San Beda el Venerable
Su Vida
Historiador y doctor de la Iglesia, nació en 672 ó 673 y murió en
735. En el último capítulo de su gran obra sobre la "Historia Eclesiástica del Pueblo Inglés", Beda nos contó algo
de su propia vida, prácticamente todo lo que sabemos de él. Sus palabras,
escritas en 731, cuando su muerte no estaba demasiado lejos, no sólo muestran
la sencillez y piedad características del hombre, sino que arrojan luz sobre la
composición de la obra por la cual se le recuerda mejor en todo el mundo.
Escribió así:
Y es así que, muy interesado en la historia eclesiástica de
Bretaña, especialmente en la raza de los ingleses, yo, Beda, sirviente de
Cristo y sacerdote del monasterio de los benditos apóstoles San Pedro y San
Pablo, el cual se encuentra en Wearmouth y Jarrow (en Northumbria), con la
ayuda del Señor he compuesto, cuanto he logrado recabar de documentos antiguos,
de las tradiciones de los ancianos y de mi propio conocimiento. Nací en el
territorio del monasterio ya mencionado, y a la edad de siete años fui dado,
por el interés de mis familiares, al reverendísimo abad benedictino Biscop, y
después a Ceolfrid, para recibir educación. Desde entonces he permanecido toda
mi vida en dicho monasterio, dedicando todas mis penas al estudio de las
Escrituras, a observar la disciplina monástica y a cantar diariamente en la
iglesia, siendo siempre mi deleite el aprender, enseñar o escribir. A los
diecinueve años, fui admitido al diaconado, a los treinta al sacerdocio, ambas
veces mediante las manos del reverendísimo obispo Juan [san Juan de Beverley],
y a las órdenes del abad Ceolfrid. Desde el momento de mi admisión al
sacerdocio hasta mis actuales 59 años me he esforzado por hacer breves notas
sobre las sagradas Escrituras, para uso propio y de mis hermanos, ya sea de las
obras de los venerables Padres de la Iglesia o de su significado e
interpretación.
Después de esto, Beda inserta una lista de Indiculus, de sus anteriores escritos y, finalmente, termina su
gran obra con las siguientes palabras:
Y os ruego, amoroso Jesús, que así como me habéis concedido la
gracia de tomar con deleite las palabras de vuestro conocimiento, me concedáis
misericordiosamente llegar a ti, la fuente de toda sabiduría, y permanecer para
siempre delante de vuestro rostro.
Es evidente, en la carta de Beda al obispo Egberto, que el
historiador visitaba ocasionalmente a sus amigos durante algunos días,
alejándose del monasterio de Jarrow; pero salvo esas raras excepciones, su vida
parece haber transcurrido como una pacífica ronda de estudios y oración dentro
de su propia comunidad. El cariño que ésta le tenía queda manifiesto en el
conmovedor relato de la última enfermedad y la muerte del santo, legada a
nosotros por Cuthbert, uno de sus discípulos. Su búsqueda del conocimiento no
fue interrumpida por su enfermedad y los hermanos le leían mientras él estaba
en cama, pero la lectura era reemplazada constantemente por las lágrimas.
"Puedo declarar con toda verdad," escribe Cuthbert sobre su amado
maestro, "que nunca vi con mis ojos, ni oí con mis oídos a nadie que
agradeciera tan incesantemente al Dios vivo. Incluso el día de su muerte (la
vigilia de la Ascensión de 735) el santo estaba ocupado dictando una traducción
del Evangelio de San Juan. Al atardecer, el muchacho Wilbert, que la estaba
escribiendo, le dijo: “Hay todavía una oración, querido maestro, que no está
escrita.” Y cuando la hubo entregado, y el muchacho le dijo que estaba
terminada, "Habéis hablado con verdad…", contestó Beda, "…está
terminada. Tomad mi cabeza entre vuestras manos, pues es de gran placer
sentarme frente a cualquier lugar sagrado donde haya orado, así sentado puedo
llamar a mi Padre.” Y así, sobre el suelo de su celda, cantando "Gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo", y el resto, exhaló su último
aliento.
