EL
EXCONVENTO DE CHARO, MICHOACÁN
El conjunto conventual de Charo, en Michoacán, es
un testimonio artístico e histórico de la labor espiritual y cultural llevada a
cabo por los religiosos agustinos en la región desde 1550, fecha en la que se
les concedió la doctrina, hasta 1758, cuando la administración religiosa pasó a
manos del clero secular. Así mismo representa un ejemplo de la arquitectura
monástica ejecutada en el territorio novohispano durante el siglo XVI, pues
conserva gran parte de los elementos pertenecientes a estas primeras
décadas de evangelización; es una obra que a pesar de los estragos que ha
sufrido por el paso del tiempo y la intervención de la sociedad, conserva la
mayoría de sus elementos característicos, propios de los monumentos religiosos
de la época, además de resguardar esculturas y pinturas de gran valor.
La magnífica obra fue iniciada alrededor de
1550-1551, por fray Pedro de San Jerónimo, primer prior del convento, quien
levantó la mayor parte del templo, además de la sacristía con su bóveda, el
refectorio, la portería, el antecoro y el dormitorio con seis celdas. Fray
Francisco de Acosta continuó la construcción dando fin a la iglesia y
manteniendo el techo de madera. Finalmente, fray Juan de Baena la dotó de una
bóveda de cañón corrido y levantó el primer cuerpo de la torre para que pudieran
colocarse las campanas (Escobar, 2008: 593).
Ex convento de Charo. Fotografía de C. Ortiz
El convento fue construido bajo el modelo medieval
europeo, y aunque su traza es sencilla y más pequeño que sus contemporáneos. Su
distribución espacial y sus componentes estéticos son acordes tanto al número
de miembros con el que contó el recinto a lo largo del periodo citado, como a
las actividades que se llevaron a cabo en él, las cuales giraron en torno a la
cristianización de los pirindas.1
Cuenta con un amplio atrio rodeado por una barda
que delimitaba el espacio sagrado, y una cruz atrial labrada en piedra. Este
espacio fue ideal para llevar a cabo las actividades evangelizadoras, así como
procesiones, celebraciones litúrgicas, festividades religiosas y la enseñanza
de oficios.
En términos generales, el convento se inserta en el
denominado estilo plateresco,2 pero posee algunos elementos
manieristas, góticos y renacentistas que le dan ese toque especial de las
construcciones monásticas de los primeros años del periodo novohispano.
El templo es de una sola nave con bóveda de cañón
corrido; en su interior cuenta con un bautisterio, el coro en donde se
encontraba el órgano y el facistol; el sotocoro, altares de estilo neoclásico
correspondientes al siglo XIX en los laterales, y un altar mayor con un ciprés
del mismo estilo en el que se resguarda la imagen del santo patrono del lugar,
el Señor de la Lámpara.
Interior del Templo. Fotografía de C. Ortiz
La fachada del templo está conformada por dos
cuerpos y un imafronte triangular, en el que se distribuyen la puerta de acceso
y varios nichos con las imágenes de santos importantes para la congregación.
Por su parte, la portada del convento se compone de un pequeño pórtico o portal
de peregrinos, que como su nombre lo indica, servía para dar asilo a los
viajeros, formado por arcos de medio punto sostenidos por columnas de capitel
dórico. En este espacio se conserva una banca de piedra empotrada en el muro
así como una peculiar silla tipo trono que según la tradición fue utilizada por
fray Diego de Basalenque para confesar a los fieles.
Fachada del Templo. Fotografía de C. Ortiz
En el interior del convento se encuentra un pequeño
vestíbulo que comunica con el claustro, cuya estructura es cuadrada formada por
arcos rebajados y columnas de capitel dórico. Éste conecta por medio de
pasillos con la sacristía, el refectorio, las escaleras para subir al coro, la
capilla, la cocina y las celdas. Al fondo se localizaban las letrinas, la
huerta y la cisterna.
Una peculiaridad del conjunto es que fue orientado
de sur a norte, pues aunque no es propiamente una regla, es común ver que la
mayoría de los templos fueron dirigidos de oriente a poniente.
En cuanto a la obra escultórica, el convento
conserva algunos ejemplos de lo que se construyó en el periodo novohispano con
fines didácticos y para la exaltación de la fe cristiana. Algunas esculturas
fueron elaboradas en piedra y las podemos observar en la fachada del templo, en
donde se aprecia a San Nicolás de Tolentino, San Pablo, Santa Mónica, Santa
Rita de Casia y San Agustín en su calidad de obispo.
