ETA. ORÍGEN E IDEOLOGÍA
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NACIÓN, NACIONALISMO Y PAÍS VASCO:
“EL HUEVO DE LA SERPIENTE”
El nacionalismo vasco surge en la década de 1890 en
Vizcaya como reacción a los síntomas de modernización e industrialización que
caracterizan a la España, y muy especialmente, al País Vasco, de fines del s.
XIX. La masiva llegada de obreros inmigrantes a la emergente industria vizcaína
se mezcló con el caldo de cultivo que el carlismo y el fuerismo venían, desde
hacía varias décadas, alimentando.
Sin embargo, antes de entrar a profundizar en el análisis
de los orígenes del nacionalismo vasco y en sus relaciones con el carlismo y el
fuerismo, me parece conveniente realizar un breve apunte sobre el concepto de
nacionalismo en sí. En primer lugar, soy partidario de considerar a la nación
como a “una comunidad imaginada a la que es preciso construir desde el terreno
simbólico, lo que presupone la invención de una tradición y una historia
nacional que, transmutando el azahar en destino, convierten a una población en
pueblo, dotándole de toda antigüedad que sea posible”1 . El nacionalismo surge,
pues, a partir de la elaboración de unos planteamientos doctrinarios altamente
subjetivos que tratan de movilizar a amplias capas de población en base de unos
elementos fundamentalmente emocionales en busca de un fin, básicamente
político.
En mi opinión, el precedente ideológico a la eclosión del
nacionalismo en el País Vasco lo podemos encontrar en la deriva que tomó una
rama del carlismo en las regiones vascas hacia el fuerismo. Con esto no intento
identificar al carlismo como antecedente inmediato del nacionalismo vasco, pero
hemos de recordar que Sabino Arana, el ideólogo de tal doctrina, procedía de
las filas del carlismo. Y es que el carlismo y el resultante nacionalismo
vasco,
“compartían una misma concepción religiosa
del mundo y un mismo orden de valores. Procedían de la misma tradición
antiliberal e integrista. La diferencia se reducía al marco de aplicación. La
misma situación de partida: una nación esencial y providencialmente católica,
sumida en un proceso de decadencia moral y religiosa por el contagio de ideas y
costumbres corruptas extranjeras. También la fórmula salvadora era la misma:
aislamiento para evitar el contagio, purificación de elementos impuros y
recuperación de viejas esencias”2 .
Pero un elemento básico de ambas concepciones
los separaba radicalmente, así, mientras que los carlistas decían luchar por la
salvación de España, considerándose como los mayores “españolistas”; el
nacionalismo vasco generó unas relaciones antagónicas entre la sociedad
española y España con el pueblo y las tradiciones vascas, euzkaldunas.
Por otro lado, pese a que en las
reivindicaciones principales del primer carlismo no encontremos alusión alguna
al problema Foral de las provincias vascongadas, mediada la Primera Guerra
Carlista si que aparece un sector carlista que en busca del apoyo de los
notables locales si que comienza a incorporar los Fueros a la causa carlista.
Estos notables locales, próximos al ala derecha del liberalismo moderado, nunca
fueron carlistas. Configuraban más bien una élite social y económica que vio
amenazados sus intereses ante la supresión de los Fueros con la Constitución
progresista de 1837. Por ello, acabaron “barajando el proyecto de
compatibilizar unos particularismos jurídicos y exenciones propias del Antiguo
Régimen, con el nuevo Estado liberal”3 , por lo que relacionaron la paz
directamente con el reconocimiento de los deseados Fueros.
El gobierno moderado y la Corona vieron en
este sector fuerista un aliado contra el carlismo intransigente y, sobre todo,
frente a las posibles consecuencias de una radicalización democrática del
sistema ante lo que parecía una previsible victoria del general Espartero. Por
ello mediante el Convenio de Vergara de octubre de 1839, la Corona le ofrecía a
estos sectores fueristas una autonomía y un autogobierno para las provincias
vascongadas que no habían disfrutado nunca, y, aún a costa de alimentar las
perspectivas forales, este grupo se convirtió en un pilar fundamental para la
monarquía isabelina.
Esta actuación de la Corona y del grupo
moderado propició la evolución de aquel grupo fuerista de carácter moderado
hacia otra facción mucho más radical. Los principios del fuerismo se
fundamentaban en considerar a los Fueros como la ley natural ordenadora de la
comunidad por encima de toda ley positiva, concibiendo al Fuero, dentro de la
perspectiva romántica contemporánea, como el espíritu del pueblo. Por el
momento, estos siguieron considerando que el espíritu vasco, sus tradiciones y
su moralidad, conformaban la quintaesencia de lo español, pero de aquí hacia la
ruptura sólo había un paso y la caída del régimen isabelino y la revolución
democrática de 1868 no fueron sino un primer aliciente hacia esa escisión con
la identidad española.
Tras la experiencia revolucionaria y al calor
de la Segunda Guerra Carlista el grito de “'¡Abajo los Fueros!” se propagó
entre la opinión pública como consecuencia de la interpretación gubernamental
de la ruptura del Convenio de Vergara por el carlismo. Sin embargo, Cánovas del
Castillo no se propuso abolir los Fueros, sino que los concilió con la
Constitución de 1876 y con la igualdad de derechos y obligaciones entre los
españoles. De esta forma, se fue consolidando una autonomía fiscal y
administrativa que satisfizo al fuerismo moderado, pero que, por otro lado,
despertó a otro grupo más intransigente, vinculado a “los antiguos notables
desplazados del poder institucional por la supresión de las Juntas Generales y
del poder social por la nueva burguesía de negocios”4, que comenzó a reclamar
la devolución del Fuero íntegro bajo el lema “Dios y Fuero”.
Este movimiento fuerista fue acompañado, al
calor de los planteamientos del contemporáneo Romanticismo, de una literatura
que trataba de revalorizar y recuperar el euskera, apareciendo, así, “algunos
poetas, sobre todo vascofranceses, como Iparaguirre, (…) que favoreció la
fijación de un estereotipo de los vascos como un pueblo noble, rudo y
antiquísimo (…) asentado de siempre en sus montañas, orgulloso de sus
costumbres ancestrales, indomable y valeroso, y tenaz defensor de sus
libertades y derechos, esto es, de sus Fueros”5 .
Ante tal precedente, de la defensa de los
Fueros bajo tintes españolistas a la ruptura con la soberanía española sólo
había ya un paso, el que dio Sabino Arana. Esta transformación del fuerismo
hacia el nacionalismo fue provocada por la confluencia de una serie de factores
interrelacionados que permitieron su éxito, “la debilidad del edificio nacional
español, la sensación de privación política por la abolición foral de 1876, el
auge del protonacionalismo cultural tras 1876, la decadencia del carlismo y la
impotencia política del fuerismo, así como la velocidad y el radicalismo del
profundo proceso de modernización socioeconómica sobre todo en Vizcaya”6 . Esta
modernización, como ya se ha esbozado con anterioridad, provocó la masiva
llegada de inmigrantes (maketos, para el posterior nacionalismo sabiniano)
obreros desde otros puntos de la península, lo que generó una profunda
conmoción en una buena parte de los colectivos sociales vascos más afincados en
la cultura tradicional. Estos obreros no tardaron en sindicalizarse y en formar
secciones de la UGT y el PSOE en Vizcaya, organizaciones marxistas
anticlericales, consideradas peligrosas e inmorales por parte de la población
católica vasca. Entre uno de esos vascos conmocionados por la “invasión” y por
las transformaciones que Vizcaya estaba atravesando, se encontraba Sabino Arana
Goiri (Vizcaya, 1865 – ídem, 1903).
Sabino, procedente de una familia burguesa
vizcaína, católica y carlista, pronto experimentó una evolución en sus
planteamientos, al parecer por influencia de su hermano Luis, sobre el problema
vasco desde la óptica del fuerismo hacia un independentismo xenófobo de
carácter radical. Se dedicó al estudio de la historia, la lengua y la cultura
vasca, y creyó encontrar en esa “invasión” españolista todos los males por los
que atravesaba la sociedad vasca.
Hacia 1892, como bien nos indica Antonio
Elorza, el fundador del nacionalismo vasco difunde una serie de escritos que
comienzan a plantear la legitimad del antagonismo entre España y el País Vasco,
entre los que destaca “Bizcaya por su independencia, visto por sus seguidores
como el libro despertador de la conciencia nacional vasca. Arana aspira a poner
ante los ojos de los vizcaínos los elementos de una memoria histórica que
resulta borrada por la presencia española”7 . Sin embargo, con este texto no
buscaría elaborar el planteamiento ideológico del nacionalismo vasco, sino que
se limita a presentar cuatro batallas históricas (Arriagorriaga, Gordexola, Otxandiano
y Mungia) en las que los vizcaínos, según él, lucharían por su independencia
frente a las agresiones castellanas y manifestando el heroísmo de los vascos.
Arana considera haber descubierto que los vascos constituían una patria, una
nación, incompatible con otro tipo de soberanía. Una patria primero limitada a
Vizcaya, extendida luego al resto de las regiones vascongadas, incluida
Navarra, acuñando el término Euskadi para definirla.
Para Sabino la nación vasca se fundamenta en
una serie de caracteres: “primero, la raza; segundo, la lengua; tercero, el
gobierno y las leyes; cuatro, el carácter y las costumbres, y quinto, la
personalidad histórica”8, configurando, así, un nacionalismo de raíz herderiano
fundamentado en la tradición, la raza y la religión. Arana elabora un
imaginario doctrinal que se apoya en la pureza racial de los vascos,
manifestada en la ausencia de corrupción de la raza ancestral euskalduna con
respecto a otras etnias inferiores, como la judía o la mora; y en la
pervivencia del euskera. De esta forma presenta un panorama en el que los
puros, los vascos, se ven sometidos a la tiranía de los españoles, definidos
como un pueblo inferior, degenerado y corrupto que ha traído la perdición a
Vizcaya.
Debido a su fervor religioso, alimentado por
una educación de raíz carlista e integrista, Arana desarrolla un “teocratismo
que le lleva a considerar el amor a la patria y el amor a Dios como algo
consustancial e inseparable”9. De esta manera, el político vasco vincula
directamente la salvación religiosa con la causa vasca al entender “su proyecto
político no sólo como la base de una liberación de Vizcaya (luego Euskadi)
mediante la independencia recuperada frente a España, sino como una
reconciliación de la sociedad vasca con Dios. Españolismo y liberalismo son
males que alejan a los vascos de Dios”10.
