ORDEN FRANCISCANA SEGLAR
https://www.pinterest.com.mx/pin/854558098016332103/
Fray Guillermo Lancaster Jones Campero,
Ofm
La
familia Franciscana ha tenido una gran influencia en la comunidad cristiana a
través de los siglos, En realidad, son ya ochocientos años de una continua
respuesta a Cristo y a su Iglesia a través de una familia que cubre todas las
áreas de la espiritualidad Cristiana, El franciscanismo es algo tan vivo que
sigue atrayendo a personas de todas las edades y clases sociales; es algo que
en continuo movimiento sigue llevando a los espíritus inquietos a profundizar
en las fuentes y motivaciones que durante siglos han llevado a sacerdotes,
religiosos, religiosas, monjas y seglares al encuentro con Dios y con los
hombres, La familia franciscana, en sus tres ramas: Hermanos Menores, Clarisas
y Terciarios son una inspiración para aquellos que buscan un encuentro con
aquél que es “El todo Bien, Sumo Bien, el Bien total”.
En esta
investigación nos limitaremos al estudio de una rama de la gran familia
Franciscana, “La Orden Franciscana
Seglar” o “Tercera Orden de San
Francisco”. Nuestro estudio será hecho de forma científica, procurando ir
directamente a las fuentes primitivas de nuestra espiritualidad. El propósito
es, ante todo, analizar críticamente el proceso por el que surge y se consolida
la Orden Franciscana Seglar a través de los siglos. Finalmente, estas notas
quieren ser un reconocimiento de gratitud a Fray Cyprian Lynch, profesor de la
Universidad de San Buenaventura, por su labor de investigación sobre la
historia de la Orden Franciscana Seglar. Comencemos pues, penetrando al sentido
que adquiere el propio nombre de la Institución.
1.
QUE ES UNA
ORDEN
1.1 Noción del Orden
De
acuerdo a los documentos descubiertos que atañen a la Orden Franciscana Seglar,
ésta ha sido entendida siempre como una fraternidad, pero legislativamente
siempre ha sido entendida como una Orden, con todos sus privilegios y
obligaciones.
Al
hablar de orden,
podemos referimos a varios sentidos. Entre ellos, tenemos el de un orden
numérico, alfabético, un orden de personas que se agrupan de acuerdo a las
diversas funciones que realizan; nosotros nos referiremos en especial a un
grupo de personas que viven una vida en común, bajo una misma legislación. De
acuerdo al nuevo Código
de Derecho Canónico, la vida religiosa es “una forma estable de
vida surgida en el Pueblo de Dios por inspiración del Espíritu y canónicamente
erigida por la competente autoridad de la Iglesia, por la que algunos fieles se
consagran totalmente a Dios y siguen más de cerca a Cristo, observando los consejos
evangélicos de castidad, pobreza y obediencia mediante votos u otros sagrados
vínculos, a fin de conseguir la perfección de la caridad y entregarse al
servicio del mundo” (c. 573).
La
Orden Franciscana Seglar contiene en sí todos estos elementos excepto dos: no
es una orden religiosa ligada a la profesión de los consejos evangélicos y vida
en común, y tampoco es un grupo de personas con el Orden Sagrado, aunque
algunos de sus miembros puedan tenerlo. Estas características son vividas
ciertamente, pero en un sentido análogo.
1.2 Concepto teológico del Orden
Metafísicamente,
el orden del mundo es jerárquico. Dios ha creado a las creaturas de acuerdo a
los varios niveles del ser. Cada uno de ellos tiene una función propia a
desempeñar, que no puede ser hecha por ningún otro ser, pues le está designada
como tal en el eterno plan de Dios[1].
Nosotros,
como seres humanos, tenemos la necesidad de agrupar a los individuos en clases
u órdenes de acuerdo a la propia actividad, pero, pese a cualquier división que
se haga, todos los seres siguen participando directamente en la divinidad. El
plan de Dios es que todos los hombres sé salven, sin distinción de clase, edad
o sexo. Así pues, en última instancia, orden no tiene significado, pues todos
participamos, aunque de forma diversa de la divinidad. Para la gente del S.
XIII, la diversidad de órdenes se derivaba de la diversidad de funciones, cada
ser tiene una tarea que le ha encomendado el Señor.
2.
QUÉ ES UNA
TERCERA ORDEN
2.1 En los Papas modernos
León
XIII (1883) dice: “La Tercera Orden se fundamenta completamente en la
observancia de los preceptos de Cristo, ya que son un entrenamiento para una
más intensa práctica de la fe”[2].
Pío X,
en 1912 dijo: “La Tercera Orden no es algo diferente de las otras dos en su
naturaleza, sino sólo en la función que desarrolla de acuerdo a su propio
estado y situación. Es una institución donde se aprende a ser testigos de la fe”[3].
En
1926, Pío XI habla de la Orden Franciscana Seglar como “una Orden para que
aquellos que viviendo en el mundo, puedan vivir los mandamientos en la forma en
que San Francisco lo hizo”[4]. Pío XII en 1956 dice: “Es una escuela de
perfección. La familia Franciscana comprende a todos aquellos miembros del
Pueblo de Dios, seglares, religiosos y sacerdotes, que se sienten llamados al
seguimiento de Cristo, tras las huellas de San Francisco de Asís. En maneras y
formas diversas, pero en recíproca comunión vital, todos ellos se proponen
hacer presente el carisma del común Seráfico Padre, en la vida y en la misión
de la Iglesia”[5]. Finalmente, Pablo VI en 1971, ante los
miembros de la magna peregrinación internacional de Terciarios dijo: “Los
terciarios, buscadores de la autenticidad evangélica encuentran alimento y
fortaleza para la imitación de Cristo en la Espiritualidad franciscana”[6].
Es
importante notar que todos los Papas, desde Pío IX hasta Juan XXIII, fueron
terciarios. Ellos mostraron una gran fe y entusiasmo por el franciscanismo
seglar, al grado de querer que la Orden fuera establecida en cada parroquia.
Antigüedad, venerabilidad y santidad son los signos con que se expresa a sí
misma la Orden Franciscana Seglar.
2.2 En la legislación
El
Código de Derecho Canónico de 1917 define a las Terceras Ordenes diciendo: “Los
Terciarios seculares son aquellos que, viviendo en el siglo, bajo la dirección
de alguna Orden, y conforme al espíritu de la misma, se esfuerzan por adquirir
la perfección cristiana de una manera acomodada a la vida en el siglo, según las
reglas para ellos aprobadas por la Sede Apostólica” (CIC [1917] 701). Por su
parte, el Código de1983 hace una clara distinción al decirnos que sus miembros
están llamados a la actividad apostólica, elemento que es ignorado
completamente por el Código de 1917: “Se llaman Ordenes Terceras, o con nombre
parecido, aquellas asociaciones cuyos miembros, viviendo en el mundo y
participando del espíritu de un Instituto Religioso, se dedican al apostolado y
buscan la perfección cristiana bajo la alta dirección de ese Instituto” (CIC
303). Lo que la nueva legislación nos propone es que las Primeras Ordenes
tienen ciertas obligaciones hacía las Terceras Ordenes. Las relaciones entre
ambas instituciones son como las de tipo familiar, es decir, de intimidad y
hermandad.
En la
perspectiva de este canon, la función primaria de la Orden Franciscana Seglar
será, como dijo Pío XII, la de ayudar a las personas a vivir la vida del
Evangelio; por tanto, cada fraternidad y cada Terciario debe tener un
apostolado específico.
El apostolado
del franciscano debe ser hecho de dos formas: la primera es por medio del
anuncio de la Palabra, y el segundo, por medio del testimonio de vida. San
Francisco en la Regla de 1221 nos dice: “Y los hermanos que van (entre
infieles), puedan comportarse entre ellos espiritualmente de dos modos. Uno,
que no promuevan disputas y controversias, sino que se sometan a toda criatura
por Dios y confiesen ser cristianos. Otro, que, cuando los parezca que agrada
al Señor, anuncien la Palabra de Dios” (RegNB XVI, 5-7). Así pues, Francisco
pone al mismo nivel de importancia al testimonio de vida y al anuncio de la
Palabra, ambas son una forma de apostolado.
En lo
concerniente al lazo jurídico que une a ambos Institutos, el Derecho nos habla
de la alta dirección.
La palabra utilizada en el texto latino es moderamen, que podemos traducir como asistencia, lo cual es muy
diferente a director o dirigente, pues estas últimas denotan un tinte de
superioridad, como un jefe que se encarga de ordenar y sus súbditos de obedecerle.
Este vínculo no es, ni debe ser, meramente de tipo legal, ya que ambos
Institutos comparten el mismo carisma, el lazo jurídico busca lograr un balance
entre la responsabilidad espiritual de las Primeras Ordenes y la operatividad
de las Terceras Ordenes.
Por
tanto, partiendo de la definición dada por el derecho de la Iglesia, podemos
distinguir algunos elementos propios de cada uno de los Institutos.
Primeramente, en la Orden Franciscana Seglar existe un estado laical, esto es,
es una Orden cuyos miembros viven en sus propias casas, mientras que el
religioso se ve atado a la vida comunitaria. Es decir, los Franciscanos
seglares forman una unión orgánica, pero no viven una vida en común.
Una de
las principales características de la Vida Religiosa es la consagración a Dios
por medio de los votos o algún otro vínculo sagrado; para el terciario, esta
consagración se presenta de forma diferente, lo que el terciario promete no es
el “voto público” de vivir en castidad, pobreza y obediencia, sino de vivir el
evangelio en la forma en que lo vivió Francisco de Asís. Por tanto, las
consecuencias legales son completamente diferentes. Dentro de la misma
legislación existen grandes diferencias, pues a pesar de compartir un mismo
espíritu y carisma, no se comparte la misma Regla de vida. El Hermano Menor
está regido por la Regla escrita por San Francisco en 1223 y aprobada por el
Papa Honorio III en 29 de Noviembre de 1223; el Franciscano Seglar está
vinculado en la actualidad, a la Regla aprobada por el Papa Pablo VI en Junio
de 1978. La diferencia legislativa se extiende a Constituciones propias de cada
Instituto, a Ministros, programas de formación, etc.
Esta
idea de autonomía es claramente expresada en las Constituciones Generales de la
Orden Franciscana Seglar de 1959, en las que se nos dice que los miembros de la
Tercera Orden deben buscar la santidad cristiana en una manera de acuerdo a su
forma de vida en el mundo (Cc.Gg 1959, 23). Así pues, los Terciarios no son
religiosos que han abandonado el mundo, sino que al contrario, son fermento en
medio del mundo. Podemos concluir con que, en efecto, la Orden Franciscana
Seglar es una Orden religiosa, pero no una Orden de religiosos.
3.
PREHISTORIA DE
LA ORDEN FRANCISCANA SEGLAR
Un
criterio filosófico, teológico y científico de la actualidad es que nada surge
por generación espontánea,
es decir, que nada surge por sí solo, sino que existe una causa externa que le
da el ser. Esto mismo sucede con el carisma franciscano. Francisco no fue el
inventor de la vida penitencial; la predicación de la penitencia se remonta a
los inicios del cristianismo. El mensaje de Juan el Bautista era: “Conviértanse
porque ha llegado el Reino de los Cielos” (Mt 3,2), su mismo bautismo era señal
de penitencia: “proclamaba un bautismo de conversión, para el perdón de los
pecados” (Mc 1,4). Jesús mismo penetra en la práctica de la penitencia y la
predica. La predicación penitencial era también parte de la actividad de la
primitiva comunidad cristiana; Lucas, nos dice: “arrepentíos, pues, y convertíos,
para que vuestros pecados sean borrados” (Hch 3,19).
