«No oigo nada» ─ Biblia, Atahualpa y contexto — Parte 1
Con la Biblia en la mano izquierda y el crucifijo en la otra, el
sacerdote Vicente de Valverde espeta al soberano inca: «Aquí está el Dios
verdadero y la verdadera religión». Y remata: «todo lo demás es cosa de burla».
Atahualpa, el 16 de noviembre de 1532, después de inspeccionar la Biblia la
arroja al suelo diciendo: « ¿Qué, cómo a mí no me lo dice? ¡Ni siquiera me
habla el dichoso libro!»[1]
Por Eliseo Pérez Álvarez
Hermes, el mensajero de la mitología griega, tenía la consigna de
transmitir la voz divina a los oídos humanos. De ahí que la hermenéutica
cristiana pretenda casar texto divino y contexto humano, Biblia y entorno. Con
el fin de hacer pertinente el mensaje bíblico para los oídos de cada
generación, tenemos la espiral hermenéutica, o el ver, juzgar y actuar.
Partimos de nuestra realidad actual particular; buscamos que la Biblia arroje
su luz sobre nuestra situación contemporánea; y retornamos al mundo para
robustecer nuestro testimonio cristiano. Desde nuestra sociedad re-creada, nos
acercamos nuevamente a la Biblia con preguntas frescas, como fruto del
compromiso cristiano, nos volcamos hacia la transformación social y así
sucesivamente. Viajamos desde nuestro contexto al Texto, y regresamos al
contexto: «el continuo cambio en nuestra interpretación de la Biblia en función
de los continuos cambios de nuestra realidad presente tanto individual como
social».[2]O en general, siguiendo a Heráclito: «nadie
puede bañarse dos veces en el mismo río», León-Portilla dirá que «nadie puede
leer dos veces el mismo libro», puesto que cada nuevo acercamiento lo haremos
equipados con más lecturas adultas, con más experiencias, y por lo tanto,
veremos más que en previas visitas.
La Biblia, sin embargo, posee una «reserva de sentido» inagotable,
la cual nos permite ese tráfico dinámico entre nuestro contexto particular, la
reinterpretación de la Biblia, la transformación de la realidad, la
reinterpretación de la Biblia y así sucesivamente.[3]
Nuestra intención en este ensayo es únicamente llamar la atención
al hecho de que, para descubrir nuestra Biblia, hemos de tomar en cuenta el
entorno desde el cual la estudiamos. Generalmente bregamos con el contexto
vital en el cual se escribió la Biblia. Asimismo, incluimos el contexto al cual
hace alusión la Escritura. Pero pocas veces reflexionamos intencional y
críticamente acerca del contexto receptor de la Biblia.
El encuentro de la Biblia con la cultura inca nos recuerda que
para hacer justicia al contenido de la Biblia no es suficiente conocer el
trasfondo histórico y cultural en el que se escribió la misma;[4]es
igualmente importante conocer el terreno desde el cual la leemos, traducimos,
enseñamos o predicamos. Con miras a hacer más significativa la recepción de las
Escrituras en nuestro presente, nos proponemos reflexionar en torno al contexto
receptor de las Escrituras.
Estamos conscientes que nuestra confrontación entre Biblia,
misionero español cristiano y la tierra inca del siglo XVI está mediada por un
contexto —tanto individual como colectivo— más el nuestro, del siglo XXI con
todas sus notas. El tratamiento del tema lo haremos entonces desde esta
distancia crítica mediante un ir al siglo XVI y venir al nuestro, teniendo como
hilo conductor el desencuentro entre Atahualpa (c. 1500-1533?) y Pizarro
(c.1471-1541). En este espacio nos proponemos dilucidar algunos elementos que
influyen en la comprensión del mensaje Divino tales como: los distintos
sistemas de escritura, el lenguaje, la idea del cuerpo, los patrones
dietéticos, y el concepto del tiempo y del espacio.
En sistemas de escritura se rompen
géneros
40 años antes del episodio en cuestión, la Iberia se creía el
extremo más occidental del mundo, de ahí que todavía hoy, cuando hablamos de
civilización occidental, nos estamos refiriendo a Europa principalmente. Con esa
mentalidad provinciana, Valverde cree que la única escritura es la alfabética y
que su forma canónica es la del libro del Renacimiento europeo. Veamos tres
distintas respuestas a las letras castellanas:
El cochimí goloso,[5]perteneciente a la cultura de la caza, pesca y
recolección. Este «indio californio» del siglo XVIII trabó contacto con los
primeros jesuitas que pisaron la península. Un buen día, un sacerdote en el
Puerto Loreto lo envió a San Xavier Viggé, un lugar de la serranía, llevando un
pan recién horneado y una carta para el Padre allí radicado. Por el camino, le
picó el hambre al cochimí y solo llegó la carta. Al leerla, el fraile exigió el
pan. El cochimí asombrado contestó con otra pregunta: «¿quién te dijo que había
un pan?» —«Este papel lo dice». El californiano aseguró: «el papel
miente». Nuevamente se repitió la historia: el mismo pan, la misma carta, la
misma encomienda. Pero esta vez el cochimí se cercioró de ocultar la carta
entre las piedras antes de devorar el pan. A la pregunta sobre el pan, esta vez
atónito por comprobar los poderes de aquel pedazo de papel confesó: «la otra
vez es verdad que yo comí el pan delante del papel, mas ahora yo le escondí y
me puse donde él no me viera, pues si ahora dice quo yo lo comí, miente porque él
no me ha visto comer ni sabe lo que yo hice».
El nahua-pipil tenía
una idea muy diferente de la página escrita. Sucede que alrededor de 1514,
llegó a Panamá un indio fugitivo, probablemente de Guanacaste, hoy Costa Rica.
Por alguna circunstancia se encontró con el alcalde de Panamá, Corrales, quien
estaba leyendo. Su sorpresa fue tal que exclamó: «¿Cómo, también vosotros
tenéis libros?, y ¿os servís de caracteres para comunicaros con los ausentes?».[6]
Atahualpa, en tercer lugar, creía que
los españoles cuando movían sus labios estando a solas, realmente hablaban con
paños blancos, pues los andinos no pertenecían a la cultura del libro europeo.
Atahualpa intenta escuchar a los «paños de Castilla»[7]pero
estos no le quisieron hablar.
Generalmente, se traza el origen de la
lectura en silencio hasta Ambrosio (c.339-397) o hasta las primeras comunidades
monacales y sus exigencias de silencio. Sin embargo, esta práctica se
generalizó hasta épocas recientes. Todavía en la mitad del siglo XIX, el danés
Kierkegaard, un estudioso de la Biblia, recomendaba a su audiencia la lectura
en voz alta de sus discursos religiosos. Valverde practicaba la lectura oral
con su cadencia, sabor, y signos sonoros que la acompañan.
Así tenemos que, indios como el cochimí
dependían enteramente de la tradición oral, pero otros tenían sus propios
libros, como los quipus de Atahualpa —una serie de cordones
anudados de colores donde guardaban y transmitían el saber—, los dibujos hechos
sobre tablones que recogían las tradiciones andinas, los cuales se conservaban
en la gran biblioteca o Pukinkancha, los vuh mayas y
los amoxtli nahuas, conservados estos últimos en las Amoxcallis
(bibliotecas). No obstante ello, tengamos presente que la cultura del libro
corría paralelamente con la oralidad. De hecho, la alfabetización maya
precolombina correspondía a la del Egipto antiguo: ¡solo el 1 % de la
población![8]
El alfabeto se originó en Egipto y se fijó en Fenicia donde —para
el deleite de las personas zurdas— se escribía de derecha a izquierda y donde
las letras B, E y K miraban hacia la izquierda. Grecia escribió en bustrófedon,[9]o sea, alternado de derecha a izquierda y de izquierda a
derecha a la usanza del buey (bous) arando. En el siglo V a. C., se legisló para que únicamente se
escribiera de izquierda a derecha y para que todas las letras se perfilaran
hacia el Este. Los espacios vacíos entre palabras vino posteriormente con el
imperio Bizantino, y se limitó a hacerlo entre cada dos palabras seguidas.
Hacia el siglo IX d.C., hicieron su aparición las letras minúsculas.[10]
La introducción del alfabeto latino a las Américas por parte de
los españoles contribuyó en mucho para el transvase de la tradición oral a la
«luminosa prisión del alfabeto»,[11]pero asimismo fue
el arma para la colonización del lenguaje a través del exterminio de otras
formas de escritura y de la quema de acervos del saber. Los quipus, por lo pronto, se escaparon
de la hoguera por muchos años, debido a que los españoles no supieron leer que
se trataban de «libros incas».
