Historia de los
Derechos Humanos
Justificación
El conocimiento de la historia es instructivo y provechoso
cuando va más allá de la simple curiosidad o entretenimiento y nos sirve de
referencia para transformar el presente. No es una tarea fácil, pero sí apasionante y al mismo
tiempo necesaria: aprovechar las experiencias, las contradicciones, los
aciertos y los errores de las generaciones que nos han precedido para corregir
los aspectos del momento actual más injustos e insolidarios.
"En las sociedades humanas se aprende poca historia y
se aprende poco de la historia."
Ferran Requejo, La Vanguardia,
26-7-2010
Al abordar el estudio del pasado o del presente nos podemos
encontrar con distintas dificultades. Para empezar, el grado de fiabilidad de
la información disponible. Es obvio que esta fiabilidad está condicionada
por la tendencia, propia tanto de los individuos como de los
colectivos, a reelaborar el propio pasado remoto o inmediato (en
general sin ni tan siquiera ser conscientes de ello), expurgando o difuminando
los episodios más incómodos y criticables y embelleciendo y sobredimensionando
aquellos presuntamente más nobles y dignos de admiración.
No obstante, esta misma dificultad
también se puede tomar como un desafío y llevarlo hacia el ámbito que nos
interesa, el vinculado con el objetivo didáctico y transformador que se
persigue. Fijémonos por ejemplo en el siguiente texto:
"La Historia de España es el relato de los hechos más
importantes realizados por los españoles. Todo buen español ama a su patria y
quiere conocer lo que hicieron sus antepasados y por qué lo hicieron. Lo bueno
para admirarlo e imitarlo, y lo malo para evitarlo."
El texto corresponde a una historia de España para escolares
de 1958 (1). El problema es que luego resulta que "los hechos más importantes"
son listas de reyes y de batallas, junto a la apología de la expansión del
cristianismo y de la lucha contra "los infieles y los herejes". Y
"lo malo para evitarlo" se olvidaron de incluirlo, por ejemplo la
participación española, durante más de tres siglos, en el comercio de esclavos
africanos destinados a las colonias americanas (España fue uno de los últimos
países en abolir la esclavitud de sus colonias, no lo hizo hasta finales del
siglo XIX).
La primera conclusión es que los
manuales de historia del nacionalcatolicismo español eran bastante
tendenciosos. Igual que en general todos los manuales de historia de los
distintos países, también los de regímenes democráticos (al fin y al cabo es
sólo una cuestión de grado). Pero a partir de esta constatación se puede
plantear la siguiente reflexión: si en todas las crónicas se orillan
determinados hechos y colectivos, ¿quiénes son las personas apeadas de las
crónicas de la actualidad? ¿Quiénes son hoy las personas marginadas,
"invisibilizadas", cuyos derechos fundamentales no son respetados?
¿Cuál es nuestra actitud con relación a ellas? ¿Cuál es nuestra
responsabilidad con relación a las circunstancias desfavorables que les tocan
vivir? ¿Cómo nos juzgarán las generaciones futuras, cuando se interroguen sobre
nuestras vidas y nuestras responsabilidades con respecto a las vulneraciones de
los derechos humanos que se cometen en la actualidad?
Si estas páginas dedicadas a la
historia de los derechos humanos, a pesar de sus limitaciones, sirven
(aportando ideas, generando reflexiones, estimulando la acción transformadora),
para sumar un grano de arena a la tarea de construir un mundo en el que los
derechos humanos sean más respetados, el esfuerzo de su elaboración habrá
valido la pena.
(1) Historia de España. Tercero y cuarto cursos. Compañía de
Santa Teresa de Jesús. Barcelona, 1958
https://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/inf-justificacion.html
No hagas a otro lo que no quieras que
te hagan a ti
En todas las culturas y religiones de las que nos han
llegado muestras escritas se pueden encontrar exhortaciones como las
siguientes:
"Todo
lo que una persona no desea que le hagan, debe abstenerse de hacerlo a los
demás."
