HISTORIA
DEL EDIFICIO DEL PALACIO DE LA INQUISICIÓN
L
a
Inquisición llegó a las Indias Occidentales en 1569, y no es sino hasta el año
de 1571 que se establece en la capital de la Nueva España. Los primeros
inquisidores llegan a la ciudad de México y se aposentan en unas casas vecinas
al convento de Santo Domingo, que inicialmente pertenecieron a la familia
Guerrero, casas que existían desde 1560, y de las cuales no sabemos lo que
sucedió entre 1560 y 1571, fecha en que se estableció el Tribunal con la llegada
de los tres primeros inquisidores.
Según lo asienta un documento del 14 de
julio de 1578, estas casas fueron compradas a Juan Velázquez de Salazar para
instalar de una forma definitiva las dependencias del Tribunal, las cárceles y,
a instancias de ellos mismos, la residencia de los inquisidores.
Sobre la historia de los edificios que el
Tribunal ocupaba en esa época, sólo se tienen noticias hasta el año de 1604,
cuando el inquisidor don Alonso de Peralta, mandó realizar trabajos, según
consta el 18 de mayo del mismo año, para establecer la huerta de la Inquisición
y hacer modificaciones al edificio. Los trabajos principales se realizaron en
la Sala y en la Cámara del Secreto del Santo Oficio y consistieron en el
blanqueado de los muros, cenefas de ornamentación en ésta sala y en la
Audiencia, y arreglos diversos. Informa de la compra y confección de telas de
terciopelo negro con la cenefa que protegía la
https://www.local.mx/cultura/antiguo-palacio-inquisicion-museo-medicina-mexicana/
Cámara
del secreto.
Fondo
reservado de la Bilbioteca "Dr. Nicolás León" de la Facultad de
Medicina, sala de Audiencias.
misma y de los escudos de la Inquisición
hechos de los mismos materiales. En lo
que se refiere a los arreglos de la portería del edificio, también se pinta la
cenefa alta y baja, con “buena ejecución”;
Fuente:
tuerceleelcuelloaclio.com
Las
de la nueva capilla y el retablo, que costó más de 1 500 pesos, son obra de
Baltasar de Echave Orio, según lo afirma el doctor Francisco de la Maza.(1)
Informa también de los magníficos retablos colaterales de la capilla y el que
nos ocupa…
…era de madera, con sus columnas de obra
corintia revestida de talla, los frisos de dicho retablo también revestido de
talla con un banco, figuras de San Ildefonso y su historia en el tablero
principal y sobre el otro cuerpo tiene un crucifijo, el cual remata arriba con
una tarja y dentro de ella el Espíritu Santo…
Sobre los pasadizos, informa de los
trabajos para que los inquisidores pudiesen bajar a las cárceles secretas. Sin
embargo, lo que puede descartarse como obra importante es la fabricación de:
Fuente: enemigosdelabiblia.galeon.com
“Álzate oh Dios y defiende tu causa”
“Un escudo grande que ocupa casi todo el
ancho del dosel con las armas reales con su corona imperial, y encima de la
corona un crucifijo con un cartón revolado que acompaña al crucifijo con
hermosura y gracia, con la letra en el que se pone el Santo Oficio en sus armas
y a los lados tienes dos ángeles grandes, el de la mano derecha con un ramo de
oliva y el de la mano izquierda con una espada; en una mano tienen dos
insignias y en las otras dos manos dos rótulos revolados con sus letras.”
La suma de las obras que se realizaron por
don Alfonso de Peralta hasta antes de la gran inundación de 1629 ascendió a
cincuenta y tres mil setecientos veinte pesos, cantidad que si la comparamos
con el costo total del Palacio edificado por Pedro de Arrieta 107 años después,
que fue de ciento ochenta y siete mil seiscientos sesenta y tres pesos, nos
informa de la importancia de los trabajos realizados, pues la erogación,
representa, 28.4 por ciento del costo del Palacio.
