Las obras públicas en el reinado de los
Austrias (I)
En este periodo
histórico se acometieron numerosas e importantes obras hidráulicas sobre todo
en la región levantina y en el valle
del Ebro. Esta época se
caracteriza por la utilización de los ríos como vías de comunicación superando
a la concepción del regadío como forma de progreso.
OBRAS DESTACADAS EN EL VALLE DEL RÍO EBRO
Se plantearon en
la cuenca del río Ebro obras hidráulicas muy importantes para incrementar la
superficie de riego, aunque la mayor parte no se concluyeron. Buscan esta obras
superar la dependencia de los regadíos respecto a los caudales fluviales,
acometiéndose actuaciones de carácter más general que las puntuales de otras
épocas.
Se construyó la
presa de Arguis en la provincia de Huesca que
pretendía aportar agua a la capital provincial para riego y abastecimiento
humano. Lo primero que los oscenses expusieron al rey Felipe IV fue que se
hicieran obras para derivar agua del río Gállego.
Este proyecto fue
estimado como factible por los ingenieros reales, pero fracasó por la escasez
de medios económicos, así como la oposición que la ciudad de Zaragoza ponía al
proyecto, pues pensaba que se quedaría sin agua.
Por eso se realizó
la presa de Arguis como sustitutivo del proyecto del río Gállego ya que
la ciudad de Zaragoza no se veía
afectada por esta obra. Anteriormente, ya existían dos acequias de origen árabe
que llevaban agua a la ciudad desde este río. También se realizó la presa de
Cascante en Navarra.
Las asociaciones
de regantes de la cuenca del río Ebro tenían un carácter asambleario y eran las
asambleas el órgano superior encargado de la adopción de los acuerdo de ámbito
general.
Sus funciones
afectan a la estructuración del término en partidas, según el criterio de
antigüedad de los regantes o por la importancia de los mismos en la estructura
de poder de la asociación.
Se estipula que
los cultivos deben ser regados y la prioridad entre ellos. Como sujeto
jurídico, las asociaciones son propietarias de la infraestructura hidráulica menor
y disponen por concesión del agua y de las grandes obras de ingeniería
hidráulica que superar sus propios medios. Su financiación se consiguió a
través de un sistema fiscal interno que actúa por varios procedimientos.
El primer impuesto
es la alfarda [1] o impuesto pagado por el
regante en concepto de aprovechamiento que hace de las aguas. El segundo
impuesto es el procedente de los rendimientos que obtienen de los bienes
propiedad de la asociación. Se recurrió también el endeudamiento a través de la
concertación de censos hipotecarios y empréstitos.
A la cabeza de la
estructura de poder de la asociación hay que citar a la comunidad de herederos
que forman las asambleas del término, con potestad de voz y voto en las juntas
y con posibilidad de ejercer los oficios gestores de la comunidad.
A los herederos se
les exige una serie de condiciones como son edad, compatibilidad, propiedad de
tierras… Los gestores reales son los oficiales elegidos por votación en los
siglos XVI y XVII. Los procuradores están a la cabeza del sistema
administrativo y son los que establecen el orden de riego y se responsabilizan
de que el estado de las infraestructuras hidráulicas se optimo.
El contador
gestiona el patrimonio de la sociedad y fiscaliza a los arrendatarios de ese
patrimonio, para cobrar los impuestos y para inspeccionar la infraestructura
hidráulica están los bolseros y los visitadores.
Los epicentros
fundamentales de la cuenca del Ebro, en los siglos XVI y XVII, vuelven a
coincidir con las zonas tradicionales. El regadío de la comarca de Zaragoza
ocupa un lugar destacado, aunque el crecimiento de estas zonas regadas queda
supeditado a la construcción del canal Imperial, que no llegó a realizarse.
Fuente de los
Incrédulos
El regadío de las
cuencas de los ríos Cinca y Segre también fue importante. Menos
importantes fueron los regadíos de los ríos Martín, Guadalope y Aguas Vivas, así como los del curso alto del río Jalón y
del Arga. Debemos destacar también la comarca de las Cinco Villas, Lodosa y
Logroño y los riegos del monte Moncayo con su prolongación a través de los ríos
Queiles y Huecha hasta las ciudades de Tarazona y Tudela.