Mahabharata, XII (primer milenio aC)
"No hagas a otro lo que no
quieras que te hagan a ti."
Confucio (551-479 aC). Diálogos
"Esfuérzate en tratar a los
demás como querrías ser tratado, y verás que es el camino más corto a la
benevolencia".
Mencio (370-289 aC)
"Lo que a ti mismo te contraria,
no lo hagas a tu prójimo."
Talmud. Sabbat, 31
"Cuanto quisiereis que os hagan
a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos."
Mateo. Evangelios, 7,12
"Ninguno de vosotros es creyente
mientras no prefiera para su hermano lo que prefiere para sí mismo."
Mahoma. Dichos del Profeta (S VII)
La necesidad de comportarse fraternalmente con aquellos que
nos rodean es una característica común de todas las grandes tradiciones. Ya sea en Asia (China, India),
Oriente Medio (Mesopotamia, Egipto), las culturas precolombinas o aquellas en
las que se basa la cultura europea (Grecia y Roma). El budismo, el hinduismo,
el cristianismo, el islam... todas las religiones inciden en ello. Esta
conminación a tener en cuenta las necesidades del otro es la piedra angular a
partir de la cual se irán construyendo sistemas sociales cada vez más
complejos, dentro de los cuales los derechos de los individuos de forma
progresiva adquirirán mayor protagonismo.
Otro de los pilares fundamentales de
esta construcción de los derechos de las personas es la igualdad:
"He
hecho a cada hombre igual a su prójimo. No he ordenado que los hombres cometan
injusticia."
Inscripción egipcia, XI dinastía
(finales del 3r. milenio aC)
"No hay diferencia alguna entre
clases de personas. Todo el mundo es de origen divino."
Mahabharata (primer milenio aC)
El respeto
y la solidaridad:
"También
el extranjero tiene derecho al aceite de tu jarra."
Amenemopet (ca 1300-1100 aC), Antiguo
Egipto
"No explotarás al jornalero
humilde y pobre, ya sea uno de tus hermanos o un forastero que resida dentro de
tus puertas."
La Biblia. Deuteronomio, 24
La
justicia:
"Haz
reinar la maat (justicia-verdad) mientras permanezcas en la tierra. Consuela al
que llora, no despojes a la viuda, no prives a ningún hombre de los bienes de
su padre."
Enseñanzas para Merikare, Antiguo
Egipto, X dinastía (finales del 3r. milenio aC)
"Nunca modifiquéis una ley para
satisfacer los caprichos de un príncipe; la ley está por encima del
príncipe."
Kuan-tseu (S VII aC), China
Si nos acercamos a las culturas de tradición oral, veremos
que comparten también la misma preocupación. En este caso, si a falta de testimonios escritos nos
basamos en sus refraneros, veremos que afirmaciones como las siguientes, o
parecidas, también son comunes en la mayoría de los casos.
"Todos
los hombres son del linaje de Dios, ninguno es del linaje de la Tierra."
Proverbio akán (Ghana)
"Imana (el Ser Supremo) crea los
hombres y no los diferencia."
Proverbio de Burundi
"Hombre o mujer, rico o pobre,
no son esencialmente diferentes; todos son seres humanos nacidos de mujer y
destinados a morir."
Proverbio mongo (Congo)
"Levanta al que ha caído, no
olvides al que ha muerto."
Proverbio ambárico (Etiopia)
Es cierto también que este reconocimiento de la
dignidad humana irá acompañado a lo largo de los siglos de concepciones y
prácticas aborrecibles, como la existencia de la esclavitud, la misoginia
generalizada, la desprotección de la infancia o la intolerancia religiosa.
Hasta tal punto que no representaría el menor esfuerzo hacer otra recopilación
de citas, correspondientes a las mismas culturas, que justifiquen en este caso
las mismas discriminaciones o agresiones que se pretenden evitar con las
exhortaciones anteriores. Textos representativos de ideologías que, en
ocasiones, al ser llevadas a la práctica, han dado lugar a hechos que hacen
dudar de cualquier progreso moral de la humanidad (como las atrocidades
cometidas por el nazismo o las dictaduras socialistas durante el siglo XX).
