martes, 15 de marzo de 2022

San Beda el Venerable






Su Vida

Historiador y doctor de la Iglesia, nació en 672 ó 673 y murió en 735. En el último capítulo de su gran obra sobre la "Historia Eclesiástica del Pueblo Inglés", Beda nos contó algo de su propia vida, prácticamente todo lo que sabemos de él. Sus palabras, escritas en 731, cuando su muerte no estaba demasiado lejos, no sólo muestran la sencillez y piedad características del hombre, sino que arrojan luz sobre la composición de la obra por la cual se le recuerda mejor en todo el mundo. Escribió así:

Y es así que, muy interesado en la historia eclesiástica de Bretaña, especialmente en la raza de los ingleses, yo, Beda, sirviente de Cristo y sacerdote del monasterio de los benditos apóstoles San Pedro y San Pablo, el cual se encuentra en Wearmouth y Jarrow (en Northumbria), con la ayuda del Señor he compuesto, cuanto he logrado recabar de documentos antiguos, de las tradiciones de los ancianos y de mi propio conocimiento. Nací en el territorio del monasterio ya mencionado, y a la edad de siete años fui dado, por el interés de mis familiares, al reverendísimo abad benedictino Biscop, y después a Ceolfrid, para recibir educación. Desde entonces he permanecido toda mi vida en dicho monasterio, dedicando todas mis penas al estudio de las Escrituras, a observar la disciplina monástica y a cantar diariamente en la iglesia, siendo siempre mi deleite el aprender, enseñar o escribir. A los diecinueve años, fui admitido al diaconado, a los treinta al sacerdocio, ambas veces mediante las manos del reverendísimo obispo Juan [san Juan de Beverley], y a las órdenes del abad Ceolfrid. Desde el momento de mi admisión al sacerdocio hasta mis actuales 59 años me he esforzado por hacer breves notas sobre las sagradas Escrituras, para uso propio y de mis hermanos, ya sea de las obras de los venerables Padres de la Iglesia o de su significado e interpretación.

Después de esto, Beda inserta una lista de Indiculus, de sus anteriores escritos y, finalmente, termina su gran obra con las siguientes palabras:

Y os ruego, amoroso Jesús, que así como me habéis concedido la gracia de tomar con deleite las palabras de vuestro conocimiento, me concedáis misericordiosamente llegar a ti, la fuente de toda sabiduría, y permanecer para siempre delante de vuestro rostro.

Es evidente, en la carta de Beda al obispo Egberto, que el historiador visitaba ocasionalmente a sus amigos durante algunos días, alejándose del monasterio de Jarrow; pero salvo esas raras excepciones, su vida parece haber transcurrido como una pacífica ronda de estudios y oración dentro de su propia comunidad. El cariño que ésta le tenía queda manifiesto en el conmovedor relato de la última enfermedad y la muerte del santo, legada a nosotros por Cuthbert, uno de sus discípulos. Su búsqueda del conocimiento no fue interrumpida por su enfermedad y los hermanos le leían mientras él estaba en cama, pero la lectura era reemplazada constantemente por las lágrimas. "Puedo declarar con toda verdad," escribe Cuthbert sobre su amado maestro, "que nunca vi con mis ojos, ni oí con mis oídos a nadie que agradeciera tan incesantemente al Dios vivo. Incluso el día de su muerte (la vigilia de la Ascensión de 735) el santo estaba ocupado dictando una traducción del Evangelio de San Juan. Al atardecer, el muchacho Wilbert, que la estaba escribiendo, le dijo: “Hay todavía una oración, querido maestro, que no está escrita.” Y cuando la hubo entregado, y el muchacho le dijo que estaba terminada, "Habéis hablado con verdad…", contestó Beda, "…está terminada. Tomad mi cabeza entre vuestras manos, pues es de gran placer sentarme frente a cualquier lugar sagrado donde haya orado, así sentado puedo llamar a mi Padre.” Y así, sobre el suelo de su celda, cantando "Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo", y el resto, exhaló su último aliento.

