Patricio:
el misionero que llevó el
Cristianismo
a Irlanda
Aunque no podemos distinguir o separar claramente
los mitos, la fantasía, la tradición y los hechos históricos que giran
alrededor de la vida y la obra de Patricio de Irlanda, es al menos posible
hacer un pequeño esbozo de su vida e influencia gracias a su Confesión,
una autobiografía espiritual en la que se cree que él cuenta parte de su vida y
obra evangelista en Irlanda.
Patricio de Britania
Al rededor del año 403 d. C. la Britania romana
sufrió un fuerte ataque por parte de los irlandeses. Guerreros armados se
dirigieron a la costa por la que caminaba un joven romano de dieciséis años
llamado Patricio (lat. Patricius). Al escuchar que la guerra se
aproximaba, lleno de temor, el joven comenzó a correr hacia la ciudad. En
poco tiempo cayeron las aldeas, las casas estaban en llamas y se oían gritos de
desesperación, y en medio de todo el caos, Patricio fue capturado. Los bárbaros
lo aprisionaron dentro de un barco que se dirigía hacia la costa oriental de
Irlanda.
Patricio fue vendido como esclavo en el norte de la
isla de Irlanda, quizás al «druida» (sacerdote) Miliuc maccu Boin en el condado
de Antrim. Allí vivió en condiciones deplorables, soportó largos periodos de
hambre y sed, y fue aislado de cualquier interacción social durante meses.
Mientras cuidaba a los cerdos de su amo en las colinas, recordaba al Dios
cristiano de sus padres, del cual había escuchado en Britania, y al cual
constantemente se dirigía en busca de consuelo en medio de su cautiverio.
Patricio oraba desesperadamente durante el día. El
amor de Dios y el temor hacia él hacían que su fe creciera cada vez más, hasta
el punto que podía hacer unas cien oraciones solo durante el día. Aun en
medio de la esclavitud, y ya pasados seis años desde su captura, Patricio
escuchó una voz en un sueño que le decía: «Haces bien en ayunar, pronto
volverás a tu tierra».
Más tarde, escuchó de nuevo la voz que le dijo: «Un
barco te está esperando». Así que Patricio huyó. Este corrió aproximadamente
unas 200 millas hasta un puerto en el que abordó un barco de comerciantes que
se dirigía hacia el Continente. Después de tres días de viaje, desembarcaron en
la Galia (actual Francia), que para entonces se encontraba en medio de una gran
crisis económica. La tierra ya no era fértil como antes y era difícil conseguir
alimento.
En medio del hambre y la desolación, Patricio
empezó a verse rodeado de críticas y burlas. Una vez finalizado el viaje, el
capitán del barco le dijo en tono burlesco: « ¿Qué tienes que decir en tu
favor, cristiano? Te jactas de que tu Dios es todopoderoso. Nos estamos
muriendo de hambre, y puede que no sobrevivamos».
Patricio respondía con confianza y serenidad,
apelando a su idea de que para Dios nada es imposible. En un momento, mientras
todos padecían hambre, una manada de cerdos apareció repentinamente, y todos
pudieron saciarse. Pero para la frustración de Patricio, en lugar de adorar a
Dios, sus compañeros acudieron agradecidos a los dioses paganos, ofreciendo su comida
como sacrificio.
Patricio de Irlanda
Ya de vuelta en Britania con su familia tuvo una
visión en sueños, en la que un hombre, que parecía venir de Irlanda, le entregó
una serie de cartas. Patricio las abrió y, mientras leía, podía escuchar las
voces de los remitentes, al parecer niños, que le decían: «Te pedimos, santo
muchacho, que vengas y camines entre nosotros». Patricio se conmovió tan
profundamente que no logró leer más y se despertó de inmediato.
Pero Patricio no fue el primero en llevar el cristianismo
a Irlanda. El Papa Celestino I había enviado a un obispo llamado Paladio en el
año 431 d. C. Algunos eruditos creen que Patricio y Paladio eran la misma
persona, pero la mayoría piensa que probablemente Paladio no tuvo éxito en su
tarea de evangelización, ya que fue martirizado, por lo que más tarde Patricio
lo reemplazaría. En cualquier caso, el paganismo seguía siendo dominante cuando
Patricio llegó a Irlanda.
Mosaico del Papa enviando a
Patricio a Irlanda. Sin embargo, no hay registro de que esto haya sucedido así,
ni Patricio lo menciona en su autobiografía, más bien parece que la obra en
Irlanda se hizo con apoyo de la iglesia en Britania.
Allí el joven enfrentó una gran oposición a su
mensaje por parte de los druidas. Se creía que estos sacerdotes paganos eran
los únicos intermediarios entre los hombres y los dioses, que eran quienes
decidían las fechas religiosas, y que solo ellos podían conocer la naturaleza,
los deseos y la manera de honrar y complacer a las deidades. También se les
consideraba filósofos, magos, astrónomos y médicos; además de aconsejar a los
reyes irlandeses. Las biografías de Patricio están repletas de historias de
druidas que «deseaban matarlo».
En este contexto decía Patricio: «Diariamente
espero asesinato, fraude o cautiverio, pero no temo ninguna de estas cosas
debido a las promesas del cielo. Me he entregado en las manos del Dios
todopoderoso que gobierna en todo lugar». La famosa Lorica,
una plegaria de protección, refleja la confianza que este ponía en el Señor al
pedirle que lo protegiera de «toda fuerza feroz y despiadada que pudiera venir
sobre mi cuerpo y alma; contra los encantamientos de los falsos profetas,
contra las leyes negras del paganismo, contra las falsas leyes de la herejía,
contra los engaños de la idolatría, contra los hechizos de las mujeres y de los
herreros y druidas».