Las asociaciones
de regantes intentaron frenar los procesos de apropiación de las tierras de
regadío por parte de los grandes propietarios. Formadas por pequeños y medianos
campesinos, ya sean cultivadores directos o indirectos, burgueses,
profesionales o comerciantes, que se unieron para defender sus intereses.
Ellos, en los
siglos XVI y XVII, demandaron tierras regadas, potenciaron el desarrollo de la
agricultura secular, la productividad y los precios de las tierras de regadío,
e intentaron multiplicar las extensiones de riego y se embarcaron en costosos
proyectos de nuevas infraestructuras.
EL CANAL
IMPERIAL DE ARAGÓN
La historia concesional
del canal Imperial de Aragón se remonta al año 1125, cuando el rey Alfonso I el
Batallador concede al término de Alagón, dos yugadas de tierra “in
regativo”. Otra documentación que es previa está fechada en los años
1138 y 1140 que nos marca la existencia de dos acequias “Furón Mayor” y “Riego
Sageta”.
El documento más
antiguo nos habla de una acequia que conduce agua a Zaragoza, y esta datada en
el año 1184. En dicho documento, el rey Alfonso I otorga a la Orden del Temple
la conservación de la acequia de Celtén. Pedro IV el Ceremonioso, en el siglo
XIV, otorga a la ciudad de Zaragoza el privilegio de poder hacer acequias en
los ríos Ebro y Jalón.
En los siglos XV y
XVI, los Jurados de Zaragoza creen necesarios la realización de una canal. Solicitan
a las Cortes celebradas en Monzón en el año 1510, la autorización de Fernando
el Católico para derivar una acequia de riego y navegación
del río Ebro. El emperador Carlos I lo confirma en el año 1528 y declara la
voluntad para que se realice dicha obra.
Durante el reinado
de Carlos I se acomete la construcción de la acequia Imperial, que es
financiada por la Corona.
El Consejo
zaragozano, a solicitud de Carlos I, encarga a Juan
Montañés, Juan de Sariñena y Gil Morlanes el estudio de
una presa de derivación de la acequia. El proyecto seleccionado es de Gil
Morlanes, que fija su inicio en la presa de la villa de Fontellas “El Bocal”,
en el reino de Navarra.
Se aprueba en el
año 1529, y el proyecto da comienzo rápidamente. Para que ésta avanzara con
celeridad se solicita al rey que pida al Papa Clemente VII “que se dispense y que solamente se guarden los domingos
y fiestas principales y que en los otros días se pueda trabajar en la acequia
sin pecado”.
La antigua presa
para desviar las aguas del río Ebro se había construido de sillería según el
proyecto de Gil de Morlanes. La casa de compuertas, también llamado Palacio
Carlos V, fue construida junto a la presa y en una zona
próxima, hoy llamada “El Bocal del Rey”, donde se levantan edificios para viviendas,
depósitos de materiales y otros usos.
Ramón Pignatelli
La acequia se
iniciaba con un tramo de sillería de unas cien varas de longitud y continuaba
por terrenos difíciles. Los trabajos más importantes fueron el sifón para el
paso del río Jalón y el corte de la colina de Alagón, que era todo de roca.
Entre los años
1530 y 1540. Se realizaron cerca de sesenta kilómetros entre el Bocal del Rey
en Navarra situado a ocho kilómetros aguas debajo de Tudela hasta Garrapinillos.
A las dificultades técnicas de esta obra se unieron la oposición de los grandes
terratenientes de la zona, en la que destacaron el duque
de Villahermosa y Gaspar de Reus.
Se habían
construido, en el año 1540, la presa, la casa de compuertas, la acequia hasta
el río Jalón y un sifón a orillas de este río, pensado para pasar el canal por
debajo de su cauce. La anchura del río Ebro en Fontellas obliga a la
construcción de una presa de 338 metros de anchura y 3,5 metros de altura con
una anchura de coronación que oscila entre los diez a doce metros.
Es una presa de
gravedad [2] cuyo cuerpo se hizo de hormigón de cal con sillares en
la parte superior. Sobre los estribos laterales se construyeron los edificios
colaterales y se prepara la derivación hacia la acequia.
La acequia
Imperial se utiliza durante cuarenta años para regar las secas tierras que la
circundan. Las constantes roturas y filtraciones que se producen a lo largo de
su recorrido, hace que se inutilice esta obra.
