Los
ladrones del siglo I
Los ladrones en el Imperio
romano estaban presentes en la sociedad, en las Cartas de Pablo e incluso dos
de ellos fueron crucificados al lado de Jesús.
… ni los ladrones, ni los avaros,
ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino
de Dios. Y eso eran algunos de ustedes. (1ª Corintios 6:10-11)
La delincuencia es una realidad que para muchos de
nosotros, como habitantes de grandes ciudades está lejos de ser ajena, incluso
la hemos sufrido o continuamente somos informados de ella a través de diversas
circunstancias y medios. Sin embargo, no es un fenómeno que sea una
preocupación exclusiva de la vida contemporánea, de hecho ya en los tiempos del
Nuevo Testamento y su macro contexto, el Imperio Romano generaba gran
preocupación para sus autoridades y habitantes.
Entonces, desde aquellos antiguos tiempos existen quienes
deciden vivir fuera de la ley, alguien que vive en contacto con la sociedad,
pero que no acata las leyes de la misma. En este sentido, los ladrones tenían
la capacidad de hacer que la vida de todo el mundo fuese difícil y peligrosa, cosa
que hacían siempre que podían[1], comentó un autor sobre esta
situación en la época romana. Otro autor señala que:
El crimen afectó a personas de todos los
niveles sociales. Incluso el emperador, jefe del sistema legal y fuente
principal del Derecho Romano, podía comportarse como un criminal común si lo
deseaba. La vida para los pobres estaba plagada de crímenes[2].
Roma y otras ciudades relevantes del imperio, sufrieron
una serie de desórdenes, descontroles y revueltas entre sus habitantes que
están bien documentados en las fuentes históricas[3]. Son diversos los testimonios de
esta situación. Por ejemplo, en sus escritos, Juvenal muestra entre muchos
aspectos, lo complicado que era vivir y circular en Roma (en comparación con
las ciudades imperiales)[4]. Entre sus reproches y críticas
desmedidas estaba lo que significaba habitar en una urbe inmensa (que nunca
abandonó) llena de incomodidades y populosa. Incendios, gente de malas
costumbres, borracha, pendenciera y alta peligrosidad ciudadana eran en parte
los cuadros descriptivos del autor.
Otra de las fuentes que resaltan el problema de la
inseguridad de las personas, la violencia callejera, los disturbios y robos,
está presente en Apuleyo[5]. De los temas más preocupantes
observados del orden público, encontramos el robo y el ataque a personas como
una constante preocupación. Artemidoro, en sus Sueños, relata esta
incertidumbre[6].
En medio de dicha época, la Iglesia crecía debido al
testimonio a través de la predicación y acciones de los creyentes, por lo cual
se incorporaron a las comunidades diversas personas de diversos orígenes y
diversas ocupaciones, lícitas… e ilícitas, como los ladrones, demostrando que
las buenas nuevas eran para todos sin distinción, pero que a su vez tenía el
poder de transformar vidas.
De allí que en la Epístola de Pablo a los Corintios se
enliste a los ladrones, entre quienes no van a entrar al Reino de los Cielos,
¿por qué el escritor los pone en esa lista? La razón más evidente es debido a
su transgresión flagrante del mandamiento “No
robarás”, pero además resulta muy interesante adentrarse en la connotación
social del delito y cómo se transformaron en notables testigos del poder del
evangelio para cambiar vidas, aún las más sumidas en delitos y pecados.
Revisemos entonces, a través de una reconstrucción
histórica, realizada a partir del testimonio de estudiosos y personas de la
época, las características de las personas que se dedicaban a robar y cómo
éstas eran percibidas en la época.
El Imperio y el
delito
Como
señalamos anteriormente, la existencia de personas que se dediquen al delito de
sustraer bienes que no les pertenecen es una realidad histórica antigua, de
hecho en los escritos del Antiguo Testamento se encuentran palabras para
identificarlos estas son “gannab”,
“genehab =
ladrón”, “shadad = ladrón, destructor, devastador”[7].
Al
respecto, señala un autor que ladrones, bandoleros y salteadores han sido
comunes en las regiones sin un fuerte gobierno central; tal fue la situación en
tiempo de los jueces (Jue. 9:25; 11:3). El pillaje era la forma de vida de los
que carecían de tierras y otros medios de ganarse el sustento. Durante un
tiempo, el futuro rey David recurrió al pillaje para mantener a sus 400 hombres
perseguidos y descontentos (1ª Samuel 22:2). Este era un sistema común entre
los madianitas, árabes y filisteos[8].