El calificativo Venerabilis parece haber sido agregado al nombre de Beda antes de haber transcurrido las dos generaciones posteriores a su muerte. Por supuesto, no existe una autoridad anterior que corrobore la leyenda repetida por Fuller acerca del “monje torpe” que al componer un epitafio sobre Beda se quedó sin palabras para completar la frase Hac sunt in fossa Bedae… ossa y a la mañana siguiente se encontró con que los ángeles habían llenado el espacio con la palabra venerabilis. El calificativo es utilizado por Alcuin, Amalarius y al parecer por Paulo el Diácono, y el importante Consejo de Aachen de 835 lo describe como venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis Beda. Este decreto se mencionaba especialmente en la petición que el Cardenal Wiseman y los obispos ingleses enviaron a la Santa Sede en 1859, rogando que Beda fuera declarado Doctor de la Iglesia. El tema ya había sido discutido antes de la época de Benedicto XIV, pero no fue hasta el 13 de noviembre de 1899 que León XIII decretó que el 27 de mayo toda la Iglesia debía celebrar la fiesta del Venerable Beda, con el título de Doctor Ecclesiae. Durante toda la Edad Media se había celebrado en York y en el Norte de Inglaterra el culto local al Santo Beda, pero la fiesta no era tan popular en el sur, donde se seguía la Liturgia de Sarum.

La influencia de Beda entre los eruditos ingleses y extranjeros fue muy grande, y probablemente habría sido mayor si los monasterios del norte no hubieran sido devastados por las invasiones Danesas menos de un siglo después de la muerte de Beda. En innumerables formas, pero especialmente por su moderación, amabilidad y gran visión, Beda se distingue entre sus contemporáneos. En lo referente a erudición, indudablemente fue el hombre más sabio de su tiempo. Una característica muy notable, observada por Plummer (I, p. HSI), es su sentido de propiedad literaria, una particularidad extraordinaria en esa época. Él mismo anotaba escrupulosamente en sus escritos los pasajes que había tomado prestados de otros e incluso rogaba a los copistas de sus obras que conservaran las referencias, una recomendación a la que ellos pusieron muy poca atención. A pesar de lo elevado de su cultura, Beda aclara repetidamente que sus estudios están subordinados a la interpretación de las Escrituras. En su "De Schematibus" lo dice así: “Las Sagradas Escrituras están sobre todos los demás libros, no sólo por su autoridad Divina, o por su utilidad pues son una guía hacia la vida eterna, sino también por su antigüedad y su forma literaria” (positione dicendi). Tal vez el mayor tributo al genio de Beda es que con una convicción tan desprovista de compromiso y tan sincera de que la sabiduría humana es inferior, haya podido adquirir tanta cultura verdadera. Aunque el Latín fue para él una lengua todavía viva, y aunque no parece haber volteado conscientemente hacia la Era de Augusto de la Literatura Romana que preservaba modelos más puros de estilo literario que la época de Fortunato o San Agustín, ya sea por genio natural o por el contacto con los clásicos, Beda es extraordinario por la relativa pureza de su lenguaje y también por su lucidez y sobriedad, especialmente en temas de crítica histórica. En todos estos aspectos presenta un marcado contraste con san Aldhelm quien se aproxima más al tipo Celta.

Obras y Ediciones

Nunca se ha publicado una edición de las obras completas de Beda basada en el cotejo cuidadoso de los manuscritos. El texto impreso por Giles en 1884 y reproducido por Migne (XC-XCIV) muestra pocas o ninguna mejora con respecto a la edición básica de 1563 o la edición de Colonia de 1688. Por supuesto, a Beda se le recuerda principalmente como historiador. Su gran obra, "Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum" (Historia eclesiástica del pueblo inglés), que relata el cristianismo en Inglaterra desde sus inicios hasta la época de Beda, es la base de todos nuestros conocimientos acerca de la historia británica –una obra maestra elogiada por los eruditos de todas las épocas. Plummer produjo una edición de esta obra, de la "Historia Abbatum" (Historia de los Abades) y la "Carta a Egberto", que con toda justicia puede llamarse la versión final (2 volúmenes, Oxford, 1896). En la introducción, Plummer ilustró admirablemente la extraordinaria diligencia de Beda para la recopilación de documentos y su uso crítico de ellos (págs. XLIII-XLVII). La "Historia de los Abades" (de los monasterios gemelos de Wearmouth y Jarrow), la "Carta a Egberto", las vidas en verso y prosa de "San Cuthbert", y otras obras de menor tamaño, también tienen gran valor por la luz que arrojan sobre el estado del cristianismo en Northumbria en la época de Beda. La "Historia Eclesiástica" fue traducida al anglosajón a petición del Rey Alfredo. Desde entonces se ha reproducido con frecuencia, notablemente por T. Stapleton, quien la imprimió en 1565 en Amberes como arma controversial contra los teólogos de la Reforma en el reino de Elizabeth. El texto en latín apareció por primera vez en Alemania en 1475. Vale la pena hacer notar que en Inglaterra no se imprimió ninguna edición, ni siquiera la latina, antes de 1643. El texto más preciso de Smith vio la luz en 1742.

