“Lope de Vega”. Retrato anónimo. Casa Museo Lope de
Vega, Madrid. Dirección General de Archivos, Museos y Bibliotecas.
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Estudio en la Casa Museo Lope de Vega, Madrid.
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Lope de Vega es uno de los escritores más importantes de la historia
de la literatura española. De vida polémica, muchas veces alejado de las normas
y la moralidad del momento, fue un amante padre y un devoto sacerdote,
inquisidor y poeta. Aplaudido y admirado ya en su época –en que se le llamaba
popularmente ‘Fénix de los Ingenios’–, escribió más de mil obras, vivió 73 años
y protagonizó una memorable pelea con Miguel de Cervantes, responsable, sin
embargo, de uno de los sobrenombres por los que el mundo entero le conoce hoy,
‘Monstruo de la Naturaleza’.
Hijo de Francisca Fernández Flórez y de Félix de Vega Carpio, una
pareja de montañeses cántabros, Lope Félix de Vega Carpio nació en Madrid el 25
de noviembre (algunos creen que fue el 2 de diciembre) de 1562. Vino al mundo
poco después de que lo hicieran Cervantes, Góngora, Mateo Alemán y Vicente
Espinel. Y con ellos brotó una de las más grandes cosechas literarias de todos
los tiempos. Hermano de Francisco, Juliana, Luisa y Juan (según el Archivo de
San Sebastián tuvo dos hermanas más: Catalina e Isabel), pasó parte de su
infancia con su tío Don Miguel de Carpio, inquisidor de Sevilla, pero comenzó
sus estudios en Madrid, en el Colegio Imperial, cuando cumplió diez años. Ya
era entonces bastante precoz, un niño prodigio que leía castellano y latín,
traducía de éste segundo y escribía comedias. A esa época
corresponde La pastoral de Jacinto.
Con quince años abandonó el colegio e ingresó en la Universidad de
Alcalá de Henares para cursar el bachillerato. Y un año más tarde, a la muerte
de su padre, mostró uno de los primeros síntomas de su faceta de bribón y
aventurero al huir de casa con su amigo Hernando Muñoz. Al parecer, tras
finalizar sus estudios en Alcalá, viajó a Salamanca para seguir su formación,
aunque nadie aún ha podido documentar este dato.
Tiempo después, en su afán por aprender siempre, amplió sus
conocimientos estudiando Matemáticas y Astrología con Juan Bautista Labaña,
cosmógrafo mayor de Felipe II, y Artes liberales con Juan de Córdoba. Lo cierto
es que Lope no solo fue un buen estudiante, sino que, además, no abandonó jamás
la curiosidad por el saber y hasta el día de su muerte siguió leyendo e
investigando en campos de muy diferentes materias.
Amante desterrado
Fue casi tan
precoz y tan prolífico con sus amantes como con sus estudios y sus comedias. El
primer amor que se le conoce es el de María de Aragón (‘Marfisa’), hija de un
panadero flamenco. Se enamoró de ella en 1580 y se convirtió en padre por
primera vez en 1581. La niña nacida, Manuela, no llegó, desgraciadamente, a
cumplir los cinco años.
En 1582 Lope se
alistó en la expedición del marqués de Santa Cruz a la Isla Terceira, en las
Azores. De vuelta de esta misión, conoció al segundo gran amor de su vida,
Elena Osorio (la ‘Filis’, ‘Zaida’ y ‘Dorotea’ de sus textos), que ya estaba
casada con el actor Cristóbal Calderón. Hija del empresario teatral Jerónimo
Velázquez, Lope mantuvo una apasionada relación con ella mientras escribía
comedias para el padre. Para disgusto del poeta, cuando Elena Osorio enviudó no
se lanzó a sus brazos, sino que prefirió los de un rico hombre de negocios. Y
Lope, resentido, zanjó su acuerdo con Jerónimo Velázquez y escribió algunos
libelos y versos contra ella y su familia.
A punto de
terminarse el año 1587, en medio de una representación, le hicieron preso en el
Corral de la Cruz. Encarcelado a causa de los escritos contra Elena Osorio, en
prisión siguió redactando otros nuevos, lo que le valió una sentencia de
destierro de la Corte durante cuatro años y del reino de Castilla durante dos.
Pero antes de salir de Madrid, tenaz conquistador, Lope raptó, con su
consentimiento, a Isabel de Urbina (su ‘Belisa’), con la que se casó por
poderes el 10 de mayo de 1588. Hay quienes dicen que el poeta estaba en la
misma iglesia escondido presenciando el oficio.
Joven y famoso
Aunque aún joven, tenía solo 25 años, ya era un autor muy
famoso y, probablemente, el mejor poeta dramático de España. Cervantes le
elogió en La Galatea, donde le calificó como uno de los ingenios españoles
más notables. Toda esa gloria la disfrutó Lope con Isabel de Urbina, con
quien cumplió parte de su destierro en Valencia, donde nació su hija
Antonia. Pero allí, de nuevo le tentó la aventura y marchó a Lisboa para
embarcar como voluntario en la Armada Invencible. De vuelta a Valencia siguió
creando comedias, muy solicitadas en aquella ciudad y en Madrid, y escribió
algunos romances que se difundieron por toda España. Conoció e hizo amistad con
Francisco Tárrega y con Guillén de Castro y participó muy activamente en la
vida literaria valenciana, puente de unión con la comedia italiana.
Con el fin de aquella década y el comienzo de la
siguiente, comenzaron a producirse algunos cambios en la vida del poeta. En
1589 murió su madre, que jamás apareció en sus obras. Un año más tarde, Lope se
fue a Toledo a trabajar como secretario de don Francisco de Rivera Barroso. En
1591 entró al servicio del duque de Alba. Escribió varias comedias, novelas (Arcadia) y poesía. Lo que
parecía un periodo tranquilo de su vida mutó en tormenta con las muertes de su
hija Antonia y, poco después, de su esposa Isabel de Urbina, al dar a luz a
Teodora. En 1595, levantada la pena de destierro, regresó a Madrid, donde
un año después murió la niña.