La historia de la humanidad es la
historia de una tensión, entre defensores de privilegios y de conductas
ultrajantes o violentas por un lado (amparándose en las costumbres, en
designios divinos u otros razonamientos), y por otro el anhelo de vida,
libertad y bienestar de los seres humanos marginados u oprimidos. La
construcción de la humanidad como una gran familia en la que todos sus miembros
gozan, al menos en teoría, de los mismos derechos fundamentales ha sido el
resultado de un trabajo de siglos, al que han contribuido hombres y mujeres de
distintas culturas y religiones. El reconocimiento de la dignidad de
las personas, ya sea basándose en teorías iusnaturalistas
o positivistas (es decir, "descubriendo" unas propiedades
preexistentes en el ser humano, o "creándolas", consensuando la
dignidad individual como la base imprescindible para un marco de convivencia
deseable), es la aventura más brillante de la humanidad.
Como resumen de lo dicho en este
apartado, finalizaremos con dos citas, una de Siun Tseu (293-238 aC), pensador
chino de la escuela confucionista:
"Si los individuos no se ayudan entre sí, viven en la
pobreza; si la sociedad no reconoce los derechos del individuo, se producen
conflictos. La pobreza crea la angustia y los conflictos engendran la
desgracia. Para mitigar la angustia y eliminar los conflictos, lo mejor es
instituir una sociedad que reconozca claramente los derechos del
individuo."
Y otra de Kofi Annan, Secretario General de las Naciones
Unidas, correspondiente a la conferencia celebrada en la Universidad de Teherán
(10-12-1997), con motivo del cincuentenario de la Declaración Universal de
Derechos Humanos:
"Los derechos humanos, bien entendidos e
interpretados de manera justa, no son extraños a ninguna cultura; son
inherentes a todas las naciones. (...) Los principios consagrados en la
Declaración Universal de Derechos Humanos tienen profundas raíces en la
historia de la humanidad. Pueden encontrarse en las enseñanzas de todas las
grandes tradiciones culturales y religiosas del mundo."
Discurso completo: www.un.org/spanish/hr/50/dpi1937g.htm
(2007)
https://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/inf-intro.html
Genética, evolución y derechos
La conciencia de uno mismo es el gran invento evolutivo que
caracteriza al ser humano (1).
Esta capacidad le permite a su vez la conciencia de la existencia del otro y,
en último término, la empatía. La propia conciencia reivindica el respeto ajeno
hacia las propias necesidades, mientras que la empatía permite formular la
necesidad de respetar al prójimo.
Con estas herramientas se inicia la
construcción de la vida social humana. Al principio, "la
humanidad" se limita al propio clan. De hecho, muchos pueblos y
culturas se han denominado a sí mismos "los humanos", en oposición a
los otros pueblos o culturas.
El reto al que se enfrentarán los seres
humanos a medida que las sociedades se hagan más complejas y establezcan
contactos entre ellas será la necesaria ampliación de los miembros
incluidos "dentro de la humanidad", viéndose obligados a revisar su
atávica concepción restrictiva y a eliminar, de forma progresiva, las
discriminaciones en función del origen geográfico, el color de la piel, las
creencias, la condición social u otros motivos.
"Lo que los revolucionarios franceses de 1789
denominaron 'fraternidad' es lo que ahora se suele llamar 'solidaridad'. La
solidaridad es un sentimiento que consiste en experimentar como propios el
dolor y la humillación que sienten otras personas. Es una forma de simpatía, de
reconocimiento.
"Pero no parece existir una
simpatía natural entre todos los seres humanos. Aunque todavía no conozcamos
con precisión cuáles son los factores que nos hacen excluir al diferente, el
fundamento explicativo del sentimiento de solidaridad es la existencia de un
círculo de personas que nos consideramos 'nosotros'.
