domingo, 30 de mayo de 2021

 

La alegoría encubierta de una emoción efímera descubrirá una belleza dormida.



Un crítico francés de la Ilustración, Denis Diderot, le dijo una vez al pintor de este cuadro: Amigo mío está usted lleno de gracia, pinta y dibuja bien pero no tiene imaginación ni espíritu; usted sabe estudiar maravillosamente la naturaleza pero desconoce el corazón humanoLouis Jean Francois Lagrenée (1724-1805) fue uno de los pintores más famosos de su tiempo, sin embargo. En su época supo distinguirse de un Rococó demasiado monótono para rozar, pronto, un Neoclasicismo impregnado del estilo de los antiguos maestros italianos como de sus antecesores franceses. Pero, efectivamente, no conseguiría el pintor alcanzar la gloria en el Arte. En el año 1770 se decide Lagrenée por crear un pequeño lienzo al que titularía Marte y Venus, Alegoría sobre la paz. ¡Cuánto mensaje hay, sin embargo, en tan poco espacio! El dios Marte representaba la fuerza desestabilizadora, la agresión más violenta o la manifestación más terrible de la guerra. Venus es la diosa de la Belleza, representaba justo todo lo contrario a Marte: el equilibrio más estable, el sosiego más embriagador o de la satisfacción más placentera. Ambos dioses, sin embargo, se llegaron a amar una vez en la leyenda. La mitología es aquí dudosa, porque, ¿fue un amor adúltero o legítimo? Pero no es eso ahora lo importante aquí para el Arte. En el Arte fueron glosados ambos dioses por su atracción y por su oposición... Y en su obra neoclásica, el creador francés tan solo compuso, sin embargo, su idea estética de lo que una alegoría sobre la paz debiera ser.

 

¿Por qué una alegoría sobre la paz, con dos amantes tan opuestos? Ya se habría representado antes por otros pintores la capacidad de Venus de calmar la fuerza arrasadora de Marte, es decir, la sutileza de la belleza para frenar el ímpetu más demoledor del impulso más fiero. Y el pintor francés diseñaría aquí su pequeño universo pictórico galante para componer ahora una escena alegórica sobre la paz. Aparecen los dos dioses juntos, luego de haber consumado su pasional amor. Pero, ahora Venus está dormida y las armas de Marte tiradas en el suelo. También pintaría el autor dos palomas blancas, símbolos de su dedicación a la paz... ¿Qué otra cosa si no -la paz- puede representar ahora esa escena galante y plácida? Porque la paz estará totalmente brillando por doquier mientras Marte siga seducido por la visión de la Belleza. Y es en este mismo momento, el que dura la visión esplendorosa de la Belleza, tranquila y dominada por la emoción padecida poco antes, cuando el pintor fijara su escena pictórica con una representación, sin embargo, ahora muy dura y dramática.



El creador encuadra su imagen con una cortina verde descorrida ahora por la mano poderosa de Marte. Quiere mostrarnos la maravillosa visión de una Venus dormida. Quiere hacernos partícipes de esa visión tan maravillosa... Pero, también, sin él mismo quererlo así, nos ofrecerá el pintor ahora otra cosa muy opuesta: la oscuridad más tenebrosa detrás justo del dios maravillado por la belleza. ¿Por qué? La escena pictórica solo nos descubre el pequeño instante de belleza que durará menos de lo que su visión pueda mantenerse ya en el tiempo. Porque, luego, el dios Marte volverá a colocarse su armadura, se cubrirá su cabeza y acabará tomando la espada belicosa para proseguir su lucha impenitente. Esa oscuridad del fondo de la imagen es ahora la simbología más sutil para comprender la efímera sensación de una alegoría semejante. Porque no es que no desee el dios quedarse subyugado para siempre de algo que mira convencido y admirado. No es que las palomas no deseen anidar ahora en el casco guerrero, tan útil para ellas, y que una ocupará ya incluso decidida. No es que la diosa no confíe tampoco en la dulzura del presagio placentero que siente ahora mientras duerme tranquila. No. Es que el pintor francés, aquel que enjuiciaran una vez como exento de conocimiento, quiso por entonces describir, bellamente, sin angustiar, sin desembridar, sin incomodar o sin desesperanzar mucho, la fragilidad más invisible o la más inevitable que encierre siempre la oscura, tenebrosa o enigmática naturaleza humana.

 

(Óleo Marte y Venusalegoría sobre la paz, 1770, del pintor Louis-Jean-Francois Lagrenée, Museo Paul Getty, Los Ángeles, EEUU.)

https://arteparnasomania.blogspot.com/2016/07/la-alegoria-encubierta-de-una-emocion.html

 



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