Los problemas de
conservación y gestión de la acequia se producen durante dos siglos. En junio
del año 1551, el rey Felipe II reclama a la ciudad de Zaragoza un préstamo de 19.500
ducados “...Para la prosecución de la abra de nuestra acequia Imperial…
ayuda que otras veces tan cumplidamente y con tanta satisfacción nos habéis
dado”.
Felipe II quiso
continuar la obra de la acequia Imperial. Trajo para ello de Italia al
ingeniero Juan Francisco Sitoni y le encargó de todos los asuntos de la acequia
a su virrey, el Duque de Alburquerque. Felipe IV encomendó a
Domingo Usenda y Manfield en el año 1654 un estudio de lo realizado y de su
posible continuación.
Se habló por
primera vez de la navegación del río Ebro en las Cortes Generales de Aragón
celebradas entre los 1677 y 1678. Felipe V ordenó a sus ingenieros Bernardo
Luna y Sebastían Rodolfi, en el año 1738, realizar unos reconocimientos y
estudios de la acequia con la finalidad de riegos y navegación. Las
conclusiones de este estudio, quedan reflejados en los planes del año 1738, que
dieron como posible la navegación desde El Bocal del Rey hasta pasado el pueblo
de La Zaida.
A pesar de estos
estudios y reconocimientos pasaron treinta años sin realizar ninguna obra,
hasta que en el año 1768, los Badin padre e hijo se comprometieron a realizar
los proyectos de los ingenieros Bellacase y Brieu.
Se pide ayuda a
unos banqueros holandeses, los cuales enviaron al ingeniero Krayenhoff que
junto al ingeniero francés Gil y el español Sánchez Boort, propusieron la
construcción de una nueva presa aguas arriba de Tudela, lo que añadía
dificultades a una empresa ya amenazada de quiebra Condom, su socio
capitalista, denuncia estos hechos al Consejo de Castilla, solicitando una
actuación rápida.
La compañía de
Badin inicio, en el año 1770, las obras de restauración de la acequia Imperial,
pero su probada inoperancia, junto al manifiesto despilfarro del presupuesto
precipita la resolución del Consejo de Castilla, por lo que se ordena
fulminantemente la paralización de las reformas emprendidas.
Se produce una
gran avenida del río Ebro en el año 1722 que rompió la presa y se dejó de
regar.
En la segunda
mitad del siglo XVIII, en pleno desarrollo de las ideas y proyectos de la
Ilustración, se retoma y amplía la obra, con planteamientos más ambiciosos.
Reinando Felipe V en el año 1745 y Carlos III en el año 1766 se redactan nuevos
e infructuosos proyectos de recuperación de la presa.
El proyecto de
hacer el canal navegable explica sus grandes dimensiones y es lo que encarece
mucho su realización.
El utópico plan de
la Ilustración que tenía como objetivo la construcción de Canales en España
siguiendo el modelo de Francia e Inglaterra. Utópico porque no se tenía en
cuenta el coste real ni las dificultades orográficas que se dan en el país, que
hacen que dichas obras sean imposibles de realizar.
Esclusas de Valdegurriana
El canal Imperial
salva los meandros y azudes del tramo medio del río Ebro, haciendo este trozo
navegable. Así se plantea que el río Ebro se comunique con el océano Atlántico
por medio del río Zadorra y en río Deva en Guipúzcoa o por Laredo en Santander
y con el río Duero por medio del canal de Castilla.
La vieja idea
aragonesa estudiada en las Cortes de Aragón a finales del siglo XVII y que era
apoyada por la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, de
conseguir una salida al mar que permitiera exportar directamente sus productos
agrícolas.
Desde mitad del
siglo XVIII se produjo una fuerte expansión económica en Cataluña, con una
elevación de los precios agrícolas y además se produjo la liberalización del
comercio de América.
A todos estos
factores se unió el importante peso político que Aragón tenía en las Cortes,
como ejemplo sirva el papel del conde de Aranda. De este proyecto solo se
realizó una parte que es la voy a explicar ahora.
El conde de Aranda
reconoció en el año 1757 en nombre del gobierno, el antiguo cauce del canal
Imperial y ordenó sacar planos con el fin de continuar las obras que habían
sido iniciadas en tiempos del rey Carlos I. Esos planos y estudios quedaron
archivados en la secretaria de Estado hasta que en el año 1768 se
constituyó “La Compañía del canal de Aragón”.