Quizá, la imagen que más destaca es la que
encontramos en el altar mayor, el Señor de la Lámpara, una imagen a
modo de escultura elaborada bajo la técnica prehispánica de la caña de maíz. De
acuerdo con fray Mathías de Escobar (2008: 582), la noticia más antigua que se
tiene de la imagen es el reporte que hizo fray Simón Salguero, quien la
encontró en el coro del templo; al ver la devoción que le tenía la gente,
decidió bajarla de ahí y le construyó un retablo para que estuviera al alcance
de todos los fieles. Hasta la fecha la comunidad venera y celebra esta imagen
con gran fervor.
Finalmente, y quizá la mayor riqueza artística del
convento, sea su pintura mural, distribuida en diversos espacios del recinto,
elaborada bajo la técnica del fresco y el temple.3 La obra fue diseñada con base en grabados
europeos, y le es atribuida a fray Pedro de San Jerónimo hacia 1578,
aproximadamente (AGCIM: Charo).
Mural-Fresco. Fotografía de C. Ortiz
En el vestíbulo se representa a través de seis
imágenes, muy al estilo renacentista, la Pasión de Cristo. Mientras
que en el claustro fueron pintadas escenas de martirio de santos, además de
un Ecce Homo, una Thebaida, un grupo de cuatro
religiosas y dos árboles genealógicos aludiendo a la familia agustina en su
rama varonil y femenil. Por su parte, en el refectorio también se conservan
algunas imágenes de gran interés como el bautismo de Jesús, la
última cena, el tetramorfo evangelista y la
conversión de San Pablo. La decoración se compone de grutescos en todo el
espacio. En el resto del convento, como en la sacristía y en las
escaleras para subir al coro, quedan sólo restos de pintura. El guarda polvos
presenta diseños geométricos que recuerdan la decoración de las vasijas
prehispánicas, indicio probablemente de la intervención indígena (Ortiz, 2016).
Aunque de manera muy sintética hemos mencionado
algunas de las riquezas que posee el convento, queda claro que representa una
joya artística e histórica invaluable para el devenir histórico regional.
https://www.flickr.com/photos/tonytapia/6847247670
NOTAS
- Pueblo proveniente del Valle de Toluca conocidos también como
“matlatzincas”, que se asentó en territorio michoacano como aliados de los
tarascos. Fueron llamados por éstos como “pirindas” que quiere decir “los de en medio”, pues se
encontraban entre los territorios mexicas y los tarascos.
- Estilo arquitectónico y ornamental que se desarrolló en España a
finales del siglo XV y principios del XVI, y que se caracteriza por hacer
uso de elementos decorativos que recuerdan las filigranas usadas por los
plateros en sus obras.
- Ambas técnicas fueron muy utilizadas para realizar las pinturas
murales de los diversos conventos fundados en la Nueva España durante el
siglo XVI, pero cada una posee sus propias características: en el fresco,
los pigmentos son aplicados sobre una capa de cal húmeda que previamente
se coloca en el muro a pintar; mientras que en el temple se aplica sobre
el enlucido fino, seco y bruñido, además de agregar a los pigmentos un
aglutinante como la clara de huevo o la baba de nopal.
Bibliografía
Archivo General de Monumentos Históricos del Centro
INAH Michoacán, Templo y ex convento agustino (sn. Miguel) Charo. Morelia,
Michoacán.
BASALENQUE, Diego de, Historia
de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán, introducción
de Gerardo Sánchez Díaz, Balsas Editores, Morelia, Michoacán, México, 1989.
ESCOBAR, Mathías de, Americana
Thebaida Vitas Patrum de los religiosos ermitaños de nuestro padre san Agustín
de la Provincia de san Nicolás de Tolentino de Michoacán, Estudio
introductorio de Igor Cerda Farías, UMSNH, Instituto de Investigaciones
Históricas, Ex Convento de Tiripetío, Fondo Editorial Morevallado, Morelia,
Michoacán, México, 2008.
ORTIZ CORTÉS, Claudia Nohemi, El
convento de Charo y su pintura mural (1550-1653), tesis de
licenciatura, Morelia, Mich., Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,
2016.
https://apami.home.blog/2019/11/13/el-ex-convento-de-charo-michoacan-un-ejemplo-de-arte-novohispano/
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