejora de la actividad
académica de la Escuela.
Como ha señalado Luis Español, el papel de Cebrián
fue fundamental a la hora de aproximar la Universidad de Berkeley y la
Universidad Central de Madrid, así como para proporcionar una base económica a
las actividades de los hispanistas norteamericanos, cuya labor facilitó
mediante la donación de valiosas obras españolas a importantes bibliotecas
norteamericanas, como las de las universidades de Berkeley y Stanford, la del Metropolitan
Museum de Nueva York o la del Art Institute de Chicago.
En el texto que acompaña al homenaje que tributó a
Cebrián la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el propio López Otero
leyó un resumen biográfi co del amigo y mecenas en el que destaca cómo «fundó
la Biblioteca española de la Universidad de Berkeley, que por el incesante
donar ha excedido ya de los 25.000 volúmenes, costeando además su magnífico
catálogo. Lo mismo que en Berkeley, en Stanford fundó otra con más de 5.000
libros, y otras también, especiales, en determinados centros, como en el Museo
Metropolitano de Nueva York, y en el Instituto de Arte de Chicago.
Extendiéndose a lo popular, fundó la parte española de la gran Biblioteca de la
ciudad de San Francisco» (11).
El discurso nos facilita un nítido diagnóstico
sobre el escaso interés que ha tenido. Se duele, con razón, López Otero de que
«para las fuentes de conocimiento del tipo generador tenemos que acudir a los
mismos americanos. Es lamentable reconocer cómo, a pesar de que el aspecto más
sugestivo de la acción civilizadora de España en América, es el desarrollo de
su arte, mejor dicho, de su arquitectura, cuyo conjunto, implantación y
desenvolvimiento, sostiene una comparación con los de la conquista romana,
apenas ha llamado nuestra atención. En el siglo XIX casi nadie se ha ocupado de
ella, al menos en sentido específico; aun hoy, no son los libros españoles los
que la analizan y divulgan, y eso que no pueden estudiarse los estilos
españoles del renacimiento y del barroco sin incluir la frondosa rama
ultramarina».
Destaca López Otero las aportaciones del mexicano
Mariscal y de los argentinos Guido y Martín Noel, así como de arqueólogos y
eruditos como Revilla, Díaz Barroso o el marqués de la Frontera, pero insiste
en señalar la importancia de las aportaciones norteamericanas, con referencias
expresas a Sylvester Baxter (1850-1927) (12) o Mary Gordon Holway (1857-1922)
(13). Sin embargo, sorprende un poco que no haga mención alguna de la obra de
Newcomb, que a buen seguro conocía.
El otro texto incluido en la
presente edición es, como hemos señalado, del arquitecto Rafael
Fernández-Huidobro. Publicado en 1936, en el número 5 de ese año de la revista Arquitectura, se trata de una interesante
aproximación a uno de los elementos más representativos de la arquitectura
misional californiana. « ¿Cuál es el elemento más característico de la
arquitectura de las misiones?» se pregunta; «el campanario. Esas agradables
torres y espadañas de sencillas y suaves líneas en los claros horizontes de
aquel país. Pues bien: éste fue y es el elemento más llevado y traído a toda
clase de edificios. Y el único objeto que tiene este artículo es esbozar, de
una manera muy ligera, desde luego, algo de lo que constituyen los campanarios
de California».
Rafael Fernández-Huidobro y Pineda (1908-1994)
había ingresado en la Escuela de Arquitectura de Madrid en el año 1924,
titulándose como arquitecto en diciembre de 1933. Licenciado en Ciencias
Exactas e Ingeniero Geógrafo, fue profesor de la Facultad de Ciencias de la
Universidad de Madrid y obtuvo en 1945 la cátedra de Construcción
Arquitectónica de segundo curso en la Escuela Superior de Arquitectura, centro
al que permaneció vinculado hasta su jubilación en diciembre de 1983. En el año
1947 fue uno de los encargados, junto con Íñiguez Almech y López Durán, de la
ponencia para reformar el ingreso en la Escuela, en la que ocupó los cargos de
subdirector jefe de estudios entre 1952 y 1962 y de director desde 1967 a 1969.
Estuvo pensionado en el año 1935 por la Fundación
Conde de Cartagena (14) para realizar estudios en California, lo que explica su
conocimiento del patrimonio arquitectónico hispanoamericano y su proyección
profesional, tres décadas más tarde, en 1961, como restaurador de los
monumentos españoles de Puerto Rico, Filipinas, Bolivia, Colombia y Panamá.
En su artículo, un magnífico trabajo del que hay
que destacar especialmente los dibujos de los campanarios que lo ilustran y
acompañan, Fernández-Huidobro se acerca a la arquitectura contemporánea,
señalando cómo «el pueblo californiano, al recoger modernamente su arquitectura
del pasado e inspirándose en ella [para] crear nuevas formas, obteniendo una
bella y típica arquitectura, pone de manifiesto cómo el amor a lo propio sirve
para conseguir en un país la manera de construir que mejor armonice con su
suelo y tradición […] No puede afirmarse, en absoluto, que en California se
hayan logrado formas enteramente originales. Pero sus arquitectos han sabido
realizar, con gran inteligencia, una adaptación de estilos derivados de España
a las modernas condiciones de vida en aquel país nuevo, consiguiendo resultados
de innegable armonía y belleza». E introduce aquí una elogiosa referencia a
López Otero, de quien afirma que «expone, de una manera clara y definitiva, las
características de este proceso arquitectónico».
