Los celtíberos
Los celtíberos
Orígenes
Se conocen como celtíberos a una cultura de mestizaje que
se dio en la península ibérica entre los celtas del norte y los íberos del
levante. La mayor parte de los pueblos que ocupaban el centro de la península
justo antes de la conquista romana pertenecían a esta cultura.
Habitaban el sector oriental de la meseta y uno de sus
centros básicos era la actual provincia de Soria, pero se extendían mucho más
al sur, alcanzando parte de Teruel y casi toda la provincia de Cuenca. Para los
romanos esta tierra tenía un clima duro y era económicamente pobre. Vinculados
a una economía ganadera, explotaron el hierro del Moncayo y zonas próximas,
desarrollando una depurada metalurgia del hierro.
Al principio, los autores clásicos utilizaron este
término para referirse a todos los pueblos celtas de Iberia. Más tarde, a
medida que la conquista progresaba territorialmente, el término de celtíberos
se empleó para agrupar a ciertos pueblos celtas, pero excluyendo a otros, como
por ejemplo los berones. Los autores clásicos de esta etapa ceñían el término
celtíbero a dos grandes ámbitos principales. El primero, formado por los
arévacos, y tal vez los pelendones, controlando la Celtiberia Ulterior
(provincia de Soria, la mayor parte de la de Guadalajara, hasta el nacimiento
del río Tajo, la mitad oriental de la de Segovia y el sureste de Burgos). Entre
sus ciudades destacan Secontia (Sigüenza), Numantia (Numancia), Uxama, Termes y
Clunia. El segundo ámbito es la tierra de los titos, bellos y lusones o
Celtiberia Citerior (pobladores de las tierras en torno a los ríos Jalón, alto
Tajuña, Jiloca y Huerva), con ciudades como Segeda, Bílbilis (Calatayud),
Tierga, Botorrita o Complega.
Posible extensión de la Celtiberia
Pueblos
celtíberos
La confusión de las fuentes clásicas fue compartida por
los investigadores modernos, que han usado el término celtíbero con diferentes
significados. En la actualidad son habitualmente considerados celtíberos los
arévacos, titos, belos, lusones y pelendones, y más ocasionalmente vacceos,
carpetanos, olcades y lobetanos.
Los arévacos
Los primeros datos que de los arévacos se conocen fueron
suministrados por el historiador griego Estrabón, ya que en los datos
anteriores, transmitidos por Polibio y Livio, simplemente se habla
genéricamente de las tribus celtíberas, que adquirieron pronto gran importancia
por sus guerras con Roma.
Los arévacos construían sus poblados sobre cerros para
organizar una fácil defensa, rodeados de uno, dos y hasta tres recintos amurallados.
Se sabe con certeza que habitaron en los lugares de Osma (Uxama Argaela o
Argaela, según el autor griego Ptolomeo) y Sepúlveda.
Se dedicaban a la agricultura y pertenecían a la más
poderosa de todas las tribus celtíberas, extendiéndose sus poblados por casi
toda la franja sur del Duero mesetario. Sus núcleos eran tan independientes
entre ellos, cuantas eran las diferentes comarcas en que la misma estructura
geográfica les dividía. Eran pueblos todavía groseros y rústicos, regidos por
distintos régulos o caudillos, sin unidad entre sí y casi sin comunicaciones.
Cifraban su gloria en perecer en los combates y
consideraban como afrentoso morir de enfermedad. Parece ser que este pueblo no
enterraba a sus muertos, sino que quemaba los cuerpos, ya que en sus lugares de
asentamiento se han encontrado necrópolis de incineración; sin embargo, para
los que perecían en combate no consideraban digno el quemar sus restos, los
cuales hacían descansar en cuevas, en fosas primero y posteriormente en urnas.
Adoraban al dios Lug, divinidad de origen celta, al cual
festejaban en las noches de plenilunio, bailando en familia a las puertas de
sus casas. También rendían culto a sus muertos y a un tal «Elman», o
«Endovéllico», según atestiguan algunas inscripciones. Tenían por costumbre
dejar sus iconos, o imágenes de los dioses, en cuevas situadas en abruptos
peñascales, a veces se trataba de las mismas grutas donde descansaban sus
antepasados, y solían acudir a ellas en grupo, en días señalados para la
ocasión. En estos lugares veneraban a sus divinidades y les solicitaban
favores, dejándoles sus exvotos.
Su vestimenta se componía de una ropilla negra u oscura,
hecha de lana de sus ganados, a la que estaba unida una capucha o capuchón con
la cual se cubrían la cabeza cuando no llevaban el casco que estaba adornado
con plumas o garzotas. Al cuello solían rodearse un collar. Una especie de
pantalón ajustado completaba su sencillo uniforme.