El Consejo de
Castilla designa en el año 1772, a Ramón de Pignatelli [3] como
Protector del canal Imperial y a Ramón Herranat como director de obra.
Por real Cédula,
del veintiocho de febrero del año 1768. Se apruebe “El proyecto de la acequia
Imperial” presentada por el francés Juan Agustín Badin y su hijo Luis Miguel,
que concedía a esta empresa la percepción de las rentas de la acequia durante
cuarenta años, transcurridos, todos los derechos pasan a la Corona.
El capital inicial
se consiguió por medio de Badin y compañía, mediante la emisión de obligaciones
al 6% en Holanda, pero en el año 1775, el Estado, siendo ya responsable directo
de la empresa, renegoció la deuda y entre los años 1779 y 1782, fue disuelta ya
que esta compañía concesionaria negoció en Holanda tres créditos de 52 millones
de reales de vellón que aumentaron la deuda anterior y fueron la base
financiera del proyecto.
Las obras superaron
rápidamente el coste previsto y para acabarlas fueron necesarias dos nuevas
emisiones de vales reales al 4% por importe de 99 millones de reales de vellón.
El conde de
Floridablanca le envía una carta a Ramón Pignatelli, el veintitrés de enero del
año 1780, donde le muestra todo su apoyo y dice:
“Si la Junta se
olvidase de la consideración que debe V.S. -caso que me parece imposible- lo
haría yo un recuerdo tan vivo que jamás volvería a padecer semejante extravió…
no hay motivo para que yo nombro sugeto que pase a reconocer las obras y la
forma con que se distribuyen los caudales, pues me basta que V.S. las tenga en
cuidado y protección para que éste seguro de que todo se executará como
conviene al servicio del Rey y del Estado”.
Grabado del siglo XIX del Caracol o Las Murallas de
Grisén
El canónigo Ramón
Pignatelli recibe de Carlos III, en recompensa a sus excepcionales servicios en
el canal Imperial, una merced digna a los mismos, consisten en “2.000
ducados de pensión sobre la Mitra de Tarragona” y “el collar del
Toysson” la más alta distinción de la monarquía española.
Con este
resurgimiento económico se trata de crear una vía navegable de transporte para
la producción agraria aragonesa y de comunicación entre las zonas riberas que
lo circundan, así como ampliar la superficie de tierras regadas, aspecto este
importante en la época, cuando la agricultura era el principal factor de
desarrollo del país.
Esta ampliación
del canal Imperial hay que enmarcarla en el plan de la Ilustración de crear una
amplia red de canales navegables que enlace la España interior con las zonas
costeras. Modelos a seguir son el canal del Languedoc en Francia y el
canal que une las ciudades de Manchester y Liverpool en Inglaterra.
El canal Imperial
tiene su primer cauce construido en la llamada presa de Carlos V en el año
1530, que es la toma del agua del río Ebro. Posteriormente, es ampliado con la
llegada de Pignatelli en el año 1790. Consta de la denominada Casa de las
compuertas, por cuyas bocas se trasvasa el agua del río al canal. En sus
orillas se encuentra el llamado Palacio de Carlos V, que actualmente se
encuentra muy reformado y consta de una posada y de una iglesia que se
encuentra ya desaparecida.
Se puede observar
en el Bocal del rey todavía los caminos de sirga desde lo que los bueyes
arrastraban las embarcaciones mediante cables, cuando no hay aire suficiente
para la navegación a vela. Junto al soto de Bellver se levantó un magnífico
puente de piedra caliza.
Surge un puente
acueducto en el cruce del río Jalón, que se conocen como las murallas de Grisén
o también el Caracol como se ven en el grabado anterior, que fue realizado a
finales del siglo XVIII. Se inauguran los puertos fluviales de Miraflores y
de Casablanca, ya en la ciudad de Zaragoza en el año 1876.
Canal Imperial de Aragón en el Bocal, vacío
Ramón Pignatelli
mandó construir en el barrio de Casablanca de Zaragoza, la fuente de los
Incrédulos, que está dedicada a los que dudaban de que las aguas llegaran a la
ciudad. Esta zona albergaba una almenara, varios batanes y molinos, una posada
y una capilla ya todos ellos desaparecidos.