Según
la legislación israelita, el ladrón solo quedaba obligado a la restitución de
lo robado, que debía ser devuelto por duplicado (Éxodo 22:3). A veces se debía
restituir entre cuatro y hasta cinco veces el valor del objeto o animal robado
(Éxodo 21:27). En otros cuerpos legales el castigo era diferente, por ejemplo,
el Código de Hamurabi señala que:
Si
un señor roba la propiedad religiosa o estatal, ese señor será castigado con la
muerte. Además el que recibió de sus manos los bienes robados será (también)
castigado con la muerte.
Y
Si
el propietario de la cosa perdida no presenta testigos que testimonien sobre el
objeto perdido, es un estafador, (y puesto que) dio curso a una denuncia falsa
será castigado con la muerte[9].
Para
los tiempos del Nuevo Testamento, la presencia del delito también fue reflejado
en palabras esta vez en idioma griego, a saber “kleptes = ladrón”, en sentido común; “lestés = ladrón,
bandido, salteador”, relacionado con leia,
“botín”, referido a uno que asalta abiertamente y con violencia[10].
En
el Imperio romano, el robo era un problema constante en una sociedad con tanto
desempleo y subempleo, por no decir absoluta pobreza. No había un cuerpo de
policía que patrullase regularmente las calles y, aunque en las ciudades había
a menudo un vigilante nocturno después del anochecer, el cual podía realizar
detenciones, no era un elemento disuasorio demasiado importante.
La
delincuencia, formada por personas —asesinos, ladrones, mafiosos de poca monta—
constituyen una amenaza para la sociedad legítima, se dice que en Roma existía
una frase muy común entre los ciudadanos, “no
salgas de noche a menos que sea demasiado necesario”[11]. En ese mismo sentido, Marcial decía irónicamente que
solo un loco podía salir de noche en Roma sin haber hecho testamento y Juvenal
solía afirmar que, de noche, era más seguro aventurarse en el bosque Gallinaria
o en las mismísimas marismas pontinas que el centro de la ciudad de Roma; pocos
eran los que se atrevían a cruzar sus calles durante la noche en busca de un
poco de diversión[12].
Una
fuente de la época, Luciano, deja entrever cómo funcionaban quienes
quebrantaban las leyes:
Cuando
partí́ en dirección a Atenas a causa de mi afición por la cultura griega, me
instalé en Amastris, en el mar Negro; en la ciudad hacen escala los que
vienen navegando de Escitia, situada a no mucha distancia del promontorio de
Carambis. Me acompañaba Sisinnes, mi amigo de la infancia. Tras
buscar alojamiento cerca del puerto y trasladar nuestro equipaje desde el
barco, fuimos a comprar sin sospechar que pudiese ocurrir nada malo. Mientras
tanto, los ladrones forzaron la puerta y se llevaron todo, hasta el punto de no
dejarnos ni siquiera lo necesario para aquel día. (Toxaris 57/Harmon)[13].
En
otra fuente, hay unas cuantas referencias al robo de cosas y dedica un capítulo
a “Si quieres saber sobre un
robo cometido o algo que se ha perdido, si lo recuperará o no”.
Bajo este encabezamiento, varias predicciones indican que:
Los
bienes se recuperarán rápidamente, sin sufrimiento o problemas... esos bienes
que se perdieron serán encontrados al cabo de mucho tiempo y con problemas y
los ladrones habrán trasladado los bienes del sitio en que los dejaron cuando
los robaron a otro sitio... que los encontrarán después de un tiempo y con
dificultad... que será más correcto que sean encontrados... que la cosa robada
o perdida desaparecerá y no la poseerá... que pronto poseerá la cosa perdida o
robada... que no poseerá la cosa robada o perdida y no hay necesidad de que su
propietario la busque porque se esforzará sin lograr nada... que no poseerá la
cosa robada o perdida más que con pesar y problemas o disputas, insultos y
luchas. (Carmen 5.35)[14].