Por esta época el edificio ocupaba ya más
de la mitad de la calle de la Perpetua (actual Rep. de Venezuela), casi toda la
primera calle de los Sepulcros de Santo Domingo (actual Rep. de Brasil) y buena
parte de las de Cocheras (actual Rep. de Bolivia). Las obras se realizaron a
mediados del siglo XVIII y fueron trazadas por el maestro Bartolomé Bernal.
Casimiro
Castro y Juan Campillo, de la Colección México y sus alrededores: Plaza de
Santo Domingo. www.skyscrapercity.com
Un monumento como
entidad aislada tiene un valor en si mismo debido a sus cualidades artísticas e
históricas, lo que representa un valor parcial. Sin embargo, el concepto de
plaza, barrio o centro histórico se vincula al monumento como un todo. La plaza
de Santo Domingo y sus relaciones sociales, económicas y culturales con el
medio ambiente tiene una incidencia directa con el Palacio de la Escuela de
Medicina, realidades que deben tomarse en cuenta si se pretende obtener una
restauración integral.
El esquema racionalista en el trazado de
la Ciudad de México, reticular, conforme a su herencia imperial, conservó de la
cultura prehispánica solamente las dimensiones monumentales de la Plaza Mayor;
en cambio, la plaza de Santo Domingo se identifica mucho más con las de villas
y ciudades de Castilla que se construyeron en las postrimerías de la Edad
Media. La complementación en el equilibrio de sus volúmenes y su desarrollo
rectangular hacia el norte nos hace retener esa serie de valores nominados por
la riqueza y sobriedad de sus fachadas, mismas que favorecen la intimidad de
sus interiores en la medida que respeta ampliamente la escala del individuo
constructor y habitante. La plaza, parte integrante de la ciudad, va gestando
una evolución cuyas bases quedan incluidas dentro del periodo baroco, en una
época en que la forma de la ciudad cambia más despacio que la mentalidad de sus
habitantes.(2)
A través de estos cambios lentos, casi
imperceptibles, la sociedad novohispana va a normar el surgimiento de la
naciente y nueva conciencia urbana, y se convertirá a la larga en la
preocupación central del hombre, hoy estadísticamente urbanizado. El
instrumento que le confiere su valor y que atañe por lo tanto al trazado y a la
composición de la plaza, no es otro que el de la perspectiva, en este nuevo
concepto, los volúmenes quedan verdaderamente implantados y a la vez unidos por
la plaza misma, cuya arquitectura queda incorporada al nuevo sentido espacial
del siglo XVIII. El esquema de sus calles y del barrio colonial presupone la
contemplación del mundo desde un ojo único que abarca todo el panorama. Es, por
lo tanto, una visión centralista que coincide con el absolutismo político,
orden generado que preludia las posteriores luchas de independencia. La ciudad
se ha convertido en la expresión de una realidad política, la sociedad se va
formando, y su población criolla, nacida alrededor de los setecientos, va a
construir un medio notablemente homogéneo, representando así esa conciencia
colectiva, y según una opinión en el seno de la colectividad: “esta época va a
dotar a México de un profundo sentido de identidad nacional, quizá no todavía
en la esfera política, pero sí en el plano de lo cultural”.(3)
La
plaza de Santo Domingo nos parece como el triunfo del conjunto y la unidad al
cumplirse fielmente los tres principios fundamentales de un urbanismo clásico
según Pierre Lavedan; línea recta, perspectiva monumental y uniformidad.(4)
De la iglesia y convento de los dominicos,
el modesto oratorio llamado Capilla del Señor de la Expiración, la cúpula y
linternilla, es el más integrado en el entorno y el único edificio que subsiste
del antiguo convento. La barda atrial, en cuyo recinto estaban comprendidas la
portería, una capilla y el templo, fue derribada en el año de 1861, perdiendo
la continuación de las calles de los Sepulcros de Santo Domingo (Rep. de
Brasil) y de La Perpetua (Rep. de Venezuela). La nueva iglesia que conocemos hoy
en día fue consagrada el 3 de abril de 1736; la capilla del Rosario terminada
en 1690, fue demolida junto con el convento para dar paso a la calle de Leandro
Valle, en el mismo año de 1861. La fundación del convento data sin embargo del
año de 1539 y era uno de los más grandes y suntuosos de la época: la primera
iglesia fue dedicada al culto en 1565 pero después de la inundación de 1716 la
iglesia se hundió y tuvo que ser reconstruida.