A lo largo de su
recorrido por Zaragoza, hay un antiguo embarcadero y un antiguo molino, que
actualmente se ha convertido en una central hidroeléctrica.
El coste absoluto
fue mucho mayor debido sobre todo a que los créditos apenas fueron amortizados
y pasaron a formar parte de la Deuda Pública del Estado. Los intereses eran
pagados por el Tesoro y seguían ascendiendo a casi seis millones de reales de
vellón.
A partir del año
1790, las obras y el dinero quedaron prácticamente finalizados. Desde el año
1794, los fondos para obras y mantenimiento fueron aportados por la Hacienda
Real por unos seis millones de vellón y por Aragón, La contribución del reino
de Aragón fue aumentando a las arcas de la Hacienda Real pasando de seis
millones de real anual a siete millones. Este suplemento fue llamado la
contribución del millón.
La financiación
del mismo fue posible gracias, fundamentalmente a cuatro personas, el conde de
Aranda, Ramón Pignatelli, Juan Bautista Condom y el conde de Floridablanca,
sobre todo estos dos últimos.
Condom era un
importante comerciante madrileño que traficó con América y que fue socio
capitalista de Badin y tesorero del canal durante su construcción. Hizo posible
el proyecto compensando y regularizando las frecuentes dificultades de
tesorería de las obras, aportando personalmente grandes cantidades de dinero.
Su gestión fue
posible por el apoyo del conde de Floridablanca, que fue uno de los principales
reformadores ilustrado y el más importante impulsor y realizador de la política
de canales y obras públicas del reinado de Carlos III.
El conde de
Floridablanca fue en Madrid el apoyo político y económico de Ramón Pignatelli y
Condom, concediendo a este último a lo largo de diversos años, recompensas por
sus muchos servicios, y algunos privilegios de exportación de productos a
América.
Zaragoza sufrió
fuertemente las consecuencias de la guerra de la Independencia 1808-1814. Las
instalaciones del canal Imperial resultaron muy deterioradas por los combates
que se produjeron en la ciudad por parte de las tropas francesas.
Posteriormente, fueron reconstruidas muy lentamente a lo largo del siglo XIX.
La traída de agua
a Zaragoza con el canal Imperial de Aragón y la reforma del canal de Tauste,
tuvieron como consecuencia principal una reforma agraria, llevada a cabo por
Pignatelli en medio de múltiples dificultades.
Para comprender su
importancia es necesario tener en cuenta que en la comarca los principales
medios de producción eran la tierra, el agua y el ganado, que se encontraban en
manos de una oligarquía compuesta por la nobleza terrateniente y la Iglesia en
la zona rural, y por la burguesía y la Iglesia en el regadío de Zaragoza. La
reforma agraria llevada en la zona benefició de forma principal a las clases
populares, campesinos, pequeños propietarios y arrendatarios de la zona rural y
jornaleros de Zaragoza. Según cálculos efectuados, las tierras puestas en
regadío en el entorno de la capital aragonesa desde el año 1781 eran casi un
250%.
Las tierras
comunales fueron sorteadas y repartidas entre los vecinos, hecho que tuvo gran
importancia en Zaragoza, en donde había muchos jornaleros sin tierra. En las
propiedades privadas se procuró que sus propietarios las regaran, cosa que no
siempre se consiguió. En ningún momento se planteó redistribuir la propiedad de
la tierra. En la época ilustrada muy pocos se atrevían a plantear abiertamente
la posibilidad de redistribuir la tierra.
El descubrimiento
en la zona de ricas vetas de arcilla en el año 1826, necesaria para revestir la
obra y proseguir el cauce, permitió reiniciar los trabajos, los cuales
siguieron de forma intermitente a lo largo del siglo XIX.
El canal nunca llegó
a su destino, no obstante, la idea de navegar por el río Ebro no desapareció y
ha pervivido hasta nuestros días. Se crea en el año 1873, la Junta del canal
Imperial, con sede en Zaragoza, que velará por su funcionamiento.
El canal imperial
pierde mucha de su importancia como medio de transporte por el surgimiento del
ferrocarril. Actualmente tiene una longitud de 103 km, llegando hasta Fuentes
de Ebro. Riega un total de 26.824 ha. y abastece de agua a más de veintitrés pueblos
y a la ciudad de Zaragoza.