Huidobro demuestra un buen
conocimiento de la bibliografía sobre el tema cuando señala que «no existe
apenas bibliografía en castellano sobre el desarrollo e historia de las
misiones y de su influencia en la arquitectura actual de California (hay que
hacer excepción, desde luego, en el notable trabajo, ya citado, de D. Modesto
López Otero, que realmente llena aquella laguna); pero sí hay mucha en inglés»,
extendiéndose en la nómina de los trabajos disponibles, entre los que se
encuentra The old mission churches and historic houses
of California (1925) de Newcomb, pero no nuestro The Franciscan Mission Architecture of Alta California (1916).
Incluye asimismo en su bibliografía traba jos clásicos como The art of the old world in New Spain, and the mission days
of Alta California (1922) de Mary Gordon Holway o Spanish Colonial or ad obe Architecture of
California.1800-1850 de Donald R. Hannaford y Revel Edwards
(1931).
A estos primeros trabajos de
López Otero y Fernández-Huidobro sobre las misiones seguirán aproximaciones
históricas como las de Diego Ángulo Íñiguez en su Historia de la Arquitectura Hispanoamericana (Barcelona,
Salvat, 1945-1956) (15), y Enrique Marco Dorta, que dedica a las misiones de
las Californias un epígrafe de su libro Arte en América y
Filipinas, volumen XXI de la serie Ars Hispaniae (Madrid,
Plus Ultra, 1973) (16).
NOTAS
(1) La declaración más antigua es la de las
misiones de Santa Bárbara y San Carlos Borromeo del Carmelo, que están hechas
el 10 de septiembre de 1960. A estas primeras declaraciones se irán
sumando en los años siguientes otras de distintos conjuntos o elementos
concretos: mayo de 1963 (Presa de la Vieja Misión, San Diego), abril de 1970
(San Luis Rey, San Diego o La Purísima), etc.
(2) Rodrigo Gutiérrez
Viñuales, «Identidades españolas en América a través del arte y la
arquitectura. Escenarios de entresiglos (1890-1930) y prolongaciones en el
tiempo», Historia y Política, nº 36 (2016), p. 196.
(3)
Rexford G. Newcomb Papers, 1902-65, University of Illinois Archives. En este sentido, deseamos
agradecer a la doctora Helaine Silvermann, profesora del Departamento de
Antropología, la ayuda prestada para la consulta de los materiales originales
de Newcomb que se conservan en The Rare Books and Manuscript Library de la
Universidad de Illinois en Urbana.
(4)
Blumenson, Identifying American
Architecture. A Pictorial Guide to Styles and Terms, 1600-1945,
Nueva York / Londres, W.W. Norton & Company, 1981.
(5) Sobre el desarrollo, las
características y los arquitectos intervinientes en la exposición internacional
de San Diego puede consultarse The architecture and the
gardens of the San Diego Exposition (Madrid, Kalam, 2017),
publicado en esta misma colección.
(6) Gutiérrez Viñuales
2016, op. cit. (nota 17), p. 198.
(7) Fernando Chueca Goitia,
«Arte, Arquitectura y Urbanismo en la España de 1898», Arbor nº CLX, 630 (junio de 1998), p. 242.
(8) Luis María Cabello y
Lapiedra, «El Pabellón español en la Exposición de París», Arquitectura y Construcción, nº 48 (febrero de
1899), p. 54.
(9) Durante los años veinte
publicó distintos libros sobre cerámica antigua, entre los que pueden
destacarse Ceramic art among the Greeks and Romans (Beaver
Falls, 1926), Ceramic of Saracenic Syria, Turkey and Egypt (Beaver
Falls, 1926), Ceramic Decoration in India (Nueva
York, 1928), Decorative Tiles of North Africa (Nueva
York, 1929) y Ceramic whitewares; history, technology and
application (Nueva York / Chicago, 1947).
(10) Véase Teresa Sánchez de
Lerín García-Ovies, Modesto López Otero. Vida y
obra, tesis doctoral, Escuela Técnica Superior de Arquitectura
de la Universidad Politécnica de Madrid, 2000.
(11) «Biografía leída por don
M. López Otero en la Academia de Bellas Artes de San Fernando con
motivo del homenaje a D. Juan C. Cebrián», Arquitectura,
nº 168 (abril de 1933).
(12)
Sylvester Baxter es autor del libro Spanish-Colonial
Architecture in Mexico (Boston, J.B. Millet, 1901, 12 vols.) Esta obra de gran formato,
traducida al español en 1934, se acompañaba de un abundante material gráfi co
que incluía fotografías de Henry Greenwood Peabody (1855-1951) y planos de
Bertram Grosvenor Goodhue (1869-1924).
(13)
Mary Gordon Holway es autora, entre otros trabajos, del libro Art of the Old World in New Spain and the Mission Days
of Alta California (San Francisco, A.M. Robertson,
1922).
(14) La Fundación Conde de Cartagena fue instituida
por Aníbal Morillo y Pérez (1865-1929), quien a su muerte dejó dispuesto
un importante legado a las Reales Academias Española, de la Historia, de
Bellas Artes de San Fernando, de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales,
Nacional de Medicina y al Patronato del Museo Nacional del Prado, para la
creación de cátedras de estudio en estas corporaciones y para la concesión de
premios y becas.
(15) Véase Angulo
Íñiguez, Diego: “La arquitectura hispanoamericana en los Estados Unidos”,
en Historia del Arte Hispanoamericano, vol. 2, págs.
823-858. Barcelona: Salvat, 1950.
(16) Véase Marco Dorta,
Enrique: “Estados Unidos”, en Arte en América y
Filipinas, págs. 190-198. Madrid: Plus Ultra, 1973.
MISIONES CALIFORNIANAS
https://red-viajes.com/mission-san-luis-obispo/
La Misión de San Luis Obispo fue la quinta construida en California,
fundada el 1 de septiembre de 1772 por el padre Junipero Serra . El nombre de
San Luis Obispo de Tolosa se le dio en honor a San Luis, Toulouse, Francia.