Arévacos. Eran el mayor pueblo celtíbero a
la izquierda un guerrero a la derecha mapa
Su habilidad en el arte de forjar las armas. Se
presentaban a batalla en campo raso: interpolaban la infantería con la
caballería, la cual en los terrenos ásperos y escabrosos echaba pie a tierra y
se batía con la misma ventaja que la tropa ligera de infantería. El cuneas
(cuña), u orden de batalla triangular de los arévacos, se hizo famoso entre los
celtíberos y temible entre los guerreros de la antigüedad.
Las mujeres se empleaban también en ejercicios varoniles
y ayudaban a los hombres en la guerra. Se veían obligados, para pelear, a dejar
guardados sus cereales en silos o graneros subterráneos donde se conservaban
bien los granos durante largo tiempo.
Sobre el año 200 AC, el general cartaginés Aníbal quiso
mostrarse señor de Hispania antes de medir sus fuerzas con Roma, y a este fin,
y para ejercitar sus tropas e imponer obediencia y respeto entre los
celtíberos, llevó sus armas al interior de la Península. Así se internó con dos
expediciones consecutivas en tierra de los arévacos, talando los campos y rindiendo
su capital, Numancia, cuyos habitantes obligó a huir con sus mujeres e hijos a
las vecinas sierras, de donde luego les permitió volver bajo palabra de que
servirían a los cartagineses con lealtad.
Cuando regresaba de estas expediciones a Cartagena (Cartago
Nova) con el botín, los naturales de la meseta reunidos en bastante número se
atrevieron a acometerle a las orillas del río Tajo y aún le desordenaron la
retaguardia y rescataron gran parte del botín. Triunfo que los antiguos
hispanos pagaron caro al siguiente día, en que Aníbal les hizo ver bien a su
costa cuán superiores eran las tropas disciplinadas y aguerridas a una multitud
falta de organización, por briosa que fuese, que por lo visto lo eran en
verdad.
Con la llegada de los romanos, Numancia, una de las
ciudades arévacas, protagonizaría una resistencia heroica al invasor. Tras las
campañas de Tiberio Graco en el 180 AC y la firma de unos tratados con los
pueblos indígenas, entre ellos los arévacos, Hispania conocería un periodo de
relativa calma. Pero esta calma no duraría siempre. En el 153 AC, los segedanos
debido al incremento de su población, decidieron ampliar las murallas; acto que
no sería bien visto por Roma, que rompería los acuerdos, comenzando así las
denominadas guerras celtíberas. Los segedanos, que aún no tenían terminadas sus
murallas, se refugiaron en Numancia. El cónsul Quinto Fulvio Nobilior fue
enviado a Hispania para sofocar la rebelión.
Los pelendones
Los pelendones fueron un pueblo celtibérico que habitaba
la región de las fuentes del Duero, es decir, norte de la provincia de Soria,
sureste de la de Burgos y quizá el sureste de la de La Rioja. Por el sur
limitaban con los arévacos y por el norte con los berones y autrigones. Las
fuentes también utilizan el nombre de cerindones para denominarles. Según
Apiano estaban emparentados con los arévacos y los numantinos. Los arévacos los
empujaron hasta la zona norte de Soria.
Los pelendones, también nombrados como cerindones en
algunos textos, llegaron hacia el siglo VIII-VII AC, con el primer gran
movimiento celta. Se instalaron en las zonas norteñas del Sistema Ibérico
precedidos por los beribraces (o bebriaces en
la Galia, quizás emparentados) que lo harían desde el Levante hasta el límite
con la Meseta.
Procedían al parecer de la zona belga o Bajo Rin, eran un
pueblo eminentemente ganadero, y en menor medida agrícola. Tenían un gran
conocimiento sobre la metalurgia, especialmente del bronce, pues la elaboración
y el trabajo del hierro era incipiente en esos momentos y se desarrollaría
plenamente hacia el siglo IV AC.
Se asentaron especialmente en lugares elevados desde
donde dominaban con la vista pastos y valles. Regidos por un consejo de
ancianos y una estructura de clanes familiares, estos asentamientos se sitúan a
corta distancia entre sí dominando un territorio comunal. Acostumbran al rito
de la incineración, depositando las cenizas del difunto en vasijas de arcilla o
urnas. Otros de sus ritos son el culto a las «cabezas cortadas» y la exposición
de sus guerreros muertos a las aves. Aunque su estructura es patriarcal
(consejo de ancianos, jerarquía guerrera), las mujeres desarrollan un papel
fundamental, al menos, en igualdad con los hombres: recibían herencias, elegían
a sus esposos, eran alfareras, tejedoras, comparten las labores del ganado y,
si era preciso, guerrean.
