martes, 20 de abril de 2021

 

ORDEN FRANCISCANA SEGLAR


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Fray Guillermo Lancaster Jones Campero, Ofm

La familia Franciscana ha tenido una gran influencia en la comunidad cristiana a través de los siglos, En realidad, son ya ochocientos años de una continua respuesta a Cristo y a su Iglesia a través de una familia que cubre todas las áreas de la espiritualidad Cristiana, El franciscanismo es algo tan vivo que sigue atrayendo a personas de todas las edades y clases sociales; es algo que en continuo movimiento sigue llevando a los espíritus inquietos a profundizar en las fuentes y motivaciones que durante siglos han llevado a sacerdotes, religiosos, religiosas, monjas y seglares al encuentro con Dios y con los hombres, La familia franciscana, en sus tres ramas: Hermanos Menores, Clarisas y Terciarios son una inspiración para aquellos que buscan un encuentro con aquél que es “El todo Bien, Sumo Bien, el Bien total”.

En esta investigación nos limitaremos al estudio de una rama de la gran familia Franciscana, “La Orden Franciscana Seglar” o “Tercera Orden de San Francisco”. Nuestro estudio será hecho de forma científica, procurando ir directamente a las fuentes primitivas de nuestra espiritualidad. El propósito es, ante todo, analizar críticamente el proceso por el que surge y se consolida la Orden Franciscana Seglar a través de los siglos. Finalmente, estas notas quieren ser un reconocimiento de gratitud a Fray Cyprian Lynch, profesor de la Universidad de San Buenaventura, por su labor de investigación sobre la historia de la Orden Franciscana Seglar. Comencemos pues, penetrando al sentido que adquiere el propio nombre de la Institución.


1.     QUE ES UNA ORDEN

1.1 Noción del Orden

De acuerdo a los documentos descubiertos que atañen a la Orden Franciscana Seglar, ésta ha sido entendida siempre como una fraternidad, pero legislativamente siempre ha sido entendida como una Orden, con todos sus privilegios y obligaciones.

Al hablar de orden, podemos referimos a varios sentidos. Entre ellos, tenemos el de un orden numérico, alfabético, un orden de personas que se agrupan de acuerdo a las diversas funciones que realizan; nosotros nos referiremos en especial a un grupo de personas que viven una vida en común, bajo una misma legislación. De acuerdo al nuevo Código de Derecho Canónico, la vida religiosa es “una forma estable de vida surgida en el Pueblo de Dios por inspiración del Espíritu y canónicamente erigida por la competente autoridad de la Iglesia, por la que algunos fieles se consagran totalmente a Dios y siguen más de cerca a Cristo, observando los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia mediante votos u otros sagrados vínculos, a fin de conseguir la perfección de la caridad y entregarse al servicio del mundo” (c. 573).

La Orden Franciscana Seglar contiene en sí todos estos elementos excepto dos: no es una orden religiosa ligada a la profesión de los consejos evangélicos y vida en común, y tampoco es un grupo de personas con el Orden Sagrado, aunque algunos de sus miembros puedan tenerlo. Estas características son vividas ciertamente, pero en un sentido análogo.

 

1.2 Concepto teológico del Orden

Metafísicamente, el orden del mundo es jerárquico. Dios ha creado a las creaturas de acuerdo a los varios niveles del ser. Cada uno de ellos tiene una función propia a desempeñar, que no puede ser hecha por ningún otro ser, pues le está designada como tal en el eterno plan de Dios[1].

Nosotros, como seres humanos, tenemos la necesidad de agrupar a los individuos en clases u órdenes de acuerdo a la propia actividad, pero, pese a cualquier división que se haga, todos los seres siguen participando directamente en la divinidad. El plan de Dios es que todos los hombres sé salven, sin distinción de clase, edad o sexo. Así pues, en última instancia, orden no tiene significado, pues todos participamos, aunque de forma diversa de la divinidad. Para la gente del S. XIII, la diversidad de órdenes se derivaba de la diversidad de funciones, cada ser tiene una tarea que le ha encomendado el Señor.

2.     QUÉ ES UNA TERCERA ORDEN

2.1 En los Papas modernos

León XIII (1883) dice: “La Tercera Orden se fundamenta completamente en la observancia de los preceptos de Cristo, ya que son un entrenamiento para una más intensa práctica de la fe[2].

Pío X, en 1912 dijo: “La Tercera Orden no es algo diferente de las otras dos en su naturaleza, sino sólo en la función que desarrolla de acuerdo a su propio estado y situación. Es una institución donde se aprende a ser testigos de la fe[3].

En 1926, Pío XI habla de la Orden Franciscana Seglar como “una Orden para que aquellos que viviendo en el mundo, puedan vivir los mandamientos en la forma en que San Francisco lo hizo[4]. Pío XII en 1956 dice: “Es una escuela de perfección. La familia Franciscana comprende a todos aquellos miembros del Pueblo de Dios, seglares, religiosos y sacerdotes, que se sienten llamados al seguimiento de Cristo, tras las huellas de San Francisco de Asís. En maneras y formas diversas, pero en recíproca comunión vital, todos ellos se proponen hacer presente el carisma del común Seráfico Padre, en la vida y en la misión de la Iglesia[5]. Finalmente, Pablo VI en 1971, ante los miembros de la magna peregrinación internacional de Terciarios dijo: “Los terciarios, buscadores de la autenticidad evangélica encuentran alimento y fortaleza para la imitación de Cristo en la Espiritualidad franciscana[6].

 

Es importante notar que todos los Papas, desde Pío IX hasta Juan XXIII, fueron terciarios. Ellos mostraron una gran fe y entusiasmo por el franciscanismo seglar, al grado de querer que la Orden fuera establecida en cada parroquia. Antigüedad, venerabilidad y santidad son los signos con que se expresa a sí misma la Orden Franciscana Seglar.

 

2.2 En la legislación

El Código de Derecho Canónico de 1917 define a las Terceras Ordenes diciendo: “Los Terciarios seculares son aquellos que, viviendo en el siglo, bajo la dirección de alguna Orden, y conforme al espíritu de la misma, se esfuerzan por adquirir la perfección cristiana de una manera acomodada a la vida en el siglo, según las reglas para ellos aprobadas por la Sede Apostólica” (CIC [1917] 701). Por su parte, el Código de1983 hace una clara distinción al decirnos que sus miembros están llamados a la actividad apostólica, elemento que es ignorado completamente por el Código de 1917: “Se llaman Ordenes Terceras, o con nombre parecido, aquellas asociaciones cuyos miembros, viviendo en el mundo y participando del espíritu de un Instituto Religioso, se dedican al apostolado y buscan la perfección cristiana bajo la alta dirección de ese Instituto” (CIC 303). Lo que la nueva legislación nos propone es que las Primeras Ordenes tienen ciertas obligaciones hacía las Terceras Ordenes. Las relaciones entre ambas instituciones son como las de tipo familiar, es decir, de intimidad y hermandad.

En la perspectiva de este canon, la función primaria de la Orden Franciscana Seglar será, como dijo Pío XII, la de ayudar a las personas a vivir la vida del Evangelio; por tanto, cada fraternidad y cada Terciario debe tener un apostolado específico.

 

El apostolado del franciscano debe ser hecho de dos formas: la primera es por medio del anuncio de la Palabra, y el segundo, por medio del testimonio de vida. San Francisco en la Regla de 1221 nos dice: “Y los hermanos que van (entre infieles), puedan comportarse entre ellos espiritualmente de dos modos. Uno, que no promuevan disputas y controversias, sino que se sometan a toda criatura por Dios y confiesen ser cristianos. Otro, que, cuando los parezca que agrada al Señor, anuncien la Palabra de Dios” (RegNB XVI, 5-7). Así pues, Francisco pone al mismo nivel de importancia al testimonio de vida y al anuncio de la Palabra, ambas son una forma de apostolado.

 

En lo concerniente al lazo jurídico que une a ambos Institutos, el Derecho nos habla de la alta dirección. La palabra utilizada en el texto latino es moderamen, que podemos traducir como asistencia, lo cual es muy diferente a director o dirigente, pues estas últimas denotan un tinte de superioridad, como un jefe que se encarga de ordenar y sus súbditos de obedecerle. Este vínculo no es, ni debe ser, meramente de tipo legal, ya que ambos Institutos comparten el mismo carisma, el lazo jurídico busca lograr un balance entre la responsabilidad espiritual de las Primeras Ordenes y la operatividad de las Terceras Ordenes.

 

Por tanto, partiendo de la definición dada por el derecho de la Iglesia, podemos distinguir algunos elementos propios de cada uno de los Institutos. Primeramente, en la Orden Franciscana Seglar existe un estado laical, esto es, es una Orden cuyos miembros viven en sus propias casas, mientras que el religioso se ve atado a la vida comunitaria. Es decir, los Franciscanos seglares forman una unión orgánica, pero no viven una vida en común.

 

Una de las principales características de la Vida Religiosa es la consagración a Dios por medio de los votos o algún otro vínculo sagrado; para el terciario, esta consagración se presenta de forma diferente, lo que el terciario promete no es el “voto público” de vivir en castidad, pobreza y obediencia, sino de vivir el evangelio en la forma en que lo vivió Francisco de Asís. Por tanto, las consecuencias legales son completamente diferentes. Dentro de la misma legislación existen grandes diferencias, pues a pesar de compartir un mismo espíritu y carisma, no se comparte la misma Regla de vida. El Hermano Menor está regido por la Regla escrita por San Francisco en 1223 y aprobada por el Papa Honorio III en 29 de Noviembre de 1223; el Franciscano Seglar está vinculado en la actualidad, a la Regla aprobada por el Papa Pablo VI en Junio de 1978. La diferencia legislativa se extiende a Constituciones propias de cada Instituto, a Ministros, programas de formación, etc.

Esta idea de autonomía es claramente expresada en las Constituciones Generales de la Orden Franciscana Seglar de 1959, en las que se nos dice que los miembros de la Tercera Orden deben buscar la santidad cristiana en una manera de acuerdo a su forma de vida en el mundo (Cc.Gg 1959, 23). Así pues, los Terciarios no son religiosos que han abandonado el mundo, sino que al contrario, son fermento en medio del mundo. Podemos concluir con que, en efecto, la Orden Franciscana Seglar es una Orden religiosa, pero no una Orden de religiosos.

3.     PREHISTORIA DE LA ORDEN FRANCISCANA SEGLAR

Un criterio filosófico, teológico y científico de la actualidad es que nada surge por generación espontánea, es decir, que nada surge por sí solo, sino que existe una causa externa que le da el ser. Esto mismo sucede con el carisma franciscano. Francisco no fue el inventor de la vida penitencial; la predicación de la penitencia se remonta a los inicios del cristianismo. El mensaje de Juan el Bautista era: “Conviértanse porque ha llegado el Reino de los Cielos” (Mt 3,2), su mismo bautismo era señal de penitencia: “proclamaba un bautismo de conversión, para el perdón de los pecados” (Mc 1,4). Jesús mismo penetra en la práctica de la penitencia y la predica. La predicación penitencial era también parte de la actividad de la primitiva comunidad cristiana; Lucas, nos dice: “arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados” (Hch 3,19).

 

Durante los primeros cuatro siglos de la existencia del cristianismo, el perdón de los pecados era concedido únicamente en la celebración del bautismo, fue hasta el S. IV en que se instituye la segunda tabla de salvación, es decir la confesión. Aunque el perdón era dado, la reconciliación con la Iglesia no era dada inmediatamente, sino hasta que el penitente hubiera mostrado su contrición.

