domingo, 27 de febrero de 2022


“Lope de Vega”. Retrato anónimo. Casa Museo Lope de Vega, Madrid. Dirección General de Archivos, Museos y Bibliotecas. Vicepresidencia, Consejería de Cultura y Deporte. Comunidad de Madrid.


Estudio en la Casa Museo Lope de Vega, Madrid. Dirección General de Archivos, Museos y Bibliotecas. Vicepresidencia, Consejería de Cultura y Deporte y Portavocía del Gobierno. Comunidad de Madrid.

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Lope de Vega es uno de los escritores más importantes de la historia de la literatura española. De vida polémica, muchas veces alejado de las normas y la moralidad del momento, fue un amante padre y un devoto sacerdote, inquisidor y poeta. Aplaudido y admirado ya en su época –en que se le llamaba popularmente ‘Fénix de los Ingenios’–, escribió más de mil obras, vivió 73 años y protagonizó una memorable pelea con Miguel de Cervantes, responsable, sin embargo, de uno de los sobrenombres por los que el mundo entero le conoce hoy, ‘Monstruo de la Naturaleza’.

Hijo de Francisca Fernández Flórez y de Félix de Vega Carpio, una pareja de montañeses cántabros, Lope Félix de Vega Carpio nació en Madrid el 25 de noviembre (algunos creen que fue el 2 de diciembre) de 1562. Vino al mundo poco después de que lo hicieran Cervantes, Góngora, Mateo Alemán y Vicente Espinel. Y con ellos brotó una de las más grandes cosechas literarias de todos los tiempos. Hermano de Francisco, Juliana, Luisa y Juan (según el Archivo de San Sebastián tuvo dos hermanas más: Catalina e Isabel), pasó parte de su infancia con su tío Don Miguel de Carpio, inquisidor de Sevilla, pero comenzó sus estudios en Madrid, en el Colegio Imperial, cuando cumplió diez años. Ya era entonces bastante precoz, un niño prodigio que leía castellano y latín, traducía de éste segundo y escribía comedias. A  esa época corresponde La pastoral de Jacinto.

Con quince años abandonó el colegio e ingresó en la Universidad de Alcalá de Henares para cursar el bachillerato. Y un año más tarde, a la muerte de su padre, mostró uno de los primeros síntomas de su faceta de bribón y aventurero al huir de casa con su amigo Hernando Muñoz. Al parecer, tras finalizar sus estudios en Alcalá, viajó a Salamanca para seguir su formación, aunque nadie aún ha podido documentar este dato.

Tiempo después, en su afán por aprender siempre, amplió sus conocimientos estudiando Matemáticas y Astrología con Juan Bautista Labaña, cosmógrafo mayor de Felipe II, y Artes liberales con Juan de Córdoba. Lo cierto es que Lope no solo fue un buen estudiante, sino que, además, no abandonó jamás la curiosidad por el saber y hasta el día de su muerte siguió leyendo e investigando en campos de muy diferentes materias.





Amante desterrado


Fue casi tan precoz y tan prolífico con sus amantes como con sus estudios y sus comedias. El primer amor que se le conoce es el de María de Aragón (‘Marfisa’), hija de un panadero flamenco. Se enamoró de ella en 1580 y se convirtió en padre por primera vez en 1581. La niña nacida, Manuela, no llegó, desgraciadamente, a cumplir los cinco años.

En 1582 Lope se alistó en la expedición del marqués de Santa Cruz a la Isla Terceira, en las Azores. De vuelta de esta misión, conoció al segundo gran amor de su vida, Elena Osorio (la ‘Filis’, ‘Zaida’ y ‘Dorotea’ de sus textos), que ya estaba casada con el actor Cristóbal Calderón. Hija del empresario teatral Jerónimo Velázquez, Lope mantuvo una apasionada relación con ella mientras escribía comedias para el padre. Para disgusto del poeta, cuando Elena Osorio enviudó no se lanzó a sus brazos, sino que prefirió los de un rico hombre de negocios. Y Lope, resentido, zanjó su acuerdo con Jerónimo Velázquez y escribió algunos libelos y versos contra ella y su familia.

A punto de terminarse el año 1587, en medio de una representación, le hicieron preso en el Corral de la Cruz. Encarcelado a causa de los escritos contra Elena Osorio, en prisión siguió redactando otros nuevos, lo que le valió una sentencia de destierro de la Corte durante cuatro años y del reino de Castilla durante dos. Pero antes de salir de Madrid, tenaz conquistador, Lope raptó, con su consentimiento, a Isabel de Urbina (su ‘Belisa’), con la que se casó por poderes el 10 de mayo de 1588. Hay quienes dicen que el poeta estaba en la misma iglesia escondido presenciando el oficio.

 

Joven y famoso

Aunque aún joven, tenía solo 25 años, ya era un autor muy famoso y, probablemente, el mejor poeta dramático de España. Cervantes le elogió en La Galatea, donde le calificó como uno de los ingenios españoles más notables. Toda esa gloria la disfrutó Lope con Isabel de Urbina, con quien  cumplió parte de su destierro en Valencia, donde nació su hija Antonia. Pero allí, de nuevo le tentó la aventura y marchó a Lisboa para embarcar como voluntario en la Armada Invencible. De vuelta a Valencia siguió creando comedias, muy solicitadas en aquella ciudad y en Madrid, y escribió algunos romances que se difundieron por toda España. Conoció e hizo amistad con Francisco Tárrega y con Guillén de Castro y participó muy activamente en la vida literaria valenciana, puente de unión con la comedia italiana.

Con el fin de aquella década y el comienzo de la siguiente, comenzaron a producirse algunos cambios en la vida del poeta. En 1589 murió su madre, que jamás apareció en sus obras. Un año más tarde, Lope se fue a Toledo a trabajar como secretario de don Francisco de Rivera Barroso. En 1591 entró al servicio del duque de Alba. Escribió varias comedias, novelas (Arcadia) y poesía. Lo que parecía un periodo tranquilo de su vida mutó en tormenta con las muertes de su hija Antonia y, poco después, de su esposa Isabel de Urbina, al dar a luz a Teodora.  En 1595, levantada la pena de destierro, regresó a Madrid, donde un año después murió la niña.