En España se inscriben dentro de la llamada Cultura de
los Castros sorianos, lugares parcialmente protegidos a los que se añadían
defensas artificiales como murallas, y series de «piedras hincadas» que
dificultaban las agresiones desde los accesos más débiles. A este tipo de
construcción se la considera característica de este pueblo. Su muralla, que
puede alcanzar los cuatro o cinco metros de altura, es única y está construida
adaptándose al terreno con una cara interior y otra exterior de piedras más o
menos regulares, rellenándose el espacio entre ellas de piedras más pequeñas y
de tierra. En algunos casos se rematan con torreones y estructuras de madera.
Dentro de su demarcación, podían coincidir viviendas de
tipo circular y rectangular, o casas adosadas a la muralla, o entre sí,
formando espacios centrales o plazas. Estaban construidas a partir de un
pequeño muro de unos cincuenta centímetros, sin cimentar, sobre el que se
edifica una estructura de adobe y madera, para concluir en un tejado vegetal
impermeable que filtra el humo de la hoguera. En estas viviendas se distinguen
generalmente tres espacios, separados por tabiques de tablas o ramajes. En el
centro se sitúa la estancia-cocina-dormitorio, espacio de la vida familiar,
alrededor del hogar. Más allá, está la despensa donde se guardan los alimentos
en grandes tinajas de barro sobre altillos. El espacio con más luz era la
entrada, y en él se realizan las labores diarias, como el tejido en telares
verticales o la molienda.
Como portadores de la cultura celta, poseían sus propias
deidades a las que adoraban desde lugares naturales destinados para ello, pues
no se han registrado templos. Su mitología está inspirada en la naturaleza: el sol,
la luna, el agua, árboles y animales. Estrabón nos habla de una «deidad
innominada», a la que rinden culto las noches de luna llena, «danzando a las
puertas de sus casas». Se identifica con la propia luna. Otras deidades están
emparentadas con la cultura gala, o la irlandesa. La deidad Lug (sol, luz)
sería la más importante de acuerdo a su concepción religiosa, una especie de
Júpiter en los romanos (estos lo asimilaron a Mercurio). Sobre él no faltan
referencias etimológicas y toponímicas en el noroeste peninsular, incluidas las
ermitas de Santa Lucía.
Son representativos: Cernunnos (bosque, caza, ciervo),
Epona (difuntos, caballo), Ayron (profundidades, agua), Las Matres, en número
de tres manteniendo la triplicidad céltica (fecundidad, tierra nutricia, agua).
Tenían animales de culto como el toro y el caballo; de mal fario como el
cuervo; o sagrado como el buitre que subía al cielo el alma de los muertos en
combate. Los pelendones se describen como adoradores, en especial, del dios
Belenos (Belen de los galos), del que se desprendería su denominación de
belendones y posteriormente pelendones.
Sus principales ciudades eran Visontion y Savia. La
capital se hallaba en Kontrebia Leukade (Aguilar del Río Alhama, Rioja).
Pueblos
celtiberos. Izquierda dos guerreros celtiberos con el manto a sagum autor
Dionisio Álvarez Cueto. Derecha situación de los pueblos celtiberos fuente
Celtiberia.net
Los belos
Los belos eran un pueblo que habito la provincia de Soria, antes de la
ocupación romana, se extendía por la zona noreste. Se trata de un pueblo celta
llegado a la península con las invasiones del siglo VI y establecido en el alto
valle del Duero, desde donde ocuparía el valle Alto del río Jalón, por lo
tanto, en la actualidad correspondería a las comarcas de Arcos de Jalon, y
Medinaceli.
Son mencionados por las fuentes romanas en relación con
los arévacos, lusones y titos.
Una ciudad importante es Nertóbriga que emite moneda de
bronce en el siglo III AC, en la que aparece un jinete lancero. La más
destacada, sin embargo, es Sekaisa (Segeda), que acuña moneda en torno al siglo
II AC. En el 154 AC amplió su territorio provocando las Guerras
Celtibéricas.
Su capital era Segeda, que comúnmente se sitúa en el
yacimiento de Belmonte, próximo a Calatayud, ya que en él se encontraron
monedas ibéricas con el rótulo Secaisa. La situación, sin embargo, no está
clara, pues parece que Belmonte se halla fuera del territorio belo.
Ocupaban el valle del Jalón, desde la confluencia con el
río Piedra; por el sur limitarían con la Sierra Solorio hasta Sierra Ministra,
y por el norte, con las de la Mata, Muedo, el extremo sur de la de Miñana y la
sierra de Almantes. Estos límites no son del todo seguros, sobre todo los que
les separarían de titos y lusones. Pertenecerían a este pueblo las ciudades de
Segeda, Attacum, Arcobriga y Ocilis (tal vez Medinaceli).
Por los pactos de hospitalidad, puede que los belos,
lusones y algunos más viviesen todos juntos. Así pues se puede entender a los
autores clásicos cuando nos hablan de estas tribus en el sentido que cada cual
o que cada uno les llama como quiere y las sitúa a todas en un mismo sitio.