Los tratados cronológicos de Beda "De temporibus liber" y "De temporum ratione" (Sobre el cálculo del tiempo) también contienen resúmenes de la historia general del mundo desde la creación hasta el 725 y el 703, respectivamente. Estas porciones históricas fueron editadas satisfactoriamente por Mommsen en la "Monumenta Germaniae historica" (1898), y pueden encontrarse entre los especímenes más antiguos de este tipo de cronología general, por lo que han sido copiados e imitados en gran medida. La obra topográfica "De locis santis" (Sobre los lugares santos) es una descripción de Jerusalén y los lugares santos basada en Adamnan y Arculfus. En 1898, la obra de Beda fue editada por Geyer en "Itinera Hierosolymitana" para el "Corpus Scriptorum" de Viena. El hecho de que Beda compiló un martirologio lo sabemos por él mismo, pero la obra que se le atribuye en extensos manuscritos ha sido tan complementada que es muy difícil saber exactamente que escribió.

En su propia opinión, y en la de sus contemporáneos, las obras exegéticas de Beda fueron las más importantes, pero la lista es demasiado larga para describirla en este documento. Entre dichas obras se encuentra un comentario sobre el Pentateuco completo, así como sobre algunas partes seleccionadas. También hay comentarios sobre los libros de Reyes, Esdras, Tobías, El Cantar de los Cantares, etcétera. En el nuevo testamento, interpretó a san Marcos, san Lucas, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas y el Apocalipsis; pero la autenticidad del comentario de san Mateo, impreso con su nombre, es más que dudosa. (Plaine en "Revue Anglo-Romaine", 1896, III, 61). Las homilías de Beda toman la forma de comentarios sobre el evangelio. La colección de 50 (divididas en dos libros) atribuidas a Beda por Giles (y Migne) son en su mayoría auténticas, pero se sospecha de la autenticidad de unas cuantas. (Morin en "Revue Bénédictine", IX, 1892, 316).

Beda menciona varios escritos didácticos en la lista que nos dejó de sus obras. La mayoría de ellos aún se conservan y no hay razón para dudar de su autenticidad. Sus tratados de gramática "De arte metricâ" y "De orthographiâ" han sido editados adecuadamente en tiempos modernos por Keil en su "Grammatici Latini" (Leipzig, 1863). Sin embargo, las obras más grandes "De natura rerum", “De temporibus", “De temporium ratione", alrededor que tratan sobre ciencia, como era entendida en ese entonces, y especialmente sobre cronología, nos han llegado solamente a través de tres textos poco satisfactorios de los editores más antiguos y Giles. Más allá de la vida métrica de san Cuthbert y algunos versos incorporados a la "Historia Eclesiástica", no poseemos mucha poesía que pueda ser atribuida con toda certeza a Beda, pero al igual que otros eruditos de su época, seguramente escribió una buena cantidad de versos. El mismo menciona su "libro de himnos" compuesto con diferentes métricas o ritmos. De manera que Alcuin dice de él: Plurima versifico cecinit quoque carmina plectro. Es posible que el más corto de sus dos calendarios médicos impresos entre sus obras sea genuino. El Penitencial atribuido a Beda, aunque aceptado como genuino por Haddan, Stubbs y Wasserschleben, probablemente no sea suyo (Plummer, I, 157).

El Venerable Beda es el testigo más antiguo de la tradición puramente gregoriana de Inglaterra. Sus obras "Musica theoretica" y "De arte Metricâ" (Migne, XC) son consideradas especialmente valiosas por los eruditos que hoy en día se avocan al estudio de la forma primitiva del canto.