Solo, en la capital de la Corte, Lope volvió a las andadas. Fue procesado por amancebamiento con doña Antonia Trillo de Armenta, una viuda que regentaba una casa de juegos. Ese año conoció a la actriz Micaela de Luján (que sería ‘Lucinda’ o ‘Camila Lucinda’ en sus textos) y conquistó un poco más de fama con el poema El Isidro y la Dragontea, donde narraba las correrías de Francis Drake ‘el Dragón’. En abril de 1598 se casó en la Iglesia de Santa Cruz de Madrid con Juana de Guardo, hija de un rico abastecedor de carne y pescado. Parece que este fue un matrimonio de conveniencia, del que Lope se beneficiaría de una sabrosa dote de 22.382 reales con la que llegaba la novia, pero que, por lo visto, nunca llegó. Chismes de todo tipo sobre la boda del autor de éxito recorrieron la ciudad, donde a Quevedo, más descarado, se le atribuyeron unos versos que decían: “Casó con carne y pescado”.

 

El fin de una época

Felipe II, al borde de la muerte, decretó en 1598 el cierre de los teatros invocando razones de moralidad. Lope  buscó entonces sustento como secretario primero del marqués de Malpica y luego del de Sarriá (protector de Cervantes). Un año más tarde, cuando por fin se levantó la prohibición sobre los teatros, Lope compuso e hizo representar Bodas entre el Alma y el Amor Divino. En ese tiempo también publicó El Isidro y la Dragontea. Entre 1599 y 1608 vivió con la actriz Micaela de Luján en Sevilla, Granada, Toledo y Madrid, mientras pasaba otras temporadas con su mujer Juana de Guardo. La primera estaba casada con Diego Díaz, que había viajado a Perú, donde murió. De los nueve hijos que la comedianta tuvo, cuatro eran de Lope: Juan,  Félix, Marcela y Lope Félix. Y de su relación con Juana de Guardo nació su hija Jacinta.

Recién inaugurado el siglo XVII, en 1602, en Sevilla aparecieron La hermosura de Angélica, El caballero de Illescas y El peregrino en su patria. También terminó El arenal de Sevilla. Por entonces, Lope siempre que podía alardeaba de su copiosa producción y aquel año declaró que había escrito 230 comedias, de las que citó 219 títulos. En 1604 nació en Sevilla (de Micaela de Luján) su hijo Félix y, en Toledo, nació muerta (de Juana de Guardo) su hija Juana. A comienzos de 1605 apareció la primera parte de Don Quijote, en cuyo prólogo Cervantes incluyó algunos versos contra Lope, con los que contestaba a un ataque anterior del poeta. En ese año terminó Jerusalén conquistada y Peribáñez y el comendador de Ocaña, y celebró el nacimiento de Carlos Félix, hijo suyo y de Juana de Guardo y uno de sus vástagos más queridos. Dos años después nació Lope Félix, de su relación con Micaela de Luján.

 

Secretario y sacerdote


Una época febril y cargada de acontecimientos que dio paso a otra cuando, en 1607, Lope, ya con 45 años, entró a trabajar al servicio de don Luis Fernández de Córdoba (‘Lucilo’), sexto duque de Sessa, descendiente del Gran Capitán. Secretario del noble, Lope se convirtió en auténtico amigo suyo y, a todos los efectos, en su protegido. Lope de Vega alquiló entonces una casa en la calle de Júcar, en Madrid, para vivir allí con Micaela de Luján, mientras su mujer permanecía en Toledo. La Segunda parte de las comedias y El Arte nuevo de hacer comedias se publicaron en 1609. En el segundo se vanagloriaba de haber escrito 483 obras.

Un año más tarde, en enero ingresó en la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento y en septiembre compró la casa de la calle de Francos (hoy calle Cervantes), donde vivió hasta su muerte. Unos días después, ingresó en la Orden Tercera de San Francisco, con motivo de lo cual escribió sus Cuatro soliloquios. Es de la época también Pastores de Belén, dedicado a su hijo Carlos Félix, que murió unos meses después, en junio de 1612, dejándole muy afectado.

La pena no pudo, sin embargo, con su agitado ritmo creador, y en 1613 terminó La dama boba, que había creado para la actriz Jerónima de Burgos, amiga y amante a lo largo de los años, y escribió también El perro del hortelano. Juana de Guardo murió ese año al dar a luz a su hija Feliciana.


A medio siglo de ardientes amores, algunas aventuras temerarias y cientos de comedias y romances le siguió una segunda parte en la vida del poeta un poco menos inquieta, aunque no perfectamente sosegada y, eso sí, artísticamente más notable, si cabe. En 1614 se ordenó sacerdote y el 29 de mayo de ese año ofició su primera misa, en la Iglesia de San Hermenegildo en Madrid. También apareció la Cuarta parte de las comedias, que dedicó al duque de Sessa, padrino en el bautizo de su hija Feliciana.

 

El último gran amor

Acosado, seguramente, por una mujer, Lope huyó de Madrid. Siguieron unos meses de pequeños viajes y de muchos textos, tantos que de nuevo Cervantes, a pesar de la enemistad entre ellos, alabó el talento y lo fecundo de la pluma del poeta. Por entonces, Lope volvió a enamorarse, esta vez de Marta de Nevares (la ‘Marcia Leonarda’ de sus novelas, la ‘Amarilis’ de sus poesías y cartas), aunque mantuvo relaciones con la actriz Lucía Salcedo, apodada ‘la Loca’. De vuelta de Valencia, a donde había ido a buscar a la comedianta, regresó con un hijo, fruto probablemente de un escarceo en la época del destierro.

En 1616 inició su relación con Marta de Nevares, que estaba casada con un comerciante. Fue el último gran amor de su vida. Y en medio del torbellino de la pasión romántica, el poeta vivió otra clase de exaltación, la de la indignación y la ira. Emociones que surgieron con la aparición de la Spongia, un libelo contra él y sus amigos. Lope, contrariado y enojado, contestó con dos agresivas sátiras. En esos días nació, de Marta de Nevares, Antonia Clara (‘Clarilis’), lo que animó definitivamente a su madre a meterse en pleitos con su marido para conseguir la anulación del matrimonio.