Datos interesantes sobre la misión de San Luis Obispo
A diferencia de muchas otras misiones que tenían un equipo de dos Padres
dirigiéndolos, San Luis Obispo comenzó con un solo Padre. Después de la
secularización, el edificio de estilo español fue remodelado para parecerse a
una iglesia de Nueva Inglaterra.
Línea de tiempo de Mission San Luis Obispo
La misión fue fundada en 1772 por el padre Junipero Serra. Puso al padre
José Cavalier a cargo. Cavalier se quedó hasta que murió en 1789. El padre
Martínez dirigió la misión desde 1796 hasta 1830.
La misión fue secularizada en 1835.
Historia de la Misión de San Luis Obispo: 1796 hasta hoy
En 1769, el gobernador español de California, Gaspar Portola, se mudó al
norte de San Diego, buscando la Bahía de Monterey. Su grupo encontró un pequeño
río y un valle costero cerca de la ubicación actual de la Misión de San Luis
Obispo. Había muchos osos allí, así que llamaron al área La Canada de Los Osos,
Valle de los Osos.
Mataron a varios osos para comer y compartieron la carne con los
nativos. Su generosidad valió la pena. Los nativos fueron tan amables que el
padre Serra decidió establecer un puesto misionero en el valle, a medio camino
entre San Diego y Carmel. El 1 de septiembre de 1772, Serra se detuvo allí,
eligió un lugar nivelado y colocó una gran cruz de madera.
Primeros años de misión San Luis Obispo
El padre Serra dejó al padre José Cavalier y a dos soldados mexicanos
para comenzar el edificio en la misión de San Luis Obispo. En 1773, el Padre
Palou llegó con comida y animales vivos, y la Misión de San Luis Obispo comenzó
a crecer.
No todos los nativos eran amigables. Tres veces durante los primeros dos
años, las flechas en llamas incendiaron los techos de paja de la Misión de San
Luis Obispo.
Para 1783, la población creció a 600 indios. Tenían 700 reses, 900
ovejas, 60 cerdos, 110 caballos y 25 mulas. Cultivaron trigo, maíz y frijoles.
En 1789, el padre Cavalier murió y fue enterrado en la iglesia.
El padre Luis Martínez llegó en 1796 y dirigió la misión durante los
siguientes 34 años.
Misión de San Luis Obispo 1800-1820
En 1804, los Padres reportaron 832 neófitos y un total de 2,074
bautismos. El cuadrilátero de la misión se completó en 1819. En 1830, el padre
Martínez se fue.
La misión de San Luis Obispo estaba en su apogeo en 1805 con 961 indios.
Ese año se construyeron un nuevo hospital y un segundo molino.
En 1810, México se separó de España y dejó de enviar materiales y dinero
a la misión. Los soldados tuvieron que pedir comida y ropa a los sacerdotes. El
padre Martínez habló sobre cómo fueron tratados, y a menudo estaba en problemas
con los funcionarios mexicanos.
En 1816, el padre Martínez dirigió a un grupo de indios de la misión de
San Luis Obispo para defender a Santa Bárbara y San Juan Capistrano de los
piratas. Sus acciones hicieron mucho para reparar su relación con el ejército
mexicano.
Misión de San Luis Obispo en las décadas de 1820 y 1830
El padre Martínez se fue en 1830, después de 34 años de servicio.
Secularización y Misión de San Luis Obispo
En 1834, México decidió dejar de apoyar a los misioneros por completo y
vender la tierra. El ganado fue expulsado y los edificios se deterioraron.
La misión fue vendida en 1845. Finalmente, fue devuelta a la iglesia
católica en 1859, pero para entonces estaba severamente dañada.
Misión de San Luis Obispo en el siglo XX
La misión de San Luis Obispo ahora se usa como una iglesia que ocupa un
lugar destacado en el centro de la ciudad. La iglesia se ha ampliado para
satisfacer las necesidades de su congregación moderna, pero la residencia
original del padre se conserva como un museo.
Datos de Mission San Luis Obispo, diseño, plano de planta, edificios y
terrenos
Un importante edificio en San Luis Obispo comenzó alrededor de 1794.
Maestros artesanos de México enseñaron a los indios a construir edificios
permanentes y los capacitaron en otros oficios. Construyeron constantemente la
iglesia, y en 1794, comenzó a parecerse mucho a lo que parece hoy. El
cuadrilátero se terminó en 1819. En 1820, llegaron dos campanas de misión de
Lima, Perú.
En 1868, la iglesia fue remodelada con revestimiento pintado de blanco y
utilizada como iglesia parroquial. Más tarde, se agregó un campanario al estilo
de Nueva Inglaterra. En 1934, el campanario y el revestimiento fueron
retirados, y la iglesia fue restaurada a su aspecto original. El techo con
vigas también fue restaurado en 1947.
El diseño de la iglesia en forma de «L» es reciente, diseñado para
acomodar a las muchas personas que vienen a la iglesia. Su diseño original era
rectangular, como la mayoría de las otras misiones.
Algunas fuentes dicen que San Luis Obispo fue la primera misión en usar
un techo rojo de tejas españolas, pero los registros demuestran que la Misión
de San Antonio realmente los usó primero.
Mission San Luis Obispo Interior
No hay dibujos del interior original de la Misión de San Luis Obispo
hasta aproximadamente 1900, cuando ya se habían realizado muchos cambios.
En la década de 1930, el padre John Harnett dirigió una extensa
restauración para transformar los edificios al estilo de la misión inicial.
Misión San Luis Obispo Marca De Ganado
La imagen de Mission San Luis Obispo de arriba muestra su marca de
ganado. Se extrajo de muestras expuestas en Mission San Francisco Solano en
Sonoma y Mission San Antonio .