Notas

Fuente: Thurston, Herbert. "The Venerable Bede." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/02384a.htm>.

https://ec.aciprensa.com/wiki/San_Beda_el_Venerable

 

Historia ecclesiastica gentis Anglorum



https://www.amazon.com/-/es/Beda-Venerabilis/dp/1469956772

La Historia ecclesiastica gentis Anglorum (historia eclesiástica del pueblo inglés) es una obra Latina, escrita por el Venerable Beda, que es la historia de la iglesia inglesa, y, más en general, de la historia de Inglaterra, desde la época de César hasta el año 731, con especial atención al conflicto entre la Iglesia de Roma y el Cristianismo Celta. Se considera una de las fuentes más importantes de la historia anglosajona y jugó un papel clave en el desarrollo de la identidad nacional inglesa. Se cree que se completó cuando Beda tenía unos sesenta años, en 731.

La Historia ecclesiastica gentis Anglorum es la obra más conocida de Beda. Terminado alrededor de 731, el primero de los cinco libros de los que se compone comienza con una visión geográfica, luego describe la historia de Inglaterra, a partir de la invasión cesárea de 55 AC. Un breve relato del cristianismo en la Gran Bretaña romana, incluyendo el martirio de San Albano, es seguido por el viaje misionero de Agustín de Canterbury a Inglaterra en 597, que llevó el cristianismo a los anglosajones. El segundo libro comienza con la muerte de Gregorio el Grande en 604, y sigue el progreso posterior del cristianismo en Kent y los primeros intentos de evangelizar el Reino de Northumbria : se encontraron con un revés temporal cuando Penda, el rey pagano de Mercia, mató al reciente convertido al rey Edvino de Deira en la batalla de Hatfield Chase en 632. El tercer libro explica el crecimiento de la fe cristiana en Northumbria bajo los Reyes Oswald y Oswiu de Northumbria. El clímax de la narración en el tercer libro se alcanza con la descripción del Sínodo de Whitby, tradicionalmente considerado un punto focal de la historia inglesa. El cuarto libro comienza con la consagración de Teodoro de Tarso como arzobispo de Canterbury, y describe los intentos de Vilfrido de York de evangelizar a Sussex. El quinto libro llega a la época de beda, e incluye un relato del trabajo de los misioneros en Frisia, y del contraste con la Iglesia británica sobre la fecha correcta de la Pascua. Bede escribió un prefacio a la obra, en el que dedica a Ceolwulf de Northumbria; el prefacio menciona que Ceolwulf había recibido un borrador preliminar del libro: por lo tanto, se puede presumir que Ceolwulf era capaz de entender el latín, y tal vez también sabían leer. El prefacio, sin embargo, deja claro que Ceolwulf había solicitado el proyecto, y que Bede había buscado su aprobación: esta correspondencia con el soberano indica que el Monasterio de Bede gozaba de excelentes vínculos con la nobleza de Northumbria.

Los cinco libros, por un total de unas 400 páginas, cubren la historia de Inglaterra, eclesiástica y Política, desde la época de Julio César hasta la fecha de su composición (731). Los primeros 21 capítulos tratan sobre el período anterior a la misión evangelizadora de Agustín de Canterbury, y se compilan utilizando como fuentes de autores anteriores, incluyendo Paolo Orosio, Gildas, Prospero de Aquitania, las cartas del papa Gregorio Magno, con la inserción de los elementos legendarios y tradicionales. Desde el punto de vista de la metodología histórica que es sorprendentemente moderna, sin embargo, la Historia, al igual que otros escritos históricos de la época, tiene un grado de objetividad baja para los estándares actuales, que se asemeja a una mezcla de hecho, leyenda y Literatura: por ejemplo, Beda menciona para extendido algunos de sus discursos a la gente, no su contemporáneo, de los cuales sobrevivió un rastro de ella en cualquier fuente, y es permisible dudar si y cuánto la tradición oral apoyó tales afirmaciones citas Para el período posterior al 596 Bede utiliza fuentes documentales de origen inglés y romano, que con fuentes orales son verificadas por el propio Bede y utilizadas con consideraciones críticas sobre su valor.