Los
bienes robados eran difíciles de recuperar. No había una policía que se
encargase de investigar, si bien los agentes sí que tenían capacidad de actuar
si así lo deseaban. Por ejemplo, cuando en El asno de oro Lucio es acusado de robar a
su anfitrión y huir, los funcionarios investigan el asunto, torturando al
esclavo de Lucio y enviando a los guardas a buscarlo. Sin embargo, la mayoría
de veces la persona tenía que buscar el objeto y el ladrón por sí sola.
Conseguir la ayuda de un dios era una forma de hacerlo. Otra era consultar a
las estrellas; el Carmen ofrece
muchas predicciones que indican dónde se debe buscar un objeto robado o
perdido:
[...] en
las boñigas de oveja o en las guaridas de animales... en las forjas de los
herreros... en el mar o cerca de él o en un manantial o en un valle o en un
canal o en un lugar en el que haya agua... (Carmen 5.35)[15].
Se
robaban objetos de toda índole: telas finas y caras, ropa, joyas y perfume,
utensilios de construcción y labranza, objetos de metal, cerámica, ídolos
religiosos, libros y cuadernos de contabilidad, así como cosas cotidianas.
Comerciar con objetos robados era fácil y no se hacían preguntas. El robo de
diversos objetos, incluso quedó registrado en una lápida, conocida como la
Lápida de Proserpina:
Diosa
Ataecina Turibrigense Proserpina, te ruego, pido y demando, por tu gran
majestad, que seas mi vengadora en el robo que me ha sido hecho; un quidam a mi
me ha escamoteado, en menos tiempo que se tardó en hacerlas, las cosas que
abajo escribo: seis túnicas, seis; dos capotas de lienzo, camisas...[16].
Al
igual que los objetos, los ladrones eran muchos y variados. Podían ser
conocidos externos, completos desconocidos o alguien relacionado con la
familia, “un ladrón que viene a conversar porque existe una amistad entre él y
la gente de la casa, pero lo que hace es robar” (Carmen 5.35). Podían ser jóvenes, de
mediana edad o viejos. Una vez más, era bastante común que fueran esclavos. Sus
métodos y formas de actuar eran diversos. Podían ser “ladrones de oportunidad”
—por ejemplo, se encontraban en una casa por alguna otra razón, veían algo
tentador y lo robaban—; podían emplear artimañas y astucia; podían hacer un
agujero en la pared, romper un cerrojo, conseguir copias de llaves o entrar a
hurtadillas por un tragaluz.
Otro
peligro nocturno era el constituido por los gamberros. Había en Roma cuadrillas
de jóvenes, algunos de ellos de las mejores familias de la ciudad. Incluso el
propio Nerón, ya emperador, se sumó a veces a esas pandillas. Campaban por la
urbe cometiendo toda clase de abusos y tropelías antes de que el “yugo” del
matrimonio y el trabajo adulto les obligase a sentar la cabeza. En ocasiones,
hasta arrojaban a sus víctimas a la cloaca más próxima. A estos debemos añadir
los asesinos, atracadores (effractores) y agresores de toda índole (raptores)
que abundaban en la ciudad[17].
Las
preocupaciones por los robos se acrecentaban aún más porque las medidas tomadas
por las autoridades eran, como mucho, ineficaces. Les preocupaba “mantener la
paz” y podían formar una patrulla para atacar a los bandidos, pero, a menos que
se cometiera un crimen atroz contra un miembro de la élite o los ciudadanos tomasen
la iniciativa, la pasividad estaba a la orden del día. De hecho, los hombres,
tanto individualmente como en grupo, se las tenían que arreglar por su cuenta
ante un robo. Esta situación implicaba a su vez que los hombres tomasen medidas
para proteger sus posesiones y estuviesen constantemente nerviosos ante la
posibilidad de un robo.
Una
vez detenidos, los ladrones podían ser objeto de un proceso judicial, pero eran
también susceptibles de sufrir los ataques de la muchedumbre (linchamiento).
Esto es lo que sucede en El
asno de oro cuando un grupo de Hipata atrapa a unos ladrones y
enseguida los mata con espadas o lanzándolos por un acantilado. Si los esclavos
eran apresados, se los torturaba para conseguir pruebas.
Cualquier
persona considerada culpable sufría castigos que resultan extremadamente
crueles para la mentalidad actual. Pero ése era el objetivo: disuadir a otros
mediante el terror a castigos espantosos, como manos amputadas, latigazos,
condena a las minas o a los espectáculos de gladiadores, decapitación,
ahorcamiento, morir devorados por animales salvajes y crucifixión.