La Confederación
Hidrográfica del Ebro, en el año 1985, se hace cargo del Canal Imperial y en el
año 1986 se constituye la Comunidad General de Usuarios del canal Imperial.
Canal Imperial de Aragón a su paso por Zaragoza
CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DEL CANAL IMPERIAL DE ARAGÓN
Las consecuencias
económicas fueron menores de las previstas, ya que las tierras de regadío
siguieron cultivándose en año y vez y no se produjo una intensificación
importante de los cultivos.
Mayores fueron los
efectos ya que el riego revalorizó las tierras hasta entonces en secano e
incultas, elevó en Zaragoza los salarios agrícolas, en virtud de que muchos
jornaleros agrícolas dispusieron ya de tierras para cultivar y modificó los
precios de arrendamientos de las tierras en toda la zona regada.
El canal cobraba
por el riego una contribución en especies, sobre todo de trigo. Desde
Pignatelli, en vez de vender el trigo en el mercado local al mayor precio
posible como entonces hacían todos los que manejaban grandes rentas agrícolas
en especies, caso de la iglesia, nobleza y comerciantes de grano.
El agua se dividió
para seis usos: navegación, riegos, abastecimientos de poblaciones,
abastecimiento de ferrocarriles, fuerza motriz y usos industriales
El canal lo dedicó
a hacer préstamos a los labradores para la sementera en excelentes condiciones
económicas. Esto palió en parte la falta de crédito agrícola y aumentó los
beneficios sociales de la extensión del regadío.
La acción agrícola
del canal suscitó una gran oposición entre una parte de la oligarquía
dominante, especialmente la iglesia y un sector de la nobleza que se
consideraron afectados sus intereses por esta política social del canal.
Lo que mayor
oposición suscitó fue el reparto de diezmos, tributos en especie sobre la
cosecha que percibía fundamentalmente la iglesia y de los cuales el rey y en su
nombre el Canal que era del Patrimonio Real, debía percibir una parte, la que
le correspondía a lo que las tierras producían de más al pasar de baldíos o
secanos de regadío.
Sin solucionar
estos problemas, el Canal no podía reformar la contribución por el riego y
conseguir la autonomía económica.
Al afectar a casi
todas las tierras y ser uno de los tributos más importantes que pagaba el
agricultor, si el Canal lo englobaba en la contribución por el riego usando el
privilegio real, tenía en su mano rebajar la presión tributaria del agricultor
y hacer posible el éxito de la empresa.
Ramón Pignatelli
plantea constantemente un reformismo agrario que beneficia a los campesinos y a
la empresa frente a la nobleza y la iglesia.
Sin embargo, fue
la empresa del canal quien acabó pagando los diezmos para así descargar a los
agricultores de esta obligación. Este hecho es de gran importancia social y
económicamente le supuso ingresar mucho menos dinero del previsto.
El Canal había
heredado de la antigua Acequia Imperial una jurisdicción privilegiada tendiendo
a su mando un juez privativo, asistido por un juez subdelegado para Navarra con
el fin de respetar los Fueros de Navarra. Las sentencias de este tribunal eran
recurribles directamente ante la más alta magistratura del Estado, el Consejo
de Castilla.
La otra finalidad
que tenía el canal, que era la navegación fue poco utilizado, puesto que su
cauce no se alargó de Zaragoza. Se intentó en el siglo XIX, construir esclusas
en la ciudad para comunicarlos con el río Ebro, pero esto nunca llegó a
producirse.
La existencia de
una aduana entre Navarra y Aragón dificultó el tráfico interregional de
mercancías. El movimiento mercantil alcanzó un buen volumen en los últimos años
del siglo XVIII pero se paralizó muchísimo durante la guerra de la
Independencia. Con la inauguración del ferrocarril a mediados del siglo XIX,
hundió las posibilidades de navegación mercantil para siempre.
Entre los años
1835 y 1873, el canal experimentó una serie de cambios profundos en su
estructura y funcionamiento, que darían lugar a la actual institución:
- Se reformó la contribución por riego.
- Se crearon los sindicatos de regantes del
canal.
- Se hizo la Junta Administrativa del canal
Imperial.
- Se fijó el régimen jurídico general de las
aguas.
- Se delimitó su marco de actuación.
- Se devolvió el canal de Tauste a las antiguas
villas que lo poseían.