"Por eso, el deber de
comportarnos fraternalmente de manera universal tiene que entenderse como la
obligación de ir ampliando ese círculo de 'nosotros' incluyendo progresivamente
en él a los que antes eran 'los otros'."
José Antonio Estévez. La Declaración
Universal de los Derechos Humanos. Asociación para las Naciones Unidas en
España. Icaria, Barcelona, 1998 (p. 108)
La progresiva socialización es la que permite la adquisición
de nuevas capacidades cognitivas, emocionales y materiales. "La ley del
más capaz" (en oposición a "La ley del más fuerte") se perfila
en la actualidad como una explicación razonable para entender el éxito
evolutivo de la humanidad. Una capacidad que dependería directamente del grado
de colaboración mutua alcanzada entre los distintos miembros de las comunidades
humanas: a mayor colaboración, mayores habilidades y recursos disponibles, y
por lo tanto mayor capacidad de reflexión y actuación ante los distintos
desafíos de la vida. Sin esta dimensión colaborativa, seguramente la especie
humana habría perecido, a causa de la hostilidad del medio que la rodeaba.
Por lo tanto, se podría deducir
que, a pesar de ser los derechos humanos, según las teorías
positivistas, un invento de la humanidad, es una brillante invención que
responde a características fundamentales del ser humano: un ser humano
genéticamente equipado para tener conciencia de sí mismo y del prójimo, y
obligado biológicamente a la convivencia y a la ayuda mutua como mejor medio de
supervivencia y progreso.
"Los instintos sociales -el primer principio de la
constitución moral del hombre- condujeron naturalmente, con la ayuda de
facultades intelectuales activas y de los efectos del hábito, a la Regla de
Oro: 'no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti."
Charles Darwin. El origen del hombre.
Espasa Calpe. Madrid, 1987
"Ahora sabemos que a pesar de un
proceso evolutivo, centrado en la lucha por la vida, los organismos no están
necesariamente en un conflicto perpetuo con armas de ataque y defensa. En
particular, la cooperación puede ser una buena estrategia biológica. También
sabemos que los humanos son los organismos que de manera preeminente han
adoptado esta vía de la cooperación y colaboración. Asimismo, hay razones para
pensar que una de las principales maneras de cooperación de los humanos es la
posesión de un sentido ético. (...)
"Pensamos que debemos ayudar, que tenemos
obligaciones para con los demás, porque tener estas ideas va en nuestro interés
biológico. Pero desde una perspectiva evolutiva estas ideas existen
sencillamente porque aquellos de nuestros antepasados que las tuvieron sobrevivieron
y se reprodujeron mejor que los que no. En otras palabras, el altruismo es una
adaptación humana, igual que lo son nuestras manos y ojos y dientes y brazos y
pies. Somos morales porque nuestros genes, modelados por la selección natural,
nos llenan de ideas sobre la conveniencia de serlo."
Michael Ruse. La significación de la evolución. Capítulo 44
de Compendio de ética (coordinado por Peter Singer). Alianza Editorial. Madrid,
1995
Por otra parte, este equipaje genético común nos recuerda lo
que hoy es un hecho demostrado: todos los seres humanos procedemos de un mismo
ancestro africano, dotado ya presumiblemente de avanzadas habilidades sociales.
Las mínimas variaciones genéticas entre las mal llamadas razas humanas,
originadas tras la dispersión de aquel núcleo de homo sapiens africano por los
distintos continentes, son mucho menores (cuando existen) que las existentes
entre los mismos miembros de un determinado colectivo racial o étnico (como las
que determinan, por ejemplo, la propensión a algunas enfermedades entre los
miembros de una misma comunidad).
"Hubo un tiempo en el que los fósiles y unos cuantos
artefactos de piedra eran prácticamente los únicos medios que los científicos
tenían para rastrear las líneas de la primera evolución humana. Y las lagunas
en esas pruebas materiales resultaban frustrantes por lo amplias que eran.
