viernes, 15 de abril de 2022

 

«No oigo nada» ─ Biblia, Atahualpa y contexto — Parte 1

Con la Biblia en la mano izquierda y el crucifijo en la otra, el sacerdote Vicente de Valverde espeta al soberano inca: «Aquí está el Dios verdadero y la verdadera religión». Y remata: «todo lo demás es cosa de burla». Atahualpa, el 16 de noviembre de 1532, después de inspeccionar la Biblia la arroja al suelo diciendo: « ¿Qué, cómo a mí no me lo dice? ¡Ni siquiera me habla el dichoso libro!»[1]

Por Eliseo Pérez Álvarez

Hermes, el mensajero de la mitología griega, tenía la consigna de transmitir la voz divina a los oídos humanos. De ahí que la hermenéutica cristiana pretenda casar texto divino y contexto humano, Biblia y entorno. Con el fin de hacer pertinente el mensaje bíblico para los oídos de cada generación, tenemos la espiral hermenéutica, o el ver, juzgar y actuar.  Partimos de nuestra realidad actual particular; buscamos que la Biblia arroje su luz sobre nuestra situación contemporánea; y retornamos al mundo para robustecer nuestro testimonio cristiano. Desde nuestra sociedad re-creada, nos acercamos nuevamente a la Biblia con preguntas frescas, como fruto del compromiso cristiano, nos volcamos hacia la transformación social y así sucesivamente. Viajamos desde nuestro contexto al Texto, y regresamos al contexto: «el continuo cambio en nuestra interpretación de la Biblia en función de los continuos cambios de nuestra realidad presente tanto individual como social».[2]O en general, siguiendo a Heráclito: «nadie puede bañarse dos veces en el mismo río», León-Portilla dirá que «nadie puede leer dos veces el mismo libro», puesto que cada nuevo acercamiento lo haremos equipados con más lecturas adultas, con más experiencias, y por lo tanto, veremos más que en previas visitas.

La Biblia, sin embargo, posee una «reserva de sentido» inagotable, la cual nos permite ese tráfico dinámico entre nuestro contexto particular, la reinterpretación de la Biblia, la transformación de la realidad, la reinterpretación de la Biblia y así sucesivamente.[3]

Nuestra intención en este ensayo es únicamente llamar la atención al hecho de que, para descubrir nuestra Biblia, hemos de tomar en cuenta el entorno desde el cual la estudiamos. Generalmente bregamos con el contexto vital en el cual se escribió la Biblia. Asimismo, incluimos el contexto al cual hace alusión la Escritura. Pero pocas veces reflexionamos intencional y críticamente acerca del contexto receptor de la Biblia.

 

El encuentro de la Biblia con la cultura inca nos recuerda que para hacer justicia al contenido de la Biblia no es suficiente conocer el trasfondo histórico y cultural en el que se escribió la misma;[4]es igualmente importante conocer el terreno desde el cual la leemos, traducimos, enseñamos o predicamos. Con miras a hacer más significativa la recepción de las Escrituras en nuestro presente, nos proponemos reflexionar en torno al contexto receptor de las Escrituras.

Estamos conscientes que nuestra confrontación entre Biblia, misionero español cristiano y la tierra inca del siglo XVI está mediada por un contexto —tanto individual como colectivo— más el nuestro, del siglo XXI con todas sus notas. El tratamiento del tema lo haremos entonces desde esta distancia crítica mediante un ir al siglo XVI y venir al nuestro, teniendo como hilo conductor el desencuentro entre Atahualpa (c. 1500-1533?) y Pizarro (c.1471-1541). En este espacio nos proponemos dilucidar algunos elementos que influyen en la comprensión del mensaje Divino tales como: los distintos sistemas de escritura, el lenguaje, la idea del cuerpo, los patrones dietéticos, y el concepto del tiempo y del espacio.

En sistemas de escritura se rompen géneros

40 años antes del episodio en cuestión, la Iberia se creía el extremo más occidental del mundo, de ahí que todavía hoy, cuando hablamos de civilización occidental, nos estamos refiriendo a Europa principalmente. Con esa mentalidad provinciana, Valverde cree que la única escritura es la alfabética y que su forma canónica es la del libro del Renacimiento europeo. Veamos tres distintas respuestas a las letras castellanas:

El cochimí goloso,[5]perteneciente a la cultura de la caza, pesca y recolección. Este «indio californio» del siglo XVIII trabó contacto con los primeros jesuitas que pisaron la península. Un buen día, un sacerdote en el Puerto Loreto lo envió a San Xavier Viggé, un lugar de la serranía, llevando un pan recién horneado y una carta para el Padre allí radicado. Por el camino, le picó el hambre al cochimí y solo llegó la carta. Al leerla, el fraile exigió el pan. El cochimí asombrado contestó con otra pregunta: «¿quién te dijo que había un pan?» —«Este papel lo dice». El californiano aseguró: «el papel miente». Nuevamente se repitió la historia: el mismo pan, la misma carta, la misma encomienda. Pero esta vez el cochimí se cercioró de ocultar la carta entre las piedras antes de devorar el pan. A la pregunta sobre el pan, esta vez atónito por comprobar los poderes de aquel pedazo de papel confesó: «la otra vez es verdad que yo comí el pan delante del papel, mas ahora yo le escondí y me puse donde él no me viera, pues si ahora dice quo yo lo comí, miente porque él no me ha visto comer ni sabe lo que yo hice».

El nahua-pipil tenía una idea muy diferente de la página escrita. Sucede que alrededor de 1514, llegó a Panamá un indio fugitivo, probablemente de Guanacaste, hoy Costa Rica. Por alguna circunstancia se encontró con el alcalde de Panamá, Corrales, quien estaba leyendo. Su sorpresa fue tal que exclamó: «¿Cómo, también vosotros tenéis libros?, y ¿os servís de caracteres para comunicaros con los ausentes?».[6]


Atahualpa, en tercer lugar, creía que los españoles cuando movían sus labios estando a solas, realmente hablaban con paños blancos, pues los andinos no pertenecían a la cultura del libro europeo. Atahualpa intenta escuchar a los «paños de Castilla»[7]pero estos no le quisieron hablar.

Generalmente, se traza el origen de la lectura en silencio hasta Ambrosio (c.339-397) o hasta las primeras comunidades monacales y sus exigencias de silencio. Sin embargo, esta práctica se generalizó hasta épocas recientes. Todavía en la mitad del siglo XIX, el danés Kierkegaard, un estudioso de la Biblia, recomendaba a su audiencia la lectura en voz alta de sus discursos religiosos. Valverde practicaba la lectura oral con su cadencia, sabor, y signos sonoros que la acompañan.

Así tenemos que, indios como el cochimí dependían enteramente de la tradición oral, pero otros tenían sus propios libros, como los quipus de Atahualpa —una serie de cordones anudados de colores donde guardaban y transmitían el saber—, los dibujos hechos sobre tablones que recogían las tradiciones andinas, los cuales se conservaban en la gran biblioteca o Pukinkancha, los vuh mayas y los amoxtli nahuas, conservados estos últimos en las Amoxcallis (bibliotecas). No obstante ello, tengamos presente que la cultura del libro corría paralelamente con la oralidad. De hecho, la alfabetización maya precolombina correspondía a la del Egipto antiguo: ¡solo el 1 % de la población![8]


El alfabeto se originó en Egipto y se fijó en Fenicia donde —para el deleite de las personas zurdas— se escribía de derecha a izquierda y donde las letras B, E y K miraban hacia la izquierda. Grecia escribió en bustrófedon,[9]o sea, alternado de derecha a izquierda y de izquierda a derecha a la usanza del buey (bous) arando. En el siglo V a. C., se legisló para que únicamente se escribiera de izquierda a derecha y para que todas las letras se perfilaran hacia el Este. Los espacios vacíos entre palabras vino posteriormente con el imperio Bizantino, y se limitó a hacerlo entre cada dos palabras seguidas. Hacia el siglo IX d.C., hicieron su aparición las letras minúsculas.[10]

La introducción del alfabeto latino a las Américas por parte de los españoles contribuyó en mucho para el transvase de la tradición oral a la «luminosa prisión del alfabeto»,[11]pero asimismo fue el arma para la colonización del lenguaje a través del exterminio de otras formas de escritura y de la quema de acervos del saber. Los quipus, por lo pronto, se escaparon de la hoguera por muchos años, debido a que los españoles no supieron leer que se trataban de «libros incas».

