La iglesia y su papel en la difusión de la cultura
medieval
Breve análisis del panorama cultural medieval y la
importancia fundamental de la iglesia y sus valores en la sociedad de estos
siglos.
En el 476 caía el Imperio Romano de Occidente
dando entrada oficialmente a la Edad Media. Casi un siglo antes, en el 380, el
cristianismo se había convertido en la religión oficial de ese mismo imperio en
decadencia por un decreto de Constantino. El fin de la cultura clásica supone,
en primera instancia, que se deja atrás las creencias en los dioses paganos con
todo lo que ello supone. Además y paralelamente, lo que fuera un imperio unido
se desmenuza en pequeños reinos tan enfrentados entre sí que las vías de
comunicación (en todos los sentidos) comienzan a abandonarse. Y esta se
convierte en una circunstancia trascendental para entender a la iglesia
y su papel en la difusión de la cultura medieval.
El teocentrismo
de la Edad Media
De familiaridad con lo santo ha sido descrita
la cultura
medieval europea al completo. Aun así, hay que
ir más allá, mucho más. Hasta finales del siglo XV, con la imprenta y los
descubrimientos de nuevas tierras allende los mares, una población harapienta,
hambrienta y analfabeta solo ponía su mirada en los dones divinos. Con la caída
de Roma, los distintos señores europeos van conformando reinados alrededor de
un castillo y sus tierras de labranza. La falta de colaboración entre ellos se
transforma en guerras frecuentes que merman cosechas a la par que consumen los
escasos recursos económicos disponibles. El ensimismamiento en lo propio hace
que se olviden los caminos y que la cultura (a pesar de ser única para todo el
territorio europeo) se vuelva local, empobrecida y escasa.
En estos cuerpos desvalidos por la
desnutrición y los rigores extremos hacen mella plagas de todo tipo que
proliferan por la falta de higiene básica ya que también han sido abandonadas
las redes de cloacas. Paralelamente, el cristianismo se va extendiendo por toda
Europa hasta arrinconar cualquier otra espiritualidad. El mensaje de redención
(en otro plano, en un más allá etéreo) va calando en la población que ve este
mundo como tránsito hacia la otra vida sin ningún aliciente para agarrarse a
los dones terrenos. Tanto fue así que, alrededor del año mil, se acumulaban tal
cantidad de tribulaciones que desde los reyes hasta los más humildes de los
labriegos creían firmemente en la llegada del fin del mundo. El Apocalipsis se
palpaba con la punta de los dedos dando lugar a una literatura propia al
respecto que cristalizó en los reinos hispánicos en los llamados Beatos, una de las más bellas muestras artísticas de la Edad Media.
Una sociedad profundamente dividida en grupos
estancos de guerreros (nobleza) y campesinos junto con pequeños artesanos
encuentra en el tercer estamento (la iglesia) el único depositario de todos los
bienes culturales. Y así se hace. Entre los muros de centros religiosos,
aislados de la población, se va concentrando paulatinamente los saberes de la
escritura, de la fitoterapia, de la elaboración de algunos productos de higiene, de cerveza… Aquí
queda recogido el recuerdo de la cultura clásica, de la filosofía y de la literatura griega, de la historiografía romana, de los herbolarios árabes…
Pérdida de
comunicaciones y reinos confinados
Para entender la labor de la iglesia y su
difusión de la cultura medieval hay que centrarse en la estanca estructura
social protagonizada por fronteras (tanto internas como externas) claramente
definidas. Cada reino estaba dividido en tres estamentos casi inamovibles: la
casta de los guerreros nobles, los campesinos y la iglesia. Y estos reinos, a
su vez, apenas tenían comunicación con el vecino y cuando esta se producía eran,
en un porcentaje elevado, para iniciar hostilidades que acababan en guerras. El
analfabetismo era una constante no solo entre los humildes sino también en la,
a veces, brutal nobleza. Con este panorama, era la iglesia la depositaria del
saber, de las letras, de la lectura, de la música, de los libros y de lo que en
ellos se decía.
