La turistificación como detonador de procesos
urbanos en el centro de Oaxaca
En las últimas
décadas, el turismo cultural ha cobrado importancia. La nostalgia es la
motivación; los bienes históricos, la atracción. El patrimonio es el elemento
que sintetiza una identidad y una cultura, y los turistas acaban siendo espectadores
interesados en conocer algo auténtico con qué conectarse con el pasado,
susceptible de ser valorado, disfrutado a través de su consumo. Por medio de la
turistificación de sus centros históricos —ese proceso de desarrollo turístico
organizado y voluntarista de un espacio y el resultado del mismo— las ciudades
latinoamericanas parecen o creen poder encontrar una opción para superar la
crisis económica que atraviesan. Al atraer turismo nacional y aprovechar los
cambios observados a escala mundial en términos de preferencias turísticas, la
cultura se vuelve motor de desarrollo.
Ilustración: Pablo García
La inserción de
los centros históricos mexicanos en una lógica turística patrimonialista ha
implicado que los gobiernos locales se enfoquen en intervenciones físicas y
simbólicas para mejorar la imagen de sus ciudades. En ocasiones el sector
privado ha acompañado a las instancias públicas en el desarrollo de proyectos
específicos. Unas intervenciones consisten en renovaciones y rehabilitaciones
de estructuras físicas o del espacio público, así como de mantenimiento de
infraestructura y del equipamiento urbano; otras, en medidas de control y
vigilancia de la sociedad local y de los visitantes a partir de diversas
acciones represivas contra los sectores sociales más desfavorecidos, mejor
conocidas como acciones de “higienización”.1 Expertos en urbanismo han
cuestionado ambos tipos de intervenciones por los efectos que conllevan:
transformaciones espaciales, impactos sociales, segregación urbana y expulsión
de la población de bajos ingresos de los centros —la llamada “gentrificación”—,
entre otros. Hasta la fecha, los estudios enfocados al desarrollo de la
actividad turística en tales espacios evidencian también una baja
revitalización económica, no compensada con la cantidad de recursos económicos
que los gobiernos locales destinaron por décadas.2
En el caso del
centro histórico de Oaxaca, el desarrollo de la actividad turística tiene una
larga historia. El gobierno local, estatal y municipal tomó —y continúa
haciéndolo— acciones encaminadas a su promoción. Para legitimar su actuar,
elabora discursos y se hace acompañar de agentes empresariales en la ejecución
de obras o en la aplicación de acciones.3 En lo que va del siglo, se pueden
distinguir tres discursos para un mismo fin: apoyar la consolidación turística
para la ciudad. El primero de ellos fue cuando se intentó poner las bases para
su crecimiento; el segundo, cuando se propuso la actividad como motor de
desarrollo, coincidentemente cuando el centro histórico de Oaxaca obtuvo la
declaratoria patrimonial en 1987; y tercero, posterior a los conflictos sociales
de 2006 y que hasta el año 2019 existía: recuperar un crecimiento que se vio
afectado.
Después de décadas
de fomento turístico a la ciudad, se observa el desarrollo de procesos
morfológicos y socioespaciales, importantes de analizar por los posibles
efectos que genera su reproducción. Desde el primero, se observa que la
adaptación de la ciudad a las actividades comerciales o turísticas, provocan
cambios físicos que en ocasiones vulneran su estructura arquitectónica. Los
inmuebles ubicados en el primer cuadro de la ciudad son ejemplo de ello. Cuando
se rehabilitó el exconvento San Pablo, se cuestionó el papel de las
instituciones encargadas de resguardar el patrimonio —el Instituto Nacional de
Antropología e Historia y el gobierno municipal—, además de intelectuales como
Francisco Toledo, por permitir y tolerar la sustitución de materiales y las
modificaciones de interiores que efectuó la Fundación Alfredo Harp Helú
(FAHHO).