 

En la Edad Media, lo usual era que el pecador podía ser perdonado si se confesaba, generalmente con el Obispo o con su representante. Sin embargo no hay certeza sobre el hecho de que dicha confesión tuviera que ser hecha públicamente en todos los casos, por lo que se conoce actualmente, esto sucedía únicamente en el caso de los pecadores públicos, tales como los adúlteros; los apóstatas y los criminales. Lo que sí sabemos por cierto, es que el pecador público tenía que hacer su penitencia públicamente. Cuando el pecador se confesaba ante el Obispo, le era dado, como símbolo penitencial un sayal que lo identificaba como tal. Estas penitencias podían durar por varios años, y las consecuencias eran que se les excluía de las celebraciones eucarísticas, se les obligaba a orar, a ayunar, a dar limosnas, o en caso de no poderlo hacer, a ayudar a los pobres de alguna forma. Si el pecador era casado, le era prohibido ejercer su matrimonio, debía guardar la castidad durante el tiempo de su penitencia; además, no podían entrar a los teatros, tabernas o a la milicia. Como podemos apreciar, era una forma de vida completamente organizada: tenían su propia ropa, vida de oración y prácticas penitenciales. Una vez que su penitencia había terminado, eran reconciliados con la comunidad. Generalmente, la reconciliación se llevaba a cabo el jueves santo.

Sin embargo, había algunos que habiendo terminado su penitencia, continuaban viviendo la misma forma de vida y, más aún, algunos que no eran pecadores públicos se sintieron atraídos a abrazarla. Con el tiempo, algunos se unieron para darse mutuo apoyo e hicieron un voto de vivir la forma de vida penitencial[7].

 

Con el tiempo, estos grupos de mutuo apoyo evolucionaron y configuraron como elementos propios la primacía del Evangelio, la vida apostólica, la práctica de la pobreza y la vida de conversión, dándole a esta configuración un tono apocalíptico. En este tiempo, la vivencia del Evangelio, era, pues, reducida a vivir en pobreza, vivir el Evangelio era no usar zapatos ni llevar algo para el camino, etc., sólo pequeños detalles.

 

La vida apostólica llevó a una profundización en el estudio de las Sagradas Escrituras. Sin embargo esta predicación llegó a ser un problema para la Iglesia, pues a todos les era permitido amonestar moralmente a sus semejantes para una vivencia más pura del Evangelio, desgraciadamente, estos grupos entendieron el mandato de ir y predicar el Evangelio de forma doctrinal, lo cual unido a la gran incultura del tiempo, provocó serias herejías y desunión dentro de la Iglesia. Va a ser hasta el cuarto Concilio de Letrán cuando la Sede Romana pide que se estudie la teología y sean examinados los candidatos para el oficio de la predicación. Estos grupos de herejes se expandieron rápidamente por Europa. Algunos de estos grupos fueron importantes. Uno de los grupos más importantes fue el de los humillados, compuesto por comerciantes en telas, sentían una especial preferencia por la vida de pobreza, vinieron a caer en problemas, cuando decidieron que las únicas personas dignas de proclamar el Evangelio, eran aquellas que lo vivían, y como ya hemos dicho, la vivencia del Evangelio era vivir en pobreza. Esto fue sentido por la Curia Romana como un atentado contra la jerarquía de la Iglesia, pues como es sabido, la jerarquía en general, era bastante rica, compuesta de nobles y personas educadas. Sentían además una fuerte aversión a los legalismos, pues a su forma de entender, el evangelio debía ser la única norma para regular su vida. Posteriormente volveremos a tocar este tema, al referimos al proceso histórico de la Regla de la Orden Franciscana Seglar.

Quizás el grupo que causó más problemas de tipo ideológico fue el de los Cátaros. Este era un grupo nacido en la ciudad de Albi Francia, en donde la guerra entre los señores feudales afectó seriamente a la población campesina, dejándolos casi en la miseria. Poco a poco se fue configurando un movimiento que atacaba principalmente la riqueza y la ostentación que denotaban los hombres de Iglesia.

La principal razón de la condenación de este grupo, fue la práctica de un dualismo teológico, en el que separaban lo espiritual como bueno y lo material como malo. Lo erróneo era que con esto se negaba la Encarnación de Jesucristo, que para ellos era un ángel con mera apariencia humana.

Las primeras reacciones contra el catarismo aparecen dentro del mismo ambiente laico. Grupos de posición ortodoxa se opusieron, aunque poco después estos mismos grupos cayeron también en la herejía. Uno de estos grupos fue el de los Valdenses, fundado por Pedro Valdo en 1173. Este grupo estaba integrado por comerciantes de la ciudad de Lyón y se dedicaban al trabajo manual. Nace con la intención de defender a la Iglesia católica contra los cátaros, pero muy pronto rechazaron el sacerdocio, la jerarquía y las prácticas simoníacas de ésta. Al poco tiempo cayeron también en la tentación de adoptar sus propias ideas y afirmaron que el hombre se salva por sus propias acciones, esto nos lleva por consecuencia lógica, a que los sacramentos son sólo actos litúrgicos, sin ningún beneficio de gracia o de realización de la salvación. Finalmente, rechazaron también el culto a los santos y a la cruz[8].

 

En cuanto al tinte apocalíptico, nos encontramos en el tiempo del florecimiento de las ideas del Abad de Calabria, Joaquín de Fiore, que pronosticaba como cercano el fin del mundo y catalogaba a la cabeza de la Iglesia como el gran Anticristo que anunciaría el final de la historia del mundo. Este abad divide la historia en tres etapas que se suceden e interpolan: primeramente, tenemos la época del reinado del Padre, es el tiempo del Antiguo Testamento, cuyos grandes hombres son Elías y Moisés; posteriormente, con Juan el Bautista se unen la época del Padre y la del Hijo. Esta es la época del reinado de Cristo, de su ministerio, muerte y resurrección. Esta se une a la época del Espíritu Santo, la cual ostentará hombres espirituales, uno de los cuales fue San Benito. Por tanto, la verdadera Iglesia es la Iglesia monástica. Esta visión Trinitaria de la historia fue tomada posteriormente por el grupo de los espirituales franciscanos.

4.     ORIGEN ES DE LA ORDEN FRANCISCANA SEGLAR

Una vez que nos hemos dado cuenta de que el franciscanismo no nace por generación espontánea, sino que es el fruto de un largo proceso histórico y religioso, entremos a examinar a uno de los muchos grupos que surgieron dentro de la espiritualidad penitencial: La Orden Franciscana Seglar.

Algunos autores, como Bartolomé Pastor y Rafael Pazzelli, han pensado que Francisco antes de haber sido fraile fue un penitente laico. Para analizar este problema nos topamos con algunas dificultades de información. Por ejemplo, ¿qué grupos penitenciales existían en Asís en esa época? Uno de los argumentos que estos autores señalan es que Francisco fue un converso antes de su conversión definitiva; es decir, que cuando huye de casa de su padre, permanece por un tiempo como asociado al sacerdote de la ciudad de Asís. Por eso, es que cuando su padre lo presenta ante las autoridades civiles. Francisco se niega a comparecer ante ellos, pues siendo un converso tenía lo que era llamado el privilegium fori, es decir, el privilegio del fuero eclesiástico, por tanto debe ser juzgado ante el Obispo y no ante el Cónsul de la Ciudad.

Desgraciadamente, no existe ningún documento que mencione que Francisco perteneció a uno de estos grupos, ni tampoco existe algún testimonio de que haya habido una ceremonia de iniciación, como era la costumbre. Por tanto, podemos afirmar que ciertamente la espiritualidad de Francisco conlleva una fuerte dosis de la espiritualidad penitencial y que él mismo se considera un penitente: “Algunos los escuchaban de buena gana; otros, por el contrario, se burlaban de ellos; y muchos los acosaban a preguntas, diciendo: ¿de dónde venís? Otros les preguntaban a qué Orden pertenecían. Como les fue molesto contestar tantas preguntas, decían sencillamente que eran varones penitentes oriundos de la ciudad de Asís” (L3C 37). Podemos afirmar que si Francisco perteneció a alguno de estos grupos, tuvo que haber sido entre 1206 y 1209.

 

4.1 Semejanzas entre la espiritualidad penitencial y la vida de san Francisco

 

El primer elemento al que podemos referimos es al de su conversión, el cual es clave para hacer una lectura de la vida del santo. El primer texto que propondremos es de Celano, quien nos dice que cuando Francisco se acerca al sacerdote de San Damián “Este se sorprendió de su conversión” 81Cel 9). El mismo Celano nos dice que terminada la guerra con la ciudad de Perusa, tras la batalla del puente de San Juan. Francisco es hecho prisionero, al salir de la cárcel:

 

“Cierto día salió fuera y se puso a contemplar con más interés la campiña que se extendía a su alrededor. Más ni la hermosura de los campos, ni la frondosidad de los viñedos, ni cuánto de más deleitoso hay a los ojos pudo en modo alguno deleitarle. Maravillábase de tan repentina mutación y juzgaba muy necios a quienes amaban tales cosas. A partir de ese día comenzó a tenerse en menos a sí mismo y a mirar con cierto desprecio cuanto antes había admirado y amado” (1Cel 3-4).

 

Su conversión, es pues, un dejar los valores del mundo que le rodea. El gran pecado del cual Francisco es acusado por Celano, es el de la vanidad: “alardean los desdichados con frecuencia de haber hecho cosas peores de las que realizaron, porque no sean tenidos como más despreciables cuanto más inocentes se conserven” (1Cel 1). El signo exterior que mostraba los valores vividos en esta época era el de la ropa, era lo que daba el “status” social. En esta perspectiva, lo que Francisco hace al entregar sus ropas a su padre, frente al Obispo Guido, es entregar los valores de la sociedad en que estaba viviendo. Por eso es el signo por excelencia de la conversión de Francisco, con eso entra el en una situación de liminalidad, es decir, su vida se convierte, a semejanza de la vida de los peregrinos, en una vida sin seguridades, sin estabilidad. Prueba de ello es que cuando el Señor le da hermanos, “nadie le decía que hacer, sino que el Altísimo mismo le revela que debe vivir el Santo Evangelio” (Test 1).

 

Su proceso de conversión es en realidad al estilo Paulino, es una metanoia, un cambio no sólo de actitudes, sino también de mentalidad. Este cambio interior es presentado por las fuentes a manera de sueños. Actualmente se sabe que los sueños son expresiones del subconsciente que florecen al entrar en un estado de profunda concentración. Así, Celano nos dice que Francisco tiene un sueño:

 

“Cuando se había entregado con la mayor ilusión a planear todo esto y ardía en deseos de emprender la marcha. Aquél que le había herido con la vara de la justicia lo visita una noche en una visión, bañándolo en las dulzuras de la gracia: y puesto que era ávido de gloria, a la cima de la gloria lo incita y lo eleva. Le parecía tener su casa llena de armas militares: sillas, escudos, lanzas y otros pertrechos: regodeábase, y admirado y en silencio, pensaba para sí lo que podía significar aquello” (1Cel 5).

 

Finalmente, su proceso de conversión se hace palpable en el encuentro con el leproso:

 

“El Señor me dio de esta manera, a mí el hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia: en efecto, como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos, y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y al separarme de los mismos, aquello que me parecía amargo se me tornó en dulzura de alma y cuerpo; y después de esto, permanecí un poco de tiempo y salí del siglo” (Test 1-3).

