sábado, 9 de abril de 2022

 

Peregrinos y extranjeros

La potencia de un concepto y metáfora del siglo I para comprender la fe cristiana y su relación con el mundo que la rodeaba.


Amados, os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de las pasiones carnales que combaten contra el alma. (1ª Pedro 2:11)

Viajar o trasladarse desde el lugar de residencia a otro punto, por diferentes motivos, es una experiencia que gran parte de los seres humanos han experimentado o van a experimentar especialmente en nuestro mundo contemporáneo, esto debido a la masificación y diversidad de los medios de transporte disponibles para ello. Así mismo, el contacto con diferentes nacionalidades y culturas tampoco es una experiencia ajena a nuestra vida cotidiana, por lo cual el contacto con personas extranjeras es algo muy común. 

En el pasado, aquel fenómeno de migración también estaba presente y de hecho el ámbito religioso fue un poderoso motor para ello, como lo evidencia la formación de rutas para las grandes peregrinaciones, de allí que dicen que la fe mueve montañas, moviendo a miles de hombres y mujeres a través de miles de kilómetros lejos de su hogar (como por ejemplo el Camino de Santiago, entre otras)[1].

Sin embargo para los lectores y destinatarios de las cartas del Nuevo Testamento, las migraciones temporales (como las peregrinaciones) o permanentes no eran tan común a gran escala como en la actualidad, aunque sí fueron una realidad conocida, sin embargo tenía matices diferentes: el estatus de peregrino y extranjero implicaba no sólo una condición temporal, sino una serie de implicancias sociales, políticas y económicas, que marcaban sus vidas.

Esto último hace que los conceptos de “extranjero” y “peregrino” utilizados por los escritores del Nuevo Testamento contengan profundas enseñanzas que podemos rescatar al reconstruir su significado e implicancias para sus destinatarios. 

La experiencia de ser un viajero en la antigüedad

Al respecto, comenta un autor que en primer lugar, los viajes no eran algo fuera de lo común. Podemos pensar inmediatamente en viajes de placer, como ir a ver un festival cerca o lejos; viajes de negocios, y viajes forzosos, de hecho, en Apuleyo encontramos los tres tipos de desplazamiento y en la literatura adivinatoria encontramos especialmente los dos últimos. 

Asimismo, en el Nuevo Testamento encontramos gente que se desplaza por el Imperio, bien por negocios o bien como consecuencia de una actividad religiosa[2]

Sin embargo, viajar era peligroso por una serie de razones, entre las que se incluían el mal tiempo, la presencia de bandidos y piratas, los accidentes y los funcionarios corruptos. De manera que era esperable que a los hombres les preocuparan los viajes futuros y se preocuparan también cuando se encontraban embarcados en uno. La emigración prolongada también la tiene presente, en la actualidad se puede conocer gracias a las muchas inscripciones que señalan a una persona como alienus (no residente). 

Los viajes forzosos también eran parte de la realidad. Estos viajes forzosos tenían varios  motivos: abandonar la casa para huir de las deudas, ser desterrado como castigo por un crimen, o porque alguna catástrofe natural hacía imprescindible desplazarse. 

Para aquellos viajes, se esperaba como resultado el beneficio económico, pero los riesgos del transporte eran inmensos, al igual que la inversión (y muy a menudo el endeudamiento) necesario para ello. Así, los viajes eran una importante fuente de preocupaciones[3]. La seguridad de los seres queridos que se encontraban de viaje también era un motivo de preocupación, como lo expresa la siguiente carta:

Eutychis a Amertrion, su madre. Muchos saludos. Antes de nada, rezo a Dios para que te encuentres bien. Quiero que sepas que llegué al Tyrannion el 30 de tybi y no encontré forma de llegar hasta donde estás, porque los camelleros se negaron a llegar a Oxirrinco. Y no sólo eso, sino que fui a Antinopolis para tomar un barco y no encontré ninguno, así que ahora me planteo traer mi equipaje a Antinopolis y permanecer aquí hasta que encuentre un barco y pueda zarpar [...]. Saluda de mi parte a todos en casa y a nuestros amigos; nos veremos pronto. Rezo por tu salud[4]

Respecto a los viajeros y extranjeros, una fuente, Elio Arístides, quien hacia el siglo II d.C., resalta que “ahora es posible tanto a un griego como a un bárbaro, llevando sus posesiones o sin sus bienes, viajar a donde quiera con facilidad, como quien pasa sin más desde su patria a su patria[5], luego de celebrar las construcción de caminos, puentes y postas, el orador concluye que Roma, tras haber civilizado a toda la tierra, ha “convertido en realidad lo que Homero dijo: la tierra común para todos[6]. Aproximadamente un siglo más tarde, otro orador griego, dirigiendo un discurso de alabanza al emperador Filipo I, también elogió la libertad y seguridad que se vive dentro del Imperio[7].