El
robo y la avaricia, eran actitudes y comportamientos reprobados por la ética
romana, por ejemplo en “El cuervo enfermo” muestra que si te comportas mal, no
recibirás ayuda cuando la necesites:
Un
cuervo enfermo le dijo a su madre: “Deja de llorar, madre, y pide a los dioses
que me libren de esta enfermedad mortal y que deje de sufrir”. “Hijo mío
—contestó la madre—, ¿qué dios va a querer salvarte? ¿Qué dios es aquél cuyo altar
no has robado? (Babrio, Fábulas 78)[18].
Profundizando
en el asunto, los romanos, que eran a su vez el pueblo saqueador por excelencia
que había logrado conquistar y saquear todo el mundo mediterráneo, por lo cual
el bandidaje era una actividad ambivalente: pues era aceptada cuando los
responsables eran del ejército romano, pero condenada cuando los responsables
no eran parte del orden establecido por ellos.
Quienes
se dedicaron al bandidaje, formaron bandas organizadas, cuyos orígenes podrían
ser muy polémicos, como lo relata el historiador Herodiano:
Había
un hombre llamado Materno, ex soldado conocido por su valor, que había
desertado del ejército e influido en otros para que escapasen con él. Al poco
tiempo había formado una gran banda de criminales y empezaron a atacar y
saquear pueblos y granjas. (Historia reciente del Imperio romano 1.10/
Whittaker)[19].
En
relación al mismo punto anterior, Jenofonte narra en Un cuento de Éfeso el
caso de un noble que, tras sufrir varios reveses en la vida, se convierte en
bandido: Hippothous empezó siendo un joven adinerado de Perintus (Tracia); tras
varias aventuras en torno a un lio amoroso homosexual con un tal Hyperanthes
(el cual muere en un naufragio), Hippothous se dirige a Panfilia:
Allí,
al carecer de medios para sobrevivir y angustiado por la adversidad, me
convertí́ en bandolero. Al principio era el único de la tropa, pero al
final formé mi propia banda en Cilicia; gozó de gran fama por todas
partes hasta que fue capturada, no mucho antes de encontrarte. (Un cuento de Éfeso 3.2/Anderson)[20].
La
gran presencia del robo y bandidaje incluso se reflejó en sus creencias, pues
Mercurio (cuya versión original fue Hermes, de la mitología griega) fue el dios
olímpico mensajero, de las fronteras y los viajeros que las cruzan, del ingenio
y del comercio en general, de la astucia, de los ladrones y los mentirosos, y el
que guía las almas al inframundo, al Hades[21], señala una autora que:
Por
su gran astucia y perspicacia, es considerado el Dios de todos los ladrones[22].
En
el Nuevo Testamento se dice que los ladrones están excluidos del Reino de los
Cielos (1ª Corintios 6:8-9). Como metáfora, la palabra ladrón, kleptes, se utiliza para los
falsos maestros (Juan 10:8). Es común la comparación de la segunda venida de
Cristo como “ladrón en la noche”
(2ª Pedro 3:10), que hace referencia al modo en que sobrevendrá, es decir,
inesperadamente, por sorpresa (cf. Mateo 24:43)[23].
El caso de los ladrones durante la Crucifixión de Jesús
En
los evangelios se registra la siguiente situación:
Al
mismo tiempo, fueron crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el
otro a su izquierda. Los que pasaban, lo insultaban… También lo insultaban
los ladrones crucificados con él. (Mt. 27, 38 y 44).
Marcos
dice algo similar:
Con
él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. (Y
se cumplió la Escritura que dice: “Fue contado entre los malhechores”) Los que
pasaban lo insultaban… También lo insultaban los que habían sido crucificados
con él. (Mc. 15, 27 y 32).
El
Evangelio de Juan es escueto sobre la crucifixión:
Allí
lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio.
(Jn. 19, 18).
Lucas
nos registra la interacción entre los tres crucificados:
Uno
de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: ‘¿No eres tú el Mesías?
Sálvate a ti mismo y a nosotros’. Pero el otro lo increpaba, diciéndole: ‘¿No
tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos
justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo’. Y
decía: ‘Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino’. El le
respondió: ‘Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso’. (Lc. 23-43).