Campanas de la misión de San Luis Obispo
Según el letrero en la pared cercana, estas campanas tienen nombres. De
izquierda a derecha, sus nombres son Carlos, Diego, Antonio y Gabriel. Pesan
entre 158 libras y 429 libras, están hechas de bronce y fueron fundidas en
Holanda.
Mission San Juan Capistrano la joya de la
Alta California
Mission San Juan Capistrano fue fundada por primera vez el 30 de octubre
de 1775 por el padre Fermín Lasuen, abandonada por rumores de ataques indios y
refundada el 1 de noviembre de 1776 por el padre Junipero Serra. El nombre
Mission San Juan Capistrano honra a San Juan de Capistrano, Italia.
Datos interesantes sobre la Misión de San Juan Capistrano
- Mission San Juan
Capistrano es la única que se fundó dos veces
- Las golondrinas
regresan a la Misión de San Juan Capistrano todos los años alrededor del
19 de marzo.
- La Misión San
Juan Capistrano a veces se llama «Joya de las Misiones» debido a su
belleza.
- La pequeña
capilla en la Misión de San Juan Capistrano es el único lugar que aún está
en pie en California, donde el Padre Serra dijo misa.
Línea de tiempo de Mission San Juan Capistrano
- 1775 – Primera
misión fundada San Juan Capistrano
- 1776 –
Re-fundada por el Padre Serra
- 1797 – Comienza
una nueva iglesia
- 1806 – Nueva
iglesia completada
- 1811 – Año más
exitoso en Mission San Juan Capistrano
- 1812 – Población
de neófitos: 1.361
- 1812 – Terremoto
destruye la iglesia, mata a 40
- 1835 –
secularizado
- 1849 – Fiebre
del oro
- 1850 – Estado de
California
- 1863 – Misión
San Juan Capistrano regresa a la iglesia católica
¿Dónde se encuentra Mission San Juan Capistrano?
Mission San Juan Capistrano se encuentra en el sur del Condado de
Orange, a tres cuadras al oeste de la I-5 en la autopista Ortega. Salga de la
autopista y gire hacia el oeste en la autopista Ortega. Mission San Juan
Capistrano está en línea recta 2 1/2 cuadras.
Mission San Juan
Capistrano
Ortega Highway en Camino Capistrano
San Juan Capistrano CA
Sitio web de la misión y
horario actual
Historia de la Misión de San Juan Capistrano: 1775 hasta la actualidad
En 1775, el padre Junipero Serra convenció al capitán español Rivera de
que se necesitaba una nueva misión para romper el largo viaje entre San Diego y
San Gabriel. El 30 de octubre de 1775, el padre Fermín Lasuen fundó la Misión
San Juan Capistrano, llamada así por San Juan de Capistrano, Italia.
Solo ocho días después, se corrió la voz de que los indios atacaron la
Misión de San Diego de Alcalá y mataron a uno de los padres. Los padres de San
Juan Capistrano regresaron de inmediato a San Diego, pero primero el padre
Lasuen enterró las campanas de la Misión de San Juan Capistrano para
mantenerlos a salvo.
Al año siguiente, el padre Junipero Serra regresó a la misión de San
Juan Capistrano, desenterró las campanas y la volvió a fundar el 1 de noviembre
de 1776.
Los indios locales fueron amigables y ayudaron a los misioneros a
construir los edificios y la iglesia. En 1777, construyeron una iglesia de
adobe. En 1791, las campanas fueron trasladadas del árbol donde habían estado
colgando durante 15 años a un nuevo campanario.
1800-1820 en la Misión de San Juan Capistrano
La Misión de San Juan Capistrano creció rápidamente y pronto superó su
pequeña capilla. En 1797, comenzaron un nuevo edificio. Terminada en 1806, era
la iglesia misionera más grande de California.
El año más exitoso en la Misión de San Juan Capistrano fue 1811. Ese
año, cultivaron 500,000 libras de trigo y 303,000 libras de maíz. La ganadería
incluía 14,000 reses, 16,000 ovejas y 740 caballos.
En diciembre de 1812, un terremoto destruyó la iglesia en la Misión de
San Juan Capistrano. Mató a 40 nativos, incluidos dos niños que tocaban las
campanas en ese momento. No reconstruyeron la iglesia.
En 1818, el pirata Bouchard atacó la costa de California, diciendo que
luchó en nombre de una provincia sudamericana que se rebelaba contra España. En
realidad, utilizó la revolución como una excusa para atacar los asentamientos
de California.
El Padre Gerónimo Boscano escuchó que el pirata se acercaba. Reunió a
los nativos y huyó. La guardia española intentó detener a los piratas, pero al
final solo lograron causar un mayor daño.
1820 – 1830 en la Misión de San Juan Capistrano
México se hizo cargo de California en 1822. El gobernador Echeandia
llegó en 1824; Dijo que los indios no tenían que seguir las órdenes de los
padres. La disciplina comenzó a derrumbarse. Luego, el gobernador Figueroa
intentó crear un pueblo para indios libres en San Juan Capistrano, pero fracasó
Secularización – 1835
En 1834, México decidió poner fin al sistema de misiones y vender la
tierra. Los 861 indios que vivían allí no querían quedarse.
De 1842 a 1845, ni un solo sacerdote quedó. En 1845, Don Juan Forster,
cuñado del gobernador Pio Pico, compró la Misión de San Juan Capistrano. Su
familia vivió allí durante 20 años.
En 1863, el presidente Abraham Lincoln devolvió la tierra a la iglesia
católica. Sin embargo, la Misión de San Juan Capistrano no se mantuvo. En 1866,
la iglesia católica envió al padre José Mut allí. Encontró todo en ruinas. El
único edificio que aún estaba en pie era la capilla, que tenía techo porque se
había utilizado para almacenar heno. Intentó evitar que los edificios
empeoraran, pero pudo hacer muy poco.