 

Podemos concluir con que en esta experiencia de conversión hay algunos cambios en la personalidad de Francisco que son semejantes a los de una espiritualidad penitencial. Hay en Francisco una sed de Dios, un crecimiento en la oración, un tremendo entusiasmo y alegría, y un deseo de comunicar su experiencia a otros. Busca la forma de vida evangélica, practica la mortificación, siente pena por sus anteriores pecados: incertidumbre acerca de su futuro y su vida se vuelve incompatible con sus antiguos amigos y valores.

 

4.2 Desemejanzas entre la Espiritualidad penitencial y la vida de San Francisco

 

Primeramente, como ya habíamos comentado, no hay testimonio de alguna iniciación oficial dentro de este género de vida, tampoco aparece como un valiente reformador de las malas costumbres de los hombres de Iglesia o de la Iglesia misma, sino que por el contrario, en su Testamento Francisco dice:

“El Señor me dio y me sigue dando, una fe tan grande en los sacerdotes que viven según la norma de la santa Iglesia, por su ordenación, que si me viese perseguido, quiero recurrir a ellos […] y no quiero advertir pecado en ellos, porque miro en ellos al Hijo de Dios y son mis señores” (Test 6-9).

 

Además, en ninguna de las Reglas aparece la prohibición de tomar juramentos, elemento importante de la legislación penitencial. Finalmente, tampoco se mencionan ocupaciones prohibidas, tales como colectores de impuestos, actores, etc. En la Regla se dice simplemente: “Aquellos hermanos a quienes el Señor ha dado la gracia de trabajar, trabajen fiel y devotamente […] y esto háganlo humildemente” (RegB 5) y, “los hermanos que saben trabajar, trabajen y ejerzan el oficio que conozcan, siempre que no sea contra la salud del alma y pueda realizarse decorosamente” (RegNB VII,3). Así pues, hay gran libertad en cuanto a la elección de un trabajo, el único requisito es que sea decente.

 

4.3 ¿Es San Francisco el Fundador de la Orden Franciscana Seglar?

 

Antes de analizar los textos primitivos que nos hablan de la fundación de la Orden, es necesario que nos hagamos la pregunta ¿qué es lo que intentaba hacer San francisco? ¿Quería tres Órdenes diferentes y autónomas o quería una sola Orden sin distinciones de clase social, sexo o edad, unidos por la fraternidad evangélica?

 

Sabemos que cuando francisco realizó su viaje al Oriente, supo por medio de un hermano llamado Esteban, que sus dos vicarios: Mateo de Narni y Gregorio de Nápoles estaban, junto con Juan de Capella tratando de iniciar una Orden de leprosos[9]. Esto no agradó a San Francisco, pues de inmediato buscó un cardenal protector para que gobernase y dirigiese la Orden.

Ahora bien, si su intención era la de formar una única Orden, sin distinción alguna, ¿por qué cambió de opinión? Algunos, especialmente la escuela de Sabatier, dicen que fue la Iglesia la que, por medio del Cardenal Hugolino, manipuló a Francisco y le hizo perder su ideal original. Esta posición es difícil de aceptarse, pues en varios episodios se puede ver que Francisco se sostiene en su ideal. Por ejemplo, cuando está elaborando el texto de la Regla de 1223, se presentan ante él Hugolino y los hermanos sabios y doctos, para persuadir a Francisco a seguir los consejos de los hermanos sabios y dejarse dirigir por ellos:

 

“invocaban las Reglas de San Benito, de San Agustín, de San Bernardo, que determinan detalladamente las normas de vida. El bienaventurado Francisco escucho la advertencia del cardenal sobre el asunto; tomándole de la mano, le condujo a la asamblea del Capítulo y habló a los hermanos en estos términos: Hermanos míos, hermanos míos, Dios me llamó a caminar por la vía de la simplicidad. No quiero que me mencionéis regla alguna, ni la de San Agustín, ni la de San Bernardo, ni la de san Benito. El Señor me dijo que quería hacer de mí un nuevo loco en el mundo, y el Señor no quiso llevarnos por otra sabiduría que esta” (LP 18).

 

Ante tal respuesta, es claro que Francisco no fue manipulado para alejarse del ideal que según sus propias palabras el Señor le revelo. Podemos responder a esta cuestión diciendo que, en verdad, no podemos tener una certeza total sobre sus intenciones. Más bien, nos inclinamos a la idea de que en realidad, Francisco no sabía qué hacer, sino que se abandonó a la inspiración divina: “Nadie me mostraba qué debía hacer, sino que el Altísimo me revelo que debía vivir según la norma del Santo evangelio” (Test 14).

Ahora bien, si queremos ver con realismo y claridad las circunstancias de la fundación de la Orden Franciscana Seglar, es necesario que recurramos a los testimonios de aquellos que fueron testigos o que conocieron personalmente a los testigos de este acontecimiento.

 

4.3.1 Tomas de Celano, Vida Primera: 1229.

 

“No sabía halagar las faltas de algunos y las fustigaba: lejos de alentar la vida de los que vivían en pecado la castigaba con ásperas reprensiones, ya que antes se había convertido a sí mismo viviendo lo que recomendaba con palabras; no temiendo que le corrigieran, o clamaba la verdad con tal aplomo, que hasta hombres doctísimos, ilustres por su fama y dignidad, quedaban admirados de sus sermones, y en su presencia se sentían sobrecogidos de un saludable temor. Corrían hacia él hombres y mujeres: los clérigos y los religiosos acudían presurosamente al siervo de Dios, a todos parecía hombre de otro mundo […] Mucha gente del pueblo, nobles y plebeyos, clérigos y laicos, tocados de divina inspiración se llegaron a San Francisco, deseosos de militar siempre bajo su dirección y magisterio […] a todos daba una norma de vida y señalaba con acierto el camino de salvación” (1Cel 36-37).

 

4.3.2 Scripta Leonís, Rufini et Angeli Sociourum S. Francisci: 1244.

 

“San Francisco vio que el convento de Greccio era pobre y digno, y aunque la gente del pueblo era simple, le simpatizaban más que cualquier otro de la provincia […] Gracias a él y al ejemplo y predicación de los frailes, muchos hombres de la región entraron a la Orden, y muchas mujeres preservaron su virginidad utilizando un sayal, mientras vivían en sus propias casas. Aunque vivían en sus propias casas, tenían una forma de vida común, afligiendo sus vidas con ayunos y oración[10].

 

4.3.3 Leyenda de los Tres Compañeros: 1246-47.

 

“No empleaba palabras de adulación y rehuía todo halago de expresiones lisonjeras, porque, para poder recibir la verdad con plena confianza, primero se persuadía a sí mismo con las obras de aquello que tenía que persuadir a los demás con la palabra. Y aun los letrados y los doctos quedaban admirados de la fuerza y verdad de sus sermones, que no había aprendido de maestro humano; y muchos comienzan a verlo como hombre de otro mundo. Así comenzaron muchos, nobles y plebeyos, clérigos y seglares impelidos por la inspiración divina, a seguir los pasos del bienaventurado Francisco y, abandonado los cuidados y vanidades del siglo: a vivir el mismo tenor de vida bajo su dirección” (L3C 54). Y posteriormente: “hombres y mujeres casados, a quienes la ley matrimonial impedía separarse, se dedicaban, por saludable consejo de los hermanos, a una vida de austera penitencia en sus mismas casas. De esta manera, por medio del bienaventurado Francisco, devotísimo de la Santa Trinidad, se renueva la Iglesia de Dios a través de tres Órdenes, como quedó significado en la reparación de tres iglesias que llevó a cabo anteriormente. Cada una de estas Ordenes fue confirmada en su momento oportuno por el Sumo Pontífice” (L3C 60).

 

4.3.4 San Buenaventura, Leyenda Mayor: 1262.

 

“En efecto, numerosas personas, inflamadas por el fuego de su predicación, se comprometían a las nuevas normas de penitencia, según la forma recibida del varón de Dios. Dicho modo de vida determinó el siervo de Cristo, se llamara Orden de Hermanos de la Penitencia. Pues así como consta que para los que tienden al cielo no hay otro camino ordinario que el de la penitencia, se comprende cuan meritorio sea ante Dios este estado que admite en su seno a los clérigos y seglares, a vírgenes y casados de ambos sexos” (LM IV,6).

 

4.3.5 Mariano de Florencia, Compendium Chronicorum: 1523

 

“Francisco vino a Cannara donde predicó con gran fervor y todos querían seguirle. Él les dijo que arreglaría algo para su salvación y pensó en hacer una Tercera Orden[11].

 

Habiéndonos dado cuenta de lo que los autores primitivos nos dicen, podemos, ahora, hacer una sistematización de los elementos encontrados. Lo primero que aparece claramente, es que Francisco fue para los laicos una inspiración, fueron él y los frailes los que encendieron la chispa en esos corazones inquietos, pero como ya hemos dicho anteriormente, el combustible estaba allí, sólo faltaba la chispa para que aquello fuera un incendio. Es importante notar que son varios los relatos que nos hablan de una Via Salutis, es decir, un camino de salvación; en ningún momento se nos ha hablado de una Regla, en el sentido propio y legal del término, es pues, un camino de salvación, una forma de vida, pero no una Regla. Por tanto, para Celano, Francisco es la inspiración y el iniciador del franciscanismo seglar, pero no en un sentido legal. La función de los frailes es claramente descrita en Celano y Bernardo de Bessa: inspirar, predicar, proteger y dar apoyo a la vida cristiana.

 

Otros autores, comenzando por Julián de Spira y San Buenaventura, hacen una comparación entre las tres Iglesias reparadas por San Francisco y las tres Órdenes por él fundadas[12]. Así pues, ciertamente San Francisco es el fundador de la Orden Franciscana Seglar, pero no en el sentido legal de la Palabra, este título, de acuerdo a los estudiosos, le corresponde, más bien, a Nicolás IV, quien les da una Regla en 1289.

 

4.4 Fecha de fundación de la Orden Franciscana Seglar

 

Todo lo que podemos decir es que Francisco comenzó su predicación en 1209. Los documentos, como hemos visto, nos dicen que la predicación de san Francisco inspiró a la gente, y hubo quienes quisieron seguirle.

En 1221 aparece una Regla para los seglares, la cual es atribuida a Hugolino y a San Francisco, es a partir de este documento, que tradicionalmente se entiende el inicio de la Orden Franciscana Seglar, Pero en realidad, esto es hasta cierto punto arbitrario, pues ya Francisco les había dado un camino de salvación entre 1209 y 1221,

Otro argumento a favor de esta fecha de 1221, es la Bula Significatum Est, fue proclamada por Honorio III el seis de diciembre del mismo año, para proteger al terciario de los magistrados, que querían forzarlos a tomar parte en la milicia y a dar juramento, elementos que les estaban restringidos.

 

4.5 Lugar de Fundación de la Orden Franciscana Seglar

 

Es casi imposible de determinarse, pues el entusiasmo religioso que culminó con la fundación de la Orden de los Hermanos de Penitencia fue por toda la Italia central. ¿Dónde fue el lugar en el cual la gente le pide a Francisco que les dé una guía de salvación?

 

Los estudiosos han propuesto varios lugares. El libro de Las Florecillas y Mariano de Florencia nos hablan de Cannara. Celano en la Vida Primera, nos habla de Bebagna; Rafael Brown dice que probablemente fue Alviano; igualmente, la Leyenda Mayor menciona el sermón a las aves en este lugar, pero no habla de una forma de vida. La bula Significatum Est es expedida en Faenza. Finalmente, la Crónica de los XXIV Generales (1370) hace de Poggi Bonsi el lugar en que aparecen los primeros terciarios.