El calificativo Venerabilis parece haber sido agregado al nombre
de Beda antes de haber transcurrido las dos generaciones posteriores a su
muerte. Por supuesto, no existe una autoridad anterior que corrobore la leyenda
repetida por Fuller acerca del “monje torpe” que al componer un epitafio sobre
Beda se quedó sin palabras para completar la frase Hac sunt in fossa Bedae…
ossa y a la mañana siguiente se encontró con que los ángeles habían llenado el
espacio con la palabra venerabilis. El calificativo es utilizado por Alcuin,
Amalarius y al parecer por Paulo el Diácono, y el importante Consejo de Aachen
de 835 lo describe como venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis
Beda. Este decreto se mencionaba especialmente en la petición que el Cardenal
Wiseman y los obispos ingleses enviaron a la Santa Sede en 1859, rogando que
Beda fuera declarado Doctor de la Iglesia. El tema ya había sido discutido
antes de la época de Benedicto XIV, pero no fue hasta el 13 de noviembre de
1899 que León XIII decretó que el 27 de mayo toda la Iglesia debía celebrar la
fiesta del Venerable Beda, con el título de Doctor Ecclesiae. Durante toda la
Edad Media se había celebrado en York y en el Norte de Inglaterra el culto
local al Santo Beda, pero la fiesta no era tan popular en el sur, donde se
seguía la Liturgia de Sarum.
La influencia de Beda entre los eruditos ingleses y extranjeros
fue muy grande, y probablemente habría sido mayor si los monasterios del norte
no hubieran sido devastados por las invasiones Danesas menos de un siglo
después de la muerte de Beda. En innumerables formas, pero especialmente por su
moderación, amabilidad y gran visión, Beda se distingue entre sus
contemporáneos. En lo referente a erudición, indudablemente fue el hombre más
sabio de su tiempo. Una característica muy notable, observada por Plummer (I,
p. HSI), es su sentido de propiedad literaria, una
particularidad extraordinaria en esa época. Él mismo anotaba escrupulosamente
en sus escritos los pasajes que había tomado prestados de otros e incluso
rogaba a los copistas de sus obras que conservaran las referencias, una
recomendación a la que ellos pusieron muy poca atención. A pesar de lo elevado
de su cultura, Beda aclara repetidamente que sus estudios están subordinados a
la interpretación de las Escrituras. En su "De Schematibus" lo dice
así: “Las Sagradas Escrituras están sobre todos los demás libros, no sólo por
su autoridad Divina, o por su utilidad pues son una guía hacia la vida eterna,
sino también por su antigüedad y su forma literaria” (positione dicendi). Tal
vez el mayor tributo al genio de Beda es que con una convicción tan desprovista
de compromiso y tan sincera de que la sabiduría humana es inferior, haya podido
adquirir tanta cultura verdadera. Aunque el Latín fue para él una lengua
todavía viva, y aunque no parece haber volteado conscientemente hacia la Era de
Augusto de la Literatura Romana que preservaba modelos más puros de estilo
literario que la época de Fortunato o San Agustín, ya sea por genio natural o
por el contacto con los clásicos, Beda es extraordinario por la relativa pureza
de su lenguaje y también por su lucidez y sobriedad, especialmente en temas de
crítica histórica. En todos estos aspectos presenta un marcado contraste con
san Aldhelm quien se aproxima más al tipo Celta.
Obras y Ediciones
Nunca se ha publicado una edición de las obras completas de Beda
basada en el cotejo cuidadoso de los manuscritos. El texto impreso por Giles en
1884 y reproducido por Migne (XC-XCIV) muestra pocas o ninguna mejora con
respecto a la edición básica de 1563 o la edición de Colonia de 1688. Por
supuesto, a Beda se le recuerda principalmente como historiador. Su gran obra,
"Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum" (Historia
eclesiástica del pueblo inglés), que relata el cristianismo en Inglaterra desde
sus inicios hasta la época de Beda, es la base de todos nuestros conocimientos
acerca de la historia británica –una obra maestra elogiada por los eruditos de
todas las épocas. Plummer produjo una edición de esta obra, de la "Historia
Abbatum" (Historia de los Abades) y la "Carta a Egberto", que
con toda justicia puede llamarse la versión final (2 volúmenes, Oxford, 1896).
En la introducción, Plummer ilustró admirablemente la extraordinaria diligencia
de Beda para la recopilación de documentos y su uso crítico de ellos (págs.