Los viajes no estaban exentos de peligros y contratiempos a causa de los delincuentes comunes, Luciano deja entrever cómo funcionaban: 

Cuando partí en dirección a Atenas a causa de mi afición por la cultura griega, me instalé en Amastris, en el mar Negro; en la ciudad hacen escala los que vienen navegando de Escitia, situada a no mucha distancia del promontorio de Carambis. Me acompañaba Sisinnes, mi amigo de la infancia. Tras buscar alojamiento cerca del puerto y trasladar nuestro equipaje desde el barco, fuimos a comprar sin sospechar que pudiese ocurrir nada malo. Mientras tanto, los ladrones forzaron la puerta y se llevaron todo, hasta el punto de no dejarnos ni siquiera lo necesario para aquel día[8]

Sin embargo, las preocupaciones por los viajeros fueron una constante, aquella situación queda muy claramente expresada en la siguiente carta, cuya datación es posterior al 21 d.C., de Aurelio Polión, quien estaba desesperado por saber, desde la actual Hungría, cómo estaba su familia en Egipto:

De Aurelio Polión, soldado de la legio II Adiutrix, para Heron su hermano y Ploutou su hermana y su madre Seinouphis la panadera y señora (?) muchos saludos. Rezo día y noche para que estéis bien de salud y siempre imploro a los dioses por vuestro bienestar. No he dejado de escribiros pero vosotros no me tenéis presente. Yo cumplo con mi parte escribiendo siempre y no dejo de pensar en vosotros y os llevo en mi corazón. Vosotros no me escribís ni me contáis cómo estáis, o qué tal vuestra salud. Mi preocupación es tanta porque aunque no habéis dejado de recibir mis cartas con frecuencia, no me habéis escrito para que yo sepa cómo...[9]

La categoría de extranjeros en la antigüedad

En la actualidad, intentar explicar quién es extranjero puede resultar más sencillo que en la antigüedad, ya que a partir de la creación del Estado moderno el extranjero es aquel que carece del vínculo que une a un Estado determinado con sus nacionales; en palabras más simples, es el no nacional.

Sin embargo, en el mundo romano aquello era más complejo, aquello se refleja en la gran cantidad de palabras, para referirse a los extranjeros:

“peregriniadvenahospesconvenaalienushostisalienigenusexternusbarbariincola.”

Además de otras expresiones utilizadas exclusivamente para identificar a ciertos grupos étnicos como por ejemplo: GallusGermanusSyrusAfricanusHispanus. Sin embargo, en términos simples: Quienes no forman parte del pueblo romano son extranjeros. 

Dada esta complejidad, los romanos consideraban diversas categorías. A los habitantes de los pueblos vecinos, los latinos, se les concedía un estado cercano al de ciudadano, llamado ius latini, que posteriormente se concedió a otros pueblos. Los demás extranjeros que tenían relación con Roma eran llamados "peregrinos" (peregrini) y podían tener relaciones jurídicas con los ciudadanos, aunque no tenían derechos políticos. Los extranjeros que no tenían relaciones pacíficas con Roma eran llamados “bárbaros” (barbari).

Para profundizar en el concepto, podemos recurrir al Diccionario Enciclopédico Bíblico Ilustrado[10], la palabra extranjero proviene del latín extraneus, “extraño”, en el hebreo del Antiguo Testamento se distingue cuidadosamente entre el extranjero que pertenece a otra nación, generalmente considerado enemigo; el extranjero de paso y el extranjero residente que no es israelita, pero cuya existencia está más o menos asociada a la vida del pueblo.

Otras palabras contenidas en la Biblia para expresar la idea del extranjero son, desde el hebreo y especialmente en el Antiguo Testamento: ger “de origen foráneo” extranjero que no es autóctono, pero cuya existencia está más o menos asociada a las de las gentes del país; toshab “extranjero” residente de manera permanente en la tierra de adopción; nokherí “forastero”, el que está de paso, viajero considerado como inasimilable; zar “extranjero”, en sentido étnico o político; en sentido negativo, “peligroso, hostil”; goyim “gentiles”, no israelitas.