A partir del siglo VII y casi hasta el siglo
XII las antiguas vías de comunicación romanas fueron abandonadas. Los caminos
se convirtieron en territorios peligrosos repletos de criminales de todo tipo
que llegaron incluso al canibalismo. Ante esta situación, rara vez alguien se
atrevía a traspasar los límites de su terruño y pocos eran lo que, en vida,
conocían lo que había más allá de unos veinte o cincuenta kilómetros desde su
lugar de nacimiento. Las comunicaciones, por tanto, se hacían complejas,
difíciles, lentas y frustrantes. Únicamente, a partir del siglo XII, cuando la
situación económica comenzó a dar pequeños respiros, avanzaron algunas vías de
peregrinación como el Camino de Santiago. Aún así, tal como se recoge en el
famoso libro Codex Calixtinus, el viaje era tan peligroso que eran muchos los fieles que no pudieron
regresar a su lugar de origen.
La iglesia y su
papel en la difusión de la cultura medieval: los monasterios
Si los castillos se convirtieron en el
refugio de una población civil asediada por todo tipo de peligros, un tanto de
lo mismo sucedió para los libros medievales con respecto a los centros religiosos. Monasterios y conventos se
levantan en emplazamientos aislados, a veces, escarpados y de difícil acceso.
Se resguardan por altos muros en el plano físico y por una ley conocida por
todos que penaba con el infierno eterno a quien osara perturbar una paz que era
entregada a mayor gloria de Dios. En estos refugios se concentraban las pocas
personas alfabetizadas de la Edad Media y también la enseñanza del saber de la
época. Aquí se rezaba y se vivía en comunidad. Se mantenía un huerto y se
intentaba comprender las propiedades de ciertas hierbas medicinales que se
aprovechaban para llevar a cabo prácticas de medicina natural. Aquí se
elaboraba vino o cerveza y se trabajaba en una pequeña granja de
autoabastecimiento.
Y en cada uno de estos centros religiosos se
mantenía un scriptoria donde la comunidad religiosa se afanaba pacientemente en
copiar con cuidada caligrafía los restos de la cultura clásica. Ya hemos dicho
que la pobreza era extrema. Por tanto, los libros eran difíciles de elaborar.
Se necesitaban pergaminos (realizados a partir de pieles de animales), tintas y
materiales cuyo acopio no era fácil. También hemos anotado que los caminos eran
lugares hartos peligrosos. Por tanto, el intercambio y el comercio era casi
inexistente. Prácticamente todo se dejaba al autoabastecimiento. Y a ello se
unía los escasos volúmenes disponibles para copiar o traducir.
Porque la única manera que
tenía un centro religioso de aumentar su biblioteca era copiar un volumen ya
existente. Este podría estar en un monasterio de la misma orden al que había
que solicitar el préstamo mediante una correspondencia epistolar peligrosa. Y,
una vez admitido el trueque o la solicitud había que proceder al traslado de
las obras. Lo último era rezar para que llegara a su destino sin que el
mensajero hubiera sido asaltado. Una vez en los scriptoria se procedía a su
copiado o a su traducción en otra lengua clásica o (ya pasado el milenio) en
alguna de las lenguas romances en las que se había convertido el
latín.
La iglesia y su papel en la difusión de la cultura
medieval: los libros
No se creaba tal como hoy lo
entendemos. El esfuerzo se concentraba en la recuperación de textos clásicos,
en su copiado para que no se perdiera, en las glosas (crítica, explicación o
análisis), en los comentarios a los escritos de los padres de la iglesia y poco
más. La Biblia acaparaba los primeros recursos y de ella se hacían manuscritos
y más manuscritos. Luego ocupaba el interés los escritos con autoridad de los
autores cristianos (San Agustín, Santo Tomás…) seguido de algunos textos de difícil
clasificación como fueron los Beatos. A continuación, se recuperaban los textos
de la cultura clásica considerados compatibles con las enseñanzas cristianas. A
pesar de ello, las ideas paganas pervivieron gracias a la labor de copia de
estos centros religiosos. Y fue no solo por esta paciente tarea manuscrita sino
porque también se intentó blanquear (de alguna manera u otra) este conocimiento
a través del concepto de alegoría.