En
el mundo romano, era común que a los bandidos se les aplicase la pena de
muerte. Ello implicaba una de las dos ejecuciones más humillantes del mundo
romano: la muerte por crucifixión o en el ruedo en las fauces de fieras
salvajes.
Frecuentemente,
después de la crucifixión los cadáveres permanecían expuestos, igual que
sucedía en épocas más recientes con los cuerpos de piratas y otros criminales
que habían sido ahorcados. El jurista Calístrato afirma que los cuerpos de los
bandidos ejecutados deberían permanecer colgados en el lugar donde realizaban
sus fechorías para solaz de aquellos a los que perjudicaron y para atemorizar a
quienes se planteasen seguir sus pasos[24].
La
otra palabra griega para ladrón, lestés,
en contraste con kleptes, se
aplicaba en tiempos bíblicos a los salteadores de caminos (Mateo 21:13; 26:55;
27:38, 44; Marcos 11:17; 14:48; 15:27; Lucas 10:30, 36; 19:46; 22:52;
23:39-43). A esta categoría pertenecen los “ladrones”
crucificados juntamente con Jesús (Lucas 23:39-42), que en rigor debe
traducirse “salteadores”[25].
A
partir de escritos apócrifos de los primeros siglos, especialmente Protoevangelio
de José de Arimatea, se identificó con nombre a los que fueron crucificados al
lado de Jesús. Estos serían Gestas y Dimas, quienes se dedicaron a asaltar
caminos e intimidar a los viajeros llegando incluso a asaltar a José y su
familia durante un viaje[26]. Según estas fuentes, Dimas se arrepintió de sus pecados
en la cruz y fue perdonado por Jesús, Gestas lo insultó[27].
Complementando
lo anterior, una teoría poco conocida entre el mundo protestante y más conocida
en el mundo católico romano, intenta dar explicación al hecho de que todos los
evangelios registran el hecho de que Jesús haya sido crucificado junto a otros
dos hombres. Al respecto, Marcos y Mateo afirman que eran “bandidos” (en
griego: lestés).
Lucas los llama “malhechores” (kakúrgos).
Y Juan sólo habla de “otros dos”,
sin más explicaciones.
Al
respecto, la conclusión de uno de los autores es que junto a Jesús fueron
crucificados dos de sus discípulos pues era una práctica romana común acabar no
sólo con el líder de una revuelta, sino también con sus seguidores. La
base que se aduce para llegar a esta conclusión está en los escritos de Flavio
Josefo, especialmente en su libro La Guerra de los Judíos, cuenta que a
mediados del siglo I la palabra lestés (que
las Biblias traducen por “bandido”) había adquirido un nuevo significado. Se
cita del autor:
Una
nueva especie de bandidos surgió en Jerusalén: los sicarios. (2,254).
Por
ello concluyen que al momento de escribirse los Evangelios, el término lestés no se refería a
cualquier bandido sino a los sicarios, es decir, a los judíos sublevados contra
Roma. Por lo tanto, los “bandidos”
crucificados con Jesús no eran ladrones, sino “agitadores sociales”[28] que habrían sido asociados al desorden que causó
Jesús.
Esta
teoría es débil en cuanto a que está basada en un escrito no canónico y tiene
como referencia una interpretación de fuentes, más que una declaración
explícita. Además en ninguno de los relatos de la crucifixión existe una
mención implícita o siquiera atisbo de que ambos ladrones o bandidos tuviesen
alguna cercanía con Jesús.
Ahora
bien, el hecho de dedicarse al bandidaje y robo ya era motivo suficiente para
considerarse un indeseable y perseguido por las autoridades romanas, por lo
cual en el sentido armoniza con lo que ya se conoce sobre la situación de
quienes se dedicaban a quebrantar la ley. Además hubo casos, especialmente en
la península ibérica en que se armaron bandas cuyo objetivo no fue solamente
robar sino rebelarse contra la autoridad del Imperio. Sin embargo, y retomando
el caso de los dos ladrones, este no parece ser el motivo, sino que las
autoridades quisieron entregar un claro mensaje de reprobación y escarmiento
hacia cualquier acción que perturbase el orden público de la ya agitada
Galilea, una región bastante problemática para las autoridades de la época.
En
cuanto al origen del término ladrón,
este es de la palabra en latín latro para
señalar a los soldados que realizaban labores de escolta del Emperador o se les
había encomendado custodiar alguna mercancía de valor (estos últimos también
llamados mercenarios).