Ese fue un tiempo pletórico para Lope, que lo vivió rodeado de éxito. Por entonces, ya habían aparecido las siguientes partes de las comedias, hasta doce. El marido de su enamorada había muerto dejándoles, por tanto, el campo libre. Escribió entonces El verdadero amante. Y, según sus cuentas, había firmado ya “novecientas comedias, doce libros de diversos sujetos, prosa y verso, y tantos papeles sueltos de varios sujetos, que no llegaría jamás lo impreso a lo que está por imprimir; y he adquirido enemigos, censores, asechanzas, envidias, notas, reprensiones y cuidados...”

La racha continuó y en 1620 aparecieron Lo fingido verdadero y El caballero de Olmedo. Otras grandes obras suyas surgieron en esos años. Además de las siguientes partes de las comedias, Lope escribió entonces La Filomena, donde incluyó dos novelas (Las fortunas de Diana y La Andrómeda);  dos obras dedicadas a San Isidro por encargo del Ayuntamiento de Madrid; El mejor alcalde, el rey,  y se representó ante la reina El vencido, vencedor.

 

Afligido y atormentado

Marta de Nevares, que ya vivía con Lope, quedó ciega, lo que supuso un duro golpe para el poeta. Su hija Marcela le concedió cierta alegría al anunciarle su ingreso, en 1623, en las Trinitarias Descalzas. En esos días, Lope presidió la cofradía de familiares y comisarios del Santo Oficio, y escribió su Romancero espiritual.

No tan próxima a lo religioso, apareció La Circe, que contenía tres novelas cortas (El desdichado por la honra, La prudente venganza y Guzmán el Bravo) y la Parte veinte de las comedias, última que se publicó en vida de Lope. También es de entonces, de 1627, su Corona trágica. Vida y muerte de la Serenísima Reina de Escocia María Estuardo.

Nombrado capellán mayor de la Congregación del Caballero de Gracia en 1628, Lope vivió enfermo la ceguera total de Marta de Nevares, que comenzó a padecer ataques de locura. Afligido y atormentado, sufrió además el fracaso de dos de sus comedias, lo que seguramente le empujó a anunciar al duque de Sessa su intención de abandonar el teatro. Nada de ello pudo, sin embargo, con su vanidad y en la Égloga a Claudio que escribió entonces declaró un número increíble de comedias. “Mil y quinientas fábulas admira, / que la mayor el número parece, / verdad que desmerece, / por parecer mentira, / pues más de ciento en horas veinticuatro / pasaron de las Musas al teatro”.

Si fueron tantas o no, no se sabe hoy con certeza, lo que sí se conoce es la rapidez con que escribía Lope, que, justo entonces, en 1631, vio la representación de su obra La noche de San Juan, escrita tan solo en tres días. También terminó poco después El castigo sin venganza.

En 1632 murió en la casa de la hoy calle Cervantes Marta de Nevares, el último gran amor en la vida de Lope de Vega. “No quedó sin llorar pájaro en nido, / pez en el agua ni en el monte fiera, /... y es la locura de mi amor tan fuerte, / que pienso que lloró también la muerte”.

Y es entonces, en ese año de 1632, cuando apareció la que muchos consideran su obra maestra, La Dorotea, donde cuenta sus amores juveniles con Elena Osorio para establecer el vínculo con la última pasión de su vida, su amor con ‘Amarillis’. Dos años después escribió la que es seguramente su comedia final, Las bizarrías de Belisa (“Senado ilustre: El poeta, / que ya las musas dejaba, / con deseo de serviros / volvió otra vez a llamarlas / para que no le olvidéis, / y aquí la comedia acaba”).

 

Los últimos versos del poeta


Torturado por la ausencia de Marta de Nevares, aún recibió otras malas noticias, como la muerte de su hijo Lope Félix en Venezuela y la huida de su querida hija Antonia Clara, quien abandonó a su padre y su casa seducida por don Cristóbal Tenorio. Poco a poco se recuperó y siguió escribiendo. En diciembre aparecieron sus Rimas humanas y divinas, donde está incluida La Gatomaquia. Es el último libro impreso en vida del poeta, aunque éste entregó a imprenta antes de morir las Partes XXI y XXII de las comedias.

El 24 de agosto de 1635 Lope se levantó muy temprano, dijo misa, cuidó de su jardín como hacía cada día y se encerró en su estudio a trabajar. Por la tarde, salió de casa para asistir a unas conclusiones de Medicina y Filosofía, y durante la ceremonia sufrió un desmayo. Un médico amigo le atendió y se ocupó de que le llevaran a su casa, donde se le practicó una sangría. Al día siguiente, en que todavía pudo escribir un poema y un soneto, recibió la visita del médico de cámara de Su Majestad, quien recomendó que le dieran el Santísimo Sacramento.

El domingo, 26 de agosto, hizo testamento (ver documento) nombrando heredera a su hija Feliciana. Se despidió de sus amigos y recibió la extremaunción. Y al día siguiente, a las cinco y cuarto de la tarde, murió.

Las honras fúnebres celebradas en su honor, que duraron ni más ni menos que nueve días, se convirtieron en las exequias más notables de aquellos días. Por petición de sor Marcela, el cortejo pasó frente al Convento de las Trinitarias Descalzas, para depositar finalmente sus restos en la Iglesia de San Sebastián, en la calle de Atocha. Unos años después, los restos pasaron a una fosa común por falta de pago del duque de Sessa.

Su producción literaria fue hasta tal punto sobresaliente que, aún años después de su muerte, se siguieron publicando sus textos. El más destacado apareció en 1637, La Vega del Parnaso, donde se recogen los dos últimos poemas que escribió el ‘Fénix de los Ingenios’, ‘Monstruo de la Naturaleza’.

 

 

Comedias


Una máquina de hacer comedias.
La ingente obra de Lope

Juan Pérez de Montalbán, amigo y discípulo del poeta, es el autor de la primera biografía de éste. En Fama póstuma el autor afirma que Lope de Vega escribió 1.800 comedias y 400 autos sacramentales. El mismísimo autor fue más comedido y calculó alrededor de 1.500 comedias, en las que los expertos creen que él incluía los autos sacramentales y otras obras. Una u otra cifra, es un número descomunal que ha hecho complicadísima la catalogación y edición crítica de sus obras completas.