La escritura indígena a través de jeroglíficos y pinturas no estaba tan lejos de la etimología del viejo mundo: «originalmente “escribir” viene del anglosajón writany significa “escarbar”, marcar con algo filoso; en islandés solió ser rita“escarbar”; en sueco rita, “dibujar”, ”trazar”;  en holandés rijten; y en alemán reissen, “rasgar”».[12]

Por otro lado sería bueno recordar que todavía en el siglo XII clericus (clérigo) se asociaba con literato o letrado; mientras que laicus (laico) con analfabeto.[13]Además de ello, en la Edad Media la tarea y el concepto de escribir se clasificaba como trabajo manual y no intelectual, como en nuestros tiempos.[14]

Los quipucamayocs, o los incas sabios escribanos, que hacían y leían los quipus, consignaban en ellos cuentas, cronologías, historias, tributos, estados civiles, rituales, leyes, ordenanzas, censos, etc. Paralelamente tenían keros, es decir, vasijas rituales para tomar, y textiles, en donde registraban experiencias históricas de su pueblo. Todo ese saber filosófico fue negado por Valverde: «Los españoles nunca entendieron que si los amerindios carecían de letras, (los españoles) igualmente carecían de quipuy de amoxtli. Y que si bien los españoles tenían hombres de letras, los incas tenían quipucamayoc amauta, y los mexicas tenían tlacuilos tlamatini».[15]

«Aquí está el Dios verdadero y la verdadera religión», diría Valverde implicando con ello, la verdadera escritura y el verdadero Texto. Las preguntas pertinentes serían: «¿Según quién un libro es un objeto físico con una serie de características dadas? ¿Qué tanto la idea del libro está basada en el alfabeto y la alfabetización? ¿Qué clase de libros encontramos en las sociedades que no tienen sistemas de escritura alfabética?»[16]¿Existen sistemas de escritura alternas a la alfabética? La gestación de este mismo libro que estamos leyendo ¿no se incubó electrónicamente desde muchos rincones de las Américas? ¿No se originó primero en las neuronas de Edesio Sánchez Cetina?

El criterio de verdad de Valverde de reducir la escritura al alfabeto latino: «Todo lo demás es burla», todavía está muy presente. En nuestros días, el africano Derridá echa en cara el etnocentrismo de Lévi-Strauss al seguir asociando el alfabeto con la supremacía cultural. Comentando acerca de la «lección de escritura» de Valverde hacia Atahualpa, Lévi-Strauss afirma: «De todos los criterios mediante los cuales la gente habitualmente distingue a la civilización de la barbarie, por lo menos este hemos de conservar: el que cierta gente escribe y otra no».[17]

Siglos más tarde los imperios de turno habrán de proponer ya no el texto de la Biblia, sino los textos o manuales de urbanidad, para discriminar entre la buena policía o civilidad y la barbarie, pero el concepto sigue siendo el mismo: «la letra con sangre entra». Así tenemos «la carga del hombre blanco» inglesa; «la misión civilizadora» francesa; «el destino manifiesto» estadunidense, etc.: «ser moderno o estar a la moda, es decir, parecer europeo o haber asimilado el estilo de vida de las metrópolis francesa o anglosajona era casi un imperativo; lo que demuestra, por otro lado, el apremio por encubrir compulsivamente un sustrato de vieja data hispánica y católica que permanecía profundamente arraigado en las sensibilidades sociales».[18]

La gran cultura inca poseía óptimas condiciones para entender el mensaje bíblico desde su oralidad, pues mucho material de la misma Biblia primero fue oratura y posteriormente se transvasó a la escritura. En ese sentido, Atahualpa tenía una ventaja sobre Valverde, no obstante, lo que percibimos en esta entrevista es la no intencionalidad del misionero cristiano por comunicar el mensaje bíblico en primer plano.

Francisco Pizarro conoce los libros, pero ve en ellos solo manchones de tinta pues él mismo es analfabeto. Sin embargo, el primo de Hernán Cortés, conquistador de México, puede escuchar cuando los frailes leen, no necesariamente la Biblia, sino en especial el «requerimiento».

Lengua y tejido social

«requerimiento», pero yerra en no escuchar el descontento de su pueblo contra la guerra civil. Muchos incas lo odian, empezando por Felipe de Huancabilca, el indio intérprete, quien no olvida que el norteño Atahualpa pertenece a Quito mientras que Huáscar a Cuzco.  Hay quienes sugieren que el intér  El capellán de Pizarro, camina al centro del zócalo donde descansa el Inca XII y, a fin de evitar derramamiento de sangre, procede con la lectura del «requerimiento».  Comienza con la catequesis sobre la Trinidad, la Creación, el Pecado Original, la consigna de Jesús dada a sus discípulos de evangelizar todo el mundo, etc.

Valverde «requiere» que el soberano de los Andes apostate de su Dios Sol. El sacerdote ibérico ya olvidó que el Dios Sol es el mismo que adoraba el soberano romano Constantino, y aún más: fue el que impuso como «reposo en el venerable día del Sol» (en inglés Sunday). Igualmente, debido a su influencia, se estableció el 25 de diciembre, «el día del Sol Invicto» como el día de la natividad de Jesucristo. El desmemoriado Valverde «requiere» que Atahualpa entregue «libremente» las posesiones de su Imperio de más de un millón de kilómetros cuadrados, correspondiente al actual Ecuador, Bolivia, Perú, parte de Brasil, Argentina, Colombia y Chile.

Empieza un álgido altercado: « ¿En qué cabeza cabe la idea de que ustedes son los dueños de todo esto?». «No lo digo yo, lo dice el Papa, el Rey y, en última instancia, lo dice la Biblia, el libro sagrado». Atahualpa la coge, la explora, la hojea, la sacude, le da de volteretas —y según la tradición oral— se la pega al oído: «A ti te dirá lo que quieras, pero a mí personalmente no me dice nada, es pura farsa», y la arroja al suelo con enfado.

Así como el quipu no le decía nada a Valverde, la Biblia no le hablaba al soberano Inca. Las etimologías nuevamente nos arrojan su luz. Texto viene del latín textum —hacer, tejer, entrelazar, juntar. Para tejer los quipus se requería de una fina sensibilidad táctil, como la de Louis Braille (1809-52), ciego él mismo, que visualizó un sistema de escritura para personas ciegas, aunque tributario de la escritura alfabética.

Texto asimismo dice relación a textiles.[19]Los quipus[20]son cordones de algodón y lana de cientos de colores, cada uno con un significado diferente. Ellos son hilados, tejidos, anudados, torcidos en variadas formas y combinaciones. Son de distinta textura, forma y tamaño, tanto de los nudos como de los cordones, dependiendo de lo que se quiera registrar.  Ahora bien, si por texto entendemos también tejido, si por escribir incluimos la acción de rascar o pintar en superficies sólidas, y si por texto abarcamos de igual modo al textil, entonces el sistema de quipus  será el antídoto contra la supremacía del alfabeto latino.

Libro, a su vez, proviene de liberliberi, o sea, de las fibras extraídas del interior de las cortezas del árbol. El término biblia nos habla de los rollos, y volveré significa enrollar, traducido como  «volumen», es decir, algo enrollado. «Tomo» nos remitirá al marco para cortar el rollo.[21]

Pergamino, por su parte, se origina de la adaptación de la piel de animales hecha en la biblioteca de Pérgamo como apoyatura física alternativa para la producción de sus libros, esto es debido al boicot del papiro por parte de la Biblioteca de Alejandría.[22]

Los antiguos mexicanos escribían sobre papel fabricado de la corteza interior del árbol llamado amate (ámatl), de donde proviene el amoxtli, códice, libro u «hojas de papel pegadas». Igualmente escribieron sobre los mixiotes, es decir, las membranas de las hojas de maguey; las hojas de este cactus se siguen usando para cocinar al vapor y bajo tierra carnes variadas. ¡Sabor y saber  en un tiempo no estaban divorciados!