En tanto en el Nuevo Testamento, podemos encontrar también varias palabras para la misma realidad, allogenés de allos “otro”, genos “raza”, se usa en Lucas 17:18, de un samaritano; allotrios, “ajeno, extraño” (Hebreos 11:34); alóphylos, extranjero de otra raza, de allos, “otro” y phylon, “tribu” (Hechos 10:28); xenos “extraño, forastero, extranjero” (Mateo 25:35, 38, 43, 44; 27:7; Hechos 17:21; Efesios 2:12, 19; Hebreos 11:3; 3ª Juan 5). El sustrato común de todos estos términos es la referencia al hecho de residir en tierra propia o ajena. 

La categoría de peregrino en la antigüedad

El término peregrinus fue evolucionando en el Derecho Romano, sin llegar a desaparecer totalmente del lenguaje jurídico romano. De lo señalado en Varr. De l. lat. 5.1, peregrinus fue un término creado para significar extranjero amigo, una vez que varía el contenido de hostis. Hay cierto consenso al afirmar que peregrinus se formó en base a la conjunción de per (a través de) y aegre (de ager, campo), es decir, el que viene a través del campo. Por consiguiente, peregrinus es quien llega a Roma atravesando el ager, es decir, recorriendo territorio romano; es el foráneo, el no ciudadano que llega a la ciudad[11]. Se trata de un término que nace en el periodo republicano en los albores de las primeras conquistas, para designar indistintamente a todo aquel que no es cives o quirite[12].

Es importante subrayar el origen externo, extranjero, no ciudadano de este caminante (peregrinus) y su presencia en el territorio romano. El hecho de encontrarse en Roma y de querer residir allí llevan a considerarlo como un no ciudadano cuya categoría está precisa y jurídicamente definida a partir de las palabras seleccionadas. 

Respecto a los peregrinos, en la Biblia también encontramos distinciones importantes al analizar el origen de este concepto[13], el cual proviene del griego parepídemos, adjetivo que se refiere a “morador de un lugar extraño, alejado del pueblo”, que a su vez proviene de pará “de, desde”, que expresa una condición contraria, y epidemeo, “estarse, morar”, de demos, “pueblo”; también del latín peregrinus “extranjero, residente en el extranjero”; y el hebreo magur, que significa morada o residencia temporal en el extranjero, aquella se utiliza poéticamente el paso del hombre sobre la tierra (Génesis 47:9; Salmo 119:54). El mismo vocablo hebreo tiene el sentido de “temorpavorterror”, referencia indudable a lo que significaba adentrarse en territorio extraño en medio de un pueblo desconocido y sin duda receloso.

En el Nuevo Testamento se utiliza para referirse a los santos del Antiguo Testamento: “extranjeros y peregrinos en la tierra” (Hebreos 11:13). También los cristianos participan de la condición de extranjeros y peregrinos, de paso por esta tierra (1ª Pedro 1:1; 2:11) toda vez que su ciudadanía está en los cielos (Filipenses 3:20)[14].

¿Qué motivos podrían llevar a un peregrino a elegir Roma?

Viajar y residir en Roma, era una meta ansiada por muchos, hacia el siglo I d.C., el orador y filósofo Séneca, en una obra dedicada a su madre Helvia, se refiere a las miles de personas que llegaban a la ciudad de la siguiente manera:

De sus municipios, de sus colonias, de todos los rincones del mundo afluyen aquí. Trae a los unos la ambición, a los otros los deberes de un empleo público, a aquéllos un cargo de embajadores, a éstos el libertinaje que busca una ciudad opulenta, cómoda para sus vicios; a otros el amor a los estudios liberales; a algunos los espectáculos; atrayendo a otros la amistad, o la actividad que encuentra vasto teatro para mostrarse en todo lo que puede; traen unos su venal belleza y otros su venal elocuencia. No existe especie de hombres que no venga a esta ciudad, donde tan alto se aprecian las virtudes y los vicios[15].

En el desempeño de ciertos oficios, muchos peregrini llegaron a la ciudad buscando nuevas oportunidades, entre ellos, comerciantes, médicos y artistas.