Este hecho
contrasta con lo que sucede en el lado habitacional, donde se observan tantos
obstáculos en la obtención de una licencia para rehabilitar o adecuar inmuebles
que los propietarios con frecuencia terminan desistiendo o infringiendo la
normativa. Tenemos conocimiento de al menos dos casos en los que las
solicitudes de obra fueron rechazadas: una porque debían emplear materiales
originales y eso aumentaba los costos de construcción, difíciles de absorber
para propietarios con recursos mínimos, y otra porque se tenía la intención de
ampliar una cochera para facilitar el traslado de una persona de la tercera
edad. En general, se percibe una ambivalencia reglamentaria: por un lado, hay
poca flexibilidad en la adaptación de inmuebles con usos habitacionales, pero
por el otro, hay una abierta disposición en adecuaciones para fines
comerciales, sean turísticos o tradicionales. Este proceder puede afectar el
sentido de centro histórico: de caracterizarse como centro patrimonial vivo se
transformaría en un espacio marcado por la museificación, como lo advierte la
literatura para otros espacios que experimentan avanzados procesos de
despoblamiento. Es decir: se volvería un parque temático turístico.
La importancia de
la conservación de inmuebles históricos no sólo radica en su atractivo
turístico o incluso en la necesidad de preservar el estatuto de Patrimonio de
la Humanidad, que le fue otorgada por la Organización de las Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés),
sino también en el hecho de sintetizar parte de una identidad y cultura
oaxaqueña. En ese nivel, cabe plantearse si la disyuntiva es determinar qué
proceso tiene más peso, si una recuperación de inmuebles según intereses
específicos o un abandono, lo cual aceleraría su deterioro.
A este fenómeno
donde se presenta una conjugación de la aplicación de la normativa a
conveniencias y otro de dependencia económica, como lo es actualmente la
actividad turística, habría de sumar lo que ocasionan los sismos, fenómeno
natural de ocurrencia periódica en la zona. La ausencia de políticas
preventivas y de recursos para rescate y mantenimiento de inmuebles históricos,
como se evidenció en septiembre de 2017, ponen en duda su existencia. En la
actualidad son pocos los vestigios originales que aún quedan en estos
inmuebles.
Desde el aspecto
socioespacial, el desarrollo de la turistificación en el centro histórico de
Oaxaca incentivó el despliegue de tres procesos urbanos: la expulsión de
población tradicional residente, el reemplazo de población por nuevos ocupantes
y, finalmente, la modificación en el uso del espacio público. Las variables de
ubicación, valores de renta o venta de inmuebles en el perímetro de lo
denominado centro histórico, permiten comprender el desenvolvimiento en dichos
fenómenos en el entendido de que impactan de manera directa en el uso de suelo,
sea este habitacional o comercial, y no sólo se queda a ese nivel, sino que
también trasciende a la dinámica poblacional y económica del área. La
existencia de un escaso mercado de suelo privado –correspondiente a un 30% del
total municipal– para ofertar, detona en la elevación de los precios de los
inmuebles por lo que no extraña a los promotores inmobiliarios que la ciudad
registre los precios de venta en edificaciones más caras del país.4 Podría suponerse que los
problemas sociales que atraviesa el estado, como el conflicto de 2006 —que una
década después se reactivó mediante bloqueos, plantones, marchas, entre otras
formas de protestas— revertirían la tendencia al alza de los precios
inmobiliarios, pero los datos exponen sólo una desaceleración temporal en el
crecimiento de las plusvalías, que normalmente oscila entre un 10 y 12% anual.
Entender la
dinámica de precios de alquileres inmobiliarios en la ciudad implica realizar
un comparativo de precios según usos —habitacional y comercial— para constatar
la situación compleja que enfrenta la vivienda del centro. Se observa un
diferencial en la ganancia que va de 50 a 100% cuando una edificación se
destina a uso comercial; ello disuade a los propietarios de los inmuebles al
uso habitacional y, en consecuencia, incita un proceso de expulsión
poblacional.