Solo, en la capital de la Corte, Lope volvió a las
andadas. Fue procesado por amancebamiento con doña Antonia Trillo de Armenta,
una viuda que regentaba una casa de juegos. Ese año conoció a la actriz Micaela
de Luján (que sería ‘Lucinda’ o ‘Camila Lucinda’ en sus textos) y conquistó un
poco más de fama con el poema El Isidro y la Dragontea, donde narraba las correrías de Francis Drake ‘el
Dragón’. En abril de 1598 se casó en la Iglesia de Santa Cruz de Madrid con
Juana de Guardo, hija de un rico abastecedor de carne y pescado. Parece que
este fue un matrimonio de conveniencia, del que Lope se beneficiaría de una
sabrosa dote de 22.382 reales con la que llegaba la novia, pero que, por lo
visto, nunca llegó. Chismes de todo tipo sobre la boda del autor de éxito
recorrieron la ciudad, donde a Quevedo, más descarado, se le atribuyeron unos
versos que decían: “Casó con carne y pescado”.
El fin de una época
Felipe II, al borde de la muerte, decretó en 1598 el
cierre de los teatros invocando razones de moralidad. Lope buscó entonces
sustento como secretario primero del marqués de Malpica y luego del de Sarriá
(protector de Cervantes). Un año más tarde, cuando por fin se levantó la
prohibición sobre los teatros, Lope compuso e hizo representar Bodas entre el Alma y el Amor Divino. En ese tiempo también publicó El Isidro y la Dragontea. Entre 1599 y 1608
vivió con la actriz Micaela de Luján en Sevilla, Granada, Toledo y Madrid,
mientras pasaba otras temporadas con su mujer Juana de Guardo. La primera
estaba casada con Diego Díaz, que había viajado a Perú, donde murió. De los
nueve hijos que la comedianta tuvo, cuatro eran de Lope: Juan, Félix,
Marcela y Lope Félix. Y de su relación con Juana de Guardo nació su hija
Jacinta.
Recién inaugurado el siglo XVII, en 1602, en Sevilla
aparecieron La hermosura de Angélica, El
caballero de Illescas y El peregrino en su patria. También terminó El
arenal de Sevilla. Por entonces,
Lope siempre que podía alardeaba de su copiosa producción y aquel año declaró
que había escrito 230 comedias, de las que citó 219 títulos. En 1604 nació en
Sevilla (de Micaela de Luján) su hijo Félix y, en Toledo, nació muerta (de
Juana de Guardo) su hija Juana. A comienzos de 1605 apareció la primera parte
de Don Quijote,
en cuyo prólogo Cervantes incluyó algunos versos contra Lope, con los que
contestaba a un ataque anterior del poeta. En ese año terminó Jerusalén conquistada y Peribáñez y el comendador de Ocaña, y celebró el nacimiento de Carlos Félix, hijo suyo y de
Juana de Guardo y uno de sus vástagos más queridos. Dos años después nació Lope
Félix, de su relación con Micaela de Luján.
Secretario y sacerdote
Una época febril y cargada de acontecimientos que dio
paso a otra cuando, en 1607, Lope, ya con 45 años, entró a trabajar al servicio
de don Luis Fernández de Córdoba (‘Lucilo’), sexto duque de Sessa, descendiente
del Gran Capitán. Secretario del noble, Lope se convirtió en auténtico amigo
suyo y, a todos los efectos, en su protegido. Lope de Vega alquiló entonces una
casa en la calle de Júcar, en Madrid, para vivir allí con Micaela de Luján,
mientras su mujer permanecía en Toledo. La
Segunda parte de las comedias y El Arte nuevo de hacer comedias se publicaron en 1609. En el segundo se
vanagloriaba de haber escrito 483 obras.
Un año más tarde, en enero ingresó en la Congregación de
Esclavos del Santísimo Sacramento y en septiembre compró la casa de la calle de
Francos (hoy calle Cervantes), donde vivió hasta su muerte. Unos días después,
ingresó en la Orden Tercera de San Francisco, con motivo de lo cual escribió
sus Cuatro soliloquios. Es de la época también Pastores de Belén, dedicado a su
hijo Carlos Félix, que murió unos meses después, en junio de 1612, dejándole
muy afectado.
La pena no pudo, sin embargo, con su agitado ritmo
creador, y en 1613 terminó La dama boba, que había creado para la actriz Jerónima de Burgos,
amiga y amante a lo largo de los años, y escribió también El perro del hortelano. Juana de Guardo
murió ese año al dar a luz a su hija Feliciana.
A medio siglo de ardientes amores, algunas aventuras
temerarias y cientos de comedias y romances le siguió una segunda parte en la
vida del poeta un poco menos inquieta, aunque no perfectamente sosegada y, eso
sí, artísticamente más notable, si cabe. En 1614 se ordenó sacerdote y el 29 de
mayo de ese año ofició su primera misa, en la Iglesia de San Hermenegildo en
Madrid. También apareció la Cuarta parte de las comedias, que dedicó al duque de Sessa, padrino en el bautizo de
su hija Feliciana.
El último
gran amor
Acosado,
seguramente, por una mujer, Lope huyó de Madrid. Siguieron unos meses de
pequeños viajes y de muchos textos, tantos que de nuevo Cervantes, a pesar de
la enemistad entre ellos, alabó el talento y lo fecundo de la pluma del poeta.
Por entonces, Lope volvió a enamorarse, esta vez de Marta de Nevares (la
‘Marcia Leonarda’ de sus novelas, la ‘Amarilis’ de sus poesías y cartas),
aunque mantuvo relaciones con la actriz Lucía Salcedo, apodada ‘la Loca’. De
vuelta de Valencia, a donde había ido a buscar a la comedianta, regresó con un
hijo, fruto probablemente de un escarceo en la época del destierro.
En 1616 inició su relación con Marta de Nevares, que
estaba casada con un comerciante. Fue el último gran amor de su vida. Y en
medio del torbellino de la pasión romántica, el poeta vivió otra clase de
exaltación, la de la indignación y la ira. Emociones que surgieron con la
aparición de la Spongia, un libelo contra él y sus amigos. Lope, contrariado y
enojado, contestó con dos agresivas sátiras. En esos días nació, de Marta de
Nevares, Antonia Clara (‘Clarilis’), lo que animó definitivamente a su madre a
meterse en pleitos con su marido para conseguir la anulación del matrimonio.