La escritura indígena a través de jeroglíficos y pinturas no
estaba tan lejos de la etimología del viejo mundo: «originalmente “escribir”
viene del anglosajón writany significa “escarbar”, marcar con algo filoso; en islandés solió
ser rita“escarbar”; en sueco rita, “dibujar”, ”trazar”;
en holandés rijten; y en alemán reissen, “rasgar”».[12]
Por otro lado sería bueno recordar que todavía en el siglo XII clericus (clérigo) se asociaba con
literato o letrado; mientras que laicus (laico) con analfabeto.[13]Además de ello,
en la Edad Media la tarea y el concepto de escribir se clasificaba como trabajo
manual y no intelectual, como en nuestros tiempos.[14]
Los quipucamayocs, o los incas sabios escribanos, que hacían y leían los quipus, consignaban en ellos
cuentas, cronologías, historias, tributos, estados civiles, rituales, leyes,
ordenanzas, censos, etc. Paralelamente tenían keros, es decir, vasijas rituales
para tomar, y textiles, en donde registraban experiencias históricas de su
pueblo. Todo ese saber filosófico fue negado por Valverde: «Los españoles nunca
entendieron que si los amerindios carecían de letras, (los españoles)
igualmente carecían de quipuy de amoxtli. Y que si bien los españoles tenían hombres de letras, los incas
tenían quipucamayoc
y amauta, y los mexicas tenían tlacuilos y tlamatini».[15]
«Aquí está el Dios verdadero y la verdadera religión», diría
Valverde implicando con ello, la verdadera escritura y el verdadero Texto. Las
preguntas pertinentes serían: «¿Según quién un libro es un objeto físico con
una serie de características dadas? ¿Qué tanto la idea del libro está basada en
el alfabeto y la alfabetización? ¿Qué clase de libros encontramos en las
sociedades que no tienen sistemas de escritura alfabética?»[16]¿Existen
sistemas de escritura alternas a la alfabética? La gestación de este mismo
libro que estamos leyendo ¿no se incubó electrónicamente desde muchos rincones
de las Américas? ¿No se originó primero en las neuronas de Edesio Sánchez
Cetina?
El criterio de verdad de Valverde de reducir la escritura al
alfabeto latino: «Todo lo demás es burla», todavía está muy presente. En nuestros
días, el africano Derridá echa en cara el etnocentrismo de Lévi-Strauss al
seguir asociando el alfabeto con la supremacía cultural. Comentando acerca de
la «lección de escritura» de Valverde hacia Atahualpa, Lévi-Strauss afirma: «De
todos los criterios mediante los cuales la gente habitualmente distingue a la
civilización de la barbarie, por lo menos este hemos de conservar: el que
cierta gente escribe y otra no».[17]
Siglos más tarde los imperios de turno habrán de proponer ya no el
texto de la Biblia, sino los textos o manuales de urbanidad, para discriminar
entre la buena policía o civilidad y la barbarie, pero el concepto sigue siendo
el mismo: «la letra con sangre entra». Así tenemos «la carga del hombre blanco»
inglesa; «la misión civilizadora» francesa; «el destino manifiesto»
estadunidense, etc.: «ser moderno o estar a la moda, es decir, parecer europeo
o haber asimilado el estilo de vida de las metrópolis francesa o anglosajona
era casi un imperativo; lo que demuestra, por otro lado, el apremio por
encubrir compulsivamente un sustrato de vieja data hispánica y católica que
permanecía profundamente arraigado en las sensibilidades sociales».[18]
La gran cultura inca poseía óptimas condiciones para entender el
mensaje bíblico desde su oralidad, pues mucho material de la misma Biblia
primero fue oratura y posteriormente se transvasó a la escritura. En ese
sentido, Atahualpa tenía una ventaja sobre Valverde, no obstante, lo que
percibimos en esta entrevista es la no intencionalidad del misionero cristiano
por comunicar el mensaje bíblico en primer plano.
Francisco Pizarro conoce los libros, pero ve en ellos solo
manchones de tinta pues él mismo es analfabeto. Sin embargo, el primo de Hernán
Cortés, conquistador de México, puede escuchar cuando los frailes leen, no
necesariamente la Biblia, sino en especial el «requerimiento».
Lengua y tejido social
«requerimiento», pero yerra en no escuchar el descontento de su
pueblo contra la guerra civil. Muchos incas lo odian, empezando por Felipe de
Huancabilca, el indio intérprete, quien no olvida que el norteño Atahualpa
pertenece a Quito mientras que Huáscar a Cuzco. Hay quienes sugieren que
el intér El capellán de Pizarro,
camina al centro del zócalo donde descansa el Inca XII y, a fin de evitar
derramamiento de sangre, procede con la lectura del «requerimiento».
Comienza con la catequesis sobre la Trinidad, la Creación, el Pecado Original,
la consigna de Jesús dada a sus discípulos de evangelizar todo el mundo, etc.
Valverde «requiere» que el soberano de los Andes apostate de su
Dios Sol. El sacerdote ibérico ya olvidó que el Dios Sol es el mismo que
adoraba el soberano romano Constantino, y aún más: fue el que impuso como
«reposo en el venerable día del Sol» (en inglés Sunday). Igualmente, debido a su
influencia, se estableció el 25 de diciembre, «el día del Sol Invicto» como el
día de la natividad de Jesucristo. El desmemoriado Valverde «requiere» que
Atahualpa entregue «libremente» las posesiones de su Imperio de más de un
millón de kilómetros cuadrados, correspondiente al actual Ecuador, Bolivia,
Perú, parte de Brasil, Argentina, Colombia y Chile.
Empieza un álgido altercado: « ¿En qué cabeza cabe la idea de que
ustedes son los dueños de todo esto?». «No lo digo yo, lo dice el Papa, el Rey
y, en última instancia, lo dice la Biblia, el libro sagrado». Atahualpa la
coge, la explora, la hojea, la sacude, le da de volteretas —y según la
tradición oral— se la pega al oído: «A ti te dirá lo que quieras, pero a mí
personalmente no me dice nada, es pura farsa», y la arroja al suelo con enfado.
Así como el quipu no le decía nada a Valverde, la Biblia no le hablaba al soberano
Inca. Las etimologías nuevamente nos arrojan su luz. Texto viene del
latín textum —hacer, tejer, entrelazar,
juntar. Para tejer los quipus se requería de una fina sensibilidad táctil, como la de Louis
Braille (1809-52), ciego él mismo, que visualizó un sistema de escritura para
personas ciegas, aunque tributario de la escritura alfabética.
Texto asimismo dice relación a textiles.[19]Los quipus[20]son
cordones de algodón y lana de cientos de colores, cada uno con un significado
diferente. Ellos son hilados, tejidos, anudados, torcidos en variadas
formas y combinaciones. Son de distinta textura, forma y tamaño, tanto de los
nudos como de los cordones, dependiendo de lo que se quiera registrar.
Ahora bien, si por texto entendemos también tejido, si por escribir incluimos
la acción de rascar o pintar en superficies sólidas, y si por texto abarcamos
de igual modo al textil, entonces el sistema de quipus será el antídoto contra la supremacía del alfabeto latino.
Libro, a su vez, proviene de liber, liberi, o sea, de las fibras
extraídas del interior de las cortezas del árbol. El término biblia nos habla de los rollos,
y volveré significa enrollar, traducido
como «volumen», es decir, algo enrollado. «Tomo» nos remitirá al marco
para cortar el rollo.[21]
Pergamino, por su parte, se origina de la adaptación de la piel de
animales hecha en la biblioteca de Pérgamo como apoyatura física alternativa
para la producción de sus libros, esto es debido al boicot del papiro por parte
de la Biblioteca de Alejandría.[22]
Los antiguos mexicanos escribían sobre papel fabricado de la
corteza interior del árbol llamado amate (ámatl), de donde proviene el amoxtli, códice, libro u «hojas de papel pegadas». Igualmente escribieron
sobre los mixiotes, es decir, las membranas de las hojas de maguey; las hojas de
este cactus se siguen usando para cocinar al vapor y bajo tierra carnes
variadas. ¡Sabor y saber en un tiempo no estaban divorciados!
Pizarro, desde su escondite, vigila a su presa. El tirar la Biblia
enciende la mecha de sus tres cañones, 27 caballos y 168 soldados entre los
cuales hay algunos africanos. El conquistador también es ágrafo, pero perspicaz
en su «saber ver y leer» la realidad. Olfatea el vacío de poder que dejó Huayna
Cápac al morir intestado. Pizarro comparte con Atahualpa el ser hijo ilegítimo.