Misión de San Juan Capistrano en el siglo XX
En 1910, el Padre John O’Sullivan vino a la Misión de San Juan
Capistrano. Cuando vio la condición de la Misión de San Juan Capistrano, pidió
cuidar las ruinas. Lentamente, el padre O’Sullivan comenzó a restaurarlo todo
por sí mismo.
Cambió partes de los edificios en ruinas por nuevos materiales, cortó
las vigas del techo y contrató trabajadores mexicanos para reconstruir las
paredes de adobe. En 1918, obtuvo permiso para volver a ser una iglesia activa,
que todavía lo es. El edificio y los terrenos están parcialmente restaurados, y
hay un museo.
La Misión de San Juan Capistrano es famosa por sus golondrinas, que vuelan
al sur todos los años el 23 de octubre y regresan el 19 de marzo. La leyenda
dice que las golondrinas se establecieron aquí para escapar de un posadero que
seguía destruyendo sus nidos. Las golondrinas llegan a la Misión de San Juan
Capistrano en grupos y hacen sus nidos con barro y saliva, construyéndolos
debajo del alero de los edificios.
Mission Santa Clara
La Misión de Santa Clara fue la octava construida en California. Fue
fundada el 12 de enero de 1777 por el padre Thomas de la Peña.
Datos interesantes sobre la misión de Santa Clara
Mission Santa Clara es la única misión española que ahora se encuentra
en un campus universitario. Ha tocado las campanas todas las tardes a las 8:30
pm durante más de 200 años. La Misión de Santa Clara lleva el nombre del amigo
de la infancia de San Francisco de Asís. Fue el primero en California que honró
a una mujer.
¿Dónde está ubicada la Misión de Santa Clara?
Mission Santa Clara está en 500 El Camino Real (en el campus de la
Universidad de Santa Clara. Puede obtener los horarios y las direcciones en
el sitio web de
Mission Santa Clara .
Historia de la Misión de Santa Clara: 1769 hasta la actualidad
Los europeos visitaron por primera vez el valle de Santa Clara en 1769.
Encontraron una llanura cubierta de hierba cubierta de robles y con muchas
tierras pantanosas, arroyos y ríos. El área llamada Llano de los Robles, o
Llanura de los Robles.
En 1774, una expedición fue a buscar lugares en el área para construir
futuras misiones. Escogieron un lugar en el río Guadalupe.
A fines de 1776, llegó un grupo de soldados y sacerdotes. El padre
Thomas de la Peña fundó la Misión Santa Clara de Asís, la octava misión
española en California, el 12 de enero de 1777.
Primeros años de misión Santa Clara de Asís
Pocos días después de la fundación, el padre Marguia llegó de Monterrey
con suministros y artículos religiosos donados por iglesias en México. Los
Padres de la Peña y Marguia se quedaron en la Misión de Santa Clara de Asís
para comenzar a convertir a los indios, que vivían en más de 40 pequeños
asentamientos en el área.
Al final del primer año, la Misión de Santa Clara de Asís tenía una
iglesia y la residencia de un padre, y estaban construyendo una casa. Tenían
corrales para sus caballos y ganado, un puente sobre el río, y habían plantado
algo de grano.
A mediados de 1777, el teniente Moraga y un gran grupo de colonos
llegaron de México. Los padres sabían que los civiles tenían un efecto negativo
en sus neófitos, y querían que se mantuvieran alejados de la misión.
Pasó hasta 1801 antes de que se fijara el límite entre el asentamiento
civil de San José y la Misión de Santa Clara de Asís.
En enero de 1779, el río Guadalupe se inundó. Los padres decidieron
mudarse a un lugar más seguro. Establecieron una iglesia temporal en un terreno
más alto en noviembre de 1779. En 1781, eligieron un nuevo sitio que estaba a
salvo de inundaciones pero que podía ser regado cavando un canal desde el río.
El padre Junipero Serra vino a bendecir la nueva iglesia y sentar la
piedra angular. La iglesia se terminó en 1784. El padre Marguia la diseñó, pero
murió antes de que se dedicara. A la gran celebración de la nueva iglesia
asistieron los Padres Serra y Palao, y el Gobernador Pedro Fages.
Misión Santa Clara de Asís 1800-1820
La misión de Santa Clara de Asís tuvo mucho éxito en la conversión de
los indios al cristianismo, y los Padres realizaron muchos bautismos. Enseñaron
a sus nuevos conversos las habilidades de misión estándar: cocinar, coser y
cultivar. Para 1827, la Misión de Santa Clara de Asís tenía 14,500 cabezas de
ganado y 15,500 ovejas.
En mayo de 1805, los padres escucharon que algunos de los indios no
convertidos estaban planeando una masacre. Pidieron ayuda de San Francisco y
Monterey. Luego descubrieron que era un rumor iniciado por algunos indios que
querían asustar a los padres.
En 1818, un terremoto dañó los edificios. Los padres Viader y Catala
construyeron una iglesia temporal de adobe que se utilizó hasta 1825.
Misión de Santa Clara de Asís en las décadas de 1820 y 1830
La Misión de Santa Clara de Asís se mudó a un quinto y último sitio en
1822. Comenzaron a construir una nueva iglesia. El complejo se distribuyó en un
gran cuadrángulo. El edificio de la iglesia se terminó en 1825 y permaneció en
pie hasta 1925.
Secularización y Misión Santa Clara de Asís
México se independizó de España en 1821, pero no podía permitirse
mantener las misiones en funcionamiento. En 1836, la Misión de Santa Clara de
Asís fue secularizada. Continuó como iglesia parroquial hasta la década de
1840.