Cuando los romanos conquistaron lo que actualmente es la
provincia de Teruel se encontraron con dos grupos étnicos diferentes: los
íberos y los celtíberos.
Los belos y titos, que habían buscado refugio en los arévacos, infligieron una
grave derrota al ejército romano, pero, con los restos del mismo, Nobilior aún
estuvo en condiciones de poner cerco a Numantia (Numancia).
El nombre de Belos quizá provenga del latín “ Bellum” que
quiere decir “guerra”, es posible que estas gentes, en la mayoría, fuesen todos
guerreros.
Otras fuentes nos señalan que están emparentados con los arévacos, lusones y
vacceos por el tronco común de los belovacos de la Galia.
Así, el territorio occidental de la actual provincia de
Teruel debió estar ocupado por los celtíberos belos, siendo Damaniu, en
Hinojosa de Jarque, la ciudad que marcaría el límite con la zona ibérica.
Guerreros celtíberos: izquierda Pablo
Outeiral derecha Dionisio Álvarez
Los titos
Los titos fueron un pueblo celtíbero que siempre aparece
subordinados a los belos, de los que quizás fuesen clientes. Su localización,
muy imprecisa, puede estar en el valle medio del río Jalón, hacia Alhama de
Aragón y alcanzando a las parameras de Molina, junto con los belos. Este pueblo
que aparece citado en las fuentes clásicas contribuyendo a las guerras de
resistencia contra Roma.
Firmaron en el 179 AC, los pactos de Graco y entraron en
guerra con Roma, junto con los belos y los arévacos, en la segunda guerra
celtíbera, que terminaría con la destrucción de Numancia en el 133 AC. A partir
de entonces desaparece, como pueblo, de las fuentes.
Guerreros celtíberos (1). Los de la
izquierda con tela acolchada y escudo redondo, a la derecha con casco tipo
Monteforino con carrilleras, manto sagum o sago, y cota de malla
respectivamente.
Los lusones
Los
lusones fueron un pueblo celtíbero, localizado en el alto Tajuña, al noreste de
Guadalajara, y según Estrabón en las fuentes del Ebro y el Tajo.
Se cree que la ciudad de Lutia era su capital, siendo sus ciudades más
importantes: fueron Bursau (Borja?), Turiasu (Tarazona?) y Carabis.
Al
estar asentados en la misma zona que los titos y bellos, su economía posee las
mismas características. La base es la agricultura pues están en una tierra muy
fértil. Cosechas de cebada, cereales y olivo. En la ganadería se da la cría de
cerdos, cabras y ovejas. Como es rica la ganadería se da una industria textil
próspera, fabrican el sagum o sayo, utilizado, aparte de como prenda, también
como tributo.
Cerámica
caracterizada por temas decorativos a bandas con círculos y semicírculos. En
metalurgia se sabe de la existencia de oro en el río Jalón y de hierro en el
Moncayo. Plinio el Viejo elogia las armas fabricadas aquí. De producción de
plata apenas hay noticias.
Construcciones
Construyeron
sus poblados y ciudades en puntos elevados de fácil defensa envolviendo el
contorno con un único lienzo de muralla adaptado a las irregularidades del
terreno. Con el tiempo aparecieron los torreones cuadrados o circulares, con
preferencia en las puertas para posteriormente generalizarse en todo el
recinto. A veces realizaron fosos delante de la muralla.
Los
celtíberos vivían en distintos tipos de asentamientos, que las fuentes antiguas
denominan polis o urbes, civitates, vici y castella.
- Las urbes eran
del tipo de la ciudad-estado antigua; con un núcleo urbano más o menos
desarrollado y un entorno agrario dependiente de él.
- Las civitates eran
organizaciones políticas indígenas autónomas que podían tener o no una
configuración urbana.
- Los vici y castella eran los asentamientos menores y corresponden a los poblados y castros característicos de estos pueblos que documenta la arqueología.
Urbe celtíbera rodeada de muralla con torreones, a
veces tenían foso
Las casas se pegan a la pared
interna de la muralla. Los celtíberos se establecieron lugares elevados y
visibles, que refuerzan con murallas, torres defensivas y fosos. En el
interior, las viviendas se organizan en torno a una calle o espacio central.
Poblado celtíbero. Se aprecia la actividad diaria
Las casas celtibéricas
presentaban una planta rectangular, con una superficie de entre 40 y 50 metros
cuadrados. Los muros se asentaban en un zócalo de piedra sobre el que se
levantaban muros de adobe o tapial. A continuación se realizaba un entramado de
postes a intervalos regulares sobre el que se colocaba una estructura de madera
que sostenía la cubierta vegetal, dispuesta a una o dos
aguas. El interior de los muros se enlucía con barro y paja y el suelo se
pavimentaba con arcilla o tierra apisonada. Las viviendas estaban divididas en
3 estancias (de fuera hacia dentro):
- La primera, a la
que se accedía desde la calle por una pequeña puerta, era la más luminosa
y se destinaba a actividades domésticas y artesanales (fabricación de
vestidos, molienda, etc.).