Artesanos especializados, provenientes principalmente de Oriente, decidieron establecerse en Roma. Las oportunidades de trabajo para escultores, arquitectos, pintores y talladores de piedra o mármol, eran considerablemente superiores a las que podían aspirar en otros lugares. En efecto, los edificios más importantes de la ciudad, como templos y teatros, requerían constante mantención; por otra parte, nuevas obras de gran magnitud se fueron construyendo para hermosear aún más la ciudad, Como por ejemplo: el Foro de Augusto, el Anfiteatro Flavio y la Domus Aurea, durante el siglo I d.C.[16]

Diversos motivos explicaron la llegada de peregrinos a la Urbs, algunos sólo para visitarla, otros eligiéndola como ciudad para vivir. Lo interesante de esto, es que, independiente de la causa, Roma siempre estuvo dispuesta a acogerlos a todos. Por supuesto que existieron limitaciones, sin embargo, éstas en ningún caso constituyeron la regla general. En este sentido, y a diferencia de otras ciudades de la antigüedad, Roma fue una ciudad abierta al mundo, tal como la describe Elio Arístides, una ciudad que “recibe a los hombres de toda la tierra, como el mar recibe a los ríos[17].

La situación de los peregrinos en Roma

Peregrinus fue un término utilizado en el Imperio romano desde el 30 a. C. hasta el 212 para denotar a un sujeto provincial libre en el Imperio, pero que no era un ciudadano romano. Con el Edicto de Caracalla[18]. En 212 los peregrinos obtuvieron beneficios que los acercaron un poco más a las condiciones de vida de los ciudadanos romanos.

En un comienzo, a los peregrini solo se les concedieron los derechos básicos del Ius gentium (“derecho de gentes”), este era una especie de derecho internacional derivado del derecho comercial desarrollado por las polis griegas, que fue usado por los romanos para regular las relaciones entre ciudadanos y no-ciudadanos. Pero el Ius gentium no confería muchos de los derechos y protecciones del Ius Civile (“derecho de ciudadanos”).

En cuanto al derecho penal, no existía ninguna ley que impidiera la tortura de los peregrini durante interrogatorios oficiales. Así, estos eran sujetos a una justicia sumaria, incluyendo la ejecución, a discreción del Gobernador romano. Al menos en teoría, los ciudadanos romanos no podían ser torturados y podían insistir en ser juzgados por una audiencia de la corte del gobernador. Esto implicaba que el gobernador actuaba como juez, aconsejado por un consilium de altos oficiales, así como el derecho del defendido a emplear consejería legal. Los ciudadanos romanos también gozaban de una salvaguarda importante contra una posible negligencia del gobernador: el derecho a apelar una sentencia penal, especialmente si se trataba de una pena de muerte, directamente al Emperador[19].

Con respecto al derecho civil, los peregrini estaban sujetos a las leyes y tribunales de sus civitas (una circunscripción administrativa, similar a un condado, basado en los territorios tribales prerromanos). Por otra parte, los casos que involucraban a ciudadanos romanos eran adjudicados a la corte del gobernador, según la reglamentación elaborada del derecho civil romano. Pero, los veredictos del gobernador estaban a menudo influenciados por el estatus social de las partes (y, a menudo, por soborno), más que por la jurisprudencia, por lo cual los ciudadanos tenían mayores ventajas.

Respecto a lo fiscal, los peregrini estaban sujetos a impuestos directos (tributum): estaban obligados a pagar un impuesto per cápita anual (tributum capitis), una fuente importante de ingresos para el Imperio, en tanto que los ciudadanos romanos estaban exentos de pagar este impuesto. Y a propósito de otras obligaciones con el estado, en cuanto al ámbito militar, los peregrini fueron excluidos de prestar servicios en las legiones y solo podían enrolarse en las menos prestigiosas tropas auxiliares romanas.

En la esfera social, los peregrini no poseían el derecho al connubium (“matrimonio mixto”), lo que en la práctica implicaba que no podían casarse legalmente con un ciudadano romano. Por ello, cualquier hijo de un matrimonio mixto era ilegítimo y no podía heredar la ciudadanía (o las propiedades). Además, los peregrini no podían designar a sus herederos bajo el derecho romano, a menos que fueran auxiliares militares. Por tanto, a su muerte estaban legalmente sin herencia, por lo que sus bienes pasaban a ser propiedad del Estado. Las consecuencias de esta ley eran nefastas, por cuanto significaba que el padre ciudadano romano y su hijo pertenecerían a familias distintas de por vida, excluyéndolo de ser instituido heredero o legatario del padre y de llevar su nomen gentilicium[20]

En síntesis, los peregrini no tenían, en el área del ordenamiento jurídico de Roma, derecho alguno. Cuando Caracalla, en el año 212 realizó su reforma, si bien no suprimió en absoluto la existencia de los peregrini dentro del Imperio, redujo al mínimo (posible) la influencia del status civitatis[21], es decir de la ciudadanía.