Ese fue un tiempo pletórico para Lope, que lo vivió
rodeado de éxito. Por entonces, ya habían aparecido las siguientes partes de
las comedias, hasta doce. El marido de su enamorada había muerto dejándoles,
por tanto, el campo libre. Escribió entonces El verdadero amante. Y, según sus
cuentas, había firmado ya “novecientas comedias, doce libros de diversos
sujetos, prosa y verso, y tantos papeles sueltos de varios sujetos, que no
llegaría jamás lo impreso a lo que está por imprimir; y he adquirido enemigos,
censores, asechanzas, envidias, notas, reprensiones y cuidados...”
La racha continuó y en 1620 aparecieron Lo fingido verdadero y El caballero de Olmedo. Otras grandes
obras suyas surgieron en esos años. Además de las siguientes partes de las
comedias, Lope escribió entonces La Filomena, donde incluyó dos novelas (Las fortunas de Diana y La Andrómeda); dos obras dedicadas a San Isidro por encargo del
Ayuntamiento de Madrid; El mejor alcalde, el rey, y se representó ante la reina El vencido, vencedor.
Afligido y
atormentado
Marta de Nevares, que ya vivía con Lope, quedó ciega, lo
que supuso un duro golpe para el poeta. Su hija Marcela le concedió cierta
alegría al anunciarle su ingreso, en 1623, en las Trinitarias Descalzas. En
esos días, Lope presidió la cofradía de familiares y comisarios del Santo
Oficio, y escribió su Romancero espiritual.
No tan próxima a lo religioso, apareció La Circe, que contenía
tres novelas cortas (El desdichado por la honra, La
prudente venganza y Guzmán el Bravo) y la Parte veinte de las comedias,
última que se publicó en vida de Lope. También es de entonces, de 1627,
su Corona trágica. Vida y muerte de la Serenísima
Reina de Escocia María Estuardo.
Nombrado capellán mayor de la Congregación del Caballero
de Gracia en 1628, Lope vivió enfermo la ceguera total de Marta de Nevares, que
comenzó a padecer ataques de locura. Afligido y atormentado, sufrió además el
fracaso de dos de sus comedias, lo que seguramente le empujó a anunciar al
duque de Sessa su intención de abandonar el teatro. Nada de ello pudo, sin
embargo, con su vanidad y en la Égloga a Claudio que escribió entonces declaró un número increíble
de comedias. “Mil y quinientas fábulas admira, / que la
mayor el número parece, / verdad que desmerece, / por parecer mentira, / pues
más de ciento en horas veinticuatro / pasaron de las Musas al teatro”.
Si fueron tantas o no, no se sabe hoy con certeza, lo que
sí se conoce es la rapidez con que escribía Lope, que, justo entonces, en 1631,
vio la representación de su obra La noche de San Juan, escrita tan solo en tres
días. También terminó poco después El
castigo sin venganza.
En 1632 murió en la casa de la hoy calle Cervantes Marta
de Nevares, el último gran amor en la vida de Lope de Vega. “No quedó sin llorar pájaro en nido, / pez en el agua ni en el
monte fiera, /... y es la locura de mi amor tan fuerte, / que pienso que lloró
también la muerte”.
Y es entonces, en ese año de 1632, cuando apareció la que
muchos consideran su obra maestra, La
Dorotea, donde cuenta sus amores juveniles con
Elena Osorio para establecer el vínculo con la última pasión de su vida, su
amor con ‘Amarillis’. Dos años después escribió la que es seguramente su
comedia final, Las bizarrías de Belisa
(“Senado ilustre: El poeta, / que ya las musas dejaba, / con deseo de serviros
/ volvió otra vez a llamarlas / para que no le olvidéis, / y aquí la comedia
acaba”).
Los
últimos versos del poeta
Torturado por la ausencia de Marta de Nevares, aún recibió
otras malas noticias, como la muerte de su hijo Lope Félix en Venezuela y la
huida de su querida hija Antonia Clara, quien abandonó a su padre y su casa
seducida por don Cristóbal Tenorio. Poco a poco se recuperó y siguió
escribiendo. En diciembre aparecieron sus Rimas humanas y divinas, donde está
incluida La Gatomaquia. Es el último libro impreso en vida del poeta, aunque
éste entregó a imprenta antes de morir las Partes XXI y XXII de las comedias.
El 24 de agosto de
1635 Lope se levantó muy temprano, dijo misa, cuidó de su jardín como hacía
cada día y se encerró en su estudio a trabajar. Por la tarde, salió de casa
para asistir a unas conclusiones de Medicina y Filosofía, y durante la
ceremonia sufrió un desmayo. Un médico amigo le atendió y se ocupó de que le
llevaran a su casa, donde se le practicó una sangría. Al día siguiente, en que
todavía pudo escribir un poema y un soneto, recibió la visita del médico de
cámara de Su Majestad, quien recomendó que le dieran el Santísimo Sacramento.
El domingo, 26 de agosto, hizo testamento (ver documento) nombrando
heredera a su hija Feliciana. Se despidió de sus amigos y recibió la
extremaunción. Y al día siguiente, a las cinco y cuarto de la tarde, murió.
Las honras
fúnebres celebradas en su honor, que duraron ni más ni menos que nueve días, se
convirtieron en las exequias más notables de aquellos días. Por petición de sor
Marcela, el cortejo pasó frente al Convento de las Trinitarias Descalzas, para
depositar finalmente sus restos en la Iglesia de San Sebastián, en la calle de
Atocha. Unos años después, los restos pasaron a una fosa común por falta de
pago del duque de Sessa.
Su producción literaria fue hasta tal punto sobresaliente
que, aún años después de su muerte, se siguieron publicando sus textos. El más
destacado apareció en 1637, La Vega del Parnaso, donde se recogen los dos últimos poemas que escribió el
‘Fénix de los Ingenios’, ‘Monstruo de la Naturaleza’.
Comedias
Una
máquina de hacer comedias.
La ingente obra de Lope
Juan Pérez de
Montalbán, amigo y discípulo del poeta, es el autor de la primera biografía de
éste. En Fama póstuma el autor afirma que Lope de Vega escribió 1.800 comedias
y 400 autos sacramentales. El mismísimo autor fue más comedido y calculó
alrededor de 1.500 comedias, en las que los expertos creen que él incluía los
autos sacramentales y otras obras. Una u otra cifra, es un número descomunal
que ha hecho complicadísima la catalogación y edición crítica de sus obras
completas.