Cayetano Alberto de la Barrera y Leirado realizó la primera catalogación de las obras de Lope en su 
Catálogo bibliográfico y biográfico del teatro antiguo español, desde sus orígenes hasta mediados del siglo XVIII (Madrid, 1860). El mismo estudioso escribió la Nueva biografía de Lope de Vega, que apareció dentro de la gran edición de la Academia de las obras de Lope de Vega. Una publicación dirigida por Marcelino Menéndez Pelayo, responsable de la primera clasificación de la obra de Lope, prologada pero no anotada.


El hispanista de Filadelfia Hugo Rennet y Américo Castro realizaron, en 1919, una minuciosa investigación de la obra de Lope. En ella, redujeron el número de comedias a 426 y concluyeron que, del repertorio dramático de Lope, se le podrían atribuir a éste 723 títulos, de los cuales 219 se habrían perdido y 78 serían de autoría dudosa.


Otro hispanista estadounidense, Courtney Bruerton, y el experto lopista Silvanus Grisworld Morley publicaron en 1940 Chronology of Lope de Vega's ComediesWith a Discussion of Doubtful Attributions, the Whole Based on a Study of His Strophic Versification (Nueva York: The Modern Language Association of America, 1940). En este trabajo, donde se emplean criterios métricos, se establece una cronología segura de las comedias de Lope de Vega. Los autores hablan de 316 comedias de las que no hay ninguna duda que fueron escritas por Lope, 73 que califican de dudosas y 87 que dicen que se suelen atribuir a Lope, pero que no son suyas.

Lope, autor e impresor

La obra literaria de Lope de Vega es la más extensa de todas las del Siglo de Oro, con más de mil títulos. Solamente de sus comedias –recopiladas por Bernardo Grassa– existen 25 tomos. El editor Angelo Tavanno fijó en doce el número de comedias de cada parte.

En las diferentes ediciones que aparecieron de las ocho primeras Partes hubo muchas falsificaciones, publicaciones sin consentimiento, comedias sin firmar, obras de otros autores… Ello se debía a que, a pesar del elevado porcentaje de analfabetismo, las comedias impresas eran un éxito. De hecho, en el Siglo de Oro ser impresor o librero era un buen negocio.

Viendo imprimir cada día mis comedias de suerte que era imposible llamarlas mías, y que en los pleitos de esta defensa siempre me condenaban los que tenían más solicitud y dicha para seguirlos, me he resuelto a imprimirlas por mis originales; que aunque es verdad que no las escribí con este ánimo, ni para que de los oídos del teatro se trasladaran a la censura de los aposentos, ya lo tengo por mejor que ver la crueldad con que despedazan mi opinión algunos intereses. Éste será el primer tomo, que comienza por esta novena parte, y así irán prosiguiendo los demás”, escribió el propio poeta en la Parte IX. Hasta entonces, Lope había peleado en los juzgados, pero había perdido, así que decidió luchar por conseguir el privilegio de editar su obra, cosa que consiguió en 1617. Publicó entonces desde la Parte IX hasta la Parte XX. Su yerno Luis de Usátegui continuó la labor hasta la Parte XXV.

En la edición de la 
Parte veinte de las comedias de Lope de Vega Carpio (Madrid, Viuda de Alonso Martín, por cuenta de Alonso Pérez, año 1625), Lope escribió: “(…) V.m. señor lector se entretenga con estas Comedias lo mejor que pueda, hasta la parte veintiuna, si no es de aquellos retorcidos que miran el mundo en el mapa y así le juzgan breve, que bien sé que los ingenios cándidos desearán que como tuve vida para escribir mil y setenta Comedias la tenga para imprimirlas”.


La 
Parte XXI mencionada, sin embargo, tardó bastante en aparecer, ya que, desde 1625 y hasta finales de 1634, el Consejo de Castilla suspendió la concesión de licencias para imprimir comedias y novelas. Eso no afectó a la Corona de Aragón ni a los editores andaluces que se lanzaron a imprimir ediciones no autorizadas de las comedias de Lope de Vega, muchas de ellas mezcladas con títulos de otros autores. Cuando se levantó la suspensión, Lope obtuvo el privilegio para la edición de tres Partes, la XXIXXII y una tercera. A su muerte, el poeta dejó a la imprenta para editar las Partes XXI y XXII.


Los manuscritos de las comedias de Lope se conservan en la Biblioteca Nacional de España, en la Biblioteca Real de Madrid, en la Biblioteca de Parma, Londres, Estados Unidos y Viena. Muchos de estos manuscritos son autógrafos.


Creador de un teatro nuevo

Las normas de la época para las comedias eran muy claras, debían desarrollarse en rigurosas unidades de lugar, tiempo y acción. Todo ello lo había aprendido el poeta, aunque parece que se acercó a esas reglas solamente para romper con ellas. Creador de una comedia nueva, a él se le debe que en el teatro hubiera espacio a la vez para lo cómico y lo trágico, y lo noble y lo plebeyo. Fue Lope quien colocó la emoción estética, la belleza, el divertimento y el interés del espectador en primera línea, abriendo así las puertas a un teatro diferente, que pronto se convertiría en un fenómeno social de carácter nacional. Y todo ello lo explicó, no sin cierta ironía, en el Arte nuevo de hacer comedias.


Lope tuvo una enorme influencia en el teatro occidental y sus obras, aunque sólo fueron traducidas al italiano mientras vivió, tuvieron una gran divulgación posterior, siendo objeto de innumerables estudios, sobre todo en Estados Unidos y en Italia.

 

Soliloquios amorosos de un alma a Dios-Lope de Vega

 

Soliloquios amorosos de un alma a Dios es un libro poco conocido de Lope de Vega y hasta ahora poco estudiado.


En 1612 se publican, en forma de folleto, los Cuatro Soliloquios de Lope de Vega Carpio. Llanto y lágrimas que hizo arrodillado delante de un crucifijo pidiendo a Dios perdón de sus pecados después de haber recibido el hábito de la Tercera Orden de Penitencia del Seráfico Francisco. Es obra importantísima para cualquier pecador que quisiese apartarse de sus vicios y comenzar vida nueva.

Catorce años después, en 1626, salen de nuevo a luz estos soliloquios, aumentados hasta el número de siete, bajo el título de Soliloquios amorosos de una alma a Dios.