Durante
los primeros cuatro siglos de la existencia del cristianismo, el perdón de los
pecados era concedido únicamente en la celebración del bautismo, fue hasta el
S. IV en que se instituye la segunda
tabla de salvación, es decir la confesión. Aunque el perdón era
dado, la reconciliación con la Iglesia no era dada inmediatamente, sino hasta
que el penitente hubiera mostrado su contrición.
En la
Edad Media, lo usual era que el pecador podía ser perdonado si se confesaba,
generalmente con el Obispo o con su representante. Sin embargo no hay certeza
sobre el hecho de que dicha confesión tuviera que ser hecha públicamente en
todos los casos, por lo que se conoce actualmente, esto sucedía únicamente en el
caso de los pecadores públicos, tales como los adúlteros; los apóstatas y los
criminales. Lo que sí sabemos por cierto, es que el pecador público tenía que
hacer su penitencia públicamente. Cuando el pecador se confesaba ante el
Obispo, le era dado, como símbolo penitencial un sayal que lo identificaba como
tal. Estas penitencias podían durar por varios años, y las consecuencias eran
que se les excluía de las celebraciones eucarísticas, se les obligaba a orar, a
ayunar, a dar limosnas, o en caso de no poderlo hacer, a ayudar a los pobres de
alguna forma. Si el pecador era casado, le era prohibido ejercer su matrimonio,
debía guardar la castidad durante el tiempo de su penitencia; además, no podían
entrar a los teatros, tabernas o a la milicia. Como podemos apreciar, era una
forma de vida completamente organizada: tenían su propia ropa, vida de oración
y prácticas penitenciales. Una vez que su penitencia había terminado, eran
reconciliados con la comunidad. Generalmente, la reconciliación se llevaba a
cabo el jueves santo.
Sin
embargo, había algunos que habiendo terminado su penitencia, continuaban
viviendo la misma forma de vida y, más aún, algunos que no eran pecadores
públicos se sintieron atraídos a abrazarla. Con el tiempo, algunos se unieron
para darse mutuo apoyo e hicieron un voto de
vivir la forma de vida penitencial[7].
Con el
tiempo, estos grupos de mutuo apoyo evolucionaron y configuraron como elementos
propios la primacía del Evangelio, la vida apostólica, la práctica de la
pobreza y la vida de conversión, dándole a esta configuración un tono
apocalíptico. En este tiempo, la vivencia del Evangelio, era, pues, reducida a
vivir en pobreza, vivir el Evangelio era no usar zapatos ni llevar algo para el
camino, etc., sólo pequeños detalles.
La vida
apostólica llevó a una profundización en el estudio de las Sagradas Escrituras.
Sin embargo esta predicación llegó a ser un problema para la Iglesia, pues a
todos les era permitido amonestar moralmente a sus semejantes para una vivencia
más pura del Evangelio, desgraciadamente, estos grupos entendieron el mandato
de ir y predicar el Evangelio de forma doctrinal, lo cual unido a la gran
incultura del tiempo, provocó serias herejías y desunión dentro de la Iglesia.
Va a ser hasta el cuarto Concilio de Letrán cuando la Sede Romana pide que se
estudie la teología y sean examinados los candidatos para el oficio de la
predicación. Estos grupos de herejes se expandieron rápidamente por Europa.
Algunos de estos grupos fueron importantes. Uno de los grupos más importantes
fue el de los humillados, compuesto
por comerciantes en telas, sentían una especial preferencia por la vida de
pobreza, vinieron a caer en problemas, cuando decidieron que las únicas
personas dignas de proclamar el Evangelio, eran aquellas que lo vivían, y como
ya hemos dicho, la vivencia del Evangelio era vivir en pobreza. Esto fue
sentido por la Curia Romana como un atentado contra la jerarquía de la Iglesia,
pues como es sabido, la jerarquía en general, era bastante rica, compuesta de
nobles y personas educadas. Sentían además una fuerte aversión a los
legalismos, pues a su forma de entender, el evangelio debía ser la única norma
para regular su vida. Posteriormente volveremos a tocar este tema, al referimos
al proceso histórico de la Regla de la Orden Franciscana Seglar.
Quizás
el grupo que causó más problemas de tipo ideológico fue el de los Cátaros.
Este era un grupo nacido en la ciudad de Albi Francia, en donde la guerra entre
los señores feudales afectó seriamente a la población campesina, dejándolos
casi en la miseria. Poco a poco se fue configurando un movimiento que atacaba
principalmente la riqueza y la ostentación que denotaban los hombres de
Iglesia.
La
principal razón de la condenación de este grupo, fue la práctica de un dualismo
teológico, en el que separaban lo espiritual como bueno y lo material como
malo. Lo erróneo era que con esto se negaba la Encarnación de Jesucristo, que
para ellos era un ángel con mera apariencia humana.
Las
primeras reacciones contra el catarismo aparecen dentro del mismo ambiente
laico. Grupos de posición ortodoxa se opusieron, aunque poco después estos
mismos grupos cayeron también en la herejía. Uno de estos grupos fue el de los Valdenses,
fundado por Pedro Valdo en 1173. Este grupo estaba integrado por comerciantes
de la ciudad de Lyón y se dedicaban al trabajo manual. Nace con la intención de
defender a la Iglesia católica contra los cátaros, pero muy pronto rechazaron
el sacerdocio, la jerarquía y las prácticas simoníacas de ésta. Al poco tiempo
cayeron también en la tentación de adoptar sus propias ideas y afirmaron que el
hombre se salva por sus propias acciones, esto nos lleva por consecuencia
lógica, a que los sacramentos son sólo actos litúrgicos, sin ningún beneficio
de gracia o de realización de la salvación. Finalmente, rechazaron también el
culto a los santos y a la cruz[8].
En
cuanto al tinte apocalíptico, nos encontramos en el tiempo del florecimiento de
las ideas del Abad de Calabria, Joaquín de Fiore, que pronosticaba como cercano
el fin del mundo y catalogaba a la cabeza de la Iglesia como el gran Anticristo
que anunciaría el final de la historia del mundo. Este abad divide la historia
en tres etapas que se suceden e interpolan: primeramente, tenemos la época del
reinado del Padre, es el tiempo del Antiguo Testamento, cuyos grandes hombres
son Elías y Moisés; posteriormente, con Juan el Bautista se unen la época del
Padre y la del Hijo. Esta es la época del reinado de Cristo, de su ministerio,
muerte y resurrección. Esta se une a la época del Espíritu Santo, la cual
ostentará hombres espirituales, uno de los cuales fue San Benito. Por tanto, la
verdadera Iglesia es la Iglesia monástica. Esta visión Trinitaria de la
historia fue tomada posteriormente por el grupo de los espirituales franciscanos.
4.
ORIGEN ES DE
LA ORDEN FRANCISCANA SEGLAR
Una vez
que nos hemos dado cuenta de que el franciscanismo no nace por generación
espontánea, sino que es el fruto de un largo proceso histórico y religioso,
entremos a examinar a uno de los muchos grupos que surgieron dentro de la
espiritualidad penitencial: La Orden Franciscana Seglar.
Algunos
autores, como Bartolomé Pastor y Rafael Pazzelli, han pensado que Francisco
antes de haber sido fraile fue un penitente laico. Para analizar este problema
nos topamos con algunas dificultades de información. Por ejemplo, ¿qué grupos
penitenciales existían en Asís en esa época? Uno de los argumentos que estos
autores señalan es que Francisco fue un converso antes
de su conversión definitiva; es decir, que cuando huye de casa de su padre,
permanece por un tiempo como asociado al sacerdote de la ciudad de Asís. Por
eso, es que cuando su padre lo presenta ante las autoridades civiles. Francisco
se niega a comparecer ante ellos, pues siendo un converso tenía lo que
era llamado el privilegium
fori, es decir, el privilegio del fuero eclesiástico, por tanto
debe ser juzgado ante el Obispo y no ante el Cónsul de la Ciudad.
Desgraciadamente,
no existe ningún documento que mencione que Francisco perteneció a uno de estos
grupos, ni tampoco existe algún testimonio de que haya habido una ceremonia de
iniciación, como era la costumbre. Por tanto, podemos afirmar que ciertamente
la espiritualidad de Francisco conlleva una fuerte dosis de la espiritualidad
penitencial y que él mismo se considera un penitente: “Algunos los escuchaban
de buena gana; otros, por el contrario, se burlaban de ellos; y muchos los
acosaban a preguntas, diciendo: ¿de dónde venís? Otros les preguntaban a qué
Orden pertenecían. Como les fue molesto contestar tantas preguntas, decían
sencillamente que eran varones penitentes oriundos de la ciudad de Asís” (L3C
37). Podemos afirmar que si Francisco perteneció a alguno de estos grupos, tuvo
que haber sido entre 1206 y 1209.
4.1 Semejanzas entre la espiritualidad penitencial
y la vida de san Francisco
El
primer elemento al que podemos referimos es al de su conversión, el cual es
clave para hacer una lectura de la vida del santo. El primer texto que
propondremos es de Celano, quien nos dice que cuando Francisco se acerca al
sacerdote de San Damián “Este se sorprendió de su conversión” 81Cel 9). El
mismo Celano nos dice que terminada la guerra con la ciudad de Perusa, tras la
batalla del puente de San Juan. Francisco es hecho prisionero, al salir de la
cárcel:
“Cierto día salió fuera y se puso a contemplar con más
interés la campiña que se extendía a su alrededor. Más ni la hermosura de los
campos, ni la frondosidad de los viñedos, ni cuánto de más deleitoso hay a los
ojos pudo en modo alguno deleitarle. Maravillábase de tan repentina mutación y
juzgaba muy necios a quienes amaban tales cosas. A partir de ese día comenzó a
tenerse en menos a sí mismo y a mirar con cierto desprecio cuanto antes había
admirado y amado” (1Cel 3-4).
Su
conversión, es pues, un dejar los valores del mundo que le rodea. El gran
pecado del cual Francisco es acusado por Celano, es el de la vanidad: “alardean
los desdichados con frecuencia de haber hecho cosas peores de las que
realizaron, porque no sean tenidos como más despreciables cuanto más inocentes
se conserven” (1Cel 1). El signo exterior que mostraba los valores vividos en
esta época era el de la ropa, era lo que daba el “status” social. En esta
perspectiva, lo que Francisco hace al entregar sus ropas a su padre, frente al
Obispo Guido, es entregar los valores de la sociedad en que estaba viviendo.
Por eso es el signo por excelencia de la conversión de Francisco, con eso entra
el en una situación de liminalidad,
es decir, su vida se convierte, a semejanza de la vida de los peregrinos, en
una vida sin seguridades, sin estabilidad. Prueba de ello es que cuando el
Señor le da hermanos, “nadie le decía que hacer, sino que el Altísimo mismo le
revela que debe vivir el Santo Evangelio” (Test 1).
Su
proceso de conversión es en realidad al estilo Paulino, es una metanoia, un cambio no sólo
de actitudes, sino también de mentalidad. Este cambio interior es presentado
por las fuentes a manera de sueños. Actualmente se sabe que los sueños son
expresiones del subconsciente que florecen al entrar en un estado de profunda
concentración. Así, Celano nos dice que Francisco tiene un sueño:
“Cuando se había entregado con la mayor ilusión a planear
todo esto y ardía en deseos de emprender la marcha. Aquél que le había herido
con la vara de la justicia lo visita una noche en una visión, bañándolo en las
dulzuras de la gracia: y puesto que era ávido de gloria, a la cima de la gloria
lo incita y lo eleva. Le parecía tener su casa llena de armas militares:
sillas, escudos, lanzas y otros pertrechos: regodeábase, y admirado y en
silencio, pensaba para sí lo que podía significar aquello” (1Cel 5).
Finalmente,
su proceso de conversión se hace palpable en el encuentro con el leproso:
“El Señor me dio de esta manera, a mí el hermano
Francisco, el comenzar a hacer penitencia: en efecto, como estaba en pecados,
me parecía muy amargo ver leprosos, y el Señor mismo me condujo en medio de
ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y al separarme de los mismos,
aquello que me parecía amargo se me tornó en dulzura de alma y cuerpo; y
después de esto, permanecí un poco de tiempo y salí del siglo” (Test 1-3).