Este se disputa con Huáscar, su medio hermano, en plena guerra civil, el
señorío sobre el Imperio de 4200 km2a lo largo de la costa
occidental del Pacífico. El extremeño observa que Cajamarca está destruida por
las guerras intestinas y que la altivez de Atahualpa no le permite detectar la
emboscada que le espera.
Pizarro tiene a su traductor favorito, Martín. Pero Valverde se
vale del intérprete Felipe de Huancabilca. El fraile da por terminada la
discusión: «¡Vengan aquí, soldados, estos indios infieles están en contra de
nuestra fe!». El Padre muestra el prejuicio de alguien que no le importa el
contexto que pisa en ese preciso instante. Texto, textum, tejido, guarda una
correlación entre texto y contexto; entre palabra y entorno; entre lengua y
realidad. No obstante, eso no le importa ni al letrado Valverde ni al
analfabeto Pizarro. No intentan en lo más mínimo hacer inteligible la Biblia a
través de su contextualización en el tejido social andino. La Babel
castellana-quechua es intencional. Cuando los españoles llegan a tierra maya
preguntan: «¿Cómo se llama este lugar?», un indio responde: «Yucatán», o sea,
«no te entiendo nada», el europeo asienta: «¡Se llama Yucatán!». En la plaza
cajamarquina, Valverde se vale del intérprete inca Felipillo. El diminutivo
paternalista evoca la denominación del indígena como homúnculo u hombrecillo, además de que
su nombre indígena ha desaparecido. Atahualpa acierta en no escuchar el prete
que encontró Pizarro de camino a Cuzco, es el tradutore traditori(traductor-traidor), el que
tergiversó la traducción por querer vengarse de su enemigo.
¿A qué se debe que el Inca XII«no escucha nada»? ¿A la percepción
fonética defectuosa? ¿A la ausencia de equivalencia dinámica entre la lengua
original y la receptora en la traducción? ¿Al desprecio por el quechua en el
cual, según el Virrey Borbón, es una falta de respeto orar a Dios? ¿A que el
puente lingüístico: Valverde-Felipillo-Atahualpa está bloqueado por la
animadversión de Felipillo para con su soberano? O quizá el asunto es más
sencillo, el texto está desvinculado del tejido social, porque lo importante no
es la transmisión del mensaje bíblico, sino la del «requerimiento», léase: el
tranquilizante espiritual de cara a la expropiación de la riqueza incaica.
No hay un esfuerzo por parte del español en tender puentes de
comprensión entre ambos mundos. Lo que se persigue sobre todo es la lectura del
«requerimiento». Los estudiosos de «la teoría de los actos del habla»[23]afirman que los enunciados realizativos son utilizados para hacer algo en determinada
situación: declarar, jurar, prometer. Así, por ejemplo, durante una boda, lo que
constituye la unión es la declaración del clero o del juez: «yo los declaro esposa y esposo». El Padre
Valverde amparado por sus autoridades civiles y religiosas sencillamente declara la toma de posesión: «¡Vengan
aquí, soldados, estos indios infieles están en contra de nuestra fe!».
El texto se continúa usando hasta el
presente como pretexto para imponer la hegemonía lingüística.
El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón escribió en su diario
que él quería llevarse algunos indios a España para que aprendan a hablar («que deprendan
fablar»). Cinco siglos después, el 12 de octubre de 1989, en una corte de
justicia de los Estados Unidos, un indio mixteco fue considerado retardado mental (“mentally retarded”) porque
no hablaba correctamente la lengua castellana. Ladislao Pastrana, mexicano de
Oaxaca, bracero ilegal (sic) en los campos de California, iba a ser encerrado
de por vida en un asilo público. Pastrana no se entendía con la intérprete
española y el psicólogo diagnosticó un claro déficit intelectual. Finalmente, los antropólogos
aclararon la situación: Pastrana se expresaba perfectamente en su lengua, la
lengua mixteca, que hablan los indios herederos de una alta cultura que tiene
más de dos mil años de antigüedad.[24]
Escalofriante es constatar que la lengua indígena más hablada en
los Estados Unidos de América (EUA) actualmente es la también oaxaqueña, la
zapoteca.[25]
Bartolomé de las Casas, obispo del Perú y de México, puso el dedo
en la llaga en su carta fechada en 1566, al papa Pío V:
Abierta e injustamente el
obispo ignora el idioma de su feligresía, y no hace el intento por aprenderlo
bien. Por lo tanto, humildemente le suplico a su Santidad que les ordene
dominar el idioma de sus ovejas, mostrándoles que es un imperativo divino y de
la ley natural, pues hoy en día muchas indignidades repugnantes tienen lugar en
presencia de Su Santidad, propiciadas por la negligencia de los obispos en
aprender la lengua de su feligresía.[26]
Al grito de guerra de Castilla: «Santiago, Santiago, Santiago»,
Pizarro sale de su escondite cuando la Biblia rueda por el piso. «¡Ataquen,
soldados! Estos infieles están en contra de nuestra cristiandad y de nuestro
emperador y rey». El grito de guerra, «Santiago de Matamoros», de las cruzadas
ibéricas contra los musulmanes se metamorfosea ahora en «Santiago de
Mata-incas» en la nueva guerra santa. Los andinos están estupefactos, según lo
narra Titu Cusi Yupanqui[27], por toparse con caballos
acorazados y con sonajas en las patas, monstruos bicéfalos, centauros de
pies de plata, talones de estrellas, puños de truenos y centellas. El rugir de
los cañones, los soldados de barbas de camarón, blancos los unos, lampiños y
negros los otros, los mosquetes, el sonido de trompetas, las dentelladas de los
perros guerreros… Están atónitos también porque no ven la relación entre el
tirar al suelo un artículo insulso y la ira de los caras peludas.
La lengua madre de Felipillo ignora la idea del infierno,
institución alrededor de la cual edificará el cristianismo su predicación del
miedo. No es gratuito el hecho de que el primer catecismo escrito en América
predique el lago de fuego para los indígenas que no abracen la fe cristiana:
Todos los que entre vosotros
murieron, todos vuestros antepasados: padres, madres, abuelos, parientes y
cuantos existieron y pasaron por esta vida; y allá iréis también vosotros si no
os hiciereis amigos de Dios y no os bautizareis y tornarais cristianos, porque
todos los que no son cristianos, son enemigos de Dios.[28]
Pizarro, con su experiencia bélica en Italia y con sus 25 años a cuestas
de guerrear en las Américas, conoce el tejido social y es un hábil manipulador
del miedo.[29]Comienza por legitimar su conquista
satanizando a la cultura andina.[30]Fabrica la imagen
del Atahualpa tirano usurpador, fratricida, incestuoso y polígamo. Por «motivos
humanitarios» en breve impondrá a los hermanos títeres de Atahualpa, Manco Inca
primero, y posteriormente a Paullo. Para apagar fuegos utilizará al hijo del
Inca, Francisco Atahualpa. En consonancia con el «derecho natural», Pizarro
sacará provecho de los sacrificios humanos, el gobierno tiránico y la cerrazón
inca frente al evangelio, articulando así la guerra justa.
Aún persiste en nuestros días la idea de que el sistema social
andino era uno «esclavista» y «totalitario». En el otro extremo se piensa que
era «socialista». No obstante, conociendo el tejido social con más detalle,
sabemos que era un régimen distributivo edificado en el principio de la
reciprocidad, para lo cual se precisaba de la inmovilidad espacial. El tejido
asombroso de puentes y una vastísima red vial, eran rigurosamente vigiladas. Lo
otro que aún desconocemos es la identidad de Atahualpa y los móviles de su
belicosidad con su hermano Huáscar. Si los españoles diabolizan lo inca; los
andinos divinizan lo europeo. Sin embargo, el talón de Aquiles del
conquistador, o sea el oro, pronto saldrá a flote. Challcuchima, mandamás
militar de Atahualpa, mandó decir a su colega Quizquiz que los barbudos
rubicundos eran mortales. Posteriormente, Manco Inca confesará que los barbas
de fuego no son dioses sino demonios.[31]Las Casas,
comentando acerca del oro que Pizarro expropió de los incas, dirá: «si los
demonios tuvieran oro, a ellos mismos se lo robarían».[32]
Lo cierto es que estamos ante dos lenguas y dos tejidos sociales
diferentes. La querella española es por la apatía inca en amontonar riquezas
para futuras generaciones: «no hay en este mundo índico el motor de la
acumulación de bienes y riquezas que mueve fundamentalmente en todos sus actos
al hombre occidental».[33]
Cándido Martínez, dirigente del Comité de Organizaciones Populares
Indígenas (COPIN), insistirá siglos después:
Desde hace 505 años estamos siendo explotados; cuando Colón vino,
él traía la Biblia y nosotros teníamos la riqueza, luego él se fue con la
riqueza (oro) y nosotros nos quedamos con la Biblia, y eso es, lo que sin
saber, recordamos con alegría cada año.[34]
***** Busque la continuación de este artículo aquí: ««No oigo nada»
─ Biblia, Atahualpa y contexto – Parte 2″
________________
Notas y referencias
[1]Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva
crónica y buen gobierno (México: Siglo XXI), p.