XLIII-XLVII). La "Historia de los Abades" (de los monasterios gemelos
de Wearmouth y Jarrow), la "Carta a Egberto", las vidas en verso y
prosa de "San Cuthbert", y otras obras de menor tamaño, también tienen
gran valor por la luz que arrojan sobre el estado del cristianismo en
Northumbria en la época de Beda. La "Historia Eclesiástica" fue
traducida al anglosajón a petición del Rey Alfredo. Desde entonces se ha
reproducido con frecuencia, notablemente por T. Stapleton, quien la imprimió en
1565 en Amberes como arma controversial contra los teólogos de la Reforma en el
reino de Elizabeth. El texto en latín apareció por primera vez en Alemania en
1475. Vale la pena hacer notar que en Inglaterra no se imprimió ninguna
edición, ni siquiera la latina, antes de 1643. El texto más preciso de Smith
vio la luz en 1742.
Los tratados cronológicos de Beda "De temporibus liber"
y "De temporum ratione" (Sobre el cálculo del tiempo) también
contienen resúmenes de la historia general del mundo desde la creación hasta el
725 y el 703, respectivamente. Estas porciones históricas fueron editadas
satisfactoriamente por Mommsen en la "Monumenta
Germaniae historica" (1898), y pueden encontrarse entre los
especímenes más antiguos de este tipo de cronología general, por lo que han
sido copiados e imitados en gran medida. La obra topográfica "De locis santis" (Sobre los lugares
santos) es una descripción de Jerusalén y los lugares santos basada en Adamnan
y Arculfus. En 1898, la obra de Beda fue editada por Geyer en "Itinera Hierosolymitana" para el
"Corpus Scriptorum" de
Viena. El hecho de que Beda compiló un martirologio lo sabemos por él mismo,
pero la obra que se le atribuye en extensos manuscritos ha sido tan
complementada que es muy difícil saber exactamente que escribió.
En su propia opinión, y en la de sus contemporáneos, las obras
exegéticas de Beda fueron las más importantes, pero la lista es demasiado larga
para describirla en este documento. Entre dichas obras se encuentra un
comentario sobre el Pentateuco completo, así como sobre algunas partes
seleccionadas. También hay comentarios sobre los libros de Reyes, Esdras,
Tobías, El Cantar de los Cantares, etcétera. En el nuevo testamento, interpretó
a san Marcos, san Lucas, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas y el
Apocalipsis; pero la autenticidad del comentario de san Mateo, impreso con su
nombre, es más que dudosa. (Plaine en "Revue Anglo-Romaine", 1896,
III, 61). Las homilías de Beda toman la forma de comentarios sobre el
evangelio. La colección de 50 (divididas en dos libros) atribuidas a Beda por
Giles (y Migne) son en su mayoría auténticas, pero se sospecha de la
autenticidad de unas cuantas. (Morin en "Revue Bénédictine", IX,
1892, 316).
Beda menciona varios escritos didácticos en la lista que nos dejó
de sus obras. La mayoría de ellos aún se conservan y no hay razón para dudar de
su autenticidad. Sus tratados de gramática "De arte metricâ" y
"De orthographiâ" han sido editados adecuadamente en tiempos modernos
por Keil en su "Grammatici Latini" (Leipzig, 1863). Sin embargo, las
obras más grandes "De natura rerum", “De temporibus", “De
temporium ratione", alrededor que tratan sobre ciencia, como era entendida
en ese entonces, y especialmente sobre cronología, nos han llegado solamente a
través de tres textos poco satisfactorios de los editores más antiguos y Giles.
Más allá de la vida métrica de san Cuthbert y algunos versos incorporados a la
"Historia Eclesiástica", no poseemos mucha poesía que pueda ser
atribuida con toda certeza a Beda, pero al igual que otros eruditos de su
época, seguramente escribió una buena cantidad de versos. El mismo menciona su
"libro de himnos" compuesto con diferentes métricas o ritmos. De
manera que Alcuin dice de él: Plurima versifico cecinit quoque carmina plectro.
Es posible que el más corto de sus dos calendarios médicos impresos entre sus
obras sea genuino. El Penitencial atribuido a Beda, aunque aceptado como
genuino por Haddan, Stubbs y Wasserschleben, probablemente no sea suyo (Plummer,
I, 157).
El Venerable Beda es el testigo más antiguo de la tradición
puramente gregoriana de Inglaterra. Sus obras "Musica theoretica" y
"De arte Metricâ" (Migne, XC) son consideradas
especialmente valiosas por los eruditos que hoy en día se avocan al estudio de
la forma primitiva del canto.