Podemos
concluir con que en esta experiencia de conversión hay algunos cambios en la
personalidad de Francisco que son semejantes a los de una espiritualidad
penitencial. Hay en Francisco una sed de Dios, un crecimiento en la oración, un
tremendo entusiasmo y alegría, y un deseo de comunicar su experiencia a otros.
Busca la forma de vida evangélica, practica la mortificación, siente pena por
sus anteriores pecados: incertidumbre acerca de su futuro y su vida se vuelve
incompatible con sus antiguos amigos y valores.
4.2 Desemejanzas entre la Espiritualidad
penitencial y la vida de San Francisco
Primeramente,
como ya habíamos comentado, no hay testimonio de alguna iniciación oficial
dentro de este género de vida, tampoco aparece como un valiente reformador de
las malas costumbres de los hombres de Iglesia o de la Iglesia misma, sino que
por el contrario, en su Testamento Francisco dice:
“El Señor me dio y me sigue dando, una fe tan grande en
los sacerdotes que viven según la norma de la santa Iglesia, por su ordenación,
que si me viese perseguido, quiero recurrir a ellos […] y no quiero advertir
pecado en ellos, porque miro en ellos al Hijo de Dios y son mis señores” (Test
6-9).
Además,
en ninguna de las Reglas aparece la prohibición de tomar juramentos, elemento
importante de la legislación penitencial. Finalmente, tampoco se mencionan
ocupaciones prohibidas, tales como colectores de impuestos, actores, etc. En la
Regla se dice simplemente: “Aquellos hermanos a quienes el Señor ha dado la
gracia de trabajar, trabajen fiel y devotamente […] y esto háganlo
humildemente” (RegB 5) y, “los hermanos que saben trabajar, trabajen y ejerzan
el oficio que conozcan, siempre que no sea contra la salud del alma y pueda
realizarse decorosamente” (RegNB VII,3). Así pues, hay gran libertad en cuanto
a la elección de un trabajo, el único requisito es que sea decente.
4.3 ¿Es San Francisco el Fundador de la Orden
Franciscana Seglar?
Antes
de analizar los textos primitivos que nos hablan de la fundación de la Orden,
es necesario que nos hagamos la pregunta ¿qué es lo que intentaba hacer San
francisco? ¿Quería tres Órdenes diferentes y autónomas o quería una sola Orden
sin distinciones de clase social, sexo o edad, unidos por la fraternidad
evangélica?
Sabemos
que cuando francisco realizó su viaje al Oriente, supo por medio de un hermano
llamado Esteban, que sus dos vicarios: Mateo de Narni y Gregorio de Nápoles
estaban, junto con Juan de Capella tratando de iniciar una Orden de leprosos[9].
Esto no agradó a San Francisco, pues de inmediato buscó un cardenal protector
para que gobernase y dirigiese la Orden.
Ahora
bien, si su intención era la de formar una única Orden, sin distinción alguna,
¿por qué cambió de opinión? Algunos, especialmente la escuela de Sabatier,
dicen que fue la Iglesia la que, por medio del Cardenal Hugolino, manipuló a
Francisco y le hizo perder su ideal original. Esta posición es difícil de
aceptarse, pues en varios episodios se puede ver que Francisco se sostiene en
su ideal. Por ejemplo, cuando está elaborando el texto de la Regla de 1223, se
presentan ante él Hugolino y los hermanos sabios y doctos, para persuadir a
Francisco a seguir los consejos de los hermanos sabios y dejarse dirigir por
ellos:
“invocaban las Reglas de San Benito, de San Agustín, de
San Bernardo, que determinan detalladamente las normas de vida. El
bienaventurado Francisco escucho la advertencia del cardenal sobre el asunto;
tomándole de la mano, le condujo a la asamblea del Capítulo y habló a los
hermanos en estos términos: Hermanos míos, hermanos míos, Dios me llamó a caminar
por la vía de la simplicidad. No quiero que me mencionéis regla alguna, ni la
de San Agustín, ni la de San Bernardo, ni la de san Benito. El Señor me dijo
que quería hacer de mí un nuevo loco en el mundo, y el Señor no quiso llevarnos
por otra sabiduría que esta” (LP 18).
Ante
tal respuesta, es claro que Francisco no fue manipulado para alejarse del ideal
que según sus propias palabras el Señor le revelo. Podemos responder a esta
cuestión diciendo que, en verdad, no podemos tener una certeza total sobre sus
intenciones. Más bien, nos inclinamos a la idea de que en realidad, Francisco
no sabía qué hacer, sino que se abandonó a la inspiración divina: “Nadie me
mostraba qué debía hacer, sino que el Altísimo me revelo que debía vivir según
la norma del Santo evangelio” (Test 14).
Ahora
bien, si queremos ver con realismo y claridad las circunstancias de la
fundación de la Orden Franciscana Seglar, es necesario que recurramos a los
testimonios de aquellos que fueron testigos o que conocieron personalmente a
los testigos de este acontecimiento.
4.3.1 Tomas de Celano, Vida Primera: 1229.
“No
sabía halagar las faltas de algunos y las fustigaba: lejos de alentar la vida
de los que vivían en pecado la castigaba con ásperas reprensiones, ya que antes
se había convertido a sí mismo viviendo lo que recomendaba con palabras; no
temiendo que le corrigieran, o clamaba la verdad con tal aplomo, que hasta
hombres doctísimos, ilustres por su fama y dignidad, quedaban admirados de sus
sermones, y en su presencia se sentían sobrecogidos de un saludable temor.
Corrían hacia él hombres y mujeres: los clérigos y los religiosos acudían
presurosamente al siervo de Dios, a todos parecía hombre de otro mundo […]
Mucha gente del pueblo, nobles y plebeyos, clérigos y laicos, tocados de divina
inspiración se llegaron a San Francisco, deseosos de militar siempre bajo su
dirección y magisterio […] a todos daba una norma de vida y señalaba con
acierto el camino de salvación” (1Cel 36-37).
4.3.2 Scripta Leonís, Rufini et Angeli
Sociourum S. Francisci: 1244.
“San
Francisco vio que el convento de Greccio era pobre y digno, y aunque la gente
del pueblo era simple, le simpatizaban más que cualquier otro de la provincia
[…] Gracias a él y al ejemplo y predicación de los frailes, muchos hombres de
la región entraron a la Orden, y muchas mujeres preservaron su virginidad
utilizando un sayal, mientras vivían en sus propias casas. Aunque vivían en sus
propias casas, tenían una forma de vida común, afligiendo sus vidas con ayunos
y oración”[10].
4.3.3 Leyenda de los Tres Compañeros:
1246-47.
“No
empleaba palabras de adulación y rehuía todo halago de expresiones lisonjeras,
porque, para poder recibir la verdad con plena confianza, primero se persuadía
a sí mismo con las obras de aquello que tenía que persuadir a los demás con la
palabra. Y aun los letrados y los doctos quedaban admirados de la fuerza y
verdad de sus sermones, que no había aprendido de maestro humano; y muchos
comienzan a verlo como hombre de otro mundo. Así comenzaron muchos, nobles y
plebeyos, clérigos y seglares impelidos por la inspiración divina, a seguir los
pasos del bienaventurado Francisco y, abandonado los cuidados y vanidades del
siglo: a vivir el mismo tenor de vida bajo su dirección” (L3C 54). Y
posteriormente: “hombres y mujeres casados, a quienes la ley matrimonial
impedía separarse, se dedicaban, por saludable consejo de los hermanos, a una
vida de austera penitencia en sus mismas casas. De esta manera, por medio del
bienaventurado Francisco, devotísimo de la Santa Trinidad, se renueva la
Iglesia de Dios a través de tres Órdenes, como quedó significado en la
reparación de tres iglesias que llevó a cabo anteriormente. Cada una de estas
Ordenes fue confirmada en su momento oportuno por el Sumo Pontífice” (L3C 60).
4.3.4 San Buenaventura, Leyenda Mayor: 1262.
“En
efecto, numerosas personas, inflamadas por el fuego de su predicación, se comprometían
a las nuevas normas de penitencia, según la forma recibida del varón de Dios.
Dicho modo de vida determinó el siervo de Cristo, se llamara Orden
de Hermanos de la Penitencia. Pues así como consta que para los que tienden al cielo no hay
otro camino ordinario que el de la penitencia, se comprende cuan meritorio sea
ante Dios este estado que admite en su seno a los clérigos y seglares, a
vírgenes y casados de ambos sexos” (LM IV,6).
4.3.5 Mariano de Florencia, Compendium
Chronicorum: 1523
“Francisco
vino a Cannara donde predicó con gran fervor y todos querían seguirle. Él les
dijo que arreglaría algo para su salvación y pensó en hacer una Tercera Orden”[11].
Habiéndonos
dado cuenta de lo que los autores primitivos nos dicen, podemos, ahora, hacer
una sistematización de los elementos encontrados. Lo primero que aparece
claramente, es que Francisco fue para los laicos una inspiración, fueron él y
los frailes los que encendieron la chispa en esos corazones inquietos, pero
como ya hemos dicho anteriormente, el combustible estaba allí, sólo faltaba la
chispa para que aquello fuera un incendio. Es importante notar que son varios
los relatos que nos hablan de una Via
Salutis, es decir, un camino de salvación; en ningún momento se nos
ha hablado de una Regla, en el sentido propio y legal del término, es pues, un
camino de salvación, una forma de vida, pero no una Regla. Por tanto, para
Celano, Francisco es la inspiración y el iniciador del franciscanismo seglar,
pero no en un sentido legal. La función de los frailes es claramente descrita
en Celano y Bernardo de Bessa: inspirar, predicar, proteger y dar apoyo a la
vida cristiana.
Otros
autores, comenzando por Julián de Spira y San Buenaventura, hacen una
comparación entre las tres Iglesias reparadas por San Francisco y las tres Órdenes
por él fundadas[12]. Así pues, ciertamente San Francisco es el
fundador de la Orden Franciscana Seglar, pero no en el sentido legal de la
Palabra, este título, de acuerdo a los estudiosos, le corresponde, más bien, a
Nicolás IV, quien les da una Regla en 1289.
4.4 Fecha de fundación de la Orden
Franciscana Seglar
Todo lo
que podemos decir es que Francisco comenzó su predicación en 1209. Los
documentos, como hemos visto, nos dicen que la predicación de san Francisco
inspiró a la gente, y hubo quienes quisieron seguirle.
En 1221
aparece una Regla para los seglares, la cual es atribuida a Hugolino y a San
Francisco, es a partir de este documento, que tradicionalmente se entiende el
inicio de la Orden Franciscana Seglar, Pero en realidad, esto es hasta cierto
punto arbitrario, pues ya Francisco les había dado un camino de salvación entre
1209 y 1221,
Otro
argumento a favor de esta fecha de 1221, es la Bula Significatum Est, fue proclamada por
Honorio III el seis de diciembre del mismo año, para proteger al terciario de
los magistrados, que querían forzarlos a tomar parte en la milicia y a dar
juramento, elementos que les estaban restringidos.
4.5 Lugar de Fundación de la Orden
Franciscana Seglar
Es casi
imposible de determinarse, pues el entusiasmo religioso que culminó con la
fundación de la Orden de los Hermanos de Penitencia fue por toda la Italia
central. ¿Dónde fue el lugar en el cual la gente le pide a Francisco que les dé
una guía de salvación?
Los
estudiosos han propuesto varios lugares. El libro de Las Florecillas y
Mariano de Florencia nos hablan de Cannara. Celano en la Vida Primera, nos habla de
Bebagna; Rafael Brown dice que probablemente fue Alviano; igualmente, la Leyenda Mayor menciona
el sermón a las aves en este lugar, pero no habla de una forma de vida. La
bula Significatum Est es
expedida en Faenza. Finalmente, la Crónica
de los XXIV Generales (1370) hace de Poggi Bonsi el lugar en
que aparecen los primeros terciarios.