Cayetano Alberto de la Barrera y Leirado realizó la primera catalogación de las
obras de Lope en su Catálogo bibliográfico y
biográfico del teatro antiguo español, desde sus
orígenes hasta mediados del siglo XVIII (Madrid, 1860). El mismo estudioso
escribió la Nueva biografía de Lope de Vega, que apareció dentro de la gran edición de la Academia de las obras de Lope de Vega. Una publicación dirigida por Marcelino Menéndez Pelayo,
responsable de la primera clasificación de la obra de Lope, prologada pero no
anotada.
El hispanista de Filadelfia Hugo Rennet y Américo Castro realizaron, en 1919,
una minuciosa investigación de la obra de Lope. En ella, redujeron el número de
comedias a 426 y concluyeron que, del repertorio dramático de Lope, se le
podrían atribuir a éste 723 títulos, de los cuales 219 se habrían perdido y 78
serían de autoría dudosa.
Otro hispanista
estadounidense, Courtney Bruerton, y el experto lopista Silvanus Grisworld
Morley publicaron en 1940 Chronology of Lope de Vega's Comedies: With a Discussion of Doubtful
Attributions, the Whole Based on a Study of His Strophic Versification (Nueva York:
The Modern Language Association of America, 1940). En este trabajo, donde se emplean criterios métricos, se
establece una cronología segura de las comedias de Lope de Vega. Los autores
hablan de 316 comedias de las que no hay ninguna duda que fueron escritas por
Lope, 73 que califican de dudosas y 87 que dicen que se suelen atribuir a Lope,
pero que no son suyas.
Lope,
autor e impresor
La obra literaria de Lope de Vega es la más extensa de
todas las del Siglo de Oro, con más de mil títulos. Solamente de sus comedias
–recopiladas por Bernardo Grassa– existen 25 tomos. El editor Angelo Tavanno
fijó en doce el número de comedias de cada parte.
En las diferentes ediciones que aparecieron de las ocho primeras Partes hubo
muchas falsificaciones, publicaciones sin consentimiento, comedias sin firmar,
obras de otros autores… Ello se debía a que, a pesar del elevado porcentaje de
analfabetismo, las comedias impresas eran un éxito. De hecho, en el Siglo de
Oro ser impresor o librero era un buen negocio.
“Viendo imprimir cada día mis comedias de
suerte que era imposible llamarlas mías, y que en los pleitos de esta defensa
siempre me condenaban los que tenían más solicitud y dicha para seguirlos, me
he resuelto a imprimirlas por mis originales; que aunque es verdad que no las
escribí con este ánimo, ni para que de los oídos del teatro se trasladaran a la
censura de los aposentos, ya lo tengo por mejor que ver la crueldad con que
despedazan mi opinión algunos intereses. Éste será el primer tomo, que comienza
por esta novena parte, y así irán prosiguiendo los demás”, escribió el propio poeta en la Parte IX. Hasta entonces,
Lope había peleado en los juzgados, pero había perdido, así que decidió luchar
por conseguir el privilegio de editar su obra, cosa que consiguió en 1617.
Publicó entonces desde la Parte IX hasta la Parte
XX. Su yerno Luis de Usátegui continuó la
labor hasta la Parte XXV.
En la edición de la Parte veinte de las comedias de
Lope de Vega Carpio (Madrid,
Viuda de Alonso Martín, por cuenta de Alonso Pérez, año 1625), Lope
escribió: “(…) V.m. señor lector se
entretenga con estas Comedias lo mejor que pueda, hasta la parte veintiuna, si
no es de aquellos retorcidos que miran el mundo en el mapa y así le juzgan
breve, que bien sé que los ingenios cándidos desearán que como tuve vida para
escribir mil y setenta Comedias la tenga para imprimirlas”.
La Parte XXI mencionada,
sin embargo, tardó bastante en aparecer, ya que, desde 1625 y hasta finales de
1634, el Consejo de Castilla suspendió la concesión de licencias para imprimir
comedias y novelas. Eso no afectó a la Corona de Aragón ni a los editores
andaluces que se lanzaron a imprimir ediciones no autorizadas de las comedias
de Lope de Vega, muchas de ellas mezcladas con títulos de otros autores. Cuando
se levantó la suspensión, Lope obtuvo el privilegio para la edición de
tres Partes,
la XXI, XXII y una
tercera. A su muerte, el poeta dejó a la imprenta para editar las Partes XXI y XXII.
Los manuscritos de las comedias de Lope se conservan en la Biblioteca Nacional
de España, en la Biblioteca Real de Madrid, en la Biblioteca de Parma, Londres,
Estados Unidos y Viena. Muchos de estos manuscritos son autógrafos.
Creador de un teatro nuevo
Las normas de la época para las comedias eran muy claras,
debían desarrollarse en rigurosas unidades de lugar, tiempo y acción. Todo ello
lo había aprendido el poeta, aunque parece que se acercó a esas reglas
solamente para romper con ellas. Creador de una comedia nueva, a él se le debe
que en el teatro hubiera espacio a la vez para lo cómico y lo trágico, y lo
noble y lo plebeyo. Fue Lope quien colocó la emoción estética, la belleza, el
divertimento y el interés del espectador en primera línea, abriendo así las
puertas a un teatro diferente, que pronto se convertiría en un fenómeno social
de carácter nacional. Y todo ello lo explicó, no sin cierta ironía, en el Arte nuevo de hacer comedias.
Lope tuvo una enorme influencia en el teatro occidental y sus obras, aunque
sólo fueron traducidas al italiano mientras vivió, tuvieron una gran
divulgación posterior, siendo objeto de innumerables estudios, sobre todo en
Estados Unidos y en Italia.
Soliloquios amorosos de un
alma a Dios-Lope de Vega
Soliloquios
amorosos de un alma a Dios es un libro poco conocido de Lope de Vega y hasta
ahora poco estudiado.
En 1612 se publican, en forma de folleto, los Cuatro Soliloquios de Lope de
Vega Carpio. Llanto y lágrimas que hizo arrodillado delante de un crucifijo
pidiendo a Dios perdón de sus pecados después de haber recibido el hábito de la
Tercera Orden de Penitencia del Seráfico Francisco. Es obra importantísima para
cualquier pecador que quisiese apartarse de sus vicios y comenzar vida nueva.
Catorce años
después, en 1626, salen de nuevo a luz estos soliloquios, aumentados hasta el
número de siete, bajo el título de Soliloquios amorosos de una alma a
Dios.