Tenemos ya los principales elementos de este
primer nacionalismo vasco, fundamentado en la pureza de la raza vasca, que
Sabino identifica con el valor de los apellidos vascos y la religión. Se origina
así, una confrontación directa entre Euskadi y España. Una nación vasca,
ocupada y tiranizada por España, pueblo degenerado y corruptor. La salvación
pasa por una vía, su independencia de todo tipo de influencia externa, tanto
política como cultural, y
“la dureza de este enfrentamiento lleva de
forma natural a la militarización. Los testimonios publicados posteriormente
por distintos militantes del primer nacionalismo coinciden en que se veían a sí
mismos como miembros de una partida carlista, pero luchaban por la
independencia de Euzkadi contra España. Cuenta aquí el antecedente inmediato de
las guerras carlistas (…). También interviene la intensa propaganda literaria
que a lo largo del s. XIX habían asociado el ruralismo con las hazañas bélicas
de los vascos de otros tiempos”11.
Esta llamada a la militarización, por el
momento, no se manifestará en un levantamiento armado, sino que siguiendo los
patrones jesuitas, de los que Sabino es claramente deudor, consistirá en
cerrarse a toda influencia exterior configurándose un proyecto cultural que
conseguirá identificar a este movimiento, que derivará en la formación de un
partido político en julio de 1895, el Partido Nacionalista Vasco (PNV), con
toda manifestación vascuence.
Sin embargo, ese antagonismo radical que
exhibe este primer nacionalismo vasco sufrirá una transformación con la
evolución ideológica del propio Sabino Arana, después de conseguir un escaño en
la diputación provincial de Vizcaya en 1898, y ante la búsqueda del partido de
alcanzar unas mayores cotas de atracción social.
El PNV logrará superar su escasa influencia
social, puesto que la mayoría de sus partidarios procedían de medios carlistas
de clase media, y, paradójicamente, los efectos de la industrialización se
convirtieron en su mejor aliado. La burguesía industrial vizcaína se sentía
cada vez más incómoda y amenazada ante el auge del movimiento obrero mientras
que los partidos conservadores y tradicionales no parecían ofrecerles una
solución, por ello una facción del grupo Euskalerria, dirigido por Ramón de la
Sota, optó por apostar por el movimiento nacionalista y fusionarse con el PNV,
lo que supondrá una moderación ideológica de éste. Sin embargo, pese a que el
partido adopta, por influencia de este grupo burgués y ante una visión más
práctica de su propio fundador, una política de carácter más posibilitista con
el Estado español, llegando a aceptarse el autonomismo o el foralismo, las
tesis radicales no son abolidas y el PNV pasa a convertirse en un heterogéneo
movimiento nacionalista en el que consiguen tener cabida una gran cantidad de
posturas y objetivos.
Esta evolución y atemperamiento de la
radicalidad del primer nacionalismo vasco originó una serie de escisiones
producidas ya en el primer tercio del siglo XX. En torno a 1916 aparece un
sector radical caracterizado por su juventud y vinculado al semanario Aberri
(Patria) que chocaba con las líneas intermedias que estaba adoptando, según
ellos, el PNV (convertido en Comunión Nacionalista Vasca entre 1916 y 1930),
defendiendo a ultranza la independencia de Euskadi. Vuelve así a aparecer la
lucha de razas entre dos pueblos antagónicos. Este sector conseguirá configurar
un partido político, PNV o Aberri, que llegará a adoptar los modelos del Sinn
Fein irlandés hasta que el golpe de Estado del general Primo de Rivera, en
septiembre de 1923, los lleve a la clandestinidad. Sin embargo, al término de
la dictadura ambos partidos, Aberri y Comunión Nacionalista Vasca, se
reunificarán adoptando de nuevo el nombre de Partido Nacionalista Vasco, con
una base doctrinal que, pese a situarse en los principios sabinianos, se
prestará a los objetivos autonomistas a lo largo de la II República.
NACIONALISMO
VASCO: II REPÚBLICA Y GUERRA CIVIL
El
Congreso de Vergara (noviembre de 1930) se presentaba como acto de
reconciliación en el que los nacionalistas intransigentes volvían al redil del
partido; sin embargo, lejos de conseguirse una consolidación de la unidad,
supuso una ruptura. De tal acto procede la escisión del nacionalismo vasco
entre dos tendencias: la tradicional, correspondiente al primitivo nacionalismo
vasco, fundamentado en el discurso católico y clásico sabiniano que mantendrá
el monopolio de influencia política y cultural; y un nuevo nacionalismo
modernizador que configuró Acción Nacionalista Vasca, de carácter aconfesional
y que evolucionó hacia una tendencia izquierdista y partidaria de establecer
puentes con la administración española con el fin de lograr una vía, la
autonómica, hacia la independencia de Euskadi.
El nacionalismo vasco hacía del euskera y de
la vida rural tradicional uno de sus principales baluartes, mientras que
Vizcaya y Guipúzcoa experimentaban un rápido proceso de industrialización. Esta
modernización y la llegada de inmigrantes provocaba unos procesos sociales que
tenían su mejor manifestación en la gran pluralidad política que se exterioriza
a lo largo de la experiencia republicana con el ascenso de los partidos y los
sindicatos socialistas.
Poco
hizo el nacionalismo vasco por apoyar el avance del republicanismo hacia 1930;
de hecho, su marcado carácter católico y tradicional provocó el rechazo a la
invitación de Indalecio Prieto de sumarse al Pacto de San Sebastián. Su
programa tradicionalista, fundamentado en el catolicismo y en la defensa de la
causa vasca, le situaban más próximo al carlismo que a cualquier tendencia
republicana, por lo que concurrió con estos a las elecciones legislativas de
1931 y concertó con ellos un proyecto de autonomía vasca, el Estatuto de
Estella, en el que se ponía especial énfasis en la autonomía religiosa de las
provincias vascas. Sin embargo, pese a los recelos ideológicos que inspiraban
los republicanos, los nacionalistas acabaron viendo en el sistema una vía de
negociación por el que encauzar sus reivindicaciones. De esta forma, tras las
tensiones iniciales que llevaron a los nacionalistas a no votar la Constitución
(iniciándose así una tradición del nacionalismo vasco de no reconocer ningún
texto constitucional que no admitiese sus derechos de autodeterminación), las
relaciones entre el nacionalismo vasco y el republicanismo de izquierdas van
normalizándose, hasta el punto de que aquél llega a romper con su aliado
carlista con motivo del proyecto del Estatuto de Autonomía negociado entre
Indalecio Prieto y José Antonio Aguirre (líder del PNV durante la experiencia
republicana) que acabará reconociendo unas menores cotas de autogestión en
materia religiosa a las demandadas en el Estatuto de Estella. Este acercamiento
hacia la izquierda del PNV lo hemos de observar bajo los intereses prácticos
del nacionalismo vasco tras percibir éste la gran animadversión que provocaban
en las derechas (un aliado que ideológicamente parecía más afín) el problema de
los nacionalismos periféricos. La izquierda le había ofrecido la autonomía a
Cataluña, fruto del apoyo del nacionalismo catalán al proyecto republicano en
San Sebastián.
Sin embargo, este posibilitismo del PNV
vuelve a provocar una nueva escisión en sus filas, surgiendo otra vez una
facción juvenil y radical que niega todo tipo de pacto o negociación con la
“opresora” administración española. Este grupo, agrupado en torno al semanario
bilbaíno Jagi-Jagi, no llegará, por su parte, a tener la suficiente fuerza como
para constituir un partido político propio.
Cuando el 18 de julio de 1936 se subleva una
parte de los mandos militares contra el gobierno republicano, el nacionalismo
vasco todavía no había logrado el deseado Estatuto de Autonomía, por lo que se
planteó en su seno una amarga contradicción. Los rebeldes, que habían triunfado
en Navarra y Álava, se presentaban, entre otras cosas, como los guardianes de
la fe católica pero defendían a ultranza la unidad territorial y administrativa
del Estado, siendo la cuestión de las autonomías y los nacionalismos
periféricos una de las puntas de lanza de su discurso. Por ello, el PNV, fuerza
mayoritaria del nacionalismo vasco, se vio obligado a tomar partido en la
contienda, aún a su pesar, como bien lodemuestran las reacciones de algunos de
sus militantes como las del mismísimo hermano de Sabino Arana, Luis, quien más
próximo a los radicalistas Jagi-Jagi, abogaba por la neutralidad. La alianza
del nacionalismo vasco con la República se caracterizaba, pues, como una
alianza “sin mucho entusiasmo”, como bien expresó Juan Ajuriaguerra12.
En la intervención del PNV en la contienda
bélica atisbamos, pues, dos fases que se vinculan directamente con la
aprobación del Estatuto de Autonomía (1 de octubre de 1936), puesto que con
anterioridad al mismo, la intensidad del nacionalismo vasco en la organización
de las tropas y en la propia intervención bélica puede considerarse como tibia.
Con posterioridad, y en relación a la participación directa de algunos líderes
del PNV en el gobierno republicano de Largo Caballero (Manuel Irujo), el
nacionalismo vasco pasó a defender ya no la autonomía, sino la propia
existencia de Euskadi, por lo que su involucración en el esfuerzo bélico
aumentó más que considerablemente tras la constitución del gobierno autonómico
vasco bajo el mando de Aguirre. La aplicación del mismo Estatuto de Autonomía
llegó a superar su margen legal y el gobierno vasco administró las provincias
vascas (Vizcaya y poco más a la altura ya de finales del 36, ante el avance de
las tropas franquistas) como si de un Estado se tratase, no llegando ni siquiera
a unificar los batallones del ejército vasco con los del Frente Popular para no
perder su control.
Sin embargo, el Frente del Norte no pudo
aguantar las embestidas de los rebeldes y tras la destrucción de Guernica
(acontecimiento que, gracias a la obra de Picasso, consiguió dar alcance
internacional a la causa vasca, ofreciendo gran cantidad de simpatías en otros
países) la resistencia tocó su fin con la pérdida de Bilbao (19 de junio de
1937). Perdido su territorio y con él su autogobierno, el nacionalismo vasco
cumplió el vaticinio que con anterioridad había expuesto Manuel Azaña, con la
caída de Bilbao los nacionalistas vascos arrojaron las armas, puesto que estos
no luchaban “por la causa de la República ni por la causa de España, a la que
aborrecen, sino por su autonomía y semindependencia”13.
DE LA REPRESIÓN A LA ACCIÓN, EL
SURGIMIENTO DE ETA
El pacto de Santoña (agosto de 1937), por el
que el gobierno vasco acordó el fin de la resistencia con los mandos italianos,
acabó en un estrepitoso fracaso. Según el acuerdo, el ejército vasco se
retiraría bajo la condición de que se respetara la retirada de los gudaris
(soldados vascos); sin embargo, esto no fue así, y las detenciones y los
fusilamientos se fueron desarrollando como en el resto del territorio peninsular.
La represión se extendió al País Vasco
siguiendo el modelo del resto de territorios ocupados por los rebeldes. Miles
de nacionalistas murieron o fueron apresados. “El gobernador de San Sebastián
decretó la prohibición del uso del euskera y hasta diecisiete sacerdotes afines
al nacionalismo fueron ejecutados, cientos de ellos encarcelados, y muchos
fueron trasladados a otras parroquias al no garantizar su lealtad a los nuevos
gobernantes”14 .