 

4.6 Los primeros miembros

 

Todavía es muy discutido este problema, entre los más nombrados se encuentran, en primer lugar, Luchesio y Buonadona de Poggi Bonsí, seguidos por Jacoba de Settesoli, Orlando de Chiusi y Práxedes[13]. De entre ellos analizaremos someramente la vida de Luchesio y Buonadona y la de Jacoba de Settesoli.

 

4.6.1 Vida de Luchesio y Buonadona de Poggi Bonsi

 

La fecha de nacimiento de Luchesio es 1181, y se cree que pertenecía a la clase social de los comerciantes. De acuerdo a las fuentes, estaba profundamente involucrado en las actividades comerciales y políticas. Como soldado luchó al lado del partido de los Guelfos[14]. Así pues, sus actividades no eran del todo recomendables: soldado, comerciante y prestamista. Llegó a ser tan popular su mala fama que la gente de su propio pueblo natal lo corrió y tuvo que trasladarse a Poggi Bonsi, donde se ocupaba de prestamista y especulador de granos, con lo cual se hizo inmensamente rico. Su esposa Buonadona pertenecía a la misma clase social, y según las fuentes, buscaba la fortuna y el prestigio con más ahínco que su esposo.

Al cumplir Luchesio 35 años, inicia el proceso de su conversión, ayudando a los necesitados, a los presos y a los enfermos. Hay todavía mucha especulación sobre las causas de su conversión. Algunos dicen que fue debido a la muerte de sus hijos, lo que sabemos por cierto es que en el ambiente flotaba un fuerte entusiasmo por la vida evangélica, lo cual, muy posiblemente influyó en él.

¿Podemos decir que su conversión fue debido a la predicación de san Francisco? En realidad no lo sabemos. Algunos de los estudiosos del tema, piensan que su conversión tuvo lugar antes de su encuentro con San Francisco, cuya fecha precisa desconocemos, pero que tuvo que haber sido antes de 1209, cuando Francisco y sus compañeros regresaban de Roma con la aprobación de su forma de vida. También se comenta que ambos tomaron el hábito de manos del mismo Francisco, pero no hay pruebas de ello. Rafael Brown dice que si esto sucedió, debió haber sido cerca de 1213, ya que en este tiempo les fue dada a los frailes una capillita en ese lugar, en la cual permanecieron hasta 1810, en que la revuelta liberal de Italia la recogió. Su esposa nunca fue tan empeñosa como él en su vida de conversión. Ella pensaba que su esposo estaba yendo demasiado lejos al vender sus bienes y dar el producto de la venta a los pobres, quedándose únicamente con los campos, con lo cual recibían suficiente para vivir.

De acuerdo a la leyenda murieron el mismo día. La fecha de su muerte es generalmente dada como 1260. Los milagros ocurrieron y el culto comenzó a esparcirse por los alrededores, hasta que impulsado por los frailes, Pogi Bonsi llegó a convertirse en un sitio de peregrinación. Ambos fueron sepultados en la pequeña iglesia que atendían los frailes. En su tumba se encuentra la siguiente inscripción: “Aquí yace el cuerpo de san Luchesio, el primero en enrolarse en la Tercera Orden de Penitencia del Seráfico Padre en 1221.

La Crónica de los XXIV Generales, escrita en 1370, nos dice que en 1221 Francisco inició la Orden de la Penitencia, y que su primer miembro fue san Luchesio. Rafael Brown en la Nueva Enciclopedia Católica nos dice que Luchesio y su esposa estuvieron entre los primeros en recibir el hábito de manos de san Francisco.

Entre las fuentes primitivas sobre Luchesio tenemos, en primer lugar, la Leyenda Primitiva, consistente en declaraciones hechas por los testigos después de la muerte de ambos. Posteriormente se escribe la Legenda Segunda, compuesta en 1370 por Fray Bartolomé de Tolomei, y transcrita por otro fraile alrededor de cien años después. Esta última redacción trataba de poner en prosa toda la historia. El principal problema que se presenta es que la intención era la de relatar la mayor cantidad de milagros para que la cuestión cultual se sostuviera. Podemos concluir que, a partir de las fuentes, tanto Luchesio como Buonadona son descritos como terciarios, pero no hay ninguna evidencia que muestre que recibieron el hábito de manos del mismo San Francisco[15].

 

4.6.2 Jacoba de Settesoli

 

Es posible que haya nacido en el año 1190, pues, de acuerdo a Englebert, Francisco la conoció en 1212 “que a la sazón contaba con unos veinticinco años[16]. Ella pertenecía a la nobleza romana, tanto por la línea familiar como por la de su marido, el caballero Graciano de Frangi Pani. Según las fuentes, Francisco se hospedaba a menudo en su casa cuando iba a Roma, y de acuerdo a Englebert, también cuidaba de renovar las prendas de vestir del Santo[17]. Se sabe, además, por un acta pontificia del 13 de Mayo de 1217, que en ocasiones prestaba dinero a la Santa Sede.

Acercándose la hora de la muerte, Francisco desea ver por última vez a Clara y al “hermano Jacoba”, lo cual según nos cuentan las fuentes, sucedió milagrosamente. Una vez que Francisco muere, ella se establece en Asís y continúa su relación con los frailes más allegados al santo. Jacoba fue inhumada en la Basílica de Asís. Sobre su tumba se gravó la siguiente inscripción: “Aquí descansa Santa Jacoba, noble Romana[18].

 

4.7 Patrones de la Orden Franciscana Seglar

 

4.7.1 San Luis Rey de Francia

 

San Luis IX fue hijo de Luis VIII; nace en Poissy, el 25 de Abril de 1214. Blanca, su madre, era hija de Alfonso de Castilla y de Eleonor de Inglaterra. Al ejemplo de su madre, recibió una magnífica educación. Al morir su padre, su madre tomó el mando en el reino. A los diecinueve años, San Luis contrajo matrimonio con Margarita, la hija mayor de Raimundo Berenger, Conde de Provenza, y tuvieron cinco hijos y seis hijas.

En 1235, Luis tomó el gobierno de su reino y se distinguió por su rectitud al aplicar justicia, fundó las abadías de Royaumont, la Sainte Chapelle y Maubuisson. En 1244, al restablecerse de una enfermedad, determinó emprender una cruzada en Oriente, para socorrer a los cristianos en su lucha contra los infieles, entrando solemnemente en la ciudad de Damieta en 1248. En abril de 1250, san Luis cayó prisionero y los sarracenos diezmaron su ejército; fue liberado al ser vencido el sultán por los mamelucos, los cuales sólo pidieron un rescate.

En 1267 promulga una nueva cruzada, pero tanto el Rey como su hijo enfermaron al desembarcar en Túnez. Al sentir que se acercaba su fin, dio sus últimas instrucciones a sus hijos y el 24 de Agosto recibió los últimos sacramentos. Finalmente, muere el 25 de Agosto de 1270, y es canonizado en 1297.

El principal documento sobre San Luis, las Memorias del señor de Joinville fueron traducidas a varios idiomas[19]. Sabemos que fue amigo de los frailes, especialmente de aquellos que se encontraban en la Universidad de París y, que fue un gran benefactor de los frailes. Lo que no se puede comprobar históricamente, es que hubiera ingresado a la Orden de Penitentes.

 

4.7.2 Santa Isabel de Hungría

 

Hija de Andrés II de Hungría y de Gertrudis de Andech-Meran, nace en el verano de 1207 en Presburgo o en Saros-Patak. La recién nacida fue prometida en matrimonio al hijo mayor de Herman de Turingia. Cuando la niña tenía unos cuatro años fue enviada al castillo de Wartburg, para que se educase en la corte de Turingia con su futuro esposo.

En 1221, cuando Luis tenía veintiún años y había heredado ya de su padre la dignidad de Landgrave e Isabel cuando tenía catorce, se celebró el matrimonio. La vida matrimonial de la santa duró sólo seis años y concibió tres hijos: Herman, Sofía y la que sería la Beata Gertrudis de Aldenburg.

Las liberalidades de Isabel eran tan grandes, que llegó a provocar grandes críticas. En 1255 cuando el hambre se dejó sentir en aquella región, Isabel acabó con todo su dinero y con el grano que había almacenado en su casa para socorrer a los más necesitados, reconstruyó el hospital y solía ir a dar de comer a los enfermos.

El viernes santo de 1228 renuncia formalmente al mundo en la iglesia franciscana de Eisnach. Más tarde tomó la túnica parda y la cuerda que constituían el hábito de la Tercera Orden de San Francisco.

Finalmente, muere al anochecer del 17 de Noviembre de 1231, antes de cumplir veinticuatro años. Fue canonizada en 1235 y sus restos trasladados a la iglesia de Santa Isabel de Marburgo, que se constituyó hasta 1539 en sitio de peregrinaciones, pues fue trasladada por el protestante Felipe de Hesse a un lugar desconocido[20].

El Martirologio Franciscano publicado en 1741, es el primer documento en mencionarlos como “patrones de la Tercera Orden”. No existe ningún documento, ya sea emanado de la Santa Sede o de la Curia General de los Hermanos Menores, que les designara oficialmente como patrones. Ambos eran seglares, y sin duda muy aptos para esta función. Hay que pensar que en 1741 tenía aún una gran influencia, por tanto, es factible pensar que se escogieran a miembros de la realeza como patrones.


5.     EVOLUCION HISTÓRICA DE LA REGLA DE LA ORDEN PRANCISCANA SEGLAR

En este apartado trataremos de penetrar, en un orden cronológico, a analizar críticamente el proceso de conformación de la actual Regla de la Orden Franciscana Seglar. Buscaremos presentar las opiniones de los autores más importantes de la actualidad y las diferentes problemáticas que se suscitan. Partiremos del presupuesto de que la actual Regla de la Orden, aprobada por Pablo VI, es el fruto de una evolución histórica y espiritual. Analizaremos, pues, la forma de vida de los Humillados, como esquema general de los diversos grupos penitenciales, después pasaremos a la Carta que san Francisco les escribe a los penitentes. Finalmente, analizaremos las Reglas desde 1221 hasta 1978.

5.1 Propositum Humiliatorum

 

Esta es la forma de vida que el Papa Inocencio III aprobó para el grupo de los humillados en 1201. El nombre de Humillados proviene de humile que significa polvo, tierra. Este era también el color del hábito que utilizaban. Hay claros indicios de que ya existían en 1175. Ellos abrazaron diversos estados de vida, había clérigos, laicos y célibes. El grupo nace de una fusión entre los ideales monásticos y los gremios industriales, en su mayoría del ramo textil.

Su única regla era el Evangelio, aunque posteriormente adoptaron la Regla de San Agustín. Sus miembros vivían en el mundo, de modo simple, humilde y frugal, cualquier deshonestidad era reprobada, en especial el mentir. Había sin embargo un alto nivel de conciencia social, en especial, en su atención a los pobres; en algunos lugares formaron una especie de agencias de empleo y trabajaban activamente en las labores políticas del gobierno.

Eran sumamente “ruidosos” en su condenación del mal y de la injusticia, especialmente, dentro de la Iglesia. Ellos insistían en su derecho a la predicación, añadiendo que la persona apta para la predicación del Evangelio era, solamente, aquel que lo vivía, y como hemos dicho, el vivirlo se reducía a pequeños detalles, en especial a vivir la pobreza. Debido a que su predicación no se reducía únicamente a sus fieles, sino que se extendía al público, se creó confusión y conflicto con la jerarquía de la Iglesia.