- A continuación, la
habitación más grande tenía el hogar en el centro o en un lateral y a su
alrededor se disponían bancos corridos para descansar y comer. En las
paredes se colocaba la vajilla en estanterías y muebles.
- La última estancia estaba dedicada a almacenar aperos y ser despensa de alimentos.
Casa celtíbera, tenía tres estancias la primera para
actividades domésticas y artesanales, la segunda para hogar y la tercera como
almacén y despensa
Otras
viviendas disponían de pequeños corrales adosados a las viviendas o de
bodegas-cuevas bajo el suelo de la primera habitación y con el fin de almacenar
y conservar alimentos.
Economía
La
economía celtibérica se basaba en la agricultura, la ganadería, la minería, la
metalurgia, la caza, la pesca y la recolección de frutos secos:
Agricultura:
la pobreza del suelo, la altura y el duro clima la hacían difícil, reduciéndose
al cereal de secano (trigo y cebada) y, en menor medida, las legumbres, los
frutales y la vid. Las labores agrícolas se realizaban con arado de reja tirado
por yuntas de bueyes, con hoces para la siega y con horcas para la trilla.
También se dedicaban a la recogida de frutos secos de los bosques cercanos
(nueces y bellotas).
Ganadería: era
la que representaba su riqueza. Se centraba en las ovejas y cabras (50 %),
destinadas a la obtención de lana y derivados de la leche; vacas (20 %) como
fuerza de tracción y para aprovechar su leche, piel, cuero y cuernos; y en
menor medida, cerdos (5-10 %). Otros animales empleados por los celtíberos son
los destinados al arrastre y al transporte de cargas y personas (bueyes, asnos,
mulos y caballos). Finalmente, la caza de ciervos, corzos, jabalíes, liebres,
conejos, osos y lobos, complementaba la explotación ganadera.
Minería: en
el Sistema Ibérico se explotaron las minas de plata, plomo, cobre y hierro,
destinados todos ellos a la fabricación de instrumentos diversos (armas,
utensilios agrícolas y artesanales, adornos, monedas, etc.).
La
metalurgia: se concentró en el trabajo del hierro, para la
fabricación de utensilios cotidianos (tijeras, azadas, hoces, cuchillos, etc.)
y armas (espadas, puñales, lanzas y escudos); y del bronce, destinado al adorno
(fíbulas o imperdibles, broches de cinturón, pulseras, placas decorativas o
pectorales y brazaletes).
Se
sabe que los celtíberos eran buenos fabricantes de espadas; armas que causaron
el asombro de los romanos por su flexibilidad. A base de golpes en frío y de
calor en el centro consiguieron tres cuerpos, dos duros y uno en medio, más
blando.
Celtíberos mirando un castro.
Sociedad
La sociedad celtibérica con el
paso del tiempo fue adoptando una estructura más jerarquizada. Al principio se
agrupaban en tribus y clanes:
- Los clanes (gentilitates)
agrupaban a individuos unidos por lazos de parentesco o de sangre
(antepasado común) que compartían un territorio, unos deberes y derechos y
unas prácticas religiosas que obligaban a todos.
- Las tribus (gentes)
eran organizaciones superiores.
Los más privilegiados en estos
grupos eran los guerreros, quienes ostentaban el poder político y cuya misión
era defender a los demás individuos. Además se establecieron relaciones de
igualdad entre los individuos, clanes o tribus a través de instituciones como
el hospitium entre clanes y la devotio entre
individuos.
Con el desarrollo de las
ciudades, la sociedad celtibérica evolucionó, y el poder político recayó sobre
la asamblea de ancianos (seniores) y la asamblea de los jóvenes (iuniores).
Además aparecen las figuras de los legados o heraldos (enviados para negociar
la paz), los magistrados, y los líderes o jefes militares (elegidos por la
Asamblea para hacer frente a la guerra).
Los íberos eran monógamos,
siendo las muchachas las que elegían a su esposo, empezando por los más
valientes. El pelo de los celtíberos se llevaba largo, como los celtas, al
contrario que los íberos, que solían tenerlo corto. En el calzado los
celtíberos adoptaron el uso de la sandalia ibérica.
Ritual celtíbero. Se aprecia un jefe con un
báculo y una sacerdotisa. Al fondo un guerrero con una corneta.