Con el Antiguo
Régimen, el canon por el riego tenía las siguientes características:
- Se pagaba en especies.
- Era proporcional a la cosecha entre un 9,9% y
el 19,35% de ésta.
- Ese diferencial era en función del cultivo y
de la situación jurídica de las tierras.
- Engloba los diezmos, ya que el canal, con una
finalidad social muy clara, tenía asumido su pago en aquellas tierras que
con anterioridad al riego lo venían pagando. Éste era el sistema general,
pero además había zonas fiscalmente marginadas, en donde el sistema era
diferente. En la zona del río Jalón algunos pueblos compraban al canal un
suplemento de agua pagando a tanto alzada en especie, y los términos
regantes del río Huerva, en Zaragoza, lo compraban con dinero.
El sistema de
cobro y el mosaico tributario fueron sustituidos por un nuevo sistema, que con
algunas modificaciones mínimas sigue hoy vigente y que frente al anterior,
presentaba y presenta las siguientes características:
- Se paga en dinero.
- Es proporcional al agua consumida y a la
duración de suministro.
- Es idéntico para todas las tierras.
El nuevo sistema
implicaba la venta constante en el mercado de una parte de la cosecha y un uso
generalizado del dinero, así como, la desaparición de los privilegios
tributarios.
Gravaba el agua y
su uso, no lo que esta producía, lo que en principio era un incentivo a la
producción, y sobre todo desvinculaba al Canal del labrador. El pago por el
agua era independiente de cual y cuánta fuese la cosecha, que quedaba sometida
a las fuerzas del mercado.
La fuerza motriz
generada por el agua del Canal, permitió plantear los primeros proyectos de
industrialización de Zaragoza. Es la base de las industrias de transformación
agrícola que se desarrollaron en la ciudad durante la época isabelina.
En el año 1853,
gracias a la concesión de diez años de un salto de agua del Canal Imperial, se
constituía la Sociedad Maquinista Aragonesa, primera empresa zaragozana y
española de fundición y no por casualidad poco tiempo después se daba la
primera reglamentación del aprovechamiento del agua del Canal para usos
industriales.
El agua se dividió
para seis usos: navegación, riegos, abastecimientos de poblaciones,
abastecimiento de ferrocarriles, fuerza motriz y usos industriales. Las
distintas concesiones de agua se hacían por tiempo fijo. El pago era
proporcional al agua consumida, había de hacerse en moneda metálica por
anticipado en el primer caso y por trimestres adelantados el segundo.
El Canal ponía fin
a sus responsabilidades suministrando agua y el suscriptor de la concesión era
el que debía hacer frente a cualquier otro pago, incluidas las
alfardillas [4] o gastos de conservación de la acequia en el caso de
que fuera para riego.
El precio fijado
para el agua de riego fue muy inferior al del agua destinada a otros usos, a
pesar de ello constituyó el capítulo de ingresos más importantes para la
empresa durante años.
Los últimos cien
años de su vida también han sido pródigos en acontecimientos. El nuevo siglo
trajo un aumento de las necesidades de agua en virtud de tres hechos: el
despegue demográfico de Zaragoza, su despegue industrial y el paso a una
agricultura más intensiva. La respuesta del Canal ha sido la regularización de
los caudales estivales, dragado del cauce y revestimiento de éste.
A lo largo del
canal es habitual encontrar fochas [5] y otras aves. No podemos olvidarnos
de las conocidas almejas del canal. Una de ellas la margariti
auricularia ha sido declarada especie en extinción. Se trata de un
bivalvo perlífero de agua dulce y de gran tamaño, hasta veinte centímetros de
longitud que está considerado geológicamente como el más antiguo de los unionides o
mejillones de agua dulce.
EL CANAL DE TAUSTE
El rey Teobaldo I
de Navarra otorga una concesión a las villas de Cabanillas y Fustiñana y a la
Orden del Temple para sacar agua del río Ebro mediante la construcción de una
presa y la excavación de una acequia.
La envergadura de
esta obra fue notable, puesto que las dificultades topográficas eran menores
que en el canal Imperial y el coste de la obra recayó enteramente sobre los
vecinos y regantes, contando con ayudas oficiales.