El obispo de California decidió ofrecer los edificios al padre John
Nobili, que quería comenzar una escuela. En 1851, la propiedad fue transferida
a los sacerdotes jesuitas, quienes fundaron la Universidad de Santa Clara.
Misión de Santa Clara de Asís en el siglo XX.
La universidad todavía ocupa el sitio de la Misión de Santa Clara de
Asís. No quedan edificios originales.
Mission Santa Clara ha tenido cinco edificios de iglesias en su
historia. Las dos primeras fueron estructuras temporales, abandonadas por las
inundaciones.
La primera iglesia permanente, diseñada por el padre Martuia, se inició
en 1781 y se completó en 1784. El rey Carlos III de España envió un regalo de
campanas, una de las cuales aún sobrevive. Solicitó que las campanas sonaran
todas las tardes a las 8:30 PM en memoria de los muertos, una tradición que
continuó incluso cuando la iglesia fue destruida por el fuego.
En 1818, un terremoto dañó la iglesia sin posibilidad de reparación. Los
padres Viader y Catala construyeron una iglesia temporal cerca del sitio actual
del Kenna Hall de la Universidad de Santa Clara. Fue utilizado hasta 1867.
La construcción de la nueva misión comenzó en 1822, en un nuevo sitio.
La misión se presentó en un estilo rectangular tradicional. La iglesia se
completó en 1825 y permaneció en pie hasta 1926. La iglesia era una estructura
de adobe de 100 pies de largo, 22 pies de ancho y 20 pies de alto. Sus paredes
tenían cuatro pies de grosor en la parte inferior, se estrechaban a dos pies de
grosor en la parte superior, y estaban encaladas con un borde decorativo
pintado en el interior. Un artista mexicano, Agustín Dávila, pintó una escena
del cielo sobre el altar.
En la década de 1860, la iglesia fue remodelada. Se construyó una
fachada de madera sobre la antigua de adobe y se construyó un segundo
campanario.
La quinta iglesia fue destruida por un incendio en 1926. La universidad
reconstruyó la iglesia, tratando de restaurarla a su apariencia en 1825. La
iglesia restaurada se completó en 1928.
Mission San
Rafael Arcangel
La Misión de San
Rafael Arcángel fue fundada el 14 de diciembre de 1817 por el padre Vincente de
Sarria. Fue nombrado por San Rafael, el ángel de la curación. Fue un buen
nombre para una misión creada como una sub-misión médica de la Misión de San
Francisco de Asís.
Mission San Rafael
es una de las pocas misiones que nunca tuvo un cuadrilátero y una de las pocas
misiones que construyeron barcos.
Cronología de Mission San
Rafael
1804 – El padre de Sarria funda la
Misión San Rafael
1822 – Se otorga el estatus de misión completa
1828 – 1.120 indios en la Misión San Rafael
1834 – Secularizada
1844 – Misión San Rafael abandonada
1949 – Capilla moderna construida en la Misión San Rafael
Cómo llegar a Mission San
Rafael
La capilla está en el centro de San
Rafael en 1104 Fifth Avenue. Puede obtener los horarios actuales y más
información en el sitio web de Mission San Rafael .
Historia de la Misión de San
Rafael: 1817 hasta la década de 1820
En la Misión de
San Francisco de Asís en 1817, los conversos indios estaban enfermos y
moribundos por las enfermedades de los hombres blancos. No podían recuperarse
en el clima frío y húmedo. En 1817, los Padres decidieron construir un
hospital, una extensión de la misión principal, al norte de San Francisco,
donde el clima era más cálido y seco.
El 14 de diciembre
de 1817, el Padre Serra, el Presidente de las Misiones, levantó una cruz y
realizó la ceremonia de fundación.
El padre Luis Gil,
que sabía algo de medicina y hablaba muchos idiomas nativos americanos, fue
puesto a cargo del pequeño puesto avanzado. Los Padres en San Francisco
envolvieron a los indios enfermos en mantas, los pusieron en botes y los
llevaron a San Rafael para recuperarse.
Primeros años de misión
Arcángel San Rafael
Al final del
primer año, la población de Mission San Rafael creció a 300, incluidas las
transferencias desde San Francisco y algunos conversos locales. El padre Gil
cumplió dos años y luego entregó la misión al padre Juan Amoros.
El padre Amoros
era un sacerdote enérgico que salía a buscar conversos. Era el único sacerdote
allí, y un hombre ocupado que también hizo crecer los negocios: agricultura,
ganadería, fabricación de sandalias, herrería, fabricación de arneses,
carpintería y construcción de embarcaciones. Para 1822, el Padre Amoros
convirtió a tantos indios Miwok locales que la Misión San Rafael Arcángel
obtuvo el estatus de misión completa el 19 de septiembre de 1822.
Al año siguiente,
algunas personas querían Misión Arcángel San Rafael y construir una nueva
misión en Sonoma. Finalmente, la iglesia católica decidió tener dos misiones al
norte de San Francisco, y la Misión San Rafael Arcángel se salvó. Creció a
1.140 conversos en 1828.
Historia de la Misión de San
Rafael: desde 1830 hasta la actualidad
En 1829, los
conversos indios locales, el Jefe Marín y su amigo Quintin abandonaron la
misión. Atacaron la Misión San Rafael Arcángel, pero los neófitos formaron un
escudo humano para proteger al Padre Amoros, ocultándolo en el pantano hasta
que terminó la lucha.
Los edificios
fueron dañados pero rápidamente reconstruidos. Más tarde, tanto el Jefe Marín
como Quintin regresaron como conversos, y ambos están enterrados en el
cementerio. Hoy, el condado de Marin y la cercana prisión de San Quintín
reciben su nombre.
El padre Amoros
murió en 1832. Un inventario realizado después de su muerte enumera 5,508
animales y una cosecha de 17,905 bushels de trigo y 1,360 bushels de frijoles.