Igualmente, el edificio porticado que se
encuentra en la acera poniente de la plaza de Santo Domingo corresponde a su
época más antigua. En la acera oriente digno es de destacar el edificio de la
Aduana Nueva o Aduana Real construido por el arquitecto Joseph Eduardo de
Herrera, y desde luego el edificio que nos ocupa: el antiguo Palacio de la
Inquisición.
Para estas épocas, mediados del siglo XVIII, la plaza de Santo Domingo era muy importante, siempre llena de coches de sitio y de carruajes que se enfilaban hacia el camino de tierra adentro (rumbo a los reales de minas) o a los de ultramar (hacia Veracruz y Acapulco). Las carretas que se alquilaban para
Fuente: Planta y
descripción de la Imperial ciudad de México en el año de 1760 (vista parcial).
Corresponde al plano original que fue trazado por Carlos López de Troncoso y
que se cree fue grabado por Diego Franco en 1760. El original de la vista en
perspectiva de la Ciudad de México que se muestra se encuentra en el Museo
Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec. Según consta en el calce del
original este plano se “hallará en la Librería de Zúñiga y Ontiveros”. Santo
Domingo aparece con la letra L. http://www.mexicomaxico.org/Tenoch/TlatPlano1760.htm
mudar
muebles y los carretones que llevaban las mercancías a la aduana multiplicaban
el número de carros que venían de un lado para otro. La plaza de Santo Domingo
era desde el punto de vista civil, la más importante de la Nueva España. Otro
aspecto considerable es que era la única vía de acceso a la Villa de Guadalupe,
tan concurrida siempre por los devotos. Además, los virreyes hacían su entrada
por esa calzada cuando venían a tomar posesión del mando, de ahí que también se
llamase “calle real”. A principios del siglo XVII, el desarrollo urbano de la
ciudad es testimonio de cómo el auge colonial ha enriquecido su propia
sociedad. Bernardo de Balbuena hablo de su grandeza, describiéndola como una
ciudad construida en una delgada capa de tierra sobre el agua de los lagos, que
la refrescaban con su brisa y hacían agradable el clima, a pesar de estar
asentada en el trópico. Acerca de su sociedad, enumeró y detalló a cada uno de
los grupos sociales que la constituían, encomiando la opulencia, el colorido y
detalles de los jinetes y sus cabalgaduras. Asimismo describió la variedad de
mercancías que llegaban a ella procedentes de todo el mundo y elogió la dichosa
paz en que se vivía.(5)
En cuanto a su arquitectura, las calles bien trazadas y los templos eran
comparables a los de una ciudad renovada, de formas clásicas; elegantes, con
edificios, torres y calzadas amplias, cruzadas por gentes de remotos países y
diferentes lenguas.
La construcción del Palacio por Pedro de
Arrieta (1732-1737)
En los inicios del siglo XVIII, comenzaba a
prepararse el terreno a grandes acontecimientos dentro del marco cultural de la
Ilustración mexicana, debido a la eficaz explotación de los recursos económicos
de la Colonia y una nueva fase de recuperación demográfica. En este periodo se
verá reflejada la conciencia colectiva y la opinión de una sociedad de cuyo
desarrollo fueron testimonio sus propias obras arquitectónicas como, por
ejemplo, las importantes transformaciones que tuvieron lugar en la plaza de Santo
Domingo.
La Inquisición participó plenamente de la
expansión en que se vieron envueltas todas las instituciones del virreinato. Su
florecimiento se multiplicó en dicho periodo y fue en ese momento cuando,
después de sucesivas adaptaciones de las viejas instalaciones y ante las
crecientes necesidades de la institución (reformas, algunas de ellas realizadas
por el maestro Bartolomé Bernal, quien terminó las cárceles llamadas de
penitencia, con 18 celdas y viviendas del alcaide), el Tribunal del Santo Oficio
solicitó al arquitecto criollo don Pedro de Arrieta; los primeros planos para
construir un edificio.