Los usuarios
tuvieron que cargar con una enorme cantidad de censales sobre sus tierras de
secano a cambio de los gastos de hacerlas de regadío, con la lógica esperanza
de que el fruto obtenido compensara con creces el esfuerzo invertido.
El interés por el
riego de las aguas del río Ebro ha sido una constante histórica en las riberas
navarras y aragonesas. Siempre se ha intentado derivar las aguas del río Ebro
con suficiente cota para poder regar los campos de las villas, lo que ha dado lugar
a luchas y litigios por los términos y las aguas, que con frecuencia han
provocado incidentes entre las distintas villas, como sucedió, en el año 1337,
con muertos y fuertes destrozos en los pueblos riberos.
D. Carlos,
Príncipe de Viana, otorga una concesión, en el año 1444, a la villa aragonesa
de Tauste para que saqué aguas del río Ebro mediante una acequia que atravesase
las tierras navarras.
A pesar de esta
concesión dichas obras resultaron imposibles de realizar, y así en el año 1498,
la misma villa desistiendo de su idea inicial ante la oposición de las villas
navarras de Fustiñana y Cabanillas, solicitan al rey Fernando el
Católico licencia para traer agua del río Aragón.
Son las villas
navarras de Cabanillas y Fustiñana las que solicitan y consiguen en el año
1499. De los reyes Juan de Albret y Catalina I, la confirmación de
su derecho. Se inician las obras en el año 1504, del que será uno de los
primeros canales de Europa, denominada Acequia del Ebro.
La villa de Tauste
no cambia su empeño y en el año 1524, consigue del rey Carlos I igual permiso
que el que disfrutan las villas navarras de Cabanillas y Fustiñana.
Las villas de
Cabanillas, Fustiñana y Tauste concluyen en la conveniencia, en el año 1552, de
unir esfuerzos y suscriben “La escritura de la Concordia”, por
la que Tauste se compromete a reforzar el azud, ensanchar y mejorar el cauce de
su acequia a la vez que le proponían que alargara su longitud.
Este compromiso
supone a la zona aragonesa un gran esfuerzo al tener que financiar la transformación
en regadío a través de préstamos colectivos “a censo” sobre
una base de renta del secano aragonés. Sus problemas no radican solamente en la
financiación de la construcción sino luego en su mantenimiento y conservación.
De esta forma
surge a mitad del siglo XVI, la acequia o canal de Tauste, denominado así por
el protagonismo que dicha villa tuvo en su construcción.
La situación del
canal fue degradándose hasta tal punto que en el año 1775, el Ayuntamiento de
Tauste solicita la intercesión de Ramón Pignatelli para que este canal tenga el
mismo trato que el canal Imperial de Aragón y se situé bajo al Real Protección.
Quedó así incorporado a la Corona agregándolo al Canal Imperial y sujeta a la
normativa de éste.
El canal queda
prácticamente inservible en el año 1780. Por ello, interviene Carlos III y
comisiona a Ramón Pignatelli para que resuelva la situación. Inmediatamente se
procede a su reparación y a las mejoras necesarias. Prácticamente en un año es
puesto nuevamente en servicio.
Ramón Pignatelli
se encarga de ampliar la capacidad de transporte del canal y de mejorar su
trazado así como aumentar en primer lugar la zona de regadío que pasa de
10.000 cahizadas que son unas 4.770 ha. a 14.000 cahizadas que
son unas 6.678 ha.
Una vez
regularizado su funcionamiento, se solicita a la reina Isabel II, en junio del
año 1849, presidiendo el gobierno el general Ramón María Narváez, siendo
ministro de Fomento, Juan Bravo Murillo, que se les devuelva el Canal, cosa que
se accede. Por Real Orden del año 1849, se aprueba el reglamento del sindicato
de Riegos de la Acequia de Tauste.
El canal de Tauste
toma sus aguas del río Ebro, en el término de Fontellas en Navarra, por encima
de la toma del canal Imperial. Discurre su trazado paralelo a su margen
izquierda y tiene una longitud de 44 km. Su capacidad es de 12,5 m3/seg.
La superficie
regada por dicho canal es de unas 9.000 ha repartidas en un 30% en Navarra y el
70% restante en Aragón. Su producción está orientada a los cultivos herbáceos
extensivos (alfalfa, maíz, cereales...) complementado con cultivos hortícolas
como el tomate, la alcachofa, la cebolla, el pimiento etc.
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