Mezcla de fervor religioso y amoroso consta de un prólogo largo, una
introducción en versos, siete “soliloquios” y acaba con una versión del Ave
María Stella en castellano, cien jaculatorias a Cristo, en prosa y una
versión castellana del Stabat Mater.
Cada “soliloquio” consta de una serie de veinte redondillas con su amplio
comentario en prosa.
Se trata de una oración fervorosa en la que el alma se dirige a Dios, con deseo
de acercamiento, para manifestarle su amor y arrepentimiento. A pesar de que
contiene elementos de la espiritualidad agustiniana, este texto se aparta de
los Soliloquios de san Agustín por la pasión que le mueve. En
los versos de Lope se usan los recursos típicos de la lírica del Siglo de Oro,
y dice mucho con poco. Como cuando alude al mito de Cupido (el amor con flecha)
contraponiéndolo a Cristo (el amor con lanza) …que a otros pintan con
flecha, y a vos os pintan con lanza.
Hay dos tipos de soliloquios, el de san Agustín, posteriormente seguido por san
Buenaventura, donde preguntas y respuestas hacen más asequible el
cuestionamiento teológico. Y por otra parte está el tipo de soliloquio como
fervoroso monólogo poético, con sus orígenes conocidos en el Liber
Soliloquiorum animae ad Deum, anónimo medieval, que data del siglo XIII,
con mucha probabilidad base de los de Lope.
Lope no se presenta como el autor sino como el traductor del latín al español
de estosSoliloquios amorosos, obra cuya composición atribuye a un
tal Graviel Padecopeo (anagrama de Lope). Esta indicación
aparece desde la misma portada de la obra, en la que está mencionado que fueron
“escritos en lengua latina por el muy P.P. Graviel Padecopeo, y en la
castellana por F. Lope Félix de Vega Carpio”.
Os dejamos el texto de los soliloquios tercero, cuarto, sexto y séptimo, que
serán los leídos.
SOLILOQUIO TERCERO
Manso Cordero ofendido,
puesto en una Cruz por mi,
que mil veces os vendí,
después que fuisteis vendido.
Dadme licencia, Señor,
para que, deshecho en llanto,
pueda en vuestro rostro santo
llorar lágrimas de amor.
¿Es posible, vida mía,
que tanto mal os causé,
que os dejé, que os olvidé,
ya que vuestro amor sabía?
Tengo por dolor más fuerte,
que el veros muerto por mi,
el saber que os ofendí,
cuando supe vuestra muerte.
Que antes que yo la supiera,
tanto dolor os causara,
alguna disculpa hallara,
pero después, no pudiera.
¡Ay de mi, que sin razón
pasé la flor de mis años,
en medio de los engaños
de aquella ciega afición!
¿Qué de locos desatinos
por mis sentidos pasaron,
mientras que no me miraron,
Sol, vuestros ojos divinos!
Lejos anduve de Vos,
hermosura celestial,
lejos, y lleno de mal,
como quien vive sin Dios.
Mas no me haber acercado
antes de ahora, sería
ver que seguro os tenía,
porque estábades clavado.
Que a fe que si yo supiera
que os podíades huir,
que yo os viniera a seguir,
primero que me perdiera.
¡Oh piedad desconocida
de mi loco desconcierto,
que adónde Vos estáis muerto,
esté segura mi vida!
¡Pero qué fuera de mi,
si me hubiérades llamado
en medio de mi pecado
al tribunal que ofendí!
Bendigo vuestra piedad,
pues me llamáis a que os quiera,
como si de mi tuviera
vuestro amor necesidad.
Vida mía, ¿Vos a mi
en qué me habéis menester,
si a Vos os debo mi ser,
cuanto soy, y cuanto fui?
¿Para qué puedo importaros,
si soy lo que Vos sabéis?
¿qué necesidad tenéis?
¿qué cielo tengo que daros?
¿Qué gloria buscáis aquí?
pues sin Vos, mi bien eterno,
todo parezco un infierno,
¡mirad cómo entráis en mi!
Pero ¿quien puede igualar
a vuestro divino amor?
como Vos amáis, Señor,
¿qué Serafín puede amar?
Yo os amo, Dios soberano,
no como Vos merecéis,
pero cuanto Vos sabéis
que cabe en sentido humano.
Hallo tanto que querer,
y estoy tan tierno por Vos,
que si pudiera ser Dios,
os diera todo mi ser.
Toda el alma de Vos llena
me saca de mi, Señor,
dejadme llorar de amor,
como otras veces de pena.
SOLILOQUIO CUARTO
De mi descuido, Señor,
dicen que tenéis cuidado,
pues si a Dios cuidado he dado,
¿cómo no le tengo amor?
Yo pensaba que os amaba,
no más de porque os quería;
quien tales obras hacía,
lejos de amaros estaba.
Deciros amores yo,
qué importa en tantos errores,
obras, Señor, son amores,
que buenas palabras, no.
¡Ay, Señor, cuando seré
tal como Vos deseáis!
si no os amo, y Vos me amáis,
¿de mi y de Vos, qué diré?
Diré de Vos, que sois Dios,
y de mi, que no soy hombre,
que aun no merece este nombre
el que no os conoce a Vos.
¡Ay ciegos errores míos!
Abridme, Señor, los ojos,
para ver vuestros enojos,
y entender mis desvaríos.
Dadme bien a conocer
lo que va de Vos a mi,
no miréis a lo que fui,
sino a lo que puedo ser.
No me escondáis vuestra cara,
Cristo, Juez Soberano,
clavada tenéis la mano,
y a las espaldas la vara.
Cuanto mi pecado admira,
templa el ser Vos el remedio,
poned vuestra Cruz en medio
de mi culpa, y vuestra ira.
Si estáis, mi vida, enojado,
y sois fuerte como Dios,
dejadme esconder de Vos
en vuestro mismo costado.
Mas si lo que Job respondo,
y ha de guardarme el Infierno,
¿cómo yo, mi bien eterno,
en vuestro pecho me escondo?
Mas dejadme entrar allí,
que si allí me halláis, mi Dios,
lastimaros fuera a Vos
el no perdonarme a mi.
Vida de toda mi vida,
no de toda, que fue loca,
pero vida desta poca
a Vos tan tarde ofrecida.
Véisme aquí, dulce Señor,
enamorado, y corrido
del tiempo que no he tenido
a vuestra hermosura amor.