El Monasterio de Jarrow, donde Beda pasó la última parte de su vida, tenía una excelente biblioteca: tanto Benedict Biscop como Ceolfrid habían comprado libros en el continente, y en la época de Beda la abadía era un reconocido centro cultural. Para el período anterior a la llegada de Agustín de Canterbury a Inglaterra (597), Beda se basó en autores antiguos, como Pablo Orosio, Eutropio, Plinio el viejo y Cayo Julio Solino. Utilizó la vida Germana de Constancio de Lyon como fuente para la visita de Germano D''Auxerre a Gran Bretaña. El relato de la invasión anglosajona de Gran Bretaña se toma en gran parte de Gildas, de Excidio Britanniae. Beda pudo haber estado familiarizado con obras más cercanas a él, como la Vita Sancti Wilfrithi de Esteban de Ripon, y la Vitae De Gregorio el Grande y Cutberto de Lindisfarne, de un autor anónimo. Beda también pudo contar con corresponsales que le proporcionaron material de estudio, y que se mencionan en el prefacio: Albino, Abad en Canterbury, le envió mucha información sobre la Iglesia en Kent, y con la ayuda de Nothhelm de Canterbury, en el momento sacerdote en Londres, obtuvo copias de las cartas de Gregorio Magno sobre la misión de Agustín; casi toda la información de cartas e incluyen el Libellus responsionum insertado como Capítulo 27 del primer libro. También se basó en las Antigüedades judías de Flavio José, en los escritos de Casiodoro, y en el monasterio había ciertamente una copia del Liber Pontificalis. Estuvo en contacto con Daniel, obispo de Winchester, para la historia de la Iglesia en el Reino de Wessex, y escribió al Monasterio de Lastingham para obtener información sobre Cedda y Chad de Mercia; también menciona a cierto Abad Esi como fuente para los asuntos de la Iglesia de east Anglia, y al obispo Cynibert para obtener información sobre el Reino de Lindsey. El historiador Walter Goffart argumenta que Beda basó la estructura de la Historia en otras tres obras, usándolas como un esquema alrededor del cual construir las tres secciones principales de su trabajo. Para la primera parte, hasta la misión ordenada por Gregorio Magno, Goffart afirma que Beda utilizó el de excidio del Gremio; la segunda sección, que detalla la misión y el trabajo de Agustín de Canterbury, se habría construido sobre la vida anónima Graegorii escrita en Whitby; la última parte, que describe los eventos posteriores, según Goffart, se habría modelado sobre la Vita Sancti Wilfrithi de Esteban de Ripon.

La Historia tiene un propósito claramente polémico y didáctico: Beda tiene en mente no solo contar la historia inglesa, sino también afirmar su propio punto de vista en el ámbito político y religioso. El único acento que la negativa Beda dirigió a la Madre Tierra aparece en el pasaje relativo a la muerte del Rey Egfrido, contra los pictos en la batalla de Dunnichen en 685; Beda atribuye, de hecho, esa derrota a la voluntad divina, como castigo por el ataque de Northumbria Irlanda el año anterior, ya que era leal, sin embargo, el autor muestra por lo tanto unos misioneros, a quienes consideraba más capaces y apasionados que sus homólogos ingleses El autor es partidario de su Northumbria natal, que realza el papel en la historia inglesa mucho más allá de la de Mercia, su gran rival del Sur se preocupa, de hecho, mucho más por describir eventos que datan del siglo VII, cuando Northumbria era el Centro de poder del mundo anglosajón dominante, no de los eventos del siglo VIII, cuando no lo era. Su preocupación es final con respecto a la fecha precisa de la Pascua, en la que se detiene largamente: en este punto se aventura algunas críticas de san Cutberto y los misioneros irlandeses, que celebraron el evento, según Beda, en la fecha equivocada; y finalmente, dice feliz del hecho de que la Iglesia en Irlanda ha modificado el error al aceptar la fecha correcta.

Los estilos de Beda incluyen algunos de los mismos autores de los que sacó el material para la primera parte de la obra: la introducción imita la obra de Orosio, y el título es un eco de la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea; siempre Eusebio es imitado en la elección de los hechos de los Apóstoles como modelo para la estructura general de la obra: donde Eusebio utilizó los actos como tema para su descripción del crecimiento de la Iglesia universal, Beda lo utiliza como modelo para su historia de la Iglesia anglosajona; de nuevo, Beda cita sus fuentes en extensión, tal como lo había hecho Eusebio. Beda también parece haber tomado citas directamente de sus corresponsales de la época: por ejemplo, casi siempre usa el término "Australes" y "Occidentales" para los sajones del Sur y del Oeste respectivamente, pero en un pasaje del primer libro usa en su lugar "meridianos" y "occidentales" , como tal vez su informante había hecho. Al final de la obra Beda añadió una breve nota autobiográfica: la idea probablemente le vino de la Historia Francorum de Gregorio de Tours.