Con la consolidación del régimen a partir de
1950, la represión fue disminuyendo su intensidad, sin embargo, la situación en
la que había quedado ya el nacionalismo vasco era deprimente. La agresividad
del régimen prácticamente impedía cualquier actividad interior, por lo que
desde el fin de la guerra civil hasta la década de los años cincuenta, la
principal labor de este nacionalismo vino de la mano del gobierno vasco en el
exilio. Liderado todavía por Aguirre, y al calor del estallido de la contienda
mundial, su principal estrategia se fundamentaba en entablar conversaciones con
las potencias aliadas para que a la caída de Hitler le siguiera el
derrocamiento del régimen franquista. Aguirre consideraba por ello vitales las
relaciones con EE.UU, cuya causa, declaraba, era la del mundo entero. Esta
aliadofilia fue compartida por la mayoría de la izquierda republicana, lo que
permitió una reconciliación entre el PNV y el gobierno republicano en el
exilio. El optimismo quedó manifestado en la preparación de la huelga general
realizada en Bilbao en mayo de 1947, que contaba con el apoyo tanto del PNV
como de las fuerzas republicanas y que supuso la amenaza más grave que sufrió
el régimen desde que finalizó la contienda. Sin embargo, este tipo de actos no
eran fáciles de secundar y defender para un tipo de movimiento como el
nacionalismo vasco, en el que tenían cabida tanto patronos como obreros
solidarizados con la causa vasca. Además, la represión que siguió a la huelga
sumió al partido en una casi absoluta penumbra, y tras ella, la acción
nacionalista se limitó a ciertos actos simbólicos.
La década de los años cincuenta fue sumamente
importante tanto para el régimen franquista como para el nacionalismo vasco.
Por un lado, el desarrollo de la Guerra Fría trajo el reconocimiento
internacional del franquismo, mientras que el crecimiento económico y la
represión sumieron a la sociedad española en un clima que mezclaba aceptación
con resignación, por lo que a la consolidación internacional se le sumaba su
afianzamiento interno.
El desarrollo industrial del País Vasco, especialmente
de Vizcaya, incrementó la demanda de mano de obra y aumentó el flujo de
inmigrantes en busca de trabajo desde otros puntos de España. Sin embargo, este
no era un problema nuevo, puesto que, como ya hemos visto, el origen del
nacionalismo vasco tuvo una vinculación especial con este fenómeno ante las
inevitables tensiones culturales y sociales que provoca.
Nos encontramos, pues, ante los elementos que
formulan un nuevo nacionalismo vasco que vuelve a mirar hacia aquellos
primitivos principios radicales poniendo el acento en el antagonismo entre
España y Euskadi. La masiva llegada de maketos (inmigrantes), la opresión de la
dictadura que permite una percepción real de dicho antagonismo, la amenaza de
la cultura y los principios tradicionalistas vascos, la crisis en la que se
encuentra el propio nacionalismo vasco que, incapaz de ofrecer respuesta a
estos problemas, ha tendido puentes con la “enemiga” administración española;
el escepticismo de la generación que vivió la guerra civil, todo ello provoca
el surgimiento de un grupo juvenil radical que, siguiendo los antecedentes de
las facciones aberriana y jagi-jagi, se retrotrae a los primeros dogmas
sabinianos y decide pasar a la acción.
Hacia 1952, un grupo de estudiantes
universitarios, mayoritariamente procedentes de la Escuela de Ingenieros de la
Universidad de Deusto, entre los que se encuentran José María Benito del Valle,
José Manuel Aguirre Bilbao, José Luis Álvarez Enparantza (“Txillardegi”), Julen
Madariaga, Alfonso Irigoien, Iñaki Gainzarain, Rafael Albizu e Iñaki
Larramendi, comenzarán a mantener reuniones semanales tratando temas
fundamentalmente culturales. Algunos habían llegado a participar en la
ilegalizada agrupación juvenil EIA (Eusko Ikasle Alkartasuna, Agrupación de
Estudiantes Vascos), vinculada al PNV. Provenían casi todos de familias
burguesas en las que predominaba el sentimiento nacionalista, del que tenían,
sin embargo, una vaga concepción ideológica debido a la dificultad de obtener
obras y acceder a publicaciones ante la férrea censura del régimen. Sin
embargo, y pese a ello, consiguen hacerse con una colección de obras
nacionalistas, la mayoría anteriores a la contienda civil, así como libros
publicados por la editorial argentina EKIN, de la cual toman su denominación.
Al principio configuran un grupo cerrado
dedicado a su formación intelectual, pero rápidamente acceden a tomar contacto
con las grandes figuras del nacionalismo vasco para obtener así una mejor
visión de la realidad vasca de los últimos años, a la vez que desarrollan una
labor de captación de adeptos por medio de cursillos de formación. Esto hace
que alrededor del año 1953 comiencen ya a producirse acercamientos entre este
grupo y EGI (Eusko Gaztedi, Juventud Vasca), facción juvenil del PNV. De esta
forma, el PNV va a facilitar al grupo EKIN las infraestructuras necesarias para
desarrollar sus actividades (imprentas, tránsito por la frontera, etc.).
Estos primeros contactos provocarán las
primeras desilusiones de este grupo estudiantil ante la situación de práctica
inactividad en la que se encontraba el nacionalismo vasco, por lo que la fusión
de EKIN y EGI en 1956 no empezó con buen pie. De hecho, tan sólo dos años
después, esa frustración se manifestó en ruptura ante un incidente menor
producido por la decisión de expulsar de la organización a uno de los
fundadores de EKIN, Benito del Valle. Tras esta ruptura no encontramos
“ni incompatibilidades personales ni una
lucha de poder, y ni tan siquiera una disputa por la ortodoxia nacionalista.
Incluso la propia dualidad generacional constituye un factor tan sólo de
segundo orden. Tampoco existen diferencias ideológicas de peso. Muy al
contrario, los jóvenes que forman EKIN se nutren precisamente, de forma
exclusiva y excluyente, del nacionalismo histórico vasco, entendiendo como tal
ese movimiento patriótico renovador de orden sociopolítico y cultural surgido
en el discurso de Sabino Arana. Todo el complejo pensamiento nacionalista
representado por euskalerriakos y aberrianos, comunionistas y sabinianos,
jagis-jagis y autonomistas, confesionales y aconfesionales; concepciones
diferentes tras las cuales se perfilan los conflictos latentes entre algunas de
las clases sociales del país o, en la mayor parte de los casos, entre las
diversas fracciones de una misma clase social, la burguesía, todo ello,
decimos, va a constituir el magma ideológico en el que se nutre la nueva
generación”15.
No se trata pues de una ruptura ideológica,
sino de una ruptura que tiene su base en la propia configuración de EKIN,
“grupo surgido autónomamente, no acostumbrado a disciplina organizativa alguna,
y con un nivel culturalmente alto”16, y que, por tanto, rechaza tanto la
estrategia que viene adoptando el PNV, como la tutela y el control que este
ejerce sobre todo el movimiento nacionalista. Se trata, pues, de una ruptura
que tiene su raíz en la táctica, frente a la pasividad aparente del PNV y de
sus organizaciones afines, el grupo EKIN propone la actividad, las ganas de
luchar, como bien demuestra el propio nombre de la organización que expresa un
fiel reflejo de su mentalidad, cuya traducción se corresponde con “hacer”.
EKIN, con “la superioridad intelectual y
cultural de sus componentes; su contacto directo con la realidad vasca de
finales de la década de 1950, tan lejana ya en muchos aspectos de la sociedad
de la guerra civil; su no dependencia orgánica de ninguno de los partidos o
grupos nacionalistas históricos, tan marcados por la experiencia de la guerra,
y el posterior fracaso de su política”17 conseguirá mantener un importante
campo de influencia, especialmente entre la juventud vasca, arrastrando consigo
a gran parte de los militantes de EGI. Sin embargo, durante algo más de un año,
estos grupos utilizarán ambas siglas hasta que en el seno de la original EKIN
vaya tomando consistencia la necesidad de configurar un movimiento político
propio. De esta forma, en una fecha especialmente significativa, el 31 de julio
de 1959 (aniversario de la fundación del PNV y festividad de San Ignacio de
Loyola) nace Euskadi ta Askatasuna (Euskadi y Libertad), ETA.
LA PRIMERA ETA
No parece, pese a todo, que esta ruptura en
el seno del nacionalismo vasco fuera adoptada como una decisión unilateral.
Según Jáuregui, ETA se siente incapaz de formar un nuevo camino político, por
lo que su primera intención, más que una escisión definitiva, se fundamentaba
en ofrecer al PNV una nueva presión para que reconsidere y reconduzca su
estrategia. De hecho, este autor considera que la propia elección de la fecha
de fundación de la nueva organización es, más que nada, una muestra de que la
juventud nacionalista no necesita someterse a la disciplina del partido
nacionalista hegemónico para dar continuidad a las doctrinas sabinianas. Sin
embargo, el empeoramiento de las relaciones entre ambas organizaciones irá
acentuándose a medida que ETA vaya incrementando su beligerancia y violencia,
pasándose de unas relaciones que llegan incluso a la cordialidad, algo bien
representado por el panegírico dedicado en Zutik (publicación regular de la
organización que aparece hacia 1961) a la figura de José Antonio Aguirre, a la
tensión extrema y la adopción de ETA de actitudes de hostilidad hacia el PNV y
el gobierno vasco en el exilio.
ETA, como continuadora del proyecto
culturalista EKIN, considera que su objetivo fundamental es el regreso a las
esencias del nacionalismo histórico representado por el pensamiento de Sabino
Arana, por lo que tratará de impulsar una importante labor de estudio e
investigación de la historia vasca y del nacionalismo originario. De esta
forma, durante estos primeros años de vida de la organización, predominará la
labor formativa de sus militantes permitiéndole redescubrir los mitos
tradicionalistas que asume sin complejos: “igualitarismo y nobleza universal de
los vascos; independencia absoluta del País Vasco hasta la pérdida de los
fueros; ocupación actual del país por parte de dos Estados extranjeros”18, sólo
discrepándole las connotaciones raciales, sustituyéndolas por los principios de
superioridad lingüístico-cultural, y el determinismo religioso al aceptar la
libertad de culto y la estricta separación entre religión y política. ETA no se
definirá como partido, sino que irá más allá asumiendo su labor como movimiento
de liberación patriótica19 y proclamó sus principios políticos en su I Asamblea
donde se caracterizó como “movimiento revolucionario vasco de liberación
nacional”20.
Durante estos primeros años, hasta el verano
de 1961 más concretamente, la organización no hará excesiva gala de sus
iniciales reivindicaciones activistas, limitándose a efectuar un movimiento
fundamentalmente cultural y propagandístico, como repartir insignias en actos
festivos populares, pintadas callejeras o sabotajes a monumentos conmemorativos
del alzamiento de julio de 1936. Una política, que a fin de cuentas, no
divergía mucho de la llevada a cabo por el PNV. Para la consolidación de la
organización, ante la férrea censura que imponía el régimen franquista, fue
fundamental el hermetismo de la propia sociedad vasca, de forma que la
cuadrilla (grupo de amigos) se convierte en casi una institución. Los
militantes nunca aparecen como personajes aislados, sino que la lealtad al
grupo y al líder principal se convierte en elemento básico de su supervivencia.