357. Titu Cusi Yupanqui, Relaciones de la Conquista
del Perú (Lima, 1973). Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios
reales de los incas (Madrid: BAE, 1960). Francisco de
Jerez, Verdadera relación de la conquista del Perú (Madrid:
Historia 16, 1985). Nathan Wachtel, Los vencidos. Los indios del
Perú frente a la conquista española (Madrid: Alianza,
1976). Miguel León Portilla, El reverso de la conquista;
relaciones aztecas, mayas e incas (México: Joaquín Mortiz, 2002).
[2]Juan Luis Segundo. Liberación
de la teología (Buenos Aires: Lohlé, 1975), p. 12.
[3]Severino Croato, Hermenéutica
práctica (Quito: Verbo Divino, 2002), pp. 24ss.
[4]Edesio Sánchez Cetina
(ed.). Descubre la Biblia I(Miami: Sociedades Bíblicas Unidas,
1998), Segunda Parte: el contexto de la Biblia, 51-118.
[5]Miguel del Barco, Historia
natural y crónica de la antigua California (México:
UNAM, 1988), p.178.
[6]Pedro Mártir de Anglería, Décadas del
Nuevo Mundo-1(México: Porrúa, 1964), p. 395. Citado por Miguel
León-Portilla, Códices; los antiguos libros del nuevo mundo, (México:
Aguilar, 2003), pp.28-29.
[7]Bernal Díaz del Castillo, Historia
verdadera de la Conquista de la Nueva España–1(México:
Porrúa, 1955), p. 143. Titu Cusi Yupanqui escribiendo en 1570, dirá que los
incas creían que los españoles hablaban con los paños blancos mientras los
miraban. Relaciones de la Conquista del Perú, p. 15.
[8]Alfonso Lacadena García-Gallo,
“Religión y escritura”, en Mercedes de la Garza Camino y Martha Ilia Nájera
Coronado (eds.), Religión maya (Madrid:
Trotta, 2002), p. 175.
[9]Bustrófedon: «Manera de escribir
en que se trazan las líneas empezando cada una en el mismo lado en que ha
terminado la anterior» (María Moliner, Diccionario de uso del
español).
[10]Jesús Mosterín, Teoría de
la escritura (Barcelona: Icaria, 2002), pp. 129 ss.
[11]Ángel María Garibay, Historia de
la literatura nauta-1(México: Porrúa, 1953-54), p. 15.
[12]Elizabeth
Hill Boonne y Walter D. Mignolo (eds), Writing Without Words: Alternative Literacies in Mesoamerica & the
Andes (Durham: Duke University
Press, 1996), p. 259.
[13]Walter
D. Mignolo, The
Darker Side of the Renaissance: Literacy, Territoriality, &
Colonization (Michigan:
The University of Michigan Press, 1995), p.289.
[14]Boonne
y Mignolo (eds), p. 237.
[15]Boonne
y Mignolo (eds), pp. 241-42.
[16]Boonne
y Mignolo (eds), p. 259.
[17]Claude
Lévi-Strauss, Tristes
Tropiques(Paris: Plon, 1955), p. 291. Citado por
Jaques Derrida, “The Violence of the Letter,” en Tropiques Grammatology(Baltimore:
Johns Hopkins University Press, 1976). Citado a su vez por Patricia Seed,
“’Failing to Marvel’: Atahualpa’s Encounter with the Word,” en Latin American Research Review26 (1991): 8.
[18]Beatriz González Stephan,
“Escritura y modernización: la domesticación de la barbarie”, Revista
Iberoamericana 166-1167 (enero-junio 1994):109.
[19]Dennis
Tedlock y Barbara Tedlock, “Text and Textile: Language and Technology in the
Arts of the Quiché Maya,” Journal
of Antrhopological Research41, 2
(1985): 121-46.
[20]Marcia
Ascher, Code of the Quipu: A Study
in Media, Mathematics, and Culture(Ann Arbor: University of Michigan Press, 1981).
[21]WalterD.
Mignolo, The Darker Side, p. 336, n. 12, 79.
[22]Justo L. González, “Devolver lo
recibido; la biblioteca de Jorge y Ondina”, Cuba
teológica 1 ( 2001): 5.
[23]Francisco Moreno
Fernández. Principios de sociolingüística y sociología del lenguaje (Barcelona:
Ariel, 1998), p. 143.
[24]Eduardo Galeano, Ser como
ellos y otros artículos (México: Siglo XXI, 1992), p. 18.
[25]Clara
Sue Kidwell, Homer Noley y George E., “Tink” Tinker, A Native Theology (Maryknoll:
Orbis, 2001), p. 180.
[26]Obras completas, v.
13, 370-71, citado por Luis Rivera Pagán, “A Prophetic Challenge to the Church:
The Last Word of Bartolomé de las Casas” en The Princeton Seminary Bulletin24 (julio 2003): 240.
[27]Relaciones
de la Conquista del Perú (Lima: 1973), p. 15.
[28]J. Guillermo Durán,Monumenta
catechetica hispanoamericana-1 (Buenos Aires 1984). Citado por
Leonardo Boff, Nova Evangelização. Perspectivas dos oprimidos (Petropolis:
Vozes, 1990), pp.31-32. El catecismo fue escrito por Pedro de Córdoba
entre los años 1510-21.
[29]Para una historia del discurso
cristiano del miedo cf. Jean Delumeau, El miedo en
Occidente (siglos XIV-XVIII) (Madrid: Taurus, 2002).
[30]Para ejemplos
contemporáneos Cf: Anne Morelli, Principios elementales de la
propaganda de guerra.
[31]Juan M. Ossio, Los indios
del Perú (Quito: Abya-Yala, 1995), pp.134, 167, 96, 156.
[32]Obras
completas-10 (Madrid: Alianza Editorial, 1988-98), p.78.
[33]María Luisa Rivara de Tuesta,
“El pensamiento incaico”, en Laureano Robles (ed.), Filosofía iberoamericana
en la época del Encuentro (Madrid: Trotta, 1992), p.148.
[34]www.laprensahn.com/natarc/9710/n13003.htm-9k
Parte 2
Pachamama y el «Requerimiento»
Juan López de Palacios Rubio, jurista castellano, redactó «El
requerimiento» en 1513, por petición directa del monarca Fernando, con el
propósito de darle un toque de legalidad a la expropiación de las tierras
americanas. Ese mismo año quedó integrado a las Leyes de Burgos. Este documento
se remonta hasta la narrativa de la creación, de la institución de la iglesia
católica y del Dominus Orbio el señorío universal del papado. Recordemos que, en el contexto
de la institución del patronazgo, o sea, de ese maridaje entre el catolicismo medieval
y el Imperio, el Vicario de Cristo en apego al «Testamento de Adán» otorga una
mitad del mundo a Portugal y la otra a Castilla[1], mediante bulas y cartas
patentes[2].
Por Eliseo Pérez Álvarez
El clero ibérico «requiere», por parte de los indígenas, que
«libremente» se sometan a la autoridad del rey y a la soberanía del papa. En
caso contrario, la guerra justa estará más que justificada. «El requerimiento»
se les leía a los árboles, mientras el indio huía, a una distancia razonable
antes de abrir fuego, desde los barcos antes de encallar, ante las chozas
vacías, de cara a las costas inhabitadas, ante las cosas, si tres indios la
escuchaban, ellos eran responsables de la masacre en la toma de posesión de sus
mujeres, hijos, y pertenencias. ¡Antes de 1526 se leía sin necesidad de
intérprete alguno!,[3]en tanto que era su culpa no hablar castellano.