Implicancias para el primer siglo… y los posteriores

Volviendo a los escritos del Nuevo Testamento, la palabra traducida “extraños“ aparece solo en tres lugares en el Nuevo Testamento; Hebreos 11:13, y 1 Pedro 2:11, cuando se refiere a los peregrinos.

Respecto a ello un comentarista señala que la epístola de Pedro está dirigida a los creyentes en general, que son extraños en cada ciudad o país donde viven, y se encuentran dispersos por las naciones[22]. Otro comentarista agrega que: En la palabra traducida como “extraños“, (παροίκους paroikous), donde se representa “extranjeros“. Significa, propiamente, una vivienda cercana, vecina; luego un habitante, un extranjero, uno sin los derechos de ciudadanía, a diferencia de un ciudadano; y significa aquí que los cristianos no son adecuadamente ciudadanos de este mundo, sino que su ciudadanía está en el cielo, y que aquí son meros extranjeros. 

Este comentario se encuentra en armonía con lo que hemos presentado en los párrafos anteriores respecto a la extrema fragilidad y vulnerabilidad que estaba asociada a la condición legal de los extranjeros y peregrinos en la Antigüedad.

Otro comentarista complementa:

Si bien algunos comentaristas han querido identificar la totalidad de éstos (los destinatarios) con cierto sector de la Diáspora judía, precisamente por su descripción aquí, por las razones antes expuestas –como, por ejemplo, que había numerosos gentiles entre ellos– no nos parece acertada esta idea. Más bien parece ser que Pedro les describe en lenguaje figurado, conforme a su condición espiritual de peregrinos en un mundo hostil por el cual van pasando como los hijos de Israel en el desierto. Son expatriados porque no pertenecen a esta tierra: están “de paso” nada más y caminan hacia el cielo, del que ya son ciudadanos (Cp. He. 11:8 – 16 y Fil. 3:20), y están dispersos en distintos lugares geográficos, a efectos de su testimonio[23].

Considerando el contexto en el cual se escribió la carta, cuando el escritor aplicó las categorías de extranjeros y peregrinos para referirse a los cristianos para sus lectores quedaba más que clara la exhortación a no considerar este mundo como su hogar permanente y definitivo, sino vivir con la esperanza residir permanentemente en otro lugar y disfrutar de los beneficios de aquella ciudadanía[24], remarcando el hecho de que los cristianos no tienen un hogar permanente en la tierra y son meros viajeros de paso a su hogar eterno en los cielos. 

Esto también implica que la iglesia y los creyentes, del pasado y presente son una comunidad que se mueve hacia una patria definitiva todavía no alcanzada y mientras peregrinan son a veces hostigados por quienes los rodean[25] lo que hace que anhelen la patria celestial a la que verdaderamente pertenecen como ciudadanos:

Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo. (Filipenses 3:20)


[1] Fernando Borjas “Las Rutas de Peregrinación más importantes del mundo”, La Voz de Galicia, disponible en: https://vivecamino.com/las-rutas-de-peregrinacion-mas-importantes-del-mundo-no-302/, consultado enero de 2022

[2] Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”, Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 33

[3] Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”, Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 33

[4]  P. Oxy. 14 1773/Bagnall & Cribiore, en Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”, Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 66

[5] Elio Arístides, “Discurso a Roma”, volumen IV, Editorial Gredos, Madrid, 1997, 26, 100

[6] Elio Arístides, “Discurso a Roma”, volumen IV, Editorial Gredos, Madrid, 1997,26, 116

[7] Pseudo Arístides, “Discurso al Emperador”, 37: “La posibilidad de ir sin temor donde queramos, ¿no es para

todos? ¿No funcionan todos los puertos en todas partes? ¿No ofrecen las montañas la misma seguridad a los

viajeros que las ciudades a sus habitantes?”. Citado en A. Bancalari, “La idea de Europa… (cit.) p.112; y en C.

Moatti (sous la direction de), La mobilité des personnes en Méditerranée de l’Antiquité à l’époque moderne… (cit.), p.1.