En esta labor cultural, el clero vasco se
convertirá en un importante aliado para el nacionalismo euzkaldún. “La
jerarquía eclesiástica nunca prestó apoyo a los intentos de obstaculizar el uso
de la lengua vasca, o quebrantar las relaciones entre el clero y los fieles”21,
y es que los sacerdotes vascos no hubieran podido llegar a una gran parte de la
población que apenas conocía el castellano si hubiera seguido las directrices
de la Iglesia. De esta forma, el clero vasco se convirtió en un elemento más de
oposición al régimen, fomentando publicaciones y creando escuelas clandestinas
(ikastolas) en las que se promovía el estudio del euskera. Ante tal oposición
al régimen, y pese a los planteamientos laicistas de la organización, “ETA no
sólo va a contar con el apoyo de numerosos sacerdotes sino que además un gran
contingente de sus futuros militantes va a proceder de seminarios o casas
religiosas e, incluso, se van a dar algunos casos de sacerdotes que militen en
ETA”22
El 18 de julio de 1961 supondrá una fecha
importante para ETA, puesto que ese día la organización, siguiendo su compromiso
con la lucha armada, realizó su primer atentado terrorista al hacer descarrilar
un tren que transportaba a veteranos de la guerra civil a un acto de homenaje
con motivo del 25º aniversario del alzamiento. Las consecuencias para la
organización de este acto fueron desastrosas, puesto que gran cantidad de sus
militantes fueron detenidos y otros muchos se vieron obligados a tomar el
camino del exilio. “Aunque en teoría ETA había adoptado un tipo de organización
más cerrada que la de EGI o el PNV, no estaba preparada para una represión que
la dejaría paralizada y desmantelada (...) (exhibía con esto) una pauta que se
repetirá (…), una acción de tipo militar tendría consecuencias desastrosas para
los miembros dedicados a la propaganda o a las labores culturales y
educativas”23.
Esta fortísima represión provocó que el seno
de ETA tomara conciencia de la necesidad de acometer una mayor organización del
movimiento. De esta forma, tres años después de su nacimiento, ETA procede a la
celebración de su I Asamblea (primavera de 1962) hecho que muestra la propia
debilidad de la organización y la dificultad con la que se encuentra para
romper definitivamente con el PNV. Sin embargo, el resultado final de la
Asamblea puede ser considerado como altamente insatisfactorio, puesto que las
conclusiones de la misma, definidas en la Declaración de Principios, más que
aportar algo nuevo y constituir un cuerpo ideológico capaz de dar cohesión al
movimiento, degeneró en una mera recapitulación de principios.
ETA, como ya hemos comentado anteriormente,
se siente heredera del nacionalismo histórico e intransigente, sólo aportando
salvedades en las cuestiones referidas a los principios étnicos y religiosos.
No aporta un replanteamiento ideológico, puesto que incluso esos dos factores
son trastocados más por causas prácticas que doctrinales. Da por sentado y
demostrado la existencia de una nación y de una comunidad vasca, anunciando una
práctica doctrinal que se hará común en ETA, “la sublimación de la praxis en
perjuicio de la teoría”24. A la organización no le interesa tanto el
legitimismo de sus acciones como la implementación de actuaciones en pro de sus
reivindicaciones. El objetivo de ETA es la autodeterminación e independencia
política de Euskadi, ya sea como Estado soberano o integrado en una Federación
Europea25, como método de salvación de su cultura. Rechaza cualquier tipo de
vía intermedia que implique negociación con los enemigos de la patria vasca,
España y Francia. Por ello, y para ello, asume desde su nacimiento una rama
militar en el seno de la organización, aunque hasta la I Asamblea no ofrece
ninguna referencia a la práctica de los métodos de lucha, quizás debido a la
cautela en la que se desenvuelve ante la represión dictatorial.
En esa I Asamblea, ETA toma conciencia de la
debilidad en la que ha caído el nacionalismo vasco, correspondiéndole a ella la
labor de recomponer y reavivar el espíritu nacionalista. No se va a definir a
sí misma como partido sino como “Movimiento Revolucionario Vasco de Liberación
Nacional, creado en la Resistencia patriótica”, puesto que su labor es más
elevada, la de la reconstrucción nacional vasca. Es en éste término en el que
hay que comprender la definición de “Revolucionario”, alejándose, por el
momento, de posturas de reforma socioeconómica.
EVOLUCIÓN IDEOLÓGICA
Uno de los mayores puntos de discusión en el
seno de ETA será su postura ante la inmigración en el País Vasco. Pese a que la
organización había asumido prácticamente todo el mensaje del nacionalismo
histórico, las antagónicas relaciones España-Euskadi o la amenaza de los
maketos a las tradiciones y a la lengua vasca, y pese a que tras su nacimiento
adopta una concepción de las relaciones económicas y sociales conservadora; no
tardará en darse cuenta de la gran capacidad del, renacido en esta década,
movimiento obrero como elemento de resistencia al régimen.
Después del desarrollo de los movimientos
huelguísticos de mayo de 1962 en el norte de España y el decreto de estado de
excepción por parte del régimen, ETA comenzará a descubrir la efectividad de la
actuación de la clase trabajadora y empezará a establecer tomas de contacto con
él, ofreciendo un progresivo alejamiento con las concepciones socio-económicas
tradicionalistas del nacionalismo histórico y tomando conciencia de la necesidad
de ligar la lucha nacionalista con la de la clase trabajadora. ETA comienza a
experimentar su mayor renovación ideológica, y, en este sentido, se entiende la
participación de la organización en la creación en 1963 del Comité de
Coordinación Industrial de Bilbao que culminará con la manifestación en la
capital vizcaína el 1 de mayo del año siguiente. Sin embargo, y pese a que
tenemos que entender este acercamiento al mundo obrero como el primer paso
hacia la deriva que tomará posteriormente ETA, este tránsito no fue nada fácil.
La fuerte heterogeneidad de su composición dogmática provocará que esta tarea
de vincular la liberación vasca con la lucha contra el capitalismo sea
hartamente tortuosa, provocando debates, conflictos y escisiones en su seno.
Es en este sentido en el que hay que
comprender la obra publicada en Buenos Aires de Federico Krutwig, Vasconia.
Estudio dialéctico de una nacionalidad26, la cual ofrece una reformulación de
los principios de la organización, actualizándolos y alejándolos de los
principios racistas y confesionales sabinianos. Krutwig arremete contra el
arcaico ideal pastoril y rural del nacionalismo histórico, buscando acercar el
movimiento a las realidades socio-económicas del mundo urbano, hacerlo
atractivo para las élites intelectuales y darle unas perspectivas futuristas
ligándolo a las corrientes ideológicas progresistas y revolucionarias. Para
Krutwig es necesario que el pueblo vasco recupere su propia historia, pero no
se puede volver a lo pasado, sino que debe mirar al futuro, por lo que es
necesario no sólo adaptarse a las ideas y concepciones ideológicas renovadoras,
sino que hay que reconvertir al propio pueblo, haciendo del euskera una lengua
útil que reciba influencias y mejoras externas. Rompe el tabú tradicional de la
organización ante cuestiones relativas a la intervención estatal en materia
económica y se acerca a las teorías marxistas (el camino de la liberación viene
determinado por la revolución). Considera que la revolución industrial y sus
consecuencias son irreversibles, y tras realizar un breve e ingenuo análisis de
la sociedad y las clases sociales en Euskadi, llega a la conclusión de que el
marxismo ofrece los mejores esquemas para la causa vasca, puesto que aporta
soluciones de tipo universalista sin atacar a los pueblos minoritarios.
Krutwig ofrecerá a la organización una base
ideológica y una metodología de lucha guerrillera que marcará el futuro de ETA.
La verosimilitud de la propuesta de Vasconia de asimilar la lucha vasca con la
“vía tercermundista” será favorecida por una serie de factores: por un lado,
nos encontramos con la herencia del nacionalismo tradicional de concebir el
problema vasco como una relación de opresión y sometimiento a un enemigo
externo en un contexto en el que, además, el régimen dictatorial alimenta y
parece convertir en realidad este espejismo; por otro lado, la postura
intransigente de la organización (heredera de aquel nacionalismo radical de
preguerra) y el contexto internacional marcado por la Guerra Fría y la descolonización.
Pese a las evidentes diversidades entre la situación socioeconómica de Euskadi
y la de las colonias que en esta década luchan por su liberación, Krutwig
apuesta por identificar ambas luchas, llegando a la conclusión de que “la
historia ha demostrado (…) que todo proceso de lucha nacional en favor de la
independencia de un pueblo ha seguido siempre, y sin excepciones, la vía de la
violencia y la lucha armada”27.
Vasconia aportará aparentemente a la
organización una respuesta satisfactoria a sus dudas y contradicciones, por lo
que será muy bien acogida por una buena parte de la organización. Sin embargo,
no supondrá un replanteamiento definitivo de las tesis para ETA, puesto que,
con ella, no superará sus ambigüedades intrínsecas. Krutwig pretende superar el
racismo aranista y terminará por establecer una superioridad etnocultural de la
etnia vasca sobre la población de inmigrantes. Pretende adecuar el nacionalismo
vasco a las realidades sociopolíticas del país y termina estableciendo un
nacionalismo tercermundista, haciendo abstracción del enorme potencial
revolucionario del proletariado vasco. Pretende, en fin, que Euskadi se
convierta en una entidad autónoma con identidad propia en el futuro de Europa y
termina por propugnar una guerra de liberación28 . Sin embargo, será esa propia
ambigüedad de la obra lo que hará que gane una gran aceptación en una
organización profundamente heterogénea en la que conviven distintas
concepciones y en la que, como ya hemos comentado, la práctica se superpone
sobre cualquier concepción dogmática profunda.
Tras
una II Asamblea sin consecuencias relevantes se hace preciso reunir entre abril
y mayo de 1964 la III Asamblea de ETA ante la gran represión que vuelve a
sufrir la organización por su participación en la huelga de octubre del año
anterior. Con las tesis de Krutwig todavía candentes, en esta reunión el avance
de las teorías tercermundistas se manifiesta con la aprobación de un panfleto
que trata de poner en práctica la vía revolucionaria, La insurrección en Euskadi.