En 1179, Alejandro III les aprobó su forma de vida; esta era sencilla, casi sin estructura. La condición para otorgar la aprobación, era en que dejaran la predicación, pues no tenían la debida preparación. Algunos aceptaron este condicionamiento, otros lo ignoraron, creando así una división en el seno del mismo grupo[21].

En 1201, Inocencio III vio grandes oportunidades para la Iglesia es estos grupos, e indujo a aquellos que habían aceptado el condicionamiento de la predicación, a escribir una regla que organizara su vida. Después de algunos cambios y correcciones, fue aprobada con el nombre de Propositum Humiliatorum, el 2 de Junio de 1201. En este documento se nos muestran los principales elementos que constituían la vida de los grupos penitenciales de la época, tales como la ropa; la práctica de la caridad; la prohibición de hacer juramentos, excepto en casos de necesidad; conversión y estricta forma de vida; restitución en casos de bienes mal habidos, cuidado de los pobres; alejamiento de los bienes materiales; fidelidad en el matrimonio, moderación, oración y asistencia fraterna.

 

5.2 Carta de Volterra

 

5.2.1 Introducción a la carta

 

La historia de la Regla de la Orden Franciscana Seglar no es igual a la de la Orden de Hermanos menores o a la de las Clarisas, a las cuales Francisco dio instrucciones orales, hasta que por fin, ya con más experiencia y ante la urgencia de la Iglesia, les dio forma escrita. El problema principal que encontramos, es que en las fuentes, como hemos visto, se nos habla solamente de una via Salutis, es decir, de un camino de salvación.

No hay duda sobre la autenticidad de este documento, en sus dos redacciones. Tampoco hay serias dudas en cuanto a la fecha de su expedición, la cual, en el caso de la primera redacción es, por su contenido, anterior al IVº Concilio de Letrán, celebrado en 1215; algunos de los estudiosos sugieren 1213. Por otra parte, la segunda redacción se remonta al regreso de Francisco del Oriente, en el verano de 1220.

 

La mayoría de las cartas que Francisco escribe son para las Hermanos Menores. Únicamente existen dos que no lo son: Carta a todos los fieles, y Carta a las autoridades de los pueblos. Por tanto, si no era su costumbre escribir a otras personas, esto significa que se trata de algo importante.

 

La edición más corta (la 1a redacción) fue encontrada por Paul Sabatier en la Biblioteca Guarnacci, en Volterra, en el códice 225[22]. Esta versión presenta a Francisco en un estado anterior, ya que su estilo literario es mucho más simple, pareciendo más bien, una exhortación moral. Francisco no era un canonista, sino más bien alguien dedicado a la predicación. y esta carta denota este estilo, apelando a las emociones más que a las leyes.

La segunda redacción tiene un tinte más legalista que pastoral, las ideas son más complejas y desarrolladas. En esta redacción. Francisco parece ser consciente de las herejías propias de su época. Lo que Francisco quiere, en esta versión, es que aquellos que sigan sus pasos sean católicos. Otro elemento que sobresale es la abundancia de citas bíblicas, para darle autoridad al escrito.

 

¿Es realmente una forma de vida? Hasta 1987, nadie se atrevió a dar una respuesta afirmativa. Es Rafael Pazzelli quien hace esta afirmación. Ciertamente, es un compendio de lo que Francisco predicó a los seglares; les da una serie de consejos para una vida santa. Sin embargo, nadie la reconoce como una Regla, en el sentido legal de la palabra. El efecto jurídico, ya lo hemos mencionado, es que de ser una Regla, Francisco sería el fundador en el sentido legal, de la misma forma que sucede con los Hermanos Menores o con las Damas Pobres.

Si analizamos a quienes van dirigidas las palabras de esta carta, encontraremos que la primera redacción va destinada a “todos aquellos que aman al Señor con todo el corazón, con toda el alma y la mente y con todas sus fuerzas, y a sus prójimos como a sí mismos: y aborrecen sus cuerpos con sus vicios y pecados; y reciben el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo; y hacen frutos dignos de penitencia (1EpFid 1).

Por su parte, la segunda redacción va dirigida a “todos los cristianos religiosos, clérigos y laicos, hombres y mujeres; a cuantos habitan en el mundo entero” (2EpFid 1).

En la actualidad, es generalmente aceptado, que la versión más corta es la más antigua, pero nos podemos preguntar ¿es la versión más corta un extracto de la más larga, o es la versión larga una ampliación de la más corta? En cuanto a la respuesta a esta cuestión, todavía no hay unidad de criterios.

 

5.2.2 Diversas Opiniones sobre la Carta

 

Walter Goetz

Goetz expresó sus dudas sobre el título de la Carta y la relevancia de este trabajo, e interpretó el título como un excipit o admonición. Goetz concluye que lo que utilizó Sabatier como título de la carta, era en realidad la conclusión de las admoniciones. Creyó más natural considerar la segunda redacción como anterior a la Carta de Volterra, debido a lo condensado de su texto y la abreviación en capítulos individuales.

 

Cayetano Esser

En 1975, en un pronóstico sobre la Carta a Todos los Fieles, Esser nos dice que este documento comienza con la invocación In nomine Deum (En el nombre del Señor), lo cual, de acuerdo a la costumbre de Francisco, da un carácter de documento. Esser determinó que esta carta de Volterra, no es sólo la copia de una carta dirigida por san Francisco, sino que contiene un texto que es independiente en sí mismo, y al mismo tiempo, más antiguo que el resto de la tradición de la Carta a todos los fieles. Por tanto, concluye diciendo que tanto esta carta, como la Carta a las autoridades de los pueblos, provienen de una época en la que Francisco no encontraba, aún, su estilo propio de escritura.

Aun cuando este documento es considerado como una carta, es intrigante el que no tenga un destinatario más preciso, que no tenga al final una amonestación a que la carta sea copiada y preservada. Esser advierte que la segunda redacción, está destinada a corregir algunos errores ideológicos de su época; dice muy claramente que estamos ante unas instrucciones escritas, dirigidas a las personas que se unían a los movimientos penitenciales de la Edad media. Por tanto, para él, este documento representa una especie de prefacio de la Regla de la Orden Franciscana Seglar[23].

 

David Flood

En un comentario a esta carta, rechaza el argumento de que el texto consiste en omisiones del texto original. Para Flood el texto de la Carta de Volterra es en realidad un extracto tomado de un texto original, pues contiene un texto que traiciona una incompleta presencia de sus fuentes. En ese pasaje, el texto describe la muerte de un individuo, sin siquiera decimos de quien se trata.

Rechaza también los argumentos de Sabatier y de Esser diciendo que “es concluyente que la Carta a todos los fieles no tuvo una forma preliminar. Más precisamente, si la tuvo, no es el manuscrito de Volterra, el mismo título indica que la carta pertenece a un grupo general de escritos píos” [24].

 

Raffaele Pazzelli

Después de examinar el manuscrito de Volterra y la tradición textual, defiende la posición en la que: “Estas son las palabras de vida y salvación que, si alguno leyere y pusiere en práctica, encontrará vida y alcanzará la salvación del Señor” es en realidad el título de la redacción primera de la Carta a todos los fieles. Para Pazzelli la misma formulación muestra que el escrito está dedicado a los hermanos y hermanas de la penitencia y, que por tanto, estamos ante la Via Salutis que Francisco da a sus seguidores en el estado seglar[25].

Pazzelli nos dice que Esser, basado en su convicción personal, creó su propia interpretación, pues el original no dice: “Estas son las palabras de vida y salvación, que si alguno leyera y pusiere en práctica, encontrará vida y alcanzará la salvación del Señor”, sino que en realidad dice “Estas son las palabras de vida y salvación que, si alguno leyere y pusiere en práctica, encontrará vida y alcanzará la salvación al hacer penitencia”[26]. Pazzelli clama que esta inscripción está escrita en color rojo, y que en el manuscrito de Volterra, lo único escrito en letra roja, son los títulos de los trabajos y las primeras letras de cada capítulo.

 

5.2.3 Análisis del Texto

Estructura

  1. Aquellos que hacen penitencia

A. Características de la vida penitencial (1, 1-4).

  • Elementos de conversión
  • El cuerpo con sus vicios y pecados
  • Recepción del Cuerpo y Sangre de Jesucristo

B. Principios de vida espiritual (1,5-13)

  • Concepto del Espíritu del señor e inhabitación
  • Establecimiento de relaciones: niños, esposos, hermanos, padres, y la descripción de las actividades de cada uno
  • Sentimientos de alabanza por estas relaciones y oración que
    refleja preocupaciones y desafíos

C. Oración Joanica

 

2.       Aquellos que no hacen penitencia

 

A. Características (2,1-5)

  • Lo dulce y lo amargo
  • Oposición de características con aquellos que hacen penitencia
  • Expresa el egoísmo y la propia gratificación de aquellos que no hacen penitencia

B. Principales resultados (2,6-28)

  • Ceguera y pérdida de libertad
  • Son fácilmente engañados
  • Búsqueda de las cosas del mundo

C. Exhortación (2,19-22)

  • En el amor que es Dios
  • Las Palabras del Señor dan Espíritu y vida.

Puntos para reflexión

 

¡En el nombre del Señor! da más el sentido de una Regla que de una carta. En la época de San Francisco era la forma de hacer una introducción formal a un documento.

La penitencia se fundamenta en tres elementos: amor a Dios, odio al pecado y Eucaristía. Francisco introduce, desde una época temprana el elemento Eucarístico como parte de la espiritualidad penitencial, elemento nuevo, pues en la época era algo esporádico, se acostumbraba comulgar solamente tres veces al año.

El misticismo de aquellos que hacen penitencia (5-19) es la vida en el Espíritu. El elemento primordial de la espiritualidad del Franciscano, es tener el Espíritu del Señor y su santa operación. El Espíritu Santo se convierte en un morador del alma. Por eso cuando se habla de odiar al cuerpo con sus vicios, no se debe entender de una forma maniquea, en la que todo lo material es malo; más bien, debemos referimos al contexto Paulino, en el que las obras de la carne son la ira, el odio, la murmuración, el egoísmo, etc, aquello que nos viene de nuestra constitución humana. Al ser inhabitados por la Trinidad, nuestro cuerpo se convierte en “templo”, es decir, un lugar en el que se le da gloria a Dios.

Otra idea fundamental del carisma franciscano, es la paternidad divina. Si Francisco en su Cántico al hermano sol habla de una hermandad con la creación, entra en una dimensión de alteridad, de armonía y preocupación por el otro, en este caso, la creación entera. Con esta noción encuentra el punto de equilibrio con todos los demás seres, con Dios y consigo mismo.

Al hablar de Cristo, Francisco nos introduce a Él, en una esfera dinámica, íntima, familiar. Somos esposos cuando el alma fiel se une por el Espíritu Santo, hermanos cuando cumplimos la voluntad del Padre, y madres cuando le llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo y lo damos a luz por medio de las buenas obras.

En cuanto a los obstáculos que Francisco vislumbra para él encuentro con la Trinidad, tenemos: el deseo de la carne (2-5); las ansiedades del mundo y los cuidados y preocupaciones de esta vida. Las consecuencias son la pérdida de la sabiduría y el engaño, pues hay una pérdida de energías en afanes mundanos, que no nos permiten encontrar el punto de armonía en nuestras vidas.

 

5.3 Memoriale Propositi

 

Este documento nace de los movimientos penitenciales anteriores a San Francisco, los cuales, en Italia tendieron a gravitar alrededor de las Ordenes Mendicantes. En la bula Detestanda Humani Generis, Gregario IX (1228) dice que existía una regla para los penitentes aprobada a viva voce por Honorio III en 1221. Ha sido generalmente aceptado que el Memoriale Propositi de 1221 es la Regla para penitentes que Gregario IX menciona.