Pedro de Arrieta, maestro del arte de
arquitectura, proyectó y construyó el nuevo edificio del Tribunal del Santo
Oficio de la Inquisición de la Nueva España, inició su construcción en 1732 y
la terminó en 1736. Hizo dos proyectos, el primero lo entregó el día 2 de mayo
de 1724 y fue enviado al Consejo Supremo de la Inquisición de España, y aunque
lo autorizaron bajo restricciones nunca se construyó. En los planos de 1723,
Arrieta había decidido seguir el lineamiento anterior abriendo la puerta
principal hacia la calle real de Santo Domingo, hoy República de Brasil.
Ocho años después, presentó el proyecto
definitivo la mañana del 9 de junio de 1732, rindió su declaración jurada ante
los inquisidores Navarro, Tagle y Clavijo, a quienes les explicó las ventajas
de su nueva propuesta arquitectónica, entregó las cuatro fojas de su texto y
los planos de las plantas arquitectónicas. Los señores inquisidores aprobaron
este proyecto, su autorización sirvió de base a la construcción del edificio
que hoy conocemos ubicado en la calle de República de Brasil 33, esquina con República
de Venezuela, en la plaza de Santo Domingo del Centro Histórico de la Ciudad de
México.(6).
Autos(7)
Relación jurada presentada en el Santo Oficio
de la Ciudad de México el 9 de junio de 1732,
a los señores inquisidores Navarro, Tagle y Clavijo.
“Pedro de Arrieta”, Maestro Mayor de las obras materiales de este Santo Oficio, en obedecimiento del decreto de V.S. de veintiséis del pasado y debajo del juramento que se me manda y a mi leal saber y entender digo: que las ventajas de la traza que nuevamente tengo ideada y cuatro mil pesos más, prescindiendo de la compra de las dos casas contiguas del Mayorazgo, que hoy apodrán ser asequibles en nueve o diez mil pesos por las circunstancias que expresaré, con las cuales se puede perfeccionar, para lo cual la presento aunque no está perfectamente puesta en limpio, pero bastante para que V.S. las comprenda, y cuadrándole, las mande reducir a toda perfección, y para eso represento a V.S. que el mucho tiempo que ha pasado me ha dado campo a discurrir los inconvenientes que resultan de la primera planta, por habérseme estrechado a que la idease sin alargarme a más buque que las dos viviendas actuales de V.S. y a las oficinas y piezas comunes del tribunal, secreto, , fisco, sacristía y demás, por cuya razón no pude dar cada cosa en su lugar, como requiere el arte y el gobierno de V.S. procurando que la casa del alcaide y provedor y la cocina de proveduría estén con inmediación a Cárceles Secretas, la de Ayudante de Alcaide, cerca de la puerta principal de la calle, y así respectivamente las demás, y principalmente las Salas de Audiencia, para el manejo, secreto y separado, así para los reos que vengan a ellas de cárceles, como para los testigos que vienen de fuera, todo lo cual me parece se salva con dicha nueva planta, sin extenderme por la calle real de Santo Domingo más que hasta topar con la casa que llaman de la Penitencia, sin que su longitud, con esta adicción, sea más que de sesenta y siete varas; por la calle de la Perpetua hasta topar con la Cárcel de la Penitencia, dejando junto a ella hueco de ocho o diez varas, así para poder dar luces al oriente a la casa del señor Inquisidor que ahí viva, como para libertarle del bullicio y mala vecindad que puede haber con el tiempo en dicha cárcel de la Penitenciaría, y por la parte del norte, tomando unas doce varas de los corrales de dicho mayorazgo para poder ampliar dicha planta segunda, y que el patio principal goce de cuadrado perfecto, porque en la primera planta no lo gozaba pues quedaba en figura prolongada, incógnito y con ninguna perfección, quedando en arte como pide semejante fábrica, con que al mismo tiempo