El caso del arribo de la Biblia a China se cocina aparte. En 1584
algunos chinos visitaron la misión jesuita y se desencantaron al contemplar un
mapamundi desplegado. Este descentralizaba a China, la reducía a una
pequeña porción, y dibujaba un mundo que no era cuadrado como el suyo. A los
chinos no les aplicaba el «requerimiento» y nunca se puso en tela de duda su
humanidad, pues eran recipientes del logos, del alma racional. Luego entonces, Mateo Ricci, el misionero
jesuita, no tiene empacho en rehacer el mapa mundial privilegiando a China:
Asia ocupará el centro, África y Europa se ubican al margen izquierdo y América
en el derecho.[4]Valverde, en cambio, no se inmuta al saber que el
Tahuantinsuyo se considera asimismo el «obligo del mundo». «No modifica el
mapa». No reconsidera su declaración de expropiación de la pachamama.
Sin el nombre de «requerimiento», pero también con la política
imperialista de la letra, en 1606 James I, otorgó a la Compañía Londinense los
derechos de explotación de las colonias inglesas americanas del sur.
Supuestamente la inferioridad de la oralidad de los indios americanos lo
justificaba. En este tren de ideas tenemos la decisión de John Marshall en el
caso McIntosh de 1823, que otorga por escrito a los europeos el derecho a
descubrir y, por lo tanto, a la tenencia de la tierra, en tanto que a los
indios americanos se les concede únicamente el derecho a la ocupación de las
mismas.[5]Los europeos declaraban terrae nullius, tierra de nadie, las no habitadas y las que no
poseían escrituras. Ellos viajaban por días sin ver a ningún alma. No se les
ocurrió pensar que ellos estaban siendo vistos por los indígenas, quienes
tenían por costumbre no dejar rastro alguno por donde pasaban,[6]y que asimismo
dejaban registro oral de su historia.
El sacerdote Valverde está frente a un enunciado realizativo. Lo que procede es
sencillamente declarar, la toma de posesión de tierras y todo lo habido y por haber en
ellas, por la autoridad conferida por la Biblia misma. Aquí también asistimos a
un duelo entre la pretendida superioridad del texto escrito en detrimento de la
oralidad incaica.
El gran Señor del Tahuantinsuyo no acepta la doctrina cristiana en
los términos del «requerimiento», y mucho menos puede ver la misericordia de
los reyes de España. Ello no se debió a su analfabetismo, el cual compartía con
Pizarro, tampoco tuvo que ver con su cultura oral, la cual era afín con muchas
tradiciones bíblicas. Atahualpa «no oye nada», porque el «requerimiento», con
la declaración de la guerra justa, era
ininteligible desde su contexto ajeno a la «propiedad privada» y al
«latifundio». El Inca «no oye nada», porque según él, esos paños blancos
mienten, esos manchones de tinta no son superiores a su cultura oral.
El desencuentro cajamarquino, además, nos confronta con dos
perspectivas opuestas de entender la tierra. En 1496, Bartolomé, el hermano de
Colón, mandó al crematorio a seis indios haitianos sacrílegos. Su pecado mortal
fue el de enterrar algunos dibujos de Jesús y de la Virgen María. Lo que
buscaban los indígenas era ¡bendecir sus campos a fin de obtener una mejor
cosecha![7]
El Inca «no oye nada», como aquel indio de Cenú que años antes, en
relación con la donación papal de su tierra al monarca castellano, expresara:
«…el papa debía estar borracho cuando lo hizo, pues daba lo que no era suyo, y
que el rey, que pedía y tomaba la merced, debía ser un loco, pues pedía lo que
era de otros».[8]
La resistencia por defender la tierra de cualquier tipo de
«requerimientos» o de enunciados realizativos duró 40 años desde la trinchera
impenetrable de Vilcabamba, pero se puede trazar a través de los siglos. Este
es el caso de Juana Azurduy de Tarabuco y sus correrías en 1816. Cambió sus
catecismos y su vida monjil en el convento de Chuquisaca, por el cargo de
teniente coronel de los ejércitos guerrilleros de la independencia:
De sus cuatro hijos solo vive
el que fue parido en plena batalla, entre truenos de caballos y cañones; y la
cabeza del marido está clavada en lo alto de una pica española. Juana cabalga
en las montañas, al frente de los hombres. Su chal celeste flamea a los
vientos. Un puño estruja las riendas y el otro parte cuellos con la
espada. Todo lo que come se convierte en valentía. Los indios no la
llaman Juana. La llaman Pachamama, la llaman tierra.[9]
Eucaristía, comestibles y bebestibles
Antes de partir de Panamá, de cara a la conquista del Perú,
Pizarro y Almagro participan de la eucaristía de manos del padre Hernando de
Luque. Demandan los nutrientes celestiales para la conquista terrenal,[10]pero
de igual forma sellan con el sacramento su juramento de repartirse el botín por
partes iguales. Pizarro faltará a su palabra al degollar a Almagro en ataque
trapero.
Nuevamente estamos ante el mueble de la mesa. Ahora Pizarro invita
a cenar[11]a Atahualpa, en el alto valle de Cajamarca, en el «lugar de hielo»,
según los incas; en «el demonio de los Andes», de acuerdo con los españoles.
Como es digno de un comensal divino, el Soberano viene acompañado
de un cortejo pomposo, lo más granado de la sociedad inca: clero, oficiales
militares, consejeros, nobleza. Por encima de todo, observan su código de
honor: presentarse desarmados.
El cronista indígena afirma[12]que Atahualpa tiró la Biblia al
suelo porque anteriormente, los hombres de Pizarro habían derramado la cerveza
de maíz o chicha, la bebida tenida en alta estima hasta la fecha, y que el
mismo Atahualpa les ofreció. Todavía el andino del siglo XXI derrama la chicha,
pero no en señal de desprecio sino para honrar el rito del «pago a la tierra»:
La Pachamama sabe parir, las papas
paren, las semillas le entregamos y eso paren, Pidiendo a Dios le entregamos la
semilla… En agosto vive del primero al se… Sí recibe despachos. Vino y trago
para su ceremonia de derramar licor, eso quiere la Pachamama… El despacho tiene
que contener huiracoya, sebo, cañihua, incienso, azúcar, feto de vicuña, feto
de vizcacha, en lana de vicuña.[13]
Se hacen necesarios un par de ejemplos
de orden gastronómico, que ilustren mejor el asunto del desprecio europeo por
los comestibles y bebestibles de otras culturas, todo ello en el nombre del
Texto sagrado. Martín Lutero, en sus Charlas de sobremesa, exhibe
su falta de sensibilidad para cocinas diferentes de la suya:
·
Pregunta: ¿Es legítimo usar otro
bebestible, diferente del vino de uva?
·
Respuesta: No. No se debe usar, sino
solo vino. Si una persona no puede tolerar el vino, omitan el sacramento, a fin
de que no se introduzca ninguna innovación.[14]
Bartolomé de Ledesma (1525-1604)
enseñaba en la Universidad Pontificia de México que la comunión debía
celebrarse exclusivamente: «con pan de trigo y vino de vides europeas; no de
indios».[15]
Un catecismo venezolano del siglo XVI
igualmente impone su dieta a otros pueblos:
·
¿Qué cosa es la Eucaristía?
Son las especies de pan y vino consagradas, que contienen en sí el
verdadero cuerpo y sangre de Cristo.
·
¿De qué materia se hace la consagración de estas especies?
De verdadero pan, hecho de harina de trigo y agua, y de verdadero
vino de uvas.[16]
Francisco de Jerez, el notario y cronista oficial de Pizarro, lo
escribe con todas las letras:
[Los españoles] se alimentan a sí mismos con el sustento bestial de aquellos quienes nunca han
oído ni del pan ni del vino, es decir, que toleran las hierbas, las raíces y
los frutos, y aun así, han conquistado lo que el mundo entero conoce.[17]
La bestialidad indígena, según la pluma europea, proviene entonces
tanto de la comida inferior como del analfabetismo: «estos hombrecillos en
quienes escasamente encontrarás rastros de humanidad, quienes no solamente
carecen de cultura, sino que ni siquiera saben escribir».[18]
Atahualpa no se deja impresionar por la escritura: arroja la
Biblia al suelo, como los españoles habían arrojado al suelo la bebida sagrada
de los incas, y de la misma manera que la predicación del clero europeo había
arrojado al suelo todos los festivales agrícolas, pues lo que les importaba era
la transición de una economía agrícola a una minera. La adopción de la moneda
coadyuvó asimismo al control de los indígenas y al desplazamiento de la comida
autóctona por la importada. A pesar de ello, el culto inca a Pachamama, a la madre tierra, está
vigente hasta el día de hoy:
En el altiplano andino, mama es la Virgen y mama son la tierra y el tiempo.
Se enoja la tierra, la madre tierra, la Pachamama, si alguien bebe
sin convidarla. Cuando ella tiene mucha sed, rompe la vasija y la
derrama.