[8] Toxaris 57/Harmon, en: Robert C. Knapp “Los Olvidados de Roma”, Editorial Ariel, Barcelona España, 2012, Pág. 270

[9] ABC Cultura, “Rezo día y noche por que estéis bien»: así es la carta hallada del legionario romano”, disponible en: http://www.abc.es/cultura/20140822/abci-rezo-noche-porque-esteis-201408211657.html, Actualizado:22/08/2014 14:17h, consultado enero de 2022

[10] Alfonso Ropero, Alfonso Triviño, Silvia Martínez “Diccionario Enciclopédico Bíblico Ilustrado”, Editorial CLIE, Barcelona, España, 2016, Pág. 549

[11] Elvira Méndez Chang “La noción de extranjero en el Derecho Romano”, Revista IUS ET VERITAS, 1996, Pág. 188, disponible en: https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/iusetveritas/article/download/15548/15998/, consultado enero de 2022

[12] Rocío Javiera Esteban López, “Los peregrini durante el Alto Imperio. Exclusión e inclusión desde el siglo I hasta el 212 d.C.”, Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, Dpto. de Ciencias Históricas y Sociales, Facultad de Humanidades y Arte Universidad de Concepción, 2016, Págs. 13 a 16, disponible en: http://repositorio.udec.cl/bitstream/11594/2059/3/Tesis_Peregrini_durante_el_Alto_Imperio%20.Image.Marked.pdf, consultado enero de 2022

[13] Alfonso Roper, Alfonso Triviño, Silvia Martínez “Diccionario Enciclopédico Bíblico Ilustrado”, Editorial CLIE, Barcelona, España, 2016, Pág. 1225 - 1226

[14] Alfonso Ropero, Alfonso Triviño, Silvia Martínez “Diccionario Enciclopédico Bíblico Ilustrado”, Editorial CLIE, Barcelona, España, 2016, Pág. 1226

[15] Séneca, Consolación a Helvia, VI, 2-3, Traducción de Francisco Navarro y Calvo, 1884, texto

disponible en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcr49k9

[16] Rocío Javiera Esteban López, “Los peregrini durante el Alto Imperio. Exclusión e inclusión desde el siglo I hasta el 212 d.C.”, Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, Dpto. de Ciencias Históricas y Sociales, Facultad de Humanidades y Arte Universidad de Concepción, 2016, Pág. 52, disponible en: http://repositorio.udec.cl/bitstream/11594/2059/3/Tesis_Peregrini_durante_el_Alto_Imperio%20.Image.Marked.pdf, consultado enero de 2022

[17] Elio Arístides, “Discurso a Roma”, volumen IV, Editorial Gredos, Madrid, 1997, 26, 62.

[18] Frank P. Kolb, “Caracalla”, Enciclopedia Britannica, disponible en: https://www.britannica.com/biography/Caracalla#ref220307, consultado enero de 2022

[19] Como queda claro en el caso del Apóstol Pablo cuando apela a su sentencia explicitando su calidad de ciudadano romano.

[20] Rocío Javiera Esteban López, “Los peregrini durante el Alto Imperio. Exclusión e inclusión desde el siglo I hasta el 212 d.C.”, Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, Dpto. de Ciencias Históricas y Sociales, Facultad de Humanidades y Arte Universidad de Concepción, 2016, Pág. 34 disponible en: http://repositorio.udec.cl/bitstream/11594/2059/3/Tesis_Peregrini_durante_el_Alto_Imperio%20.Image.Marked.pdf, consultado enero de 2022

[21] Javier García de Tiedra González “Los peregrini en la antigua Roma”, 25 de julio de 2013, disponible en: https://www.derechoromano.es/2013/07/peregrini.html, consultado enero de 2022

[22] Comentario de Mathew Henry, https://www.bibliaplus.org/es/commentaries/2/comentario-biblico-de-matthew-henry/1-pedro/1/1, consultado enero de 2022

[23] Ernesto Trenchard y colaboradores “Comentario Expositivo del Nuevo Testamento”, Editorial CLIE -  Centro Evangélico de Formación Bíblica, Barcelona, España, 2013, Pag. 1661

[24] https://www.bibliaplus.org/es/commentaries/4/comentario-biblico-de-albert-barnes/1-pedro/2/11, consultado enero de 2022

[25] Miguel Angel Ferrando “El Pueblo de Dios según el Nuevo Testamento”, Centro de Estudios Públicos, Santiago de Chile, Pág. 39, disponible en: https://repositorio.uc.cl/xmlui/bitstream/handle/11534/15301/000421977.pdf, consultado enero de 2022

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