Este texto, con un tono misticista que trata de ensalzar la actuación casi
martirizante de los militantes de ETA, marca las causas y las peculiaridades de
la guerra revolucionaria frente al opresor Estado español. Sin embargo, las
conclusiones de esta Asamblea pronto quedarán superadas ante las limitadas
exposiciones prácticas del panfleto y se hará preciso reunir una IV Asamblea en
la primavera de 1965. Siguiendo la línea del texto anterior, en esta Asamblea
se aprueban dos ponencias y se procede a la organización estructural de la
organización. En esta IV Asamblea se trata de realizar una adaptación de la
estrategia tercermundista a la realidad de Euskadi, así, en Carta a los
intelectuales se abordan todo tipo de cuestiones como la lengua y la cultura vascas,
la religión, la educación, la familia, los trabajadores, la inmigración, etc,
bajo una nueva visión que trata de vincular al pueblo vasco con la lucha por su
liberación. Estas tendencias hicieron que el PNV calificara a ETA como “una
organización comunista y subvencionada por el comunismo internacional”29. Su
objetivo, tras analizar brevemente las estructuras socio-económicas de Euskadi,
busca ligar “una estrategia tercermundista con la lucha de la clase trabajadora
o, dicho de otro modo, un intento de aplicar una revolución de carácter
tercermundista en una sociedad desarrollada y moderna”30. En el otro texto que
se aprueba en la IV Asamblea, Bases teóricas de la guerra revolucionaria, se
trata de aportarle una metodología a la lucha y de estructurar
organizativamente la banda. Bajo esta ponencia, ETA establecerá su definitiva
estrategia de violencia mediante los principios acción-represión-acción.
Los objetivos eran los siguientes: la
organización acometería un acto de provocación contra el sistema, ante el cual
el aparato estatal, desconcertado, procedería a una represión masiva sobre el
pueblo vasco, el cual, a su vez, contestaría con una mezcla de pánico y
rebeldía que acabará tendiendo hacia la concienciación del pueblo vasco de
sumarse a la lucha armada. Se ve, por tanto, la vía revolucionaria como militar
y psicológica. Para sus resultados es imprescindible la colaboración de toda la
sociedad euskalduna, y su éxito también pasa por la actuación represiva del
régimen, el cual caerá una y otra vez en la trampa, insuflándole vida a la
estrategia y a la organización que ve como aumentan sus simpatías entre la
comunidad vasca.
Otro elemento que estudió la IV Asamblea fue
la configuración de una mayor organización interna de ETA, creándose una
estructura, Oficina Política, de carácter ejecutivo tras el obligado exilio que
tuvieron que tomar el grupo fundador de EKIN desde la primeras salidas de 1961.
Se consolidaba, así, el liderazgo de un nuevo grupo en el interior de ETA,
generalmente más joven e influenciado por el aumento de la organización de los
grupos de oposición al régimen de carácter socialista. En esta Oficina Política
destacarán personajes como Patxi Iturroiz, miembro fundador cuya influencia no
se hará palpable hasta 1965, o Eugenio del Río, con un nivel intelectual más
alto que la mayoría de los miembros de ETA. Estos llegaron a la conclusión de
que Euskadi, como sociedad industrializada, tenía que prescindir de algunos de
los elementos de confrontación característicos del nacionalismo histórico y
pasar de una concepción de lucha guerrillera a la de clase: “Los dirigentes de
la Oficina Política se vieron obligados a concluir que era imposible derrocar
al régimen que oprimía al pueblo vasco sin una revolución en toda España. (…)
La convicción de que la liberación de Euskadi pasaba por la destrucción del
régimen franquista, implicaba la necesidad de aliarse con fuerzas españolas”31.
Zutik, comenzó, así, a publicarse en
castellano y a llenarse de propaganda de corte socialista y artículos donde se
defendía la lucha obrera. Sin embargo, esta adaptación ideológica chocaba con
los principios chovinistas de la organización y del nacionalismo vasco
tradicional, por un lado y con los recelos de las organizaciones obreras, por
el otro.
Comenzó a gestarse así una problemática
interna que concluirá con la escisión de la organización. Desde su exilio
Txillardegi, observaba con creciente alarma la evolución interna que estaba
siguiendo ETA desde la conclusión de la IV Asamblea y, rápidamente, comenzó a
rechazar y a criticar las líneas que venía siguiendo la Oficina Política, la
cual, según su opinión, estaba abandonando la preocupación por la cultura y la
lengua vasca. “Zutik se ha convertido para Txillardegi en un órgano
pseudo-izquierdista al servicio del imperialismo y del colonialismo político y
cultural del Estado español”32, por ello, y ante la negativa del ejecutivo de
publicar sus artículos, comienza a atacar directamente a la Oficina Política
desde Branka, revista semi-oficial dirigida por él mismo, animando a otros
militantes a sumarse a sus reclamaciones y a convocar una nueva Asamblea para
solucionar el problema.
De esta forma, Txillardegi consiguió atraerse
el apoyo de los antiguos fundadores de la organización, tratando de ofrecer una
administración alternativa a ETA y publicando una versión de Zutik desde
Venezuela. Pese a que su condición de exiliados dificultaba enormemente su
consolidación y progreso, consiguieron entrar en contacto con un grupo de
jóvenes asentados en Francia descontentos con la Oficina Política por el
abandono de ésta del activismo y de la lucha armada, destacando entre ellos la
figura de José María Escubi. Éste se aventuró a cruzar la frontera con el
objetivo de crear una oposición a la dirección en el interior, entablando relaciones
con los hermanos Etxabarrieta. De esta forma, Escubi consiguió crear un grupo
de oposición que convocó una nueva Asamblea en diciembre de 1966, a espaldas de
la Oficina Política.
El principal objetivo de esta V Asamblea era
la expulsión de Iturroiz y la desarticulación de la Oficina Política. Cuando
esta decisión se hizo pública en plena sesión, con la ausencia del propio
afectado, la organización se escindió en dos grupos, uno minoritario defensor
de Iturroiz y partidario de seguir la línea socializante del ejecutivo, y otro
mayoritario, más cercano a las líneas de Txillardegi y Escubi. Aquella minoría
adoptó el nombre de ETA-Berri (la nueva ETA) y persistió en sus esfuerzos de
propaganda socialista, buscando conseguir la unidad de la clase trabajadora y
enfrentada a los principios racistas y arcaizantes del tradicional nacionalismo
vasco. Esta postura la llevaría a unirse con grupos marxistas del resto de
España, entrando en conflicto con la patronal nacionalista y con el PNV y otros
partidos centristas españoles. En agosto de 1968 anunciaba su cambio de
denominación por el de Komunistak (Los Comunistas), iniciando así este grupo un
periplo que le alejó definitivamente del nacionalismo vasco y le llevó a la
fusión con otros grupos comunistas españoles bajo las siglas del MCE
(Movimiento Comunista de España, 1972).
Por otro lado, el grupo etarra mayoritario de
la V Asamblea pronto manifestará sus discrepancias. En un primer momento, a
Tixardegi y a Escubi les unían sus profundas repulsas hacia Iturroiz y las
líneas socializantes y españolistas que venía siguiendo la Oficina Política,
pero derrocada ésta, sus diferenciasideológicas comenzaron a acentuarse.
Txillardegi, con unas concepciones del problema vasco fundamentadas en
conceptos etnolingüísticos, fue paulatinamente desplazado por la nueva cúpula
que se estaba implantando, personificada en las figuras de Escubi y los
hermanos Etxabarrieta, más influidos por las tendencias tercermundistas de
Krutwig (quien a pesar de haberse sumado a la organización sólo meses antes de
la V Asamblea, irá ganando cada vez un mayor peso).
La resolución de estas tensiones tendrá lugar
con la celebración de la segunda parte de la V Asamblea (marzo de 1967), en la
que la supremacía de las posturas tercermundistas va a resultar incontestable.
Ante tal manifestación, Txillardegi optará directamente por abandonar la
organización junto con algunos de sus históricos partidarios, Benito del Valle
o Xabier Imaz, “Nosotros –afirmaba Txillardegi– éramos partidarios de una lucha
mucho más política, mucho menos militar, que la de los que finalmente vencieron
en la V Asamblea... La guerrilla urbana, y la guerrilla general, son quizás
válidas como fuerza de apoyo, pero no como sistema de liberación de un país
industrializado como España. Es válida en Vietnam, pero no aquí”33.
De esta forma, tras la celebración de la
segunda parte de esta V Asamblea, el grupo partidario de la vía tercermundista
se convierte en la heredera legítima de ETA. Se imponen, así, definitivamente
las posiciones nacionalistas sobre el universalismo marxista. Sin embargo, se
le da un amplio contenido social a ese nacionalismo, rompiendo ya radicalmente
con las posturas del nacionalismo vasco tradicional, y acercándose a posiciones
de los movimientos revolucionarios tercermundistas, especialmente al maoísmo.
Para Jáuregui, esta decantación por la vía anticolonialista supone el fruto de
una lógica evolución ideológica como causa de:
“a) la existencia de un precedente
anticolonialista en el nacionalismo vasco, y más concretamente en el
nacionalismo radical, principal fuente ideológica de ETA; b) el hecho de que en
el momento del nacimiento de ETA, y salvo en el caso de Irlanda (fácilmente
encuadrable, asimismo, en el ámbito del nacionalismo tercermundista, en lo que a
sus métodos se refiere), no existe en Europa occidental un movimiento
nacionalista radical con la suficiente entidad como para aportar experiencias
de lucha de liberación nacional; c) el hecho de que, tanto el sentimiento
anticolonialista como el propio proceso de descolonización se hallan, en el
momento del nacimiento de ETA, en su fase más álgida; d) la aparente
coincidencia entre la idea de ETA (Euskadi, como país ocupado) con la realidad
ofrecida por el franquismo, que mantiene una política de opresión y ocupación
real y efectiva del País Vasco” 34 .
Y supone, en definitiva, una aceptación y una
preeminencia total de la solución armada y de los principios estratégicos acción-represión-acción frente a
cualquier otro tipo de resistencia, animada y legitimada por la brutal
represión que el régimen franquista emprende.
NOTAS
JAVATO
GONZÁLEZ, Víctor Manuel, “ETA. Orígen e ideología”, en Ab Initio, Núm. 3
(2011), pp. 143-163, disponible en www.ab-initio.es 1
FERNÁNDEZ, J., GRANJA, J. L., “País Vasco: Génesis y evolución de su
nacionalismo”, en DE BLAS, A. (Coord.), Enciclopedia del Nacionalismo,
Madrid, (1997), p. 359. 2
CRUZ MINA, M., “Patria, religión y fueros”, en Historia 16, Núm. 271 (1998),
p. 8. 3
Ibídem, p. 11. 4
CRUZ MINA, M., Opus cit., p. 17. 5
FUSI AIZPURUA, J. P., “Los nacionalismo y el Estado Español: siglo XX”, en
Cuadernos de Historia Contemporánea, Núm. 22, Madrid, 2000, p. 24. 6
MEES, L., “La creación de Sabino Arana”, en Historia 16, Num. 271, Madrid,
1998, p. 18. 7
ELORZA, A., “El nacionalismo vasco: la invención de la memoria”, en
Manuscrits: Revista d’història moderna, Núm. 12, Barcelona, 1994, p. 183. 8
JÁUREGUI, G., Ideología y estrategia política de ETA. Análisis de su
evolución entre 1959 y 1968, Madrid, 1981, pp. 15-16. 9
JÁUREGUI, G., Ideología y estrategia política..., p. 19. 10
ELORZA, A., “Sabino Arana. El nacionalismo como religión”, en Historia 16,
Núm. 235, Madrid, 1995, p.46. 11
Ibídem, p. 50. 12
Testimonio publicado en FRASER, Ronald, Recuerdalo tú y recuérdalo a otros.