Uno de los temas importantes de la historia eclesiástica es que la conversión de Gran Bretaña al cristianismo tuvo lugar por misioneros irlandeses e italianos, sin la contribución de los nativos. El tema se desarrolla a partir de los escritos de Gildas, que habían denunciado los pecados del autogobierno local durante la invasión de los anglosajones, luego Beda, y lo extiende aún más, afirmando que la invasión de los anglosajones en sí fue el castigo divino por la debilidad del esfuerzo misionero y la negativa a aceptar la fecha romana de celebración de la Pascua. Aunque Beda traza la historia del cristianismo en la Gran Bretaña romana, ignora significativamente la obra evangelizadora de San Patricio. Escribió aprobando a Aidan de Lindisfarne y Columba de Iona, que habían venido de Irlanda en una misión entre los pictos y los escoceses, pero denunció el fracaso de los monjes galeses para evangelizar a los invasores anglosajones. Beda era partidario de Roma, y consideraba al papa Gregorio, más que a Agustín de Canterbury, el verdadero apóstol de los ingleses. Probablemente, la escritura de la conversión de los invasores, disminuye cualquier implicación de los nativos, como cuando describe la primera consagración de Chad de Mercia, diciendo que dos obispos británicos participaron, con este invalidándola, pero no se molesta en proporcionar información sobre quiénes eran o de dónde venían. El historiador Walter Goffart dice sobre la Historia como para la gran mayoría de la historiografía moderna constituye "un canto de orígenes enmarcado dinámicamente como el progreso de un pueblo, guiado por la providencia, del paganismo al cristianismo; un desfile de santos en lugar de guerreros groseros; una pieza magistral proceso que consume técnica, que es incomparable con su tiempo; belleza de forma y dicción; y, no menos importante, cuya calidad de vida y espíritu constituyen un modelo de sabiduría celosa Igualmente importante es el pensamiento de Beda sobre el proceso de conversión, visto como un fenómeno relevante para las clases altas, con muy poco tratamiento de los esfuerzos misioneros dirigidos a la población no noble. Goffart también argumenta que el tema principal de la Historia se refiere al alcance local de Northumbria, y que Beda trata asuntos fuera de ella como secundarios a sus principales intereses, ubicados al norte. Goffart finalmente ve la composición de la Historia como motivada por las luchas políticas en Northumbria entre el partido dedicado a Vilfrid de York y sus oponentes. Gran parte de la narrativa de la historia tiene que ver con Vilfrid, obispo en Northumbria cuya carrera tempestuosa está documentada no solo por el trabajo de Beda, sino también por la vida; en Beda es evidente la voluntad de minimizar el conflicto entre Vilfrid y Teodoro de Canterbury, quien estuvo involucrado en muchas de las vicisitudes de Vilfrid. En la Historia hay varios relatos de milagros y visiones; aunque estos eran de rigor en la ficción medieval, Beda parece haber evitado excederse en lo maravilloso, y, sorprendentemente, casi no menciona los eventos milagrosos que ocurrieron en su monasterio. No hay duda de que Beda creía en los milagros, pero los que describe son a menudo cuentos de curación, o eventos plausibles de explicaciones naturales. Los milagros sirvieron para dar ejemplo al lector, y Beda declara explícitamente su objetivo la enseñanza de la moral a través de la historia, cuando dice:" si la historia registra las buenas obras de los hombres justos, el lector atento se anima a imitar el bien; si registra el mal hecho por los malvados, el jugador, el adorador se anima a escapar de todo lo que es pecaminoso y perverso. " .