Queredme, pues tanto os quiero,
no aguardéis a que mañana
me vuelva ceniza vana,
que lleve el viento ligero.
Que si entonces me buscáis,
por dicha no me hallaréis,
pues que Vos solo sabéis
el término que me dais.
Siendo tan fiera mi culpa,
parece que os hago fieros,
perdonad si es ofenderos,
daros la vida en disculpa.
Vos sabéis su brevedad,
y yo se que os ofendí,
Vos sabéis lo que hay en mi,
y yo se vuestra piedad.
No por tener confianza,
mas porque la Fe me muestra,
que en la misma sangre vuestra
se ha de poner la esperanza.
Si no templáis los enojos,
tomad, Señor entre tanto
este presente de llanto
en el plato de mis ojos.
SOLILOQUIO SEXTO
Ojos ciegos, y turbados,
si pecados son venenos,
¿como estáis claros, y buenos,
después que lloráis pecados?
Si mis pecados lloráis,
que el alma lavar desea,
y es una cosa tan fea,
¿cómo tan claros estáis?
No se qué sienta de vos,
que después que habéis llorado,
tan claros habéis quedado,
que osasteis mirar a Dios.
En la Cruz debió de ser
donde su costado aplica
el agua, que clarifica
los ojos, que le han de ver.
Y aunque por lanza sacada,
no es lance que merecistes,
pues siempre que le ofendistes,
le distes otra lanzada.
Mas ya los tengo, Señor,
en dos mares anegados,
ya lloran por mis pecados,
ya lloran por vuestro amor.
Si por miraros dejaron,
echo de ver que también
por ellos gané mi bien,
pues que llorando os hallaron.
Llorar por satisfacción
de mis culpas, justo es,
pero tiene el interés
de conquistar el perdón.
Que las lágrimas, que van
a vuestra Sangre Divina,
saben correr la cortina
de los enojos que os dan.
Y importándome, Señor,
tanto el verlos perdonados,
más que llorar mis pecados,
me sabe llorar de amor.
Pésame de no tener
gran caudal para llorar,
por mi, de puro pesar,
por Vos, de puro placer.
Prestadme, fuentes y ríos,
vuestras eternas corrientes,
aunque en estas cinco fuentes
las hallan los ojos míos.
Ya, Jesús, mi corazón
no sabe más de llorar,
que le ha convertido en mar,
el mar de vuestra Pasión.
Hay unos hombres tan raros,
que se sustentan de olor,
¡oh quien viviera, Señor,
de llorar y de miraros!
Y cuando del llanto en calma,
por falta de humor quedase,
¡quien por de dentro llorase
desde los ojos al alma!
Para llorar he pensado,
¡oh celestial hermosura!
que no hay mejor coyuntura,
que veros descoyuntado.
¡Ay Dios, si os amara yo
al paso que os ofendí!
mi amor me dice que si,
y mis pecados, que no.
Si tanta pena es perderos,
y tanta gloria es ganaros,
cuando supe imaginaros,
¿cómo no supe quereros?
¡Oh gloria de mi esperanza,
¿cómo fue tal mi rudeza,
que dejase la firmeza,
y buscase la mudanza?
Mas lloraré de tal suerte
mis pecados, Cristo mío,
que mi vida vuelta en río,
corra hasta el mar de la muerte.
SOLILOQUIO SÉPTIMO
Hoy para rondar la puerta
de vuestro santo costado,
Señor, un alma ha llegado
de amores de un muerto, muerta.
Asomad el corazón,
Cristo, a esa dulce ventana,
oiréis de mi voz humana
una divina canción.
Cuando de Egipto salí,
y el mar del mundo pasé,
dulces versos os canté,
mil alabanzas os di.
Mas ahora que en Vos veo
la Tierra de Promisión,
deciros una canción
que os enamore, deseo.
Muerto estáis, por eso os pido
el corazón descubierto:
Para perdonar, despierto;
para castigar, dormido.
Si decís que está velando,
cuando Vos estáis durmiendo,
¿quien duda, que estáis oyendo
a quien os canta llorando?
Y aunque él se duerma, Señor,
el amor vive despierto:
Que no es el amor el muerto,
Vos sois el muerto de amor.
Que si la lanza, mi Dios,
el corazón pudo herir,
no pudo el amor morir,
que es tan vida como Vos.
Corazón de mi esperanza,
la puerta tenéis estrecha,
que a otros pintan con flecha,
y a vos os pintan con lanza.
Mas porque la lanza os cuadre,
un enamorado dijo,
que a no haber puerta en el Hijo,
¿por donde se entrará al Padre?
Anduve de puerta en puerta
cuando a Vos no me atreví,
pero en ninguna pedí,
que la hallase tan abierta.
Pues como abierto os he visto,
a Dios quise entrar por Vos,
que nadie se atreve a Dios,
sin poner delante a Cristo.
Y aun ese lleno de heridas,
porque sienta el Padre Eterno,
que os cuestan, Cordero tierno,
tanta sangre nuestras vidas.
Vuestra Madre fue mi Estrella,
que, siendo Huerto cerrado,
a vuestro abierto costado
todos llegamos por ella.
Ya con ansias del amor
que ese costado me muestra,
para ser estampa vuestra,
quiero abrazaros, Señor.
La cabeza imaginé
defendieran las espinas,
y hallé mil flores divinas,
con que el desmayo pasé.
Porque ya son mis amores
tan puros, y ardientes rayos,
que me han de matar desmayos,
si no me cubrís de flores.
Cuando a mi puerta salí
a veros, Esposo mío,
coronada de rocío
toda la cabeza os vi.
Mas hoy, que a la vuestra llego,
con tanta sangre salís,
que parece que decís:
Socórreme, que me anego.
Ya voy a vuestros abrazos
puesto que descalza estoy,
bañada en lágrimas voy,
desclavad, Jesús, los brazos.
Lope,
inclasificable
El mundo está
lleno de lopistas que siguen peleándose con la colosal obra del poeta a la hora
de intentar ordenarla, clasificarla, agruparla…
Uno de los hombres que mejor ha estudiado a Lope de Vega, Alonso Zamora
Vicente, escribió: “(…) Por un orden cronológico
de su elaboración… conocemos solamente la fecha de elaboración de un centenar
de comedias… Agruparlas por detalles de estilo, acción, personajes… tampoco se
puede. Lope precisamente se caracteriza por esa eterna fusión y agolpado
torbellino, sin transición ni frontera delimitada. Tampoco podríamos hacer,
grosso modo, una división religioso profano-social o nacional. Porque por esa
misma cualidad que acabamos de señalar, Lope resuelve una situación religiosa
con un aire de escena callejera y de intriga bien logrado, y al contrario: una
escena bélica, heroica, puede interpretarse con un recogimiento devoto”.