Ritos
funerarios
Los
escritores de la antigüedad han transmitido un doble ritual de enterramiento
entre los celtíberos; según Silio Italico
“Los
celtíberos consideran un honor morir en el combate y un crimen quemar el
cadáver del guerrero así muerto; pues creen que su alma remonta a los dioses
del cielo, al devorar el cuerpo yacente el buitre”. Según Eliano
refiriéndose a los vacceos “…dan sepultura en el fuego a los que mueren de
enfermedad…, más a los que pierden la vida en la guerra… los arrojan a los
buitres, que estiman como animales sagrados«.
El
ritual de la exposición de cadáveres. Este segundo ritual, destinado a los que
morían en combate, consistía en depositar sus cadáveres en determinados
lugares, para que fueran comidos por los buitres, considerados como
intermediarios (psicopompos) entre el mundo de los humanos y el de los
dioses. Al mismo tiempo que descarnaban su cuerpo transportaban su espíritu
directamente a la deidad celeste. Este ritual era considerado más puro que la
incineración, ya que evitaba el contacto con la tierra.
Ritual celtíbero de la exposición de cadáveres. Los
que caían en combate eran dejados en lugares para que fuesen devorados por los
buitres. Autora Sandra Delgado
El ritual de la incineración.
Era el ritual más usual, consistía en la incineración del cadáver con su ajuar
en una pira funeraria o “ustrinum”. Una vez finalizada la cremación, se
recogían, previamente seleccionadas, las cenizas y restos óseos del difunto,
introduciéndolos en un hoyo o, previamente, en una urna o vasija de cerámica.
Junto a esta se depositaba al ajuar u objetos personales del difunto, compuesto
de armas, elementos de adorno y utensilios.
Las tumbas eran agrupadas en
necrópolis o cementerios, podían estar señalizadas al exterior con una piedra o
estela o una cubierta tumular.
Entierro de un príncipe celtíbero. Autora Sandra
Delgado
Característico de las tumbas
celtibéricas es la inutilización intencionada de los objetos personales o ajuar
del difunto. Las armas, útiles o adornos depositados en las tumbas aparecen
doblados e inutilizados intencionadamente; con esta práctica se trataba de
evitar la separación del difunto de sus objetos personales, a través de su
“muerte ritual”, de esta manera su espíritu acompañaba al difunto al Más Allá,
como exponentes de su propia identidad.
La existencia, en algunas
tumbas, de restos óseos de animales jóvenes (cordero o potro) ha sido
interpretada como la porción de carne del banquete funerario perteneciente al
difunto. También, en menor medida, se han encontrado en las necrópolis
celtibéricas enterramientos simbólicos o cenotafios, en donde los animales
sustituyen al cuerpo del difunto cuando este fuera imposible de recuperar.
El
ejército celtíbero
Los
celtíberos estaban organizados para luchar en grupos a pie y a caballo. La
caballería estaba entre el 20 y el 25% del total, eran más importantes que
otros pueblos, y por supuesto el ejército romano que representaba del 10 al
14%. Los jinetes tenían fama de ser rápidos, hábiles y fuertes como sus
caballos. Su equipo era ligero, pequeño escudo circular o caetra; dardos que
eran muy buenos a 40 metros de longitud, espada corta y casco. Dice Plutarco,
que eran expertos en montañismo, ligero y rápido, hasta el punto que tiene
Livio de que «la dureza del lugar hacía innecesario acelerar a los celtíberos, cuya
costumbre es atacar en las batallas a pie«.
La
caballería y la infantería se mezclaban para la guerra, utilizaban como los
íberos la táctica del «concursare» que consistían en fingir una huida y cuando el
enemigo se desorganizaba, giraban y los atacaban o bien les conducían a una
emboscada. Esto se apartaba del concepto de guerra de cualquier ejército
regular y, por tanto, del romano, lo que llevó a los historiadores antiguos a
hablar de indisciplina y grupos de bandidos.
Los
jinetes cuando era necesario, actuaban como auxiliares de la infantería,
desmontaban y actuando como tales, en ocasiones también el jinete iba
acompañado de un soldado de infantería. Solo en tiempos difíciles se agruparon
en formación de cuña. En 195 AC, cerca de Toledo, «la cuña atacó en mayor número y en
filas apretadas, presionando más contra los romanos«. El paso del
río se realizó nadando con pieles infladas, que se pusieron la ropa y los
escudos estaban encima.
Según
Livio, 4.000 infantes y 200 caballos eran una legión completa y el número de
legiones que nunca pasaran de 8, es decir, unos 35.000 soldados en la zona en
el 181 AC. Desde entonces se produjo un fuerte descenso, no solo debido a la
disminución de la población a causa de la guerra, sino también porque cada vez
más población fue controlada por los romanos. En el 153 AC, se dice que en
Numancia había unos 20.000 infantes y 5.000 jinetes (se refiere a numantinos y
segetanos juntos), en el 143 AC, se mencionan 8.000 y, en 137 AC, solo 4.000
(referido a Numancia).