Pizarro, desde su escondite, vigila a su presa. El tirar la Biblia enciende la mecha de sus tres cañones, 27 caballos y 168 soldados entre los cuales hay algunos africanos. El conquistador también es ágrafo, pero perspicaz en su «saber ver y leer» la realidad. Olfatea el vacío de poder que dejó Huayna Cápac al morir intestado. Pizarro comparte con Atahualpa el ser hijo ilegítimo. Este se disputa con Huáscar, su medio hermano, en plena guerra civil, el señorío sobre el Imperio de 4200 km2a lo largo de la costa occidental del Pacífico. El extremeño observa que Cajamarca está destruida por las guerras intestinas y que la altivez de Atahualpa no le permite detectar la emboscada que le espera.

Pizarro tiene a su traductor favorito, Martín. Pero Valverde se vale del intérprete Felipe de Huancabilca. El fraile da por terminada la discusión: «¡Vengan aquí, soldados, estos indios infieles están en contra de nuestra fe!». El Padre muestra el prejuicio de alguien que no le importa el contexto que pisa en ese preciso instante. Texto, textum, tejido, guarda una correlación entre texto y contexto; entre palabra y entorno; entre lengua y realidad. No obstante, eso no le importa ni al letrado Valverde ni al analfabeto Pizarro. No intentan en lo más mínimo hacer inteligible la Biblia a través de su contextualización en el tejido social andino. La Babel castellana-quechua es intencional. Cuando los españoles llegan a tierra maya preguntan: «¿Cómo se llama este lugar?», un indio responde: «Yucatán», o sea, «no te entiendo nada», el europeo asienta: «¡Se llama Yucatán!». En la plaza cajamarquina, Valverde se vale del intérprete inca Felipillo. El diminutivo paternalista evoca la denominación del indígena como homúnculo u hombrecillo, además de que su nombre indígena ha desaparecido. Atahualpa acierta en no escuchar el prete que encontró Pizarro de camino a Cuzco, es el tradutore traditori(traductor-traidor), el que tergiversó la traducción por querer vengarse de su enemigo.

¿A qué se debe que el Inca XII«no escucha nada»? ¿A la percepción fonética defectuosa? ¿A la ausencia de equivalencia dinámica entre la lengua original y la receptora en la traducción? ¿Al desprecio por el quechua en el cual, según el Virrey Borbón, es una falta de respeto orar a Dios? ¿A que el puente lingüístico: Valverde-Felipillo-Atahualpa está bloqueado por la animadversión de Felipillo para con su soberano? O quizá el asunto es más sencillo, el texto está desvinculado del tejido social, porque lo importante no es la transmisión del mensaje bíblico, sino la del «requerimiento», léase: el tranquilizante espiritual de cara a la expropiación de la riqueza incaica.

No hay un esfuerzo por parte del español en tender puentes de comprensión entre ambos mundos. Lo que se persigue sobre todo es la lectura del «requerimiento». Los estudiosos de «la teoría de los actos del habla»[23]afirman que los enunciados realizativos son utilizados para hacer algo en determinada situación: declarar, jurar, prometer. Así, por ejemplo, durante una boda, lo que constituye la unión es la declaración del clero o del juez: «yo los declaro esposa y esposo». El Padre Valverde amparado por sus autoridades civiles y religiosas sencillamente declara la toma de posesión: «¡Vengan aquí, soldados, estos indios infieles están en contra de nuestra fe!».

El texto se continúa usando hasta el presente como pretexto para imponer la hegemonía lingüística.

El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón escribió en su diario que él quería llevarse algunos indios a España para que aprendan a hablar («que deprendan fablar»).  Cinco siglos después, el 12 de octubre de 1989, en una corte de justicia de los Estados Unidos, un indio mixteco fue considerado retardado mental (“mentally retarded”) porque no hablaba correctamente la lengua castellana. Ladislao Pastrana, mexicano de Oaxaca, bracero ilegal (sic) en los campos de California, iba a ser encerrado de por vida en un asilo público. Pastrana no se entendía con la intérprete española y el psicólogo diagnosticó un claro déficit intelectual. Finalmente, los antropólogos aclararon la situación: Pastrana se expresaba perfectamente en su lengua, la lengua mixteca, que hablan los indios herederos de una alta cultura que tiene más de dos mil años de antigüedad.[24]

Escalofriante es constatar que la lengua indígena más hablada en los Estados Unidos de América (EUA) actualmente es la también oaxaqueña, la zapoteca.[25]

Bartolomé de las Casas, obispo del Perú y de México, puso el dedo en la llaga en su carta fechada en 1566, al papa Pío V:

Abierta e injustamente el obispo ignora el idioma de su feligresía, y no hace el intento por aprenderlo bien. Por lo tanto, humildemente le suplico a su Santidad que les ordene dominar el idioma de sus ovejas, mostrándoles que es un imperativo divino y de la ley natural, pues hoy en día muchas indignidades repugnantes tienen lugar en presencia de Su Santidad, propiciadas por la negligencia de los obispos en aprender la lengua de su feligresía.[26]

Al grito de guerra de Castilla: «Santiago, Santiago, Santiago», Pizarro sale de su escondite cuando la Biblia rueda por el piso. «¡Ataquen, soldados! Estos infieles están en contra de nuestra cristiandad y de nuestro emperador y rey». El grito de guerra, «Santiago de Matamoros», de las cruzadas ibéricas contra los musulmanes se metamorfosea ahora en «Santiago de Mata-incas» en la nueva guerra santa. Los andinos están estupefactos, según lo narra Titu Cusi Yupanqui[27], por toparse con caballos acorazados y con sonajas en las patas,  monstruos bicéfalos, centauros de pies de plata, talones de estrellas, puños de truenos y centellas. El rugir de los cañones, los soldados de barbas de camarón, blancos los unos, lampiños y negros los otros, los mosquetes, el sonido de trompetas, las dentelladas de los perros guerreros… Están atónitos también porque no ven la relación entre el tirar al suelo un artículo insulso y la ira de los caras peludas.

La lengua madre de Felipillo ignora la idea del infierno, institución alrededor de la cual edificará el cristianismo su predicación del miedo. No es gratuito el hecho de que el primer catecismo escrito en América predique el lago de fuego para los indígenas que no abracen la fe cristiana:

Todos los que entre vosotros murieron, todos vuestros antepasados: padres, madres, abuelos, parientes y cuantos existieron y pasaron por esta vida; y allá iréis también vosotros si no os hiciereis amigos de Dios y no os bautizareis y tornarais cristianos, porque todos los que no son cristianos, son enemigos de Dios.[28]

Pizarro, con su experiencia bélica en Italia y con sus 25 años a cuestas de guerrear en las Américas, conoce el tejido social y es un hábil manipulador del miedo.[29]Comienza por legitimar su conquista satanizando a la cultura andina.[30]Fabrica la imagen del Atahualpa tirano usurpador, fratricida, incestuoso y polígamo. Por «motivos humanitarios» en breve impondrá a los hermanos títeres de Atahualpa, Manco Inca primero, y posteriormente a Paullo. Para apagar fuegos utilizará al hijo del Inca, Francisco Atahualpa. En consonancia con el «derecho natural», Pizarro sacará provecho de los sacrificios humanos, el gobierno tiránico y la cerrazón inca frente al evangelio, articulando así la guerra justa.

Aún persiste en nuestros días la idea de que el sistema social andino era uno «esclavista» y «totalitario». En el otro extremo se piensa que era «socialista». No obstante, conociendo el tejido social con más detalle, sabemos que era un régimen distributivo edificado en el principio de la reciprocidad, para lo cual se precisaba de la inmovilidad espacial. El tejido asombroso de puentes y una vastísima red vial, eran rigurosamente vigiladas. Lo otro que aún desconocemos es la identidad de Atahualpa y los móviles de su belicosidad con su hermano Huáscar. Si los españoles diabolizan lo inca; los andinos divinizan lo europeo. Sin embargo, el talón de Aquiles del conquistador, o sea el oro, pronto saldrá a flote. Challcuchima, mandamás militar de Atahualpa, mandó decir a su colega Quizquiz que los barbudos rubicundos eran mortales. Posteriormente, Manco Inca confesará que los barbas de fuego no son dioses sino demonios.[31]Las Casas, comentando acerca del oro que Pizarro expropió de los incas, dirá: «si los demonios tuvieran oro, a ellos mismos se lo robarían».[32]

Lo cierto es que estamos ante dos lenguas y dos tejidos sociales diferentes. La querella española es por la apatía inca en amontonar riquezas para futuras generaciones: «no hay en este mundo índico el motor de la acumulación de bienes y riquezas que mueve fundamentalmente en todos sus actos al hombre occidental».[33]

Cándido Martínez, dirigente del Comité de Organizaciones Populares Indígenas (COPIN), insistirá siglos después:

Desde hace 505 años estamos siendo explotados; cuando Colón vino, él traía la Biblia y nosotros teníamos la riqueza, luego él se fue con la riqueza (oro) y nosotros nos quedamos con la Biblia, y eso es, lo que sin saber, recordamos con alegría cada año.[34]

 

***** Busque la continuación de este artículo aquí: ««No oigo nada» ─ Biblia, Atahualpa y contexto – Parte 2″

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Notas y referencias

[1]Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva crónica y buen gobierno (México: Siglo XXI), p. 357. Titu Cusi Yupanqui, Relaciones de la Conquista del Perú (Lima, 1973). Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales de los incas (Madrid: BAE, 1960). Francisco de Jerez, Verdadera relación de la conquista del Perú (Madrid: Historia 16, 1985). Nathan Wachtel, Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (Madrid: Alianza, 1976).  Miguel León Portilla, El reverso de la conquista; relaciones aztecas, mayas e incas (México: Joaquín Mortiz, 2002).