El
verbo latrocinare significaba
“servir en el ejército”,
pero algunos de esos servidores del ejército caían en malos hábitos, por lo que
de vez en cuando robaban alguna de las mercancías que vigilaban, cogiendo tan
mala fama que con el tiempo a aquel que robaba se le comenzó a llamar latro o latronis que terminó en
el vocablo ladrón que hoy en día conocemos[29]. Según un autor, la palabra griega λάτρον (latron), que significa
contratar, pagar, es vinculada con la raíz indoeuropea *le(i), presente también
λάτρις (latria, acción de dar servicio o culto, proporcionar un cuidado), como
en idolatría[30].
Respecto
a los castigos para quienes cometían delitos, el historiador Jerry Toner
reconoce que todavía hoy le cuesta asumir la violencia con la que Roma
castigaba:
La
brutalidad de los castigos que se infligieron a los delincuentes, especialmente
a los de bajo estatus, es impactante para nosotros. Los esclavos eran
crucificados, los fugitivos, arrojados para ser destrozados por las bestias,
los azotes se realizaban con látigos con punta de plomo... Todo hace que
nuestros estómagos se revuelvan. Muestra -prosigue- que la respuesta del
gobierno romano a los crímenes violentos se produjo en la forma de dar un
ejemplo aterrador a los delincuentes. Este es un enfoque que nos parece
desproporcionado e impactante: creemos que los castigos deberían ajustarse al
crimen[31].
En
conclusión, el poder del evangelio y el testimonio de la iglesia
No
había fuerza policial en el sentido moderno. Solo la guardia nocturna en Roma,
traída por Augusto. Contaba con entre 3.500 y 7.000 hombres, y su objetivo
principal era la prevención de incendios y no la lucha contra el crimen. En
otros lugares, los soldados parecen haber sido utilizados para aplicar la ley.
Se podría suponer que la falta de una fuerza policial aumentaría la alta tasa
de criminalidad, pero no fue el caso. El robo menor parece haber sido un
problema, aunque hoy todavía lo es cuando tenemos policía y cámaras de
vigilancia[32].
La
eficacia de estas autoridades locales se veía limitada por la ausencia de una
fuerza policial local, si bien Jenofonte alude a un juez de paz de Cilicia,
Perilaus, que capitaneaba una unidad suficientemente importante como para
atacar y aniquilar a una banda de bandidos (Un
cuento de Éfeso 2.11-14). Las patrullas populares
proliferaban, tanto si estaban al servicio de las autoridades como si no. Los
individuos se tomaban la justicia por su mano. En Dacia por ejemplo, Basso es
vengado:
Dedicado
a los espíritus de la muerte de Lucio Julio Basso, hijo de Lucio, del distrito
electoral sergiano, concejal y tesorero de Dobreta. Fue asesinado por bandidos
a los 40 años. Julio Juliano y Julio Basso erigieron este monumento en honor de
su padre, con la colaboración de su hermano Julio Valeriano, que vengó su
muerte. (CIL 31579)[33].
Una
vez que un forajido era capturado, se le aplicaba el castigo. A menudo, éste
iba precedido de su exhibición ante el público: Servilio Isaurico, en el siglo
I a.C., acostumbraba a hacer desfilar por las ciudades a los piratas capturados
antes de su ejecución.
Publio
Servilio (Isaurico) capturó vivos a más capitanes piratas él solo que todos sus
predecesores. ¿Se le privaba a alguien del placer de ver a un pirata
encadenado? Todo lo contrario. Allá por donde iba ofrecía aquel grato
espectáculo a todo el mundo. En consecuencia, una muchedumbre procedente no
solo de las ciudades por donde pasaba la procesión, sino también de lugares
alejados, acudía a contemplar el espectáculo. (Cicerón, 2 Verrinas 5.26.66)[34].
La
Ley Mosaica trata del robo y de la necesaria restitución de una manera
equitativa y muy pormenorizada (cf. Éxodo 21:29-26; 22:1-14; Levítico 19:35;
Números 5:5-10; Deuteronomio 19:14; 25:13-16). La pena del robo en otras
legislaciones era la mutilación corporal e incluso la muerte. En Israel, solo
el “ladrón de hombres”, o sea el secuestrador, era condenado a muerte
irremisiblemente (Éxodo 21:16). La pena normal era la restitución elevada al
doble por lo menos.