Ejército celtíbero en las proximidades de Numancia.
Autor Ángel Benito Gastañaga
La caballería no buscaba el
choque, se movía rápido, y atacaba lanzando venablos, se retiraba e insistía en
el hostigamiento sin empeñarse en acciones en fuerza.
A veces los jinetes celtíberos
llevaban un combatiente, que descabalgaba al llegar a la zona de lucha. Otras
veces, el jinete descabalgaba y sujetaba las bridas con una clavija y combatía
como un infante.
Los jinetes, al igual que los
infantes, vestían habitualmente túnica corta, escudo colgado en el lado derecho
del pecho del caballo, tahalí para la espada, una o dos lanzas y a veces casco.
Según Estrabón: “cría toda la Iberia cabras y caballos monteses en abundancia…”,
“los de Celtiberia son moteados o pintados de varios colores, y si los
trasladan a la Hispania Ulterior mudan de color…”, “en agilidad y
destreza para las carreras aventajan a los demás pueblos”. Silio Itálico se
refiere a los caballos que cría Uxama: “…son fuertes para la guerra, en la
que resisten largos años, y con su bravura apenas sufren el freno u obedecen a
la voluntad del jinete”. Estos aprovechaban las inmejorables
características de los caballos celtibéricos, adiestrándoles a subir por fuertes
pendientes y a hincarse o detenerse de inmediato cuando convenía.
El perfeccionamiento en el
adiestramiento de los caballos queda bien reflejado en las necrópolis
celtibéricas, donde son frecuentes los duros y fuertes bocados de doma, de
largas camas rectas, frenos partidos, con rienda y falsa rienda, serretas,
serretones y filetes partidos.
Las evidencias arqueológicas
muestran que los primeros ejemplares de herradura aparecen en túmulos
funerarios del centro peninsular, lo que podría indicar que los celtíberos
fueron sus inventores.
Caballería celtíbera siglo II AC. Autor
Ángel Benito Gastañaga
Armamento
Polibio
dice: «Casi todos los celtíberos, por así decir, combaten como
peltastas, armados a la ligera por su bandolerismo, los lusitanos, usan
jabalina, honda y puñal. Con los infantes está mezclada también la caballería,
siendo los caballos adiestrados en subir sierras y arrodillarse con facilidad,
cuando esto hace falta y se les manda».
Las
armas ofensivas cambiaron con el tiempo. En el periodo temprano hasta el 500
AC, emplearon solo lanzas y jabalinas. Hasta el 350 AC, llevaban las espadas
rectas de antenas y puñales, utilizaban el soliferrum junto
con las lanzas y jabalinas. A partir del 350 AC ya no vuelven a utilizar el soliferrum,
siendo sustituido por la falarica más
parecida a las pilum romana,
y empiezan a verse las falcatas, ambos de influencia íbera, también se emplea
la gladius y la espada larga tipo Tène.
A
partir del 200 AC, solo se utiliza la espada larga tipo Tène y puñales, junto
con la falarica y las lanzas.
Guerreros celtíberos en el 134 AC, cerca de
Numancia. Se aprecia las diferencias unos llevan discos pectorales, otro cota
de malla y otros dos con cota de escamas, y uno sin protección. Autor Ángel
García Pinto
Livio, con motivo de la
narración del sitio de Sagunto describe la falarica «..usaban los
saguntinos un arma arrojadiza llamada falarica, cuya asta era de abeto y
redonda en toda su extensión, excepto en el extremo, donde se colocaba el
hierro: éste, cuadrado, como en el pilum, estaba rodeado de una estopa empapada
en pez. El hierro era largo, de tres pies, para poder traspasar la armadura y
el cuerpo. Pero aún en el caso de quedar clavado en el escudo y no penetrar en
el cuerpo, llenaba de terror, pues como se lanzaba encendida la estopa y su
carrera avivaba su llama, obligaba al soldado a despojarse de sus armas y
exponerse indefenso a los golpes siguientes….«
Philón describe asimismo la
forja de las armas celtibéricas: «..para probarlas, agarraban con la
derecha la empuñadura y con la otra mano la punta, colocaban luego la hoja
transversal sobre la cabeza, tiraban luego para abajo de ambas extremidades
hasta que se tocaban con los hombros y luego las soltaban. La hoja permanecía
recta, aunque esta prueba se repitiera varias veces. Esta flexibilidad se debía
a que el hierro era muy puro y estaba bien trabajado al fuego. Se forjaba en
frío y no a martillazos, combinando la acción del fuego y del frío»
Guerreros celtíberos (2) luchando con romanos.
Autor Pablo Outeiral
Marcial alaba las armas
celtíberas »…por la buena calidad de su hierro, que venía del Moncayo,
muchas de las cuales se forjaron en Bílbilis, ya que el agua fría del Salo
(Jalón) era a propósito para su temple». En otro párrafo se ocupa del puñal
ibérico, forjado en Bílbilis con el hierro del Moncayo y el agua fría del Salo
(Jalón)».