Las peras cultivadas en San Rafael eran muy deseadas en el área.
En 1834, los
franciscanos zapatecos (mexicanos) tomaron el control y pusieron a cargo al
padre José María Mercado. Era un hombre de mal genio que causaba muchos
problemas. Hay muchas versiones de exactamente lo que sucedió, pero todos están
de acuerdo en que 21 indios inocentes murieron a causa de sus acciones.
Algunos dicen que
vio acercarse a nativos desconocidos, pensó que iban a atacar y ordenó a su
gente que los atacara primero. Otros dicen que armó a sus neófitos y los envió
contra un grupo que lo había despreciado. Otra cuenta dice que acusó a algunos
indios inocentes de robar, luego armó a sus conversos para evitar que
regresaran por venganza. Atacaron erróneamente a algunos visitantes inocentes, pensando
que ellos eran los que él temía.
Sea cual sea la
verdad, Mercado fue enviado y castigado.
Secularización
La Misión San
Rafael Arcángel fue secularizada en 1834. El general Vallejo (quien estaba a
cargo del Presidio en San Francisco) se convirtió en el administrador. En 17
años, la Misión San Rafael Arcángel había convertido a 1.873 indios y había
criado 2.210 reses; 4.000 ovejas y 454 caballos. En 1834, valía $ 15,025,
principalmente por su tierra.
Vallejo transfirió
el ganado a su rancho y desenterró vides y perales y los trasladó a su
propiedad. Para 1840, solo quedaban 150 indios.
El general Fremont
usó los edificios como su cuartel general durante un tiempo cuando se hizo
cargo de California de México para los Estados Unidos.
El sitio fue
abandonado en 1844. Lo que quedó se vendió por $ 8,000, una venta declarada
ilegal unos meses después cuando EE. UU. Se hizo cargo. Un sacerdote regresó en
1847.
Estados Unidos
devolvió 6.5 acres de tierra a la iglesia en 1855. Para entonces, los edificios
estaban en ruinas. Se construyó una nueva iglesia junto a las ruinas en 1861.
En 1870, el resto de los edificios fueron demolidos para dar cabida a la ciudad
en crecimiento. Finalmente, todo lo que quedó fue un solo peral del huerto.
Misión San Rafael Arcángel en
el siglo XX
En 1949, Monseñor
Thomas Kennedy construyó una capilla en el sitio del hospital original.
Mission San Rafael Diseño,
plano de planta, edificios y terrenos
Pocos dibujos o
bocetos permanecen hoy para dar pistas sobre cómo eran los edificios en San
Rafael. El primer edificio de la misión fue un edificio simple de 42 pies x 87
pies con dos pisos, dividido en habitaciones para el hospital, la capilla, el
almacenamiento y los cuartos del padre.
Como no se
construyó originalmente como una misión completa, no tenía un cuadrilátero como
muchas de las otras misiones. El diseño no cambió cuando obtuvo el estado de
misión completa en 1822.
El edificio de la
capilla que se encuentra hoy en San Rafael fue construido en 1949. Es más un
monumento a la misión que una reproducción. Sus paredes son de hormigón hueco
enlucidas para parecerse a adobe, y se enfrenta a una dirección diferente a la
original. Cuatro campanas son algunos de los pocos objetos que sobreviven de la
misión original, y tres de ellos están junto a la puerta de la capilla.
Marca de ganado Mission San
Rafael
En los 17 años que
estuvo activo, la Misión San Rafael Arcángel crió 2,210 reses, 4,000 ovejas y
454 caballos. Se habrían marcado con una marca como esta, extraída de muestras
expuestas en Mission San Francisco Solano y Mission San Antonio.
Misión San
Buenaventura
Mission Ventura
fue la novena construida en California, fundada el 31 de marzo de 1782 por el
padre Junipero Serra. El nombre de Mission Sam Buenaventura es en honor a San
Buenaventura.
Datos interesantes
- La
Misión San Buenaventura fue la sexta y última misión dedicada
personalmente por el Padre Serra.
- La
misión de San Buenaventura nunca fue destruida.
Cronograma
- 1782 –
El padre Serra funda Mission San Buenaventura
- 1793 –
visitas del explorador George Vancouver
- 1816 –
1,328 neófitos indios
- 1834 –
Misión San Buenaventura secularizada
- 1862 –
Regresado a la Iglesia Católica
- 1857 –
Iglesia «modernizada»
- 1957 –
Iglesia restaurada a original
¿Donde está localizado?
Misión San
Buenaventura, 211 E. Main Street, Ventura, CA.
Mission San
Buenaventura se encuentra en Main Street, en el centro de Ventura , al norte de
Los Ángeles . Desde la US 101 sur, tome la salida de Ventura Avenue. Gire a la
derecha en E. Main Street. Desde la US 101 North, tome la salida de California.
Gire a la derecha en California Avenue y luego a la izquierda en E. Main
Street.
El estacionamiento
está disponible en Main Street frente a Mission San Buenaventura, o gire a la
izquierda en Palm y gire nuevamente a la izquierda en el área de
estacionamiento al lado.
Historia: 1782 hasta la
actualidad
La Misión de San
Buenaventura fue fundada el domingo de Pascua, 31 de marzo de 1782, por el
padre Junípero Serra, quien fue asistido por el padre Pedro Benito Cambón. El
servicio se llevó a cabo en la playa del Canal de Santa Bárbara, en el mismo
lugar donde Juan Rodríguez Cabrillo había reclamado California para España en
1732.