4.6 Los primeros miembros
Todavía
es muy discutido este problema, entre los más nombrados se encuentran, en
primer lugar, Luchesio y Buonadona de Poggi Bonsí, seguidos por Jacoba de
Settesoli, Orlando de Chiusi y Práxedes[13]. De entre ellos analizaremos someramente la
vida de Luchesio y Buonadona y la de Jacoba de Settesoli.
4.6.1 Vida de Luchesio y Buonadona de Poggi
Bonsi
La
fecha de nacimiento de Luchesio es 1181, y se cree que pertenecía a la clase
social de los comerciantes. De acuerdo a las fuentes, estaba profundamente
involucrado en las actividades comerciales y políticas. Como soldado luchó al
lado del partido de los Guelfos[14]. Así pues, sus actividades no eran del todo
recomendables: soldado, comerciante y prestamista. Llegó a ser tan popular su mala
fama que la gente de su propio pueblo natal lo corrió y tuvo que trasladarse a
Poggi Bonsi, donde se ocupaba de prestamista y especulador de granos, con lo
cual se hizo inmensamente rico. Su esposa Buonadona pertenecía a la misma clase
social, y según las fuentes, buscaba la fortuna y el prestigio con más ahínco
que su esposo.
Al
cumplir Luchesio 35 años, inicia el proceso de su conversión, ayudando a los
necesitados, a los presos y a los enfermos. Hay todavía mucha especulación
sobre las causas de su conversión. Algunos dicen que fue debido a la muerte de
sus hijos, lo que sabemos por cierto es que en el ambiente flotaba un fuerte
entusiasmo por la vida evangélica, lo cual, muy posiblemente influyó en él.
¿Podemos
decir que su conversión fue debido a la predicación de san Francisco? En
realidad no lo sabemos. Algunos de los estudiosos del tema, piensan que su
conversión tuvo lugar antes de su encuentro con San Francisco, cuya fecha
precisa desconocemos, pero que tuvo que haber sido antes de 1209, cuando Francisco
y sus compañeros regresaban de Roma con la aprobación de su forma de vida.
También se comenta que ambos tomaron el hábito de manos del mismo Francisco,
pero no hay pruebas de ello. Rafael Brown dice que si esto sucedió, debió haber
sido cerca de 1213, ya que en este tiempo les fue dada a los frailes una
capillita en ese lugar, en la cual permanecieron hasta 1810, en que la revuelta
liberal de Italia la recogió. Su esposa nunca fue tan empeñosa como él en su
vida de conversión. Ella pensaba que su esposo estaba yendo demasiado lejos al
vender sus bienes y dar el producto de la venta a los pobres, quedándose
únicamente con los campos, con lo cual recibían suficiente para vivir.
De
acuerdo a la leyenda murieron el mismo día. La fecha de su muerte es generalmente
dada como 1260. Los milagros ocurrieron y el culto comenzó a esparcirse por los
alrededores, hasta que impulsado por los frailes, Pogi Bonsi llegó a
convertirse en un sitio de peregrinación. Ambos fueron sepultados en la pequeña
iglesia que atendían los frailes. En su tumba se encuentra la siguiente
inscripción: “Aquí yace el cuerpo de san Luchesio, el primero en enrolarse en
la Tercera Orden de Penitencia del Seráfico Padre en 1221.
La Crónica de los XXIV Generales,
escrita en 1370, nos dice que en 1221 Francisco inició la Orden de la
Penitencia, y que su primer miembro fue san Luchesio. Rafael Brown en la Nueva Enciclopedia Católica nos
dice que Luchesio y su esposa estuvieron entre los primeros en recibir el
hábito de manos de san Francisco.
Entre
las fuentes primitivas sobre Luchesio tenemos, en primer lugar, la Leyenda Primitiva,
consistente en declaraciones hechas por los testigos después de la muerte de
ambos. Posteriormente se escribe la Legenda
Segunda, compuesta en 1370 por Fray Bartolomé de Tolomei, y
transcrita por otro fraile alrededor de cien años después. Esta última
redacción trataba de poner en prosa toda la historia. El principal problema que
se presenta es que la intención era la de relatar la mayor cantidad de milagros
para que la cuestión cultual se sostuviera. Podemos concluir que, a partir de
las fuentes, tanto Luchesio como Buonadona son descritos como terciarios, pero
no hay ninguna evidencia que muestre que recibieron el hábito de manos del
mismo San Francisco[15].
4.6.2 Jacoba de Settesoli
Es
posible que haya nacido en el año 1190, pues, de acuerdo a Englebert, Francisco
la conoció en 1212 “que a la sazón contaba con unos veinticinco años”[16]. Ella pertenecía a la nobleza romana, tanto
por la línea familiar como por la de su marido, el caballero Graciano de Frangi
Pani. Según las fuentes, Francisco se hospedaba a menudo en su casa cuando iba
a Roma, y de acuerdo a Englebert, también cuidaba de renovar las prendas de
vestir del Santo[17]. Se sabe, además, por un acta pontificia del
13 de Mayo de 1217, que en ocasiones prestaba dinero a la Santa Sede.
Acercándose
la hora de la muerte, Francisco desea ver por última vez a Clara y al “hermano
Jacoba”, lo cual según nos cuentan las fuentes, sucedió milagrosamente. Una vez
que Francisco muere, ella se establece en Asís y continúa su relación con los
frailes más allegados al santo. Jacoba fue inhumada en la Basílica de Asís.
Sobre su tumba se gravó la siguiente inscripción: “Aquí descansa Santa Jacoba,
noble Romana”[18].
4.7 Patrones de la Orden Franciscana Seglar
4.7.1 San Luis Rey de Francia
San
Luis IX fue hijo de Luis VIII; nace en Poissy, el 25 de Abril de 1214. Blanca,
su madre, era hija de Alfonso de Castilla y de Eleonor de Inglaterra. Al
ejemplo de su madre, recibió una magnífica educación. Al morir su padre, su
madre tomó el mando en el reino. A los diecinueve años, San Luis contrajo
matrimonio con Margarita, la hija mayor de Raimundo Berenger, Conde de
Provenza, y tuvieron cinco hijos y seis hijas.
En
1235, Luis tomó el gobierno de su reino y se distinguió por su rectitud al
aplicar justicia, fundó las abadías de Royaumont, la Sainte Chapelle y
Maubuisson. En 1244, al restablecerse de una enfermedad, determinó emprender
una cruzada en Oriente, para socorrer a los cristianos en su lucha contra los
infieles, entrando solemnemente en la ciudad de Damieta en 1248. En abril de
1250, san Luis cayó prisionero y los sarracenos diezmaron su ejército; fue
liberado al ser vencido el sultán por los mamelucos, los cuales sólo pidieron
un rescate.
En 1267
promulga una nueva cruzada, pero tanto el Rey como su hijo enfermaron al
desembarcar en Túnez. Al sentir que se acercaba su fin, dio sus últimas
instrucciones a sus hijos y el 24 de Agosto recibió los últimos sacramentos.
Finalmente, muere el 25 de Agosto de 1270, y es canonizado en 1297.
El
principal documento sobre San Luis, las Memorias del señor de Joinville fueron
traducidas a varios idiomas[19]. Sabemos que fue amigo de los frailes,
especialmente de aquellos que se encontraban en la Universidad de París y, que
fue un gran benefactor de los frailes. Lo que no se puede comprobar
históricamente, es que hubiera ingresado a la Orden de Penitentes.
4.7.2 Santa Isabel de Hungría
Hija de
Andrés II de Hungría y de Gertrudis de Andech-Meran, nace en el verano de 1207
en Presburgo o en Saros-Patak. La recién nacida fue prometida en matrimonio al
hijo mayor de Herman de Turingia. Cuando la niña tenía unos cuatro años fue
enviada al castillo de Wartburg, para que se educase en la corte de Turingia
con su futuro esposo.
En
1221, cuando Luis tenía veintiún años y había heredado ya de su padre la
dignidad de Landgrave e Isabel cuando tenía catorce, se celebró el matrimonio.
La vida matrimonial de la santa duró sólo seis años y concibió tres hijos:
Herman, Sofía y la que sería la Beata Gertrudis de Aldenburg.
Las
liberalidades de Isabel eran tan grandes, que llegó a provocar grandes
críticas. En 1255 cuando el hambre se dejó sentir en aquella región, Isabel
acabó con todo su dinero y con el grano que había almacenado en su casa para
socorrer a los más necesitados, reconstruyó el hospital y solía ir a dar de
comer a los enfermos.
El
viernes santo de 1228 renuncia formalmente al mundo en la iglesia franciscana
de Eisnach. Más tarde tomó la túnica parda y la cuerda que constituían el
hábito de la Tercera Orden de San Francisco.
Finalmente,
muere al anochecer del 17 de Noviembre de 1231, antes de cumplir veinticuatro
años. Fue canonizada en 1235 y sus restos trasladados a la iglesia de Santa
Isabel de Marburgo, que se constituyó hasta 1539 en sitio de peregrinaciones,
pues fue trasladada por el protestante Felipe de Hesse a un lugar desconocido[20].
El Martirologio Franciscano publicado
en 1741, es el primer documento en mencionarlos como “patrones de la Tercera
Orden”. No existe ningún documento, ya sea emanado de la Santa Sede o de la
Curia General de los Hermanos Menores, que les designara oficialmente como
patrones. Ambos eran seglares, y sin duda muy aptos para esta función. Hay que
pensar que en 1741 tenía aún una gran influencia, por tanto, es factible pensar
que se escogieran a miembros de la realeza como patrones.
5.
EVOLUCION
HISTÓRICA DE LA REGLA DE LA ORDEN PRANCISCANA SEGLAR
En este
apartado trataremos de penetrar, en un orden cronológico, a analizar
críticamente el proceso de conformación de la actual Regla de la Orden
Franciscana Seglar. Buscaremos presentar las opiniones de los autores más
importantes de la actualidad y las diferentes problemáticas que se suscitan.
Partiremos del presupuesto de que la actual Regla de la Orden, aprobada por
Pablo VI, es el fruto de una evolución histórica y espiritual. Analizaremos,
pues, la forma de vida de los Humillados, como esquema general de los diversos grupos
penitenciales, después pasaremos a la Carta que san Francisco les escribe a los
penitentes. Finalmente, analizaremos las Reglas desde 1221 hasta 1978.
5.1 Propositum Humiliatorum
Esta es
la forma de vida que el Papa Inocencio III aprobó para el grupo de los
humillados en 1201. El nombre de Humillados proviene
de humile que
significa polvo, tierra. Este era también el color del hábito que utilizaban.
Hay claros indicios de que ya existían en 1175. Ellos abrazaron diversos
estados de vida, había clérigos, laicos y célibes. El grupo nace de una fusión
entre los ideales monásticos y los gremios industriales, en su mayoría del ramo
textil.
Su
única regla era el Evangelio, aunque posteriormente adoptaron la Regla de San
Agustín. Sus miembros vivían en el mundo, de modo simple, humilde y frugal,
cualquier deshonestidad era reprobada, en especial el mentir. Había sin embargo
un alto nivel de conciencia social, en especial, en su atención a los pobres;
en algunos lugares formaron una especie de agencias de empleo y trabajaban
activamente en las labores políticas del gobierno.
Eran
sumamente “ruidosos” en su condenación del mal y de la injusticia,
especialmente, dentro de la Iglesia. Ellos insistían en su derecho a la
predicación, añadiendo que la persona apta para la predicación del Evangelio
era, solamente, aquel que lo vivía, y como hemos dicho, el vivirlo se reducía a
pequeños detalles, en especial a vivir la pobreza. Debido a que su predicación
no se reducía únicamente a sus fieles, sino que se extendía al público, se creó
confusión y conflicto con la jerarquía de la Iglesia.
