domingo, 27 de marzo de 2022

 

La iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval


Breve análisis del panorama cultural medieval y la importancia fundamental de la iglesia y sus valores en la sociedad de estos siglos.  

En el 476 caía el Imperio Romano de Occidente dando entrada oficialmente a la Edad Media. Casi un siglo antes, en el 380, el cristianismo se había convertido en la religión oficial de ese mismo imperio en decadencia por un decreto de Constantino. El fin de la cultura clásica supone, en primera instancia, que se deja atrás las creencias en los dioses paganos con todo lo que ello supone. Además y paralelamente, lo que fuera un imperio unido se desmenuza en pequeños reinos tan enfrentados entre sí que las vías de comunicación (en todos los sentidos) comienzan a abandonarse. Y esta se convierte en una circunstancia trascendental para entender a la iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval.  

El teocentrismo de la Edad Media  

De familiaridad con lo santo ha sido descrita la cultura medieval europea al completo. Aun así, hay que ir más allá, mucho más. Hasta finales del siglo XV, con la imprenta y los descubrimientos de nuevas tierras allende los mares, una población harapienta, hambrienta y analfabeta solo ponía su mirada en los dones divinos. Con la caída de Roma, los distintos señores europeos van conformando reinados alrededor de un castillo y sus tierras de labranza. La falta de colaboración entre ellos se transforma en guerras frecuentes que merman cosechas a la par que consumen los escasos recursos económicos disponibles. El ensimismamiento en lo propio hace que se olviden los caminos y que la cultura (a pesar de ser única para todo el territorio europeo) se vuelva local, empobrecida y escasa. 

 

En estos cuerpos desvalidos por la desnutrición y los rigores extremos hacen mella plagas de todo tipo que proliferan por la falta de higiene básica ya que también han sido abandonadas las redes de cloacas. Paralelamente, el cristianismo se va extendiendo por toda Europa hasta arrinconar cualquier otra espiritualidad. El mensaje de redención (en otro plano, en un más allá etéreo) va calando en la población que ve este mundo como tránsito hacia la otra vida sin ningún aliciente para agarrarse a los dones terrenos. Tanto fue así que, alrededor del año mil, se acumulaban tal cantidad de tribulaciones que desde los reyes hasta los más humildes de los labriegos creían firmemente en la llegada del fin del mundo. El Apocalipsis se palpaba con la punta de los dedos dando lugar a una literatura propia al respecto que cristalizó en los reinos hispánicos en los llamados Beatos, una de las más bellas muestras artísticas de la Edad Media. 

Una sociedad profundamente dividida en grupos estancos de guerreros (nobleza) y campesinos junto con pequeños artesanos encuentra en el tercer estamento (la iglesia) el único depositario de todos los bienes culturales. Y así se hace. Entre los muros de centros religiosos, aislados de la población, se va concentrando paulatinamente los saberes de la escritura, de la fitoterapia, de la elaboración de algunos productos de higiene, de cerveza… Aquí queda recogido el recuerdo de la cultura clásica, de la filosofía y de la literatura griega, de la historiografía romana, de los herbolarios árabes…  

Pérdida de comunicaciones y reinos confinados  

Para entender la labor de la iglesia y su difusión de la cultura medieval hay que centrarse en la estanca estructura social protagonizada por fronteras (tanto internas como externas) claramente definidas. Cada reino estaba dividido en tres estamentos casi inamovibles: la casta de los guerreros nobles, los campesinos y la iglesia. Y estos reinos, a su vez, apenas tenían comunicación con el vecino y cuando esta se producía eran, en un porcentaje elevado, para iniciar hostilidades que acababan en guerras. El analfabetismo era una constante no solo entre los humildes sino también en la, a veces, brutal nobleza. Con este panorama, era la iglesia la depositaria del saber, de las letras, de la lectura, de la música, de los libros y de lo que en ellos se decía.  