Con tanto obstáculo por delante y teniendo en cuenta que Lope reflejó la
realidad de la España de entonces, lo más apropiado tal vez sea, de acuerdo con
la opinión de Menéndez Pelayo, hacer una aproximación a la obra por sus temas.
Menéndez Pelayo clasificó la obra de Lope en:
– Autos y coloquios
– Comedias de asuntos de la Sagrada Escritura
– Comedias de vidas de santos
– Comedias pastoriles
– Comedias mitológicas
– Comedias sobre argumentos de la Historia clásica
– Comedias de historia extranjera
– Crónicas y leyendas dramáticas de España
– Comedias novelescas
Títulos de las comedias
1.
¡Ay, verdades, que
en amor...!
2.
¡Si no vieran las
mujeres!
3.
¿De cuando acá nos
vino?
4.
Adonis y Venus
5.
Al pasar del
arroyo
6.
Amar sin saber a
quién
7.
Amar, servir y
esperar
8.
Amor con vista
9.
Amor secreto hasta
celos
10. Amor, pleito y desafío
11. Angélica en el Catay
12. Barlaán y Josafat
13. Belardo el Furioso
14. Carlos el perseguido
15. Carlos V en Francia
16. Castelvines y Monteses
17. Con su pan se lo coma
18. De cosario a cosario
19. Del mal lo menos
20. Del monte sale quien el monte quema
21. Dios hace reyes
22. Don Juan de Castro I
23. Don Juan de Castro II
24. Don Lope de Cardona
25. Dos estrellas trocadas
26. El abanillo
27. El acero de Madrid
28. El alcaide de Madrid
29. El alcalde mayor
30. El amante agradecido
31. El amigo hasta la muerte
32. El amigo por fuerza
33. El amor desatinado
34. El amor enamorado
35. El animal de Hungría
36. El anzuelo de Fenisa
37. El Arauco domado
38. El arenal de Sevilla
39. El Argel fingido
40. El asalto de Mastrique
41. El ausente en el lugar
42. El bastardo Mudarra
43. El blasón de los Chaves de Villalba
44. El bobo del colegio
45. El Brasil restituido
46. El caballero de Illescas
47. El caballero de Olmedo
48. El caballero del milagro
49. El caballero del Sacramento
50. El capellán de la Virgen
51. El cardenal de Belén
52. El casamiento en la muerte
53. El castigo del discreto
54. El castigo sin venganza
55. El cerco de Santa Fe
56. El conde Fernán González
57. El cuerdo en su casa
58. El cuerdo loco
59. El desconfiado
60. El desdén vengado
61. El despertar a quien duerme
62. El desposorio encubierto
63. El desprecio agradecido
64. El divino africano
65. El dómine Lucas
66. El duque de Viseo
67. El ejemplo de casadas
68. El enemigo engañado
69. El esclavo de Roma
70. El favor agradecido
71. El galán de la membrilla
72. El galán escarmentado
73. El gallardo catalán
74. El ganso de oro
75. El genovés liberal
76. El gran duque de Moscovia
77. El Grao de Valencia
78. El guante de doña Blanca
79. El halcón de Federico
80. El hamete de Toledo
81. El hidalgo Bencerraje
82. El hijo de los leones
83. El hijo de Reduán
84. El hijo sin padre
85. El hijo venturoso
86. El hombre de bien
87. El hombre por su palabra
88. El honrado hermano
89. El ingrato arrepentido
90. El juez en su causa
91. El laberinto de Creta
92. El labrador venturoso
93. El lacayo fingido
94. El leal criado
95. El llegar en ocasión
96. El maestro de danzar
97. El marido más firme
98. El mármol de Felisardo
99. El Marqués de las Navas
100.
El Marqués de
Mantua
101.
El más galán
portugués
102.
El mayor imposible
103.
El mayorazgo
dudoso
104.
El mayordomo de la
duquesa de Amalfi
105.
El mejor alcalde,
el rey
106.
El mejor maestro,
el tiempo
107.
El mejor mozo de
España
108.
El mesón de la
Corte
109.
El molino
110.
El nacimiento de
Ursón y Valentín
111.
El negro del mejor
amo
112.
El niño inocente
de La Guardia
113.
El Nuevo Mundo
descubierto por Cristóbal Colón
114.
El padrino
desposado
115.
El perro del
hortelano
116.
El piadoso
aragonés
117.
El piadoso
valenciano
118.
El poder en el
discreto
119.
El poder vencido
120.
El postrer godo de
España
121.
El premio de la
hermosura
122.
El premio del bien
hablar
123.
El primer Fajardo
124.
El primer rey de
Castilla
125.
El príncipe
despeñado
126.
El príncipe
inocente
127.
El príncipe
melancólico
128.
El príncipe
perfecto I
129.
El príncipe
perfecto II
130.
El remedio en la
desdicha
131.
El rey sin reino
132.
El rufián Castrucho
133.
El ruiseñor de
Sevilla
134.
El rústico del
cielo
135.
El santo negro
Rosambuco
136.
El secretario de
sí mismo
137.
El sembrar en
buena tierra
138.
El Serafín humano
139.
El servir a señor
discreto
140.
El servir con mala
estrella
141.
El sol parado
142.
El soldado amante
143.
El testigo contra
sí
144.
El testimonio
vengado
145.
El tirano
castigado
146.
El triunfo de la
humildad y soberbia vencida
147.
El valeroso
catalán (Pedro Carbonero)
148.
El valiente
Céspedes
149.
El valor de las
mujeres
150.
El vaquero de
Moraña
151.
El vellocino de
oro
152.
El verdadero
amante
153.
El villano en su
rincón
154.
Ello dirá
155.
Fuenteovejuna
156.
Jorge Toledano
157.
Juan de Dios
158.
La Arcadia
159.
La batalla del
honor
160.
La bella Aurora
161.
La bella
malmaridada
162.
La boba para los
otros y discreta para sí
163.