se excusan recodos para el pasadizo alto y de comunicación de dichas salas a las cárceles secretas, y el callejón bajo, para que dichos alcaldes y proveedor vayan con independencia a sus viviendas, que quedan suficientes, como también la de V.S. para que con alguna comodidad se comuniquen entre si y tengan tránsito a dichas salas, y al mismo tiempo se consigue dejar un patio capaz para que se ofrezca en algún día de auto, y para lo mismo y mayor lucimiento de decencia, he discurrido ochavar la esquina de hacia la plazuela de Santo Domingo y dar en ella la puerta principal, en que podía ostentar y ser cosa notable su arquitectura, gozándose así por esquina como la parte del poniente y parte del sur, que son las dos calles que coge dicha Inquisición y por inmediación a la puerta principal de Santo Domingo, donde se celebran todas las funciones de este Santo Tribunal, y al mismo tiempo, desembocara directamente en dicha plazuela de Santo Domingo, con lo que parecerá que el Tribunal está en dicha plazuela, y se subsanará en parte el defecto de no haber comprado estos años pasados la casa antigua a la Aduana Nueva, que compraron y están al presente labrando las monjas de la Encarnación, con la cual y haber conseguido cerrar dicha calle de la Perpetua, hubiera aventajado esta Inquisición pasarse a plazuela, como parecía conveniente a su desembarazo y mayor distinción, si estar atareadas sus entradas y salidas a las estrecheces y angustias de una calle, cuyo inconveniente se salva en mucha parte; y por lo que mira a lo común, con lo que llevo propuesto y discurro acertado y mucho menos costoso, mediante que dicha casa de la Encarnación costó veintisiete mil y más pesos y las referidas del mayorazgo, podrán hoy verosímilmente cogerse por cosa de diez mil pesos, con cuyo gasto se ocurre a lo que llevo dicho, y a que esta Inquisición quedará sin registro ninguno, y más siendo por esta parte el tránsito o paso por donde han de ir los reos a la audiencia, recalando
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también
la Segunda Sala y la Sacristía; siendo también de considerar que por dicho
costado del Norte, tiene este Tribunal posesiones suyas, más arriba y más
abajo. Y celebrando ventas con dicho Mayorazgo se evita dicho registro, y viene
a quedar como cuadro perfecto hasta donde termina dicha Cárcel de la Penitencia
y el mucho buque para casa de Ministros, otros, y así como el fisco tiene otros
efectos, se pudiera hacer de que tenía
ese más, y se podría traducir en cinco por ciento de dos tercios, o poco menos,
una vez que se labrasen casas y se pusieren, si quiera, como hoy están las dos
de dicho Mayorazgo quien las ha desamparado estos días, no porque estén
inservibles, sino por la desgracia de haberle muerto un vago de…los, por cuya razón podría ser, que algunos días
no habría quien quiera alquilárselas, y mientras no se le olvide el estrago
será menos dificultoso….
Pedro
de Arrieta
Rúbrica
El
dictamen de sus colegas, los arquitectos Miguel Joseph de Rivera y Antonio
Álvarez, maestros en el arte de la arquitectura y alarifes mayores de esta
ciudad, enumeran y relatan las ventajas y cualidades de este nuevo proyecto,
haciendo hincapié en la ubicación de la puerta, pues goza de ambas calles.
Encomian igualmente la amplitud de las piezas y el costo reducido que tendría
el nuevo proyecto, concluyendo con el dictamen aprobatorio.
Al día siguiente y en la audiencia de la
mañana, los señores peritos arquitectos informaron a los miembros del Tribunal
que consideraban con la debida reflexión el estado actual de ese Real Fisco y
que aprobaban la nueva planta pue representaba el maestro Arrieta, lo cual sugerían
se pusiese en limpio y con toda perfección para poderla ejecutar.