Hay en este tiempo, una fuerte tendencia a la asociación, de forma tal que varios pueblos se unieron y formaron federaciones de penitentes. Una de las más importantes fue la de Romagna[27]. Se cree que el Memoriale Propositi fue aprobado oralmente por Honorio III. De acuerdo a Bernardo de Bessa (1280), el documento fue elaborado en conjunto por San Francisco y el Cardenal Hugolíno[28].” pero en la actualidad existen serias dudas al respecto, pues el documento es una compilación de costumbres y prácticas de los penitentes de Romagna, los cuales, posiblemente, anteceden a la predicación de san Francisco.

Existen cuatro versiones del documento, pero ninguna de ellas data de 1221. Las tres primeras son de 1228 y la cuarta de 1234. La primera de ellas es la llamada Regla de Capistrano, encontrada por Paul Sabatier en 1901[29], el título del documento es: “Antigua Regla de los Hermanos y Hermanas de la penitencia”. El documento en sí no estaba dividido en capítulos; es generalmente aceptado que los capítulos I – VI pertenecen al documento original de 1221, mientras que los otros siete parecen ser ordenanzas de la comunidad local, los cuales, al parecer, fueron añadidos entre 1221 y 1228.

Otro documento es la Regla de Venecia, que fue encontrada en 1921 en Florencia, pero el texto es de una fraternidad veneciana. Esta regla es mucho más corta que la de Capístrano, pues contiene ocho capítulos en total. Además, no muestra regulaciones locales. La fecha de composición se calcula anterior a 1228[30].

El tercer documento a examinar es la versión Koeningsbera, encontrada por L. Lemmens en Alemania en 1913. Esta presenta algún parecido con la Regla de Capistrano, pero tiene sólo nueve capítulos. Es posible que fuera compuesta en 1228. Tiene además un apéndice de ordenanzas locales totalmente diferentes a las de la Regla de Capistrano[31].

Finalmente tenemos la versión de Mariano de Florencia, descubierta por Athanasius Van Den Wingaert, quien la reconstruyo partiendo de los diversos fragmentos[32]. Este documento data de 1234, y contiene catorce capítulos, siendo los cinco últimos añadidos posteriormente. Ni San Francisco ni los Franciscanos son mencionados en el texto hasta el capítulo VI, en referencia a la predicación.

En general, todos los documentos están de acuerdo, la pregunta es: ¿es este documento (del c. I – VI) la regla escrita en conjunto por Hugolino y san Francisco, o fue escrita por el grupo de penitentes de Romagna? Nosotros nos inclinamos más a esta segunda opción, debido a que legal y espiritualmente es un documento pobre, que no nos ayuda a ver la presencia de Francisco o de Hugolino. Roggen dice que es un producto del espíritu, no de San Francisco o de los Frailes, los penitentes ya estaban allí, lo único que hicieron los frailes fue canalizar toda esa energía. Para Roggen, el verdadero fundador de la Orden Franciscana Seglar es el Papa Nicolás IV y, el contenido de este documento es básicamente una copia del Propositum Humiliatorum.

 

5.4 Supra Montem

 

5.4.1 Relaciones con los Hermanos Menores

 

Los grupos penitenciales tendían a la asociación con las Órdenes ya existentes, esto les servía de protección de sus privilegios, pero a la vez, creaba muchos conflictos, ya que se insistía en conservar una absoluta autonomía. Este deseo de asociación traía consigo varios beneficios; si se establecían lazos jurídicos con alguna de las Órdenes ya existentes, además de la protección de esos privilegios, obtenían respetabilidad y eran menores las posibilidades de ser acusados de herejía.

La posición tomada por las Órdenes existentes fue diversa, ya que había varias opiniones al respecto. Las principales razones aducidas en contra de la asociación con estos grupos penitenciales era que la mayoría de sus miembros eran iletrados, por lo que les era fácil caer en el error; además, estaba en su esplendor la controversia entre el clero secular y el clero regular, y la asociación de estos grupos crearía nuevos problemas. Finalmente, varios de estos grupos estaban enfrentados a la autoridad civil debido a los privilegios que habían obtenido de la Santa Sede. Meersman corrobora esta idea diciendo que los penitentes tenían algunas actividades en las que los mendicantes no querían verse envueltos[33].

Dentro de la Orden Franciscana, se manejaban estos mismos argumentos, y además, se tiene en cuenta la controversia sobre la pobreza dentro de la Orden, ya que era un conflicto no solamente interno, sino que afectaba a toda la Iglesia. Otro problema es que en la Regla Bulada Francisco no habla de ninguna asociación de laicos o cosa semejante, diciendo en cambio: “Mando firmemente a todos los hermanos que no tengan sospechoso trato o consejo de mujeres; y que no entren en monasterios de monjas, fuera de aquellos hermanos que tienen una licencia especial concedida por la Sede Apostólica; tampoco se hagan padrino de varones o de mujeres, ni con esta ocasión se origine escándalo entre los hermanos o acerca de ellos” (RegB XI).

Los mismos Ministros Generales de la Orden no coinciden en cuanto a la posición que la Orden debía tomar al respecto. Tenemos, primeramente el caso de Elías, quien ordenó que no se tuviera trato o ministerio con los penitentes, lo mismo sucede en el generalato de Juan de Parma. Dado el descuido en que se tenían los obispos al grupo de penitentes, Inocencio IV en 1247, confió la visitación de estos grupos a los Hermanos Menores, pero los penitentes de Lombardía lograron que al año siguiente fuera revocada esta disposición[34].

San Buenaventura siguió la misma política, quizás aún más intensamente que sus predecesores. Existe un documento atribuido al santo, que data de 1266, en el que se dan seis razones por las cuales los Hermanos Menores no deben dar cuidado pastoral a los penitentes[35]. Estas razones son:

  • Los frailes deben mantener su libertad de ministerio para todas las personas.
  • Significaría verse envueltos en los problemas y dificultades de los penitentes con las autoridades civiles.
  • Muchos de los penitentes eran sospechosos de herejías, y los Franciscanos junto con los Dominicos se encontraban combatiéndola.
  • Los frailes tendrían que pagar las deudas de los penitentes y podrían hasta ser encarcelados.
  • Los penitentes tenían algunas actividades en las cuales los frailes no querían verse envueltos.
  • El trato de frailes descalzos con mujeres descalzas produciría bebés descalzos.

5.4.2 La Revisión de Fray Caro

 

Fray Caro de Arezzo fue guardián de los Hermanos Menores en Florencia de 1280-1284. El principal documento por el que conocemos su actividad es una carta a Martín IV, del 13 de diciembre de 1284, en la que afirma haber realizado una visita canónica a los penitentes de Florencia, con autoridad apostólica[36]. En esta visita, Caro buscaba poner orden en el caos reinante. La forma de hacerlo era estableciendo cierta unidad, por lo que pensó que sería buena idea el imponer una cierta uniformidad en el vestir; siendo Hermano Menor, escogió el hábito gris de los penitentes franciscanos, pero a los penitentes afiliados a la Orden de Santo Domingo no les gustó la idea, y se negaron a obedecer. Para este grupo de disidentes, Munio de Zamora, Maestro General de la Orden de los Dominicos, preparó una revisión del Memoriale Propositi y redactó una Regla para los “Hermanos y Hermanas de la Orden de la Penitencia de Santo Domingo”. Este documento fue enviado a Honorio IV, quien en enero 28 de 1286 les otorgó la exención del entredicho. Este es el primer documento en el que aparece el título de “Orden de la Penitencia de Santo Domingo”. Este trabajo de Munio de Zamora utiliza en gran parte la revisión hecha por Fray Caro, aunque difiere en lo concerniente al gobierno de las fraternidades y reemplaza las obras corporales de misericordia con la propagación de las verdades de la fe.

Desgraciadamente, la carta enviada a Martín IV, sólo nos habla de la modificación al primer párrafo del Memoriale Propositi en lo referente al hábito y  a la nueva fórmula de profesión, que era increíblemente vaga y, finalmente, el párrafo final, que expresaba la doctrina dominica de la obligación penal, es cambiada por la visión franciscana de obligación moral[37].

 

5.4.3 La Regla de Nicolás IV

 

Habiendo muerto Honorio IV, la Santa Sede fue presidida por Jerónimo de Ascoli el 15 de febrero de 1288, quien tomó por nombre Nicolás IV[38]. La Regla que él hizo es, básicamente la revisión hecha por Fray Caro, y fue aprobada con el título de Supra Montem, en 1289. Esta Regla es una guía para la vida cristiana de las personas que viven en el mundo[39]. Los principales elementos contenidos son:

  • Conducta externa: forma de ser y de vestir, prácticas penitenciales y prohibición de ciertos tipos de entretenimiento.
  • Vida interior: Presenta un programa de vida espiritual.
  • Testimonio de vida, particularmente en la justicia y la paz.
  • Obras de misericordia.
  • Oficios de visitador y de ministro.

5.5 De independencia a sujeción

 

Uno de los grandes problemas que enfrentaba la Orden de la Penitencia era el privilegio de autonomía, pues ni estaban en dependencia de los Hermanos Menores, ni del Obispo. Como hemos visto, la Santa Sede trató en varias ocasiones de poner orden, por medio de visitadores y de diversos documentos. La principal razón para esta actividad de la Sede Apostólica era que, en realidad, la Orden de la Penitencia era algo verdaderamente admirable: había una buena cantidad de santos y motivaban mucho a los pobres. La segunda razón era el miedo de que este grupo fuera a caer en la herejía, lo que, si permanecían en dependencia de alguna Orden o del Obispo, disminuía enormemente.

Ya desde 1311 el Concilio de Vienne había acusado a los Penitentes, por lo que en 1319, Juan XXII promulga la bula Etsi Apostolicae Sedís[40], en la cual dice que los penitentes deben vivir bajo el cuidado y enseñanza de los Hermanos Menores. La guía de los Hermanos Menores ya había sido sugerida en la Regla de 1289, pero obviamente esto no había sido observado. En 1428, la autonomía de los Penitentes es restringida un poco más, pues Martín V promulga la bula Ucit Inter Cetera, en la cual es dada a los Hermanos Menores la jurisdicción sobre los Penitentes, bajo pena de censura[41].

 

Poco después, el 11 de diciembre de 1471, Sixto IV, un Papa franciscano, en la bula Romanum Pontificis Providentia, otorga a los Ministros Provinciales de los Hermanos Menores, la facultad de visitar, recibir a la profesión, corregir e instruir a las fraternidades[42]. Pero esta norma no fue aceptada, por unanimidad, por los grupos de penitentes y por los frailes, por lo que el documento fue revocado por Inocencio VII en 1492, pero fue reimpuesto por Julio II en 1507.

Un problema que llevará a la división de la Orden de la Penitencia fue la división entre Observantes y Conventuales, en la Orden de los Hermanos menores en 1517, pues la reforma arrastró consigo a miembros de los diversos grupos, y así, había terciarios observantes y terciarios conventuales. El problema se agudiza cuando en 1620 se inicia la reforma Capuchina. El mayor problema surge cuando, para acentuar las diferencias entre los diversos grupos, comienzan a elaborar sus propias Constituciones y estatutos. El efecto lógico fue que vino un desconcierto total, una relajación en su forma de vida y. una competencia para ganar adeptos. Una primera solución al conflicto, intenta ser la bula Ad Fructus Uberes, promulgada por Pablo III en 1547, en la cual los penitentes de España, Portugal y todas sus colonias, eran puestos bajo el control de la Tercera Orden Regular. El problema es que la Tercera Orden Regular era sumamente pequeña en ese tiempo, y más aún, su Ministro estaba sujeto al Ministro General de la Observancia. Desgraciadamente, en los siglos XVI y XVII hubo más reformas y con ello mayor división en las filas de los terciarios[43].