Notas
Fuente: Thurston,
Herbert. "The Venerable Bede." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2. New
York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/02384a.htm>.
https://ec.aciprensa.com/wiki/San_Beda_el_Venerable
Historia ecclesiastica gentis
Anglorum
https://www.amazon.com/-/es/Beda-Venerabilis/dp/1469956772
La Historia
ecclesiastica gentis Anglorum (historia eclesiástica del pueblo inglés) es una
obra Latina, escrita por el Venerable Beda, que es la historia de la iglesia
inglesa, y, más en general, de la historia de Inglaterra, desde la época de
César hasta el año 731, con especial atención al conflicto entre la Iglesia de
Roma y el Cristianismo Celta. Se considera una de las fuentes más importantes
de la historia anglosajona y jugó un papel clave en el desarrollo de la
identidad nacional inglesa. Se cree que se completó cuando Beda tenía unos
sesenta años, en 731.
La Historia
ecclesiastica gentis Anglorum es la obra más conocida de Beda. Terminado
alrededor de 731, el primero de los cinco libros de los que se compone comienza
con una visión geográfica, luego describe la historia de Inglaterra, a partir
de la invasión cesárea de 55 AC. Un breve relato del cristianismo en la Gran Bretaña
romana, incluyendo el martirio de San Albano, es seguido por el viaje misionero
de Agustín de Canterbury a Inglaterra en 597, que llevó el cristianismo a los
anglosajones. El segundo libro comienza con la muerte de Gregorio el Grande en
604, y sigue el progreso posterior del cristianismo en Kent y los primeros
intentos de evangelizar el Reino de Northumbria : se encontraron con un revés
temporal cuando Penda, el rey pagano de Mercia, mató al reciente convertido al
rey Edvino de Deira en la batalla de Hatfield Chase en 632. El tercer libro
explica el crecimiento de la fe cristiana en Northumbria bajo los Reyes Oswald
y Oswiu de Northumbria. El clímax de la narración en el tercer libro se alcanza
con la descripción del Sínodo de Whitby, tradicionalmente considerado un punto
focal de la historia inglesa. El cuarto libro comienza con la consagración de
Teodoro de Tarso como arzobispo de Canterbury, y describe los intentos de
Vilfrido de York de evangelizar a Sussex. El quinto libro llega a la época de
beda, e incluye un relato del trabajo de los misioneros en Frisia, y del
contraste con la Iglesia británica sobre la fecha correcta de la Pascua. Bede
escribió un prefacio a la obra, en el que dedica a Ceolwulf de Northumbria; el
prefacio menciona que Ceolwulf había recibido un borrador preliminar del libro:
por lo tanto, se puede presumir que Ceolwulf era capaz de entender el latín, y
tal vez también sabían leer. El prefacio, sin embargo, deja claro que Ceolwulf
había solicitado el proyecto, y que Bede había buscado su aprobación: esta
correspondencia con el soberano indica que el Monasterio de Bede gozaba de
excelentes vínculos con la nobleza de Northumbria.
Los cinco libros,
por un total de unas 400 páginas, cubren la historia de Inglaterra,
eclesiástica y Política, desde la época de Julio César hasta la fecha de su
composición (731). Los primeros 21 capítulos tratan sobre el período anterior a
la misión evangelizadora de Agustín de Canterbury, y se compilan utilizando
como fuentes de autores anteriores, incluyendo Paolo Orosio, Gildas, Prospero
de Aquitania, las cartas del papa Gregorio Magno, con la inserción de los
elementos legendarios y tradicionales. Desde el punto de vista de la
metodología histórica que es sorprendentemente moderna, sin embargo, la Historia,
al igual que otros escritos históricos de la época, tiene un grado de
objetividad baja para los estándares actuales, que se asemeja a una mezcla de
hecho, leyenda y Literatura: por ejemplo, Beda menciona para extendido algunos
de sus discursos a la gente, no su contemporáneo, de los cuales sobrevivió un
rastro de ella en cualquier fuente, y es permisible dudar si y cuánto la
tradición oral apoyó tales afirmaciones citas Para el período posterior al 596
Bede utiliza fuentes documentales de origen inglés y romano, que con fuentes
orales son verificadas por el propio Bede y utilizadas con consideraciones
críticas sobre su valor.
El Monasterio de
Jarrow, donde Beda pasó la última parte de su vida, tenía una excelente biblioteca:
tanto Benedict Biscop como Ceolfrid habían comprado libros en el continente, y
en la época de Beda la abadía era un reconocido centro cultural. Para el
período anterior a la llegada de Agustín de Canterbury a Inglaterra (597), Beda
se basó en autores antiguos, como Pablo Orosio, Eutropio, Plinio el viejo y
Cayo Julio Solino. Utilizó la vida Germana de Constancio de Lyon como fuente
para la visita de Germano D''Auxerre a Gran Bretaña. El relato de la invasión
anglosajona de Gran Bretaña se toma en gran parte de Gildas, de Excidio Britanniae.