Treinta y seis años dura Pedro de Arrieta
como maestro mayor de las obras del Tribunal del Santo Oficio de la
Inquisición. El señorial edificio que
construye Arrieta funcionó como sede del Tribunal solamente 83 años, que debe
confrontarse con los 100 que tuvo como Escuela de Medicina. La construcción
duró escasos cinco años. Para desarrollar los trabajos, era necesario cambiar
las salas de audiencia, tribunal y oficinas, a la antigua Casa de los
Inquisidores, en los edificios que miraban a la calle de Cocheras, actual
República de Colombia. Los trabajos de obra se iniciaron el 1° de diciembre de
1732; sin embargo, el Tesorero Real informó a los señores inquisidores que,
desde el 4 de septiembre del mismo año hasta la fecha del inicio de la obra,
habían reunido materiales y herramientas consistentes en piedra de chiluca,
piedra dura, cal, estacas, 3 docenas de cubos, 3 docenas de huacales,
escaleras, andamios etc., cuyo importe ascendía a la cantidad de 1 314 pesos.
Decadencia y ocaso del Tribunal de
la Inquisición
Desde su
inauguración hasta el año de 1793, el Palacio no tuvo mantenimiento alguno, de
manera que para esta fecha se requiere hacer reparos en varias partes del
edificio. El primer director de arquitectura de la Academia de San Carlos, don
Antonio González Velázquez, es requerido por los inquisidores de entonces,
señores Mier, Bergora y Prado, para dictaminar sobre los requerimientos del
edificio. La disposición precisaba que el reconocimiento de los trabajos debía
de hacerse en presencia del señor tesorero. El costo estimado para los trabajos
urgentes, por el director de Arquitectura, ascendía a 11 000 pesos, según
consta en un documento del 6 de febrero de 1793. Cinco años después, los
señores inquisidores solicitan nuevamente al arquitecto Antonio González
Velázquez, “reconozco el estado de los arcos del Tribunal y exponga en su
informe, con juramento, si éstos amenazan ruina del edificio”(8).
La importancia del neoclasicismo, que como
una revolución destruyó altares barrocos e impuso una nueva moda, obligó a los
principales artistas de la época a no sustraerse al movimiento. De la misma
manera, en un animoso deseo de notoriedad, el primer y flamante director de
Arquitectura dictamina bajo juramento:
²
Ilustrísimo
Señor: Consecuente del anterior discurso hecho del Santo Tribunal de la
Inquisición por el Tesorero, y lo decretado por Usted, he pasado a reconocer
con la mayor atención el claustro alto y bajo que circundan el patio principal
del Tribunal, y en efecto he advertido las coarteaduras que expresa el Tesorero,
las que provienen de la ridícula forma de los arcos, siendo tan precisa su
ruina como extraño el que hayan resistido desde su construcción hasta el día,
lo que se debe a que algunos de ellos tiene por casualidad las paredes
interiores del edificio favoreciendo su empuje, pero como esto no es en todos,
ni puesto de propósito; y como convendría que estuviese, debe esperarse, que
pues ya se insinuó (con cuarteaduras fijas de un asiento extraordinario por
falta de estribos) siga hasta su total exterminio, y en su consecuencia no sólo
todo el claustro entero alto, y bajo, padecerá notablemente, sino parte de las
habitaciones pues faltando a el claustro sus apoyos angulares o de los
extremos, es indispensable su ruina por la naturaleza de una serie de arcos
contenerse naturalmente unos a otros, y resultar su fuerza total en el último
por lo que siempre a éste se le da un pilar más robusto que los intermedios, y
siendo aquí todo lo contrario, pues ninguno tiene, se infiere por consecuencia
precisa la enunciada ruina.
Propúsose el arquitecto Pedro de Arrieta
hacer una cosa nueva, dando la entrada por un ángulo, pero en el claustro le
faltó el arte, y le consiguió no sólo ridículo, sino poco firme habiendo
seguramente invertido en ello un doble de lo que costaría una buena
construcción y mejor forma por lo desmedido de las piedras que en consecuencia
necesitó, y se deja de manifiesto en la composición.”(9).