Cuando los biólogos moleculares se unieron a la investigación hace unos 30
años, sus técnicas de análisis genético produjeron revelaciones asombrosas. Los
estudios de ADN señalaban que hace al menos 130.000 años existió en África una
antepasada de todos los humanos anatómicamente modernos. Inevitablemente acabó
siendo conocida como la Eva africana."
John Nobel Wilford. El árbol de la
familia humana, El País, 25-7-2007
Este origen común, el patrimonio genético común resultante y
nuestra capacidad de transmitir conocimiento a través de las generaciones son
los factores que explican que unos determinados principios morales hayan
emergido y estén presentes en prácticamente todos los colectivos humanos a lo
largo de su historia. El hecho de que la Regla de oro ("no hagas a los
otros lo que no quieres que te hagan a ti", "trata a los demás como
te gustaría que te trataran"), se manifieste en la mayoría de tradiciones
culturales y religiosas, no es ninguna casualidad, sino el resultado de la
capacidad de empatía y reflexión característica del ser humano. Y de su
capacidad de transmitir a las siguientes generaciones los hallazgos éticos
resultantes de estas reflexiones. Unas capacidades que, a medida que las
sociedades se hacen más complejas, conducen también a la percepción de la
necesidad de fijar derechos y responsabilidades, y que a su vez acaban
llevándonos, al cabo de milenios, a lo que hoy conocemos como derechos humanos.
Por lo tanto, cuando en el artículo
primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 se
proclama la igualdad de todos los seres humanos, no sólo se formula una
aspiración, sino que también se constata una realidad, corroborada por los actuales
conocimientos científicos sobre el origen de todos los seres humanos y su
patrimonio genético común.
---
(1) La afirmación es simplificadora, ya
que de hecho no está claro que la conciencia y la empatía sean exclusivas del
ser humano. Cada vez es más arriesgado afirmar que otros seres vivos no tengan
en algún grado estas características, especialmente los más cercanos a
nosotros, como los grandes simios. En cualquier caso, si estas características
no son exclusivamente humanas, si lo es la complejidad y el grado de desarrollo
que han alcanzado en el ser humano. Pero ahondar en este debate, sin duda
apasionante (abriendo entonces inexorablemente la puerta a la reflexión sobre
el sufrimiento, las necesidades específicas y los eventuales derechos de otros
seres vivos), nos alejaría del objetivo de estas páginas.
https://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/inf-intro2.html
Ética, felicidad y derechos
La historia de la ética (aquella parte de la filosofía que
se dedica a la reflexión sobre la moral), tiene una estrecha relación con la
emergencia de lo que finalmente hemos acabado llamando derechos humanos.
Si bien la ética fue tratada
sistemáticamente por primera vez en la Grecia clásica, lo cierto es que su
presencia en el mundo mental de los seres humanos es mucho anterior: la
reflexión sobre las mejores formas de comportamiento humano seguramente aparece
lentamente, a partir del momento en que algunos homínidos inician el proceso
de "humanización", un procesó que les llevará a establecer de forma
progresiva normas de conducta, individuales y colectivas, con la finalidad de
hacer posible la vida dentro de una comunidad (familia, clan, más tarde las
ciudades...), ya que sin normas y valores la vida en común no es viable.
Debemos a los filósofos de la Grecia
clásica que fueran los primeros sistematizadores de la reflexión sobre las
normas morales y unos grandes divulgadores de estas reflexiones. Afirmaron que el objetivo del ser humano es alcanzar la
felicidad, para lo cual hay que evaluar la idoneidad del conjunto de normas y
creencias que regulan el comportamiento de una persona (su moral),
estableciendo aquellos principios que se consideran buenos (eficaces,
deseables) para conseguir la felicidad, y aquellos principios que se
consideran malos (obstaculizadores, rechazables). Y no sólo en el ámbito
individual, también en el político: cuales son los rasgos morales, el tipo de
organización social, más adecuado para conseguir la felicidad colectiva, una
búsqueda que les llevó a la invención y la defensa de los primeros sistemas
democráticos.