Beda aparentemente no tenía corresponsales en las casas religiosas más importantes de Mercia: su información sobre Mercia proviene de Lastingham, Northumbria, y de Lindsey, una provincia en las fronteras de Northumbria y Mercia. Como resultado, hay lagunas obvias en el tratamiento de la historia de la Iglesia de Mercia, por ejemplo, la división de la gran Diócesis de Mercia por Teodoro a finales del siglo VII se omite, al mismo tiempo, sin embargo, Beda ya poco se expresa sobre los temas que es ciertamente familiar: por ejemplo, aunque los relatos de la obra misionera de Wilfred, no hablan completamente de su conflicto con el arzobispo Teodoro de Canterbury, de su ambición, y de su estilo de vida aristocrático, y solo la existencia de otras fuentes como la Vita Sancti Wilfrithi nos permite aclarar lo que Beda omite discretamente las simpatías del autor eran para Northumbria, mientras que consideraba la Mercia del Rey Penda en el siglo VII como una fuerza pagana agresiva, responsable de la muerte del rey cristiano Edvin. Mercia era una potencia emergente en el momento en que Beda escribió La Historia Ecclesiastica, y el prejuicio regional es evidente. Las omisiones no se limitan a Vilfrid: Beda no menciona a Bonifacio en absoluto, aunque apenas sabía nada al respecto, y el último libro contiene menos información sobre la Iglesia de la época del autor de lo que se puede esperar. Una posible explicación a la discreción de Beda se podría encontrar donde afirma que no se deben hacer acusaciones públicas sobre los eclesiásticos, sin importar los pecados que hayan cometido; Beda puede haber encontrado poco bueno que decir sobre la Iglesia de su tiempo, y por lo tanto prefirió guardar silencio.

El uso que Beda hace en la Historia de una periodización similar a la introducida por Dionisio el pequeño en 525, según el Anno Domini, ejerció una influencia considerable en la posterior adopción en occidente de esta forma de contar los años. En particular, se refirió al Anno AB incarnatione Domini o anno incarnationis dominicae : Beda, por lo tanto, contó el Anno Domini desde el nacimiento de Jesús, no desde su concepción como Dionisio. En su obra, Beda fue también el primer escritor en utilizar una expresión similar a "antes de Cristo”: en el segundo capítulo del primer libro, escribe "ante incarnationis dominicae tempus" (" antes del tiempo de la encarnación del Señor "). Esta última expresión como tal no tuvo mucha influencia, más allá de unos pocos casos esporádicos, en escritores Medievales posteriores, y el primer uso extenso de "antes de Cristo" , cientos de veces, se encuentra solo en el Fasciculus Temporum de Werner Rolevinck de 1474, junto a la referencia a la edad del mundo (anno Mundi).

Algunos manuscritos antiguos contienen datos anales adicionales que se extienden más allá de la fecha de finalización de la Historia Ecclesiastica, la última de las cuales se refiere al año 766. Ningún manuscrito más antiguo del siglo XII contiene tales inserciones, a excepción del período 731-734 que ya aparece en manuscritos más antiguos. Gran parte del material repite lo que se encuentra en la Crónica de Simeón de Durham; el resto proviene de Crónicas de origen del Norte de Europa que datan del siglo VIII en adelante. La Historia fue traducida al inglés antiguo durante el siglo IX en el sur de Gran Bretaña, y la tradición ha atribuido esta versión al rey Alfredo el Grande; según los estudiosos modernos, aunque Alfredo no podría haber manejado la traducción, sin embargo, probablemente fue en relación con la difusión del conocimiento que Alfredo promovió. La Crónica Anglosajona, compuesta aproximadamente al mismo tiempo, se basó en gran medida en la Historia, que constituía el esquema cronológico de las partes iniciales.

La Historia Ecclesiastica se difundió en numerosos ejemplares en la Edad Media, y llegaron cerca de 160 manuscritos que la contienen (además de un centenar que la informan parcialmente), de los cuales aproximadamente la mitad de los que hoy se conservan en el continente europeo se encuentran en las Islas Británicas. Muchos de los textos escritos entre los siglos VIII y IX se originan en las regiones del Norte del Imperio Carolingio. La primera edición impresa tuvo lugar entre 1474 y 1482, probablemente en Estrasburgo. Los historiadores modernos han estudiado la Historia en detalle, y se han producido numerosas ediciones críticas. Durante muchos años, la historia anglosajona de los orígenes ha sido esencialmente una reelaboración de la Historia, pero los eruditos más recientes han prestado tanta atención a lo que Beda no escribió como a lo que Beda escribió. La creencia de que la Historia era el pináculo de la obra de Beda, un pensamiento común entre los historiadores del pasado, ya no es aceptada por la mayoría de los estudiosos modernos. La Historia Ecclesiastica le dio a Beda una gran reputación, pero sus propósitos eran diferentes de los de los historiadores actuales. Su punto focal, sobre la historia de la iglesia inglesa, y sobre las herejías y los esfuerzos para erradicarle, lo llevó a excluir la historia secular de reyes y reinos, excepto por aquellos eventos que podrían tomar una lección en el orden moral, o si los mismos eventos eran de importancia para la historia de la Iglesia. Además de las crónicas anglosajonas, los escritores Medievales Guillermo de Malmesbury, Enrique de Huntingdon y Geoffrey de Monmouth utilizaron la obra de Beda como fuente e inspiración. Los primeros escritores modernos, como Polidore Virgili y Matthew Parker, el Arzobispo isabelino de Canterbury, también usaron Historia, y las obras de Beda fueron explotadas tanto por el lado católico como por el protestante durante las guerras de religión. Algunos historiadores han cuestionado la fiabilidad de ciertos relatos de Beda: uno en particular, Charlotte Behr, afirma que la narración de la llegada de los invasores sajones a Kent debe considerarse hoy un mito, no Historia.