Historia oral de la Guerra civil española, Grijalbo, 1997. Citado en DE LA
GRANJA SAINZ, J. L., “Entre el Pacto de San Sebastián y el de Santoña
(1930-1937)”, en Historia 16, Núm. 271, Madrid, 1998, p. 39. 13
Cita extraída de “Cuaderno de la Pobleta”, anotación del 31 de mayo de 1937.
Citado en DE LA GRANJA SAINZ, J. L., Opus cit., p. 43. 14
SULLIVAN, J., El nacionalismo vasco radical, 1959-1986, Madrid, 1988, p. 30. 15
JÁUREGUI, G., Ideología y estrategia política..., p. 82. 16
Ídem, “ETA: Causas de su nacimiento, génesis ideológica y evolución
estratégico-política”, en TUSELL, J., ALTED, A., MATEO, A. (Coords.), La
oposición al régimen de Franco. Estado de la cuestión y metodología de la
investigación, Madrid, 1990, p. 354. 17
JÁUREGUI, G., Ideología y estrategia política..., pp. 81-82. 18
JÁUREGUI, G., “Del nacimiento de ETA a su primera Asamblea (1959-1962)”, en
GARMENDIA J. M. (Coord.), Historia de ETA, Madrid, 2000, p. 201. 19
GONZÁLEZ CALLEJA, E., El terrorismo en Europa, Madrid, 2002, p. 58. 20
AVILÉS, J., El terrorismo en España: de ETA a Al Qaeda, Madrid, 2010, p. 15 21
SULLIVAN, J., Opus cit., p. 44. 22
JÁUREGUI, G., “Del nacimiento de ETA a su primera Asamblea...”, p. 201. 23
SULLIVAN, J., Opus cit., p. 46. 24
JÁUREGUI, G., “Del nacimiento de ETA a su primera Asamblea...”, p. 188. 25
AVILÉS, J., Opus cit., Madrid, 2010, p. 19. 26
KRUTWIG, F., Vasconia: estudio dialéctico de una nacionalidad, Buenos Aires,
1963. 27
JÁUREGUI, G., “Del nacionalismo sabiniano a la guerra revolucionaria
(1963-1965)”, en GARMENDIA, J. M. (Coord.), Opus cit., p. 222. 28
Ibídem, p. 223. 29
AVILÉS, J., Opus cit., p. 24. 30
JÁUREGUI, G., “Del nacionalismo sabiniano...”, p. 231. 31
SULLIVAN, J., Opus cit., p. 61. 32
UNZUETA, P., Los nietos de la ira. Nacionalismo y violencia en el País Vasco,
Madrid, 1988, p. 133. 33
JÁUREGUI, G., “La V Asamblea. El estallido de las diversas concepciones
ideológicas (1965- 1968)”, en GARMENDIA, J. M. (Coord.), Opus cit., pp.
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JAUREGUI G, “Del nacionalismo sabiniano...”, p. 245. |
Bibliografía
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nacimiento, génesis ideológica y evolución estratégicopolítica”, en TUSELL, J.,
ALTED, A., MATEO, A. (Coords.), La oposición al régimen de Franco. Estado de la
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J. M. (Coord.), Historia de ETA, Madrid, 2000, pp. 187-209.
“La V
Asamblea. El estallido de las diversas concepciones ideológicas (1965-1968)”,
en GARMENDIA J. M. (Coord.), Opus cit., pp. 233-251.
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creación de Sabino Arana”, en Historia 16, Núm. 271, Madrid, 1998, pp. 18-29.
SULLIVAN, J.,
El nacionalismo vasco radical, Alianza, Madrid, 1988. UNZUETA, P., Los nietos
de la ira. Nacionalismo y violencia en el País Vasco, Madrid, 1988.
file:///C:/Users/Familia/Downloads/Dialnet-ETAOrigenEIdeologia-3681975.pdf
Así nació la banda terrorista
Bilbao, 31 de julio de 1959. Un
grupo de estudiantes radicales disidentes del colectivo EKIN –nacido en 1952
para reaccionar contra la pasividad y el acomodo que en su opinión padecía el
PNV– funda Euskadi Ta Askatasuna (Euskadi
y Libertad). Es el nacimiento de ETA, una alternativa ideológica a los
postulados del PNV con cuatro pilares básicos: la defensa del euskara, el
etnicismo (como fase superadora del racismo), el antiespañolismo y la
independencia de los territorios que, según reivindican, pertenecen a Euskadi:
Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra (en España), Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa
(en Francia).
Su primera acción violenta se produce el 18 de julio de
1961: el intento fallido de descarrilamiento de un tren ocupado
por voluntarios franquistas que se dirigían a San Sebastián para celebrar el
Alzamiento.
En estos primeros años, la policía persigue a sus
miembros, que se dedican a colocar pequeños artefactos sin apenas
consecuencias, hacer pintadas de «Gora
Euskadi» (Viva Euskadi) y colocar ikurriñas. Las bases de la organización se
consolidan en mayo de 1962, en la celebración de su I
Asamblea en el monasterio de Belloc (Bayona, Francia),
donde se presenta como «Movimiento Revolucionario Vasco de Liberación
Nacional». El grupo rechaza cualquier colaboración con partidos o asociación no
nacionalista vasca y apuesto por una fuerte campaña proselitista. Es aquí
cuando se autodefinen como una «organización clandestina revolucionaria» que
defiende la lucha armada como el medio
de conseguir la independencia de Euskadi.
Las primeras víctimas
07.06.1968. ETA
asesina a José Pardines Arcay. (EFE)
A mediados de los 60, se inician los contactos con vascos
exiliados en Francia y con grupos antifranquistas. El aumento del debate
interno provoca los primeros enfrentamientos ideológicos: en la V
Asamblea (1966-67) entra en escena «el
nuevo nacionalismo revolucionario» del núcleo duro, que
hace hincapié en que Euskadi es una «nación ocupada» militarmente por una
potencia extranjera, España, y en la necesidad de utilizar la violencia para
lograr la descolonización.
Su primera víctima mortal se produce el 7 de junio de 1968.
El guardia civil José Pardines Arcay muere en
un control de carretera, tiroteado por Txabi Etxebarrieta, que fue abatido
durante la persecución posterior. En respuesta a la muerte del 'compañero
perdido', el 2 de agosto la banda asesina al policía franquista Melitón
Manzanas, jefe de la brigada político-social de Guipúzcoa, en
la puerta de su casa. ETA proclama que ha «ejecutado una sentencia del pueblo».
La represión policial tras estos dos primeros atentados consigue neutralizar
las actividades terroristas durante 1969. Y en diciembre de 1970, se celebra
el Juicio de Burgos contra 16
miembros de la banda, entre huelgas y manifestaciones de solidaridad con los
acusados, al mismo tiempo que ETA secuestraba al cónsul alemán Eugen Beihl.
Durante el juicio, los procesados reconocen su pertenencia a ETA, exponen sus
planteamientos marxistas y obreros y culminan sus intervenciones entonando el
«Eusko Gudariak», el himno del soldado vasco. Seis de los procesados fueron
condenados a muerte y las penas impuestas al resto sumaban un total de 519 años
de prisión. Ante la presión internacional, Franco conmutó las penas de muerte
por reclusión mayor.
(*) Según datos el Ministerio del Interior. Algunas
fuentes señalan que la primera víctima mortal de ETA fue la niña de 18 meses
María Begoña Urroz Ibarrola, alcanzada por una bomba colocada el 28 de junio de
1960 en la estación de Amara, de San Sebastián.
Los años 70
20.12.1973. ETA
asesina a Carrero. (AFP)
La banda terrorista logra su mayor golpe de efecto con
el asesinato del almirante Carrero Blanco,
el 20 de diciembre de 1973, en un espectacular atentado en la calle Claudio
Coello de Madrid. El primer atentado masivo se
produjo al año siguiente: el 13 de septiembre de 1974, 12 civiles morían y
otros 80 resultaban heridos en la explosión de un artefacto en la cafetería
Rolando, en la calle Correo de Madrid, situada junto a la Dirección General de
Seguridad.
El debate interno sobre este atentado masivo provoca la
primera escisión importante en la
organización: los «milis» de ETA militar, partidarios de la
insurrección popular, se desmarcan de los «polimilis» de ETA
político militar, que apuestan por la violencia selectiva.
La actividad terrorista no cesa con la muerte de Franco.
A pesar de que las ilusiones democráticas renacen con la muerte del
dictador, los últimos años de la década de los 70 fueron
especialmente sangrientos, con atentados
indiscriminados que se cobran la vida de más de un
centenar de personas.
La amnistía decretada el 15 de octubre de 1977 afecta
a los presos etarras encarcelados durante la dictadura franquista.
Los años 80
18.06.1987. Coche
bomba en el parking de Hipercor en Barcelona. (Domenec Umbert)
En la década de los 80, ETA recrudece su ofensiva para
forzar las negociaciones con el Gobierno y los atentados masivos e
indiscriminados azotan a la sociedad española como no lo había hecho hasta
entonces.
El 15 de julio de 1986, 12 agentes de la Guardia Civil
mueren al explosionar un coche bomba en la Plaza de la República
Dominicana de Madrid. Al año siguiente, el 18 de junio de 1987,
otro coche bomba sembraba el terror en el parking del centro Hipercor
de Barcelona, provocando 21 muertos y 45 heridos. El 11 de
diciembre de ese mismo año, un coche bomba con 250 kilos de explosivos hacía
explosión frente a la Casa Cuartel de Zaragoza, dejando
un balance de 11 muertos y 40 heridos.
Antes, había desaparecido ETA político-militar (en
1982) y comenzado la «guerra sucia» de los GAL. El 23 de
septiembre de 1984, Francia concede, por primera vez, la extradición de
tres presuntos miembros de ETA a España, sentando
precedente para futuras colaboraciones. Los partidos políticos también mueven
pieza en su terreno. Se firman el Pacto de Madrid (1987), el Pacto de Ajuria Enea (1988) y el Pacto de Navarra (1988).
En
esta década se produce uno de los episodios más destacados de las disidencias
internas en el seno de la banda terrorista: Dolores González Cataraín 'Yoyes',
que abandonó la organización en 1980 por su desacuerdo con la línea dura, fue
asesinada el 10 de septiembre de 1986 mientras paseaba con su hijo. La
reinsertada más significativa, uno de los miembros de ETA más
buscados durante los años 70, se había instalado en San Sebastián en 1985 tras
11 años de exilio en México.