Beda pudo haber estado familiarizado con obras más cercanas a él, como la Vita
Sancti Wilfrithi de Esteban de Ripon, y la Vitae De Gregorio el Grande y
Cutberto de Lindisfarne, de un autor anónimo. Beda también pudo contar con
corresponsales que le proporcionaron material de estudio, y que se mencionan en
el prefacio: Albino, Abad en Canterbury, le envió mucha información sobre la
Iglesia en Kent, y con la ayuda de Nothhelm de Canterbury, en el momento
sacerdote en Londres, obtuvo copias de las cartas de Gregorio Magno sobre la
misión de Agustín; casi toda la información de cartas e incluyen el Libellus
responsionum insertado como Capítulo 27 del primer libro. También se basó en
las Antigüedades judías de Flavio José, en los escritos de Casiodoro, y en el
monasterio había ciertamente una copia del Liber Pontificalis. Estuvo en
contacto con Daniel, obispo de Winchester, para la historia de la Iglesia en el
Reino de Wessex, y escribió al Monasterio de Lastingham para obtener
información sobre Cedda y Chad de Mercia; también menciona a cierto Abad Esi
como fuente para los asuntos de la Iglesia de east Anglia, y al obispo Cynibert
para obtener información sobre el Reino de Lindsey. El historiador Walter
Goffart argumenta que Beda basó la estructura de la Historia en otras tres
obras, usándolas como un esquema alrededor del cual construir las tres
secciones principales de su trabajo. Para la primera parte, hasta la misión
ordenada por Gregorio Magno, Goffart afirma que Beda utilizó el de excidio del
Gremio; la segunda sección, que detalla la misión y el trabajo de Agustín de
Canterbury, se habría construido sobre la vida anónima Graegorii escrita en
Whitby; la última parte, que describe los eventos posteriores, según Goffart,
se habría modelado sobre la Vita Sancti Wilfrithi de Esteban de Ripon.
La Historia tiene
un propósito claramente polémico y didáctico: Beda tiene en mente no solo
contar la historia inglesa, sino también afirmar su propio punto de vista en el
ámbito político y religioso. El único acento que la negativa Beda dirigió a la
Madre Tierra aparece en el pasaje relativo a la muerte del Rey Egfrido, contra
los pictos en la batalla de Dunnichen en 685; Beda atribuye, de hecho, esa
derrota a la voluntad divina, como castigo por el ataque de Northumbria Irlanda
el año anterior, ya que era leal, sin embargo, el autor muestra por lo tanto unos
misioneros, a quienes consideraba más capaces y apasionados que sus homólogos
ingleses El autor es partidario de su Northumbria natal, que realza el papel en
la historia inglesa mucho más allá de la de Mercia, su gran rival del Sur se
preocupa, de hecho, mucho más por describir eventos que datan del siglo VII,
cuando Northumbria era el Centro de poder del mundo anglosajón dominante, no de
los eventos del siglo VIII, cuando no lo era. Su preocupación es final con
respecto a la fecha precisa de la Pascua, en la que se detiene largamente: en
este punto se aventura algunas críticas de san Cutberto y los misioneros
irlandeses, que celebraron el evento, según Beda, en la fecha equivocada; y
finalmente, dice feliz del hecho de que la Iglesia en Irlanda ha modificado el
error al aceptar la fecha correcta.
Los estilos de
Beda incluyen algunos de los mismos autores de los que sacó el material para la
primera parte de la obra: la introducción imita la obra de Orosio, y el título
es un eco de la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea; siempre Eusebio es
imitado en la elección de los hechos de los Apóstoles como modelo para la
estructura general de la obra: donde Eusebio utilizó los actos como tema para
su descripción del crecimiento de la Iglesia universal, Beda lo utiliza como
modelo para su historia de la Iglesia anglosajona; de nuevo, Beda cita sus
fuentes en extensión, tal como lo había hecho Eusebio. Beda también parece haber
tomado citas directamente de sus corresponsales de la época: por ejemplo, casi
siempre usa el término "Australes" y "Occidentales" para
los sajones del Sur y del Oeste respectivamente, pero en un pasaje del primer
libro usa en su lugar "meridianos" y "occidentales" , como
tal vez su informante había hecho. Al final de la obra Beda añadió una breve
nota autobiográfica: la idea probablemente le vino de la Historia Francorum de
Gregorio de Tours.