A ella se ofrece la placenta del recién nacido, enterrándola entre
las flores, para que viva el niño; y para que viva el amor, los amantes
entierran cabellos anudados.
La diosa tierra recoge en sus brazos a los cansados y a los rotos,
que de ella han brotado, y se abre para darles refugio al fin del viaje. Desde
abajo de la tierra, los muertos florecen.[19]
La conquista alimentaria se hace patente en el dicho: «hacer su agosto».
Ello se refiere a la Europa que recogía toda la cosecha de trigo y uvas que
podía en el mes de agosto, para hacer provisiones para el invierno y el año
entero. Pero ello niega la realidad, por ejemplo, caribeña, donde se levantan
dos cosechas y media anuales de algunos productos. Por siglos los
conquistadores prohibieron infinidad de cultivos básicos, a fin de concentrarse
en lo que lucraba: caña de azúcar, café, algodón… La reducción de Pachamamaa pura materia prima, para
ser explotada, terminó por crear una población hambrienta y una tierra agotada,
semejante a la experiencia africana narrada por Desmond Tutu:
Llegaron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y
dijeron: «cierren sus ojos y oremos». Y cuando abrimos nuestros ojos, ellos
tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.[20]
La pachamama, la gran madre, no es para ser exprimida; es para ser alimentada,
hay una continuidad entre los seres vivos y ella, se da una unión mística
eucarística con ella. Sabemos de una iglesia metodista de los Andes que
cada vez que comulga, vierte unas gotas del vino consagrado en la tierra, pues
Jesús también murió por ella.
La consigna de Pizarro no es celebrar una cena amistosa. Tampoco
se trata de comunicar el mensaje bíblico. La cena-emboscada persigue el despojo
a través de la intimidación del requerimiento. El extremeño toma a Atahualpa de
rehén, y este persiste en «no escuchar el texto de la realidad». En su celda,
se cuela el canto de un gallo: «Hasta las aves saben mi nombre de Atahualpa».[21]Pizarro
le exige oro y a cambio recibe estas palabras: «¿Pero, acaso tú ignoras que de
mi voluntad depende todo, que la plata y el oro a mi mandato están
subordinados?».[22]Allí mismo confinado, Atahualpa saborea la superioridad de
la medicina indígena. El Inca padece una fiebre altísima, los médicos de
Pizarro se declaran incompetentes. En cambio, los hampicamayocs andinos le toman el pulso en
lo alto de la nariz, le preparan el potaje adecuado y Atahualpa se pone en pie.
En prisión, se entera de que su ejército hace prisionero a su
medio hermano Huáscar. En lugar de liberarlo y negociar con él, manda sus
hombres a Antamarca para ejecutarlo, haciéndose más odioso ante su pueblo.
Prefiere transar con el de las barbas bermejas entregándole a su hermana Quispe
Sisa,[23]la cual le hacía una visita solidaria. Asimismo, manda recoger tesoros
de sus palacios. Llena un cuarto de oro (88 mts3) para su
rescate,[24]calculado en unos 6000 kgs. de oro de 22 kilates, y 12 000 kgs. de
plata. El xiiInca peca de ingenuo, como Moctezuma, el soberano azteca, que al
llenar de oro a Hernán Cortés, lo que hace es avivarle más el apetito por el
material precioso: «Se les puso risueña la cara, se alegraron mucho, estaban
deleitándose. Como si fueran monos levantaban el oro… y se les iluminaba el
corazón… Eso anhelan con gran sed… tienen hambre furiosa de oro. Como unos
puercos hambrientos ansían el oro».[25]
Pizarro, amamantado de niño por una puerca y pastor de una piara
de cerdos, expósito arrojado a la puerta de una iglesia en
Extremadura,[26]cuando un misionero le echa en cara su poco interés por la
evangelización, rezonga: «No vine a eso; vine por el oro».[27]
Lutero, Ledesma, el autor del catecismo venezolano, y Jeréz
despreciaron los bebestibles propios de otros entornos cometiendo con ello un
acto de violencia a otras culturas, en el nombre de la Biblia. Juan de Espinosa
Medrano, apodado «lunarejo» por su mar de lunares, en 1670 mostró lo que es
honrar la cultura inca india y mestiza. De madre indígena, heredó el quechua y
de su padre el castellano. Un día, en la Catedral del Cuzco, le cerraron la
entrada a una anciana descalza, «¡Dejen entrar a esa india, que es mi madre!»
tronó Lunarejo desde el púlpito. En su exégesis de la parábola del hijo pródigo
anotó: «el Diablo es un latifundista peruano, el vino es chicha y el bíblico
becerro, un chancho gordo».[28]
Cuerpo y apolinarismo
¿Cómo hacer justicia a la enseñanza de
la Biblia desde la encrucijada de dos contextos antagónicos en lo referente a la
idea del cuerpo humano?
A Atahualpa no lo deslumbró el texto
bíblico que portaban los españoles. Quizá lo arroja al suelo porque, en el
fondo, quería hacer lo mismo con Pizarro y sus acompañantes debido al picor de
la pestilencia de sus cuerpos. En parte dudó de que fueran viracochas, seres
divinos, por el hecho de no bañarse jamás, de andar harapientos y de cubrir
siempre sus cuerpos.
La Biblia arribó a las Américas mediada
por un cristianismo español que no tomó en serio la nueva realidad
histórico-social. El docetismo, gnosticismo, platonismo y apolinarismo son
enseñanzas que tienen en común privilegiar al espíritu en detrimento de lo
material. La evangelización del africano y del indígena se orientaba hacia sus
almas; sin ninguna correlación con su redención corporal. En muchos casos,
Jesucristo es sin más un mero libertador metafísico. En este sentido viene a
cuento la experiencia de los afro-americanos del sur de los Estados Unidos, en
respuesta al discurso misionero protestante que bautizaba la esclavitud, Biblia
en mano:
·
¿Están obligados los siervos a obedecer
a sus amos?
Sí, la Biblia exhorta a los siervos a
obedecer a sus amos y a complacerlos en todo […]
·
¿Si el amo no es razonable, puede
desobedecerlo el siervo?
No, la Biblia dice: «Siervos, obedezcan
con temor a sus amos, no solo el bueno y el amable, también el presuntuoso».
·
Si los siervos sufren injusticias ¿qué
deben hacer?
Deben soportarlas pacientemente.[29]
No es de extrañarnos, entonces, que en
1833 hayan repudiado al predicador Charles Jones:
Estaba predicando a una gran
congregación sobre la Epístola de Filemón, y cuando insistí en la fidelidad y
la obediencia como virtudes cristianas de los siervos, y cuando, siguiendo la
autoridad de Pablo, condené las fugas, la mitad de los que me escuchaban se
levantó deliberadamente y se fue, y los que se quedaron no parecían nada
satisfechos con el predicador o con su doctrina. Cuando los despedí, no se
quedaron tranquilos; algunos declararon solemnemente que «no existía esa
epístola en la Biblia», otros «que no les interesaba» volver a escuchar
otro sermón mío.[30]
Huayna Cápac, el padre de Atahualpa,
había oído algo de ciertos barbudos rubicundos que merodeaban esas tierras,
pero no pasó de ahí. Pizarro, en cambio, conocía de las divisiones de los
incas, de sus creencias y de sus riquezas, mucho antes de pisar suelo andino.
Sabía que su dios Viracocha, «el creador de todas las cosas», tiempo atrás se
internó en el mar prometiéndoles regresar durante el cacicazgo del XII Inca,
Atahualpa. Pizarro oyó algunos incas llamarlos de «viracochas», divinos, y
ahora el regalo de Quispe Sisa, la hermana de Atahualpa, de sangre real, venía
a confirmar su linaje divino ante el pueblo. Atahualpa y su séquito eran
asimismo considerados divinos. Los gobernantes incas eran embalsamados y se les
rendía culto a sus momias. En cierto sentido la presencia de los viracochas le
caía bien al Inca, pues era señal de buen augurio al inicio de su gobierno.
Aquí asistimos a la entrada triunfal a
Cajamarca. 300 o 400 hombres le abren paso por la calzada, unos barriendo, otros
danzando y cantando. El XII Inca es transportado en una regia litera de oro
cargada por 80 hombres, sentado en una silla de oro con incrustaciones de
esmeralda verde, con accesorios áureos para su cabello y collar de esmeraldas,
su atavío lujoso refuerza su origen celestial. Sus segundas esposas se tragan
el cabello que le cortan y el que se le cae, debido al temor de algún conjuro
contra el Señor de «la tierra de los cuatro rumbos del mundo». Hacen lo mismo con
sus uñas cortadas. Vierte sus escupitajos en la mano de sus concubinas quienes
lo ingieren como señal de su majestuosidad.[31]Solo sus más allegados pueden
dirigirle la palabra y servir de intermediarios con el pueblo. Lo mismo se
aplica con la mirada, el pueblo mantiene su cabeza gacha cuando el Hijo del Sol
se aproxima.