En
1989, ETA y el Gobierno intentan dialogar y acercar sus posturas en las
conversaciones de Argel, tres meses de contactos que estuvieron
acompañados de una tregua de la banda terrorista, que retomó las armas tras la
ruptura del diálogo.
El golpe de Bidart
El 29 de marzo de 1992, pocos meses antes de la Expo' 92 y de los Juegos Olímpicos de Barcelona,
se produjo una de las mayores operaciones contra ETA. Después de una minuciosa
investigación llevada a cabo por la Guardia Civil, la policía francesa
detuvo a la dirección de la banda terrorista, en un chalé de la localidad de
Bidart. La cúpula etarra estaba integrada por José Luis Álvarez
Santacristina 'Txelis', José Javier Zabaleta Elósegi 'Baldo', Francisco Múgica
Garmendia 'Paquito' y José Arregi Erostarbe 'Fitti'.
Ignacio Gracia
Arregui, 'Iñaki de Rentería'. (EFE)
Esta actuación policial provocó la mayor
crisis registrada hasta entonces en el seno de la banda criminal. El golpe
de Bidart obligó a ETA a recomponer su dirección, reorganizar su entramado
civil y extremar las medidas de seguridad.
Ante esta situación, el 11 de julio de ese mismo año, la nueva
dirección de ETA (Ignacio Gracia Arregi 'Iñaki de Rentería', Mikel
Albizy 'Antza' y Feliz Alberto López de la Calle 'Mobutu') propuso una
tregua de dos meses. Como condición para silenciar las
armas, exigió que el entonces secretario de Estado para la
Seguridad, Rafael Vera, se traladara a Santo Domingo para negociar con Eugenio
Etxebeste 'Antxon', en un intento de recuperar las conversaciones
de Argel. Pero el diálogo no se materializa y el 21 de junio
de 1993 ETA vuelve a atentar contra seis militares en Madrid, cerrando la
puerta a cualquier posible negociación.
En medio de la inestabilidad provocada por el descabezamiento de la
banda, la violencia callejera se convirtió en su mejor arma. Se
organizaron grupos violentos que actuaban en distintos niveles:
·
Grupos 'X', formados por jóvenes radicales encargados de realizar destrozos
callejeros.
·
Grupos 'Y', compuestos por un máximo de cinco personas, se dedican a cometer pequeños
atentados.
·
Grupos 'Z', integrados por miembros especializados, son los responsables de
los coches bomba y de los asesinatos.
Los atentados más sangrientos
·
19.06.1987 Coche bomba en el parking del centro comercial Hipercor de
Barcelona. 21 muertos y 45 heridos.
1987. Atentado en
Barcelona. (Domenec-Umbert)
·
15.07.1986 Coche bomba en la Plaza de la República Dominicana de Madrid, al
paso de un convoy de la Guardia Civil. Mueren 12 agentes.
·
13.09.1974 Explosión de un artefacto en la cafetería 'Rolando' de
Madrid. Mueren 12 civiles.
·
11.12.1987 Coche bomba con 250 k. de explosivos contra la Casa Cuartel de
Zaragoza. 11 muertos y 40 heridos.
·
29.05.1991 Coche bomba en el cuartel de la Guardia Civil en Vic
(Barcelona). Mueren 10 personas.
·
29.07.1979 ETA coloca sendos artefactos en dos estaciones de trenes de
Madrid. Mueren ocho personas: cinco civiles, un guardia civil y un
miembro de la Policía Nacional.
·
11.12.1995 Estalla un coche bomba al paso de un furgón militar en Vallecas
(Madrid).
Mueren seis civiles que trabajaban para la Armada.
·
21.06.1993 Explosión de un coche bomba al paso de una furgoneta militar en
Madrid.
Siete muertos (seis militares y un civi) y 36 heridos.
Diez fugas y decenas de intentos frustrados
El 5 de enero de 1969, Izko de la Iglesia y Gregorio López Isasuegui eran detenidos en
la prisión de Pamplona cuando intentaban liberar a Arantxa Arruti Odriozola,
esposa de López Isasuegui. Desde
entonces han sido numerosas las fugas e intentos de huida de miembros de esta
organización terrorista de cárceles españolas y francesas.
La
última fue la de Ibon Fernández Iradi,
'Susper', considerado jefe de comandos de ETA, que se escapó de una comisaría
francesa apenas 48 horas después de su detención.
Ibon Fernández Iradi se
fugó el 21 de diciembre de 2002. (EFE)
·
ESPAÑA
·
07.07.1985
Los miembros de ETA, Iñaki Picabea (ex diputado del Parlamento
vasco por HB) y Joseba Sarrionaindía, condenados a más de 30 años
de cárcel cada uno, se fugan de la prisión de Martutene (San
Sebastián), escondidos en el interior de sendos bafles, aprovechando la
actuación musical que ese día había ofrecido en el centro penitenciario el
cantautor vasco Imanol Lárzabal.
·
20.01.1980
María Izaskun Machirena, Miguel Machirena y Jesús María Zalegui se fugan de
la prisión guipuzcoana de Martutene. Los reclusos desarmaron a varios
funcionarios y, con sus uniformes, salieron a punta de pistola del centro
penitenciario. Dos vehículos estaban esperándoles para facilitar su huida.
·
20.12.1979
Miembros de ETA logran liberar a Antxon Carreras, que convalecía en
la residencia sanitaria de San Sebastián de las heridas de
bala producidas a consecuencia de un enfrentamiento con la policía.
·
27.09.1978
Un comando de ETA libera en el hospital civil de Basurto, en
Bilbao, a Rubén Santamaría Pérez. El comando redujo a los dos
policías que custodiaban al terrorista.
·
05.04.1976
Veintinueve presos, 24 pertenecientes a ETA, consiguen huir
de la cárcel de Segovia construyendo un túnel que les condujo al
colector. Tras dispersarse, la Guardia Civil localizó a varios fugados y en los
enfrentamientos resultó herido uno de ellos. Aunque casi todos los evadidos
fueron detenidos con posterioridad, cuatro miembros de ETA lograron
llegar a Francia.
·
05.07.1974
Juan José Urcelay es liberado por cuatro de sus compañeros en
el hospital de San Sebastián, en el que estaba internado.
·
11.12.1969
Diez terroristas y cinco reclusos comunes se fugan de la
prisión provincial de Basauri (Vizcaya). Tres de los huidos (José Luis
Riaño y Luis y Justo Gonzalez Huete), fueron detenidos el día 19.
“Mobutu” ex número 2 de ETA
(EPA-AFP)
·
FRANCIA
·
21.12.2002
Se escapa de la comisaría de Bayona Ibon Fernández Iradi, supuesto
jefe de comandos de ETA. Había sido detenido tres días antes.
·
17.08.2002
El presunto etarra Ismael Berasategui Escudero se fugó de la prisión
parisiense de La Santé, tras ser reemplazado por su hermano
José Antonio aprovechando una de las entrevistas regulares a las que tienen
derecho los reclusos. La evasión fue revelada cinco días
después por el hermano del fugado.
·
13.11.2000
El ex dirigente de ETA Félix Alberto López de Lacalle, 'Mobutu', se fugó
de un hotel de Aubusson en el que estaba confinado a la
espera de ser expulsado de Francia. 'Mobutu' protagonizó la fuga más
espectacular de la historia de la banda: se descolgó con sábanas anudadas desde una ventana de la segunda planta y huyó en un
automóvil que le esperaba. Al no estar detenido sino confinado, la fuga no es
considerada por las autoridades francesas delito y sólo recibe una sanción
administrativa.
36 etarras muertos por sus propias bombas
Desde 1969, 36 miembros de ETA han
muerto mientras manipulaban artefactos
explosivos con los que pretendían atentar. Esta es la relación de víctimas que las bombas de la banda
terrorista han causado dentro de sus propias filas:
·
24.09.2002
Hodei Galarraga y Egoitz Gurrutxaga Gogorza mueren
al estallar la dinamita que llevaban en una mochila cuando circulaban por el
barrio bilbaíno de Basurto.
·
24.07.2001
Olaia Castresana fallece al explosionar diez kilos
de dinamita, que estaba manipulando en un apartamento de la urbanización Puerto
Romano de Torrevieja (Alicante). Otras 11 personas
resultaron heridas.
·
07.08.2000
Patxi Rementeria, Ekain Ruiz Ibarguren, Zigor Aranbarri Garamendi y Urko
Gerrikagoitia Agirre mueren en el barrio bilbaíno de Bolueta, al explotar el coche en el que
circulaban y que se hallaba cargado con 25 kilos de explosivo.
·
29.03.1994
Jose María Igerategui Gilisagasti 'Ijitu', de 26 años,
'miembro liberado' del 'comando Donosti', fallece al explotar el artefacto que
llevaba en una mochila por las inmediaciones de las sedes de los gobiernos
civil y militar de Vitoria.
·
05.02.1993
José Bernardo Astiazarán Otamendi 'Indio', de 30 años,
muere al estallarle la bomba que manipulaba en su coche y que pretendía colocar
en un repetidor de televisión en Hernani (Guipúzcoa).
·
21.10.1992
El policía municipal de Baracaldo Josu Olabarría Santurtun, de 35
años, presuntamente vinculado con ETA, fallece al explotar el artefacto casero
que manipulaba.
·
25.10.1991
Francisco Javier Goitia Elordi muere y Óscar Abad
Palacios -miembro del comando 'Txalaparta'- resulta herido al explotar un
artefacto que manipulaban en un piso de Bilbao.
·
21.08.1990
José María Aranzacistroki fallece cuando iba a
colocar un artefacto en un hipermercado de Oyarzun (Guipúzcoa). Tras su muerte,
el Ayuntamiento de Usurbil, gobernado por HB, le nombró hijo predilecto del
municipio.
·
15.08.1987
María Teresa Pérez Ceber, de 25 años, y
Rafael Etxebeste Garmendia, de 23, mueren en San Sebastián
mientras manipulaban un artefacto dentro de un coche estacionado en los
alrededores del río Urumea.
·
05.04.1987
Alfonso Yoldi Martínez y Emiliano Iturri Lizoaín,
miembros del comando legal de ETA Militar, mueren en Tafalla al explosionar el
artefacto que manipulaban.
·
13.12.1986
Juan Carlos Gallardo muere en Pamplona.
·
03.09.1985
Luis Isasa Lasa, de 25 años, miembro de ETA Militar,
fallece en Pasajes (Guipúzcoa) al hacerle explosión una bomba que estaba
colocando en el coche de un agente de la Policía Nacional.
·
13.07.1983
Muere en San Sebastián el etarra Antonio Tolosa González, al
explotar el artefacto que manipulaba en una zona peatonal cercana a los lugares
de celebración de las fiestas de la Semana Grande.
·
19.04.1983
Félix Badiola Etxaburu y José Gárate Askasibar fallecen
en Mondragón (Guipúzcoa).