En un esfuerzo por traer orden, Inocencio XI promulgó la bula Ecclesiae Catholicae, en la cual, el Ministro de cada fraternidad está bajó el control del guardián del convento local. Este guardián tenía la facultad de veto dentro de la elección del ministro, con lo que el papel del visitador se redujo a mantener el fervor y corregir los demás oficios. Este visitador debía ser un fraile. El Ministro es teóricamente la cabeza del grupo, pero este o el viceministro debía ser sacerdote. El oficio de Ministro se desempeñaba sólo por un año, y se crean diversas dependencias: secretariado, discretorio, vigilancia, tesorería, enfermería y sacristanía. El propósito de esta maquinaria burocrática era la de darle a la Orden de la Penitencia una forma de gobierno estándar, pero fuera de Italia, no se llevó a cabo. En 1725, Benedicto XIII promulga Paternae Sedis Apostolicae, en la cual, la premisa fundamental era: si el fundador de la Orden de la Penitencia de san Francisco fue solamente uno, debe haber también, unidad de dirección. Por tanto, la Orden debe estar bajo el cuidado del sucesor del fundador. El problema surge al ver ¿cuál de las ramas de la familia Franciscana es la auténtica?

De acuerdo a la división de 1517, era la de los Observantes, por lo cual, el documento dice claramente que los terciarios deben estar bajo el cuidado de los Observantes, hay una total exclusión de las otras ramas de la familia, y aún del propio Obispo, excepto con permiso explícito de la Santa Sede. El Ministro General de la Observancia tenía facultad de recibir a la profesión y de expulsar a cualquiera de sus miembros, podía, además elaborar constituciones y estatutos. Naturalmente, esta resolución no fue acogida con agrado por los demás miembros de la familia Franciscana y por el Episcopado, por lo que fue revocada cuatro años más tarde.

 

5.6 Misericordis Dei Filius

 

Este documento es la regla promulgada en 1883 por León XIII. En realidad, los cambios que aparecen en este documento, son un intento de adaptación a las nuevas circunstancias, preservando el espíritu original. La bula fue proclamada por León XIII el 30 de mayo de 1883, y estuvo en vigor por noventa y cinco años.

Es importante que en ningún lugar aparece la Orden de los Hermanos Menores involucrada en el proceso de revisión de la Regla, más aún, no se mencionan comisarios de ninguna de las mayores ramas de la familia Franciscana: al parecer, la iniciativa de corrección fue llevada a cabo, totalmente, por obra del Pontífice, quien estableció una comisión de Cardenales, cuya labor consistiría en revisar, en un ambiente de oración, la Regla de la tercera Orden de san Francisco de Asís, y todos los privilegios que les habían sido concedidos a través de los siglos. En la introducción del documento, León XIII declara que el objetivo era el de revisar la Regla de Nicolás IV y adaptarla a las nuevas necesidades. Sin embargo, insiste en que el espíritu y la sustancia de la Regla de Nicolás IV debe ser conservado[44]. Algunos de los cambios realizados fueron:

 

  • En la recepción y profesión: se establece la edad de catorce años como mínima para la recepción de candidatos. Se abole la ley por la cual las mujeres no pedían entrar a la Orden antes de cumplir los cuarenta años y con permiso del marido.
  • Respecto a las obligaciones: se urge a la moderación, a la práctica de los sacramentos; el Oficio Divino es mitigado y se urge al buen ejemplo ya evitar los extremos en las penitencias.
  • En cuanto a la organización interna: se acentúa la supervisión y jurisdicción de los Hermanos Menores, se dan amplios poderes al visitador, el cual debe visitar las fraternidades una vez al afta, y debe ser miembro de la Primera Orden o de la Tercera Orden Regular. Finalmente, la obligación de la Regla deja de ser bajo pena.

5.7 Seraphicus Patriarcha

 

Después del Concilio Vaticano II hubo muchos cambios en la estructura de la Orden Franciscana Seglar. En realidad, es algo más que un simple cambio estructural. El Concilio vino a darle un nuevo dinamismo. Con el principio de volver a las fuentes se propone un cambio en el modelo de vida del franciscanismo seglar. En primer lugar, se acentúa el lugar del bautismo en la vida del creyente; y en segundo lugar, se da un fuerte impulso al carácter secular de sus miembros: ya no son un término medio entre religiosos y seglares, sino que se reconoce su verdadero carisma: el de ser seglares.

 

En su organización interna, la Orden comenzó a descentralizarse y a formar Consejos Internacionales para dar principios y normas aplicables a todos en general. Se forman también “Consejos Nacionales” y “Consejos Regionales”. En 1969, en Asís se celebró una reunión a la cual acudieron miembros de todas partes del mundo. El principal punto a tratar era la elaboración de una nueva Regla. Este primer Consejo se dedicó a la labor de presentar un primer borrador, que fue rechazado por todos debido a que los valores franciscanos fueron implantados muy artificialmente y traicionaban una mentalidad preconciliar. Muy importante fue el hecho de que no aparecen los textos relativos a los seglares. De aquí surgieron cuatro criterios que se consideraron como esenciales para la elaboración de la Regla: Debe ser evangélica, Franciscana, apostólica y debe tener un elemento legal.

 

El siguiente evento de relevancia fue el establecimiento, en 1974, del “Consejo Mundial de la Tercera Orden de San Francisco”. El documento de este evento divide al mundo en áreas: América Latina, América del Norte, Europa, África, Asia y Oceanía. Como presidenta del grupo resultó electa la Venezolana Manuela Mattioli, quien continuó hasta el Capítulo de 1990, en que resultó electa la Italiana Emanuela de Nunzio. Hay además cuatro vicepresidentes y nueve representantes por América Latina, siete por América del Norte, trece por Europa, dos por Asía, dos por África y uno por Oceanía.

 

Para fines de 1975 ya se había presentado un quinto borrador de la Regla, el cual fue rechazado por ser demasiado largo, repetitivo y no adaptable a las diferentes culturas. A fin de acelerar la marcha, los Ministros Generales constituyeron una comisión internacional para la revisión de la Regla. Este grupo estaba integrado por Terciarios, expertos en derecho canónico, teología, historia y espiritualidad. La comisión presentó en 1977 un texto, el cual fue revisado en Rieti y mandado a la Congregación para los religiosos en octubre del mismo año, hasta que, finalmente, fue aprobada el 24 de junio de 1978, por Pablo VI, con el Breve Apostólico Seraphicus Patriarcha[45]En esta regla, la Orden Franciscana Seglar es concebida de la siguiente manera:

  • Es una Orden autónoma. “una unión orgánica de fraternidades católicas” (Art. 11), no dividida en cuatro familias, aunque cada fraternidad está conectada canónicamente con alguna de las Ordenes de los frailes (aparece implícito en el Art. 26). Hay que advertir que esta relación no es de tipo obediencial sino de simple asesoría fraterna.
  • Su estructura se divide en fraternidades: locales, regionales, nacionales e internacionales (Art. 20), independientemente de las provincias de los frailes franciscanos.
  • Poseen un gobierno autónomo que es animado y guiado por líderes seglares elegidos por un determinado período (Art. 21).
  • Es una parte esencial de la familia Franciscana (Art. 1-2), que adquiere su identidad no en la Orden de los Hermanos Menores, sino del carisma de San Francisco en la Iglesia Católica (Art. 1).
  • Los Consejos en todos los niveles, están sujetos a la visita fraterna de un Ministro Seglar y a una visita pastoral de alguno de los frailes (Art. 26).

BREVE HISTORIA DE LA TERCERA ORDEN REGULAR

 

La Tercera Orden, como fue llamada la Orden Franciscana Seglar, fue planeada para personas casadas que vivían en sus casas, incluyendo a sacerdotes del clero secular que querían participar en el carisma Franciscano, sin dejar su propio estilo de vida.

En el S. XIII, terciarios que no estaban atados por lazos familiares, comenzaron a formar comunidades, aunque sin profesar los votos públicos de la Iglesia. Era una especie de asociación libre. Gradualmente sus casas se convirtieron en comunidades religiosas. y ya desde un principio se vio una doble tendencia: un grupo dedicado a la vida contemplativa, y otro dedicado a la vida apostólica. Las primeras comunidades de las que se tienen noticias son la de Colonia en 1264 y la de Tolouse en 1287. Algunos han pensado que Santa Isabel de Hungría fue la fundadora de estas comunidades en 1228, pero no hay evidencia alguna al respecto.

 

Durante el S. XIV los conventos terciarios fueron tan numerosos, que para fines de siglo ya estaban organizados en congregaciones. Para poder tener cierto orden, estas comunidades adoptaron la Regla de Nicolás IV, y la adaptaron a sus necesidades. En 1521, León X les da una nueva Regla, en la que se les requiere profesar los votos solemnes, aunque no se les impuso la clausura[46]. Esta Regla pone a los terciarios regulares bajo la jurisdicción de los Hermanos Menores, que hasta 1586 en que Sixto V les permite independizarse[47].

 

Había también algunas comunidades de Terciarios que vivían en votos simpes (quizás privados), sus principales actividades fueron la enseñanza y la atención a los enfermos y ancianos. Además del grupo de Santa Isabel de Hungría, podemos mencionar al grupo de Angela de Foligno, quienes atendían enfermos y pedían limosna para los pobres, el de Santa Angela de Merici, fundadora de las Ursulinas, las cuales, después de la muerte de su fundadora adoptaron la Regla de San Agustín.

 

En cuanto a los grupos masculinos, había algunos en la ciudad de París, que se dedicaban a enseñar a los seminaristas pobres, también existieron algunas fraternidades en Flandes, Bélgica, India, España y Portugal. Desgraciadamente, ninguno de estos grupos continuó con vida. Las dieciocho fraternidades que existen en la actualidad, fueron fundadas en los S. XIX y XX. De las congregaciones de clérigos pertenecientes a la Tercera Orden Regular, la más conocida es la de Graymoor, fundada en 1898.

 

Con la renovación en el entusiasmo por la Tercera Orden Regular, les fue dada por Pío XI una nueva Regla en 1927, con la Constitución Apostólica Rerum Conditio[48]. En esta Regla son acentuadas las virtudes de la caridad, de la humildad, de la piedad y de la paz, así como el buen ejemplo, el cuidado a los enfermos y la oración.

 

En 1965 un grupo de superiores mayores de Francia y Bélgica comenzaron a trabajar en la revisión de la Regla. Esta revisión fue llamada Regla Holandesa, fue hecha y aprobada por la Franciskannse Sammenwerkiug, es decir, por la Cooperativa Franciscana que envolvía a diecinueve Congregaciones y buscaba mostrar la forma en que San Francisco expresó la vida del Evangelio[49].