[2]Juan Luis Segundo.  Liberación de la teología (Buenos Aires: Lohlé, 1975), p. 12.

[3]Severino Croato, Hermenéutica práctica (Quito: Verbo Divino, 2002), pp. 24ss.

[4]Edesio Sánchez Cetina (ed.). Descubre la Biblia I(Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 1998), Segunda Parte: el contexto de la Biblia, 51-118.

[5]Miguel del Barco, Historia natural y crónica de la antigua California (México: UNAM, 1988), p.178.

[6]Pedro Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo-1(México: Porrúa, 1964), p. 395. Citado por Miguel León-Portilla, Códices; los antiguos libros del nuevo mundo, (México: Aguilar, 2003), pp.28-29.

[7]Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España1(México: Porrúa, 1955), p. 143. Titu Cusi Yupanqui escribiendo en 1570, dirá que los incas creían que los españoles hablaban con los paños blancos mientras los miraban. Relaciones de la Conquista del Perú, p. 15.

[8]Alfonso Lacadena García-Gallo, “Religión y escritura”, en Mercedes de la Garza Camino y Martha Ilia Nájera Coronado (eds.), Religión maya (Madrid: Trotta, 2002), p. 175.

[9]Bustrófedon: «Manera de escribir en que se trazan las líneas empezando cada una en el mismo lado en que ha terminado la anterior» (María Moliner, Diccionario de uso del español).

[10]Jesús Mosterín, Teoría de la escritura (Barcelona: Icaria, 2002), pp. 129 ss.

[11]Ángel María Garibay, Historia de la literatura nauta-1(México: Porrúa, 1953-54), p. 15.

[12]Elizabeth Hill Boonne y Walter D. Mignolo (eds), Writing Without Words: Alternative Literacies in Mesoamerica & the Andes (Durham: Duke University Press, 1996), p. 259.

[13]Walter D. Mignolo, The Darker Side of the Renaissance: Literacy, Territoriality, & Colonization (Michigan: The University of Michigan Press, 1995), p.289.

[14]Boonne y Mignolo (eds), p. 237.

[15]Boonne y Mignolo (eds), pp. 241-42.

[16]Boonne y Mignolo (eds), p. 259.

[17]Claude Lévi-Strauss, Tristes Tropiques(Paris: Plon, 1955), p. 291. Citado por Jaques Derrida, “The Violence of the Letter,” en Tropiques Grammatology(Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1976).  Citado a su vez por Patricia Seed, “’Failing to Marvel’: Atahualpa’s Encounter with the Word,” en Latin American Research Review26 (1991): 8.

[18]Beatriz González Stephan, “Escritura y modernización: la domesticación de la barbarie”, Revista Iberoamericana 166-1167 (enero-junio 1994):109.

 

[19]Dennis Tedlock y Barbara Tedlock, “Text and Textile: Language and Technology in the Arts of the Quiché Maya,” Journal of Antrhopological Research41, 2 (1985): 121-46.

[20]Marcia Ascher, Code of the Quipu: A Study in Media, Mathematics, and Culture(Ann Arbor: University of Michigan Press, 1981).

[21]WalterD. Mignolo, The Darker Side, p. 336, n. 12, 79.

[22]Justo L. González, “Devolver lo recibido; la biblioteca de Jorge y Ondina”, Cuba teológica 1 ( 2001): 5.

[23]Francisco Moreno Fernández. Principios de sociolingüística y sociología del lenguaje (Barcelona: Ariel, 1998), p. 143.

[24]Eduardo Galeano, Ser como ellos y otros artículos (México: Siglo XXI, 1992), p. 18.

[25]Clara Sue Kidwell, Homer Noley y George E., “Tink” Tinker, A Native Theology (Maryknoll: Orbis, 2001), p. 180.

[26]Obras completas, v. 13, 370-71, citado por Luis Rivera Pagán, “A Prophetic Challenge to the Church: The Last Word of Bartolomé de las Casas” en The Princeton Seminary Bulletin24 (julio 2003): 240.

[27]Relaciones de la Conquista del Perú (Lima: 1973), p. 15.

[28]J. Guillermo Durán,Monumenta catechetica hispanoamericana-1 (Buenos Aires 1984). Citado por Leonardo Boff, Nova Evangelização. Perspectivas dos oprimidos (Petropolis: Vozes, 1990), pp.31-32.  El catecismo fue escrito por Pedro de Córdoba entre los años 1510-21.

[29]Para una historia del discurso cristiano del miedo cf. Jean Delumeau, El miedo en Occidente (siglos XIV-XVIII) (Madrid: Taurus, 2002).

[30]Para ejemplos contemporáneos  Cf: Anne Morelli, Principios elementales de la propaganda de guerra.

[31]Juan M. Ossio, Los indios del Perú (Quito: Abya-Yala, 1995), pp.134, 167, 96, 156.

[32]Obras completas-10 (Madrid: Alianza Editorial, 1988-98), p.78.

[33]María Luisa Rivara de Tuesta, “El pensamiento incaico”, en Laureano Robles (ed.), Filosofía iberoamericana en la época del Encuentro (Madrid: Trotta, 1992), p.148.

[34]www.laprensahn.com/natarc/9710/n13003.htm-9k

Parte 2

Pachamama y el «Requerimiento»

Juan López de Palacios Rubio, jurista castellano, redactó «El requerimiento» en 1513, por petición directa del monarca Fernando, con el propósito de darle un toque de legalidad a la expropiación de las tierras americanas. Ese mismo año quedó integrado a las Leyes de Burgos. Este documento se remonta hasta la narrativa de la creación, de la institución de la iglesia católica y del Dominus Orbio el señorío universal del papado. Recordemos que, en el contexto de la institución del patronazgo, o sea, de ese maridaje entre el catolicismo medieval y el Imperio, el Vicario de Cristo en apego al «Testamento de Adán» otorga una mitad del mundo a Portugal y la otra a Castilla[1], mediante bulas y cartas patentes[2].

Por Eliseo Pérez Álvarez

El clero ibérico «requiere», por parte de los indígenas, que «libremente» se sometan a la autoridad del rey y a la soberanía del papa. En caso contrario, la guerra justa estará más que justificada. «El requerimiento» se les leía a los árboles, mientras el indio huía, a una distancia razonable antes de abrir fuego, desde los barcos antes de encallar, ante las chozas vacías, de cara a las costas inhabitadas, ante las cosas, si tres indios la escuchaban, ellos eran responsables de la masacre en la toma de posesión de sus mujeres, hijos, y pertenencias. ¡Antes de 1526 se leía sin necesidad de intérprete alguno!,[3]en tanto que era su culpa no hablar castellano.

El caso del arribo de la Biblia a China se cocina aparte. En 1584 algunos chinos visitaron la misión jesuita y se desencantaron al contemplar un mapamundi desplegado.  Este descentralizaba a China, la reducía a una pequeña porción, y dibujaba un mundo que no era cuadrado como el suyo. A los chinos no les aplicaba el «requerimiento» y nunca se puso en tela de duda su humanidad, pues eran recipientes del logos, del alma racional. Luego entonces, Mateo Ricci, el misionero jesuita, no tiene empacho en rehacer el mapa mundial privilegiando a China: Asia ocupará el centro, África y Europa se ubican al margen izquierdo y América en el  derecho.[4]Valverde, en cambio, no se inmuta al saber que el Tahuantinsuyo se considera asimismo el «obligo del mundo». «No modifica el mapa». No reconsidera su declaración de expropiación de la pachamama.