Uno de los temas
importantes de la historia eclesiástica es que la conversión de Gran Bretaña al
cristianismo tuvo lugar por misioneros irlandeses e italianos, sin la
contribución de los nativos. El tema se desarrolla a partir de los escritos de
Gildas, que habían denunciado los pecados del autogobierno local durante la
invasión de los anglosajones, luego Beda, y lo extiende aún más, afirmando que
la invasión de los anglosajones en sí fue el castigo divino por la debilidad
del esfuerzo misionero y la negativa a aceptar la fecha romana de celebración
de la Pascua. Aunque Beda traza la historia del cristianismo en la Gran Bretaña
romana, ignora significativamente la obra evangelizadora de San Patricio.
Escribió aprobando a Aidan de Lindisfarne y Columba de Iona, que habían venido
de Irlanda en una misión entre los pictos y los escoceses, pero denunció el
fracaso de los monjes galeses para evangelizar a los invasores anglosajones.
Beda era partidario de Roma, y consideraba al papa Gregorio, más que a Agustín
de Canterbury, el verdadero apóstol de los ingleses. Probablemente, la
escritura de la conversión de los invasores, disminuye cualquier implicación de
los nativos, como cuando describe la primera consagración de Chad de Mercia,
diciendo que dos obispos británicos participaron, con este invalidándola, pero
no se molesta en proporcionar información sobre quiénes eran o de dónde venían.
El historiador Walter Goffart dice sobre la Historia como para la gran mayoría
de la historiografía moderna constituye "un canto de orígenes enmarcado
dinámicamente como el progreso de un pueblo, guiado por la providencia, del
paganismo al cristianismo; un desfile de santos en lugar de guerreros groseros;
una pieza magistral proceso que consume técnica, que es incomparable con su
tiempo; belleza de forma y dicción; y, no menos importante, cuya calidad de
vida y espíritu constituyen un modelo de sabiduría celosa Igualmente importante
es el pensamiento de Beda sobre el proceso de conversión, visto como un
fenómeno relevante para las clases altas, con muy poco tratamiento de los
esfuerzos misioneros dirigidos a la población no noble. Goffart también
argumenta que el tema principal de la Historia se refiere al alcance local de
Northumbria, y que Beda trata asuntos fuera de ella como secundarios a sus
principales intereses, ubicados al norte. Goffart finalmente ve la composición
de la Historia como motivada por las luchas políticas en Northumbria entre el
partido dedicado a Vilfrid de York y sus oponentes. Gran parte de la narrativa
de la historia tiene que ver con Vilfrid, obispo en Northumbria cuya carrera
tempestuosa está documentada no solo por el trabajo de Beda, sino también por
la vida; en Beda es evidente la voluntad de minimizar el conflicto entre
Vilfrid y Teodoro de Canterbury, quien estuvo involucrado en muchas de las
vicisitudes de Vilfrid. En la Historia hay varios relatos de milagros y
visiones; aunque estos eran de rigor en la ficción medieval, Beda parece haber
evitado excederse en lo maravilloso, y, sorprendentemente, casi no menciona los
eventos milagrosos que ocurrieron en su monasterio. No hay duda de que Beda
creía en los milagros, pero los que describe son a menudo cuentos de curación,
o eventos plausibles de explicaciones naturales. Los milagros sirvieron para
dar ejemplo al lector, y Beda declara explícitamente su objetivo la enseñanza
de la moral a través de la historia, cuando dice:" si la historia registra
las buenas obras de los hombres justos, el lector atento se anima a imitar el
bien; si registra el mal hecho por los malvados, el jugador, el adorador se
anima a escapar de todo lo que es pecaminoso y perverso. " .