No obstante, en la medida que la idea
de felicidad es una creación humana, se concreta conceptualmente de formas
distintas. Por ejemplo, en la Grecia clásica, a través de la ética
aristotélica, la ética hedonista, o la ética estoica. Esta última, con su
doctrina de la ley natural y de la dignidad humana, ejerció una gran influencia
sobre toda la evolución posterior del mundo occidental, principalmente a través
de su incorporación al cristianismo emergente, convertido en el siglo IV en
religión oficial del Imperio Romano.
A caballo entre los siglos IV y V,
Agustín de Hipona inicia la tradición de las éticas teológicas (según las
cuales sólo en Dios podemos encontrar la felicidad y las respuestas a nuestras
preguntas). Ya en el siglo XIII, Tomás de Aquino, continuando la
tradición agustiniana, sostiene la existencia de un derecho natural establecido
por Dios, concluyendo que toda acción que sigue los principios del derecho
natural es correcta, e incorrecta si no los sigue.
En el siglo XVII, John Locke argumenta
que los derechos de las personas no dependen de un derecho natural instaurado
por alguna divinidad, sino que son los mismos seres humanos quienes tienen la
capacidad de establecer un pacto que regule sus relaciones: un pacto que defina
lo que es correcto y lo que no lo es, de forma que quede garantizado el respeto
de los derechos que poseen todos los seres humanos (unos derechos que él afirma
que son irrenunciables, a diferencia de Hobbes).
En el siglo XVIII David Hume considera
que son los sentimientos, y no la razón, los elementos que utilizan los seres
humanos para decidir lo correcto e incorrecto: las acciones humanas provocan
una serie de sentimientos, de aprobación o de rechazo, que sirven para evaluar
la corrección de dichas acciones.
Por su parte, también durante el siglo
XVIII, Immanuel Kant es el heredero de las antiguas éticas
estoicas. Kant es el moderno iniciador de las éticas del deber, aquellas que
tienen como referente lo que la razón concluye que es lo más justo (en
oposición a las éticas de los fines como la aristotélica y la hedonista,
aquellas que se preguntan lo que hace felices a los seres humanos).
Además de las aportaciones filósóficas
de Hume y Kant, desde el punto de vista de la evolución de las concepciones
morales el otro hecho trascendental del siglo XVIII es la
proclamación de las grandes declaraciones de derechos. En el preámbulo de
la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789, la antigua
aspiración a la felicidad de la Grecia clásica sigue estando presente:
"Los representantes del pueblo francés (...) han
resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales,
inalienables y sagrados del hombre (...) a fin de que los actos del poder
legislativo y del poder ejecutivo (...) redunden siempre en beneficio del
mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos."
La felicidad también aparece en las declaraciones de
derechos americanas de finales del siglo XVIII, como en la Declaración de
Derechos de Virginia, o en la misma Declaración de Independencia de los Estados
Unidos. En ellas, se menciona "la búsqueda y obtención de la
felicidad", dando a entender (de acuerdo con las teorías aristotélicas),
que su obtención sólo puede ser el resultado de una acción, de una actividad:
la felicidad no se concede ni se garantiza, lo que se puede hacer es alcanzarla.
La sociedad, el estado, lo que debe hacer es no poner impedimentos a los
individuos, garantizar que no existan obstáculos. Por ejemplo, a una persona
esclavizada o que viva con el temor de ser torturada, "la búsqueda y
obtención de la felicidad" no le será tarea fácil.
No obstante, cuando se redacta en 1948
la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la felicidad, a diferencia de
en las declaraciones americanas y francesa, ya no se menciona. Esta
desaparición está relacionada con la evolución de las teorías éticas (sobre las
que es determinante la influencia kantiana), que junto a la búsqueda de
la felicidad incorporan un nuevo concepto, la búsqueda de la justicia, un
objetivo al que cada vez se le atribuye un mayor protagonismo.