Pizarro observa que solo la élite inca
posee el derecho divino de masticar unas hojas secas: la coca. Las clases bajas
solo tenían acceso a ella en ocasiones especiales. En su momento los españoles
la socializarán, pero con el fin de incrementar el rendimiento indígena y
economizar en alimento.
El inca promedio no tuvo empacho de
divinizar no solo a su cacique y a su corte, sino que lo hizo extensivo a los
españoles. Ello contrasta con la diabolización del indio por parte del europeo.
De acuerdo con el padre José de Acosta, el indio es «una mezcla de
hombre y de fiera»;[32]de ahí se seguía que el misionero trabajara con su
humanidad, y el soldado con su animalidad. Para la cultura quechua la
virginidad femenina premarital no era esencial, para José de Acosta eso era una
señal de —bruta animalia; eso confirmaba su ser de «animales irracionales». La demonización
del indio y su cultura justificó, de igual modo, la negación al sacerdocio a
los nativos: «…tampoco se admitirá a las órdenes a indios ni mestizos, tanto
descendientes de indios como de moros en primer grado, ni a mulatos en el mismo
grado».[33]
Los indígenas fueron admitidos al sacerdocio hacia el siglo XVII a
pesar de que su supuesta incompetencia fue refutada desde temprano.
El inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), de padre español y madre
india inca, elaboró un alegato en el sentido de que tanto el cristianismo como
la religión inca del sol, son religiones de luz. No obstante, se impuso la
«leyenda negra» contra los indios.
Tiempo y origen
En muchos de nuestros templos, cuando se lee la Biblia decimos:
«por respeto a la Palabra de Dios, pongámonos en pie». Asimismo, «por respeto a
la Biblia» honremos el entorno temporal desde el cual exponemos la Escritura.
Nuestra lectura de la Biblia ha de ser original, en el sentido de que hemos de
tomar en cuenta el tiempo y lugar de origen desde donde la interpretamos.
Originalidad dice relación a abordar los temas, problemas, desafíos, sueños de
nuestra propia generación.
En este caso, honramos nuestro tiempo de origen desde donde
interpretamos la Biblia, cuando no lo vemos como una prolongación o un eco «ni
del mundo del misionero ni inclusive del mundo judeo-greco-romano
bíblico». No ha habido «respeto a la Biblia» todas las veces que no se ha
honrado el tiempo de origen de los misionados.
Nuestra percepción del tiempo difiere en cada cultura. Cada una
tiene su propio marco temporal, su propia cadencia. Para los cazadores de oro
«el tiempo apremia», «el tiempo es oro»; para el mundo indígena el tiempo es
cíclico, es para ser disfrutado, es sagrado. Así tenemos el reclamo del
tupinambá del Brasil ante Jean de Lery (1534-1613):
En verdad, veo que ustedes
son unos grandes locos, pues atraviesan el mar y sufren grandes problemas, como
dicen cuando llegan aquí. Y al fin trabajan tanto para amontonar riquezas para
sus hijos y parientes. ¿La tierra que los alimentó a ustedes no será capaz de
alimentarlos también a ellos? Nosotros tenemos padres, madres e hijos a quienes
amamos. Pero estamos seguros de que, después de nuestra muerte, la tierra que
nos sustentó los sustentará a ellos también, y por eso descansamos sin mayores
preocupaciones.[34]
Las distintas maneras de concebir el tiempo llevaron por ejemplo a
que los mayas repudiaran la misa dominical católica por entorpecer el ritmo
agrícola. Tiempo y sustento siguen unidos hoy en día en personas como Gregorio
Condori. Este pastor de ovejas, soldado y cargador del Cuzco, en 1975 medía el
tiempo con el pan. Él narra la historia del Perú en estos términos: «cuando
cinco piezas grandes de pan de puro trigo costaban un real, y tres costaban
medio real, Odría recibió la presidencia de Bustamante».[35]
Pizarro cuenta los minutos para apresar a Atahualpa. Ha esperado
por décadas ese momento para enriquecerse. El Inca, siguiendo la cadencia de su
tiempo, llega varios días «tarde» a la cena pactada.
«¡Vengan aquí, soldados, estos
indios infieles están en contra de nuestra fe!»
El padre Vicente Valverde puso entre paréntesis el que el pueblo
inca no estaba inserto en la cultura del libro del renacimiento europeo; el que
existían barreras lingüísticas o culturales entre ellos y los ibéricos; el que
los andinos no eran una tabula rasa de todo elemento religioso. El clero lusitano-español no
problematizó el contexto americano, sino que lo recreó a imagen y semejanza del
suyo.
El clero español del siglo XVI no tuvo ojos para ver que en las
teologías inca y azteca la serpiente era un animal sagrado, por vivir al ras de
Pachamama, Amaruo la serpiente es un ser privilegiado. Tampoco cayeron en la
cuenta que, a diferencia de la diabolización en el cristianismo occidental de
las personas zurdas, la cultura inca consideraba la zurdez o zurdera como señal
de buena fortuna. En 1614, el arzobispo de Lima ordenó echar al fuego todas las
quenas y todo instrumento musical indígena, y condenó todas sus danzas,
canciones y ceremonias para que el demonio no pueda continuar ejerciendo sus engaños: «No deberá consentirse que
ni en dialecto local ni en lengua general se celebren danzas, cantos ni
taquies».[36]
Valverde echa mano de un enunciado realizativo. Con la Biblia en una mano y
con un crucifijo en la otra, como ejecutando un exorcismo de un pueblo poseso
por Satanás, el fraile simplemente declarará la legítima apropiación española de todos los
bienes indígenas: «¡Vengan aquí, soldados, estos indios infieles están en
contra de nuestra fe!».
El desenlace ya se advierte a estas alturas: el soberano del
Tahuantinsuyo muere por el sacrilegio de arrojar la Biblia al suelo. A fin de
salvar su destino eterno y de librar la hoguera, le extienden la gracia del
bautismo y con ello una muerte «más dulce». Para la cultura inca el ser quemado
es ominoso. Vía el forzoso mimetismo onomástico se le da un nombre cristiano:
¡Francisco! Con el torniquete de hierro lo desnucan y envían su cabeza a
España.[37]
Francisco Pizarro, a su vez, se convierte en uno de los hombres
más ricos del orbe. Durante su entrevista con Carlos V para negociar la
invasión del Perú, Pizarro pasa largas horas con Cortés, el cual estaba con el
emperador cuadrando cuentas del botín de México. La masacre cajamarquina
sigue a pie juntillas la estrategia bélica diseñada por Cortés. Carlos V
le otorga a Pizarro el título de gobernador y marqués, juntamente con el hábito
de «La Orden de Santiago». El extremeño no olvida pagar favores: Vicente Valverde,
de capellán militar dominico pasa a la púrpura como Primer obispo comisionado a
Cuzco.[38]Los ibéricos vencieron pero no convencieron a
los incas.
En el siglo XIX, el pintor Luis Montero retoca la historia. En su
óleo «funerales para Atahualpa» registra un sepelio sobrio. El Soberano de los
Andes descansa dulcemente con su escolta de soldados de ultramar. En el otro
extremo están las mujeres incas que lo reclaman, pero el clero las mantiene a
raya. La resistencia indígena de 40 años ininterrumpidos no fue invitada.[39]El pintor borra asimismo la sed libertaria permanente:
En 1572, cuando los españoles cortaron la cabeza de Túpac Amaru
[serpiente resplandeciente], último rey de la dinastía de los incas, nació un
mito entre los indios del Perú. El mito anunciaba que la cabeza se juntaría con
el cuerpo. Dos siglos después, el mito volvió a la realidad de la que provenía
y la profecía se hizo historia: José Gabriel Condorcanqui tomó el nombre de
Túpac Amaru y encabezó la mayor sublevación indígena de todos los tiempos. La
cabeza cortada se encontró con el cuerpo.[40]
Las preguntas obligadas para nuestros días serían entonces: ¿Cómo
hacer pertinente el mensaje de la Biblia si somos apáticos con el contexto
cultural de los misionados? ¿Cómo no reconocer al otro y a la otra, al
diferente, como a un coigual, como a un semejante, en un plano de respeto? ¿Por
qué no tender puentes de entendimiento con el contexto receptor de la Biblia,
en lugar de satanizarlo: «todo lo demás es cosa de burla»?