La misión de San
Buenaventura se planeó originalmente para ser la tercera misión de California,
ubicada a medio camino entre San Diego y Carmel. El padre Serra no pudo obtener
protección militar del gobernador español de Neve, y cuando se construyó, las
Misiones de San Buenaventura eran la novena misión. El gobernador de Neve
estaba siguiendo las órdenes del rey de España, quien pensó que era más fácil
proteger California dándola a los colonos que construyendo misiones. El padre
Serra tuvo dificultades para convencer a De Neve de que lo dejara construir
más. Finalmente, se reunieron y acordaron construir dos nuevas, San
Buenaventura Mission y Santa Barbara.
Primeros años
El Padre Serra
dejó al Padre Cambon a cargo, y la Misión de San Buenaventura comenzó a crecer
y florecer. Los indios locales de Chumash, a quienes los españoles llamaban
indios del canal, eran inteligentes, enérgicos y estaban dispuestos a trabajar
por el pago en cuentas o ropa. Con su ayuda, los primeros edificios en la
Misión de San Buenaventura se levantaron rápidamente.
La primera iglesia
se quemó en 1792, y fue reemplazada por una nueva que comenzó en 1795 y terminó
en 1809.
Con la ayuda de
los indios, los Padres construyeron un acueducto de siete millas de largo que
riega huertos y jardines tan extensos que el explorador George Vancouver, quien
visitó la Misión de San Buenaventura en 1793, dijo que eran los mejores que
había visto en su vida.
Principios de 1800
Los misioneros
fueron expulsados de su iglesia dos
veces a principios del siglo XIX. En 1812, un terremoto y un maremoto llevaron
a todos hacia el interior durante unos tres meses. En 1818, el pirata francés Bouchard estaba atacando a lo largo de
la costa, y los Padres e Indios tomaron objetos valiosos y huyeron a las
colinas, permaneciendo allí durante casi un mes. Afortunadamente, el pirata fue
detenido en Santa Bárbara y nunca llegó a la misión.
En 1819, el
guardia de la Misión de San Buenaventura intentó evitar que un grupo visitante
de indios Mojave socializara con los indios locales. La confrontación se tornó
violenta, y los Mojaves y dos soldados fueron asesinados.
Para 1816, la
Misión de San Buenaventura estaba en su apogeo, con 1,328 indios viviendo allí.
Secularización
El primer
administrador después de la secularización, Rafael Gonzales, hizo el proceso
más gradual que en otros lugares.
En 1845, alquiló
los edificios de la Misión de San Buenaventura a Don José Arnaz y Narciso
Botello, pero luego el gobernador Pio Pico los vendió ilegalmente a Arnaz.
Después de que California se convirtió en estado, el obispo Joseph Alemany le
pidió al gobierno de los Estados Unidos que devolviera los edificios, huertos,
cementerios y viñedos de la Misión de San Buenaventura a la iglesia, lo que
hizo Abraham Lincoln en 1862.
Ventura comenzó a
crecer cuando el ferrocarril llegó en 1887, y la Misión de San Buenaventura se
vio rodeada por el pueblo en crecimiento. Nunca fue abandonado y los edificios
permanecieron en pie.
El siglo 20
La Misión de San
Buenaventura fue restaurada en 1957 y hoy se usa como iglesia parroquial. Tres
padres están enterrados en la iglesia: el padre Vicente de María, el padre José
Senan y el padre Francisco Suner.
Diseño, plano de planta,
edificios y terrenos
El primer edificio
de Mission San Buenaventura fue destruido por un incendio en 1794, y los
constructores abandonaron la segunda iglesia cuando su puerta cedió, pero en
1792, la iglesia actual y los otros edificios que rodean su cuadrilátero se
estaban construyendo.
La iglesia de
mampostería de piedra de hoy se completó a medias en 1795, pero tardó hasta
1809 en terminarla, y se dedicó el 9 de septiembre de 1809. Las paredes de
Mission San Buenaventura tienen seis pies y medio de espesor. Su altar
principal y retablos vinieron de México en 1809, y las vigas originales del
techo de pino y roble cortadas a mano fueron arrastradas desde las montañas y
arrastradas por la costa con bueyes que aún sostienen el techo.
En 1812, un
terremoto sacudió la Misión de San Buenaventura. Su campanario se derrumbó y
los edificios no fueron aptos para vivir durante unos meses.
A diferencia de
muchas otras misiones que cayeron en ruinas después de la secularización, San
Buenaventura estaba bien cuidada y todavía tiene sus paredes y pisos
originales.
Otro terremoto en
1857 dañó la misión, y su techo de tejas fue reemplazado por tejas. Unos años
más tarde, un sacerdote bien intencionado llamado Padre Cyprian Rubio
«modernizó» el interior, cubriendo el piso y el techo originales, quitando el
púlpito tallado a mano y reemplazando las pequeñas ventanas con vidrieras.
En 1956-57, la
misión fue restaurada. Las ventanas fueron reconstruidas a su tamaño original,
y el techo y el piso originales fueron descubiertos. El techo fue removido y
reemplazado con tejas 1976. Cinco campanas cuelgan hoy en el campanario, una
hecha en 1956 y cuatro más antiguas, dos marcadas en 1781 y una marcada en
1825. También hay campanas de madera en el museo, las únicas conocidas en El estado
de California. La fuente en el jardín es nueva y diferente a la original, que
tenía una decoración de cabeza de oso esculpida.
Se dice que los
dos pinos de la Isla Norfolk en el jardín de la iglesia tienen más de 100 años,
plantados por un capitán de vela que quería cultivar madera para los mástiles
del barco.
Marca de ganado
La foto de arriba
muestra su marca de ganado. Se extrajo de muestras expuestas en Mission San
Francisco Solano y Mission San Antonio. Es una de varias marcas de misión que
incluyen la letra «A» en varias formas, pero no hemos podido averiguar su
origen.
https://red-viajes.com/mission-san-luis-obispo/
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