A partir del siglo VII y casi hasta el siglo XII las antiguas vías de comunicación romanas fueron abandonadas. Los caminos se convirtieron en territorios peligrosos repletos de criminales de todo tipo que llegaron incluso al canibalismo. Ante esta situación, rara vez alguien se atrevía a traspasar los límites de su terruño y pocos eran lo que, en vida, conocían lo que había más allá de unos veinte o cincuenta kilómetros desde su lugar de nacimiento. Las comunicaciones, por tanto, se hacían complejas, difíciles, lentas y frustrantes. Únicamente, a partir del siglo XII, cuando la situación económica comenzó a dar pequeños respiros, avanzaron algunas vías de peregrinación como el Camino de Santiago. Aún así, tal como se recoge en el famoso libro Codex Calixtinus, el viaje era tan peligroso que eran muchos los fieles que no pudieron regresar a su lugar de origen

La iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval: los monasterios  

Si los castillos se convirtieron en el refugio de una población civil asediada por todo tipo de peligros, un tanto de lo mismo sucedió para los libros medievales con respecto a los centros religiosos. Monasterios y conventos se levantan en emplazamientos aislados, a veces, escarpados y de difícil acceso. Se resguardan por altos muros en el plano físico y por una ley conocida por todos que penaba con el infierno eterno a quien osara perturbar una paz que era entregada a mayor gloria de Dios. En estos refugios se concentraban las pocas personas alfabetizadas de la Edad Media y también la enseñanza del saber de la época. Aquí se rezaba y se vivía en comunidad. Se mantenía un huerto y se intentaba comprender las propiedades de ciertas hierbas medicinales que se aprovechaban para llevar a cabo prácticas de medicina natural. Aquí se elaboraba vino o cerveza y se trabajaba en una pequeña granja de autoabastecimiento. 

Y en cada uno de estos centros religiosos se mantenía un scriptoria donde la comunidad religiosa se afanaba pacientemente en copiar con cuidada caligrafía los restos de la cultura clásica. Ya hemos dicho que la pobreza era extrema. Por tanto, los libros eran difíciles de elaborar. Se necesitaban pergaminos (realizados a partir de pieles de animales), tintas y materiales cuyo acopio no era fácil. También hemos anotado que los caminos eran lugares hartos peligrosos. Por tanto, el intercambio y el comercio era casi inexistente. Prácticamente todo se dejaba al autoabastecimiento. Y a ello se unía los escasos volúmenes disponibles para copiar o traducir.

Porque la única manera que tenía un centro religioso de aumentar su biblioteca era copiar un volumen ya existente. Este podría estar en un monasterio de la misma orden al que había que solicitar el préstamo mediante una correspondencia epistolar peligrosa. Y, una vez admitido el trueque o la solicitud había que proceder al traslado de las obras. Lo último era rezar para que llegara a su destino sin que el mensajero hubiera sido asaltado. Una vez en los scriptoria se procedía a su copiado o a su traducción en otra lengua clásica o (ya pasado el milenio) en alguna de las lenguas romances en las que se había convertido el latín.  

La iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval: los libros

No se creaba tal como hoy lo entendemos. El esfuerzo se concentraba en la recuperación de textos clásicos, en su copiado para que no se perdiera, en las glosas (crítica, explicación o análisis), en los comentarios a los escritos de los padres de la iglesia y poco más. La Biblia acaparaba los primeros recursos y de ella se hacían manuscritos y más manuscritos. Luego ocupaba el interés los escritos con autoridad de los autores cristianos (San Agustín, Santo Tomás…) seguido de algunos textos de difícil clasificación como fueron los Beatos. A continuación, se recuperaban los textos de la cultura clásica considerados compatibles con las enseñanzas cristianas. A pesar de ello, las ideas paganas pervivieron gracias a la labor de copia de estos centros religiosos. Y fue no solo por esta paciente tarea manuscrita sino porque también se intentó blanquear (de alguna manera u otra) este conocimiento a través del concepto de alegoría. 











Resumiendo mucho, se entendía que todo en el mundo de más allá tenía una traducción en este plano. Aquí se incluía toda la cultura pagana con dioses que no se empeñaban en ocultar vicios y seres híbridos en metamorfosis. Y todo ello hizo posible que no se perdiera ni Platón ni Aristóteles ni Ovidio y ni siquiera las comedias obscenas de Plauto. Los libros que un día fueron el orgullo de la Biblioteca de Alejandría siguieron circulando y copiándose en los monasterios donde se guardaban con celo y mil llaves.  