En
el Nuevo Testamento, se reafirma este principio y se excluye del Reino de Dios
a los ladrones, pues el robo es la codicia (gr. Pleonexía), la gravedad de
este pecado es que en los escritos bíblicos se le asemeja a la idolatría (cf.
Efesios 5:5; Colosenses 3:5), y Jesús mismo señaló que no se puede servir a dos
señores: Dios y Mamón, el dinero personificado.
Por
ello, el cristiano debe evitar el robo en todas sus formas (quitar y retener lo
ajeno) y que es una costumbre de los no regenerados. Pablo deja bien en claro
que no se debe tener comunión con el que, llamándose hermano, es codicioso o
ladrón y peor aún es cuando entre la comunidad de los hermanos existe el
fraude, robo o estafa (1ª Corintios 6:8-10).
El
desafío para las comunidades cristianas del pasado y presente es el de seguir
compartiendo las Buenas Nuevas que pueden cambiar el corazón y comportamiento
de quienes se apropian de lo que no les pertenece lo cual es reflejo de su
naturaleza caída, y ayudar a fomentar la sana convivencia en sus comunidades.
[1] Citado en: Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”,
Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 271
[2] La Razón, Javier Ors “Roma, así se convirtió en una guarida de ladrones”,
CREADA07-04-2020 | 01:00 H
ÚLTIMA
ACTUALIZACIÓN05-10-2021 | 17:47 H, disponible en: https://www.larazon.es/cultura/20200407/wop7h55llrhdxe44t2xkrkl5pm.html, consultado febrero de 2022
[3] Entre otros Tácito, Anales, I, 77, 1;
Suetonio, Augusto,
23, 2; Dión Casio, Historia
romana, 77, 10; asimismo, CIL, VIII, 4508; CIL, XIII, 5010
[4] Especial en Juvenal, Sátira III, 302-308,
ref. Alejandro Bancalari Molina “Particularidades
de la vigilancia y del control policial en el mundo romano”,
Revista de Historia, Rev. hist. (Concepc.) vol.28 no.2 Concepción dic. 2021.
Disponible en: http://orcid.org/0000-0001-6125-6657, consultado febrero de 2022
[5] Apuleyo, Metamorfosis (El Asno de oro), 1, 15; 2,
32; 7, 1-2 y 9, 9-10 describe los ataques frecuentes a personas y propiedades;
individuos fuera de la ley, cargados de delitos y violencia en la vida
cotidiana
[6] Artemidoro, Sueños,
2, 11. Ref. Alejandro Bancalari Molina “Particularidades
de la vigilancia y del control policial en el mundo romano”,
Revista de Historia, Rev. hist. (Concepc.) vol.28 no.2 Concepción dic. 2021.
Disponible en: http://orcid.org/0000-0001-6125-6657, consultado febrero de 2022
[7] Alfonso Ropero, Alfonso Triviño, Silvia Martínez “Diccionario Enciclopédico Bíblico
Ilustrado”, Editorial CLIE, Barcelona, España, 2016, Pág. 532
[8] Alfonso Ropero, Alfonso Triviño, Silvia Martínez “Diccionario Enciclopédico Bíblico
Ilustrado”, Editorial CLIE, Barcelona, España, 2016, Pág. 532
[9] El Código de Hammurabi, es el primer conjunto de
leyes de la historia. En él Hammurabi enumera las leyes que ha recibido del
dios Marduk para fomentar el bienestar entre las gente. Ref: https://thales.cica.es/rd/Recursos/rd98/HisArtLit/01/hammurabi.htm, consultado febrero de 2022
[10] Alfonso Ropero, Alfonso Triviño, Silvia Martínez “Diccionario Enciclopédico Bíblico
Ilustrado”, Editorial CLIE, Barcelona, España, 2016, Pág. 932
[11] Revista Empresarial & Laboral “Inseguridad, desde la Antigua Roma hasta
nuestros días”, disponible en: https://revistaempresarial.com/industria/construccion/inseguridad-desde-la-antigua-roma-hasta-nuestros-dias/, consultado febrero de 2022
[12] Historia Antigua “El orden publico en la antigua Roma”, 3
septiembre, 2019. Disponible en: https://quevuelenaltolosdados.com/2019/09/03/el-orden-publico-en-la-antigua-roma/, consultado febrero de 2022
[13] Citado en: Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”,
Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 270
[14] Citado en: Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”,
Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 36
[15] Citado en: Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”,
Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 36
[16] Dra. Ana Mª Vázquez Hoys Curso: “Los bajos fondos y
la perversión en la
Antigüedad”.