 

Posteriormente surge la llamada Regla Francesa, publicada en 1972 bajo el título de Regla de Vida de las Hermanas de la Orden de San Francisco. Esta Regla nace de un grupo de superioras mayoras de diversas Congregaciones franciscanas de Francia. Era el tiempo inmediatamente posterior al Concilio Vaticano II, en que la mayoría de las Órdenes religiosas hizo el esfuerzo por adecuarse a las nuevas aspiraciones que marcaba el Concilio. En este proceso, este grupo de Congregaciones Francesas preparaba la renovación de sus Constituciones, pero pronto se dieron cuenta de la necesidad de una Regla de vida a la cual hacer referencia, decidieron elaborar una Regla. El documento fue escrito bajo la dirección de la Primera Orden y no reflejaba la espiritualidad penitencial de la Tercera Orden Regular. Más bien era una adaptación de la Regla de 1223 de los Hermanos Menores[50].

 

En 1973 se elabora la llamada Regla Alemana[51]. consistente en ocho capítulos, hasta que las ramas masculina y femenina de la Tercera Orden Regular se reunieron en un Congreso Internacional celebrado en la ciudad de Madrid del 16 al 19 de Abril de 1974, para profundizar en el sentido de su identidad. Fruto de este Congreso fue la declaración de cómo ha de vivirse la vida penitencial Franciscana, título de lo que se conoce como Regla de Madrid[52]. Esta declaración fue aprobada por el Cuarto Congreso Inter-obediencial y ofrece una visión más clara de la penitencia, en el sentido bíblico de metanoia.

 

Finalmente, en 1980 se pensó en la elaboración de una Regla que unificara a todos los miembros de la Tercera Orden Regular. El proyecto comenzó en Alemania. En esta reunión se elaboró el llamado Texto de Reute, en el cual el grupo de trabajo acordó la renovación de la regla y el uso de las fuentes franciscanas como elementos básicos de inspiración. El P. Roland Faley de la Curia General de la Tercera Orden Regular, dijo con respecto a este texto: “le hace falta ser elaborado con un claro y distintivo carisma”.

 

En 1981 hubo una nueva reunión, en la que se discutió de nuevo el texto de Reute, el cual fue aprobado por ciento cinco de las cuatrocientas tres Congregaciones que integraban la Tercera Orden Regular. De aquí surgió la convicción de que el fundamento de la Regla debían ser la penitencia, la oración, la pobreza y la minoridad, aunque también fueron incluidos los valores de la paz, la alegría y la simplicidad. El fruto de esta reunión fue la elaboración de un nuevo texto conocido como Texto de Bruselas. Este utilizaba la Regla de 1221 y la Carta a Todos los Fieles. En Octubre de 1981, el P. Alberico Candela, secretario general de la Tercera Orden Regular, mandó copias de este texto a todas las casas de la Orden.

 

Para marzo de 1982 se reunieron de nuevo los dirigentes de las diversas Congregaciones, representado a treinta y cinco países, y durante las sesiones de trabajo se hicieron algunos cambios al Texto de Bruselas. Se añadió lo concerniente a la vida contemplativa y se dijo que el prólogo y el epílogo debían ser partes integrales del texto. A esta corrección se le llamó Texto de Roma fue aprobada por los superiores Generales a fines de marzo de 1982. Después de la Asamblea de Roma, el texto corregido fue enviado a la Congregación para Religiosos y aprobado en Octubre de 1982, con el documento Franciscanum Vitae[53].


[1]    La fuente de la angelología es el escrito del Seudo Dionisio, acerca de la Jerarquía celeste, formada por nueve ordenes de ángeles, agrupados por triadas: Serafines, Querubines y Tronos; Dominaciones, Virtudes y Potestades; Principados, Arcángeles y Ángeles. Cf. N. Abbagnano, Diccionario de Filosofía, México 1987, p. 73.

[2]    Constitución Misericordis Dei Filius del 3 de Junio de 1883, en Acta Ordinis 2 (1883), p. 89-93.

[3]    Carta Tertium Franciscanum Ordinem del 8 de Septiembre de 1912, en Acta Ordinis 31 (1912), p. 281-84.

[4]    Encíclica Rite Expiatis del 31 de Abril de 1926, en AAS 18 (1926), p. 153.

[5]    Alocución del 1 de Junio de 1956, con motivo de peregrinación terciaria.

[6]    Alocución del 20 de Mayo de 1971.

[7]    Cf. B. Pastor, “The state of penance and the beginnings of the Order of the Brothers and Sisters of Penance”, en Analecta Tertii Ordinis Regularis S. Francisci 123 (1974), p. 35-72; R. Mortimer, The origins of private penance in the Western Church, Clarendon Press, Oxford 1939.

[8]    Cf. P. Poupard, Diccionario de las religiones, Herder, Barcelona 1987, p. 266-270; 180-182.

[9]    Cf. J. De Giano, Crónica, 10-15, en Cronistas franciscanos primitivos y otros documentos franciscanos del siglo XIII, (Versión de S. Zamorano), CEFEPAL, Chile 1981, p. 27ss.

[10]   R. Brook, Scripta Leonis, Rutini et Angeli, Oxford 1970, p. 147-148.

[11]   M. de Florencia, Trattato del Terz’Ordine, (Ed. M. D. Papi), Roma 1985, p. 349. También J. De Spira, “Officium Rithmicum”14, en AF X (1926-1941), p. 380 y 383. J. De Spira, “Vita Sancti Francisci” 14,23, en AF X (1926- 1941), p. 341-342; 346; H. D’Avranches, “Leyenda Versificata” 10, en AF X (1926-1941), p. 500; N. de Glassburg, “Chronica”, en AF II (1887), p. 24.

[12]   Las tres iglesias son: la Porciúncula, San Damián y San Pedro de la Espina.

[13]   El conde Orlando de Chiusi fue el donador del Monte Alvernia en 1213. Cf. Primera Consideración sobre las Llagas. Práxedes era una reclusa romana a quien Francisco dio el hábito y el cordón. Cf. 3Cel 181.

[14]   Era el parido papal, opuesto al de los Guibeinos o partido imperial.

[15]   Cf. A. Natali, “Luchesio di Poggi Bonsi”, en Italia Francescana 35 (1960), p. 237-247; O. Schmucki, “Il TOF nelle biografie di San Francesco”, en Collectanea Francescana 43 (1973), p. 117-143.

[16]   O. Englebert, Vida de san Francisco de Asís, CEFEPAL, Santiago de Chile 1973, p. 303.

[17]   O. Englebert, Vida de san Francisco de Asís, p. 304.

[18]   Las principales fuentes en que aparece el “hermano Jacoba” son: L3C 37-39; LM VIII,7; Legenda Antigua 101; 4a. Consideración sobre las LlagasSP 112; Liber de laudibus B. Francisci, VIII; Vitae Fratris Aegedii, en AF III (1897), p. 102-104.

[19]   Cf. A. Butler, Vida de los Santos, (t. III), John W. Clute, México 1964, p. 401-405.

[20]   A. Butler, Vida de los Santos, (t. IV), p. 382-387.

[21]   Cf. R. Pazzelli, San Francesco e il Terz’Ordine. Il movimiento penitenziale prefrancescano e francescano, Messaggero, Padova 1982, p. 120-121.

[22]   Fue editada en 1900 en la Collection d’études et de documents sur l’histoire religieuse et littéraire du Moyen Age, Paris 1900, p. 132-135.

[23]   Cf. K. Esser, “Ein Vortaufer der Epístola ad Fideles des hl Franziskus von Assisi (Cod 225 der Biblioteca Guarnacci zu Volterra)”, en Collectenea Francescana 45 (1975); traducido como “A forerunner of the Epistola ad Fideles of St. Francis of Assisi (Cod 225 of The Bublioteca Guarnacci of Volterra)” en Analecta Tertii Ordinis Regularis S. Francisci XIV (1978), p. 11-47.

[24]   D. Flood, “The Communitorium”, en Haversack 3 (1979-1980).

[25]   Cf. R. Pazzelli, San Francesco e il Terz’Ordine, p. 199-213.

[26]   “Haec sunt verba vitae et salutis quae su quis legerit et fecerit inveniet vitam et haverit salutem a Domino”, sino que en realidad dice: “Haec sunt verba vitae et salutis quae si quis legent et recerit inveniet vitam al aunet salutem a Domino de illis qui faciunt poenitentiam”.

[27]   G. Meersman, Dossier de l’Ordre de la pénitence au XIIIe siècle, Fribourg 1961, p. 279-280.

[28]   B. da Bessa, “Liber de laudibus B. francisci”, en AF III (1897), p. 195.

[29]   P. Sabatier, Opuscula de critique historique, (t. I), Paris 1903, p. 17-30.

[30]   P. Bugheti, “Prima Regula Tertii Ordinis Iuxta Novum Codicem”, en AFH 14 (1921), p. 109-121.

[31]   L. Lemmens, “Regula Antiqua Ordinis de Poententia Iuxta Novum Codicem”, en AFH 6 (1915), p. 242-250.

[32]   A. Wyngaert, “De Tertio Ordine S. Frencisci Iuxta Marianum Florentium”, en AFH 12 (1920), p. 1-77.

[33]   G. Meersman, Dossier de l’Ordre de la pénitence, p. 281-283.

[34]   G. Meersman, Dossier de l’Ordre de la pénitence, p. 281.

[35]   Cf. S. Buenaventura, Opera Omnia, (t. VIII), Ad Claras Aquas (Quaracchi) 1898, p. 368-369. El título completo es: “Determinationes questionum circa Regulam Fratrum Minorum, p. 11, q. 16: Cur Fratres non promoeveant Ordinem Poenitentium”.

[36]   Cf. R. Pazzelli, San Francesco e il Terz’Ordine, p. 286.

[37]   Cf. G. Meersman, Dossier de l’Ordre de la pénitence, p. 298.

[38]   Jerónimo de Ascoli fue Ministro General de los Hermanos Menores de 1274 a 1279.

[39]   Cf. V. M., Bretón, Tercera Orden Franciscana, Ed. Pax et Bonum, Buenos Aires 1947, p. 31-42.

[40]   Bullarium Franciscanum, (t. V), p. 163-164.

[41]   Una censura es una pena canónica por la cual se priva al bautizado de ciertos bienes espirituales o anejos a estos, hasta que sea absuelto. Hay tres tipos de censura: excomunión, entredicho y suspensión. Cf. Bullarium Franciscanum, (t. VII), p. 715-16.

[42]   Bullarium Franciscanum, (t. III), p. 37-38.

[43]   En el s. XVIII las principales ramas de la familia franciscana eran: Observantes, Conventuales, Capuchinos, Reformados, Recolectos y Descalzos.

[44]   Cf. V. M., Bretón, Tercera Orden Franciscana, p. 42-46.

[45]   Cf. C. Moya, Regla y Constituciones Generales de la Orden Franciscana Seglar, Valle de la Misericordia, Jal, 31 de enero de 1991, p. 13-14.

[46]   León X, “Inter Cetera Nostri Regiminis”, en Anales Minorum, (t. XIX), Quaracchi 1933, p. 147-50.

[47]   Sixto V, “Romani Pontifici Providentia”, en Anales Minorum, (t. XXII), Quaracchi 1934, p. 338-39.

[48]   Cf. AAS XIX (1927), p. 361-67.

[49] Cf. “Regla de Vida Franciscana (Holandesa)”, en Selecciones de Franciscanismo 12 (1975), p. 348-70.

[50] Cf. “Regla de Vida de las Hermanas de la Orden de San Francisco”, en Selecciones de Franciscanismo 12 (1975), p. 371-64.

[51]   Cf. Regla de Vida de las Hermanas de la Orden de San Francisco, p. 385-99.

[52]   Cf. Regla de Vida de las Hermanas de la Orden de San Francisco, p. 400-406.

[53]   Cf. L’Ossrervatore Romano, (Ed. semanal en lengua española), del 24 de Julio de 1983.

 

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