Los manuscritos de la Historia Ecclesiastica son generalmente parte de dos grupos, conocidos por los historiadores como "Tipo c" y "tipo m”. Plummer concluyó que el tipo m era ciertamente anterior al tipo c, pero Bertram Colgrave en su edición del texto del 1969 para poner en discusión tal deducción; Colgrave dice que la adición de un par de notas annalistiche es para un copista una edición muy fácil de introducir, en cualquier momento, de la historia de un manuscrito, que la omisión de un milagro Osvaldo, también, no es un error que es atribuible a un escriba, y con lugares de decisión tipo M después del tipo c Charles Plummer, en su edición de la obra de Beda de 1896, identificó seis diferencias peculiares entre los dos tipos : por ejemplo, los manuscritos de Tipo c no contienen ninguno de los milagros atribuidos a San Oswald en el Libro IV, e incluyen los años 733 y 734 del resumen cronológico al final de la obra, donde el tipo m Se detiene en el año 731. Algunas relaciones genealógicas se pueden discernir entre los muchos manuscritos sobrevivientes. Los manuscritos más antiguos utilizados para definir los tipos m y c son los siguientes. Las copias manuscritas se produjeron a lo largo del siglo X y gran parte del XI, pero el mayor número se remonta al siglo XI, con un importante retorno de interés en los siglos XIV y XV. Muchos de los ejemplares son de origen inglés, pero sorprendentemente muchos son de origen continental.

La primera copia impresa de Historia Ecclesiastica apareció por Heinrich Eggestein en Estrasburgo, probablemente entre 1475 y 1480. Un defecto en el texto permite la identificación del manuscrito utilizado por Eggestein; más tarde apareció en un catálogo de los Dominicos de Viena en 1513. Eggestein también había impreso una edición de la traducción de Tiranio Rufino de la Historia Eclesiástica de Eusebio, y las dos obras fueron reimpresas, en un solo volumen, el 14 de marzo de 1500 por Georg Husner, también de Estrasburgo. Otra reimpresión apareció el 7 de diciembre de 1506 por Heinrich gran y S. Ryman en Haguenau. Una edición impresa en París apareció en 1544, y en 1550 John De Grave produjo una edición en Amberes, de la cual dos reimpresiones aparecieron en 1566 y 1601. En 1563 Johann Herwagen lo incluyó en el volumen III de su obra Omnia, que fue reimpreso en 1612 y 1688. Michael Sonnius produjo una edición en 1587 en París, incluyendo la Historia Ecclesiastica en una colección de obras históricas; en 1587 Johann Commelin la incluyó en una compilación del mismo tipo, impresa en Heidelberg. En 1643 Abraham Whelock produjo en Cambridge una edición con texto en inglés antiguo y latín, la primera de su tipo en Inglaterra. Todas las ediciones anteriores se basaron en textos de tipo C. La primera edición en usar manuscritos de Tipo m fue la de Pierre Chifflet de 1681, quien usó un descendiente del manuscrito de Moore. Para la edición de 1722, John Smith obtuvo el manuscrito de Moore, y teniendo acceso a dos copias guardadas en la Biblioteca Cottoniana, pudo imprimir una edición de muy alta calidad. Más tarde, la edición más relevante fue la de 1896 de Charles Plummer, cuya Venerabilis Bedae Opera Historica, con comentarios, fue la piedra angular de todos los estudios posteriores.

La Historia fue traducida al inglés antiguo probablemente a finales del siglo X, ciertamente antes de la segunda mitad del XI.







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