Beda aparentemente
no tenía corresponsales en las casas religiosas más importantes de Mercia: su
información sobre Mercia proviene de Lastingham, Northumbria, y de Lindsey, una
provincia en las fronteras de Northumbria y Mercia. Como resultado, hay lagunas
obvias en el tratamiento de la historia de la Iglesia de Mercia, por ejemplo,
la división de la gran Diócesis de Mercia por Teodoro a finales del siglo VII
se omite, al mismo tiempo, sin embargo, Beda ya poco se expresa sobre los temas
que es ciertamente familiar: por ejemplo, aunque los relatos de la obra
misionera de Wilfred, no hablan completamente de su conflicto con el arzobispo
Teodoro de Canterbury, de su ambición, y de su estilo de vida aristocrático, y
solo la existencia de otras fuentes como la Vita Sancti Wilfrithi nos permite
aclarar lo que Beda omite discretamente las simpatías del autor eran para
Northumbria, mientras que consideraba la Mercia del Rey Penda en el siglo VII
como una fuerza pagana agresiva, responsable de la muerte del rey cristiano
Edvin. Mercia era una potencia emergente en el momento en que Beda escribió La
Historia Ecclesiastica, y el prejuicio regional es evidente. Las omisiones no
se limitan a Vilfrid: Beda no menciona a Bonifacio en absoluto, aunque apenas
sabía nada al respecto, y el último libro contiene menos información sobre la
Iglesia de la época del autor de lo que se puede esperar. Una posible
explicación a la discreción de Beda se podría encontrar donde afirma que no se
deben hacer acusaciones públicas sobre los eclesiásticos, sin importar los
pecados que hayan cometido; Beda puede haber encontrado poco bueno que decir
sobre la Iglesia de su tiempo, y por lo tanto prefirió guardar silencio.
El uso que Beda
hace en la Historia de una periodización similar a la introducida por Dionisio
el pequeño en 525, según el Anno Domini, ejerció una influencia considerable en
la posterior adopción en occidente de esta forma de contar los años. En
particular, se refirió al Anno AB incarnatione Domini o anno incarnationis
dominicae : Beda, por lo tanto, contó el Anno Domini desde el nacimiento de
Jesús, no desde su concepción como Dionisio. En su obra, Beda fue también el
primer escritor en utilizar una expresión similar a "antes de Cristo”: en
el segundo capítulo del primer libro, escribe "ante incarnationis
dominicae tempus" (" antes del tiempo de la encarnación del Señor
"). Esta última expresión como tal no tuvo mucha influencia, más allá de
unos pocos casos esporádicos, en escritores Medievales posteriores, y el primer
uso extenso de "antes de Cristo" , cientos de veces, se encuentra
solo en el Fasciculus Temporum de Werner Rolevinck de 1474, junto a la
referencia a la edad del mundo (anno Mundi).
Algunos
manuscritos antiguos contienen datos anales adicionales que se extienden más
allá de la fecha de finalización de la Historia Ecclesiastica, la última de las
cuales se refiere al año 766. Ningún manuscrito más antiguo del siglo XII
contiene tales inserciones, a excepción del período 731-734 que ya aparece en
manuscritos más antiguos. Gran parte del material repite lo que se encuentra en
la Crónica de Simeón de Durham; el resto proviene de Crónicas de origen del
Norte de Europa que datan del siglo VIII en adelante. La Historia fue traducida
al inglés antiguo durante el siglo IX en el sur de Gran Bretaña, y la tradición
ha atribuido esta versión al rey Alfredo el Grande; según los estudiosos
modernos, aunque Alfredo no podría haber manejado la traducción, sin embargo,
probablemente fue en relación con la difusión del conocimiento que Alfredo
promovió. La Crónica Anglosajona,
compuesta aproximadamente al mismo tiempo, se basó en gran medida en la
Historia, que constituía el esquema cronológico de las partes iniciales.
La Historia
Ecclesiastica se difundió en numerosos ejemplares en la Edad Media, y llegaron
cerca de 160 manuscritos que la contienen (además de un centenar que la
informan parcialmente), de los cuales aproximadamente la mitad de los que hoy
se conservan en el continente europeo se encuentran en las Islas Británicas.
Muchos de los textos escritos entre los siglos VIII y IX se originan en las
regiones del Norte del Imperio Carolingio. La primera edición impresa tuvo
lugar entre 1474 y 1482, probablemente en Estrasburgo. Los historiadores
modernos han estudiado la Historia en detalle, y se han producido numerosas
ediciones críticas. Durante muchos años, la historia anglosajona de los
orígenes ha sido esencialmente una reelaboración de la Historia, pero los
eruditos más recientes han prestado tanta atención a lo que Beda no escribió como
a lo que Beda escribió. La creencia de que la Historia era el pináculo de la
obra de Beda, un pensamiento común entre los historiadores del pasado, ya no es
aceptada por la mayoría de los estudiosos modernos. La Historia Ecclesiastica
le dio a Beda una gran reputación, pero sus propósitos eran diferentes de los
de los historiadores actuales. Su punto focal, sobre la historia de la iglesia
inglesa, y sobre las herejías y los esfuerzos para erradicarle, lo llevó a
excluir la historia secular de reyes y reinos, excepto por aquellos eventos que
podrían tomar una lección en el orden moral, o si los mismos eventos eran de
importancia para la historia de la Iglesia. Además de las crónicas
anglosajonas, los escritores Medievales Guillermo de Malmesbury, Enrique de
Huntingdon y Geoffrey de Monmouth utilizaron la obra de Beda como fuente e
inspiración. Los primeros escritores modernos, como Polidore Virgili y Matthew
Parker, el Arzobispo isabelino de Canterbury, también usaron Historia, y las
obras de Beda fueron explotadas tanto por el lado católico como por el
protestante durante las guerras de religión. Algunos historiadores han
cuestionado la fiabilidad de ciertos relatos de Beda: uno en particular,
Charlotte Behr, afirma que la narración de la llegada de los invasores sajones
a Kent debe considerarse hoy un mito, no Historia.