El
dictamen del director de Arquitectura de la Academia es demoledor, pues acusa a
don Pedro de Arrieta de ser culpable de las grietas existentes en el edificio,
debido a su mal diseño. Con seguridad, el académico recién llegado de España
desconocía por completo el comportamiento del subsuelo de la ciudad, con mayor
razón, setenta años después de sus construcción.
González Velázquez hace dos proyectos
para, según él, reparar el daño. Sobre el primero afirma que quedaría siempre
ridículo, asimétrico y no con la seguridad que se requiere. El segundo, un poco
más costoso (4 500) pesos, consistía en ochavar todo el patio en lo alto y lo
bajo, “presentando un aspecto noble, simétrico y hermoso en todas sus partes,
en cuyo caso desaparece todo el defecto y ridiculez”.
Por
fortuna ninguno de los dos proyectos fue aceptado, y solamente se le despachó
libramiento por 300 pesos, correspondiente a los honorarios de los últimos tres
años.
La decadencia en que cayó el Tribunal de
la Inquisición al finalizar el siglo XVIII fue tal, que los propios
inquisidores ignoraban por completo el estado de las construcciones y en
particular de las cárceles. En virtud de reparaciones indispensables realizadas
en 1803, durante una visita que tuvo lugar el primero de julio del mismo año,
los mismos inquisidores expresaron que “han quedado asombrados al reconocer el
martirio en que han vivido los miserables encarcelados”
Diez años después, las presiones
insurgentes se hacían cada vez más intensas con todo lo que esto implicaba: una
mayor madurez política de la Nueva España, debido a una creciente participación
de la sociedad mexicana en su gobierno. Como consecuencia de las reuniones de
las Cortes de Cádiz, se le comunicó al virrey Félix María Calleja un manifiesto
y le fue extendido en decreto del 6 de marzo de 1813 para ser impreso y leído
tres domingos consecutivos en todas las parroquias de todos los pueblos de la
Nueva España. En él se informaba de las indagaciones hechas por las Cortes
españolas sobre la historia de los tribunales de la Inquisición y su manera de
enjuiciar, y se aclaraban los fundamentos y razones que se tenían para abolir
la Inquisición: ya es tiempo, expresaron las Cortes, “de os diga sin rebozo la
verdad, y que se corra el velo con que la falsa política cubre sus designios”.
En el decreto se daba a conocer la sustitución de la Inquisición por los
Tribunales Protectores de la Religión.
Esta acción correspondió a la primera
clausura formal del Tribunal. Sin embargo, ya desde antes, la mala conciencia
del gobierno real que presidía Fernando VII ordenó por decreto del 22 de
febrero de 1813, quitar, borrar o destruir todos los cuadros, pinturas e
inscripciones en las iglesias, claustros y conventos, o en otro cualquier
paraje público de la monarquía, en que estuvieran consignados los castigos, ya
que “estos medios con que se conserva la memoria de los castigos impuestos por
la Inquisición, irrogan infamia a las familias de los que sufrieron, y aún dan
ocasión a que las personas del mismo apellido se vean expuestas a mala nota”.(10)
Desde la clausura definitiva de la
Inquisición el 31 de mayo de 1820, hasta el año de 1854,el edificio se sujetó a
diversos usos: en el cuerpo principal del Palacio, antes destinado a residencia
de los señores inquisidores, salas de audiencia y de juzgados, fue establecida
la Renta de la Lotería. El Departamento de Cárceles se convirtió en cuarteles.
Posteriormente, el inmueble sirvió de Cámara del Congreso General y en 1833
funcionó como Tribunal de Guerra y Marina. Posteriormente albergó al Palacio de
Gobierno del recién fundado Estado de México; más tarde funcionó en él la
Escuela Lancasteriana denominada “El Sol” y en 1841 el Seminario Conciliar.(11)
Las luchas de independencia proporcionaron
un receso en los avatares históricos del Palacio, y precipitaron su caída en el
abandono. Lo que en el Palacio había sucedido en los años anteriores, así como
la fantasía popular que hacia exagerar su vergüenza, motivaron que el gobierno
de la naciente república lo pusiera en venta por almoneda.