Resumiendo mucho, se entendía que todo en el
mundo de más allá tenía una traducción en este plano. Aquí se incluía toda la
cultura pagana con dioses que no se empeñaban en ocultar vicios y seres
híbridos en metamorfosis. Y todo ello hizo posible que no se perdiera ni Platón
ni Aristóteles ni Ovidio y ni siquiera las comedias obscenas de Plauto. Los
libros que un día fueron el orgullo de la Biblioteca de Alejandría siguieron circulando y copiándose en los monasterios donde se guardaban
con celo y mil llaves.
La comunicación
y la transmisión de la cultura en la Edad Media
Con esta situación social y cultural la
comunicación de las enseñanzas de las escrituras al resto de la población se
hacía complicada. Por eso, prácticamente todo llegaba de manera oral. Las
parábolas de la Biblia se unían a los sermones dominicales. Y las paredes de
las iglesias se llenaron con símbolos que la humanidad de la época sabía
descifrar. Allí se hablaba del poder del infierno, de la atracción del pecado,
de los dones del paraíso y de la felicidad de la virtud. Tallados en piedra,
ese conocimiento esencial estaba al alcance del más humilde mientras los libros
se guardaban en espera de publicitarse su conocimiento.
Del mismo tenor era la literatura medieval. La oralidad era la norma y la escritura la excepción. Orales eran
los cantares de gesta con los que los miembros del mester juglaría se empeñaban en llevar un poco de alegría a la población de los castillos
medievales. Por eso, excepto alguna muestra, como el Cantar del Mío Cid, se ha perdido la práctica totalidad de la poesía épica de estos
siglos. Y orales, con toda probabilidad, eran también los textos del mester de clerecía, aunque estos hayan sufrido mejor destino. Había, por tanto, que fiarlo
todo a una frágil memoria cuya transmisión podría quebrarse con
facilidad.
Y en poco más se sustentaba la cultura
medieval. Es a partir del siglo XII con un tímido y progresivo aumento de las
ciudades, que comienzan a llenarse de una incipiente burguesía artesanal y
comercial, cuando empieza a dejarse atrás tanta oscuridad. A partir de estas
décadas se van abriendo los caminos, se van levantando iglesias en el
estilo románico para desembocar en la grandiosa arquitectura gótica. Paralelamente, los señores feudales van perdiendo poder en favor de
reinos cada vez mayores que van concentrando riquezas. Estas pueden invertirse
en emprendimientos de cierta ambición. Coincide, además, con la fundación de
las primeras universidades europeas (Bolonia en 1088, Oxford en 1096, Cambridge
en 1209 o Salamanca en 1218) que se extenderían durante los siglos XIII, XIV y
XV. Así, progresivamente, el conocimiento va saliendo de los muros de
monasterios y conventos.
Aunque no se abandonan los estudios
tradicionales, sí se abren nuevas vías de saber y estas están a disposición de
un público más amplio (con sus matices). Muy lentamente se va acorralando el
analfabetismo accediendo a la instrucción los miembros de la nobleza, primero,
la burguesía o campesinos libres enriquecidos, después. Una población cada vez
mayor de estudiantes se acaba convirtiendo en el germen de los profesionales
liberales.
La iglesia y su papel en la difusión de la
cultura medieval continuaría con la instauración de la imprenta a mediados del
siglo XV, fecha en la que se da por finiquitada la época. Donde antes hubo un
scriptoria se instala una imprenta. Sin embargo, para entonces, el mundo había
cambiado de forma radical y la Edad Media había quedado atrás para siempre. Los
caminos volvían a ser transitados. Algunos valientes (o los que no tenían nada
que perder) se adentraron incluso allende los mares descubriendo a ojos
europeos nuevas tierras. La multiplicación de los libros propició nuevas ideas (erasmismo, el cisma protestante hasta llegar a una nueva posición del hombre en el Renacimiento…) Cada vez eran más los que abandonaban los campos y se concentraban en
las ciudades creándose talleres y oficios diversos que, de alguna manera u
otra, contribuían a una mejora de la economía. Y con ella se posibilitaba que
alguien más abandonara la oscuridad del analfabetismo para adentrarse en la luz
de los libros y el conocimiento.
https://www.candelavizcaino.es/historia/iglesia-cultura-medieval.html
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