Mezcla de fervor religioso y amoroso consta de un prólogo largo, una introducción en versos, siete “soliloquios” y acaba con una versión del Ave María Stella en castellano, cien jaculatorias a Cristo, en prosa y una versión castellana del Stabat Mater.


Cada “soliloquio” consta de una serie de veinte redondillas con su amplio comentario en prosa.
Se trata de una oración fervorosa en la que el alma se dirige a Dios, con deseo de acercamiento, para manifestarle su amor y arrepentimiento. A pesar de que contiene elementos de la espiritualidad agustiniana, este texto se aparta de los Soliloquios de san Agustín por la pasión que le mueve. En los versos de Lope se usan los recursos típicos de la lírica del Siglo de Oro, y dice mucho con poco. Como cuando alude al mito de Cupido (el amor con flecha) contraponiéndolo a Cristo (el amor con lanza) …que a otros pintan con flecha, y a vos os pintan con lanza.


Hay dos tipos de soliloquios, el de san Agustín, posteriormente seguido por san Buenaventura, donde preguntas y respuestas hacen más asequible el cuestionamiento teológico. Y por otra parte está el tipo de soliloquio como fervoroso monólogo poético, con sus orígenes conocidos en el Liber Soliloquiorum animae ad Deum, anónimo medieval, que data del siglo XIII, con mucha probabilidad base de los de Lope.


Lope no se presenta como el autor sino como el traductor del latín al español de estosSoliloquios amorosos, obra cuya composición atribuye a un tal Graviel Padecopeo (anagrama de Lope). Esta indicación aparece desde la misma portada de la obra, en la que está mencionado que fueron “escritos en lengua latina por el muy P.P. Graviel Padecopeo, y en la castellana por F. Lope Félix de Vega Carpio”.


Os dejamos el texto de los soliloquios tercero, cuarto, sexto y séptimo, que serán los leídos.

SOLILOQUIO TERCERO



Manso Cordero ofendido,

puesto en una Cruz por mi,

que mil veces os vendí,

después que fuisteis vendido.

Dadme licencia, Señor,

para que, deshecho en llanto,

pueda en vuestro rostro santo

llorar lágrimas de amor.

¿Es posible, vida mía,

que tanto mal os causé,

que os dejé, que os olvidé,

ya que vuestro amor sabía?

Tengo por dolor más fuerte,

que el veros muerto por mi,

el saber que os ofendí,

cuando supe vuestra muerte.

Que antes que yo la supiera,

tanto dolor os causara,

alguna disculpa hallara,

pero después, no pudiera.

¡Ay de mi, que sin razón

pasé la flor de mis años,

en medio de los engaños

de aquella ciega afición!

¿Qué de locos desatinos

por mis sentidos pasaron,

mientras que no me miraron,

Sol, vuestros ojos divinos!

Lejos anduve de Vos,

hermosura celestial,

lejos, y lleno de mal,

como quien vive sin Dios.

Mas no me haber acercado

antes de ahora, sería

ver que seguro os tenía,

porque estábades clavado.

Que a fe que si yo supiera

que os podíades huir,

que yo os viniera a seguir,

primero que me perdiera.

¡Oh piedad desconocida

de mi loco desconcierto,

que adónde Vos estáis muerto,

esté segura mi vida!

¡Pero qué fuera de mi,

si me hubiérades llamado

en medio de mi pecado

al tribunal que ofendí!

Bendigo vuestra piedad,

pues me llamáis a que os quiera,

como si de mi tuviera

vuestro amor necesidad.

Vida mía, ¿Vos a mi

en qué me habéis menester,

si a Vos os debo mi ser,

cuanto soy, y cuanto fui?

¿Para qué puedo importaros,

si soy lo que Vos sabéis?

¿qué necesidad tenéis?

¿qué cielo tengo que daros?

¿Qué gloria buscáis aquí?

pues sin Vos, mi bien eterno,

todo parezco un infierno,

¡mirad cómo entráis en mi!

Pero ¿quien puede igualar

a vuestro divino amor?

como Vos amáis, Señor,

¿qué Serafín puede amar?

Yo os amo, Dios soberano,

no como Vos merecéis,

pero cuanto Vos sabéis

que cabe en sentido humano.

Hallo tanto que querer,

y estoy tan tierno por Vos,

que si pudiera ser Dios,

os diera todo mi ser.

Toda el alma de Vos llena

me saca de mi, Señor,

dejadme llorar de amor,

como otras veces de pena.

SOLILOQUIO CUARTO

De mi descuido, Señor,

dicen que tenéis cuidado,

pues si a Dios cuidado he dado,

¿cómo no le tengo amor?

Yo pensaba que os amaba,

no más de porque os quería;

quien tales obras hacía,

lejos de amaros estaba.

Deciros amores yo,

qué importa en tantos errores,

obras, Señor, son amores,

que buenas palabras, no.

¡Ay, Señor, cuando seré

tal como Vos deseáis!

si no os amo, y Vos me amáis,

¿de mi y de Vos, qué diré?

Diré de Vos, que sois Dios,

y de mi, que no soy hombre,

que aun no merece este nombre

el que no os conoce a Vos.

¡Ay ciegos errores míos!

Abridme, Señor, los ojos,

para ver vuestros enojos,

y entender mis desvaríos.

Dadme bien a conocer

lo que va de Vos a mi,

no miréis a lo que fui,

sino a lo que puedo ser.

No me escondáis vuestra cara,

Cristo, Juez Soberano,

clavada tenéis la mano,

y a las espaldas la vara.

Cuanto mi pecado admira,

templa el ser Vos el remedio,

poned vuestra Cruz en medio

de mi culpa, y vuestra ira.

Si estáis, mi vida, enojado,

y sois fuerte como Dios,

dejadme esconder de Vos

en vuestro mismo costado.

Mas si lo que Job respondo,

y ha de guardarme el Infierno,

¿cómo yo, mi bien eterno,

en vuestro pecho me escondo?

Mas dejadme entrar allí,

que si allí me halláis, mi Dios,

lastimaros fuera a Vos

el no perdonarme a mi.

Vida de toda mi vida,

no de toda, que fue loca,

pero vida desta poca

a Vos tan tarde ofrecida.

Véisme aquí, dulce Señor,

enamorado, y corrido

del tiempo que no he tenido

a vuestra hermosura amor.