La boda entre dos
maridos
164.
La buena guarda
165.
La burgalesa de
Lerma
166.
La campana de
Aragón
167.
La carbonera
168.
La condesa Matilde
169.
La contienda de
García
170.
La corona de
Hungría
171.
La corona merecida
172.
La cortesía de
España
173.
La dama boba
174.
La desdichada
Estefanía
175.
La discordia en
los casados
176.
La discreta
enamorada
177.
La discreta
venganza
178.
La divina
vencedora
179.
La doncella Teodor
180.
La envidia de la
nobleza
181.
La escolástica
celosa
182.
La fábula de
Perseo
183.
La fe rompida
184.
La Felisarda
185.
La firmeza en la
desdicha
186.
La fortuna
merecida
187.
La francesilla
188.
La fuerza
lastimosa
189.
La gallarda
toledana
190.
La hermosa Alfreda
191.
La hermosa Ester
192.
La hermosura
aborrecida
193.
La historia de
Tobías
194.
La humildad y la
soberbia
195.
La imperial de
Otón
196.
La infanta
desesperada
197.
La ingratitud
vengada
198.
La inocente Laura
199.
La inocente sangre
200.
La juventud de San
Isidro
201.
La limpieza no
manchada
202.
La locura por la
honra
203.
La madre de la
mejor
204.
La mal casada
205.
La mayor victoria
206.
La mayor virtud de
un rey
207.
La mocedad de
Roldán
208.
La montañesa / La
amistad pagada
209.
La moza de cántaro
210.
La niña de plata
211.
La niñez de San
Isidro
212.
La niñez del padre
Rojas
213.
La noche de San
Juan
214.
La noche toledana
215.
La nueva victoria
de don Gonzalo de Córdoba
216.
La nueva victoria
del Marqués de Santa Cruz
217.
La obediencia
laureada
218.
La ocasión perdida
219.
La octava
maravilla
220.
La pastoral de
Jacinto
221.
La piedad
ejecutada
222.
La pobreza
estimada
223.
La portuguesa
224.
La primera
información
225.
La prisión sin
culpa
226.
La prueba de los
amigos
227.
La prueba de los
ingenios
228.
La quinta de
Florencia
229.
La reina Juana de
Nápoles
230.
La resistencia
honrada
231.
La Santa Liga
232.
La serrana de la
Vera
233.
La serrana de
Tormes
234.
La sortija del
olvido
235.
La suerte de los
reyes
236.
La tragedia del
rey Don Sebastián de Portugal
237.
La traición bien
acertada
238.
La varona
castellana
239.
La vengadora de
las mujeres
240.
La venganza
venturosa
241.
La ventura sin
buscalla
242.
La victoria de la
honra
243.
La vida de San
Pedro Nolasco
244.
La vida y muerte
del rey Bamba
245.
La villana de
Getafe
246.
La viuda
valenciana
247.
Las almenas de
Toro
248.
Las Batuecas del
duque de Alba
249.
Las bizarrías de
Belisa
250.
Las burlas de amor
251.
Las famosas
asturianas
252.
Las ferias de
Madrid
253.
Las flores de Don
Juan
254.
Las grandezas de
Alejandro
255.
Las Justas de
Tebas
256.
Las mudanzas de
Fortuna
257.
Las mujeres sin
hombres
258.
Las paces de los
reyes
259.
Las pobrezas de
Reinaldos
260.
Laura perseguida
261.
Lo cierto por lo
dudoso
262.
Lo fingido
verdadero
263.
Lo que ha de ser
264.
Lo que hay que
fiar del mundo
265.
Lo que pasa en una
tarde
266.
Los amantes sin
amor
267.
Los amores de
Albanio e Ismenia
268.
Los bandos de Sena
269.
Los Benavides / El
primero Benavides
270.
Los celos de
Rodamonte
271.
Los comendadores
de Córdoba
272.
Los donaires de
Matico
273.
Los embustes de
Celauro
274.
Los embustes de
Fabia
275.
Los enemigos en
casa
276.
Los esclavos
libres
277.
Los españoles en
Flandes
278.
Los guanches de
Tenerife
279.
Los hechos de
Garcilaso de la Vega
280.
Los hidalgos de la
aldea
281.
Los locos de
Valencia
282.
Los locos por el
cielo
283.
Los melindres de
Belisa
284.
Los muertos vivos
285.
Los palacios de
Galiana
286.
Los pleitos de
Inglaterra
287.
Los Ponces de
Barcelona
288.
Los Porceles de
Murcia
289.
Los prados de León
290.
Los ramilletes de
Madrid
291.
Los Ramírez de
Arellano
292.
Los Tellos de
Meneses I
293.
Los torneos de
Aragón
294.
Los trabajos de
Jacob
295.
Los tres diamantes
296.
Lucinda perseguida
297.
Más pueden celos
que amor
298.
Mirad a quién
alabáis
299.
Nadie se conoce
300.
No son todos
ruiseñores
301.
Obras son amores
302.
Pedro Carbonero,
el cordobés valeroso
303.
Peribáñez
304.
Pobreza no es
vileza
305.
Por la puente,
Juana
306.
Porfiando vence
amor
307.
Quien ama, no haga
fieros
308.
Quien más no puede
309.
Quien todo lo
quiere
310.
Roma abrasada
311.
San Diego de
Alcalá
312.
San Isidro
Labrador de Madrid
313.
San Nicolás de
Tolentino
314.
San Segundo de
Ávila
315.
Santiago el Verde
316.
Sin secreto no hay
amor
317.
Virtud, pobreza y
mujer
318.
Viuda, casada y
doncella
Y desde enero de 2014 hay que añadir Mujeres y Criados (1613-1614),
de la que se halló una copia manuscrita en la Biblioteca Nacional de España.
Los catálogos literarios daban por perdida esta pieza. El hallazgo se debe al
investigador Alejandro García Reidy, profesor de la Universidad de Syracuse, y
miembro del equipo Prolope de la Universidad Autónoma de Barcelona.
http://www.xn--espaaescultura-tnb.es/es/museos/madrid/casa-museo_lope_de_vega.html
https://casamuseolopedevega.org/es/lope-y-su-obra/biografia
https://casamuseolopedevega.org/es/lope-y-su-obra/obras/comedias
https://gloria.tv/post/AWxMuBWUTKYG4QZEWbrwgaxSi
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