En
1179, Alejandro III les aprobó su forma de vida; esta era sencilla, casi sin
estructura. La condición para otorgar la aprobación, era en que dejaran la
predicación, pues no tenían la debida preparación. Algunos aceptaron este
condicionamiento, otros lo ignoraron, creando así una división en el seno del
mismo grupo[21].
En
1201, Inocencio III vio grandes oportunidades para la Iglesia es estos grupos,
e indujo a aquellos que habían aceptado el condicionamiento de la predicación,
a escribir una regla que organizara su vida. Después de algunos cambios y correcciones,
fue aprobada con el nombre de Propositum
Humiliatorum, el 2 de Junio de 1201. En este documento se nos
muestran los principales elementos que constituían la vida de los grupos
penitenciales de la época, tales como la ropa; la práctica de la caridad; la
prohibición de hacer juramentos, excepto en casos de necesidad; conversión y
estricta forma de vida; restitución en casos de bienes mal habidos, cuidado de
los pobres; alejamiento de los bienes materiales; fidelidad en el matrimonio,
moderación, oración y asistencia fraterna.
5.2 Carta de Volterra
5.2.1 Introducción a la carta
La
historia de la Regla de la Orden Franciscana Seglar no es igual a la de la
Orden de Hermanos menores o a la de las Clarisas, a las cuales Francisco dio
instrucciones orales, hasta que por fin, ya con más experiencia y ante la
urgencia de la Iglesia, les dio forma escrita. El problema principal que
encontramos, es que en las fuentes, como hemos visto, se nos habla solamente de
una via Salutis,
es decir, de un camino de salvación.
No hay
duda sobre la autenticidad de este documento, en sus dos redacciones. Tampoco
hay serias dudas en cuanto a la fecha de su expedición, la cual, en el caso de
la primera redacción es, por su contenido, anterior al IVº Concilio de Letrán,
celebrado en 1215; algunos de los estudiosos sugieren 1213. Por otra parte, la
segunda redacción se remonta al regreso de Francisco del Oriente, en el verano
de 1220.
La
mayoría de las cartas que Francisco escribe son para las Hermanos Menores.
Únicamente existen dos que no lo son: Carta
a todos los fieles, y Carta
a las autoridades de los pueblos. Por tanto, si no era su
costumbre escribir a otras personas, esto significa que se trata de algo
importante.
La
edición más corta (la 1a redacción) fue encontrada por Paul
Sabatier en la Biblioteca Guarnacci, en Volterra, en el códice 225[22]. Esta versión presenta a Francisco en un
estado anterior, ya que su estilo literario es mucho más simple, pareciendo más
bien, una exhortación moral. Francisco no era un canonista, sino más bien
alguien dedicado a la predicación. y esta carta denota este estilo, apelando a
las emociones más que a las leyes.
La
segunda redacción tiene un tinte más legalista que pastoral, las ideas son más
complejas y desarrolladas. En esta redacción. Francisco parece ser consciente
de las herejías propias de su época. Lo que Francisco quiere, en esta versión,
es que aquellos que sigan sus pasos sean católicos. Otro elemento que sobresale
es la abundancia de citas bíblicas, para darle autoridad al escrito.
¿Es
realmente una forma de vida? Hasta 1987, nadie se atrevió a dar una respuesta
afirmativa. Es Rafael Pazzelli quien hace esta afirmación. Ciertamente, es un
compendio de lo que Francisco predicó a los seglares; les da una serie de
consejos para una vida santa. Sin embargo, nadie la reconoce como una Regla, en
el sentido legal de la palabra. El efecto jurídico, ya lo hemos mencionado, es
que de ser una Regla, Francisco sería el fundador en el sentido legal, de la
misma forma que sucede con los Hermanos Menores o con las Damas Pobres.
Si
analizamos a quienes van dirigidas las palabras de esta carta, encontraremos
que la primera redacción va destinada a “todos aquellos que aman al Señor con
todo el corazón, con toda el alma y la mente y con todas sus fuerzas, y a sus
prójimos como a sí mismos: y aborrecen sus cuerpos con sus vicios y pecados; y
reciben el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo; y hacen frutos
dignos de penitencia (1EpFid 1).
Por su
parte, la segunda redacción va dirigida a “todos los cristianos religiosos,
clérigos y laicos, hombres y mujeres; a cuantos habitan en el mundo entero”
(2EpFid 1).
En la
actualidad, es generalmente aceptado, que la versión más corta es la más
antigua, pero nos podemos preguntar ¿es la versión más corta un extracto de la
más larga, o es la versión larga una ampliación de la más corta? En cuanto a la
respuesta a esta cuestión, todavía no hay unidad de criterios.
5.2.2 Diversas Opiniones sobre la Carta
Walter
Goetz
Goetz
expresó sus dudas sobre el título de la Carta y la relevancia de este trabajo,
e interpretó el título como un excipit o admonición. Goetz concluye que
lo que utilizó Sabatier como título de la carta, era en realidad la conclusión
de las admoniciones. Creyó más natural considerar la segunda redacción como
anterior a la Carta de Volterra, debido a lo condensado de su texto y la
abreviación en capítulos individuales.
Cayetano
Esser
En
1975, en un pronóstico sobre la Carta
a Todos los Fieles, Esser nos dice que este documento comienza con
la invocación In nomine
Deum (En el nombre del Señor), lo cual, de acuerdo a la
costumbre de Francisco, da un carácter de documento. Esser determinó que esta
carta de Volterra, no es sólo la copia de una carta dirigida por san Francisco,
sino que contiene un texto que es independiente en sí mismo, y al mismo tiempo,
más antiguo que el resto de la tradición de la Carta a todos los fieles. Por tanto, concluye
diciendo que tanto esta carta, como la Carta
a las autoridades de los pueblos, provienen de una época en la que
Francisco no encontraba, aún, su estilo propio de escritura.
Aun
cuando este documento es considerado como una carta, es intrigante el que no
tenga un destinatario más preciso, que no tenga al final una amonestación a que
la carta sea copiada y preservada. Esser advierte que la segunda redacción,
está destinada a corregir algunos errores ideológicos de su época; dice muy
claramente que estamos ante unas instrucciones escritas, dirigidas a las
personas que se unían a los movimientos penitenciales de la Edad media. Por
tanto, para él, este documento representa una especie de prefacio de la Regla
de la Orden Franciscana Seglar[23].
David
Flood
En un
comentario a esta carta, rechaza el argumento de que el texto consiste en
omisiones del texto original. Para Flood el texto de la Carta de Volterra es en
realidad un extracto tomado de un texto original, pues contiene un texto que
traiciona una incompleta presencia de sus fuentes. En ese pasaje, el texto
describe la muerte de un individuo, sin siquiera decimos de quien se trata.
Rechaza
también los argumentos de Sabatier y de Esser diciendo que “es concluyente que
la Carta a todos los
fieles no tuvo una forma preliminar. Más precisamente, si la
tuvo, no es el manuscrito de Volterra, el mismo título indica que la carta
pertenece a un grupo general de escritos píos” [24].
Raffaele
Pazzelli
Después
de examinar el manuscrito de Volterra y la tradición textual, defiende la
posición en la que: “Estas son las palabras de vida y salvación que, si alguno
leyere y pusiere en práctica, encontrará vida y alcanzará la salvación del
Señor” es en realidad el título de la redacción primera de la Carta a todos los fieles.
Para Pazzelli la misma formulación muestra que el escrito está dedicado a los
hermanos y hermanas de la penitencia y, que por tanto, estamos ante la Via Salutis que
Francisco da a sus seguidores en el estado seglar[25].
Pazzelli
nos dice que Esser, basado en su convicción personal, creó su propia
interpretación, pues el original no dice: “Estas son las palabras de vida y
salvación, que si alguno leyera y pusiere en práctica, encontrará vida y
alcanzará la salvación del Señor”, sino que en realidad dice “Estas son las
palabras de vida y salvación que, si alguno leyere y pusiere en práctica,
encontrará vida y alcanzará la salvación al hacer penitencia”[26]. Pazzelli clama que esta inscripción está
escrita en color rojo, y que en el manuscrito de Volterra, lo único escrito en
letra roja, son los títulos de los trabajos y las primeras letras de cada
capítulo.
5.2.3 Análisis del Texto
Estructura
- Aquellos que hacen penitencia
A.
Características de la vida penitencial (1, 1-4).
- Elementos de conversión
- El cuerpo con sus vicios y pecados
- Recepción del Cuerpo y Sangre de
Jesucristo
B. Principios
de vida espiritual (1,5-13)
- Concepto del Espíritu del señor e
inhabitación
- Establecimiento de relaciones: niños,
esposos, hermanos, padres, y la descripción de las actividades de cada uno
- Sentimientos de alabanza por estas
relaciones y oración que
refleja preocupaciones y desafíos
C.
Oración Joanica
2.
Aquellos que no hacen penitencia
A. Características
(2,1-5)
- Lo dulce y lo amargo
- Oposición de características con aquellos
que hacen penitencia
- Expresa el egoísmo y la propia
gratificación de aquellos que no hacen penitencia
B.
Principales resultados (2,6-28)
- Ceguera y pérdida de libertad
- Son fácilmente engañados
- Búsqueda de las cosas del mundo
C.
Exhortación (2,19-22)
- En el amor que es Dios
- Las Palabras del Señor dan Espíritu y
vida.
Puntos
para reflexión
¡En el
nombre del Señor! da más el sentido de una Regla que de una carta. En la época
de San Francisco era la forma de hacer una introducción formal a un documento.
La
penitencia se fundamenta en tres elementos: amor a Dios, odio al pecado y
Eucaristía. Francisco introduce, desde una época temprana el elemento
Eucarístico como parte de la espiritualidad penitencial, elemento nuevo, pues
en la época era algo esporádico, se acostumbraba comulgar solamente tres veces
al año.
El
misticismo de aquellos que hacen penitencia (5-19) es la vida en el Espíritu.
El elemento primordial de la espiritualidad del Franciscano, es tener el
Espíritu del Señor y su santa operación. El Espíritu Santo se convierte en un
morador del alma. Por eso cuando se habla de odiar al cuerpo con sus vicios, no
se debe entender de una forma maniquea, en la que todo lo material es malo; más
bien, debemos referimos al contexto Paulino, en el que las obras de la carne
son la ira, el odio, la murmuración, el egoísmo, etc, aquello que nos viene de
nuestra constitución humana. Al ser inhabitados por la Trinidad, nuestro cuerpo
se convierte en “templo”, es decir, un lugar en el que se le da gloria a Dios.
Otra
idea fundamental del carisma franciscano, es la paternidad divina. Si Francisco
en su Cántico al hermano
sol habla de una hermandad con la creación, entra en una
dimensión de alteridad, de armonía y preocupación por el otro, en este caso, la
creación entera. Con esta noción encuentra el punto de equilibrio con todos los
demás seres, con Dios y consigo mismo.
Al
hablar de Cristo, Francisco nos introduce a Él, en una esfera dinámica, íntima,
familiar. Somos esposos cuando el alma fiel se une por el Espíritu Santo,
hermanos cuando cumplimos la voluntad del Padre, y madres cuando le llevamos en
el corazón y en nuestro cuerpo y lo damos a luz por medio de las buenas obras.
En
cuanto a los obstáculos que Francisco vislumbra para él encuentro con la
Trinidad, tenemos: el deseo de la carne (2-5); las ansiedades del mundo y los
cuidados y preocupaciones de esta vida. Las consecuencias son la pérdida de la
sabiduría y el engaño, pues hay una pérdida de energías en afanes mundanos, que
no nos permiten encontrar el punto de armonía en nuestras vidas.