Sin el nombre de «requerimiento», pero también con la política imperialista de la letra, en 1606 James I, otorgó a la Compañía Londinense los derechos de explotación de las colonias inglesas americanas del sur. Supuestamente la inferioridad de la oralidad de los indios americanos lo justificaba. En este tren de ideas tenemos la decisión de John Marshall en el caso McIntosh de 1823, que otorga por escrito a los europeos el derecho a descubrir y, por lo tanto, a la tenencia de la tierra, en tanto que a los indios americanos se les concede únicamente el derecho a la ocupación de las mismas.[5]Los europeos declaraban terrae nullius, tierra de nadie, las no habitadas y las que no poseían escrituras. Ellos viajaban por días sin ver a ningún alma. No se les ocurrió pensar que ellos estaban siendo vistos por los indígenas, quienes tenían por costumbre no dejar rastro alguno por donde pasaban,[6]y que asimismo dejaban registro oral de su historia.

El sacerdote Valverde está frente a un enunciado realizativo. Lo que procede es sencillamente declarar, la toma de posesión de tierras y todo lo habido y por haber en ellas, por la autoridad conferida por la Biblia misma. Aquí también asistimos a un duelo entre la pretendida superioridad del texto escrito en detrimento de la oralidad incaica.

El gran Señor del Tahuantinsuyo no acepta la doctrina cristiana en los términos del «requerimiento», y mucho menos puede ver la misericordia de los reyes de España. Ello no se debió a su analfabetismo, el cual compartía con Pizarro, tampoco tuvo que ver con su cultura oral, la cual era afín con muchas tradiciones bíblicas. Atahualpa «no oye nada», porque el «requerimiento», con la declaración de la guerra justa, era ininteligible desde su contexto ajeno a la «propiedad privada» y al «latifundio». El Inca «no oye nada», porque según él, esos paños blancos mienten, esos manchones de tinta no son superiores a su cultura oral.

El desencuentro cajamarquino, además, nos confronta con dos perspectivas opuestas de entender la tierra. En 1496, Bartolomé, el hermano de Colón, mandó al crematorio a seis indios haitianos sacrílegos. Su pecado mortal fue el de enterrar algunos dibujos de Jesús y de la Virgen María. Lo que buscaban los indígenas era ¡bendecir sus campos a fin de obtener una mejor cosecha![7]

El Inca «no oye nada», como aquel indio de Cenú que años antes, en relación con la donación papal de su tierra al monarca castellano, expresara: «…el papa debía estar borracho cuando lo hizo, pues daba lo que no era suyo, y que el rey, que pedía y tomaba la merced, debía ser un loco, pues pedía lo que era de otros».[8]

La resistencia por defender la tierra de cualquier tipo de «requerimientos» o de enunciados realizativos duró 40 años desde la trinchera impenetrable de Vilcabamba, pero se puede trazar a través de los siglos. Este es el caso de Juana Azurduy de Tarabuco y sus correrías en 1816. Cambió sus catecismos y su vida monjil en el convento de Chuquisaca, por el cargo de teniente coronel de los ejércitos guerrilleros de la independencia:

De sus cuatro hijos solo vive el que fue parido en plena batalla, entre truenos de caballos y cañones; y la cabeza del marido está clavada en lo alto de una pica española. Juana cabalga en las montañas, al frente de los hombres. Su chal celeste flamea a los vientos. Un puño estruja las riendas y el otro parte cuellos con la espada.  Todo lo que come se convierte en valentía. Los indios no la llaman Juana. La llaman Pachamama, la llaman tierra.[9]

Eucaristía, comestibles y bebestibles

Antes de partir de Panamá, de cara a la conquista del Perú, Pizarro y Almagro participan de la eucaristía de manos del padre Hernando de Luque. Demandan los nutrientes celestiales para la conquista terrenal,[10]pero de igual forma sellan con el sacramento su juramento de repartirse el botín por partes iguales. Pizarro faltará a su palabra al degollar a Almagro en ataque trapero.

Nuevamente estamos ante el mueble de la mesa. Ahora Pizarro invita a cenar[11]a Atahualpa, en el alto valle de Cajamarca, en el «lugar de hielo», según los incas; en «el demonio de los Andes», de acuerdo con los españoles.

Como es digno de un comensal divino, el Soberano viene acompañado de un cortejo pomposo, lo más granado de la sociedad inca: clero, oficiales militares, consejeros, nobleza. Por encima de todo, observan su código de honor: presentarse desarmados.

El cronista indígena afirma[12]que Atahualpa tiró la Biblia al suelo porque anteriormente, los hombres de Pizarro habían derramado la cerveza de maíz o chicha, la bebida tenida en alta estima hasta la fecha, y que el mismo Atahualpa les ofreció. Todavía el andino del siglo XXI derrama la chicha, pero no en señal de desprecio sino para honrar el rito del «pago a la tierra»:


La Pachamama sabe parir, las papas paren, las semillas le entregamos y eso paren, Pidiendo a Dios le entregamos la semilla… En agosto vive del primero al se… Sí recibe despachos. Vino y trago para su ceremonia de derramar licor, eso quiere la Pachamama… El despacho tiene que contener huiracoya, sebo, cañihua, incienso, azúcar, feto de vicuña, feto de vizcacha, en lana de vicuña.[13]

Se hacen necesarios un par de ejemplos de orden gastronómico, que ilustren mejor el asunto del desprecio europeo por los comestibles y bebestibles de otras culturas, todo ello en el nombre del Texto sagrado. Martín Lutero, en sus Charlas de sobremesa, exhibe su falta de sensibilidad para cocinas diferentes de la suya:

·         Pregunta:  ¿Es legítimo usar otro bebestible, diferente del vino de uva?

·         Respuesta: No. No se debe usar, sino solo vino. Si una persona no puede tolerar el vino, omitan el sacramento, a fin de que no se introduzca ninguna innovación.[14]

 

Bartolomé de Ledesma (1525-1604) enseñaba en la Universidad Pontificia de México que la comunión debía celebrarse exclusivamente: «con pan de trigo y vino de vides europeas; no de indios».[15]

Un catecismo venezolano del siglo XVI igualmente impone su dieta a otros pueblos:


·         ¿Qué cosa es la Eucaristía?

Son las especies de pan y vino consagradas, que contienen en sí el verdadero cuerpo y sangre de Cristo.

·         ¿De qué materia se hace la consagración de estas especies?

De verdadero pan, hecho de harina de trigo y agua, y de verdadero vino de uvas.[16]

Francisco de Jerez, el notario y cronista oficial de Pizarro, lo escribe con todas las letras:

[Los españoles] se alimentan a sí mismos con el sustento bestial de aquellos quienes nunca han oído ni del pan ni del vino, es decir, que toleran las hierbas, las raíces y los frutos, y aun así, han conquistado lo que el mundo entero conoce.[17]

La bestialidad indígena, según la pluma europea, proviene entonces tanto de la comida inferior como del analfabetismo: «estos hombrecillos en quienes escasamente encontrarás rastros de humanidad, quienes no solamente carecen de cultura, sino que ni siquiera saben escribir».[18]

Atahualpa no se deja impresionar por la escritura: arroja la Biblia al suelo, como los españoles habían arrojado al suelo la bebida sagrada de los incas, y de la misma manera que la predicación del clero europeo había arrojado al suelo todos los festivales agrícolas, pues lo que les importaba era la transición de una economía agrícola a una minera. La adopción de la moneda coadyuvó asimismo al control de los indígenas y al desplazamiento de la comida autóctona por la importada. A pesar de ello, el culto inca a Pachamama, a la madre tierra, está vigente hasta el día de hoy:

En el altiplano andino, mama es la Virgen y mama son la tierra y el tiempo.

Se enoja la tierra, la madre tierra, la Pachamama, si alguien bebe sin convidarla.  Cuando ella tiene mucha sed, rompe la vasija y la derrama.