"No cabe duda de que la Ética, entendida al modo
aristotélico como saber orientado al esclarecimiento de la vida buena, con la
mirada puesta en la realización de la felicidad individual y comunitaria, sigue
formando parte de la Filosofía práctica, aunque, como veremos, la cuestión de
la felicidad ha dejado de ser el centro de la reflexión para muchas de las
teorías éticas modernas, cuya preocupación se centra más bien en el concepto de
justicia. Si la pregunta ética para Aristóteles era '¿qué virtudes morales
hemos de practicar para lograr una vida feliz, tanto individual, como
comunitariamente?', en la Modernidad, en cambio, la pregunta ética más bien
sería esta otra: '¿qué deberes morales básicos deberían regir la vida de los
hombres para que sea posible una convivencia justa, en paz y en libertad, dado
el pluralismo existente en cuanto a los modos de ser feliz?"
Adela Cortina y Emilio Martínez. Ética.
Ediciones Akal. Madrid, 1996
La evolución de las ideas filosóficas se concreta en la
aparición de una nueva moral, la de los derechos humanos, cuyo más claro referente es la
Declaración Universal de 1948. Esta moral de los derechos humanos coexiste (en
ocasiones con tensiones, pero no forzosamente), con otras morales que afectan
otros ámbitos de la existencia humana, morales propias de distintos colectivos
o estrictamente individuales.
"Quien desee la vida buena para sí mismo, de acuerdo
al proyecto ético, tiene también que desear que la comunidad política de los
hombres se base en la libertad, la justicia y la asistencia. La democracia
moderna ha intentado a lo largo de los dos últimos siglos establecer (primero
en la teoría y poco a poco en la práctica) esas exigencias mínimas que debe
cumplir la sociedad política: son los llamados derechos humanos cuya lista
todavía es hoy, para nuestra vergüenza colectiva, un catálogo de buenos
propósitos más que de logros efectivos. Insistir en reivindicarlos al completo,
en todas partes y para todos, no unos cuantos y sólo para unos cuantos, sigue
siendo la única empresa política de la que la ética no puede
desentenderse."
Fernando Savater. Ética para Amador.
Ariel. Barcelona, 1991
Esta nueva moral de los derechos humanos es también,
lógicamente, un objetivo de estudio por parte de la ética, de lo que se deduce
que los principios morales de los derechos humanos no son inmutables: si su
análisis ético demuestra que son perfectibles, debe abordarse su actualización,
tal como de hecho realmente ocurre. En el ámbito teórico a través de los foros
de discusión filosóficos, y también en el ámbito práctico a través de las
nuevas normas, documentos y puntualizaciones sobre derechos humanos que se van
gestando en organismos como las Naciones Unidas.
Dentro de este proceso de actualización
emergen las éticas aplicadas, centradas en los nuevos desafíos
propios de nuestro tiempo, como la bioética o la ética medioambiental. En el
segundo caso además se da la paradoja que para afrontar los problemas
planteados, (el deterioro del medio ambiente y su incidencia negativa sobre los
derechos humanos), son útiles aspectos de morales ancestrales en su momento
despreciadas: aquellas morales propias de las culturas indígenas que promovían
una relación más respetuosa con el entorno.
Desde los más remotos tiempos, los
seres humanos han inventado múltiples sistemas morales y distintas teorías
éticas, más o menos rigurosas. Los sistemas morales han ido
evolucionando: unos han desaparecido, otros se han transformado. En
ocasiones, las transformaciones han sido tan profundas que han dado lugar a
nuevos sistemas morales. Por otro lado, cuando los sistemas morales han
evolucionado, su evolución no siempre ha sido positiva, como en el caso de la
emergencia del nazismo en el siglo XX, con su filosofía racista y genocida.