Es probable que Patricio se enfrentara a los
druidas, pero no se conoce con exactitud si los hechos fueron tan dramáticos y
mágicos como se cuentan en las historias. A finales del año 600, un biógrafo
contó cómo Patricio desafiaba a los druidas a concursos en los que ambas partes
intentaban superar a la otra, haciendo maravillas milagrosas y actos
sobrenaturales en público.
Según la leyenda, se cuenta que una de las leyes de
aquel entonces era que, en una noche del año, durante la vigilia pascual, quien
encendiera un fuego ante el rey sería condenado a muerte. Patricio encendió el
fuego ante el rey desde una colina. Todos vieron el fuego a lo largo de la
llanura, y el rey ordenó que 27 carros fueran a capturar a Patricio. Se dice
que al ver que estaban a punto de atacar, Patricio levantó su voz, diciendo:
«Que Dios suba a dispersar a sus enemigos, y que quienes lo odian huyan delante
de su rostro». A causa del desastre, cayeron siete veces siete hombres, y el
rey lleno de temor se inclinó ante Patricio.
Al día siguiente, un druida, en busca de alardear
de su magia, invocó demonios y trajo una niebla oscura. Al ver todo esto,
Patricio se acercó al druida, presionándolo para que hiciera disipar la niebla.
Sin embargo, no pudo hacerlo. Patricio oró y, de repente, la niebla se dispersó
y salió un sol brillante. La creencia popular dice que las llamas de fuego
consumieron al druida. El rey se enfureció con Patricio por la muerte del
druida. Patricio le dijo: «Si no crees ahora, morirás, porque la ira de
Dios está sobre tu cabeza». Según se cree, el rey creyó, como muchos aquel
día.
Uno de los mayores enemigos de Patricio era uno que
él conocía muy bien: la esclavitud. De hecho, fue el primer cristiano que se
pronunció en contra de esta práctica. En vida (o poco después gracias a
él) Patricio acabó con todo el comercio irlandés de esclavos, que entonces se
beneficiaba económicamente de los negocios esclavistas con Britania.
Catedral San Patricio en Dublín,
Irlanda.
Patricio concentró su tarea misionera y evangelista
especialmente en los reyes tribales del país. Pensaba que si los reyes se
convertían era más factible que el pueblo escuchara. Esta estrategia tendría un
gran éxito. En cuanto los reyes se convertían, entregaban sus hijos a Patricio,
según una antigua costumbre irlandesa, a fin de educarlos, llevando así a
muchos de estos jóvenes a convertirse en monjes y monjas vírgenes. Esto
probablemente dio origen a gran parte de la tradición monástica irlandesa.
El trabajo de Patricio en cada reino fue muy
similar. Al convertirse un grupo de paganos, se establecía una iglesia y se
proclamaba a un diácono y a un sacerdote u obispo. Si se lograba conseguir un
lugar para un monasterio, funcionaba también como estación misionera. Ante esta
transformación de Irlanda él confesaba: «Así estamos viendo, y así se cumple;
he aquí que somos testigos porque el evangelio ha sido predicado hasta los
lugares más lejanos donde nadie vive».
Patricio insistió en sus escritos repetidas veces
que no era digno de ser obispo: «Doy gracias a Dios, que me ha levantado a mí,
un necio, de entre los que se consideran sabios y eruditos en la práctica de la
ley, así como persuasivos en su discurso y en cualquier otro aspecto, y me ha
inspirado a mí, que soy tan despreciado por el mundo».
En una ocasión sus ancianos eclesiásticos en Gran
Bretaña delegaron a un grupo de personas que fueran a investigar su trabajo
misionero. Después de ello, se declararon algunas preocupaciones, incluyendo un
momento de pecado en su juventud, el cual se desconoce. De hecho, su Confesión fue
escrita en respuesta a esta investigación. Tras las acusaciones, Patricio se
aferró a su sentido de la íntima participación de Dios que debía tener en su
vida:
«Agradezco incansablemente a mi Dios, que me
mantuvo fiel en el día en que fui probado, para que hoy pueda ofrecer al Señor
Jesucristo el sacrificio de mi alma. Él me ha salvado en todos los peligros y
en todos los riesgos (…) Así que, sea lo que sea que se me presente, bueno o
malo, lo afronto igualmente, dando siempre gracias a Dios».
Mosaico de Patricio como obispo.
Foto: Thad Zajdowicz.
Patricio fue uno de los misioneros más importantes
de la historia. Estableció obispos en casi toda Irlanda y se convirtió en el
modelo por excelencia para los cristianos celtas. Amaba las Escrituras y
dedicaba gran parte de su tiempo a la oración. Tenía una amplia imaginación
poética al ver a Dios en sueños y visiones, así como un gran aprecio por la
naturaleza y la creación.
Más allá del apelativo común de «santo» para
referirse a él, la verdad es que se convirtió en un modelo misionero a
seguir. Cientos de monjes celtas, inspirados por Patricio, dejaron sus
tierras para compartir el evangelio en muchos otros países de la Europa
Continental. De este modo la iglesia irlandesa fue una de las más misioneras
hasta la Edad Media.
Murió más o menos a sus 70 años; sin embargo, no se
tienen muchos detalles acerca de la causa, el lugar o la fecha de muerte
(¿quizás el 461?). Fue sepultado en Downpatrick (o Gabhul), donde empezó su
misión evangelista. Su festividad, muy conocida, se celebra el 17 de marzo, en
la que es recordado por millones de cristianos alrededor del mundo como «el
apóstol irlandés».
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