A ella se ofrece la placenta del recién nacido, enterrándola entre las flores, para que viva el niño; y para que viva el amor, los amantes entierran cabellos anudados.

La diosa tierra recoge en sus brazos a los cansados y a los rotos, que de ella han brotado, y se abre para darles refugio al fin del viaje. Desde abajo de la tierra, los muertos florecen.[19]

La conquista alimentaria se hace patente en el dicho: «hacer su agosto». Ello se refiere a la Europa que recogía toda la cosecha de trigo y uvas que podía en el mes de agosto, para hacer provisiones para el invierno y el año entero. Pero ello niega la realidad, por ejemplo, caribeña, donde se levantan dos cosechas y media anuales de algunos productos. Por siglos los conquistadores prohibieron infinidad de cultivos básicos, a fin de concentrarse en lo que lucraba: caña de azúcar, café, algodón… La reducción de Pachamamaa pura materia prima, para ser explotada, terminó por crear una población hambrienta y una tierra agotada, semejante a la experiencia africana narrada por Desmond Tutu:

Llegaron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y dijeron: «cierren sus ojos y oremos». Y cuando abrimos nuestros ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.[20]

La pachamama, la gran madre, no es para ser exprimida; es para ser alimentada, hay una continuidad entre los seres vivos y ella, se da una unión mística eucarística con ella.  Sabemos de una iglesia metodista de los Andes que cada vez que comulga, vierte unas gotas del vino consagrado en la tierra, pues Jesús también murió por ella.

La consigna de Pizarro no es celebrar una cena amistosa. Tampoco se trata de comunicar el mensaje bíblico. La cena-emboscada persigue el despojo a través de la intimidación del requerimiento. El extremeño toma a Atahualpa de rehén, y este persiste en «no escuchar el texto de la realidad». En su celda, se cuela el canto de un gallo: «Hasta las aves saben mi nombre de Atahualpa».[21]Pizarro le exige oro y a cambio recibe estas palabras: «¿Pero, acaso tú ignoras que de mi voluntad depende todo, que la plata y el oro a mi mandato están subordinados?».[22]Allí mismo confinado, Atahualpa saborea la superioridad de la medicina indígena. El Inca padece una fiebre altísima, los médicos de Pizarro se declaran incompetentes. En cambio, los hampicamayocs andinos le toman el pulso en lo alto de la nariz, le preparan el potaje adecuado y Atahualpa se pone en pie.

En prisión, se entera de que su ejército hace prisionero a su medio hermano Huáscar. En lugar de liberarlo y negociar con él, manda sus hombres a Antamarca para ejecutarlo, haciéndose más odioso ante su pueblo. Prefiere transar con el de las barbas bermejas entregándole a su hermana Quispe Sisa,[23]la cual le hacía una visita solidaria. Asimismo, manda recoger tesoros de sus palacios. Llena un cuarto de oro (88 mts3) para su rescate,[24]calculado en unos 6000 kgs. de oro de 22 kilates, y 12 000 kgs. de plata. El xiiInca peca de ingenuo, como Moctezuma, el soberano azteca, que al llenar de oro a Hernán Cortés, lo que hace es avivarle más el apetito por el material precioso: «Se les puso risueña la cara, se alegraron mucho, estaban deleitándose. Como si fueran monos levantaban el oro… y se les iluminaba el corazón… Eso anhelan con gran sed… tienen hambre furiosa de oro. Como unos puercos hambrientos ansían el oro».[25]

Pizarro, amamantado de niño por una puerca y pastor de una piara de cerdos, expósito arrojado a la puerta de una iglesia en Extremadura,[26]cuando un misionero le echa en cara su poco interés por la evangelización, rezonga: «No vine a eso; vine por el oro».[27]

Lutero, Ledesma, el autor del catecismo venezolano, y Jeréz despreciaron los bebestibles propios de otros entornos cometiendo con ello un acto de violencia a otras culturas, en el nombre de la Biblia. Juan de Espinosa Medrano, apodado «lunarejo» por su mar de lunares, en 1670 mostró lo que es honrar la cultura inca india y mestiza. De madre indígena, heredó el quechua y de su padre el castellano. Un día, en la Catedral del Cuzco, le cerraron la entrada a una anciana descalza, «¡Dejen entrar a esa india, que es mi madre!» tronó Lunarejo desde el púlpito. En su exégesis de la parábola del hijo pródigo anotó: «el Diablo es un latifundista peruano, el vino es chicha y el bíblico becerro, un chancho gordo».[28]

Cuerpo y apolinarismo

¿Cómo hacer justicia a la enseñanza de la Biblia desde la encrucijada de dos contextos antagónicos en lo referente a la idea del cuerpo humano?

A Atahualpa no lo deslumbró el texto bíblico que portaban los españoles. Quizá lo arroja al suelo porque, en el fondo, quería hacer lo mismo con Pizarro y sus acompañantes debido al picor de la pestilencia de sus cuerpos. En parte dudó de que fueran viracochas, seres divinos, por el hecho de no bañarse jamás, de andar harapientos y de cubrir siempre sus cuerpos.

La Biblia arribó a las Américas mediada por un cristianismo español que no tomó en serio la nueva realidad histórico-social. El docetismo, gnosticismo, platonismo y apolinarismo son enseñanzas que tienen en común privilegiar al espíritu en detrimento de lo material. La evangelización del africano y del indígena se orientaba hacia sus almas; sin ninguna correlación con su redención corporal. En muchos casos, Jesucristo es sin más un mero libertador metafísico. En este sentido viene a cuento la experiencia de los afro-americanos del sur de los Estados Unidos, en respuesta al discurso misionero protestante que bautizaba la esclavitud, Biblia en mano:

·         ¿Están obligados los siervos a obedecer a sus amos?

Sí, la Biblia exhorta a los siervos a obedecer a sus amos y a complacerlos en todo […]

·         ¿Si el amo no es razonable, puede desobedecerlo el siervo?

No, la Biblia dice: «Siervos, obedezcan con temor a sus amos, no solo el bueno y el amable, también el presuntuoso».

·         Si los siervos sufren injusticias ¿qué deben hacer?

Deben soportarlas pacientemente.[29]

No es de extrañarnos, entonces, que en 1833 hayan repudiado al predicador Charles Jones:

Estaba predicando a una gran congregación sobre la Epístola de Filemón, y cuando insistí en la fidelidad y la obediencia como virtudes cristianas de los siervos, y cuando, siguiendo la autoridad de Pablo, condené las fugas, la mitad de los que me escuchaban se levantó deliberadamente y se fue, y los que se quedaron no parecían nada satisfechos con el predicador o con su doctrina. Cuando los despedí, no se quedaron tranquilos; algunos declararon solemnemente que «no existía esa epístola en la Biblia», otros  «que no les interesaba» volver a escuchar otro sermón mío.[30]

Huayna Cápac, el padre de Atahualpa, había oído algo de ciertos barbudos rubicundos que merodeaban esas tierras, pero no pasó de ahí. Pizarro, en cambio, conocía de las divisiones de los incas, de sus creencias y de sus riquezas, mucho antes de pisar suelo andino. Sabía que su dios Viracocha, «el creador de todas las cosas», tiempo atrás se internó en el mar prometiéndoles regresar durante el cacicazgo del XII Inca, Atahualpa. Pizarro oyó algunos incas llamarlos de «viracochas», divinos, y ahora el regalo de Quispe Sisa, la hermana de Atahualpa, de sangre real, venía a confirmar su linaje divino ante el pueblo.  Atahualpa y su séquito eran asimismo considerados divinos. Los gobernantes incas eran embalsamados y se les rendía culto a sus momias. En cierto sentido la presencia de los viracochas le caía bien al Inca, pues era señal de buen augurio al inicio de su gobierno.

Aquí asistimos a la entrada triunfal a Cajamarca. 300 o 400 hombres le abren paso por la calzada, unos barriendo, otros danzando y cantando. El XII Inca es transportado en una regia litera de oro cargada por 80 hombres, sentado en una silla de oro con incrustaciones de esmeralda verde, con accesorios áureos para su cabello y collar de esmeraldas, su atavío lujoso refuerza su origen celestial. Sus segundas esposas se tragan el cabello que le cortan y el que se le cae, debido al temor de algún conjuro contra el Señor de «la tierra de los cuatro rumbos del mundo». Hacen lo mismo con sus uñas cortadas. Vierte sus escupitajos en la mano de sus concubinas quienes lo ingieren como señal de su majestuosidad.[31]Solo sus más allegados pueden dirigirle la palabra y servir de intermediarios con el pueblo. Lo mismo se aplica con la mirada, el pueblo mantiene su cabeza gacha cuando el Hijo del Sol se aproxima.