Clase 4: Roma. Asesinos, ladrones y prostitutas de la corte a las cloacas”, 21
abril 2018, Disponible en: https://extension.uned.es/archivos_publicos/webex_actividades/14383/4roma.pdf, consultado febrero de 2022
[17] Historia Antigua “El orden público en la antigua Roma”,
3 septiembre, 2019. Disponible en: https://quevuelenaltolosdados.com/2019/09/03/el-orden-publico-en-la-antigua-roma/, consultado febrero de 2022
[18] Citado en: Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”,
Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 100
[19] Citado en: Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”,
Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 273
[20] Citado en: Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”,
Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 275
[21] Luisa Rosenstiehl “Hermes, el Dios de los Ladrones en la Antigua Grecia”,
junio 3, 2021, disponible en: https://es.greekreporter.com/2021/06/03/hermes-dios-ladrones-antigua-grecia/, consultado enero de 2022
[22] Luisa Rosenstiehl “Hermes, el Dios de los Ladrones en la Antigua Grecia”,
junio 3, 2021, disponible en: https://es.greekreporter.com/2021/06/03/hermes-dios-ladrones-antigua-grecia/, consultado enero de 2022
[23] Alfonso Ropero, Alfonso Triviño, Silvia Martínez “Diccionario Enciclopédico Bíblico
Ilustrado”, Editorial CLIE, Barcelona, España, 2016, Pág. 933
[24] Citado en: Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”,
Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 280
[25] Alfonso Ropero, Alfonso Triviño, Silvia Martínez “Diccionario Enciclopédico Bíblico
Ilustrado”, Editorial CLIE, Barcelona, España, 2016, Pág. 933
[26] Panamericana “¿Quiénes
eran los dos ladrones crucificados a lado de Jesús?”, VIERNES, 30
DE MARZO DEL 2018, disponible en: https://panamericana.pe/cultura/242867-ladrones-crucificados-lado-jesus, consutlado febrero de 2022
[27] Panamericana “¿Quiénes
eran los dos ladrones crucificados a lado de Jesús?”, VIERNES, 30
DE MARZO DEL 2018, disponible en: https://panamericana.pe/cultura/242867-ladrones-crucificados-lado-jesus, consutlado febrero de 2022
[28] Ariel Valdés “¿Quiénes
eran los hombres crucificados con Jesús?”, Año: 2016, Número:
2432, disponible en: https://www.revistacriterio.com.ar/bloginst_new/2016/12/13/quienes-eran-los-hombres-crucificados-con-jesus/, consultado febrero de 2022
[29] Alfred López “El
curioso origen del término ‘ladrón’”, 28 de enero de 2017,
disponible en: https://blogs.20minutos.es/yaestaellistoquetodolosabe/el-curioso-origen-del-termino-ladron/, consultado enero de 2022
[30] Etimología de Ladrón, disponible en: http://etimologias.dechile.net/?ladro.n#:~:text=La%20palabra%20ladr%C3%B3n%20viene%20del,romanos%20que%20trabajaban%20como%20guardias.&text=Seg%C3%BAn%20Monlau1%20la%20palabra,mercanc%C3%ADa%20que%20deber%C3%ADa%20de%20proteger., consultado febrero de 2022
[31] La Razón, Javier Ors “Roma, así se convirtió en una guarida de ladrones”,
creada 07-04-2020 | 01:00 H
última
actualización 05-10-2021 | 17:47 h, disponible en: https://www.larazon.es/cultura/20200407/wop7h55llrhdxe44t2xkrkl5pm.html, consultado febrero de 2022
[32] La Razón, Javier Ors “Roma, así se convirtió en una guarida de ladrones”,
creada 07-04-2020 | 01:00 H
Última
actualización 05-10-2021 | 17:47 H, disponible en: https://www.larazon.es/cultura/20200407/wop7h55llrhdxe44t2xkrkl5pm.html, consultado febrero de 2022
[33] Citado en: Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”, Editorial
Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 278
[34] Citado en: Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”,
Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 280
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