Evolución
de las armas ofensivas celtíberas: espadas, puñales, lanzas y jabalinas
Las armas defensivas eran el
escudo redondo o caetra, de 50 cm de diámetro hecho de cuero o
madera, propio de la infantería ligera de ascendencia celta y el largo ovalado
de procedencia íbera empleado por la infantería pesada o escutari;
la mayoría de los cascos eran de cuero salvo los de los jefes que estaban
realizados en bronce y adornados; las corazas debieron ser de lino y, en
ocasiones muy raras, de cota malla o bien de escamas, la protección más
empleada eran los pectorales de discos de bronce.
Evolución
de las armas defensivas celtíberas: cascos, escudos y pectorales.
Los celtíberos se organizaban
para pelear en grupos de a pie y a caballo (entre el 20 y el 25 % del total).
La infantería llevaba pertrechos ligeros: caetra, dardo, honda,
espada corta y casco. Eran expertos en escalar montañas, ligeros y rápidos. Los
caballos celtibéricos eran fuertes y resistentes y estaban adiestrados para
hincarse de inmediato.
Diodoro describe a los
celtíberos así:
«los celtíberos son crueles en sus costumbres hacia los malhechores y
enemigos, pero honorables y humanos con los extranjeros. A aquellos que llegan
ante ellos los invitan a detenerse en sus casas y disputan entre sí por la
hospitalidad, y aprueban a todo aquel que atiende a los extranjeros,
considerándolo amado por los dioses»….»Llevan sayos negros y ásperos, de una
lana parecida al pelo de las cabras salvajes. Algunos celtíberos se arman con
escudos galos; otros, en cambio, llevan cyrtias redondas, llevan también en las
piernas arrolladas grebas de pelo y en la cabeza, cascos de bronce adornados
con crestas de color escarlata. Usan espadas de dos filos fabricadas en hierro
excelente y puñales de un palmo de longitud de los cuales se sirven en los
combates cuerpo a cuerpo. Tienen un modo peculiar de preparar las armas que
utilizan para su defensa. Entierran láminas de hierro y las dejan hasta que,
con el tiempo, la parte débil del hierro, consumida por la herrumbre, se separa
de la parte más dura, de ésta hacen espadas excelentes y los demás objetos
concernientes a la guerra. Las armas así fabricadas cortan todo lo que se les
pone: ni escudo, ni casco, ni hueso resisten a su golpe, por la extraordinaria
dureza de su hierro.«
Guerreros celtíberos 133 AC, están atacando las
fortificaciones de asedio de Numancia, el infante está lanzando una falarica.
Autor Angus McBride
» los
celtíberos suministraban para la lucha no sólo excelentes jinetes, sino también
infantes que destacaban por su valor y capacidad de sufrimiento. Están vestidos
con ásperas capas negras, cuya lana recuerda el fieltro. En cuanto a las armas,
algunos de ellos llevan escudos ligeros, similares a los de los celtas, y otros
grandes escudos redondos del tamaño del aspis griego. En sus piernas y
espinillas trenzan bandas de pelo y cubren sus cabezas con cascos broncíneos,
adornados con rojas cimeras. Llevan también espadas de doble filo, forjadas con
excelente acero, y puñales de una cuarta de largo para el combate cuerpo a
cuerpo. Emplean una técnica peculiar en la fabricación de sus armas; entierran
piezas de hierro y las dejan oxidar durante algún tiempo, aprovechando sólo el
núcleo, de forma que obtienen , mediante nueva forja, espadas magníficas y
otras armas. Un arma así fabricada corta cualquier cosa que se encuentre en su
camino, por lo que no hay escudo, casco o cuerpo que se resiste a sus golpes,
por la excepcional calidad del hierro. Son muy hábiles en luchar de dos modos
diferentes: primero atacan a caballo y, en caso de ser rechazados, desmontan y
atacan de nuevo como soldados de infantería. Según sus normas habituales son
extremadamente cueles con los criminales y enemigos, aunque con los forasteros
son compasivos y honrados; los extranjeros que vinieron a vivir entre ellos,
todos los invitaron a parar en sus casas, rivalizando entre ellos para
prodigarles hospitalidad, y los extranjeros que fueron atendidos por éstos, los
elogiaban y los consideraban amigos de los dioses…..«
«En cuanto
a su alimentación, se sirven de toda clase de carnes, que abundan entre ellos,
y como bebida poseen una combinación de vino y miel…«
Jinetes celtiberos luchando con un jinete romano: el de
la izquierda es un jefe con casco de bronce, caetra y falcata, el de la derecha
es un guerrero con lanza casco de cuero. Autor Angus McBride para Osprey
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