Pizarro observa que solo la élite inca posee el derecho divino de masticar unas hojas secas: la coca. Las clases bajas solo tenían acceso a ella en ocasiones especiales. En su momento los españoles la socializarán, pero con el fin de incrementar el rendimiento indígena y economizar en alimento.

El inca promedio no tuvo empacho de divinizar no solo a su cacique y a su corte, sino que lo hizo extensivo a los españoles. Ello contrasta con la diabolización del indio por parte del europeo.

De acuerdo con el padre José de Acosta, el indio es «una mezcla de hombre y de fiera»;[32]de ahí se seguía que el misionero trabajara con su humanidad, y el soldado con su animalidad. Para la cultura quechua la virginidad femenina premarital no era esencial, para José de Acosta eso era una señal de  —bruta animalia; eso confirmaba su ser de «animales irracionales». La demonización del indio y su cultura justificó, de igual modo, la negación al sacerdocio a los nativos: «…tampoco se admitirá a las órdenes a indios ni mestizos, tanto descendientes de indios como de moros en primer grado, ni a mulatos en el mismo grado».[33]

Los indígenas fueron admitidos al sacerdocio hacia el siglo XVII a pesar de que su supuesta incompetencia fue refutada desde temprano.

El inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), de padre español y madre india inca, elaboró un alegato en el sentido de que tanto el cristianismo como la religión inca del sol, son religiones de luz. No obstante, se impuso la «leyenda negra» contra los indios.

Tiempo y origen


En muchos de nuestros templos, cuando se lee la Biblia decimos: «por respeto a la Palabra de Dios, pongámonos en pie». Asimismo, «por respeto a la Biblia» honremos el entorno temporal desde el cual exponemos la Escritura. Nuestra lectura de la Biblia ha de ser original, en el sentido de que hemos de tomar en cuenta el tiempo y lugar de origen desde donde la interpretamos. Originalidad dice relación a abordar los temas, problemas, desafíos, sueños de nuestra propia generación.

En este caso, honramos nuestro tiempo de origen desde donde interpretamos la Biblia, cuando no lo vemos como una prolongación o un eco «ni del mundo del misionero ni inclusive del mundo judeo-greco-romano bíblico».  No ha habido «respeto a la Biblia» todas las veces que no se ha honrado el tiempo de origen de los misionados.

Nuestra percepción del tiempo difiere en cada cultura. Cada una tiene su propio marco temporal, su propia cadencia. Para los cazadores de oro «el tiempo apremia», «el tiempo es oro»; para el mundo indígena el tiempo es cíclico, es para ser disfrutado, es sagrado. Así tenemos el reclamo del tupinambá del Brasil ante Jean de Lery (1534-1613):

En verdad, veo que ustedes son unos grandes locos, pues atraviesan el mar y sufren grandes problemas, como dicen cuando llegan aquí. Y al fin trabajan tanto para amontonar riquezas para sus hijos y parientes. ¿La tierra que los alimentó a ustedes no será capaz de alimentarlos también a ellos? Nosotros tenemos padres, madres e hijos a quienes amamos. Pero estamos seguros de que, después de nuestra muerte, la tierra que nos sustentó los sustentará a ellos también, y por eso descansamos sin mayores preocupaciones.[34]

Las distintas maneras de concebir el tiempo llevaron por ejemplo a que los mayas repudiaran la misa dominical católica por entorpecer el ritmo agrícola. Tiempo y sustento siguen unidos hoy en día en personas como Gregorio Condori. Este pastor de ovejas, soldado y cargador del Cuzco, en 1975 medía el tiempo con el pan. Él narra la historia del Perú en estos términos: «cuando cinco piezas grandes de pan de puro trigo costaban un real, y tres costaban medio real, Odría recibió la presidencia de Bustamante».[35]

Pizarro cuenta los minutos para apresar a Atahualpa. Ha esperado por décadas ese momento para enriquecerse. El Inca, siguiendo la cadencia de su tiempo, llega varios días «tarde» a la cena pactada.

«¡Vengan aquí, soldados, estos indios infieles están en contra de nuestra fe!»

 El padre Vicente Valverde puso entre paréntesis el que el pueblo inca no estaba inserto en la cultura del libro del renacimiento europeo; el que existían barreras lingüísticas o culturales entre ellos y los ibéricos; el que los andinos no eran una tabula rasa de todo elemento religioso. El clero lusitano-español no problematizó el contexto americano, sino que lo recreó a imagen y semejanza del suyo.

El clero español del siglo XVI no tuvo ojos para ver que en las teologías inca y azteca la serpiente era un animal sagrado, por vivir al ras de Pachamama, Amaruo la serpiente es un ser privilegiado. Tampoco cayeron en la cuenta que, a diferencia de la diabolización en el cristianismo occidental de las personas zurdas, la cultura inca consideraba la zurdez o zurdera como señal de buena fortuna. En 1614, el arzobispo de Lima ordenó echar al fuego todas las quenas y todo instrumento musical indígena, y condenó todas sus danzas, canciones  y ceremonias para que el demonio no pueda continuar ejerciendo sus engaños: «No deberá consentirse que ni en dialecto local ni en lengua general se celebren danzas, cantos ni taquies».[36]

Valverde echa mano de un enunciado realizativo. Con la Biblia en una mano y con un crucifijo en la otra, como ejecutando un exorcismo de un pueblo poseso por Satanás, el fraile simplemente declarará la legítima apropiación española de todos los bienes indígenas: «¡Vengan aquí, soldados, estos indios infieles están en contra de nuestra fe!».

El desenlace ya se advierte a estas alturas: el soberano del Tahuantinsuyo muere por el sacrilegio de arrojar la Biblia al suelo. A fin de salvar su destino eterno y de librar la hoguera, le extienden la gracia del bautismo y con ello una muerte «más dulce». Para la cultura inca el ser quemado es ominoso. Vía el forzoso mimetismo onomástico se le da un nombre cristiano: ¡Francisco! Con el torniquete de hierro lo desnucan y envían su cabeza a España.[37]

Francisco Pizarro, a su vez, se convierte en uno de los hombres más ricos del orbe.  Durante su entrevista con Carlos V para negociar la invasión del Perú, Pizarro pasa largas horas con Cortés, el cual estaba con el emperador cuadrando cuentas del botín de México.  La masacre cajamarquina sigue a pie juntillas la estrategia bélica diseñada por Cortés.  Carlos V le otorga a Pizarro el título de gobernador y marqués, juntamente con el hábito de «La Orden de Santiago». El extremeño no olvida pagar favores: Vicente Valverde, de capellán militar dominico pasa a la púrpura como Primer obispo comisionado a Cuzco.[38]Los ibéricos vencieron pero no convencieron a los incas.

En el siglo XIX, el pintor Luis Montero retoca la historia. En su óleo «funerales para Atahualpa» registra un sepelio sobrio. El Soberano de los Andes descansa dulcemente con su escolta de soldados de ultramar. En el otro extremo están las mujeres incas que lo reclaman, pero el clero las mantiene a raya. La resistencia indígena de 40 años ininterrumpidos no fue invitada.[39]El pintor borra asimismo la sed libertaria permanente:

En 1572, cuando los españoles cortaron la cabeza de Túpac Amaru [serpiente resplandeciente], último rey de la dinastía de los incas, nació un mito entre los indios del Perú. El mito anunciaba que la cabeza se juntaría con el cuerpo. Dos siglos después, el mito volvió a la realidad de la que provenía y la profecía se hizo historia: José Gabriel Condorcanqui tomó el nombre de Túpac Amaru y encabezó la mayor sublevación indígena de todos los tiempos. La cabeza cortada se encontró con el cuerpo.[40]

Las preguntas obligadas para nuestros días serían entonces: ¿Cómo hacer pertinente el mensaje de la Biblia si somos apáticos con el contexto cultural de los misionados?  ¿Cómo no reconocer al otro y a la otra, al diferente, como a un coigual, como a un semejante, en un plano de respeto? ¿Por qué no tender puentes de entendimiento con el contexto receptor de la Biblia, en lugar de satanizarlo: «todo lo demás es cosa de burla»?