Si somos sensibles al mundo del prójimo, comprenderemos mejor la
resistencia contemporánea que, por ejemplo, encontró Juan Pablo II en su visita
a Perú en 1985, cuando en nombre del aimara y de los más de 10 millones de
quechua-hablantes le espetaron:
Nosotros, los indios de los
Andes y de América, hemos decidido aprovechar la visita de Juan Pablo II para
devolverle su Biblia, porque, en cinco siglos, esta no nos ha dado amor ni paz
ni justicia. Por favor, tome de nuevo su Biblia y devuélvasela a nuestros
opresores, pues ellos tienen más necesidad que nosotros de sus preceptos
morales. Porque, desde la llegada de Cristóbal Colón, se impuso a América por
la fuerza una cultura, una lengua y unos valores propios de Europa.[41]
Por respeto a la Biblia honremos nuestro contexto. Atahualpa y
Pizarro siguen ¡vivitos y coleteando!
__________
Bibliografía
[1]bulas Dudum cum
ad nos (1436), Rex Regum (1443), Divino amore communiti (1452), Ramanus
Pontifex (1455), Inter Caetera (1493) y Dudum
siquidem.
[2]Con el correr del tiempo, se patentizaron aún las ideas o la
«propiedad intelectual»: Estatuto de Monopolios Británico (1623); Sistema de
Patentes Industriales (1883). De 1791-1999 únicamente en EUA se
registraron 6 millones de patentes y 3 millones más estaban esperando su «legalización».
Se calcula que para el año 2005 se tendrán un billón de dólares anuales
de ingresos por este concepto. Cf. Jorge
Riechmann. Qué son los alimentos transgénicos; ¿Cómo va a influir en la
economía mundial? ¿Cuáles son los riesgos para la salud humana? ¿Para qué se
producen? (Barcelona: Integral, 2002), p. 56.
[3]Francisco Morales Padrón. Teoría y
leyes de la Conquista (Madrid: Ediciones Cultura Hispánica
del Centro Iberoamericano de Cooperación, 1979), caps. iy vii.
[4]Walter D.
Mignolo, The Darker Side, 219 ss.
[5]Johnson v. McIntosh, 21
U.S. (Wheat.) 543, 5 L. Ed. 681 (1823), Citado por Clara Sue Kidwell et. al., p.133.
[6]Kidwell, Noley y
Tinker, p. 131.
[7]Eduardo
Galeano, We Say No: Chronicles
1963-1991 (New York: W.W. Norton
& Company, 1992), p. 179.
[8]Las Casas, H.I., 1. 3, c. 63, t. 3, p. 45. Citado por
Rivera Pagán, Evangelización y violencia; la conquista de
América (San Juan: CEMI, 1991), p. 55.
[9]Eduardo Galeano, Mujeres (México: La
Jornada Ediciones, 1996),p. 86.
[10]Cartas y testamento de Cristobal Colón (Madrid:
Prelado, Paez, 1921), p. 53.
[11]Virgilio Roel Pineda, Cultura peruana e historia de
los incas (México: Fondo de Cultura Económica, 2001), p. 541.
[12]Titu Cusi Yupanqui, 15,17.
[13]Manuel M. Marzal, “La religión quechua surandina peruana”, en
Manuel M. Marzal et. al. (eds.), El rostro indio de Dios (Lima:
Pontificia Universidad Católica del Perú, 1991), p. 211.
[14]Theodore G. Tapper
(ed.) Luther‘s Works 54. Table
Talk (Philadelphia: Fortress
Press, 1967), p.5509 (438).
[15]Maximiliano Salinas Campos. Gracias a
Dios que comí: el cristianismo en Iberoamérica y el Caribe s. XCI-XX (México:
Dabar, 2000), p.144.
[16]Manuel Gutiérrez de Arce, Apéndice a El Sínodo Diocesano de
Santiago de león de Cracas 1687 (Academia Nacional de Historia, 1975, v. 125),
p.58.
[17]Jerez, Verdadera relación de la
conquista del Perú, pp. 59-60.
[18]Juan Ginés de Sepúlveda, Democrates
Segundo, o de las Justas causas de la Guerra contra los indios (Madrid:
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1951), pp.78-79. Citado por Patricia Seed, 18.
[19]Galeano, Mujeres, 83.
[20]John W. de
Gruchy, Liberating Reformed
Theology: A South African Contribution to an Ecumenical Debate, Grand Rapids – Cape Town: Eerdmans – David Philip
Publishers, 1991, 48.
[21]El Reverso, 165.
[22]El Reverso, 178.
[23]Álvaro Vargas Llosa. La mestiza de Pizarro (Madrid:
Aguilar, 2003).
[24]Entre 1503-1660 llegaron a España 16 millones de kilogramos de
plata y 185 mil kilogramos de oro de las Américas. Cf. Luciano PereñaGenocidio
en América (Madrid: 1992), p.32, Citado por Salinas, p. 48.
[25]Historia general de las cosas de Nueva España, 1.12,
c.12, 770. Citado por Rivera Pagán, Evangelización y
violencia, p. 428.
[26]Por ser él mismo hijo «natural», quizá se apresuró a reconocer
a sus dos hijos mestizos, Francisca y Gonzalo.
[27]Archivo General de Simancas, sección de Estado, leg. 892, fol.
197, citado en M. Catoya, La iglesia indiana, un anhelo
en gestación(Montevideo: mimeografiado,1991), p. 18. Citado a su vez por
Boff, Quinientos años de evangelización; de la conquista espiritual a la
liberación integral (Santander: Sal Terrae, 1992), p. 50.
[28]José Juan Arrom, El teatro hispanoamericno en
la época colonial (La Habana: Anuario Bibliográfico Cubano, 1956).
Citado por Eduardo Galeano, Memoria del fuego; I. Los
nacimientos (México: Siglo XXI, 2002),pp. 284-285.
[29]Gilbert Osofksy
(comp.), Puttin’ on Ole Massa: The
Slave Narratives of Henry Bibb, William Well, and Solomon Northrup (New York: Harper & Row, 1969), pp. 32-33.
[30]Albert
Raboteau, Slave Religion: The
“Invisible Institution” of the Antebellum South (New York: Oxford University Press, 1978), p.
294. Citado por James C. Scott, Los dominados y el arte de la
resistencia (México: Era, 2000), p. 146.
[31]Bernardo Ellefsen, Matrimonio y sexo en el
Incario(Cochabamba: Los amigos del libro, 1989), p. 133.
[32]De procuranda indorum salute, o la predicación del evangelio en
las Indias Libro II, c. xii(Madrid: Biblioteca de Autores
Españoles, 1954), p. 490, Citado por Leonardo Boff, La nueva
evangelización; perspectiva de los oprimidos (Santander:
Sal Terrae, 1991), p. 137.
[33]J. L. Llaguno, A evangelização nos Concílios
Mexicanos, en P. Suess (ed), Queimada e semeadura. Da
conquista espiritual ao descobrimento de uma nova evangelização(Petrópolis,
1998), pp. 57-75. 500 años, 76 1584, III Concilio Provincial de México,
1583, III Concilio de Lima, hasta la segunda mitad s. xviii.
[34]Jean de Lery, Viagem a terra do
Brasil (Río de Janeiro: 1961), pp. 153-54. Citado por Salinas, p.47.
[35]Gregorio Condori Mamani, De
nosotros, los runas, testimonios recolectados por Ricardo Valderrama y Carmen
Escalante (Madrid: Alfaguara, 1983). Citado
por Eduardo Galeano, Memory
of Fire: Century of the Wind (New York: W.W. Norton & Company, 1988), p.224.
[36]Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, Historia de
la villa imperial de Potosí (Providende: Brown University,
1965). Citado por Eduardo Galeano, Memoria del fuego, p. 210.
[37]Ossio, p.189. Cf. además: Felipe Cossío del Pomar, El mundo de
los incas (México: Fondo de Cultura Económica, 1975).
[38]H. McKennie
Goodpasture, Cross
and Sword: An Eyewitness History of Christianity in Latin America (Maryknoll: Orbis, 1995), p. 16.
[39]Roberto Miró Quesada, “Los Funerales de Atahualpa”, en Pueblo
indio5 (1984) Lima: 46.
[40]Eduardo Galeano, Ser como ellos,p. 8.
[41]Evangelización y liberación (Buenos
Aires, 1986), pp. 56-57, Citado por Boff, La nueva
evangelización,p. 17.
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