La comunicación y la transmisión de la cultura en la Edad Media 

Con esta situación social y cultural la comunicación de las enseñanzas de las escrituras al resto de la población se hacía complicada. Por eso, prácticamente todo llegaba de manera oral. Las parábolas de la Biblia se unían a los sermones dominicales. Y las paredes de las iglesias se llenaron con símbolos que la humanidad de la época sabía descifrar. Allí se hablaba del poder del infierno, de la atracción del pecado, de los dones del paraíso y de la felicidad de la virtud. Tallados en piedra, ese conocimiento esencial estaba al alcance del más humilde mientras los libros se guardaban en espera de publicitarse su conocimiento. 

Del mismo tenor era la literatura medieval. La oralidad era la norma y la escritura la excepción. Orales eran los cantares de gesta con los que los miembros del mester juglaría se empeñaban en llevar un poco de alegría a la población de los castillos medievales. Por eso, excepto alguna muestra, como el Cantar del Mío Cid, se ha perdido la práctica totalidad de la poesía épica de estos siglos. Y orales, con toda probabilidad, eran también los textos del mester de clerecía, aunque estos hayan sufrido mejor destino. Había, por tanto, que fiarlo todo a una frágil memoria cuya transmisión podría quebrarse con facilidad.  

Y en poco más se sustentaba la cultura medieval. Es a partir del siglo XII con un tímido y progresivo aumento de las ciudades, que comienzan a llenarse de una incipiente burguesía artesanal y comercial, cuando empieza a dejarse atrás tanta oscuridad. A partir de estas décadas se van abriendo los caminos, se van levantando iglesias en el estilo románico para desembocar en la grandiosa arquitectura gótica. Paralelamente, los señores feudales van perdiendo poder en favor de reinos cada vez mayores que van concentrando riquezas. Estas pueden invertirse en emprendimientos de cierta ambición. Coincide, además, con la fundación de las primeras universidades europeas (Bolonia en 1088, Oxford en 1096, Cambridge en 1209 o Salamanca en 1218) que se extenderían durante los siglos XIII, XIV y XV. Así, progresivamente, el conocimiento va saliendo de los muros de monasterios y conventos. 

Aunque no se abandonan los estudios tradicionales, sí se abren nuevas vías de saber y estas están a disposición de un público más amplio (con sus matices). Muy lentamente se va acorralando el analfabetismo accediendo a la instrucción los miembros de la nobleza, primero, la burguesía o campesinos libres enriquecidos, después. Una población cada vez mayor de estudiantes se acaba convirtiendo en el germen de los profesionales liberales.  

La iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval continuaría con la instauración de la imprenta a mediados del siglo XV, fecha en la que se da por finiquitada la época. Donde antes hubo un scriptoria se instala una imprenta. Sin embargo, para entonces, el mundo había cambiado de forma radical y la Edad Media había quedado atrás para siempre. Los caminos volvían a ser transitados. Algunos valientes (o los que no tenían nada que perder) se adentraron incluso allende los mares descubriendo a ojos europeos nuevas tierras. La multiplicación de los libros propició nuevas ideas (erasmismo, el cisma protestante hasta llegar a una nueva posición del hombre en el Renacimiento…) Cada vez eran más los que abandonaban los campos y se concentraban en las ciudades creándose talleres y oficios diversos que, de alguna manera u otra, contribuían a una mejora de la economía. Y con ella se posibilitaba que alguien más abandonara la oscuridad del analfabetismo para adentrarse en la luz de los libros y el conocimiento.  

https://www.candelavizcaino.es/historia/iglesia-cultura-medieval.html

 



















No hay comentarios:

Publicar un comentario

  LA CUARTA CRUZADA: la conquista latina de Constantinopla y el escándalo de la cristiandad Enrico Dandolo. Domenico Tintoretto (Public ...