Si somos sensibles al mundo del prójimo, comprenderemos mejor la resistencia contemporánea que, por ejemplo, encontró Juan Pablo II en su visita a Perú en 1985, cuando en nombre del aimara y de los más de 10 millones de quechua-hablantes le espetaron:

Nosotros, los indios de los Andes y de América, hemos decidido aprovechar la visita de Juan Pablo II para devolverle su Biblia, porque, en cinco siglos, esta no nos ha dado amor ni paz ni justicia. Por favor, tome de nuevo su Biblia y devuélvasela a nuestros opresores, pues ellos tienen más necesidad que nosotros de sus preceptos morales. Porque, desde la llegada de Cristóbal Colón, se impuso a América por la fuerza una cultura, una lengua y unos valores propios de Europa.[41]

Por respeto a la Biblia honremos nuestro contexto. Atahualpa y Pizarro siguen ¡vivitos y coleteando!

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Bibliografía

[1]bulas Dudum cum ad nos (1436), Rex Regum (1443), Divino amore communiti (1452), Ramanus Pontifex (1455),  Inter Caetera  (1493) y Dudum siquidem.

[2]Con el correr del tiempo, se patentizaron aún las ideas o la «propiedad intelectual»: Estatuto de Monopolios Británico (1623); Sistema de Patentes Industriales (1883). De 1791-1999 únicamente en  EUA se registraron 6 millones de patentes y 3 millones más estaban esperando su «legalización». Se calcula que para el año 2005 se tendrán  un billón de dólares anuales de ingresos por este concepto. Cf. Jorge Riechmann. Qué son los alimentos transgénicos; ¿Cómo va a influir en la economía mundial? ¿Cuáles son los riesgos para la salud humana? ¿Para qué se producen? (Barcelona: Integral, 2002), p. 56.

[3]Francisco Morales Padrón. Teoría y leyes de la Conquista (Madrid: Ediciones Cultura Hispánica del Centro Iberoamericano de Cooperación, 1979), caps. iy vii.

[4]Walter D. Mignolo, The Darker Side, 219 ss.

[5]Johnson v. McIntosh, 21 U.S. (Wheat.) 543, 5 L. Ed. 681 (1823), Citado por Clara Sue Kidwell et. al., p.133.

[6]Kidwell, Noley y Tinker, p. 131.

[7]Eduardo Galeano, We Say No: Chronicles 1963-1991 (New York: W.W. Norton & Company, 1992), p. 179.

[8]Las Casas, H.I., 1. 3, c. 63, t. 3, p. 45.  Citado por Rivera Pagán,  Evangelización y violencia; la conquista de América (San Juan: CEMI, 1991), p. 55.

[9]Eduardo Galeano, Mujeres (México: La Jornada Ediciones, 1996),p. 86.

[10]Cartas y testamento de Cristobal Colón (Madrid: Prelado, Paez, 1921), p. 53.

[11]Virgilio Roel Pineda, Cultura peruana e historia de los incas (México: Fondo de Cultura Económica, 2001), p. 541.

[12]Titu Cusi Yupanqui, 15,17.

[13]Manuel M. Marzal, “La religión quechua surandina peruana”, en Manuel M. Marzal et. al. (eds.), El rostro indio de Dios (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1991), p. 211.

[14]Theodore G. Tapper (ed.) Luther‘s Works 54. Table Talk (Philadelphia: Fortress Press, 1967), p.5509 (438).

[15]Maximiliano Salinas Campos. Gracias a Dios que comí: el cristianismo en Iberoamérica y el Caribe s. XCI-XX (México: Dabar, 2000), p.144.

[16]Manuel Gutiérrez de Arce, Apéndice a El Sínodo Diocesano de Santiago de león de Cracas 1687 (Academia Nacional de Historia, 1975, v. 125), p.58.

[17]Jerez, Verdadera relación de la conquista del Perú, pp. 59-60.

[18]Juan Ginés de Sepúlveda, Democrates Segundo, o de las Justas causas de la Guerra contra los indios (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1951), pp.78-79. Citado por Patricia Seed, 18.

[19]Galeano, Mujeres, 83.

[20]John W. de Gruchy, Liberating Reformed Theology: A South African Contribution to an Ecumenical Debate, Grand Rapids – Cape Town: Eerdmans – David Philip Publishers, 1991, 48.

[21]El Reverso, 165.

[22]El Reverso, 178.

[23]Álvaro Vargas Llosa. La mestiza de Pizarro (Madrid: Aguilar, 2003).

[24]Entre 1503-1660 llegaron a España 16 millones de kilogramos de plata y 185 mil kilogramos de oro de las Américas. Cf. Luciano PereñaGenocidio en América (Madrid: 1992), p.32, Citado por Salinas, p. 48.

[25]Historia general de las cosas de Nueva España, 1.12, c.12, 770. Citado por Rivera Pagán, Evangelización y violencia, p. 428.

[26]Por ser él mismo hijo «natural», quizá se apresuró a reconocer a sus dos hijos mestizos, Francisca y Gonzalo.

[27]Archivo General de Simancas, sección de Estado, leg. 892, fol. 197, citado en M. Catoya, La iglesia indiana, un anhelo en gestación(Montevideo: mimeografiado,1991), p. 18. Citado a su vez por Boff, Quinientos años de evangelización; de la conquista espiritual a la liberación integral (Santander: Sal Terrae, 1992), p. 50.

[28]José Juan Arrom, El teatro hispanoamericno en la época colonial (La Habana: Anuario Bibliográfico Cubano, 1956). Citado por Eduardo Galeano, Memoria del fuego; I. Los nacimientos (México: Siglo XXI, 2002),pp. 284-285.

[29]Gilbert Osofksy (comp.), Puttin’ on Ole Massa: The Slave Narratives of Henry Bibb, William Well, and Solomon Northrup (New York: Harper & Row, 1969), pp. 32-33.

[30]Albert Raboteau, Slave Religion: The “Invisible Institution” of the Antebellum South (New York: Oxford University Press, 1978), p. 294. Citado por James C. Scott, Los dominados y el arte de la resistencia (México: Era, 2000), p. 146.

[31]Bernardo Ellefsen, Matrimonio y sexo en el Incario(Cochabamba: Los amigos del libro, 1989), p. 133.

[32]De procuranda indorum salute, o la predicación del evangelio en las Indias Libro II, c. xii(Madrid: Biblioteca de Autores Españoles, 1954), p. 490, Citado por Leonardo Boff, La nueva evangelización; perspectiva de los oprimidos (Santander: Sal Terrae, 1991), p. 137.

[33]J. L. Llaguno, A evangelização nos Concílios Mexicanos, en P. Suess (ed), Queimada e semeadura. Da conquista espiritual ao descobrimento de uma nova evangelização(Petrópolis, 1998), pp. 57-75.  500 años, 76 1584, III Concilio Provincial de México, 1583, III Concilio de Lima, hasta la segunda mitad s. xviii.

[34]Jean de Lery, Viagem a terra do Brasil (Río de Janeiro: 1961), pp. 153-54. Citado por Salinas, p.47.

[35]Gregorio Condori Mamani, De nosotros, los runas, testimonios recolectados por Ricardo Valderrama y Carmen Escalante (Madrid: Alfaguara, 1983). Citado por Eduardo Galeano, Memory of Fire: Century of the Wind (New York: W.W. Norton & Company, 1988), p.224.  

[36]Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, Historia de la villa imperial de Potosí (Providende: Brown University, 1965). Citado por Eduardo Galeano, Memoria del fuego, p. 210.

[37]Ossio, p.189. Cf. además: Felipe Cossío del Pomar, El mundo de los incas (México: Fondo de Cultura Económica, 1975).

[38]H. McKennie Goodpasture, Cross and Sword: An Eyewitness History of Christianity in Latin America (Maryknoll: Orbis, 1995), p. 16.

[39]Roberto Miró Quesada, “Los Funerales de Atahualpa”, en Pueblo indio5 (1984) Lima: 46.

[40]Eduardo Galeano, Ser como ellos,p. 8.

[41]Evangelización y liberación (Buenos Aires, 1986), pp. 56-57, Citado por Boff, La nueva evangelización,p. 17.

 

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