De los inmuebles
que aún cuentan con uso habitacional, su conservación depende de los objetivos
de sus propietarios, de los posibles compradores, y de la ubicación del
inmueble: si éste se encuentra cerca o sobre un corredor urbano, existe una
alta probabilidad que se integre a un uso comercial. Los potenciales
compradores son en su mayoría comerciantes cuya finalidad es invertir en el
área o expandir su negocio. En menor medida los mismos residentes efectúan la
compra con el propósito de permanecer en la zona y el tercer lugar lo ocupan
los extranjeros y artistas. En el caso de estos últimos, el deseo de insertarse
en el mercado del arte, actualmente en boga en Oaxaca, incita a un cambio de
residencia. Por su parte, los extranjeros, a quienes les atrae el ambiente patrimonial
y cultural de la ciudad, aunado a las ganancias obtenidas debido al cambio de
divisas, se ven beneficiados al invertir en determinado bien. Este perfil lo
integran principalmente personas de la tercera edad, jubilados, de nacionalidad
estadounidense o canadiense. La inserción de nuevos residentes a la zona llama
la atención de valuadores, no sólo por el tipo de población que llega al
centro, también porque su actuar impacta en las plusvalías de la zona: no
obedece a precios de mercado, compran al costo que oferta la población, en
consecuencia, la compra resulta sobrevaluada, coartando las posibilidades de la
población local en adquirir un bien. De continuar esta dinámica, se advierte un
reemplazo de población tradicional por otra de nivel socioeconómico mayor, sin
que hasta el momento se confirme la existencia de un vasto proceso de
gentrificación. Cabe advertir que las movilizaciones sociales registradas en el
área mitigan esta dinámica.
La distribución
espacial que actualmente muestra el comercio en el centro histórico de Oaxaca
obedece a la ejecución de políticas urbanas desarrolladas por los gobiernos
estatal y municipal durante décadas. El énfasis en el mejoramiento de imagen de
ciertos sectores y la definición de corredores urbanos, por mencionar algunas
acciones, estimularon la producción de zonas comerciales delimitadas según sus
funciones tradicionales o turísticas. Los valores de renta o venta de inmuebles
no intervienen en su destino, en ambos usos los costos de oferta son
equiparables.5 Por ejemplo, si se parte de la
Alameda hacia el noreste el destino es netamente turístico; y del zócalo hacia
el suroeste su ocupación es tradicional. Esta dinámica impacta la producción
del espacio, definido por ofertas comerciales y gobierno. Población o
residentes tenderán a recorrer áreas tradicionales para realizar sus
actividades cotidianas; mientras que los turistas optarán por espacios
destinados al entretenimiento y al ocio. Asimismo, debido a la sucesiva toma
del zócalo por distintas organizaciones sociales, el gobierno recientemente
modificó la ruta del desfile delegacional que abre las festividades de la
Guelaguetza, lo que altera los recorridos turísticos tradicionales. Esta acción
permite cuestionar el propio uso de los espacios que ahora se integran al
desarrollo de ese tipo de celebraciones.
Como se advierte,
no sólo la dinámica turística incide en el desarrollo de transformaciones
morfológicas y socioespaciales en el centro histórico de Oaxaca, también lo
hace el comercio tradicional, pero en menor medida. Quienes han modelado este
proceso segregativo a través de obras y acciones desarrolladas durante décadas son
los gobiernos estatal y municipal. Queda pendiente conocer la postura
gubernamental sobre el desarrollo de estos procesos, pero principalmente
indagar si las autoridades están conscientes que su actuar alimenta la
reproducción de estos fenómenos. Cabe agregar que lo que ahí sucede, no es
exclusivo del área, sino que pareciera ser un común denominador en las zonas
patrimoniales mexicanas, aunque no todos muestren los mismos niveles de
desarrollo o avance de los procesos aquí enunciados.
Mabel Yescas Sánchez
Doctora en geografía, UNAM. Maestra en Estudios Urbanos, El Colegio de México
1 Hiernaux-Nicolas, D., y González-Gómez,
C. I. “Patrimonio y turismo en centros históricos de ciudades medias.
¿Imaginarios encontrados?”, URBS, 5(2), pp. 111-125, 2015.
2 González-Hernández, G. M. Circo
sin pan. Regeneración y mercantilización en el Centro Histórico,
Ciudad de México, Universidad Autónoma de Zacatecas/Miguel Ángel Porrúa, 2014.
3 Yescas-Sánchez, M. “La
turistificación en el centro histórico de Oaxaca”, Estudios
críticos del desarrollo, VIII(14), pp. 75-111, 2018.
4 Sánchez, V. “Oaxaca, con las
casas más caras del país; incluso, más que frente al mar”, Noticias
Voz e Imagen, 2017.
5 Yescas-Sánchez, M. “La
turistificación en el centro histórico de Oaxaca”, Estudios
críticos del desarrollo, VIII(14), pp. 75-111, 2018.
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