Las antiguas morales que han
desaparecido en general ha sido a causa del colonialismo (físico, cultural,
religioso), siendo suplantadas por los sistemas morales de los pueblos
invasores o las culturas dominantes. La desaparición de algunos
sistemas morales, o de parte de algunos sistemas, ha supuesto innegables
avances en la afirmación de la dignidad de todos los seres humanos (como
la supresión de las morales que justificaban la esclavitud). Otras
desapariciones, en cambio, han supuesto pérdidas, como la ya mencionada de
aquellas culturas que mantenían una relación más respetuosa con el entorno.
En la actualidad, siguen conviviendo distintos sistemas morales, no siempre respetuosos con los derechos humanos (como aquellos que todavía niegan la igualdad de derechos para las mujeres). Hoy, la razón de existir de la ética sigue siendo estudiar, racionalmente, la coherencia y la bondad de estos sistemas morales. La nueva moral de los derechos humanos también se ha de someter a este análisis ético, ya que es la mejor garantía de cara a afianzar esta propuesta moral basada en la dignidad inherente a todos los seres humanos, la más adecuada, además, para que todas las personas puedan ejercer libremente la vieja aspiración aristotélica de buscar la felicidad
https://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/inf-etica.html
Iusnaturalismo y positivismo
A lo largo de la historia ha habido un debate sobre la
construcción y fundamentación de los derechos humanos entre dos corrientes de
pensamiento: el iusnaturalismo y el positivismo.
El positivismo afirma que sólo es
derecho aquello que está escrito en un ordenamiento jurídico. Por lo tanto, la única fuente del derecho, el único origen
de la norma, se fundamenta en el hecho de que está por escrito y vigente en un
país, en un determinado momento histórico. Es lo que se conoce como la ley
positiva.
"Los derechos no son algo que exista ya dado en la
naturaleza y que nosotros nos limitemos a descubrir, como los cromosomas o los
continentes. Los derechos los creamos nosotros mediante nuestras convenciones.
Así que la pregunta relevante no es '¿qué derechos tiene tal criatura?', sino
'¿qué derechos queremos que tenga?'."
Jesús Mosterín. Creando derechos. El
País, 29-8-1999
En cambio, el iusnaturalismo
sostiene que el origen de los derechos humanos no reside en la ley positiva,
sino que parte de la naturaleza propia del ser humano, una naturaleza que
es superior y precedente a cualquier ley positiva. Una definición clásica de
iusnaturalismo es la siguiente: el derecho natural es aquel que la naturaleza
da a los seres humanos por el simple hecho de serlo. En el caso de las
tradiciones religiosas, los derechos naturales son una de las características
con las que Dios dota a los seres humanos.
"Sólo si están arraigados en bases objetivas de la
naturaleza que el Creador ha dado al hombre, los derechos que se le han
atribuido pueden ser afirmados sin temor de ser desmentidos (...) Por tanto, es
importante que los organismos internacionales no pierdan de vista el fundamento
natural de los derechos del hombre. Eso los pondría a salvo del riesgo, por
desgracia siempre al acecho, de ir cayendo hacia una interpretación meramente
positivista de los mismos."
Benedicto XVI. Mensaje con motivo de la
Jornada Mundial de la Paz, 1-1-2007
Hay que añadir, no obstante, que no existe un único
tipo de iusnaturalismo ni de positivismo: hablar de positivismo y
iusnaturalismo sin mencionar las distintas corrientes dentro de cada una de las
dos tendencias, el desarrollo o evolución de estas posturas a lo largo de la
historia, así como de los intentos de síntesis de algunas propuestas, implica
una simplificación excesiva, pero que aquí es inevitable por razones de
espacio.
Durante la elaboración de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 se produjeron debates
acerca de estas cuestiones, optándose finalmente por no mencionar el tema: en
lo que se estaba de acuerdo era en la necesidad de proteger los derechos de las
personas, y entonces no era imprescindible justificar la fundamentación de esta
protección, sino sencillamente proclamarla.
https://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/historia/inf-intro3.html
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