Queredme, pues tanto os quiero,

no aguardéis a que mañana

me vuelva ceniza vana,

que lleve el viento ligero.

Que si entonces me buscáis,

por dicha no me hallaréis,

pues que Vos solo sabéis

el término que me dais.

Siendo tan fiera mi culpa,

parece que os hago fieros,

perdonad si es ofenderos,

daros la vida en disculpa.

Vos sabéis su brevedad,

y yo se que os ofendí,

Vos sabéis lo que hay en mi,

y yo se vuestra piedad.

No por tener confianza,

mas porque la Fe me muestra,

que en la misma sangre vuestra

se ha de poner la esperanza.

Si no templáis los enojos,

tomad, Señor entre tanto

este presente de llanto

en el plato de mis ojos.

SOLILOQUIO SEXTO

Ojos ciegos, y turbados,

si pecados son venenos,

¿como estáis claros, y buenos,

después que lloráis pecados?

Si mis pecados lloráis,

que el alma lavar desea,

y es una cosa tan fea,

¿cómo tan claros estáis?

No se qué sienta de vos,

que después que habéis llorado,

tan claros habéis quedado,

que osasteis mirar a Dios.

En la Cruz debió de ser

donde su costado aplica

el agua, que clarifica

los ojos, que le han de ver.

Y aunque por lanza sacada,

no es lance que merecistes,

pues siempre que le ofendistes,

le distes otra lanzada.

Mas ya los tengo, Señor,

en dos mares anegados,

ya lloran por mis pecados,

ya lloran por vuestro amor.

Si por miraros dejaron,

echo de ver que también

por ellos gané mi bien,

pues que llorando os hallaron.

Llorar por satisfacción

de mis culpas, justo es,

pero tiene el interés

de conquistar el perdón.

Que las lágrimas, que van

a vuestra Sangre Divina,

saben correr la cortina

de los enojos que os dan.

Y importándome, Señor,

tanto el verlos perdonados,

más que llorar mis pecados,

me sabe llorar de amor.

Pésame de no tener

gran caudal para llorar,

por mi, de puro pesar,

por Vos, de puro placer.

Prestadme, fuentes y ríos,

vuestras eternas corrientes,

aunque en estas cinco fuentes

las hallan los ojos míos.

Ya, Jesús, mi corazón

no sabe más de llorar,

que le ha convertido en mar,

el mar de vuestra Pasión.

Hay unos hombres tan raros,

que se sustentan de olor,

¡oh quien viviera, Señor,

de llorar y de miraros!

Y cuando del llanto en calma,

por falta de humor quedase,

¡quien por de dentro llorase

desde los ojos al alma!

Para llorar he pensado,

¡oh celestial hermosura!

que no hay mejor coyuntura,

que veros descoyuntado.

¡Ay Dios, si os amara yo

al paso que os ofendí!

mi amor me dice que si,

y mis pecados, que no.

Si tanta pena es perderos,

y tanta gloria es ganaros,

cuando supe imaginaros,

¿cómo no supe quereros?

¡Oh gloria de mi esperanza,

¿cómo fue tal mi rudeza,

que dejase la firmeza,

y buscase la mudanza?

Mas lloraré de tal suerte

mis pecados, Cristo mío,

que mi vida vuelta en río,

corra hasta el mar de la muerte.

SOLILOQUIO SÉPTIMO

Hoy para rondar la puerta

de vuestro santo costado,

Señor, un alma ha llegado

de amores de un muerto, muerta.

Asomad el corazón,

Cristo, a esa dulce ventana,

oiréis de mi voz humana

una divina canción.

Cuando de Egipto salí,

y el mar del mundo pasé,

dulces versos os canté,

mil alabanzas os di.

Mas ahora que en Vos veo

la Tierra de Promisión,

deciros una canción

que os enamore, deseo.

Muerto estáis, por eso os pido

el corazón descubierto:

Para perdonar, despierto;

para castigar, dormido.

Si decís que está velando,

cuando Vos estáis durmiendo,

¿quien duda, que estáis oyendo

a quien os canta llorando?

Y aunque él se duerma, Señor,

el amor vive despierto:

Que no es el amor el muerto,

Vos sois el muerto de amor.

Que si la lanza, mi Dios,

el corazón pudo herir,

no pudo el amor morir,

que es tan vida como Vos.

Corazón de mi esperanza,

la puerta tenéis estrecha,

que a otros pintan con flecha,

y a vos os pintan con lanza.

Mas porque la lanza os cuadre,

un enamorado dijo,

que a no haber puerta en el Hijo,

¿por donde se entrará al Padre?

Anduve de puerta en puerta

cuando a Vos no me atreví,

pero en ninguna pedí,

que la hallase tan abierta.

Pues como abierto os he visto,

a Dios quise entrar por Vos,

que nadie se atreve a Dios,

sin poner delante a Cristo.

Y aun ese lleno de heridas,

porque sienta el Padre Eterno,

que os cuestan, Cordero tierno,

tanta sangre nuestras vidas.

Vuestra Madre fue mi Estrella,

que, siendo Huerto cerrado,

a vuestro abierto costado

todos llegamos por ella.

Ya con ansias del amor

que ese costado me muestra,

para ser estampa vuestra,

quiero abrazaros, Señor.

La cabeza imaginé

defendieran las espinas,

y hallé mil flores divinas,

con que el desmayo pasé.

Porque ya son mis amores

tan puros, y ardientes rayos,

que me han de matar desmayos,

si no me cubrís de flores.

Cuando a mi puerta salí

a veros, Esposo mío,

coronada de rocío

toda la cabeza os vi.

Mas hoy, que a la vuestra llego,

con tanta sangre salís,

que parece que decís:

Socórreme, que me anego.

Ya voy a vuestros abrazos

puesto que descalza estoy,

bañada en lágrimas voy,

desclavad, Jesús, los brazos.