5.3 Memoriale Propositi
Este
documento nace de los movimientos penitenciales anteriores a San Francisco, los
cuales, en Italia tendieron a gravitar alrededor de las Ordenes Mendicantes. En
la bula Detestanda Humani
Generis, Gregario IX (1228) dice que existía una regla para los
penitentes aprobada a viva
voce por Honorio III en 1221. Ha sido generalmente aceptado
que el Memoriale
Propositi de 1221 es la Regla para penitentes que Gregario IX
menciona.
Hay en
este tiempo, una fuerte tendencia a la asociación, de forma tal que varios
pueblos se unieron y formaron federaciones de penitentes. Una de las más
importantes fue la de Romagna[27]. Se cree que el Memoriale Propositi fue aprobado
oralmente por Honorio III. De acuerdo a Bernardo de Bessa (1280), el documento
fue elaborado en conjunto por San Francisco y el Cardenal Hugolíno[28].”
pero en la actualidad existen serias dudas al respecto, pues el documento es
una compilación de costumbres y prácticas de los penitentes de Romagna, los
cuales, posiblemente, anteceden a la predicación de san Francisco.
Existen
cuatro versiones del documento, pero ninguna de ellas data de 1221. Las tres
primeras son de 1228 y la cuarta de 1234. La primera de ellas es la
llamada Regla de
Capistrano, encontrada por Paul Sabatier en 1901[29], el título del documento es: “Antigua Regla de
los Hermanos y Hermanas de la penitencia”. El documento en sí no estaba
dividido en capítulos; es generalmente aceptado que los capítulos I – VI
pertenecen al documento original de 1221, mientras que los otros siete parecen
ser ordenanzas de la comunidad local, los cuales, al parecer, fueron añadidos
entre 1221 y 1228.
Otro
documento es la Regla de Venecia, que fue encontrada en 1921 en Florencia, pero
el texto es de una fraternidad veneciana. Esta regla es mucho más corta que la
de Capístrano, pues contiene ocho capítulos en total. Además, no muestra
regulaciones locales. La fecha de composición se calcula anterior a 1228[30].
El
tercer documento a examinar es la versión Koeningsbera, encontrada por L. Lemmens en
Alemania en 1913. Esta presenta algún parecido con la Regla de Capistrano, pero
tiene sólo nueve capítulos. Es posible que fuera compuesta en 1228. Tiene
además un apéndice de ordenanzas locales totalmente diferentes a las de
la Regla de Capistrano[31].
Finalmente
tenemos la versión de Mariano de Florencia, descubierta por Athanasius Van Den
Wingaert, quien la reconstruyo partiendo de los diversos fragmentos[32]. Este documento data de 1234, y contiene
catorce capítulos, siendo los cinco últimos añadidos posteriormente. Ni San
Francisco ni los Franciscanos son mencionados en el texto hasta el capítulo VI,
en referencia a la predicación.
En
general, todos los documentos están de acuerdo, la pregunta es: ¿es este
documento (del c. I – VI) la regla escrita en conjunto por Hugolino y san
Francisco, o fue escrita por el grupo de penitentes de Romagna? Nosotros nos inclinamos
más a esta segunda opción, debido a que legal y espiritualmente es un documento
pobre, que no nos ayuda a ver la presencia de Francisco o de Hugolino. Roggen
dice que es un producto del espíritu, no de San Francisco o de los Frailes, los
penitentes ya estaban allí, lo único que hicieron los frailes fue canalizar
toda esa energía. Para Roggen, el verdadero fundador de la Orden Franciscana
Seglar es el Papa Nicolás IV y, el contenido de este documento es básicamente
una copia del Propositum
Humiliatorum.
5.4 Supra Montem
5.4.1 Relaciones con los Hermanos Menores
Los
grupos penitenciales tendían a la asociación con las Órdenes ya existentes,
esto les servía de protección de sus privilegios, pero a la vez, creaba muchos
conflictos, ya que se insistía en conservar una absoluta autonomía. Este deseo
de asociación traía consigo varios beneficios; si se establecían lazos
jurídicos con alguna de las Órdenes ya existentes, además de la protección de
esos privilegios, obtenían respetabilidad y eran menores las posibilidades de
ser acusados de herejía.
La
posición tomada por las Órdenes existentes fue diversa, ya que había varias
opiniones al respecto. Las principales razones aducidas en contra de la
asociación con estos grupos penitenciales era que la mayoría de sus miembros
eran iletrados, por lo que les era fácil caer en el error; además, estaba en su
esplendor la controversia entre el clero secular y el clero regular, y la
asociación de estos grupos crearía nuevos problemas. Finalmente, varios de
estos grupos estaban enfrentados a la autoridad civil debido a los privilegios
que habían obtenido de la Santa Sede. Meersman corrobora esta idea diciendo que
los penitentes tenían algunas actividades en las que los mendicantes no querían
verse envueltos[33].
Dentro
de la Orden Franciscana, se manejaban estos mismos argumentos, y además, se
tiene en cuenta la controversia sobre la pobreza dentro de la Orden, ya que era
un conflicto no solamente interno, sino que afectaba a toda la Iglesia. Otro
problema es que en la Regla
Bulada Francisco no habla de ninguna asociación de laicos o
cosa semejante, diciendo en cambio: “Mando firmemente a todos los hermanos que
no tengan sospechoso trato o consejo de mujeres; y que no entren en monasterios
de monjas, fuera de aquellos hermanos que tienen una licencia especial
concedida por la Sede Apostólica; tampoco se hagan padrino de varones o de mujeres,
ni con esta ocasión se origine escándalo entre los hermanos o acerca de ellos”
(RegB XI).
Los
mismos Ministros Generales de la Orden no coinciden en cuanto a la posición que
la Orden debía tomar al respecto. Tenemos, primeramente el caso de Elías, quien
ordenó que no se tuviera trato o ministerio con los penitentes, lo mismo sucede
en el generalato de Juan de Parma. Dado el descuido en que se tenían los
obispos al grupo de penitentes, Inocencio IV en 1247, confió la visitación de
estos grupos a los Hermanos Menores, pero los penitentes de Lombardía lograron
que al año siguiente fuera revocada esta disposición[34].
San Buenaventura
siguió la misma política, quizás aún más intensamente que sus predecesores.
Existe un documento atribuido al santo, que data de 1266, en el que se dan seis
razones por las cuales los Hermanos Menores no deben dar cuidado pastoral a los
penitentes[35].
Estas razones son:
- Los frailes deben
mantener su libertad de ministerio para todas las personas.
- Significaría verse
envueltos en los problemas y dificultades de los penitentes con las
autoridades civiles.
- Muchos de los
penitentes eran sospechosos de herejías, y los Franciscanos junto con los
Dominicos se encontraban combatiéndola.
- Los frailes
tendrían que pagar las deudas de los penitentes y podrían hasta ser
encarcelados.
- Los penitentes
tenían algunas actividades en las cuales los frailes no querían verse
envueltos.
- El trato de
frailes descalzos con mujeres descalzas produciría bebés descalzos.
5.4.2 La Revisión de Fray Caro
Fray
Caro de Arezzo fue guardián de los Hermanos Menores en Florencia de 1280-1284.
El principal documento por el que conocemos su actividad es una carta a Martín
IV, del 13 de diciembre de 1284, en la que afirma haber realizado una visita
canónica a los penitentes de Florencia, con autoridad apostólica[36]. En esta visita, Caro buscaba poner orden en
el caos reinante. La forma de hacerlo era estableciendo cierta unidad, por lo
que pensó que sería buena idea el imponer una cierta uniformidad en el vestir;
siendo Hermano Menor, escogió el hábito gris de los penitentes franciscanos,
pero a los penitentes afiliados a la Orden de Santo Domingo no les gustó la
idea, y se negaron a obedecer. Para este grupo de disidentes, Munio de Zamora,
Maestro General de la Orden de los Dominicos, preparó una revisión del Memoriale Propositi y
redactó una Regla para los “Hermanos y Hermanas de la Orden de la Penitencia de
Santo Domingo”. Este documento fue enviado a Honorio IV, quien en enero 28 de
1286 les otorgó la exención del entredicho. Este es el primer documento en el
que aparece el título de “Orden de la Penitencia de Santo Domingo”. Este
trabajo de Munio de Zamora utiliza en gran parte la revisión hecha por Fray
Caro, aunque difiere en lo concerniente al gobierno de las fraternidades y
reemplaza las obras corporales de misericordia con la propagación de las
verdades de la fe.
Desgraciadamente,
la carta enviada a Martín IV, sólo nos habla de la modificación al primer
párrafo del Memoriale
Propositi en lo referente al hábito y a la nueva fórmula de profesión, que era
increíblemente vaga y, finalmente, el párrafo final, que expresaba la doctrina
dominica de la obligación penal, es cambiada por la visión franciscana de
obligación moral[37].
5.4.3 La Regla de Nicolás IV
Habiendo
muerto Honorio IV, la Santa Sede fue presidida por Jerónimo de Ascoli el 15 de
febrero de 1288, quien tomó por nombre Nicolás IV[38]. La Regla que él hizo es, básicamente la
revisión hecha por Fray Caro, y fue aprobada con el título de Supra Montem, en 1289. Esta
Regla es una guía para la vida cristiana de las personas que viven en el mundo[39].
Los principales elementos contenidos son:
- Conducta externa:
forma de ser y de vestir, prácticas penitenciales y prohibición de ciertos
tipos de entretenimiento.
- Vida interior:
Presenta un programa de vida espiritual.
- Testimonio de
vida, particularmente en la justicia y la paz.
- Obras de
misericordia.
- Oficios de
visitador y de ministro.
5.5 De independencia a sujeción
Uno de
los grandes problemas que enfrentaba la Orden de la Penitencia era el
privilegio de autonomía, pues ni estaban en dependencia de los Hermanos
Menores, ni del Obispo. Como hemos visto, la Santa Sede trató en varias
ocasiones de poner orden, por medio de visitadores y de diversos documentos. La
principal razón para esta actividad de la Sede Apostólica era que, en realidad,
la Orden de la Penitencia era algo verdaderamente admirable: había una buena
cantidad de santos y motivaban mucho a los pobres. La segunda razón era el
miedo de que este grupo fuera a caer en la herejía, lo que, si permanecían en
dependencia de alguna Orden o del Obispo, disminuía enormemente.
Ya
desde 1311 el Concilio de Vienne había acusado a los Penitentes, por lo que en
1319, Juan XXII promulga la bula Etsi
Apostolicae Sedís[40], en la cual dice que los penitentes deben
vivir bajo el cuidado y enseñanza de los Hermanos Menores. La guía de los
Hermanos Menores ya había sido sugerida en la Regla de 1289, pero obviamente
esto no había sido observado. En 1428, la autonomía de los Penitentes es
restringida un poco más, pues Martín V promulga la bula Ucit Inter Cetera, en la
cual es dada a los Hermanos Menores la jurisdicción sobre los Penitentes, bajo
pena de censura[41].
Poco
después, el 11 de diciembre de 1471, Sixto IV, un Papa franciscano, en la
bula Romanum Pontificis
Providentia, otorga a los Ministros Provinciales de los Hermanos
Menores, la facultad de visitar, recibir a la profesión, corregir e instruir a
las fraternidades[42]. Pero esta norma no fue aceptada, por
unanimidad, por los grupos de penitentes y por los frailes, por lo que el
documento fue revocado por Inocencio VII en 1492, pero fue reimpuesto por Julio
II en 1507.
Un
problema que llevará a la división de la Orden de la Penitencia fue la división
entre Observantes y Conventuales, en la Orden de los Hermanos menores en 1517,
pues la reforma arrastró consigo a miembros de los diversos grupos, y así,
había terciarios observantes y terciarios conventuales. El problema se agudiza
cuando en 1620 se inicia la reforma Capuchina. El mayor problema surge cuando,
para acentuar las diferencias entre los diversos grupos, comienzan a elaborar
sus propias Constituciones y estatutos. El efecto lógico fue que vino un
desconcierto total, una relajación en su forma de vida y. una competencia para
ganar adeptos. Una primera solución al conflicto, intenta ser la bula Ad Fructus Uberes,
promulgada por Pablo III en 1547, en la cual los penitentes de España, Portugal
y todas sus colonias, eran puestos bajo el control de la Tercera Orden Regular.