·
26.01.1983
Ángel María Fernández Ruiz muere y Alejandro
Lacunza resulta gravemente herido en Vitoria (Álava).
·
13.05.1982
Juan José Valencia Lerga y José Javier Alemán Astiz mueren
en Tafalla (Navarra).
·
17.03.1981
Mario Alvarez Peña, militante de ETA, fallece en Barrica
(Vizcaya) al hacerle explosión un artefacto en circunstancias desconocidas.
·
29.01.1981
José Ricardo Barrós Ferreira, en Tudela (Navarra).
·
26.03.1980
Domingo Olagaray y Raimundo Arruiz, en Bayona (Francia).
·
26.07.1977
Jokín Zaizar Garaikoetxea, en Asteasu (Guipúzcoa).
·
13.06.1977
Jesús María Basana Jáuregui, en Barakaldo (Vizcaya).
·
16.12.1976
José María Izaguirre Laburu, en Zarautz (Guipúzcoa).
·
08.05.1976
Ángel Iruretagoyena Elorza, de 20 años, muere al
explosionar un artefacto que pretendía colocar en el chalé de un industrial, a
la salida de Zarautz (Guipúzcoa).
·
28.11.1973
José Etxebarría Sagastume y José Pagazaur Isudi, en Las
Arenas (Vizcaya).
·
06.04.1969
Joaquín Artajo Barrios y Alberto Azurmendi Arana mueren
de forma accidental en Urzama (Navarra) al explotarles la bomba que ambos
preparaban.
·
MUERTOS DE
OTRAS BANDAS TERRORISTAS
·
30.04.1991
María Rosa Díez Sáinz, María Soledad Múgica Areitio y Jesús Fernández
Miguel, integrantes de Iraultza, próxima a
ETA, mueren en la localidad vizcaína de Sestao al estallar el vehículo en que
circulaban.
·
11.10.1987
Estalla una bomba en una discoteca de Santiago y mueren los terroristas
del Exercito Guerrilleiro do Pobo Galego María Dolores
Castro Lama y José Ignacio Villar, y otra persona.
·
06.07.1987
Christophe Istake, miembro de Iparretarrak (organización
hermana de ETA en el sur de Francia), muere en la localidad francesa de Anglet.
·
26.03.1984
Muere José María Orberúa Sáenz y resulta herido José María Prieto Rodríguez,
ambos miembros de la organización Iraultza,
en Bilbao.
·
19.03.1984
Jean Pierre Cherid, miembro del GAL y antiguo
miembro de la OAS, muere al explotar el artefacto que manipulaba en el interior
de un vehículo, en Biarritz (Francia).
·
13.08.1983
Javier San Martín Goikoetxea y José Luis Segurola Mayoz, miembros de los Comandos
Autónomos Anticapitalistas, en Usurbil (Guipúzcoa).
Los suicidios
El 27 de febrero de 2006, Igor Miguel Angulo Iturrate, de 32 años y miembro del
'comando Nafarroa', aparece muerto en la cárcel de Cuenca donde cumplía una
condena de 34 años. Se había colgado con un cordón de una bota de la reja de la
ventana de su celda.
Con
su muerte, son 22 los miembros de ETA que han acabado
voluntariamente con su vida, aunque en algunos casos el mundo
'abertzale' ha puesto en duda las tesis oficiales de suicidio.
·
31.10.2005. José Ángel Alzuguren Perurena,
alias 'Kotto', aparece ahorcado en su celda de la cárcel de Soria, donde cumplía condena por
colaboración con ETA.
·
07.07.2004. Olhane Errazkin Galdós, alias
'Brujilla', se ahorca en una cárcel de las afueras de París. Detenida en
septiembre de 2001, estaba pendiente de juicio por pertenencia al aparato
logístico de la banda terrorista.
·
16.10.2003. Jon Solagurenbeascoa, condenado en
1993 a seis años de prisión por colaborar en el cobro del impuesto
revolucionario, se ahorca en Oiartzun (Guipúzcoa).
·
23.11.2002. Félix Ramón Gil Ostoaga aparece
en la localidad guipuzcoana de Legazpia con un tiro en el pecho.
·
20.03.1999. José Luis Geresta fue
encontrado en Rentería con una bala en la sien y junto a una pistola. Las
autoridades hablaron de suicidio y el entorno de ETA culpó a las Fuerzas de
Seguridad del Estado.
·
20.07.1997. Juan Carlos Hernando apareció
ahorcado con un cordel de plástico suspendido del inodoro en su celda de la
prisión albaceteña de La Torrecica.
·
27.03.1997. Fue localizado en Guipúzcoa el cadáver del etarra del 'comando Nafarroa' Josu
Zabala, 'Basajuan'. El cuerpo estaba tendido boca arriba y
tenía un disparo en el pecho y junto a él había una pistola.
·
07.02.1997. José María Aranzamendi, 'Katxue',
apareció colgado de un fular en los barrotes de su celda en Alcalá-Meco. Tenía
los ojos tapados, los pies atados con cordones y las manos atadas con un
pañuelo. Había escrito que se suicidaría.
·
23.01.1997. Aparece el cadáver ahorcado del teniente de la Gendarmería Jean-Luc
Maillet, condenado por colaborar con la organización terrorista
ETA.
·
20.01.1991. El bretón Jean Groix, preso por colaborar con
ETA, fue hallado muerto en una cárcel francesa. Supuestamente se suicidó.
·
25.06.1990. Se encontraron en la Foz de Lubier (Navarra) los cuerpos de los
presuntos miembros del 'comando Nafarroa' Susana Arregi y Juan
María Lizarralde, 'Heavy', quienes según la versión oficial se
quitaron la vida al verse rodeados, tras mantener un tiroteo con la Guardia
Civil, en el que un sargento murió y otro resultó herido.
·
10.02.1989. José Antonio Zabala murió
arrollado por un tren en San Sebastián. Su muerte se consideró un suicidio.
·
04.09.1988. El ex colaborador del 'comando Madrid' Jesús
Aramendía se quitó la vida tras asesinar a tres personas.
Se sentía amenazado por ETA, padecía esquizofrenia y había sido uno de los
primeros etarras en pedir la reinserción.
·
29.06.1988. Mikel Arrastia, perteneciente al
'comando legal Bikote', se tiró de un tercer piso en Rentería cuando la Guardia
Civil le había acorralado.
·
02.03.1988. Miguel Lopetegui se ahorcó con
una sábana retorcida colgada de la cisterna de su celda en Herrera de la
Mancha, donde cumplía una condena de 30 años.
·
26.06.1985. José Ramón Goikoetxea fue
encontrado ahorcado en las duchas de la cárcel de máxima seguridad de
Alcalá-Meco, en Madrid.
·
16.06.1982. Miguel Angel Uriagereka se
estranguló con el cinturón de seguridad del coche en el que la policía de EEUU
le llevaba a San Francisco para extraditarle.
·
27.03.1981. Jesús Urbien se suicidó
disparándose un tiro en la boca al ser descubierto por la Guardia Civil en
Madrid tras desertar de la mili.
·
30.05.1976. Hallado en Francia el cadáver de José
Bidaola. Un mes antes se había enfrentado con la Guardia Civil,
cuando su comando intentaba entrar en España.
·
18.03.1972. Juan Goikoetxea supuestamente
se disparó en la sien cuando estaba acorralado por la Guardia Civil en Navarra.
Extorsión y chantaje
Armas, municiones, explosivos, comandos... La
maquinaria criminal de ETA requiere importantes cantidades de dinero para
costear el material necesario para sus actividades, mantener su infraestructura
y apoyar tanto a los etarras liberados como a sus miembros deportados,
refugiados o huidos. Para ello, necesita 15 millones diarios y más de
5.400 anuales, según un informe confidencial de la Ertzaintza conocido en
1996.
En sus inicios, la banda terrorista consiguió
financiarse mediante atracos a entidades bancarias, técnica
que fue abandonando progresivamente para centrarse en los secuestros y
la extorsión a empresarios a través del cobro del 'impuesto
revolucionario', sus dos principales fuentes de financiación. Muchas
actuaciones policiales han intentado desmantelar el entramado financiero que
utiliza la banda para blanquear el dinero recaudado mediante prácticas
mafiosas e ilegales.
Los secuestros
01.07.1997. La
Liberación de Ortega Lara (Ant. 3)
A
lo largo de su historia, ETA ha secuestrado a 77 personas,
método utilizado como vía
de financiación y medida de presión y chantaje frente al Gobierno. Algunas fueron liberadas tras el
pago de los rescates o gracias a la intervención de la Fuerzas de Seguridad.
Otras corrieron peor suerte y fueron asesinadas por los terroristas. La banda
empezó a utilizar esta técnica el 1 de diciembre de 1970, con el secuestro del
cónsul alemán Eugenio
Behil, que duró 25 días. El secuestro más
largo de ETA ha sido el del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, liberado el 1 de julio de 1997 por la Guardia Civil tras 532 días de cautiverio. Ese
mismo día, la banda terrorista había puesto en libertad a Cosme Delclaux.
Pocos
días después, ETA recurría una vez más al secuestro para demostrar su fuerza e
intentar chantajear al Gobierno. El 12 de julio, Miguel Ángel Blanco, diputado del PP en la localidad vizcaína de Ermua, apareció
maniatado y gravemente herido en una zona rural de Lasarte, una vez cumplido
el ultimátum de 48
horas dado por la banda terrorista al
Gobierno para que cediera en su política de dispersión de presos y trasladara
al País Vasco a los etarras repartidos en prisiones de todo el país. Blanco
murió en el hospital, pocas horas después de ingresar en estado de muerte
cerebral tras recibir dos
disparos en la nuca.
En
los últimos años, los responsables de la lucha antiterrorista han considerado
que ETA no secuestra porque tiene sus necesidades financieras cubiertas con el
cobro del 'impuesto revolucionario'.
·
LOS SECUESTROS MÁS LARGOS
·
JOSÉ ANTONIO ORTEGA LARA. 532 DÍAS. Funcionario de prisiones.
Secuestrado el 17.01.1996. [ + ]
·
JOSÉ MARÍA ALDAYA. 342 DÍAS. Empresario. Secuestrado el 08.05.1995
·
EMILIANO REVILLA. 249 DÍAS. Empresario. Secuestrado el 24.02.1988.
·
COSME DELCLAUX. 233 DÍAS. Empresario.
Secuestrado el 11.11.1996. [ + ]
·
JULIO IGLESIAS ZAMORA. 116 DÍAS. Ingeniero. Secuestrado el 05.07.1993.
·
LUIS SÚÑER. 91 DÍAS. Empresario. Secuestrado el 13.01.1981.
·
ADOLFO VILLOSLADA. 85 DÍAS. Ingeniero. Secuestrado el 24.11.1989.
·
DIEGO PRADO Y COLÓN DE CARVAJAL. 73
DÍAS. Ingeniero. Secuestrado el
24.11.1989.
FIN 1a PARTE
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