 

 

Lope, inclasificable

El mundo está lleno de lopistas que siguen peleándose con la colosal obra del poeta a la hora de intentar ordenarla, clasificarla, agruparla…


Uno de los hombres que mejor ha estudiado a Lope de Vega, Alonso Zamora Vicente, escribió: 
“(…) Por un orden cronológico de su elaboración… conocemos solamente la fecha de elaboración de un centenar de comedias… Agruparlas por detalles de estilo, acción, personajes… tampoco se puede. Lope precisamente se caracteriza por esa eterna fusión y agolpado torbellino, sin transición ni frontera delimitada. Tampoco podríamos hacer, grosso modo, una división religioso profano-social o nacional. Porque por esa misma cualidad que acabamos de señalar, Lope resuelve una situación religiosa con un aire de escena callejera y de intriga bien logrado, y al contrario: una escena bélica, heroica, puede interpretarse con un recogimiento devoto”.

Con tanto obstáculo por delante y teniendo en cuenta que Lope reflejó la realidad de la España de entonces, lo más apropiado tal vez sea, de acuerdo con la opinión de Menéndez Pelayo, hacer una aproximación a la obra por sus temas.

Menéndez Pelayo clasificó la obra de Lope en:
– Autos y coloquios
– Comedias de asuntos de la Sagrada Escritura
– Comedias de vidas de santos
– Comedias pastoriles
– Comedias mitológicas
– Comedias sobre argumentos de la Historia clásica
– Comedias de historia extranjera
– Crónicas y leyendas dramáticas de España
– Comedias novelescas

Títulos de las comedias

1.    ¡Ay, verdades, que en amor...!

2.    ¡Si no vieran las mujeres!

3.    ¿De cuando acá nos vino?

4.    Adonis y Venus

5.    Al pasar del arroyo

6.    Amar sin saber a quién

7.    Amar, servir y esperar

8.    Amor con vista

9.    Amor secreto hasta celos

10.  Amor, pleito y desafío

11.  Angélica en el Catay

12.  Barlaán y Josafat

13.  Belardo el Furioso

14.  Carlos el perseguido

15.  Carlos V en Francia

16.  Castelvines y Monteses

17.  Con su pan se lo coma

18.  De cosario a cosario

19.  Del mal lo menos

20.  Del monte sale quien el monte quema

21.  Dios hace reyes

22.  Don Juan de Castro I

23.  Don Juan de Castro II

24.  Don Lope de Cardona

25.  Dos estrellas trocadas

26.  El abanillo

27.  El acero de Madrid

28.  El alcaide de Madrid

29.  El alcalde mayor

30.  El amante agradecido

31.  El amigo hasta la muerte

32.  El amigo por fuerza

33.  El amor desatinado

34.  El amor enamorado

35.  El animal de Hungría

36.  El anzuelo de Fenisa

37.  El Arauco domado

38.  El arenal de Sevilla

39.  El Argel fingido

40.  El asalto de Mastrique

41.  El ausente en el lugar

42.  El bastardo Mudarra

43.  El blasón de los Chaves de Villalba

44.  El bobo del colegio

45.  El Brasil restituido

46.  El caballero de Illescas

47.  El caballero de Olmedo

48.  El caballero del milagro

49.  El caballero del Sacramento

50.  El capellán de la Virgen

51.  El cardenal de Belén

52.  El casamiento en la muerte

53.  El castigo del discreto

54.  El castigo sin venganza

55.  El cerco de Santa Fe

56.  El conde Fernán González

57.  El cuerdo en su casa

58.  El cuerdo loco

59.  El desconfiado

60.  El desdén vengado

61.  El despertar a quien duerme

62.  El desposorio encubierto

63.  El desprecio agradecido

64.  El divino africano

65.  El dómine Lucas

66.  El duque de Viseo

67.  El ejemplo de casadas

68.  El enemigo engañado

69.  El esclavo de Roma

70.  El favor agradecido

71.  El galán de la membrilla

72.  El galán escarmentado

73.  El gallardo catalán

74.  El ganso de oro

75.  El genovés liberal

76.  El gran duque de Moscovia

77.  El Grao de Valencia

78.  El guante de doña Blanca

79.  El halcón de Federico

80.  El hamete de Toledo

81.  El hidalgo Bencerraje

82.  El hijo de los leones

83.  El hijo de Reduán

84.  El hijo sin padre

85.  El hijo venturoso

86.  El hombre de bien

87.  El hombre por su palabra

88.  El honrado hermano

89.  El ingrato arrepentido

90.  El juez en su causa

91.  El laberinto de Creta

92.  El labrador venturoso

93.  El lacayo fingido

94.  El leal criado

95.  El llegar en ocasión

96.  El maestro de danzar

97.  El marido más firme

98.  El mármol de Felisardo

99.  El Marqués de las Navas

100.     El Marqués de Mantua

101.     El más galán portugués

102.     El mayor imposible

103.     El mayorazgo dudoso

104.     El mayordomo de la duquesa de Amalfi

105.     El mejor alcalde, el rey

106.     El mejor maestro, el tiempo

107.     El mejor mozo de España

108.     El mesón de la Corte

109.     El molino

110.     El nacimiento de Ursón y Valentín

111.     El negro del mejor amo

112.     El niño inocente de La Guardia

113.     El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón

114.     El padrino desposado

115.     El perro del hortelano

116.     El piadoso aragonés

117.     El piadoso valenciano

118.     El poder en el discreto

119.     El poder vencido

120.     El postrer godo de España

121.     El premio de la hermosura

122.     El premio del bien hablar

123.     El primer Fajardo

124.     El primer rey de Castilla

125.     El príncipe despeñado

126.     El príncipe inocente

127.     El príncipe melancólico

128.     El príncipe perfecto I

129.     El príncipe perfecto II

130.     El remedio en la desdicha

131.     El rey sin reino

132.     El rufián Castrucho

133.     El ruiseñor de Sevilla

134.     El rústico del cielo

135.     El santo negro Rosambuco

136.     El secretario de sí mismo

137.     El sembrar en buena tierra

138.     El Serafín humano

139.     El servir a señor discreto

140.     El servir con mala estrella

141.     El sol parado

142.     El soldado amante

143.     El testigo contra sí

144.     El testimonio vengado

145.     El tirano castigado

146.     El triunfo de la humildad y soberbia vencida

147.     El valeroso catalán (Pedro Carbonero)

148.     El valiente Céspedes

149.     El valor de las mujeres

150.     El vaquero de Moraña

151.     El vellocino de oro

152.     El verdadero amante

153.     El villano en su rincón

154.     Ello dirá

155.     Fuenteovejuna

156.     Jorge Toledano

157.     Juan de Dios

158.     La Arcadia

159.     La batalla del honor

160.     La bella Aurora

161.     La bella malmaridada

162.     La boba para los otros y discreta para sí

163.     La boda entre dos maridos

164.     La buena guarda

165.     La burgalesa de Lerma

166.     La campana de Aragón

167.     La carbonera

168.     La condesa Matilde

169.     La contienda de García

170.     La corona de Hungría

171.     La corona merecida

172.     La cortesía de España

173.     La dama boba

174.     La desdichada Estefanía

175.     La discordia en los casados

176.     La discreta enamorada

177.     La discreta venganza

178.     La divina vencedora

179.     La doncella Teodor

180.     La envidia de la nobleza

181.     La escolástica celosa

182.     La fábula de Perseo

183.     La fe rompida

184.     La Felisarda

185.     La firmeza en la desdicha

186.     La fortuna merecida

187.     La francesilla

188.     La fuerza lastimosa

189.     La gallarda toledana

190.     La hermosa Alfreda

191.     La hermosa Ester

192.     La hermosura aborrecida

193.     La historia de Tobías

194.     La humildad y la soberbia

195.     La imperial de Otón

196.     La infanta desesperada

197.     La ingratitud vengada

198.     La inocente Laura

199.     La inocente sangre

200.     La juventud de San Isidro

201.     La limpieza no manchada

202.     La locura por la honra

203.     La madre de la mejor

204.     La mal casada

205.     La mayor victoria

206.     La mayor virtud de un rey

207.     La mocedad de Roldán

208.     La montañesa / La amistad pagada

209.     La moza de cántaro

210.     La niña de plata

211.     La niñez de San Isidro

212.     La niñez del padre Rojas

213.     La noche de San Juan

214.     La noche toledana

215.     La nueva victoria de don Gonzalo de Córdoba

216.     La nueva victoria del Marqués de Santa Cruz

217.     La obediencia laureada

218.     La ocasión perdida

219.     La octava maravilla

220.     La pastoral de Jacinto

221.     La piedad ejecutada

222.     La pobreza estimada

223.     La portuguesa

224.     La primera información

225.     La prisión sin culpa

226.     La prueba de los amigos

227.     La prueba de los ingenios

228.     La quinta de Florencia

229.     La reina Juana de Nápoles

230.     La resistencia honrada

231.     La Santa Liga

232.     La serrana de la Vera

233.     La serrana de Tormes

234.     La sortija del olvido

235.     La suerte de los reyes

236.     La tragedia del rey Don Sebastián de Portugal

237.     La traición bien acertada

238.     La varona castellana

239.     La vengadora de las mujeres

240.     La venganza venturosa

241.     La ventura sin buscalla

242.     La victoria de la honra

243.     La vida de San Pedro Nolasco

244.     La vida y muerte del rey Bamba

245.     La villana de Getafe

246.     La viuda valenciana

247.     Las almenas de Toro

248.     Las Batuecas del duque de Alba

249.     Las bizarrías de Belisa

250.     Las burlas de amor

251.     Las famosas asturianas

252.     Las ferias de Madrid

253.     Las flores de Don Juan

254.     Las grandezas de Alejandro

255.     Las Justas de Tebas

256.     Las mudanzas de Fortuna

257.     Las mujeres sin hombres

258.     Las paces de los reyes

259.     Las pobrezas de Reinaldos

260.     Laura perseguida

261.     Lo cierto por lo dudoso

262.     Lo fingido verdadero

263.     Lo que ha de ser

264.     Lo que hay que fiar del mundo

265.     Lo que pasa en una tarde

266.     Los amantes sin amor

267.     Los amores de Albanio e Ismenia

268.     Los bandos de Sena

269.     Los Benavides / El primero Benavides

270.     Los celos de Rodamonte

271.     Los comendadores de Córdoba

272.     Los donaires de Matico

273.     Los embustes de Celauro

274.     Los embustes de Fabia

275.     Los enemigos en casa

276.     Los esclavos libres

277.     Los españoles en Flandes

278.     Los guanches de Tenerife

279.     Los hechos de Garcilaso de la Vega

280.     Los hidalgos de la aldea

281.     Los locos de Valencia

282.     Los locos por el cielo

283.     Los melindres de Belisa

284.     Los muertos vivos

285.     Los palacios de Galiana

286.     Los pleitos de Inglaterra

287.     Los Ponces de Barcelona

288.     Los Porceles de Murcia

289.     Los prados de León

290.     Los ramilletes de Madrid

291.     Los Ramírez de Arellano

292.     Los Tellos de Meneses I

293.     Los torneos de Aragón

294.     Los trabajos de Jacob

295.     Los tres diamantes

296.     Lucinda perseguida

297.     Más pueden celos que amor

298.     Mirad a quién alabáis

299.     Nadie se conoce

300.     No son todos ruiseñores

301.     Obras son amores

302.     Pedro Carbonero, el cordobés valeroso

303.     Peribáñez

304.     Pobreza no es vileza

305.     Por la puente, Juana

306.     Porfiando vence amor

307.     Quien ama, no haga fieros

308.     Quien más no puede

309.     Quien todo lo quiere

310.     Roma abrasada

311.     San Diego de Alcalá

312.     San Isidro Labrador de Madrid

313.     San Nicolás de Tolentino

314.     San Segundo de Ávila

315.     Santiago el Verde

316.     Sin secreto no hay amor

317.     Virtud, pobreza y mujer

318.     Viuda, casada y doncella

Y desde enero de 2014 hay que añadir Mujeres y Criados (1613-1614), de la que se halló una copia manuscrita en la Biblioteca Nacional de España. Los catálogos literarios daban por perdida esta pieza. El hallazgo se debe al investigador Alejandro García Reidy, profesor de la Universidad de Syracuse, y miembro del equipo Prolope de la Universidad Autónoma de Barcelona.

 

http://www.xn--espaaescultura-tnb.es/es/museos/madrid/casa-museo_lope_de_vega.html

https://casamuseolopedevega.org/es/lope-y-su-obra/biografia

https://casamuseolopedevega.org/es/lope-y-su-obra/obras/comedias

https://gloria.tv/post/AWxMuBWUTKYG4QZEWbrwgaxSi













 

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