El problema es que la Tercera Orden Regular era sumamente pequeña en ese
tiempo, y más aún, su Ministro estaba sujeto al Ministro General de la
Observancia. Desgraciadamente, en los siglos XVI y XVII hubo más reformas y con
ello mayor división en las filas de los terciarios[43].
En un
esfuerzo por traer orden, Inocencio XI promulgó la bula Ecclesiae Catholicae, en la
cual, el Ministro de cada fraternidad está bajó el control del guardián del
convento local. Este guardián tenía la facultad de veto dentro de la elección
del ministro, con lo que el papel del visitador se redujo a mantener el fervor
y corregir los demás oficios. Este visitador debía ser un fraile. El Ministro es
teóricamente la cabeza del grupo, pero este o el viceministro debía ser
sacerdote. El oficio de Ministro se desempeñaba sólo por un año, y se crean
diversas dependencias: secretariado, discretorio, vigilancia, tesorería,
enfermería y sacristanía. El propósito de esta maquinaria burocrática era la de
darle a la Orden de la Penitencia una forma de gobierno estándar, pero fuera de
Italia, no se llevó a cabo. En 1725, Benedicto XIII promulga Paternae Sedis Apostolicae, en
la cual, la premisa fundamental era: si el fundador de la Orden de la
Penitencia de san Francisco fue solamente uno, debe haber también, unidad de
dirección. Por tanto, la Orden debe estar bajo el cuidado del sucesor del
fundador. El problema surge al ver ¿cuál de las ramas de la familia Franciscana
es la auténtica?
De
acuerdo a la división de 1517, era la de los Observantes, por lo cual, el
documento dice claramente que los terciarios deben estar bajo el cuidado de los
Observantes, hay una total exclusión de las otras ramas de la familia, y aún
del propio Obispo, excepto con permiso explícito de la Santa Sede. El Ministro
General de la Observancia tenía facultad de recibir a la profesión y de
expulsar a cualquiera de sus miembros, podía, además elaborar constituciones y
estatutos. Naturalmente, esta resolución no fue acogida con agrado por los
demás miembros de la familia Franciscana y por el Episcopado, por lo que fue
revocada cuatro años más tarde.
5.6 Misericordis Dei Filius
Este
documento es la regla promulgada en 1883 por León XIII. En realidad, los
cambios que aparecen en este documento, son un intento de adaptación a las
nuevas circunstancias, preservando el espíritu original. La bula fue proclamada
por León XIII el 30 de mayo de 1883, y estuvo en vigor por noventa y cinco
años.
Es
importante que en ningún lugar aparece la Orden de los Hermanos Menores
involucrada en el proceso de revisión de la Regla, más aún, no se mencionan
comisarios de ninguna de las mayores ramas de la familia Franciscana: al
parecer, la iniciativa de corrección fue llevada a cabo, totalmente, por obra
del Pontífice, quien estableció una comisión de Cardenales, cuya labor
consistiría en revisar, en un ambiente de oración, la Regla de la tercera Orden
de san Francisco de Asís, y todos los privilegios que les habían sido
concedidos a través de los siglos. En la introducción del documento, León XIII
declara que el objetivo era el de revisar la Regla de Nicolás IV y adaptarla a
las nuevas necesidades. Sin embargo, insiste en que el espíritu y la sustancia
de la Regla de Nicolás IV debe ser conservado[44]. Algunos de los cambios realizados fueron:
- En la recepción y
profesión:
se establece la edad de catorce años como mínima para la recepción de
candidatos. Se abole la ley por la cual las mujeres no pedían entrar a la
Orden antes de cumplir los cuarenta años y con permiso del marido.
- Respecto a las
obligaciones:
se urge a la moderación, a la práctica de los sacramentos; el Oficio
Divino es mitigado y se urge al buen ejemplo ya evitar los extremos en las
penitencias.
- En cuanto a la
organización interna: se acentúa la supervisión y jurisdicción de los
Hermanos Menores, se dan amplios poderes al visitador, el cual debe
visitar las fraternidades una vez al afta, y debe ser miembro de la
Primera Orden o de la Tercera Orden Regular. Finalmente, la obligación de
la Regla deja de ser bajo pena.
5.7 Seraphicus Patriarcha
Después
del Concilio Vaticano II hubo muchos cambios en la estructura de la Orden
Franciscana Seglar. En realidad, es algo más que un simple cambio estructural.
El Concilio vino a darle un nuevo dinamismo. Con el principio de volver a las
fuentes se propone un cambio en el modelo de vida del franciscanismo seglar. En
primer lugar, se acentúa el lugar del bautismo en la vida del creyente; y en
segundo lugar, se da un fuerte impulso al carácter secular de sus miembros: ya
no son un término medio entre religiosos y seglares, sino que se reconoce su
verdadero carisma: el de ser seglares.
En su
organización interna, la Orden comenzó a descentralizarse y a formar Consejos
Internacionales para dar principios y normas aplicables a todos en general. Se
forman también “Consejos Nacionales” y “Consejos Regionales”. En 1969, en Asís
se celebró una reunión a la cual acudieron miembros de todas partes del mundo.
El principal punto a tratar era la elaboración de una nueva Regla. Este primer
Consejo se dedicó a la labor de presentar un primer borrador, que fue rechazado
por todos debido a que los valores franciscanos fueron implantados muy
artificialmente y traicionaban una mentalidad preconciliar. Muy importante fue
el hecho de que no aparecen los textos relativos a los seglares. De aquí
surgieron cuatro criterios que se consideraron como esenciales para la
elaboración de la Regla: Debe ser evangélica, Franciscana, apostólica y debe
tener un elemento legal.
El
siguiente evento de relevancia fue el establecimiento, en 1974, del “Consejo
Mundial de la Tercera Orden de San Francisco”. El documento de este evento
divide al mundo en áreas: América Latina, América del Norte, Europa, África,
Asia y Oceanía. Como presidenta del grupo resultó electa la Venezolana Manuela
Mattioli, quien continuó hasta el Capítulo de 1990, en que resultó electa la
Italiana Emanuela de Nunzio. Hay además cuatro vicepresidentes y nueve
representantes por América Latina, siete por América del Norte, trece por
Europa, dos por Asía, dos por África y uno por Oceanía.
Para
fines de 1975 ya se había presentado un quinto borrador de la Regla, el cual
fue rechazado por ser demasiado largo, repetitivo y no adaptable a las
diferentes culturas. A fin de acelerar la marcha, los Ministros Generales
constituyeron una comisión internacional para la revisión de la Regla. Este
grupo estaba integrado por Terciarios, expertos en derecho canónico, teología,
historia y espiritualidad. La comisión presentó en 1977 un texto, el cual fue
revisado en Rieti y mandado a la Congregación para los religiosos en octubre
del mismo año, hasta que, finalmente, fue aprobada el 24 de junio de 1978, por
Pablo VI, con el Breve Apostólico Seraphicus
Patriarcha[45]. En
esta regla, la Orden Franciscana Seglar es concebida de la siguiente manera:
- Es una Orden
autónoma. “una unión orgánica de fraternidades católicas” (Art. 11), no
dividida en cuatro familias, aunque cada fraternidad está conectada canónicamente
con alguna de las Ordenes de los frailes (aparece implícito en el Art.
26). Hay que advertir que esta relación no es de tipo obediencial sino de
simple asesoría fraterna.
- Su estructura se
divide en fraternidades: locales, regionales, nacionales e internacionales
(Art. 20), independientemente de las provincias de los frailes
franciscanos.
- Poseen un gobierno
autónomo que es animado y guiado por líderes seglares elegidos por un
determinado período (Art. 21).
- Es una parte
esencial de la familia Franciscana (Art. 1-2), que adquiere su identidad
no en la Orden de los Hermanos Menores, sino del carisma de San Francisco
en la Iglesia Católica (Art. 1).
- Los Consejos en todos los niveles, están sujetos a la visita fraterna de un Ministro Seglar y a una visita pastoral de alguno de los frailes (Art. 26).
BREVE HISTORIA DE LA TERCERA ORDEN REGULAR
La
Tercera Orden, como fue llamada la Orden Franciscana Seglar, fue planeada para
personas casadas que vivían en sus casas, incluyendo a sacerdotes del clero secular
que querían participar en el carisma Franciscano, sin dejar su propio estilo de
vida.
En el
S. XIII, terciarios que no estaban atados por lazos familiares, comenzaron a
formar comunidades, aunque sin profesar los votos públicos de la Iglesia. Era
una especie de asociación libre. Gradualmente sus casas se convirtieron en
comunidades religiosas. y ya desde un principio se vio una doble tendencia: un
grupo dedicado a la vida contemplativa, y otro dedicado a la vida apostólica.
Las primeras comunidades de las que se tienen noticias son la de Colonia en
1264 y la de Tolouse en 1287. Algunos han pensado que Santa Isabel de Hungría
fue la fundadora de estas comunidades en 1228, pero no hay evidencia alguna al
respecto.
Durante
el S. XIV los conventos terciarios fueron tan numerosos, que para fines de
siglo ya estaban organizados en congregaciones. Para poder tener cierto orden,
estas comunidades adoptaron la Regla de Nicolás IV, y la adaptaron a sus
necesidades. En 1521, León X les da una nueva Regla, en la que se les requiere
profesar los votos solemnes, aunque no se les impuso la clausura[46].
Esta Regla pone a los terciarios regulares bajo la jurisdicción de los Hermanos
Menores, que hasta 1586 en que Sixto V les permite independizarse[47].
Había
también algunas comunidades de Terciarios que vivían en votos simpes (quizás
privados), sus principales actividades fueron la enseñanza y la atención a los
enfermos y ancianos. Además del grupo de Santa Isabel de Hungría, podemos
mencionar al grupo de Angela de Foligno, quienes atendían enfermos y pedían
limosna para los pobres, el de Santa Angela de Merici, fundadora de las
Ursulinas, las cuales, después de la muerte de su fundadora adoptaron la Regla
de San Agustín.
En
cuanto a los grupos masculinos, había algunos en la ciudad de París, que se
dedicaban a enseñar a los seminaristas pobres, también existieron algunas
fraternidades en Flandes, Bélgica, India, España y Portugal. Desgraciadamente,
ninguno de estos grupos continuó con vida. Las dieciocho fraternidades que
existen en la actualidad, fueron fundadas en los S. XIX y XX. De las
congregaciones de clérigos pertenecientes a la Tercera Orden Regular, la más
conocida es la de Graymoor, fundada en 1898.
Con la
renovación en el entusiasmo por la Tercera Orden Regular, les fue dada por Pío
XI una nueva Regla en 1927, con la Constitución Apostólica Rerum Conditio[48]. En esta Regla son acentuadas las virtudes de
la caridad, de la humildad, de la piedad y de la paz, así como el buen ejemplo,
el cuidado a los enfermos y la oración.
En 1965
un grupo de superiores mayores de Francia y Bélgica comenzaron a trabajar en la
revisión de la Regla. Esta revisión fue llamada Regla Holandesa, fue hecha y
aprobada por la Franciskannse
Sammenwerkiug, es decir, por la Cooperativa Franciscana que envolvía a
diecinueve Congregaciones y buscaba mostrar la forma en que San Francisco
expresó la vida del Evangelio[49].
