La
alegoría encubierta de una emoción efímera descubrirá una belleza dormida.
Un
crítico francés de la Ilustración, Denis Diderot, le dijo una vez al pintor de
este cuadro: Amigo mío está usted lleno de gracia, pinta
y dibuja bien pero no tiene imaginación ni espíritu; usted sabe
estudiar maravillosamente la naturaleza pero desconoce el corazón
humano. Louis Jean Francois Lagrenée (1724-1805) fue uno
de los pintores más famosos de su tiempo, sin embargo. En su época supo
distinguirse de un Rococó demasiado monótono para rozar, pronto, un
Neoclasicismo impregnado del estilo de los antiguos maestros italianos como de
sus antecesores franceses. Pero, efectivamente, no conseguiría el pintor
alcanzar la gloria en el Arte. En el año 1770 se decide Lagrenée por
crear un pequeño lienzo al que titularía Marte y Venus, Alegoría
sobre la paz. ¡Cuánto mensaje hay, sin embargo, en tan poco espacio! El
dios Marte representaba la fuerza desestabilizadora, la agresión
más violenta o la manifestación más terrible de la guerra. Venus es la diosa de
la Belleza, representaba justo todo lo contrario a Marte: el
equilibrio más estable, el sosiego más embriagador o de la satisfacción más
placentera. Ambos dioses, sin embargo, se llegaron a amar una vez en la
leyenda. La mitología es aquí dudosa, porque, ¿fue un amor adúltero o legítimo?
Pero no es eso ahora lo importante aquí para el Arte. En el Arte fueron glosados
ambos dioses por su atracción y por su oposición... Y en su obra neoclásica, el
creador francés tan solo compuso, sin embargo, su idea estética de
lo que una alegoría sobre la paz debiera ser.
¿Por qué una alegoría sobre la paz, con dos
amantes tan opuestos? Ya se habría representado antes por otros pintores la
capacidad de Venus de calmar la fuerza arrasadora de Marte, es
decir, la sutileza de la belleza para frenar el ímpetu más
demoledor del impulso más fiero. Y el pintor francés diseñaría aquí su pequeño
universo pictórico galante para componer ahora una escena alegórica sobre la
paz. Aparecen los dos dioses juntos, luego de haber consumado su pasional amor.
Pero, ahora Venus está dormida y las armas de Marte tiradas en el
suelo. También pintaría el autor dos palomas blancas, símbolos de su dedicación
a la paz... ¿Qué otra cosa si no -la paz- puede representar ahora esa
escena galante y plácida? Porque la paz estará totalmente brillando por doquier
mientras Marte siga seducido por la visión de la Belleza. Y es en este mismo
momento, el que dura la visión esplendorosa de la Belleza,
tranquila y dominada por la emoción padecida poco antes, cuando el pintor
fijara su escena pictórica con una representación, sin embargo, ahora muy dura
y dramática.
El creador encuadra su imagen con una cortina verde descorrida ahora por la
mano poderosa de Marte. Quiere mostrarnos la maravillosa visión de una Venus
dormida. Quiere hacernos partícipes de esa visión tan maravillosa... Pero,
también, sin él mismo quererlo así, nos ofrecerá el pintor ahora otra cosa muy
opuesta: la oscuridad más tenebrosa detrás justo del dios
maravillado por la belleza. ¿Por qué? La escena pictórica solo nos descubre el
pequeño instante de belleza que durará menos de lo que su visión pueda
mantenerse ya en el tiempo. Porque, luego, el dios Marte volverá a colocarse su
armadura, se cubrirá su cabeza y acabará tomando la espada belicosa para
proseguir su lucha impenitente. Esa oscuridad del fondo de la imagen es ahora
la simbología más sutil para comprender la efímera sensación de una alegoría
semejante. Porque no es que no desee el dios quedarse subyugado para siempre de
algo que mira convencido y admirado. No es que las palomas no deseen anidar
ahora en el casco guerrero, tan útil para ellas, y que una ocupará ya incluso
decidida. No es que la diosa no confíe tampoco en la dulzura del presagio
placentero que siente ahora mientras duerme tranquila. No. Es que el pintor
francés, aquel que enjuiciaran una vez como exento de conocimiento,
quiso por entonces describir, bellamente, sin angustiar, sin desembridar, sin
incomodar o sin desesperanzar mucho, la fragilidad más invisible o la más
inevitable que encierre siempre la oscura, tenebrosa o enigmática naturaleza
humana.
(Óleo Marte y Venus, alegoría
sobre la paz, 1770, del pintor Louis-Jean-Francois Lagrenée,
Museo Paul Getty, Los Ángeles, EEUU.)
https://arteparnasomania.blogspot.com/2016/07/la-alegoria-encubierta-de-una-emocion.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario