viernes, 11 de marzo de 2022

 

Historia de los Derechos Humanos


https://www.timetoast.com/timelines/los-derechos-humanos-y-su-evolucion-3cd058fc-f8f6-43a7-93b8-c7fd8e86c5d0


Justificación 


El conocimiento de la historia es instructivo y provechoso cuando va más allá de la simple curiosidad o entretenimiento y nos sirve de referencia para transformar el presente. No es una tarea fácil, pero sí apasionante y al mismo tiempo necesaria: aprovechar las experiencias, las contradicciones, los aciertos y los errores de las generaciones que nos han precedido para corregir los aspectos del momento actual más injustos e insolidarios.

"En las sociedades humanas se aprende poca historia y se aprende poco de la historia."
Ferran Requejo, La Vanguardia, 26-7-2010

Al abordar el estudio del pasado o del presente nos podemos encontrar con distintas dificultades. Para empezar, el grado de fiabilidad de la información disponible. Es obvio que esta fiabilidad está condicionada por la tendencia, propia tanto de los individuos como de los colectivos, a reelaborar el propio pasado remoto o inmediato (en general sin ni tan siquiera ser conscientes de ello), expurgando o difuminando los episodios más incómodos y criticables y embelleciendo y sobredimensionando aquellos presuntamente más nobles y dignos de admiración.

No obstante, esta misma dificultad también se puede tomar como un desafío y llevarlo hacia el ámbito que nos interesa, el vinculado con el objetivo didáctico y transformador que se persigue. Fijémonos por ejemplo en el siguiente texto:

"La Historia de España es el relato de los hechos más importantes realizados por los españoles. Todo buen español ama a su patria y quiere conocer lo que hicieron sus antepasados y por qué lo hicieron. Lo bueno para admirarlo e imitarlo, y lo malo para evitarlo."

El texto corresponde a una historia de España para escolares de 1958 (1). El problema es que luego resulta que "los hechos más importantes" son listas de reyes y de batallas, junto a la apología de la expansión del cristianismo y de la lucha contra "los infieles y los herejes". Y "lo malo para evitarlo" se olvidaron de incluirlo, por ejemplo la participación española, durante más de tres siglos, en el comercio de esclavos africanos destinados a las colonias americanas (España fue uno de los últimos países en abolir la esclavitud de sus colonias, no lo hizo hasta finales del siglo XIX).

La primera conclusión es que los manuales de historia del nacionalcatolicismo español eran bastante tendenciosos. Igual que en general todos los manuales de historia de los distintos países, también los de regímenes democráticos (al fin y al cabo es sólo una cuestión de grado). Pero a partir de esta constatación se puede plantear la siguiente reflexión: si en todas las crónicas se orillan determinados hechos y colectivos, ¿quiénes son las personas apeadas de las crónicas de la actualidad? ¿Quiénes son hoy las personas marginadas, "invisibilizadas", cuyos derechos fundamentales no son respetados? ¿Cuál es nuestra actitud con relación a ellas? ¿Cuál es nuestra responsabilidad con relación a las circunstancias desfavorables que les tocan vivir? ¿Cómo nos juzgarán las generaciones futuras, cuando se interroguen sobre nuestras vidas y nuestras responsabilidades con respecto a las vulneraciones de los derechos humanos que se cometen en la actualidad?

Si estas páginas dedicadas a la historia de los derechos humanos, a pesar de sus limitaciones, sirven (aportando ideas, generando reflexiones, estimulando la acción transformadora), para sumar un grano de arena a la tarea de construir un mundo en el que los derechos humanos sean más respetados, el esfuerzo de su elaboración habrá valido la pena.
 
(1) Historia de España. Tercero y cuarto cursos. Compañía de Santa Teresa de Jesús. Barcelona, 1958

https://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/inf-justificacion.html


No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti


En todas las culturas y religiones de las que nos han llegado muestras escritas se pueden encontrar exhortaciones como las siguientes:

"Todo lo que una persona no desea que le hagan, debe abstenerse de hacerlo a los demás."
Mahabharata, XII (primer milenio aC)
"No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti."
Confucio (551-479 aC). Diálogos
"Esfuérzate en tratar a los demás como querrías ser tratado, y verás que es el camino más corto a la benevolencia".
Mencio (370-289 aC)
"Lo que a ti mismo te contraria, no lo hagas a tu prójimo."
Talmud. Sabbat, 31
"Cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos."
Mateo. Evangelios, 7,12
"Ninguno de vosotros es creyente mientras no prefiera para su hermano lo que prefiere para sí mismo."
Mahoma. Dichos del Profeta (S VII)

La necesidad de comportarse fraternalmente con aquellos que nos rodean es una característica común de todas las grandes tradiciones. Ya sea en Asia (China, India), Oriente Medio (Mesopotamia, Egipto), las culturas precolombinas o aquellas en las que se basa la cultura europea (Grecia y Roma). El budismo, el hinduismo, el cristianismo, el islam... todas las religiones inciden en ello. Esta conminación a tener en cuenta las necesidades del otro es la piedra angular a partir de la cual se irán construyendo sistemas sociales cada vez más complejos, dentro de los cuales los derechos de los individuos de forma progresiva adquirirán mayor protagonismo.

Otro de los pilares fundamentales de esta construcción de los derechos de las personas es la igualdad:

"He hecho a cada hombre igual a su prójimo. No he ordenado que los hombres cometan injusticia."
Inscripción egipcia, XI dinastía (finales del 3r. milenio aC)
"No hay diferencia alguna entre clases de personas. Todo el mundo es de origen divino."
Mahabharata (primer milenio aC)

El respeto y la solidaridad:

"También el extranjero tiene derecho al aceite de tu jarra."
Amenemopet (ca 1300-1100 aC), Antiguo Egipto
"No explotarás al jornalero humilde y pobre, ya sea uno de tus hermanos o un forastero que resida dentro de tus puertas."
La Biblia. Deuteronomio, 24

La justicia:

"Haz reinar la maat (justicia-verdad) mientras permanezcas en la tierra. Consuela al que llora, no despojes a la viuda, no prives a ningún hombre de los bienes de su padre."
Enseñanzas para Merikare, Antiguo Egipto, X dinastía (finales del 3r. milenio aC)
"Nunca modifiquéis una ley para satisfacer los caprichos de un príncipe; la ley está por encima del príncipe."
Kuan-tseu (S VII aC), China

Si nos acercamos a las culturas de tradición oral, veremos que comparten también la misma preocupación. En este caso, si a falta de testimonios escritos nos basamos en sus refraneros, veremos que afirmaciones como las siguientes, o parecidas, también son comunes en la mayoría de los casos.

"Todos los hombres son del linaje de Dios, ninguno es del linaje de la Tierra."
Proverbio akán (Ghana)
"Imana (el Ser Supremo) crea los hombres y no los diferencia."
Proverbio de Burundi
"Hombre o mujer, rico o pobre, no son esencialmente diferentes; todos son seres humanos nacidos de mujer y destinados a morir."
Proverbio mongo (Congo)
"Levanta al que ha caído, no olvides al que ha muerto."
Proverbio ambárico (Etiopia)

Es cierto también que este reconocimiento de la dignidad humana irá acompañado a lo largo de los siglos de concepciones y prácticas aborrecibles, como la existencia de la esclavitud, la misoginia generalizada, la desprotección de la infancia o la intolerancia religiosa. Hasta tal punto que no representaría el menor esfuerzo hacer otra recopilación de citas, correspondientes a las mismas culturas, que justifiquen en este caso las mismas discriminaciones o agresiones que se pretenden evitar con las exhortaciones anteriores. Textos representativos de ideologías que, en ocasiones, al ser llevadas a la práctica, han dado lugar a hechos que hacen dudar de cualquier progreso moral de la humanidad (como las atrocidades cometidas por el nazismo o las dictaduras socialistas durante el siglo XX).

La historia de la humanidad es la historia de una tensión, entre defensores de privilegios y de conductas ultrajantes o violentas por un lado (amparándose en las costumbres, en designios divinos u otros razonamientos), y por otro el anhelo de vida, libertad y bienestar de los seres humanos marginados u oprimidos. La construcción de la humanidad como una gran familia en la que todos sus miembros gozan, al menos en teoría, de los mismos derechos fundamentales ha sido el resultado de un trabajo de siglos, al que han contribuido hombres y mujeres de distintas culturas y religiones. El reconocimiento de la dignidad de las personas, ya sea basándose en teorías iusnaturalistas o positivistas (es decir, "descubriendo" unas propiedades preexistentes en el ser humano, o "creándolas",  consensuando la dignidad individual como la base imprescindible para un marco de convivencia deseable), es la aventura más brillante de la humanidad.

Como resumen de lo dicho en este apartado, finalizaremos con dos citas, una de Siun Tseu (293-238 aC), pensador chino de la escuela confucionista:

"Si los individuos no se ayudan entre sí, viven en la pobreza; si la sociedad no reconoce los derechos del individuo, se producen conflictos. La pobreza crea la angustia y los conflictos engendran la desgracia. Para mitigar la angustia y eliminar los conflictos, lo mejor es instituir una sociedad que reconozca claramente los derechos del individuo."

Y otra de Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, correspondiente a la conferencia celebrada en la Universidad de Teherán (10-12-1997), con motivo del cincuentenario de la Declaración Universal de Derechos Humanos:

"Los derechos humanos, bien entendidos e interpretados de manera justa, no son extraños a ninguna cultura; son inherentes a todas las naciones. (...) Los principios consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos tienen profundas raíces en la historia de la humanidad. Pueden encontrarse en las enseñanzas de todas las grandes tradiciones culturales y religiosas del mundo."
Discurso completo: www.un.org/spanish/hr/50/dpi1937g.htm (2007)

https://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/inf-intro.html


Genética, evolución y derechos


La conciencia de uno mismo es el gran invento evolutivo que caracteriza al ser humano (1). Esta capacidad le permite a su vez la conciencia de la existencia del otro y, en último término, la empatía. La propia conciencia reivindica el respeto ajeno hacia las propias necesidades, mientras que la empatía permite formular la necesidad de respetar al prójimo.

Con estas herramientas se inicia la construcción de la vida social humana. Al principio, "la humanidad" se limita al propio clan. De hecho, muchos pueblos y culturas se han denominado a sí mismos "los humanos", en oposición a los otros pueblos o culturas.

El reto al que se enfrentarán los seres humanos a medida que las sociedades se hagan más complejas y establezcan contactos entre ellas será la necesaria ampliación de los miembros incluidos "dentro de la humanidad", viéndose obligados a revisar su atávica concepción restrictiva y a eliminar, de forma progresiva, las discriminaciones en función del origen geográfico, el color de la piel, las creencias, la condición social u otros motivos.

"Lo que los revolucionarios franceses de 1789 denominaron 'fraternidad' es lo que ahora se suele llamar 'solidaridad'. La solidaridad es un sentimiento que consiste en experimentar como propios el dolor y la humillación que sienten otras personas. Es una forma de simpatía, de reconocimiento.


"Pero no parece existir una simpatía natural entre todos los seres humanos. Aunque todavía no conozcamos con precisión cuáles son los factores que nos hacen excluir al diferente, el fundamento explicativo del sentimiento de solidaridad es la existencia de un círculo de personas que nos consideramos 'nosotros'.
"Por eso, el deber de comportarnos fraternalmente de manera universal tiene que entenderse como la obligación de ir ampliando ese círculo de 'nosotros' incluyendo progresivamente en él a los que antes eran 'los otros'."


José Antonio Estévez. La Declaración Universal de los Derechos Humanos. Asociación para las Naciones Unidas en España. Icaria, Barcelona, 1998 (p. 108)

La progresiva socialización es la que permite la adquisición de nuevas capacidades cognitivas, emocionales y materiales. "La ley del más capaz" (en oposición a "La ley del más fuerte") se perfila en la actualidad como una explicación razonable para entender el éxito evolutivo de la humanidad. Una capacidad que dependería directamente del grado de colaboración mutua alcanzada entre los distintos miembros de las comunidades humanas: a mayor colaboración, mayores habilidades y recursos disponibles, y por lo tanto mayor capacidad de reflexión y actuación ante los distintos desafíos de la vida. Sin esta dimensión colaborativa, seguramente la especie humana habría perecido, a causa de la hostilidad del medio que la rodeaba.

Por lo tanto, se podría deducir que, a pesar de ser los derechos humanos, según las teorías positivistas, un invento de la humanidad, es una brillante invención que responde a características fundamentales del ser humano: un ser humano genéticamente equipado para tener conciencia de sí mismo y del prójimo, y obligado biológicamente a la convivencia y a la ayuda mutua como mejor medio de supervivencia y progreso.

"Los instintos sociales -el primer principio de la constitución moral del hombre- condujeron naturalmente, con la ayuda de facultades intelectuales activas y de los efectos del hábito, a la Regla de Oro: 'no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti."


Charles Darwin. El origen del hombre. Espasa Calpe. Madrid, 1987

"Ahora sabemos que a pesar de un proceso evolutivo, centrado en la lucha por la vida, los organismos no están necesariamente en un conflicto perpetuo con armas de ataque y defensa. En particular, la cooperación puede ser una buena estrategia biológica. También sabemos que los humanos son los organismos que de manera preeminente han adoptado esta vía de la cooperación y colaboración. Asimismo, hay razones para pensar que una de las principales maneras de cooperación de los humanos es la posesión de un sentido ético. (...)


"Pensamos que debemos ayudar, que tenemos obligaciones para con los demás, porque tener estas ideas va en nuestro interés biológico. Pero desde una perspectiva evolutiva estas ideas existen sencillamente porque aquellos de nuestros antepasados que las tuvieron sobrevivieron y se reprodujeron mejor que los que no. En otras palabras, el altruismo es una adaptación humana, igual que lo son nuestras manos y ojos y dientes y brazos y pies. Somos morales porque nuestros genes, modelados por la selección natural, nos llenan de ideas sobre la conveniencia de serlo."


Michael Ruse. La significación de la evolución. Capítulo 44 de Compendio de ética (coordinado por Peter Singer). Alianza Editorial. Madrid, 1995

Por otra parte, este equipaje genético común nos recuerda lo que hoy es un hecho demostrado: todos los seres humanos procedemos de un mismo ancestro africano, dotado ya presumiblemente de avanzadas habilidades sociales. Las mínimas variaciones genéticas entre las mal llamadas razas humanas, originadas tras la dispersión de aquel núcleo de homo sapiens africano por los distintos continentes, son mucho menores (cuando existen) que las existentes entre los mismos miembros de un determinado colectivo racial o étnico (como las que determinan, por ejemplo, la propensión a algunas enfermedades entre los miembros de una misma comunidad).

"Hubo un tiempo en el que los fósiles y unos cuantos artefactos de piedra eran prácticamente los únicos medios que los científicos tenían para rastrear las líneas de la primera evolución humana. Y las lagunas en esas pruebas materiales resultaban frustrantes por lo amplias que eran. Cuando los biólogos moleculares se unieron a la investigación hace unos 30 años, sus técnicas de análisis genético produjeron revelaciones asombrosas. Los estudios de ADN señalaban que hace al menos 130.000 años existió en África una antepasada de todos los humanos anatómicamente modernos. Inevitablemente acabó siendo conocida como la Eva africana."
John Nobel Wilford. El árbol de la familia humana, El País, 25-7-2007

Este origen común, el patrimonio genético común resultante y nuestra capacidad de transmitir conocimiento a través de las generaciones son los factores que explican que unos determinados principios morales hayan emergido y estén presentes en prácticamente todos los colectivos humanos a lo largo de su historia. El hecho de que la Regla de oro ("no hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti", "trata a los demás como te gustaría que te trataran"), se manifieste en la mayoría de tradiciones culturales y religiosas, no es ninguna casualidad, sino el resultado de la capacidad de empatía y reflexión característica del ser humano. Y de su capacidad de transmitir a las siguientes generaciones los hallazgos éticos resultantes de estas reflexiones. Unas capacidades que, a medida que las sociedades se hacen más complejas, conducen también a la percepción de la necesidad de fijar derechos y responsabilidades, y que a su vez acaban llevándonos, al cabo de milenios, a lo que hoy conocemos como derechos humanos.

Por lo tanto, cuando en el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos  de 1948 se proclama la igualdad de todos los seres humanos, no sólo se formula una aspiración, sino que también se constata una realidad, corroborada por los actuales conocimientos científicos sobre el origen de todos los seres humanos y su patrimonio genético común.

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(1) La afirmación es simplificadora, ya que de hecho no está claro que la conciencia y la empatía sean exclusivas del ser humano. Cada vez es más arriesgado afirmar que otros seres vivos no tengan en algún grado estas características, especialmente los más cercanos a nosotros, como los grandes simios. En cualquier caso, si estas características no son exclusivamente humanas, si lo es la complejidad y el grado de desarrollo que han alcanzado en el ser humano. Pero ahondar en este debate, sin duda apasionante (abriendo entonces inexorablemente la puerta a la reflexión sobre el sufrimiento, las necesidades específicas y los eventuales derechos de otros seres vivos), nos alejaría del objetivo de estas páginas.

https://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/inf-intro2.html


Ética, felicidad y derechos


La historia de la ética (aquella parte de la filosofía que se dedica a la reflexión sobre la moral), tiene una estrecha relación con la emergencia de lo que finalmente hemos acabado llamando derechos humanos.

Si bien la ética fue tratada sistemáticamente por primera vez en la Grecia clásica, lo cierto es que su presencia en el mundo mental de los seres humanos es mucho anterior: la reflexión sobre las mejores formas de comportamiento humano seguramente aparece lentamente, a partir del momento en que algunos homínidos inician el proceso de "humanización", un procesó que les llevará a establecer de forma progresiva normas de conducta, individuales y colectivas, con la finalidad de hacer posible la vida dentro de una comunidad (familia, clan, más tarde las ciudades...), ya que sin normas y valores la vida en común no es viable.

Debemos a los filósofos de la Grecia clásica que fueran los primeros sistematizadores de la reflexión sobre las normas morales y unos grandes divulgadores de estas reflexiones. Afirmaron que el objetivo del ser humano es alcanzar la felicidad, para lo cual hay que evaluar la idoneidad del conjunto de normas y creencias que regulan el comportamiento de una persona (su moral), estableciendo aquellos principios que se consideran buenos (eficaces, deseables)  para conseguir la felicidad, y aquellos principios que se consideran malos (obstaculizadores, rechazables). Y no sólo en el ámbito individual, también en el político: cuales son los rasgos morales, el tipo de organización social, más adecuado para conseguir la felicidad colectiva, una búsqueda que les llevó a la invención y la defensa de los primeros sistemas democráticos.

No obstante, en la medida que la idea de felicidad es una creación humana, se concreta conceptualmente de formas distintas. Por ejemplo, en la Grecia clásica, a través de la ética aristotélica, la ética hedonista, o la ética estoica. Esta última, con su doctrina de la ley natural y de la dignidad humana, ejerció una gran influencia sobre toda la evolución posterior del mundo occidental, principalmente a través de su incorporación al cristianismo emergente, convertido en el siglo IV en religión oficial del Imperio Romano.

A caballo entre los siglos IV y V, Agustín de Hipona inicia la tradición de las éticas teológicas (según las cuales sólo en Dios podemos encontrar la felicidad y las respuestas a nuestras preguntas). Ya en el siglo XIII, Tomás de Aquino, continuando la tradición agustiniana, sostiene la existencia de un derecho natural establecido por Dios, concluyendo que toda acción que sigue los principios del derecho natural es correcta, e incorrecta si no los sigue.

En el siglo XVII, John Locke argumenta que los derechos de las personas no dependen de un derecho natural instaurado por alguna divinidad, sino que son los mismos seres humanos quienes tienen la capacidad de establecer un pacto que regule sus relaciones: un pacto que defina lo que es correcto y lo que no lo es, de forma que quede garantizado el respeto de los derechos que poseen todos los seres humanos (unos derechos que él afirma que son irrenunciables, a diferencia de Hobbes).

En el siglo XVIII David Hume considera que son los sentimientos, y no la razón, los elementos que utilizan los seres humanos para decidir lo correcto e incorrecto: las acciones humanas provocan una serie de sentimientos, de aprobación o de rechazo, que sirven para evaluar la corrección de dichas acciones.

Por su parte, también durante el siglo XVIII, Immanuel Kant es el heredero de las antiguas éticas estoicas. Kant es el moderno iniciador de las éticas del deber, aquellas que tienen como referente lo que la razón concluye que es lo más justo (en oposición a las éticas de los fines como la aristotélica y la hedonista, aquellas que se preguntan lo que hace felices a los seres humanos).

Además de las aportaciones filósóficas de Hume y Kant, desde el punto de vista de la evolución de las concepciones morales el otro hecho trascendental del siglo XVIII es la proclamación de las grandes declaraciones de derechos. En el preámbulo de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789, la antigua aspiración a la felicidad de la Grecia clásica sigue estando presente:

"Los representantes del pueblo francés (...) han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre (...) a fin de que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo (...) redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos."

La felicidad también aparece en las declaraciones de derechos americanas de finales del siglo XVIII, como en la Declaración de Derechos de Virginia, o en la misma Declaración de Independencia de los Estados Unidos. En ellas, se menciona "la búsqueda y obtención de la felicidad", dando a entender (de acuerdo con las teorías aristotélicas), que su obtención sólo puede ser el resultado de una acción, de una actividad: la felicidad no se concede ni se garantiza, lo que se puede hacer es alcanzarla. La sociedad, el estado, lo que debe hacer es no poner impedimentos a los individuos, garantizar que no existan obstáculos. Por ejemplo, a una persona esclavizada o que viva con el temor de ser torturada, "la búsqueda y obtención de la felicidad" no le será tarea fácil.

No obstante, cuando se redacta en 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la felicidad, a diferencia de en las declaraciones americanas y francesa, ya no se menciona. Esta desaparición está relacionada con la evolución de las teorías éticas (sobre las que es determinante la influencia kantiana), que junto a la búsqueda de la felicidad incorporan un nuevo concepto, la búsqueda de la justicia, un objetivo al que cada vez se le atribuye un mayor protagonismo.

"No cabe duda de que la Ética, entendida al modo aristotélico como saber orientado al esclarecimiento de la vida buena, con la mirada puesta en la realización de la felicidad individual y comunitaria, sigue formando parte de la Filosofía práctica, aunque, como veremos, la cuestión de la felicidad ha dejado de ser el centro de la reflexión para muchas de las teorías éticas modernas, cuya preocupación se centra más bien en el concepto de justicia. Si la pregunta ética para Aristóteles era '¿qué virtudes morales hemos de practicar para lograr una vida feliz, tanto individual, como comunitariamente?', en la Modernidad, en cambio, la pregunta ética más bien sería esta otra: '¿qué deberes morales básicos deberían regir la vida de los hombres para que sea posible una convivencia justa, en paz y en libertad, dado el pluralismo existente en cuanto a los modos de ser feliz?"


Adela Cortina y Emilio Martínez. Ética. Ediciones Akal. Madrid, 1996

La evolución de las ideas filosóficas se concreta en la aparición de una nueva moral, la de los derechos humanos, cuyo más claro referente es la Declaración Universal de 1948. Esta moral de los derechos humanos coexiste (en ocasiones con tensiones, pero no forzosamente), con otras morales que afectan otros ámbitos de la existencia humana, morales propias de distintos colectivos o estrictamente individuales.

"Quien desee la vida buena para sí mismo, de acuerdo al proyecto ético, tiene también que desear que la comunidad política de los hombres se base en la libertad, la justicia y la asistencia. La democracia moderna ha intentado a lo largo de los dos últimos siglos establecer (primero en la teoría y poco a poco en la práctica) esas exigencias mínimas que debe cumplir la sociedad política: son los llamados derechos humanos cuya lista todavía es hoy, para nuestra vergüenza colectiva, un catálogo de buenos propósitos más que de logros efectivos. Insistir en reivindicarlos al completo, en todas partes y para todos, no unos cuantos y sólo para unos cuantos, sigue siendo la única empresa política de la que la ética no puede desentenderse."


Fernando Savater. Ética para Amador. Ariel. Barcelona, 1991

Esta nueva moral de los derechos humanos es también, lógicamente, un objetivo de estudio por parte de la ética, de lo que se deduce que los principios morales de los derechos humanos no son inmutables: si su análisis ético demuestra que son perfectibles, debe abordarse su actualización, tal como de hecho realmente ocurre. En el ámbito teórico a través de los foros de discusión filosóficos, y también en el ámbito práctico a través de las nuevas normas, documentos y puntualizaciones sobre derechos humanos que se van gestando en organismos como las Naciones Unidas.

Dentro de este proceso de actualización emergen las éticas aplicadas, centradas en los nuevos desafíos propios de nuestro tiempo, como la bioética o la ética medioambiental. En el segundo caso además se da la paradoja que para afrontar los problemas planteados, (el deterioro del medio ambiente y su incidencia negativa sobre los derechos humanos), son útiles aspectos de morales ancestrales en su momento despreciadas: aquellas morales propias de las culturas indígenas que promovían una relación más respetuosa con el entorno.

Desde los más remotos tiempos, los seres humanos han inventado múltiples sistemas morales y distintas teorías éticas, más o menos rigurosas. Los sistemas morales han ido evolucionando: unos han desaparecido, otros se han transformado. En ocasiones, las transformaciones han sido tan profundas que han dado lugar a nuevos sistemas morales. Por otro lado, cuando los sistemas morales han evolucionado, su evolución no siempre ha sido positiva, como en el caso de la emergencia del nazismo en el siglo XX, con su filosofía racista y genocida.

Las antiguas morales que han desaparecido en general ha sido a causa del colonialismo (físico, cultural, religioso), siendo suplantadas por los sistemas morales de los pueblos invasores o las culturas dominantes. La desaparición de algunos sistemas morales, o de parte de algunos sistemas, ha supuesto innegables avances en la afirmación de la dignidad de todos los seres humanos (como la supresión de las morales que justificaban la esclavitud). Otras desapariciones, en cambio, han supuesto pérdidas, como la ya mencionada de aquellas culturas que mantenían una relación más respetuosa con el entorno.

En la actualidad, siguen conviviendo distintos sistemas morales, no siempre respetuosos con los derechos humanos (como aquellos que todavía niegan la igualdad de derechos para las mujeres). Hoy, la razón de existir de la ética sigue siendo estudiar, racionalmente, la coherencia y la bondad de estos sistemas morales. La nueva moral de los derechos humanos también se ha de someter a este análisis ético, ya que es la mejor garantía de cara a afianzar esta propuesta moral basada en la dignidad inherente a todos los seres humanos, la más adecuada, además, para que todas las personas puedan ejercer libremente la vieja aspiración aristotélica de buscar la felicidad

https://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/inf-etica.html


Iusnaturalismo y positivismo


A lo largo de la historia ha habido un debate sobre la construcción y fundamentación de los derechos humanos entre dos corrientes de pensamiento: el iusnaturalismo y el positivismo.

El positivismo afirma que sólo es derecho aquello que está escrito en un ordenamiento jurídico. Por lo tanto, la única fuente del derecho, el único origen de la norma, se fundamenta en el hecho de que está por escrito y vigente en un país, en un determinado momento histórico. Es lo que se conoce como la ley positiva.

"Los derechos no son algo que exista ya dado en la naturaleza y que nosotros nos limitemos a descubrir, como los cromosomas o los continentes. Los derechos los creamos nosotros mediante nuestras convenciones. Así que la pregunta relevante no es '¿qué derechos tiene tal criatura?', sino '¿qué derechos queremos que tenga?'."
Jesús Mosterín. Creando derechos. El País, 29-8-1999


En cambio, el iusnaturalismo sostiene que el origen de los derechos humanos no reside en la ley positiva, sino que parte de la naturaleza propia del ser humano, una naturaleza que es superior y precedente a cualquier ley positiva. Una definición clásica de iusnaturalismo es la siguiente: el derecho natural es aquel que la naturaleza da a los seres humanos por el simple hecho de serlo. En el caso de las tradiciones religiosas, los derechos naturales son una de las características con las que Dios dota a los seres humanos.

"Sólo si están arraigados en bases objetivas de la naturaleza que el Creador ha dado al hombre, los derechos que se le han atribuido pueden ser afirmados sin temor de ser desmentidos (...) Por tanto, es importante que los organismos internacionales no pierdan de vista el fundamento natural de los derechos del hombre. Eso los pondría a salvo del riesgo, por desgracia siempre al acecho, de ir cayendo hacia una interpretación meramente positivista de los mismos."


Benedicto XVI. Mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, 1-1-2007

Hay que añadir, no obstante,  que no existe un único tipo de iusnaturalismo ni de positivismo: hablar de positivismo y iusnaturalismo sin mencionar las distintas corrientes dentro de cada una de las dos tendencias, el desarrollo o evolución de estas posturas a lo largo de la historia, así como de los intentos de síntesis de algunas propuestas, implica una simplificación excesiva, pero que aquí es inevitable por razones de espacio.

Durante la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 se produjeron debates acerca de estas cuestiones, optándose finalmente por no mencionar el tema: en lo que se estaba de acuerdo era en la necesidad de proteger los derechos de las personas, y entonces no era imprescindible justificar la fundamentación de esta protección, sino sencillamente proclamarla.

 


https://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/inf-intro3.html

 



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