Posteriormente
surge la llamada Regla
Francesa, publicada en 1972 bajo el título de Regla de Vida de las Hermanas de la
Orden de San Francisco. Esta Regla nace de un grupo de superioras
mayoras de diversas Congregaciones franciscanas de Francia. Era el tiempo
inmediatamente posterior al Concilio Vaticano II, en que la mayoría de las
Órdenes religiosas hizo el esfuerzo por adecuarse a las nuevas aspiraciones que
marcaba el Concilio. En este proceso, este grupo de Congregaciones Francesas
preparaba la renovación de sus Constituciones, pero pronto se dieron cuenta de
la necesidad de una Regla de vida a la cual hacer referencia, decidieron
elaborar una Regla. El documento fue escrito bajo la dirección de la Primera
Orden y no reflejaba la espiritualidad penitencial de la Tercera
Orden Regular. Más bien era una adaptación de la Regla de 1223 de los Hermanos
Menores[50].
En 1973
se elabora la llamada Regla
Alemana[51]. consistente en ocho capítulos, hasta que las
ramas masculina y femenina de la Tercera Orden Regular se reunieron en un
Congreso Internacional celebrado en la ciudad de Madrid del 16 al 19 de Abril
de 1974, para profundizar en el sentido de su identidad. Fruto de este Congreso
fue la declaración de cómo ha de vivirse la vida penitencial Franciscana,
título de lo que se conoce como Regla
de Madrid[52]. Esta declaración fue aprobada por el Cuarto
Congreso Inter-obediencial y ofrece una visión más clara de la penitencia, en
el sentido bíblico de metanoia.
Finalmente,
en 1980 se pensó en la elaboración de una Regla que unificara a todos los
miembros de la Tercera Orden Regular. El proyecto comenzó en Alemania. En esta
reunión se elaboró el llamado Texto
de Reute, en el cual el grupo de trabajo acordó la renovación de la
regla y el uso de las fuentes franciscanas como elementos básicos de
inspiración. El P. Roland Faley de la Curia General de la Tercera Orden
Regular, dijo con respecto a este texto: “le hace falta ser elaborado con un
claro y distintivo carisma”.
En 1981
hubo una nueva reunión, en la que se discutió de nuevo el texto de Reute, el
cual fue aprobado por ciento cinco de las cuatrocientas tres Congregaciones que
integraban la Tercera Orden Regular. De aquí surgió la convicción de que el
fundamento de la Regla debían ser la penitencia, la oración, la pobreza y la
minoridad, aunque también fueron incluidos los valores de la paz, la alegría y
la simplicidad. El fruto de esta reunión fue la elaboración de un nuevo texto
conocido como Texto de
Bruselas. Este utilizaba la Regla de 1221 y la Carta a Todos los
Fieles. En Octubre de 1981, el P. Alberico Candela, secretario general de la
Tercera Orden Regular, mandó copias de este texto a todas las casas de la
Orden.
Para
marzo de 1982 se reunieron de nuevo los dirigentes de las diversas
Congregaciones, representado a treinta y cinco países, y durante las sesiones
de trabajo se hicieron algunos cambios al Texto de Bruselas. Se añadió lo
concerniente a la vida contemplativa y se dijo que el prólogo y el epílogo
debían ser partes integrales del texto. A esta corrección se le llamó Texto de Roma fue
aprobada por los superiores Generales a fines de marzo de 1982. Después de la
Asamblea de Roma, el texto corregido fue enviado a la Congregación para Religiosos
y aprobado en Octubre de 1982, con el documento Franciscanum Vitae[53].
[1] La fuente de la angelología es el
escrito del Seudo Dionisio, acerca de la Jerarquía celeste,
formada por nueve ordenes de ángeles, agrupados por triadas: Serafines,
Querubines y Tronos; Dominaciones, Virtudes y Potestades; Principados,
Arcángeles y Ángeles. Cf. N. Abbagnano, Diccionario de Filosofía,
México 1987, p. 73.
[2] Constitución Misericordis Dei
Filius del 3 de Junio de 1883, en Acta Ordinis 2
(1883), p. 89-93.
[3] Carta Tertium Franciscanum
Ordinem del 8 de Septiembre de 1912, en Acta Ordinis 31
(1912), p. 281-84.
[4] Encíclica Rite Expiatis del
31 de Abril de 1926, en AAS 18 (1926), p. 153.
[5] Alocución del 1 de Junio de 1956, con
motivo de peregrinación terciaria.
[6] Alocución del 20 de Mayo de 1971.
[7] Cf. B. Pastor, “The state of penance and the
beginnings of the Order of the Brothers and Sisters of Penance”, en Analecta
Tertii Ordinis Regularis S. Francisci 123 (1974), p. 35-72; R.
Mortimer, The origins of private penance in the Western Church,
Clarendon Press, Oxford 1939.
[8] Cf. P. Poupard, Diccionario
de las religiones, Herder, Barcelona 1987, p. 266-270; 180-182.
[9] Cf. J. De Giano, Crónica, 10-15,
en Cronistas franciscanos primitivos y otros documentos franciscanos
del siglo XIII, (Versión de S. Zamorano), CEFEPAL, Chile 1981, p. 27ss.
[10] R. Brook, Scripta Leonis, Rutini et Angeli,
Oxford 1970, p. 147-148.
[11] M. de Florencia, Trattato del
Terz’Ordine, (Ed. M. D. Papi), Roma 1985, p. 349. También J. De Spira,
“Officium Rithmicum”14, en AF X (1926-1941), p. 380 y 383.
J. De Spira, “Vita Sancti Francisci” 14,23, en AF X (1926-
1941), p. 341-342; 346; H. D’Avranches, “Leyenda Versificata” 10, en AF X
(1926-1941), p. 500; N. de Glassburg, “Chronica”, en AF II
(1887), p. 24.
[12] Las tres iglesias son: la Porciúncula, San
Damián y San Pedro de la Espina.
[13] El conde Orlando de Chiusi fue el donador
del Monte Alvernia en 1213. Cf. Primera Consideración sobre las Llagas.
Práxedes era una reclusa romana a quien Francisco dio el hábito y el cordón.
Cf. 3Cel 181.
[14] Era el parido papal, opuesto al de los
Guibeinos o partido imperial.
[15] Cf. A. Natali, “Luchesio di Poggi Bonsi”,
en Italia Francescana 35 (1960), p. 237-247; O. Schmucki,
“Il TOF nelle biografie di San Francesco”, en Collectanea Francescana 43
(1973), p. 117-143.
[16] O. Englebert, Vida de san Francisco
de Asís, CEFEPAL, Santiago de Chile 1973, p. 303.
[17] O. Englebert, Vida de san Francisco
de Asís, p. 304.
[18] Las principales fuentes en que aparece el
“hermano Jacoba” son: L3C 37-39; LM VIII,7; Legenda
Antigua 101; 4a. Consideración sobre las Llagas; SP 112; Liber
de laudibus B. Francisci, VIII; Vitae Fratris Aegedii,
en AF III (1897), p. 102-104.
[19] Cf. A. Butler, Vida de los Santos, (t.
III), John W. Clute, México 1964, p. 401-405.
[20] A. Butler, Vida de los Santos, (t.
IV), p. 382-387.
[21] Cf. R. Pazzelli, San Francesco e il
Terz’Ordine. Il movimiento penitenziale prefrancescano e francescano, Messaggero,
Padova 1982, p. 120-121.
[22] Fue editada en 1900 en la Collection
d’études et de documents sur l’histoire religieuse et littéraire du Moyen Age,
Paris 1900, p. 132-135.
[23] Cf. K. Esser, “Ein Vortaufer der Epístola ad
Fideles des hl Franziskus von Assisi (Cod 225 der Biblioteca Guarnacci zu
Volterra)”, en Collectenea Francescana 45 (1975); traducido
como “A forerunner of the Epistola ad Fideles of St. Francis of Assisi (Cod 225
of The Bublioteca Guarnacci of Volterra)” en Analecta Tertii Ordinis
Regularis S. Francisci XIV (1978), p. 11-47.
[24] D. Flood, “The Communitorium”, en Haversack 3
(1979-1980).
[25] Cf. R. Pazzelli, San Francesco e il
Terz’Ordine, p. 199-213.
[26] “Haec sunt verba vitae et salutis quae su
quis legerit et fecerit inveniet vitam et haverit salutem a Domino”, sino que
en realidad dice: “Haec sunt verba vitae et salutis quae si quis legent et
recerit inveniet vitam al aunet salutem a Domino de illis qui faciunt
poenitentiam”.
[27] G. Meersman, Dossier de l’Ordre de
la pénitence au XIIIe siècle, Fribourg 1961, p. 279-280.
[28] B. da Bessa, “Liber de laudibus B.
francisci”, en AF III (1897), p. 195.
[29] P. Sabatier, Opuscula de critique
historique, (t. I), Paris 1903, p. 17-30.
[30] P. Bugheti, “Prima Regula Tertii Ordinis Iuxta
Novum Codicem”, en AFH 14 (1921), p. 109-121.
[31] L. Lemmens, “Regula Antiqua Ordinis de
Poententia Iuxta Novum Codicem”, en AFH 6 (1915), p.
242-250.
[32] A. Wyngaert, “De Tertio Ordine S. Frencisci
Iuxta Marianum Florentium”, en AFH 12 (1920), p. 1-77.
[33] G. Meersman, Dossier de l’Ordre de
la pénitence, p. 281-283.
[34] G. Meersman, Dossier de l’Ordre de
la pénitence, p. 281.
[35] Cf. S. Buenaventura, Opera Omnia, (t.
VIII), Ad Claras Aquas (Quaracchi) 1898, p. 368-369. El título completo es:
“Determinationes questionum circa Regulam Fratrum Minorum, p. 11, q. 16: Cur
Fratres non promoeveant Ordinem Poenitentium”.
[36] Cf. R. Pazzelli, San Francesco e il
Terz’Ordine, p. 286.
[37] Cf. G. Meersman, Dossier de l’Ordre
de la pénitence, p. 298.
[38] Jerónimo de Ascoli fue Ministro General de
los Hermanos Menores de 1274 a 1279.
[39] Cf. V. M., Bretón, Tercera Orden
Franciscana, Ed. Pax et Bonum, Buenos Aires 1947, p. 31-42.
[40] Bullarium Franciscanum, (t.
V), p. 163-164.
[41] Una censura es una pena canónica por la cual
se priva al bautizado de ciertos bienes espirituales o anejos a estos, hasta
que sea absuelto. Hay tres tipos de censura: excomunión, entredicho y
suspensión. Cf. Bullarium Franciscanum, (t. VII), p. 715-16.
[42] Bullarium Franciscanum, (t.
III), p. 37-38.
[43] En el s. XVIII las principales ramas de la
familia franciscana eran: Observantes, Conventuales, Capuchinos, Reformados,
Recolectos y Descalzos.
[44] Cf. V. M., Bretón, Tercera Orden
Franciscana, p. 42-46.
[45] Cf. C. Moya, Regla y Constituciones
Generales de la Orden Franciscana Seglar, Valle de la Misericordia, Jal,
31 de enero de 1991, p. 13-14.
[46] León X, “Inter Cetera Nostri Regiminis”,
en Anales Minorum, (t. XIX), Quaracchi 1933, p. 147-50.
[47] Sixto V, “Romani Pontifici Providentia”,
en Anales Minorum, (t. XXII), Quaracchi 1934, p. 338-39.
[48] Cf. AAS XIX (1927), p. 361-67.
[49] Cf. “Regla de Vida Franciscana (Holandesa)”, en Selecciones de
Franciscanismo 12 (1975), p. 348-70.
[50] Cf. “Regla de Vida de las Hermanas de la Orden de
San Francisco”, en Selecciones de Franciscanismo 12 (1975),
p. 371-64.
[51] Cf. Regla de Vida de las Hermanas
de la Orden de San Francisco, p. 385-99.
[52] Cf. Regla de Vida de las Hermanas
de la Orden de San Francisco, p. 400-406.
[53] Cf. L’Ossrervatore Romano,
(Ed. semanal en lengua española), del 24 de Julio de 1983.
No hay comentarios:
Publicar un comentario