Los manuscritos de
la Historia Ecclesiastica son generalmente parte de dos grupos, conocidos por
los historiadores como "Tipo c" y "tipo m”. Plummer concluyó que
el tipo m era ciertamente anterior al tipo c, pero Bertram Colgrave en su
edición del texto del 1969 para poner en discusión tal deducción; Colgrave dice
que la adición de un par de notas annalistiche es para un copista una edición
muy fácil de introducir, en cualquier momento, de la historia de un manuscrito,
que la omisión de un milagro Osvaldo, también, no es un error que es atribuible
a un escriba, y con lugares de decisión tipo M después del tipo c Charles
Plummer, en su edición de la obra de Beda de 1896, identificó seis diferencias
peculiares entre los dos tipos : por ejemplo, los manuscritos de Tipo c no
contienen ninguno de los milagros atribuidos a San Oswald en el Libro IV, e
incluyen los años 733 y 734 del resumen cronológico al final de la obra, donde
el tipo m Se detiene en el año 731. Algunas relaciones genealógicas se pueden
discernir entre los muchos manuscritos sobrevivientes. Los manuscritos más
antiguos utilizados para definir los tipos m y c son los siguientes. Las copias
manuscritas se produjeron a lo largo del siglo X y gran parte del XI, pero el
mayor número se remonta al siglo XI, con un importante retorno de interés en
los siglos XIV y XV. Muchos de los ejemplares son de origen inglés, pero
sorprendentemente muchos son de origen continental.
La primera copia
impresa de Historia Ecclesiastica apareció por Heinrich Eggestein en
Estrasburgo, probablemente entre 1475 y 1480. Un defecto en el texto permite la
identificación del manuscrito utilizado por Eggestein; más tarde apareció en un
catálogo de los Dominicos de Viena en 1513. Eggestein también había impreso una
edición de la traducción de Tiranio Rufino de la Historia Eclesiástica de
Eusebio, y las dos obras fueron reimpresas, en un solo volumen, el 14 de marzo
de 1500 por Georg Husner, también de Estrasburgo. Otra reimpresión apareció el
7 de diciembre de 1506 por Heinrich gran y S. Ryman en Haguenau. Una edición
impresa en París apareció en 1544, y en 1550 John De Grave produjo una edición
en Amberes, de la cual dos reimpresiones aparecieron en 1566 y 1601. En 1563
Johann Herwagen lo incluyó en el volumen III de su obra Omnia, que fue
reimpreso en 1612 y 1688. Michael Sonnius produjo una edición en 1587 en París,
incluyendo la Historia Ecclesiastica en una colección de obras históricas; en
1587 Johann Commelin la incluyó en una compilación del mismo tipo, impresa en
Heidelberg. En 1643 Abraham Whelock produjo en Cambridge una edición con texto
en inglés antiguo y latín, la primera de su tipo en Inglaterra. Todas las
ediciones anteriores se basaron en textos de tipo C. La primera edición en usar
manuscritos de Tipo m fue la de Pierre Chifflet de 1681, quien usó un
descendiente del manuscrito de Moore. Para la edición de 1722, John Smith
obtuvo el manuscrito de Moore, y teniendo acceso a dos copias guardadas en la Biblioteca
Cottoniana, pudo imprimir una edición de muy alta calidad. Más tarde, la
edición más relevante fue la de 1896 de Charles Plummer, cuya Venerabilis Bedae
Opera Historica, con comentarios, fue la piedra angular de todos los estudios
posteriores.
La Historia fue
traducida al inglés antiguo probablemente a finales del siglo X, ciertamente
antes de la segunda mitad del XI.
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