Varios fueron los avisos publicados por el
gobierno. El 15 de diciembre de 1838 salía a remate, junto con una hacienda que
había sido propiedad de la Compañía de Jesús, ubicada en el municipio de
Chalco. Posteriormente se publicaron otros: en el quinto, aparecía por primera
vez el valor estimado del palacio, cuyo precio era de 112 231 pesos, para
rematarse el 18 de diciembre del mismo año. Al no haberse presentado postor
alguno, se volvió a practicar un avalúo cuyo precio anunciado era de 215 470
pesos. Se volvió a anunciar en cuatro ocasiones más; la última, el 18 de
febrero de 1839. Así salió a remate al día siguiente con el anuncio del precio
del inmueble de 116 258 pesos, 4 reales y 7 granos, como base de la puja; el
ofrecimiento sólo fue de 77 505 pesos, 5 reales, 2 granos, o sea, dos terceras
partes.(12)
En 1841 el arzobispo Manuel Posada y
Garduño compra el edificio al gobierno “en muy bajo precio”; instala en él el
Seminario Conciliar, hasta que nuevamente es vendido por el propio arzobispado
a la Escuela de Medicina.
NOTAS
[1]
Maza, Francisco de la, El Palacio de la
Inquisición, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, vol. 9
de Ediciones del IV Centenario de la Univ. de México, 1951. 2 Salamanca, Flavio G., “Historia del Edificio del
Palacio de la Inquisición”, en Leyendas
y Tradiciones, la Unam y sus recintos históricos, Recop. Itzel Vega
Morales, México, DGIRE-UNAM, 2007, p. 47. 3 Op. Cit., p. 47. 4 Lavedan, Pierre, ¿Qu´est-ce que l´urbanisme? Introduction à l´histoire de l´urbanisme,
París, Laurens, 1926. 5 Balbuena, Bernardo de, La grandeza mexicana, estudio preliminar de Luis Adolfo
Domínguez, México, Ed. Porrúa, 1985, (Col. Sepan Cuantos, n° 200). 6 Paz Arellano, Pedro, La arquitectura de un rito, tesis entregada el 30/03/03 y
aprobada el 02/05/03, México, UAM-I 53, año 23, julio-diciembre de 2002, pp.
331-349. 7OP. cit., pp. 335-338. 8 Salamanca, op. cit., p. 55-56. 9 Op. cit. 10 Blásquez Miguel, Juan, La Inquisición en América, 1569-1820, Rep. Dominicana, Editora
Corripio, 1994. 11 Salamanca, Op. cit., p. 56. 12 Op. cit. p. 56.
|
BIBLIOGRAFÍA
http://www.mexicomaxico.org/Tenoch/TlatPlano1760.htm
www.guiadelcentrohistorico.com
Balbuena,
Bernardo de, La grandeza mexicana,
estudio preliminar de Luis Adolfo Domínguez, México, Ed. Porrúa, 1985, (Col.
Sepan Cuantos, n° 200).
Blásquez
Miguel, Juan, La Inquisición en América,
1569-1820, Rep. Dominicana, Editora Corripio, 1994.
Lavedan,
Pierre, ¿Qu´est-ce que l´urbanisme?
Introduction à l´histoire de l´urbanisme, París, Laurens, 1926.
Maza, Francisco
de la, El Palacio de la Inquisición,
México, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, vol. 9 de Ediciones del
IV Centenario de la Univ. de México, 1951.
Paz Arellano,
Pedro, La arquitectura de un rito,
tesis entregada el 30/03/03 y aprobada el 02/05/03, México, UAM-I 53, año 23,
julio-diciembre de 2002
Salamanca,
Flavio G., “Historia del Edificio del Palacio de la Inquisición”, en Leyendas y Tradiciones, la Unam y sus
recintos históricos, Recop. Itzel Vega Morales, México, DGIRE-UNAM, 2007.